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Un cambio de sistemas: la ineficacia de los modelos ante la crisis 2020.

Adolfo Bustillo Lora (11-02)

Las dimensiones de los efectos de la expansión e infección del Virus, no sólo radican en
una cuestión de salud pública, también económica y política. Temas donde las
organizaciones que velan por los derechos humanos se cansan de recalcar la necesidad de
políticas de control y solución efectivos para evitar aumentar la tasa de contagios y de
mortalidad, así como evitar problemas financieros y de autoridad. Por consiguiente, los
Estados deberían velar por la seguridad de sus ciudadanos y de sus estructuras.

Sin embargo, El panorama político internacional frente a la pandemia, sólo evidencia que
en su mayoría los estados no estaban preparados para enfrentar una situación como esa y
ante las consecuencias de carácter negativo, sus políticas no han sido sustancialmente
efectivas y sólo muestran el quebrantamiento de los sistemas socio-económicos e
ideológicos que se establecieron durante los últimos años.

La llegada de la infección global ha puesto en jaque las estructuras de poder y economía


que resguardaban los países durante todo este tiempo, estos, no demuestran capacidad para
sobrellevar una crisis de la mejor forma y plantea un dilema acerca de la efectividad de los
modelos a corto y largo plazo. Porque lo que sucede no es resultado sólo de las
irregularidades actuales, también lo es, de tantos años bajo las mismas acciones que
generaron problemas antes y ahora pesan más.

Por ejemplo, en aspectos humanitarios. Las reformas implementadas en América Latina


para el mejor funcionamiento del Estado se estructuran en beneficio de los mercados y el
capitalismo internacional, renegando su papel como pieza fundamental para el bienestar o
bien común. Y aquellas reformas que lo intentan no logran obtenerse por limitaciones en
las formas burocráticas. Esto implica, que los Estados, durante años, se esforzaron por
alcanzar un punto de economía similar al extranjero, olvidándose poco a poco de cuestiones
humanas. Esto implica, que actualmente, los recursos de la nación no basten para mantener
un bien común frente a la pandemia, porque el estado, no es benefactor, sino de tendencia
al mercado.
Una de las expresiones más nítidas en este sentido no las otorga María Fernanda Ramírez
Brouchoud, cuando indica que “Las medidas adoptadas, a fin de adaptarse al capitalismo
globalizado y los imperativos de diversos organismos internacionales, no conciben al
Estado como relación social, garante del bien común, sino en términos de tamaño y
presupuesto” (María Ramírez, 2009, p.26) Y es que, estás medidas aunque simbolicen un
crecimiento económico y adaptación internacional, se queda atrás para solventar crisis
humanitarias. Porque aunque se genere dinero, no está distribuido correctamente y se pierde
ante comportamientos antitéticos de los gobernantes y el freno a las actividades
económicas-

Por otro lado, está la cuestión económica, los estados adquirieron unos modelos
capitalistas, neoliberales, de producción masiva con fines a una globalización y alcance
económico mundial. Lo que sucede, es que la economía en este estado es frágil, y los
precios de muchísimos recursos y productos son inestables. Por lo tanto, ante una crisis que
simboliza aislamiento y control masivo de las circulaciones y la distribución de recursos y
productos, se espera que esa producción en masa y organización se vea limitada.

Lo que llevaría al detenimiento de ciertos campos de la economía y de otras actividades


que mantenían laboralmente a muchísimos individuos. Sin embargo, si no existiera ese
aislamiento y freno a ciertas actividades económicas, la expansión del virus sería mayor.
Entonces, el Estado debe elegir entre salud pública y su economía. Si escoge la primera, el
freno de la economía sería evidente por las múltiples imitaciones, y si escoge la segunda se
expone al aumento del problema de salud pública por el crecimiento de las infecciones. La
forma en cómo los estados estaban produciendo ahora no funciona y se comienza a
quebrantar.

En países como Colombia, la cuarentena ha sido obligatoria, y se han propuesto toques de


queda, sin embargo, existen poblaciones que para mantenerse económicamente requieren
salir a la calle, como aquellos que permanecen en la informalidad. Mientras en Brasil, se
han dado pocas medidas efectivas para solventar problemas, sobreponiendo la producción
sobre la salud. Lo mismo en Nicaragua, en donde Ortega, indico, que los números no eran
suficientes para determinar una calamidad, y que se tenía que trabajar.
Y en este aspecto tan monetario, se prenden las alarmas no sólo por la caída espeluznante
del precio del petróleo West Texas Intermediate, que quedó en números negativos, o el
precio de otros recursos minerales (Gabriel M, 2020). También, cuando diversas
organizaciones que conforman la supranacionalidad actual en sus comunicados hablan de
una “Pandemia de hambre” (HRW, 2020), de un problema tanto económico como
humanitario. Un periodo de hambruna mundial nos asecha, por la crisis de recursos y su
distribución monetaria. Y las limitaciones que eso trae consigo a los estados, que no podían
solventar sus anteriores números de pobreza y que ahora se les agudiza.

Se entiende, entonces, que las naciones se enfrentan a un conflicto sin precedentes, que
significa una revolución en los modelos que se llevan implementando desde hace tantos
años, donde un aislamiento hace debilitar a la economía, y ese debilitamiento crea
situaciones que no pueden mantener el bien común. Estos sistemas socio-económicos les
cuestan mantenerse en pie ante la pandemia por sus mismas características y las formas en
cómo los países los usaron durante todo este tiempo.

Por lo tanto, es válido concluir, que ante estos nuevos sucesos, se requieren nuevas medias,
nuevos modelos, o al menos que estos reciban cambios y se replanteen, para evitar que
hechos como estos no se repitan y que se vayan generando modelos más concretos que
puedan garantizar el bien común y una economía estable. Es mirar al presente, proponer
soluciones y cambios para que un futuro se pueda vivir mejor.

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