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Autores
Azañero Reyes Carlos Antonio
Gonzales Calero Luis Gabriel
Infantes Juárez Luisa Mariela
Jaramillo Arica Alejandro Hubert
Marchán Marchán Angie Sesibel
Miranda Moran enrique
Moran Quiroz Ray Fabrizio
Querevalu Valles Víctor
Rentería Ancajima Eduardo Manuel
Rumiche Chorres Anny
Docente
Rohr García-Godos Eva Matilde
Junio 2018
INDICE
INTRODUCCION……………………………………………….……………………....4
CAPITULO 1
Factores que determinan la personalidad……………………………………………...…6
1. Fundamentos Teóricos………………………………………………………………...6
CAPITULO II
Factores Psicologicos……...…………………………………………………………….6
2.1. Las decisiones personales……………...……………………………………………7
2.2 Los accidentes………………………………………………………………………..7
2.3 El self………………………………………………………………………………...7
2.4 Autoeficacia………………………………………………………………………….7
2.5 Autoestima…………………………………………………………………………...8
2.6 Autoimagen……...…………………………………………………………………..8
CAPITULO III
Los Factores Biológicos básicos…………………………………………………………9
3.1 La Herencia…………………………………………………………………………..9
3.1.1 Herencia Biológica…………...……………………………………………9
3.1.2 Herencia Psicológica……………………………………………………….9
CAPITULO IV
Factores Ambientales……………...…………………………………………………...10
4.1 Aceptación-Rechazo………………………………………………………………..10
4.2 La dimensión posición-desprendimiento………………...…………………………10
4.3 La dimensión democracia-autocracia……………………...……………………….10
CAPITULO V
Factores Sociales………………………………..
………………………………………………..11
5.1 Familia……………………………………………………………………………...11
5.2 Escuela……………………………………………………………………………...11
5.3 Cultura……………………………………………………………………………...12
5.4 Pertenencia a Grupos……………………...………………………………………..12
CAPITULO VI
Factores Maternos Prenatales……………………………………………………...…...13
6.1 Como influyen en el desarrollo fetal…………………………………………...…..13
6.1.1 Costumbres de la madre…………………………………………………..13
6.2 Factores de riesgo prenatales……………………………………………………….13
CAPITULO VII
Factores Neuropsicológicos…………………………………………………………….15
7.1 Lóbulos frontales y funciones Ejecutivas…………………...……………………...16
7.2 Planeación…………………………………………………………………………..16
7.3 Control Conductual…………………………………………………………………16
7.4 Flexibilidad Mental…………………………………………………………………17
2
7.5 Memoria de Trabajo………………………………………...……………………...17
7.6 Fluidez……………………………………………………………………………...17
7.7 Metacognición……………………………………………………………………...17
7.8 Mentalización……………………...……………………………………………….17
7.9 Conducta Social…………………………………………………………………….18
7.10 Cognición Social…………………………………………………………………..18
7.11 Neuropsicología del Daño Frontal………………………...………………………18
CAPITULO VIII
Aspectos Neurobiologicos de la Personalidad……………...…………………………..19
8.1 Serotonina…………………………………………………………………………..19
8.2 Dopamina…………………………………………………………………………...21
8.3 Noradrenalina……………...……………………………………………………….21
8.4 Acetilcolina…………………………………………………………………………21
8.5 Vasopresina………………………………………………………………………...21
CAPITULO IX
El Factor del Aprendizaje……………...……………………………………………….21
CAPITULO X
Factor de los Padres…………...………………………………………………………..22
CAPITULO XI
Factor del Desarrollo………...…………………………………………………………24
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS…………………………………………………27
3
INTRODUCCIÓN
La manera en que cada ser pensante, actúa sobre situaciones diversas, nos dice algo
sobre su personalidad, en otras palabras es el modo habitual por el cual cada ser
piensa, habla, siente y lleva a cabo alguna acción para satisfacer sus necesidades en
su medio físico y social.
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Si hablamos de factores sociales son aquellos factores que tienen origen en el
ambiente social, ya sean en la familia, la escuela, la comunidad, y los medios de
comunicación, y también de origen cultural, es decir las manifestaciones culturales que
rodean al individuo. Muchos especialistas en la psicología tienen claro que este factor
es fundamental en el desarrollo de nuestra personalidad.
Así también se puede emplear el aprendizaje vicario, por el cual la persona es capaz
de aprender las consecuencias de determinadas acciones, viendo los resultados que
estas generan en otros.
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CAPITULO I
1. FUNDAMENTOS TEÓRICOS
CAPITULO II
FACTORES PSICOLOGICOS
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tendencia sexual, necesidad de amar y ser amado, experimentar una esperanza,
vivenciar una frustración; lo cual va a formar una personalidad.
Hay situaciones muy particulares que forman el perfil de cada persona. No se heredan,
ni vienen del ambiente: simplemente se viven en primera persona. Y son de dos tipos:
las decisiones y los accidentes.
Dejan una profunda huella: dejar el estudio por iniciar un trabajo: casarse; elegir un
grupo de amistades, etc. Son decisiones que marcan un rumbo para todo el futuro, a
veces, las situaciones que dejan huella vienen de fuera.
2.3 El self
Dentro de los Factores psicológicos está el Self, que significa psicología del “sí
mismo”, y se considera parte de estos factores porque es el corazón instintivo de la
personalidad, el núcleo del yo auténtico; como tal lo llevamos a nuestra vida personal,
al trabajo, a las relaciones familiares y a todo acto de comunicación con los demás.
2.4 Autoeficacia
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habilidades para ejecutar los cursos de acción requeridos para manejar situaciones
previstas.
2.5 Autoestima
2.6 Autoimagen
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CAPITULO III
3.1 La Herencia
Un alcance interesante es el que afirma que es muy probable además que los seres
humanos hayamos heredado algunas características que influirán sobre las elecciones
de nuestra carrera profesional.
La herencia del tipo biológico se inicia cuando el ovulo femenino es fecundado por el
espermatozoide masculino. Tanto el Espermatozoide como el óvulo aportan a sus
respectivos núcleos 23 cromosomas lo que le da la capacidad de generar otro
individuo. La mujer posee cromosomas del tipo XX y el hombre posee cromosomas del
tipo XY. Los cromosomas son los que contienen los genes, que son pequeñas
partículas sub-microscópicas que contienen potencialmente rasgos
y características del nuevo ser. Los genes a su vez, pueden ser dominantes y
recesivos. Los dominantes son los que imponen su cualidad al ser concebido, es decir,
se imponen a los genes de la pareja. El rasgo que no se manifiesta se llama recesivo.
Se le puede considerar Rasgos dominantes por ejemplo los labios gruesos sobre los
labios finos, la nariz pequeña a la nariz respingada, al color de ojos, al color de piel y
de cabello, etc.
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o modificarse de acuerdo al aprendizaje y maduración en las distintas etapas de la
vida. Por ejemplo se puede citar a aquellos hijos que heredan el carácter de sus
padres, también aquellos que repiten algún comportamiento heredado.
CAPITULO IV
FACTORES AMBIENTALES
Dentro de los límites impuestos por los condicionamientos biológicos el desarrollo de
la personalidad está mucho más influido por las reacciones de los demás hacia el
individuo y por las suyas propias hacia los demás, que por cualquier otro factor.
Antropólogos culturales han hecho mucho hincapié en lo que ellos llaman “molde
socio-cultural”.
Estas influencias socio-culturales comienzan desde que el niño nace y continúan
ejerciéndose durante toda la vida.
4.1Aceptación-Rechazo
La primera dimensión está en relación con el grado de afecto dirigido hacia el niño. Si
los padres no le demuestran afecto, pueden provocar el desarrollo de rasgos de
introversión; el pequeño se refugiará en su fantasía, en la cual quizás encuentre las
satisfacciones que le niega la vida real. Cuando la falta de afecto es muy acusada,
incluso se pueden producir graves perturbaciones
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más a menudo a ser autoritario y a tener más hostilidad latente que los niños que se
educan con unos padres democráticos. c) El niño de padres autoritarios tiende a ser
rígido y a reaccionar de forma tajante y dicotomizada: verdad-mentira; sí-no, bueno-
malo, etc.
CAPITULO V
FACTORES SOCIALES
Son aquellos factores que tienen origen en el ambiente social, ya sean en la familia, la
escuela, la comunidad, y los medios de comunicación, y también de origen cultural, es
decir las manifestaciones culturales que rodean al individuo. Muchos especialistas en
la psicología tienen claro que este factor es fundamental en el desarrollo de
nuestra personalidad.
5.1 Familia
Conduce al individuo a participar socialmente en una cultura determinada; los padres y
hermanos desempeñan un gran papel en la formación de la personalidad del individuo,
así como también los demás miembros como tíos, primos, abuelos, entre otros. En
algunos casos la carencia de uno de los padres puede afectar negativamente el
desarrollo de los hijos a causa de tres aspectos:
Las condiciones en las que se encuentre la familia es una fuente de suma relevancia
de diferencias de personalidad, pues esta influencia abarca aspectos como tamaño de
la familia, al nivel socioeconómico, la raza, la religión, la ubicación geográfica y el
orden de nacimiento dentro de la familia.
5.2 Escuela
La edad escolar coincide con la etapa de consolidación de la personalidad del joven.
Las actitudes de rebeldía o de sumisión se forjan en las aulas. El ejemplo de vida del
docente influye en la concreción de valores por parte de los estudiantes. Más que ser
profesores, en esta etapa, se convierten en educadores para la vida.
La convivencia permanente que envuelve a estudiantes y docente genera una relación
especial. Además de la faceta de enseñanza, el docente representa para el estudiante
una figura confiable a la que puede acudir para resolver diversos aspectos de su vida.
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Como educador, se transforma en asesor y confidente de estudiantes. Como docente,
se convierte en modelo de disciplina y cumplimiento para el estudiante. Sin duda, una
influencia en la consolidación de la personalidad del joven.
La doctora en pedagogía de la Pontificia Universidad Católica de Perú, Giovan María
Ferrazzi indaga en la conformación de la personalidad del joven desde una
perspectiva de aula. En su estudio “El acompañamiento del educador en la edificación
de la personalidad” describe las etapas que se desarrollan para forjar el carácter.
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CAPITULO VI
FACTORES MATERNOS PRENATALES
Todos sabemos que un embarazo siempre es sinónimo de esperanza y alegría pero
conocemos que como todo cambio pueden existir algunas complicaciones, Y dentro de
los factores biológicos básicos tenemos FACTORES MATERNOS PRENATALES, en
donde los bebés en situación de riesgo para su desarrollo son aquellos que, debido a
un determinado número de factores o circunstancias, tienen un mayor número de
posibilidades de presentar algún tipo de deficiencia o alteración en su capacidad de
comunicación, motriz, sensorial, cognitiva, afectiva, de conducta o una mezcla de
ellas.
Hay que destacar que hay factores en los que se combinan los factores biológicos y
ambientales son los que se encuentran en mayor riesgo de tener problemas evolutivos
en comparación con los que tienen sólo un tipo de factores.
6.1 Como influyen en el desarrollo fetal
6.1.1 Costumbres de la madre
En algunas ocasiones la mayoría de los factores de riesgo que nos encontramos en la
etapa prenatal tienen que ver con la salud y costumbres de la madre siendo el
ambiente del FETO el útero crítico para su desarrollo es por eso .las costumbres
sanas de la madre durante la gestación ,nutrición, estado de ánimo; El consumo de
sustancias psicoactivas afectan el sistema nervioso del feto y afecta en el obteniendo
un desarrollo positivo o negativo, son factores maternos que potencialmente pueden
llegar a ser riesgos importantes.
Muchos estudios de la personalidad aceptan que estos factores influyen en la
formación, tanto de la personalidad sana como en los diferentes trastornos de la
personalidad. Según este enfoque, las raíces de la personalidad se pueden encontrar
en el cerebro y el sistema nervioso, partiendo del hecho de que si el cerebro, nervios,
músculos, viseras y órganos sensoriales están interconectados, entonces la mente
afecta al cuerpo y viceversa.
6.2 Factores de riesgo prenatales
Salud y nutrición de la madre: ambos aspectos tienen efectos considerables
la salud del bebé (por ejemplo, una dieta rica en grasas y baja en proteínas
puede provocar enfermedades cardiovasculares en el bebé). Una vitamina
importante que la madre debe añadir en su dieta como suplemento alimenticio,
principalmente durante el primer trimestre de la gestación, es el ácido fólico, ya
que puede reducir la incidencia de un tipo de defecto como es la espina bífida.
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ocasionar un mayor riesgo de que se rompan antes de tiempo las membranas
amnióticas, dando lugar a un bebé prematuro y de bajo peso al nacer.
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Irradiación: La irradiación accidental del feto en el -tero puede causar lesión
grave, subnormalidad será microcefalia y a menudo cataratas. La exposición a
la irradiación puede causar anomalías fetales
CAPITULO VII
FACTORES NEUROPSICOLÓGICOS
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alterado en los primeros meses de vida como consecuencia de la falta de nutrientes, el
hipotiroidismo, la anemia y la falta de una adecuada estimulación en el niño pequeño.
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7.4 Flexibilidad Mental
La capacidad para cambiar un esquema de acción o pensamiento en relación a que la
evaluación de sus resultados indica que no es eficiente, o a los cambios en las
condiciones del medio y/o de las condiciones en que se realiza una tarea específica,
requiere de la capacidad para inhibir este patrón de respuestas y poder cambiar de
estrategia (Robbins, 1998). También implica la generación y selección de nuevas
estrategias de trabajo dentro de las múltiples opciones que existen para desarrollar
una tarea (Miller & Cohen, 2001). Las situaciones de la vida diaria con frecuencia son
altamente cambiantes y los parámetros y criterios de respuestas no dependen de una
lógica inflexible y generalizable a todas las circunstancias, sino que dependen del
momento y el lugar en donde se desarrollen; la excesiva fijación de un criterio, una
hipótesis o una estrategia de acción, afectan de forma importante la solución de
problemas (Robbins, 1998).
7.5 Memoria de Trabajo
La memoria de trabajo es la capacidad para mantener información de forma activa, por
un breve periodo de tiempo, sin que el estímulo esté presente, para realizar una acción
o resolver problemas utilizando información activamente (Baddeley, 1990), así como
también para el curso de los procesos de pensamiento (Baddeley, 2003). Ante
diversas modalidades de información o tipo de procesamiento existe participación
diferente de diversas estructuras de la CPF para el mantenimiento de la memoria de
trabajo, lo cual se extiende más allá de la división verbal-visual (Goldman-Rakic,
1998).
7.6 Fluidez
La velocidad y precisión en la búsqueda y actualización de la información, así como en
la producción de elementos específicos en un tiempo eficiente, es un importante
atributo de la CPF y se relaciona con la función ejecutiva de productividad (Lezak et
al., 2004). La fluidez de lenguaje, en particular la fluidez de verbos o acciones, se
relaciona más con la actividad de la zona premotora y con el área de Broca (Weiss,
Siedentopf, Hofer, & Deisenhammer, 2003). La fluidez de diseño (dibujos y figuras) se
relaciona con la CPF derecha (Ruff, Allen, Farrow, Niemann, & Wylie, 1994).
Recientemente se ha hecho énfasis en capacidades psicológicas no incluidas dentro
del concepto FE, sino capacidades de mayor jerarquía cognitiva, como la
metacognición, la mentalización y la cognición social (Shimamura, 2000; Stuss &
Levine, 2000).
7.7 Metacognición
La metacognición es el proceso con mayor jerarquía cognitiva y no se considera una
función ejecutiva sino un proceso de mayor nivel (van den Heuvel et al., 2003). Es
definida como la capacidad para monitorear y controlar los propios procesos
cognoscitivos (Shimamura, 2000).
7.8 Mentalización
La capacidad de pensar lo qué otra persona puede estar pensando, pensará y/o
reaccionará en relación a una situación o evento particular, se ha denominado
mentalización y es una de las capacidades humanas más importantes para las
relaciones interpersonales y sociales (Shallice, 2001). Se ha encontrado que en
sujetos con autismo la capacidad de mentalización se encuentra afectada y se ha
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propuesto que esta situación es una de las características más importantes de este
trastorno (BaronCohen & Belmonte, 2005). Los sujetos con alteraciones en la
capacidad de mentalización no pueden estimar ni comprender el proceso de
pensamiento de otras personas y no pueden estimar las experiencias psicológicas
desde la perspectiva de los demás (Frith & Frith, 2003). Por medio de estudios de
neuroimagen funcional se ha encontrado que la CPFM es la región de la CPF más
relacionada con la capacidad de mentalización (Shallice, 2001).
7.9 Conducta Social
Durante el desarrollo, los niños tienen que asimilar, aprender y desarrollar diversos
sistemas de reglas cognitivas y sociales, las cuales cuando adultos, les permitan
interactuar propositivamente con su medio. Esta serie de capacidades se ha
denominado: implementación de reglas, permitiendo que de forma flexible se alterne,
seleccione, actualice y se ejecuten procedimientos efectivos de conducta en base a
situaciones sociales determinadas (Bunge, 2004). Se ha encontrado que el daño
frontal perinatal y en la infancia temprana, particularmente el daño en la COF y CFM,
produce una alteración denominada: discapacidad de aprendizaje social y conductual
(Price, Daffner, Stowe, & Mesulam, 1990) que se caracteriza porque a partir de la
adolescencia se presentan conductas antisociales que van desde robo, violencia y
adicción a drogas, y con frecuencia este tipo de pacientes terminan en prisión
(Anderson, Damasio, Tranel, & Damasio, 2000). Se ha propuesto que esta dificultad se
debe a que el daño en la COF no permite crear y/o adjudicar redes neuronales que
representen marcadores afectivos de lo correcto o incorrecto (desde un punto de vista
social) de las conductas que presentan en los niños durante su desarrollo (Damasio,
1998).
7.10 Cognición Social
La capacidad de cognición social se ha propuesto para definir los procesos cognitivos
que incluyen al sujeto (con sus motivaciones y valores) en un contexto social en donde
hay que tomar decisiones personales (Stuss & Levine, 2000). Cada sujeto tiene
intereses personales, profesionales y sociales los cuales intenta desarrollar en
dependencia de la evaluación de su pertinencia social-ambiental. Se plantea que la
cognición social requiere de un modelo mental del sujeto (autoconocimiento) que le
permita identificar su papel particular dentro de un contexto familiar, laboral y social; de
forma que pueda estimar, regular y planear cómo puede lograr satisfacer sus intereses
en un ambiente social complejo (Stuss & Levine, 2002). Se ha identificado que la CPF
derecha, en particular el polo frontal, puede ser el nodo más importante en el soporte
de estas capacidades (Shammi & Stuss, 1999).
Las regiones polares de la CPF (particularmente el polo frontal derecho) son
primordiales para algunas capacidades incluidas dentro de la cognición social, como
son la interpretación del humor y la interpretación no literal de mensajes verbales
como los refranes (Ferreti, Schwint & Katz, 2006; Thoma & Daum, 2006), debido a que
para su comprensión se requieren de la actualización e integración de elementos
autobiográficos (Shammi & Stuss, 1999).
7.11 Neuropsicología del Daño Frontal
El análisis neuropsicológico del daño frontal se complica por la variabilidad del tamaño
de la lesión, el tipo de patología, el daño cortical versus el subcortical (o ambos), la
región de la corteza afectada, el tiempo de desarrollo de la lesión y el impacto de la
desconexión funcional con otras áreas corticales; debido a todos estos factores es que
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las definiciones del “daño frontal” varían considerablemente, se ha advertido que no
existe una entidad única y simple como “síndrome frontal”, agrupar como una sola
todas sus variantes es un error (Kertesz, 1994). El daño frontal produce muy diversas
características cognitivas y conductuales, en dependencia de la(s) zona(s) que se
lesionen. Por ejemplo, el daño en la COF producirá alteraciones en la regulación
afectiva y conductual, en tanto que el daño en la CPFDL, afectará principalmente
funciones ejecutivas. Las lesiones de la CFM prefrontal medial producirán alteraciones
del control atencional y de mentalización. Las lesiones más polares producirán
alteraciones en las capacidades de cognición social y metacognición.
También se ha propuesto agrupar a los pacientes por medio del criterio funcional
(Stuss & Levine, 2000), debido a la gran variabilidad en el tipo, la magnitud e
imprecisión anatómica de las lesiones frontales; de esta forma el “síndrome
disejecutivo”, describe un amplio espectro de alteraciones frontales y ejecutivas sin
precisar sus correlatos anatómicos. Lo que admite describir en el nivel cognitivo y
funcional las alteraciones presentadas, permitiendo enfocarse más en procesos y
mecanismos cognitivos que en zonas del cerebro. Esto permite implementar y utilizar
métodos de evaluación y rehabilitación provenientes de la psicología cognitiva tanto en
la evaluación como en la rehabilitación de las muy diversas consecuencias
neuropsicológicas del daño frontal.
CAPITULO VIII
ASPECTOS NEUROBIOLOGICOS DE LA PERSONALIDAD
Las investigaciones clínicas han refutado en las últimas dos décadas la tesis que
afirmaba que los trastornos de personalidad eran debidos a factores ambientales
exclusivamente. Hoy se sabe que algunas dimensiones de la personalidad son
heredadas como lo han demostrado estudios realizados con gemelos.
8.1 Serotonina
Es el neurotransmisor que mayor relación ha mostrado con la personalidad y los
trastornos de la personalidad. Los bajos niveles de serotonina se relacionan con la
agresión y la impulsividad. Los datos obtenidos han sido consistentes en los diferentes
estudios, independientemente de la muestra estudiada y los métodos utilizados para la
medición de las concentraciones de serotonina.
El ácido 5-hidroxi-indol-acético (5-HIAA) es el principal metabolito del metabolismo
de la serotonina y se considera un marcador válido de la función serotoninérgica a
nivel del SNC. Asberg encontró una disminución de los niveles de 5-HÍAA en el
cerebro de pacientes deprimidos que se habían suicidado en forma violenta, hecho
que ha sido corroborado en estudios posteriores.
Rrown reportó la existencia de una correlación negativa entre los niveles de 5- HIAA
en LCR y las conductas agresivas en hombres con trastorno de personalidad,
diagnosticado según los criterios del DSM-II. Los hallazgos fueron replicados por el
mismo investigador en 1982, utilizando los criterios del DSM-Í1I, en pacientes con
personalidad borderlíne e, j inclusive, encontró una correlación negativa entre los
niveles de 5-HIAA la LCR y la puntuación obtenida por los pacientes en el MMPI.
En estudios posteriores encontró correlación entre los niveles de 5-HIAA, las
conductas agresivas y los intentos de suicidio.
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Linnoila encontró disminución de los niveles de 5-HIAA en violadores y homicidas que
habían cometido sus crímenes en forma impulsiva, muchas veces sin conocer a su
víctima y sin haber premeditado el crimen. Los individuos fueron diagnosticados,
según los ci ríos del DSM-II, como individuos que presentaban un trastorne
personalidad de tipo paranoide o pasivo- agresivo.
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personalidad. Los estudios han encontrado correlación positiva entre los niveles
elevados del HVA y los síntomas ʺpsicóticosʺ, como la suspicacia, las ideas
referenciales, las ilusiones y el pensamiento mágico.
Algunos autores consideran que el trastorno esquizotípico de la personalidad es una
forma frustrada de esquizofrenia, al tener en cuenta que comparte con ella factores
neurobiológícos y que los llamados síntomas psícóticos mejoran con la administración
de fármacos antipsicóticos.
8.3 Noradrenalina
Las investigaciones han mostrado correlación entre las concentraciones en LCR del
3-metoxÍ-4-hidroxi-fenilglicol (MHPG), un metabolito de la noradrenalina, y la historia
de conductas agresivas; pero se ha podido concluir que la influencia de la
noradrenalina en las conductas agresivas es mínima.
En los individuos con personalidad borderline se han encontrado niveles disminuidos
del MHPG y una alteración en la respuesta de la hormona de crecimiento a la
administración de clonidina, un agonista alfa-2. Estos hechos sugieren que la
disregulación en el metabolismo de la noradrenalina es de tipo pre y post-sináptico.
8.4 Acetilcolina
Los estudios realizados con acetilcolina permiten concluir que la acción de este
neurotransmisor no está relacionada con la impulsividad y la agresividad pero si con la
labilidad emocional, síntoma primordial en los trastornos de personalidad que el
DSM-IV incluye en el grupo B (Trastornos antisocial, limítrofe, histríónico y narcisista
de la personalidad).
8.5 Vasopresina
Coccaro ha encontrado correlación entre las concentraciones de vasopresina y
antecedentes de conductas de agresión interpersonal.
Por otra parte, se ha observado que la disminución del funcionamiento serotoninérgico
de los individuos impulsivos y agresivos los hace más vulnerables a los estresores
traumáticos.
CAPITULO IX
Existen muchísimas pruebas de que el aprendizaje tiene una infl uencia central en casi
todos los aspectos de la conducta. Todas las fuerzas sociales y ambientales que
modelan la personalidad se fundan en las técnicas del aprendizaje. Este proceso
modifi ca, altera, impide o propicia el fl orecimiento incluso de las facetas heredadas
de la personalidad. Skinner (partiendo del trabajo anterior de Watson y Pavlov) nos
enseñó el valor que el reforzamiento positivo, las aproximaciones sucesivas, la
conducta supersticiosa y otras variables del aprendizaje tienen para moldear lo que
algunos llaman personalidad, pero que él describió como una simple acumulación de
respuestas aprendidas. Bandura introdujo la idea de que aprendemos por medio de la
observación de modelos (aprendizaje por observación) y el reforzamiento indirecto.
Coincidía con Skinner en que casi todas las conductas son aprendidas y en que la
genética tiene un papel muy limitado. Hemos hablado de muchos aspectos de la
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personalidad que cuentan con evidencia científica que demuestra que son aprendidos,
como la necesidad de realización de McClelland (originalmente propuesta por Murray).
Además, muchas investigaciones han documentado que el aprendizaje influye en la
autoeficacia (Bandura), el locus de control (Rotter), la desvalidez aprendida y el
optimismo frente al pesimismo (Seligman). Al parecer, estas categorías están
relacionadas con un concepto más amplio: el grado de control. Las personas que
piensan que controlan su existencia tienen mucha autoeficacia y un locus de control
interno, y además no se caracterizan por la desvalidez aprendida (que implica falta de
control). Según Seligman, los sujetos que piensan que tienen el control son más bien
optimistas que pesimistas. El control es beneficioso para muchos aspectos de la
existencia. Se ha visto que un grado importante de dominio está relacionado con
mejores mecanismos para lidiar con el entorno, con menos efectos del estrés, mejor
salud mental y física, así como perseverancia, aspiraciones y autoestima más
elevadas, menos ansiedad, calificaciones escolares más altas y más habilidades
sociales y popularidad. Sea cual fuere su nombre (autoeficacia, locus de control
interno u optimismo), los factores sociales y ambientales lo determinan. Se aprende en
la infancia y la niñez, pero cambia a medida que avanza la vida. Vimos que algunas
conductas específicas de los padres fomentan que el niño sienta que tiene el control.
Por lo tanto, la noción de control es una dimensión aprendida de la personalidad para
la cual es de primordial importancia la conducta de los padres.
CAPITULO X
Freud fue el primer teórico que destacó la influencia que los padres tienen en la
formación de la personalidad de los hijos, y casi todos los demás teóricos hicieron eco
de sus opiniones. Recuerde el enfoque de Adler sobre las consecuencias que se
derivan del hecho de que un niño sienta que no es querido o que es rechazado por sus
padres. Este rechazo conduce a la inseguridad y produce en la persona un sentimiento
de ira y una autoestima defi ciente. Horney se fundó en su experiencia personal para
escribir acerca de cómo la falta de calidez y afecto de los padres socava la seguridad
del niño y produce sentimientos de desvalidez. Allport y Cattell basaron su obra en la
importancia de los rasgos y también reconocieron el factor de los padres en la
formación de la personalidad. Allport pensaba que la relación del infante con la madre
es la fuente primaria de afecto y seguridad, y que ambas son condiciones
fundamentales para el desarrollo posterior de la personalidad. Cattel consideraba que
la infancia es el principal periodo formativo y que la conducta de los padres y los
hermanos moldean el carácter del niño. Erikson sostenía que la relación del niño con
la madre durante su primer año de vida es vital para propiciar una actitud confiada.
Maslow comentó que era muy necesario que los padres satisficieran las necesidades
fisiológicas y de seguridad del infante durante los dos primeros años de su existencia,
como requisito necesario para que surjan las necesidades de orden más alto. Rogers
habló de la responsabilidad que tienen los padres de prodigar una consideración
positiva incondicional a sus hijos. También hemos visto ejemplos de cómo la conducta
de los padres determina aspectos específi cos de la personalidad, como la necesidad
de logro, la autoefi cacia, el locus de control, la desvalidez aprendida o el optimismo y
el bienestar subjetivo. Las conductas de los progenitores infl uyen primordialmente en
los rasgos heredados, como la búsqueda de sensaciones. No es difícil suponer que los
padres que no se ocupan del niño y lo sancionan podrían impedir que surjan rasgos
heredados como los de la extroversión, la sociabilidad, la afabilidad y la apertura a la
experiencia. Existen muchas pruebas que indican que los hijos de padres descritos
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como personas con autoridad (es decir, cálidos pero fi rmes en las prácticas para
criarlos) son más competentes y maduros que los de padres descritos como
permisivos, duros o indiferentes. Dos investigadores han señalado que:
Los padres con autoridad están asociados con una amplia gama de ventajas
psicológicas y sociales en la adolescencia y también en la infancia temprana y media...
la combinación de la sensibilidad de los padres y sus exigencias guarda una relación
consistente con la adaptación, el desempeño escolar y la madurez psicosocial del
adolescente (Steinberg y Morris, 2001, p. 88.)
Un estudio de 548 adolescentes efectuado en Singapur arrojó que los que tenían
padres con autoridad confi aban más en sus capacidades y tenían una mayor
adaptación social que aquellos que tenían padres autoritarios (es decir, estrictos,
duros y que exigían obediencia) (Ang, 2006). También hemos hablado de las
diferencias culturales en lo tocante al estilo de los progenitores. En las culturas árabes,
los padres suelen ser autoritarios, más que personas con autoridad. Un estudio de
madres que migraron con sus hijos a Canadá arrojó que las procedentes de culturas
colectivistas, como las de Egipto, Irán, India y Paquistán, eran más autoritarias que las
de los países individualistas de Europa occidental (Rudy y Grusec, 2006). Una
cantidad considerable de investigaciones también sugiere que los elogios de los
padres fomentan el sentimiento de autonomía, las normas y las expectativas realistas,
la competencia y la autoefi cacia del niño y que refuerzan su motivación intrínseca
para el logro (véase Henderlong y Lepper, 2002). Así como las conductas positivas de
los padres tienen efectos positivos en los hijos, las negativas tienen efectos que van
en su detrimento. Un repaso de las investigaciones en torno a la relación entre las
experiencias de la infancia temprana y las psicopatologías adultas arrojó
consistentemente que los adultos deprimidos y ansiosos tuvieron una crianza
inadecuada en su infancia. Se encontró que sus padres habían sido más abusivos, los
habían rechazado más y les manifestaron menos cariño y afecto, en comparación con
los padres de adultos que tenían menos problemas (Brewin, Andrews y Gotlib, 1993).
Un estudio califi có a más de 100 madres en los tres factores de la emocionalidad y la
afabilidad. Los hijos de las que se caracterizaban por tener emociones negativas y
desagrado obtuvieron califi caciones más elevadas en desafío, ira, desobediencia y
otros problemas de conducta que los de aquellas que no exhibían cualidades
emocionales negativas (Kochanska, Clark y Goldman, 1997). Una investigación con
439 niños durante 12 años, efectuado en Finlandia, arrojó que si las madres tenían
actitudes hostiles hacia la crianza de los hijos (conductas medidas cuando sus hijos
tenían tres y seis años) era muy probable que los chicos tuvieran actitudes hostiles al
llegar a los 15 años. Por lo tanto, se encontró que las madres irritables crían a niños
que también lo serán (Räikkönen, Katainen, Keskivaara y Keltikangas-Jarvinen, 2000).
Un estudio longitudinal efectuado en Estados Unidos que comparó a sujetos de cinco y
31 años encontró que los padres que eran restrictivos, fríos y estrictos con los niños de
cinco años generaban adultos con califi caciones elevadas en conformidad y bajas en
autodirección (Kasser, Koestner y Lekes, 2002). ¿Qué sucede cuando los padres no
son los cuidadores primarios de los niños, es decir, cuando trabajan fuera del hogar y
comparten las responsabilidades de la crianza con trabajadores de guarderías, amigos
o parientes? Una encuesta longitudinal nacional de más de 15 000 niños de entre tres
y 12 años no encontró problemas signifi cativos en su conducta o autoestima cuando
las madres trabajaban fuera del hogar. El investigador llegó a la conclusión que el
hecho de que otra persona se encargue de cuidar al niño en lugar de la madre no tiene
un efecto negativo en las variables estudiadas (Harvey, 1999). El cuidado colectivo de
los niños en los kibbutz de Israel ofrece un laboratorio único para estudiar, en el
mundo real, el asunto de delegar esa tarea en otros. En este caso, las madres
atienden las necesidades de sus niños durante los primeros meses de existencia, y
después la responsabilidad primaria de su atención se deja en manos de cuidadores
23
profesionales. Por lo habitual, los niños pasan más tiempo con estas madres y padres
sustitutos que con los propios. Se encontró que, en general, los niños de los kibbutz
funcionan y se adaptan bien, partiendo del supuesto de que han establecido una
relación segura con sus padres durante la infancia. En efecto, la fortaleza de ese
vínculo permitía prever si los niños se volverían dominantes, independientes y
orientados a los logros. De otra parte, el caso de dormitorios tipo barracas (como los
de campamentos de verano o los internados) en la infancia temprana, podría conducir
a una personalidad más ansiosa, restringida y emocionalmente plana. Los adultos
criados en kibbutz que no se vincularon con sus padres o cuidadores exhibieron
introversión, menor capacidad para la amistad y poca intensidad emocional en las
relaciones interpersonales (Aviezer, Van Ijzendoorn, Sagi y Schuegel, 1994). A fi nales
de la década de 1990 estalló una importante controversia cuando se sugirió que las
actitudes y las conductas de los padres no tienen a la larga efectos en la personalidad
de sus hijos fuera del hogar (Harris, 1995, 1998). Esta idea plantea que los
compañeros infl uyen en la personalidad de un niño mucho más que los progenitores.
Los niños adoptan las conductas, las actitudes, los valores y las características de sus
compañeros y amigos con el objeto de conseguir su aceptación y aprobación. Los
partidarios de esta posición no niegan enteramente la infl uencia que los padres tienen
en la personalidad de sus hijos, pero sí niegan la idea de que esta infl uencia se
sostenga fuera del entorno familiar.
Los padres sí influyen en la conducta de sus hijos. Claro que influyen, pero su
influencia opera dentro del contexto específico del hogar. Cuando los niños lo
abandonan, dejan a un lado la conducta que adquirieron ahí. La desechan igual que se
deshacen del suéter cursi que su madre les obligaba a ponerse. (Harris, citado en
Sleek, 1998, p. 9.)
CAPITULO XI
Freud pensaba que la personalidad estaba moldeada y fija a los cinco años y que
después era muy difícil modificar un aspecto cualquiera de ella. Aceptamos que los
años de la infancia son cruciales para la formación de la personalidad, pero también
queda claro que ésta se sigue desarrollando mucho después de la infancia, tal vez
durante toda la vida. Teóricos como Cattell, Allport, Erikson y Murray consideraban
que la infancia era importante, pero coincidían en que la personalidad se podía modifi
car después. Algunos teóricos sugirieron que su desarrollo sigue durante la
adolescencia. Jung, Maslow, Erikson y Cattell hablaron de la edad mediana como el
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momento en que la personalidad registra mayores cambios. La pregunta es: ¿durante
cuánto tiempo sigue creciendo y cambiando nuestra personalidad? ¿Su yo a los 20
años ofrece algún indicio de cómo será usted a los 40? Como ocurre con la mayor
parte de las preguntas en torno a la personalidad, ésta se ha convertido en un asunto
muy complejo y hasta cabría suponer que pudiera estar mal planteada. Quizá le
extrañe saber que la evidencia empírica apoya distintos puntos de vista. ¿La
personalidad cambia? Pues sí. ¿La personalidad también permanece estable? Pues
probablemente sí. Pero si tuviéramos que afi nar la pregunta y preguntar si algunas
características de la personalidad permanecen estables toda la vida mientras que
otras cambian, entonces la respuesta sería un sí contundente. Las investigaciones han
sugerido que el fundamento básico de las disposiciones duraderas de la personalidad
(como los rasgos descritos en el modelo de los cinco factores de McCrae y Costa)
permanece estable a lo largo de muchos años. Según la evidencia, estos rasgos y
capacidades básicos al parecer son perdurables a partir de los 30 años. Algunos
trabajos arrojan que los factores del neuroticismo, la extroversión y la apertura
disminuyen entre la edad universitaria y la edad mediana, mientras que los factores de
la afabilidad y la meticulosidad se incrementan con la edad. Algunas comparaciones
interculturales han demostrado esta consistencia en diversos países, como Estados
Unidos, Alemania, Italia, Portugal, Croacia y Corea del Sur (Costa y McCrae, 1997;
McCrae et al., 1999). Otras investigaciones han producido diferentes resultados. Por
ejemplo, un estudio de varios cientos de personas que duró 40 años encontró que las
califi caciones en dominio e independencia llegaban al máximo en la edad mediana y
que la personalidad no dejaba de evolucionar ni de cambiar después de los 20 años
(Helson, Jones y Kwan, 2002). Un meta-análisis de 152 estudios longitudinales de más
de 55 000 sujetos arrojó un grado elevado de consistencia en los rasgos de la
personalidad a todas las edades. El grado más elevado estaba en la edad adulta
(Roberts y Delvecchio, 2000). Según estos resultados, los rasgos son consistentes a lo
largo de toda la vida y esto llega a su nivel más alto después de los 50 años. Otras
investigaciones se han concentrado en el cambio de personalidad en la infancia y la
adolescencia. Un estudio de 876 chicos de entre 12 y 18 años de Estonia arrojó que
sus personalidades, medidas en razón del modelo de los cinco factores,
permanecieron estables durante los dos años del análisis (Pullmann, Raudsepp y Allik,
2006). Una investigación de 392 universitarios estadounidenses a lo largo de 30
meses arrojó que se volvieron más abiertos, afables y meticulosos durante este
tiempo. Los investigadores señalaron que “estos resultados coinciden con la idea de
que la personalidad cambia más en la adultez temprana que después de los 30 años.
Encontramos que esto sucedió incluso durante un periodo relativamente breve de dos
años y medio” (Vaidya, Gray, Haig y Watson, 2002, p. 19). Un estudio de 32 515
personas de entre 21 y 60 años efectuado por Internet arrojó que la afabilidad y la
meticulosidad se incrementaban durante la adultez temprana y media. La
meticulosidad acentuaba más en el decenio de los 20 años y la afabilidad en el
decenio de los 30 años (Srivastava, John, Gosling y Potter, 2003). Otra investigación
sugiere que las personas propenden a ser más dominantes en situaciones sociales y
más meticulosas y emocionalmente estables conforme van pasando de la madurez
temprana a la edad mediana (Roberts, Walton y Viechtbauer, 2006). Algunos trabajos
de gran escala también apoyan la noción de que la personalidad suele permanecer
estable después de los 30 años y hasta la adultez tardía (Johnson, McGue y Krueger,
2005; Terracciano, Costa y McCrae, 2006). Un estudio de 921 personas (de entre 18 y
26 años) efectuado en Nueva Zelanda arrojó que los cambios de personalidad durante
esos años arrojaban un grado creciente de madurez psicológica. Los sujetos adquirían
más control de sí mismos y eran más seguros en situaciones sociales; además,
sentían menos ira y alienación. En general, las mujeres mostraron un grado mayor de
madurez psicológica que los hombres (Roberts, Caspi y Moffi tt, 2001). En un estudio
de 205 niños de entre ocho y 12 años que fueron encuestados 10 años después, fue
posible prever los cambios de personalidad entre las edades de 18 y 22 años en gran
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medida con base en las características de su personalidad en la infancia (Shiner,
Masten y Tellegen, 2002). Todas estas investigaciones confi rman que la personalidad
cambia a medida que llegamos a la adolescencia y la adultez temprana (un resultado
que tal vez haya observado en su propia persona). ¿Qué produce el cambio de
personalidad en la adultez? Los teóricos partidarios de la infl uencia primordial de los
factores genéticos sugieren que todo cambio de personalidad es independiente de los
factores ambientales. Otros teóricos piensan que la respuesta tiene su origen en las
infl uencias sociales y ambientales y en la forma en que nos adaptamos a ellas. Los
cambios de las circunstancias económicas, la graduación de la universidad, el
matrimonio y la paternidad, el divorcio, la pérdida de un empleo y el avance en el
trabajo, las crisis de la mitad de la vida, los padres que envejecen, crean problemas a
los que se deben adaptar los adultos. Un estudio de tres años de hombres y mujeres
de cuarenta y pico años, efectuado en Holanda, encontró que los que se habían
podido adaptar a los roles sociales esperados de ellos, como el éxito en la carrera y en
la vida familiar, obtuvieron calificaciones más altas en las dimensiones de los cinco
factores de la personalidad que aquellos que no habían conseguido adaptarse. Por lo
tanto, se encontró que el cambio de personalidad estaba asociado con el ajuste
exitoso a diversas situaciones de la mitad de la vida (Van Aken, Denisson, Branje,
Dubas y Goossens, 2006). En otros casos de adaptación, las personas que han
perdido su empleo han mostrado incrementos signifi cativos de neuroticismo y
decrementos de meticulosidad y extroversión. Los adultos que tenían una pareja y
relaciones sociales obtuvieron calificaciones más bajas en neuroticismo y más altas en
extroversión, meticulosidad y autoestima que aquellos que no tenían pareja (Costa,
Herbst, McCrae y Siegler, 2000; Nayer y Asendorpf, 2001). Dos estudios longitudinales
de mujeres analizaron el factor social del movimiento de liberación femenina de la
década de 1970 y su efecto desde los años universitarios hasta la edad mediana. Se
encontró que con el transcurso del tiempo los rasgos de la personalidad del dominio, la
autoaceptación, la empatía, la realización y el enfoque en sí mismo habían registrado
incrementos sustantivos, mientras que se encontraron decrementos en la adhesión a
reglas o normas (Agronick y Duncan, 1998; Roberts y Helson, 1997). Los desafíos
culturales y personales producen un efecto en la personalidad. Un teórico sugirió que
ésta se sigue desarrollando en tres niveles: rasgos de disposición, las preocupaciones
personales y la historia de vida (McAdams, 1994). Los rasgos de las disposiciones se
entienden como los sentimientos conscientes, los planes y las metas; lo que
queremos, la forma en que tratamos de conseguirlo y lo que sentimos acerca de las
personas que hay en nuestra vida. Estos pueden cambiar con frecuencia en el
transcurso de la vida como consecuencia de distintas situaciones y de las influencias a
las que estamos expuestos. Si bien estas situaciones alteran nuestros sentimientos e
intenciones, los rasgos subyacentes de las disposiciones (como nuestro nivel básico
de neuroticismo o extroversión) con las que confrontamos estas circunstancias de la
existencia permanecen relativamente estables. La historia de vida implica la
configuración del ego, la consecución de una identidad y el encontrar un propósito
unificado en la existencia. No cesamos de escribir la historia de nuestra vida, creando
la persona que somos y la forma en que encajamos en el mundo. Al igual que las
preocupaciones personales, la historia de la vida cambia cuando responde a las
condiciones sociales y ambientales. Como adultos podemos modificar y adaptar
nuestra historia para que se ciña a cada etapa de la vida y sus necesidades, desafíos
y oportunidades. En resumen, esta posición sostiene que los rasgos subyacentes de
las disposiciones permanecen constantes en gran medida, mientras que nuestros
juicios conscientes respecto de quién somos y quién querríamos ser están sujetos a
cambios. Esta idea lleva a otro factor que los teóricos han considerado: la conciencia.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
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https://es.wikipedia.org/wiki/Psicolog%C3%ADa_del_s%C3%AD_mismo
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