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CONTENIDO
I.- Generalidades.
1.1.- El medio ambiente como bien jurídico
1.2.- La responsabilidad ambiental. Características
1.3.- Criterios de imputación de responsabilidad
1.4.- El daño ambiental
II.- Presupuesto de la responsabilidad ambiental
2.1.- El comportamiento dañoso: acción u omisión
2.2.- La antijuridicidad
2.3.- La relación de causalidad o nexo causal
2.4.- La legitimación
III.- Las inmisiones. La acción negatoria y la responsabilidad por inmisiones al medio
ambiente
3.1.- Las relaciones de vecindad y las inmisiones
3.2.- La acción negatoria
3.3.- La responsabilidad por inmisiones correlación con la responsabilidad ambiental
3.4.- Validación de la disciplina de las inmisiones en la tutela ambiental.
DESARROLLO
El ambiente, medio ambiente o bienes ambientales, son estas las diversas expresiones que
se han utilizado para identificar la gran variedad de elementos a tomar en cuenta para
definir un concepto de difícil determinación. Esta expresión se corresponde con la palabra
inglesa environment, la francesa environement, o la alemana unwelt, que han sido
traducidas como entorno. En la Conferencia de Estocolmo de 1972, sobre el Medio
Humano, fue donde se acuñó la expresión medio ambiente, estableciéndose diversas
disquisiciones alrededor de esta a partir de este momento.1
En cuanto a este tema no es mi pretensión ofrecer un concepto de ambiente, sencillamente
en la línea expositiva se determinarán los principales planteamientos sobre el asunto
estableciendo los nexos imprescindibles con el tema de la tutela civil.
El ambiente debe ser entendido como un sistema o sea como un conjunto de elementos en
interacción, así refiere MORENO TRUJILLO: “El medio ambiente es una realidad viva, dotada
de movilidad, de capacidad de adaptación, de absorción de determinados elementos y de
desecho de antiguos.”2
BRAÑES también argumenta “El ambiente debe ser considerado como un todo o como
también suele decirse holísticamente (del griego holos, todo), pero teniendo claro que este
1
Vid sobre el tema: MORENO TRUJILLO, E. : op cit, p. 33; BRAÑES, R. : Manual de Derecho Ambiental Mexicano, 1ª ed., Ed.
Fondo de Cultura Económica, 1994, México, cit 3, p. 18; MARTIN MATEO, R. : Tratado de Derecho Ambiental, Volumen I, 1ª
ed., Ed. Trivium S.A., Madrid, 1992, p. 81; JACQUENOD DE ZSÖGÖN, S.: El derecho Ambiental y sus principios rectores, 1ª
ed., Ed. Dykinson, Madrid, 1989, pp. 37-39
REAL ACADEMIA ESPAÑOLA, Diccionario de la Lengua Española, 22ª ed., S:E, Impreso en español, España, 2001, define: “
Medio Ambiente: Conjunto de circunstancias culturales, económicas y sociales en que vive una persona./ Medioambiental.
Adj. Perteneciente o relativo al medio ambiente. “
3
BRAÑES, R. : op cit, p. 18
4 MARTIN MATEO, R. : op cit, p. 83
5 MARTIN MATEO, r. : op cit, pp. 84-85
6
MORENO TRUJILLO, E. : op cit, p. 47
7
VIAMONTES GUILBEAUX, E Y OTROS. : Derecho Ambiental cubano, 1ª ed. ed. Felix Varela, La Habana, 2000, p. 27, ofrece su
visión del asunto y establece las dimensiones en que es examinado: “El término medio ambiente es un concepto
polisémico, pues con él se hace referencia al medio, al ambiente, la biosfera, el ecosistema, el medio humano, la calidad
de vida, etc. Cuando hablamos de medio ambiente, es importante llegar a determinar a qué nos referimos exactamente
cuando empleamos este término, cuál es su contenido real; hasta dónde se extiende su materialidad; cuál es su dimensión
geográfica (local, nacional, regional, mundial, universal); cuáles son los ámbitos que lo integran (la biosfera, la tecnosfera,
el entorno social, el patrimonio cultural, (...). La definición del término medio ambiente no escapa al debate entre la
concepción antropológica (considerado como el entorno del ser humano, centro de la creación), o una concepción
cosmológica, que atribuye al medio ambiente un valor en sí mismo, de las que el hombre es sólo un elemento.”
DE PERALES, acepta un concepto amplio como el de la Convención de Lugano de 21 de junio
de 1993, pero considera que debe ser excluido el patrimonio histórico y sobre el paisaje
matiza que no será un elemento protegido per se, sino en la medida que los elementos
ambientales estén afectados, pero refiere que en su opinión el medio ambiente está en
función del hombre, por lo que no puede formar parte de aquel.8
Este es un concepto antropocentrista, que sigue también Mola cuando afirma: “El medio
ambiente humano es el hombre y su entorno vital, este es el marco comprensivo y mutable
de los elementos condiciones y circunstancias de todo orden -físico y orgánico- en que el
hombre desenvuelve su vida. “9
Por el contrario, BRAÑES sostiene una posición alejada del antropocentrismo: “El concepto
de ambiente, en consecuencia, se define teniendo en cuenta el conjunto de sistemas de
ambientes que tiene que ver con todas las formas de de vida posibles.”10
El análisis de estas posiciones nos lleva a la determinación de que no existe un concepto
concreto y definitivo en la doctrina, no obstante coincido con la postura que lo contempla
con una visión holística y amplia que abarque los elementos naturales y socioculturales
dentro de los que se encuentra el hombre como parte y objeto de protección del mismo al
igual que los restantes elementos que lo conforman y en los que este participa.11
Considero que definir las variables o sistemas que lo configuran jurídicamente no persigue
otro objeto que establecer cuáles son los que han de gozar de protección jurídica. Así
DOMPER FERRANDO indica: “se ve con claridad que nos encontramos ante un concepto
jurídico indeterminado, abierto a nuevos aspectos permanentemente. Este carácter
indeterminado del concepto ha llevado a la doctrina jurídica a lo largo del tiempo a incluir
en el medio ambiente los elementos más variados y en muchos casos sin orden ni
concierto”12
Es importante puntualizar los criterios aportados por instrumentos internacionales al
respecto.
La Conferencia de Estocolmo de 1972, sobre el Medio Humano, define: “El hombre tiene el
derecho fundamental a la libertad, la igualdad y el disfrute de condiciones de vida
adecuadas en un medio de calidad tal que le permita llevar una vida digna y gozar de
bienestar y tiene la solemne obligación de proteger y mejorar el medio para las presentes
y futuras generaciones.”13
La Conferencia de las Naciones Unidas, de Río de Janeiro de junio de 1992, determina:
“Los seres humanos constituyen el centro de la preocupaciones relacionadas con el
8
DE PERALES, C DE M. : op cit, p. 28
9
MOLA:
La defensa del medio humano, p. 56, cit por MARTIN MATEO, op cit, p. 56
10
BRAÑES, R.: op cit, p. 21; con una formulación semejante JACQUENOD DE ZSÖGÖN, S.: op cit, P. 82
11
BRAÑES, R.: op cit, p. 19, nota 7, este autor reafirma este criterio cuando sostiene: “Pero en la tarea de proteger al
ambiente no hay que perder de vista que el hombre es un producto de la naturaleza, que forma parte indisoluble de ella
y su existencia depende de la misma naturaleza.”
12 DOMPER FERRANDO, J. : El medio ambiente planteamientos constitucionales; en Derecho del Medio Ambiente, Centro de
Estudios Jurídicos de la Administración de Justicia, colección cursos, vol. 16, Centro de Publicaciones del Ministerio de
Justicia, Madrid, 1995
13 CARABALLO MAQUEIRA, L.: op cit, p. 10, opina sobre esta: “Soy del criterio de que el nombre de dicho evento -Medio
Humano-, no es fortuito. Si leemos con detenimiento la Declaración de Estocolmo vemos una fuerte tendencia
antropocéntrica, De los 26 principios, solo tres ( los principios 4, 6 y 7 ) se refieren de una forma tímida a los
ecosistemas, a la flora y la fauna.”
desarrollo sostenible. Tienen derecho a una vida saludable y productiva en armonía con la
naturaleza.”
La Agenda 21 emitida mediante resolución 44/ 228 de la Asamblea General de naciones
Unidas en la Conferencia de Medio Ambiente y Desarrollo, Cumbre de Río, expresó: “La
preocupación de los gobiernos por el continuo deterioro de la situación del medio ambiente
y la grave degradación de los sistemas mundiales para la vida, así como la tendencia que
si se permite que continúen podría perturbar el equilibrio ecológico mundial.”
En estos planteamientos se enfatiza en el hecho de que la protección del ambiente ha de
estar dirigida a la protección de la existencia humana y la tutela de los restantes elementos
está en conexión con estos propósitos de auto defensa del hombre. Reflejando un enfoque
evidentemente antropocentrista.
Es importante puntualizar en la naturaleza del ambiente visto como un conjunto de
elementos, en interrelación sistémica, en la cual no de pasarse por alto su determinación
individual a partir de las afectaciones o el deterioro que sufre.
Puede afirmarse que es un bien jurídico por las siguientes razones.
1) La primera consideración que debe realizarse en esta línea es la de señalar que el medio
ambiente es un bien jurídico reconocido como tal en el sistema jurídico. El reconocimiento
de que así lo es generalmente se encuentra nivel constitucional.
En el derecho penal la elaboración doctrinal sobre el bien jurídico tutelado ha permitido
algunos avances en este sentido, entendiendo a la categoría de los bienes jurídicos
entendidos como valores que son objeto de protección por el ordenamiento jurídico penal,
el bien jurídico protegido en el delito ecológico, le dota de un esquema valorativo especial.
2) La segunda consideración que debe realizarse sobre la noción de medio ambiente como
bien jurídico es la que se refiere a que es un bien jurídico colectivo que está relacionado
con la forma de disfrutar y aprovechar el bien y su titularidad. Cabe aclarar que la
configuración del medio ambiente como bien jurídico colectivo no excluye a la titularidad
individual del derecho a un medio ambiente adecuado. Como señala Jesús Jordano Fraga:
La consecuencia fundamental de la comprensión del medio ambiente como bien jurídico
colectivo radica en la ampliación de la esfera de legitimación procesal y en la
inconstitucionalidad de las restricciones procesales.
3) La tercera consideración va en el sentido de ponderar el carácter complejo del medio
ambiente como bien jurídico, ya que puede ser tomado en cuenta como objeto de un
derecho y un deber. Un bien que es a la vez único y compuesto, o como lo señala Morell
Ocaña un ‘compositum de res communes omnia’
Sus características en la línea interpretativa de considerarlo como bien jurídico son son:
El ambiente a pesar de su amplitud e indeterminación requiere de concreción para
otorgarle respaldo jurídico, de este se predica su carácter de res nullius por
concebirse como un bien común e inapropiable14.
Es un bien colectivo, objeto de titularidad conjunta que con independencia de sus
afectaciones específicas (atmósfera, agua, suelos), no puede desligarse de los otros
elementos del conjunto, es además una realidad compleja a partir de todos los
elementos que lo conforman conexos entre sí.
Si desechamos el punto de vista subjetivo para la calificación de los bienes, son
considerados bienes aquellos que revisten utilidad, susceptibles de estimación
económica, así en principio, no se considerarían bienes en el sentido económico: las
El principio ‘‘quien contamina paga’’, que se introduce en 1970 en Japón como enmienda
y es un lema desde 1975 en la Unión Europea,ha inspirado en la última década el
desarrollo del derecho ambiental. Su origen en el derecho internacional lo encontramos en
los principios 22 de la Declaración de Estocolmo y 13 de la Declaración de Río. En
Estocolmo se establecía:
(También conocido como PPP, por sus siglas en inglés Pay Polluter Principle.)
En la Declaración de Río este principio se expresa de la siguiente manera:
15 MORENO TRUJILLO, E.: op cit, p. 45, afirma: Con el medio ambiente o los bienes ambientales en general quedarán
conformados como un bien cuya titularidad quedará conformado como un bien cuya titularidad se verá limitada por una
función social que habrán de cumplir, (…), como bienes cuyo disfrute no puede quedar encerrado en los confines del
patrimonio de su titular sino abriéndose a toda la comunidad a la cual servirían como conformantes del medio ambiente
de la zona en que se encuadran. Serán bienes colectivos desde el punto de vista de su disfrute y bienes particulares (o
públicos) en cuanto a su titularidad.”
costos de la contaminación, teniendo debidamente en cuenta el interés público y sin
distorsionar el comercio ni las inversiones internacionales”.
Como puede observarse, es evidente la falta de correspondencia entre ambos principios.
En el caso del Principio transcrito de la Declaración de Estocolmo, se hace mención directa
a la responsabilidad y la indemnización de las víctimas de la contaminación y de los daños
ambientales en general, mientras que en el Principio de la Declaración de Río a que se
refiere MARIA DEL CARMEN CARNOMA LARA se promueve el establecimiento de
instrumentos jurídicos para que los contaminadores potenciales soporten los costos de la
contaminación.
En el último de los instrumentos a que se refiere la autora citada el correlativo al Principio
XXII de la Declaración de Estocolmo se encuentra en el Principio indicado con el numeral
13 que estipula: “Los Estados deberán desarrollar la legislación nacional relativa a la
responsabilidad y la indemnización respecto de las víctimas de la contaminación y otros
daños ambientales. Los Estados deberán cooperar asimismo de manera expedita y decida
en la elaboración de nuevas leyes internacionales sobre responsabilidad e indemnización
por los efectos adversos de los daños ambientales causados por las actividades realizadas
dentro de su jurisdicción, o bajo su control, en zonas situadas fuera de su jurisdicción.”
La génesis de la incongruencia antes citada radica en la propia evolución del principio
«quien contamina paga». Desde su formulación inicial en la Recomendación de la OCDE,
el principio se concibió en términos similares a los contenidos en el Principio 16 de la
Declaración de Río. La ampliación de su significado, encontrando en él el fundamento de
la responsabilidad, es una tendencia que se ha generalizado en los últimos años, siendo
considerado como afirma LUCIA GOMIS CATALA: “ ... un remedio a posteriori de los daños
producidos por el contaminador haciendo uso del mecanismo de la responsabilidad por
daños al medio ambiente.”.5
La redacción del Principio 16 deja claro, que su función esencial es internalizar los costes
de las afectaciones medioambientales y de su prevención, o sea, que en virtud de este
principio, como indica TULIO ROSEMBUJ se justifica que: “La imputación del gasto
ambiental, de prevención y corrección, del deterioro ambiental es al que lo produce o
provoca”.6 Este mismo sentido ha expresado BLANCA LOZANO CUTANDA que: “La
finalidad última que se persigue con la aplicación de este principio es el logro de una
actividad económica más respetuosa con el medio ambiente, que tome en consideración,
los costos ambientales que conlleva la producción y consumo de bienes...”.7 Es importante
tener presente que con la alusión a los costos ambientales se está haciendo referencia a la
asunción de las medidas de protección que puedan adoptarse aún cuando no se ha
producido un daño ambiental, es la contribución económica de quien desarrolla una
actividad contaminante.
Si bien en el Principio 16 se establece que «el que contamina debe, en principio, cargar con
los costos de la contaminación», no puede concluirse que este sea un reconocimiento
expreso y directo de la obligación de responder para quien ha sido identificado como
causante del daño.
En cambio, el Principio 13 de la propia Declaración de Río, al fomentar la adopción de las
leyes relativas a la responsabilidad e indemnización de las víctimas, implícitamente está
reconociendo el especial deber jurídico de resarcir a quien ha sufrido el daño. Por tanto,
puede concluirse que para interpretar el Principio «quien contamina paga» como
fundamento de la responsabilidad civil por daño ambiental, es necesario conjugar las
disposiciones de los Principios 13 y 16 de la Declaración de Río antes transcritos.
La responsabilidad civil por el daño ambiental aparece refrendada en la Ley Nro. 81 en el
Capítulo XII del Título Tercero. La obligación de reparar el daño la encontramos en el
artículo 70 que dispone: “Toda persona natural o jurídica que por su acción u omisión dañe
al medio ambiente está obligada a cesar su conducta y a reparar los daños o perjuicios que
ocasione.”. En sentido general, los presupuestos de la responsabilidad aparecen
refrendados en la Ley del Medio Ambiente.
Como puede apreciarse, estos principios deberán ser desarrollados a nivel nacional; en
este ámbito, el esquema de la responsabilidad ambiental y la obligación de reparación del
daño ambiental y el principio de ‘‘quien contamina paga’’, adquieren un contexto distinto
ya que se deben fundamentar en instituciones jurídicas que se han ido desarrollando para
dar solución a problemas distintos al ambiental, es por ello que estos temas se deben de
abordar primero a la luz de un sistema jurídico específico y posteriormente darle el análisis
el contenido ambiental, esto es lo que se pretende hacer el presente estudio para el caso
del derecho mexicano.
La exigencia del principio ‘‘quien contamina paga’’, determina la inclusión de los daños al
medio ambiente, que no pueden ser acogidos bajo ninguna de las otras formas de tutela,
en el ámbito general de la responsabilidad civil extracontractual.
3. La responsabilidad ambiental
Los daños causados al medio ambiente como bien de disfrute colectivo (daños causados a
los elementos ambientales ya sean de dominio privado, de dominio público o res nullius,
presentan una serie de peculiaridades que sobrepasan la capacidad de la clásica
regulación de la responsabilidad civil por daños para afrontarlos estos son: su titularidad
colectiva, las dimensiones que puede adquirir este tipo de daños, la dificultad de su
reparación etc.
Ello explica la tendencia a establecer normas especiales para responsabilidades por daños
ambientales que alteran algunos de los postulados clásicos de la responsabilidad civil,
repartiéndose esta clase de responsabilidad en normas civiles, penales y administrativas.
16 OJEDA RODRIGUEZ, N. Y DELGADO VERGARA, T.: Teoría General de las Obligaciones, Comentarios al Código Civil Cubano,
1ª ed., Ed. Félix Varela, La Habana, 2001, p. 69 Estas autoras señalan tres condiciones para determinar la existencia de
responsabilidad objetiva, “El empleo de cosas o sustancias consideradas peligrosas o el ejercicio de actividades
reportadas por la, ley como riesgosas II- Existencia de un daño patrimonial. En este sistema de responsabilidad el daño
moral no es indemnizable, solo es reparable el daño patrimonial III- Nexo causal entre los dos factores precedentes.”
17 CONDE PUMPIDO, C.: “La responsabilidad civil por daños al medio ambiente”, Revista de Derecho Ambiental, enero- junio, 1990,
pp. 68-70 son cuatro las reglas en que se apoya la responsabilidad objetiva:
19 SALVADOR CORDECH Y OTROS, “Observaciones al Libro Blanco sobre responsabilidad ambiental”, www.indret.com, No 4,
2000, P. 11, DE PERALES, C. M. : L responsabilidad civil por daños al medio ambiente, cit., p. 83; MORENO TRUJILLO, E. : op
cit, p. 192; SANTOS BRIZ, J. : “ De la responsabilidad civil por daño ambiental “, Comentarios al Código Civil y compilaciones
Forales, Madrid, 1984, p. 633, CABANILLAS SANCHEZ, A. : “La responsabilidad por inmisiones y daños al medio ambiente”,
cit, p. 33
20 DE PERALES, C. M.: : La responsabilidad civil por daños al medio ambiente, cit., p. 85, circunscribe los daños
medioambientales a esta categoría y fundamenta: “ Que si todo el derecho civil se preocupa por la persona, a lo que se
encamina la protección por responsabilidad civil de modo primero es a la propiedad o a la salud de las personas de ello
se deriva, indirectamente, una protección al medio ambiente, pero solo en cuanto hay un bien patrimonial o personal,
un derecho de un particular sobre ellos ) que ha sido dañado De no ocurrir así, de no darse tal daño, el ordenamiento
jurídico dispone de otros medios para reaccionar a través del derecho administrativo y penal, pero ya no entrará en juego
el ordenamiento jurídico civil, puesto que no es ese su cometido principal (sin perjuicio de que en un futuro pueda hacerse
Estos son daños provocados como consecuencia de un atentado ambiental, se han
calificado como daños por contaminación al sufrirse sobre patrimonios identificables, pero
en la exigencia de reparación no se tutela directamente el medio ambiente, ello da lugar al
análisis de la segunda categoría.
- Daño ambiental o daño ecológico puro: Estos son los daños que afectan al conjunto del
medio natural o a alguno de sus componentes considerado como patrimonio colectivo
independiente de sus repercusiones sobre la persona y los bienes, con lo que se superan
las definiciones antropocéntricas que limitaban el alcance de los daños al medio ambiente
que afectaran al hombre, su propiedad su salud y su bienestar. 21
En esta segunda categoría de daños se trata de toda pérdida o daño que resulta de un
alteración del ambiente, se afirma que es el perjuicio o menoscabo soportado por los
elementos de la naturaleza o el ambiente sin caer sobre personas o cosas jurídicamente
tuteladas, por lo cual el medio ambiente es el bien jurídico protegido.
El ambiente es un bien difuso, considerado res nullius, al margen de cualquier connotación
patrimonial (si bien determinados elementos del ambiente son de propiedad individual y
otros son de propiedad pública), casi siempre los elementos del medio natural son
inapropiados e inapropiables y afectan al patrimonio colectivo, por lo cual la exigencia de
que el daño sea personal no puede ser cumplida en este caso, por cuanto se afectan valores
que trascienden al simple interés personal de un sujeto o titular de un derecho, debe darse
paso a un noción colectiva del daño, se ha estimado que sobre este gravitaría un interés
público o colectivo más que individual. Cuando lo que ha sufrido daño es la flora, la fauna,
el aire, el agua, la inadaptación del mecanismo de la responsabilidad civil se hace patente,
en cuanto a la definición del sujeto legitimado para establecer la pretensión
indemnizatoria.22
un uso más frecuente de instrumentos civiles de protección más directa del medio ambiente que la que proporciona el
instituto de la responsabilidad civil, tales como la tutela interdictal y la acción negatoria).”
21 JAQUENOD DE ZSOGON, S. : El derecho ambiental y sus principios rectores, 1ª ed., Ed. Dykinson, , 1989, p.221, define
que: el daño ambiental, posible o cierto, ( potencial o actual, peligro o lesión) puede configurarse en tres categorías u
ordenes diferentes:1- La destrucción o deterioro de los factores físicos – naturales de un determinado espacio, 2-
Degradación de los elementos biológicos de determinados ecosistemas naturales, 3- La degradación del espacio social
tanto urbano como rural, la acumulación de basuras, desperdicios y desechos sólidos no biodegradables, el abandono
de elementos malolientes y la producción incontrolada de ruidos y vibraciones, que por su intensidad alteran las
condiciones mínimas para el funcionamiento de la vida social y ocasiona daños a la salud de la población
FERRANDO, E.: “La responsabilidad por el daño ambiental en el Perú”, La responsabilidad por el daño ambiental, serie de
documentos sobre Derecho Ambiental, No 5, pp. 490-495, distingue estas dos categorías de daños y establece los motivos
partiendo del tema del interés tutelado.
FABRICIO LEYVA, C.: op. cit, p. 6. Acepta la existencia de dos variantes de daños.
Con este criterio coinciden GOMIZ CATALA, L.: op. cit, p. 91 y ESAIN, J. A. : “ El problema de la ejecución de las sentencias
por recomposición ambiental”, CVII Congreso Internacional de Derecho de daños, Responsabilidades Siglo XXI, Buenos
Aires, 2002,, www.aaba..org.ar, consultado junio 2003, p.5
22 MOSSET ITURRASPE, J.: “Daño ambiental”, tomo I, Santa fe, 1998, citado por FABRICIO LEYVA, C.: op cit, p. 5: señala, “El
daño ambiental no es un daño común si puede usarse esta expresión para aludir a perjuicios cuya realidades fácilmente
comprobable. Daño actual o daño futuro cierto. Por la materia sobre la que recae, por el bien jurídico comprometido,
encaja difícilmente en las clasificaciones de los daños tradicionales, daño patrimonial o daño extrapatrimonial daño cierto
o incierto, daño actual o futuro, y daño personal o daño ajeno.”; MARTIN MATEO, R. : Tratado de Derecho Ambiental, Madrid,
1991, p. 86, define el medio ambiente al considerar que incluye aquellos elementos naturales de titularidad común y de
características dinámicas, en definitiva, aire, agua, vehículos básicos de transmisión, soporte y factores esenciales para
la existencia del hombre sobre la tierra, y considera que puede incluirse el suelo y además concibe incluir dentro de esta
consideración las perturbaciones como el ruido que s e conduce a través del aire. MORENO TRUJILLO, E. .: op cit, p. 47,
considera el medio ambiente: “Como el conjunto equilibrado de componentes naturales que conforman una determinada
zona en un determinado momento, que representa el soporte físico de la actividad de todo ser vivo, y es susceptible de
Existen evidencias del tratamiento de ambas categorías de daños en la legislación
extranjera bien considerando únicamente el daño patrimonial como daño ambiental, bien
por el contrario solo los daños propiamente ambientales, o con una aceptación dual.23
Se reconoce como daño ambiental a aquel que puede refutarse personal, patrimonial o
económico, postura que se corresponden con la concepción inicial de los daños resarcibles
en lo que a responsabilidad civil respecta, cuando se entendía el daño como aquel
menoscabo o deterioro a un bien material o a un derecho. En la actualidad la tesis anterior
ha sido superada, reconociéndose la existencia de un daño cuando se lesiona un interés.
Según LUIS DIEZ – PICAZO y ANTONIO GULLON el daño debe entenderse en sentido
amplio como: “... toda violación o lesión que se sufre en bienes o derechos de cualquier
tipo o, en general, en intereses jurídicamente protegidos.”
En las cuestiones ambientales está presente un interés jurídico. Como señala el autor
argentino EDUARDO A. ZANNONI se considera como tal: “... el poder de actuar reconocido
por la ley, hacia el objeto de satisfacción (en cuyo caso se alude a un interés legítimo que
es contenido de un derecho subjetivo), o por lo menos una expectativa, lícita, a continuar
obteniendo el objeto de satisfacción (al que se ha denominado “interés simple” si esa
expectativa no es sustento de un derecho subjetivo).
Finalmente se reconocen al hombre, en cuanto persona, intereses que refieren poderes de
actuar en defensa de objetos de satisfacción que nos son exclusivos del sujeto, sino
compartidos por otros – o con otros – en comunidad. (...).
En éstos casos se reconocen a la persona intereses jurídicos no exclusivos sino difusos.
El interés difuso ha sido definido por MANUEL LOZANO – HIGUERO como: “...el interés de
un sujeto jurídico en cuanto compartido –expandido– o compartible - expandible – por una
universalidad, grupo, categoría, clase o género de los mismos, cuyo disfrute, ostentación
y ejercicio son esencialmente homogéneos y fungibles, y que adolece de estabilidad y
coherencia en su vinculación subjetiva, así como de concreción normativa orgánica en sus
modificación por la acción humana .”; La Ley 81 de Medio Ambiente de 1997, define en el artículo 8 el medio ambiente,
como el sistema de elementos abióticos, bióticos y socioeconómicos con que interactúa el hombre, a la vez que se
adapta al mismo, lo transforma y lo utiliza para satisfacer sus necesidades.” Este concepto valora al medio ambiente
como un sistema sin que se señale ningún factor de estimación patrimonial, ni de carácter individual, en tanto se valora
en relación con el hombre en sentido general, como ente de uso colectivo que es.
La acción u omisión humana que recaiga sobre cualquiera de estos sectores puede deteriorar el medio ambiente y se
asimila al concepto de daño.
23 El Convenio del Consejo de Europa sobre responsabilidad civil por los daños ocasionados por actividades peligrosas
para el medio ambiente (artículo 2.7.), En Canadá, la Ley de Derechos Ambientales (EBR) Ontario Envionmental Bill of
rights en su sección 1.1 aceptan bajo la noción de daños los propiamente ambientales.
En el Ontario Environmental Protection Act (O.E.P.A.) se ofrece una noción bastante amplia de daño en su doble
connotación. (JUSTUS, R. : “ Hacia un derecho reconocido por la Ley y efectivo al medio ambiente saludable : algunas
observaciones sobre Canadá en el contexto de la responsabilidad por los daños al medio ambiente “, La responsabilidad
por el daño ambiental, Serie de documentos sobre Derecho Ambiental, No 5, Programa de Naciones Unidas para le medio
ambiente, pp. 88 y 89.)
En Colombia también se da un tratamiento dual a los daños al referirse a los factores de deterioro ambiental, en el artículo
8 del Código Nacional de los Recursos Naturales Renovables y de Protección del Medio Ambiente, (Decreto Ley 2811 de
1974) se parte de una noción extensa.
El Libro Blanco sobre de Responsabilidad Ambiental en el ámbito de la Comunidad Europea, contempla los daños
tradicionales, los daños a la biodiversidad y los daños por la contaminación de lugares, www.indret.com, Comentarios al
Libro Blanco, 4/2000, Resumen p. 8
Otras normas solo consideran los daños patrimoniales así; la Ley Alemana de 10 de diciembre de 1990, (artículo 3.1),
esta Ley otorga protección indirecta al medio ambiente en tanto su finalidad es reparar los daños causados a las personas
(muerte o lesiones en el cuerpo o la salud) o las cosas por influjos del medio ambiente procedentes de instalaciones
(artículo 1.1). Con igual postura se manifiesta la Ley Danesa sobre compensación de daños causados al medio ambiente
de 1994 y Ley Japonesa de Compensación de Daños a la salud, de 1973
tutelas material y procesal”.13 En efecto, una de las características de este tipo de interés
es su falta expresa de reconocimiento, pues se trata de situaciones de hecho que alcanzan
un alto reconocimiento social; su alcance colectivo y la intercomunicación de resultados
son otros rasgos distintivos de estos intereses.
Todos los caracteres antes mencionados, son fácilmente identificables en la tutela del
medio ambiente, considerado en ocasiones res nullius y en otras como bien de dominio
público. Hoy día la defensa del medio ambiente es entendida más que como un interés
difuso como un interés colectivo, en tanto se le reconoce: “... como derecho de todas las
personas, en definitiva, como interés general de la colectividad.”.14
Consecuentemente, cuando se produzcan alteraciones en un componente del medio
ambiente, aún si éstas no se manifiestan en una persona, su patrimonio o situación
económica, podrá tenerse por afectado el interés jurídico que el medio ambiente representa
para la sociedad. Por ende, la pretensión de su reparación es legítima. Debe tenerse
presente como apunta ENRIQUE FERRANDO que: “ La agresión a un interés colectivo
siempre es más grave que el perjuicio irrogado a la de suma de interés individuales
comprendidos en ese interés colectivo, pues además de afectar la esfera patrimonial o
moral de cada individuo, afecta una condición de sustentabilidad de la sociedad; afecta su
estructura, su columna vertebral, pone en tela de juicio uno de los elementos constitutivos
de la calidad de vida, aspiración social irrenunciable.”
La mayoría de los ordenamientos jurídicos no ofrecen una solución a la difícil tarea de
conceptualizar el daño ambiental, adolecen de una definición de esta institución. En el
contexto latinoamericano, en algunos textos constitucionales se establece la obligación de
reparar los daños ambientales,16 dejando su definición a las leyes especiales.
Paradójicamente, en los sistemas donde tal mandato constitucional existe no aparece
legalmente conceptualizado el daño ambiental. Sólo en Chile y Cuba se ofrece una
formulación del término daño ambiental, siendo una carencia de los restantes países del
área.
En el caso de América del Norte, nos encontramos con definiciones demasiado amplias;
tanto en Estados Unidos como en Canadá, el concepto que se ofrece es sectorial en
atención a las diferentes esferas de protección establecidas en ambos ordenamientos
jurídicos. Dentro del continente europeo hay sistemas que centran su atención en las
afectaciones que se producen en el aspecto físico del medio ambiente, mientras que otros
sistemas atienden directamente a aquellos daños que tienen repercusión en la utilización
del medio ambiente.
Para definir el daño ambiental debe partirse de la concepción amplia del daño, o sea,
considerarlo como una afectación, lesión, menoscabo o violación de intereses. En
consecuencia, el concepto al que se arribe deberá comprender tanto las lesiones que se
produzcan en la esfera de una persona determinada como aquellos que se manifiesten en
un componente particular del medio ambiente que no sea objeto de relación dominical
alguna. También es importante, que la definición que se elabore esté en correspondencia
con la concepción holística del medio ambiente, es decir, que comprenda al medio
natural,18 al construido19 y al social.
El concepto que ofrece el autor chileno RAFAEL VALENZUELA incluye todos los elementos
anteriormente resumidos, pues considera al daño ambiental como: “...toda pérdida,
disminución, detrimento o menoscabo significativo inferido al sistema global constituido
por los elementos naturales y artificiales de naturaleza física, química, biológica o
sociocultural que rige y condiciona la existencia y el desarrollo de la vida, en sus múltiples
manifestaciones; así como toda pérdida, disminución, detrimento o menoscabo
significativo infligido a uno o más de los componentes de este sistema global soportante
de la vida.”.
Nótese, como se abandonan en la definición anterior las posiciones antropocentristas,
propugnando la protección del medio ambiente por sí mismo y no por su importancia para
los seres humanos.
No es del toda satisfactoria la distinción entre el menoscabo que sufra el sistema global y
el que se presente en uno o más componente; el detrimento de cualesquiera de los
componentes implica, en definitiva, una alteración en el sistema. Tampoco resulta
adecuado incluir en el concepto de la institución que nos ocupa el adjetivo «significativo».
En primer lugar, su admisión introduce un peligroso criterio valorativo que puede provocar
la exclusión de algunas afectaciones al medio ambiente. Cuando se hace referencia a
lesiones significativas puede pensarse exclusivamente en eventos de gran magnitud, con
lo que quedarían sin reparación otras no tan elementales ni inevitables.
Deberá pues, entenderse por daño ambiental: Toda pérdida, disminución, detrimento o
menoscabo inferido a todo o a alguno de los componentes del sistema global constituido
por los elementos naturales y artificiales de naturaleza física, química, biológica,
sociocultural, que rige y condiciona la existencia y el desarrollo de la vida, en sus múltiples
manifestaciones.
En el caso de Nicaragua debe retomarse el concepto de ambiente reconocido en la ley de
medio ambiente y recursos naturales:
AMBIENTE: El sistema de elementos bióticos, abióticos, socioeconómicos culturales y
estéticos que interactúan entre sí, con los individuos y con la comunidad en la que viven
determinando su relación y sobrevivencia.
Y DAÑO AMBIENTAL: Toda pérdida, disminución, deterioro o perjuicio que se ocasione
al ambiente o a uno o más de sus componentes. Resultando un concepto amplio que
admite como daño ambiental ambas variantes, el daño ambiental y el colectivo, sin
restricciones en cuanto a magnitud o significación.
6.1 Características del daño ambiental:
1- Certeza del daño: No cabe duda alguna acerca de la necesidad de que el daño sea
cierto a los efectos de la exigencia de responsabilidad. Como indiqué en espacios
anteriores, el menoscabo o detrimento de bienes, la lesión de la persona en sí misma, o la
vulneración de sus derechos o intereses, es lo que determina en primer lugar el
funcionamiento del sistema de la responsabilidad civil. Sería jurídica y lógicamente
inaceptable pretender resarcir a alguien por la sospecha o creencia de que existe un daño.
En consecuencia, el daño ambiental también deberá ser cierto para que pueda exigirse la
responsabilidad civil de quien lo ha ocasionado.
Precisamente basada en lo esencial que resulta el daño para iniciar el proceso de
exigencia de la responsabilidad civil, EULALIA MORENO TRUJILLO resalta la necesidad
de su existencia real y efectiva concluyendo que: “El daño ambiental, pues, ha de existir
realmente, y ser demostrado y cuantificado en términos económicos por el actor.”
Si bien es importante que el daño exista, no sucede lo mismo con la cuantificación, o sea,
este elemento no debe tenerse como un requisito sine qua non.
Cuantificar el daño, amén de los problemas que genera, no es atendido como un requisito
del daño, habida cuenta que en muchas ocasiones resulta invaluable en sí mismo.
En el caso concreto que estudiamos, también resulta a veces imposible valorar
matemáticamente las consecuencias de la acción dañosa, pues no existe fórmula alguna
para calcular a cuanto equivale romper un ciclo de la cadena alimenticia de cierta especie
o el equilibrio de determinado ecosistema; lo que deberá evaluarse será, en todo momento,
las medidas que tendrán que adoptarse para restaurar los daños producidos.
El requisito de la certeza cuando el comportamiento lesivo afecta la salud o integridad
física de las personas, sus bienes o derechos, o el ejercicio de actividades económicas de
este, puede requerir una ardua labor probatoria, pero en la mayoría de los casos se logra
evidenciar la existencia del daño.
Ahora bien, demostrar que el daño es real si la afectación es ecológica es bastante
complicado, tanto por lo sofisticado de los procedimientos que se requieren como por la
complejidad que encierran tales daños. Es sencillo comprender que la tala de los árboles,
el vertido de tóxicos en ríos, lagunas, mares y océanos, la emisión a la atmósfera de gases
y otras sustancias, o el empleo de fuertes fertilizantes, generan variaciones en cada uno
de estos ecosistemas, pero tal afectación debe ser probada.
En la medida en que se pruebe que las alteraciones de los ecosistemas comprometen el
desarrollo de las especies vivas y repercute en el equilibrio del medio ambiente, podrá
accionarse el mecanismo de la responsabilidad civil.
Afirmar que el daño debe ser cierto significa – señala LUCIA GOMIS CATALA – afirmar que
no existen dudas sobre su realidad.23 Para evacuar las dudas sobre la existencia del daño
ambiental se deben emplear métodos científicos que demuestren la alteración del o de los
ecosistemas y sus consecuencias, siendo ello generalmente muy costoso.
2- El carácter personal del daño ( daños colectivos)
Junto a la certeza se ha inscrito como requisito del daño su carácter personal, entendiendo
como tal, que el mismo se manifieste en la propiedad o salud de una persona en concreto.
En el primer apartado de este epígrafe se abordó la situación existente en torno a la
admisión del daño ambiental que no afecta a una persona determinada, sino a la sociedad
en su conjunto, especialmente, si lo que se afecta es uno de los componentes naturales
del medio ambiente ajeno a cualquier relación dominical con un sujeto determinado.
La protección del medio ambiente como un bien jurídico en el ámbito del Derecho Civil no
puede limitarse a los intereses individuales. No puede perderse de vista, como indica
PAULO DE BESSA ANTUNES que: “El medio ambiente es una res communs omnium. Una
cosa común a todos, que puede ser compuesta por bienes pertenecientes al dominio
público o al dominio privado. (...) El disfrute del bien jurídico medio ambiente es siempre
de todos, de la sociedad.”
Es importante destacar, que el reconocimiento doctrinal de este requisito tiene su origen
en el derecho positivo; la mayoría de los Códigos Civiles europeos promulgados en los
últimos siglos exige la presencia de este requisito. No puede excluirse la posibilidad de
exigencia de responsabilidad civil cuando no se tipifique este requisito. Los tiempos
actuales exigen se supere esta postura en extremo individualista; “ ...el atentado al medio
ambiente – concluye LUCIA GOMIS CATALA – afecta a valores que superan el interés
personal del presunto titular de derecho y, por lo tanto, será necesario olvidar la clásica
concepción individualista del daño para dar paso a una concepción colectiva basada en la
protección del interés general para la reparación del daño colectivo: interés que, para
algunos autores se materializa en la protección de intereses públicos directamente
atribuidos al Estado, (regiones, municipios, etc.), mientras que para otros lo que se
protegen son, en realidad, intereses colectivos representados por el ente público y, en
determinados ordenamientos jurídicos por las organizaciones para la protección del medio
ambiente.”
El comportamiento dañoso
El daño es siempre originado por un acto exterior, para que se produzca es necesario que actúe
una persona o que, por el contrario, debiendo realizar algún acto se abstenga de hacerlo.
Dicho de otra manera, el daño es la consecuencia de una actuación lesiva que puede ser positiva,
denominándosele acción, o negativa, llamada entonces omisión.
Acción:
El comportamiento dañoso activo no ha generado grandes debates doctrinales. La
mayoría de los autores coinciden en señalar que si se verifica que el acto ejecutado produce el daño
y en él concurre el resto de los requisitos que la ley exige, se desencadena el sistema de la
responsabilidad civil. ENCARNA ROCA la define como: “ .cualquier actuación positiva que provoca
de forma mediata o inmediata, el daño que debe indemnizarse.”
Omisión:
Con relación a la omisión, se ha planteado que ciertamente cuando el ordenamiento jurídico no le
impone un comportamiento determinado a una persona ésta puede abstenerse de realizar cualquier
acto. Sin embargo, tal derecho de abstención no puede generar daños a otra persona, pues si así
ocurre nace la obligación de repararlo. Significa la ausencia de la adopción de todas las medidas
necesarias para evitar la producción del daño.
También se ha discutido si la omisión se produce solamente por no hacer aquello exigido por la ley
o si contrario sensu basta que el no actuar vulnere un deber general. Se han admitido ambas
posibilidades, al decir de ENRIQUE FERRANDO: “...habrá responsabilidad civil por omisión tanto si
la persona ha evadido el cumplimiento de una obligación expresa como si ha omitido observar el
deber de prudencia y diligencia, no adoptando medidas, o no ejecutando las acciones que
razonablemente debieron ejercitarse o adoptarse para evitar el daño, reducirlo o mitigarlo, o hacer
posible que éstos propósitos se alcancen.”. 38
En el caso de los daños ambientales el comportamiento lesivo podrá ser consecuencia de una
acción o de una omisión, siendo importante significar la imperiosa necesidad de que se trate de un
acto o actividad humana. En el área objeto de estudio, es usual se produzcan daños cuyo origen se
encuentra en la naturaleza, lo cual, como es obvio, no genera responsabilidad alguna.
En lo que a la omisión se refiere, puede producirse por la violación de una norma concreta o por
vulnerar el deber general de protección del medio ambiente. La determinación casuística de
conductas omisivas en materia ambiental, además de ser un absurdo, podría generar graves
problemas en la práctica, pues podrían dejar de definirse algunas conductas capaces de alterar
sensiblemente el medio ambiente
Ley general de medio ambiente
Art. 141: Toda persona que por acción u omisión deteriore el ambiente, está obligada a reparar los
daños y perjuicios que ocasionen a los recursos ambientales, al equilibrio del ecosistema, a la salud
y calidad de vida de la población.
Código civil de Nicaragua. Responsabilidad extracontractual:
Arto. 2509. Todo aquel que por dolo, falta, negligencia o imprudencia o por un hecho malicioso
causa a otro un daño, está obligado a repararlo junto con los perjuicios.
En los supuestos de daño ambiental, la relación de causalidad se entiende y aplica en los términos
explicados. Lo difícil en estos casos es la prueba del nexo entre el acto lesivo y el daño, en tanto se
suman a los habituales problemas del proceso probatorios, otras dificultades propias de la
naturaleza de esta especie de daños. La autora LUCIA GOMIS CATALA ha sintetizado los escollos
adicionales en cuatro aspectos,55 a saber:
� Tiempo: El daño ambiental suele manifestarse frecuentemente no de una manera inmediata
sino mediata o paulatinamente. Tal característica incide en que sea un factor que haga el trámite
probatorio tortuoso, dilatado e incluso infructuoso.
� Distancia: Los efectos negativos del acto lesivo son susceptibles de aparecer en lugares
alejados del lugar donde aquel se produce.
� Duda científica: La prueba física de la causalidad no siempre se logra en los supuestos de daño
ambiental por la propia naturaleza de éstos. En este caso se deberá acudir especialmente al criterio
de la probabilidad.
� Multiplicidad de fuentes: La producción del daño ambiental puede ser consecuencia del actuar
de más de un agente, sin que pueda determinarse en algunos casos cuál es la fuente. Sucede
también que los actos individualmente realizados no sean por sí solos suficientes para producir el
daño.
Con relación a la prueba del nexo causal en la esfera de los daños ambientales, es menester la
referencia a la admisión de presunciones como forma de solucionar los requerimientos probatorios.
Algunos ordenamientos jurídicos establecen con mayor o menor flexibilidad algunas presunciones
que no son más que una manera de invertir la carga de la prueba, o sea, la dificultad probatoria se
traspasa del demandante (lesionado) al demandado (lesionante), en atención fundamentalmente
de la mejor capacidad del segundo (generalmente un empresario).
Los ejemplos que se citan son los de Alemania y Estados Unidos (con leyes especiales de
responsabilidad ambiental) y los de Francia y Japón (con normas sectoriales que incluyen las
presunciones para los supuestos de hecho que regulan). En el caso de Alemania el sistema que
contiene la Ley de responsabilidad ambiental, de 1990, las probabilidades que tiene el demandado
son amplias para destruir la presunción, en tanto que la propia norma establece algunos parámetros
que de ser demostrados queda excluida la presunción. En los
restantes países mencionados el sistema es más rígido, siendo poco probable lograr destruir la
presunción legal. Importante es significar, que en todos los sistemas las presunciones son iuris
tantum.
3.2. La concurrencia de causas.
En un resultado dañoso pueden influir varias causas, de tal suerte que se imponga la determinación
de cuál de ellas es la generadora del daño. La relación de causalidad no pierde su esencia ante la
presencia de más de un acontecimiento con incidencia en el daño.
Los daños ambientales y las consecuencias que de ellos se derivan en el ámbito de la
responsabilidad civil pueden tener muy diferente origen y encontrarse y unirse con otras varias
nuevas concausas que hagan difícil su prueba y aun el conocimiento de su mera existencia, las
radicaciones ionizantes, emisiones y disposiciones de sustancias peligrosas, roturas de tanques
contenderos, accidentes de buques entre otras muchas pueden dar origen a una agresión ambiental
cuya magnitud unida por lo general a un desarrollo extendido a lo largo del tiempo dificulta el
establecimiento de la relación de causalidad.
Si la labor de probar la vinculación del daño con un hecho en particular es engorroso, más complejo
aún se torna si concurren varios eventos con posibilidad de ocasionar el daño; al decir de CARLOS
LASARTE: “ ...trátese sólo de una causa o de varias concausas el problema a determinar la
vinculación del daño final habido con las circunstancias de hecho resulta difícil por principio.”.
Las concausas afectan la determinación del causante del daño, pero aún así es preciso establecer
a quién o quiénes puede imputársele el daño para la posterior exigencia de responsabilidad. En
cualquier caso, las opciones son tres como indica ENCARNA ROCA:
“...bien se decide atribuir responsabilidad a todos los sujetos intervinientes, o bien debe elegirse
aquel que parezca más razonablemente relacionado con el resultado dañoso. O bien se decide que
nadie debe responder.”.58
En aras de solventar este problema, se han creado diversas teorías que atienden a
diferentes elementos. Las mismas pueden resumirse en:
� Teoría de la adecuación o de la causa adecuada: Atiende al grado de participación de cada uno
de los hechos en el daño causado, decidiendo por aquella conducta que de haber seguido el curso
natural de los acontecimientos hubiera producido el daño. Es decir, la circunstancia que pudiera
refutarse como “causa normalmente generadora del daño”.
� Teoría de la equivalencia de condiciones: Toma en cuenta la participación de todos los
causantes intervinientes, dando igual importancia a cada uno de ellos. Se entiende que el daño no
se habría producido sin la intervención de los diferentes agentes.
� Teoría de la causa eficiente: En virtud de este criterio se decantan las causas seleccionando
aquella que sea la decisiva y determinante del daño.
� Teoría de la causa más próxima: Como se evidencia de su propia denominación el factor tiempo
juega un rol fundamental en esta teoría. Se tiene como causa la que tenga una mayor proximidad
temporal con el acto dañoso.
3.3. La interrupción del nexo causal.
La relación de causalidad puede ser interrumpida y con ello desaparecer o atenuarse la
responsabilidad del causante del daño. Las causas de interrupción suelen agruparse según se
produzca como resultado de un caso fortuito o fuerza mayor, o, de la actuación directa de otro
sujeto. En todo caso, siempre es necesaria su concurrencia con el comportamiento lesivo del
comisor del daño.
1- El caso fortuito y la fuerza mayor.
El caso fortuito y la fuerza mayor han sido considerada causas de interrupción del nexo causal. Las
definiciones que de uno y otro supuesto aparecen en la doctrina son disímiles y atienden a diferentes
criterios, que también se utilizan en la distinción técnica entre estas dos figuras. En efecto, para
diferenciar el caso fortuito de la fuerza mayor se han sostenido diversas tesis, tomando como base
que sea un acto: exclusivamente natural o no, su previsibilidad, y, su inevitabilidad. El primero de
los elementos no requiere aclaración alguna, se trata de tomar o no en cuenta que el acto
concurrente sea simplemente un acto de la naturaleza o sea consecuencia de la actuación humana.
Los criterios de previsibilidad y de inevitabilidad responden a aspectos diferentes y no son
excluyentes. El criterio de previsibilidad se relaciona con la posibilidad de determinar que un hecho
sobrevendrá; un suceso es previsible cuando se conoce con antelación que acaecerá. En cambio,
con la inevitabilidad se está aludiendo a la imposibilidad de evitar que un acto se produzca. Hay
supuestos que son previsibles y evitables, o sea, conociéndose que un hecho va a producirse es
perfectamente posible evitarlo sin que, por tanto, llegue a producirse. En sentido contrario, hay
ocasiones en aún previéndose un determinado suceso, no puede detenerse su ocurrencia aunque
quizás se logre mitigar o disminuir sus efectos.
Atendiendo a los elementos anteriores, pueden distinguirse dos posiciones contrarias en la doctrina.
Conforme a la primera, la distinción entre caso fortuito y fuerza mayor solo debe atender a la fuente
del acto, es decir, según el acto sea proveniente de la naturaleza o resultado de un comportamiento
de los hombres. Así, estaremos en presencia de caso fortuito cuando se trate de actos de la
naturaleza, siendo sucesos de fuerza mayor los que se originan de la actividad humana.
La otra postura conjuga lo relativo al origen de la causa concurrente con los criterios de previsibilidad
y evitabilidad, atribuyendo la condición de caso fortuito a aquellos actos carentes de intervención
humana que sean imprevisibles. En este sentido, al estudiar esta figura ANTONIO BORREL MACÍA
destaca que se caracteriza por: “...la idea de la imposibilidad de prever el daño o su evitación; casos
ambos que hacen desaparecer la actuación humana.”.59 Por el contrario, se entienden sucesos de
fuerza mayor aquellos que aún pudiendo preverse resulta imposible evitarlos. A diferencia del caso
fortuito, la categoría fuerza mayor comprende tanto los actos de la naturaleza como los hechos en
los que está presente la intervención humana.
Amén de las distinciones teóricas, las dos figuras suelen invocarse doctrinal y normativamente60
de conjunto en atención a los efectos que producen. Los supuestos de caso fortuito y fuerza mayor
impiden que se le impute la responsabilidad al supuesto autor del daño, pues en ambos casos nada
podría hacer aquel ante los hechos ya fuera por ser imprevisibles o inevitables.
2. Actuaciones concurrentes de la víctima o de un tercero.
Los casos que ahora nos ocupan podría entenderse que están subsumidos en el supuesto general
de concurrencia de causas, pero son situaciones distintas. En la concurrencia de causas que
estudiamos con anterioridad, existía una indeterminación en el causante del daño, es decir, se
tienen varios actos susceptibles de ser los generadores del daño siendo difícil establecer cuál o
cuáles lo originaron. Contrario sensu, en la circunstancia que ahora se analiza está bien
determinado quien ha generado el resultado dañoso, tan sólo que junto con su comportamiento está
presente el actuar de la víctima o de un tercero.
3. La participación de la víctima en el resultado dañoso.
La primera acotación que requiere este tema es que sólo podrá hablarse de concurrencia de la
actuación del agente con la víctima cuando el daño ambiental afecte a una persona, su patrimonio
o esfera económica, pero nunca si el daño es puramente ecológico. Quien resulte perjudicado con
el actuar de otra persona puede haber contribuido al daño final, caso en el cual, respondiendo a la
más elemental norma de justicia, la responsabilidad de la otra persona deberá excluirse o cuanto
menos moderarse.
Si bien es admitido, sin duda alguna, que la participación de la víctima incide en la apreciación de
la responsabilidad de la otra persona, no son homogéneos los criterios sobre la exigencia o no de
un elemento intencional en su actuar. Es importante determinar si la actuación del perjudicado debe
ser culposa o dolosa, o si simplemente basta su participación para que se exima o module la
responsabilidad de quien ha causado el daño.
El criterio que al respecto existe en el orden normativo no es uniforme. Los Convenios
Internacionales y Regionales en materia de responsabilidad por daños ambientales varían,
exigiendo indistintamente intención, negligencia o mera actuación; en el caso de los ordenamientos
nacionales sí se observa una tendencia a la exigencia de una actuación culposa. Debe considerarse
que para modular la responsabilidad de agente comisor del daño, basta la presencia de actos de la
víctima con independencia de que en él concurra negligencia o dolo.
Otro de los aspectos a determinar en este punto es en qué medida se exime o reduce la
responsabilidad del autor del daño; los autores consultados reconociendo que la responsabilidad
debe adecuarse no ofrecen criterios que sirvan en la determinación de tal reducción. Así CARLOS
DE MIGUEL PERALES ha planteado: “ ... si la víctima contribuye a la causación de su daño, en la
misma medida de la intensidad y carácter de su aportación a la producción del daño deberá
reducirse la responsabilidad del sujeto agente.”
La participación de la víctima en los casos de daño ambiental produce los mismos efectos que en
el caso de los restantes daños. El criterio de la culpabilidad es variable al igual que lo concerniente
a la medida en que se moderará la responsabilidad del agente, debiendo hacerse un análisis
casuístico.
.4. La intervención del tercero.
La concurrencia de la actividad de un tercero no representa muchas complicaciones.
Con su actividad el tercero también hace que se modere la responsabilidad del agente del daño,
que puede manifestarse en la esfera personal o ser un daño ecológicamente puro, en los mismos
términos que en cualquier clase de daño.
De modo general se sostiene, que en los casos en que el tercero actúa junto con el agente ambos
deberán responder por el resultado dañoso. Si puede determinarse la participación de cada uno de
ellos, la lógica indica que su responsabilidad deberá corresponderse con su actuación. Lo
problemático es la determinación de la responsabilidad si no es clara la contribución de cada uno
ellos.
La solución apuntada por la doctrina y manifiesta también en algunas disposiciones jurídicas,
cuando de daños ambientales se trata, es la de establecer la solidaridad para ambos sujetos.62 La
adopción del criterio de la responsabilidad solidaria es una manera de favorecer a la víctima de
éstos daños, que puede lograr el resarcimiento de aquel que presente una mejor situación
económica.
Prueba del nexo causal
Una de las cuestiones que se complican cuando se trata de aplicar el derecho civil a la
responsabilidad por daños al ambiente, es el de la prueba, tanto del daño propiamente tal como el
de la relación causal entre aquél y el de la conducta del sujeto imputable, sobre todo porque la
mayoría de los daños ambientales no pueden ser imputados a un solo individuo sino que
normalmente son consecuencia de la sumatoria de varias conductas contaminantes imputables a
varios individuos.
Por esta razón, tanto la doctrina como la legislación comienzan a incursionar en nuevas soluciones
que tiendan a suavizar los rigores de la carga de probar el nexo causal, entre ellas, la inversión de
la carga de la prueba, la presunción del vínculo causal y la imputación directa de la responsabilidad.
Según Esteve Pardo, esta tendencia a suavizar los rigores de la carga probatoria se justifica por el
diferente nivel de conocimientos que para efectos probatorios tienen la víctima y el causante, dado
que normalmente este último es una industria con empleados cualificados y por lo tanto, con mayor
conocimiento técnico, sobre todo de los materiales utilizados y de los procedimientos técnicos
aplicados,58 de tal manera que como dice Marques, las transformaciones del derecho en ese
sentido se han producido para evitar que haya muchos casos sin solución debido a la dificultad o
imposibilidad de la víctima de probar los daños.59
Por otra parte, la tendencia a modificar las reglas que rigen la carga de la prueba también se justifica
por el hecho de que en la mayoría de los casos en que se producen daños al ambiente se involucran
actividades consideradas como potencialmente generadoras de daños que, por tal razón deben
quedar sujetas a un régimen de responsabilidad específico, pues cuando se produce un daño
ambiental a causa de éstas hay suficientes razones para pensar que el daño es imputable a quienes
las realizan, aunque se les reconozca la oportunidad de probar lo contrario.
En el derecho latinoamericano se pueden observar diferentes desarrollos normativos en el sentido
antes apuntado. Por ejemplo, en Chile, la Ley Sobre Bases Generales del Medio Ambiente
establece en su artículo 52 de manera explícita la presunción del vínculo de causalidad al señalar:
"Se presume legalmente la responsabilidad del autor de daño ambiental, si existe infracción a las
normas de calidad ambiental, a las normas de emisiones, a los planes de prevención o de
descontaminación, a las regulaciones especiales para los casos de emergencia ambiental o a las
normas sobre protección, preservación o conservación ambientales, establecidas en la presente ley
o en otras disposiciones legales o reglamentarias".
De la misma forma, en Argentina, la Ley General del Ambiente establece en su artículo 29 que "Se
presume iuris tantum la responsabilidad del autor del daño ambiental, si existen infracciones a las
normas ambientales administrativas."
En cambio, en México, la Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente establece
la imputación de la responsabilidad en materia de residuos peligrosos, pero sin relevar a nadie de
la carga probatoria del vínculo causal. En efecto, el artículo 151 de esa Ley señala "La
responsabilidad del manejo y disposición final de los residuos peligrosos corresponde a quien los
genera. En el caso de que se contraten los servicios de manejo y disposición final de los residuos
peligrosos con empresas autorizadas por la Secretaría y los residuos sean entregados a dichas
empresas, la responsabilidad por las operaciones será de éstas independientemente de la
responsabilidad que, en su caso, tenga quien los generó".
En este caso, la prueba del vínculo causal exige una adecuada identificación sobre la procedencia
de los residuos y por tanto el cumplimiento de las disposiciones administrativas sobre su etiquetado,
a fin de poder canalizar la responsabilidad del generador, o en su caso a las empresas encargadas
del manejo o disposición final.
Sin embargo, en el derecho local mexicano, la Ley ambiental para el desarrollo sostenible del Estado
de Colima dispone en su artículo 252 "…Se presume que el daño es imputable a una fuente de
contaminación si ésta, por las características de los procedimientos que desarrolla, las sustancias
o materiales que maneja o los residuos que genera, está en capacidad de producirlo. Se presume
también la existencia del vínculo causal cuando la fuente de contaminación rebase lo límites y
condiciones establecidos por esta Ley, sus reglamentos, las normas técnicas ambientales estatales,
la Ley General, sus reglamentos y las normas oficiales mexicanas". Por lo tanto, la carga de la
prueba corresponde al demandado.
4-La legitimación
Una vez establecido qué se entiende por daño ambiental, se impone determinar quién es la persona
que puede accionar el mecanismo de la responsabilidad civil.
Se trata, pues, de establecer quien es la persona que puede iniciar un proceso ante las autoridades
competentes a los efectos de que se subsane el daño causado; determinación que nos conduce al
controvertido tema de la legitimación.
El término legitimación ha sido definido por RAFAEL GRILLO LONGORIA como: “... la consideración
especial que tiene la ley, dentro de cada proceso, a las personas que se hallan en una determinada
relación con el objeto del litigio y, en virtud de la cual exige, para que la presentación procesal pueda
ser examinada en cuanto al fondo, que sean dichas personas las que figuren como partes del
proceso.” En otras palabras se trata de una condición especial que le permite a determinada
persona ser parte en un proceso específico.
La legitimación es exigida tanto a la persona que inicia el proceso (demandante) como al sujeto
contra el cual se dirige el mismo (demandado); consecuentemente, puede hablarse de legitimación
activa (relativa al demandante) y de legitimación pasiva (relativa al demandado).
La determinación del legitimado para el inicio del proceso no presenta grandes problemas en los
supuestos en ,los que el daño recae sobre una persona específica, sus bienes o actividad
económica; en tales casos, se entiende que dicha persona ha sido el único perjudicado y, por tanto,
es quien debe activar el mecanismo de la responsabilidad. En sentido contrario, si el daño afecta a
una colectividad o es un daño ecológicamente puro no es tan evidente quien es el legitimado para
iniciar el proceso correspondiente. Las soluciones que se han articulado doctrinal y normativamente
para resolver los problemas de la legitimación de los daños ambientales colectivos o
ecológicamente puros han sido
diversas.80
En este aspecto corresponde evaluar los intereses legítimos protegidos. Cuando se trata de daños
ambientales puros, se afectan intereses colectivos a veces de connotación pública o intereses
difusos, por ser el ambiente un bien que trasciende lo estrictamente patrimonial o la esfera individual
del sujeto.
Se valoran las variantes de legitimación sobre esta base, a partir de si el interés tutelado tiene su
génesis en el derecho subjetivo a un medio ambiente sano, que posibilita la legitimación amplia a
todo aquel que entienda vulnerado este derecho, o si por el contrario debe quedar circunscrita la
defensa de este interés general a las entidades colectivas o públicas en representación de un interés
colectivo o social.24
Tal estimación excluye la intervención por medio del uso de este instrumento a la persona misma
sea natural o jurídica.
La legitimación de la Administración Pública es una de las soluciones más generalizada.
Tiene como fundamento el papel del Estado como protector del interés público general. En este
sentido, actuará en los supuestos en los que no pueda identificarse un perjudicado en concreto y
también en los que la afectación pueda redundar en la afectación directa de alguno de los
componentes naturales del ambiente sin repercusión económica.
Veremos así algunos aspectos de la interacción entre lo colectivo y el derecho privado “entre ellos
podemos mencionar, que: 1) se señala que puede haber un daño colectivo, es decir, sufrido por
grupos. 2) se afirma que hay legitimación procesal grupal. 3) si hay daño colectivo, se debieran
postular la existencia de bienes colectivos. 4) finalmente, se afirma que la responsabilidad individual
declina, asistiéndose a una colectivización de la responsabilidad.”74
Se recuerda, no obstante ser reiterativos sobre este concepto, que la problemática ambiental se
presenta como uno de los campos de las llamadas “violaciones de masa”75 en razón que el daño
es difuso, y la violación puede producirse no solamente a nivel de un derecho subjetivo stricto sensu,
sino que pueden ser lesionados intereses legítimos o intereses o derechos colectivos, es decir, que
afecten a muchos como si se trataran de una “colmena de derechos”, según la expresión de Orgaz,
porque se difuminan, afectando a todos, a muchos o quienquiera.76
Garrido Cordobera77 señala que la diferencia entre el daño individual y el daño colectivo compete
a la técnica jurídica; lo que se plantea es una cuestión de predominio. Los daños colectivos no
surgen de la simple suma de daños individuales ya que presentan autonomía, entidad grupal, pues
afectan simultánea y coincidentemente al grupo o a la sociedad, que son víctimas indiscriminadas
de la lesión.
“En doctrina se admite la existencia de tipos de daños colectivos, el daño colectivo propio o el
impropio y el daño causado o sufrido colectivamente, no siendo excluyentes sino complementarios.”
24Sobre este tema de la legitimación vid opiniones de: MORENO TRUJILLO, E.: op cit, pp. 282-286; GOMIZ CATALA, L. : op cit,
pp. 198-205; CABANILLAS SANCHEZ, A.: op cit, pp. 42-45; DE PERALES, C. M.: op cit, p. 287-309; ESAIN, J. : op cit, p. 7
Lorenzetti78 sostiene, concordantemente, que el derecho al ambiente sano “puede discriminarse
de la siguiente manera: en relación al “macro bien”, que es el medio ambiente en general, y
tratándose de un bien público de uso común, existe un interés difuso. En relación con “micro bienes”,
puede darse una doble situación. Puede existir un interés difuso y también un derecho
subjetivo. El derecho subjetivo puede existir, claramente, en el caso de que exista derecho de
propiedad y la acción lo afecte. También se ha invocado, a nuestro juicio impropiamente, la
existencia de un derecho subjetivo cuando hay una afectación de un interés propio del sujeto al
medio ambiente sano.
La doctrina coincide en que se trata de “intereses difusos”. Así se ha señalado que los intereses
difusos responden a necesidades de la comunidad, o grupos Igualmente, se ha admitido el ejercicio
de acciones públicas, que se presenta con carácter exclusivo para los casos de intereses difusos,
o sea, para cuando se afectan con la acción dañosa una pluralidad de individuos entre los que no
tiene que existir relación o vínculo alguno. Se trata de la exigencia de responsabilidad que realizan
los grupos afectados sin llegar a constituirse en organizaciones, es decir, sin que le grupo tenga en
sí mismo personalidad jurídica.
Surge de este modo la problemática de la protección judicial de los intereses difusos o de masas
ante los órganos de la jurisdicción ordinaria. A diferencia de los intereses colectivos, cuyo contenido
es supraindividual, con un centro de referencia no ocasional, sino constituido por un ente asociativo
(bien sea un organismo público, una asociación sindical o un colegio profesional), los intereses
difusos aparecen correlativos a formaciones sociales aún en fase de toma de conciencia, cuya
individualización se realiza a través de la relevancia de una lesión verificada en perjuicio de una
pluralidad de individuos que se asocian para su defensa (el daño es su único en común, y su
vinculación perdura sólo mientras éste subsiste).
En el momento presente, el medio ambiente se encuadra entre este tipo de intereses, junto a la
problemática de consumidores y usuarios.
Un ejemplo de solución a este problema es el mecanismo procesal del Derecho angloamericano
conocido como class actions (“acciones de defensa de intereses públicos”). Su aparición parte de
una pluralidad de sujetos, con un denominador común que es el daño sufrido. Uno de ellos, a favor
de la colectividad, interpone la acción actuando como representante del interés del grupo. En
muchas ocasiones, es difícil determinar por los jueces su composición, bien porque el grupo es
“fluido”, o bien porque sus componentes no pueden ser identificados (han fallecido o se encuentran
ilocalizables). Por otro lado, siempre queda a salvo el derecho del particular a exigir la reparación
del perjuicio causado.
El concepto de “fluid recovey” traducible por “reparación fluida” vienen a significar que cuando la
composición del grupo no puede definirse con precisión el juez decreta una medida que alcanza a
aun “género” de interesados, que puede ser que no coincidan con los que sufrieron la efectiva lesión.
Como ejemplo muy representativo destaca la sentencia dictada por un tribunal de Los Angeles en
relación con una subida ilegal de las tarifas de los taxis. Ante la imposibilidad de conocer a todos
los clientes durante el período en cuestión, el juez ordenó a título de reparación, una bajada de
precios equivalente a la subida improcedente. Así como en el plano individual, la solución pudiera
no ser del todo satisfactoria, ya que los beneficiarios de la reducción del precio no tenían por qué
haber sido necesariamente víctimas del incremento, en el plano colectivo, es de innegable justicia,
ya que la fluidez de la reparación responde a la propia fluidez de la clientela.
El origen de estas acciones se remonta al “Bill of Peace” británico que, como recurso de prevención
de litigios múltiples, procuraba reunir un importante número de cuestiones de hecho o de derecho
para decidir las posibles soluciones a las mismas, mediante un procedimiento basado en la equidad.
INTERESES DIFUSOS
Definición de intereses difusos o derechos de incidencia colectiva
Frente a una situación que compromete derechos de incidencia colectiva (intereses difusos), sea
por la razón que el caso envuelve una multiplicidad de relaciones jurídicas equivalentes, o porque
existe una mera situación de hecho común generadora de pretensiones jurídicas que tienen cierto
grado de igualdad, semejanza, similitud, u homogeneidad, de manera tal que se
Por último, tenemos la legitimación de las asociaciones que, a diferencia del anterior caso, si tienen
personalidad jurídica reconocida. Las asociaciones pueden en materia ambiental representar
intereses propios, de sus asociados o que afecten el interés general. En estos se configura un
objeto común, en buena parte único e indivisible materia de la prestación o del bien objeto del goce,
las demandas se multiplican, o contienen derechos masificados, supraindividuales, que desbordan
los cauces del proceso bilateral, cerrado, que no puede derivar adecuadamente, esta clase de
intereses, cuando los mismos se irritan, desorbitan, colisionan con otros intereses igualmente
legítimos, o no encuentran respuesta a sus reclamos.
El interés público tutelado por el derecho colectivo o de incidencia colectiva es un interés abierto,
es decir indeterminado, lo cual no significa que no puede existir un grupo suficientemente bien
determinado de personas cuyo círculo no estuviere cerrado, al cual se le puedan seguir uniendo
otras personas en las mismas circunstancias.
Lo concreto es que todas las variables de intereses colectivos que puedan merecer protección
jurisdiccional, merecen dicha tutela porque “el colectivo” no es una “entelequia”, sino la estructura
reproductiva del sistema social. Estructura reproductiva vinculada tanto al sistema económico, al
cultural y al político.
La globalización que se produce en los intereses de una pluralidad de sujetos, hace que resulte una
cierta objetivación del interés, no obstante que existan intereses individuales suficientemente
determinados. Es decir que puede haber intereses sin dueño, anónimos o no. Pero en todos los
casos se trata de intereses que se hacen evidentes sólo en virtud de su globalidad y en muchos
casos porque ellos no son susceptibles de ser fraccionados. Por ello es importante la legitimación
del afectado
Desde este punto de vista, lo que importa es determinar si existe daño objetivo al bien social
tutelado. El legitimado no actúa, aunque se tratare de un particular afectado, con el efecto de
fragmentar el interés del grupo. El afectado no individualiza el interés colectivo, por el contrario,
dicha intervención, produce una necesaria integración del interés colectivo, el cual, de no ser por
esa intervención quedaría en situación de abandono.
A los fines didácticos creemos que se podría clasificar la legitimación para obrar activamente en
cuestiones relativas a los derechos de incidencia colectiva, en tres:
1) legitimación privada o particular;
2) legitimación pública o estatal;
3) legitimación colectiva y grupal o difusa.
Desde la óptica del proceso contencioso administrativo, también se distingue legitimaciones
disímiles entre la pretensión anulatoria y la reparatoria.
Además ya se ha dicho, que estos procesos albergan con frecuencia dos pretensiones en juego:
1) la supraindividual, difusa, colectiva, grupal;
2) la individual, diferenciada, personal, patrimonial.
Finalmente deberá tenerse presente también la naturaleza del interés en juego en la cuestión: la
legitimación para obrar será diferente si se trata de un interés colectivo (que supone cierto grado de
organización del ente exponencial o asociación profesional, más o menos estable, regular,
permanente) o difuso (en el que el grupo de afectados, es inorgánico, amorfo, fruto por lo general
de una reacción social frente a una hecho agraviante o de peligro para un sector comunitario, no
existiendo en este supuesto, ligamen o unión previa concertada, por lo que su conformación es
precaria, transitoria, circunstancial u ocasional) o de intereses individuales plurales homogéneos.
Lo expuesto se refleja de manera muy clara en los requisitos que deben cumplirse para estar en
condiciones de acceder a la justicia en defensa de los denominados derechos de incidencia
colectiva.
Siguiendo la doctrina brasileña e italiana, difundida por la Escuela Procesal de La Plata, es clásica
en nuestro derecho que se entienda po.
intereses difusos, “los que pertenecen idénticamente a una pluralidad de sujetos, en cuanto a
integrantes de grupos, clases o categorías de personas, ligadas en virtud de la pretensión de goce,
por parte de cada una de ellas, de una misma prerrogativa.
De forma tal que la satisfacción de fragmento o porción de interés que atañe a cada individuo, se
extiende por naturaleza a todos; del mismo modo que la lesión a cada uno afecta simultánea y
globalmente, a los integrantes del conjunto comunitario”.
intereses colectivos encuentran un punto subjetivo de contacto que radica en las llamadas
formaciones sociales o cuerpos intermedios, porque tienen como portavoz al ente exponencial de
un grupo no ocasional, es decir, una estructura organizativa no limitada a una duración efímera o
contingente, sino individualizable como componente sociológico concreto, dentro de la colectividad
general. En ese sentido, los intereses difusos se traducen en colectivos, a través de un proceso de
sectorialización y especificación”.
Si el interés de las situaciones jurídicas tradicionales (derecho subjetivo e interés legítimo) es por
naturaleza diferenciado o individualizado, la característica propia del interés difuso es la de ser,
también por su naturaleza, indiferenciado, y de allí que al igual que los intereses colectivos, son
considerados intereses supraindividuales.101 Se caracterizan como aquellos que no son ya sólo de
uno o de varios sino mejor, de todos los que conviven en un medio determinado y cuya suerte en lo
que concierne al enrarecimiento, destrucción, degradación, vaciamiento o consumo sin reposición,
angustia el conjunto en lo inmediato y en el porvenir vital de cada uno, sobremanera el de las futuras
generaciones.
La pluiindividualidad que caracteriza a estos intereses requiere de algunas precisiones: a) por un
lado, la indivisibilidad de lo que es común a muchos no riñe con la fragmentación en situaciones
jurídicas subjetivas que, sin ser exclusivas de cada una, si son “propias” de cada uno en cuanto
cada uno tiene “su” parte en lo que interesa a varios; b) por otro lado, el “afectado”no pierde su
calidad de tal por el hecho de que “otros” o “muchos” como él también lo sean ; c) la “afectación”
personal no necesita identificarse con un daño o perjuicio que solamente recaiga sobre el “afectado”,
porque tal afectación no deja de ser personal, directa o concreta por el hecho de que resulte igual
o similar a la de otros o muchos.
En el mismo sentido, Mosset Iturraspe, señala que el interés colectivo ambiental es un derecho
subjetivo de goce diluido entre los miembros del conjunto. Y que en el titular del denominado “interés
difuso” debemos ver al titular de un derecho subjetivo, que tiene de difuso sólo lo relativo a la
titularidad extendida.
De lo expuesto resulta que los intereses difusos presentan los siguientes caracteres: a) titularidad
indiferenciada; son a su vez de uno y de todos. Pertenecen a la comunidad o a un grupo amplio
amorfo, o a una serie indeterminada de individuos de difícil o imposible determinación
. b) Se refieren a un bien indivisible, de satisfacción y afectación común.
Lorenzetti señala que es característica de los intereses difusos su indivisibilidad: si son generales y
no hay relación de inmediatez en el disfrute, no hay posibilidad de dividir su goce.
Bustamante Alsina señala como características:
a) alcance colectivo; b) defensa común; c) indiferencia en relación con los derechos subjetivos; d)
debilidad de los instrumentos procesales de acceso a la justicia.
Ejemplos de casos:
Para una mejor comprensión del tema que nos ocupa, vamos a proceder al análisis de uno de los
casos norteamericanos más significativos dentro del capítulos “mass torts” (daños masivos): In re
Joint Eastern and Southern District Asbestos Litigation, resuelto por los Tribunales de Nueva York
en el año 1991.
Conviene significar que las acciones de clase se introdujeron en la práctica jurídica estadounidense,
a partir de los años 60, consiguiendo eliminar importantes barreras jurisdiccionales y de
procedimiento. A finales de la década de los 80, cobró extraordinaria relevancia en el contexto del
Derecho norteamericano, el Derecho de daños producidos a gran escala, categoría que engloba en
su tratamiento legal los accidentes colectivos (accidentes aéreos o derivados de emanaciones de
substancias tóxicas con gran número de muertes o lesiones –caso Bhopal-).
Los hechos se sitúan en plena década de los años 70. Johns-Manville Corp., la más importante
empresa fabricante de asbestos del mundo, fue demandada por miles de personas afectadas de
asbestosis (enfermedad pulmonar que habían contraído al estar expuestas a dicho mineral mientras
trabajaban en astilleros y empresas de la construcción).
Se entablaron cientos de demandas, consiguiendo los damnificados una serie significativa de
veredictos (por medio de jurados) a su favor, tras haber podido probar los siguientes extremos: a)
Que la compañía había vendido un producto peligroso; b) que la empresa conocía en el momento
de la venta que el producto era defectuoso (rechazándose la defensa de la compañía amparada en
el argumento conocido “state
of art”, estado actual de la tecnología); c) que los afectados habían contraído esta penosa
enfermedad por su exposición al asbestos en el cumplimiento de sus funciones.
Las indemnizaciones que tuvo que satisfacer la compañía la llevaron en 1982 a la quiebra. En 1988,
Manville se reconvirtió y empezó a operar otros negocios pertenecientes a la empresa, viéndose en
la necesidad de crear un “trust” que sirviera para compensar a las víctimas de la enfermedad, al que
asignaba una parte elevada de sus beneficios netos, bonos y acciones. En apenas un par de años,
la compañía se vio incapaz nuevamente de resarcir a todos los afectados de asbestosis. El
panorama se ensombrecía además por el hecho de que la enfermedad tiene un período de
incubación que puede llegar a los 40 años, lo que motivaba que la aparición de nuevas demandas
pudiera entrar en una espiral sin fin. En 1990, el cálculo estimativo de posibles reclamaciones
alcanzaba ya cifras escalofriantes (en torno a las 300.000), cuando la compañía contaba ya que
esas fechas con unas deudas que sobrepasaban los 4 billones de dólares.
En suma, se requería un replanteamiento del problema, para lo que se optó por la propuesta de
arreglo (“settlement”) de la defensa, consistente en la “certificación” de una class action, con base
en la Regla 23 (b) (1) F.R.C.P. (Federal Rules of Civil Procedure), que sirviera para agrupar a todos
los demandantes presentes y futuros, bajo las siguientes condiciones:
a) Cada demandante recibiría inicialmente sólo el 45% del montante de su reclamación, quedando
el resto de la cantidad pendiente hasta que los demás actores hubieran asimismo obtenido dicha
suma.
b) Una parte importante de los ingresos que fueran afluyendo a favor del demandado (“trust”),
quedarían reservados para posibles futuros demandantes, eliminándose de esta manera el riesgo
de insolvencia de la compañía.
c) Aunque no es legítima la supresión del derecho constitucional, que asiste a todo ciudadano
norteamericano, a defender sus intereses ante un jurado, la compensación que se pudiera lograr
por esta vía legal, nunca podría sobrepasar la cantidad estipulada en el acuerdo, ya que ello
supondría poner en peligro las compensaciones del resto de los afectados.
d) Las personas cuyos daños revistieran una mayor gravedad obviamente deberían ser
indemnizadas en primer lugar.
e) Por último, el carácter vinculante del procedimiento a seguir no podía ponerse en tela de juicio,
de ahí la inexistencia de un derecho de exclusión. En otros pleitos incluso se ha llegado a admitir
(caso Dow Chemical).
El Juez Weinstein aprobó la certificación de la clase, así como el arreglo descrito, a través de una
serie de argumentaciones, que constan ya en los anales de la jurisprudencia norteamericana, a
saber:
1) Suitability: La Regla 23 que establece la nota de obligatoriedad de la acción de clase, basada en
la conveniencia de asignar un fondo limitado para el pago de posibles demandantes, era la mejor
manera de afrontar el problema ante la precariedad de recursos del “trust”.
2) Extreme need: Ante un caso de extrema necesidad como el presente, lo más recomendable era
la evitación de la repetición de litigios y de determinaciones fácticas como las que inicialmente se
hicieron en las demandas tramitadas por separado. Por lo tanto, se imponía el fortalecimiento del
arreglo mediante la vinculación de los reclamantes ausentes.
3) Statutory requirements: Los requisitos de la Regla 23 (a) para el otorgamiento de la
“certificación” a la clase se estimó que se habían cumplido. Para lo cual, el juez procedió a examinar
cada uno de ellos mediante el siguiente análisis: a) The numerosity requirement: La existencia de
cientos de miles de presentes y futuros litigantes así lo atestiguaba; b) the commonality requirement
(todos los demandantes tenían varios vínculos en común, puesto que se cernía sobre todos ellos el
interrogante en torno a la posibilidad de que el demandado pudiera satisfacer íntegramente la
compensación debida a los afectados); c) the tipicality requirement
(todos los miembros del colectivo corrían el riesgo de no poder materializar sus demandas ante la
posible insolvencia del demandado); d) the adequacy of representation (los demandantes estaban
representados por los más notables y expertos pleiteadores en la especialidad de asbestos de toda
la nación).
4) Requirements for (b) (1) class: El requisito adicional de la Regla 23 (b) (1) (B), que reza que los
intereses de los miembros ausentes de la clase no sean perjudicados por acciones individuales, no
ofrecía tampoco obstáculo alguno.
5) Class certified: La clase fue certificada dentro de la categoría (b) (1). En consecuencia, ninguno
de los afectados podría recibir como compensación una cantidad superior a la estipulada en el
arreglo concertado.
6) Settlement approved: El juez aprobó el acuerdo ya que era perfectamente razonable, a tenor de
las circunstancias del caso.
Otro litigio digno de mención, como exponente de uno de los sucesos más graves de contaminación
marítima de la historia que se recuerdan, es el originado por el buque Exxon Valdez, con fecha de
24 de marzo de 1989, responsable del vertido de unos 240.000 barriles de crudo de petróleo en alta
mar. Los efectos de este desastre ecológico afectaron los intereses del gobierno de Canadá, entre
otras cuantas naciones, a causa de pesca y distintas actividades relacionadas con ella en el mar,
más allá de los límites territoriales de los Estados Unidos. El crudo derramado alcanzó al menos a
700 millas de playas en Prince William Sound y contaminó miles de millas cuadradas del océano.
La contaminación causó la muerte de 2.500 nutrias y hasta
170.000 aves, con daños al plancton (decisivo para la industria del salmón). Los daños se cifraron
en alrededor de 1.500 millones de dólares, de los que sólo 400 estaban cubiertos por el seguro.
25 Cfr. Artículo 81. Los actos ilícitos son hechos que causan daño o perjuicio a otro.
mecanismos de protección consideración para establecer
frente a estas. que se han producido
La condición del emitente determinados efectos
tampoco trasciende en el jurídicos, por el fenómeno en
requisito de la actuación que estas consisten.
humana, no importa que sea
persona natural o jurídica, y
que la naturaleza de la
actividad sea estatal,
particular o privada, pues
cualesquiera de estas
ocasiona idénticos efectos,
los resultados de una
actividad inmisiva no están en
conexión con la cualidad del
agente.
La definición de los supuestos típicos de inmisiones incide junto con los caracteres en la
definición conceptual de estas, en ese sentido, es necesaria su valoración a partir de aquellos tipos
de inmisiones que se reconocen de forma coincidente en diversos ordenamientos jurídicos o que
ha partir de valoraciones de la doctrina aconsejan el reconocimiento de determinados supuestos
bajo el concepto de inmisión. Ello permitirá configurar enjuiciar y proponer las diversas variantes
que podrán quedar reguladas en el ordenamiento jurídico cubano ante la ausencia de una
enunciación expresa de supuestos de inmisión.
Los supuestos más recurrentes en el ámbito legislativo foráneo26 son: el ruido, el humo, el hollín, el
olor, el calor, el gas, las sacudidas y trepidaciones, utilizándose el sistema abierto al rehuir la
formulación de una lista cerrada, lo que facilita la labor jurisprudencial y la adaptación del precepto
a las circunstancias del caso que se presente, concurriendo otros como son: las aguas residuales,
26 Para ello se hará un recorrido por los diferentes artículos que regulan la institución en los ordenamientos jurídicos foráneos:
En el derecho alemán el § 906 BGB ejemplifica con los gases, vapores, olores, humo, hollín, calor, ruido, trepidaciones e inmisiones
similares, con lo cual dejó abierta la posibilidad de interpretar bajo este precepto otros casos similares que puedan recibir la
consideración de inmisión, así resultan incluidos otros casos como las corrientes eléctricas y otras energías, las chispas, la penetración
de abejas, moscas y otros pequeños insectos, el polvo, la ceniza, la arena, el vapor de agua, el frío producido artificialmente el germen
de hongos y otras bacterias las luces deslumbradoras por anuncios lumínicos.
El artículo 844 del Código Civil italiano considera como supuestos el humo, el calor, el ruido, las sacudidas y similares propagaciones,
utilizando la formula de generalizar con una enumeración abierta, otros supuestos se han reconocido para ser subsumidos dentro de
este artículo, así están las corrientes eléctricas, las ondas electromagnéticas, el polvo, la proyección de luz, el frío, el vertido de
sustancias y otros contaminantes en el agua( en los que esta actúa como medio de propagación).
El ordenamiento civil suizo recoge como tipos de inmisión en el artículo 684 las emisiones de humo, hollín, las emanaciones molestas,
los ruidos, las trepidaciones que tiene un efecto perjudicial, esta enumeración es de mera ejemplificación, sin embargo, es menester
señalar que utiliza el término de emisión que no responde a las exigencias de la concepción de la inmisión que exige la penetración
y afección directa del predio vecino.
El Código Civil austriaco en el artículo 364 considera como inmisiones las aguas residuales, el humo, el gas, el calor, los olores, el
ruido, las sacudidas y otras cosas similares que provengan del fundo vecino, incluyendo las aguas residuales bajo este concepto como
fenómeno inmisivo, supuesto que no es recogido por otros códigos.
En el Derecho portugués el artículo 1346 considera como inmisiones la emisión de humo, hollín, vapores, olores, ruidos, calor, así
como la producción de trepidaciones y de cualesquiera otros actos semejantes, este artículo coincide en muchos supuestos con los
ya descritos anteriormente, adoptando la fórmula de dejar abierta la posibilidad de ampliación.
El Código Civil argentino en el artículo 2618 incluye el humo, calor, ruido, luminosidad, vibraciones o daños similares, este precepto
acoge una enumeración abierta, en la propuesta de modificación de este artículo se prevé la inclusión del pasivo ambiental o daños
similares por ejercicio de actividades en inmuebles vecinos, calificado el pasivo ambiental como los impactos negativos resultantes
de las actividades desarrolladas por el hombre, que resultan recurrentes si no se corrigen las malas prácticas ambientales, con lo cual
se incorpora como bien jurídico tutelado con las restricciones a la propiedad, el medio ambiente, entendiéndose que los efectos
negativos sobre este bien también se integran bajo el concepto de inmisión si son permanentes en el tiempo y ocasionan afectaciones
a los predios vecinos.
Las normas civiles peruanas reconocen bajo el artículo 961 los hollines, los humos, emanaciones, ruidos, trepidaciones y molestias
análogas.
la luminosidad, el frío, las ondas eléctricas y las ondas electromagnéticas, en los cuales los rasgos
que han de estar presentes son la escasa corporalidad o la inmaterialidad y su carácter positivo e
indirecto como resultado de este rasgo de la escasa corporalidad.
La doctrina coincide en calificarlas como injerencias que se producen en un bien inmueble y se
propagan al fundo vecino ocasionando molestias o daños sobre la propiedad y las personas,
describiéndose los supuestos de hecho en que estas pueden consistir, además se formulan como
parte del concepto los caracteres ya antes descritos. En mi consideración la inmisión es toda
injerencia, dañosa o molesta, incorporal o de escasa corporalidad, resultante de un actuar humano,
en el ejercicio de un derecho con trascendencia real, que se propaga por medios naturales,
sobrepasa los límites que impone la vecindad, e invade la esfera jurídica interna del inmueble
vecino, afectando los bienes, las personas relacionadas con el inmueble por cualquier título y el
ambiente circundante en que se ejercita el derecho.
2. La acción negatoria
2.1. Concepción general
Es una acción que tuvo su génesis en el derecho romano, donde fue utilizada no solo para rechazar
derechos reales (servidumbres), que graven la propiedad ajena, sino para alejar cualquier
perturbación que provengan directamente de la finca vecina (facere in alieno), o por operaciones
que ocasionándose en terreno propio se propagan al ajeno (facere in suo ).
Desde esta etapa se formula la concepción tradicional de la acción que concebía el ejercicio de la
misma frente a pretendidos derechos ostentados por terceros consistentes en un derecho real y
más exactamente, el derecho real de servidumbre. Se considera que la propiedad está gravada por
un derecho real y el propietario busca la libertad del dominio y restablecer las cosas al estado
anterior al hecho de la lesión y en su caso la indemnización de los daños y perjuicios causados.
De aquí se deriva que la legitimación activa corresponde al propietario únicamente, sobre la base
de acreditar su derecho, a efectos de prueba esta posición trasciende en el sentido de que se
aprecia la presunción iuris tantum, de que el dominio se presume libre de gravámenes o cargas, y
no es el demandante quien debe probar este afirmación, sino que corresponde a la parte
demandada demostrar que tiene derecho a la servidumbre, se invierte la carga de la prueba.
CANTON BLANCO, muestra la posición tradicional de la doctrina cubana, cuando refiere:”Otra de las
acciones protectoras de la propiedad que el derecho ha dado es la acción negatoria, que se ejercita
ante los tribunales para negar la facultad de que se cree investida otra persona en relación con la
posesión de un derecho real, que afecta el dominio del propietario. La acción negatoria, casi siempre
se daba por parte del propietario de una finca, para negar el derecho de servidumbre de la misma,
sea de paso, de acueducto, etc.”
Para ejercitar esa acción es requisito indispensable en primer lugar la demostración de la propiedad,
en segundo lugar, que se probara en qué forma se perturbaba esa propiedad y los derechos que
podía originar esa perturbación, a favor del demandado.”
Esta concepción poco aporta al tema de las inmisiones, por tratarse de perturbaciones de hecho,
que afectan los usos propietarios, los cuales no comprenden el objeto de la acción, y además resulta
muy restringida la legitimación activa que como ya antes se analizó ha de ser ampliada a quienes
detentan un derecho fruitivo sobre los inmuebles afectados.
El Código Civil cubano,27 no contempla dentro de la preceptiva que confiere protección a la
propiedad (artículo 129), esta acción, si bien, existen determinados preceptos dentro de su
articulado, que en nuestra consideración hacen admisible la construcción de esta acción, a los fines
de su aplicación práctica, en conflictos de vecindad por inmisiones, cuestión que se tratará más
adelante, tras ser abordada la formulación legislativa de la figura.
La concepción tradicional, resulta superada por la doctrina actual, que defiende una concepción
amplia de la acción negatoria aplicable a todo tipo de perturbaciones no posesorias del derecho de
propiedad, dentro de las que cabe incluir las inmisiones, y no solo el derecho real de servidumbre.
Así ALBALADEJO, señala que la acción negatoria la puede ejercer no solo el propietario, sino los
titulares de otros derechos reales por perturbaciones consistentes en el ejercicio de un derecho real
por el demandado, pero también para defenderse de perturbaciones puramente de hechos basadas
en un derecho de crédito. Puesto que la ley le protege totalmente su derecho y no le deja indefenso
ante nadie que de cualquier modo se entrometa en el goce pacífico e íntegro de la cosa.
ALONSO PEREZ, indica que además del uso tradicional antes expuesto, también debe servir para
alejar y rechazar cualquier perturbación ilegítima, carga indebida e inmisiones molestas y nocivas
más allá de lo permitido por el criterio de la tolerancia normal. Son varias las legislaciones que
acogen esta acción en su amplia y moderna concepción lo cual muestra su virtualidad para afrontar
las perturbaciones resultantes de las inmisiones.
Cabe distinguir entre acción negatoria y acción reivindicatoria, en tanto cuando opera la primera es
porque se produce una limitación sobre la libertad de actuación (lucrativa) del dominio propio en
beneficio de otro titular, el rasgo determinante es el de la libertad de actuación y la intangibilidad de
su derecho frente a las iniciativas del vecino, que ocasionan algún tipo de perjuicio al interés
legítimo del propietario, en cambio la segunda tiene su campo de acción ante la privación o
27El Código Civil español de 1889 vigente en Cuba hasta el año 1987 no contenía la acción negatoria dentro del elenco de acciones
reales, sobre este particular apuntan SANTDIUMENGE FARRE, J. Y CODERCH, S.: op. cit., pp. 118, que históricamente la falta de regulación
expresa y general en sede de propiedad, se ha explicado apuntando a dos factores, distintos:
a) Por un lado la regulación de las acciones de tutela de la propiedad del Código Civil de 1889 estaba pensada para resolver
conflictos posesorios o de linderos, es decir problemas de tenencia y de posesión, pero no para resolver cuestiones de usos, de su
compatibilidad con los del vecino; o de inmisiones. Lo importante era la acción reivindicatoria y no la negatoria: en una sociedad
rural y preindustrial, los usos de las fincas eran todavía poco intrusivos; en cambio las cuestiones de tenencia eran básicas …
b) Por otro lado historiadores y analistas económicos del Derecho vienen poniendo de manifiesto desde hace años cómo el
desarrollo de la Revolución Industrial viene acompañado y facilitado por una disminución del número y entidad de bienes
jurídicos protegidos por la acción negatoria. Esta permite hacer cesar la actividad del fabricante. No es pues de extrañar que el
siglo XIX – el siglo de los fabricantes – viera retroceder a la acción negatoria en beneficio de nuevas instituciones, como la
responsabilidad civil por culpa, más beneficiosa a quien lleva a cabo actividades dañinas.
Tales motivos han sido desplazados por las necesidades que impone la vida moderna, en la que el conflicto entre actividad
industrial, desarrollo económico y calidad de vida, tutela del medio ambiente y otras ameritan retomar con nuevos tintes
esta categoría
detentación indebida de la posesión, responde a un conflicto posesorio que puede resolverse en
primer término a través de la tutela posesoria o por medio de la acción reivindicatoria que resuelve
de forma definitiva la pretensión por desposesión, esta causa petendi queda excluida de la acción
negatoria.
Se define la acción negatoria como aquella acción que tiene por objeto la protección de la libertad
del derecho de propiedad u otros derechos de aprovechamiento sobre los bienes inmuebles, con el
cese de las injerencias que le afecten de índole material o jurídica.
Las perturbaciones e injerencias que configuran la inmisión, están expresamente enunciadas en
este artículo. Es esta la más amplia concepción de la acción negatoria, en tanto, este precepto, que
es general y por ello aplicable a los demás supuestos de relaciones de vecindad donde se
encuadran perturbaciones jurídicas que se derivan de la existencia de un beneficio ilegítimo de un
predio a costa de otro, resulta de más exacta aplicación a las perturbaciones de hecho, que así
expresamente señala. La solución a los restantes conflictos de vecindad se halla en su específica
regulación en cada uno de los artículos subsiguientes, así aunque sea de uso generalizado cuando
se busca tutela en sede de relaciones de vecindad, este artículo define expresamente que es para
injerencias en la facultad de goce que sufre el propietario afectado.
La falta de enunciación nominal de esta acción no imposibilita su ejercicio, si como ya antes se
fundamenta está sustentada la pretensión en un precepto sustantivo que la habilita, lo cual coincide
con el criterio concreto de la acción, esta posición determina que los demandantes identifiquen el
tipo de acción que se ejercita en el proceso y la clasifiquen con los derechos que este reclama.
No obstante, coincido con el criterio que fundamenta MENDOZA DIAZ, el cual respalda la posición de
concebir la acción abstracta, este destaca “ se debe ver la acción como el derecho que tiene todo
individuo de acudir a los tribunales y poner en funcionamiento la maquinaria judicial, con el solo
hecho de formular una reclamación en la que se cumplan los requisitos que la ley establece en
cuanto a presupuestos de tipo formal, sin que pueda el órgano rechazar dicho pedimento en una
fase inicial, porque considere que no existe el derecho que se reclama; la mera formulación por
parte del demandado de que es titular del derecho alegado, es suficiente para que el proceso se
encauce por las vías procesales establecidas en la Ley de trámites civiles.”
Debe analizarse junto a la acción la pretensión, esta última constituye el contenido de la acción y
se califica como la petición dirigida al órgano jurisdiccional para que aplique la ley frente a quien
resulte obligado a su observancia, conforme a ciertos acaecimientos que se estiman amparados por
aquella en cuanto productores de unos efectos jurídicos determinados, esta configura el objeto del
proceso, por estar planteados en la misma el tema o conjunto de temas que debe decidir el órgano
jurisdiccional (thema decidendi), y conforman el elemento objetivo del objeto del proceso que se
determina por un componente fáctico y un componente jurídico, a partir de la adecuación de los
hechos en la subsunción de un determinado supuesto de hecho previsto legalmente.
Si se considera que la acción negatoria está concebida para afrontar las perturbaciones fácticas
que se originen sobre la esfera de uso y disfrute del titular de un bien inmueble, en aras de lograr la
libertad del dominio, y que la misma se ejercita ante un actuar inmisivo, puede considerarse como
un instrumento a estimar en el tema de la protección del medio ambiente.
Una actividad contaminante por ser productora de inmisiones que afectan el entorno, la salud
humana y los bienes se puede combatir bien :
- Declarando el cese de la misma o la suspensión de la actividad (variantes de cesación o de
abstención), la cual tiene determinados costos, que ya antes se denunciaban en tanto se
coartaría el desarrollo económico y/o el desempeño de una actividad industrial o de otra índole
necesaria por su función. En esta clase de conflicto entre dos titularidades se sopesan ambos
intereses, en primer lugar, no es precisamente el ambiente, un elemento a tomar en cuenta en
primer orden. No obstante, cuando se vulneran valores fundamentales como la salud, la calidad
de vida y otros se puede establecer esta variante, con lo cual se lograría la tutela del ambiente
por vía de la protección de estos otros intereses afectados.
- Declarando la adopción de medidas, con esta se impondría al titular inmitente, el cumplimiento
de determinadas medidas correctoras que implican restablecer la situación al estado en que
estaba sin la producción de la afectación o en evitación de que esta se produzca de forma
nociva. Pero, por otra parte, también se emplean en la prevención de daños futuros o la
causación de otras perturbaciones mas graves. Esta variante tiene determinados costes, por
cuanto, la adopción de medidas implica la inversión a veces de cuantiosos recursos que pueden
llevar a la paralización de la actividad, pero ello no debe ser causa para admitir la continuidad
de la afectación, sobre todo cuando se afectan los valores e intereses antes mencionados.
Resultan claros los beneficios que se derivan para la tutela del ambiente de esta variante, que
coincide con las llamadas medidas cautelares que pueden adoptarse en sede de responsabilidad
civil, o con las medidas preventivas que se pueden imponer por el tribunal cuando existe daño
ambiental, solo que en este caso, serían el contenido de la pretensión, hacia ello va dirigida la
acción negatoria.
La reiteración de ambas formas se ha hecho en aras de demostrar que si bien en la tutela por vía
de la responsabilidad civil la prevención de daños futuros pasa por la existencia de un daño previo
y/o producido, en el caso de la acción negatoria su finalidad precisamente va encaminada a eliminar
la actividad inmisiva paralizándola o decretando la adopción de medidas, con lo cual se obtiene de
manera inmediata este resultado tuitivo, sobre el predio o los predios afectados, las personas y el
medio ambiente de forma indirecta.
Sobre el Código Civil cubano esta autora estableció cual es el estado de la cuestión y las
posibilidades que el ordenamiento civil ofrece, a pesar de sus limitaciones en cuanto a los conceptos
de colindancia, legitimidad y esfera de protección, contenido de la pretensión, etc. Lo cual hace
admisible su construcción, con independencia de las modificaciones legislativas a que pudiera
someterse este cuerpo legal en el futuro.
Es mi apreciación que es admisible, ante inmisiones industriales o domésticas que ocasionen una
afección, perjuicio, perturbación o molestia a quienes están asentados en la cercanía del que
ocasiona la inmisión y al medio ambiente, que también está incluido en los intereses tutelados por
el Derecho Civil.
2.2. Contenido de la acción negatoria
La acción negatoria en su aplicación al tema de las inmisiones desde la perspectiva amplia ya antes
fundamentada, se sustenta en dos vertientes a partir de su contenido:
Negativa:
- acción de cesación: consistente en la facultad del titular de interesar el cese de las
perturbaciones que ilegítimamente se configuren sobre su derecho. Con la solicitud de cese de
la perturbación culmina el ejercicio del derecho pues es esta la finalidad del ejercicio de la
acción. En este sentido la acción negatoria solo puede dirigirse a que cese la inmisión, pero no
necesariamente ha de estar dirigida a eliminar la fuente que la origina, por tanto el perjudicado
no puede pedir bajo su amparo la adopción de medidas que impliquen una modificación de las
condiciones de la actividad que origina la inmisión. El emitente tiene entera libertad para decidir
cómo eliminar la perturbación y puede adoptar las medidas que considere más adecuadas para
ello.
Esta acción se dirige a lograr el contrarius actus de la perturbación, que se diferencia de la acción
de responsabilidad civil en la que se persigue obtener el resarcimiento de daños y perjuicios aunque
tenga implícito el cese del acto que ocasiona el daño, son acciones de naturaleza distinta y sobre
ello se abundará más adelante.
- acción de omisión o abstención: está dirigida a eliminar la fuente que origina la inmisión y se
dirige al cese de la actividad generadora de la misma, cuando la inmisión que constituye la
perturbación no pueda cesarse. Esta es la variante más gravosa, por cuanto puede conllevar al
cierre de establecimientos o la prohibición de actividades en detrimento de los intereses del
emitente. Se puede utilizar cuando se temen actividades futuras y previsibles de causar igual
género de afectaciones. Los requisitos de estas son: a) peligro de inmisión b) peligro razonable
de daño previsible sustancial. Tal acción se establece cuando las inmisiones no pueden
eliminarse o cuando siendo eliminadas sea previsible que van a producirse ulteriores
afectaciones del mismo tipo y por tanto es preciso cerrar la fuente que las origina.
Puede objetarse que no cabe hablar de inmisión cuando existe una situación de peligro, por cuanto
la afectación debe configurarse para que se produzca la reacción jurídica, sin embargo este tipo de
subacción no se puede desvincular de la primera, se pide cuando se puede prever que la actividad
inmisiva se continuará produciendo, por tanto, es preciso cortar la actividad productora de las
mismas, ambas son consecuencias de una misma acción.
- Positiva:
En este caso el contenido de la acción va dirigido a la adopción de medidas técnicas que atenúen
o eliminen la inmisión, esta puede conllevar a veces a reducir la inmisión a límites de lo tolerable,
con la adopción de medidas concretas, que pueden además dirigirse a evitar la reaparición de
nuevas inmisiones.
Esta variante se ha concebido como un mecanismo singular separado de la acción negatoria y no
como parte de su contenido.
De la misma ha sido iniciador el derecho alemán que en la reforma del § 906 BGB incorporó un
requisito adicional en la determinación de la tolerancia de las inmisiones y es la necesidad de evitar
las inmisiones esenciales mediante medidas que sean económicamente razonables, con la
intención de hacer compatibles los intereses de la industria, instalaciones y explotaciones
generalmente principales generadoras de inmisiones y además sujetos en quienes se sustenta el
desarrollo industrial, con los intereses de los propios perjudicados y la sociedad en general, en este
caso se dirigen a eliminar totalmente la inmisión o a atenuarla al límite tolerable.
Este es un instrumento ventajoso en relación con la acción negatoria de contenido negativo en tanto,
no supone una solución extrema del problema como pudiera significarlo la eliminación de la
actividad, y permite la ponderación de los intereses en conflicto.
Es válido valorar que estas medidas técnicas tienen un costo económico que podría hacerse
impracticable para el sujeto condenado a ello, lo que puede conducir indirectamente a la
paralización de la actividad y llevar a la primera variante del cese
Sobre los aspectos técnicos corresponde al juicio pericial su determinación, pues es preciso atender
a los requerimientos de la técnica para poder determinar cuales son las aplicables a cada caso,
también dentro del canon de la racionalidad económica.28
Ha de volverse sobre la cuestión de si la adopción de medidas integra un mecanismo diferente a la
acción negatoria, no lo creo así, en este caso estas son consecuencias derivadas precisamente de
28 La jurisprudencia española se ha hecho eco de este mecanismo en materia de inmisiones, así la sentencia de 3 de
diciembre de1987 en este sentencia se condena a la entidad recurrente “ Térmicas del Bésso, S:A: a que deje de
engendrar vibraciones causantes de las fisuras o grietas, a que cese en la producción de ruidos que exceden los
decibelios autorizados, así como en cualquier actividad contaminadora, y se provea a dicha Central de los elementos
insonorizadores necesarios para reducir la mínimo las molestias a los recurridos.
También en estos términos la sentencia de 12 de diciembre de 1980 en esta el supuesto se refería a inmisiones de polvo, humos y
gases procedentes de la central Térmica de Soto de Rivera, el TS declaró no haber lugar la recurso interpuesto por las empresas
propietarias de la Central contra el fallo de la audiencia que las condenó al abono de daños y perjuicios, y a la adopción de
medidas conducentes a la reducción de la toxicidad del anhídrido sulfuroso.
ALONSO PEREZ, M. : “ Comentario a la sentencia de 3 de diciembre de 1987 ”, Cuadernos Civitas de Jurisprudencia Civil,
No 15, septiembre- diciembre, 1987, p. 5267
Sobre ello ALONSO PEREZ refleja el planteamiento de las sentencias de ( 23 de diciembre de 1952, 5 de abril de 1960 y 14
de mayo de 1963) al plantear un doble efecto de la inmissio, «los daños causados por establecimientos fabriles (…) la
protección de los derechos como sin duda lo es el de dominio, no se contrae exclusivamente a la reparación de los
perjuicios ya originados, sino que también ha de extenderse a las medidas de prevención que razonablemente impidan
ulteriores lesiones patrimoniales.
En estas sentencias se enfatiza en la exigencia de la adopción de medidas para como consecuencia de la producción de una inmisión
unido al instrumento de la responsabilidad.
la ocurrencia de la inmisión cuyo resultado final ha de ser rechazar, alejar o reducir cualquier
perturbación ilegítima del derecho de propiedad y por ende eliminar de la esfera jurídica de las
personas las inmisiones lesivas, que sobrepasen el grado de tolerancia normal. Para lograr este
propósito casi siempre es preciso la adopción de medidas técnicas sobre todo cuando se trata de
la actividad industrial, en la que no basta con la solicitud del cese de la inmisión sino la previsibilidad
de la continuidad de la actividad inmisiva. Un resultado de la solicitud del cese de la perturbación
está contenido en la pretensión de que se adopten medidas, de este modo una pretensión
acompaña a la otra.
2.3. Legitimación de la acción negatoria.
Legitimación activa
Cuando antes se enunció el concepto de acción negatoria se consideró sujeto activo de la acción
al propietario, sin embargo cuando el objeto de la acción sea hacer cesar perturbaciones ilegítimas
de hecho, debe abarcar a todos aquellos sujetos que ejerzan un derecho fruitivo en cuanto al
inmueble afectado, ha de entenderse por tanto con una mayor extensión subjetiva, por cuanto no
solo se afecta el título de propiedad.
La acción corresponde a todo titular del derecho real, y además a todo el que disfrute del inmueble
distinto al de propiedad, es criterio de algunos autores que no debe abarcar a quienes su título
derive de una relación obligacional tal como ocurre con el arrendamiento.29
Se refiere por ALGARRA PRATS, que a partir la naturaleza real de esta acción, habría que poner límite
a la legitimación activa cuando el título no fuera de naturaleza real, como en el caso del arrendatario,
pero expone que teniendo en cuenta las peculiares características de la disciplina de las inmisiones,
este último podría verse beneficiado de efectos similares a los de la acción negatoria accionando el
mecanismo de la responsabilidad civil.
Por los efectos de las inmisiones, la finalidad de la acción no es otra que hacer cumplir meras
obligaciones derivada de la relación de vecindad, En Cuba por no existir distinción en cuanto a la
naturaleza de la acción no discrimina por este motivo su uso a otro sujeto diferente del propietario
Legitimación pasiva
Esta forma de legitimación también ha de ser concebida en sentido amplio, pues si bien, como ya
antes se apuntó, las perturbaciones en qué consisten las inmisiones, se encuentran insertas en el
contexto de las relaciones de vecindad y por tanto referidas a los propietarios vecinos, no siempre
es el dueño del bien inmueble el sujeto responsable de la causación de las mismas, el titular de la
finca puede haber cedido parte de sus facultades a un tercero que es quien ocasiona los actos
perturbadores, por tanto reducir el ámbito subjetivo de la acción reduciría considerablemente su
alcance y efectos.
30La sentencia No 3185, de la Audiencia Provincial de Murcia Sec. 1ª de 13 de febrero de 2001 señala “Atendiendo al
principio de que la propiedad se presume libre, si frente a cualquier tercero se demuestra una perturbación en el caso,
una invasión de campos electromagnéticos procedentes de un transformador, deberá de ser este tercero el que acredite
la legitimidad de su ejercicio de intromisión y /o la inocuidad de la misma, ya que en este aso se estaría presumiendo
iuris tantum la legitimidad de la negación o intromisión posesoria. En este sentido la aplicada inversión de la carga de la
prueba, no solo no resulta contraria al fundamento de la acción negatoria, sino que es perfectamente compatible con ella.”,
Comentarios la sentencia de Murcia, Revista La Ley, Año XXII, No 6281, abril, 2001.
La ley Catalana 13 de 1990, dispone en el artículo 2.3 se establece esta cuestión cuando define que “En el ejercicio de la
acción negatoria no será necesario que el actor pruebe la ilegitimidad de la perturbación”, de lo cual cabe inferir que quien
ha de demostrar que es legítima es el sujeto actuante.
Dejar solo la acción negatoria para cuando existe un incumplimiento de las condiciones previstas
en la licencia o para cuando esta no existe, crearía un disvalor en cuanto a los afectados que
estarían maniatados ante la actuación negligente o perturbadora del que actúa amparado en una
licencia.31
2.6.Prescripción
Sobre el tema del comienzo del plazo prescriptivo, es esta una cuestión discutida en la doctrina,
para resolverla se ha formulado la llamada teoría de la actio nata conforme con la cual para
comenzar a contar el plazo de prescripción es menester que la acción haya nacido, la dificultad está
en determinar cuando la acción ha comenzado, para ello se ha formulado la teoría de la lesión, que
concibe que la acción nace cuando el derecho subjetivo ha sido lesionado por un tercero.32
31Del derecho alemán parte la concepción de esta excepción, cuando la Ley Federal de Protección de Inmisiones ( Bundes-
Immissionsschutzgesetz), de 15 de marzo de 1974, define en el § 1431 un precepto limitativo para el ejercicio de la acción negatoria
prevista en el § 1004 en relación con el § 906 ambos del BGB, por este s e impone una obligación de tolerancia al perjudicado
basado en la existencia de un autorización administrativa par la actividad causante de la afectación, y en el caso de instalaciones
de poder público o actividades desarrolladas en el ejercicio de sus funcione soberanas y empresas privadas de interés general,
por tanto cuando se trate de actividades con estas características no puede exigirse el cese de la actividad, el perjudicado solo
puede exigir la adopción de medidas que sean razonables según el estado de la técnica y justificables económicamente, cuando
tales medidas no sean posibles, solo cabe una indemnización por los daños y perjuicios causados, con esta regulación se procura
otorgar estabilidad y seguridad a los empresarios que de otra firma se verían en la obligación de paralizar sus actividades cuando
así lo interese el perjudicado, es un freno a la actividad de la jurisdicción civil y devalúa la posición jurídica del perjudicado que se
ve impedido de actuar.
Ese precepto de la Ley Federal contra Inmisiones es sustitutivo (surrogat) de la acción negatoria por cuanto ante su inoperancia lo
que procede es la adopción de medidas técnicas y en su defecto el resarcimiento, por medio de la indemnización que abarca los
daños completos a diferencia de la técnica de la compensación económica, si bien será de aquellos respecto a los cuales no se
puede exigir tolerancia al perjudicado.
La Ley Catalana 13 de 1990, reproduce esta regulación, cuando señala la existencia de un deber de tolerancia frente a
las inmisiones que produzcan perjuicios sustanciales, si la cesación de su actividad comporta un gasto excesivo, o si las
inmisiones sustanciales son provenientes de instalaciones autorizadas a administrativamente estando facultado
únicamente el propietario vecino afectado para al solicitud de la adopción de, medidas técnicamente posibles y
económicamente razonables para evitar consecuencias dañosas y define si aun las consecuencias no pudieran evitarse,
el propietario podrá reclamar la indemnización correspondiente por los daños y perjuicios sufridos. Artículo 3.5, Ley 13 de
1990, de la Acción Negatoria, Inmisiones, Servidumbres y Relaciones de Vecindad.” Las inmisiones sustanciales
provenientes de instalaciones autorizadas administrativamente facultarán solamente al propietario vecino afectado para
solicitar la adopción de las medidas técnicamente posibles y económicamente razonables para evitar las consecuencias
dañosas.”
Si aún así las consecuencias no pudieran evitarse, el propietario podrá reclamar la indemnización correspondiente por los
daños y perjuicios sufridos.
El derecho italiano sigue una orientación parecida pues el artículo 844 no excluye la aplicación de la acción civil prevista en este
artículo del Código Civil pero cuando se trata de actividades autorizadas administrativamente solo cabe el resarcimiento del daño,
no procede el ejercicio de la acción negatoria.
El Código Civil argentino en el modificado artículo 2.618 indica que los jueces podrán disponer la cesación de las
molestias, y la clausura del establecimiento o inmueble donde se ejerce la actividad molesta o dañosa, teniendo en cuenta
las condiciones del lugar y aunque mediare autorización administrativa para aquellos, tomará para ello en cuenta las
exigencias de la producción y el respeto debido al uso regular del a propiedad y la prioridad de uso, aclarando que la
aplicación de estas medidas no será impedimento para la acumulación de la indemnización de daños y perjuicios si ello
procediere. CAFFIERO, F. A.: Comentario al Proyecto de Ley modificativo del artículo 2.618,http//. geocities.com, p. 2, 23 de
marzo 2003, comenta sobre este artículo: “Por lo demás si bien la norma es elástica en cuanto deja labrado a la prudencia
del juez (según las circunstancias del caso) la solución del conflicto no lo desembaraza de la difícil tarea de compatibilizar
las pautas que la misma contiene como asimismo de los intereses en juego, en la “menuda función de hacer justicia”.
Llegada la hora de hacer justicia el juez debe contar con el instrumento legal más amplio, claro y categórico que fuera
menester, a fin de dar efectiva tutela a quien resulte víctima o dañada por una situación que, en principio, se exhibe como
un “acto en exceso del vecino fundiario.”
32 DIEZ-PICAZO, L. Y GULLON BALLESTEROS, A.: Sistema de Derecho Civil, volumen I, Ed. TECNOS, Madrid, 1989, p. 454 Son
partidarios de esta teoría cuando señalan, “Por eso puede decirse que el derecho comienza prescribir desde que es
Por otro lado, existe la teoría de la realización que define que la acción ha nacido cuando puede ser
realizado el derecho que con ella se actúa, así en el caso de los derechos absolutos como lo son
los derechos reales, el plazo prescriptivo comenzará a contarse desde que se vulnera tal derecho.
La acción negatoria, nace como consecuencia de la vulneración de un derecho real y que no tiene
como causa de extinción el transcurso del tiempo, en este caso es desde que el derecho ha sido
afectado, no porque nazca o se realice en este instante, sino porque es cuando se vulnera la
obligación de respeto y abstención de los terceros, la lesión por comportamiento positivo como lo
define la teoría de la lesión es aplicable a este caso, como lo es la teoría de la realización desde la
perspectiva de los derechos absolutos. Aquí no se valora el nacimiento de la acción con la
realización del derecho mismo, que en cuestión es por naturaleza perpetuo, sino que en los
derechos reales la protección o reacción jurídica por medio de acciones se genera cuando existe
afectación o vulneración de los mismos, por tanto, en la acción negatoria y específicamente en las
inmisiones se produce desde que se configura el hecho perturbador con los requisitos que lo
conforman como lesión fáctica, y que ya se expusieron en el capítulo anterior.
Otra cuestión a valorar es si la posibilidad de ejercicio debe valorarse desde el punto de vista
objetivo o subjetivo, bien porque comience a decursar el plazo desde que existe lesión o
insatisfacción o desde que se conoce por el titular del derecho, así se señala por VALDÉS DÍAZ, que
en el Código Civil se atiende al criterio objetivo, “por lo que el plazo de prescripción empieza a
transcurrir desde que la acción puede ejercitarse, aunque el interesado ignore que ya puede
ejercitarla.
En sede de inmisiones ¿Cuando puede señalarse que la acción puede ejercitarse? Pudiera ser
desde que acontezcan los primeros indicios de perturbación o cuando se configure la inmisión con
los requisitos de reiteración, antijuridicidad y positividad y se rebase el límite que marca el deber
de tolerancia. Un único acto de inmisión no tiene entidad suficiente para ser considerado como tal,
ni tampoco aquella afectación que deba ser soportada por su escasa entidad, así cuando se
configure la inmisión en sentido estricto es que comienza a decursar el plazo.
La configuración de la inmisión en las circunstancias arriba descritas, a partir de entonces debe
comenzar a correr el plazo para contrariar la perturbación en que la inmisión consiste, sobre todo si
a ello se agrega que la matización del criterio objetivo pasa por la estimación del hecho de que para
ejercitar una determinada acción, es preciso no sólo que se hayan realizado los hechos de los que
nace tal posibilidad, sino que tales hechos deben ser externamente perceptibles en el círculo del
interesado.
3- La responsabilidad civil por inmisiones
Generalidades
violado, y que lo es cuando un tercero lo lesiona mediante un comportamiento positivo en unos caso y en otros, cuando
la expectativa del titular queda insatisfecha por el comportamiento omisivo de un tercero.”
Las relaciones de vecindad implican necesariamente la producción de molestias o incomodidades,
cuando ellas alcanzan determinado nivel o adquieren proporciones que exceden de lo que
normalmente ha de soportar una persona y ocasionan afectaciones para la persona y su patrimonio,
se está en presencia de una actividad inmisiva que deviene intolerable y por ende frente a esta
corresponde al afectado la tutela resarcitoria.
En la disciplina de las inmisiones hay que partir del hecho de que en este caso una actividad
externamente lícita, en tanto, respalda y cumple con los parámetros administrativos establecidos se
convierte en ilícita, a partir de que configurándose los presupuestos o caracteres de la inmisión
deviene en ilegítima pues ningún titular está obligado a soportarla.
La responsabilidad civil tiene por contenido la obligación de resarcir los daños o perjuicios frente a
su causación a otro. Puede presuponer una relación jurídica preexistente entre quien ocasiona el
daño y el afectado de la cual resulta la modalidad de responsabilidad contractual o en otro caso
pudiéndose derivar del mero hecho de haberse producido un daño en cuyo caso surge la obligación
de reparar sin la previa relación jurídica entre las partes, tratándose en este caso de la
responsabilidad extracontractual. No es objetivo de este trabajo reparar en la distinción que la
doctrina ha realizado de ambas modalidades de responsabilidad.
La responsabilidad que se deriva de la producción de inmisiones cuando se ha ocasionado un daño
es la responsabilidad extracontractual, en tanto con independencia de que exista una relación
vecinal, que ya antes se analizaba no es relación jurídica, el deber de tolerancia ha sido vulnerado,
con una conducta abusiva o excesiva que ocasiona daños y que se torna ilícita.33
CERDÁ OLMEDO, cuando analiza el fundamento teórico de esta clase de responsabilidad define: “…en
33 SANTOS BRIZ, J.: Comentarios al Código Civil y Compilaciones Forales Tomo XXIV, Madrid, 1984, pp. 633-634, “En
principio los daños originados en inmisiones provenientes de inmuebles vecinos deben ser soportados en tanto no
excedan de la normal tolerabilidad. Criterio que queda sujeto a la apreciación judicial teniendo en cuenta las condiciones
del lugar, las exigencias de la producción el respeto debido al uso regular de la propiedad, como asimismo a la prioridad
en el uso. Pero superados los límites razonables de tolerancia se penetra – en virtud de la violación del principio alterum
non laedere- en el terreno de lo ilícito civil. Y una vez en ese terreno, la indemnización no queda condicionada a una
reprochabilidad subjetiva radicante en la conducta del sujeto, sino que ha de verse su fundamento en una responsabilidad
por riesgo o plenamente objetiva, según los casos, desviándose así del clásico principio de la culpa.”
apreciables además en el entorno ambiental en que se asienta el predio que ocasiona la inmisión
industrial o de otra índole productora de tales daños.
En este sentido la cuestión está en plantearse si es procedente ventilar en un conflicto de vecindad
por causa de inmisiones la incidencia medioambiental que se deriva de la producción de las mismas.
CABANILLAS SANCHEZ resalta: “La responsabilidad civil se configura como instrumento idóneo para
resarcir, los daños causados al medio ambiente, entendido como bien de titularidad colectiva. Sin
embargo, también merecen el calificativo de ambientales los daños que sufren los particulares a
consecuencia de inmisiones industriales que contaminan el aire, el agua o el suelo con el
consiguiente perjuicio a personas y las cosas. No cabe duda de que la lesión patrimonial que sufre
el propietario de una finca, o la enfermedad que contrae una persona o incluso su muerte son
repercusiones de la contaminación del medio ambiente a través de inmisiones industriales. “
La definición de daño ambiental es variada y se manifiesta en dos categorías:34
- Los daños tradicionales, patrimoniales, corporales o económicos causados a la persona o sus
bienes, como consecuencia de la contaminación de algún elemento ambiental, con lo que se
ocasionan afectaciones a la salud, la integridad física de las personas (por ejemplo el asma
provocada por al contaminación atmosférica), en sus bienes cuando estos forman parte del medio
ambiente o cuando resultan dañados como consecuencia de la agresión del medio ambiente. Daños
que responden a las exigencias del mecanismo tradicional de la responsabilidad, en los que se
exige la constatación de que sea personal, cierto, por cuanto, atañe a la esfera privada con la
finalidad de conseguir la reparación, en el más estricto orden civil que se caracteriza por proteger a
la persona misma, el patrimonio y los derechos subjetivos que tienen por contenido intereses
legítimos.
Estos son daños provocados como consecuencia de un atentado ambiental, se han calificado como
daños por contaminación al sufrirse sobre patrimonios identificables, pero en la exigencia de
reparación no se tutela directamente el medio ambiente, ello da lugar al análisis de la segunda
categoría.
- Daño ambiental o daño ecológico puro: Estos son los daños que afectan al conjunto del medio
natural o a alguno de sus componentes considerado como patrimonio colectivo independiente de
sus repercusiones sobre la persona y los bienes, con lo que se superan las definiciones
antropocéntricas que limitaban el alcance de los daños al medio ambiente que afectaran al hombre,
su propiedad su salud y su bienestar.
En esta segunda categoría de daños se trata de toda pérdida o daño que resulta de un alteración
del ambiente, se afirma que es el perjuicio o menoscabo soportado por los elementos de la
34 SALVADOR CORDECH Y OTROS, “Observaciones al Libro Blanco sobre responsabilidad ambiental”, www.indret.com, No 4,
2000, P. 11, DE PERALES, C. M. : L responsabilidad civil por daños al medio ambiente, cit., p. 83; MORENO TRUJILLO, E. : op
cit, p. 192; SANTOS BRIZ, J. : “ De la responsabilidad civil por daño ambiental “, Comentarios al Código Civil y compilaciones
Forales, Madrid, 1984, p. 633, CABANILLAS SANCHEZ, A. : “La responsabilidad por inmisiones y daños al medio ambiente”,
cit, p. 33
naturaleza o el ambiente sin caer sobre personas o cosas jurídicamente tuteladas, por lo cual el
medio ambiente es el bien jurídico protegido.
Existen evidencias del tratamiento de ambas categorías de daños en la legislación extranjera bien
considerando únicamente el daño patrimonial como daño ambiental, bien por el contrario solo los
daños propiamente ambientales, o con una aceptación dual.
Este recorrido por las diversas definiciones que se han ofrecido por la doctrina y la legislación
permite arribar a la conclusión de que efectivamente el daño ambiental ha de ser concebido en esta
doble consideración bien por la afectación, a bienes e intereses legítimos particulares, bien por la
lesión al medio ambiente como bien de connotación colectiva, que por ello tiene determinadas
particularidades en su regulación.
El daño inmisivo puede inscribirse dentro de la primera modalidad de daño ambiental o sea aquella
que es resultante del deterioro ambiental que afecta a las personas y sus bienes, precisamente los
agravios que se generan con el daño por inmisiones atañen a la persona y su patrimonio, este es
ocasionado por las inmisiones que en sus supuestos típicos son el ruido, el humo, el vapor, el calor,
el hollín, la luminosidad, las ondas electromagnéticas y otros disímiles factores físicos que
ocasionan también deterioro o afectación del medio ambiente propiamente dicho, si bien inciden
con mayor nocividad en la salud y la calidad de vida de las personas.
MARTIN MATEO, afirma: “Aunque cabe invocar autónomamente, daños ilícitos derivados de
actuaciones que implican culpa contractual o extracontractual, o abuso de derecho, sostenemos
que los daños ambientales de naturaleza privada se producen normalmente en el contexto de las
relaciones de vecindad implicando deterioros patrimoniales no queridos en el ordenamiento, lo que
incluso es predicable como veremos de los perjuicios ocasionados a la salud.”
Existe identidad de causa en la producción del daño que ocasionan las inmisiones y la que gesta el
daño medioambiental, tanto en su enfoque meramente patrimonial como en el enfoque de daño
ambiental estricto, las inmisiones se propagan por el aire, el suelo y el agua y ocasionan
perturbaciones no solo a la persona misma, sino, además, al entorno donde se asientan los
inmuebles que se encuentran en relación de vecindad.
Estimo que no puede pedirse resarcir daños ambientales puros en un proceso de relaciones de
vecindad, estas siempre van a plantear la exigencia de que exista la conexión con un derecho
fundiario y por tanto la existencia de daños patrimoniales o personales, es solo en esta vertiente
que puede utilizarse el instrumento de la responsabilidad por inmisiones.
Este es un tema que se relaciona con la estimación de los daños a partir de los requisitos de
tolerabilidad atendiendo a las condiciones del lugar, existen determinados autores que dan
importancia a la relevancia de los daños. Esto se vincula con la determinación de estándares
ambientales de calidad lo cual es función fundamental del Derecho Administrativo Ambiental,
debiendo definirse según las condiciones locales trazadas por cada Estado. Hecho que resulta
exigible en materia de responsabilidad ambiental, y que se relaciona con la disciplina de las
inmisiones, en tanto, existen límites de tolerancia para las inmisiones, pero que no tiene porque
identificarse con la tolerabilidad ambiental, pues aquí se trata de otros bienes tutelables.
Otra cuestión que también favorece la entrada del mecanismo de la responsabilidad civil por
inmisiones, es el hecho de que esta definición de daño ambiental establece como requisito el de
antijuridicidad de la siguiente forma: “contraviniendo una norma jurídica”, este implica un elemento
de culpabilidad importante pues exige la determinación de que se actúo contraviniendo la norma,
por otro lado determina la preexistencia de una norma administrativa o técnica que defina la
conducta del agente causante del daño.
El estado legislativo no es el deseado pues aún faltan instrumentos legales que definan este
aspecto en todas sus dimensiones, por otro lado también significa que cuando no se demuestra la
contravención de una norma no existe daño medioambiental, por tanto se excluirían un sinnúmero
de casos en que aun cumpliendo las normas administrativas o técnicas incurre en una conducta
dañosa, pues no resultó previsible este resultado por el legislador. Ello da entrada al mecanismo
de las inmisiones pues en esta variante de responsabilidad no es pertinente la actuación contra ius,
basta con la producción el daño superando los límites impuestos para que entre en juego la misma.
La objetivación de la responsabilidad
35 SANTOS BRIZ, J.: op. cit, p. 642, 643, 644; CABANILLAS SANCHES, A. : op. cit, p. 17; RODRIGUÉZ RUIZ DE VILLA, D. : op. cit, p.
899; ALGARRA PRATS, E. : op. cit, p. 452, Este planteamiento objetivo se ha reconocido por la jurisprudencia española (
sentencia, de 23 de diciembre de1965, sentencia 14 de mayo 1963, sentencia de 30 de octubre de 1963, sentencia 12 de
diciembre de 1980, sentencia de 17 de marzo de 1981, sentencia 15 de marzo de 1993, y de 24 de mayo de 1993 ), se
afirma que esta responsabilidad puede ser inducida de una adecuada interpretación de la responsabilidad
extracontractual impuesta por el artículo 1902 de dicho cuerpo legal y de las exigencias de una correcta vecindad y
comportamiento según los dictados de la buena fe que se obtiene por generalización analógica de los artículos 590 y
1908, pues es regla que la propiedad no puede llegar más allá de lo que el respeto al vecino determina ( sentencia 17 de
febrero 1968). A la luz de estas pautas orientadoras es manifiesto que el ejercicio de una industria, no obstante su interés
para la economía debe desenvolverse en su funcionamiento guardando el debido respeto a la propiedad ajena.
En el derecho francés también se ha consagrado la responsabilidad objetiva en las relaciones de vecindad, los tribunales
franceses ( cour cass de 27 de noviembre de 1844, cour cass de 23 de marzo de 1982, cour cass de 5 de octubre de
1988, entre otras) apoyan sus decisiones en el simple hecho de causar un daño con independencia de la culpabilidad,
siempre que se excede de las medidas ordinarias de la vecindad, sintetizado en la idea de que aquel que cause a sus
vecinos un perjuicio que exceda de la medida de las obligaciones ordinarias de vecindad, comete una falta que le hace
responsable y debe ser condenado a pagar daños y perjuicios, además se establece que la vecindad produce
inconvenientes habituales, inevitables y en tanto que el propietario no pase de este límite, los vecinos no pueden quejarse
. En cuanto a la apreciación de esta medida queda a los jueces la valoración. Los tribunales declaran que los propietarios
están obligados a emplear en el ejercicio de sus derechos ciertos miramientos, ciertas precauciones, cuyo conjunto
constituye las obligaciones de vecindad, en caso de incumplimiento los vecinos están facultados para dirigirse a los
tribunales a fin de obtener 1. El pago de daños y perjuicios 2. Que se prohíba al autor de los hechos seguir realizándolos
en adelante. (CABANILLAS SANCHEZ, A. : op cit, p. 17; ALGARRA PRATS, E. : op. cit, p. 453, nota al pie 17, otras sentencias de
los tribunales civiles franceses se recogen en PLANIOL, M: Y RIPERT, G. : op. cit., p. 394); Refiriéndose al sistema
jurisprudencial francés ALONSO PEREZ, M. : “Las relaciones de Vecindad”, cit, p. 382, afirma que tiene una coherencia
lógica y económica basada en el principio de que el empresario asuma los daños causados por inmisiones, absorbidos
como costes industriales o por el seguro e incentivando a menudo la disposición de instrumentos idóneos para reducir la
nocividad. Aparte de la obligada reparación pecuniaria con apoyo en al teoría del riesgo y en la consiguiente
responsabilidad objetiva.”
acorde con las circunstancias de tiempo y lugares) Gravedad del daño según las circunstancias de tiempo, lugar y
situación.
Es reiterado el ejemplo de responsabilidad objetiva asentado en la doctrina conocida como Rylands v. Fletcher en que quedó
establecida la aplicación de la responsabilidad objetiva para todos los casos y situaciones que implican “ un especial peligro” (
abnormally dangerous”) . Fue el juez Blackburn quien sentó el principio de que toda persona que, en su propio interés guarde o
deposite en su propiedad cualquier cosa susceptible de causar daño, deberá velar para que no escape de su control y, si no lo hiciera
así, será responsable prima facie de todos los daños que sean consecuencia natural de su acción.( CABANILLAS SANCHEZ, A. : op. cit, p.
18)
VIGURI PEREA, A.:
“La responsabilidad civil por inmisiones “, cit, pp. 113- 117 refiere que en este tipo de pleitos la responsabilidad
objetiva bien pudiera definirse como “Toda actividad que comporta un riesgo sustancial de producir daño importante a persona o
propiedades, con independencia de que se ejercite el máximo grado de cuidado para evitarlo” y señala los requisitos para esgrimir
su defensa ante los tribunales:
a) Que la actividad represente el riesgo de producir daño grave contra las personas y las propiedades;
b) Que dicha actividad no pueda ser ejecutada, de manera segura, a pesar del grado de cuidado que se adopte por quienes la
desarrollan ;
c) Que no sea una actividad ordinaria realizada en esa comunidad en particular, donde ha tenido lugar el daño.
d) En litigios posteriores se ha ampliado su horizonte de aplicación incluso a casos de fumigación de tierras con métodos ajenos a
los ordinarios, y a siembras y recogidas de cosechas expuestas de otras fincas.
Otro aspecto de importancia en este tema tratado por el derecho anglosajón lo constituye la presunción de responsabilidad
por actos propios “res ipsa loquitour”, (deja que las cosas hablen por sí mismas) Que significa que si se produce un daño
en un fundo es porque ha existido falta de cuidado. Se presume la negligencia salvo prueba en contrario. En estos
supuestos existe evidencia suficiente para demostrar la presunción de responsabilidad del autor, por lo que se invierte la
carga de la prueba que hace que el demandado tenga que demostrar la falta de culpa o negligencia en su actuar.
En el derecho italiano se establece por la doctrina y la jurisprudencia, que el juez debe realizar una cuidadosa investigación
comprobando ante todo si se haya justificada la publica utilitas; si esta no se da, no puede obligarse al vecino a soportar
la inmissio, ni aunque su autor se comprometa a indemnizar los daños que se produzcan. En segundo lugar el juez debe
comprobar si los efectos nocivos de la invasión pueden ser eliminados a juicio de los técnicos con la adopción de
procedimientos modernos o de nuevos inventos, con ejecución de obras o con especiales medidas preventivas. En tercer
lugar ha de comprobarse si el daño es o no tolerable; aun siéndolo y mediando un interés social, será indemnizable. Esta
doctrina considera debida la indemnización independientemente de la existencia de culpa.( RADAELLI: “ In tema di
rapporti di vicinato fondiario. Il problema dei damni derivanti da immissioni”, en Rivista de Diritto Civile, 1941, pp. 129-153,
cit. por SANTOS BRIZ, J.: op. cit., p., 638.)
quebrantamiento de la obligación de abstención surge la penalización de la conducta con la
exigencia de reparación.
Es cierto que este precepto no hace referencia a la obligación de indemnizar, pero si calificado de
excesivo el actuar del titular en el ejercicio del derecho y prohibido genera daños, es preciso
conectar este precepto con los artículos 81 y 82 del Código, que establecen la calificación de acto
ilícito a toda actuación que ocasione daños y tal conducta llevaría la misma.
Existe una conducta claramente dolosa o intencional, bien por acción u omisión que ha conducido
al daño, el perjudicado no tiene que probar si existió esta intención sino que la falta de precaución
llevó a la producción de su afectación, que se materializó en una extralimitación en el ejercicio del
derecho que afectó a las personas y predios vecinos, por tanto, procede la estimación de la
responsabilidad objetiva.
La causal de exención de responsabilidad, que excluye de responsabilidad a quien actuó con la
debida diligencia, no contradice el carácter objetivo de esta forma de responsabilidad pues esta
causal conlleva la inversión de la carga de la prueba. Es el sujeto demandante quien debe probar
que actuó con la diligencia debida, y aun así queda al arbitrio del juzgador establecer si concurre la
misma, ello como se ha apuntado relativiza la responsabilidad objetiva, pero no impide que se
aprecie en todos aquellos casos en que resulta probado que la debida diligencia no ha existido,
sobre todo cuando se trata de inmisiones en que la propia producción de un daño es resultado de
la no adopción de las medidas de precaución requeridas de lo contrario no se hubiera producido.
Los aspectos antes analizados sobre la responsabilidad por inmisiones en Cuba hacen admisible la
construcción jurídica de esta forma de responsabilidad que no tiene su fundamento sobre la base
de las restantes variantes, ni tampoco en la responsabilidad por riesgo reconocida de forma
absoluta.
No obstante admito que aunque existan determinadas actividades industriales que en relación de
vecindad pudieran ocasionar daños graves y son dignas de ser contempladas bajo el concepto de
actividades que generan riesgos, aquellas que produzcan inmisiones no creo deban canalizarse
bajo esta categoría de actos generadores de responsabilidad objetiva absoluta. Porque las
inmisiones tienen efectos acumulativos, requieren de la reiteración y permanencia en el tiempo, a
diferencia de las actividades que generan riesgos que entrañan por su propia naturaleza un estado
de peligro que amenaza la integridad personal o patrimonial de un conjunto social más o menos
amplio de personas. Son actividades que se autorizan previendo el potencial resultado dañoso, a
partir del reconocimiento previsible de las consecuencias dañosas graves, a darse en un momento
determinado y no por efectos acumulados, aquí está el motivo de su carácter absoluto.
3.1 Elementos de la responsabilidad por inmisiones
La antijuridicidad de la conducta inmisiva
El Código Civil cubano al definir la responsabilidad extracontractual, califica de ilícitos aquellos
actos que causan daño o perjuicio a otro, pero sin definir la ilicitud fuera de la producción del daño,
lo cual conlleva a cuestionar si la mera producción del daño es suficiente para calificar de ilícito un
acto y por tanto si debe o no exigirse como elemento adicional la antijuridicidad del mismo.
En general suele referirse la doctrina a la ilicitud o antijuridicidad como a la violación del derecho
positivo, es decir de una norma genérica y del principio alterum non laedere, ello es necesario
valorarlo, en tanto si el acto es lícito no tiene porque ser penalizado, este es un elemento que tiene
que estar presente, ya que no se concibe que se imponga un deber de reparación de un daño, si
ese daño debe soportarse o sea si tiene justa causa
VALDÉS DÍAZ, define lo ilícito: “como toda interferencia dañosa en la esfera jurídica ajena, cuando
la norma no autoriza esta acto de interferencia, quedando aquí comprendida toda forma de violación
de un deber jurídico, tanto de aquellos que son concretos, impuestos por una relación jurídica
determinada entre un sujeto activo y uno pasivo, como del que se deduce del sistema jurídico en
su conjunto, que implica no causar daño a otro.
Una inmisión es antijurídica cuando produce un daño a tercero que no está obligado a soportar, de
acuerdo con los principios de los diferentes ordenamientos jurídicos. Lo es cuando supone una
extralimitación del derecho de propiedad objetivamente abusiva que lesione intereses particulares
legítimos.
Puede acontecer que se cumpla con los reglamentos y demás disposiciones legales que obligan a
la adopción de garantías para prevenir y evitar los daños, pero si estas medidas no han ofrecido
resultado positivo - porque el daño efectivamente se ha producido – se revela su insuficiencia y
que algo faltaba por prevenir, no hallándose completa la diligencia, la antijuridicidad se identifica no
solo con el contrario iure sino además con el non iure, o sea lo no justificado, por no haberse
realizado el acto con las medidas de prudencia que las circunstancias requerían.
36 Sentencia del Tribunal Supremos Español, 17 de marzo de1981, citada por RODRIGUEZ RUIZ DE VILLA, D. ob. cit, p. 900,
Asimismo las Sentencias españolas 14 de mayo 1963:del Tribunal Supremo “ Que no puede excusar de responsabilidad
al causante de un daño, el haber cumplido formulariamente todos los requisitos reglamentarios a que viene obligado,
cuando la realidad se impone demostrando que las medidas adoptadas no dieron resultado. “, Sentencia de 12 de
diciembre de1980 del Tribunal Supremo, “ Cuando por no cumplir los requisitos ordenados o porque los elementos
empleados sean deficientes o adolezcan de insuficiencia, se produzca un daño a la propiedad de terceros y se sigue
un conflicto su conocimiento compete a los órganos de la jurisdicción civil.”; Sentencia 16 de enero de 1989, del Tribunal
Supremo, “ No hay que olvidar que el acatamiento y observancia de las normas administrativas no colocan al obligado
al abrigo de la correspondiente acción civil de los perjudicados en orden a sus derechos subjetivos lesionados, puesto
que si aquellos contemplan interese públicos sociales, este resguarda el interés privado exigiendo en todo caso, el
resarcimiento del daño. ”Sentencia de 23 de diciembre de1952 en términos similares cit. por MORENO TRUJILLO, E. : op. cit.
pp. 232-235
Traigo a colación este recorrido por la jurisprudencia española por el hecho de que siendo un sistema de responsabilidad
subjetiva, se valora el elemento de la culpa insuficiente para hacer responder al sujeto agente, elevando el nivel de
diligencia exigible a partir de considerar la falta de diligencia debida, lo cual se atempera a las condiciones de la normativa
De la exposición anterior se deriva la conclusión de que no basta que el sujeto que realiza la
actividad inmisiva la haya realizado cumpliendo con las normas legales. Es el ejercicio extralimitado
del derecho lo que resulta sancionable en tanto faltó el nivel de diligencia adecuada para ello,
aspecto que ha de valorarse en la apreciación de la circunstancia eximente del articulo 99.1.c), que
ha de quedar excluida por los elementos aducidos antes.
La relación de causalidad
La declaración de responsabilidad sea objetiva o subjetiva requiere como uno de sus presupuestos
esenciales la relación causal entre el hecho que produce el daño y el daño mismo, es decir, que
haya una relación de causa efecto entre uno y otro y que se pruebe el vínculo causal.
Existen variadas teorías para explicar la existencia del nexo causal de estas, resaltan por su utilidad
en cuanto a este tema: La teoría de la equivalencia de las condiciones y la teoría de la causalidad
adecuada.
La segunda a todas luces es la que responde con más racionalidad a los efectos de la determinación
real de la responsabilidad y va a resolver un problema de imputación, porque la determinación de
la responsabilidad civil llega hasta el miembro responsable de la cadena causal de imputación. En
materia de inmisiones a primera vista este tema no difiere de las exigencias que para cualquier otra
forma de responsabilidad extracontractual. Sin embargo, la demostración de la relación de
causalidad en cuanto a estas presenta determinadas dificultades.
ALONSO PEREZ, se hace partidario de la postura de la causalidad adecuada y señala: “A menudo
sucede que se desestiman las pretensiones de responsabilidad porque no se prueba el nexo causal
entre las inmisiones nocivas y los daños irrogados (SsTS 29 de junio de 1980, 27 de octubre de
1980). Es menester acreditar suficientemente al menos, que la causa adecuada y determinante del
daño no fue otra que la inmisión de polvo industrial (STS 14 de julio 1982). Ello supone que, en la
concurrencia de causas, debe probarse cuál fue la decisiva en la producción del evento dañoso -
conexión esencial entre inmisión y perjuicio- en relación con las circunstancias del caso y el buen
sentido.”
El problema de las inmisiones acumuladas es uno de los que mayores dificultados ha concitado en
su solución por la trascendencia que tiene en la determinación de la responsabilidad, por cuanto en
estas circunstancias corresponde probar al perjudicado el nexo causal en circunstancias difíciles y
complejas porque aunque se le exonere de demostrar la contribución de cada participante en la
producción de la inmisión, si deberá acreditar que de dichas actividades se deriva el daño cuya
indemnización esta pidiendo, daño que por demás puede ser progresivo.
En el artículo 82, la inserción de la responsabilidad objetiva hace imprescindible la determinación
del nexo causal por tratarse de una variante de responsabilidad en la que se atiende al resultado
dañoso, es una postura finalista en la que se precisa la delimitación del vínculo entre la conducta
civil cubana en que la apreciación por el juzgador de cumplimiento de la normativa puede conducir a considera que si ha
habido debida diligencia, sin embargo, la mera causación del daño evidencia que no se hizo todo lo posible
del dañador y el daño, con independencia del carácter relativo de esta variante de responsabilidad,
lo cierto es que el nexo causal es un elemento presente dentro de la formulación del precepto.
Por otro lado, se reproduce la problemática que plantean las inmisiones en este tema por las
razones arriba expuestas, en este sentido en el artículo 87 se hace referencia que ha de
determinarse en primer lugar la participación de cada uno de los responsables y partir de aquí definir
la cuota por la que deben responder y en este punto se puede clasificar como de responsabilidad
mancomunada, por ser un crédito divisible, sin embargo, el artículo 87b) indica que la obligación es
solidaria entre los diversos participantes, por tanto, el precepto otorga el calificativo a la obligación
que tiene por fuente un acto ilícito, de tal suerte que aunque la misma resulte divisible puede ser
exigida a cualquiera de los deudores cuando con independencia de su participación ella pueda ser
establecida, en el caso de que así no sea se considera solidaria, interpretación que resulta útil para
el tema de las inmisiones acumuladas tratado, pues cuando no sea posible identificar a un único
causante o al que con más vigor puso la causa adecuada o eficiente, todos deben responder de
forma solidaria por la deuda, lo cual da solución a esta problemática.
La legitimación
Legitimación activa
La determinación de los sujetos legitimados desde el punto de vista activo no plantea dificultades
en las inmisiones, aunque los conflictos que dan lugar a la producción de las mismas se producen
teniendo como referente a un bien inmueble sobre el cual se ejerza un derecho fruitivo, lo cierto es
que la acción de resarcimiento corresponde a quien ha sufrido el daño o perjuicio en su persona o
sus bienes, por tanto, la legitimación no ha de quedar necesariamente circunscrita a los sujetos que
ostenten título con relación al bien involucrado. Si bien ha de valorarse que este debe tener una
relación estable con relación a este fundo, pues la producción de la inmisión exige cierta reiteración
ya que una única afectación no conduce a la configuración de la misma.
Legitimación pasiva
La determinación del sujeto responsable se establece con la definición de si ha de responder
únicamente el propietario del inmueble que ocasiona los daños o si esta responsabilidad ha de
hacerse extensiva a quienes por otros títulos o funciones ejerzan determinada potestad con el
inmueble, Vgr. Empresario, administrador de una instalación en explotación, etc.
La acción se dirige contra la instalación causante de la inmisión, ha de ser concretada al sujeto
emitente productor de los daños, pueden ser demandados tanto el propietario como el funcionario
o empresario, o cualquier otro sujeto que se beneficia patrimonialmente de su explotación (ubi
emolumnetum, ubi onus), será responsable por consiguiente todo aquel que en ejercicio de una
actividad produzca inmisiones excesivas que sean nocivas a las personas y a las propiedades.
La prescripción
La prescripción en este tema de la responsabilidad por inmisiones es definida con el término
establecido para entablar la acción de indemnización de daños y perjuicios, que es de un año según
el artículo 116.d), término que a priori podría entenderse breve, pero si tomamos en cuenta que los
daños ocasionados por inmisiones son daños que exigen un período prolongado para su
conformación definitiva, al ser acumulativos y no el resultado de una única acción, las inmisiones
también pueden dar lugar a daños continuos o que pueden agravarse en el futuro, de ahí los
inconvenientes que plantea este plazo tan breve.
Sin embargo, el dies a quo del plazo prescriptivo se define a partir de lo dispuesto en el artículo
120.4, que sigue la posición subjetiva, se cuenta a partir de que el sujeto tenga conocimiento del
daño y perjuicio ocasionado y del autor, por lo que necesariamente por ser una forma de
responsabilidad objetiva debe el demandante establecer la conexión entre la inmisión y el daño
causado, localizando a los sujetos causantes y ello puede tardar años, con lo cual se extiende el
período a considerar.37
DE PERALES, define que ha de entenderse por el conocimiento del daño: “el mero conocimiento de
un daño, por sí solo, no permite ejercitar acción alguna. Para que ello pueda tener lugar, debe
saberse, además del daño, la causa del mismo y el causante. Y por ello debe aplicarse a todo tipo
de daños, ya surjan inmediatamente o al cabo de un plazo determinado, ya se den en un único
momento o se desarrollen a lo largo del tiempo. El perjudicado tiene que conocer (o estar en
disposición de conocer) estos tres elementos – daño, causa y causante- para poder ejercitar la
acción.”
Son diversos los criterios, que se han vertido respecto a la incidencia que puede tener esta disciplina
en cuanto a la tutela del ambiente desde el punto de vista del Derecho Civil.
En primer término, ha de acotarse que las relaciones de vecindad se desenvuelven en el contexto
del régimen de la propiedad y de los derechos de aprovechamiento, son límites connaturales
impuestos al ejercicio del mismo, que van a estar definidos por los criterios de normal tolerabilidad
y uso en este contexto. La actuación de un titular puede lesionar la esfera del derecho fruitivo del
vecino, cabe aquí la pregunta de si el uso del ambiente en condiciones sustentables forma parte de
los limites impuestos al derecho y su alteración o afectación implica una vulneración de las normas
vecinales, o sea del derecho del vecino colindante que también tiene derecho al disfrute del
ambiente en condiciones adecuadas. “
Ello lleva a enjuiciar la cuestión de los límites impuestos al propietario, en el primer capítulo se
abordaba el tema de los límites y limitaciones y se determinaba que las relaciones de vecindad son
37La jurisprudencia española ha reiterado que el plazo no empieza a correr desde el inicio de la producción del daño, sino a partir
del momento en que este ha sido totalmente verificado ( SSTS de 12 de diciembre de1980, 16 de enero de 1989, 15 de marzo de
1993 y 24 de mayo de 1993.), criterio que no contradice lo dispuesto en el precepto señalado del Código Civil cubano en tanto la
verificación del daño determina que estén los presupuestos básicos para su configuración y prueba dependiendo del factor
cognoscitivo del perjudicado, con el cual el plazo se flexibiliza, para el mismo.
límites del derecho del propietario que no ha de ser concebido como ese derecho subjetivo absoluto,
bajo la concepción socializadora de la propiedad, que esta hoy abocada a tributar a los intereses
sociales y por tanto el titular puede ejercitar su derecho a gozar, disfrutar y disponer del bien,
siempre que no vaya en contra de este interés colectivo, dentro del que cabe sea incluida la
protección del ambiente.
Considero que los predios se asientan y funcionan dentro de determinadas condiciones ambientales
y su actividad incide con impactos positivos o negativos sobre el entorno ecológico, en que están
insertos, en igual medida los predios vecinos según los criterios de cercanía geográfica y no de
estricta colindancia están en las mismas condiciones ambientales, por ello cualquier afectación
recae desde el que las produce sobre el resto, de ahí que aunque el conflicto se dirija a remediar
las afectaciones generadas sobre un bien colectivo que es el medio ambiente, se conduzca como
un conflicto de vecindad en la medida que puede estimarse que la injerencia sobre este también es
injerencia sobre el ejercicio pacífico y normal de los derechos de aprovechamiento.
En segundo lugar encuadrar algunos conflictos ambientales como conflictos de vecindad no implica
que se genere para el propietario el derecho a contaminar, amparado en el cumplimiento de ese
nivel o estándar mínimo de los deberes de vecindad, que depende de las normas administrativas y
el respeto del derecho del vecino.
El ambiente es un bien de disfrute colectivo, inapropiable, aunque sobre algunos de sus
componentes se establezcan determinados derechos de aprovechamiento o tenga expresión
concreta en los bienes patrimoniales de sujetos particulares, pues los bienes ambientales se
materializan en dimensiones espaciales –territoriales en las que se desarrolla la vida asociada del
hombre, por lo que su agresión perturba a todos aquellos que trabajan, habitan, viven en un radio
de acción determinado.38 Se afirma que el derecho o interés legítimo al ambiente es independiente
de la titularidad de un derecho real, siendo su único condicionamiento la integración del sujeto titular
en una formación social ligada al mismo ambiente o la vinculación estable con el territorio.
El ambiente, en tanto, ente colectivo, cuyo valor para los intereses sociales se ha reconocido
constitucionalmente en el artículo 27, ha de ser reconsiderado dentro de los factores delimitadores
de los derechos sobre bienes, su tutela debe inhibir al propietario en el uso del fundo con resultados
contaminantes, este precepto determina el deber general de respeto y define un límite
constitucional. Aunque los conflictos de vecindad sean conflictos entre dos derechos paralelos, de
dominio u otro, sobre los bienes, puede ser enfocado el tema también desde la perspectiva
ambiental, cuando se trata de un afectación al ambiente y de un quebrantamiento de esos límites
que afectan a los titulares vecinos, en este caso debe ser rechazada cualquier actividad que puede
ser considerada como contaminante, ante lo que se ha calificado como indebida apropiación
particular de bienes colectivos.