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El término tiene
equivalentes en el portugués caralho, en el gallego carallo, en el catalán carall y en
el asturleonés carayu, siendo exclusivo de las lenguas romances de la península ibérica, no
encontrándose en ninguna otra, ni siquiera en el vasco.1
Se documenta el uso del término desde al menos el siglo X, apareciendo regularmente en
las cantigas de escarnio y maldecir de la poesía trovadoresca medieval, con registros también
en alguna documentación, además de varios usos antroponímicos y en la toponimia de la
península ibérica, en particular de Cataluña, donde destacan los varios carall bernat.
Este uso del término como nombre propio para describir el miembro viril, presente inclusive en
la documentación oficial, termina con la Contrarreforma, pasando entonces a ser considerado
como obsceno e impropio, conotación que mantiene hasta la actualidad. No obstante, el
término mantuvo una increíble vitalidad en las lenguas romances ibéricas, siendo usado
actualmente con decenas de sentidos diferentes y como medio de expresar las más diversas
emociones, como extrañeza, emoción, alabanza o amenaza, aunque en algunas regiones
haya perdido su sentido original de miembro viril.
El carajo tiene presencia en la poesía y literatura modernas, especialmente
como disfemismo y elemento provocador, y a veces como erótico, habiendo entrado en el
panteón de la mitología brasileña como el caralho-de-asas (carajo con alas), que inspiró un
personaje de cómic, el passaralho.
Índice
1Etimología
2Uso histórico
3Uso moderno
o 3.1Diversidad semántica
o 3.2Caralho-de-asas
4Notas
5Referencias
6Bibliografía
7Enlaces externos
Etimología[editar]
Carajo es voz afín en todas las lenguas románicas hispánicas, por lo que el filólogo y
romanista Joan Coromines le supone un origen prerromano,2 proponiendo en el Diccionario
crítico etimológico castellano e hispánico (Coromines y Pascual, 1983) la raíz celta cario para
el término.3
El romanista e hispanista austríaco Leo Spitzer propuso el étimo latino-vulgar no documentado
*caraculum, que sería un diminutivo de charax (καραξ), significando estaca. Este término
divide la misma raíz etimológica de carácter, del griego charácter, que en el original en latín
significaba hierro para marcar ganado. Lo mismo afirma José Pedro Machado en su Dicionário
Etimológico da Lingua Portuguesa (1967), dando como origen para el término el
dicho caraculum, del griego charax, significando estaca, guía para viña.
En oposición a estas hipótesis, el etimologista Christian Schmitt postula la derivación a partir
de un étimo griego καρυον ("nuez"), a través del latín caryon y de un derivado carálium.3
La Real Academia Española considera carajo como de origen incierto.4 Hubo un tiempo en
que se supuso que ese término tenía origen vizcaíno, pero tal suposición fue puesta en duda
pues ni Cervantes ni Quevedo lo usan una sola vez. Hacia 1970 se propuso que el origen
de carajo estaba en una tribu indígena de Brasil. El autor estadounidense Carleton
Beals pretendió demostrar en su libro America south (1937) que el sufijo "-ajo" es criollo y no
castellano, situando el origen del término en la tribu de los carajos evangelizada por el
padre José de Anchieta hacia 1530.56 En una edición anterior a 1965 de su "Diccionario
Etimológico", Coromines había propuesto que carajo podría derivar de una aplicación
humorística del latín tardío caragius, "brujo".5
Álvaro Galmés de Fuentes propone como origen etimológico de los carall-bernat catalanesnota 1
la raíz preindoeuropea kar, significando "piedra" o "roca", de donde derivaría carall.89 Balari en
sus Orígenes Históricos de Cataluña reproduce esta teoría, ya presente en la
obra Wörterbuch der griechischen Eigennamen (1875) de Wilhelm Pape, según la
cual caralis significaría "piedra alta" haciendo notar, sin embargo, que en la toponimia catalana
las variantes de carajo están asociadas a priapolitos, es decir, roquedos de forma fálica. Balari
supone, asimismo, la existencia de una conexión con la ciudad cartaginesa de Caralis, la
actual Cagliari, capital de Cerdeña.10 Coromines también propone una hipótesis semejante,
según la cual carall derivaría del catalán quer ("peñasco"), por un aumentativo querall, siendo
expresión sobre todo vulgar, significando ""miembro erecto y... duro como un peñasco". 7
Según Rafael Chacón, estas teorías emanan de un deseo regional de favorecer un origen
catalán para el término, forzando un sentido original en carall a partir de los roquedos, cuando
lo más probable es que estos fueran así nombrados por tener forma fálica, y no al contrario. 1