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Semántica de la violencia
El mismo autor en un trabajo posterior (2017) retoma su propio listado para, con el paso
del tiempo como aliado, impugnar estas consideraciones como representativas de los
movimientos sociales en términos estáticos, resaltando la inmensa cantidad y cualidad
de las variaciones acaecidas en el surgimiento, desarrollo y crisis de los gobiernos de
corte progresista del continente.
Cultura política y el cambio institucional y social en América Latina: enfoques y análisis
Dr. WALDO ANSALDI//Dra. VERÓNICA GIORDANO
Doctorado en estudios sociales de América Latina- 5 Cohorte. FCS - UNC
Uno de los más discutidos y problemáticos, y en el que queremos centrar, de momento,
la reflexión, tiene que ver con los acercamientos entre los movimientos sociales y el
Estado en términos de autonomía. Las discusiones acerca de esta relación parecen no
tener fin, tanto entre las diferentes organizaciones sociales como dentro de los ámbitos
académicos, generando interminable cantidad de cruces de todo tipo que van desde la
completa antinomia hacia el Estado a la construcción de alternativas políticas desde
dentro suyo.
Esto generó que las disputas políticas y teóricas sobre lo que es (o debe ser) un
movimiento social autónomo, o más aún, que solo la autonomía (considerada
como el alejamiento más radical posible de las estructuras Estatales) era el criterio
dirimente para lo que es o no es un Movimiento Social, tomara un cariz cada vez
más evangélico.
Ahora bien, podemos (creo) sin problemas adscribir a la tesis de que los gobiernos
latinoamericanos que se situaron a la izquierda del espectro ideológico nacen con la
legitimidad de recoger las banderas de vastos sectores populares tras las crisis
neoliberales de finales de los ´90. No obstante esto, y a las marcadas críticas
anticapitalistas de muchas de esas organizaciones, aquellos no han renunciado a
desplegarse ellos mismos dentro de la arena del capitalismo, dejando pasar
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Dr. WALDO ANSALDI//Dra. VERÓNICA GIORDANO
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convenientemente cualquier ocasión que se les presentara para desarrollar, desde la
institución Estatal, cualquier construcción que significara la aparición de otros mundos
posibles.
En el marco del debate por la autonomía estas posiciones hacen gala de, al menos,
una marcada ambivalencia epistémica. Esta relación con el capitalismo de los
llamados gobiernos progresistas de América Latina ha supuesto diferentes
problemas, acciones y reconfiguraciones de los movimientos sociales. Ya sea
acercándose o alejándose cada vez mas de su espectro autonomista, el variopinto
universo de las organizaciones latinoamericanas no ha salido incólume de estos
debates y se ha ido dando sus transformaciones.
1
Recuperado de : http://www.jornada.unam.mx/2017/07/03/opinion/019a1pol; También el Kirchenerismo en
Argentina ha hecho gala en diversas oportunidades de ser los propulsores de un “Capitalismo en
serio”:http://www.laizquierdadiario.com/Cristina-Kirchner-Capitalistas-somos-nosotros-cuando-decimos-que-hay-
que-consumir; http://www.lanacion.com.ar/1420295-cristina-pidio-capitalismo-en-serio
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Ahora bien, el contexto actual solo nos hace más fácil figurar que los llamados
Movimientos Sociales no son esa masa homogénea con características definidas que
pueden ser analíticamente esquematizadas y analizadas para estilizar muestras, patrones
o clasificaciones, sino que en los últimos 30 años han demostrado ser parte de un
devenir continuo que podemos definir sin forzar el concepto como cambios dentro de la
cultura política de los diferente endogrupos. Creemos que, haciendo caso de esta
diversidad y diversificación, el actual es un buen punto de inflexión para volver a
hacernos la pregunta de si es válido indagar desde los ámbitos académicos sobre los
Movimientos Sociales y las articulaciones de cultura política que actúan ad intra de los
mismo, y, en todo caso, por qué y para qué debemos hacernos esa pregunta, cuál va a
ser esta intervención.
Estamos listos, en este punto, para asumir como un supuesto de nuestra reflexión la
hipótesis (que con mucha claridad han elaborado los zapatistas) de cuarta guerra
mundial. Creemos que no es una perogrullada sostener que a lo largo de su desarrollo
histórico el capitalismo ha sabido darse las metamorfosis necesarias para adaptarse a las
ventajas y miserias que él mismo posee, haciendo gala de una capacidad autopoiética
arrasadora. Los avances de las tecnologías comunicacionales, biométricas, militares y
financieras le han dado la posibilidad y capacidad a las instituciones capitalistas de
establecer una geografía mundial a su gusto con una precisión metrológica. Le está
permitiendo desplegar una amplia variedad de poderes hard, visibles en la creciente
policialización/militarización de los territorios, pero acompañados de numerosas
técnicas de poderes soft, que vienen a legitimar la necesidad de los primeros (la creación
de los enemigos internos, la inseguridad como medio de justificación, etc.). La
circulación, promoción y desaparición de mercancías, pero también de modos de vida,
de sensibilidades, de lenguajes, de potencias y acontecimientos está centimétricamente
vigilada en pos de ser conducida de los modos “correctos”.
Ahora bien, no debemos asumir que la guerra en la que nos encontramos puede
fácilmente encasillarse en las conceptualizaciones que manejamos de los conflictos
bélicos. En primera instancia no necesariamente es una guerra de aniquilación. La
pacificación, masificación y conducción (incluso con ciertos rasgos pastorales) son
metodologías que pueden calificarla, tal vez, de una manera más adecuada.
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Si bien es cierto que el capitalismo está generando nuevos tipos de precariedades que
hacen que populosas cantidades de vidas humanas sean prescindibles, adoptando una
metodología de poder sacrificial, creemos que esto forma parte de la estrategia de
pacificación (la creación de subjetividades sacrificiales [poder soft] y la ejecución de esa
subjetividad a través de la saturación policial/militar de los territorios [poder hard]) y de
reordenamiento de las sensibilidades que permite la pacificación, la masificación y la
conducción. No vemos una guerra en búsqueda de la aniquilación de la humanidad sino
de su neoesclavización a escala mundial.
Otra de las características que hacen que este estado de guerra sea más complejo que un
escenario bélico tradicional es que si bien es generalizada, es también complejamente
microsocial. La posibilidad de trazar la frontera Amigo/Enemigo no está al alcance de
nuestras manos. Y esto no tiene que ver con las buenas o malas intenciones de los
actores sino de la disposiciones de los saberes, creeres y sentires del ámbito en donde
se desenvuelven, el cual a priori está siempre tratando de ser controlado, codificado y
conducido.
Aquí es donde quisiera retomar el problema de la pregunta que planteábamos sobre los
movimientos sociales, la cultura poslítica y desde que lugar hacerla (o no). La academia
latinoamericana ha demostrado que más allá de las buenas intenciones que puedan
achacarse a algunas de sus escuelas no han podido desmarcarse de la distribución de
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saberes y sentires que propicia el capitalismo y que en el actual contexto pueden
contribuir, más que combatir, al despliegue neoliberal y neoconservador2.
Dentro de este campo de actuación de los que “estudian” a los movimientos sociales
existen quienes tienen ciertas reticencias a las discusiones sobre el cómo nombrar y que
nombrar cuando nombramos (semántica política). Se prefiere no emplear el tiempo en
ser el creador de un mero apelativo o conceptualización para simplemente señalar algo y
centrarse más en el entendimiento, análisis y descripción de la realidad material/social
de tal o cual organización. No obstante estos entendimientos, análisis y descripciones
también generan conceptos, solo que los mismos son fruto de la experiencia particular
de la imaginación académica y por lo general del descarte de los lenguajes propios de
las organizaciones (y por ende de una parte necesaria de su cultura identitaria).
Ya hemos visto que es difícil hablar de Movimiento Social en nuestro continente sin
tener que apelar a las especificaciones espacio-temporales del caso. Acudir a una
reticencia a pensar los conceptos como entes en movimiento por considerarlo
innecesario o a la sacralización romántica de un concepto en particular puede “obturar
la comprensión de prácticas colectivas diversas –casi siempre contrahegemónicas y en
ocasiones anticapitalistas” (Zibechi, 2017, p.5)
2
Sin la necesidad de hacer apreciaciones valorativas aquí podemos remitirnos a modo de ejemplo a algunos cruces
que se han dado directa e indirectamente entre Atilio Borón, Edgardo Lander, Roberto Gargarella, Maristella
Svampa, Modesto Emilio Guerrero, Boaventura de Sousa Santos y Enrique Dussel a propósito de la situación en
Venezuela:https://www.pagina12.com.ar/36336-encrucijada-venezolana;
http://www.atilioboron.com.ar/2017/05/venezuela-no-callar-pero-para-decir-la.html;
https://www.pagina12.com.ar/42211-mi-posicion-sobre-venezuela;
http://www.resumenlatinoamericano.org/2017/06/05/venezuela-enrique-dussel-critica-a-los-intelectuales-de-
izquierda-anti-chavistas/
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Tampoco es un secreto que los mismo (ahora entre comillas) Movimientos Sociales han
hecho ellos mismo esfuerzos por nombrarse de diferentes formas según su propia
cultura y organización (el ejemplo más fácil de dar es el de la diferenciación con un
partido político) y esto no implica solo una cuestión apelativa sino una práctica política
autoafirmante. El contrapunto que marca Zibechi (2017) entre la categoría de
Movimientos Sociales y Sociedades en Movimiento es solo un ejemplo de lo que
exponemos.
Tischler (2008) bien nos dice que una de las características del zapatismo ha sido, y es,
una política de restauración humana de lenguaje, la cual opera a través de la re-
significación de “palabras clave” que son fundamentales en la construcción de
hegemonía del capital.
Desde su propia territorialidad son muchas las experiencias organizativas que llevan a
cabo esta restauración humana del lenguaje. Es un saldo pendiente del pensamiento
crítico latinoamericano establecer un compromiso más dialógico con este tipo de
lenguajes, desmarcándose más de las convenciones corporativas de la profesión de
académico.
El escenario de cuarta guerra mundial nos plantea frentes de batalla muy dinámicos,
cambiantes, especulares, llenos de relatos, farsas y tretas. En este contexto debemos
estar atentos a cuál es el papel que queremos jugar y cuál es el que realmente jugamos.
Semántica/Cultura/Violencia
Cuando Calderón (2012), retomando a Touraine y Koshrokhavar dice que, “el poder
está en todas partes y en ninguna: en la producción en serie, en los flujos financieros, en
los modos de vida, en el hospital, en la escuela, en la televisión, en las imágenes, en los
mensajes, en las tecnologías. Con el fenómeno de la globalización, el poder se ha vuelto
más abstracto y, a la vez, más concreto.” (Calderón 2012, p.32), no podemos dejar fuera
de esta enunciación al discurso político. Y si nos ceñimos al estado de situación que
describimos anteriormente, podemos decir que para el ámbito académico, el estudio de
esta dimensión de la construcción del poder debería ser central. No solo pensando en un
interés academicista sino, netamente político.
En los últimos 25 años los movimientos sociales han desarrollado crecientemente una
lexicología propia en tanto practica autoafirmante. Esta lo que ha hecho fue describir
política y epistémicamente sus modos de ver el mundo, de relacionarse con el
capitalismo, con las comunidades en las que se insertan, con la protesta social y con su
propia historia de vida organizacional. Muchas de estas conceptualizaciones no dejan
demasiado margen para la apropiación y transvaloración de las mismas ya que han sido
definidas y redefinidas, revisadas y sofisticadas por los diferentes movimientos a la luz
de su cultura política. En este caso me refiero a conceptos como democracia de base,
poder popular o practicas prefigurativas (sin querer ser taxativo ni profundo en la
enumeración).
Existe otro tipo de conceptos, sin embargo, que no gozan de esa precisión que
adjudicamos a los ya nombrados sino que se encuentran en un limbo semántico que los
pone directamente en la línea de fuego de las relaciones de poder.
Si aceptamos que “bajo un capitalismo global, el poder y las relaciones de poder se han
complejizado y se expresan de múltiples maneras y en todas partes (en las distintas
esferas económicas y culturales y en formas de convivencia social) y toda relación
social es una relación de poder, y además el poder no es sólo un poder institucional”
(Calderón, 2012; p. 31) este segundo tipo de conceptos se vuelve clave a la hora de
analizar las diferentes morfologías que toman las dominaciones y resistencias. Más si,
como lo estamos haciendo, nos referimos a conceptos que implican una potencia
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política de ethos e identidad muy marcada como son el caso de autonomía, pero,
mayormente (por su transversalidad y flexibilidad semántica) el de Dignidad.
Nietzsche dice que todo lo que ha sido grande en la tierra nació rodeado de sangre
(Nietzsche, 2006). Utiliza esta metáfora para hacer notar que en el mundo de las reglas
establecidas (los códigos, los comportamientos o los conceptos) lo que siempre estuvo
en el fondo es la dominación de unos sobre otros. Una dominación que esta soterrada
bajo el manto de lo aceptable, de lo normal y sobretodo de lo deseable. Cada valor,
concepto o forma está dada por una multiplicidad de acontecimientos que han
configurado el presente de forma poco azarosa.
El concepto de Dignidad a todos nos remite al respeto del valor inherente del ser
humano como fin en sí mismo. El contenido semántico de Dignidad parece unánime,
nadie criticaría un programa político que tenga a la Dignidad humana como su objeto
central. Pero difícilmente esta unanimidad sea una verdad esencial a por antonomasia.
Debemos tener en cuenta a la hora de seguir indagando dentro del concepto de Dignidad
como los usos pragmáticos del mismo justifican diferentes positivizaciones políticas,
diferentes emergencias políticas para decirlo según la tradición genealógica (Foucault,
1995). Lo central de esto no es solamente que las concepciones políticas de
organizaciones contrapuestas difieran unas de otras, sino las formas en las que opera esa
diferencia en cada una de ellas y en los sujetos a los que se refiere la acción política.
Debemos preguntarnos a que juega esa concepción ahí dentro, qué está articulando
(olvidos, posicionamientos, legitimidades) ocultando o generando como efectos. En fin,
dar cuenta de cómo esta ambivalencia semántica no hace referencia a la esencia pérdida
o encontrada de un concepto puro sino a diferentes nociones y articulaciones políticas
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que desde su indefinición, produce efectos y justificaciones a diferentes usos de la
fuerza simbólica y de las violencias empíricas
Bibliografía
Anguita Eduardo & Caparros Martín “La Voluntad: Una historia de la militancia
revolucionaria en la argentina 1976 - 1978”. Ed. Planeta. Buenos Aires.
Del Morral, Ángel (2016) “Relecturas del concepto de Dignidad desde un marco
Semiótico”, texto presentado en las VII Jornadas de Investigación en Filosofía, en la
Universidad Autónoma de Tlaxcala, el 26 de agosto de 2015. Méjico.
Gorelik Adrián & Peixoto Fernanda Arêas (Coomp) (2016) “Ciudades sudamericanas
como arenas culturales: artes y medios, barrios de élite y villas miseria, intelectuales y
urbanistas: cómo ciudad y cultura se activan mutuamente” Siglo XXI Editores. Buenos
Aires.
México
Porto-Gonçalves, Carlos Walter (2015) “Pela vida, pela dignidade e pelo território: um
novo léxico teórico político desde as lutas sociais na América Latina/Abya
Yala/Quilombola” en Revista Polis Nº41 ISSN electrónico 0718-6568. Santiago de
Chile