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UNIVERSIDAD DEL VALLE Nombre: María Fernanda Bravo A.

FACULTAD DE HUMANIDADES Código: 2022307


DEPARTAMENTO DE HISTORIA Fecha: 13 de abril de 2020
PROGRAMA DE HISTORIA
ASIGNATURA: TALLER DE ESCRITURA
DOCENTE: VICTOR FERNÁNDEZ

Información bibliográfica: Aguirre Rojas, Carlos Antonio. 2013. Antimanual del mal
historiador o ¿cómo hacer hoy una buena historia crítica? Bogotá: Ediciones desde abajo.
Resumen
El Antimanual del Mal Historiador de Carlos Antonio Aguirre Rojas, puede definirse como
una propuesta para generar historiadores críticos y científicos, que puedan combatir y
reflexionar sobre las viejas ideas que, ya deberían estar superadas, acerca del concepto que
debería tener la Historia, replanteando esta de forma simple, manteniendo su rigor
intelectual mientras utiliza diversos ejemplos y cita a distintos autores para ilustrar la
historia en la actualidad como algo que posee vida propia, planteando los problemas con
más relevancia de la humanidad y las sociedades, enriqueciendo al lector con nuevos
instrumentos, técnicas y metodologías.
En el primer apartado, capítulo I: De antimanuales y antidefiniciones de la historia, el
autor establece el concepto de Historia y acompaña este de algunos elementos que hacen
parte de la misma, las cuales llama: antidefiniciones. Aguirre describe que la Historia no es
una disciplina que trata únicamente con archivos, sucesos pasados y personajes, por el
contrario, es una ciencia relacionada con lo social y lo vivo, que afecta al cambio de todas
las cosas y se encuentra conectada con la actualidad, con la vida social inmediata, en cada
una de sus diversas manifestaciones. Por lo tanto, es conveniente hacer a un lado la idea de
que mantiene esa “historia oficial” que es solo descriptiva, monográfica y acrítica, siendo
meramente una burda crónica de las conquistas y logros de los actuales poderes y grupos
dominantes. Para sustentar lo anterior, el autor explica algunas antidefiniciones, para poder
escribir una historia crítica.
Primero, se establece que, la historia no es la ciencia que estudia los hechos y situaciones
del pasado, sino más bien aquella que estudia la obra de los hombres en el tiempo. De lo
contrario la disciplina sería un simple anticuario, que rehúye de su compromiso social con
el presente, cuando su verdadero propósito es, tomar como objeto de análisis fenómenos
actuales diversos e integrarlos y explicarlos en una visión que reconstruya todo el proceso
histórico que tengan.
La segunda anti definición determina que, es imposible entender las historias locales,
regionales o nacionales, si el investigador se cierra al limitado y parcial horizonte local,
regional o nacional, ya que no existe historia científica que no rompa con ese marco tan
limitado. Por ejemplo, no se pueden entender los procesos de independencia en América
Latina si no se tiene en cuenta a la crisis sufrida por casi toda Europa como aquel factor
decisivo para emprender dichos procesos.
La tercera, afirma que, el buen historiador no se forma leyendo sólo trabajos de otros
practicantes del mismo oficio. La verdad es que un gran historiador debe educarse y
empaparse de todo tipo de lecturas que abarquen las ciencias sociales y las ciencias
políticas, desde economía hasta sociología, porque la historia engloba todo aquello que
tenga que ver con lo social-humano en el tiempo.
La cuarta anti noción: la historia es una disciplina bien establecida y delimitada, con sus
conceptos, métodos y técnicas ya construidos y determinados. Al contrario, la historia
como ciencia se estableció hace solo 150 años, la disciplina se encuentra en sus etapas
iniciales de desarrollo, en su infancia, por lo que es importante que el historiador esté
siempre atento a los progresos y avances recientes.
La última, se refiere al hecho de que la historia no está obligada ni está condenada a ser un
mero registro o el instrumento de auto legitimación de los poderes en turno. Porque el buen
historiador no se dedica a escribir la “memoria del poder” sino de forjar la historia de los
vencidos y los vencedores, recolectar lo bueno y lo malo, construir contrahistorias y
contramemorias, pues la disciplina es un terreno de disputa constante.
El segundo apartado, capítulo II: Los siete (y más) pecados capitales del mal historiador,
aborda esos errores que comete el mal historiador y que reproduce en sus trabajos y obras,
haciendo de la historia una cosa aburrida y agobiante. El primer pecado, el positivismo, que
degrada esta ciencia a la simple erudición. La historia positivista limita el trabajo del
historiador a solo laborar las fuentes escritas y los documentos, se ve reducida a ser una
crítica interna y externa de textos que se clasificarán y ordenarán en una narración que,
básicamente, solo reúne y resume la información de esos mismos documentos. Además es
ajena y reticente frente a la filosofía o cualquier forma de interpretación creativa, limitando
la verificabilidad a la existencia de los datos que puedan encontrarse en archivos y que
siempre puedan citarse con precisión.
El siguiente pecado es el anacronismo, el cual asume siempre que las personas o los seres
humanos de hace más de cinco siglos, eran iguales a nosotros en pensamiento, actuar o
sentir, anunciando un progreso ineluctable de la humanidad, sin considerar de forma crítica
y autocrítica, el camino recorrido y los errores cometidos. Hace ver la historia como algo
mundano, en donde solo cambian las fechas, los lugares y los nombres, mientras todo lo
demás continua igual, ignorando el cambio de las sociedades, culturas, economías,
civilizaciones y psicologías de los grupos humanos.
Un tercer pecado capital de la mala historia, es la noción del tiempo basada en la ley
newtoniana de la temporalidad física. La cual asume que el tiempo de los calendarios y
relojes es el mismo de la historia y de quienes la ejercen como labor. Puesto que, para el
buen historiador cada período posee una temporalidad única, que permite hablar del “largo
siglo XIX” con la Revolución Francesa y la Primera Guerra Mundial. Y si los siglos o las
jornadas históricas no son iguales, se puede afirmar lo mismo de las fechas, por ejemplo, la
revolución cultural de 1968, que en algunos casos comienza desde 1966. Por lo que se
puede decir, son solo las nociones de tiempo flexibles, variables y diversas las que permiten
la riqueza y diversidad histórica.
El cuarto pecado, es su idea limitada del progreso, esa idea es construida y relacionada a
partir de la anterior y errada noción del tiempo newtoniano, la de una ineludible
acumulación de avances determinados por el simple paso del tiempo. Según lo anterior, la
humanidad hasta hoy ha progresado desde lo más bajo en una especie de escalera, en donde
el retroceso está fuertemente prohibido. Sin embargo, el desarrollo humano no tiene nada
de lineal o simple, su progreso es como un árbol de múltiples ramas, donde se puede
abandonar totalmente una línea evolutiva para comenzar otra nueva desde cero, es decir,
existen cantidades de líneas y trayectorias diversas que componen ese ‘progreso’, las cuales
se han logrado a través de la exploración, primero a ciegas, para ir de a poco creando una
conciencia de lo que se ha hecho y por qué.
Otro pecado del mal historiador, es la actitud acrítica hacia los hechos del presente y del
pasado, esa actitud pasiva de los malos historiadores hacia los testimonios y documentos, al
igual que frente a los hechos históricos ‘tal y como han acontecido’. Muchos de los hechos
históricos han sido escritos para favorecer a ciertas figuras de poder y, es precisamente la
actitud acrítica de los malos historiadores, lo que hace que se vuelvan solidarios con esas
visiones sesgadas de la historia. Entonces, es necesario explicar de manera crítica el por qué
lo que sucedió lo hizo de esa forma y no de otra.
Un sexto pecado, es la búsqueda de la “objetividad y neutralidad” frente a lo que se estudia.
Tal cosa resulta imposible, pues, no se puede estudiar un fenómeno de manera científica sin
intervenir dentro del proceso del objeto de estudio, lo que significa, modificar en cierta
medida las particularidades que se analizan, toda historia reflejará las elecciones o puntos
de vista del historiador. Sin embargo, si es posible una historia científica objetiva, en el
sentido de no manipularla conscientemente con ciertos fines, ya sea para legitimar algo o el
caso contrario. Por eso, lo más sensato y honesto por parte del historiador, consiste en hacer
explicitas la condiciones que han determinado su investigación, asumiendo los sesgos de su
trabajo y de sus resultados teniendo en cuenta que la verdad absoluta no existe.
El último pecado del historiador no crítico, es el postmodernismo. Y es que, han
comenzado a surgir historiadores que intentan reducir a la Historia a su dimensión narrativa
o discursiva, llegando a descalificar la construcción de la historia científica, afirmando que
los historiadores solo escriben “relatos con pretensiones de verdad” siempre cambiantes y
relativos. Y si bien, no es posible que haya historia sin que se exprese a través de una
construcción narrativa, es un abuso ilegitimo querer reducir a la disciplina únicamente a esa
dimensión, puesto que, persiste el hecho innegable de que los historiadores hacen la historia
con el objetivo de saber, comprender y explicar la historia real, siendo además, capaces de
comparar y criticar las diversas interpretaciones que se realizan de determinados problemas
o procesos históricos.
El siguiente apartado, capítulo III: En los orígenes de la historia crítica, Aguirre establece
los fundamentos que se han ido desarrollando desde que Carlos Marx los configuró hace
alrededor de 150 años pertenecientes a la historia crítica. En primer lugar encontramos el
estatuto de la historia, el cual determina la necesidad de concebir que toda actividad
desarrollada por el investigador y todos los resultados que concrete, siempre estarán para
consolidar un proyecto de construcción de ciencia histórica; y el estatuto científico, que
impide que la historia sea reducida al simple trabajo de anticuario, ya que, un simple relato
o una recolección y agrupación de datos y fechas no alcanza a ser ciencia, pues la historia
científica es aquella que recolecta acontecimientos históricos para insertarlos en las
explicaciones científicas y apoyarlos con un conjunto de teorías, paradigmas, modelos
teóricos, etc.
El segundo fundamento de la historia científica, es la concepción de la misma en cada una
de sus dimensiones temáticas y los problemas que aborda, estableciendo que la historia
posee un profundo calado social. Por consiguiente, la historia es responsable de investigar a
los grandes grupos sociales, las masas populares, las clases sociales mayoritarias, a todos
aquellos protagonistas que antiguamente no se consideraban relevantes. Sin embargo, han
sido esas clases sociales sometidas y subalternas las que han ido tejiendo con su trabajo
diario, con sus actividades o movimientos sociales, con sus luchas y acciones de
transformación ese tejido que es precisamente la historia humana. Lo anterior no implica
que se dejen de estudiar a los individuos, a los grandes personajes o las elites, pero lo que si
implica es un cambio en el enfoque tradicionalista desde el cual se han abordado y se
siguen abordando a estos grupos, considerándolos como minorías sin relevancia.
Otro fundamento importante construido por Marx, es la dimensión de la historia
materialista. Debido a que resulta imposible explicar adecuadamente los procesos históricos
de transformación del ser humano, sin tener en cuenta las condiciones materiales en las que
se desenvolvieron o apoyaron, porque las ideas no flotan en el aire, solo se hacen vigentes a
medida que se materializan y encarnan en ciertas prácticas, instituciones, comportamientos,
etc. Por lo tanto debemos evitar una historia idealista, puramente logocéntrica y apoyada
únicamente en la dimensión discursiva o conceptual.
El cuarto fundamento, es la capacidad de observar y explicar todos los fenómenos
investigados desde la totalidad. En otras palabras, el historiador debe cultivar y desarrollar
la capacidad de detectar y descubrir la gran variedad de conexiones que existen entre un
problema o proceso histórico y sus ‘totalidades’, que lo enmarcarán, condicionaran y
determinarán. Esto se debe a que, todo problema o proceso histórico y social siempre posee
determinadas coordenadas espaciales, temporales y contextuales, que influyen sobre este.
Entonces, al historiador le corresponde el análisis de las diversas influencias y de esas
conexiones que se establecen entre el espacio, contexto y época del fenómeno investigado.
Finalmente, el quinto fundamento del pensamiento histórico de Marx, es la necesidad de
construir siempre una historia profundamente crítica, es decir, que se construya a
contracorriente de los discursos dominantes, de los lugares aceptados y de las
interpretaciones simplistas y acríticas, rescatando todos esos hechos de los pasados
vencidos y silenciados de la historia, para elaborar una investigación realmente profunda,
compleja y sutil. Ya que solo desde los fundamentos anteriormente planteados y desde una
noción fuerte de la historia científica junto a sus implicaciones, es que el historiador puede
realizar y constituir un discurso crítico historiográfico.
El cuarto apartado, capítulo IV: Por los caminos de la buena historia antipositivista, se
determina que la corriente francesa de los Annales, que abarca los años de 1929 hasta 1968,
consolida el proyecto de una historia crítica antipositivista. Esta otra vertiente de la historia
coincide en varios puntos esenciales con los fundamentos del marxismo, referidos en el
capítulo anterior. Se establecen cinco aportes desarrollados por la corriente de los Annales.
El primer aporte que enriquece a la historia crítica, es la reincorporación dentro de la
disciplina del método comparativo. Es decir, elegir dentro de uno o varios medios, un
número de fenómenos que muestren aparentemente analogías para describir su evolución,
comprobando y explicando sus similitudes y diferencias. Por lo tanto es importante eludir la
falsa comparación, evitando confrontar fenómenos que no poseen entre ellos similitudes
evidentes; y el razonamiento por analogía, en donde las similitudes obedecen al hecho de
que los fenómenos pertenecen al mismo medio social. Entonces, es necesario delimitar
claramente los elementos generales de los hechos, fenómenos y procesos históricos,
realizando una distinción entre los aspectos particulares, singulares o individuales. Ya que,
a partir de la repetición de procesos eficaces y verificables, será posible detectar tendencias
e intentar establecer posibles patrones del acontecer histórico, aportando también a la
vigencia evolutiva general.
Una segunda contribución, es la del horizonte de historia global o total, la cual es
comúnmente malinterpretada como si fuese historia general o universal. La historia global,
es aquella que incluye dentro de su territorio de análisis todo lo que ha sido transformado,
producido o concebido por el ser humano desde la prehistoria hasta el presente inmediato,
señalando que todo lo humano y todo lo que a eso se conecta, es objeto pertinente y posible
de estudio e investigación histórica. Por lo tanto, producir historia global es ser capaz de
sobrepasar los límites del problema abordado, exponiendo los vínculos y conexiones con
las totalidades que le corresponden.
El tercer aporte, es la historia interpretativa o la historia-problema, la cual no es solo el
núcleo de la práctica histórica, sino la esencia general o el momento global determinante de
toda la actividad de la labor del historiador. Pues, la interpretación es el punto de partida de
la investigación histórica, que está presente a lo largo del trabajo y actividad del historiador.
Por eso una investigación histórica debe comenzar con un ‘cuestionario’ o ‘encuesta’, el
cual define el problema que será el objeto de la indagación y va a decidir la trayectoria del
trabajo y los resultados de la práctica del historiador. Por otro lado, ese paradigma de la
historia-problema afirma que el trabajo histórico llevará la marca de los múltiples sesgos de
su constructor. Con lo cual, es necesario hacer explícitos esos sesgos o
sobredeterminaciones conscientemente asumidos por el historiador, a la vez, se debe
reconocer que toda verdad histórica es relativa.
Una cuarta aportación, es la reivindicación de la historia abierta o en construcción, ya que
este tipo de historia crítica es joven, en vías de desarrollo, que aún intenta determinar y
definir sus particularidades definitivas y fundamentales. Quiere decir que, se trata de una
historia dedicada a descubrir, explorar y colonizar en progresión, los diversos y nuevos
territorios que cada generación de historiadores le aporte. En consecuencia, la historia no ha
cesado de expandirse, redefinirse, profundizarse y transformarse, para lograr el desarrollo
de todas esas diversas técnicas y territorios, su progreso sigue y seguirá avanzando en
conjunto con los cambios y evoluciones de las ciencias sociales.
El quinto y último aporte, es la perspectiva de análisis derivada de la teoría de los diferentes
tiempos históricos y de larga duración en la historia, lo cual afirma que existen diversos
tiempos, que se hallan directamente vinculados a esos sucesos, fenómenos y procesos
humanos, que se expresan como las duraciones históricas a investigar y a utilizar. Dichas
duraciones tienen una descomposición tripartidaria: 1) hechos de muy corta duración, los
cuales tiene un gran impacto, atraen la atención de manera desmesurada de todos los que
protagonizan o presencian el suceso siendo generalmente cortados a la medida del trabajo
de los periodistas; 2) hechos de coyuntura, esos datos reiterados a lo largo de los años, los
cuales han sido ampliamente estudiados por los historiadores económicos, sociales o
culturales; 3) hechos de larga duración histórica, corresponden a los procesos seculares,
incluso milenarios, de las realidades o procesos más duraderos, elementales y profundos de
esa vida histórica de las sociedades y muchas veces tienden a confundirse con hechos
obvios, escapando de las miradas y del examen.
Para concluir, en los cuatro apartados el autor establece los fundamentos de la historia
crítica, partiendo del marxismo, mientras señala varios errores historiográficos que
generalmente se cometen en esa historia tradicional que enseñan en los colegios y está
fuertemente manipulada o posee gran variedad de sesgos. El propósito del autor es ilustrar
y enseñar a los historiadores y futuros profesionales de la disciplina a realizar una buena
historia, que cuente con los elementos que se explican a lo largo del texto, para que los
trabajos y las investigaciones históricas puedan considerarse como parte de la historia
científica, sin que se vea reducida a la labor de anticuario.

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