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D. Meltzer: Trabajo con niños autistas en la década del 70 y su mudanza a Oxford, donde
comenzó a trabajar con pacientes cercanos al mundo del arte, lo llevaron a desarrollar sus
ideas acerca de una relación estética con el mundo.
Se inclinaba a ver a los niños autistas (Exploración del Autismo, Meltzer y otros. Paidós,
1975) como sufriendo de una cualidad deficitaria en el self relacionada con la falta de un
espacio interno. Melanie Klein creía que los procesos de proyección e introyección estaban
presentes desde el comienzo de la vida y parecía dar por sentada la tridimensionalidad en
el funcionamiento de la personalidad. Estas ideas fueron cuestionadas por Esther Bick
(1968) quien pensaba que la capacidad para introyectar y proyectar no puede ser
desarrollada en el estado de desintegración inicial y que para que esto suceda se requiere
de un objeto continente, metaforizado por la piel como envoltorio. Comparaba el
momento del nacimiento con un astronauta que hubiera sido arrojado al espacio exterior
sin un traje espacial y sostenía que si ese objeto-traje no era provisto por la madre, el
bebé debía hacer algo activamente para conseguir un sustituto, a veces en su propia
musculatura, que actuaría como “segunda piel”. De este modo se produce una alteración
en el desarrollo por la cual la auténtica dependencia del objeto es sustituida por una
seudo-independencia (aislamiento), por el uso inapropiado de ciertas funciones mentales
y hasta talentos innatos, con el propósito de generar este objeto y negar la dependencia
pasiva del objeto.
Me he extendido en estas ideas porque pienso que Esther Bick, a través del desarrollo del
método de observación de bebés y de su descripción de la identificación adhesiva, ha
tenido mucha influencia en las ideas de Meltzer en estos aspectos de su obra.
Basado en su experiencia con niños autistas y en las ideas de Esther Bick acerca de la piel
como continente, así como sus propias ideas acerca de los esfínteres como reguladores
del intercambio con la madre, Meltzer pensaba que estos niños sufrían de una abertura
sensorial que se experimenta como bombardeo de sensaciones. En general, en nuestra
vida cotidiana no somos conscientes del constante impacto que nos genera el mundo que
nos rodea, particularmente el impacto que el estado mental de los otros produce en
nuestras mentes; estamos más pendientes del estado mental que nosotros generamos en
las personas sobre las que nos interesa tener una influencia. Por eso quizás sea difícil
reconocer la fuerza explosiva que la aparición del mundo exterior tiene sobre los sentidos
del bebé, constituyendo la experiencia estética primaria del mundo. En el momento del
nacimiento, esta experiencia estética arrasadora compartida por la madre y el bebé (y es
esta mutualidad o relación de dependencia mutua la que quizás la haga tolerable) es a lo
que Meltzer da el sugestivo nombre de conflicto estético.
El conflicto se produce entre la percepción del exterior sensible del objeto y su mundo
interior desconocido.
El interior oculto y enigmático del objeto (de todos los objetos pero en especial del objeto
primario MADRE), es un estímulo muy poderoso para el desarrollo del pensamiento,
probablemente más que el objeto ausente (falta) ya que mientras las ansiedades
generadas por la ausencia del objeto tienden a despertar violentos deseos de control y
posesión, la pasión conectada con el interior desconocido del objeto estético promueve e
invita a una exploración amorosa (interés por la investigación del interior y
posteriormente del funcionamiento de los objetos). (Meltzer, 1986)
Meltzer se refiere a veces indistintamente al interior del objeto como algo enigmático ó
misterioso. Sin embargo, siguiendo su interés por clarificar los conceptos, pienso que es
útil diferenciarlos. (Nemas, 1995).
Si el interior del objeto es concebido como un enigma, provoca en el bebé una curiosidad
vinculada a descubrir un secreto, violatoria de los límites de la intimidad del self..
En otras palabras, el enigma es algo que debe (impulsa compulsivamente) ser revelado,
en cambio el misterio puede o no ser develado, Permite la búsqueda sosteniendo el
misterio- creencia- ilusión y por lo tanto impulsa en crecimiento mental a partir de la
fantasía e imaginación).
Seguramente nuestro desarrollo emocional es una oscilación entre estos dos modos de
vincularnos con el objeto, según el predominio de ansiedades persecutorias o depresivas
en el momento a momento de nuestras vidas.
APREHENSIÓN DE LA BELLEZA, CONFLICTO ESTÉTICO Y RECIPROCIDAD ESTÉTICA:
Pero antes de presentar su teoría, realiza un recorrido, en el que analiza la evolución que
ha tenido el modelo de la mente, a lo largo de la historia del psicoanálisis.
Comienza diciendo, tal como había hecho algunos años antes, en Vida onírica y
Metapsicología ampliada, que a Freud le llevó cuarenta años deshacerse de la ecuación
que igualaba la mente al cerebro, puesto que su formación neurofisiológica, se lo impedía.
Pero, según afirma Meltzer, después de Freud se produjo un gran avance teórico que dio
lugar a impresionantes resultados clínicos, a partir de los trabajos de M. Klein, que,
retomando algunos conceptos de Abraham, ponen en el centro de la escena, las relaciones
de objeto. Un poco más tarde, la introducción de los conceptos de identificación
proyectiva y de escisión, dan por tierra con el criterio de mente unificada, que Freud había
comenzado a cuestionar en su artículo sobre la escisión del yo.
El progreso alcanza su punto culminante con Bion, que divide la vida mental en los
espacios simbólico (función alfa) y no simbólico (elementos beta), ofreciendo una teoría
psicoanalítica de la formación del pensamiento.
Por otra parte, este modelo destaca la importancia de la mente como instrumento para
reflexionar sobre las experiencias emocionales, dándoles representación a través de la
formación de símbolos, lo que su vez genera la capacidad de aprender de dichas
experiencias y de producir reorganizaciones estructurales, que desarrollan la mente.
Volviendo a M. Klein, Meltzer recuerda que ella sostenía que los procesos satisfactorios de
escisión e idealización del self y del objeto, son fundamentales para el logro de un
desarrollo infantil saludable, porque son los que introducen la capacidad de distinguir el
bien del mal.
Pero basándose en su propia experiencia clínica, afirma que la falla que se encuentra
siempre en los pacientes psicóticos o psicopáticos, en la diferenciación de lo bueno y lo
malo, se enlaza con otra falla grave, la falta de aprehensión de la belleza, mediante una
respuesta emocional a su percepción.
Comprueba que los pacientes más sanos, son capaces de reconocer la belleza como un
don, sin vacilaciones, a través de una enérgica reacción emocional, en tanto que los más
enfermos, no pueden apreciar la belleza directamente y requieren del auxilio de patrones
culturales e intelectuales, para hacerlo.
El modelo de la mente propuesto por Bion, hace entonces que desde el psicoanálisis sea
necesario replantearse la cuestión del proceso de desarrollo desde el comienzo de la vida.
Ya no podemos pensar que el recién nacido es una tabla rasa, porque, aunque la vida
intrauterina amortigua las sensaciones provenientes del exterior, no lo aísla
completamente, por lo que se puede suponer que las experiencias emocionales, su
representación y su impacto concomitante sobre la personalidad, comienzan antes del
nacimiento.
Estas especulaciones, son las que llevan a Meltzer a pensar el momento del nacimiento
como más emocional que traumático, por el impacto que el primer encuentro con el
mundo externo genera en el recién nacido, que pasa de las experiencias proto-estéticas
de la vida intrauterina (el andar de la madre, el sonido de su voz) y de los momentos de
angustia (sufrimiento fetal, angustia
Buscando una explicación para estas diferentes formas de responder, Meltzer se vale de la
teoría de las emociones de Bion, que supera la tradicional concepción de ambivalencia
amor-odio, por una oposición entre vínculos emocionales positivos y negativos, entre los
que incluye, además de las dos viejas pasiones, al conocimiento. Los distingue con las
letras L, H y K, amor, odio y conocimiento, en su versión positiva y como -L, -H, -K para
su forma negativa, anti-amor, anti-odio e ignorancia.
Además, Bion demuestra que tanto los vínculos positivos como los negativos, están
fuertemente enlazados entre sí y deja de lado la arraigada concepción de la frustración
como generadora de dolor mental, para proponer su idea de cambio catastrófico.
Lo catastrófico para Bion, es precisamente una idea, una idea nueva que golpea a la
mente como una catástrofe, para obligarla a poner en movimiento su estructura, para ser
asimilada.
Meltzer entiende, que esta nueva idea, se presenta “como una experiencia emocional de
la belleza del mundo y su maravillosa organización” (Meltzer, D. & Harris Williams, M.
1988, p 26) y sostiene que la formulación de Bion abre una nueva perspectiva sobre las
nociones de dolor y placer mental, porque al presentarlos como consecuencia del golpe
catastrófico de la primera experiencia emocional de belleza sobre la mente, evidencia que
el conflicto de los vínculos emocionales positivos y negativos, está siempre presente, y
que el placer y el dolor, en el nivel de la pasión, están siempre unidos.
La tolerancia (sostenimiento) a este conflicto, en la que por otra parte reside la fortaleza
yoica, exige la existencia de una facultad especial, que Bion llama, siguiendo en esto a
Keats, capacidad negativa (recuerden aquí la noción de estética negativa de Adorno). La
aptitud para sostenerse en la incertidumbre, en el no saber, sin sentir la necesidad
compulsiva, de llegar al hecho y a la razón.
¿Pero cuál es esta primera experiencia emocional de belleza que sume al niño en la
incertidumbre? ¿Qué es el “mundo” para un recién nacido?
Pero a la vez que aprehende esta belleza externa de la madre, experimenta el misterio de
su mundo interno, que le es desconocido. El significado de su comportamiento, la
aparición y desaparición del pecho, su sonrisa, la musicalidad cambiante de su voz, todo
es misterioso en ella y la oposición entre el impacto de su belleza externa que está al
alcance de los sentidos y el interior incomprensible, irrepresentable, que debe ser
construido mediante la imaginación creativa (fantasía), configura el conflicto estético, que
cumple una función fundamental en el desarrollo normal y en la psicopatología.
Pero si esto último no sucede, aunque en un primer contacto con el mundo el niño haya
sido tocado por la belleza, se aparta bruscamente de ella, dando lugar a toda la
psicopatología conocida, para la que Meltzer señala un origen común, en la huida del dolor
provocado por el conflicto estético.
Para el caso de los niños psicóticos, propone la siguiente conjetura, que fueron aplastados
por el impacto estético del mundo externo y de su representante, la madre de una
manera intrusiva y devastadora, paralizando su psiquismo, impulsando defensas masivas.
Tanto en forma concreta como simbólica, sus pechos, sus pezones y su mente son
rechazadas (Pictograma de rechazo – P. Alaugnier, en oposición al pictograma de fusión).
Pero otros niños no son avasallados o son salvados muy a tiempo del aplastamiento y
reaccionan con entusiasmo frente a la invasión de estímulos.
Meltzer, sostiene que este salvataje sólo ocurre si la madre “bella” experimenta a su bebé
también como “bello” y se da en esta relación una reciprocidad estética (“mutualidad
psicológica” – Riviére).
La reciprocidad estética implica que la madre es capaz de apreciar no sólo el exterior bello
del bebé, sino también de tolerar su misterio que impacta en los padres como su
potencialidad (deseos proyectado en el niño). El niño podrá ser un Einstein, un Picasso,
etc., pero al mismo tiempo incertidumbre tenores y angustia.
A esto es a lo que el autor llama amor a primera vista entre la madre y el hijo, y dice que
es el elemento central necesario, sin el cual el bebé no podría soportar el impacto estético
que recibe de su madre y del mundo.
BIBLIOGRAFÍA
http://myweb.tisclai.co.uk/meghwilliams/hmt/AboutDonaldmeltzer.htm. 11-1-2010
Klein, M. Notas sobre algunos mecanismos esquizoides (1946) en Obras Completas Tomo
3. Ed. Paidós. 2ª reimpresión. Buenos Aires, 1997
Meltzer, D. (1967) El proceso analítico. 3ª Edición. Buenos Aires. Editorial Horme. 1987.