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KANT Y LA FABRICA DEL CONOCIMIENTO

Los títulos de los libros fundamentales de Immanuel Kant comienzan con la palabra "crítica”.
La Crítica de la razón pura trata de la razón, sus límites, sus alcances y, fundamentalmente, sus
aportes en el conocimiento.
La Crítica de la razón práctica trata de la razón aplicada al tema ético, al comportamiento moral de
las personas.
La Crítica del juicio se ocupa de la belleza, de la llamada "estética", también desde el punto de vista
de la razón.
En resumen, estas tres críticas abarcan el horizonte de los tres pilares del pensamiento clásico: la
verdad, el bien y la belleza.
¿Por qué "crítica"? Porque, hasta Kant -y según él mis mo explicam-, el pensamiento era
dogmático. Es decir, que los filósofos planteaban sus ideas y avanzaban en la cons trucción de sus
sistemas sin estudiar previamente el órgano con el cual estaban operando, la razón, el
entendimiento. Partían de bases absolutas e indudables, como suelen pre sentarse los dogmas.
Kant, por lo tanto, produce la revolución del criticismo. Criticar es poner en crisis los dogmas y los
absolutismos.
Veamos sugiere el filósofo, antes de conocer eso que conocemos, cómo hacemos para conocer,
que podemos cono cer y qué se encuentra más allá de las posibilidades de nuestro aparato
psíquico, el racional, para adquirir conocimientos. En la primera de las obras críticas mencionadas
Kant define esta postura:
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“La Crítica no se opone al procedimiento dogmático de la Razón en su conocimiento puro, como
ciencia... sino al dog matismo, es decir a la pretensión de avanzar con un conoci miento puro
formado de conceptos (el conocimiento filosófi co) y con el auxilio de principios como los que la
Razón emplea desde hace largo tiempo, sin saber de qué manera y con qué derecho puede
hacerlo. Dogmatismo es, pues, el pro cedimiento dogmático de la Razón pura sin una previa crítica
de su propio poder".

Immanuel Kant reconoció que la lectura de los escritos de Hume lo había despertado de lo que él
llamó "mi sueño dogmático" y había influido de modo decisivo en el rumbo de su pensamiento
crítico.

¿es posible el cono cimiento? O dicho de otra manera: ¿cómo es posible que yo desde adentro
pueda conocer eso que esta ahí afuera, que nada tiene que ver conmigo?
El racionalismo sostenía que la razón, la mente, hace to do el trabajo del conocimiento y forma la
idea de eso que es tá ahí. Pero, en última instancia, no conozco eso que está ahí, sino la idea de
eso que está ahí. Veo algo, lo miro, lo estudio. Luego digo: eso es una piedra.
¿Realmente es eso una piedra? Mi conocimiento dice que eso es una piedra. ¿Qué es eso en sí?,
no sé. Sé lo que yo pue do captar de eso, la idea que mi intelecto produce en contac to con la
realidad.
El empirismo, en cambio, sostenía que yo soy como una tabula rasa, una tabla de cera, lisa, en la
que esa realidad va dejando sus impresiones.
Según Kant, el conocimiento es un producto de ambas fuentes: todo conocimiento comienza en la
experiencia (em pirismo), pero no todo proviene de ella (racionalismo). El co nocimiento es algo así
como una mezcla de elementos. Algu nos provienen de mi interior, otros, del exterior.
Yo recibo un caos de sensaciones que luego, en virtud de mi estructura lógica, de mi constitución
mental, transformo en un objeto. El inicial es el momento empírico. Mis senti dos captan lo que les
viene de afuera, los datos que aún no constituyen un objeto. Yo recibo esas impresiones en mi
mente y las ordeno, las vuelvo un objeto. De modo que me dia una elaboración, una intervención
fundamental del suje to de conocimiento en la constitución del objeto. Recibí de afuera meras
impresiones. Tomé los datos y los organicé, los fundí en un objeto, el objeto piedra. Puse en
funcionamien to mi "fábrica del conocimiento".
En esa fábrica tengo yo dos grandes moldes. Uno es el es pacio; el otro es el tiempo. Tengo más
moldes que voy aplican
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do. Pero detengámonos en esos dos moldes capitales, donde se vuelcan los datos y se organizan.
Usted cree que lo que ve está dispuesto en el espacio. Ima ginemos su living. Aquí la mesa, allá las
sillas, del otro lado el televisor, enfrente el cuadro de Picasso (reproducción, claro está) y en el otro
extremo, jugando en el suelo con sus avion citos, su hijo. Hay un espacio, y las cosas, las personas,
se dis tribuyen en el espacio. Eso piensa usted.
Pero Kant enseñó algo muy diferente. El espacio es un principio a priori, eso que antes llamé
molde, que mi mente contiene para ordenar los datos. “A priori” significa anterior e independiente
de cualquier experiencia. Soy yo-mi mente quien pone el espacio como quien pone una pantalla y
proyec ta imágenes sobre ella.
En ese espacio, que no es sino un elemento de mi estruc tura psíquica, yo ubico cosas, personas, y
en cierta manera constituyo el mundo. Pero sucede que esas cosas y esas perso nas no están
inmóviles. Las cosas pasan, se mueven. Yo me le vanto y camino. Después siento que alguien
camina detrás de mí, es mi hijo, que se levantó del suelo y me sigue. Algo hay antes, algo después.
Eso es el tiempo.
Si decimos "antes", "después”, decimos algo que no está ahí, sino que nosotros ordenamos desde
adentro. Es el molde tiempo. El tiempo sucede a través de mi persona, en el orde namiento que yo
hago de los acontecimientos. Al igual que el espacio, se determina a priori, independientemente
de la ex periencia. Eso significa que nosotros no obtenemos las nocio nes de espacio y tiempo en
virtud de haber percibido espacios y tiempos, todo lo contrario: el espacio y el tiempo son las
condiciones de toda experiencia.
EL FENÓMENO Y LAS CATEGORÍAS
Tenemos pues dos grandes moldes, uno es el tiempo, el otro es el espacio. Pero no son los únicos,
ya que, para que el conocimiento se produzca, aún falta una estructura, esa que me permite decir
algo de algo, decir por ejemplo "la pared es blanca" o "la línea recta es la distancia más corta entre
dos
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puntos”: las categorías. La facultad que aportan las categorías es el entendimiento, que es la
facultad de conocer por medio de conceptos, es decir de juzgar. Juzgar significa enlazar re
presentaciones, sintetizar; pensar es, justamente, llevar a cabo ese acto de síntesis,
Según Kant las categorías son doce y se dividen en cuatro grupos.
Las categorías de cantidad organizan el material que reci bo por los sentidos en, por ejemplo,
“una" piedra o “muchas" piedras, etcétera.
Las categorías de relación involucran la famosa relación de causalidad, entre otras. Cuando digo:
“Pablo está contento porque su papá le trajo un regalo”, he conectado dos actos di ferentes por
medio de la relación causa-efecto.
En estos moldes, pues, se vuelcan los datos y en ellos se organizan. Lo que aporto desde mi
interior, el “a priori”, son formas universales, porque provienen del entendimiento, y és te es
universal, es compartido por todos los seres racionales. Las categorías y los moldes son el aspecto
objetivo del cono cimiento.
Sobre la base de los mismos materiales, todos construi mos los mismos objetos, el mismo mundo.
No compartimos la misma experiencia, pero sí los mismos mecanismos para aprehender la
experiencia. Gracias a ellos podemos comuni carnos y entendernos, aunque nuestras experiencias,
la suya y la mía, en materia de piedras, o de flores, o de amor, sean su mamente disímiles.
Eso es el fenómeno, que en su raíz griega (faino) significa "aparición”, lo que aparece o se muestra.
En efecto, mi conocimiento del mundo surge de esa extra ña conjunción entre los datos de la
experiencia, los moldes del espacio y tiempo y las categorías, que transforman ese fenó meno en
un nuevo producto. Leemos en la Crítica de la razón pura:
“En la síntesis de los fenómenos, lo diverso de las represen taciones es siempre sucesivo. Desde
que percibo o supongo en esta sucesión una relación con un estado precedente, conozco un objeto
que debo ubicar en el Tiempo, en cierto punto deter minado, el cual, dado el estado anterior no
puede ser más que ese [...] De donde resulta en primer término que no puedo in
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vertir la serie poniendo lo que sucede antes de lo que precede; y en segundo lugar, que dado el
estado precedente, el suceso determinado tiene lugar necesaria e infaliblemente".
Fenómeno alude a representación, a modo de aparecer. Así se me aparece, o re-presenta la
realidad.
Hay una pregunta legítima que probablemente usted se haga:
-Sí, pero... eso que está ahí, ¿es o no es una piedra, en sí, por sí?
-No lo sabemos; porque todo conocimiento implica aquel mecanismo que conjuga dos actividades:
percibir, que es tomar datos de afuera, y pensar, que es elaborarlos en las categorías internas de
nuestra psiquis humana. Por consi guiente, solo puedo conocer fenómenos, la manera que tiene
eso que está ahí de aparecer.
Un individuo crítico podría contraatacar:
-Sí, pero fíjese que todos los que pasan delante de eso que está ahí afirman que es una piedra. De
modo que eso no es un fenómeno, es una piedra.
Yo replico:
--Tiene usted razón. Ocurre que todos nosotros dispone mos de la misma fábrica racional-mental, y
por tanto todos tendemos a decir que, eso que está ahí, es una piedra. Pero en realidad, insisto, no
sabemos qué es, porque hemos mezclado eso que está ahí con esto que está aquí, en mi cerebro,
en mi aparato cognoscitivo, en mi fábrica de conocimiento.
LO INCOGNOSCIBLE
En consecuencia, eso que está ahí tiene dos maneras de ser:
• Una es su ser para mí, para mi conocimiento, tal como se me aparece, es decir, el fenómeno.
• La otra manera es el ser en sí, que es en sí, y que no pue do captar (porque captarlo es
transformarlo con mis catego rías en conocimiento): el noumeno (de la raíz griega nous, el punto
más alto del conocimiento).
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El fenómeno es lo cognoscible, aquello que aparece y se muestra, que es objeto de experiencia
posible; el noúmeno, en cambio, es lo incognoscible, lo que no es objeto de experien cia, a veces
llamado "cosa en sí”. Uno es el objeto para mí, al que llamo "piedra”, “flor", etc. El otro, el
noúmeno, es eso que está ahí, en sí, fuera de mi alcance.
Todo esto lo explicó Kant en la Crítica de la razón pura. De este modo, colocó una valla definitiva
que limitaba el conoci miento a las cosas que nos rodean (el fenómeno) y al sujeto que las
aprehende. Y todo lo que fuera metafísico, aquello de lo que no tenemos experiencia, lo que no
impresionara los sentidos, lo teológico o espiritual, no estaba en las lindes del conocimiento.
Dios no entraba en el campo de la razón pura, ni la in mortalidad, ni los valores, ni la libertad. El
hombre solo podía captar el fenómeno, aquello que podía codificar y clasificar según los moldes y
categorías de su fábrica mental.

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