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Hecho el depósito que establece la ley
©Universidad Santo Tomás
Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
COMENTARIO A LA ETICA
COMENTARIO A LA POLITICA
6. La ciencia política, origen y naturaleza de la ciudad, el hombre
animal civil, prioridad de la ciudad, las partes de la ciudad, la pe-
cunia parte de la economía, los instrumentos . . . . . . . . . . . . . . . . 61
7
8. La adquisición por intercambio de las cosas inútiles para el vende-
dor y necesarias para el comprador; la invención del numo o la
moneda, primero rudimentaria y después acuñada; origen de la
facultad de adquirir monedas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83
8
19. Las creaturas racionales son goberhadas por razón de sí mismas y
las demás en orden a las racionales ... ·............ ·. . . . . . . . . 153
. .
20. El uso de ningún alimento es de suyo pecado . . . . . . . . . . . . . . . . 157
24: Solución a las razones anteriormente expuestas contra lapo breza . . 169
.. 9
36. La usura que se comete en los préstamos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 261
10
PRESENTACION
11
Todo lo anterior, para decir que en la traducción hemos procurado acercar-
nos a la índole de la lengua latina escolástica en que escribió Tomás de Aqui-
no, forzando a veces la morfología, sintaxis y semántica del castellano actual.
Si bien eso puede ofrecer alguna dificultad a la lectura, tiene el valor de in-
tentar conservar la expresión tomista primigenia.
2. ''Pecus", pecunia, numo, numisma, moneda, denario, dinero, rique-
zas, posesiones, oro, petróleo . . . llámesele como se le llame, lo
cierto es que "eso" sigue siendo hoy como ayer uno de los móviles más radi-
cales del hombre y que no pasó desapercibido a la mirada realista y analítica
de Tomás de Aquino. Le atribuye tal importancia que no duda en aplicarle
uno de los términos más sustantivos y fuertes y profundos de su lenguaje:
sustancia; la pecunia o el dinero o la riqueza es la sustancia del hombre y de
la vida. En su lenguaje metafísico podía haber dicho también que es el ser o,
al menos, un trascendental de la vida humana. En todo caso, como él mismo
afirma, es "el instrumento de la vida", y "la medida de todas las cosas" mate-
riales.
Claro, clarísimo está que Tomás de Aquino no fue un economista, un profe-
sional o un teórico de la economía, tal como hoy entendemos esos términos.
La sola pregunta o duda son de por sí impertinentes. Pero fundamentarse en
eso para llegar a afirmar, como podemos leer en autores de historia o de· teo-
ría económica, que Tomás no prestó atención al fenómeno económico es una
incorrección histórica solo explicable o por la ignorancia o por los prejuicios,
prejuicios que aparecen muy nítidamente en la interpretación que ciertos au-
tores hacen de la doctrina económica tomista.
3. Apresurémonos a decir que, si bien los cuarenta y dos textos recogi-
dos hacen referencia al tema económico, sin embargo podríamos
catalogar como textos económicos principales los señalados con los números
4, 6, 7, 8, 9, 1 O, 13, 14, 16, 18, 26, 27, 30, 33, 34, 35, 36 y 3 7. Nos permi-
timos solicitar a los economistas que comiencen la lectura de esta pequeña
antología por esos textos.
Hay textos que reiteran el tema, por ejemplo, los relativos a la liberalidad, la
avaricia, la prodigalidad, incluso la usura y la felicidad. Esta reiteración nos
está indicando, aparte de circunstancias históricas concretas que dieron oca-
sión a que Tomás volviera sobre los mismos problemas, su afán por profundi-
zar en el conocimiento del comportamiento humano en relación a las rique-
zas, "origen originante" y ''pecado original", dicen hoy algunos, de los dese-
quilibrios económicos y sociales tanto en el nivel nacional como en el inter-
nacional. Hemos querido incluir esos textos "repetitivos" para que el lector
capte así la preocupación de Tomás por los mismos.
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La inserción de otros textos de carácter económico en un sentido amplio
obedece a la necesidad de comprender el marco teórico general en que se
mueve Tomás de Aquino. Por ejemplo, los que se refieren a la filosofía y a la
ciencia política (nn. 1, 6, .. . ) son indispensables para entender el puesto
que la ciencia económica ocupa en la clasificación tomista de la filosofía y de
la ciencia; aunque para ello no sean del todo suficientes esos textos, al menos
nos ofrecen elementos indicativos muy apreciables. Por ejemplo, los textos
concernientes al modo como las cosas se ordenan a sus respectivos fines, al
dominio del hombre sobre la naturaleza y a la dignidad del hombre respecto
de los otros seres (nn. 15, 1 7, 19, . . . ) aclaran la actitud que Tomás asu-
me ante el binomio hombre-naturaleza y su valoración de la persona frente a
cualquier realidad económica. Por ejemplo, los textos alusivos a la ley, bien
común, poder, derecho y justicia (nn 28, 29, 30, 31 y 32) parecen ser
en primera instancia materia propia de juristas y de políticos y de metafísi-
cos; sin embargo, éstos, con muchísima frecuencia, dan una interpretación
casi que puramente formal de los mismos; es preciso, por ello, que los lean
los economistas para que les devuelvan una parte al menos del contenido ma-
terial que les dio Tomás de Aquino. Por ejemplo, un texto insignificante, re-
lacionado con los alimentos (n. 20), nos descubre una realidad económi-
ca interesante bajo los usos éticos y religiosos, cuando Tomás explica que
"en Egipto se prohibía el comer carne bovina para no obstaculizar la agricul-
tura". Por ejemplo, los textos que hablan sobre la pobreza voluntaria (nn.
21, 22, 23, 24 y 25), al margen del contenido teológico que puedan te-
ner, adquieren una gran significación económica si pensamos en la fuerte in..
fluencia ejercida por las órdenes religiosas en la vida occidental durante tan-
tos siglos; sin eml;argo, su inclusión en esta antología se debe además a una
circunstancia histórica que explicaremos enseguida.
4. Hace más de seis años dictamos en la Universidad Santo Tomás de
Aquino (Bogotá) un curso sobre tomismo, a estudiantes que inicia-
ban sus estudios de Economía. La parte correspondiente a la doctrina econó-
mica tomista la subdividimos en cinco puntos. El primero, centrado en la lec-
tura directa de los textos de Tomás: básicamente los que antes hemos deno-
minado principales y otros que no han sido recogidos en esta antología. El
segundo acerca de las opiniones expresadas por autores de historia o de teo-
ría de la economía al referirse al pensamiento tomista: en general no utiliza-
mos sino los libros que en aqltel momento la Biblioteca de la misma Universi-
dad tenía al alcance de los estudiantes. En el tercero, se hizo una contraposi-
ción entre los dos primeros, esto es, lo que Tomás de Aquino dijo y lo que
los autores dicen que dijo. Un cuarto punto pretendió la sistematización del
pensamiento económico tomista: se estudiaron algunos temas concretos tales
como necesidades, bienes, apropiación, trabajo, salario, dinero, interés, valor,
precio, bien común económico, justicia económica. El quinto punto, final-
13
mente, intentó algunas proyecciones del pensamiento tomista sobre Latino-
américa: la verdad verdadera es que tales proyecciones tuvieron más carácter
social, político, jurídico y hasta ético que económico.
Esa cátedra de tomismo fue, pues, el origen de esta antología, que compren-
de parcialmente el primer punto, más algunos otros textos que entonces utili-
zamos a propósito de la exposición de la doctrina jurídica y política de Tomás.
Todo eso aconteció, decíamos, hace más de seis años, aquel entonces en que
no pocos estudiantes parecían vibrar atraídos por el espíritu de los hipis. Es-
ta fue la razón de que seleccionáramos los textos sobre la pobreza (nn. 21 a
25).
14
un sistema pretérito sino para hallar un testigo de la verdad y de la cultura,
un testimonio apto para propiciar una investigación progresiva. ·
15
Los Opúsculos sobre el gobierno de los príncipes y de los judíos. Tomás ha
dejado un conjunto de escritos de menor extensión, cuya composición obe-
dece a distintas coyunturas ocasionales ligadas a problemas de su tiempo:
controversias, consultas, intervenciones privadas, etc. Su finalidad doctrinal
es, por consiguiente, exigida por la ocasión concreta que las provoca; ése es
su límite y también su interés: se conocerá mejor a Tomás al verle tomar par-
tido en una controversia, al responder a la consulta de un profesor o de un
político, a los requerimientos de un amigo o un papa, al defender a un com-
pañero calumniado.
El gobierno de los príncipes está dirigido al rey de Chipre, Rugo JI. Consta
que la isla estaba entonces en plena anarquía y que un fortalecimiento de la
autoridad real parecía indispensable. Las Ligas eran en ese momento las cam-
peonas de la anarquía e inclinadas a unirse políticamente al reino de Jerusa-
lén. Unicamente el rey aparecía como el posible defensor del orden público y
de la autonomía de la isla. De ahí que la doctrina política enseñada por To-
más en esta obra tenga acentos doctrinales que contrastan con la enseñada
en otras; por ejemplo, la monarquía pura, a la que no se inclina en otros es-
critos.
El gobierno de los judíos es una respuesta a la carta que le escribe la Duquesa
de Bravante, ducado que hoy forma parte de Bélgica y de Holanda. No todo
el opúsculo se refiere a los judíos y de ahí que con mucha frecuencia los có-
dices lo titulen El gobierno de los súbditos. Su corta respuesta contiene doc-
trina interesante no sólo desde el punto de vista doctrinal sino también his-
tórico-sociológico.
Las Sumas contra los gentiles y Teológica. Ambas Sumas fueron escritas in-
dependientemente de la enseñanza oficial, exigidas por circunstancias exte-
riores y por los deseos y finalidades científicas que el mismo Tomás da a co-
nocer al inicio de las mismas.
La Suma contra los gentiles es un diálogo entre la cultura latina y la cultura
árabe, cuando los árabes están en España y ejercen grandísima influencia cul-
tural en todo el sur de Europa. Dividida solamente en libros y capítulos, su
estilo es más ágil que el de la otra Suma. Escribe en un estilo seguido. Las
grandes líneas de su construcción solamente quedan apuntadas al correr de
una exposición amplia, amplia al menos si la comparamos con la sobriedad
de la Suma Teológica. No existen subdivisiones que establezcan un nexo visi-
ble entre los distintos capítulos; ese lazo se establece en la interioridad del re-
lato, en forma tal. que unos capítulos son continuación de otros sin otra so-
lución de continuidad que la separación material del capítulo. Los temas son
expuestos con elasticidad y libertad.
16
En la Suma Teológica la finalidad es pedagógica: intenta la presentación or-
gánica del saber, una exposición conCisa, construida sobre un plan coherente,
mostrando las relaciones internas entre los diversos temas. Dividida en par-
tes, secciones; cuestiones y artículos. El carácter antidogmático y dialéctico
de Tomás explica que aborde los temas como problemas. Por lo mismo, divi-
de su obra en preguntas fundamentales, formuladas desde la realidad misma
y a las que llama cuestiones. Una cuestión es, como su nombre lo indica, una
pregunta; pero una pregunta de gran amplitud que para responderla es preci-
so subdividirla y desplegarla en un abanico de interrogantes problemáticos
de menor extensión, que se plantean e investigan por separado, uno tras otro,
y que se convierten, cada uno, en la célula fundamental de estudio: los ar-
tículos. Cada cuestión se divide así en artículos, en problemas articulados los
unos con los otros, dentro del gran problema de la cuestión y cada uno de los
cuales es un camino o "proceder" investigativo y expositivo en el que se dan
cuatro pasos o etapas: planteamiento del problema, estado del problema, res-
puesta al problema y contestación a las hipótesis contrarias.
El planteamiento del problema, el problema. Es el enunciado de la pregunta
y supone, por tanto, una duda. Es problematizar la realidad, hacer propia la
pregunta: ¿es así o no es así?, ¿sí o no? De ahí el uso de la conjunción dubi-
tativa si ... Es necesario promover a nivel existencial de cada uno el proble-
ma, haciendo experimentar psicológicamente la necesidad de una solución
personal.
El estado del problema, las dificultades. Son las opiniones o pareceres, es la
presentación de las razones a favor de las dos alternativas de respuesta a la
pregunta formulada. Es la discusión, la dialéctica en la que se proponen los
argumentos en pro y en contra. Es escuchar y dejar hablar a los otros que
piensan entre sí de manera contraria; un hacer entrar la pregunta en la diná-
mica de la historia, en apertura franca a los pareceres de quienes se han
hecho la misma pregunta y han dado respuestas que se contradicen. De ahí
las palabras parece que ... pero, por otra parte ... , por una parte parece que
sí pero por otra parece que·no, sí y no, no y sí; de ahí la dificultad. ·
La respuesta al problema, la respuesta. Es la demostración científica, el pro-
cedimiento demostrativo en el que, olvidando de momento los pareceres an-
teriores, se analiza la realidad cambiante, se busca la síntesis que da en senti-
do permanente en lo analizado y se formula la crítica o el juicio que conjuga
la multiplicidad y variabilidad de la realidad, producto del análisis, con la
unidad y estabilidad, fruto de la síntesis; la conjunción del absoluto relativis-
mo historicista con el absoluto dogmatismo ahistórico. Es la respuesta objeti-
va y personal al problema planteado en la primera etapa y discutido en la se-
gunda. Por ello se siente la imperiosidad forzosa de responder y de ahí las pa-
labras es necesario responder ...
17
La contestación a las hipótesis contrarias, las soluciones. Una vez respondida
la pregunta, se impone la necesidad de valorar las opiniones contrarias para
mostrar tanto lo que tienen de falsas como también la parte de verdad que
ellas guardan. Como la pregunta era una auténtica alternativa, un sí o un no,
por necesidad la respuesta razonada y demostrada de la tercera etapa coinci-
dirá con el parecer de unos y contrariará el parecer de otros. Es preciso con-
testar a cada uno de los argumentos de quienes no coinciden con nuestra res-
puesta. De ahí las palabras a lo primero hay que decir ... , a lo segundo ... ,
solucionando así cada una de aquellas dificultades de la segunda etapa.
De este modo, recorriendo un camino o método o proceso en el que se pre-
gunta, se escucha, se demuestra y se responde, cada artículo es fiel al único
dogma que es la verdad inscrita en la realidad.
6. La edición que hemos utilizado ha sido la de Marietti, única a nues-
tro alcance. ''In decem libros Ethicorum Aristotelis ad Nicomachum.
Expositio ". Editio tertia. Cura et studio P. Fr. Raymundi M. Spiazzi, O. P.
Marietti Editori Ltd., Torino, 1964. "In libro Politicorum Aristotelis. Expo-
sitio ". Cura et studio P. Fr. Raymundi M. Spiazzi, O. P. Marietti, Taurini-Ro-
mae, 1951. "Opuscula Philosophica". Cura et studio P. Fr. Raymundi M.
Spiazzi, O. P. Marietti, Taurini-Romae, 1954. Asimismo para la Suma Teoló-
gica tomamos el texto .de Marietti, pero a través de la edición de la BAC
(Madrid). Para la Suma contra los gentiles, la edición crítica Leonina, tomada
también de la.edición de la BAC (Madrid).
8. Digamos, .finalmente, algo que parece obvio y es que estas páginas se
han .de leer desde el punto de vista económico. En ellas ciertamente
hay una ética y una jurídica y una política y hasta una teológica. Los lecto-
res y comentaristas de Tomás se dejan deslumbrar por el gran metafísico o el
gran ético o el gr(zii . teqlogo. Desde su teología o ética o metafísica o jurídica
o política parecen descender a leer la economía de_Tomás. Pensamos que no
fue ésta la perspectiva en que se situó Tomás de Aquino al pensar y escribir
esas páginas, no muchas ciertamente, de economía. No era su talante. Tomás
partía siempre de la realidad concreta, que no podía ser otra que la de su
tiempo. Arrancaba de la física y llegaba a la metafísica y a la teología. Pero
el punto de inicio era siempre la física de la naturaleza y del hombre, la ma-
terialidad concreta. No es una metafísica que desciende a la física. Es la físi-
ca que se prolonga en metafísica y teológica. No una metafísica alejada de la
fzsica, si por metafísica entendemos algo distinto de la metafísica del pan de
cada día.
Si queremos captar su pensamiento económico tenemos que leer estas pági-
nas como economistas. Entonces aparecerán, aquí y allá, datos interesantes.
18
Muchos y mucho más interesantes de lo que los autores de historias económi
cas afirman. Su sensibilidad objetiva y su capacidad de análisis se reflejan en
estas páginas económicas lo mismo que en otros temas, y la ética y la políti
ca y la jurídica y la metafísica y la teológica brotan de la economía y no al
margen de ésta ni como dirigiéndola desde no sé qué alturas. Para Tomás de
Aquino, la realidad es una y única con multiplicidad de formalidades objeti
vas y diversidad de puntos de vista, que constituyen las distintas ciencias.
Pero esa multiplicidad y diversidad ni desglosan ni destruyen la única reali
dad en su conjunto.
19
COMENTARIO A LA ETICA
1
Sinopsis Número
l. Antepone algunas nociones sobre la filosofía, la filosofía moral y los fines. 1-8
3o. Relaciona los fines, los actos y los hábitos . . . . . . . . . • . . . . . ... 8-18
l. La necesidad del fin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ... 8-14
A. Ordenación de todas las cosas humanas al fin . . . . . . . . . ... 8-11
B. Diversidad de los fines . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ... 12-13
C. Comparación de los fines entre sí . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 14
2. Comparación de los actos y hábitos o ciencias por relación al fin ... 15-18
A. A cosas diversas responden fines diversos . • . . • . . . . . . . .•. 15
B. Ordenación de los hábitos entre sí .........•... • . . ... 16
23
C. Orden de los fines y orden de los hábitos o ciencias ....... . 17
D. Advertencia sobre los fines . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 18
6o. Juzga que para la felicidad se requieren algunos bienes exteriores . . . 162-164
24
l. Como dice el Filósofo al principio de la Metafísica 1 , ordenar es pro-
pio del sabio. La razón de esto es porque la sabiduría es la perfec-
ción principalísima de la razón y lo propio de ésta es conocer el orden. Pues
aunque las fuerzas o facultades sensitivas conozcan algunas cosas absoluta-
mente, sin embargo conocer el orden de una cosa a otra sólo es específico del
entendimiento o de la razón.
Ahora bien, se encuentra doble orden en las cosas. Uno, el de las partes de al-
gún todo o de alguna multitud entre sí, por ejemplo, las partes de la casa es-
tán ordenadas entre sí. Otro es el orden de las cosas al fin; este orden es prin-
cipal que el primero, pues, según anota el Filósofo en el XI de laMetafísica 2 ,
el orden de las partes del ejército entre sí es por el orden de todo el ejército
al conductor. El orden se compara a la razón de cuatro maneras. En efecto
hay un orden que la razón no realiza sino que sólo considera o contempla:
es el orden de las cosas naturales. Existe otro orden que la razón al contem-
plar realiza en su propio acto, por ejemplo, cuando ordena sus conceptos en-
tre sí, y los signos de los conceptos, que son voces significantes o significati-
vas. El tercer orden que se da es el que la razón al contemplar realiza en las
operaciones de la voluntad. El cuarto orden es el que la razón al contemplar
realiza en las cosas exteriores, de las cuales ella es su causa, por ejemplo, el
arca y la casa.
2 Capítulo 10, 1; Tomás de Aquino, Comentario a la Metafísica, libro 11, lección 12,
nn. 2629-2631.
25
3. Digo operaciones humanas, que proceden de la voluntad del hombre
según el orden de la razón, porque si en el hombre se encuentran
otras operaciones que no se someten a la voluntad y a la razón, no se llaman
con propiedad humanas sino naturales, por ejemplo, es evidente en las opera-
ciones del alma vegetativa, las cuales de ningún modo caen bajo la considera-
ción de la filosofía moral. Así como el sujeto de la filosofía natural es el mo-
vimiento, o la cosa móvil, así el de la filosofía moral es la operación humana
ordenada al fin, o también el hombre en cuanto actúa voluntariamente por el
fin.
4. Hay que saber que el hombre por naturaleza es animal social porque
necesita para su vida de muchas cosas que él solo no se las puede
preparar; por consecuencia, el hombre es por naturaleza parte de alguna mul-
titud por la cual se le presta el auxilio para vivir bien. Este auxilio lo necesita
para dos cosas. Primero, para las cosas necesarias de la vida, sin las cuales no
se puede pasar la vida presente; y para esto la comunidad doméstica, de la
que es parte, auxilia al hombre, pues cada hombre obtiene la generación, el
alimento y la disciplina de los padres; y de manera semejante, cada uno de
los que son partes de la familia doméstica se ayudan entre sí para las cosas
necesarias de la vida. El segundo modo mediante el cual el hombre es ayuda-
do por la multitud, de la que hace parte, es para la suficiencia perfecta de la
vida, o sea, para que el hombre no sólo viva sino que viva bien, teniendo to-
das las cosas que le son suficientes para la vida; y de esta manera la multitud
civil auxilia al hombre, que es parte de aquélla, no sólo en relación a las cosas
corporales, por ejemplo, en la ciudad hay muchos artificios o artesanías que
una sola casa sería incapaz de hacer; sino también para las cosas morales, por
ejemplo, los jóvenes insolentes a los que la admonición paterna no vale para
corregir, son coaccionados por el poder público con el miedo de la pena.
5. Hay que tener presente que este todo que son la multitud civil o la
familia doméstica tiene unidad solamente de orden y que de acuer-
do con ésta no son algo absolutamente uno y por eso la parte de este todo
puede tener operación que no es la operación del todo, por ejemplo, el solda-
do en el ejército tiene operación que no es de todo el ejército. Y el mismo to-
do tiene alguna operación que no es propia de alguna de las partes sino del
todo, por ejemplo, el combate de todo el ejército, como también la tracción
o traída de la nave es operación de la multitud de los que la arrastran. Existe,
sin embargo, un todo que no tiene únicamente unidad de orden sino también
de composición, o de coligación, o también de continuidad de acuerdo con la
cual ese todo es algo simple o absolutamente uno, de modo que no hay nin-
guna operación de la parte que no sea del todo; por ejemplo, en los conti-
nuos es el mismo el movimiento; y de manera semejante en los compuestos o
en los coligados la operación de la parte es principalmente del todo; y de ahí
26
que la consideración del todo y de la parte es preciso que corresponda a la
misma ciencia. Pero no compete a la misma ciencia considerar el todo que
tiene sola unidad de orden y considerar sus partes.
9. . .. Y por eso afirma que los filósofos enunciaron bien al decir que
el bien es lo que todas las cosas apetecen.
13. Para evidenciar esto hay que tener presente que existe doble opera-
ción, como se expone en el IX de la Metafísica 3 • Una, que perma-
27
nece en el mismo operante, como ver, querer, entender y que propiamente
se llama acción. Otra, que pasa hasta la materia exterior y que se denomina
propiamente facción o producción. En efecto, a veces alguien asume la mate-
ria exterior únicamente para el uso, por ejemplo, el caballo para equitar, y la
cítara para tocar. Pero otras veces algunos toman la materia exterior para
cambiar en ella alguna forma, por ejemplo, cuando el artesano construye la
casa o el lecho. Por consiguiente, la primera (ver, querer, entender) y la se-
gunda (equitar, tocar) operación no tienen alguna obra separada de ellas que
sea el fin, sino que cada una de las operaciones es fin; aunque la primera más
noble que la segunda porque permanece en el operante mismo. La tercera
(construir) operación, por el contrario, es como una cierta generación y de
ahí que en estas operaciones del tercer género las mismas obras o productos
sean fines.
Señala, primero, que las cosas diversas se ordenan a fines diversos. Y dice que
al ser muchas las operaciones, artes y doctrinas o ciencias es forzoso que ten-
gan fines diversos, porque los fines y las cosas que se ordenan a los fines es
decir, los medios, son proporcionales. Lo evidencia por el hecho de que el fin
del arte medicinal es la salud, de la constructora naval la navegación, de la
militar la victoria, de la economía, es decir de la dispensadora o administra-
dora de la casa, las riquezas; aunque esto último lo dice de acuerdo con la
opinión de muchos, ya que él mismo prueba en el 1 de la Política 4 que las ri-
quezas no son el fin de la económica sino los instrumentos.
16. Establece, segundo, el orden de los hábitos entre sí. Sucede que un
hábito operativo, que llama virtud, está bajo otro. Por ejemplo, el
arte que produce los frenos o bridas está bajo el arte de equitar ya que quien
tiene que equitar ordena al artesano cómo debe hacer el freno; y así es más
arquitector, o sea, artesano principal respecto del de los frenos. Y la misma
razón se da en las otras artes que producen los otros instrumentos para equi-
tar, por ejemplo, sillas o cosas parecidas. Ahora bien, el arte ecuestre se or-
dena ulteriormente bajo el arte militar. En la antigüedad, se llamaban milita-
res o soldados no sólo los de a caballo sino todos los que luchaban para ven-
cer; de ahí que bajo el arte militar se contiene el ecuestre y además toda ar-
te o virtud ordenada a la operación bélica, a saber, el arte sagitario, el arte
de los honderos o de las máquinas de arrojar objetos y otros semejantes. Y
de la misma manera otras artes bajo otras.
28
17. Propone, tercero, el orden de los fines según el orden de los hábitos.
Y dice que en todas las artes o las virtudes es en general verdadero
que los fines de las artes arquitectoras o arquitectónicas son, hablando en ab-
soluto, más deseables para todos que los fines de las que :están bajo las prin-
cipales. Lo prueba por el hecho de que los hombres persiguen, es decir, bus-
can los fines de las artes o virtudes inferiores por razón de los fines de las su-
periores ...
18. Muestra, cuarto, que no implica diferencia respecto del orden de los
fines el hecho de que el fin sea la obra o el que sea la operación ...
pues el fin del arte de los frenos es el freno realizado; de la ecuestre, que es
principal, es la equitación. Y lo contrario acontece en el arte medicinal y en
el de los ejercicios, puesto que el fin del medicinal es una obra, la salud, y el
del arte de los ejercicios, que se contiene bajo el medicinal, una operación, el
ejercicio.
29
de tal forma concreta, haciendo tal clase de cuchillo. Tanto el uso como el
acto concreto están ordenados al fin último de la vida humana.
31. Hay que tener en cuenta que dice que la política es la principalísima
no de manera absoluta sino en el género de las ciencias activas que
30
versan acerca de las cosas humanas y cuyo último fin considera la política.
Pues el fin último de todo el "universo lo considera la ciencia divina, que es
respecto de todas las demás principalísima. Dice, pues, que a la política co·
rresponde la consideración del fin último de la vida humana, acerca del cual
se pronuncia en este libro, porque la doctrina de este libro contiene los pri-
meros elementos de la ciencia política.
45. Ante todo expone dos aspectos en los cuales concuerdan todos acer-
ca del fin último ... Dice que muchos, tanto populares como sabios
o excelentes, llamaron felicidad al bien sumo de lo humano; y que también
convienen en cierta razón común del nombre felicidad, pues todos piensan
que vivir bien y obrar bien es lo mismo que la felicidad o ser feliz.
46. Después en qué difieren las opiniones de los hombres sobre la felici-
dad. Y sostiene que acerca de qué sea la felicidad en concreto los
·hombres disputan, están divididos. Por una triple diferencia. La primera se
toma del hecho de que la multitud popular está de acuerdo en esto con los
sabios, pues los del pueblo juzgan que la felicidad es alguna de aquellas cosas
claras y manifiestas como son las sensibles, únicas evidentes para la multitud
y tan patentes que no necesitan exposición alguna que las revele, como son
el placer, las riquezas, el honor y otras similares.
5 nn. 9, 13.
31
aumenta su deseo. De ahí que, por ejemplo, el enfermo, que necesita salud,
juzga que ésta es el sumo bien; por igual razón el mendigo, las riquezas; de
manera semejante quienes reconocen su ignorancia admiran como felices a
quienes pueden decir algo grande y que exceda su entendimiento. Todo lo
anterior corresponde a las opiniones de la multitud.
49. Pero algunos sabios, es decir, los platónicos, además de estos bienes
sensibles pensaron que existe un bien que lo es por sí mismo o sea .
que es la esencia misma separada de la bondad; así como decían que la forma
separada de hombre sería por sí misma el hombre, así el bien separado era de
suyo el bien, causa de que todos los bienes sean tales en cuanto participan de
ese bien sumo.
55. . .. Inquiere la· verdad de esas opiniones ... Y dice que no parecen
pensar irrazonablemente algunos que juzgan que el bien final, llama-
do felicidad, es alguna de las realidades pertenecientes a esta vida, esto es, a
la humana. En efecto, ese bien terminal es el fin de todas las actividades de la
vida. Ahora bien, los medios o las cosas que se ordenan al fin son proporcio-
nales al fin; luego es probable que la felicidad sea del número de los bienes
pertenecientes a esta vida ...
71. A pesar de ello, Aristóteles reprueba esa opinión por doble motivo.
Primero, porque la pecunia se adquiere por la violencia y por la vio-
lencia se pierde. Ahora bien, esto no corresponde a la felicidad, porque ésta
es el fin de actividades voluntarias. Luego la felicidad no consiste en las pe-
cunias.
142. Divide en tres los bienes humanos, de los cuales unos son exteriores
como las riquezas, los honores, los amigos y similares. Y otros son
interiores que, a su vez, se subdividen en dos categorías: unos, que pertene-
cen al cuerpo, por ejemplo, la fortaleza der mismo, la belleza y la salud;
32
otros, que pertenecen al alma, por ejemplo, la ciencia y la virtud y similares.
Entre todos ellos, los bienes principalísimos son los correspondientes al alma
porque las cosas exteriores son para el cuerpo y el cuerpo para el alma como
la materia para la forma y el instrumento para el agente principal. Y ésta es
la sentencia común de todos los filósofos: que los bienes del alma son princi-
palísimos.
163. Manifiesta lo dicho. Respecto de eso hay que considerar que la feli-
cidad necesita algunos bienes exteriores como de instrumentos de
los cuales tenemos indigencia para ejercitar las obras de la virtud en las que
consiste la felicidad. Y dice que es imposible o difícil que el hombre que·no
tenga riquezas pueda hacer donaciones y gastos, es decir, realice algunas
obras virtuosas. En efecto, hacemos muchas obras virtuosas por intermedio
de los amigos, por intermedio de las riquezas y por intermedio del poder ci-
vil, por ejemplo, por ser uno rey o procónsul. Hay algunos bienes exteriores
qu~ producen una cierta belleza en la felicidad por cuanto hacen al hombre
agradable a los ojos de los ·otros, lo cual pertenece a la razón de belleza. Y
añade que desnudarse de ciertos bienes exteriores ensucia o empaña la belle-
za, al volver al hombre despreciable a los ojos de los otros; por ejemplo, de
quien carece de nobleza, de buena prole, o también de belleza corporal. No
es totalmente feliz quien es de apariencia torpe porque por ello se torna ante
los ojos ajenos desdeñado y despreciable ... Así, pues, parece que la felici-
dad necesita de prosperidad exterior.
Comentario a la Etica, libro 1, lección 1, nn. 1-18; lección 2, nn. 19-30; lec-
ción 4, nn. 43-49; lección 5, nn. 55-72; lección 12, n. 142; lección 13, nn. 162-
164.
33
2
Sinopsis Número
34
2. Explicita cómo debe ser el acto principal de la liberalidad ..... . 666-671
A. Determina el acto principal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 666-679
a. Cómo debe ser la donación liberal . . . . . . . . . . . . . . . . 666-667
b. Donaciones que no son liberales . . . . . . . . . . . . . . . . . 668-669
B. Actos secundarios de la liberalidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 670-671
a Qué debe evitar el liberal al recibir . . . . . . . . . . . . . . . . 670
b. Y qué debe observar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 671
653. Expone qué se entiende con el nombre de pecunia y dice que con el
nombre de pecunia se significan todas aquellas cosas cuyo precio dig-
no se puede medir en numisma; por ejemplo, el caballo, el vestido, la casa y
cualquier otra cosa que pueda ser apreciada en dineros; porque es lo mismo
dar o recibir dineros que dar o recibir pecunias.
35
654. Acerca de esta materia de las pecunias existen vicios opuestos a la
liberalidad y afirma que se dan por exceso la prodigalidad o derro-
che y por defecto la iliberalidad o avaricia. Ahora bien, el medio y los extre-
mos versan sobre lo mismo. Luego la prodigalidad y la iliberalidad son extre-
mos de la liberalidad y también se refieren a las pecunias.
655. Se refiere a la iliberalidad porque siempre la unimos o atribuimos a
quienes desean o solicitan adquirir o conservar las pecunias más de
lo justo o conveniente.
656. Indica la relación de la prodigalidad o malversación con las pecunias.
Anota que el nombre de prodigalidad lo extendemos atribuyéndolo
a veces a los hombres sin templanza; efectivamente, llamamos pródigos a
quienes viven incontinente o desordenadamente y consumen o derrochan las
riquezas para sus gastos en comida o en placeres venéreos ... Pero el nombre
de prodigalidad no les compete propiamente a ellos porque la palabra pródi-
go fue impuesta para significar el vicio que consiste en la corrupción o con-
sunción de la sustancia, es decir, de las propias riquezas. Y prueba esto por el
nombre mismo de prodigalidad, pues pródigo significa como perdido o co-
rrompido en cuanto que el hombre corrompiendo o malgastando las propias ri-
que<;as con las que debe vivir parece destruir su propio ser, que se conserva
mediante las riquezas.
657. . .. Cada cosa recibe la especie y la denominación de aquello que le
conviene por sí mismo. Luego se denomina verdadera o realmente
pródigo a quien consume sus riquezas como sin tener el cuidado debido de
las mismas. Quien desgasta o consume su sustancia o riquezas por algún otro
motivo, por ejemplo, por falta de templanza, de suyo no es consumidor de
riquezas sino intemperante. A veces sucede que también los hombres avaros
consumen sus bienes llevados por la fuerza de su concupiscencia o deseo de-
sordenado de cosas distintas a las riquezas. Aquí, pues, se habla de prodiga-
lidad en el sentido de que algunos gastan las propias riquezas por el deseo
mismo de gastarlas y no por otros motivos.
658. El acto de liberalidad es el buen uso de las pecunias. Por esto: todas
aquellas cosas que son útiles para algo pueden ser usadas bien o mal;
es así que las riquezas se buscan como útiles para algo; luego pueden ser bien
o mal utilizadas. Pues bien, si hay cosas que pueden ser utilizadas, el buen
uso de las mismas corresponde a la virtud que versa sobre ellas. En canse-,
cuencia, utilizar bien las pecunias compete a la liberalidad o generosidad, que
versa sobre las mismas (nn. 651-653).
36
sos y de las donaciones. El recibir y el conservar o custodiar las pecunias no
es usarlas sino poseerlas, ya que por la aceptación se adquiere su posesión y
por su custodia su conservación; la aceptación o adquisición equivale a cierta
generación de la pecunia; la custodia a cierta retención habitual. Ahora bien,
uso no significa o denomina ni generación ni hábito sino acto 1 •
1 En este sentido, Tomás de Aquino tiene una concepción eminentemente activa y di·
námica de las virtudes dando preferencia a la operación o actividad o realización o
uso sobre el ser o tener o haber o hábito. Lo explicaba en este mismo Comentario
asignando un doble motivo: por la razón y por la costumbre. Decía: " ... así como
respecto de las cosas exteriores existe no poca diferencia en que uno ponga lo mejor
o el ideal en la posesión de alguna cosa a que lo ponga en su uso, que evidentemente
es mejor que la posesión, así también sucede con relación al hábito de la virtud y a
su operación, la cual consiste en su uso y es mejor. En efecto, el hábito puede darse
en aquel que no realiza ningún bien, por ejemplo, en el que está dormido o en el que
de cualquier otra manera permanece ocioso. En cambio, esto no es posible en la ope-
ración, porque en quien obra se sigue necesariamente que existe en él la operación y
que si su operación es acorde con la virtud obre el bien. Luego la operación virtuosa
es más perfecta qu~ la misma virtud (n. 152).
Manifiesta lo mismo atendiendo a las costumbres humanas. Sobre esto hay que tener
presente que en Macedonia existe un monte altísimo, que se llama Olimpo, en el cual
se realizaban ciertos juegos para ejercitar el pugilato, que se llamaban Olimpíadas y en
las cuales no eran coronados algunos por el hecho de que fuesen los púgiles fortísi-
mos y mejores sino únicamente quienes luchaban o competían y entre ellos los que
vencían. Ahora bien, quienes no luchaban no podían vencer. Pues así también, en el
número de quienes son buenos y óptimos en la vida virtuosa, solamente son ilustres y
felices quienes obran rectamente. Luego es mejor o más exacto decir que la felicidad
consiste en la operación virtuosa a decir que consiste en la virtud misma" (153).
37
movimiento. Es claro que por el hecho de que alguien da, beneficia y obra
bien. Por el contrario, a la asunción o a la recepción de pecunias corresponde
el recibir o padecer o aceptar bien por cuanto recibe lo que le corresponde o
por cuanto no obra mal al no recibir lo que no le corresponde. Luego a la
virtud de la liberalidad le compete sobre todo el dar bien más que el recibir
bien o el abstenerse de recibir mal.
663. La tercera es que la virtud versa sobre lo difícil. Pero es más fácil
recibir cosas ajenas que dar las propias, porque cuando alguien da
lo que le es propio es como si desgarrara o arrancara de sí mismo algo que le
está incorporado. Luego la virtud de la liberalidad se refiere más a la acción
de dar que a la de recibir.
664. La cuarta razón se toma del modo común de hablar. Se dice que son
máximamente liberales quienes dan. Quienes no re'Ciben desordena-
damente no son muy alabados por liberalidad sino más bien por justicia; y
quienes reciben lo que les corresponde no son muy alabados. Luego la libera-
lidad parece referirse sobre todo a los actos de donación.
665. La quinta es ésta: los más amados o apreciados entre todos los hom-
bres virtuosos son los generosos o liberales, no por amistad honesta
o desinteresada, como si la liberalidad fuese la máxima virtud, sino por amis-
tad útil, es decir, por ser útiles a los demás. Y son útiles porque dan. Luego la
liberalidad consiste sobre todo en las donaciones.
38
cede en toda virtud ... ; y si estuviera mezclada con alguna tristeza, ésta será
mínima en comparación COJ:.lla que sienten otros hombres cuando dan ...
671. Qué debe observar el hombre liberal al recibir y al.conservar las pe-
cunias. Señala tres cosas. Primera, que reciba de donde conviene,
por ejemplo, de las propias posesiones y no de las ajenas, ya que no busca
la pecunia como buena en sí misma sino como necesaria para hacer donacio-
nes. Segunda, que no descuide la procuración o administración de los propios
bienes, puesto que desea tener la suficiencia necesaria para dar a otros. Terce-
ra, que no reparta a cualquiera sino que conserve para poder dar a quienes es
conveniente, en el lugar y tiempo oportunos.
39
673. La segunda característica es que la liberalidad se adecua a la propor-
ción de la sustancia, es decir, de las riquezas, o sea, a las posibilida-
des de cada uno. La donación liberal se juzga no por la multitud o cantidad
de los dones sino por el hábito o la disposición anímica para dar, esto es, por
la facilidad y la voluntad del que da y da de acuerdo al modo o posibilidades
de sus riquezas. Luego nada impide que uno que da poco sea juzgado liberal
si da de sus pocas riquezas.
674. La tercera propiedad consiste en que quienes han recibido las rique-
zas por parentesco o herencia son más liberales que quienes las ad-
quieren con el propio trabajo. Asigna dos razones: que quienes reciben las ri-
quezas por parentesco nunca experimentaron la indigencia y por ello no te-
men gastar como quienes sintieron alguna vez la pobreza; y que, como es na-
tural que todos amen sus propias obras, por ejemplo, los padres a sus hijos y
los poetas a sus poemas, quienes adquieren las riquezas con el propio trabajo
las consideran como obras suyas y de ahí que deseen conservarlas muchísi-
mo más que los otros.
676. Patentiza esto mismo por un signo. Como los liberales no se enri-
quecen fácilmente, los hombres del vulgo echan en cara o acusan a
la fortuna o suerte, a la que atribuyen las riquezas, el que no son ricos quie-
nes son más dignos de ello, los liberales, mientras que a otros se les dan co-
piosamente. Pero, añade el Filósofo, esto no sucede irrazonablemente: no es
posible que tenga riquezas un hombre que no se preocupa mucho por tener-
las, como tampoco es posible tener cualquier otra cosa que no se procura.
40
3
Sinopsis Número
2o. Determina acerca del hombre en parte pródigo y en parte liberal .•. 691-696
l. Señala que algunos pródigos tienen algo de iliberal ......... . 691-694
A. Cómo algunos pródigos se comportan mal al recibir ......•. 691-693
41
B. Cómo algunos pródigos se comportan mal al dar .•........ 694
2. Infiere algunas conclusiones . . . . ...........••........ 695-696
678. Después de hablar del hombre iliberal o generoso, trata aquí del
hombre pródigo o derrochador.
... Como se habla de hombre liberal por el hecho de que gasta en propor-
ción o medida a su sustancia o riquezas, así se llama pródigo a quien sobre-
pasa esa medida en sus donaciones y gastos. De ahí concluye el Filósofo que
los tiranos, que poseen abundancia ilimitada de riquezas porque usurpan para
sí todas las que son comunes, no son pródigos pues a causa de su abundancia
de riquezas no parece fácil que al dar y al gastar sobrepasen la proporción de
sus riquezas.
679. Indica cuál es el acto del hombre pródigo y para ello, como los opues-
tos se manifiestan o se patentizan comparándolos entre sí, reasume
y reasume lo dicho antes acerca del acto liberal ... Por ser la liberalidad cier-
42
to término medio o medianía en referencia a las pecunias que se dan y que se
reciben, el hombre liberal consume las riquezas dando y gastando de acuerdo
a la recta razón en lo necesario o conveniente, en todo lo necesario y en con-
cordancia con otras circunstancias que hay que observar; y en esto se diferen-
cia del hombre pródigo o malgastador. Tales circunstancias las observa el
hombre liberal tanto en lo grande como en lo pequeño; y de ahí su distinción
del hombre magnífico, quien únicamente tiene en cuenta las grandes dona-
ciones y los grandes gastos ... Y todo esto lo hace el hombre liberal con gus-
to y placer; y de ahí su divergencia con el hombre iliberal o avaro, que se en-
tristece al gastar las pecunias.
Establece tres cosas. Primero explica cómo se entristece por la donación de-
sordenada o indebida. Y dice que si acontece que el hombre liberal consume
o gasta algo de sus riquezas fuera del orden debido al fin óptimo y al margen
de las circunstancias debidas, se entristece por ello como se entristece cual-
quier hombre virtuoso que realiza algo contra la virtud. Y, sin embargo, en
cuanto a esa misma tristeza observa un modo racional, es decir, una tristeza
moderada y en una medida conveniente, porque corresponde a la virtud el que
uno se deleite y se entristezca con las cosas que conviene y en la proporción
que conviene.
43
682. Muestra, en segundo lugar, cómo se entristece cuando se le arrancan
o quitan pecunias. Y afirma que el liberal es un hombre muy comu-
nicativo o comunicador de sus pecunias, o sea, que está pronto a tener sus
pecunias como comunes con los otros. Puede soportar sin tristeza que otro le
sea injusto o que le injurie en lo referente a las pecunias porque no las apre-
cia mucho.
44
687. El hombre pródigo se cura fácilmente de sus vicios de dos modos. El
primero por la edad, ya que cuando alguien se acerca más a su vejez
se vuelve más inclinado a retener y a no dar. Dado que las riquezas se apete-
cen para auxiliar con ellas los defectos o necesidades humanas se sigue que
cuanto mayores sean los defectos o necesidades, tanto más pronto se está
para retener y no dar. El segundo por la pobreza que se adquiere por la dona-
ción superflua del pródigo. La pobreza impide la prodigalidad de la dona-
ción, tanto por la imposibilidad de dar cuanto por la experiencia de las nece-
sidades o defectos.
689. De ahí concluye que el hombre pródigo no parece ser malo por lo
que se refiere propiamente a la virtud moral, que mira directamente
a la potencia apetitiva. En efecto, no corresponde al apetito malo o corrom-
pido ni al defecto de ánimo civil el que alguien se sobrepase al dar y al no re-
cibir sino más bien a cierta insensatez. Y así la prodigalidad no dice relación
tanto a la malicia moral, que mira la prontitu~d del apetito para el mal, cuan-
to a defecto o falta de razón.
692. Asigna, segundo, dos razones, la primera de las cuales es que tales
hombres están prontos o inclinádos a recibir por razón de que quie-
ren consumir sus riquezas dando y gastando superfluamente, y fácilmente las
consumen porque lo que tienen desaparece rápidamente. De ahí que para po-
45
der saciar su voluntad de donar y gastar superfluamente se ven forzados a ad-
quirir desordenadamente de donde sea lo que no tienen.
693. La segunda razón es que como dan más por cierto deseo desordenac
do de dar que por razón recta, como si intentasen algún bien, de ahí
que ·Ciertamente quieren dar pero nada les importa ni el modo de dar ni de
dónde y, por ello, no se preocupan para nada del bien y reciben indiferente-
mente de dondequiera.
46
parece que necesita de muchas cosas y de ahí que sean más las cosas exterio-
res con las que se auxilia a la indigencia humana.
700. Determina los modos o formas de quienes fallan al dar. Tales hom-
bres se llaman parcos, porque gastan poco, agarrados o tenaces por
el defecto a la hora de dar, como muy conservadores o defensores de lo que
tienen. Se llaman también en griego "camineros o vendedores de comino"
por cierto sobre-exceso de tenacidad o tenencia o retención, es decir, porque
no dan ni lo mínimo sin compensación. Y, sin embargo, no se exceden al re-
cibir porque ni apetecen las cosas ajenas ni cuidan mucho de recibir las cosas
que les ofrecen. Y esto por dos razones.
702. Segunda, porque algunos se abstienen de recibir las cosas ajenas por
temer que no sea conveniente darles a ellos: les parece difícil recibir
47
las cosas de otros y que los otros no reciban las cosas suyas; y por eso ni les
gusta dar ni les gusta recibir.
48
4
Sinopsis Número
49
2. Por qué razón miden los dineros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 989
3. Describe un ejemplo . . . . . . . . . . . . . . • . • • . . . • . . . . . . . . 990
Respecto del primer tema establece dos cosas: para que !le dé la forma per-
fecta de proporcionalidad se requiere que todas las cosas sean mensurables
por una medida igual o común; y cómo mediante esa medida común se fija
con justicia o igualdad la contraprestación en los intercambios.
Hace tres cosas en cuanto al primer punto: pregunta qué es aquello por lo
cual se miden todas las cosas; declara cómo se realiza tal medida en los inter-
cambios; y asigna la razón de la misma.
979. Afirma, ante todo, que para que en los productos de los distintos
artesanos u operarios exista igualdad y puedan ser intercambiados,
es requisito que todas las cosas intercambiables sean de algún modo compa-
rables entre sí, a fin de que se sepa cuál de ellas vale más y cuál menos. Para
esto fue inventada la moneda, es decir, el dinero, por el que se miden los pre-
cios de tales cosas. Así, el dinero se convierte en un cierto medio o interme-
diario, es decir, en cuanto mide todas las cosas, esto es, el exceso y el defec-
to, en cuanto una cosa sobre-excede a otra, como se dijo 1 • Lo cual es el me-
dio de la justicia; como si dijera: lo que mide el exceso y el defecto.
50
Lo que se dijo antes, o sea, que se den algunos calzados por una sola casa, no
podría llevarse a cabo si, de alguna manera, los calzados no fuesen iguales a la
casa.
981. Aduce, en tercer lugar, la razón de tal medida, la cual se realiza me-
diante la moneda acuñada. Y sostiene que todas las cosas se pueden
igualar porque todas ellas se pueden medir por relación a un patrón o medida
común, como se dijo 2 • Esta única medida común, que mide todas las cosas
realmente o según la verdad objetiva de la realidad es la necesidad o indigen-
cia, la cual se extiende a todas las cosas conmutables por cuanto todas ellas
hacen referencia a la indigencia humana. En efecto, las cosas no se aprecian
o no se les asigna precio atendiendo a la dignidad de su naturaleza o valor na-
tural; de lo contrario, un ratón, que es animal sensible, sería de mayor precio
que la preciosa piedra margarita, que es realidad inanimada. Los precios se
imponen a las cosas de acuerdo a la necesidad o indigencia que de ellas tienen
los hombres para su uso. ·
Afirma en primer lugar que, dado que todas las cosas se miden naturalmente
por la indigencia y convencionalmente por el dinero, la contraprestación se
realiza con justicia cuando todas las cosas se igualan de acuerdo al modo ex-
puesto. Y así, en la medida en que el agricultor, cuyo producto es el alimen-
to para el hombre, sobre-excede al zapatero, cuyo producto es el calzado, en
igual proporción excede en número el producto del zapatero al producto del
agricultor, de forma que hay que entregar muchos calzados por un modio
2 N. 957.
51
de trigo. Por consiguiente, cuando se da intercambio de cosas es preciso rela-
cionarlas en una figura diametral de proporcionalidad, como ya se expuso 3 ;
si no se hiciera esto, uno de los extremos tendría dos excesos. Por ejemplo, si
el agricultor diera un modio de trigo por un calzado, se le acumularía exceso
de trabajo en el producto y también exceso de daño, pues preferiría más dar
que recibir. Ahora bien, cuando todos poseen lo que es suyo son iguales e in-
tercambian o permutan entre sí porque entre ellos se puede realizar la referi-
da igualdad.
Agricultor Zapatero
A B
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iL/ '
G D
Alimento Calzado
985. Seguidamente explica con más amplitud lo dicho. Ante todo indica
cómo se miden las cosas y luego cómo se intercambian.
En cuanto a lo primero muestra que la necesidad es la medida según la ver-
dad de las cosas y que el dinero es medida según la disposición de la ley.
3 N. 976.
52
Afirma que lo dicho 4 acerca de que la necesidad humana contiene o se ex-
tiende a todas las cosas como única medida común, se manifiesta por el he-
cho de que cuando los hombres se relacionan entre sí en forma tal que am-
bos o al menos uno de ellos no necesita de la cosa que el otro posee, tampo-
co intercambian entre sí; mientras que sí lo hacen cuando uno que tiene gra-
no necesita del vino que tiene el otro: entrega grano por vino, y tanto de gra-
no cuanto vale el vino. ·
986. Expone, en segundo lugar, cómo mide el dinero. Sobre esto hay que
tener en cuenta que, si los hombres siempre y en el mismo momen-
to actual necesitasen de las cosas que mutuamente poseen, no sería necesario
más que el intercambio de cosa por cosa, por ejemplo, granos por vino. Pero
sucede a veces que quien en el momento presente tiene sobreabundancia de
vino no necesita del grano que posee quien necesita el vino, pero tal vez en
el futuro necesitará del grano o cualquier otra cosa. Así, pues, por la necesi-
dad del intercambio futuro la moneda, o sea, el dinero es para nosotros el ga-
rante o la fianza de que, si en el presente nada necesita pero necesitará en el
futuro, hará llegar a quien ofrezca dinero lo que entonces necesite.
987. Es preciso, pues, que sea tal la virtud o condición del dinero que
cuando alguien lo ofrezca reciba de inmediato aquello que necesita.
Es verdad, sin embargo, que también el dinero padece o se desprecia lo mis-
mo que las otras cosas, es decir, que no siempre el hombre recibe por él lo
que quiere porque no siempre tiene el mismo poder adquisitivo, o sea, no
siempre conserva el mismo valor. No obstante, tiene que ser instituido de
tal modo que mantenga el mismo valor por más tiempo que las otras cosas.
En primer lugar, dice que, como cierta medida que mide, por esto, el dinero
permanece más tiempo estable en su valor y de ahí que sea preciso apreciar
todo en dinero. De esta manera puede realizarse el intercambio de las cosas
y, consiguientemente, la comunicación social entre los hombres. El numisma,
en efecto, iguala las cosas intercambiables a la manera como una medida hace
que las cosas sean medidas. Reafirma todo lo expuesto por el hecho de que
no podría haber comunicación social si no hubiera intercambio; el cual no se
4 Nn. 981-982.
53
daría, si no se estableciese una igualdad entre las cosas; la cual, a su vez, no
existiría de no existir la medida.
989. Muestra, en segundo lugar, de qué modo miden los dineros. Y sos-
tiene que cosas tan diferentes, sería imposible medirlas objetiva-
mente o según la realidad de esas cosas, es decir, según la propiedad o cuali-
dad de las mismas. Pero por comparación a la necesidad humana todas ellas
pueden ser comprendidas suficientemente bajo una sola y única medida. Por
lo cual es preciso que exista algo único que mida todas las cosas y que no sea
una medida por su propia naturaleza sino porque así se estableció entre los
hombres. De ahí que se llame numisma, el cual hace que todas las cosas sean
medidas por cuanto todas ellas se miden por él.
990. En tercer lugar, explica lo dicho gráficamente: sea A la casa que vale
cinco libras; sea B la cama que vale una libra; de esta manera la ca-
ma tendrá en valor la quinta parte de la casa. Es obvio cuántas camas son igua-
les en valor a una sola casa: cinco. Y es claro que así se efectuaba el inter-
cambio antes de que existiesen los dineros: se daban cinco camas por una ca-
sa. N o hay ninguna diferencia en que se den cinco camas o lo que las cinco
valen.
54
5
Sinopsis Número
Señala cómo se relaciona el hombre feliz con los bienes inferiores ........ 2126-2132
L Muestra cómo el hombre. feliz necesita de bienes externos y terrenos ... 2126-2129
2o. Afirma que en esta materia hay que <;reer a los dichos de los sabios . 2132
55
Hace dos cosas. Primera, indica que el hombre feliz tiene necesidad de bienes
exteriores y terrenos. Segunda, confirma eso por la autoridad de los sabios ...
El hombre feliz, por se..· hombre, tiene necesidad de prosperidad exterior. La
naturaleza humana no es autosuficiente para la especulación o contempla
ción debido a la condición de su cuerpo que para su sostenimiento tiene indi
gencia de las cosas exteriores ...
2127. Para especular, el hombre necesita ante todo tener cuerpo sano ya
que por la enfermedad se debilitan las fuerzas sensibles que usa el
hombre en la contemplación. Además, la intención de la mente se distrae de
la atención requerida en la especulación. El hombre necesita alimentos y nu
trir el cuerpo y el resto de servicios que le suiµinistren todas aquellas cosas
que son precisas para la vida humana.
2129. Supuesto que eso era evidente por lo que se refiere-al juicio de la ra-
zón, manifiesta lo mismo como consecuencia respecto de la acción
de la virtud, la cual parece necesitar de muchas cosas ... Y dice que es posi
ble que puedan obrar bien quienes no son príncipes de tierra y mar, quienes
no sobreabundan en riquezas. Si alguien tiene con moderación bienes exte
riores podrá obrar según las exigencias de la virtud. Esto se patentiza clara
mente por la experiencia. Los hombres ignorantes, populares y que llevan
vida privada parecen realizar obras virtuosas no menos que los hombres con
poder, pues éstos están impedidos para muchas obras virtuosas tanto por las
excesivas preocupaciones y solicitudes cuanto también por la soberbia y la
abundancia de riquezas. Para la felicidad basta que el hombre tenga la canti
dad de bienes exteriores suficientes que le posibiliten para realizar activida
des virtuosas, pues si alguien actúa de acuerdo a la.virtud su vida será feliz
porque la felicidad consiste en la actividad virtuosa ...
56
2130. Confirma lo expuesto con los dichos de los sabios ... Aduce el di-
cho de Solón, quien aseguró que eran felices quienes estaban dota-
dos de bienes exteriores con moderación. Se encuentra que son los que mejor
pueden realizar obras virtuosas y vivir moderadamente porque al poseer ri-
quezas moderadas pueden realizar lo que es conveniente. De esto están impe-
didos tanto aquellos que sobreabundan en riqueza debido a la excesiva solici-
tud o a la arrogancia, como también quienes carecen de ellas ya que es forzo-
so que estén solicitados a buscar lo correspondiente al sustento; en la mayo-
ría de los casos también les falta a éstos la oportunidad de obrar bien.
2132. Dice que hay que asentir a los dichos de los sabios en esta materia,
concluyendo de lo dicho que las opiniones de los sabios están con-
formes con las razones. Luego parecen tener cierto crédito o confiabilidad.
No obstante, en el orden de las acciones, la verdad sobre lo dicho por alguien
se juzga mejor a partir de sus obras y de su modo de vivir que a partir de la
razón, porque lo esencial o dominante o principal en el orden de la acción
consiste en las obras y en la manera de vivir. En las cuestiones de la acción no
se busca principalmente el conocimiento sino la obra ... Por eso, lo que se
. ha afirmado antes es preciso considerarlo por comparación a las obras y a la
vida de los sabios y lo que esté de acuerdo con esas obras y vida hay que
aceptarlo; por ejemplo, que para la felicidad no se requieren sobreabundantes
riquezas, que los sabios no buscan. Pero si las obras no concuerdan hay que
sospechar que se trata de sermones que no contienen verdad, como es eviden-
te en la sentencia de los estoicos que afirmaban que las cosas exteriores no
eran· ningún bien para el hombre y lo contrario aparece en sus actuaciones:
las apetecen y las buscan como bienes.
57
COMENTARIO A LA POLITICA
6
Sinopsis Número
1. Proemio
61
11. Origen y naturaleza de ia ciudad. El :'·Jmbre, animal civil. Prioridad de la
ciudad sobre la vecindad y la casa.
62
3. Los órganos de las artes son factivos, los de la casa activos . . . . . 53
4. Relación entre la cosa poseída y su poseedor . . . . . . . . . . . . • . 54
Proemio
l. Como el Filósofo enseña en el 11 de la Física, el arte imita a la natu-
raleza. La razón de esto es que como los principios se relacionan en-
tre sí, así proporcionalmente· las operaciones y los efectos. Ahora bien, el
principio de las cosas que se realizan de acuerdo con el arte es el entendimien-
to humano, que se deriva según cierta semejanza del entendimiento divino,
principio de las cosas naturales. Luego es necesario que las operaciones del
arte imiten a las operaciones de la naturaleza; y las cosas artísticas imiten a
las que están en la naturaleza. Si un instructor de algún arte realizase alguna
obra artística, sería preciso que el discípulo, que recibía el arte de aquél,
atendiese a su obra para actuar a semejanza de él. Y por eso el entendimien-
to humano, al cual deriva la luz inteligible del entendimiento divino, necesa-
riamente tiene que informarse para las cosas que hace mediante la inspección
de las cosas hechas naturalmente con el fin de obrar de manera semejante.
2. Y de ahí lo que dice el Filósofo, que si el arte hiciese las cosas que
son de la naturaleza, obraría de manera semejante a la naturaleza y,
por el contrario, si la naturaleza hiciese las cosas que son del arte actuaría de
manera semejante a como lo hace el arte. Ahora bien, la naturaleza no per-
fecciona las cosas que son del arte sino que únicamente prepara ciertos prin-
cipios y suministra el ejemplar o modelo de obrar a los artífices. El arte pue-
de inspeccionar fas cosas de la naturaleza y usar de ellas para realizar su pro-
pia obra, pero no puede perfeccionarlas. Por esto, es evidente que la razón
humana es solamente cognoscitiva de las cosas naturales, mientras que de las
artísticas es cognoscitiva y factiva; luego es necesario que las ciencias huma-
nas que versan sobre las cosas de la naturaleza sean especulativas, pero las
que se refieren a las cosas hechas por el hombre sean prácticaS u operativas
por imitación de la naturaleza ·
63
como cuando de las maderas construye la nave y de las maderas y piedras la
casa. En los hombres mismos, como cuando ordena a muchos hombres en
una cierta comunidad. Al ser diversos los grados y órdenes de estas comuni-
dades, la última es la comunidad de la ciudad ordenada a las cosas de por sí
suficientes para la vida humana. Luego entre todas las comunidades humanas
es la perfectísima. Y como las cosas que acceden al uso del hombre se orde-
nan como a fin al hombre, que tiene principalidad sobre las cosas ordenadas
al fin, por esto necesariamente este todo que es la ciudad es el principal de
los todos que pueden ser conocidos y constituidos por la razón humana.
Primero, la necesidad de esta ciencia. De todas las cosas que se pueden cono-
cer por la razón es necesario que alguna doctrina las transmita para la perfec-
ción de la sabiduría humana que se llama filosofía. Por consiguiente, como
este todo que es la ciudad está sometido al juicio de la razón, fue necesario
para complemento de la filosofía tratar la doctrina de la ciudad que se deno-
mina política, es decir, la ciencia civil.
64
· los hombres. Por consiguiente, si la ciencia principal es la que trata de lo más
noble y perfecto, es necesario que la política sea entre todas las ciencias prác-
ticas la más principal y arquitectónica de todas ellas, por cuanto considera el
bien último y perfecto en las cosas humanas. Y por esto dice el Filósofo al
final del libro X de la Etica que la filosofía se perfecciona con la política que
versa sobre las realidades humanas.
8. Cuarto, el modo y el orden de esta ciencia. Así como las ciencias es-
peculativas que tratan de algún todo, a partir de la consideración de
las partes y de los principios obtienen como resultado el conocimiento del
todo manifestando las pasiones y operaciones del todo, así también esta cien-
cia, considerando los principios y partes de la ciudad, entrega el conocimien-
to de ésta manifestando sus partes y pasiones y operaciones. Y, porque es
práctica, manifiesta además cómo se pueden realizar o hacer con perfección
los singulares, lo cual es necesario en toda ciencia práctica.
65
otras comunidades es comunidad principal. Ahora bien, es evidente que la
ciudad incluye a las otras comunidades, pues las casas y las vecindades o ba-
rrios están comprendidas bajo la ciudad, y así la comunidad política o urba-
na o ciudadana es la comunidad principalísima. Luego es la intérprete del
bien principalísimo entre todos los bienes humanos: porque intenta el bien
común que es mejor y más divino que el bien de uno solo, como se consigna
al inicio de la Etica.
16. . .. Así como en otras cosas para conocer el todo es preciso dividir
el compuesto hasta las cosas incompuestas o simples, es decir, hasta las
cosas indivisibles que son las partes mínimas del todo, por ejemplo, para co-
nocer la oración hay que dividirla hasta llegar a las letras y para conocer el
cuerpo natural mixto hay que dividirlo hasta los elementos; así también, si
consideramos de qué cosas se compone la ciudad, podemos captar mejor en
qué consiste cada uno de los regímenes o gobiernos ... Observamos en todo
que si uno mira o analiza las cosas en cuanto se originan desde su principio,
podrá contemplar en ellas la verdad óptimamente.
Y así como esto es verdadero en las demás cosas, lo es también en las que
aquí intentamos. En estas palabras del Filósofo hay que tener presente
que para conocer los compuestos la primera operación es la vía o método de
la resolución, es decir, que veamos o analicemos lo compuesto hasta llegar a
los individuos. Después, es necesaria la vía o método de la composición, esto
es, que desde los principios indivisibles ya conocidos juzguemos de las cosas
causadas por los principios o compuestas de principios.
17. . .. Como es preciso que dividamos la ciudad hasta las partes míni-
mas, es forzoso afirmar que la primera combinación es de las perso-
nas que no podrían existir la una sin la otra, es decir, la combinación de va-
rón y mujer. Esta combinación es causada por la generación mediante la cual
se producen varones y mujeres. De esto se deduce con evidencia que no pue-
de existir el uno sin el otro.
66
ción, o sea, por cuanto tengan razón eligiente o electiva sino según la razón
común al hombre, a los animales y a las plantas. En todos ellos hay un apeti-
to natural de que, después de desaparecer, exista otro tal cual él mismo de
manera que así, por la generación, se conserve en la especie lo mismo que no
puede conservarse en número o numéricamente.
Este apetito natural existe ciertamente en todas las otras cosas naturales co-
rruptibles. Pero como los vivientes, es decir, las plantas y los animales tienen
especial manera de engendrar, pues engendran de sí mismos, por eso el Filó-
sofo hace especial mención de ellos. Pues también en las plantas se encuentra
la fuerza o potencia masculina y femenina, pero unida en el mismo indivi-
duo, aunque en uno .abunde más una y en otro la otra, de tal forma que nos
imaginemos que la planta es en todo tiempo tal como son el macho y la hem-
bra en el tiempo del coito.
67
28. Después muestra que la comunidad vecinal es natural. Dice, prime-
ro, que los vecinos de las casas, la vecindad parece ser en grado má-
ximo de acuerdo con la naturaleza. N o hay nada más natural en los animales
que la propagación de muchos a partir de uno; y esto conforma la vecindad
de las casas. A quienes tienen casas vecinas algunos los llaman colactantes, y
niños, es decir, hijos, e hijos de los hijos, esto es, nietos, para que entenda-
mos que esta vecindad de las casas procedió de ese primero: hijos y nietos
multiplicados instituyeron diversas casas habitando junto a sí. Luego como la
multiplicación de la prole es natural, se sigue que la comunidad vecinal es na-
tural.
29. Segundo, manifiesta lo mismo por algunos signos. Ante todo por los
que vemos en los hombres. Dice que como la vecindad fue instituida
por la multiplicación de la prole, de ahí procedió que desde el principio cada
ciudad estaba regida por un rey; y todavía algunas gentes tienen rey aunque
cada una de las ciudades no tenga reyes distintos ...
Toda casa está regida por algún antiquísimo, de la misma forma que los hijos
están regidos por el padre de familia. Y de ahí surgió que toda vecindad,
constituida por consanguíneos, estaba regida por alguno que era principal en
el parentesco, como la ciudad está regida por el rey ... Por eso este régimen
procedió de las casas y vecindades a las ciudades ...
Indica, tercero, a qué está ordenada la ciudad: originariamente está hecha pa-
ra vivir, esto es, para que los hombres encontraran de manera suficiente de
68
dónde pudiesen vivir; pero de su ser o existencia proviene el que los hombres
no sólo vivan sino que vivan bien en cuanto la vida humana está ordenada
por las leyes de la ciudad en oráena las virtudes ..
Que la naturaleza es el fin <;le las cosas naturales lo prueba así: decimos. que
es propio de la naturaleza de ~ualquier cosa aquello que le corresponde o
conviene cuando su generación ha llegado a· la perfección, por ejemplo, la na-
turaleza del hombre es la que tiene después de la perfección de su genera-
ciqn; y de inanera semejante del caballo y de la casa con tal de que por na-
turaleza de la casa ente11damos la forma de la .misma. Ahora bien, la disposi-
Ción que la cosa tiene una vez perfecci9nada su naturaleza es el fin de todo
aquello que precede a la generación de la misma; luego lo que es fin de los
principios naturales de que se genera alguna cosa es la naturaleza de esa cosa.
Y por .esto, dado que la ciudad se genera. a partir de .las comunidades prece-
dentes y que son nat\ll'ales, ella misma será natural.
34. En. relación con que el hombre sea por naturale:z;a animal civil, lo
concluye. a partir de la naturalidad de la ciudad y lo prueba por la
actividad propia del hombre.
. ..
Concluye de lo dicho que la ciudad es de aquellas realidades que están de
acuerdo con la naturaleza. Y como la ciudad no es sino la congregación o
unión de hombres, se sigue que ~1 hombre es naturalttlente animal civil.
35. Esto lo podría poner alguno en duda, puesto que lo que es según la na-
turaleza está inscrito o inherente en todos. Ahora bien, no se encuentra
que todos los hombres sean habitadores de ciudades. Por eso, para excluir
esta duda, se dice, en consecuencia, que· hay algunos que no son civiles por la
fortuna o acaso o suerte, sea porque fueron expulsados de la ciudad, sea por-
que por la pobreza forzosamente tienen que cultivar los campos, o custodiar
69
animales. Es claro que esto no contraría a lo dicho, que el hombre sea animal
civil: porque también otras cosas naturales fallan a veces por la fortuna, por
ejemplo, cuando a alguien se le amputa la mano o se priva del ojo. Pero si
existe algún hombre que no sea civil por naturaleza, o bien es incapaz o ini-
cuo y esto acontece por corrupción de la naturaleza, o bien es mejor que
hombre, es decir, porque tiene una naturaleza más perfecta que el común de
los otros hombres de tal modo que por sí mismo se pueda bastar o ser sufi-
ciente sin la sociedad de los hombres, como sucedió con Juan Bautista y An-
tonio el Heremita.
Aduce al respecto el dicho de Homero que maldice a l¡lno que no era civil por
pravedad. Dice de él que era "sin tribu" porque no podía mantenerse unido
con el vínculo de la amistad, y "sin derecho" porque no podía mantenerse
bajo el yugo de la ley, y "perverso" porque no podía mantenerse bajo la re-
gla de la razón. Quien es así según la naturaleza es preciso que a la vez lleve
consigo el que sea deseoso de la guerra, existiendo como litigioso y sin yugo;
así como vemos que las aves que no son sociales son rapaces.
36. Prueba, por la operación propia del hombre, que es animal civil y
más que la abeja y que cualquier otro animal gregario. Decimos que
la naturaleza no hace nada en vano o en el vacío, porque siempre actúa con
un fin determinado. Luego si la naturaleza atribuye a alguna cosa algo que de
suyo está ordenado a algún fin, se sigue que este fin fue dado a la cosa por la
naturaleza. Pues bien, vemos que, aunque ciertos animales tienen voz, sólo el
hombre, sobre los animales, tiene locución o habla pues, si bien ciertos ani-
males profieren la locución, sin embargo propiamente no hablan ya que no
entienden lo que dicen sino que profieren tales voces por un cierto uso o há-
bito.
70
ellos por comparación a los otros animales, a saber, que tengan conocimiento
del bien y del mal y asimismo de lo injusto y de otras realidades parecidas,
las cuales pueden significar en el sermón o habla.
39. Se evidencia así, por consiguiente, que el todo es antes que las par-
tes de la materia, aunque las partes sean primeras o anteriores en el
orden de la generación. Ahora bien, cada uno de los hombres se compara a
toda la ciudad como las partes del hombre al hombre, porque así como la
mano o el pie no pueden existir sin el hombre así tampoco un hombre solo
es suficiente por sí mismo para vivir separado de la ciudad.
71
Si aconteciera que alguien no pudiese comunicar en la sociedad de la ciudad
por su pravedad, es peor que hombre, y como bestia. Y si sucediera que no
necesitase de nadie y como que tuviese por sí mismo suficiencia y que por
ello no sea parte de la ciudad, es mejor que hombre, pues es como un cierto
dios.
De lo dicho queda, por tanto, que la ciudad es antes según la naturaleza que
un solo hombre.
Ahora bien, el hombre se reduce o repliega a la justicia por medio del orden
civil: esto se evidencia por el hecho de que entre los griegos se denominaba
con la misma palabra al orden civil de la comunidad y al juicio de la justicia,
a saber, "lo justo", "diki". Luego es claro que quien instituyó la ciudad alejó
a los hombres de que fueran pésimos y los redujo o condujo a que fuesen óp-
timos según la justicia y las virtudes.
72
Luego es forzoso que ante todo hablemos de la economía, que es la dispen-
sadora o la gobernadora de la casa, ya que toda ciudad se compone de casas
como de partes.
44. Enumera las cosas que pertenecen a la casa: primero, las que perte-
necen a la casa como partes de ella misma; segundo, las que pértene-
cen a la casa como necesarias a las partes.
Dice, primero, que ... toda casa, es decir, la familia doméstica, si es perfecta,
consta d~ siervos y de libres ... y que las primeras y mínimas partes de la ca-
sa son estas tres combinaciones: del señor y del siervo, del marido y de. la
mujer, del padre y del hijo ...
45. En consecuencia, señala los nombres de estas combinaciones y dice
que la de señor y de siervo se llama despótica, o sea, dominativa; la
del varón y de la mujer no tenía nombre específico en su tiempo pero él mis-
mo la llama conyugal, que nosotros llamamos matrimonio; tampoco la de pa-
dre y de hijo tenía nombre propio, pero él la llama paterna.
46. . Establece, segundo, aquellas cosas que pertenecen com~ necesarias a
la casa y dice que hay otra parte de 1~ economía que se llama pecu-
.nial o pecuniaria, en la cual les parece a algunos que consiste toda la econo-
mía y a otros que es la parte principal de la economía porque la dispensación
o administración de la casa consiste sobre todo en la adquisición y conserva-
ción de la pecunia ...
48. Determina el Filósofo sobre la combinación del señor y del siervo.
Y como el siervo, según él, es cierta posesión, por eso en la segunda
parte se pronuncia aéerca de la· economía pecuniativa o posesiva. (Véase ·mi.
97 ss.)...
50. ·. · .. Adelanta ciertos conceptos para conocer la razón de servidum-
bre ...
51. Precisa cuatro cosas, la primera de las cuales que la posesión es cier-
ta parte de la casa y que el arte posesiva o posesoria o de poseer es
cierta parte de 1~ economía. Y esto porque es imposible vivir en la casa sin
las cosas necesarias para la vida, las cuales se obtienen mediante las posesio-
nes. Prueba esto por semeJanza o analogía con las artes. Vemos, en efecto,
que a cada arte le es necesario tener los instrumentos convenientes o perti-
nentes si tiene que realizar su propia obra; por ejemplo, al artesano le es
necesario el martillo si tiene que producir un cuchillo. Y del mismo modo al
gobernac;Ior de la casa le son necesarias las cosas poseídas como ciertos instru-
mentos para su propia obra.
73
52. En segundo término establece una división de los instrumentos di-
ciendo que unos son animados y otros inanimados. Por ejemplo, pa-
ra el gobernador o capitán de la nave el instrumento inanimado es el goberna-
lle o timón y el animado el timonel o proario, aquel que cuida de la parte an-
terior de la nave llamada proa y obedece al capitán. El ministro tiene en las
artes razón de instrumento porque así como el instrumento es movido por el
artífice así también el ministro lo es por el imperio de quien manda.
Y como en las obras del arte hay doble instrumento así también en la casa
existe el instrumento inanimado que es la cosa poseída, por ejemplo, el le-
cho o el vestido que son ciertos instrumentos al servicio de la vida humana
y cuyo conjunto o multitud es la posesión total de la casa. Al ser el siervo
una cosa poseída animada, se sigue que es órgano animado que sirve a la
vida doméstica. Este órgano animado es lo que el ministro en las artes; y es
instrumento animado en la casa porque él mismo usa de otros instrumentos
y los mueve ...
Los artesanos o artífices principales, llamados arquitectores o arquitectos, no
necesitarían ministros ni los señores de las casas siervos si cada instrumento
inaminado, bajo el imperio del señor, pudiese realizar su obra conociendo a
aquél; por ejemplo, que las lanzaderas urdieran o tramarán por sí mismas y
que los plectros o liras o cítaras sonasen por sí mismas, según se cuenta de la
estatua que hizo Dédalo, la cual por la naturaleza del mercurio o plata viva se
movía a sí misma. Y de manera parecida dice cierto Poeta que en el templo
de Vulcano, que se llamaba Dios del fuego, existían unos trípodes dispues-
tos de tal manera que mediante artificio humano, o mediante arte de nicro-
mancia, parecían revestir o representar por sí mismos, como automáticos,
la batalla divina, al igual que si peleasen para servir en el ministerio del templo.
53. Fija, en tercer lugar, la segunda división de los órganos. Los órganos
de las artes se llaman factivos en tanto que las cosas poseídas, órga-
no de la casa, son el órgano activo. Y prueba esta división por doble argu-
mento.
El primero, porque los órganos factivos son aquéllos con los cuales se hace o
produce algo además del uso mismo del instrumento. Esto lo vemos en los
instrumentos del arte; por ejemplo, de la lanzadera que usan los textileros se
produce algo además de su uso, es decir, el paño. Mientras que de las cosas
que son el instrumento de la casa nada se produce fuera del uso mismo; por
ejemplo, del vestido y del lecho no se hace sino uso de ellos; luego estos ór-
ganos no son factivos o productivos como los órganos de las artes.
El segundo argumento es éste: a cosas diversas corresponden instrumentos di-
versos; ahora bien, la acción y la facción o factura o hechura difieren en la es-
74
pecie ya que la facción es la operación por la que se produce o hace algo en
la materia exterior, como cortar y quemar; la acción, por el contrario, es la
operación que permanece en el operante o agente y que pertenece a la vida
del mismo, como se explica en el IX de la Metafísica. Ambas operaciones ne-
cesitan instrumentos. Luego sus instrumentos difieren en la especie. Pues bien,
la vida o la conservación,doméstica no es facción ...
Come(ltario a la Po/ftica, libro 1, proemio, nn. 1-8; lección 1, nn. 1012, 16·18,
25·29, 31-34; lección 2, nn. 43-48, 50-54.
75
7
Después de tratar del señor y del siervo, que, según el Filósofo, es cierta posesión, investi-
ga aquí sobre la posesión o la propiedad en general. En primer lugar sobre la ciencia o as-
pecto científico de las posesiones o propiedades (nn. 97-134) y, posteriormente,sobrela
práctica o uso o aspecto práctico (nn. 135-150).
l. Expone su intención . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 97
76
A'. Indica la diferencia entre la pecuniaria y la otra posesiva . 102
a. Promueve la duda acerca de si la agricultura es parte de
la pecuniaria u otro género de arte . . . . . . . . . . . . . . 102
b. Resuelve la duda . . . . . . . . . . . • . . . . . . . . . . . . . . 103
a'. Divide la adquisición de alimentosenmuchasclases . 103
a". Describe la diversidad de alimentos en los anima-
les . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 103
b". Y en los hombres. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 104
b'. Expone cuál es la posesión adquisitiva de alimentos . 105
a". Afirma que es natural . . . . . . . . . . . . . . . . . . 105
b". Que es parte de la economía . . . . . . . . . . . . . 107
e". Que no es infinita . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 108
No es lo mismo que un arte sea parte de otro a que sea auxiliar de él, pues un
arte es parte de otro cuando produce una parle del objeto del arte principal;
por ejemplo, el arte de hacer cuchillos es parte del arte fabril porque el cu-
chillo es una clase o especie de los productos hechos de hierro. Por el contra-
rio, el arte es auxiliar cuando produce algo al servicio del arte principal; por
ejemplo, el arte de fundir el hierro sirve al arte fabril. Pues bien, como la pe·
cuniaria está al servicio de la casa, por eso parece más auxiliar que parte.
77
mediante el cual opera el otro; por ejemplo, el arte de fabricar la lanzadera
con la cual se teje suministra el instrumento propio del arte textil; segundo,
aportando o suministrando el material o la materia prima sobre la que el otro
trabaja, por ejemplo, el arte que prepara el bronce provee al arte que produce
la estatua de bronce, o el que prepara la lana al arte textil. De ahí la duda:
¿el arte de adquirir la pecunia sirve a la económica porque prepara la materia
o más bien porque prepara el instrumento?
Es evidente también en otros artes que el arte que usa es distinto del arte que
produce o adquiere; por ejemplo, el arte de gobernar la nave es distinto del
arte de construirla. Luego la económica es distinta de la pecuniaria.
78
Respecto de la diferencia suscita la duda sobre esa diferencia entre la pecu-
niaria y las otras posesivas, se pronuncia sobre la posesiva, y sobre la pecu-
niaria.
Especifica que son muchas las clases de alimentos y que por ellos se diversifi-
can los modos de vida, tanto en los animales como en los hombres. Al no ser
posible vivir sin alimento, por fuerza el modo de vida en los animales difiere
según la distinción de los alimentos. Vemos, en efecto, que algunas bestias vi-
ven unidas en manadas y otras dispersas y separadas, de acuerdo a la conve-
niencia de su alimentación; unas comen animales, otras frutos, otras indife-
rentemente de todo.
Por consiguiente, el Filósofo no distinguió las vidas sino los alimentos que
eligen naturalmente y según que viven en inactividad o en pugna, pues los
que comen a otros animales necesariamente tienen que ser combativos y que
vivir dispersos porque de lo contrario no podrían encontrar alimentación;
mientras que los animales que comen alimento fácil de encontrar viven jun-
tos. Y como en cada uno de los géneros citados las cosas deleitables difieren
según los diversos animales, pues ni todos los animales carnívoros se deleitan
con las mismas carnes ni todos los herbívoros con los mismos frutos, de ahí
que también haya diversos modos de vida entre los carnívoros y entre los her-
bívoros.
104. Señala la diversidad de alimentos entre los hombres y afirma que
también las vidas de los hombres difieren en muchos aspectos según
esa diversidad alimenticia.
79
mento es producido por animales domésticos, por ejemplo, las ovejas, sin
trabajo de los hombres, lo cual hace que vivan en el ocio; sólo tienen el traba-
jo de pasar de un lugar a otro cuando fuere necesario para el ganado por ra-
zón de los pastos; entonces se ven obligados a seguir al ganado como si culti-
vasen un campo que viviera y se moviera.
Que es natural lo prueba por esta razón: así como la naturaleza provee a los
animales desde el primer instante de su generación, así también después de
que su generación llegó al estado perfecto o de madurez .. Desde el primer mo-
mento les provee de alimentos, como consta en los diversos animales. Algu-
nos no engendran el animal perfecto sino huevos, por ejemplo, las aves; o
larvas, por ejemplo, las hormigas y las abejas y otros; tales animales generan
junto con los propios fetos la cantidad de alimento suficiente hasta que el
animal engendrado llega al estado perfecto; por ejemplo, en el huevo cuya
yema sirve de alimento al pollo que se genera de la clara durante el tiempo
que el pollo está dentro de la cáscara; cosa semejante sucede en las larvas.
Otros engendran animales perfectos, por ejemplo, el caballo y otros; estos
animales que paren tienen durante cierto tiempo el alimento en sí mismos
para sustento de los hijos: la leche. Consta, por consiguiente, que en la pri-
mera generación la naturaleza provee a los animales de alimento.
80
Y es obvio también que la naturaleza provee de alimento a los animales cuan-
do éstos alcanzan su madurez o estado perfecto, de forma que las plantas son
para los animales y los animales para el hombre: los animales domésticos pa-
ra la alimentación y para otros usos utilitarios; los silvestres, no todos pero sí
muchos de ellos, sirven para el alimento humano y de algún modo para su
auxilio, por cuanto el hombre obtiene de ellos vestido, por ejemplo, de sus
pieles, u otros instrumentos, por ejemplo, de sus cuernos, huesos y dientes.
Todo lo cual manifiesta que el hombre necesita para su vida de los otros ani-
males y de las plantas.
106. Ahora bien, la naturaleza ni tolera lo imperfecto ni hace las cosas en
vano. Luego es evidente que la naturaleza hizo a los animales y a las
plantas para alimento y sustento del hombre.
Además, cuando alguien adquiere lo que la naturaleza hizo para él, tal adqui-
sición es-natural. Luego la posesiva mediante la cual se obtienen esas cosas
que responden a la necesidad de la vida es natural. Y una parte de esa posesi-
va es la predativa, mediante la cual se utilizan las bestias, que están por natu-
raleza sujetas a los hombres y, según cree el Filósofo, también los hombres
bárbaros que por naturaleza son siervos, como si se tratara, continúa el Filó-
sofo, de una guerra justa por naturaleza. Dijo el Filósofo que la predativa es
una parte de la posesiva porque otra parte es la agricultura, por la que se ad-
quiere el alimento de las plantas.
107. De lo dicho concluye el Filósofo que una clase o especie natural de
la posesiva es parte de la ecónomica, entendiendo por parte la par-
te auxiliar o suministradora: suministra no sólo a la económica sino también
a la política y, por esto, corresponde a la función y actividad del político y
del económico la adquisición de aquellas cosas que se atesoran para socorrer
~ a las necesidades de la vida humana y a la utilidad de la comunidad tanto do-
méstica como ciudadana; porque ni la casa ni la ciudad pueden ser goberna-
das sin las cosas necesarias para la vida.
108. Afirma que tal posesiva no es infinita y dice que las riquezas reales y
verdaderas consisten en esas cosas con las que se puede prestar au-
xilio a la necesidad de la naturaleza. De ahí que éstas son las verdaderas ri-
quezas, porque pueden suprimir la indigencia y producir la suficiencia en
quien las posee, o sea, que el hombre sea suficiente y tenga lo suficiente para
vivir bien.
Existen, sin embargo, otras riquezas cuya posesión es infinita, como se verá
más tarde, y de las cuales Solón, uno de los siete sabios, dice en su poema
que no puede ser prefijado ningún límite a los hombres; luego éstas no son
las verdaderas riquezas, ya que no sacian el deseo o apetito del hombre.
81
109. Que las riquezas consistentes en las cosas necesarias para la vida ·son
limitadas y finitas, lo prueba con esta razón: ningún instrumento o
medio de un acto o de una actividad es infinito ni en número ni en magni-
tud; por ejemplo, el arte fabril no tiene infinitos martillos ni un martillo in-
finito. Ahora bien, dichas riquezas son instrumentos o medios u órganos del
económico y del político pues usan de ellas para el gobierno de la casa y de
la ciudad. Luego tales riquezas no son infinitas, sino que tienen algún térmi-
no o límite.
110. Por último, concluye a manera de epílogo, que existe cierta posesiva
natural que es necesaria a los económicos y a los políticos, como es
evidente por lo ya expuesto.
82
8
Sinopsis Número
83
1"'. Propone la opinión de algunos . . . . . . . . . . . 119
2'". Introduce razones en contra ............ · 120
3"'. Concluye detenninando la verdad . . . . . . . . . 121
Al considerar la pecuniaria tenemos que aceptar este principio: cada cosa tie-
ne un doble uso, ambos usos convienen E¡n que son esenciales y no accident~
les y difieren en que uno de ellos es el uso propio de la cosa y el otro el uso
común. Por ejemplo, el uso del calzado es doble: uno propio, es decir, el
uso como calzado, el servir de calzado; el otro común, esto es, el intercam-
bio, el servir para intercambiar; el calzado no fue hecho para el uso del inter-
cambio, para que el hombre lo conmute o intercambie; sin embargo, el hom-
bre puede usar el calzado para permutarlo sea por pan, sea por alimento.
Pues bien, aunque el intercambio no es el uso propio del calzado, sin embar-
go ese uso es esencial y no accidental, porque quien lo intercambia usa de él
··. i
84
según su propio valor. Lo dicho del calzado se ha de entender de todas las
otras cosas que el hombre puede poseer.
113. Trata sobre el intercambio natural y sobre esto muestra en qué con-
siste ese intercambio, cómo fue introducido y qué relación tiene
con la naturaleza.
Dice que la permuta se puede hacer con todas las cosas. El primer intercam-
bio comenzó con las cosas que suministra la naturaleza para la necesidad de
la vida humana por el simple hecho de que unos tenían mucho de unas cosas
y otros poco; por ejemplo, unos tenían mucho vino, otros mucho pan. De
ahí que conmutaran. El intercambio se daba en tanto en cuanto cada uno te-
nía lo que le bastaba para sí mismo. Por lo cual es claro que como los dineros
no tienen su origen en la naturaleza, como ya se dijo, la nummularia o banca,
que consiste en el intercambio de dineros, no es natural.
85
bio pecuniario sobreañadido; y tercero, a la pecuniaria que versa sobre ese in-
tercambio.
Dice que del primitivo intercambio que tenía por objeto las cosas recíproca-
mente necesarias, procedió o derivó otro intercambio inventado por la razón
humana. En efecto, al hacerse más distante la ayuda mutua de los hombres
entre sí porque se extendió no sólo a los cercanos sino también a los lejanos
o extranjeros, comenzaron a hacer uso del intercambio trayendo o importan-
do las cosas que necesitaban y llevando o exportando a los extranjeros las
cosas en que abundaban. Por causa de esta necesidad fue inventado el uso de
los dineros ya que no podían transportar fácilmente hasta las tierras lejanas
las cosas necesarias conforme a la naturaleza como vino, o trigo o cosas seme-
jantes. Para realizar estas transacciones en el extranjero convinieron en dar y
recibir recíprocamente algo que pudiese transportarse fácilmente y que de
suyo tuviese alguna utilidad. Ese algo son los metales como el hierro, cobre y
plata y similares. Estos son de suyo útiles porque de ellos se fabrican vasos y
otros instrumentos y podían ser transportados con facilidad hasta lugares re-
motos, puesto que un poco de ellos, por su rareza o escasez, valía mucho de
otras cosas; de la misma manera que quienes tienen que realizar un largo via-
je, en lugar de dineros de cobre, llevan para sus gastos dineros de plata o de
oro por la citada necesidad de intercambio en lugares remotos.
Primero se estableció solamente el metal de acuerdo a su peso y magnitud;
como también entre ciertos pueblos o gentes se tienen figuras o formas de
plata no acuñadas o no amonedadas o no convertidas en moneda. Pero, des-
pués, para liberarse de la necesidad de medir y de pesar, imprimieron un ca-
rácter o sello o cuño que se coloca como signo de que el metal es de tal o
cual cantidad; así también en algunos lugares se tienen establecidos ciertos
signos o marcas o símbolos públicos para medir el vino o el grano. De esta
manera se ve con claridad que los dineros fueron inventados precisamente
para la transacción de las cosas necesarias.
117. Se refiere después a otro intercambio derivado del anterior. Una vez
que los dineros fueron hechos por razón del referido intercambio de
las cosas necesarias en lugares remotos, se introdujo casi clandestinai?ente
otra especie de intercambio pecuniario de acuerdo con el cu~ unos dmeros
se intercambian por otros; esta pecuniaria se llama nummulana o banca, de
la que hacen uso los cajistas o cambistas. Al principio, esto sucedió casi que
fortuita y casualmente: quienes transferían dineros de unas tierras~ ot~as los
vendían más caro de lo que los adquirieron. Después, por la expenenc1a o el
hecho de hacer eso se hizo ya de manera artificial y premeditadamente, o
sea, el hombre planeaba de qué lugar transferir los dineros y de qué man~ra
se les podía sacar el máximo lucro o ganancia: es lo propio del arte cambia-
río o nummulario o bancario.
86
118. A continuación se refiere a la pecuniaria: de lo dicho concluye cuál
es la materia y el acto de este arte, y suscita una duda.
Concluye que por el hecho de que los dineros comenzaron a ser cambiados
por dineros para obtener lucro de manera artificial, el arte que versa sobre los
dineros se llama pecuniario y su acto propio consiste en considerar de dónde
puede provenir al hombre gran cantidad de pecunias: a esto se ordena como
a su fin, a obtener gran número o cantidad de pecunias y de riquezas.
119. Suscita umi duda acerca de lo anterior: como había dicho que la pe-
cuniaria es productiva de riquezas y de pecunias, alguien podría po-
ner en duda si son lo mismo las pecunias que las riquezas. Da tres pasos: ex-
pone cierta opinión, propone la razón contraria y concluye determinando la
verdad sobre el problema.
Dice que muchas veces los hombres opinan que las riquezas no son otra cosa
que el conjunto o número o cantidad o multitud de las pecunias por el hecho
de que la pecuniaria y campsoria o bancaria, cuyo fin es la multiplicación de
las riquezas, versa toda ella acerca de las pecunias como sobre materia u obje-
to propio.
87
121. Concluye, finalmente, determinando la verdad sobre lo dicho: quie-
nes juzgan con rectitud y sabiduría sostienen, por las razones cita-
das, que una cosa son las riquezas y otra la pecunia o la pecuniativa. En efec-
to, hay riquezas naturales, es decir, las cosas necesarias para la vida, como ya
se dijo, y su adquisición compete propiamente a la económica. Por el contra-
rio, la pecuniaria campsoria o bancaria multiplica las pecunias no de todos
los modos sino sólo mediante el cambio de dinero; toda ella versa sobre los
dineros, porque el dinero es el principio y el fin del intercambio pecuniario:
se cambia dinero por dinero. Luego es evidente que son más ricos los que
abundan en las cosas real y verdaderamente necesarias para la vida que quie-
nes abundan en dineros.
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9
Sinopsis Número
2. Muestra cómo esa adquisitiva de dineros es infinita . . . . . . . . . . 122
1'. Señala el propósito . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 122
1". Lo explica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123
2". Resuelve una duda . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 124
1'". La plantea . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 124
2"'. La resuelve . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125
2'. Establece la causa de lo dicho antes sobre los administradores de
lacasa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 126
B'. Resuelve la cuestión propuesta anteriormente . . . . . . . . . . . . . . . 130
a. Establece que la pecuniaria sirve a la económica . . . . . . . . . . . . . . 130
a'. Soluciona la cuestión. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 131
b'. Plantea otra duda: por qué el arte médico no es parte de la ecó·
nómica............................. . . . . . . . . 132
e'. Dice que la naturaleza aporta las cosas necesarias . . . . . . . . . 133
b. Afirma que una pecuniativa es laudable y otra vituperable . . . . . . 134
89
122. El Filósofo, luego de haber mostrado cómo el cambio pecuniario
fue introducido por ley, señala aquí que tal adquisitiva de dinero es
infinita. Da dos pasos: indica el propósito y asigna la causa.
123. Dice que las riquezas que se adquieren por esta pecuniaria campso-
ria que versa toda ella acerca de los dineros son infinitas. Lo prueba
con esta razón: en todo arte el deseo del fin es infinito pero el deseo de sus
medios o de las cosas que se ordenan al fin no es infinito sino que tiene tér-
mino de acuerdo a la regla y medida del fin; por ejemplo, el arte médico in-
tenta la salud de manera infinita pues produce toda la salud que puede; pero
la medicina no da todo lo que puede o no utiliza todas las medicinas sino en
la medida en que son útiles para sanar; y lo mismo sucede en las demás artes.
Dice que, por la razón anotada, parece que es necesario que haya algún lí-
mite o término de riquezas en la económica. Pero si alguien observa los he-
chos parece que sucede lo contrario: todos los económicos tratan de aumen-
tar los dineros hasta el infinito, queriendo tener dineros para las cosas útiles
de la vida.
90
126. Asigna la causa de que los administradores de las cosas se dediquen
a veces a aumentar infinitamente las pecunias.
Dice, en primer lugar, que la causa de esa disposición o tendencia de los ad-
ministradores de las casas a buscar aumentar sin límite la pecunia está en que
los hombres se afanan por vivir de cualquier manera y no por vivir bien, que
es el vivir de acuerdo a la virtud. Si intentaran vivir de acuerdo a la virtud es-
tarían contentos y satisfechos· con las cosas que bastan para el sustento de la
naturaleza. Pero como, dejando de lado ese intento, ansía vivir cada uno se-
gún su voluntad y capricho, de ahí que cada uno intenta adquirir aquellas co-
S!iS mediante las cuales pueda cumplir su voluntad; y como la concupiscencia
o deseo desordenado de los hombres tiende al infinito, de ahí que deseen ili-
mitada o infinitamente las cosas con las que puedan dar satisfacción a su de-
seo desordenado.
Ciertamente hay algunos que tienen empeño en vivir bien, pero a esta preo-
cupación por vivir bien añaden la que se refiere a los placeres corporales: di-
cen que nr existe vida buena si el hombre no disfruta de esos placeres y por
eso buscan aquellas cosas con las que puedan satisfacer sus gustos y comodi-
dades y,,;_ mo creen encontrarlas en las riquezas abundantes, de ahí que toda
su preocupación parece consistir en la adquisición de muchas pecunias.
Hay que tener presente que el Filósofo asigna la causa de las cosas que com-
peten al administrador de la casa a partir de la intención o fin de la vida hu-
mana, porque el administrador de la casa tiene por fin la vida buena de los
que conforman la casa. Por consiguiente, el primer abuso consiste en que los
hombres por no tener una recta preocupación por la vida buena codician ad-
quirir pecunias ilimitadamente.
91
ceres corporales, intentan obtener pecunias por otros medios y abusan de
cualquier poder o posibilidad y oportunidad, por ejemplo, de la virtud, del
arte, del oficio, al margen de la naturaleza propia de éstas.
Así, por ejemplo,· la fortaleza es una virtud y su actividad propia no es acu-
mular pecunias sino transformar al hombre en audaz para agredir y resistir;
por consiguiente, si alguien usa de la fortaleza para acopiar riquezas no utili-
za la fortaleza de acuerdo con la naturaleza. De manera semejante acontece
con el arte militar: éste se ordena a la victoria; y el arte médico, a la salud;
ninguna de las dos a la pecunia: pero algunos convierten el arte militar y el
arte médico en instrumentos para adquirir pecunia y así hacen que ambos
sean pecuniarios, adquisitivos de pecunia, ordenando ambos artes a la pecu-
nia como al fin al que se ordena todo lo demás; de ahí las palabras del Ecle-
siastés 10, 13: "al dinero obedecen todas las cosas".
.
129. Concluye, epilogando de lo anterior, que lo dicho de la pecuniaria
no necesaria, de la que adquiere pecunia sin término como fin, se
aplica también a la pecuniaria necesaria, que es distinta de la anterior: adquie-
re las pecunias dentro de ciertos límites pero por otro fin, por tener lo nece-
sario para la vida. Pero propiamente la económica versa sobre las cosas con-
formes con la naturaleza, como las correspondientes a la alimentación; y és-
ta no es infinita como la primera pecuniaria sino que tiene límites. O puede
entenderse también que la misma pecuniaria necesaria es distinta que la no
necesaria, pero que es económica y que no imita a la no necesaria.
Y lo prueba por el hecho de que tanto en la casa como en la ciudad, por fuer-
za, tienen que existir hombres y las cosas necesarias para esos hombres. La
92
política no hace a los hombres sino que los recibe engendrados ya por la na-
turaleza y usa de ellos. De la misma manera ni la política ni la económica
producen el .alimento sino que la naturaleza lo aprovisiona sea de la tierra co-
mo los frutos, sea del mar como los peces, sea de cualquier otra parte. En
consecuencia, producir y adquirir alimento no es obra o función propia e in-
mediata ni de la política ni de la económica, sino que su función específica
es administrar adecuadamente la ciudad y la casa. Del mismo modo vemos
que no es específico del tejedor o textilero el fabricar la lana sino el usar de
ella y el conocer qué lana es idónea para su trabajo y cuál es mala e inepta.
Así también, por consiguiente, la naturaleza que genera a los hombres y a los
alimentos, auxilia o suministra a la ecónomica; y lo mismo también la pecu-
niaria adquisitiva sirve a la económica como la naturaleza que produce la lana
sirve al arte textil, y también la mercantil o comercial que la adquiere.
93
les, es decir, la adquisitiva de alimentos o de dineros para cambiarlos por ali-
mentos. Pero si, por el contrario, alguno obtiene la pecunia no de las cosas
naturales sino de los dineros mismos, esto no es conforme a la naturaleza.
134. Expuestas las dos pecuniarias, señala cuál de ellas es laudable y cuál
vituperable. Dice que existen dos pecuniarias: una llamada campsoria
que obtiene la pecunia de las pecunias y que tiene por finalidad las pecunias
mismas; otra que es la económica, que obtiene las pecunias de las cosas natu-
rales como son los frutos y los animales. Esta segunda es necesaria para la vi-
da de los hombres y por eso se alaba. La otra invierte o altera lo necesario se-
gún la naturaleza por lo exigido conforme a los deseos desordenados o con-
cupiscencias, y por eso con razón y justicia se la vitupera: ni es conforme con
la naturaleza, ni se obtiene de las cosas naturales, ni se ordena a remediar la
necesidad de la naturaleza, sino que tiene su origen en el mutuo intercambio
de dineros, es decir, el hombre se lucra mediante el cambió de dineros por di-
neros.
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10
95
l. Tales modelos o planes proceden de escritos . . . . • . . . . . . .. . 145
2. Esos ejemplos tienen que ser estudiados . . . . . . . . . . . . . . .. . 146
A. Expone su propósito . . . . . . . . . . . . . . . . . • . . . . . . . .. . 146
B. Narra dos ejemplos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . 147
A'. El de Tales de Mileto. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 147
a. Lo propone .....•.................. , . . .. . 147
b. Indica para qué es útil a la pecuniaria . . . . . . . . . •. . 148
B'. El de Dionisio de Siracusa . . . . . . . . . . . . . • . . . . .. . 149
a. Narra el hecho . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . .. . 149
b. Muestra que coincide con el anterior . . . . . . . . . •. • 150
135. El Filósofo, una vez que enseñó a conocer el origen, las propiedades
y las partes de la pecuniaria, trata aquí lo referente a su uso o prác-
tica. Dice cuál es su propósito y después lo desarrolla.
Dijo antes que la pecuniaria necesaria es aquélla por la que el hombre adquie-
re la pecunia de las cosas que la naturaleza suministra para la necesidad de la
vida humana, y que tiene dos partes.
96
quien desea lucrar pecunia de ellos sea experto en cuáles son más caros y en
qué lugares, pues algunos de ellos abundan en ciertas regiones, para que así
compre en el lugar donde abundan y venda donde son caros.
Es claro, por consiguiente, que éstas son las partes o clases primarias y pro-
písimas de la pecuniaria; y se dicen primarias y propísimas porque de esa ma-
nera se adquiere la pecunia a partir de las cosas naturales, por razón de las
cuales fue inventado originariamente el dinero.
Respecto de esas partes da tres pasos: distingue las partes de esa pecuniaria,
se excusa de no realizar un análisis más detallado y aclara afirmaciones ante-
riores.
97
141. La tercera es la mercenaria, el trabajo asalariado: la de quienes alqui-
lan su trabajo por el sueldo o el precio de pecunias. En ésta existe
una diferencia: hay una necesaria que se realiza mediante las artes útiles, co-
mo el arte de trabajar con el fuego y ministerios semejantes; y otra que se
realiza mediante trabajo que no requiere arte y que es útil únicamente para
trabajos corporales y en las que sólo se utiliza el cuerpo, por ejemplo, aque-
llos que son llevados a cavar en los campos o a algo parecido.
Esta clase comprende diversos géneros según las diversas especies de metales
como oro, plata, hierro y demás.
144. Explica algunas afirmaciones que hizo acerca de las actividades vi-
les y faltas de arte o especialización. Las actividades más científi-
cas o especializadas son aquéllas en las que hay un mínimo de casualidad o
azar; decimos que algo es fortuito o que se produce fortuitamente cuando
se realiza al margen de la previsión racional, en la cual consiste precisamente
el arte; luego aquellas actividades cuyos resultados están muy sujetos al azar
o la suerte tienen poco de arte o de artificiosas o artesanas; por ejemplo,
quienes pescan con anzuelo. Por el contrario, las actividades cuyos efectos
están poco sometidos a la fortuna son las artificiales o las que exigen más ar-
te, por ejemplo, la de los forjadores y otros artífices. Las más abyectas y vi-
les son aquéllas en las que más se mancha el cuerpo, como la de los fogone-
ros y la de quienes limpian las calles. Son más serviles aquéllas en que el ma-
_yor uso se hace por parte del cuerpo y el mínimo por parte de la razón, por
ejemplo, la de los cargadores, los mensajeros o corredores y semejantes. In-
nobilísimas entre todas son las que requieren el mínimo de virtud anímica o
corporal, como se manifiesta en algunas de las citadas.
98
145. Propone modelos útiles para las citadas partes de la pecuniaria, to-
mados tanto de los escritos como de los hechos históricos.
Algunos sabios escribieron sobre los temas anteriores; por ejemplo, uno de
nombre Carétides de Paros y Apolodoro de Lemnos escribieron acerca del
cultivo de la tierra desnuda y plantada; entre los latinos Paladio; y otros es-
cribieron sobre otros tópicos. Quien tenga preocupación sobre los proble-
mas anteriores tiene que tratar de conocer lo expuesto en sus libros.
Dice que no sólo es oportuno considerar los libros sino también los planes y
métodos dispersos en d.iversas descripciones mediante los cuales algunos ob-
tuvieron gran cantidad de pecunia: eso será útil para quienes pretenden ad-
quirir pecunias.
147. Añade dos ejemplos. Acerca del primero, lo expone y dice para qué
es útil.
Tales de Mileto, uno de los siete sabios, fue el primero que comenzó a estu-
diar la filosofía de la naturaleza, mientras los otros seis sabios se ocupaban de
las realidades humanas. El hecho tiene cierta importancia útil para adquirir
pecunias, aunque hay que atribuirlo no al deseo inmoderado de pecunia sino
a la ciencia; sin embargo, de este hecho se puede tomar un modelo o plan
universal para obtener pecunias. Como se le reprochase por algunos su pobre-
za y que su filosofía era inútil para él, observó por la astrología en la que era
perito que en el año siguiente habría gran abundancia de aceitunas fuera de
lo acostumbrado, pues en ese año también había habido abundancia y en la
mayoría de los casos hay escasez después de un año de abundancia. Siendo
todavía invierno, dio a los cultivadores de olivos en las ciudades de Mileto y
Quíos, que esperaban una cosecha pequeña, unas pocas pecunias como arra
del fruto del año siguiente. Pues bien, cuando llegó el tiempo de las aceitu-
nas, habiendo simultánea y súbitamente muchos que las querían comprar, fi-
jó el precio como quiso; y así, recogiendo una gran suma de pecunia, demos-
tró que a los filósofos les es fácil enriquecerse si lo desean, pero que su afán
no se ordena a eso. De esa manera demostró Tales su sabiduría.
148. Indica la utilidad de ese ejemplo para la pecuniaria: es muy útil para
adquirir pecunias el que alguien pueda preparar y asegurar una venta
exclusiva o monopolio, o sea, que únicamente él venda algunas cosas en la
ciudad.
99
149. Pone un segundo ejemplo: narra el hecho y señala que coincide con
el anterior.
Hubo en Sicilia un hombre que poseía pecunia guardada por él mismo y con
ella compró a la vez todo el hierro de las fundiciones. Luego, cuando llegaron
los mercaderes, sólo él vendía y, aunque no subió en exceso el precio con el
fin de vender más rápidamente, obtuvo un beneficio de cien talentos sobre
un capital de cincuenta. Dionisia, tirano de Siracusa, al ver que se había enri-
quecido mucho, le ordenó que en adelante no habitará en Siracusa, si bien le
permitió llevar consigo las pecunias. Los tiranos juzgan inconveniente para
ellos que algunos ciudadanos se enriquezcan mucho, como se verá más ade-
lante.
100
11
2o. Manifiesta que esta cuestión tiene que ser considerada independiente-
mente. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 196
3o. Distingue los modos por los cuales es posible la comunicación de los
bienes poseídos entre los ciudadanos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 196
lo. Describe los males que se seguirían de la comunidad de las posesiones . 197
l. Divisiones en la ciudad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 197
101
2. Muchos litigios entre los hombres . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 198
3. Discordias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . . . . . . . . . . . . . . • . • 199
3o. Porque por la posesión común sobrevendrían tales males que harían
imposible la comunicación social . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 206
Distingue los modos según los cuales es posible que los ciudadanos comuni-
quen en los bienes poseídos o que tengan los bienes en posesión común. Es-
tablece tres modos. El primero es que cada uno posea por separado su propio
campo pero que los frutos de los campos sean llevados al común y distribui-
dos entre todos; esto se observa en algunas naciones. El segundo modo con-
siste, por el contrario, en que la tierra sea común y que se cultive comunal o
comunitariamente y que los frutos de los campos se dividan entre los ciuda-
danos para el uso propio de cada uno; este modelo rige entre ciertos bárba-
ros. El tercer modo o sistema es que los campos y los frutos sean comunes:
lo que Sócrates decía que había que establecer por ley.
102
197. Muestra qué es lo verdadero sobre el tema en cuestión. En primer
lugar, impugna la ley de Sócrates acerca de la comunidad de pose-
siones indicando los males ·que se seguirían y, después, los bienes que desapa-
recerían.
Respecto de los males da tres razones. Primera: si las posesiones fuesen co-
munes de todos los ciudadanos sería necesario o bien que los campos fuesen
cultivados por extraños, o bien por los ciudadanos.
En el primer supuesto surmría una dificultad pues sería difícil encontrar tan-
tos agricultores extraños. A pesar de ello, este sistema sería más fácil que si
algunos ciudadanos trabajasen los campos: esto sí presentaría multiplicidad
de obstáculos.
No sería posible que todos los ciudadanos cultivasen los campos sino que
(como ocurría en la república platónica) los de mayor categoría se dedica-
rían a los asuntos más importantes y los otros a la agricultura y, sin embargo,
los más preparados y que menos trabajaban en la agricultura recibirían más
frutos. De esta manera, la percepción de los frutos no correspondería por
igual y en proporción a los trabajos o actividades agrícolas. Por fuerza nace-
rían acusaciones y litigios, pues los que más trabajaban murmurarían de los
que trabajaban poco y recibían mucho, mientras ellos recibían poco traba:-
jando más. De esta manera se evidencia que de esa ley no se seguiría la uni-
dad de la ciudad, como Sócrates pretendía, sino más bien divergencias.
103
200. Señala los bienes que desaparecerían por razón de la ley o sistema
de la comunidad de posesiones. Indica tres. El primero de los cuales
sería que si se estableciese un orden en las ciudades como el que hoy existe,
es decir, que las posesiones estuviesen divididas entre los ciudadanos y que
además se mejorará con buenas costumbres y leyes justas, habría una gran
diferencia y superioridad de bondad y de utilidad respecto de lo que Sócrates
proponía. En efecto, en ambos sistemas o situaciones existe algo de bueno,
ventajas en las posesiones propias y ventajas en las posesiones comunes.
Del hecho de ser las posesiones propias se sigue que las administraciones o
gestiones o procuraciones están divididas, cuidando cada uno de su posesión.
Y de esto se siguen dos bienes. Uno, que, como cada ciudadano cuida y se
mete en lo suyo propio y no en lo de los otros, no hay los litigios que suelen
acontecer cuando muchos tienen que administrar o procurar una misma co-
sa, pues a uno le parece que hay que actuar de una manera y a otro de otra.
Otro segundo bien es que cada uno aumentaría más su posesión aplicándose
y entregándose solícito a ello como a cosa propia. De esta suerte las propie-
dades estarán divididas, pero por la virtud de los ciudadanos que serán entre
sí liberales o generosos y benefactores, serán comunes en cuanto al uso, cum-
pliéndose lo que reza el proverbio: los bienes del amigo son bienes comunes.
104
202. Expone una segunda razón sobre los bienes. No se puede describir
fácilmente lo deleitable que es sentir y pensar que algo es propio de
uno mismo. Este placer proviene de que el hombre se ama a sí mismo y por
ello quiere para sí los bienes. Y no carece de finalidad el que alguien se tenga
temor a sí mismo sino que es natural. A veces, sin embargo, se vitupera y cri-
tica con razón y justicia por el hecho de que alguno es amante o amador de
sí mismo. Pero cuando se le achaca esto como vituperio no es porque simple-
mente o en absoluto se· ame a sí mismo sino porque se ama más de lo pre-
ciso o debido; así como se vitupera y condena a los amantes de las pecunias
siendo así que todos de alguna manera las aman: los amantes de las pecunias
son vituperados y reprendidos porque las aman más de lo justo. La ley de
Sócrates erradica este placer de tener cosas _propias.
203. La tercera razón propuesta dice que es muy placentero que el hom-
bre haga donaciones y preste auxilio a los amigos o a los extraños o
a cualesquiera otros: lo cual se realiza por el hecho y con la condición previa
de que el hombre tiene posesión propia. Luego también el sistema o ley de
Sócrates anula este biim al suprimir la propiedad de las posesiones.
Por último concluye que estos inconvenientes acontecen a quienes pretenden
unir excesivamente a la ciudad o a los ciudadanos introduciendo la comuni-
dad de posesiones, y dé esposas, y de hijos.
205. La segunda razón que aduce es que la citada ley socrática aparente-
mente parece buená y hasta atractiva y amable para los hombres.
Por dos motivos. ·
El primero, por el bien que uno sospecha que se obtendrá en el futuro por ra-
zón de esa ley. Cuando uno oye que entre los ciudadanos todas las cosas se-
rán comunes, recibe esto con alegría y gozo pensando en la admirable y ma-
ravillosa amistad futura de todos para con todos.
105
El segundo, por los males que piensa que desaparecerán por dicha ley. Uno
denuncia los males que existen actualmente en las ciudades, por ejemplo, los
pleitos entre los hombres por razón de los contratos, los juicios por perjuioio
o falso testimonio, las adulaciones de los pobres a los ricos, como si todos
estos males existiesen por razón de que las posesiones no son comunes.
Pero si alguien examina y pondera rectamente las cosas, nada de esto aconte-
ce por el hecho de que las posesiones no sean comunes sino por la malicia o
maldad de los hombres. En efecto, vemos que quienes poseen algunas cosas
en común tienen muchas más divergencias entre sí que quienes mantienen las
posesiones separadas. Pero como son pocos los que tienen las posesiones en
común en comparación con quienes las poseen divididas, de ahí que proven-
gan menos litigios de la comunidad de posesiones. Pero si todos las tuviesen
en común habría muchísimos más litigios.
206. La tercera razón que señala es que el hombre no sólo tiene que exa-
minar de cuántos males se liberan quienes tienen en común las po-
sesiones y las esposas sino también de cuántos bienes se privan. El legislador
debe soportar algunos males para no privar de bienes mayores. Por esa ley de
Sócrates se priva de tantos bienes que parece resultar imposible la conviven-
cia o trato social, como consta por los inconvenientes anotados.
106
EL GOBIERNO
DE LOS PRINCIPES
12
742. Además, a los otros animales les es ínsita la industria natural para
todas aquellas cosas que les son útiles o nocivas, por ejemplo, la
109
oveja por naturaleza estima al lobo como enemigo. También otros animales
por industria natural conocen algunas yerbas medicinales y otras necesarias
para su vida. El hombre, por el contrario, de estas cosas que son necesarias
para la vida sólo tiene conocimiento natural en común o en general, como
quien valiéndose de la razón a partir de los principios universales llegue al co-
nocimiento de los singulares que son necesarios para la vida humana. N o es,
pues, posible, que un hombre solo alcance todas estas cosas por su razón. Es
necesario, por ello, que el hombre viva en muchedumbre para que uno se
ayude del otro y los diversos hombres se ocupen de inventar o encontrar por
la razón cosas diversas, por ejemplo, uno en medicina, otro en otra cosa, otro
en otra.
110
po: hay uno principal que mueve a los demás, como el corazón o la cabeza.
Es necesario, en consecuencia, que en toda multitud haya algo regitivo, algo
que gobierne.
825. a) Para la vida buena un hombre requiere dos cosas: una principal,
que es obrar de acuerdo a la virtud, pues en la virtud se vive bien;
otra secundaria y como instrumental, es decir, la suficiencia de bienes cor-
porales, cuyo uso es necesario para la actividad virtuosa.
111
De esta forma, establecida por oficio del rey la vida buena en la multitud, lo
consecuente es que se afane en su conservación.
Otro impedimento para la conservación del bien público, proveniente del in-
terior, consiste en la perversidad de las voluntades, pues o bien son desidiosos
para realizar las cosas que requiere la república, o bien son además nocivos
para la paz de la multitud ya que al transgredir la justicia perturban la paz
de los otros.
El tercer impedimento para la conservación de la república proviene del
exterior, porque la paz se disuelve por las incursiones de los enemigos y a ve-
ces se destruye totalmente el reino o la ciudad.
112
cual se realiza, en cada una de las cosas citadas, al corregir si existe algo de--
sordenado, suplir lo que falta, empeñarse en perfeccionar lo que puede hacer-
se mejor; por eso también el Apóstol, en 1 Corintios 12, 31, amonesta a los
fieles para que siempre emulen los mejores carismas.
Estas son, por consiguiente, las cosas que pertenecen al oficio del rey, de ca-
da una de las cuales es necesario que tratemos singular y cuidadosamente.
113
13
834. Después de elegida la región hay que seleccionar el lugar idóneo pa-
ra fundar la ciudad, en el cual parece que ante todo se requiere la sa-
lubridad del aire ... Conviene que el lugar elegido para construir la ciudad
sea lejano de los pantanos ...
114
835. Y conviene también. trazar el lugar destinado a la ciudad disponién-
dola moderada y adecuadamente al frío y al calor de acuerdo a las
diversas variaciones del cielo ...
837. Y lo mismo que aire templado así también se requiere agua sana,
pues de ellos depende en grado máximo la salud de los cuerpos ya
que son los que con más frecuencia se utilizan para los usos humanos ...
838. Y hay otro signo por el que se puede juzgar la salubridad del lugar,
a saber, si las caras de los hombres que viven en ese lugar aparecen
coloradas, los cuerpos robustos y los miembros bien dispuestos, si hay mu-
chos niños y vivaces, y si allí mismo se encuentran muchos ancianos. Por el
contrario ...
839. Es preciso que el lugar elegido para construir la ciudad no sea sola-
mente de tal calidad que conserve la salud de los habitantes sino
que además tenga suficiente fertilidad para el mantenimiento. Pues no es
posible que la multitud de hombres habite donde no hay abundancia de
vituallas ...
840. Son dos los medios mediante los cuales la afluencia de cosas puede
estar a disposición de la ciudad. Uno, el ya dicho, por la fertilidad
de la región que produce abundantemente todas las cosas necesarias para la
vida humana. Otro, por el uso del mercado, mediante el cual se traen de di-
versas partes las cosas que se requieren para las necesidades de la vida.
115
841. Además, es más útil para la comunicación o conversacwn social,
pues la ciudad que necesita para su abastecimiento de gran número
de mercaderes padece necesariamente el trato continuo con extranjeros. El
trato de los extranjeros corrompe las costumbres de muchas ciudades, de
acuerdo a la doctrina de Aristóteles en su Política 1 , porque acontece necesa-
riamente que vengan hombres extraños educados en otras leyes y costumbres,
en muchos casos obran de manera distinta a las costumbres de los ciudada-
nos, y así, mientras los ciudadanos son inducidos por el ejemplo a imitar esas
cosas, se conturba la convivencia social.
Además, si los mismos ciudadanos se dedican a ser mercaderes, se abre la
puerta a muchos vicios, pues como el afán de los mercaderes tiende en grado
máximo al lucro, por el uso del negocio la codicia se arraiga en los corazones
de los ciudadanos; de lo cual se sigue que en la ciudad todas las cosas se tor-
nan venales o vendibles y, desaparecida la fidelidad, se abre el lugar para los
fraudes, y despreciado el bien público, cada uno servirá a su propio provecho
y fallará el trabajo de la virtud al otorgarse el honor, que es premio de la vir-
tud, a todos; de donde necesariamente en tal ciudad se corromperá la convi-
vencia social.
116
talmente expuesta a los negocios. Sin embargo, no conviene excluir total-
mente a los negociantes de la ciudad, porque no se puede encontrar con faci-
lidad un lugar en que abunden todas las cosas necesarias para la vida y que no
necesite que algunas tengan que ser transportadas desde otras partes; y de las
mismas cosas que en el lugar sobreabundan, tal abundancia·también resulta-
ría nociva para algunos si no pudiesen ser transferidas a otros lugares por el
oficio de los mercaderes. Luego es necesario que la ciudad perfecta utilice
moderadamente d~ los mercadere'S.
848. Dichas estas cosas que se requieren para el ser sustanciai de la civili-
dad, o del gobierno político, o del régimen real ... hay que tratar
de otras ...
Lo primero es que en todas las partes de su gobierno o jurisdicción abunden
las riquezas naturales, así llamadas por Aristóteles en el 1 de la Política 3 , o
porque son naturales, o porque el hombre las necesita naturalmente, como
son los sembradíos, los viñedos, los bosques, las selvas, los viveros o criaderos
de animales y de aves ...
849. La razón de esto es triple. La primera, por parte del uso de la cosa
misma, porque parece que uno se deleita más con la cosa propia que
con la ajena por razón de que le está más unida. En expresión de Dionisio4 ,
"la unión es propiedad del amor". El deleite se sigue del amor. Cuando, pues
está presente lo que se ama, trae también consigo delectación.
Más todavía: la misma diligencia del trabajo ejercida sobre tales cosas, en la
cual el hombre más se alegra consigo mismo cuanto más difícil es el trabajo o
la obra ...
117
850. La segunda razón se toma por parte de los oficiales del rey, pues si
fuese preciso que recurriesen en orden a las cosas necesarias para la
vida de su señor a los que las venden, algunas veces se generarían escándalos
entre los súbditos, es decir, sea por el comercio de las cosas en que daña la
avaricia que acompaña al que compra y al que vende, sea porque el fraude
conturba o intranquiliza; de ahí que se diga en los Proverbios 20-14: "Es ma-
lo, dice todo comprador, y cuando se aleja, entonces se alegra", como si con
el fraude frustrase al vendedor; y en el Eclesiástico 42,5 se nos amonesta que
cuidemos de la corrupcción de la compra y de los negociantes, como si esto
fuera propio de ellos al mercar.
Más· aún: por el comercio se establece familiaridad con las mujeres, por lo
cual sea por la conversación incauta entre ambos, sea por la mirada o el as-
pecto, sea por el gesto se produce celotipia entre los ciudadanos y de ahí
se excitan contra el gobierno.
851. La tercera razón, que tomamos por parte de las cosas mismas que se
venden, confirma esto mismo. Las vituallas que se venden no care-
cen en 1a mayoría de los casos de defecto o sofisma y por ello no son de tan-
ta eficacia para la nutrición como los propios ...
Además, la vituallas propias son de mayor seguridad para todos porque las
otras pueden ser más fácilmente envenenadas por el extraño o ser nocivas,
que las que se reponen en el propio hórreo o almacén.
852. No sólo las cosas citadas anteriormente pertenecen a las riquezas na-
turales sino también los ·diversos géneros de animales por la misma
razón y causa, según se mostró en lo precedente. Sobre ellos se dio al primer
padre, como a predominante de toda la naturaleza humana, el privilegio de
dominar y gobernar, como está escrito en Génesis 1, 28 ...
Por tanto, corresponde a la majestad regia usar y abundar de las mismas, y
cuanto más domine sobre ellas tiene principado tanto más semejante al del
primer señor, ya que todas las cosas están dispuestas u ordenadas para el uso
del hombre desde el origen de la creación. Por lo cual, el Filósofo dice en el
I de la Política 5 que "la caza de animales silvestres es naturalmente justa ya
que por ella el hombre reivindica lo que es suyo". Y de la pesca y de la vola-
tería o cetrería se puede decir análogamente lo mismo; de ahí que la natura-
leza proveyó de aves rapaces y de perros para realizar este oficio. Pero como
sobre los peces no hay aptitud IJara estos medios o ministerios, en lugar de
perros y aves el hombre inventó las redes.
118
853. Así, pues, para s9stenimiento y decoro del reino el rey necesita de
los bienes citados; de algunos para el usó y la comida, como son los
peces y las aves, las manadas de reses y los rebaños de ovejas ... De otros
animales el rey necesita para el trabajo o ministerio, como son los caballos y
mulos, asnos y camellos, aptos para diversas labores o ministerios según las
distintas costumbres de las regiones ...
860. Para la protección de su reino son necesarias al rey las riquezas ar-
tificiales, como son el oro y la plata y los otros metales, y las mo-
nedas fundidas con ellos. Supuesto que, según la naturaleza, sea necesario
el colegio o colectividad para constituir el gobierno y, por consiguiente, el
rey o cualquier señor que gobierne a la multitud, es necesario concluir ulte-
riormente algo conexo con ello, es decir, el tesoro, como es el oro y la plata
y la moneda fundida con ellos, sin el cual el rey no puede ejercitar conve-
niente y oportunamente su gobierno; lo cual puede mostrarse por muchos
caminos.
A)
861. El primero se manifiesta por parte del rey. Para realizar conmuta-
ciones o intercambios el hombre usa oro o plata o moneda come
instrumento; por lo que el Filósofo expresa en el V de la Etica 6 que "la
moneda es como el fiador de la necesidad futura, porque contiene todas las
cosas como el precio de las mismas". Si, pues, cualquiera necesita, mucho más
el rey ya que si simpliciter ad simpliciter, et magis ad magis.
119
ne a los grandes dispendios"; los grandes gastos corresponden al magnánimo,
que es el rey, como el mismo Filósofo añade en idéntico lugar¡; ... Esto no
puede realizarse sin el instrumento de la vida, que es la moneda, o el oro, o la
plata, que es lo que dijimos antes. Luego se concluye que, por parte del rey,
le es necesario el tesoro, el cual contiene riquezas artificiales.
B)
10 Política, 1.1, c.2 (Bk 1252 a 26-34); Tomás de Aquino, Comentario a la Política, lec-
ción 2.
120
leza del prestatario es ésta: que le es difícil devolver el préstamo. De ahí corre
la sentencia atribuida a Bianto, uno de los siete sabios: "Si prestas pecunia al
amigo, perderás al amigo y la pecunia". Luego es necesario para el rey el jun-
tar riquezas artificiales por las razones expuestas en relación al pueblo en ge-
neral y en especial.
C)
868. La tercera vía para probar esto mismo se toma en relación a lasco-
sas y a las personas que están fuera del dominio del rey; de las cua-
les hay dos géneros.
Uno, el de los enemigos. Contra ellos es necesario que el erario público del
rey esté lleno. En primer lugar, para los gastos de la familia real; segundo, pa-
ra las soldadas o paga o estipendios necesarios cuando mueve P.l ejército con-
tra los enemigos; el tercero, para rehacer o para constmir defensas o forti-
ficaciones con el fin de que los enemigos no invadan los términos de su reino.
El otro género tiende o dice relación al aumento del reino; para lo cual el rey
necesita del tesoro. Sucede a veces que las regiones padecen o bien penuria o
carestía, o bien por el peso de las deudas, o también por los enemigos y en-
tonces acuden al subsidio del rey y cuando les ayuda con el instrumento de
la vida, que es el oro o la plata o cualquier moneda, las regiones se le some-
ten y así aumenta el reino.
869. En conclusión de lo dicho está claro que las riquezas artificiales son
necesarias al rey para la conservación de su gobierno o régimen por
las tres causas ya señaladas ... Y todo ello porque, como afirma el Filósofo
en la Etica 1 2 y ya se dijo, son insti·umentos de la vida humana.
887. Después de eso, para la solidez del dominio, sea real sea político,
son necesarias las fortalezas, en las cuales se refugien los domésticos
121
del rey o el mismo rey ... Esto lo hacen en todas las partes los reyes, que en
cada una de las ciudades y castillos o campamentos tienen un alcázar o lugar
fortificado especial donde residen la familia del rey y sus oficiales. Son varias
las causas o razones de esto.
889. La segunda razón se asume por parte del pueblo, el cual se mueve
más por las cosas sensibles o apariencias que guiado por la razón. Al
ver los magníficos gastos de los reyes en las fortificaciones, por admiración,
más fácilmente se inclinan a la obediencia y se disponen a sus mandatos, co-
mo el Filósofo sostiene en el VI de laPolítica 13 o
Además, tienen menor motivo o causas sea para rebelarse sea para entregarse
a los enemigos cuando están muy hostilizados por éstos. Cuando los reyes
tienen presentes a los ministros en las fortalezas, éstos se sienten solicitados o
motivados más audazmente para su defensa o ••
890. Y también son necesarias las fortalezas a los príncipes para conser-
var las riquezas, que deben tener en abundancia, como ya se dijo, y
para que puedan hacer uso de ellas con su familia más libremente y así los
ministros están más prestos a preparar lo necesario ...
891. Otra cosa también es necesaria al rey para el buen gobierno del rei-
no, y a lo cual se ordenan las mismas fortalezas, y es que se cons-
truyan caminos seguros y aptos para el tránsito tanto de los extranjeros co-
mo de los indígenas o naturales como de sus gobernantes. Las vías o caminos
son comunes a todos por cierto derecho natural y las leyes de las gentes o
pueblos, por lo cual está prohibido que nadie las ocupe ni el derecho sobre
ellos puede ser adquirido por prescripción alguna ni por el transcurso del
tiempo ...
Para que las vías sean libres en su comunidad y seguras para los transeúntes,
los derechos permiten a los príncipes los peajes. De ahí que, observando los
príncipes las cosas dichas sobre los transeúntes, los oficiales de los príncipes
pueden con justicia exigir esos peajes y los viajeros están obligados a pagarlos
debidamente.
122
892. Más aún, la seguridad de las vías es fructífera para los príncipes en
un régimen real, porque así confluyen más los comerciantes con sus
mercaderías y el reino crece en riquezas ...
123
14
124
cambios. Y aunque son muchos los géneros de intercambio, como consta por
el Filósofo en el I de la Política 3 , sin embargo, el cambio con moneda es el
más expedito o fácil entre todos; por cuya causa se dice que se inventó la
moneda. De ahí que la política o policía de Licurgo, quien fue el primero en
dar leyes a los partos y a lo~ lidios y en las que les prohibía las monedas, per-
mitiendo únicamente el solo intercambio directo o trueque de productos o
mercaderías de unos y otros, fue reprobada por el Filósofo4 , como consta
por lo dicho anteriormente. Por lo cual, él mismo concluye en el libro de la
Etica 5 que la moneda fue instituida por la. necesidad de las transacciones,
porque mediante ella el comercio se hace más expedito y se quita la materia
del litigio al conmutar. Ciertamente esta doctrina la tenemos desde Abraham,
nuestro padre, que existió mucho tiempo antes que Licurgo y que todos los
filósofos. De ahí que se diga en el Génesis 6 que compró un campo para se-
pultura de los suyos por el precio de cuatrocientos siclos de moneda pública
y aprobada.
898. Pero aunque la moneda sea de suyo o por sí necesaria, es propia, sin
embargo, de todo gobierno y sobre todo del regio o real. Son dos las
causas de ello: una la tomamos por parte del rey y otra por parte del pueblo
súbdito.
A)
3 C. 9 ss. (Bk 1257 s); Tomás de Aquino, Comentario a la Política, lección 7 ss.
125
es decir, en que su imagen está en el dinero que regula a los hombres en sus
comercios o transacciones. Por eso se llama moneda8 , "porque amonesta a
la mente que no haya fraude entre los hombres", pues es medida cierta y de-
bida; para que la imagen del Cesar esté en el hombre recordándole la imagen
divina, según expresa Agustín 9 tratando de esta materia. Y se dice numisma
porque "se señalaba con los nombres y efigie de los príncipes", en expresión
de Isidoro 10 • Por todo lo cual aparece manifiestamente que la majestad de los
señores resplandece con la moneda, y por eso las ciudades y los castillos, o
los príncipes o los prelados impetran de los emperadores el tener moneda es-
pecial propia buscando su propia gloria.
902. Y más todavía: el batir moneda o su factura por autoridad del prín-
cipe produce provecho al rey, porque a ningún otro se permite acu-
ñar con la misma figura e inscripción, según lo ordenan los derechos de las
gentes. En la fabricación o factura de moneda, aunque le está autorizado exi-
gir su derecho de acuñarla, sin embargo todo príncipe o rey debe ser modera-
do tanto en cambiar como en disminuir el peso y el metal, porque esto redun-
da en perjuicio del pueblo al ser la moneda medida de las cosas, como ya se
dijo. Por ello, cambiar la moneda es tanto como cambiar la balanza o cual-
quier peso.
9 Sobre Juan, tract. 40: PL 35, 1691; Sobre los nombres divinos, sennón 90: PL 38,
566.
10 Lugar citado.
11 20, 10.
12 Carta de Inocencio III a Pedro 11 rey de Aragón, abril de 1199: PL 198, 1539 B.
126
También los derechos sobre la moneda favorecen cualesquiera préstamos y
contratos, pues mandan pagar los empréstitos y conservar los pactos de acuer-
do a las monedas de aquel tiempo en la misma medida de cualidad y de canti-
dad.
B)
903. Por parte del pueblo también es necesario que el rey tenga moneda
propia, como ya se ve por las razones expuestas.
Segundo, porque es medida más cierta y segura entre la gente del pueblo. En
efecto, son muchos los que desconocen otras monedas y así los hombres sen-
cillos pueden ser fácilmente prevenidos del fraude, el cual es contrario a la
forma de gobierno real. Sobre esto proveyeron los príncipes romanos. Cuen-
tan las historias que en tiempo de nuestro Señor Jesucristo había una y úni-
ca moneda, que era la de los romanos, en todo el orbe de las tierras y que,
como signo de sujeción, figuraba en ella la imagen de Cesar, la cual recono-
cieron inmediatamente los fariseos provocados por nuestro Señor Jesucristo
para descubrir su impostura; y esa moneda valía diez denarios o dineros usua-
les que cada uno pagaba a los cobradores de impuestos de dichos príncipes
romanos o a sus lugartenientes en las provincias o ciudades o fortalezas.
127
consta por lo dicho. Por eso únicamente recomienda la primera, despreciadas
las otras, de las que se habla después.
905. Hay que concluir, por consiguiente, que para la conservación del do-
minio en todo gobierno y especialmente en el real, es necesaria la
moneda propia, tanto por parte del pueblo como del rey o de cualquier go-
bierno.
906. Después de eso hay que hablar de los pesos y las medidas, que son
necesarios para conservar el gobierno de cualquier señorío, así como
lo es la moneda, porque mediante ellos se pagan los tributos; o porque tam-
bién con ellos se disminuyen en los pleitos y se guarda fidelidad en las com-
praventas; o también porque, al igual que las monedas, son instrumentos pa-
ra la vida humana e imitan la acción de la naturaleza más que la misma mone- .
da porque, como está escrito en el libro de la Sabiduría 14, Dios dispuso todas
las cosas "con número, peso y medida". Si, pues, todas las creaturas están de-
terminadas dentro de estos tres límites, parece que el peso y la medida tienen
su origen o inicio en la naturaleza más que la moneda, y por lo mismo son
m?.s necesarios en la república o en el reino.
14 11, 21.
128
las leyes instituidas por los príncipes tienen ese inicio u origen; de lo con-
trario no serían leyes justas. Ahora bien, los pesos y las medidas son de de-
recho natural porque se adecuan o están de acuerdo con la justicia o igual-
dad natural; luego los pesos y las medidas son necesarias a la naturaleza del
reino o de la política.
909. De ahí que el primer jefe del pueblo israelita, Moisés, como describe
Isidoro 16 , al entregar las leyes divinas, que fueron las primeras, esta-
bleció junto con ellas pesos y medidas, sea para los alimentos y bebidas, co-
mo el efá, y el gomor, y el modio, y el sextario; sea para las tierras y los pa-
ños que tienen medidas cubitales o en codos; sea para el oro y la plata y las
monedas, como la estatera o la balanza y otros pesos. Y de ahí que Moisés, en
el Levítico 17 , como exhortase al pueblo a hacer justicia, añade inmediata-
mente leyes de justicia natural, según expone Orígenes 18 : "No haréis, dijo,
algo inicuo o no ecuo en el peso y en la medida . Balanza justa, pesos ecuos,
modio justo, sextario ecuo".
Isidoro también refiere 19 que Sidón Argo estableció las medidas para los grie-
gos, cuando entonces florecía el reino de los argivos por la misma época de
Moisés. Narran igualmente las historias 20 que Ceres d_io a los griegos en Si-
ción las medidas de la agricultura y del cereal, y por ello fue llamada Diosa
Trigueña y Demetria, del trigo y de las medidas.
910. Por todo esto es claro que conviene naturalmente al rey o a cual-
quier señor, para su buen gobierno, dar al pueblo que le es súbdito
medidas y pesos; por las causas ya señaladas y el ejemplo de los príncipes de
quienes hemos tratado ahora.
911. Hay otra cosa que también pertenece al buen gobierno del reino o
de la provincia o de la ciudad o de cualquier principado, a saber,
que del erario público se provea, por el príncipe que preside, a las necesida-
des de los pobres, de los huérfanos y de las viudas, y se preste asistencia a los
extranjeros y peregrinos. Si ninguna naturaleza falla en lo necesario, como di-
17 19, 35-36.
18 Glosa correspondiente.
~9 En el mismo lugar, Phidon Argivus.
20 Isidoro, Etimologías, 17, c. 3: PL 82, 599.
129
ce el Filósofo en el III de El cielo y el mundo 21 , mucho menos el arte, que
imita a la naturaleza. Entre todas las artes, el arte de vivir bien y de gobernar
es la superior y más amplia, como expone Tulio en Las cuestiones tuscula-
nas22. Luego los reyes y los príncipes no deben fallar a los indigentes en las
cosas necesarias sino que tienen que subvencionarles o socorrerles.
912. Además, en las tierras los reyes y príncipes hacen las veces de Dios y
por intermedio de ellos gobierna al mundo como por causas segun-
das ... Y a Dios corresponde especialmente el cuidado de los pobres para su-
plir la falta o el defecto de su naturaleza. Por lo cual la providencia divina ac-
túa respecto del indigente como el padre en relación a los hijos imposibilita-
dos, sobre los cuales le incumbe mayor solicitud por razón de la más amplia
necesidad. Por eso el mismo Señor considera que se hace con Ello que se ha-
ce al pobre ... Luego para suplir este defecto de los pobres, los príncipes y
prelados, como vicegerentes de Dios en las tierras, son deudores y, como pa-
dres, les obliga o coacciona el ser auxiliadores o defensores de los súbditos,
como expresa el Filósofo en el VIII de la Etica 23 , y deben tener cuidado es-
pecial de los mismos con efectos benéficos...
913. Todavía más: como los reyes y príncipes realizan acciones u obras
comunes para todos y tienen diligencia universal sobre los súbditos,
al no bastarse un hombre solo aún para la propias acciones y ser forzoso que
los hombres fallen en muchas cosas, tal acción u acciones comunes, cuales
son gobernar, juzgar y proveer a cada uno de sus súbditos según el mérito,
sobrepasan la fuerza o capacidad de la naturaleza humana y de ahí que se di-
ga que el gobierno de los hombres o de las almas es el arte de las artes ...
914. Ese defecto se subsana mediante el beneficio de las limosnas con las
que los pobres se sustentan ...
Por consiguiente, las limosnas que hacen los príncipes a los indigentes son pa-
ra ellos como cierto fiador o garante ante Dios para pagar las deudas de sus
130
pecados, lo mismo que el Fil,ósofo 24 afirma · de la moneda respecto de las
cosas venales del comercio. Y así como la moneda es la medida en los inter-
cambios de la vida temporal, así la limosna lo es en la vida espiritual ...
24 Etica, libro 5, capítulo 8 (Bk 1133 b 12); Tomás de Aquino, Comentario a la Etica,
lección 9. ·
131
15
969. Ahora hay que entrar a analizar las diversas especies o clases de do-
minio, de acuerdo a los distintos modos y grados de dominio y prin-
cipado entre los hombres.
132
procede a lo perfecto, ya que la materia existe para la forma y la forma más
imperfecta para la más perfecta, así también en el uso de las cosas natur¡Ues:
las más imperfectas van a parar al uso de las perfectas. Las plantas usan de Ia
tierra para su nutrición, los animales de las plantas, el hombre de las plantas
y de los animales. De lo que se concluye que el hombre domina natural-
mente a los animales. Por lo cual, como ya se indicó antes, el Filósofo prue-
ba en el I de la Política 3 que la caza de animales silvestres es naturalmente
justa, porque por ella el hombre reivindica para sí lo que naturalmente es
suyo.
133
obra o acción de la inteligencia, según consigna el Filósofo en el 11 de la Físi-
ca4. Pero en el hombre no es así, sino que, por el contrario, necesita de ins--
tructor para elegir las cosas proporcionadas a su naturaleza, por lo cual tiene
nodriza o institutriz que le enseñe esas cosas.
1034. Además, los vestidos y protecciones con que se adornan los anima-
les y plantas desde el instante en que nacen y de que el hombre ca-
rece son signos de la indigencia de éste y para adquirirlos es necesario que re-
curra a la multitud o comunidad de los hombres y así se constituye la ciudad ..
Es más: porque son muchos los casos en que los hombres caen por evento
accidental, de los cuales se levantan gracias· a la sociedad ...
Hay que advertir que antes, al inicio del libro primero, se probó que la socie-
dad humana es necesaria y aquí de manera parecida; pero de un modo y de
otro en ambos lugares: porque allí en cuanto se relaciona con el príncipe,
aquí en cuanto que las partes de la multitud son necesarias entre sí, por cu-
ya causa son constituidas las ciudades ...
134
1036. No sólo por parte del cuerpo, o sea, de la virtud sensitiva o dimen-
sión sensible, es persuasivo, y más aún verdadero, que la construc-
ción de la ciudad es necesaria de acuerdo a la naturaleza; sino que también
esto es manifiesto por parte del alma racional; y tanto más cuanto que el
hombre, por racional, lo cual proviene del entendimiento, requiere con ma-
yor necesidad de la sociedad.
Además: son dos los sentidos disciplinables o sujetos a disciplina, según sos-
tiene el Filósofo en El sentido y lo sentido 6 , es decir, la vista y el oído: el
oído corresponde a la multitud ...
Y más aún: el Filó:;;ofo dice en el 1 de la Metafísica 7 que "ordenar es propio
del sabio". El orden requiere multitud. El orden es, según escribe Agustín
en La ciudad de Dios 8 , "la disposición de las cosas iguales y desiguales que
da a cada una lo suyo" o su lugar; lo cual no puede darse sin multitud.
135
mo puede afirmarse de la escritura, que se ordena a la multitud y sin la cual
no podría darse ni explicarse.
1039. Hay otra razón, además de las indicadas, para mostrar que la comu-
nidad de la multitud de hombres es necesaria, a saber, el apetito hu-
mano de comunicar sus obras a la multitud ...
1076. . .. Cuentan las historias que dos hombres fueron elegidos como
cónsules romanos para gobernar a España, de los cuales uno era de-
masiado pobre, otro demasiado avaro. Como se adelantase una denuncia con-
tra ellos en el Capitolio porque litigaban a causa de ello, Escipión el Africano
aconsejó que ninguno de los dos, definiendo a ambos como corruptores del
gobierno político o de cualquier régimen, porque eran a la ciudad como las
sanguijuelas al cuerpo humano. En los Proverbios 30, 15 se dice: "la sangui-
juela tiene dos hijas: dáme, dáme"; como si su principal intención fuera el sa-
car pecunia.
136
Más aún: la naturaleza nada hace en vano, al decir del Filósofo en el 1 de El
cielo y el mundo 9 • Ahora bien, el apetito de quien no tiene riquezas.no por
voluntad sino por forzosidad o necesidad tiende siempre a tenerlas. Por con-
siguiente, si no las consigue se frustrará; y por ello la naturaleza lo impele a
ellas para llenar el vacío que la misma naturaleza no puede soportar. Por lo
mismo es difícil que no se entregue del modo que sea a conseguir riquezas.
137
EL GOBIERNO
DE LOS JUDIOS .
16
726. Recibí las letras de vuestra excelencia ... Lo que en ellas solicitáis,
que responda sobre algunos artículos o preguntas, fue para mí muy
difícil tanto por mis ocupaciones exigidas por la lección universitaria como
porque me hubiera agradado que hubierais solicitado el consejo de otros más
peritos en tales asuntos. No obstante, porque pensé que sería inelegante apa-
recer como un colaborador negligente o como ingrato ante vuestra atención,
procuré responder provisionalmente a vuestras preguntas, sin prejuicio de
una sentencia mejor.
141
728. Según pude colegir por lo que preguntáis a continuación, parece que
vuestra duda aumenta porque los judíos de vuestro territorio, al pa-
recer, no poseen nada que no hayan adquirido sino por usura depravada. En
consecuencia, preguntáis si es lícito exigir de ellos algo, puesto que hay que
restituir lo obtenido por extorsión. Sobre esto parece que hay que responder
que como los judíos no pueden retener lícitamente aquellos bienes que ex-
torsionaron mediante usuras, se sigue que si vos los recibieréis de ellos, tam-
poco os los podéis apropiar lícitamente, a no ser que tal vez los hubieran
arrebatado con extorsión de vos o de vuestros antecesores. Si tales bienes
fueron usurpados a otros, tenéis que restituirlos a aquéllos a quienes se les
arrebató, a quienes los judíos tenían que restituir. Por consiguiente, si se en-
cuentran las personas ciertas a quienes extorsionaron usurariamente, a ellas
se les debe restituir; en caso contrario, tienen que ser destinados a obras so-
ciales benéficas en conformidad con el consejo del obispo diocesano y de
otros varones probos, o también invertirlos en la utilidad común de la tierra,
si la necesidad amenaza o lo requiere la utilidad común. No sería ilícito si, ob-
servada la costumbre de vuestros predecesores, exigieséis tales bienes de los
judíos con esa intención de emplearlos en los usos citados.
729. Preguntábais, en segundo lugar, si, cuando un judío pecare, tiene
que ser castigado con pena pecuniaria, dado que nada tiene que no
haya sido adquirido con usuras. De acuerdo con lo anteriormente expuesto
parece que la respuesta es que es conveniente castigarle con pena pecuniaria,
a fin de que no se lucre con su inequidad. Me parece que el judío o cualquier
otro usurario tiene que ser castigado con mayor pena que los demás porque
no es claro que la pecunia que se le quita le pertenezca. Se puede, pues, agre-
gar alguna otra pena a la pecuniaria pues no parece suficiente sanción el que
solamente deje de poseer la pecunia que debe a otros. Sin embargo, la pecu-
nia quitada a los usurarios en nombre de la pena, si no tienen otra cosa que
usuras, no puede ser apropiada sino que debe ser utilizada en los usos men-
cionados.
730. Si se dice que procediendo así se perjudican los príncipes de las tie-
rras, impútense a sí mismos este daño, como originado en su propia
negligencia. Sería mejor, en efecto, que obligasen a los judíos a trabajar para
ganar su propio sustento, como hacen en algunas partes de Italia, y no que
viviendo ociosos se enriquezcan con usuras y de esta manera los señores sean
defraudados en sus impuestos. Y así, por su culpa, los príncipes son defrau-
dados en sus impuestos, al permitir que sus súbditos se lucren del solo latro-
cinio o hurto. Estarían, pues, obligados a la restitución de todo lo que de
ellos exigiesen.
731. En tercer lugar, se preguntaba si era lícito recibir, más allá de los tri-
butos, pecunia u otro don cuando lo ofrecieran. Parece que la res-
142
puesta es que sí es lícito; pero lo así recibido, si no tienen otra cosa que usu-
ras, hay que devolverlo a quienes se debe o invertirio en los fines o los usos
antes señalados.
143
los obliguéis; de esta manera, por su bondad e ingenio, conseguiréis más para
vos y vuestros súbditos de lo que pudierais adquirir por la venta de tales ofi-
cios ...
734. La segunda duda de esta pregunta o artículo sería acerca del mutuo.
Sobre esto parece que hay que afirmar que si aceptan el oficio por
razón del mutuo o empréstito pactado, se daría sin lugar a dudas pacto usu-
rario ya que recibirían el poder o autoridad del oficio en lugar del mutuo o
préstamo; con esto les daríais ocasión de ser injustos y entonces ellos mis-
mos tendrían la obligación de resignar del oficio así adquirido. Si, por el con-
trario, concediereis gratuitamente los oficios y posteriormente recibierais de
ellos el mutuo, que pudieran percibir de su oficio, esto se puede hacer sin nin-
guna injusticia.
736. Sin embargo, sucede a veces que los príncipes no tienen suficientes
rentas para defender la tierra y para otras necesidades que razona-
blemente se pueden esperar de ellos. En tal caso, es justo que los súbditos en-
treguen aquello con lo cual se pueda procurar la utilidad común de los mis-
mos súbditos. Por esta razón en algunos lugares, siguiendo una costumbre an-
tigua, los señores imponen a los súbditos colectas ciertas que, si no son inmo-
deradas, pueden ser exigidas sin injusticia ... De ahí que el príncipe, que lu-
cha por la utilidad común, puede vivir de los bienes comunes y preocuparse
de los negocios comunes sea mediante los réditos asignados sea, si éstos fal-
taren o no fueran suficientes, mediante aquello que colecten de cada uno de
los súbditos. Parece que asiste razón similar si repentinamente surge un caso
de emergencia en que es necesario invertir mucho para la utilidad común o
para mantener el estado decoroso del príncipe, si para ello no alcanzan los ré-
ditos propios o las exacciones acostumbradas; por ejemplo, si los enemigos
invaden el territorio o acaece algún caso similar de emergencia. En tales situa-
ciones, además de las exacciones acostumbradas, los príncipes de los territo-
rios pueden lícitamente exigir a sus súbditos algunas prestaciones en orden a
la utilidad común. Si, por el contrario, quisieran exigir más de lo que está es-
tablecido, por el solo deseo o libido de poseer o por gastos desordenados e
inmoderados, esto de ninguna manera es lícito ... Los réditos de los prínci-
pes son como su estipendio o paga, con los cuales deben estar satisfechos y
no exigir más, a no ser en las situaciones anotadas y si la utilidad es común.
144
7 3 7. En séptimo lugar preguntábais qué debíais hacer en relación con los
bienes que vuestros oficiales sin derecho alguno extorsionaron a
vuestros súbditos, llegaren o no a vuestras manos. Sobre esto la respuesta es
evidente. Si tales bienes llegaren a vuestras manos debéis o bien restituirlos a
las personas ciertas si podéis, o bien invertirlos en ·usos oficiales benMicos o
en la utilidad común, si no podéis encontrar a las personas ciertas. Si no lle-
garen a vuestras manos debéis obligar a vuestros oficiales a restitución simi-
lar, incluso si las personas ciertas de quienes los exigieron no fueran conoci-
das por vos, con el fin de que no reporten utilidad de su injusticia; más toda-
vía, tenéis que castigarlos más gravemente para que los demás se abstengan
en el futuro de cosas semejantes ...
145
SUMA CONTRA
LOS GENTILES.
17
Por lo dicho se puede aclarar cómo lo último por lo que cada una de las cosas
o realidades se ordena al fin es su operación, aunque de manera diversa se-
gún la diversidad de la operación.
Pues hay una operación de la cosa que consiste en mover a otro, por ejemplo,
el calentar y el cortar. Otra, que consiste en ser movido por otro, por ejem-
plo, ser calentado y ser cortado. Otra, que es la perfección del que existiendo
en acto opera no intentando producir un cambio en otro; ésta se diferencia,
primero, de la pasión y del movimiento y, segundo, de la acción transforma-
dora de la materia exterior; tal operación es el entender, el sentir, el querer ...
Ahora bien, según se dijo, cualquier cosa o realidad movida, en cuanto que se
mueve, tiende ... a ser perfecta en sí misma o a alcanzar su perfección pro-
pia. Pero, como toda cosa es perfecta en sí misma en tanto en cuanto está en
acto, es preciso que la intención de todo lo que existe en potencia consista
en tender al acto mediante el movimiento. Luego cuanto más posterior y
perfecto es un acto con tanta mayor principalidad o fuerza tiende hacia él
el apetito de la materia. Es preciso, por consiguiente, que el apetito con que
la materia apetece la forma tienda, como a fin último de la generación, hacia
el acto último y perfectísimo que la materia es capaz de alcanzar.
149
Pues bien, en los actos de las formas se encuentran algunos grados. Porque la
materia prima está en potencia, en primer lugar, para la forma del elemento.
Bajo la forma del elemento existe en potencia para la forma del cuerpo mix-
to: por lo cual los elementos son la materia del cuerpo mixto. Y bajo la for-
ma del cuerpo mixto está en potencia para el alma vegetal pues el alma de ese
cuerpo vegetal también es acto. Y a su vez el alma vegetal está en potencia
para el alma sensitiva, y la sensitiva para la intelectiva. Esto lo muestra el pro-
ceso de la generación: lo primero en la generación es el feto que vive con vida
de planta, después con vida de animal y finalmente con vida de hombre. Des-
pués de esta forma humana no se encuentra en las cosas generales y corrup-
tibles una forma posterior y más digna. Por consiguiente, el fin último de la
generación de todo es el alma humana; y a ésta tiende la materia como a su
última forma. Luego los elementos son para los cuerpos mixtos; éstos para
los vivientes; en éstos las plantas son para los animales; los animales para el
hombre. El hombre es, en consecuencia, el fin de toda la generación.
Y como la cosa se engendra y se conserva en el ser por las mismas razones, se-
gún el orden expuesto en la generación de las cosas así también es el orden
en la conservación de las mismas. Por eso vemos que los cuerpos mixtos se
mantienen por las cualidades convenientes de los elementos; las plantas se
nutren de los cuerpos mixtos; los animales obtienen el alimento de las plan-
tas; y las cosas más perfectas y poderosas de las más imperfectas y débiles.
Sin embargo, el hombre usa de todos los géneros de cosas para su utilidad.
De unas, para alimento; de otras, para vestido; y por ello está conformado
desnudo por la naturaleza, como capacitado para prepararse el vestido con
otras cosas; y tampoco la naturaleza preparó para él alimento conveniente, a
no ser la leche, para que de esta manera lo conquiste para sí de las diversas
cosas. De otras, para vehículo o transporte, pues en velocidad de movimiento
y en fortaleza para resistir trabajos es mucho más inferior que muchos anima-
les, como si los otros estuviesen preparados para su auxilio. Y además de eso,
utiliza todas las cosas sensibles para la perfección del conocimiento intelec-
tual. Por eso en el salmo 8, 8 se dice del hombre con expresión dirigida a Dios:
"Todas las cosas las pusiste bajo sus pies". Y Aristóteles afirma en el I de la
Política, capítulo 2, que el hombre tiene dominio natural sobre todos los ani-
males.
En consecuencia, si el movimiento del cielo está ordenado a la generación y
la generación entera se ordena al hombre como a fin último en este género,
es evidente que el fin del movimiento del cielo se ordena al hombre como
hacia el fin último en el género de las cosas generables y móviles. De ahí
que en el Deuteronomio 4, 19 se dice que Dios hizo los cuerpos celestes "pa-
ra servicio de todas las gentes".
Suma contra los gentiles, libro 3, capítulo 22.
150
18
Por lo dicho se manifiesta que las riquezas no son el bien sumo del hombre.
En efe~to, las riquezas se apetecen por algo distinto de ellas mismas pues de
suyo no producen ningún bien; lo producen cuando las usamos para el soste-
nimiento del cuerpo o para algo semejante. Por el contrario, aquello en que
consiste el bien supremo es deseado por sí mismo y no por algo distinto. Por
consiguiente, las riquezas no son el bien máximo del hombre.
Igualmente. Aquello en cuya consecución está el bien sumo del hombre tie-
ne que ser mejor que el hombre. Pero el hombre es mejor que las riquezas,
151
pues éstas son ciertas cosas destinadas al uso del hombre. Por tanto el bien
máximo del hombre no está en las riquezas.
Todavía más. El bien sumo del hombre no está dependiente del azar o fortu-
na (Etica, libro 1, ce. 5 ss. ), ya que las cosas fortuitas acontecen sin la pre-
visión racional y el hombre tiene que conseguir su fin racionalmente. Pues
bien, en la obtención de las riquezas la fortuna o el azar ocupa un lugar má-
ximo. Consiguientemente, la felicidad humana no se fundamenta en las ri-
quezas.
Más aún. Eso se evidencia por el hecho de que las riquezas se pierden invo-
luntariamente; de que pueden llegar a poder de los malos, quienes necesaria-
mente tienen que carecer del sumo bien; de que son inestables; y de otras
condiciones parecidas que se pueden deducir de las razones anteriormente
expuestas (ce. 28 ss.).
152
19
153
provee o atiende por ellos mismos ... Así, pues, la providencia divina provee
a las creaturas intelectuales por sí mismas y a las otras por razón de las inte-
lectuales.
Más aún. Siempre que existen cosas ordenadas a un fin, si entre ellas algunas
no pueden alcanzarlo por sí mismas, es preciso ordenarlas a aquellas.que lo
alcanzan porque por sí mismas se ordenan al fin; por ejemplo, el fin del ejér-
cito es la victoria, la cual la alcanzan los soldados por su propio acto de pe-
lear; sólo los soldados son buscados por sí mismos en el ejército; todos los
demás, destinados a otros oficios, por ejemplo, a guardar los caballos o a pre-
parar las armas, son buscados en el ejército por razón de los soldados. Pues
bien, consta por lo expuesto (capítulo 17) que el fin último del universo es
Dios, a quien sólo la creatura intelectual alcanza en sí mismo, o sea conocién-
dole y amándole, como consta por lo dicho (capítulos 25 ss.). Por consiguien-
te, únicamente la naturaleza intelectual es buscada por sí misma en el univer-
so y las demás por razón de ella.
Aún más. En cualquier·todo las partes principales se requieren por sí mismas
para la constitución de ese todo; las otras para la conservación o para el me-
joramiento de aquéllas. Ahora bien, entre todas las partes del universo las
más nobles son las creaturas intelectuales porque se aproximan más a la se-
mejanza divina. Por consiguiente, las intelectuales son cuidadas por la provi-
dencia divina en atención a ellas mismas y todas las demás en orden a las in-
telectuales.
Más todavía. Es evidente que todas las partes se ordenan a la perfección del
todo, porque no es el todo por razón de las partes sino las partes por razón
del todo. Ahora bien, las naturalezas intelectuales tienen mayor afinidad con
el todo que las otras naturalezas porque cada sustancia intelectual es, en cier-
to modo, todas las cosas ya que por su entendimiento abarca o comprehende
todo el ser mientras que cualquier otra sustancia sólo tiene una participación
particular del ser. En consecuencia, las otras sustancias son provistas por Dios
de manera conveniente en razón de las intelectuales.
154
Y más. Lo que alguien busca por sí mismo lo busca siempre, pues lo que es
por sí mismo siempre es; mientras que lo que alguien busca por otra cosa no
es forzoso que lo busque siempre sino sólo en cuanto convenga a aquél por
quien se busca. El ser de las cosas fluye de la voluntad divina, según se mani-
festó anteriormente (libro 2, capítulo 23). Por tanto, aquellas cosas que exis-
ten siempre en los seres son queridas por Dios por sí mismas, mientras que
las cosas que no existen siempre no son queridas por ellas mismas sino en or-
den a otro. Pues bien, las sustancias intelectuales son las que más se aproximan
al existir siempre o sempiterno porque son incorruptibles. Y también son in-
mutables, a no ser cuando eligen. Luego las sustancias intelectuales son g<r
bernadas como cuidándolas a ellas mismas y las otras por ellas.
Por otra parte, cuando decimos que las sustancias intelectuales están ordena-
das por la providencia divina atendiéndolas en sí mismas, no entendemos que
esas sustancias intelectuales no estén referidas ulteriormente a Dios y a la
perfección del universo, pues se dicen procuradas o gobernadas por sí mis-
mas y las otras por ellas, porque los bienes con que están dotadas por la pro-
videncia divina no les son dados para utilidad de otro; por el contrario, los
bienes que se otorgan a las otras naturalezas están por ordenación divina para
utilidad de las intelectuales.
155
creó para el servicio de todas las gentes o pueblos que existen debajo del cie-
lo". Y en el salmo 8, 8: "Pusiste todas las cosas bajo sus pies: todas las ovejas
y bueyes y aun las bestias del campo" ...
156
20
Además. El uso de ninguna cosa es en sí mismo malo a no ser que la cosa sea
de suyo mala. Ahora bien, ningún alimento es por su naturaleza malo porque
toda cosa por su naturaleza es buena, como ya se mostró anteriormente (ca-
pítulo 7). Claro está que un alimento puede ser malo para alguien porque
contraría a su salud corporal. Por consiguiente, el consumo de ningún alimen-
to en cuanto tal cosa es por sí mismo pecado, aunque puede serlo si alguien
lo emplea contra su salud al margen de la razón.
Más aún. Utilizar las cosas para lo que son no es de suyo malo. Las plantas
son para los animales, de éstos unos son para otros, y todos para el hombre,
según consta por lo expuesto (capítulo 22). Luego hacer uso de las plantas o
de las carnes de los animales para comida o para otra cosa de utilidad para el
hombre no es de suyo pecado.
157
Todavía más. El defecto del pecado deriva del alma al cuerpó, y no al contra-
rio, pues decimos que hay pecado cuando la voluntad es desordenada. Los
alimentos pertenecen o corresponden inmediatamente al cuerpo y no al al-
ma. Por tanto, el consumo de alimentos no puede ser de suyo o por sí mismo
pecado a no ser que repugne a la rectitud de la voluntad. Esto último aconte-
ce de diversas maneras. Una, por la repugnancia o contrariedad a la finalidad
propia de_ los alimentos, por ejemplo, cuando alguien, motivado por el deleite
que hay ·en ellos, utiliza o consume los que son contrarios a la salud del cuer-
po sea por su especie o calidad, sea por su cantidad. Segunda, porque repug-
na o contraría a la condición de quien los consume o de aquéllos con quienes
se convive o conversa, ·por ejemplo, cuando alguien hace uso de alimentos
por encima de lo que.resiste su facultad o posibilidad, y también si son de ca-
lidad no acostumbrada entre quienes convive. Tercera, porque los alimentos
están prohibidos en alguna ley por causa especial; por ejemplo, en la ley an-
tigua se prohibían algunos alimentos por su significación y antiguamente en
Egipto se prohibía el comer carne bovina para no obstaculizar la agricultura.
O también porque algunas reglas prohíben usar ciertos alimentos con el fin
de moderar la concupiscencia.
Con esto se excluye también el error de quienes, como dice Agustín en el li-
bro de Los herejes (herejía 40), "de manera arrogante se llamaron a sí mis-
mos apostólicos porque en su comunidad o comunión no recibían a los casa-
dos ni a los que poseían cosas propias ... Por esto son herejes ya que, sepa-
rándose de la Iglesia, pensaban que no tenían esperanza quienes usaban de
estas cosas de las que ellos carecen".
158
21
159
conservar su propia vida, así también la sustancia o patrimonio exterior y, en
consecuencia, así como es contra la ley natural el que alguien se suicide, así
también lo es el que alguien se abstenga de las cosas necesarias para vivir me-
diante la pobreza voluntaria.
160
22
Parece que esta cuestión urge más, si alguien trata de asignar de manera más
concreta los modos de acuerdo con los cuales han de vivir necesariamente los
que adoptan la pobreza voluntaria. ·
l. Hay un modo o género de vida que consiste en que se vendan las po-
sesiones de cada uno y que de su precio reciban todos comunal o
comunitariamente.
Parece que este modo de vivir fue observado en Jerusalén bajo los Apóstoles,
pues se dice en los Hechos 4,34-35: "Todos los que poseían campos o casas
los vendían y llevaban su precio y lo ponían a los pies de los Apóstoles: divi-
dían o distribuían a cada uno según la necesidad de cada uno". Sin embargo,
con este modo de vivir no parece que se provea eficientemente a la vida hu-
mana.
2. Además, porque es posible y fácil que ese precio se pierda sea por el
fraude de los administradores, sea por el hurto, sea por la :r;:apiña.
161
Por consiguiente, quienes acogieron tal pobreza quedarán sin sustento para
vivir.
l. Porque las posesiones terrenas exigen mucha solicitud sea para pro-
curar los frutos, sea para defender las posesiones contra los fraudes
y las violencias; y es preciso que tanto mayor sea la solicitud y por más gente
cuanto mayores sean las posesiones que han de bastar para el sostenimiento
de muchos. Luego en este modo de vida se pierde la finalidad de la pobreza
voluntaria, al menos por lo que se refiere a muchos que han de ser solícitos
en la procuración o administración de las posesiones.
III. Hay un tercer modo de vivir y es que quienes eligen la pobreza vo-
luntaria vivan de los trabajos de sus manos. Este es el que el Apóstol
Pablo seguía y que propuso a otros con su ejemplo y su instrucción. Se dice
en la II a los Tesalonicenses 3, 8-10: "No comimos gratuitamente el pan de
otro sino que, actuando en el trabajo y en la fatiga, de día y de noche, para
no ser gravosos a ninguno de vosotros. N o porque no tuviéramos poder o de-
recho sino para que nosotros mismos os diéramos ejemplo para imitar. Pues,
mientras estuvimos con vosotros, os denunciábamos esto: si alguien no quie-
re trabajar, no coma". Pero tampoco esta manera de vida parece ser conve-
niente.
l. El trabajo manual, en efecto, es necesario para el sostenimiento de
la vida en cuanto que por él se adquiere algo. Pero parece vano que
alguien, abandonando lo que es necesario, nuevamente trabaje para adquirir-
162
lo. Por consiguiente, si después de acoger la pobreza voluntaria es necesario
adquirir otra vez por el trabájo manual de dónde sostenerse, fue sin sentido
abandonar todas aquellas cosas que se tenían para sustentar la vida.
163
6. Si alguien dijese que el trabajo manual es necesario para quitar el
ocio, eso no es suficiente para nuestro propósito. Sería mejor, en
efecto, quitar el ocio con las ocupaciones de las virtudes morales, a las cuales
sirven orgánicamente o como órganos las riquezas, por ejemplo, haciendo li-
mosnas y actividades similares, que con el trabajo manual. Además, no ten-
dría sentido o sería vano aconsejar la pobreza para que los hombres, conver-
tidos en pobres, se alejasen del ocio ocupando su vida en trabajos manuales, a
no ser que les aconsejara para que se entregasen a ejercicios más nobles de los
que se dan en la vida común de los hombres.
164
otros por razón de que dada su pobreza y enfermedad no pueden bastarse a
sí mismos. Ahora bien, necesariamente tales beneficios tienen que disminuir
si quienes asumen libremente la pobreza tienen que sustentarse de lo que
otros dan, pues no hay hombres suficientes ni prontos para subvenir a la gran
multitud de los pobres. De ahí que manda el Apóstol, en I Timoteo 4, que si
alguien tiene una viuda a su cargo que "la sustente, para que la Iglesia pueda
ayudar de manera suficiente a las que realmente son viudas". Luego no es con-
veniente que los hombres que eligen la pobreza sigan este modo de vida.
4. Para la perfección de la virtud se requiere ante todo libertad de áni-
mo; desaparecida ésta, los hombres fácilmente "participan o comu-
nican de los pecados ajenos" (I Timoteo 5, 22) sea consintiendo expresamen-
te, sea alabando por adulación, sea al menos disimulando. Sin embargo, del
modo de vivir de que se trata ahora se genera un gran prejuicio contra esa li-
bertad, porque no puede menos de suceder que el hombre se avergüence de
ofender a aquél de cuyos beneficios vive. Por consiguiente, este modo de vi-
vir impide la perfección de la virtud, que es el fin de la pobreza voluntaria y,
en consecuencia, no parece adecuarse a los que voluntariamente son pobres.
5. No tenemos poder o facultad sobre lo que depende de la voluntad
de otro. Y de la voluntad del que da depende el dar sus propias co-
sas. Luego por este modo de vivir no se provee suficientemente a los que son
voluntariamente pobres en la posibilidad del sustento vital.
6. Es necesario que los pobres, que tienen que sustentarse de lo que los
otros les dan, les expongan sus necesidades y pidan las cosas que ne-
cesitan. Tal mendicidad vuelve a los mendicantes despreciables y también
gravosos; los hombres se creen superiores a aquellos que necesariamente tie-
nen que ser sostenidos por ellos, y muchísimos dan con dificultad. Sin em-
bargo, es conveniente a quienes asumen la perfección de vida que se les tenga
reverencia y que sean amados, para que así los hombres más fácilmente los
imiten y emulen el estado de virtud. Si sucede lo contrario, la misma virtud
es también despreciada. Por tanto, el modo de vivir de la mendicidad es noci-
vo a quienes eligen voluntariamente la pobreza para obtener la perfección de
la virtud.
7. Es propio de los varones perfectos no sólo evitar los males sino ade-
más las cosas que tienen apariencia o especie de mal, pues dice el
Apóstol en Romanos 12, 7 (y Tesalonicenses 55, 22): "Absteneos de toda
apariencia de mal". Y el Filósofo afirma en el libro IV de la Etica, capítulo
9, que el virtuoso no sólo rehuye las cosas torpes sino también "las que pare-
cen torpes". Ahora bien, la mendicidad tiene apariencia o especie de mal
pues muchos mendigan por negocio o lucro. Por consiguiente, este modo de
vivir no debe ser asumido por los varones perfectos.
165
8. El consejo de pobreza voluntaria se da para que la mente del hom-
bre, retraída de la solicitud de las cosas terrenas, se dedique con
más libertad a Dios. Pero este modo de vivir de la mendicidad conlleva mu-
cha solicitud ya que parece exigir mayor cuidado el adquirir las cosas ajenas
que el usar las propias. Luego no parece ser conveniente este modo de vida
a quienes eligen la pobreza voluntaria.
9. Si alguien quisiera alabar la mendicidad por lo que implica de humil-
dad, parece que hablaría de manera totalmente irracional. En efec-
to, se alaba la humildad o sencillez por cuanto desprecia la grandeza terrena,
que consiste en las riquezas, los honores, la fama y cosas semejantes, y no en
cuanto desprecia la grandeza de la virtud, respecto de la cual es preciso que
seamos magnánimos. Sería, pues, vituperable la humildad si alguien, por esa
humildad, hiciese algo que se opusiera a la grandeza de la virtud. Y la mendi-
cidad contraría esa grandeza porque "es más virtuoso dar que recibir" (He-
chos 20, 35) y, también, porque tiene apariencia de bajeza, como ya se ha
dicho. Luego la mendicidad no se ha de alabar por su humildad.
V. Hubo también algunos que, intentando la perfección de vida, decían
que no había que tener ninguna solicitud, ni mendigando ni traba-
jando ni reservándose algo para sí, sino que tenían que esperar el sustento de
la vida únicamente de Dios, por aquello que se dice en Mateo 6, 25: "No
queráis ser solícitos por vuestra vida, sobre qué comeréis o qué beberéis o
que vestiréis a vuestro cuerpo". Sin embargo, esto parece irracional.
l. Porque es estúpido querer el fin y despreciar las cosas o medios que
están ordenados al fin. Ahora bien, la solicitud humana por la que
se procura la comida se ordena al fin de la comida. Luego los que no pueden
vivir sin comer tienen que tener alguna solicitud para buscar la comida.
2. La solicitud por las cosas terrenas no ha de ser evitada a no ser que
impida la contemplación de las realidades eternas. Ahora bien, el
hombre, que tiene cuerpo mortal, no puede vivir sin realizar muchas cosas
con las cuales se interrumpe la contemplación, por ejemplo, sin dormir, sin
comer y sin hacer cosas parecidas. Luego no hay que dejar de lado u omitir
la solicitud de las cosas necesarias para vivir fundamentándose en que son im-
pedimento de la contemplación.
3. Se sigue también un absurdo admirable, pues con igual razón se pue-
de decir que el hombre no tiene que querer caminar o abrir la boca
para comer o apartarse de la piedra que cae o de la espada que se precipita,
sino esperar que Dios actúe. Lo cual es tentar a Dios. Luego la solicitud por
el alimento no ha de ser evitada totalmente.
Suma contra los gentiles, libro-3, capítulo 132.
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de la naturaleza, mientras que las activas las necesitan para eso y para ayudar
a los otros con quienes se convive. De ahí que la vida contemplativa también
en esto es más perfecta que la activa, es decir, por cuanto necesita de menos
cosas. Parece ser propio de esta vida contemplativa que el hombre se dedique
totalmente a las cosas divinas: perfección que la doctrina de Cristo aconseja
al hombre. Por eso, a quienes siguen esta perfección les basta un mínimo de
riquezas exteriores, o sea, tanto cuanto es necesario para el sostenimiento de
la naturaleza. De ahí que el Apóstol dice en I Timoteo 6,8: "Teniendo ali-
mentos y con qué cubrirnos, estemos contentos con eso".
168
24
Visto eso no es difícil resolver los razonamientos anteriores con los que se
impugna la pobreza (capítulo 131}.
l. Aunque el apetito de reunir las cosas necesarias para la vida está ins-
crito naturalmente en el hombre, según lo proponía la primera ra-
zón, sin embargo, no lo está de tal forma que sea necesario que cada uno se
ocupe de ese trabajo. Pues ni siquiera entre las abejas se dedican o vacan to-
das al mismo oficio, sino que unas recogen las miel, otras construyen las ca·
sas o panales con cera, mientras que las reinas no se ocupan de estos trabajos.
Y así tiene que ser de manera análoga entre los hombres. Porque, al ser mu~
chas o tantas las cosas necesarias para la vida humana que uno solo no se bas-
taría por sí mismo, es necesario que las distintas cosas sean realizadas por
hombres diversos, por ejemplo, que algunos sean agricultores, algunos custo-
dios o pastores de animales, algunos constructores o edüicadores y así en
otros oficios. Y puesto que la vida de los hombres no sólo tiene indigencia de
cosas corporales sino sobre todo de espirituales, es necesario que también al-
gunos se dediquen o vaquen a las realidades espirituales para mejoramiento o
beneficio de los otros; es preciso que éstos estén absueltos o exentos del cui-
dado de las cosas temporales. Esta distribución de los distintos oficios la rea-
169
liza la providencia divina entre las diversas personas en cuanto que algunos se
inclinan más a este oficio que a otros.
4. Consta por lo anterior que las riquezas son cierto bien del hombre
en cuanto se ordenan al bien de la razón, y no por sí mismas. De ahí
que nada impide que la pobreza sea mejor si por ella alguien se ordena a un
bien más perfecto. Y así se soluciona el argumento cuarto.
170
dad del gasto u otra cosa similar sino en cuanto que ni sobrepasan la regla de la
razón ni se quedan por debajo de ella. Y esta regla no sólo mide la cantidad
de la cosa sino la condición de la persona y su intención, la oportunidad del
lugar y del tiempo y otras circunstancias que se requieren en los actos de las
virtudes. Por consiguiente, uno no contraría la virtud por la pobreza volunta-
ria aunque abandonase todas las cOsas. Y no hace esto con prodigalidad o de-
rroche, pues lo realiza por el fin debido o conveniente y guardando otras cir-
cunstancias debidas. Pues exponerse a sí mismo a la muerte, como lo hace al·
guno por la virtud de la fortaleza y observando las debidas circunstancias, es
más que abandonar todas las cosas por el fin _debido. Y así se disuelve la ra-
zón sexta. ·
171.
25
Después de eso hay que tratar sobre los modos de acuerdo con los cuales tie-
nen que vivir quienes siguen la pobreza voluntaria.
172
De ahí que bajo los Apóstoles son elegidos Esteban y otros, que eran consi-
derados idóneos para este oficio (Hechos·6, 3 y siguientes).
173
co tiempo y es necesaria una módica preocupación o solicitud. Mientras que
para reunir riquezas o para conseguir víveres superfluos con el trabajo ma-
nual, como intentan los artífices o trabajadores seglares, se precisa emplear
mucho tiempo y ejercer gran solicitud. Con lo cual se manifiesta la solución
a la segunda razón u objeción.
174
lo necesario. Y de esta manera no están muy impedidos para otras obras es-
pirituales por las cuales asumieron la pobreza voluntaria; y sobre todo que
mientras trabajan con las manos pueden pensar en Dios y alabarle y realizar
otras acciones semejantes que deben observar especialmente quienes viven
para El. Y además, para no estar impedidos totalmente en las obras espiritua-
les, también pueden ser ayudados con los beneficios de los otros fieles.
6, 7 Aunque la pobreza voluntaria no se asuma para anular el ocio o para
dominar la carne con el trabajo de las manos, pues esto también pue-
den hacerlo quienes poseen riquezas; no hay duda de que el trabajo manual
vale para eso, al margen incluso de la necesidad del alimento. Sin embargo, el
ocio puede ser suprimido por otras ocupaciones más útiles y la concupiscen-
cia de la carne ser dominada con remedios más válidos o de mayor valer. Lue-
go por estas causas o motivos no apremia la necesidad de trabajar a quienes
tienen o pueden tener otras maneras de las que vivir lícitamente. La sola ne·
cesidad de alimento obliga a trabajar con las manos; por esto dice el Apóstol
en la II a los Tesalonicenses 3, 10: "Quien no quiere trabajar, que no coma".
175
3. Mientras con sus ejemplos estimulan a los otros a la virtud, ocurre
que los que progresan con sus ejemplos se aficionan menos a las ri-
quezas al ver que otros las abandonan totalmente por la perfección de la vi-
da. Cuanto uno menos ama las riquezas y es más atento a la virtud, tanto más
fácilmente las distribuye para las necesidades de los otros. De ahí que quie-
nes al asumir la pobreza voluntaria viven de lo que otros dan, se hacen más
que rr::tvosos útiles a los otros pobres, al provocar a los demás con palabras y
eJemplos a obras de misericordia y al recibir los beneficios para el sosteni-
miento de la vida de los otros pobres.
176
7. Con lo cual se manifiesta a la vez que tal mendicidad no tiene espe·
cie o carácter alguno de torpeza, que sí tendría si se hiciese con ino·
portunidad e indiscretamente, para el placer o la superfluidad.
Pues bien, el asumir espontánea o libremente las cosas que se relacionan con
la abyección o humillación pertenece a la humildad, aunque no de manera abso-
luta o siempre sino según o cuando es necesario. Como la humildad es virtud,
no hace nada indiscretamente. Por consiguiente, no es humildad sino estupi-
dez o estulticia el que alguien asuma cualquier abyección; pero sí es humil-
dad, si alguien no recusa a pesar de la abyección hacer lo que por virtud es
necesario; por ejemplo, si la caridad exige que se preste a los prójimos algún
oficio abyecto, que esto nadie lo recuse por humildad. Por tanto, si es nece-
sario para segt.iir la perfección de la vida pobre que alguien mendigue, es pro-
pio de la humildad soportar esa abyección. A veces también es propio de la
virtud, aunque nuestro oficio no lo requiera, que con nuestro ejemplo pro-
voquemos o incitemos a quienes les incumbe para que lo soporten más fácil-
mente: pues también el jefe cumple a veces el oficio de soldado para provo-
car o animar a los otros. A veces usamos de lo abyecto por virtud como de
cierta medicina; por ejemplo, si el ánimo de alguno es propenso a la soberbia
inmoderada, usa útilmente, guardada la debida moderación, de las cosas ab-
yectas sean espontáneas, sean impuestas por los demás, para moderar la arro-
gancia, pues mientras realiza estas cosas se equipara o parifica de alguna ma-
nera a los hombres ínfimos que se ocupan de los oficios viles.
V. Es totalmente irrazonable el error de quienes piensan que toda soli-
citud o preocupación por adquirir el sustento está prohibida por el
Señor. Todo acto requiere solicitud. Por consiguiente, si el hombre no tiene
que tener solicitud o preocupación alguna por las cosas temporales, se sigue
que no debería hacer nada corporal; ahora bien, observar esto ni es posible
ni razonable. Porque Dios ordenó a cada cosa o realidad la acción de acuerdo
a la propiedad o especificidad de su naturaleza. Ahora bien, el hombre está
constituido de naturaleza espiritual y corporal. Por lo tanto, es preciso que,
de acuerdo a la ordenación divina, ejerza acciones corporales y tienda a las
realidades espirituales; y tanto más perfecto es cuanto más tiende a estas co-
sas espirituales. Este modo de perfección humana no consiste en que no se
haga nada corporalmente porque, al ordenarse las acciones corporales a aque-
177
llas cosas que son necesarias para la conservación de la vida, si alguien las omi-
te desprecia su vida, vida que cada uno está obligado a conservar. Esperar la
ayuda o auxilio de Dios en aquellas cosas en que uno se puede ayudar por su
propia acción, omitiendo ésta, es propio del necio o insipiente y del que tien-
ta a Dios. Porque pertenece a la bondad divina proveer a las cosas no hacien-
do todo inmediatamente sino moviendo a los otros seres a sus propias accio-
nes, como se mostró anteriormente (capítulo 77). Luego no hay que esperar
que, omitida toda acción con la cual uno se puede ayudar a sí mismo, Dios le
ayude: esto repugna a la ordenación divina y a su bondad.
A pesar de eso, aunque en nosotros está el obrar no lo está el que nuestras ac-
ciones alcancen el fin debido, por los impedimentos que pueden sobrevenir;
lo que pueda provenir a cada uno de su acción está sometido a la disposición
divina. Por eso el Señor nos ordenó que no seamos solícitos de lo que corres-
ponde a Dios, es decir, de los eventos o desenlaces de nuestras acciones; pero
no nos prohibió ser solícitos o estar preocupados de lo que nos pertenece, o
sea, de nuestra acción. Por consiguiente, no obra contra el precepto del Se-
ñor quien tiene solicitud por las cosas que tiene que hacer sino el que se
preocupa por las cosas que pueden emerger, incluso si ejercjta las propias ac-
ciones de tal modo que olvida las acciones debidas para obviar tales eventos o
imprevistos, contra los cuales debemos esperar en la providencia de Dios por
la que también se sustentan las aves y las hierbas; tener esa solicitud parece
corresponder al error de los gentiles que niegan la providencia divina. Por eso
el Señor concluye que "no estemos preocupados por el mañana" (Mateo 6,
34 ). Con estas palabras no prohibió que conserváramos las cosas que a su
tiempo nos serán necesarias para el mañana, sino que no nos inquietáramos
por los eventos futuros con cierta desesperación o desesperanza en el auxilio
divino, o bien que no nos preocupe hoy la solicitud o cuidado que habrá que
tener mañana, porque cada día tiene su preocupación; por lo cual añade.
"Basta a cada día su malicia".
Así, pues, es claro que quienes siguen la pobreza voluntaria pueden vivir de
diversos modos convenientes o válidos. Entre los cuales tanto más laudable es
un modo de vivir cuanto más inmune hace al ánimo del hombre respecto de
la preocupación y ocupación de las cosas temporales.
178
SUMA TEOLOGICA
26
Problema
Dificultades
1 Tomás de Aquino, Suma contra gentiles, libro 3, capítulo 30; Comentario a la Etica,
libro 1, lección 5.
181
ción de todos los bienes". Ahora bien, por la pecunia parecen poseerse todas
las cosas ya que, sostiene el Filósofo en el V de la Etica 3 , el numo o dinero
se inventó como fiador o garante para obtener por él todo lo que el hombre
deseara. Luego la felicidad consiste en las riquezas.
3. Además, como el deseo del bien sumo nunca se extingue, parece ser
infinito. Esto acontece con las riquezas más que con ninguna otra
cosa, porque "el avaro nunca se harta de dinero", en expresión del Eclesias-
tés 5, 9. Luego la felicidad está en las riquezas.
Pero, por otra parte, el bien del hombre se cifra más en conservar la felicidad
que en gastarla, mientras que, al decir de Boecio en el II de La consolación
de la filosofía 4 , "las riquezas brillan más y mejor gastándolas que amonto-
nándolas: la avaricia hace a los hombres siempre odiosos y la liberalidad pre-
claros". Luego la felicidad no está en las riquezas.
Respuesta
Pues bien, es evidente que la felicidad del hombre no puede consistir en las
riquezas naturales porque a éstas se las busca con otra finalidad ulterior, es
decir, para el sostenimiento de la naturaleza del hombre y, por ello, no pue-
den ser fin último del hombre sino que se ordenan al hombre como a un fin.
De ahí que en el orden de la naturaleza, todas ellas están por debajo del hom-
bre y hechas para el hombre . . . ·
Y las riquezas artificiales no se buscan sino por las naturales, pues no se bus-
carían si con ellas no se compraran las cosas necesarias para el uso o ejercicio
182
de la vida; luego tienen mucha menos razón de fin último. Es imposible, por
consiguiente, que el fin último del hombre esté en las riquezas.
Soluciones
183
Problema
Respuesta
señor o dueño '; y lo mismo aparece en los otros tres (honores, fama o gloria y po-
der). La cuarta razón es porque a la felicidad se ordena el hombre por medio de
principios interiores, ya que por naturaleza está ordenado a ella. Ahora bien, los cua-
tro bienes citados (riquezas, honores, fama o gloria y poder) proceden más bien de
causas exteriores y en la mayoría de los casos de la fortuna o suerte, y de ahí que se
llamen bienes de fortuna. Luego es claro que la felicidad de ninguna manera consiste
en los bienes citados". (Artículo 4, respuesta).
8 Tomás de Aquino, Suma teológica, parte 2, sección 2, cuestión 186, artículo 3, solu-
ción 4.
9 C. 13, n. 1 (Bk 1102 a 5); Tomás de Aquino, Comentario a la Etica, lección 19.
184
27
Problema
Respuesta
1 Tomás de Aquino, Suma teológica, parte 2, sección 2, cuestión 41, artículo 3; cues-
tión 77, artículo 5.
2 Artículo 1.
185
Las primeras concupiscencias, las naturales, son comunes a los hombres y a
los otros animales, porque para unos y otros hay algo conveniente y deleita:
ble según la naturaleza. En estas concupiscencias todos los hombres coinci-
den, for lo cual el Filósofo las llama "comunes y necesarias" en el 111 de la
Etica . Las segundas concupiscencias, las no naturales, son propias o espe-
cíficas de los hombres, de los cuales es característico o propio concebir algo
como bueno y conveniente al margen de lo que requiere la naturaleza. De ahí
que el Filósofo en la Retórica4 también llama a las primeras concupiscen-
cias "irracionales" y a las segundas "con razón". Y como los distintos hom-
bres razonan de manera diversa, de ahí que las segundas se llaman además, en
el 111 de la Etica 5 , "propias y sobrepuestas", es decir, supranaturales.
Problema
Dificultades
5 C.11, n. 7.
186
cupiscencia fuera infinita se seguiría que nunca se produciría la delectación o
placer.
Pero, por otra parte, están las palabras del Filósofo en el 1 de la Política 7 :
"existiendo la concupiscencia hasta el infinito" los hombres "desean" cosas
infinitas.
Respuesta
9 Artículo 3.
10 C. 3, nn. 17-18 (Bk 1257 b 25); Tomás de Aquino, Comentario a la Política., lección S.
187
que conviene al fin. De ahí que quienes ponen el fin en las riquezas tienen
concupiscencia de riquezas hasta lo infinito, mientras que quienes las desean
por razón de la necesidad de la vida, las apetecen finitas, suficientes para la
necesidad de la vida, como el Filósofo afirma en el mismo lugar.
Soluciones
2. A la segunda dificultad hay que decir que la razón es, en cierto mo-
do, de virtud o alcance infinito, como se ve en la adición de los nú-
meros y de las líneas. De ahf' que lo infinito tomado bajo cierto .aspecto es
proporcionado a la razón, pues lo universal, que la razón aprehende, es de al-
gún modo infinito, es decir, en cuanto contiene en potencia o como posibili-
dad infinitos singulares.
3. · A la tercera dificultad hay que decir que para que alguien se deleite
no se requiere que alcance todas las cosas que desea sino que se de-
leite en cada una de las cosas apetecidas que alcance.
188
28
Problema
Parece que la ley n9 se ordena siempre al bien común como a fin, porque:
l. A la ley pertenece preceptuar y prohibir. Pero los preceptos se orde-
nan a ciertos bienes singulares. Luego el fin de la ley no es siempre
el bien común.
2. Además, la ley dirige al hombre en el obrar. Es así que los actos hu-
. manos son sobre cosas particulares. Luego también la ley se ordena
a algún bien particular.
3. Además, Isidoro dice en el libro de Las etimologías 2 : "Si la ley se
establece por la razón, será ley todo lo que se constituya por la ra-
1 Tomás de Aquino, Suma teológica, parte 2, sección 1, cuestión 95, artículo 4; cues-
tión 96, artículo 1; Comentario a las Sentencias, libro 3, distinción 37, artículo 2,
cuestiúncula 2; Comentario a la Etica, libro 5, lección 2.
2 L. 2, c. 10: ML 82, 130; 1.5, c. 3: ML 82, 199.
189
zón". Ahora bien, por la razón se fija no sólo lo que se ordena al bien común
sino también lo que se ordena al bien privado. Luego la ley se ordena no sola-
mente al bien común sino también al bien privado de uno solo.
Pero, por otra parte, está lo que Isidoro afirma en el V de Las etimologías 3 :
que la ley "está escrita no para alguna conveniencia privada sino para la uti-
lidad común de los ciudadanos".
Respuesta
4 Artículo l.
7 L. c., al fin.
8 C. 1, n. 1 (Bk 125 a 5); Tomás de Aquino, Comentario a la Política, lección l.
190
En cualquier género de cosas lo que se dice máximo o por antonomasia es
principio de todas las demas cosas particulares de ese género y éstas se deno-
minan por orden a ese principio, por ejemplo, el fuego, que es lo máxima-
mente cálido, es causa o principio del calor en los cuerpos mixtos, que se de-
nominan calientes en tanto en cuanto participan del fuego. Luego como la ley
se denomina sobre todo por orden al bien común, es forzoso que cualquier
otro precepto sobre ·acto u obra particular no tenga razón de ley sino por el
orden al bien común. Y, por tanto, toda ley se ordena al bien común.
Soluciones
191
29
LA LEY NATURAL
Y LAS INCLINACIONES NATURALES
Problema
Respuesta
1 Tomás de Aquino, Comentario a las Sentencias, libro 4, distinción 33, cuestión 1, ar-
tículo l.
192
nal y, sin embargo, a quien ignora qué es el hombre no es evidente por sí mis-
ma. Y por eso es que, como afirma Boecio en el libro Las semanas , hay cier-
tas proposiciones que son universalmente evidentes por sí mismas para todos;
son las proposiciones cuyos términos son conocidos por todos, por ejemplo,
"cualquier todo es mayor que su parte" y "las cosas que son iguales a otra
una y misma, son iguales entre sí". Pero hay ciertas proposiciones que son
evidentes por sí mismas sólo para los sabios, que entienden qué significan los
términos de las proposiciones; por ejemplo, al que entiende que el ángel no
es cuerpo es evidente por sí mismo que no está de manera circunscrita en el
lugar, lo cual no es manifiesto para los rudos, que no captan esto.
Pues bien, en las cosas que caen bajo la aprehensión o conocimiento de todos
se encuentra cierto orden. Porque lo que primeramente cae en la aprehensión
es el ser cuya percepción se incluye en todas las cosas que uno aprehende. Y
por eso el primer principio indemostrable es que "no es posible afirmar y ne-
gar a la vez", lo cual se fundamenta en la razón de ser y de no ser; y sobre es-
te principio se fundamentan todos los otros, como se afirma en el IV de la
Metafísica 4 • Ahora bien, así como el ser es lo primero que cae bajo la apre-
hensión absolutamente, así también el bien es lo primero que cae bajo la
aprehensión de la razón práctica, que se ordena a la obra u operación, ya que
todo agente obra por un fin, el cual tiene razón de bien. Y por ello el primer
principio en la razón práctica es el que se funda en la razón o naturaleza del
bien y es que "el bien es lo que todas las cosas apetecen". Luego éste es el·
primer precepto de la ley, que hay que hacer el bien y realizarlo, y que hay
que evitar el mal. Y sobre éste se fundan todos los otros preceptos de la ley
de la naturaleza, de tal forma que todas las cosas que han de hacerse o de evi-
tarse pertenezcan a los preceptos de la ley natural en cuanto que la razón
práctica aprehende naturalmente que son bienes humanos.
3 ML 64. 1311.
193
de con su naturaleza. Y según esta inclinación pertenecen a la ley natural
aquellas cosas por medio de las cuales se conserva la vida del hombre y se im-
pide lo contrario. En segundo lugar, hay en el hombre la inclinación hacia al-
gunas cosas más especiales de acuerdo con la naturaleza en que comunica o
es común con los demás animales. Según esto, se dicen que son de ley natural
"las cosas que la naturaleza enseñó a todos los animales" 5 , como la unión del
macho y de la hembra, la educación de los hijos y cosas similares. Existe, en
tercer lugar, en el hombre, la inclinación al bien acorde con la naturaleza de
la razón, que es propia o específica del hombre; por ejemplo, el hombre tie-
ne inclinación natural a conocer la verdad sobre Dios y a vivir en sociedad. Y
según esto, a la ley natural pertenecen aquellas cosas que se refieren a esta in-
clinación, como que el hombre evite la ignorancia, que no ofenda a los otros
con los cuales convive o conversa y otras cosas que se refieren a esto.
Problema
Artículo 4. Si la ley natural es una sola para todos los hombres 6
Respuesta
Es necesario responder que, como queda dicho 7 , a la ley natural pertenecen
aquellas cosas hacia las cuales el hombre está inclinado naturalmente; entre
las cuales es propio del hombre el que se incline a obrar de acuerdo con la
razón. Ahora bien, a la razón corresponde proceder de lo común a lo propio,
como se evidencia en elIde la Física 8 . Sin embargo, en este proceso la razón
especulativa actúa de una forma y la razón práctica de otra. En efecto, como
la razón especulativa trata principalmente sobre cosas necesarias, que es im-
posible que sean de otra manera, la verdad se encuentra en las conclusiones
propias sin defecto alguno, lo mismo que en los principios comunes. En cam-
bio, la razón práctica se ocupa de cosas contingentes, entre las cuales están
las operaciones humanas y, por ello, aunque en los principios comunes exista
alguna necesidad, cuanto más se desciende a las cosas propias o a lo particu-
lar, tanto más defecto se encuentra. Así, pues, en lo especulativo la verdad es
6 Tomás de Aquino, Suma teológica, parte 2, sección 2, cuestión 57, artículo 2, solu-
ción 1, Comentario a las Sentencias, libro 3, distinción 37, artículo 3; artículo 4, so-
lución 2; libro 4, distinción 33, cuestión 1, artículo 2, solución 1; Comentario a la
Etica, libro 5, lección 12; El mal, cuestión 2, artículo 4, solución 13.
7 Artículos 2 y 3.
194
la misma en todos los hombres tanto en los principios como en las conclusio-
nes, aunque la verdad no sea conocida por todos en las conclusiones sino úni-
camente en los principios llamados "concepciones comunes". En lo operati-
vo o práctico, sin embargo, no es en todos los hombres la misma la verdad o
la rectitud práctica en cuanto a lo propio o concreto sino sólo en cuanto a lo
común o general; e incluso en aquéllos en que es la misma la rectitud prácti-
ca respecto de lo propio o concreto no es igualmente evidente para todos.
Así, pues, es claro que en cuanto a los principios comunes de la razón, sea es-
peculativa sea práctica, es la misma la verdad o la rectitud en todos e igual-
mente conocida. Pero en· cuanto a las conclusiones propias de la razón espe-
culativa la verdad es la misma en todos pero no igualmente conocida por to-
dos: para todos es verdadero que el triángulo tiene tres ángulos iguales a dos
rectos, aunque esto no sea manifiesto para todos. Y, en cambio, en cuanto a
las conclusiones propias de la razón práctica ni es la misma la verdad o la rec-
titud en todos, ni tampoco es igualmente conocida por todos. Para todos es
recto y verdadero esto: que se obre de acuerdo a la razón. De.este principio
se sigue como conclusión propia que los depósitos tienen que ser devueltos. Y
esto ciertamente es verdad en la mayoría de los casos; pero en algún caso
puede suceder que sea dañoso y, consiguientemente irrazonable, que los de-
pósitos se devuelvan; por ejemplo, si alguien lo pide para atacar a la patria. Y
si se encuentra que tal principio falla tanto más cuanto más se desciende a los
casos particulares, por ejemplo, si se dijera o estableciera que los depósitos
habrán de ser devueltos con tal caución o de tal modo, pues cuantas más
condiciones particulares se señalan tantos mayores son los modos en que el
principio podrá fallar de forma que no sea recto o al entregar el depósito o al
no entregarlo. ·
Por consiguiente, es necesario decir que la ley de la naturaleza en cuanto a
los primeros principios comunes es la misma para todos en cuanto a la recti-
tud y en cuanto al conocimiento. Pero, respecto de ciertas cosas o preceptos
propios, que son como conclusiones de los principios comunes, es la misma
para todos en la mayor parte de los casos en cuanto a la rectitud y en cuanto
al conocimiento; pero en algunos casos puede fallar en cuanto a la rectitud,
debido a algunos impedimentos particulares (como también las naturalezas
generales y corruptibles fallan en algunos casos a causa de impedimentos), y
también en cuanto al conocimiento; y esto porque algunos tienen la razón
pervertida o por la pasión, o por la mala costumbre, o por la mala habitud de
la naturaleza; por ejemplo, en otro tiempo entre los germanos el latrocinio
no se reputaba inicuo o injusto, según refiere Julio César en el libro La gue-
rra de las Galias 9 , siendo, sin embargo, expresamente contra la ley de la na-
turaleza.
9 L. 6, c. 23.
195
Problema
Dificultades
Pero, por otra parte, está lo que se dice en las Decretales, distinción 5 12 : "El
derecho natural desde el exordio de la criatura racional, no se cambia con el
tiempo sino que permanece inmutable".
Respuesta
10 Tomás de Aquino, Suma teológica, parte 2, sección 1, cuestión 97, artículo 1, solu-
ción 1; p<.rte 2, sección 2, cuestión 57, artículo 2, solución 1; Comentario a las Sen-
tencias, libro 3, distinción 37, artículo 3; artículo 4, solución 2; libro 4, distinción
33, cuestión 1, artículo 2, solución 1; Comentario a la Etica, libro 5, lección 12; El
mal, cuestión 2, artículo 4, solución 13.
11 L. 5, c. 4: ML 82, 199.
196
clusiones propias próximas a los principios primeros, la ley natural no se
cambia de tal manera que no sea recto en la mayoría de los casos lo que la
ley natural contiene; puede, sin embargo, cambiarse en algún caso particular,
en la minoría de ellos, por algunas causas especiales que impiden la observan-
cia de tales preceptos, como ya se dijo 14 •
Soluciones
3. A la tercera dificultad hay que decir que algo se dice de derecho na-
tural de dos modos. Uno, porque la naturaleza inclina a eso, por
ejemplo, no debe hacerse injuria al otro. Otro, porque la naturaleza no indu-
jo o impuso lo contrario, como podemos qecir que es de derecho natural que
el hombre esté desnudo porque la naturaleza no le dio vestido sino que lo in-
ventó el arte. Y de este modo ''la posesión común de todas las cosas y el esta-
do de libertad" se dice que son de derecho natural; es decir, porque la distin-
ción de las posesiones . . . no fue inducida o impuesta por la naturaleza sino
por la razón de los hombres para utilidad de la vida humana. Y así en esto la
ley de la naturaleza no está mudada sino por adición.
197
30
Problema
Respuesta
2 C. 5, nn. 2-4 (Bk 1279 a 32; b4); Tomás de Aquino, Comentario a la Política, lección
6.
198
y la aristocracia, es decir, el poder de los mejores, en la que algunos pocos
son los principales respecto del poder. Luego el óptimo -ordenamiento de
los príncipes o la óptima constitución en una ciudad o en un reino es aquélla
en que uno solo, que preside a todos, está al frente del poder; bajo él hay al-
gunos principales en el poder; y, sin embargo, tal poder o principado pertenece ·
a todos, tanto porque todos pueden ser elegidos como también porque todos
eligen. Tal es la óptima política· o la mejor constitución política: la mixta
que conjuga bien la monarquía o reino, en cuanto que uno solo es el presi-
dente; la aristocracia, en cuanto que muchos son principales en poder; la de-
mocracia, es decir, el poder del pueblo, por cuanto los príncipes pueden ser
elegidos de entre la gente del pueblo y la elección de los príncipes pertenece
al pueblo ...
Problema
Dificultades
199
cosas recibidas, por lo cual se dice en el Eclesiástico 29, 10: "Muchos no
prestaron por causa de la negligencia, porque temieron ser defraudados gra-
tuitamente". Ahora bien, esto lo introdujo la ley. Primero, porque el Deute-
¡:onomio 15, 2 mandó: "Aquél a quien le debe algo el amigo, el prójimo o su
hermano, no podrá reivindicado porque el año de la remisión es del Señor";
y en Exodo 22, 15 se afirma que si estando presente el dueño murió el ani-
mal prestado, no se está obligado a restituirlo. Segundo, porque se quita la
seguridad que se obtiene por la prenda o garantía pignoraticia al establecer
en Deuteronomio 24, 10: "Cuando reivindicas de tu prójimo alguna cosa que
te debe, no entrarás a su casa para llevarte la prenda"; y nuevamente en el
versículo 12 y siguientes: "La prenda no pernoctará junto a ti sino que la -de-
volverás al instante". Luego en la ley no se estableció suficientemente acerca
de los préstamos.
Pero, por otra parte, está lo que se rememora en el Salmo 144, 20 como be-
neficio especial: "N o hizo tal a nación alguna ni les manifestó sus juicios".
Respuesta
4 C~ 21: ML41, 67; cf. 1.19, c. 21: ML 41. 649, Tulio Cicerón, La república, 1.1, c. 25.
200
ción de los hombres entre sí es doble: una que se realiza por la autoridad de
los príncipes y otra por la autoridad o voluntad propia de las personas priva-
das. Y como la voluntad de cada uno puede disponer de lo que está someti-
do a su poder, por eso es preciso que los juicios entre los hombres se ejerzan
y las penas se impongan a los malhechores por la autoridad de los príncipes a
los cuales están sujetos los hombres. Al poder de las personas privadas están
sometidas las cosas poseídas y así, respecto de ellas, pueden comunicarse en-
tre sí por propia voluntad, por ejemplo, comprando, vendiendo, donando y
otros modos de naturaleza parecida ...
La ley ordenó de manera suficiente sobre una y otra comunicación ... Acer-
ca de las cosas poseídas lo óptimo es, como dice el Filósofo en el JI de la Po-
lítica5 , que las posesiones sean distintas o separadas y que el uso sea en par-
te común y en parte comunicable por voluntad de los poseedores o propieta-
rios. Tres cosas fueron establecidas por la ley a este respecto. En primer lu-
gar, que las posesiones estén divididas entre todos y cada uno de los indivi-
duos ... Y como muchas ciudades se arruinan a causa de la distribución irre-
gular de las posesiones, según afirma el Filósofo en el JI de la Política 6 , para
reglamentarias la ley utilizó un triple medio. Uno, que se dividiesen por igual
de acuerdo al número de los hombres 7 ••• Dos, que las posesiones no se ena-
jenasen a perpetuidad sino que pasado cierto tiempo revirtiesen a sus posee-
dores8 . Tres, para evitar la confusión de propiedades, que los parientes pró-
ximos sucedan a los difuntos 9 . • . En segundo lugar, la ley estableció que el
uso de las cosas fuese común en algunos asRectos. Primero, en cuanto al cui-
dado10 ... Segundo, en cuanto a los frutqs 1 ••• En tercer lugar, la ley orde-
nó la comunicación hecha por ~uienes son los dueños de las cosas. Una co-
municación puramente gratuita 1 • • • Otra, con contraprestación de utilida-
6 C.6, n. 11 (Bk 1270 a 23); Tomás de Aquino, Comentario a la Política, lección 13.
7 Números·33, 54.
8 Solución 3.
11 Solución 1; Levítico 19, 9 y siguientes; Deuteronomio 24; 19 ss; Exodo 23, 11; Leví-
tico 25, 4 y siguientes.
201
des; por ejemplo, por compra y venta, por locación, por alquiler, por arren-
damiento, por mutuo o préstamo y aun por depósito 13 •.• Por todo ello es
patente que la ley antigua ordenó suficientemente la convivencia de aquel
pueblo.
Soluciones
13 Soluciones 3 y 6.
202
Y como las casas urbanas no se habían repartido, por eso la ley autorizó que
se pudieran vender a perpetuidad lo mismo que los bienes muebles. En efec-
to, el número de casas de la ciudad no estaba determinado, como lo estaba la
medida de la posesión, a la cual no se añadía nada, mientras que sí se podía
añadir algo al número de las casas de la ciudad. Sin embargo, las casas que no
estaban en la urbe sino en la villa no amurallada no podían venderse a perpe-
tuidad porque tales casas no se construyen sino en orden al cultivo y cus-
todia de las posesiones; y por eso la ley estableció con acierto el mismo dere-
cho para las casas no urbanas y para las posesiones.
14 Solución l.
203
diligencia, muertos y heridos o debilitados, no era compelido a restituirlos, y
especialmente si pagaba alquiler: porque también se podían morir o herirse
estando en poder del prestamista; y de esa manera, si se obtenía la conserva-
ción del animal, el prestamista ya reportaba algún lucro del préstamo y éste
no era gratuito. Esto tenía que observarse sobre todo cuando los animales
eran alquilados, porque entonces ya obtenía precio cierto por el uso de los
animales; de ahí que no debía enriquecerse con la restitución de los animales,
a no ser por negligencia del locatario. Si no eran alquilados, podía obtener al-
guna equidad con que al menos se le restituyese tanto cuanto el uso del ani-
mal muerto o herido pudiera producir por alquiler.
5. A la quinta dificultad hay que decir que existe esta diferencia entre
el préstamo y el depósito: el préstamo se entrega para utilidad de
quien lo recibe, mientras que el depósito para utilidad del depositante. De
ahí que en ciertos casos uno era forzado más a restituir el préstamo que el
depósito 20 • El depósito se podía perder de dos maneras. Una, por causa ine-
vitable, fuera causa natural, por ejemplo, si el animal depositado se hubiese
muerto o debilitado, fuera causa extrínseca, por ejemplo, si fuese capturado
por los enemigos o fuese devorado por fiera; en este último caso, sin embar-
go, estaba obligado a llevar al dueño lo que quedase del animal muerto; en
los restantes casos citados no estaba forzado a devolver nada sino únicamente
a prestar juramento para borrar toda sospecha de fraude. La otra manera por
la que se podía perder el depósito era por causa evitable, por ejemplo, por
hurto; y entonces, por la negligencia del custodio, estaba obligado a devolver
el depósito. Sin embargo, ya se dijo 21 , quien recibía un animal en préstamo
estaba obligado a devolverlo aunque se hubiese herido o muerto en su ausen-
cia. El prestatario debía responder de negligencias menores que el deposita-
rio, que sólo estaba obligado en caso de hurto.
21 Solución 4.
204
31
Problema
Dificultades
2 L. 5, c. 3: ML 82, 190.
205
Pero, por otra parte, está lo que sostiene Isidoro: "el derecho (jus) se halla-
mado así porque es lo justo" 4 • Mas lo justo es el objeto de la justicia, según
escribe el Filósofo en el libro V de la Etica 5 : "todos llaman justicia a aquel
hábito por el que se obran cosas justas". Luego el derecho es el objeto de la
justicia.
Respuesta
Por consiguiente, lo recto en las obras o actos de las demás virtudes, aquello
a que tiende la virtud como a su propio objeto, no se determina sino por re-
ferencia al agente. En cambio, lo recto en la obra o acto de justicia se estable-
ce por relación a otro, aún al margen de la comparación al agente. En nuestra
actividad se llama justo lo que corresponde a otro según cierta igualdad; por
ejemplo, la compensación del salario debido por un servicio prestado.
Soluciones
1: A la primera dificultad hay que decir que es costumbre que los nom-
bres hayan sido ~partados de su imposición primera o sentido origi-
nal para significar otrr.s cosas; por ejemplo, el nombre de "medicina" se im-
puso primeramente para significar el remedio o medicamento que se da al en-
fermo para sanarlo y después se usó para expresar el arte por el que se cura.
4 Le.
Problema
Artículo 2. Si el derecho se divide correctamente en natural y positivo 7
Dificultades
Parece que el derecho no se divide apropiadamente en derecho natural y de-
recho positivo, porque:
l. Lo que es natural es inmutable e igual para todos. Ahora bien, algo
así no se encuentra en las cosas o realidades humanas ya que todas
las reglas del derecho humano f::.~an en algunos casos y no tienen vigencia o
vigor en todas las partes. Luego no existe un derecho natural.
2. Además, se dice que es positivo lo que procede de la voluntad hu-
mana. Pero nada es justo por el hecho de proceder de la voluntad
humana: de lo contrario la voluntad del hombre no podría ser injusta. Luego
como lo justo es lo mismo que el derecho parece que no existe ningún dere-
cho positivo.
Pero, por otra parte, está lo que. dice el Filósofo en el V de la Etica 8 , que "de
lo justo político; esto es natural y esto es legal", es decir, puesto por ley.
6 Le.
7 Tomás de Aquino, Suma teológica, parte 2, sección 2, cuestión 60; artículo 5; Eh"ca,
libro 5, lección 12.
207
Respuesta
Soluciones
9 Artículo l.
10 Le.
208
meter adulterio. De ahí que en Isaías 10, 1 se dice: "¡Ay de aquellos que ins-
tituyen leyes inicuas!".
Problema
Dificultades
Respuesta
11 Tomás de Aquino, Suma teológica, parte 2, sección 1, cuestión 95, artículo 4;Etica,
libro 5, lección 12.
12 Le.
13 Artículo 2.
14 Le.
15 Artículo 2.
209
o adecuación o ajustamiento para la hembra con el fin de procrear de ella,
y los padres para el hijo con el fin de alimentarlo. De un segundo modo, algo
está conmensurado o es ajustado a otro: no según su consideración absoluta,
sino de acuerdo a algo que se sigue de ello; por ejemplo, la propiedad de las
posesiones. Si se considera o analiza este campo absolutamente o en sí mis-
mo no tiene de dónde ser más de éste que de aquél; pero si se considera en
cuanto a la oportunidad o conveniencia de cultivarlo y a su uso pacífico, se-
gún esto tiene cierta conmensuración o aptitud o ajustamiento para que sea
de uno y no de otro, como consta por el Filósofo en el 11 de la Política 16 •
Soluciones
3. A la tercera dificultad hay que decir que como la razón natural dic-
ta las cosas que son del derecho de gentes, a saber, las que tienen
igualdad o equidad por proximidad, de ahí que no necesitan ninguna institu-
ción especial, como ya se dijo al citar la anterior autoridad 19 •
18 Le.
19 Le.
210
32
Problema
1 Tomás de Aquino, Suma teológica, parte 2, sección 2, cuestión 57, artículo 4; parte
2, sección 1, cuestión 113, artículo 1; Comentario a la Etica, libro 5, lección 17.
2 Cuestión 57, artículo l.
211
requiere diversidad de supuestos y por ello no existe sino de un hombre
a otro. No obstante, por semejanza se toman en uno y mismo hombre diver-
sos principios de acciones como si fueran agentes diversos; por ejemplo, la
razón, y el apetito irascible, y el apetito concupiscible. De ahí que metafóri-
camente se dice que en uno y mismo hombre existe la justicia, en cuan-
to que la razón impera al irascible y al concupiscible y éstos obedecen a la ra-
zón; y de manera universal o generalizando en cuanto que se atribuye a cada
-una de las partes del hombre lo que corresponde a todo el hombre. De
ahí que el Filósofo en el V de la Etica 3 llama a esta justicia "justicia según
metáfora" o metafóricamente justicia o justicia metafórica.
Problema
Respuesta
5 Artículo 2.
6 Parte 2, sección 1, cuestión 90, artículo l.
212
Problema
Respuesta
7 Tomás de Aquino, Suma teológica, parte 2, sección 1, cuestión 60, artículo 3, solu-
ción 2; Comentario a las Sentencias, libro 3, distinción 9, cuestión 1, artículo 1, cues-
tiúncula 2; Sobre la verdad, cuestión 28, artículo 1; Comentario a la Etica, libro 5,
lección 2.
8 Artículo 5.
213
Problema
Dificultades
Respuesta
Soluciones
9 Tomás de Aquino, Suma teológica, parte 2, sección 1, cuestión 60, artículo 3; Co-
mentario a la Etica, libro ó, lección 11. .
10 Artículos 5 y 6.
11 Artículo 6.
214
otro: en cuanto al bien común inmediatamente, y en cuanto al bien de una
sola persona singular mediatamente. Y por eso es necesario que exista alguna
justicia particular que ordene al hombre inmediatamente al bien de la otra
persona singular.
2. A la segunda dificultad hay que decir que el bien común de la ciu-
dad y el bien de una sola persona singular no difieren únicamente
según lo mucho o lo poco sino según diferencia formal, pues es distinta la ra-
zón del bien común y la del bien singular, como también es distinta la ra-
zón del todo y la de la parte. Y por eso el Filósofo en elIde la Política 12 di-
ce que "no hablan bien quienes dicen que la ciudad y la casa y otras cosas se-
mejantes difieren sólo por la multitud y la poquedad, y no por la especie".
Problema
Artículo 8. Si la justicia particular tiene materia especial 13
Respuesta
Es necesario responder que todas las cosas que pueden ser rectificadas por la
razón son materia de la virtud moral, que se define por la razón recta, como
lo manifiesta el Filósofo en el II de la Etica 14 • Ahora bien, pueden ser rectifi-
cadas por la razón las pasiones interiores del alma, las acciones exteriores y
las cosas exteriores que llegan al uso del hombre. Sin embargo, en las accio-
nes exteriores y en las cosas exteriores, por las que los hombres se pueden co-
municar entre sí se atiende a la ordenación de un hombre a otro; mientras
que en las pasiones interiores se considera la rectificación del hombre en sí o
respecto de sí mismo. Y, por ello, como la justicia se ordena a otro, no versa
sobre toda la materia de la virtud moral sino únicamente acerca de las accio-
nes y cosas exteriores bajo una razón o formalidad especial del objeto, es de-
cir, en cuanto que por ellas un hombre se coordina con otro.
Problema
Artículo 9. Si la justicia se refiere a las pasiones 15
215
Dificultades
Respuesta
Soluciones
216
sin que lo haya en el otro; por ejemplo, si alguien sustrae la cosa del otro no
por deseo de tenerla sino por voluntad de causar daño; o, viceversa, si uno
desea la cosa del otro y, sin embargo, no quiere sustraérsela. La rectificación,
por consiguiente, de las operaciones en cuanto terminan en las cosas exterio-
res pertenece a la justicia, pero la rectificación de las operaciones en cuanto
nacen de las pasiones pertenece a otras virtudes morales que versan sobre las
pasiones. Luego la justicia impide la sustracción de la cosa ajena por ser con-
tra la igualdad que debe establecerse en las cosas exteriores; la liberalidad, en
cambio, en cuanto procede de la concupiscencia inmoderada de riquezas. Y
como las operaciones exteriores no reciben la especie de las pasiones interio-
res sino más bien de las cosas exteriores, como de sus objetos, de ahí que ha-
blando directa o propiamente las operaciones exteriores son materia de la
justicia más bien que de las obras virtudes morales.
3. A la tercera dificultad hay que decir que el bien común es el fin de
las personas singulares que viven en comunidad, como el bien del to-
do es el bien de cada parte. Ahora bien, el bien de una persona singular no es
el fin de otra. Y, por eso, la justicia legal, que se ordena al bien común, se
puede extender a las pasiones interiores por las que el hombre de alguna ma-
neta se dispone respecto de sí mismo, más que la justicia particular, que se
ordena al bien de otra persona singular. Si bien la justicia legal se extiende
principalmente a las otras virtudes en cuanto a las operaciones exteriores de
éstas, es decir, en cuanto "la ley preceptúa realizar obras propias del fuerte, o
del moderado, o del pacífico", como se dice en el V de la Etica 18 •
Problema
Artículo 10. Si el medio de la justicia es medio real 19
Dificultades
217
del medio o medianía determinada por la razón respecto a nosotros". Luego
también en la justicia hay un medio de razón y ho real. .
Pero, por otra parte, está que el Filósofo en el V de la Etica 24 asigna el me-
dio de la justicia según la proporcionalidad "aritmética", que es medio real.
Respuesta
Es necesario responder, según se dijo 25 , que las otras virtudes morales se re-
fieren principalmente a las pasiones, cuya rectificación no se considera sino
por comparación al hombre mismo de quien son las pasiones; por ejemplo,
en cuanto que se irrita o en cuanto que desea como debe según las circuns-
tancias. Y por esto el medio de tales virtudes no se toma según la proporción
de una realidad o cosa a otra sino sólo según la comparación al virtuoso mis-
mo. Y por ello en estas virtudes el medio es solamente racional y respecto a
nosotros mismos.
218
por consecuencia el medio de la justicia consiste en cierta igualdad de pro-
porción de la realidad o cosa exterior a la persona exterior. Ahora bien, lo
igual es realmente lo medio o el medio entre lo mayor y lo menor, como se
afirma en el X de la Metafísica 26 • De ahí que la justicia tiene medio real.
Soluciones
l. A la primera dificultad hay que decir que este medio real es también
medio de razón. Y por eso, en la justicia se salva la razón de virtud
moral.
2. A la segunda dificultad hay que decir que lo absolutamente bueno
se dice de dos modos. Primero, lo que es bueno de todos los modos
u omnímodamente; así son las virtudes. En este sentido, no se puede escoger
el medio y los extremos en las cosas que son absolutamente buenas. De otro
modo se dice que algo es absolutamente bueno, porque lo es considerado se-
gún su naturaleza, aunque por el abuso pueda hacerse malo; como es eviden-
te en las riquezas y en los honores. En estas cosas puede escogerse lo super-
fluo, lo disminuido y lo medio respecto de los hombres que pueden usar
bien o mal de ellas. Y en este sentido se dice que la justicia es acerca de las
cosas absolutamente buenas.
3. A la tercera dificultad hay que decir que la injuria inferida tiene
proporción distinta respecto del príncipe y de otra persona privada.
Y por eso es forzoso igualar de otra manera una y otra injuria por medio del
castigo. Lo cual corresponde a la diversidad de la realidad y no sólo a la di-
versidad de la razón.
Problema
Dificultades
Parece que el acto de la justicia no es dar a cada uno lo que es suyo, porque:
27 C. 9: ML42, 1046.
219
miseria, no les damos las cosas que son de ellos sino más bien las nuestras.
Luego el acto de la justicia no es otorgar a cada uno lo que es suyo.
Pero, por otra parte, Ambrosio dice en el 1 de Los Oficios 28 que "la justicia
es la que da a cada uno lo suyo, no vindica lo ajeno, descuida la propia utili-
dad para mantener la equidad común".
Respuesta
Soluciones
29 Artículos 8 y 10.
30 Cuestión 80.
220
todo lo que es menos se llama "daño". Y esto porque la justicia se ha ejerci-
tado primero y se ejerce más comúnmente en las conmutaciones o transac-
ciones voluntarias de las cosás, por ejemplo, en la compra y en la venta, en
las que propiamente se usan estos nombres; y de ahí, estos nombres han sido
derivados para denominar a todas aquellas cosas acerca de las cuales puede
haber justicia. Y la misma razón existe respecto de eso que es dar a cada uno
lo que es suyo.
Problema
Dificultades
2. Además, nada es adornado sino por algo que es más digno o exce-
lente. Pero "la magnanimidad es adorno u ornamento" de la justicia
y "de todas las virtudes", según se afirma en el IV de la Etica 33 • Luego la
magnanimidad es más noble que la justicia.
3. Además, la virtud versa sobre "lo difícil" y "lo bueno", como cons-
ta en el II de la Etica 34 • Pues bien, la fortaleza versa sobre cosas
más difíciles que la justicia, es decir, sobre "los peligros de la muerte", en
afirmación del III de 1aEticif5 • Luego la fortaleza es más noble que la justicia.
32 Tomás de Aquino, Suma teológica, parte 2, sección 2, cuestión 123, artículo 12;
cuestión 141, artículo 8; parte 2, sección 1, cuestión 66, artículo 4; Comentario
a las Sentencias, libro 3, distinción 35, cuestión 1, artículo 3, cuestiúncula 1; li·
bro 4, distinción 33, cuestión 3, artículo 3; Comentario a la Etica, libro 5, lec·
ción 2.
221
Pero, por otra parte, dice Cicerón en el I de Los oficios 36 : "En la justicia el
esplendor de la virtud es máximo y por ella los hombres son llamados buenos".
Respuesta
36 Capítulo 7.
37 C. 1, n. 15 (Bk 1129 b 27); Tomás de Aquino, Comentario a la Etica, lección 2.
222
Soluciones
41 En la respuesta.
223
33
Problema
Dificultades
1 Tomás de Aquino, Suma teológica, parte 1, cuestión 21, artículo 1; Comentario a las
Sentencias, libro 3, distinción 33, cuestión 3, artículo 4, cuestiúncula 5; libro 4, dis-
tinción 46, cuestión 1, artículo 1, cuestiúncula 1; Comentario a la Etica, libro 5, lec·
ciones 4-6.
2 L. 2, c. 15.
224
hace peor el que recibe y se habitúa más a esperar siempre lo mismo". Luego
la distribución no pertenece a ninguna especie de justicia.
Pero, por otra parte, está que el Filósofo en el V de la Etica 6 establece dos
partes o clases de justicia y afirma que ''una es la que dirige las distribuciones
y otras las conmutaciones".
Respuesta
225
sas que se realizan mutuamente entre dos personas. El otro orden es del todo
a las partes: a este orden se asemeja el orden existente entre lo que es común
y las personas singulares; la justicia distributiva, que distribuye proporcional-
mente las cosas comunes, dirige este orden. Por tanto, son dos las especies de
justicia: la conmutativa y la distributiva.
Soluciones
l. A la primera dificultad hay que decir que así como se recomienda la
moderación respecto de las dádivas o distribuciones gratuitas de las
personas privadas y se reprende el derroche, así también en la distribución de
los bienes comunes hay que observar la moderación; en esto la justicia distri-
butiva dirige.
2. A la segunda dificultad hay que decir que así como la parte y el to-
do son en cierto modo lo mismo, así también lo que es del todo es
en cierto modo de la parte. Y de esta manera, cuando se distribuye algo de
los bienes comunes a cada uno, cada uno recibe lo que de alguna manera es
suyo.
3. A la tercera dificultad hay que decir que el acto de la distribución
que versa sobre los bienes comunes pertenece solamente al que pre-
side tales bienes comunes. Ahora bien, la justicia distributiva reside también
en los súbditos, a los que se distribuye, a saber, en cuanto están satisfechos
con la distribución justa. Aunque a veces la distribución se hace de los bienes
comunes, no comunes a la ciudad sino a una sola familia: esta distribución
puede efectuarse por la autoridad de alguna persona privada.
4. A la cuarta dificultad hay que decir que los movimientos reciben la
espeGie del término al que se dirigen. Y por eso a la justicia legal co-
rresponde ordenar las cosas que son de las personas privadas al bien común;
y, por el contrario, ordenar el bien común a las personas privadas mediante
la distribución es competencia de la justicia particular.
5. A la quinta dificultad hay que decir que la justicia distributiva y la
conmutativa no se distinguen únicamente por lo uno y lo múltiple,
la unidad y la pluralidad, sino también según la diversa razón o modalidad
del débito o deuda: de una manera se debe a alguien lo que es común, y de
otra lo que es propio.
Problema
Artículo 2. Si el medio en la justicia distributiva y conmutativa se toma de la
misma manera8
8 Tomás de Aquino, Comentario a las Sentencias, libro 3, distinción 33, cuestión 1,
artículo 3, cuestiúncula 2; Comentario a la Etica, libro 5, lecciones 4-7.
226
Respuesta
Problema
9 Artículo l.
227
Respuesta
Pero si tomamos como materia de una y otra justicia las operaciones o activi-
dades principales por las que utilizamos a las personas, a las cosas y a las
obras, entonces se encuentra distinta materia en ambas, pues la justicia distri-
butiva dirige la distribución mientras que la conmutativa los cambios o con-
mutaciones que pueden darse entre dos personas.
10 Tomás de Aquino, Suma teológica, parte 2, sección 2, cuestión 58, artículos 8-10.
228
to en las que no fructifican, como son los dineros, vasos y cosas semejantes.
Pero, si no se concede el uso gratuitamente se llama locación y arrendamien
to. Tercero, cuando alguien entrega una cosa para después recuperarla y no
para su uso sino para o bien su conservación como en el depósito, o bien a
título de obligación, como cuando alguien entrega la cosa suya en prenda
pignoraticia o sale fiador de otro.
229
34
EL HURTO Y EL ROBO.
POSESION PROPIA Y POSESION EN COMUN.
PODER DE GESTION Y DE ADMINISTRACION
Y PODER DE USO O DISFRUTE.
LICITUD DEL HURTO EN SITUACION DE NECESIDAD
A continuación hay que cuestionar las injusticias por las que se infiere daño
al prójimo en sus cosas 1 , a saber, el hurto y el robo o rapiña.
230
7. si es lícito hurtar en situación de necesidad;
Problema
Dificultades
Pero, por otra parte, están las palabras del Salmo 8, 8: "sometiste todas las
cosas bajo sus pies", es decir, bajo los pies de los hombres.
2 Tomás de Aquino, Suma contra los gentiles, libro 3, capítulo 22; Comentario a la Po-
lítica, libro 1, lección 6.
3 Homilía 6, Sobre Lucas 12, 18: MG 31, 276.
231
Respuesta
Soluciones
2. A la segunda dificultad hay que decir que ese rico es reprendido por
el hecho de juzgar que las cosas exteriores eran principalmente su-
yas, como si no las recibiese de otro, de Dios.
Problema
7 Tomás de Aquino, Suma contra los gentiles, libro 2, capítulo 127; Comentario a la
Política, libro 2, lección 4.
232
Dificultades
Parece que a nadie es lícito poseer alguna cosa como propia, porque:
Respuesta
8 Sermones, Sermón del tiempo, sermón 81, Sobre Lucas 12, 18.
233
tres razones o motivos. Primero, porque cada uno es más solícito para procu-
rar aquello que sólo le compete a él, que para procurar lo que es común a to-
dos o a muchos, ya que cada uno, rehuyendo del trabajo, deja al cuidado de
otro lo que pertenece al común, como sucede cuando hay multitud de minis-
tros o servidores. Segundo, porque las cosas humanas se tratan más ordenada-
mente cuando a cada uno incumbe el cuidado propio de procurar alguna co-
sa: existiría confusión si cada cual se cuidara de todo indistintamente. Ter-
cero, porque el estado de paz entre los hombres se conserva mejor cuando
cada uno está contento con lo suyo. Por lo cual vemos que entre aquellos
que poseen algo en común y sin división surgen con frecuencia contiendas o
disputas.
Soluciones
2. A la segunda dificultad hay que decir que aquel que al llegar el pri-
mero al espectáculo facilitase la entrada a los otros no obraría ilíci-
tamente, pero sí lo hace quien la impide o ptohíbe a los demás. De manera
similar, el rico no obra ilícitamente si, habiendo ocupado el primero la pose-
sión de la cosa que al principio era común, la comunica o reparte a los otros;
pero sí peca si prohíbe a los demás indistinta o indiscretamente el uso de esa
cosa. De ahí que Basilio escribe en el mismo lugar citado: ''¿Por qué estás tú
en la abundancia y aquél mendiga sino para que tú consigas los méritos de la
buena dispensación o distribución y él sea coronado en premio de su pacien-
cia?".
234
3. A la tercera dificultad hay que decir que cuando Ambrosio sostiene
que "nadie llame propio lo que es común" se refiere a la propiedad
en cuanto al uso; y por eso añade: "Lo que excede de lo suficiente para el
gasto o sustento se ha obtenido con violencia".
Problema
Dificultades
Parece que no sea de la esencia del hurto el tomar furtivamente la cosa ajena,
porque:
Pero, por otra parte, están las palabras de Isidoro en el libro de Las etimolo-
gías11: "La palabra 'fur' (ladrón) viene de 'furvus' (oscuro), o sea, de 'fus-
cus' (negro, confuso); porque el ladrón utiliza el tiempo de la noche".
Respuesta
235
co es aquél por el cual se distingue de los pecados que van contra la persona,
como el homicidio y el adulterio; en este sentido, es característico del hurto
el recaer sobre cosa poseída por otro, pues si alguien se apodera de lo que es
de otro pero no como objeto poseído sino como parte del otro, por ejemplo,
si le amputa un miembro, o como persona allegada al otro, por ejemplo, si le
quita la hija o la esposa, entonces no tiene propiamente razón de hurto. El
tercer elemento diferencial que completa la definición o razón de hurto es
que usurpe lo ajeno ocultamente. En consonancia con todo lo anterior, la de-
finición o esencia propia del hurto es la sustracción oculta de la cosa ajena.
Soluciones
3. A la tercera dificultad hay que decir que nada impide que lo que en
absoluto o simplemente es de uno, sea bajo algún aspecto o en cier-
to modo de otro. Por ejemplo, la cosa depositada es en absoluto o principal-
mente de quien la deposita, pero también del depositario en relación a su
custodia.
Problema
Dificultades
236
Luego el hurto y el robo no son pecados de especie diversa.
2. Además, los actos morales reciben la especie del fin, como ya se ex-
puso12. El hurto y el robo se ordenan al mismo fin. Luego no di-
fieren específicamente.
3. Además, así como se roba algo para poseerlo, así se rapta a la mu-
jer para deleitarse con ella; por lo cual, Isidoro escribe en el libro de
Las etimologías 13 que "el raptor se denomina corruptor y la raptada corrom-
pida". Ahora bien, se habla de rapto sea que se rapte a la mujer pública u
ocultamente. Luego también la cosa poseída se dice robada sea que se quite
en secreto, sea en público. Luego el hurto y el robo no difieren.
Respuesta
Soluciones
237
2. A la segunda dificultad hay que decir que el fin remoto del robo y
del hurto es el mismo. Pero esto no basta para identificar la espe-
cie, ya que existe diversidad de fines próximos: el raptor quiere obtenerlo
por el propio poder o fuerza, mientras que el ladrón por la astucia.
Problema
Dificultades
3. Además, no parece que peque quien toma una cosa que es suya pues
no obra contra la justicia, cuya igualdad o equidad no destruye. Sin
embargo, también se comete hurto cuando alguien toma ocultamente la cosa
suya detentada o custodiada por otro. Luego parece que el hurto no siempre
es pecado.
Respuesta
238
de dolo· o fraude, que el ladrón comete usurpando ocultamente y como por
insidias la cosa ajena. Luego es obvio que todo hurto es pecado.
Soluciones
l. A la primera dificultad hay que decir que tomar la cosa ajena ocul-
ta o manifiestamente por autoridad del juez que así lo decreta, no
es hurto, puesto que ya la cosa le es debida por el hecho de habérsela adjudi-
cado a él por sentencia. Luego mucho menos hubo hurto cuando los hijos de
Israel tomaron los despojos de los egipcios por precepto del Señor al decretar
eso en compensación de las aflicciones con que los egipcios los atormentaron ..
antes sin causa. De ahí que significativamente se diga en Sabiduría 10, 19:
"Los justos tomaron los despojos de los impíos".
2. A la segunda dificultad hay que decir que acerca de las cosas halla-
das es preciso distinguir. Hay algunas que nunca fueron propiedad
de nadie, por ejemplo, las piedras preciosas y perlas que se encuentran en el
litoral del mar; éstas se conceden al primero que las ocupa 17 • Y la misma ra-
zón existe para los tesoros ocultos bajo la tierra desde tiempo antiguo de los
cuales no existe poseedor; a no ser que el descubridor esté obligado por las
leyes civiles a dar la mitad al dueño del terreno si lo encontrara en campo
ajeno 18 . Por esto, en la parábola del Evangelio, Mateo 13, 44, sobre el des-
cubridor del "tesoro escondido en el campo" se dice que "compró el cam-
po", como para tener el derecho de poseer todo el tesoro. Hay, sin embar-
go, otras cosas halladas que pertenecieron recientemente a los bienes de otro.
En este caso, si las toma, no con ánimo de retenerlas para sí sino de restituir-
las al dueño, que no las tiene por abandonadas, no comete hurto 19 • Y de
manera semejante, si se tienen por abandonadas y así lo cree el descubridor,
aunque las retenga para sí no comete hurto 20 • Por lo cual, Agustín dice en
una homilía 21 y se consigna en la causa 14, cuestión 5: "Si encontraste algo
y no lo devolviste, robaste" 22 •
18 Instituciones, 1.2, tit. 1, & 39; Código, 1.10, tít. 15, leg. l.
2'39
3. A la, tercera dificultad hay que decir que quien toma furtivamente
alguna cosa suya depositada en poder de otro, grava al depositario
por cuanto éste está obligado a restituir o a probar que es inocente. Luego
es obvio que es pecado y que está obligado a descargar del gravamen al de-
positario. Pero quien sustrae furtivamente su cosa retenida injustamente por
otro, ciertamente peca, no porque grave a quien la retiene, y por ello no está
obligado a restituir algo o recompensar, sino contra la justicia común por-
que usurpa para sí el juicio sobre su cosa, omitido o despreciado el orden del
derecho. Y, por consiguiente, tiene que satisfacer a Dios y esforzarse para eli-
minar el escándalo de los prójimos, si de ello se hubiere producido.
Problema
Dificultades
l. Son palabras de los Proverbios 6, 30: "No hay gran culpa cuando al-
guien hurtó". Pero todo pecado mortal es culpa grande. Luego el
hurto no es pecado mortal.
Pero, por otra parte, el juicio divino no condena a nadie si no es por pecado
mortal. Y hay quien es condenado por hurto, según afirma Zacarías 5, 3:
"Esta es la maldición que amenaza la faz de toda la tierra: todo ladrón será
condenado, como está escrito". Luego el hurto es pecado mortal.
23 Tomás de Aquino, Comentario a las Sentencias, libro 2, distinción 42, cuestión 1, ar-
tículo 1; El mal, cuestión 10, artículo 2; cuestión 15, artículo 2.
240
Respuesta
Soluciones
2. A la segunda dificultad hay que decir que las penas de la vida pre-
sente son más medicinales que retributivas, pues la retribución se re-
serva al juicio divino, que recaerá sobre los pecadores "según la verdad" (Ro-
manos 2, 2). Por ello, según el juicio de la vida presente, no se inflige la pena
de muerte por cualquier pecado mortal sino solamente por aquellos que in-
fieren daño irreparable, o también por los que entrañan deformidad horrible.
En consecuencia, por el hurto que causa daño reparable no se infiere pena de
muerte según el juicio temporal, a no ser que el hurto se agrande por alguna
circunstancia grave, por ejemplo, en el sacrilegio, que es hurto de cosa sagra-
da, y en el peculado, que es hurto de cosa común, como consta por Agustín
en Sobre Juan 26 , y en el plagio, que es hurto de un hombre, hurto que se cas-
tiga con la muerte, en Exodo 21, 16.
24 Tomás de Aquino, Suma teológica, parte 2, sección 2, cuestión 59, artículo 4; parte
1, sección 2, cuestión 72, artículo 5.
25 En el artículo 7 siguiente.
241
3. A la tercera dificultad hay que decir que la razón considera lo mi-
núsculo como nada. Por eso, en las cosas mínimas, el hombre consi-
dera que no se le infiere daño y quien las sustrae puede presumir que no ac-
túa contra la voluntad del dueño de la cosa. Y, por tanto, si alguien toma fur-
tivamente tales cosas módicas, puede excusarse de pecado mortal. Pero, si
tiene ánimo de hurtar y de causar daño al prójimo, aún en tales nimiedades
puede existir pecado mortal, como también por el consentimiento en el solo
pensamiento. -
Problema
Dificultades
27 Tomás de Aquino, Suma teológica, parte 2, sección 2, cuestión 32, artículo 7, solu-
ción 3; Comentario a las Sentencias, libro 4, distinción 15, cuestión 2, artículo 1,
cuestiúncula 4; Quodlibeto 5, cuestión 9, artículo l.
30 C. 7: ML 40, 528.
242
Pero, por otra parte, en la necesidad todas las cosas son comunes. Y así no
parece que sea pecado si alguien toma la cosa de otro convertida para él en
común por la necesidad.
Respuesta
Soluciones
l. A la primera dificultad hay que decir que esa decretal trata del caso
en el cual la necesidad es urgente.
2. A la segunda dificultad hay que decir que usar de la cosa ajena to-
mada ocultamente en caso de necesidad extrema no tiene razón de
hurto propiamente hablando, ya que por tal necesidad se hace suyo aquello
que uno toma para sustentar la propia vida.
243
Problema
Dificultades
Pero, por otra parte, únicamente se puede ofrecer a Dios sacrificio u oblación
de cualquier cosa lícitamente tomada pero no del robo, en consonancia con
las palabras de Isaías 61, 8: "Yo, el Señor, amo la justicia y odio la rapiña
ofrecida como holocausto". Luego no es lícito apoderarse de algo mediante
el robo.
Respuesta
32 Tomás de Aquino, Comentario a las Sentencias, libro 4, distinción 15, cuestión 2, ar-
tículo 1, cuestiúncula 4.
244
sociedad humana nadie tiene coacción a no ser por el poder público. Y por
eso, quienquiera que quita algo a otro mediante la violencia, si es persona
privada y no detenta poder público, obra ilícitamente y comete rapiña, por
ejemplo, los ladrones. El poder público se entrega a los príncipes para que
sean custodios de la justicia. Y, consiguientemente, no les es lícito usar de la
violencia y de la coacción sino al tenor de la justicia; y esto sea combatiendo
a los enemigos, sea castigando a los malhechores. Lo que por tal violencia se
arrebata no tiene razón de rapiña, pues no va contra la justicia. Pero si contra
la justicia arrebataran violentamente las cosas de otros usando el poder pú-
blico, obran ilícitamente y cometen rapiña y están obligados a la restitución.
Soluciones
2. A la segunda dificultad hay que decir que algunos infieles poseen in-
justamente sus cosas únicamente cuando "según las leyes de los
príncipes de la tierra han sido condenados a que las pierdan"; y, por ello, les
pueden ser sustraídas violentamente, mas no por autoridad privada sino pú-
blica.
36 C. 4: ML 41, 115.
245
vemente que los ladrones cuanto de manera más peligrosa y común u ordina-
ria actúan contra !ajusticia pública, de la que son constituidos custodios.
Problema
Dificultades
Parece que el hurto es pecado más grave que e!' robo, porque:
3. Además, un pecado parece tanto más grave cuanto daña a más hom-
bres. Ahora bien, por el hurto se puede inferir daño a los grandes y
a los pequeños; por la rapiña solamente a los impotentes, a los cuales se pue-
de causar violencia. Luego parece que es más grave el hurto que la rapiña.
Pero, por otra parte, en las leyes es castigada más gravemente la rapiña que el
hurto.
Respuesta
37 Tomás de Aquino, Suma teológica, parte 2, sección 2, cuestión 83, artículo 3, solu-
ción 2; cuestión 116, artículo 2, solución 1; cuestión 144, artículo 2, solución 4;
Comentario a la Etica, libro 5, lección 4.
39 C. 9, n.1-4 (Bk 1128 b 11; b 22); Tomás de Aquino, Comentario a la Etica, lección 17.
40 En el artículo 4 anterior.
246
ta algo; de tal forma, sin embargo, que en el hurto la involuntariedad es cau-
sada por ignorancia y en el robo por violencia. Ahora bien, una cosa es más
involuntaria por violencia que por ignorancia, porque la violencia se opone
más directamente a la voluntad que la ignorancia. Por eso, la rapiña es más
grave que el hurto. Y existe otra razón: por la rapiña no sólo se infiere a al-
guien daño en las cosas o bienes sino que además redunda en cierta ignominia
o injuria de la persona. Y esto es más grave que el fraude o dolo, que son ele-
mentos del hurto.
Soluciones
247
35
ELFRAUDEQUESECOMETE
EN LAS COMPRAS Y EN LAS VENTAS
A continuación hay que cuestionar las injusticias que se dan en las conmuta-
ciones voluntarias 1 • En primer lugar, el fraude que se comete en las compra-
ventas; después, la usura que se realiza en los préstamos 2 • En los demás in-
tercambios voluntarios no se encuentra ninguna especie de pecado diferente
del robo y del hurto.
l. La venta injusta por razón del precio, es decir, si es lícito vender al-
go por más de lo que vale;
2. la venta injusta por razón del objeto vendido, esto es, si la venta se
torna injusta e ilícita por defecto en la cosa vendida;
2 Cuestión siguiente.
248
4. si es lícito, al negociar, vender por mayor precio del que se compró.
Problema
Artículo l. Si alguien puede lícitamente vender una cosa por más de lo que
vale.
Dificultades
Parece que alguien puede vender lícitamente una cosa por más de lo que vale,
porque:
Pero, por otra parte, están las pala)Jras de Mateo 7, 12: "Todo .lo que queráis
que los hombres os hagan, hacedlo también vosotros a ellos". Pero nadie quiere
4 C.3:ML42,1017.
5 C. 13, n. 11 (Bk 1163 a 16); Tomás de Aquino, Comentario a la Etica, lección 13.
249
que se le venda una cosa más cara de lo que vale. Luego nadie debe vender a
otro una cosa más cara de lo que vale.
Respuesta
Es necesario responder que utilizar el fraude para vender algo en más del jus-
to precio es absolutamente pecado, en cuanto se engaña al rrójimo para su
daño. De ahí las palabras de Tulio en el libro de Los Oficios : "Se ha de ex-
cluir toda mentira en las cosas contractuales; no ponga el vendedor un licita-
dor que eleve el precio, ni el comprador otro postor que lo baje".
Pero si alguien se ayuda mucho de la cosa que recibió del otro y el que
vende no se damnifica por carecer de ella, entonces éste no debe scbreven-
derla, pues la utilidad que aumenta para el comprador no proviene del vende-
6 L. 3, c. 15.
250
dor sino de la condición o circunstancias de aquél; y nadie debe vender a
otro lo que no es suyo, aunque sí el daño que sufre por ello. Sin embargo,
quien se aprovecha mucho de la cosa recibida del otro puede espontáneamen-
te erogar por encima de lo que en sí vale la cosa: esto pertenece a su honra-
dez u honestidad.
Soluciones
251
la amistad utilitaria la igualdad de la utilidad y, por consiguiente, la recom-
pensa ha de hacerse de acuerdo a la utilidad percibida. En la compra según
la igualdad de la cosa.
Problema
Dificultades
Parece que la venta no se toma injusta e ilícita por algún defecto que tenga la
cosa vendida, porque:
Pero, por otra parte, está lo dicho por Ambrosio en el libro de Los Oficios 12 :
"Es regla manifiesta de justicia que el hombre de bien no deba apartarse de la
verdad, ni hacer daño injusto a nadie, ni unir algo de dolo a su cosa".
252
Respuesta
En todos estos casos uno no solamente peca al realizar la venta injusta sino
que además está obligado a restituir. Pero si se dieran en la cosa vendida al-
gunos de los citados defectos, ignorándolo el vendedor, éste no peca porque
sólo materialmente hace lo justo y su acción no es injusta, en consonancia
con lo dicho anteriormente 13 ; sin embargo, si después llegara a su conoci-
miento el defecto, está obligado a compensar el daño al comprador.
Soluciones
l. A la primera dificultad hay que decir que el oro y la plata no son ca-
ros únicamente por la utilidad de los vasos u otros utensilios que
con ellos se fabrican sino también por la dignidad y pureza de su sustancia.
Y, por consiguiente, si el oro y la plata producidos por los alquimistas no tie-
nen auténtica especie de oro y de plata, la venta es fraudulenta e injusta. So-
bre todo porque existen algunas utilizaciones del verdadero oro y plata que
corresponden a su acción o empleo natural y no al del oro sofisticado o fal-
253
sificado por la alquimia; por ejemplo, la propiedad que tiene de alegrar y de
ayudar medicinalmente contra algunas enfermedades. Además, el oro verda-
dero puede usarse con más frecuencia y permanece en su pureza durante más
tiempo que el oro sofisticado. Pero si por medio de la alquimia se fabricara
oro verdadero, no sería ilícito venderlo como verdadero, porque nada prohi-
be que el arte haga uso de algunas causas naturales para producir efectos na-
turales y verdaderos; como Agustín afirma en el III de La Trinidad 14 a pro-
pósito de las cosas que se hacen por arte de los demonios.
2. A la segunda dificultad hay que decir que es necesario que las medi-
das sean diversas en los distintos lugares por la diferencia de la abun-
dancia y de la escasez de las mismas cosas, porque donde la cosa abunda más
se acostumbró que las medidas sean mayores. Sin embargo, en cada lugar,
compete a los rectores de la ciudad determinar cuáles son las medidas jus-
tas de las cosas vendibles, sopesadas las condiciones de los lugares y de las
cosas. Y por ello no es lícito prescindir de las medidas instituidas por la au-
toridad pública o por la costumbre.
Problema
Dificultades
14 C. 8: ML 42, 875.
254
l. Como el vendedor no obliga al comprador a comprar, parece que so-
mete al juicio del comprador la cosa que vende. Ahora bien, a la
misma persona corresponde el juicio o valoración de la cosa y el conocimien-
to de la misma. Luego no parece que se deba imputar al vendedor el que el
comprador se equivoque en su juicio comprando precipitadamente y sin la
diligente investigación sobre las condiciones de la cosa.
2. Además, parece tonto que alguien realice algo que impida su activi-
dad. Ahora bien, si uno indica los vicios de la cosa que va a vender,
impide su venta; en este sentido, Tulio, en el libro de Los Oficios 17 pone en
boca de uno: "¡Qué mayor absurdo que si, por mandato del dueño, el pre-
gón anunciara: Vendo casa pestilente!". Luego el vendedor no está obligado
a publicar los vicios de la cosa vendida.
Pero, por otra parte, Ambrosio escribe en el III de Los Oficios 18 : "Está orde-
nado que en los contratos se declaren los vicios de las cosas que se venden; a
no ser que el vendedor los intimase, aunque las cosas hubieran pasado al de-
recho del comprador, tales contratos son nulos por acción dolosa".
Respuesta
17 L. 3, c. 13.
255
\
auxilio o consejo pertinente a cualquier finalidad sino que esto es únicamen-
te preciso en algún caso determinado, por ejemplo, cuando otro está encarga-
do a su cuidado, o cuando no puede ser ayudado por otro. Pero el vendedor,_
que ofrece la cosa en venta, por el mismo hecho, pone al comprador en oca-_
sión de daño o de peligro cuando le ofrece una cosa viciosa, si por causa de
ese vicio puede incurrir el comprador en daño o en peligro; daño, si P.or tal
vicio, la cosa que se propone vender es de menor precio y no lo disminuye
nada en atención al vicio; peligro, si a causa del vicio; el uso de la cosa se tor-
na imposible o nocivo; por ejemplo, si alguien vende a otro un caballo cojo
en lugar de uno veloz, o una casa ruinosa por una sólida, o alimento corrom-
pido o venenoso por sano. Por consiguiente, si tales defectos son ocultos y el
vendedor no los revela, la venta será ilícita y dolosa, y está obligado a com-
pensar el daño al comprador.
Soluciones
256
3. A la tercera dificultad hay que decir que si bien el hombre no está
obligado a decir a toda la gente la verdad sobre lo concerniente a la
virtud, sí lo está en el caso de que tal hecho amenazara peligro a otro en de-
trimento de la virtud si no dijese la verdad. Y así sucede en el caso propuesto.
4. A la cuarta dificultad hay que decir que el vicio de la cosa hace que
ésta en el momento presente sea de menor valor del que aparenta.
Pero en el caso propuesto, en el futuro se espera que la cosa, el trigo, sea de
valor menor por la llegada de los comerciantes, ignorada por los comprado-
res. De ahí que el que vende la cosa según el precio presente que encuentra
no parece actuar contra la justicia al no manifestar el futuro. Sin embargo,
si lo manifestara o si disminuyera el precio sería de mayor virtud; aunque a
esto no parece estar obligado por débito de justicia.
Problema
Parece que en los negocios no es lícito vender más caro de lo que se compra,
porque:
l. Dice el Crisóstomo al comentar a Mateo 29, 12 21 : "Quien adquiere
una cosa para lucrarse y la revende íntegra y sin transformarla, es el
mercader arrojado del templo". De ahí que Casiodoro 22 , explicando el salmo
70, 15: "Porque no conocí la literatura" o según otro texto, "el arte de co-
merciar", afirmó: "¿En qué consiste el ejercicio del comercio sino en com-
prar más barato con intención de vender más caro?"; y añade: "El Señor
arrojó a tales comerciantes del templo". Ahora bien, nadie es arrojado del
templo sino por algún pecado. Luego tal negocio es pecado.
2. Además, es contrario a la justicia el que alguien venda una cosa más
cara de lo que vale o que la compre más barata, como consta por lo
dicho 23 . Ahora bien, quien comerciando vendiere la cosa más cara de lo que
23 Artículo 1 anterior.
257
No obstante, el lucro, que es el fin del negocio, aunque por sí mismo no en-
traña algo honesto o necesario, tampoco implica en sí mismo nada vicioso o
contrario a la virtud. Por lo tanto, nada impide que el lucro se ordene a algún
fin necesario, o también honesto. Y entonces el negocio se vuelve lícito; por
ejemplo, cuarido alguien que al negociar busca un lucro moderado, lo ordena
al sostenimiento de su casa, o también a socorrer a los necesitados; o cuando
alguien se dedica al negocio por la utilidad pública, es decir, para que no fal-
ten las cosas necesarias para la vida de la patria, e intenta el lucro no como
fin sino como estipendio o remuneración del trabajo.
Soluciones
3. A la tercera dificultad hay que decir que los clérigos deben abstener-
se no solamente de las cosas que en sí mismas son malas sino tam-
bién de aquellas que tienen apariencia de mal. Lo cual acontece en el nego-
cio, tanto porque éste se ordena al lucro terreno, del cual los clérigos deben
ser despreciadores, como también por los frecuentes vicios de los negocian-
tes, porque, en expresión del Eclesiastés 26, 28: "difícilmente se libra el ne-
gociante de los pecados de la lengua''., Además hay otra causa: porque el ne-
gocio liga demasiado el ánimo a las preocupaciones temporales y, por consi-
guiente, retrae de las espirituales; de ahí la frase del Apóstol en la II a Tito,
2, 4: "Nadie que milite en el servicio de Dios se embarace en los negocios
28 En la respuesta.
258
la comprara es necesario que o bien haya comprado más barato de lo que va-
le o bien venda más caro. Luego esto no puede hacerse sin pecado.
Pero, por otra parte, están las palabras de Agustín 25 en su comentario al sal-
mo 70, 15, "Porque no conocí la literatura": "El negociante ávido de ad-
quirir blasfema por el daño, miente y perjura por los precios de las cosas.
Ahora bien, éstos son vicios del hombre y no del arte, que puede practicarse
sin ellos". Luego el negociar de suyo o en sí mismo no es ilícito.
Respuesta
26 C. 3, nn. 12, 15 (Bk 1257 a 19; b 1); Tomás de Aquino, Comentario a la Política, lec·
ciones 7 y 8.
259
temporales". Sin embargo, es lícito a los clérigos utilizar la primera especie
de intercambio, la que se ordena a la necesidad de la vida, comprando o ven-
diendo29. -
29 En la respuesta.
260
36
Problema
261
Dificultades
Parece que recibir usura o interés por la pecunia mutuada no es pecado, por-
que:
2. Además, se dice en el salmo 18, 8 que "la ley del Señor es inmacula·
da", porque prohÍbe el pecado. Pero en la ley divina se autoriza cier-
ta usura, de acuerdo al Deuteronomio 23, 19-20: "No prestarás a tu hermano
a interés o bajo usura dinero, ni granos, ni otra cosa cualquiera, sino solamen-
te al extranjero". Y lo que es más, también se promete como premio por ob-
servar la ley, según aquello del Deuteronomio 28, 11: "Harás préstamo a mu-
chas gentes y tú no tendrás que tomarlo de nadie". Luego el recibir usura no
es pecado.
262
7. Además, cualquiera puede lícitamente recibir la cosa que le entrega
voluntariamente el dueño de la misma. Es así que quien recibe el
préstamo entrega voluntariamente la usura. Luego quien presta puede lícita-
mente recibirla.
Pero, por otra parte, está lo dicho en Exodo 22, 25: "Si dieres prestada pe-
cunia a alguien de mi pobre pueblo que habita contigo, no le apremiarás co-
mo recaudador ni le oprimirás con usuras".
Respuesta
3 Capítulo 5.
4 Capítulo 4.
263
pérmutas o intercambios. Y así, el uso propio y principal de la pecunia es su
consunción o distracción, puesto que se gasta en las transacciones. Y por
ello, es de suyo ilícito recibir precio por el uso de la pecunia prestada, que
es lo que se llama usura. Y así como el hombre está obligado a restituir las
otras cosas injustamente adquiridas, así también la pecunia que ganó por la
usura.
Soluciones
2. A la segunda dificultad hay que decir que a los judíos se les prohi-
bió percibir usura "de sus hermanos", a saber, de los judíos, con lo
cual se da a entender que recibir usura de cualquier otro hombre es en abso-
luto malo, pues debemos tener a todo hombre "como prójimo y hermano" 5 ,
sobre todo en el actual estado o situación del Evangelio, al cual todos son lla-
mados. Por esta razón, en el salmo 14, 5 se afirma sin restricción: "Quien no
dio su pecunia bajo usura"; y en Ezequías 18, 17: "Quien no percibió usura".
El que recibiesen usura de los extranjeros no les fue concedido como lícito
sino permitido para evitar mal mayor, es decir, para que a causa de la avari-
cia a la que estaban entregados no percibiesen usura de los otros judíos, ado-
radores de Dios, como se afirma en lsaías 56, 11. Respecto a lo que se pro-
mete como premio: "darás préstamo (foenus o faenus, que en sentido estric-
to significa préstamo a interés) a muchas gentes o naciones", ... el término
présté-no (faenus) se toma en sentido amplio por mutuo o préstamo en gene-
ral, según se confirma en Eclesiastés 28, 10: "Muchos por causa de la desidia
no prestaron (non faenerati sunt), es decir, 'no mutuaron' o prestaron". Se
promete, pues, a los judíos como premio la abundancia de riquezas que les
capacite para que puedan prestar a otros.
3. A la tercera dificultad hay que decir que las leyes humanas dejan
impunes algunos pecados por razón de las condiciones de los hom-
bres imperfectos, ya que se impedirían muchas utilidades si todos los peca-
dos se prohibiesen severamente aplicando penas. De ahí que la ley humana
264
permitió o toleró las usuras, no como juzgándolas acordes con la justicia sino
para no impedir la utilidad de muchos. Por lo cual, en el mismo derecho civil
se establece 6 que "las cosas que se consumen con el uso no reciben usufruc-
to, ni por la razón natural ni por la civil" y que "el Senado no instituyó usu-
fructo de tales cosas, ni podía hacerlo, sino un cuasi-usufructo, esto es, tole-
rando las usuras". Y el Filósofo, guiado por la razón natural, escribe en el I
de la Política 7 que "la adquisición usuraria de pecunias está en grado máxi-
mo fuera de la naturaleza".
6. A la sexta dificultad hay que decir que el uso principal de los vasos
de plata no es su consumo o gasto, y por ello su uso puede lícita-
mente venderse conservando el dominio de la cosa. Sin embargo, el uso prin-
cipal de la pecunia de plata es su distracción o consunción en los cambios.
Luego no es lícito vender su uso y a la vez requerir la restitución de lo que
dio en préstamo. Hay que tener presente, sin embargo, que el uso secundario
de los vasos de plata puede ser la conmutación o intercambio; no sería lícito
vender tal uso. De manera semejante, puede existir algún otro uso de la pecu-
nia de plata, por ejemplo, si se entrega pecunia amonedada para adorno u os-
tentación, o bien para garantía pignoraticia; entonces, el hombre puede ven-
der lícitamente ese uso de la pecunia 8 •
265
7. A la séptima dificultad hay que decir que quien paga usura no lo ha-
ce de manera absolutamente voluntaria sino con cierta necesidad o
coacción por cuanto necesita recibir pecunia en préstamo que quien la tiene
no la quiere prestar sin usura.
Problema
Artículo 2. Si alguien puede exigir alguna otra ventaja por la pecunia presta-
da9
Dificultades
Parece que alguien puede exigir algún beneficio o ventaja por la pecunia mu-
tuada, porque:
2. Además, cada uno está obligado por cierto débito o deuda de honra-
dez a "recompensar con algo a quien le hizo un favor", según el V
de la Etica 10 • Ahora bien, quien presta pecunia a alguien que está en necesi-
dad le hace un favor y, por consiguiente, se le debe acción de gracias. Luego
quien recibe está obligado por débito natural a recompensar con algo. Pues
bien, no parece que sea ilícito obligarse a lo que uno debe por derecho natu-
ral. Luego no parece que sea ilícito si alguien, al prestar pecunia a otro, le im-
pone la obligación de un cierto beneficio.
3. Además, así como hay "regalo ofrecido con la mano" así hay "rega-
lo hecho con palabras" y "con servicios", en comentario de la Glosa
a Isaías 33, 15 11 : "Bienaventurado quien sacude sus manos de todo regalo".
9 Tomás de Aquino, El gobierno de los judíos, cuestión 5; El Mal, cuestión 13, artículo
4, ad. 13.
10 Capítulo 5, n. 7 (Bk 1133 a 4); Tomás de Aquino, Comentario a la Etica, lección 8.
266
Ahora bien, es lícito aceptar un serviciO o también la alabanza de aquél a
quien alguien prestó pecunia. Luego, por razón similar, es lícito recibir cual-
quier otro favor.
7. Además, sucede a veces que alguien, por razón del préstamo, vende
más caras sus propias cosas; o compra más barato lo que es de otro;
o también aumenta el precio por la demora del pago o lo disminuye por la
rapidez del pago. En todos estos casos, parece que se da alguna compensa-
ción como anexa al préstamo de pecunia. Ahora bien, esto no parece mani-
fiestamente ilícito. Luego parece lícito recibir algún beneficio por la pecunia
que se presta, y aun exigirlo.
Pero, por otra parte, está la afirmación de Ezequiel 18, 17 entre las otras cua-
lidades que se exigen al hombre justo: "No aceptará usura ni añadidura".
Respuesta
267
tado en pecunia". Por consiguiente, así como si alguien por la pecunia presta-
da o por cualquier otra cosa que se consume con el uso mismo percibe pecu-
nia en virtud de un pacto tácito o expreso, peca contra la justicia, como ya se
dijo 13 , así también quienquiera que por contrato tácito o expreso recibiera
cualquier otra cosa cuyo precio pueda ser medido en pecunia incurre en pe-
cado semejante. Sin embargo, si recibe algo de eso no como exigiéndolo ni
como por obligación tácita o expresa sino como don gratuito, no peca, por-
que también antes de que prestara pecunia podía recibir lícitamente algún
don gratuito y no se hace de peor condición por el hecho de prestar. En cam-
bio, si es lícito exigir a cambio del préstamo la compensación de aquellas co-
sas que no se miden en pecunia, por ejemplo, la benevolencia y el amor y co-
sas semejantes de aquél a quien se prestó.
Soluciones
13 Artículo l.
268
to o expreso, la compensación del obsequio en servicios o en palabras, es co-
mo si esperase o exigiese un obsequio manual porque ambos pueden ser esti-
mados en pecunia, como consta en aquellos que arriendan sus trabajos, sea
que los ejerzan de obra, sea de palabra. Pero, si el obsequio en servicios o en
palabras es otorgado no como por título de obligación real sino por benevo-
lencia, que es inestimable en pecunia, es lícito recibirlo y exigirlo y esperarlo.
269
por el mutuo, lo cual es propio de la naturaleza de la usura. De la misma ma-
nera, si un comprador quiere comprar una cosa más barata que su justo pre-
cio por el hecho de que paga antes de que se le entregue la cosa, es pecado
de usura, pues también esta anticipación del pago de la pecunia tiene razón
de préstamo, cuyo precio está en que se deduce o disminuye del precio justo
de la cosa comprada. Pero, si alguien quiere rebajar el precio justo para obte-
ner antes la pecunia, entonces no hay pecado de usura.
Problema
Dificultades
Parece que todo lo que alguien hubiera ganado con pecunia usuraria está
obligado a restituirlo, porque:
l. Dice el Apóstol a los Romanos 11, 16: "Si la raíz es santa, también
las ramas". Luego, por la misma razón, si la raíz está podrida, tam-
bién las ramas. Ahora bien, la raíz fue usuraria. Luego todo lo que de ella se
obtuvo es usurario. Luego se está obligado a su restitución.
Pero, por otra parte, cualquiera puede conservar lícitamente lo que legítima-
mente adquirió. Pero a veces lo que se adquiere con pecunia usuraria está
legítimamente adquirido. Luego puede lícitamente retenerlo.
270
Respuesta
En cambio, hay otras cosas cuyo uso no es su· consumo y que tienen usufruc-
to, como la casa y el campo y otras semejantes. Por consiguiente, si alguien
obtuviera la casa de otro o el campo mediante usura, no sólo estaría obli-
gado a restituir la casa o el campo sino también los frutos percibidos en ellos,
porque son fruto de las cosas cuyo dueño es otro y, por tanto, a él se le de-
ben.
Soluciones
l. A la primera dificultad hay que decir que la raíz no tiene sólo razón
de materia, como sucede con la pecunia prestada, sino además, en
algún sentido, razón de causa activa ya que proporciona el alimento. Por lo
tanto, no es algo o caso semejante.
3. A la tercera dificultad hay que decir que lo que se adquiere con pe-
cunia usuraria se debe ciertamente al adquiriente por razón de la pe-
cunia usuraria dada como causa instrumental, pero por razón de su industria
o trabajo como causa principal. De ahí que tiene más derecho sobre la cosa
adquirida con la pecunia usuraria que sobre la misma pecunia usuraria.
15 Artículo l.
16 Artículo 1, solución 3.
271
Problema
Dificultades
Pero, por otra parte, quien sufre la injuria no peca, como lo escribe el Filó-
sofo en el V de la Etica 19 : porque la justicia no media o no es intermedia en-
tre dos vicios, según se dice allí mismo 20 . Sin embargo, el usurero peca por
cuanto comete injusticia contra el que recibe el préstamo a interés. Luego
quien recibe el préstamo usurario no peca.
272
Respuesta
Así también, en la presente cuestión hay que responder que de ninguna ma-
nera es lícito inducir a alguien a prestar con usuras; pero, en cambio, es lícito
recibir préstamo con interés de aquél que está dispuesto a hacerlo y ejerce la
usura, si se hace por algún bien, por ejemplo, para subvenir la necesidad pro-
pia o ajena Como también a quien se encuentra con los ladrones le es lícito
mostrarles los bienes que tiene, para que no le maten, aunque los ladrones
pecan al robarlos; ejemplo, el de los diez varones que dijeron a Ismael: "No
nos mates, porque tenemos un tesoro en el campo", según narra Jeremías
41, 8.
Soluciones
273
3. A la tercera dificultad hay que decir que si alguien confiase su pecu-
nia a un usurero que no tuviera otra forma de ejercer las usuras, o si
lo entregase para lucrarse con más abundancia mediante la usura, entonces le
daría materia de pecado y, por ello, sería también partícipe de la culpa. Pero
si alguien entrega su pecunia al usurero que tiene otras formas o recursos pa-
ra ejerce~ la usura con el fin de que se lo guarde con más seguridad, no peca
sino que usa del hombre pecador para obtener un bien 23 •
274
37
Problema
Respuesta
1 Tomás de Aquino, Comentario a' las Sentencias, libro 4, distin�ión 25, cuestión 3 ' ar-
tículo 1, cuestiúncula l.
275
pugna o se opone al origen de las cosas espirituales, que provienen de la vo-
luntad gratuita de Dios ...
Y por ello, alguien exhibe o comete irreverencia contra Dios y las realidades
divinas, al vender o comprar la realidad espiritual. Por lo cual peca con peca-
do de irreligiosidad.
Problema
Dificultades
Respuesta
276
Soluciones
2. A la segunda dificultad hay que decir que quienes dan limosnas a los
pobres para impetrar de ellos el sufragio de las oraciones, no las dan
como intentando comprar oraciones sino que por la beneficencia gratuita
provocan a las almas de los pobres para que oren por ellos gratuitamente y
por caridad. A los que predican se les deben también cosas temporales para
su sostenimiento, no para comprar la palabra de la predicación ...
277
38
Problema
Artículo l. Si la liberalidad es virtud
Respuesta
278
Dificultades
Respuesta
279
ra bien, las cosas que tienen que ser emitidas o dadas por su nombre a otro
son los bienes poseídos, los cuales se significan con el nombre de pecunia. Y
por ello la materia propia de la liberalidad es la pecunia.
Soluciones
Problema
Dificultades
7 Artículo 1, solución 3.
8 C. 6: ML 40, 672.
9 C. 1, n. 2 (Bk 1119 b 26); Tomás de Aquino, Comentario a la Etica, lección 2.
10 Tomás de Aquino, Comentario a la Etica, libro 4, lección l.
280
l. Los actos de las diversas virtudes son también distintos. Pero usar de
la pecunia conviene o corresponde a otras virtudes, por ejemplo, a la
justicia y a la magnificencia. Luego no es el acto propio de la liberalidad.
Pero, por otra parte, está lo que dice el Filósofo en el IV de la Etica 11 : "Quien
tiene la virtud sobre cada una de las cosas usa óptimamente de cada una de
ellas. Por tanto quien tiene la virtud relativa a las pecunias, utiliza óptima-
mente las riquezas". Ahora bien, este tal es liberal. Luego el buen uso de las
pecunias es el acto de la liberalidad.
Respuesta
Soluciones
281
propia de la liberalidad. En cambio, a la justicia corresponde usar de las ri-
quezas bajo otra razón, a saber, bajo la razón de débito, esto es, en cuanto la
cosa exterior se debe a otro. También a la magnificencia pertenece utilizar las
riquezas bajo, cierta razón especial, es decir, en cuanto se asumen para la rea-
lización de alguna obra grande; de ahí que la magnificencia en cierto modo se
relaciona respecto de la liberalidad como adición de ésta, como se verá des-
pués13.
Problema
14 Artículo 2, solución l.
282
Dificultades
Pero, por otra parte, el Filósofo afirma en el IV de la Etica 20 que "es pro-
pio del liberal sobreabundar en la donación".
Respuesta
20 Lugar citado.
283
sición de la pecunia se asemeja más a la generación o producción que al
uso y su custodia se parece más al hábito o disposición pues se ordena al
poder o facultad para usarla. Ahora bien, la emisión o lanzamiento de una
cosa con tanta mayor fuerza o virtud se realiza cuanto se hace a algo más
distante. Así también, con mayor virtud procede quien emite la pecunia
dándola a otros que gastándola en sí mismo. Pues bien, lo propio de la vir-
tud es tender a lo más perfecto, pues "la virtud es cierta perfección", en
palabras del VII de la Física 21 • Y por eso el liberal es alabado sobre todo
por la donación.
Soluciones
21 C. 3, nn. 4 y 5 (Bk 246 a 13; 247 a 2); Tomás de Aquino, Comentario a la Física,
lección 6.
22 Lugar citado.
23 En la respuesta y en el artículo 3.
284
ce por ambas cosas, pero más por lo primero porque se opone más a su pro-
pio acto. Y por eso también no da a todos: si diese a cualquiera, su acto
quedaría impedido, ya que no tendría de dónde dar a los otros a quienes
conviene dar.
Problema
24 Tomás de Aquino, Suma teológica, parte 2, sección 2, cuestión 58, artículo 12, so-
lución 1; cuestión 80; cuestión 157; artículo 1; El mal, cuestión 13, artículo l.
25 Cuestión 58, artículos 8 y 9; parte 2, sección 1, cuestión 60, artículos 2 y 3.
26 Artículo 4.
285
rrecta o conveniente corresponde a la beneficencia y a la misericordia que
pertenecen a la caridad, según se vio 27 • Luego la liberalidad es más bien par-
te de la caridad que de la justicia.
Pero, por otra parte, está lo que dice Ambrosio en elIde Los oficios 28 : "La
justicia se refiere a la sociedad del género humano. En efecto, la razón de so-
ciedad se divide en dos partes, la justicia y la beneficencia, a la cual llaman
también liberalidad o benignidad". Luego la liberalidad pertenece a la justi-
cia.
Respuesta
Soluciones
27 Cuestión 28, introducción; cuestión 30, artículo 3, dificultad 3; cuestión 31, artícu-
lo l.
286
3. A la tercera dificultad hay que decir que la donación del benefactor
y del misericordioso proviene de que el hombre es de alguna mane-
ra afecto a aquél a quien da; y por eso tal donación corr~sponde a la caridad
o a la amistad. Pero la donación de la liberalidad proviene de que quien da es
de algún modo afecto a la pecunia, en cuanto que ni la desea ni la ama. De
ahí que también da no sólo a los amigos sino a los desconocidos, cuando es
preciso. Luego no pertenece a la caridad sino más bien a la justicia, que se re-
fiere a las cosas exteriores.
Problema
Dificultades
Pero, por otra parte, Ambrosio afirma en el I de Los oficios 32 que "la
justicia parece más excelsa que la liberalidad pero la liberalidad más grata".
Y también el Filósofo en el I de la Retórica 33 que "los fuertes y los justos
son los de máximo honor, y después los liberales".
Respuesta
Es necesario responder que cada virtud tiende a un bien. Luego cuanto mejor
sea el bien a que tiende tanto mejor será la virtud. Pues bien, la liberalidad
tiende al bien de dos modos: uno, de modo primario y directo, y otro,
de modo consiguiente o indirecto. Primariamente y de suyo tiende a orde-
nar el propio afecto sobre la posesión y uso de las pecunias. En este sentido
30 L. 2, prosa 5: ML 63,690.
32 Lugar citado.
287
tienen preferencia sobre la liberalidad la templanza, que modera las concupis-
cencias y placeres pertinentes al propio cuerpo, y la fortaleza y la justicia,
que de alguna manera se ordenan al bien común, una en tiempo de paz, otra
en tiempo de guerra; y a todas ellas se prefieren las virtudes que se ordenan
al bien divino, pues éste sobresale sobre cualquier bien humano; y entre los
bienes humanos el bien público está sobre el privado; y el bien del cuerpo
sobre el bien de las cosas exteriores. De otro modo se ordena la liberalidad a
algún bien: como consecuencia. Bajo este aspecto, la liberalidad se orde:pa
a todos los bienes antes citados: en efecto, por el hecho de que el hombre
no es amante de la pecunia se sigue que usa con facilidad de ella para sí
mismo, para la utilidad de los otros y para el honor de Dios. En este sentido
tiene cierta excelencia por el hecho de que es útil para muchas cosas. Sin em-
bargo, como cada cosa se juzga más por aquello que primaria y por sí misma
le compete que según aquello con lo que se relaciona de manera consiguien-
te, por ello es necesario afirmar que la liberalidad no es la máxima virtud.
Soluciones
3. A la tercera dificultad hay que decir que los hombres liberales o ge-
nerosos son amados en grado máximo, no ciertamente con la amis-
tad de lo honesto, como si fueran los mejores sino con amistad útil, porque
son más útiles respecto de los bienes exteriores, que comúnmente son los
que los hombres más desean. Y también por la misma causa se toman precla-
ros.
288
39
Problema
1 Tomás de Aquino, Sobre los Hebreos 13, lec. 1; Comentario a la Etica, 4, lección 5.
2 Artículo 2, dificultad 2.
289
2. Además, todo pecado es o contra Dios, o contra el prójimo o contra
uno mismo, como se vio 3 • Pero la avaricia no es propiamente peca-
do contra Dios ya que no se opone a la religión ni a las virtudes teológicas,
por las que el hombre se ordena a Dios. Ni tampoco es pecado contra uno
mismo: esto pertenece propiamente a la gula y a la lujuria. . . Ni tampoco
parece ser pecado contra el prójimo, porque por el hecho de que alguien
guarde lo que es suyo a nadie se hace injuria. Luego la avaricia no es pecado.
Soluciones
l. A la primera dificultád hay que decir que el apetito en las cosas na-
turales es natural al hombre como medios que son para el fin. Y por
290
eso en tanto carece de vicio ese apetito en cuanto está contenido bajo la re-
gla o medida tomada de la razón del fin. La avaricia excede esa regla. Y por
eso es pecado.
Problema
Dificultades •
291
bienes exteriores cuyo precio puede ser medido en numisma, como ya se di-
jo9. Luego la avaricia consiste en el apetito de cualquier cosa exterior. Luego
parece ser pecado general.
Respuesta
Soluciones
2. A la segunda dificultad hay que decir que todas las cosas exteriores
que llegan al uso de la vida humana se entienden o comprenden con
el nombre de "pecunia", en cuanto que tienen razón de bien útil. Ahora
11 Dificultad 2.
292
bien, ?ay algu~10s de estos bienes exteriores que uno puede conseguir con la
pec}Ima, por ~Je.~plo, placeres, honores y cosas parecidas, que tienen alguna
razon de apettb1hdad. Y por eso su apetito no se dice propiamente avaricia
en sentido de vicio especial. ·
Problema
Dificultades
Respuesta
Soluciones
293
ción y conservación de las pecunias y la emisión de las mismas en cuanto que
proceden del afecto interior, no observando la razón de débito legal sino de
débito moral que se determina según la regla de la razón.
Problema
Dificultades
Re~puesta
De otro modo puede tomarse la avaricia, esto es, en cuanto se opone a la li-
beralidad. En este sentido, importa amor desordenado de riquezas. Luego si
el amor de las riquezas crece tanto que se prefiera a la caridad, de tal forma,
por ejemplo, que uno .no se avergüence de actuar contra el amor de Dios y del
18 Artículo 3.
294
prójimo, entonces la avaricia es pecado mortal. Pero si el desorden del amor
es menor que el descrito, es decir, que el hombre, aunque ame superfluamen-
te las riquezas no prefiere sin embargo su amor al de Dios, de manera que por
las riquezas no quiera hacer algo contra Dios y contra el prójimo, entonces la
avaricia es pecado venial. ·
Soluciones
2. A la segunda dificultad hay que decir que Basilio habla del caso en
que uno está obligado por débito legal a dar sus bienes a los pobres,
sea por el peligro de la necesidad, sea también por la superfluidad de los bie-
nes tenidos.
Problema
Respuesta
/
Suma teológica, parte 2, sección 2, cuestión 118, artículos 1, 2, 3 y 8.
21 Tomás de Aquino, Suma teológica, parte 2, sección 2, cuestión 55, artículo 8; El mal,
cuestión 13, artículo 3.
295
40
Problema
Dificultades
1 Tomás de Aquino, Suma teológica, parte 2, sección 2, cuestión 118, artículo 3, so-
lución 3; Comentario a la Etica, libro 4, lección 3.
296
3. Además, el pecado recibe principalmente la especie del fin, como ya
se mostró 2 • Pero la prodigalidad parece ordenarse siempre a un fin
ilícito por el cual expende sus bienes, y principalmente por los placeres ...
Luego parece que la prodigalidad se oponga más bien a la templanza e insen-
sibilidad que a la avaricia y a la liberalidad.
Respuesta
Soluciones
l. A la primera dificultad hay que decir que nada impide que los opues-
tos estén inherentes en el mismo sujeto respecto de cosas diversas;
sin embargo, será más nombrado por aquello que es principal. Así como en la
liberalidad, que tiene el medio entre la prodigalidad y la avaricia, la donación
es principal y a la cual se ordenan la adquisición o recepción y la retención; así
también, la avaricia y la prodigalidad se caracterizan por relación a la dona-
ción. De ahí que el que se excede en el dar se llama pródigo y quien falla ava-
ro. Pero a veces sucede que quien falla al dar no se excede en la adquisición,
como el Filósofo afirma en el IV de la Etica 5 • Y de manera semejante acon-
tece que alguien se exceda al dar y por eso es pródigo y, a la vez, se excede
297
en recibir. Esto último por doble razón. O por cierta necesidad, ya que al
sobreabundar al dar les faltan los propios bienes y se ven obligados a adquirir
indebidamente, lo cual pertenece a la avaricia. O por desorden del ánimo,
porque al no dar por el bien o virtud, a la que desprecian, no se preocupan si
adquieren en cualquier sitio de cualquier manera 6 • Y así no son bajo el mis-
mo aspecto pródigos y avaros.
7 Lugar citado.
298
41
Problema-
3 Artículo 4, solución 3.
299
exterior, pues dice Tulio en el I de Los Oficios 4 que "el ánimo grande se ha-
ce digno de alabanza en el desprecio de las cosas externas". Luego la magna-
nimidad no es ayudada por los bienes de fortuna.
Pero, por otra parte, está lo que dice el Filósofo en el IV de la Etica 6 : "los
bienes de fortuna parecen contribuir a la magnanimidad".
Respuesta
Dificultades
4 Capítulo 20.
5 C. 3, n. 18 (Bk 1124 a 16); Tomás de Aquino, Comentario a la Etica, lección 9.
7 Artículo l.
300
2. A la segunda dificultad hay que decir que .el magnánimo desprecia
los bienes exteriores en cuanto· que no los juzga como grandes bie-
nes, por los cuales deba hacer algo no decente. Sin embargo, no los desprecia
en cuanto que los estima útiles para realizar la obra de la virtUd.
301
42
Problema
Dificultades
1 Tomás de Aquino, Comentario a las Sentencias, libro 4, distinción 33, artículo 2; Co-
mentario a la Etica, libro 4, lección 6.
302
3. Además, a la magnificencia pertenece el realizar alguna obra exte-
rior. Pero no con todos los dispendios se realiza alguna obra exte-
rior, aunque sean grandes; porejemplo, cuando alguien expende mucho en
enviar regalos. Luego los dispendios no son materia propia de la magnifi-
cencia.
4. Además, los grandes gastos no los pueden hacer sino los ricos. Aho-
ra bien, también los pobres pueden tener todas las virtudes, porque
las virtudes no necesitan necesariamente de la fortuna exterior sino que se
bastan a sí mismos, como expresa Séneca en el libro La ira 4 • Luego la mag-
nificencia no versa sobre los grandes dispendios.
Pero, por otra parte, está lo que dice el Filósofo en el IV de la Etica 5 , que
"la magnificencia no se extiende, como la liberalidad, a todas las operacio-
nes pecuniarias sino únicamente a las suntuosas, en las que supera en grande-
za a la liberalidad". Luego la magnificencia sólo se refiere a los grandes gas-
tos o dispendios.
Respuesta
6 Artículo 2.
303
Soluciones
9 Lugar citado.
10 C. 5, n. 22 (Bk 6 a 38).
304
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