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Weissmahr
Teología
natural
CURSO FUNDAMENTAL DE FILOSOFÍA
TEOLOGÍA NATURAL
Por BÉLA WE1SSMAHR
BARCELONA
EDITORIAL HERDER
1986
BÉLA WEISSMAHR
TEOLOGÍA NATURAL
BARCELONA
EDITORIAL HERDER
1986
Vm*6n cutclkna de CLAUDIO GANCHO de U obra de
B£LA WE1SSMAHR. Pbiiotopbucb* GotteiUbre,
Vcrbg W Kohlhammer GmbH, Snm gan 1983
ISBN 84*234-l309>8
5
Parte segunda; El ¿«arrollo metodológico de alguno» hecho»
que señalan a Dios
6
IV. Las consecuencias del serenado del m undo ........................................ 162
1. Dios conserva el mundo eo el ser y de una manera divina participa
en todo el obrar de las cosas mundanas .......................................... 162
2. El obrar personal y libre de Dios en el mundo ............................... 166
a) El modelo de exposición considerado como tradicional y su
problem ática................................................................................. 166
b) ¿Cómo se ha de concebir esc obrar de Dios en el mundo que da
a conocer su personalidad ? .......................................................... 169
P in roeraí dispone ita del ceno y para facilitar Lu remom o a, le» d a n r i a «parado» a r i a p r o r a »
de un número marginal
U i referencias biblmfrlficu al final de loa aparados u nco p an la prafonduauón del rema m iado
en cmI* caso La bibliof rafia al final del libro tiene la función etrh aan de completar loa dama de m i re
ferencias bibliográficas aducidas en cim enta can el reno
7
INTRODUCCIÓN
9
incluso contradictorias, alientan experiencias e ideas muy simi
lares
El hombre religioso experimenta a Dios como un poder
personal, del que depende en toda su existencia. Reconoce ese
poder personal, cuando se vuelve a la divinidad en una ple
garia o en una oración de alabanza o bien cuando le ofrece
sacrificios En las grandes religiones monoteístas, Dios es a la
vez el creador, la causa primera del mundo entero, la realidad
última e incondicionada. Pese a lo cual Dios no se convierte
por ello en un principio impersonal, sino que se afianza más
bien como aquel al que el hombre debe adorar, anee el cual el
hombre deberá responder y a quien el hombre puede acercarse
confiado en la esperanza de que será oído.
Las cuestiones, a las que da respuesta la religión cuando se
refiere a Dios (o a los dioses), articulan evidentemente unas
ideas que en todo tiempo han preocupado a los hombres. Así,
pues, las religiones responden a cuestiones reales. Pero ¿son
respuestas verdaderas? ¿Pueden aguantarse frente a la razón?
t Habla la religión de la realidad cuando se refiere a Dios? ¿No
es el concepto de Dios un mero producto de la imaginación,
una simple proyección de los deseos e ideales humanos? Sin
duda que para el hombre religioso Dios significa una realidad,
más aún, la realidad más real que cualquier otra, pero ¿lleva
razón al afirmarlo?
Cuando se plantea de modo explícito la cuestión de la ver
dad. tienen que darse unas razones que induzcan a considerar
verdadera una afirmación; es decir, hemos de poder argumen
tar Ciertamente que los puntos de vista de quienes afirman la
existencia de Dios son muy diferentes en cuanto a la manera
como deba plantearse la argumentación y cuál deba ser su des
arrollo. Aunque todos están de acuerdo, al cuestionar su fe en
Dios, en que es necesario fundamentar su convicción de algún
modo. Cualquiera sea la forma que se manifieste la fe en Dios,
lo cierto es que todos se plantean con una necesidad interna
una reflexión, al menos inicialmente filosófica, sobre el proble
ma de Dios.
Por lo demás, la misma filosofía se formula por su parte la
pregunta acerca de Dios, pues que su tarea primordial y
específica es la de plantearse la cuestión del fundamento últi
mo de la realidad e intentar darle una respuesta. Verdad es que
al presente muchos piensan que la filosofía no está en grado de
m
satisfacer tales pretensiones y que, como filósofos, más bien
habríamos de renunciar a esos planes irrealistas y limitamos a la
exposición de las reglas formales del pensamiento, al análisis
del lenguaje y al análisis de las condiciones en que es posible
un conocimiento científico. Ello equivaldría desde luego a en
tender la filosofía como una ciencia particular entre otras
muchas. Pero eso no sólo está en contra de su propia tradición,
sino que además plantea la pregunta de si con. eso no resultará
ella misma inútil. Cualesquiera sean, pues, las respuestas
concretas y sistemáticas que se den a la cuestión del fundamen
to último, no se puede negar que la cuestión en sí está justifi
cada. Y, por ende, la filosofía no puede renunciar al menos a
su discusión.
El problema del fundamento último o de la realidad incon- 5
dicionada no aflora ciertamente cuando sólo se trata de la solu
ción práctica de las tareas particulares de nuestra vida; pese a lo
cual todos admitimos tácitamente que existe un fundamento
último de todas las cosas, una realidad incondicionada. De
biendo entender por tal la unidad última de todo lo plural, la
condición que posibilita todo cuanto existe. Y como esa reali
dad última es incondicional o —lo que es lo mismo— no de
pende de nada que esté fuera de ella, está «desvinculada» de
todas las condiciones reales, por ello la denominamos también
«lo absoluto».
Que algo así tenga que darse, propiamente no puede discu
tirse. En efecto, si existe alguna cosa —y eso nadie podrá po
nerlo en duda—, no puede por menos de suponetsc algo que
es la realidad última, la realidad que no puede deberse a nin
guna otra cosa. A la pregunta «¿Por qué existe algo, y no más
bien nada?» sólo cabe dar una respuesta: porque existe algo
que, en tanto que realidad última, como realidad incondicio
nada, existe «por su misma naturaleza», existe «por sí misma».
Mas aunque no se puede negar en serio la existencia de lo 6
absoluto (o al menos no hay ningún filósofo importante que
haya afirmado explícitamente que no hay nada absoluto), sí
que se ha dicho muchas veces que no es posible con ayuda de
la razón humana dar respuesta a las cuestiones que se refieren
al fundamento último de todas las cosas, a una realidad abso
luta; o que, al menos, no es posible un conocimiento fundado
de lo absoluto. Con otras palabras, se ha dicho que no se
puede afirmar nada con sentido acerca de lo absoluto. Habre-
11
mos de afrontar extensamente la negación radical, que aquí se
enuncia, de la posibilidad de un conocimiento que sobrepasa
las fronteras de lo empírico y experimental y que aprehende el
oculto y único fundamento existencial de la realidad múltiple.
Y ello porque al responder a la cuestión de la posibilidad de
un conocimiento metafísico, habremos ya tomado todas las de
cisiones importantes para resolver el auténtico problema de
Dios, aunque la mentada cuestión sólo se nos aparezca de pri
meras como una condición previa c indispensable para poder
plantearnos el problema de Dios en todo su alcance. De hecho
la cuestión va más lejos, porque la objeción teórica más im
portante contra la afirmación de la existencia de Dios es la que
se apoya en la supuesta incapacidad de la razón humana para
conocer lo absoluto. En la presente situación espiritual esto es
algo que aparece con toda claridad.
No obstante, el verdadero problema en el que reside la
controversia entre teístas y ateos no es, al menos formalmente,
la cuestión de si lo absoluto es cognoscible y, menos aún, de si
existe lo absoluto, sino más bien la cuestión de ¿qué es lo abso
luto? Porque en el fondo tanto ateos como teístas convienen en
que existe una realidad absoluta, incondicionada. Sólo que, se
gún los ateos, lo incondicionado se identifica con el conjunto
del mundo material, es decir, con la «materia» (que desde
luego, en su opinión, no puede equipararse con las distintas
partes materiales del mundo); o bien, lo incondicionado es el
proceso dinámico universal entendido de distinta forma, o es la
libertad humana individual la que se considera como lo incon-
dicionado. Por el contrario, para quienes afirman la existencia
de Dios, lo absoluto no puede identificarse ni con el conjunto
del mundo experimental ni con ninguna de sus propiedades,
sino que tiene que diferenciarse de aquél y de éstas.
Cierto que al definir esa diferencia también los teístas han
de proceder con cautela, pues que también ellos tienen que re
ferir la realidad mundana con todos sus elementos a lo absolu
to. y por lo mismo no pueden afirmar una tal diversidad que
excluya cualquier coincidencia. Aun así no pueden identificar
sin más lo absoluto con el mundo ni con ninguno de sus aspec
tos, sino que deberán hablar de «superioridad frente al m un
do» o de «trascendencia».
Así. pues, la pregunta filosófica acerca de Dios suena así:
cqué es lo absoluto? Mas, cuando se ha llegado a este punto,
12
afloran de inmediato otras preguntas en las que de nuevo se
hace patente la estrecha conexión de dicha pregunta con el
problema del conocimiento de lo absoluto que en principio he
mos calificado de cuestión previa. Porque con la pregunta de
que es lo absoluto se plantea la cuestión de la realidad última
en una forma tal que en su respuesta no podemos actuar cual si
en modo alguno no fuera problemático lo que ha de entender
se por «realidad». El interrogativo «qué» parece referirse a un
objeto, a un «algo». Pero ¿se puede designar congruentemente
lo absoluto como «algo»? Se trata a todas luces de la compren
sión de la realidad como tal y, por tanto, entra en juego tam
bién la cuestión de qué significa «conocer», de qué experiencias
y formas de conocimiento nos abren el acceso a las dimensiones
últimas de la realidad.
La alternativa decisiva es ésta: todo bien pensado, ¿es la rea
lidad en último análisis un ello o un tú?, ¿es lo absoluto una
cosa o se comporta más bien como un sujeto? Y en una formu
lación más tajante: en tanto que persona, es decir, como ser
que conoce y que se determina a sí mismo de una manera
consciente, ¿está el hombre solo en el universo?, ¿se enfrenta
como conocedor a lo absoluto cual desconocido por éste? ¿O
hemos de admitir más bien que el fundamento primero de to
da la realidad es en sí alguien personal; es decir, existente de
tal modo que nosostros como conocedores y deseantes nos en
frentamos a él como a alguien que originariamente nos cono
ce y nos quiere, y con quien puede establecerse algo así como
una relación personal? Dicho con otras palabras: ¿Soy yo, y
todo cuando me rodea, puramente casual, o he sido querido y
proyectado (por el absoluto)?
De cara a esta cuestión la determinación del sencido del co
nocimiento y de la subjetividad en general ya no es una mera
cuestión preliminar, sino un elemento intrínseco de la respues
ta que ha de darse. En esta perspectiva cabe precisar mejor el
problema filosófico de Dios diciendo: ¿Es lo absoluto una rea
lidad impersonal o una realidad personal?
Cuando se explícita en la forma indicada la cuestión acerca 9
del absoluto, huelga en buena medida la discusión de por qué
puede decirse que cuando el filósofo demuestra que existe lo
absoluto y que ha de entenderse como trascendente al mundo
y personal, está demostrando la existencia de Dios; es decir, la
existencia de aquel ser supremo del que hablan las religiones
13
monoteístas. Pues la oposición, recordada a menudo desde Pas
cal, entre el Dios de los filósofos y el Dios de Abraham, de
Isaac y de Jacob, sólo se plantea en toda su acritud cuando el
problema filosófico de Dios se formula cual si se tratase única
mente del qué de lo absoluto; y con ello se impone la opinión
de que la filosofía a lo más que puede llegar es a una afirma
ción de la existencia de un absoluto que aparece como abstrac
to v que es trascendente al mundo. Sin caer en la cuenta de
que la respuesta a la pregunta formulada sólo suena tan abs
tracta cuando tácitamente se ha equiparado el conocimiento
con una manera de conocer; a saber, con el conocimiento que
está al servicio de la racionalidad técnica y que persigue una
claridad analítica.
10 Pese a todo lo cual hemos de reconocer que entre el con
cepto de Dios que tiene la filosofía y el de la religión existe una
cierta tensión y que ésta es inevitable. El concepto filosófico de
Dios, el concepto de lo absoluto trascendente, aunque lo abso
luto se entienda como una realidad personal, siempre retrocede
de algún modo frente al concepto de Dios que tiene la reli
gión. Ni siquiera lo absoluto trascendente, entendido de una
manera personal, es conceptualmente lo mismo que el Dios de
la salvación, que se revela a sí mismo, dirige la historia del
mundo e interviene en ella. El concepto de Dios de la filosofía,
en la medida en que es un esfuerzo mental debido al hombre,
se distingue del concepto religioso que se debe a la autorrevela-
ción de una persona absoluta.
Pero esto no es más que una cara de la medalla, porque el
concepto filosófico de Dios es bajo un cieno aspecto más per
fecto que el concepto de Dios que tienen muchos hombres reli
giosos. En electo, está menos amenazado por deformaciones
antropomórficas. Es evidente que un cieno antropomorfismo
en la concepción religiosa de Dios resulta inevitable, pues que
la religión sólo puede hablar de Dios en imágenes y símbolos
que derivan de la experiencia humana; y en ese sentido los ras
gos antropomórficos del concepto de Dios no representan nin
gún tipo de amenaza para la actitud religiosa. Pero la imagen
antropomorfa de Dios sí que puede conducir a la perversión de
lo religioso y a una concepción mágica. El hombre de mentali
dad mágica piensa que, mediante ciertas prácticas y recurriendo
a determinados ritos, puede disponer de la fuerza divina y po
ner asi la divinidad a su servicio. Con lo cual se pervierte por
14
completo la relación divina. De ahí que el enfrentamiento filo
sófico con el problema de Dios represente para la religión una
ayuda con la que superar los elementos mágicos en la represen
tación de Dios. Los impulsos de crítica de la religión que par
ten de la filosofía se han demostrado a menudo como promo
tores de la religión. Y, a su vez, también el concepto de Dios
que tienen las religiones (sobre todo las religiones monoteístas)
ha estimulado de múltiples formas el pensamiento filosófico.
A continuación trataremos la cuestión de la existencia y na- 11
turaleza de Dios en un plano filosófico; es decir, con ayuda de
la razón humana argumentativa. Así, pues, en nuestras refle
xiones y razonamientos sólo nos apoyaremos en aquello que,
por principio, puede ser accesible a cualquier hombre.
La división de este tratado es bien simple. En la parte pri
mera se estudian las condiciones del conocimiento divino en la
capacidad cognitiva del hombre. La parte segunda contribuye
al desarrollo metodológico de algunos hechos escogidos, que
apuntan a la existencia de Dios. Y la pane tercera versa sobre
la cuestión de qué es lo que nosotros podemos saber acerca de
Dios.
15
PARTE PRIMERA
19
I
23
desprenda de la misma cosa, sino más bien porque así está de
terminado bien por factores hereditarios o por normas psicoló
gicas que son una consecuencia de la evolución histórica de su
especie, o bien por unas influencias más individuales, como
serían la educación, la pertenencia a una clase, la situación eco
nómica, etc. Según sea el elemento que se considera determi
nante en la formación de las afirmaciones que se consideran
verdaderas, podrán distinguirse diferentes tipos de relativismo,
como son el biologismo, el psicologismo y las distintas formas
de historicismo (por ejemplo, el materialismo historicista).
20 El relativismo está en lo cierto en la medida en que nuestro
conocimiento siempre capta de hecho la realidad en una deter
minada perspectiva y, por tanto, de una forma relativa. La ver
dad de las afirmaciones formuladas explícitamente y expuestas
con una precisión conceptual depende siempre del contexto
lingüístico o hermenéutico total, que nunca puede tematizarse
por completo; una frase sólo tiene sentido y, por lo mismo,
sólo puede entenderse correctamente dentro de un contexto
completo. Lo «que es» nosotros lo captamos siempre bajo un
aspecto determinado, y no es fácil en modo alguno ver con cla
ridad si las perspectivas con las que otro accede a la cosa coinci
den en lo esencial con las nuestras, ni si otras personas entien
den la afirmación realmente como nosotros.
También hay que darle la razón al relativismo, cuando afir
ma que los factores, que nos determinan en nuestra existencia
biológica, psicológica y social, influyen realmente en lo que
nosotros conocemos y en la forma de esos nuestros conocimien
tos (en el sentido, por ejemplo, en que determinan la dirección
de nuestra atención, y en que permiten destacar unos aspec
tos de la realidad más que otros, etc.).
Al mismo tiempo, sin embargo, hay que insistir en que el
relativismo constituye un error grave, al menos en su forma ra
dical. La prueba más clara en este sentido es que se elimina a sí
mismo tan pronto como se le aplican sus propios principios.
Todo relativista supone tácitamente la posibilidad de unas afir
maciones absolutamente válidas. Sólo sobre ese supuesto puede
proclamar como verdadero el relativismo, y sólo sobre tal su
puesto puede calificar de ilusión la idea de que existe un cono
cimiento humano con validez absoluta; sólo sobre tal supuesto
pue e argumentar en general. Y a nada de todo eso puede re
nunciar, si quiere tomarse en serio. Más aún: si el conocimien-
24
to del que podemos disponer fuera de hecho meramente relati
vo, jamás podríamos reconocer la relatividad de ese nuestro co
nocimiento. Pues el conocimiento de lo relativo como tal supo
ne un punto de vista que ya no puede ser relativo a su vez. Lo
cual no significa, por lo demás, que ese punto de vista absoluto
tenga que serlo de forma explícita en nuestra conciencia.
27
II
29
te la existencia de algo, hemos de subrayar de inmediato que
m siquiera la percepción sensible como tal nos capacita para
hacer afirmaciones acerca de existencia alguna, puesto que de
por sí la percepción de los sentidos jamás alcanza al ser de las
cosas La percepción de los sentidos sólo registra el fenómeno, o
más exactamente, la afección subjetiva de los sentidos. Pero no
dice nada más, ni hace afirmación alguna con pretensiones de
validez universal. Eso sólo se da mediante una actividad inte
lectual que va más allá de la misma (y que en el hombre aflora
desde luego de forma espontánea), actividad que alcanza su
pleno desarrollo en el juicio. Por lo mismo sin un juicio (afir
mativo) —sin una afirmación con pretensiones de verdad— no
se da ningún conocimiento de la existencia.
Pero ¿a qué se debe que el juicio sea capaz de afirmar váli
damente una existencia? Pues, dicho brevemente, a que en él
se expresa una experiencia de la realidad o del ser (que por lo
demás sólo alumbra en la realización del juicio, siendo por tanto
atcmática en sí). Volveremos aún sobre este latente elemento
experimental, del que depende la validez real de todo nuestro
conocimiento. Pero antes vamos a hacer algunas considera
ciones en el sentido de que la percepción sensible no es más
que un elemento de la experiencia.
A menudo se formula la pregunta de si es posible de
mostrar como existente algo que no es directamente percep
tible. La pregunta es de un gran alcance. En ella se manifiesta
con claridad ante todo la actitud ingenuamente empirista de la
persona que todavía no ha tomado conciencia de lo complejo
que es el conocimiento humano. Pero a la vez, y de manera
concomitante, se pone también de manifiesto que quien así
plantea la pregunta en el fondo ya ha superado el empirismo
ingenuo y no hace sino expresar de manera imprecisa su idea
de que el hombre puede percibir sensiblemente la existencia
como tal en el caso de un objeto perceptible de forma directa.
Esa forma de expresión del lenguaje cotidiano, que desde
una terminología filosófica diferenciada habría que calificar de
imprecisa, es en cienos aspectos superior incluso al lenguaje fi
losófico matizado, puesto que cuando se trata del conocimien
to en su sentido concreto no existe ninguna percepción sensible
aislada
Un conocimiento sensible sin ciertos juicios es una pura
a tracción, tan pronto como el hombre percibe algo, también
su inteligencia se pone en movimiento y capta la realidad como
tal, capta el ser de las cosas.
En la experiencia aflora al primer plano el elemento del es- 33
tar determinado por otro, es decir, el elemento de la pasividad.
Este aspecto se hace patente sobre todo en la percepción sen
sible; pero, a la vez, tampoco la percepción sensible es un mero
ser afectado; a los órganos de los sentidos les incumbe un papel
activo en la percepción. Lo cual ocurre mucho más aún cuando
no se trata de elementos particulares más o menos aislados, sino
que se trata del conocimiento de lo existente como tal. La exis
tencia sólo podemos conocerla en la medida en que experimen
tamos directamente en nosotros mismos, en nuestra propia rea
lización vital, lo que significa «existir». La propia existencia,
aprehendida directamente en la conciencia que tenemos de nos
otros mismos (captación que, por lo demás, siempre nos viene
dada a través del contacto con el otro que está frente a nos
otros) es la única que nos proporciona el saber acerca de la exis
tencia en general, con lo cual nos capacita para reconocer la
existencia aunque transformada en todo lo demás.
De acuerdo con cuanto hemos dicho hasta ahora, la exis- 34
rencia de Dios sólo podrá demostrarse, si se logra probar que el
saber acerca de la existencia de Dios pertenece de algún modo
al contenido de nuestra experiencia, aunque evidentemente
Dios no aparezca en el primer plano de nuestro conocimiento.
Probarlo será la tarea que nos espera a continuación. En la me
dida en que la cumplamos, quedarán demostradas como verda
deras muchas de las cosas que hemos afirmado sobre la expe
riencia.
Por el momento, sin embargo, no tratamos todavía de
Dios, sino de lo incondicionado.
1. La experiencia de lo incondicionado
31
pues, aunque nunca esté a nuestra disposición a la manera en
que lo está un objeto particular.
La observación última señala ya la dirección en que debe
mos buscar la realidad incondicionada. En efecto, para poder
descubrir los elementos que apuntan a la misma no hemos de
prestar atención simplemente a lo que nos viene dado como
objeto conocido de forma explícita y como determinable de
manera clara e inequívoca. Si dirigimos nuestra atención única
mente a los contenidos explícitos de nuestro conocimiento, ja
más nos encontraremos con lo incondicionado. Sólo lo des
cubriremos si nos aplicamos al conocimiento mismo en tanto
que es la actividad del sujeto cognoscente. El conocimiento no
lo analizaremos ciertamente desde la perspectiva psicológica, o
sea, no como una actividad más entre otras muchas, sino que el
conocimiento nos interesa en canto que conocimiento, como
aquella actividad por la que entramos en contacto con la reali
dad como tal. ¿Y qué es lo que en ese conocimiento como tal
se contiene? ¿Qué implica cada acto humano concreto de cono
cimiento?
36 Por las investigaciones de la teoría del conocimiento sabe
mos, entre otras cosas, lo siguiente: el hombre sabe (aunque en
general no piense sobre ello) que su percepción sensible está
muy lejos de una objetividad completa, y sabe por lo mismo
que un conocimiento sensible es en buena medida subjetivo,
por cuanto que sólo nos transmite la realidad tal como ésta se
nos aparece en relación con nuestros órganos sensores (y como
filtrada a través de los mismos). Cierto que la percepción sen
sible es una forma concreta de conocimiento; pero en ella lo
objetivo y lo subjetivo forman una unidad indisoluble.
Sabemos, además, que el hombre, que expresa las ideas de
su inteligencia por medio del lenguaje, y por ende con concep
tos generales y consiguientemente abstractos, tiene conciencia
del carácter modélico de su conocimiento conceptual. Sabe,
pues, que ni siquiera ese conocimiento le ofrece la realidad con
una exactitud completa. En contraste con la percepción sensible
aparece ahí ciertamente el carácter general y necesario y con
ello la objetividad como tal; pero dado que el conocimiento
conceptual deja de lado lo singular, lo concreto y los rasgos in
dividuales, tampoco aquí se puede hablar de una objetividad
completa del conocimiento.
Mas para poder establecer la objetividad no completa tanto
32
de la percepción sensible como del conocimiento intelectual, el
hombre tiene que disponer de un criterio absoluto de objetivi
dad. Pues en el caso de que no tuviera a su disposición seme
jante criterio, nunca podría saber acerca de la determinación
fuertemente subjetiva (derivada de él mismo en canto que co
nocedor) de su conocimiento. Así, pues, en la medida en que
sabemos que la dimensión superficial de nuestro conocimiento
no puede contar como plenamente objetiva, sabemos por
inclusión que nuestro conocimiento tiene un cierto carácter in
condicionado. Dicho con mayor precisión: tenemos noticia de
un elemento incondicionado en nuestro conocimiento. En este
punto se advierte, pues, que en cada proceso cognitivo hum a
no está presente de forma no explícita, es decir, en el fondo, la
incondicionalidad como un elemento constitutivo del conoci
miento humano en su conjunto.
Pues bien, si a ese conocimiento que nunca es realmente
objeto posible de tematización, que sólo viene dado con otro y
que sólo aflora en el proceso cognitivo, pero que como funda
mento de la objetividad de todos nuestros conocimientos temá
ticos está presente en nuestra conciencia y pertenece por tanto
al contenido de nuestra conciencia cognitiva (dado de modo in
mediato a la conciencia), un conocimiento que nosotros sólo
podemos elevar hasta la conciencia explícita mediante una
reflexión sobre las condiciones necesarias de nuestra forma de
conocer los objetos (es decir, mediante la denominada «deduc
ción trascendental»), si nosotros, digo, llamamos a esc conoci
miento experiencia existencial, experiencia atemática del ser o
experiencia trascendental, empleando una expresión de Karl
Rahner (Rahner 1976, 31), habremos de decir que mediante la
misma no sólo experimentamos la radical objetividad de
nuestro conocimiento, sino también la norma incondicionada
de dicha objetividad; es decir, la misma realidad incondicio
nada. La experiencia atemática del ser o la experiencia trascen
dental es, pues, la experiencia (que por su naturaleza jamás
conduce a un conocimiento claro del objeto) de lo absoluto
mismo.
Vamos a razonar un poco más ampliamente sobre esta núes- 38
tra última afirmación. Hemos dicho que si la incondicionalidad
es un elemento constitutivo que viene dado básicamente en el
conocimiento humano, considerado en su totalidad, quiere de
cirse que (algo) absoluto (o el absoluto) pertenece también bá-
b) La incondicionalidad de la verdad
39
p r o c e s o n e g a t iv o . P u es q u e , si r e a lm e n t e n o h u b ie r a n in g ú n
v a lo r o b j e t i v o y , e n c o n s e c u e n c i a , n i n g ú n orden o b je tiv o d e
lo s v a lo r e s , t a m p o c o s e d a r ía d i f e r e n c i a a l g u n a e n t r e d o s a s e v e
r a c io n e s c o n tr a d ic to r ia s e n t r e s í a c e r c a d e s u v a lía ; c o n o tr a s p a
la b r a s , u n e n u n c i a d o v e r d a d e r o s e t ía t a n v á l i d o y v a l i o s o c o m o
u n o fa ls o . P e r o e s o e q u iv a l d r ía a la n e g a c i ó n d e t o d a v e r d a d . Y
si n o h a y v e r d a d a l g u n a , t a m p o c o p u e d e s e r v e r d a d e r a e n m o
d o a lg u n o la a s e v e r a c ió n d e q u e n o e x i s t e n i n g ú n v a lo r o b -
ic t iv o .
50 D e e s t a v is ió n d e la s c o s a s s e d e r iv a , p o r e j e m p l o , q u e e s
a b s u r d a la id e a d e u n a r a d ic a l lib e r t a d d e la c i e n c i a , f r e n t e a
lo s v a lo r e s p o r q u e t o d a c ie n c ia e s t á a b s o l u t a m e n t e o b l i g a d a a la
v e r d a d y p o r q u e , r e s p e c t i v a m e n t e , la id e a d e la i n d e p e n d e n c i a
d e lo s v a lo r e s , lle v a d a a l e x t r e m o , d e s v in c u la r ía a la c i e n c i a d e l
d e b e r f r e n te a la v e r d a d , c o n lo q u e a c a b a r ía a n i q u i l a n d o a e s a
m is m a c ie n c ia .
E n u n a s p e c t o p o s i t i v o , d e lo d i c h o se d e d u c e q u e la b u e n a
v o lu n t a d — d e s ig n a d a p o r K a n t c o n r a z ó n c o m o e l b i e n s in
m á s — se h a c e b u e n a p o r la v o l u n t a d d e v e r d a d «La é t ic a d e s
can sa . e n e l a s e n t i m i e n t o c o g n i t i v o y v o l u n t a r i o a l s e r , a la
r e a lid a d , p o r lo q u e la v o lu n t a d d e v e r d a d n o e s u n e j e m p l o d e
v a lo r é t ic o e n t r e o tr o s v a r io s , s i n o q u e e s e l v a lo r b á s ic o q u e
e s t r u c t u r a u n a a c t it u d é tic a c o m o ta l» ( O g i e r m a n n 1 9 7 4 , 6 8 ).
51 Lo e x p u e s t o h a s ta a h o r a a c e r c a d e l c o n o c i m i e n t o d e la v e r
d a d c a b e t a m b i é n c o n f ir m a r lo m e d i a n t e u n a n á li s is d e l o b r a r
hum ano N o s o t r o s lo s h o m b r e s , c o m o p o r lo d e m á s t o d o s lo s
a n im a le s , a c t u a m o s , o b r a m o s p a r a s a tis fa c e r n u e s t r a s n e c e s i d a
d e s ( e n t e n d i e n d o la p a la b r a e n s u s e n t i d o m á s a m p l i o ) . L o q u e
s a tis fa c e n u e s tr a s n e c e s id a d e s e s p a r a n o s o t r o s u n v a lo r . E n v ir
t u d d e n u e s tr a n a t u r a le z a r a c io n a l c o n o c e m o s , a d if e r e n c i a d e
o tr o s a n im a le s , n u e s tr a s n e c e s i d a d e s c o m o ta le s , con ocem os
t a m b ié n la p lu r a lid a d d e la s m is m a s y , e n c o n s e c u e n c i a , c o n o
c e m o s la d iv e r s id a d d e v a lo r e s . N o s v a m o s a d o r m ir p o r q u e e s
ta m o s c a n s a d o s , c o m e m o s y b e b e m o s p o r q u e s e n t i m o s h a m b r e
y s e d , b u s c a m o s la c o m p a ñ í a d e o tr a s p e r s o n a s p o r q u e s in e l
c o n t a c to c o n n u e s tr o s s e m e j a n t e s n o s s e n t i m o s s o l o s y d e s a m
p a r a d o s , d is p o n e m o s d e ta l m a n e r a lo s o b j e t o s d e n u e s t r o u s o
q u e , a d e m á s d e s u u t ilid a d a p a r e c e n b e l l o s , p o r q u e t e n e m o s
u n a n e c e s id a d d e b e lle z a , e t c .
Los v a lo r e s q u e c a p t a m o s e s t á n t o d o s r e f e r id o s e n p r i n c i p i o
a s u j e to p e r o d e u n a m a n e r a d if e r e n c ia d a . C o n o c e m o s n u e s -
40
tras necesidades biológicas y vitales así como los cotrcspon-
dientes valores biológicos y vitales también; reconocemos como
valor cultural aquello que satisface nuestra necesidad de forma
ción y de saber, y cual valor estético aquello que responde a
nuestro anhelo de belleza; finalmente, conocemos unos valores
interpersonales, como la lealtad, veracidad, altruismo, etc.,
que van anejos a las necesidades personales más profundas de
nuestro ser humano.
En el conocimiento diferenciado de los valores no sólo reco
nocemos la mera diversidad de los diferentes valores sino tam
bién las relaciones de unos con otros; es decir, reconocemos
que existe un orden de los valores objetivo, que brota de la na
turaleza misma de la realidad que nos viene dada y sobre la
que no podemos disponer arbitrariamente. Sabemos que sabo
rear un buen vino, hacer un viaje a Italia, escuchar un concier
to, mantener una promesa, ayudar a quien se halla en una ne
cesidad, pueden ser todas ellas acciones valiosas, aunque en su
calidad de valores no puedan equipararse, porque en el fondo
ya sabemos cuáles debemos preferir en el caso de que entrasen
en conflicto Es sobre todo en las situaciones conflictivas donde
se echa de ver que existen unos valores éticos, es decir, unas
normas objetivas y absolutas. Y a la vez se advierte también
que el valor ético en el fondo no es distinto de los otros valores
relacionados con las necesidades particulares, no es un valor
que se añada a los mismos, sino que consiste en actuar confór
me a un orden de los valores objetivo, es decir, que responde a
la realidad.
De todo lo dicho se deduce no solamente que el valor ético 52
no se puede separar y aislar nunca de la realización de otros va
lores (con otras palabras: que una consideración meramente
formal del valor ético desfigura la esencia de lo ético), sino
también que en el reconocimiento de la jerarquización objetiva
de los valores válidos para mí —y ahí radica la esencia del valor
ético— se supone necesariamente algo incondicionado, aunque
sólo sea en forma atemática. Porque sin una norma incondi
cionada en el fondo no se podría hablar de una jerarquización
objetiva (anterior a nosotros) en el orden de los valores. Esto se
echa de ver sobre todo en que el rechazo de un criterio axioló-
gico objetivo conduce necesariamente a un relativismo radical,
para el que cualquier valoración es un acto puramente subjeti
vo y, en definitiva, caprichoso.
41
Cierto que el hombre puede defender esto en teoría (y sin
ninguna responsabilidad), pero en la práctica nadie se rige en
modo alguno por ello. Nadie le dará la razón a quien proclama
que el hombre carece de obligaciones reales de cualquier tipo
frente a sí mismo y frente a los demás, que es exactamente
igual la forma en que uno se comporta con los demás, que es
lo mismo explotarlos o prestarles ayuda. Así, pues, persiste la in-
condicionalidad del valor moral, la incondicionalidad de la obli
gación moral (de regirse por la norma objetiva de los valores),
cuando no se atiende tanto a lo que dicen los hombres sino a lo
que exigen de todos (incluso de sí mismo).
d) La incondicionalidad de la libertad
¿SE P U E D E H A B L A R D E U N A E X P E R IE N C IA D E D IO S ?
45
q u e p o r lo d e m á s e l h o m b r e p u e d a c o n o c e r a D i o s ta l c o m o e s
e n s í m i s m o . P e r o lo q u e e s p r im e r o e n e l o r d e n d e l s e r e s t a m
b i é n . p a r a G i o b e t t i , lo p r im e r o e n e l o r d e n d e l c o n o c i m i e n t o .
60 U n a p o s tu r a o f ic ia l d e la I g le s ia c a t ó lic a c a l i f i c ó e n 1 8 6 1 t a
les t e s is , a u n q u e s in n o m b r a r la s e x p l í c i t a m e n t e c o m o « d o c t r in a
q u e n o p u e d e d e f e n d e r s e c o n s e g u r id a d » ; ta l v e z p o r q u e c o n
e lla p a r e c ía e sta r e n p e lig r o la d o c t r i n a de la t r a s c e n d e n c ia
e str ic ta d e la v is ió n d e D i o s e n e l m á s a llá ( c f . D S 2 8 4 1 - 2 8 4 7 ,
D z 1 6 5 9 -1 6 6 5 ).
Es d if íc il d e c ir h a s ta q u é p u n t o a f e c t a r e a l m e n t e e s a c o n d e
n a a la d o c t r in a d e G i o b e r t i y d e s u s s e g u i d o r e s , p u e s la s a f ir
m a c io n e s d e é s t o s p u e d e n in t e r p r e t a r s e d e d i s t i n t o m o d o . H a y
m u c h o s in d ic io s d e q u e lo ú n i c o q u e q u e r í a n e r a p o n e r d e r e
lie v e q u e e l c o n o c i m i e n t o h u m a n o n o s e p u e d e e x p lic a r ú n i c a
m e n t e d e s d e la p e r c e p c ió n s e n s i b l e y q u e a l h o m b r e l e c o r r e s
ponde un c o n o c im ie n t o , que acom pañ a al c o n o c im ie n to
e x p líc it o d e lo s o b j e t o s , v a i m p l í c i t o e n e l m i s m o y e s d e n a t u
r a le z a d i v i n a . S ó lo q u e e s a i d e a b á s ic a , e n e l f o n d o c o r r e c t a , la
ex p resa ro n d e fo r m a in s u f ic ie n te e in a d e c u a d a , p o r h a b e r e x
p u e s to el c o n o c im ie n t o e n c u e s t ió n s ig u ie n d o m u y d e cer c a e l
m o d e l o d e la c o n t e m p l a c i ó n d e u n o b j e t o q u e s e o f r e c e d i r e c
t a m e n t e y p o r h a b e r lo e q u i p a r a d o a l c o n o c i m i e n t o e x p l í c i t o d e
D io s s in e s t a b le c e r s u f i c i e n t e m e n t e la s d i f e r e n c i a s .
61 ¿ Q u é s ig n if i c a e s t o q u e d e c i m o s d e q u e la e x p e r i e n c i a tr a s
c e n d e n t a l (la e x p e r i e n c ia a t e m á t ic a d e l s e r ) e s en cierto sentido
u n a e x p e r ie n c ia d e D io s ? C o n e l l o q u e r e m o s s ig n if i c a r q u e lo
q u e se d a d e h e c h o e n la e x p e r i e n c ia t r a s c e n d e n t a l , a u n q u e d e
fo r m a s ó lo a t c m á t ic a p o r la n a t u r a le z a m i s m a d e e s a e x p e r i e n
c ia , es s e g ú n p u e d e d e m o s tr a r s e i d é n t i c o a l a b s o l u t o t r a s c e n
d e n t e y p e r s o n a l q u e lla m a m o s D i o s . A s í p u e d e p r o b a r s e p r o
lo n g a n d o u n p o c o lo d i c h o h a s ta a q u í .
El s u p u e s t o c o n t e n i d o d e la e x p e r i e n c ia t r a s c e n d e n t a l l o h e
m os c o n o c id o en su s in g u la r id a d nunca d ir e c ta m e n te s in o
s ie m p r e d e m o d o in d ir e c t o , e s d e c ir , m e d i a n t e u n a r e f le x ió n
so re o q u e n e c e s a r ia m e n t e v i e n e d a d o p o r c o n c o m i t a n c i a e n
e p r o c e s o c o g n m v o . y lo h e m o s c o n o c i d o p r e c i s a m e n t e a tr a v é s
46
de las mismas reflexiones de las que se deriva la presencia de la
experiencia trascendental. Al probar que se da algo así como
una experiencia trascendental o experiencia del ser hemos des
cubierto la incondicionalidad que se manifiesta en ella y lo in-
condicionado como su fundamento.
Mediante un análisis ulterior del contenido de la experien
cia trascendental, que desde luego sólo puede llevarse a cabo
reflexionando sobre las condiciones necesarias del proceso cog-
nitivo, podemos seguir desarrollando las determinaciones nece
sarias del absoluto conocido de forma implícita (es decir, de
manera concomitante a cualquier otro conocimiento). Por lo
demás, eso nunca puede conducir a que penetremos alguna vez
lo absoluto en su singularidad ni siquiera a que podamos iden
tificarlo como un objeto claramente dado. Pese a lo cual es po
sible establecer que lo incondicionado debe ser otra cosa frente
al mundo y en unidad con él, y que en cierto modo es de natu
raleza personal.
Hemos visto que lo incondicionado del que nos apercibi
mos en la experiencia trascendental, no es una mera idea, ni
sólo un postulado de nuestra conciencia, sino una realidad ob
jetiva (aunque no objetivable sin más). Hemos visto además
que ese incondicionado nunca puede entenderse como algo in-
condicionado que sólo está presente de hecho y que el hombre
cuando se tropieza con ello llega a conocer, sino que lo incon-
dicionado es la norma de cualquier conocimiento y la funda-
mentación última de todo valor y de toda valoración. Se trata
aquí, por consiguiente, de lo incondicionado «existencia!» que
determina toda nuestra vida. Ya aquí se puede echar de ver
que lo incondicionado de la experiencia trascendental «reta» de
algún modo al hombre, pues que le afecta en todo su ser como
persona moralmente responsable; más aún, es la condición y el
fundamento de la responsabilidad moral. Y ahí se hace tam
bién patente la alteridad de lo incondicionado, su diversidad
del mundo y su disposición personal.
Síguese de lo dicho que la exposición lingüística (que
siempre es inadecuada) de la experiencia trascendental (o del
contenido de dicha experiencia) sólo puede lograrse sobre cier
tos supuestos. Quien pretende abordar todo el asunto de forma
por completo desinteresada, con ayuda de un conocimiento
que excluye cualquier valoración, quien aquí se sitúa en un
punto de vista distanciado, quien querría pensar de un modo
totalmente «objetivista» (es decir, quien sólo está dispuesto a
admitir como conocido lo que le viene dado como un objeto
claramente asible), quien por consiguiente sólo cuenta de ante
mano con unos conocimientos totalmente sabidos (como son,
por ejemplo, las medidas y datos que son controlables inter-
sub|ctivamente), todos ésos nunca podrán desarrollar la expe
riencia trascendental, dado que nunca la aceptan como cal ex
periencia y simplemente la borran.
Como además lo incondicionado como tal nunca aparece
en el primer plano de nuestro campo visual y como, por otra
pane, en su vida cotidiana el hombre se halla especialmente
bajo la influencia de impresiones destacadas (por no decir su
perficiales), siempre corre el peligro de pasar por alto lo incon-
dicionado. E incluso cuando de algún modo ha descubierto las
huellas de lo incondicionado y ha barruntado al menos inicial-
mente su existencia, siempre se plantea la pregunta: ¿Está el
hombre dispuesto a afirmar esa incondicionalidad en su con
ciencia de una manera temática como su propia perspectiva y
posibilidad, pero que es a la vez su tarea y su deber? ¿Asume
además las consecuencias existenciales que para él se derivan de
esa incondicionalidad? Si no está dispuesto a ello, pronto im
pedirá mediante el mecanismo consciente-inconsciente de la
tepresión que el contenido de la experiencia trascendental se
anuncie en su conciencia como una idea captada temáticamen
te; y hasta es posible que explícitamente niegue esa misma ex
periencia o su contenido, sin advenir que tiene que darla por
supuesta hasta en el acto de su negación.
50
b) El elemento existencia! «práctico» en el conocimiento de
Dios.
54
PARTE SEGUNDA
EL DESARROLLO METODOLÓGICO
DE ALGUNOS HECHOS QUE SEÑALAN A DIOS
Para poder darnos cuenta y razón, a nosotros mismos y a los 74
demás, de los motivos que como a seres racionales nos inducen
a afirmar la existencia de Dios, el absoluto trascendente y per
sonal, no tenemos que recurrir a investigaciones especiales de
alta ciencia ni tampoco a vivencias extrañas. La experiencia coti
diana y accesible a codos los hombres, basta por completo para
poder afrontar aquellas circunstancias o hechos que nos remiten
—si estamos dispuestos a reconocer todo su alcance— a la exis
tencia de Dios. El desarrollo metódico de las referencias a Dios
contenidas en tales hechos es lo que llamamos pruebas de la
existencia de Dios. De tales hechos, señalizadores de Dios, hay
toda una serie. Pese a su aparente diversidad no dejan de estar
relacionados entre sí, antes bien están íntimamente unidas.
A continuación analizaremos a modo de ejemplo cuatro de
cales hechos fundamentales. En los dos primeros razonamientos
el punto de partida será respectivamente un dato que el
hombre puede encontrar en sí mismo, en su propia vivencia.
En los razonamientos tercero y cuarto empezamos por unos
hechos que pueden comprobarse en el mundo que nos rodea,
en el «cosmos», lo que constituye también el fundamento de
las que se denominan «pruebas cosmológicas de Dios». Y, por
fin, afrontaremos la problemática de la «prueba ontológica de
Dios».
57
I
EL H O M B R E E N B U S C A D E L S E N T I D O D E L A V I D A
59
h o m b r e p o n e d e m o d o c o n s c i e n t e (y v o l u n t a r i o ) , a u n q u e n o
s u b y a c c a su a u t o d e t e r m i n a c i ó n c o n s c i e n t e , i n c l u s o s u p o n i e n d o
q u e esa d is t in c i ó n n o p u e d e lle v a r s e a t é r m i n o e n m u c h o s c a s o s
c o n t o d a p r e c i s ió n , p o r q u e e n e l h o m b r e n o s e p u e d e n s e p a r a r
la e s f e r a v ita l y la c o n s c i e n t e , s in o q u e s e in f l u y e n r e c íp r o c a
m e n t e y se in t e r p r e t a n , b) S e a lo q u e f u e r e d e la d i s t i n c i ó n
m e n c io n a d a , e n e l c a m p o d e la a c t iv id a d h u m a n a n u n c a o c u r r e
n a d a s in u n fin y p r o p ó s it o . I n c lu s o a q u e l l o s c i e n t í f i c o s , q u e
r e c h a z a n la id e a d e f in a lid a d d e la n a t u r a le z a , n o d e j a n d e r e
c o n o c e r la c u a n d o se tra ta d e la a c t iv id a d h u m a n a , c) El fin e s
‘ s ie m p r e a lg o a b u e n o » p ara e l a c t u a n t e , lo q u e h a c e q u e la a c
t u a c ió n s e a u n a a c t u a c ió n c o n s e n t i d o .
70 P e r o in c lu s o s in e s ta r e f e r e n c ia , q u iz á s u n t a n t o c o m p l i c a
d a , a q u e lo c o h e r e n t e y c o n s e n t i d o va i m p l í c i t o e n a q u e l l o
q u e a n h e la m o s c o m o m e t a , e n e l f o n d o r e s u lta u n a e v id e n c ia q u e
n o h a c e m o s n a d a s in q u e t e n g a u n s e n t i d o p a r a n o s o t r o s . Es
é s t a u n a e x p e r ie n c ia q u e h a c e m o s d e c o n t i n u o s ie m p r e que
a c t u a m o s . T o d a a c t u a c ió n , e in c lu s o c a d a n o a c t u a c i ó n , t i e n e
u n s e n t id o al m e n o s p a r a n o s o t r o s , p o r q u e c o n e lla s a t i s f a c e
m o s u n a n e c e s id a d , p o r q u e n o s p r o p o r c io n a u n g o z o o n o s e v i
ta u n s u f r im ie n t o , porque n o s e n r iq u e c e o lib e r a de a lg ú n
m odo
Lo c u a l n o q u ie r e d e c ir q u e e n t o d o s y c a d a u n o d e l o s c a
so s p o d e m o s r e n d ir c u e n t a e x a c t a a lo s d e m á s , y n i s i q u ie r a a
n o s o tr o s m is m o s , d e p o r q u é h a c e m o s a l g o . L os g e n u i n o s m o t i
v o s d e n u e s tr o o b r a r a m e n u d o lo s i g n o r a m o s p o r c o m p l e t o o
lo s c o n o c e m o s s ó lo de m an era p a r c ia l. P ero h a sta cuand o
n u e s tr o s a c to s r e s u lt a n e n i g m á t i c o s p a r a lo s d e m á s , y e n c ie r t o s
c a so s ta m b ié n p a ra n o s o tr o s (a l m e n o s e n n u e s t r o i n t e r i o r ) , e
in c lu s o a b ie r t a m e n t e a b s u r d o s , p a r a p o d e r a c tu a r t e n e m o s q u e
c o n s id e r a r lo s c o m o ló g ic o s a l m o m e n t o d e n u e s t r a a c t u a c i ó n .
El h o m b r e e s c a p a z d e lo g r o s in c r e íb le s y p u e d e s o p o r t a r
c o sa s in a u d it a s , c u a n d o s a b e p o r q u é y p a r a q u é . E n c a m b i o s u
f u e r z a c r e a tiv a s e p a r a liz a p o r c o m p l e t o , c u a n d o d e j a d e v e r e l
s e n t id o d e lo q u e h a c e o d e lo q u e d e b e h a c e r . P a r a lo c u a l n o
e s c ie r t a m e n t e n e c e s a r io q u e t e n g a u n a c o n c i e n c i a r e f le x iv a d e
e llo . La m a d r e , q u e h a c e c u a n t o e s t á e n s u m a n o p o r e l h ij o
e n f e r m o , q u e v e la j u n t o a s u l e c h o y le p r o p o r c io n a u n o s m e d i
c a m e n t o s q u e s o n d if íc ile s d e c o n s e g u i r , n o p i e n s a q u e b a j o s u
a c tu a c ió n a lie n t a e l i m p u ls o p o r lo g r a r u n s e n t i d o . P e s e a lo
c u a l, e s ta ú lt im a a fir m a c ió n e s v e r d a d e r a , p o r q u e d e u n m o d o
60
generalizado y teórico se describe lo que cualquier persona vive
de forma más o menos consciente con motivo de cualquiera de
sus actuaciones.
2) Si seguimos analizando esta vivencia, implícita en todas 80
nuestras actuaciones, descubriremos que propúgnente sólo
tiene sentido aquello que apunta por encima de sí mismo. No
es que con esto queramos negar que hay acontecimientos, esta
dos, etc., que nosotros percibimos como válidos, satisfactorios y
beatificantes en sí mismos. Tal es el caso, por ejemplo, cuando
superada una grave enfermedad gozamos con haber recuperado
de nuevo la salud y toda nuestra fuerza creativa, cuando nos
entretenemos con una persona a la que estimamos o queremos
y que experimenta los mismos sentimientos, cuando nos perde
mos en la contemplación de una destacada obra de arte, etc.
Pero incluso esas experiencias apuntan más allá; al menos en el
sentido de que esos instantes, vividos como demasiado fugaces,
querríamos eternizarlos extendiéndolos a toda nuestra vida.
Y a ello se suma algo singularmente importante en este
contexto: en los ejemplos aducidos experimentamos un sentido
porque esas situaciones nos liberan de nuestra propia estrechez.
La recuperación de la energía creativa, el amor sentido honda
mente, una vivencia estética rompen las fronteras de nuestro
pequeño mundo y ofrecen unas perspectivas nuevas y más vastas.
En las actuaciones penosas, difíciles y desagradables (aunque
del esfuerzo brote una satisfacción) se ve con especial claridad
que el hombre sólo puede empeñarse, cuando esc su empeño
tiene un sentido, que no se identifica con el ser operante.
Se afirma a menudo que la meta de todo esfuerzo humano 81
es la autorrealización. Si se entiende bien, hay en ello mucho
de verdad. Mas para la recta inteligencia es necesaria precisa
mente la idea de que la autorrealización sólo se puede alcan
zar, cuando no se la persigue en forma directa. «Una cosa se
puede decir con toda verdad: dónde no se puede encontrar en
ningún caso el sentido de una existencia... El hombre no existe
para cumplirse y realizarse a sí mismo; cuando en la existencia
humana se llega a un autocumplimiento y autorrealización,
sólo se dejan alcanzar per effectum, pero no per intenttonem...
Ser hombre equivale a estar sobre sí mismo y orientado hacia
algo, que a su vez no es ello mismo, hacia algo o hacia alguien,
hacia un sentido que ese algo cumple, o hacia otro ser humano
con el que se encuentra en el amor. Y se puede decir que el
61
h o m b r e , e n la m e d i d a e n q u e e s é l m i s m o , s e s u p e r a y o l v i d a
d e sí» (F r a n k l 1 9 7 2 , 7 5 ) .
82 3 ) La id e a d e q u e p a r a n o s o t r o s s ó l o t i e n e s e n t i d o u n a c o s a ,
c u a n d o a p u n ta p o r e n c im a d e s í, p o d e m o s fo r m u la r la c o n m a
yo r p r e c is ió n : nuestras actuaciones particulares sólo tie n e n u n
sentido, cuando e l to d o al q u e p erten ecen , es decir, nuestra
vida com o u n conjunto, tien e a su vez sen tid o . C i e r t o q u e la
c u e s t ió n d e l c o n j u n t o , la c u e s t i ó n d e l s e n t i d o d e la v i d a s e h a
c o n v e r t id o p a ra m u ch os en un a su n to e x tr a ñ o y al p arecer
b a la d í. La g e n t e s e c o n c e n t r a c a d a v e z m á s e n lo e m p í r i c a m e n
te d e m o s t r a b le , o e n a q u e l l o q u e s e p u e d e d e s c r ib ir d e u n m o d o
e x a c t o , y t o d o lo d e m á s lo c o n s id e r a c o m o u n a s u n t o d e l s e n t i
m ie n to in c o n tr o la b le , o e n to d o ca so c o m o a lg o s o b r e lo q u e
r e a lm e n te n o se p u e d e sa b e r n a d a .
E sta p o s t u r a , s in e m b a r g o , n o s e p u e d e m a n t e n e r . L o s p r o
b le m a s g e n u i n o s d e la v id a t a m p o c o h o y lo s a b o r d a e l h o m b r e
d e u n a m a n e r a « c ie n t íf ic a » . E n lo s m o m e n t o s d e s c o l l a n t e s d e la
v id a , c u a n d o e s t á n e n j u e g o la l e a l t a d , e l a m o r o la a m i s t a d ,
m a s t a m b i é n c u a n d o h e m o s d e a f r o n t a r la e n f e r m e d a d , la c a
d u c id a d o s i m p l e m e n t e e l fr a c a s o , s e p la n t e a i n e v i t a b l e m e n t e la
p r e g u n t a d e si la v id a , la e x i s t e n c i a , t i e n e a l g ú n s e n t i d o . C ie r t o
q u e se p u e d e e v a d ir e sa p r e g u n t a , p e r o n o e s p o s i b l e e l i m i n a r l a
p o r c o m p l e t o , p o r q u e s ie m p r e q u e a c t u a m o s n o s e n c o n t r a m o s
c o n e lla N u e s t r o s a c to s i m p l i c a n s i e m p r e u n a r e s p u e s t a a la
c u e s t ió n d e l s e n t i d o , p o r lo q u e n o s e p u e d e a c t u a r c o m o s i
n a d a s u p ié r a m o s d e la m i s m a ( c f . K a s p e r 1 9 7 0 , 1 3 0 s ) .
83 4 ) Cuando nos planteam os la cuestión d e l se n tid o d e la
vida eterna, nos estamos p reg u n ta n d o p o r algo q u e no necesita
de ninguna ju n d a m e n ta c ió n ulterior, y q u e p o r lo m ism o es
algo incondicional. S e g ú n e l l o , la b ú s q u e d a d e l s e n t i d o d e la
v id a e s la b ú s q u e d a d e l f u n d a m e n t o y s o s t é n a b s o l u t o d e n u e s
tra v id a A e l l o a p u n t a n las o b s e r v a c io n e s s i g u i e n t e s :
84 D e h e c h o , a u n q u e la s m á s d e la s v e c e s e n f o r m a ir r e f le x iv a ,
c a d a h o m b r e c o n s id e r a a lg o c o m o a b s o l u t o e n s u v i d a . « A u n
q u e se n ie g u e a D i o s c o m o f u n d a m e n t o d e s e n t i d o , a u n q u e s e
r ec h a c e su e x is t e n c i a d e u n m o d o r a d ic a l o a u n q u e n o s e le
o t o r g u e n in g ú n s e n t i d o d e t e r m i n a n t e e n la p r o p i a v i d a , n o d e
jan d e d a rse o tr a s absolutizaciones. S e p o n e c o m o a b s o lu t o o tr o
c a m p o d e l ser o d e lo s v a lo r e s , i n m a n e n t e p o r t a n t o a l m u n d o ,
se e a c e p ta c o m o e l c e n tr o a b s o l u t o q u e d a s e n t i d o a l o s a n h e
o s y a c tu a c io n e s y a m e n u d o s e le a d o r a d e i n m e d i a t o c a s i c o n
62
una veneración religiosa o pseudorreligiosa. Un objeto así
puede ser la materia, el progreso científico, la vida o la evolu
ción, el hombre en su libertad y en el desarrollo de unos valo
res humanos, la cultura o la sociedad, puede ser asimismo la
nación, una clase o partido, cualquier ideal social o político, c
incluso el objetivo personal de una vida, como el poder, las ri
quezas, el placer y el éxito. De continuo se establece como ab
soluto un valor, al que se refiere todo lo demás, y se le convier
te en el centro que confiere sentido a toda la vida humana en
el mundo. Cuando no es éste el caso, es decir, cuando el
hombre no tiene un Dios ni un ídolo, se experimenta a sí mis
mo en un “ vacío existencial'’, en el que se evapora cualquier
sentido de su existencia» (Coreth 1971, 260s).
Que los hombres suponen de hecho un sentido absoluto de 85
su vida se demuestra paradójicamente con la máxima claridad
justo en aquellas experiencias que las más de las veces podrían
ser ocasión para dudar de que la vida humana tenga algún sen
tido. De continuo se dan casos en los que no se puede des
cubrir nada positivo, casos que realmente pueden parecer
absurdos. El sufrimiento de los inocentes, el fracaso de los mejo
res propósitos, las injusticias manifiestas nos sublevan, especial
mente cuando no se trata de enunciados generales y abstractos,
sino que nos afectan en nuestra realidad personal; y así se plan
tea la cuestión si no será ilusorio tener por lógico y coherente
un mundo en el que esos desórdenes están a la orden del día.
Mas son sobre todo la muerte y la caducidad que afecta a
todas las cosas las que alimentan la duda acerca de un sentido
real de la existencia. Hasta lo más noble y elevado está amena
zado por la ruina. Muchas son las cosas que, apenas aparecidas,
desaparecen; otras actúan en la historia a lo largo de decenios y
aun de milenios; pero inevitablemente llega el tiempo en que
hasta las obras y conquistas humanas más grandes quedan re
ducidas a nada. En definitiva, a todas las cosas le aguarda el
mismo destino: la entrega más generosa y la traición más
taimada desaparecen por igual sin dejar huella en el mundo.
Ahora bien, si entre el bien y el mal a la larga no hay nin
guna diferencia, si lo único que persiste siempre es la materia
carente de sentimiento y de conciencia, ¿qué sentido tiene la
asombrosa existencia, consciente de sí misma, que llamamos
vida humana? ¿No es la existencia humana algo más bien com
pletamente absurdo?
63
86 Pero es precisamente en esas experiencias extremas donde se
echa de vet que no podemos admitir la incongruencia de la vida;
o, dicho con mayor exactitud, que estamos profundamente
convencidos del sentido de la existencia, cualquiera sea la expli
cación que de él podemos dar en concreto. Contrario al sentido
o absurdo sólo podemos llamar algo que, aun sin haber refle
xionado sobre el asunto, sabemos cómo debería ser realmente
el tema en cuestión o el suceso. Así, pues, no se llama absurda
a una cosa por el mero hecho de que en cienos casos no resulta
clara Una serie de letras colocadas sin orden ni selección algu
na no la llamamos absurda, aunque no expresa ningún senti
do. Sólo hablamos de absurdo, cuando no se puede reconocer
sentido alguno, aun sabiendo que podíamos esperárnoslo con
toda razón.
El hecho, pues, de que ciertos sucesos los experimentemos
como absolutamente contrarios al sentido es la prueba más
infalible de que no podemos quedarnos en lo puramente fác-
tico, en lo concreto y preciso, sino que hemos de sobrepasar
lo al tiempo que suponemos espontáneamente un sentido ab
soluto. El hombre nunca podría vivir algo como contrarío ai
sentido, si no tuviera la certeza de que su vida no puede ser
absurda.
87 Es fácil pronunciar la frase «la vida es absurda». Pero no es
posible defenderla sin una contradicción tácita. Cuando al
guien afirma de la vida que carece de sentido, si es consecuente
en su razonamiento habrá de extender dicha afirmación a todos
los campos de la vida. Así deberá considerar absurdo, por
ejemplo, todo el trabajo científico del hombre. Pero ello impli
ca que también desaparezca en definitiva la diferencia entre
verdad y error. Con lo cual la consecuencia que se sigue es que
la pretendida afirmación importante de que la vida carece de
sentido, se trueca a su vez en una afirmación sin importancia y
vacía; lo que ciertamente no responde al propósito de quienes
han puesto en circulación dicho aserto. La conclusión sin em
bargo es inevitable: si la vida en su conjunto es absurda, tam
poco se puede defender el sentido y coherencia de los elemen
tos particulares de esa vida; y, pior tanto, también serán ocupa-
ciones sin sentido la investigación científica, la defensa de la
ver ad o de un orden social justo. Y es válido el razonamiento
a a inversa si en la vida humana hay algo que realmente y de
orma permanente tiene sentido, ello sólo es posible porque a
64
la vida le corresponden en su conjunto un valor y un sentido
indudables y permanentes, es decir, absolutos.
La última dificultad importante es el fenómeno del suici- 88
dio. El hombre que se quita la vida parece optar con su ac
tuación por la falta de sentido de la vida. Sin embargo esta
interpretación no es concluyente. Porque incluso en ese acto
desesperado se busca un sentido, se adopta una salida a una si- -
tuación insoluble. La «muerte libre» es una rebelión contra
el absurdo del mundo, y esa rebelión sólo es posible porque el
hombre tiene unas pretensiones frente al mundo. O, dicho con
mayor precisión: porque en el caso concreto la facticidad no
responde a la pretensión absoluta.
Cualquier cosa sea lo que afirmamos en el plano de las afir
maciones teóricas, a través de nuestra vida, de nuestro obrar, es
decir, en la realización vital práctica, va implícita la afirmación
del sentido de la vida.
5) En la medida en que el hombre en cada una de sus acti- 89
vtdades supone y afirma un sentido no relattvizable de su vida,
reconoce una realidad última que confiere sentido a su vida, y
que el lenguaje religioso llama Dios. Tanto en las experiencias
positivas de sentido como en el «no poder soportar» la expe
riencia de falta de sentido, lo que comprobamos es el conoci
miento implícito de la coherencia incondicional que supera a
todo sentido particular. Cierto que la experiencia de sentido
que apunta a lo absoluto no la hacemos principalmente cuando
especulamos con agudeza, sino más bien cuando actuamos y
nos comprometemos, cuando amamos a alguien y experimen
tamos que somos amados, cuando nos irritamos frente a la in
justicia, cuando vivimos y afirmamos el bien y el mal como
opuestos incondicionales.
Tanto las vivencias positivas como las negativas contienen,
pues, una referencia a lo que es absolutamente coherente, y '
que por tanto es la meta de cualquier aspiración humana. Pese
a la brevedad de los instantes felices, estamos convencidos de
que algo nos sostiene, de que no todo puede ser perecedero.
Esta convicción apunta, por encima de las fronteras de la vida
humana, hacia algo que es eterno y que no está sujeto a la ley^
d éla caducidad. La realidad que late y mueve cualquier aspira
ción humana, confiriendo sentido a todo lo que hacemos, no
puede ser por lo mismo algo intramundano. Tiene que superar
las fronteras espacio-temporales de nuestro mundo. Todo cuan-i
V c m im h r, T«A>fU natural S
65
do sucede en el mundo puede reducirse a alguna otra cosa.
Aquí se trata de algo que ya no señala ninguna otra cosa más
allá, que es el fundamento último y absoluto de todo cuanto
tiene sentido. Así, pues, a la vida humana sólo puede darle
sentido una realidad trascendente al mundo e imperecedera.
yo Esa realidad debe tener, además, carácter personal. ¿Por
qué? Porque nosotros mismos, en tanto que hombres, somos
seres autoconscientes y que viven una comunión personal. Para
nosotros sólo puede tener un valor real aquello que responde a
las necesidades de nuestra naturaleza consciente y orientada
a una interpersonalidad. Si la realidad incondicional fuera una
«materia primera* inerte, insensible e incapaz de la comuni
cación personal, jamás podría constituir el sentido de nuestra
vida La realidad originaria, que confiere a nuestra vida perso
nal y consciente su sentido, no puede ser por lo mismo algo im
personal, sino únicamente «alguien», un «tú» absoluto y eter
no, en cuya esencia entra ciertamente el ser persona de un
modo totalmente distinto del nuestro, es decir, de una forma
no limitada. De lo cual se sigue que, por su misma esencia, es
inagotable y permanece siempre misterioso.
')1 6) A manera de conclusión aún hemos de referirnos breve
mente a una cuestión importante: ¿No estamos dando vueltas
a una ilusión, cuando del hecho de que el hombre en todo su
obrar busque o suponga un sentido permanente e incuestiona
ble, concluimos que debe existir una realidad absoluta y perso
nal que en definitiva confiere sentido a todas las cosas, y que la
religión llama Dios? Pues, se podría argumentar, la sed del ca
minante en el desierto todavía no constituye por sí sola una
prueba de que encontrará una fuente que le salvará la vida.
92 A esto hemos de responder que la sed del caminante en el
desierto no garantiza de hecho que exista una fuente al alcance
de la mano. Pero también es cierto que cuando hay sed hay
asimismo agua. La sed sería inconcebible, si no hubiera agua
de ningún género. Una orientación radical hacia algo, una di
námica que pertenece a la naturaleza, y que por tanto no está
sujeta a nuestra libre elección, no puede carecer de objeto, no
puede conducir a la nada. Mi deseo de vivir en el país de jauja
no es en modo alguno garantía de que exista semejante país,
ero cuando afirmamos que debe darse un sentido absoluto y
personal de todas las cosas, que llamamos Dios, porque en to
as nuestras actuaciones suponemos un sentido absoluto que
66
presta sentido a toda nuestra vida, en ese caso se trata de algo
totalmente distinto. No se trata de un sueño que nosotros ha
yamos forjado, sino de un dato experimentado en nuestras acti
vidades (que incluso hace posible esa nuestra actuación como
tal), que nos pertenece de una manera tan real como la sed,
aunque no se dé a conocer en el plano de las necesidades bioló
gicas sino de las realidades «espirituales».
Y todavía cabe formular una última pregunta. ¿Qué ocurri- 93
rá si, en la aceptación espontánea, y para nosotros inevita
ble, de un sentido último de todas las cosas, se tratase de un
«truco de la naturaleza»? Con otras palabras: que nosotros no
pudiéramos pensar de otro modo, aunque las cosas no fueran
así.
Esta objeción, formulada de un modo extraordinariamente
radical, no se puede sin embargo tomar en serio, por cuanto
que hace imposible no sólo el conocimiento de Dios sino cual
quier conocimiento. El temor a un «truco de la naturaleza»,
fundamentalmente impenetrable significa, en efecto, un co
queteo con la afirmación nunca realmente comprobada de una
irracionalidad fundamental de la realidad. La racionalidad de
la realidad no se puede ciertamente demostrar, ya que se trata
de algo último. Su aceptación viene a ser de hecho algo así
como un opción básica. Pero la racionalidad básica de la reali
dad tampoco se puede negar de forma explícita, sin caer en
contradicción, pues cualquiera que defiende seriamente esa
opinión, ya la supone.
Bibliografía: Lauth 1933: Müller 1966: Corcth 1968: Rioenhubn 1968, 40-47.
53-59: Bcrger 1970, 79-95: Gollwitzef 1970; Splctt 1973. 46-60: Gromin-
Schmidt 1975, 39-59; Rahner 1978
67
II
EL H O M B R E A N T E L A E X I G E N C I A A B S O L U T A
D E L A M O R A L ID A D
69
m o s id e a s c la r a s a l r e s p e c to : q u e n o e s c o r r e c t o l o q u e h e m o s
hecho P e r o s i a lg u n a v e z h e m o s p r e s t a d o n u e s t r a a y u d a d e s i n
t e r e s a d a , a u n q u e e l l o r e c la m a s e d e n o s o t r o s a l g ú n s a c r i f i c i o , n o
d e j a m o s d e e x p e r i m e n t a r c ie r t a a le g r ía y u n a s a t i s f a c c i ó n m u y
d if e r e n t e d e la a u t o c o m p l a c e n c i a .
E ste e s t a d o c o n s c i e n t e q u e a c o m p a ñ a a t o d a s n u e s t r a s a c
c io n e s in t e n c i o n a d a s , q u e la s c o n d e n a o q u e la s r e f r e n d a , e s lo
q u e lla m a m o s conciencia (Geunssen). E n la « v o z » d e la c o n c i e n
c ia , d e la c o n c ie n c ia (Bew usstsem ) m o r a l , s e d e j a s e n t i r u n sa
ber originario r e s p e c t o d e la o b l i g a c i ó n o r e s p o n s a b i l i d a d m o
ral. Es u n h e c h o q u e v a m o s a e s t u d i a r a h o r a c o n m a y o r p r e c i
s ió n .
T o d a p e r so n a q u e fo r m u la u n ju ic io m o r a l e s t a b le c e a d e
m á s d iv e r s a s a f ir m a c io n e s im p o r t a n t e s s o b r e e l h o m b r e , c o n t o
ta l in d e p e n d e n c i a d e si la s m a n t i e n e o n i e g a e n s u s p o s i c i o n e s
te ó r ic a s . S e tr a ta a n t e t o d o d e lo s d o s p u n t o s d e v is t a s i g u i e n
te s:
1 ) C u a n d o p r o n u n c ia m o s u n ju ic io m o r a l, e s t a m o s d a n d o
p o r s u p u e s t o q u e a l a c t u a n t e le h a b r ía s i d o p o s i b l e c o m p o r t a r s e
t a m b ié n d e m a n e r a d i f e r e n t e a c o m o lo h i z o , y q u e p o r l o m i s
m o e l a c to n o se h a p r o d u c i d o p o r v i o l e n c i a e x t e r i o r n i t a m p o
c o in t e r n a (e s d e c ir , d e r iv a d a d e la p r o p i a n a t u r a l e z a ) , s i n o q u e
lo h a e j e c u t a d o e l m i s m o a c t u a n t e . A d m i t i m o s , p u e s , q u e q u i e n
o b r a m o r a lm e n t e e s e n r e a l i d a d , y n o s ó l o e n a p a r i e n c i a , s e ñ o r
d e s u s p r o p ia s a c c i o n e s , q u e p u e d e d e t e r m i n a r s e a s í m i s m o
y q u e , p o r e n d e , le c o r r e s p o n d e la lib e rta d d e decisión. Q ue
ta l s u p u e s t o s e a e v i d e n t e e i n s o s l a y a b l e , s e c o n f i r m a e n a q u e
llo s c a so s e n lo q u e e x p e r i m e n t a m o s i n t e r i o r m e n t e q u e u n a c
t o , c u a lif ic a d o p o r n o so tr o s c o m o m o r a lm e n te m a lo , lo h e
m o s lle v a d o a t é r m in o e n u n a s c ir c u n s t a n c ia s e n la s q u e q u e d a
b a e x c lu id a o al m e n o s m u y m e r m a d a la p o s i b i l i d a d d e u n a
d e c is ió n y d e u n a a u t o d e t e r m i n a c i ó n lib r e . T a m p o c o e n t o n c e s
a p r o b a r e m o s al a c to , p e r o a la p e r s o n a e n c u e s t i ó n n o la h a r e
m o s r e s p o n s a b le o s ó lo e n u n a m e d i d a m u y l i m i t a d a .
b e c h o d e q u e las p e r s o n a s e m i t a n j u ic i o s m o r a le s e s la
p r u e b a d e c is iv a d e q u e e s t á n p e r s u a d id a s d e q u e e l h o m b r e
n o r m a lm e n t e e s r e s p o n s a b le d e s u o b r a r . P e r o e s o s ó l o p u e d e
serlo si existe libertad volitiva. Incluso quienes niegan en teoría
la libertad de la voluntad no pueden evitar el emitir juicios
morales. Hay crímenes ante los que todo el mundo dice: esto
nunca debería haber ocurrido. Se admite, por consiguiente,
que no se trataba de algo inevitable. En tales casos exige tam
bién un castigo, porque existe el convencimiento de que a los
criminales se les puede pedir cuentas. Pero eso sólo se puede
hacer si son responsables, si son libres. La posibilidad del juicio
moral, el valor de realidad de la conciencia moral, existe y des
aparece con la libertad.
2) El juicio moral contiene además la idea de que el valor
moral supera a cualquier otro valor. Esto desde luego ha de en
tenderse rectamente. Porque el valor moral no es independien
te de otros valores humanos, ni un valor particular añadido
como un último escalón, sino que es una cualidad de valor del
obrar humano y, por tanto, de la persona que obra y se des
arrolla a sí misma; cualidad de valor que surge porque la per
sona en cuestión se determina a sí misma de acuerdo con el or
den de valores objetivo, experimentado en la dinámica de su
naturaleza racional. Tan pronto como en la marcha de su des
arrollo el hombre llega tan lejos que distingue conscientemen
te entre diferentes valores (para lo cual no es necesario que se
enfrente de un modo teórico con las cuestiones del valor; basta
por completo el juicio de valor que se expresa en el obrar prác
tico), sabe por lo mismo que lo cómodo y placentero no
siempre es lo bueno, y conoce por tanto el orden jerárquico de
los valores, porque sabe cuál debe preferir en caso de conflicto.
Ahora bien, ahí se echa de ver que el valor moral es un va
lor que debe realizarse incondicionalmente, es un valor obliga
do. El juicio moral, en efecto, no establece simplemente un
hecho («el Isar pasa por Munich»), sino que expresa una exi
gencia absoluta («no depongas falso testimonio contra tu próji
mo») que —como muy bien ha expuesto Kant— no es hipoté
tico sino categórico. Hipotética es un exigencia que se da bajo
una cierta condición (admitida de modo explícito o tácito): St
quieres obtener ese puesto, deberás en tal caso someterte a este
examen. Así, pues, la realización del examen sólo es necesaria,
si se desea obtener el puesto en cuestión. Pero esto último no
es absolutamente necesario. En una exigencia categórica no apa
rece el «si - en tal caso».
La exigencia moral es siempre de este tipo, porque el valor
71
m o ra l n o e stá s u b o r d in a d o a n in g ú n o tr o . E sto e s fá c il d e
m o s tr a r lo . S u p o n g a m o s q u e a l g u i e n e s f o r z a d o a n t e u n t r i b u
n a l a d e p o n e r c o m o t e s t i g o u n a a c u s a c i ó n fa ls a q u e p e r j u d ic a
g r a v e m e n te al acu sad o. Es e v id e n te que no debe h a c e r lo ,
c u a le s q u ie r a s e a n las p r o m e s a s q u e s e l e o f r e c e n o la s p r e s i o n e s
a las q u e se le q u ie r e s o m e t e r . Q u e s e tr a ta a q u í d e u n a o b l i g a
c ió n in c o n d i c i o n a l s e a d v ie r t e e n e l h e c h o d e q u e n u n c a p o d r á
a c e p ta r s e la r e f le x ió n s ig u ie n te : «Si q u ie r o ser un hom bre
h o n r a d o , n o p u e d o h a c e r n i n g u n a a f i r m a c i ó n f a ls a ; p e r o s i r e
n u n c io a s e r lo , p o d r é h a c e r l o s in m á s .» Y e l l o p o r q u e n a d i e
p u e d e r e n u n c ia r a ser h o n r a d o , p o r q u e to d o e l m u n d o está
o b l i g a d o a h a c e r e l b i e n y a e v it a r e l m a l . O , e x p r e s á n d o l o c o n
m a y o r e x a c t it u d : p o r q u e t o d o e l m u n d o t i e n e la p o s i b i l i d a d d e
o b r a r e l m a l e n lu g a r d e l b i e n . « S e r u n h o m b r e b u e n o » y « S e r
u n h o m b r e m a lo » n o s o n a lt e r n a t i v a s e q u i v a l e n t e s , s i n o q u e
la p r im e r a h a d e lle v a r s e a t é r m i n o d e u n m o d o i n c o n d i c i o n a l
y la s e g u n d a h a d e e v ita r s e i n c o n d i c i o n a l m e n t e .
C o n tr a e l c a r á c te r a b s o l u t o de la o b lig a c ió n m o r a l, que
c o m p o r t a la v a l i d e z u n iv e r s a l d e d i c h a o b l i g a c i ó n m o r a l , s e a r
g u m e n t a a m e n u d o a d u c i e n d o q u e lo s h o m b r e s a l o la r g o d e
d is t in t a s épocas y en c ir c u n s t a n c ia s s o c ia l e s d if e r e n te s no
s ie m p r e h a n t e n i d o p o r p r e s c r ita s o p r o h i b i d a s la s m i s m a s c o
sa s. E n a lg u n a s s o c i e d a d e s , p o r e j e m p l o , la v e n g a n z a d e s a n g r e
era u n d e b e r , y e n o tr a s lo s s a c r ific io s h u m a n o s . E n e s e m i s m o
orden d u ra n te la r g o t i e m p o se c o n s id e r ó la e s c l a v i t u d com o
m o r a lm e n t e p e r m it i d a ; y a s í s e p o d r í a n a d u c ir m u c h o s o t r o s
e j e m p lo s s im ila r e s .
P e r o ta le s h e c h o s n o h a b l a n c o n t r a la u n i v e r s a l i d a d e i n c o n -
d ic io n a lid a d d e la e x ig e n c ia m o r a l. S i a n a l i z a m o s , e f e c t i v a m e n
t e , c o n d e t a ll e lo q u e en las d i f e r e n t e s é p o c a s y e s t r u c t u r a s
s o c ia le s se tu v o p o r o r d e n a d o o p r o h i b i d o , v e r e m o s q u e e l c o n
s e n s o ja m á s s e r e fe r ía m e r a m e n t e a la r e g la f o r m a l d e la m o r a l i
d a d (« h a y q u e o b r a r e l b i e n y e v ita r e l m a l» ) , s i n o q u e s e d a b a
t a m b ié n y s ie m p r e r e s p e c t o d e la e x i g e n c i a fu n d a m e n ta l de
c o n t e n id o A s í, por e je m p lo , el m a n d a m ie n t o «no m a ta rá s»
s ie m p r e fu e o b l i g a t o r i o , p o r c u a n t o q u e s e p r o h i b í a a b s o l u t a
m e n te to d o h o m ic id io a r b itr a r io . A unque ta m b ié n , segú n
n u e s tr o s c rite r io s m o r a le s , n o c o n t r a d ig a a e s e m a n d a m i e n t o e l
q u e a lg u ie n m a t e a q u i e n le a m e n a z a g r a v e m e n t e d e m u e r t e .
e ig u a l m a n e r a , t a m p o c o la v e n g a n z a d e s a n g r e n i lo s s a c r i-
ic io s u m a n o s in v a lid a n e n m o d o a l g u n o e l m a n d a m i e n t o d e
n
«no macarás». Sólo en ciertas situaciones conflictivas, perfecta
mente definidas y que no se dejan ai propio criterio, se ha se
ñalado la frontera del mandamiento en cuestión de un modo
que no responde a nuestros criterios actuales.
Hemos de advertir, además, que toda obligación moral 104
siempre se refiere a un acto (que se ha de cumplir o evitar). Lo
cual significa que el carácter incondicional de la obligación mo
ral se experimenta ante todo de una manera «práctica», en co
nexión con el obrar que se da en una situación concreta. Frente
a esta experiencia directa, la exposición teórico-conccprual de la
incondicionalidad de la obligación moral será siempre secunda
ria, derivada y, por tanto, inadecuada.
Así, pues, lo incondicional de la obligación moral sólo se
muestra en su incondicionalidad real cuando viene dado de
forma explícita en la situación concreta. Lo que se desarrolla
conceptualmente y lo que se expone de manera explícita no es
ya lo originario. La obligación moral que se experimenta en
una situación concreta y el saber reflexivo sobre dicha obliga
ción moral no son la misma cosa. De lo cual se sigue que en el
fondo no se puede esperar que los preceptos y normas morales,
cuando están formulados en una universalidad abstracta, es de
cir, con independencia de los respectivos datos concretos,
pueden ser universalmentc válidos y, en este sentido, absolu
tos. En un cieno sentido es cieno, por tanto, que sólo la exi
gencia básica formal de la moralidad («hay que hacer el bien y
evitar el mal») es el único precepto moral que se puede formu
las explícitamente y que no admite excepción alguna. Pero
como el bien nunca hay que hacerlo en general sino siempre en
cada caso concreto (y lo mismo cabe decir, respectivamente, de
la evitación del mal), el precepto formal sólo tiene sentido en
tanto que contiene implícitamente las exigencias de contenido.
77
historia de la filosofía ni en la interpretación de los textos clási
cos sobre las pruebas de la existencia de Dios. Lo que nos inte
resa más bien es esta cuestión: ante las objeciones del pensa
miento crítico moderno ¿es todavía posible llegar a la afirma
ción de la existencia de Dios mediante una reflexión sobre cier
tas propiedades del mundo material? Aquí hemos de tener en
cuenta sobre todo la crítica, formulada por Kant y que a
muchos aparece convincente, a la prueba cosmológica de Dios.
En este capítulo III y en el siguiente expondremos la res
puesta afirmativa a esa pregunta. El razonamiento primero
fundamentará la afirmación de la existencia de la realidad tras
cendente al mundo y absoluta mediante la prueba de la con
tingencia, de la no necesidad, del mundo; mientras que el se
gundo razonamiento demuestra la existencia de Dios a partir
del hecho de la formación y origen de un nuevo ser.
1. Aclaración de conceptos
2. la demostración
82
Estas propiedades del absoluto, que se incluyen mu- 125
tuamente, se contraponen de medio a medio a las propiedades
de los entes intramundanos que nos son conocidos. Pues no
podemos negar que nosotros personalmente y las cosas que nos
rodean somos mutables, finitos, caducos en nuestra forma ac
tual, compuestos, etc. Y porque lo sabemos, sabemos también
que el mundo material y nosotros a nuestra vez no somos abso
lutos, sino contingentes.
Así, pues, la contingencia como tal, la contingencia como
definición ontológica de los entes que pertenecen ai mundo, la
conocemos por cuanto que captamos en un ente definiciones
que excluyen una identificación (o más exactamente: una iden
tificación sin más) de ese ente con el absoluto. Esas definiciones
o determinaciones son signos de la contingencia.
Y nos quedan por hacer aquí dos observaciones más: 1) al 126
comparar ciertas propiedades características de todos los entes
intramundanos con las propiedades necesarias del absoluto, no
se trata del mero concepto de absoluto, sino del absoluto cuya
realidad viene ya conocida y admitida (al menas de modo
implícito) por la realidad de los entes (cf. paso 1). 2) En sentido
estricto no hay ninguna «ascensión» de lo contingente a lo ab
solutamente necesario, porque necesidad y contingencia las co
nocemos siempre en una mutua relación a través de los entes
que nos son dados. La necesidad se (co)experimenta en la rea
lidad fáctica del ente, mientras que la contingencia lo es en la
fimtud polifacética del mismo ente fáctico.
De estas consideraciones síguese la trascendencia del abso- 127
luto frente al mundo: lo absoluto no puede identificarse sin
más con el mundo. Pero a la vez resulta que el mundo, lo con
tingente, no se puede concebir sin lo absoluto. Lo cual significa
que lo absoluto no ha de concebirse tan distinto del mundo co
mo lo es un ente respecto de otro. Lo absoluto más bien ha de
entenderse como aquello que confiere el ser a lo contingente y
que por lo mismo lo penetra y le es inmanente.
Paso III: Ese ente que es absolutamente tncondtctonado, 128
trascendente-inmanente en relación con el mundo, ¡o llama
mos Dios.
El ente absoluto, cuya existencia co-experimentamos de for
ma implícita al experimentar la realidad de las cosas mundanas
y que exponemos de forma explícita mediante el razonamiento
que hemos dado más arriba, ese ente tiene en el fondo las mis-
83
m a s p r o p ie d a d e s q u e a t r ib u y e n a D i o s la s g r a n d e s r e l i g i o n e s
m o n o t e í s t a s . Es e l f u n d a m e n t o p r i m e r o , t r a s c e n d e n t e e i n m a
n e n t e al m u n d o , e s e t e r n o y p e r f e c t o e n t o d o s lo s a s p e c t o s . P o r
lo d e m á s , la p e r s o n a lid a d d e D i o s n o a p a r e c e e x p l í c i t a m e n t e
e n el r a z o n a m ie n to e x p u e s t o , p e r o tr a tá n d o s e d e l a b s o lu t o d o
t a d o d e la p l e n i t u d d e p e r f e c c i ó n t a m p o c o le p u e d e f a lt a r e s t a
p e r f e c c ió n s u p r e m a d e n t r o d e l m u n d o .
B4
Bajo esta objeción se esconden dos ideas erróneas: ante
todo el concepto kantiano de experiencia que reduce la expe
riencia a la visión sensible, y, segundo, una concepción de la
trascendencia para la cual lo trascendente es un ente particular
contrapuesto al mundo.
De ahí que, en respuesta a esta objeción, debamos insistir 131
sobre el hecho de que en nuestras reflexiones jamás hemos
abandonado el campo de toda la experiencia humana concreta
(en la cual entra, como ya hemos visto en 29-43), también la
experiencia del ser o experiencia trascendental). Por ello no se
puede afirmar que, al predicar de Dios la existencia, hayamos
llegado a una consignación para la que carecemos de toda base
experimental. Hemos visto, en efecto, que conocemos tanto la
necesidad como la contingencia mediante la experiencia de ese
mismo dato, es decir, mediante la experiencia de la realidad de
los entes: todo lo que es, lo que existe, existe necesariamente
en tanto que es; pero en tanto que existe de ese modo, que
también puede no ser (a lo que apuntan la mutabilidad, la
composición, la dependencia, etc. del ente), es contingente.
Además, la realidad trascendente no está fuera del mundo, 132
como lo está, por ejemplo, un ladrillo respecto de otro. Dios
no es, pues, un ente que está fuera del mundo, opuesto al
mundo, y sólo mucho mayor que él. De serlo, no pasaría de ser
un doble del mundo en una «ampliación* mayor; y un dios así
sería inútil, pues ni sería Dios ni tampoco el último fundamen
to explicativo del mundo. La trascendencia de Dios significa
más bien que Dios existe de un modo totalmente distinto e in
comparablemente más perfecto que el mundo; lo cual, sin em
bargo, lejos de excluir su presencia y, por ende, su cognoscibili
dad a través del mundo, la hace posible.
3) En la parte primera (33-64) hemos visto que un saber 133
atemático acerca de lo absoluto, dado al modo de la experien
cia trascendental, entra en el contenido de nuestro conocimien
to. En las pruebas de la existencia de Dios tratadas hasta ahora
hemos tematizado bajo diferentes aspectos esta experiencia tá
cita del ser. Y se ha demostrado que el hombre, como condi
ción de la posibilidad de su obrar, supone un sentido no relati-
vizable, que en las decisiones que se presentan en su vida tiene
la conciencia de una obligación absoluta. Cualquier persona
sabe además que todas las cosas, cualquiera sea la forma en que
ello ocurra, aspiran necesariamente a una fúndamentación in-
85
condicional, porque no se puede ignorar la racionalidad de la
realidad.
134 Pero al mismo tiempo el hombre sabe que aquello con oca
sión de lo cual ha descubierto lo absoluto, no puede ser a su
vez simplemente absoluto. Así, pues, la (co)expericncia de la
contingencia de los entes intramundanos pertenece al conteni
do de la concreta experiencia ontológica. Y el hombre puede
comprobar ese contenido real en su propia autoconciencia. Por
saber el hombre que sabe, porque el ser se hace en él conscien
te de sí mismo, por ello dispone de un punto de vista incondi
cionado; con otras palabras, por ello la absolutez pertenece de
alguna manera a la esencia del hombre. Pero, justo «de alguna
manera», y no pura y simplemente. Porque el hombre sabe a la
vez que él no es un ser puramente absoluto, ya que experimen
ta su contingencia de múltiples formas. Su limitación, su fini-
tud, su estar referidos a otros, son elementos que están siempre
presentes a su conocimiento y a su actuación consciente. De esta
experiencia de la contingencia, que en el fondo está presente
en todas nuestras vivencias, podría haber hablado Schlcier-
macher cuando hizo la afirmación —a menudo mal interpreta
da y que de hecho es fácil que se interprete mal— de que en
todo ser está presente «el sentido de la pura dependencia».
86
IV
E L H O M B R E F R E N T E A L M IS T E R IO D E L M U N D O
E N E V O L U C IÓ N
Hemos visto que todas las cosas dependen en su ser del ab- 135
soluto. Y como el ser lo abarca todo, no cabe concebir una re
ferencia más amplia a Dios que aquella que tematiza la depen
dencia del ser. Pese a lo cual, en el mundo cabe señalar otros
elementos que señalan a Dios. Éstos se convienen ciertamente
en aspectos de la contingencia ontológica, de modo que su ex
posición no conducirá a unos razonamientos que se diferencien
por completo de las consideraciones precedentes. Vale la pena,
no obstante, abordarlos con mayor espacio, pues pueden
contribuir a una profundizaron de las ideas logradas hasta
ahora.
Dada la limitación a que estamos obligados, sólo analizare- 136
mos un fenómeno con mayor precisión: el del devenir, del ori
gen de lo nuevo. Se trata de algo muy cotidiano y, además, de
algo que ya en Aristóteles y después en Tomás de Aquino
representó uno de los puncos de partida más importantes para
la demostración de la existencia de Dios. Por lo demás, en
nuestra exposición nos apartaremos de algunos puntos esen
ciales, defendidos en las concepciones de los dos grandes filóso
fos mencionados.
Ocuparse del fenómeno del devenir (Werden) en conexión
con la problemática de Dios es algo que ya merece nuestro es
fuerzo porque a menudo se contraponen evolución y creación.
Habrá que probar que tal contraposición no tiene fundamento
alguno, sino que la evolución del mundo material más bien
apunta a Dios. Mas, para poder demostrarlo, tendremos que
esclarecer antes algunas cuestiones preliminares.
87
1 El hecho de ¡a evolución difícil de comprender
89
cambia como una suma (aleatoria) de partículas diferentes y
que nunca constituyen una verdadera unidad. Con tal supuesto
ya las funciones vitales de nuestro cuerpo resultarían ininteli
gibles por completo, para no hablar de la unidad de nuestra
conciencia, que se supone y coexperimenta en todas las activi
dades espirituales. Así, pues, en el sentido de esta considera
ción lo que cambia es algo tan idéntico como diferente en el
tiempo.
l-io 2) Pero el hecho del cambio pone a dura prueba, desde
otro punto de vista bien diferente, nuestro pensamiento con
ceptual que representa aisladamente los contenidos mentales
abstractos Es evidente que en una gran parte de los cambios se
trata de que en lo cambiante surge algo nuevo, una propiedad
que hasta entonces no existía. (De aquellos otros cambios en
los que desaparecen propiedades que antes se daban, prescindi
mos por el momento y más tarde volveremos sobre ellos.) Res
pecto de esas nuevas determinaciones se plantea la pregunta:
,-de dónde proceden?
141 a) La respuesta en apariencia iluminadora suena así: proce
den de otro ente, que tiene esa propiedad. Es una respuesta
que. estando a una impresión superficial, viene confirmada por
la experiencia. Del agua fría se obtiene agua caliente, porque el
recipiente lleno de agua fría lo colocamos sobre una plancha
caliente; los animales se desarrollan porque ingieren alimentos
de su entorno, y hasta en el desarrollo de la persona humana
vemos que son necesarias muchas influencias exteriores para
que un niño pequeño se convierta en un buen ingeniero.
Mas tan pronto como esos ejemplos se someten a un análi
sis más detallado, descubrimos que ni el desarrollo de los ani
males ni mucho menos aún la evolución espiritual del hombre
pueden explicarse según el modelo del juego de billar; es decir,
mediante la mera recepción de un impulso que llega desde
fuera, cosa que aún parece bastar en el caso del puchero puesto
sobre un hornillo incandescente. El desarrollo de los animales
y especialmente el desarrollo personal del hombre nunca son
una mera absorción de otras influencias, sino que surgen por una
constante interacción del ser que evoluciona con su entorno.
Para decirlo con precisión mayor: el animal en desarrollo y el
hombre que madura espiritualmente nunca son meros recepto
res pasivos de las influencias exteriores procedentes de otros se
res, sino que participan activamente en su evolución. O, lo que
90
es lo mismo, la nueva perfección es siempre también resultado
de su propia actividad.
Así, pues, lo cualitativamente nuevo, surgido por la propia
actividad (en oposición al «más» puramente cuantitativo que
aparece de algún modo) no se puede atribuir sin más a otra
cosa intramundana, sino que en ello hay presente un elemento
(nunca claramente aislable, aunque real), que sólo procede de
la actividad propia, en el pleno sentido de la palabra, de la rea
lidad evolutiva; que, por consiguiente, es nuevo respecto de to
do lo que había en el mundo antes de dicha actividad, y que
por lo mismo ha de contar como un incremento de perfección
autorredizado del ente operativo incluso frente al mundo en
tero.
b) La afirmación de que existe un incremento de perfección 142
autorrealizado, y realmente siempre que se da una evolución,
es sin lugar a dudas sorprendente. Parece contradecir al princi
pio inconmovible que bien podría formularse con estas pa
labras; «del poco nunca puede salir un más», o bien: «nada
puede darse, si antes no se tenía». Por ello presentamos una ul
terior consideración, en la que habremos de probar la realidad
de la autosuperación demostrando el carácter contradictorio de
la hipótesis contraria.
Empecemos por suponer que el «crecimiento en perfección» 143
de un ente, observado en el curso de un cambio positivo (que
siempre es algo distinto de un «aumento» puramente cuantita
tivo), procede siempre de otro ente intramundono. Si hacemos
esta hipótesis, tenemos las posibilidades siguientes de explicar
el crecimiento en perfección: 1) se puede afirmar que lo que se
presenta como nuevo en el caso de un cambio (la nueva deter
minación ontológica) procede siempre de otro. Pero, de ser así,
se da la llamada «regresión hasta el infinito», que no puede
explicar el origen de nuevas perfecciones porque una explica
ción mediante dicha regresión desemboca en que nunca jamás
habrá un fundamento que sostenga lo nuevo. Lo cual, sin em
bargo, es una contradicción en el proceso, aunque no formal.
2) Se puede afirmar también que la perfección nueva (el incre
mento en calidad ontológica) que, de acuerdo con nuestra hi
pótesis, siempre procede de otros entes intramundanos, es el
resultado de la actividad del universo, al que se considera como
la multitud (finita o infinita) de todos los seres.
En este caso las posibilidades de explicación son dos: a) Se
91
podría partir del supuesto de que en el universo como tal no
hay nada nuevo, no hay crecimiento en perfección alguno. El
crecimiento en perfección, que por doquier se observa en el
mundo, no sería más que el «trasplante» de una perfección de
un lugar del mundo a otro, en el sentido de que un aumento
de perfección aquí supone una disminución de la misma allá.
Para poder explicar con esta teoría la nueva calidad ontológica
que aflora por todas partes, tiene que darse un fundamento
explicativo del «trasplante de perfección». Pero ello no es po
sible en un mundo en cuyo conjunto, siguiendo nuestra hipó
tesis, no surge nada nuevo. Y es que el universo, en el que
propiamente no aflora ningún «más», que es estático en su con
junto, no puede ser la explicación del constante trasplante de
perfección que en él se desarrolla permanentemente. Ni un
solo elemento del mundo sería de por sí dinámico; con lo que
cualquier actividad tendría que venir de otro. Sería como algo
que simplemente se desborda a través de los seres siempre pasi
vos y que no poseen ninguna actividad propia; por ellos pasaría
sin ser realmente de ellos. En este caso la actividad sería una
propiedad absoluta (porque se fundamenta a sí misma) del
mundo, pero al mismo tiempo no sería una propiedad de los
seres que constituyen el mundo. Lo cual es una afirmación
contradictoria.
b) Cabe no obstante formular otra teoría: la hipótesis de
que el observado incremento de perfección de un ente finito
proceda si más de otros seres intramundanos y que, por consi
guiente y en definitiva, proceda del mundo como un todo, tal
vez pueda concebirse sobre el supuesto de que el mundo por sí
mismo crece constantemente en perfección. Pero según esta
manera de concebir las cosas, el nacimiento de lo nuevo, el
incremento de perfección, es una propiedad absoluta sin más
(porque se fundamenta a sí misma) de un mundo no absoluto
(por ser capaz de perfeccionarse), lo cual es, como poco, una
afirmación problemática.
Para nosotros, sin embargo, es más importante por el mo
mento el que en este caso se le atribuya al mundo como con
junto una capacidad, que es la de perfeccionarse, la de poder
«superarse» a sí mismo, capacidad que se niega, en virtud de la
hipótesis tormulada al principio, a los entes individuales, que
son las partículas constitutivas del mundo. Ahora bien, no se
llega a ver cómo el mundo en su conjunto pueda crecer por sí
92
en perfección ontológica cuando todas sus partes sólo reciben
su incremento en perfección de otras partes del mundo.
Con todo ello queda probado que la hipótesis de que cual
quier perfección que surge de nuevo en el mundo haya de atri
buirse siempre a otro ente intramundano (o que pueda derivar
se sin más de otro ser siempre intramundano) es falsa.
Si dejamos de lado nuestra hipótesis de que la nueva per- 144
fección de un ente procede siempre de otro ente intramunda-
no, las perfecciones nuevas que aparecen por doquier podrán
explicarse en tanto que siempre son producidas por el ente ab
soluto que está fuera del mundo. Hay, sin duda, mucho de
verdad en esta explicación, y ése fue también el motivo de que
Tomás de Aquino (sobre todo en la «vía primera» de sus famo
sas «cinco vías hacia Dios», cf. Summa theol. I q.2 a.3) identi
ficase al «motor inmóvil» de la filosofía aristotélica con el Dios
de la te cristiana Los elementos de verdad, que pueden hallar
se en esta explicación, los recogeremos también nosotros; pero
antes es preciso atender a las graves dificultades internas que
presenta esta explicación. A las mismas hay que achacar que no
podamos admitir sin más esta prueba tradicional de la existen
cia de Dios.
La dificultad central, a la vez que base de todos los otros 143
problemas, es ésta: si el más de perfección, que aparece encada
aumento perfectivo, procede en definitiva y en exclusiva del
ente absoluto y no del ser mismo que se va perfeccionando,
ocurriría que sólo el absoluto desarrolla una actividad, micncras
que todo lo demás, aunque parezca activo, sólo se moverá
cuando es movido; es decir, que en el fondo es puramente pa
sivo. Lo cual contradice sin embargo unos hechos patentes.
S o b r e t o d o n o puede negarse que nuestros propios actos proce
d e n r e a l m e n t e de nosotros mismos (aunque en ellos nunca se
p u e d a e s t a b le c e r una distinción clara entre lo sujeto a la deter
m i n a c i ó n y lo que es libre), pues que de otro modo será abso
lu t a m e n t e inexplicable el fenómeno de la responsabilidad.
A d e m á s , es inaceptable el concepto de Dios que ahí se su
pone. Si fuera verdad que en el último término el único que
obra es Dios, el hombre no será un ser autónomo y libre. En
tonces llevará razón Sartre al afirmar que nuestro deber moral
es negar a Dios en nombre de á libertad humana; porque un
Dios semejante será un tirano absolutista y opresor de todo,
responsable directo de todos los males y maldades del mundo.
93
A s í, p u e s , s e m e j a n t e r e p r e s e n t a c ió n d e D i o s ll e v a a c o n s e c u e n
c ia s i n a d m is ib le s .
S i r e s u m ié r a m o s a h o r a la s r e f l e x i o n e s q u e h e m o s v e n id o
h a c ié n d o n o s , p o d r ía m o s e s ta b le c e r que to d a d e te r m in a c ió n
c u a lit a t iv a q u e s u r g e c o m o n o v e d a d e n e s t e m u n d o e s s ie m p r e
v t a m b i é n e l r e s u lt a d o d e u n « a u t o p e r f e c c i o n a m i e n t o » d e l o p e
r a n te f i n i t o C o n o tr a s p a la b r a s : e l p r i n c i p i o « n a d a p u e d e d a r
s e , si a n t e s n o s e t e n ía » n o p u e d e e n t e n d e r s e e u e l s e n t i d o d e
q u e se n i e g u e la p r o p i a a c t i v i d a d , e l « a u t o m o v i m i e n t o » q u e
s ie m p r e s ig n if i c a a s u v e z u n a c ie r t a « a u t o s u p c r a c i ó n » ( in c r e
m e n t o d e p e r f e c c ió n r e a l iz a d o p o r u n o m i s m o ) . (A c e r c a d e la
« a u t o s u p c r a c ió n » c f . K . R a h n e r , 1 9 6 1 , 5 5 -7 8 .)
94
Así suena la respuesta de Aristóteles: «El eme en acto surge siempre del co
te en potencia mediante un ente en acto» (Met. IX 0, 1049Ó 24s). De modo
equivalente afirma Tomás de Aquino: «De la potencia no puede nada ser p an
do al acto, si no es por algo que está en acto» (de potenua non potest alujaid
reduct in actum, nrn per altquod ens actu, Summa tbeoi. I q.2 a.3)- Ahora
bien, en sí mismas esas afirmaciones podrían entenderse (y sólo esa interpreta
ción responde al propósito genuino de la doctrina de actuspotentia) en el sen
tido de que esc «ente en acto» por el que es llevado a la realidad (a su realiza
ción) una posibilidad (o potencia), es también (y no soiamente) la actualidad,
la existencia realizada de ese mismo ente, que en cuanto que todavía ha de rea
lizan* es posibilidad (potencia) Pues cada posibilidad real es siempre reali
dad. como cada realidad finita afirma la posibilidad de una realización ulterior
(y ello también desde dentro).
De hecho, sin embargo, los mismos Aristóteles y Tomás de Aquino enten
dieron ya esas afirmaciones en el sentido de que esc «ente en ano», que hace
que una posibilidad o potencia se convierta en una realidad, es un ente distinto
del ente que pasa de la potencia al acto Y con ello se da la apoda, ya expuesta
il'H). de que en definitiva hay que entender cada ente finito como una estruc
tura meramente pasiva, que la potencia es siempre una mera posibilidad pasi
va. que el poder perfeccionarse depende de otro.
No hay que reclamarse aquí precipitadamente al hecho de que la potencia.
en tanto que potencia, sólo sea realidad como (todavía) no realidad, y que res
pectivamente la realidad, en tanto que realidad, sólo sea potencia precisamente
romo (ya) no potencia Porque la potenha se contrapone al actas contradicto
riamente (excluyéndose mutuamente), cuando la poUntta sólo se considera p o
ten tu y el actui sólo como actas; es decir, cuando canto la poíeníta como el ac
tas se entienden como aspectos abstractos y aislados en el ente concreto.
Mas tan pronto como se advierte que todos los aspeaos de un ente, en a n
te que determinaciones reales del ente, también coinciden necesariamente en el
ser del ente, porque en la realidad (en el «cr») no existe ninguna oposmóo
contradictoria —a diferencia de lo que ocurre en una consideración abstracta y
puramente lógica— tenemos que admitir en el ser finito una coincidencia (que
no excluye la oposición sino que coexiste a la vez con ella) de potencia y reali
dad, y también hemos de sacar la consecuencia de que toda potencia o siempre
de por sí una potencia actna. (Estas cuestiones se discuten ampliamente en el
volumen dedicado a la Ontología, dentro de este curso fundamental de
filosofía.)
Un 97
lnskigla luiural *
lo va existente Y eso es justamente lo que afirma la teoría evo
lucionista.
15-4 Aunque por el motivo aducido no consideramos la teoría
evolucionista como mera hipótesis sino como un hecho, tal
afirmación no se refiere a los datos particulares. En efecto, si
quisiéramos responder a estas preguntas: ¿cómo ha surgido la
célula viva de la materia inorgánica?, ¿cómo han evolucionado
en concreto las especies que hoy viven?, ¿cuáles son exactamen
te los factores que determinan el curso de la evolución?,
tropezaríamos con muchas inseguridades, porque la respuesta
de la ciencia todavía presenta numerosísimas lagunas. Ello sin
embargo no afecta a la idea fundamental de que hay una evo
lución.
15“) 2) Después de haber establecido que la evolución cuenta
como un hecho, hemos de referirnos también a la paradoja que
ese hecho comporta. La evolución afirma, en efecto, que la vi
da ha surgido de lo inorgánico y que la autoconciencia humana
ha nacido de formas de vida que no tienen conciencia alguna.
Con otras palabras: que lo supenor procede efectivamente de
lo tnfenoT. y a pesar de lo cual (precisamente porque no se tra
ta de algo que sólo en apariencia es supenor, sino de algo que
en realidad significa un tmást) no se puede derivar de ello ni
reducir a lo mismo. Esta afirmación de resonancias paradójicas
se comprenderá de inmediato si partimos de que existe una
«autosuperación», de que de lo imperfecto también surge lo
perfecto mediante la actividad que le es propia. No podemos,
pues, renunciar al concepto de autosuperación, pese a su difi
cultad. Efectivamente, si consideramos la evolución como un
hecho, también como un hecho hemos de admitir la autosupe
ración.
D6 3) Hemos de seguir reflexionando sobre la factividad de lo
que llamamos autosuperación:
a) No es la autosuperación un concepto que pueda definir
se de manera unívoca, sino que a una con su respectiva mismi-
dad siempre se realiza de una manera diferente, es decir, ana
lógicamente. Esto se advierte, cuando comparamos entre sí la
actividad y la autosuperación que de ella se deriva en el plano
del ser inorgánico, orgánico y espiritual. De ahí que para el
científico de la naturaleza, que intenta describir exactamente la
realidad por él estudiada, este concepto sea siempre problemá
tico
98
b) La autosupcración se da, siempre que un ente ejerce una 157
actividad. Pero a menudo existe en una medida tan pequeña,
que prácticamente no desempeña ningún papel. En tales casos
la actividad del ente consiste casi exclusivamente en continuar
un efecto recibido de otros, de modo que sólo es activo en la
medida en que se comporta de una forma pasiva. Cuanto me
nor es el grado de ser del operante, tanto más frecuente es este
caso.
c) De nuestra tesis, de que toda acción del ente finito com- 158
porta en sí un cierto incremento ontológico, síguese que la evo
lución, la aparición de lo superior, tiene su fundamento en la
estructura misma de la realidad, y por lo mismo ha de esperar
se en líneas generales con gran verosimilitud un acontecer nece
sario Lo cual no significa en manera alguna que, como resul
tado de la acción del ente, tenga que surgir en cada caso un
estado más perfecto y cualitativamente superior. Pensarlo así
sería falso a todas luces, pues no sólo se dan los cambios que
tienen como secuela un incremento, si que también lo que
traen consigo una disminución de la calidad ontológica.
Dicho en forma más simple: en el mundo no sólo se da cre
cimiento y progreso, sino también atrofiamiento y decadencia.
Era ésta una cuestión que habíamos dejado de lado al estudiar
el problema del cambio (140), y es ocasión ahora de que la in
corporemos a nuestras reflexiones.
Si tenemos presente la gran línea de la evolución, que es 159
segura estando a los conocimientos actuales, tenemos que em
pezar consignando que el hecho de la decadencia no sólo del
individuo sino también de especies enteras es perfectamente
compatible en el conjunto de la evolución que da origen a rea
lidades siempre superiores. El individuo, que en el plano de
la existencia biológica viene a ser como un simple eslabón de la
cadena, pasa; pero ya antes ha transmitido en general la vida,
de manera que la especie persiste. Y cuando la especie se extin
gue, las más de las veces su sitio lo ocupa otra vitalmente más
hábil y con una mayor unidad interna en sus individuos. Ade
más, los peces pequeños son devorados por los peces grandes,
los mosquitos acuáticos por los pececillos, y así sucesivamente:
la desaparición de unos hace posible la vida y el crecimiento de
los otros.
Todo esto puede explicarse sin dificultad en la línea de las
explicaciones que nos venimos dando: en cada acción está pte-
99
senté sin duda el elemento de la autosuperación; pero el ente
particular sólo dispone de las condiciones de su propia evolu
ción siempre en una medida limitada. Cuanto mas imperfecto
es un ente, tanto mis está referido a otro, al juego de conjunto
favorable de las influencias que le llegan de fuera, y referido
por tanto al azar de que las posibilidades que en él se dan
puedan realizarse de hecho. Y puesto que la evolución de los
entes no sólo depende de ellos mismos, hay que contar de an
temano con que, al menos en un sector limitado, haya de
cuando en cuando una pérdida del ser (por ejemplo, que la
erupción de un volcán destruya toda la vida en una región rela
tivamente grande), y hasta que tal cosa se vaya repitiendo con
una cierta probabilidad.
160 Si la autosuperación, y con ella la evolución, es una ley on
cológica general, también debe ser el resoné oculto de la evolu
ción de la vida humana en su dimensión individual y social. En
ese caso la evolución triunfa cíenamente, pues no se trata sólo
de un desarrollo biológico sino de un desarrollo humano espe
cial, es decir, espiritual y moral, entrando en una fase que,
pese a todas las coincidencias con las fases precedentes, se dife
rencia fundamentalmente de ellas. En el hombre, debido a su
autoconciencia y a su libertad, no puede darse ninguna evolu
ción (no biológica) sin que tome conscientemente posición
frente a la misma. Es verdad que lo «mejor» y lo «más perfecto»
responde a su naturaleza, pero sólo puede surgir si él se decide
libremente a ello. Dado que el hombre puede conocer la dife
rencia entre el bien y el mal y puesto que está obligado a hacer
el bien, también es responsable de la evolución. En virtud de
la autoconciencia y de la libertad las oportunidades de evolu
ción son en el hombre mucho mayores que en otros seres, pero
también ésta corre en él un peligro mucho mayor. Además, en
el caso del hombre, ya que se trata de un sujeto autoconscicnte
y libre, de una persona, su evolución individual nunca debe es
tar tan sometida a los intereses de la especie (del clan, de la na
ción, de la humanidad), que no se tenga en consideración su
propio valor inalienable. Ningún hombre es un mero eslabón
de la cadena, sino que en cierto modo representa un valor ab
soluto Una actitud que no lo vea así contradice la esencia mis-
ma de la evolución específicamente humana.
161
d) Una cierta «espontaneidad», una cierta «libertad», es ya
ac enstica e a evolución en el nivel infrahumano. Dado
IDO
que la autosuperación como taJ procede de la actividad del en
te conforme a su singularidad individual (que todavía no se
puede captar con la generalidad de su naturaleza), y dado que
la autosuperación es un elemento esencial de la evolución, ésta
nunca será la mera realización de un plan rígidamente estable
ado de antemano en el tiempo, sino un acontecimiento en
cierto modo «libre». Cierto que el incremento de perfección del
mundo es necesario en general, mas por lo que respecta al fu
turo y sobre todo de cara a las peculiaridades concretas es
siempre un proceso «abierto». Pero una vez que ha aparecido, y
aunque habría podido ser de otro modo, determina el curso ul
terior de la evolución.
103
dicalmente distintas de las que son específicas de sus partes. Si
ninguna parte puede fundamentar por sí misma la capacidad
de autosupcración, tampoco el mundo como mera suma de las
partes individuales puede sostener esa capacidad.
Mas, si hablamos del «mundo cual todo» no como simple
suma de los entes particulares, sino que lo entendemos como la
totalidad de la realidad, que cualitativamente es algo distinto
por completo y esencialmente más que la suma de las partes
concretas, entonces no hay impedimento alguno para decir que
el fundamento último de la capacidad de autosuperarse se da
en el mundo, en tanto que es la totalidad de la realidad.
Quien así habla debe saber, sin embargo, lo que dice, porque
eso es precisamente lo que nosotros afirmaremos (aunque
expresado desde luego con otra terminología).
En concreto ocurre que el mundo como totalidad de la rea
lidad, aunque contiene en sí al mundo en tanto que simple
suma de los entes (inmanencia), lo supera a la vez esencial
mente (trascendencia), porque ese mundo como totalidad de la
realidad es el fundamento último y unitario de que el ente
pueda superarse a sí mismo, es en cuanto al ser incomparable
mente más que la pura suma de los entes particulares. De lo
cual se sigue —y lo veremos más claramente en las páginas que
siguen— que aquel filósofo que distingue entre el mundo co
mo la totalidad de la realidad y el mundo como suma de los
entes, pese a su conexión o a su unidad, y considera aquel
mundo, y no éste, como el hecho último, como la realidad in-
condicionada, esc filósofo sólo se diferencia en la terminología
de aquel otro que a la realidad última la llama Dios.
b) Con la reflexión precedente nos hemos ya anticipado
bastante a nuestro razonamiento propiamente dicho. Todavía
no nos hemos ocupado de la cuestión de si en el fondo no
equivale a negar la «a/osuperación el afirmar que el fundamen
to último de esa autosupcración del ente particular no ha de
buscarse meramente en ese mismo ente particular. ¿Qué senti
do tiene hablar de autosupcración, si para explicarla hay que ir
más allá de la mismidad del ente?
Se plantea este problema, porque existe una tensión entre
nuestro saber apriorista acerca de la necesidad y modo de I®
fundamentación causal, por una parte, y la exposición de ese
saber que se da en conceptos inequívocos, por la otra. Esta afir
mación hay que explicarla con mayor detenimiento.
104
N o p od em os negar la radical racionalidad de la realidad.
P or e llo s a b e m o s con certeza que de la nada nada procede y
q u e , p o r consiguiente, lo que ha aparecido alguna vez debe de
t e n e r u n a explicación en el plano de la realidad; es decir, debe
d e t e n e r una causa. Esa necesidad captada apriori (o, lo que es
lo m i s m o , c o n independencia de esta o de aquella experiencia
p a r tic u la r ) expresa el pnncipio metafisico de causalidad. En la
a p r e h e n s ió n d e esa necesidad se contiene a la vez la ¿dea de
q u e c u a lq u ie r explicación, cualquier fundamentación, sólo es
r e a l m e n t e p o s i b l e porque existe una explicación última de to
d a s la s c o s a s e n la forma de una realidad última y absoluta,
q u e t i e n e e n s í m is m a por completo el fundamento de su ser
real S i, e n efecto, cada fundamentación estuviera siempre refe-
rer id a a o tr a , n a d a habría en definitiva fundamentado. Así,
p u e s , e l p r i n c i p i o metafisico de causalidad expresa la idea si
g u i e n t e t o d o lo que existe sólo de manera condicionada re
q u ie r e u n a fundamentación existencia! incondicionada y últi
m a P o r t a n t o , en la esencia de la idea que aquí se expresa
e n tr a e l q u e en cada realidad condicionada, no ciertamente con
p le n a c la r id a d sino sólo de forma tácita aunque directa, capte
m o s lo incondicionado.
C u a n d o i n t e n t a m o s exponer de forma clara c inequívoca 168
e sa id e a f u n d a m e n t a l de que lo condicionado reclama en la
r e a lid a d u n a explicación suficiente, solemos decir las más de las
v e c e s : si u n a cosa no tiene en sí misma su fundamentación,
h a b r á q u e buscarla en otra cosa como en su causa. Con ello
e x p r e s a m o s nuestra idea, dada a priori, de que lo no incondi-
c io n a d o requiere absolutamente una explicación mediante una
c a u s a , respondiendo a la naturaleza de nuestro pensamiento
c o n c e p t u a l tal como aparece en ffases como estas: «Todo lo que
se m u e v e es movido por otro» (Tomás de Aquino, Summa
theoi. 1 q.2 a .3) o bien: «Cuando experimentamos que ocurre
a l g o , siempre suponemos que precede algo de lo que aquello
se sigue según una regla» (I. Kant, KrV B 240).
Pero tales fórmulas —y es algo en lo que querríamos hacer
aquí especial hincapié— no se pueden equipar sin más con el
principio metafisico de causalidad. Porque no expresan en
modo alguno la idea fundamental (que necesariamente está
presente siempre que se capta la necesidad de una fúndamen-
tación en un caso concreto) de que en la fundamentación efec
tiva de lo que ha de fundamentarse entra lo absoluto, y de que
105
sin lo absoluto no se comprende la existencia efectiva de lo
condicionado. Las formulaciones tomista y kantiana, que aca
bamos de citar, del principio de causalidad no expresan, pues,
la plenitud de la idea que deriva de haber captado la necesidad
de la fundamentación causal, sino que representan esa idea
sólo de acuerdo con los puntos de vista del pensamiento concep
tual que requiere claridad y precisión, puesto que dicen: cuan
do existe algo que necesita explicación, dicha explicación ha de
buscarse en otra cosa; o sea, que explicar algo significa redu
cirlo a otra cosa.
169 Como la forma de explicación de la ciencia moderna de la
naturaleza consiste en reducir una cosa a otra (dicho más exac
tamente, se señala la regla por la que un acontecimiento se si
gue de otro con una necesidad o con una probabilidad estadís
tica), llamamos al principio, que subyace en esa forma de ex
plicación, la ley causal en las ciencias naturales.
170 Esa ley causal de la ciencia de la naturaleza y el principio
metafísico de causalidad están estrechamente unidos desde
luego, aunque median entre ellos diferencias notables.
La conexión o referencia mutua consiste en que la ley
científica de causalidad es una exposición conceptual clara, y
que por lo mismo no lo expresa por completo, del principio
metafísico de causalidad, y que la fuerza convincente, la evi
dencia de la ley científica causal deriva de la necesidad que se
manifiesta en el principio metafísico de causalidad, porque
toda fundamentación a través de otro sólo tiene sentido cuando
algo se puede fundamentar en definitiva de un modo completo
y, por tanto, incondicionado.
171 Pero, a la vez, entre la ley científica causal y el principio
metafísico de causalidad existen diferencias considerables: el
principio de causalidad en la base de lo condicionado capta de
inmediato, aunque sólo implícitamente, lo absoluto; la ley
causal sólo infiere un suceso de otro que le precede inmediata
mente en el tiempo. Según el principio de causalidad, la causa
se puede encontrar de algún modo en el efecto, aunque sea di
ferente de éste. Para la ley causal causa y efecto son entes clara
mente separables entre sí. En consecuencia el principio de
causalidad se refiere a la realidad, al ente como tal, mientras
que la ley causal sólo apunta a las manifestaciones o a la se
cuencia temporal de las manifestaciones.
172 La ley causal propia de la ciencia sólo ofrece un modelo de
106
las conexiones causales, pero nunca las abarca por completo.
Esto se echa de ver claramente tan pronto como se hace el in
tento de aplicar la ley causal con todas sus consecuencias a la
realidad. Semejante empresa fracasa inevitablemente, siendo el
mejor ejemplo de ello la tercera y cuarta antinomia de la
Crítica de la Razón Pura (cf. Kant, KrV B 472-489). Pero no es
necesario probarlo aquí, porque ya hemos visto (143) que se in
curre en contradicciones cuando se intenta reducir siempre una
cosa a otra. Concretamente lo que con ello hemos demostrado
es que sólo cabe mostrar que la acción no es contradictoria,
cuando se reconoce que el ser operante se supera de continuo
en su actividad y que, por lo mismo, no todo puede reducirse
siempre a otra cosa; lo cual significa que la ley causal científica
sólo en cierto aspecto representa adecuadamente la conexión de
causalidad que se da en la realidad.
Mas cuando se aplica a esa realidad el principio mctafisico 173
de causalidad, no se incurre en dificultades, sino todo lo con
trario. Con su ayuda, en efecto, se pueden resolver aquellas
contradicciones en las que nos vemos apresados cuando preten
demos forzar la realidad ajustándola al lecho de Procusto de la
ley científica causal. Dicha ley causal propia de la ciencia exclu
ye de hecho la autosuperación, porque nos enfrenta al dilema
siguiente: o bien se dice que el fundamento para la autosupe
ración del ente se halla de hecho en el mismo ente respectivo, y
en tal caso dicha autosuperación sería un hecho último que ya
no puede fundamentarse, lo que equivaldría a decir que el
ente particular, en modo alguno incondicional, posee una pro
piedad incondicional y absoluta, cosa que resulta contradicto
ria. O bien afirmamos que el fundamento último de que un
ente pueda superarse a sí mismo hay que buscarlo en otro ser;
pero en ese caso ya no podrá hablarse de aa/osuperación.
Mas si se tiene en cuenta que en la línea del principio
metafísico de causalidad causa y efecto nunca pueden separarse
sin asumir a su vez su unidad mutua, entonces es fácil adverar
dónde está el fallo al aplicar la ley causal de la ciencia de la na
turaleza. El error está en suponer implícitamente que la reali
dad posibilitadora de que un ente se supere a sí mismo tenga
que ser diferente de éste como son diferentes dos cosas. En el
fondo de esa suposición implícita está el pensamiento concep
tual en su forma específica, para el cual, cuando hay una diver
sidad, ya no puede hablarse de coincidencia.
107
■i Ahora bien, resulta meridianamente claro que lo que se re
conoce en un ente activo como incremento del ser autorrealiza-
do no puede reducirse per defimtionem a otro ente distinto de
él v que, por tanto, está fuera de él. De lo cual no se sigue, sin
embargo, que el «más» cualitativo, producido por la autoactivi-
dad como tal, no pueda ser producido también por aquella
realidad que, como hecho último, es el fundamento de todo lo
real. Este hecho último, al no ser idéntico (por su trasparencia)
con el ente finito, no asume el papel que le corresponde al
eme finito como tal en la actividad que le es propia, y por ende
no pone en peligro la ¿wr/osupcración del ente; pero, como (por
su inmanencia) no es simplemente distinto del ente finito,
puede hacer posible que el ser finito realice lo que «por sí
solo», es decir, con independencia de su fundamento último
(lo que ciertamente es una forma de consideración abstracta)
no sería capaz de hacer: producir más de lo menos; con otras
palabras, obrar de tal modo que el resultado de su actividad
sea cualitativamente más que la suma de las influencias deriva
das de otros entes intramundanos.
Sobre la base de cuanto llevamos dicho fácilmente se puede
rectificar la observación, a menudo repetida, de que no se ha
de utilizar el principio de causalidad en conexión con la prueba
de la existencia de Dios. Quienes así hablan se apoyan en
Kant, ya que éste ha demostrado que, con ayuda de dicho
principio, nunca se puede concluir la existencia de una realidad
trascendente y absoluta, pues que tal principio sólo ha de apli
carse a objetos de una posible experiencia empírica. El punto
de vista kantiano a propósito del principio de causalidad sólo se
entiende si tenemos en consideración que no hace ninguna di
ferencia entre el principio metafísico de causalidad y la ley
causal de las ciencias naturales. Al faltar en Kant esa diferencia,
su afirmación de que el principio de causalidad sólo puede
aplicarse a los fenómenos, resulta en parte correcta y en parte
falsa. La afirmación es correcta, en la medida en que la ley
causal científica, en la que propiamente piensa Kant cuando
habla de causalidad, sólo cuenta de hecho para los fenómenos;
y es falsa, porque no se puede aplicar al principio metafísico de
causalidad.
108
4 Dios como condición posibilitadora de la autosuperación
no
V
111
1 La f>rueba en Anselmo y su problemática
180 Anselmo pane del hecho de que el necio, que niega la exis
tencia de Dios, tiene que imaginarse algo cuando pronuncia la
frase: «No hay Dios.» Y lo que entiende por Dios es ciertamen
te un ser por encima del cual no se puede pensar nada mayor.
Ahora bien, lo que él entiende por Dios es algo que, al enten
derlo, está presente en su entendimiento. Pero aquello, mayor
de lo cual no es concebible nada, no puede existir sólo en el
entendimiento, en el pensamiento. Porque si, en efecto, exis
tiera únicamente en el entendimiento, cabría también pensar
algo como existente en la realidad, lo que evidentemente sería
mayor. Con otras palabras, se daría la consecuencia contradicto
ria de que aquello, superior a lo cual no cabe pensar nada,
sería a la vez algo superior a lo cual cabría pensar otra cosa. De
todo ello saca Anselmo la consecuencia de que aquello, por en
cima de lo cual no cabe pensar otra cosa mayor, existe también
sin duda alguna en la realidad.
181 La objeción, que habitualmente se aduce contra tal razona
miento, suena así: es una conclusión falsa, puesto que ahí se da
un tránsito desde el orden lógico o mental al orden de la reali
dad, tránsito que no está permitido. Del que se piense algo
como existente no se puede deducir la existencia real de lo pen
sado Pues —como dice I. Kant— la existencia no es un pre
dicado real; con otras palabras, no es una definición que
constituya el contenido de un concepto (cf. su famoso ejemplo
según el cual cien táleros existentes y cien táleros pensados no
presentan la menor diferencia en la determinación abstracta de
su contenido, KrV B 627). De ahí que mediante un mero aná
lisis conceptual jamás pueda afirmarse de un modo fundado la
existencia de lo pensado en el concepto. Tomás de Aquino dice
en el fondo lo mismo. Concede ciertamente que la existencia
pertenece a la esencia de Dios; pero eso (antes de la prueba de
la existencia de Dios partiendo de los datos de la experiencia)
no nos es «por sí» conocido (per se notumj, aunque pueda de
cirse que en sí es evidente (cf. Summa theol. I q.2 a.l).
182 Esta c r ític a es ciertamente atinada, por cuanto que del con
cepto (del ser pensado) de una cosa individual nunca se puede
deducir su existencia. Es cierto que de alguna manera cada con
cepto se fundamenta en la realidad; es decir, todo concepto va
lig a d o de a l g ú n modo a la experiencia de algo existente (aun-
112
que a menudo llegue a través de varios eslabones mentales).
Pero de ello no se sigue en absoluto que la «cosa» pensada exis
ta realmente y de hecho (se trataría de una «cosa» que, como
tal, es una construcción del entendimiento, como lo son las
formas geométricas puras, y que por lo mismo sólo se dan como
«cosas del entendimiento»). Pues, primero, la experiencia
se puede interpretar erróneamente, se puede exponer de mane
ra falsa: y, segundo, aunque no haya ningún error, del que en
una cosa haya existido una vez o vaya a existir en el futuro, no
se sigue su existencia presente. Dicho más brevemente: de la
posibilidad no se sigue la realidad.
Y eso es algo en lo que insiste el propio Anselmo. En sus
explicaciones mediante la referencia al pintor, que planea pin
tar algo pero que todavía no ha llevado a efecto su plan, llama
la atención sobre la notable diferencia que representa «el que
una cosa exista en el conocimiento» o «el que se conozca que la
cosa existe» Es. pues, consciente de que del mero ser pensado
de una cosa no se puede deducir su existencia real; pero afirma
sin embargo que del ser pensado del absoluto se sigue su reali
dad Evidentemente es del parecer que en el caso del pensa
miento de lo absoluto sin más la situación real es distinta de
cuando se piensa en cualquier cosa concreta. Para entender esta
diferencia, que existe de hecho, hemos de considerar las condi
ciones para el pensamiento de lo absoluto.
116
mismo sin poder aprehender ese uno. Lo cual significa que
propiamente no existe un concepto del absoluto en el sentido
antes expuesto (1); es decir, que no existe un contenido mental
abstracto por el que nosotros podamos captar la «naturaleza», la
«esencia», de lo absoluto de una manera general. Un «concep
to» de lo absoluto sólo se da como una exposición lingüística de
la experiencia de lo absoluto, que nunca puede establecerse
inequívocamente en su significado.
La razón que puede darse es simple: jamás nos encontra
mos con lo absoluto como con un objeto delimitado, lo absolu
to nunca se experimenta temáticamente (como contenido al
que se aspira directamente) Pero siempre se coexperimenta en
cualquier conocimiento de la realidad. A nosotros se nos da
en forma atemática, en la «experiencia trascendental» o en la
experiencia implícita del ser, y puede demostrarse mediante
una reflexión sobre las condiciones de cienos elementos que se
presentan en el proceso cognitivo (35-56).
Si consta, pues, que es imposible pensar lo absoluto sin ha- 189
berlo experimentado (atemáticamente), quiere decirse que el
pensamiento de lo absoluto constituye una referencia a lo que
se ha experimentado. Considerada desde esta perspectiva, la
prueba anselmiana de la existencia de Dios no es más que un
desarrollo original de la experiencia del ser, y como tal, una
prueba —que en su brevedad fácilmente puede prestarse a ma
las interpretaciones, pero fundamentalmente sólida— de que
existe lo absoluto. No se logra aquí nada más, pero tampoco
nada menos, de lo que ya queda expuesto más arriba (120) en
el paso I de la prueba de la condngcncia. Anselmo ya no se es
fuerza por demostrar propiamente la trascendencia del absoluto
frente al mundo, cosa que en cierto modo se justifica desde su
punto de vista. Pues si se tiene realmente, y no sólo en forma
hipotética, un concepto de lo absoluto; con otras palabras, si
realmente se ha entendido aquello por encima de lo cual no
cabe pensar nada mayor, se ha eliminado de raíz el peligro de
confundirlo con el mundo, que siempre es capaz de mayor per
fección (cf. Welte 1978, 105-110).
Bibliografía: sobre U «prueba ontolágica de Dios»: Henrich 1967; Hanshome
1967; Plantinga 1965; Barnes 1972; sobre las pruebas de la cmsrencia de Dios
en general, Seüer 1965; Cramer 1967; Huonder 1968.
«Dios no es la hipótesis concluyente que se sigue del anteproyecto de una
plenitud de la imagen del mundo, sino la única tesis que se forma con todas tas
117
hipótesis con las que nosotros construimos nuestra imagen mundana. Pues
siempre, y en concreto cuando se trata de formar de una imagen del mundo,
con anterioridad a su estructura, se supone que se da un sentido, una conexión,
una referencia mutua entre la pluralidad de las cosas mundanas, que para nos*
otros están ensambladas formando un todo, y así se afirma simultáneamente
una unidad de sentido original, que precede a la pluralidad. El conocimiento
de la limitación, de la abertura y de la cuestionabilidad crítica de una imagen
del mundo, del que vive toda ciencia, a su vez sólo es posible en virtud de la
afirmación apnonsta e implícita de un ser infinito al que se apunta de un modo
asintótico, que llamamos Dios.» (K Rahner. 1956, 458s.)
118
PARTE TERCERA
128
n e g a c ió n y que en ese aunamiento supera a ambas, se de
m u e s tr a n e c e s a r ia e ntodos aquellos casos en que el lenguaje ha
d e e x p r e s a r lo claramente inexpresable, lo «inefable». Por la na
tu r a le z a m is m a d e l tema esa necesidad alcanza su punto culmi
n a n te al h a b la r d e Dios.
2 ) E n v ir tu d de lo dicho, es evidente que nada puede pre- 205
d ica rsc d e D i o s y de una realidad creada exactamente en el
m is m o s e n t i d o . L o c u a l no debería sorprendemos, desde luego,
ya q u e n i n g ú n predicado puede aplicarse en el mismo sentido
a la r e a lid a d concreta y diversa que nos sale al paso; y cuando
se p ie n s a poder hacerlo, es que se trata no de lo preexistente a
n u e s tr o conocimiento sino de una construcción de nuestro
p r o p io entendimiento. Y todo ello porque la aplicación de las
d e s ig n a c io n e s e n el mismísimo sentido, la llamada «univoci
d a d » q u e p e r s i g u e n los lenguajes científicos y regulados, sólo es
p o s ib le s o b r e e l supuesto de una abstracción de lo concreto
real.
Por c o n s i g u i e n t e , cuando entra en juego una representación
d e la r e a lid a d c o m o tal. ninguna palabra se emplea «unívoca
m e n t e » , e s decir, en un sentido exactamente igual. Y si esto
v a le d e n t r o d e la realidad creada, muchísimo más ha de contar
e n el le n g u a j e acerca de Dios.
M a s d e l h e c h o d e que al hablar de Dios excluida la identi
d a d e x a c ta d e l s i g n i f i c a d o de las expresiones o el «uso unívoco»
d e lo s p r e d i c a d o s , todavía no se sigue que el traslado a Dios de
u n a d e s i g n a c i ó n tomada del mundo sea sólo una igualdad en
la d e n o m i n a c i ó n (es decir, un «equívoco») sin correspondencia
a lg u n a en el significado. Porque siempre que con una palabra
d e s ig n a m o s algo que no es mera construcción de nuestro pen
s a m i e n t o , el significado de la palabra en cuesuón es diferente
e n la s diferentes afirmaciones sobre entes distintas, pero sin eli
m in a r por completo la identidad del significado. Esta pro
p ie d a d del lenguaje humano se conoce en la filosofía como
« u so analógico de las expresiones lingüísticas».
Esta propiedad del lenguaje humano aparece especialmente
cuando se trata del razonamiento sobre Dios. Así, pues, todo
cuanto predicamos de Dios en el lenguaje humano tiene un
sentido análogo. Es decir, cada predicado que procede de
nuestra experiencia mundana y que representa alguna perfec
ción (como la bondad, la vida, la independencia), en su apli
cación a Dios conservará a la vez que cambiará su significación
129
ln«k■V*
o r ig in a r ia , y a q u e lo s e l e m e n t o s d e i d e n t i d a d y d iv e r s i d a d n o
se p u e d e n sep a ra r, n o se p u e d e n e lim in a r .
E l f u n d a m e n t o ú l t i m o d e q u e la s p a la b r a s s e e m p l e e n a n a
ló g ic a m e n te y que con e llo p u e d a e x t e n d e r s e s u s ig n if i c a d o
m á s a llá d e la s f r o n t e r a s d e la d e t e r m i n a c i ó n c o n c e p t u a l , q u e
p u e d e n fija r s e d e f o r m a i n e q u í v o c a , e s p o r lo q u e r e s p e c t a a la
r e a lid a d la a n a l o g í a d e lo s e n t e s e n e l s e r ; e s d e c ir , e l h e c h o
f u n d a m e n t a l d e q u e t o d o c u a n t o e x i s t e , c u a l q u i e r a s e a s u fo r
m a d e e x i s t e n c i a , c o i n c i d e e n a q u e l l o e n q u e s e d i f e r e n c i a (r e s
p e c t i v a m e n t e , s e d i s t i n g u e e n e l s e r y e n e l s e r c o n c u e r d a ) . P or
p a n e d e l h o m b r e c o g n o s c e n t e , e l f u n d a m e n t o ú l t i m o p a r a el
u s o a n a l ó g i c o d e la s p a la b r a s e s la d i m e n s i ó n d e n u e s t r o c o n o
c i m i e n t o q u e s e l l a m a r a z ó n y q u e n o s c a p a c it a p a r a m a n t e n e r
u n i d o e n la i n t e l e c c i ó n lo q u e c o n c e p t u a l m e n t c s e e x c l u y e , y
s u p e r a r a s í la d i m e n s i ó n c o n c e p t u a l d e l p e n s a m i e n t o (la d i
m e n s ió n d e l e n t e n d i m i e n t o ) p o r la q u e s ó l o p o d e m o s c a p ta r
s ie m p r e u n a s p e c t o d e l o c o n c r e t o .
206 Q u i e n a c t ú a c u a l s i e l r a z o n a m i e n t o a c e r c a d e D i o s fu e r a
un a s u n to s in p r o b le m a s , q u ie n por lo m is m o no tie n e en
c u e n ta q u e to d o lo q u e p r e d ic a m o s d e D io s c a m b ia su s ig n ifi
c a c ió n o r ig in a r ia , e s e ta l s ó l o s u s c it a r á m a la s in t e r p r e t a c io n e s
d a n d o a s í o c a s ió n a que m u c h o s r e c h a c e n p o r ta l m o t i v o la
e x is t e n c i a de D io s . M as ta m b ié n pu ed e s e r v ir d e p á b u l o al
a t e ís m o e n q u e s e in s is t a u n i l a t e r a l m e n t e e n la i n e f a b i l i d a d d e
D i o s . P o r q u e d e e s e m o d o d e v e r la s c o s a s s e s i g u e e l a g n o s t i
c is m o t o t a l , q u e s ó l o d i f i e r e d e l a t e í s m o e n e l n o m b r e . S i, e f e c
t i v a m e n t e , n a d a p u e d e d e c ir s e d e D i o s , r e s u lt a a b s u r d o y s in
s e n t i d o h a b la r d e s u e x i s t e n c i a . Y a s e v e p o r e s t a s c o n s e c u e n c ia s
lo i m p o r t a n t e q u e e s la d o c t r i n a d e la a n a l o g í a , y a q u e c o n s t i
t u y e e l f u n d a m e n t o p a r a p o d e r d is c u r r ir a c e r c a d e D i o s .
207 Aquí hemos de mencionar todavía una forma de razona
miento acerca de Dios, que no es filosófica ni científica. El len
guaje religioso, y sobre todo la poesía religiosa y las plegarias
utilizan espontáneamente imágenes y símbolos, cuando hablan
de Dios o a Dios se dirigen. Véase, por ejemplo, el Salmo 18.
130
De modo similar canta el Salmo 35:
BibUografia. Flew, Maclnryre (dire.) 1955; Ferré 1961; Clarkc 1966; de Patcr
1971, Martin 197-4. Dalferth 1974. 9-60; Track 1977; Dalferrh 1981.
132
II
L A T R A S C E N D E N C IA
Y LA IN M A N E N C IA D E D IO S
l.v t
P ero e n t r e quien comunica el ser y quien recibe ese ser cual
c o m u n ic a d o t i e n e que existir una intimísima com unión de ser,
q u e p e s e a to d a s las diferencias hasta se podría llamar identi
d a d , e n e l s u p u e s t o de que con tal expresión no se quiere negar
la d iv e r s id a d r a d ic a l.
A s i m is m o ha quedado demostrado que lo incondicional, al
ser p e r c ib id o como fundamento de la obligación moral, no
a p e la « d e s d e fuera» a la libertad del hombre (llQs). E incluso
c u a n d o e l e n t e f i n i t o se supera a sí mismo mediante su propia
a c tiv id a d , D i o s opera «desde dentro» (177).
Para m o s tr a r que la doctrina de la más íntima comunión
o n t o ló g ic a e n t r e D i o s y el mundo es una tesis de la doctrina fi
lo s ó fic a tr a d ic io n a l acerca de Dios, permítasenos aducir aquí un
par d e cita s:
«Espero que quien piensa espiritualícente ya habrá visto claro que ni una
<-o\i naturaleza puede ser opuesta a Dios Porque si él es, y ello sólo de Dios se
puede preduar sin más (porque lo que es realmente, permanece inmutable c
igual, dado que lo que cambia era algo que ya no es, y será algo que no lo
es todavía), es aue Dios no uene nada como opuoto Si se d o s preguntase qué e
lo opuesto de blanco, responderíamos que negro; si se nos interrogase por lo
opuesto de caliente, responderíamos que frío; preguntados por lo contrario de
rápido, contestaríamos que lento, y así sucesivamente. Pero si se pregunta por
lo opuesto de lo que ¿j . la respuesta correcta sonará: lo que no es» (Agustín, De
f u k a s y m b o io 7, PL 40. 185),
«En tanto que la cosa tiene ser. Dios tiene que estar presente en ella, y der
rámente que de conformidad con la manera de custcncñ de cada cosa. Ahora
bien, el ser es lo más ínumo y lo más profundo en todas las coas, pues a él le
compete la tarea de dar forma a todo lo demás que hay en la cosa. Asi Dios de
be estar presente en todas las cosas y ciertamente que d d modo más intime*
(Tomás de Aqumo, Summa theoi. 1 q. 8 a. 1).
215 1) La p a la b r a « d e í s m o » d e s i g n a o r i g i n a r i a m e n t e la d o c tr in a
d e lo s i lu s t r a d o s i n g l e s e s y f r a n c e s e s a c e r c a d e D i o s , q u e r e c h a
z a la r e v e la c ió n y la p r o v i d e n c i a d i v i n a s . E n s u o p i n i ó n , D io s
c r e ó e l m u n d o , t o t a l m e n t e d i s t i n t o d e é l , p e r o d e s p u é s d e su
c r e a c ió n — c o m o h a c e e l a l b a ñ i l q u e h a t e r m i n a d o s u o b r a — se
r e t ir ó d e l m u n d o a b a n d o n á n d o l o a s u s u e r t e . E n e s a p e r s p e c t i
v a , D i o s e s u n e n t e d i s t i n t o d e l m u n d o , s i e n d o p o r t a n t o c a u sa
ú n i c a m e n t e d e s u o r i g e n , m a s n o d e s u p e r s i s t e n c i a e n e l ser .
P o r e l l o n o e s a b e r r a n t e e n t e n d e r b a j o e l l e m a d e « d e ís m o » las
c o n c e p c io n e s d e D io s d e c u a n t o s se lo im a g in a n s e g ú n e l m o
d e l o d e lo s e n t e s i n t r a m u n d a n o s , c o n la ú n i c a d i f e r e n c i a d e
q u e e s p r e c i s a m e n t e e l e n t e s u p r e m o . E n e s t a c o n c e p c i ó n la
t r a s c e n d e n c ia d iv i n a s e e n t i e n d e m á s o m e n o s c o m o u n a s e p a
r a c ió n e s p a c ia l , y e n c u a l q u i e r a d e l o s c a s o s d e u n a m a n e r a q u e
h a c e i m p o s i b l e e l h a b la r d e la i n m a n e n c i a d e D i o s , d e u n a
o m n ip r e s e n c ia d iv in a e n e l m u n d o .
216 P o r lo d e m á s , e s t a r e p r e s e n t a c i ó n d e D i o s e s t á a m p l i a m e n t e
d i f u n d i d a . U n a g r a n p a n e d e lo s h o m b r e s s e q u e d a d e h e c h o
e n e l p l a n o d e la s c o n c e p c i o n e s r e l i g i o s a s i n f a n t i l e s y n o l l e g a a
r e f le x io n a r d e u n m o d o s e r io y p e r s o n a l s o b r e e l p r o b l e m a d e
D i o s . D e a h í q u e la m a y o r ía s e r e p r e s e n t e a D i o s c o m o u n s e t
q u e está p o r e n c im a d e l m u n d o y c o n r a sg o s h u m a n o s , a u n q u e
s a b e n q u e la i m a g e n d e l a n c i a n o b a r b a d o q u e s e s i e n t a e n *u
t r o n o d e l c i e l o n o c o r r e s p o n d e a d e c u a d a m e n t e a la r e a l id a d d i
v in a . La c o n c e p c i ó n v u lg a r d e D i o s s e i d e n t i f i c a e n b u e n a m e
d id a c o n e l c o n c e p t o d e í s t a .
217 2 ) E n c o m p a r a c ió n c o n e s a i d e a , e l p a n te ísm o es u n erro r
« m á s f il o s ó f i c o » , m u y p o r e n c i m a d e la s c o n c e p c i o n e s v u lg a r e s
d e D i o s . S i e n t e n d e r s i g n i f i c a s i e m p r e r e d u c ir d e a l g ú n m o d o a
136
u n id a d la pluralidad de los fenómenos, y si el entender filosó
fic o pretende llegar a los cimientos últimos de la realidad, ya se
comprende perfectamente que la realidad última tenga que ser
a lg o único. Sólo un agnóstico, persuadido de que la inteligen
cia humana no es capaz de predicar nada válido acerca del fun
d a m e n t o ú l t i m o de la realidad, puede afirmar la no exclusión
d e que e sa realidad conste de panes que nada tienen que ver
u n a s c o n otras, de elementos totalmente heterogéneos. Pero
u n a v e z que s e ha visto que la realidad no puede surgir sólo de
p a r te s diferentes, es incuestionable que todo sistema filosófico
a m p lio , que no renuncie en principio a la interpretación de la
r e a lid a d , s ó lo puede ser un sistema monista, en el sentido de
q u e en definitiva lo reduce todo a la única realidad absoluca.
En e s t e s e n t i d o también nosotros nos declaramos en favor del
m o n is m o .
D e l h e c h o , s in embargo, de que la realidad última y abso- 218
lu ía n o p u e d a ser sino algo único, no se sigue en modo alguno
q u e las d if e r e n c ia s que nosotros percibimos en la realidad sean
d if e r e n c ia s m e r a m e n t e aparentes que no tocan al ser mismo de
las c o s a s , d e manera que pueda decirse que en lo más profun
d o , e n s u misma esencia, todas las cosas no formen más que
u n a . E so e s lo que afirma aquella forma de monismo con la
q u e n o podemos estar de acuerdo. El peso de la misma está en
c a lific a r explícitamente como algo secundano la diversidad de
lo s e n t e s e n el ser frente a su unidad del ser.
El panteísmo viene a ser la acuñación religiosa del monis- 219
rao. Con toda razón el monismo materialista se tiene por un
ateísmo, mientras que el panteísmo ve a Dios, o al menos la
manifestación de lo divino, en todo lo que existe. Pero tam
bién esto último se puede entender de una manera no
panteísta; nos enfrentamos a un panteísmo real, cuando se afir
ma que el universo se identifica con Dios o que fluye necesa
riamente de la esencia de Dios, con la consecuencia necesaria
de que no sólo el mundo sería impensable sin Dios sino que
tampoco al mismo Dios cabría pensarlo sin el mundo.
De esta identificación, poco o nada diferenciada, i?I?*
con el conjunto del mundo, síguese además la necesidad de
concebir de un modo impersonal la realidad divina así entendi
da. La realidad divina vendría a ser —y nadie lo ha «presado
con mayor claridad que Spinoza— la única substancia abso u-
ta, no siendo el mundo o los entes particulares sino meras mo-
137
dificaciones de la misma. Ahora bien, si en definitiva el mun
do no es más que el necesario autodesarrollo de una realidad
primera apersonal, a la persona hum ana no le puede corres
ponder una significación permanente. Con otras palabras: un
panteísmo consecuente acaba reduciendo todo lo personal a
algo apersonal
3) Finalmente, vale la pena advertir que en el politeísmo se
entrelazan y están presentes ciertos motivos deístas y panteístas.
Las divinidades del politeísmo son siempre de alguna manera
fuerzas de la naturaleza personificadas. En la medida en que se
las representa cual si fueran entes particulares en forma huma
na y, en ciertas circunstancias, también bajo la figura de aní
males, es decir, en la medida en que se las individualiza, se
deja sentir el elemento deístico. Cuando, en cambio, se entien
den las divinidades particulares como las múltiples formas apa
rentes de una única realidad, misteriosa y oculta, lo que se deja
sentir es la concepción panteística.
a) c C ó m o d e t e r m in a r la r e la c ió n m u t u a e n tr e u n id a d
y d iv e r s id a d ?
Q ue n o s ó lo p u e d e p la n te a r s e c o n s e n t i d o e s ta c u e s t ió n . 222
s in o q u e a d e m á s c o n d u c e al n ú c le o d e l p r o b le m a , e s a lg o q u e
se d e s p r e n d e d e las r e f le x io n e s s ig u ie n t e s :
1) C u a n d o s e d e s c r ib e n la u n id a d y la d iv e r s id a d e x c lu s iv a - 223
m e n t e s e g ú n su c o n t e n i d o c o n c e p t u a l a b s tr a c to , se e c h a d e ver
en f o r m a c la r a q u e c o n tie n e n u n a s d e t e r m in a c io n e s q u e se
o p o n e n y h a s ta e x c l u y e n m u t u a m e n t e : la d iv e r s id a d e s la n e g a
c ió n d e la u n i d a d , y lo u n o e s p r e c i s a m e n t e a q u e ll o q u e (d e s d e
el p u n t o d e v is ta d e s d e e l q u e s e c o n s id e r a e s a s u u n i d a d ) n o e s
d iv e r s o , q u e n o e s e s t o y a q u e l l o . E se c o n c e p t o d e u n id a d y d i
v e r s id a d e s e l q u e n o s p r o p o r c io n a la e x p e r ie n c ia q u e p o d r ía
m o s d e s ig n a r c o m o p r e v ia y p a t e n t e , p o r q u e s e p u e d e d e t e r m i
nar p o r la u n i d a d y d iv e r s id a d d e las c o sa s q u e s e p u e d e p r e
s e n ta r d e f o r m a i n t u i t i v a . D ic h a d e f i n i c i ó n c o n c e p t u a l d e la
u n id a d y d iv e r s i d a d se im p o n e desd e lu e g o , ya q u e to d a s
n u e s tr a s id e a s e n e n t e n d i m i e n t o s e d e s a r r o lla n a l s o c a ir e d e la
e x p e r ie n c ia s e n s i b l e . S e g ú n e l l o , e s u n o a q u e ll o q u e a p a r e c e
c o m o u n a c o s a m a t e r i a l m e n t e u n i d a y fo r m a n d o u n t o d o , y e s
d iv e r s o lo q u e e x is t e e n la s e p a r a c ió n . U n id a d y d iv e r s id a d s o n
a q u í d e fin ic io n e s c o n tr a p u e sta s.
M a s t a n p r o n t o c o m o s e i n t e n t a u n a c o m p r e n s ió n m á s p r e - 224
c isa d e e s a u n i d a d y d iv e r s id a d fig u r a t iv a s , i n m e d i a t a m e n t e a d
v e r t im o s q u e s e tr a ta a h í d e u n a u n i d a d y d iv e r s id a d m u y i m
p e r f e c t a s . P o r q u e la u n i d a d d e u n o b j e t o , p o r e j e m p l o d e u n a
c r is ta le r a , n o e s la u n i d a d p o r la q u e r e a l m e n t e s e in t e r p e
n e tr a n la s p a r te s c o m p o n e n t e s d e u n a c o s a , id e n t if ic á n d o s e
e f e c t i v a m e n t e e n t r e s í, s in o q u e la u n i d a d c o n s is t e m á s b ie n y
en bu en a m e d id a en la m era c o n tin u id a d , de la que es
c a r a c te r ís tic a la s i m p l e y u x t a p o s i c ió n d e la s p a r te s , e s d e c ir , ju s -
139
io la no identidad de las mismas. (Hablando con propiedad
sin embargo, esto sólo vale para un «cuerpo matemático», que
su unidad consista meramente en la continuidad, en la simple
yuxtaposición de los puntos espaciales diversos. Todo cuerpo
tísico realiza ya una unidad, por la que en virtud de la cohe
sión, que constituye al objeto en una realidad, se puede hablar
de una interpenetración inicial de las partes componentes.) De
acuerdo con ello la diversidad de dos cristaleras consiste simple
mente en la separación espacial, pero no en ningún cipo de al-
icndad cualitativa de las cosas diversas.
Según ese concepto de la unidad y de la diversidad, obteni
do desde lo «objetivamente uno» —o lo «objetivamente separa
do»— (concepto que también se deja exponer de un modo
conceptual claro e inequívoco), la unidad es no diversidad, y la
diversidad es una no unidad.
5 Pero con ello alcanzamos un resultado completamente dis
tinto del que obtendríamos al partir de otras experiencias. Y
hemos de describirlas con una cierta mayor extensión, porque
resultan difíciles de articular.
Sobre todo en el campo de lo «interpersonal», aunque tam
bién en la actividad espiritual del conocimiento y del anhelo,
experimentamos inevitablemente que la unidad consigo mismo
y la diversidad frente a los otros lejos de excluirse se condi
cionan mutuamente.
Donde quizá se advierte con mayor claridad este hecho es
en el amor de dos personas. En efecto, cuando dos personas se
aman realmente, cada una se entrega a la otra sin reservas, y
surge una unidad que supera con mucho a la unidad que pre
valece en el campo de las cosas materiales, en la unidad cosifi-
cada. Los que se aman se pierden en el otro, lo que a cada uno
le preocupa es el tú y no el propio yo; pero el resultado no es
sólo la realización del otro sino también, y a la vez, el autodes-
arrollo del mismo que se ha entregado. En la medida en que
el hombre se dona y entrega, se abre al otro, crece y alcanza
una personalidad autónoma, distinta de todas las otras.
Cierto que nada de esto es sencillo para el hombre. Llevar a
cabo esa unidad espiritual en la materialidad y escapar al
egoísmo, incluido el del espíritu, cierto que es una tarea pcf"
manente y que nunca se puede cumplir perfectamente. Pe10
tal unidad, y el alienamiento o alteridad aneja a través del ha
cerse uno mismo, no es sólo una idea poética, sino una reali*
140
dad A pesar de lo cual es aquí posible (aunque sólo sea por el
error de que sólo es realidad lo que se puede palpar con las ma
nos) la objeción de que en el caso de la unidad diferenciadora
del amor se trataría de algo que se desea, pero que en el fondo
nunca puede realizarse. Por ello vamos a referirnos también a
otras experiencias.
Ante todo es preciso señalar que la experiencia de la uni
dad, o de la diversidad, como tal no sólo puede derivar de la
experiencia de la unidad —o diversidad— objetiva y visible de
las cosas que nos rodean, porque ésta siempre viene propor
cionada por la experiencia de nuestra «subjetividad» conscien
te de sí misma, tal como se da en el mundo. El lugar originario
de la experiencia de unidad y diversidad hay, pues, que bus
carlo ahí; con otras palabras, nosotros sabemos de una manera
originaria lo que significan unidad y diversidad, por cuanto
que nos experimentamos en el mundo como seres autocons-
tientes a la vez que corpóreos.
Vivimos nuestro cuerpo como una unidad y, a la vez, como
algo distinto del «yo»: es a m í a quien me hace cosquillas la
planta del pie y a quien me duele la cabeza. Sin embargo, tan
to la unidad del yo contrapuesta a las disuntas panes corporales
o al cuerpo en su conjunto, como también la unidad del pro
pio cuerpo vivida desde dentro, y con ello de las diversas partes
corporales entre sí, es siempre una unidad real, aunque todavía
haya que diferenciarla. Y otro tanto cabe decir también de la
diversidad que se patentiza en la misma vivencia.
Asimismo, en cada acto de conocimiento experimentamos
una unidad —o diversidad— tanto espacial como no espacial,
porque en el proceso cognitivo coexperimentamos la unidad di
ferenciada de la percepción sensible y de la idea del entendi
miento.
Pero sobre todo hemos de pensar que el supuesto de un co
nocimiento objetivo es la identidad del conocedor con lo cono
cido. En efecto, si el conocedor no se «apropia» lo que ha de
conocerse como algo conocido, si no establece una unidad en
tre él mismo como sujeto y su objeto hasta llegar a la identi
dad, no se puede hablar realmente de conocimiento.
Mas para que se dé el conocimiento como tal es a la vez in
dispensable que sujeto y objeto no se conviertan mediante
mezcla y fusión en algo distinto de ambos; no debe, pues,
luirse el sujeto cognoscente sino que ha de mantener el puesto
141
que inalienablemente le pertenece, mientras que lo conocido
ha de estar presente en la conciencia «tal como es en sí».
Así. pues, por su misma naturaleza el conocimiento es
«identidad de los diversos» y «diversidad de los elementos idén
ticos». Y de acuerdo con esta experiencia fundamental, identi
dad y diversidad no se excluyen en modo alguno. Más bien
cabe decir que la identidad de los diversos estará tanto más
marcada cuanto más lo esté la diversidad de las cosas que lle
gan a formar una identidad entre sí y que viene dada por la
respectiva autonomía.
228 2) Intentaremos ahora ahondar un poco más a propósito de
estas ideas acerca de la unidad y de la diversidad.
Hemos visto cómo llegamos a resultados diferentes, según
que arranquemos de la experiencia «objetiva» (,dingliche) o de
la experiencia «personal» («interpersonal» de los seres que cono
cen espiritualmente). Pero ya se ha indicado que ambos tipos o
formas de experimentar la unidad o la diversidad no pueden
estar directamente juntos. Así se hizo, primero, al referirnos al
hecho de que la unidad «objetiva» y la diversidad también «ob
jetiva» son como tales muy imperfectas; y, segundo, señalando
la unidad de la experiencia de identidad y de diferencia «obje
tiva» y «espiritual» en la experiencia consciente del propio cuer
po Hay que contar, por tanto, con que esa relación entre uni
dad y diversidad (respectivamente, entre identidad y diferen
cia). que aparece claramente en el plano espiritual, también se
da en el campo ontológico de lo no espiritual, aunque en una
medida menor. En favor de esto habla ya la idea metafísica
fundamental (mencionada en 217) de que entre los ámbitos
del ser, pese a sus diferencias cualitativas, es decir, pese a su al-
teridad real, ninguna diversidad puede eliminar por completo
la unidad de la realidad. Y ello ocurriría, sin embargo, si en el
ámbito del ser subhumano no se diera ya inicialmente la uni
dad y diversidad que no se excluyen sino que se condicionan y
que sólo en el campo espiritual aparecen claramente.
22ct Que la unidad con el otro y la diversidad del otro sean ele
mentos ontológicos correlativos es algo que podemos des
arrollar, aun sin una referencia explícita a una actividad perM-
nal, mediante un análisis empeñado en comprender la analog
de los entes
La idea metafísica fundamental de que la realidad total no
puede darse en campos que no tienen nada de común entre S
142
sino que ha de formar una unidad, sólo puede defenderse de
forma honrada cuando se consigue casarla con la innegable
multiplicidad del mundo, de cal manera que éste no se presen
te como una apariencia y ni siquiera como una realidad dismi
nuida. Lo cual sólo es posible, sin embargo, si aquello en lo
que todo conviene, y que desde Parménides se llama «ser» en la
filosofía clásica, es a la vez el fundamento último de toda dife
renciación. Este conocimiento se encuentra bajo la doctrina (a
la que se alude con la designación de «la analogía de los entes
en el ser»), según la cual el ente en virtud de su ser conviene
con otros a la que en virtud de ese mismo ser se diferencia de
lo demás. Se denominan, en efecto, analógicos lo seres que
coinciden en aquello que difieren (205).
La razón es la mencionada idea básica respecto del principio
de unidad y diferenciación de toda realidad, llamado «ser»,
idea que también puede expresarse con estas palabras: cada ser
realiza de la manera siempre individual, que sólo a él le com
p e te y que es distinta de lodos los seres, el mismo ser.
Lo cual significa: 1) que cada ente es algo singular y único;
es decir, que sólo existe como algo individual realizado confor
me a su respectiva manera de ser (o sea. como individuo perso
nal, como algo particular objetivo, como una propiedad singu
lar, como una idea particular, y por tanto como una «cosa pen
sada» mediante un acto de conciencia singular); y 2) que cada
ente, a pesar de su respectiva singularidad distinta de codo lo
demás, nunca es algo aislado, algo que nada tiene que ver con
otros entes, sino que en virtud del ser que le es propio se en
cuentra con todos los otros entes, en la medida en que de ellos
se distingue, en una comunión ontológica siempre distinta
aunque en cada caso real.
Por tanto cada ente es por su mismo ser «bipolar», ya que el 230
ser es aquello que, por una parte, conviene a todos los entes en
general, pero, por otra, se realiza en cada ente de una manera
singular. Lo común en el ser (el «tener el mismo ser») es el fun
damento de la unidad o de la identidad de los entes en el ser,
mientras que su respectiva diversidad, y con ella su manera sin
gular de ser, está fundada en el mismo ser. Y aquí hemos de
hacer hincapié en que ninguno de los dos elementos puede su
bordinarse al otro, ya que se trata de elementos ontológicos
que m utuam ente se condicionan, se diferencian y siempre se
corresponden en la medida del grado de ser de esos entes.
143
Esquemáticamente esta idea se puede representar como si-
gue: cuanto más perfecto es un ente, tanto más «participa» de
set (piénsese al respecto en los grados de ser de los entes inor
gánicos, orgánicos y conscientes); tanta mayor participación
tiene en aquello que constituye lo que es común a todos los en
tes entre sí, y por ende tanto más se identifica con los otros
entes (siendo por lo mismo tanto más «inmanente» en todos
ellos), y a la vez tanto más es él mismo de un modo que sólo a
él le es propio, y en consecuencia tanto más se distingue de los
otros entes, ya que éstos realizan también el ser de una manera
que les es propia; es decir, tanto más diferente es de los otros
entes (más «trasciende» a los otros y tanto más «es trascendido»
por los otros) en virtud de su manera propia de ser.
Ahora bien, todo esto vale asimismo con los signos cam
biados: cuanto menor es un ente, cuanto más imperfecto es,
tanto menos se identifica con otros entes en virtud del ser reali
zado en todos y a todos común, y a la vez tanto menos diferen
te es por su manera de ser individual; menos se diferencia por
tanto de los otros entes en virtud de su propia individualidad.
3) Con ello hemos indicado una idea importante: la bipola-
ridad interna del ser de los entes se manifiesta tanto más clara
mente cuanto mayor es el grado de ser de un ente. Es decir,
que la coincidencia (identidad) y diversidad (diferencia) de los
entes, que prevalece a la vez que los penetra mutuamente, es
siempre distinta en virtud de su mismo grado de ser.
Eso quiere decir también que la identidad dada en virtud
de la comunidad de ser, y la diversidad consiguiente a la singu
laridad individual de la manera de ser de los entes finitos que
sólo realizan el ser de una manera lim itada, sólo puede ser una
identidad o diferencia lim itada o im perfecta. Con otras pa
labras: tanto la identidad como la diferencia como tal sólo se
realiza de una manera imperfecta, sólo en cierta medida, en el
orden ontológico finito (en la medida del ser del respectivo
ente finito) Lo cual significa además, que en tanto que la identi
dad del uno con el otro —que se da en virtud del ser que les es
común— es una identidad limitada, comporta a su vez una no
identidad del uno con el otro en virtud de la imperfección e
ser común Y que en la medida que la diferencia del uno res
pecto del otro, que cada ente realiza de acuerdo con la manw®
de ser individual que le es propia, es una diferencia imperfecta,
incluye a su vez una no diferencia del uno en relación al otro
144
en virtud de la imperfección de la singularidad individual de
su manera de ser.
Los entes finitos, que son idénticos entre sí por razón del
ser que les es común a todos, son por tanto en virtud de que
realizan ese ser que les es común siempre de una manera finita
y por ende imperfecta, no idénticos (es decir, se diferencian
entre sí); y los entes finitos, que se distinguen entre sí a secuen
cia de la manera de ser siempre propia, son a su vez no distin
tos (es decir, convienen entre sí) debido a que individualmente
están marcados de un modo finito e imperfecto.
Se hecha aquí de ver que es necesario contar con dos «tipos» 254
de identidad y diversidad, que se contraponen mutuamente.
De un lado, tenemos una identidad, que vincula a los en
tes entre sí por el «ser común a todos ellos», y que al regirle por
la medida de altura ontológica de los entes respectivos bien
puede denominarse «identidad en virtud de la perfección».
Del otro lado, entre los entes media una identidad, que se
caracteriza por la falta de «una manera de ser individual y pro
pia diferenciadora», y que se debe a que un ente aproximándo
se a esa manera como otros (aproximándose con la reproduc
ción del mismo modelo) realiza su ser. Gamo esa coincidencia
está en proporción inversa al grado ontológico del ente respecti
vo, puede denominarse «coincidencia (o identidad) en virtud
de la imperfección».
De modo parecido discurren las cosas con la diversidad. Por
una parte, existe una diversidad con la que los entes se diferen
cian porque realizan el ser de conformidad con la manera de
ser que les es propia. Esa diversidad, que crece en la misma
proporción que el grado de ser de los entes, no surge porque a
un ente le convenga algo que el otro no tiene, sino porque rea
lizan el ser común a todos (y que desde luego en el caso de los
entes finitos se puede calificar de más o menos común según su
respectivo grado de ser) de una manera que es siempre distinta
y propia del individuo. Se trata, por tanto, de una diversidad a
la que cabe llamar «diferencia debida a la perfección».
Por otra parte, entre los entes existe una diversidad, que se
caracteriza por las deficiencias «en el set común a los entes».
Por lo mismo es tanto mayor cuanto menor es el grado de^ser
de los entes en cuestión. Se trata, por ende, de la diversidad
que señala una fragmenrariedad y alienación, y que puede de
nominarse «diversidad debida a la imperfección».
145
o á v » n au r» l I"
4) Las reflexiones precedentes contienen la respuesta a la
cuestión arriba planteada sobre las relaciones entre unidad y di
versidad. ente identidad y diferencia. Queda demostrado que
existen dos «tipos» o géneros de unidad y diversidad y que tie
nen propiedades contrapuestas, ya que en un caso son expre
sión de la plenitud del ser y en otros por el contrario expresión
de la deficiencia ontológica. Desde aquí se pueden también
poner en conexión los dos «tipos» de unidad y diversidad sin
dificultad alguna con aquella unidad y diversidad que, de un
lado, derivan de la experiencia «objetiva» y, del otro, de la ex
periencia «interpersonal» o «espiritual».
La unidad y diversidad, a las que tenemos acceso por la ex
periencia «interpersonal» o «espiritual», son la unidad y diversi
dad como perfecciones ontológicas, de las que cabe decir que
son unidad y diversidad que se condicionan mutuamente.
Mientras que la unidad y diversidad, que se hacen patentes en
la experiencia «objetiva», en la visión sensible deben equiparar
se a la unidad y diversidad correlativas a la imperfección, y se
caracterizan por ser unidad y diversidad que se excluyen
recíprocamente. El primer tipo de unidad-diversidad es acce
sible al conocimiento analógico, mientras que el segundo lo es
al conocimiento abstracto-unívoco y conccptualmente preciso.
Puesto que el conocimiento conceptual-objetivo, que apa
rece en el primer plano del conocer del hombre, propende a
entender la unidad como sólo unidad (es decir, como univoci
dad) y la diversidad cual sólo diversidad (es decir, equivocidad),
nada tiene de extraño que unidad y diversidad se entiendan co
mo definiciones que se excluyen. Mas, dado que todo conoci
miento humano es en el fondo un conocimiento del ser,
siempre está abierto de por sí a la comprensión de la realidad
metafísico-personalista; según dicha comprensión la unidad con
otras cosas y la diversidad respecto de otras son elementos con
dicionales de cada ente. Sin embargo, esta idea sólo puede
lograrse con el conocimiento que sobrepasa lo meramente con
ceptual.
147
pío ser con la criatura, que justamente así surge la criatura dis
tinta de él y con ello la misma diversidad de dicha criatura Y
la identidad de la criatura con Dios significa que aquélla en
una manera que le es propia, la manera criatural, es Dios- es
decir, participa de tal modo en el ser divino que con ello lo
que le conviene, aunque sólo sea en una medida limitada, es
realmente el ser como tal (o sea, algo divino).
La diferencia correlativa a la perfección, la trascendencia de
una cosa respecto de la otra, se funda siempre en la manera
propia de ser que tiene cada ente. En consecuencia, la medida
en que el respectivo ente «trasciende» al otro (se diferencia de
él en virtud de su perfección) depende del grado de ser del en
te en cuestión De ahí que la trascendencia de Dios respecto
del mundo se distinga radicalmente de la «trascendencia» que
compete a la criatura respecto de Dios.
La trascendencia de Dios frente al mundo significa que
Dios existe de un modo perfectamente distinto que el mundo.
Él es el puro absoluto, que se fundam enta a sí mismo en to
dos los aspectos, mientras que el mundo es la realidad surgida
por la participación en el ser. La «trascendencia» del mundo
frente a Dios significa que el ser del m undo recibido de Dios es
realmente el ser propio del mundo, que dentro y conforme a
su dependencia del ser de Dios en virtud de haber sido produ
cido por él, el mundo es algo incluso frente a Dios, y que real
mente posee una autonomía en la medida en que de Dios de
pende
La criatura no puede suprimir la identidad de Dios con ella
(la inmanencia en ella de Dios), nunca puede llegar a ser tan
uno con Dios como Dios es uno con ella, porque nunca la
criatura es tan una consigo misma como lo es Dios consigo; ni
puede tampoco la criatura completar la diversidad de Dios res
pecto de ella (la trascendencia de Dios frente a la misma), ni
lamás puede ser tan distinta de Dios como Dios lo es respecto
de ella (debido exclusivamente a su perfección), pues jamas
puede la criatura realizarse del modo en que Dios la realiza.
¡nttmior intimo meo, superior sum m o meo. Dios es^ mas
íntimo que mi mayor intimidad, y más alto que mi maxim*
elevación, dice Agustín (Confessiones III, 6,11, PL 32, 638).
Todo lo expuesto hasta ahora roza muchas veces las fronte
ras del panteísmo y podría interpretarse, de hecho, en sentí o
panteísta, si no se atiende al principio fundamental de qUe
cuanto m ayor es la u n id a d (la i d e n t id a d e n e l s e r ) tanto m ayor
es la diversidad (la d if e r e n c ia d a d a e n v ir r u d d e la r e a J iza c ió n
d e l ser a u t ó n o m o ) . La id e a b á s ic a d e la c o m p r e n s ió n p e r s o n a
lista y m e t a f ís ic a d e la r e a lid a d , s e g ú n la c u a l c r e c e n p r o p o r -
c io n a l m e n t e la u n i d a d c o n y la d iv e r s id a d d e o tr o s , y q u e e n la
f ilo s o f ía s ie m p r e r e s u lta im p o r t a n t e , e s a b s o l u t a m e n t e i n d i s
p e n s a b le c u a n d o s e tr a ta d e las r e la c io n e s D io s -c r ia t u r a . F a s
r e la c io n e s s ó lo s e p u e d e n e n t e n d e r , c u a n d o s e t ie n e la c o n c i e n
cia p e r m a n e n t e d e q u e d e p e n d e n c i a d e D io s y v e r d a d e r a a u t o
n o m ía r e s p e c t o d e é l n o s e e x c lu y e n s in o q u e c r e c e n e n la m i s
m a m e d id a
M ir a n d o d e s d e e s t a p e r s p e c tiv a s e p u e d e , p u e s , e n t e n d e r la
i d e n t id a d d e D i o s c o n e l m u n d o d e m a n e r a q u e n o se d e r iv e
d e la m is m a u n p a n t e í s m o , y , e n c o r r e s p o n d e n c ia , la d iv e r s i
d a d d e D i o s f r e n t e al m u n d o c o n c e b ir s e d e ta l m o d o q u e t a m
p o c o c o n d u z c a a u n d u a lis m o .
H e m o s d e m e d it a r c i e r t a m e n t e q u e ta le s e x p r e s io n e s y fó r - 244
m u ía s , c o m o las q u e h e m o s u t i l i z a d o , s ó lo p u e d e n e m p le a r s e
c u a n d o h a y o c a s ió n d e e s c la r e c e r e n fo r m a a d e c u a d a e l p r o b le
m a d e la u n id a d y d iv e r s i d a d . D e n o ser e l l o p o s ib le y n o p o
d e r e x p lic a r las id e a s c o n t e n id a s e n e l t e m a , será n e c e s a r io
m o s tr a r se m u c h o m á s c a u to s .
149
respecto de Dios no corresponde una relación real de Dios res-
pecio del mundo, sino sólo (en virtud de la real y efectiva de
pendencia del mundo respecto de Dios) una «relación pensada»
(una relatio ratioms).
Ahora bien, en esa afirmación, se subraya la idea, cierta
mente correcta por completo (y que nosotros también defende
mos) de que la relación de Dios con la criatura tiene que ser
completamente distinta de la relación que mantiene la criatura
trente a Dios Pero, si la relación de Dios con la criatura se
describe como meramente pensada, es decir, como una relación
no efectiva, lo que se afirma de hecho es que Dios nada tiene
que ver con el mundo, criatura suya. Lo cual es un absurdo.
Sin entrar en una crítica pormenorizada de la doctrina to
mista de la relación, bástenos consignar aquí que, desde un
punto de vista metafísico, la relación no debe verse sólo como
una determinación que se le añade o sobreviene al ser (es decir,
no como un «accidente»), sino que ha de verse como una deter
minación del ser básica y supracategorial. Una relación es por
su misma esencia la identidad de lo diverso, es decir, la comu
nión del ser o la inmanencia recíproca de las cosas que en vir-
rud de su propia manera de ser son distintas entre sí. De esta
definición síguese que la relación, que como tal supone perfec
ción, en el campo finito, en el que siempre significa «la no
autonomía de las cosas recíprocamente extrañas», lleva aneja la
dependencia
Mas de la referencia de Dios al m undo no se deriva la más
mínima dependencia, pues en este caso se trata de una referen
cia única por completo, que se identifica con la esencia absolu
ta de Dios La relación de Dios con el m undo es la relación del
ponente con lo puesto, en la cual lo idéntico con el ponente en
virtud de su ser puesto tiene autonomía debida a esa misma
posición; una relación, por tanto, en que la diversidad de lo
puesto es el resultado de la posición creadora de unidad. Dado
que cuanto es, lo es por Dios, la independencia divina nunca
puede correr peligro por parte de lo que es distinto de él por a
comunicación del ser que él le ha otorgado; si bien para
nuestro pensamiento, ligado a la conceptualidad que sepa*
ra entre sí los aspectos de la realidad, nunca acabe de ver claro
cómo lo conceprualmenic no compatible es una y la misma
cosa en la realidad absoluta. (Para una exposición más amp^
del concepto de relación al que aquí nos hemos referido, pue e
150
consultarse la Ontología de este Curso fundamental de filo
sofía.)
2 ) En nuestras reflexiones hemos llegado a esta conclusión: 247
la identidad, que corresponde a la participación comían en el
ser , empuja por s u misma esencia hacia la identidad total y só
lo debido a la imperfección del ser finito no alcanza nunca su
r e a liz a c ió n absoluta en el ámbito del mundo. Del mismo mo
d o , la oposición, que corresponde a la forma propia de ser,
a p u n t a como tal a la diversidad total, aunque nunca alcanza su
p e r f e c c ió n absoluta dentro del mundo a causa de la finitud de
lo s e n t e s mttamundanos. Pues, la diversidad, que surge en vir
tu d de la propia manera de ser, debe entenderse como una de
t e r m in a c ió n oncológica supracategorial (dicho en la termi
n o lo g ía e s c o lá s tic a : como uno de los «trascendentales» o como
« p u ra perfección») Hemos visto, además, que la identidad
c o n s t it u t iv a de la oposición, y la oposición que condiciona la
i d e n t i d a d , siempre afectan al ente en la totalidad de su consis
te n c ia ontológica; pero en el campo de los entes finitos esa
i d e n t id a d y la diversidad mentada no son absolutas sino intrín
s e c a m e n t e limitadas en razón de la finitud de dichos entes.
Dado, no obstante, que en la medida en que el ente crece
en perfección, crecen también su identidad con el todo a la vez
que su oposición a todo lo que no es él mismo, y su identidad
significa tanta menor homogeneidad, así como su ser opuesto
tanta menor heterogeneidad, porque su identidad es pues una
identidad tanto mayor de lo opuesto, y su oposición tanta ma
yor oposición de lo idéntico, por todo ello debemos concluir
que, cuando el ser es absoluto, también la identidad es absolu
ta, y ello en virtud de la comunión del ser absolutamente reali
zada, a la vez que la oposición es absoluta en virtud de la sin
gularidad individual de la manera de ser realizada de un modo
absoluto. Dicho con otras palabras: en el ser absoluto tiene que
darse la absoluta identidad de lo absolutamente opuesto, y ha
de darse asimismo la oposición absoluta de lo idéntico absoluto.
En consecuencia, de esta nuestra discusión se desprende 248
que la razón natural filosofante no sólo puede conocer que
Dios existe, sino también que una multiplicidad o pluralidad,
entendida como perfección ontológica, pertenece también a su
esencia. Incluso siendo único, Dios no es un solitario; en él se
realiza en la medida suprema no sólo la perfección de la identi
dad, sino también la comunión. Sin que con tales asertos se
151
niegue en modo alguno que el dogma cristiano de la Trinidad
de Dios constituye para la inteligencia hum ana un misterio im
penetrable. En efecto, así como del hecho de que la razón na
tural pueda conocer la existencia de Dios no se sigue en manera
alguna que el ser de Dios deje de ser en el fondo un misterio
insondable, tampoco del dato de que el pensamiento filosófico
intuye en Dios la necesidad de una pluralidad condicionada
por la altendad absoluta, se puede concluir que ya se ha enten
dido el misterio de la Trinidad. Porque aunque podamos en
tender que la unidad absoluta debe contener la absoluta dife
rencia. y a la inversa, todavía estamos muy lejos de haber pe
netrado con nuestra inteligencia orientada hacia lo sensible la
manera en que eso se realiza efectivamente.
Nosotros sólo percibimos las líneas que a la vez se aproxi
man y se alejan; pero jamás ese «llegar a una sola cosa» de lo
completamente opuesto ni la oposición «total» de lo «totalmen
te» idéntico. Aparte de que la reflexión filosófica sólo puede
llegar a afirmar, junto con la unidad, el dato de una cierta plu
ralidad interpersonal. Pero que esa pluralidad sea precisamente
la Trinidad es algo que ya no podemos conocer con la misma
precisión.
152
III
D IO S C O M O C R E A D O R
154
activo, ya que la considera como una actividad divina (en opo
sición a la creación en sentido pasivo que entiende dicha «cre
ación» como el resultado de esa actividad divina creativa, como
el conjunto de todas las cosas producidas), expuesta según el
modelo de la actividad humana planificada y produciendo algo
nuevo.
Pero la actividad divina se diferencia fundamentalmente de
la humana por cuanto que, en oposición a lo que ocurre en el
«crear humano». Dios no necesita de ninguna materia preexis
tente. sino que produce las cosas «de la nada». Esta expresión
«de la nada» sería mal interpretada si «la nada» se entendiera
como equivalente de algún modo a «algo». Lo que con tal
expresión se quiere poner de relieve es más bien la soberanía
absoluta de Dios a diferencia de lo que les ocurre a los entes
intramundanos, Dios en su actividad, no depende en modo al
guno de algo ya dado y preexistente.
La mencionada definición tradicional enfoca la creación
desde su punto de arranque (que propiamente no existe). Pero
se puede cargar el acento en el hecho de que la creación es un
producir; en el todo, absolutamente todo cuanto pertenece a
lo producido, lo ha sido por Dios. De ahí su tenor más preciso:
crestón es la producción de una cosa en todo su ser (en toda su
consistencia ontológica). En este caso la actividad creadora de
Dios se define remendó en cuenta su punto final. Se hace hin
capié en que nada escapa a la creación, sino que todo cuanto
existe es resultado de la misma.
Finalmente, la actividad creativa de Dios se puede expresar
con la terminología de la filosofía ontológica: creación es ¡a
producción de un ente en cuanto ente. Definición ésta que
puede considerarse como el compendio de las dos precedentes.
156
p e n s a r q u e c o n e l l o p o d í a d is ip a r s e s u d if e r e n c ia o q u e a l m e
n o s p o d í a d a r o c a s ió n a u n a c o n c e p c i ó n fa ls a .
2 ) P e r o d e b e r ía s e r p o s i b l e d e f in ir d e taJ m o d o e l c o n c e p t o
d e c r e a c ió n , q u e e x p r e s a r a c o n la m is m a c la r id a d t a n t o la i n
m a n e n c ia c o m o la tr a s c e n d e n c ia d e D i o s . M as p a r a q u e e s o sea
p o s ib le h a y q u e e le g ir u n p l a n t e a m i e n t o d is t in t o d e l tr a d i
c io n a l N o b a s ta c o n e n t e n d e r la a c tiv id a d c re a d o r a d e D io s
s ó lo e n a n a lo g ía d e la « a c ció n h a c ia fu er a » ( d e la actio transiem)
tal c o m o p u e d e o b s e r v a r s e e n e l á m b i t o h u m a n o , s in o q u e
t a m b ié n h a b r ía q u e a d u c ir c o m o p u n t o d e c o m p a r a c ió n la « a c
c ió n in m a n e n t e » (la actio im m anens), q u e p u e d e com p rob arse
e n e l p l a n o c r ia tu r a l. P e r o a n t e s d e h a c e r lo a s í, t e n e m o s q u e
e x p lic a r lo s c o n c e p t o s a q u e a c a b a m o s d e r e f e r im o s .
S e h a b la d e « a c c ió n h a c ia fu e r a » c u a n d o e l r e s u lt a d o d e la
a c t iv id a d q u e d a fu e r a d e l o p e r a n t e . E j e m p lo d e e l l o e s la a c t i
v id a d d e l e s c u lt o r , ya q u e e l r e s u lta d o d e s u tra b a jo e s u n a o b r a
d e a r te d is t i n t a d e é l . P e r o t a m b i é n c u a n d o s e la v a u n a c a m is a ,
s e 'r a ta d e u n a « a c c ió n h a c ia fu e r a » . S e h a b la d e u n a « a c tiv id a d
in m a n e n t e » c u a n d o la a c tiv id a d p e r fe c c io n a a l o p e r a n t e , e s d e
cir, c u a n d o e l r e s u lt a d o p e r m a n e c e e n e l q u e a c tú a . E je m p lo s
d e e s t e t i p o d e a c tiv id a d s o n la s a c tiv id a d e s v ita le s d e r es p ir a
c i ó n , c r e c i m i e n t o , e t c . , y m á s a ú n lo s p r o c e s o s e s p ir itu a le s c o
m o la f o r m a c ió n d e c o n c e p t o s , la in t e l e c c ió n , la d e c is i ó n lib r e ,
e tc .
Es n e c e s a r io d is t in g u ir d o s m o d o s d e e je rc e r la a c tiv id a d ,
p e r o t a m b i é n e s p r e c is o t e n e r e n c u e n t a s u e s tr e c h a c o n e x ió n .
D e h e c h o e n c u a lq u ie r a c t iv id a d d e to d o s lo s e n t e s finitos e s t á n
s ie m p r e p r e s e n t e s e s o s d o s e l e m e n t o s . S in u n a a c tiv id a d in m a
n e n t e , s in a u t o r r e a liz a c ió n , n o h a y a c c ió n a lg u n a o r ie n ta d a h a
c ia fu e r a ; p a r a p o d e r a p a r e c e r a c t u a n d o h a c ia fu e r a , e l e n t e
t ie n e q u e e m p e z a r p o r a fia n z a r s e a s í m i s m o . Y cad a a c c ió n h a
c ia fu e r a q u e a r ra n ca d e u n s u j e t o a c tiv o t ie n e e f e c t o s r e tr o a c u -
v o s s o b r e e l m i s m o o p e r a n t e , a l m e n o s e n c u a n t o q u e d e la a c
t iv i d a d r e p e t id a s e d e r iv a u n e j e r c it a m ic n t o c o n e l q u e s e h a c e
m á s fá c il la a c t iv id a d . A p a r te d e q u e la a c tiv id a d d e l e n t e f i n i
to n u n c a p u e d e s e r u n a a c tiv id a d p u r a , e s d e c ir , i n m a n e n t e e n
f o r m a e x c lu s iv a ; e l e n t e f i n i t o s ó lo p u e d e p e r fe c c io n a r s e c o n
o c a s ió n d e u n a a c t iv id a d q u e s a le d e é l m is m o .
P u e s b i e n , p o r lo q u e r e s p e c ta a la c o n e x ió n d e e so s d o s
e l e m e n t o s c o n s t i t u t i v o s d e la a c tiv id a d d e l e n t e f i n i t o , h e m o s
d e d e c ir q u e u n a a c tiv id a d e s t a n t o m á s in m a n e n t e y ta n t o m
157
se realiza a sí misma, y tanto menos sale de sí misma la acción,
cuanto más elevado es el nivel ontológico en que la actividad se
realiza Y. en correspondencia, cuanto más bajo es el grado de
ser del ente operante, tanto más se orienta su acción hacia
hiera y tanto menos destaca en ella el elemento de la autoper-
íeccion De lo cual se puede sacar la conclusión que, mientras
en la realidad no cabe una actividad orientada exclusivamente
hacia fuera, una puta actividad inmanente no sólo es posible
sino que es una propiedad necesaria del absoluto.
Dios, el ser absoluto, es por tanto a la vez acción absoluta,
dinámica, pura actividad inmanente, actus purus. De ahí tam
bién que la actividad creadora de Dios —como ya hemos
dicho— sea ante todo una actividad inmanente y sólo pueda
denominarse una acción hacia fuera en la medida en que su re
sultado, la criatura, se distingue de Dios tanto por su imperfec
ción como por la perfección que ha recibido de Dios. De lo
cual se sigue que incluso para definir la creación hay que arran
car ante todo de la experiencia de la actividad inmanente ultra
mundana El concepto de creación, al que se llega de esa ma
nera, pondría de relieve la unidad de Dios y del mundo ya des
de el planteamiento.
3) Surge aquí, sin embargo, una dificultad, porque en el
campo criatural una actividad inmanente significa un hacerse
por autorrealización, por perfeccionamiento de uno mismo. Y
es cierto, en cambio, que Dios, al ser la plenitud absoluta de la
perfección, no puede perfeccionarse en modo alguno. Si el acto
creador de Dios lo entendiéramos en analogía con la actividad
inmanente del ente finito, llegaríamos —al menos así lo pare-
cc— 1 una concepción panteísta del ser absoluto, según la cual
lo absoluto produciría el mundo al desarrollarse a sí mismo. El
mundo sería entonces una emanación necesaria de la esencia
divina, una especie de natura naturata de la “natura naturans'
(empleando la terminología de Spinoza, cf. Ética, parte I*
axioma 29, nota), un medio por el que el absoluto llega a sí
mismo
Esta dificultad fue sin duda el motivo más importante del
míe o que se sentía para concebir la actividad creadora de Dios
en analogía con la actividad inmanente de las criaturas. Y a ése
se e puede agregar otro motivo más teológico. Siguiendo la
mea e os padres de la Iglesia, y muy especialmente el
ejemplo de la «doctrina psicológica de la Trinidad» propia de
Agustín, las actividades espirituales del hombre proporcionan a
la teología el modelo para entender los procesos {procesiones)
intradivinos que fundamentan la Trinidad de Dios; tales activi
dades son el recuerdo, la comprensión y el querer. La teología
se apropiaba así de la analogía de la actividad inmanente.
Sin embargo, una concepción crcacionista, que aplica la 261
autorrealización como punto de comparación, no conduce ne
cesariamente al monismo. Por supuesto que no todo lo que
cuenta en la actividad criatural inmanente puede trasladarse a
la acción de Dios. Ni siquiera el concepto tradicional de cre
ación, que partía de la actividad del artesano, lo hizo así.
Incluso allí se dio una transformación radical del concepto ai
negar la preexistencia de cualquier tipo de materia. Otro tanto
es necesario hacer, y es posible hacerlo, respecto de la actividad
inmanente.
Formulemos una vez más la pregunta; ¿en qué consiste la
imperfección de la actividad intramundana? No sólo en que
para producir algo nuevo depende de la materia preexistente
sino, sobre todo, en que responde a una exigencia, a una indi
gencia de ¡a criatura. La acción criatura! es siempre expresión
de una insuficiencia, siempre representa el anhelo de algo que
la criatura no tiene todavía, no es aún. Cieno que en sí la acti
vidad es una propiedad positiva; pero en la medida que res
ponde a la necesidad de tener que desanollarse es una prueba
de la imperfección de los entes afectados.
Mas cuando se logra eliminar todo lo que conviene a la 262
autorrealización criatural como consecuencia de su imperfec
ción, síguese una comprensión de esc proceso perfectivo que
también se puede aplicar a Dios. Por lo mismo hay que insistir
en el acto creativo como «autorrealización» de Dios con mayor
énfasis que como «devenir» de Dios, suponiendo claro está que
ni en esa «autorrealización» ni en ese «devenir» late ninguna in
digencia ni rastro alguno de imperfección.
Eso significa sin embargo: 1) que dicho «devenir» no es ne
cesario para Dios en modo alguno, que no responde a ninguna
violencia interna ni a ninguna necesidad esencial, que es un
«devenir» de Dios total y absolutamente libre (incluso aquí en
el sentido de contingencia); y 2) que mediante ese «devenir» a
Dios no se le agrega nada ni Dios cambia lo más mínimo, con
lo que ya indicamos que tal «devenir» no es una «modificación»
de Dios, sino un devenir de Dios frente a los otros, un surgir
159
de lo distinto de Dios. Si se t ie n e e s t o e n c u e n t a , d e s a p a r e c e e l
p e lig r o d e u n p a n t e ís m o .
(,i Por lo d e m á s , los d o s a s p e c t o s s e ñ a la d o s e s t á n í n t i m a m e n t e
u n id o s . Si esa a u to r r c a liz a c ió n e s to t a l y a b s o l u t a m e n t e lib r e , si
es u n a p u ra a u t o d e t e r m in a c ió n s in n e c e s id a d a l g u n a y e x p r e
sió n c o m o tal d e la p l e n i t u d , s u p r o d u c t iv id a d t i e n e q u e ser
o to r g a n te , c o n o tra s p a la b r a s , al r e a liz a r s e t i e n e q u e c o m u n i
carse a si m is m o p r o d u c ie n d o a sí lo o t r o c o m o a l g o a u t ó n o m o .
D a d o q u e to d a lib e r ta d , in c lu id a la i n t r a m u n d a n a , e s c r e a tiv a
en cie rto s e n t id o , t a m b ié n p r o d u c e a lg o n u e v o , i n d e r i v a b l c y
o r ig in a l, in ic ia a lg o q u e n o p u e d e r e d u c ir s e a n a d a d i s t i n t o d e
el d e n tr o d e l m u n d o . P ero s o la la lib e r t a d a b s o lu t a e s c r e a tiv a
e n el s e n tid o p le n o d e la p a la b r a , p o r q u e s ó lo e l l a p u e d e e s
ta b lec e r a lg o a u t ó n o m o e i n d e p e n d i e n t e c o m o t a l.
C o m o c o n s e c u e n c ia , p u e s , d e la lib r e a u t o c o m u n i c a c i ó n d e
D io s su r g e la a c tiv id a d c r e a d a , q u e e s a u t ó n o m a e n la m e d i d a
e n q u e D io s le h a o to r g a d o su s e r . P o r e l l o e l s e r c r e a d o e s u n
te n e r p arte e n e l ser d e D io s d e u n m o d o c r ia tu ta l a u t ó n o m o .
Y p o r e llo c a d a e n t e e s u n a im a g e n d e l s e t d i v i n o , a u n q u e
sie m p r e e n u n a fo r m a d is t in t a y lim it a d a ,
264 D e lo d ic h o se d e s p r e n d e q u e e n e l o r ig e n d e la c r e a c ió n e s
tá el am or d e D io s Y es q u e s ó lo el a m o r p u e d e v in c u la r s e a lg o
sin s o m e te r lo , s in a n iq u ila r su a u t o n o m í a , y o to r g a r a u t o n o
m ía sin r o m p e r e l la z o , in d e p e n d iz a r s in q u e la i n d e p e n d e n c i a
d e s p e ñ e e n le ja n ía s e x tr a ñ a s . S ó lo la u n i d a d que su rg e d e l
am or p u e d e d ife r e n c ia r , y s o la m e n t e la d iv e r s i d a d q u e b r o t a
d e l a m o r p u e d e u n ir .
R e s u m ie n d o n u estr a s r e f le x io n e s s o b r e e l c o n c e p t o d e c r e
a c ió n , p o d e m o s d e c ir q u e lo q u e « p r e c e d e » a l s e r d e la c r ia tu r a
e s, p or u n a p a r te , la nada y , p o r la o tr a , e l ser de Dios.
A l h ab lar así s o m o s c o n s c ie n t e s , s in e m b a r g o , d e q u e la
«n a d a» es n a d a , y p o r lo m is m o n o p u e d e « p r e c e d e r » a n i n g ú n
e n te El ser c r e a d o n o e s n in g ú n c a m b io , p o r q u e e n la c r e a c ió n
n o se d a n in g ú n terminas a quo. I g u a lm e n t e h e m o s d e c o r r e g ir
a p a rte s e g u n d a d e n u e s tr a a fir m a c ió n : e l ser d e D i o s c o m o ta l
n o e s id é n t ic o al ser c o m o tal d e la c r ia tu r a , p u e s e l s e r d i v i n o y
e l ser criatu ral s o n in c o n m e s u r a b le s . Y a e n p r in c ip io n o se
160
puede decir que el ser divino «preceda» al ser de la criatura. El
lenguaje humano no puede expresar adecuadamente esas cone
xiones. Pero cuando lo sabemos y lo tenemos en cuenta, pode
mos utilizar tranquilamente tales fórmulas.
En consecuencia cabe decit: que, por una parte, la criatura 266
no era nada «antes» de ser creada. (El «antes» va aquí entre co
millas, porque ames de la creación del mundo, antes de apare
cer el ente finito, no había tiempo alguno; la temporalidad y la
espacialidad son propiedades del ente finito y surgen conjunta
mente con él; la eternidad de Dios no es tiempo de ningún gé
nero.) Así, pues, la criatura no era nada «antes» de que surgiera
el ser criatural que le es propio; es decir, que el ser de la criatu
ra, en la medtda en que se entiende como la manera de ser
propia y distinta de todos los demás, no existe «antes» de la
creación.
Por otra parte, el ser por el que la criatura es, estaba ya da
do «antes» de que la criatura surgiera, en Dios mismo. (El «an
tes» tampoco aquí indica temporalidad, sino una prioridad por
naturaleza.) Así, pues, el ser de la criatura, en tanto que por él
se entiende lo que es común a todos los entes, existía ya «antes»
de la creación, y ciertamente que como ser divino. En esc sen
tido la criatura procede «de Dios»: mediante la comunicación
de su propio ser. Dios ha creado la criatura distinta de él.
Y al comunicar Dios por libre decisión su propio ser divino 267
de una manera finita, surge el ser criatural que es propio de la
criatura y distinto de Dios en doble forma (primero en razón
de la autonomía recibida de Dios, y segundo, en razón de su
finitud). La autocomunicación de Dios, limitada y por tanto no
necesaria, produce una autonomía finita y por lo mismo no ne
cesaria, pero real, y eso es el ente finito, el ente creado. (La co
municación de sí mismo ilimitada y que deriva del ser de Dios
es el fundamento de las procesiones intradivinas que constitu
yen la Trinidad del único Dios.)
De ahí que creación signifique la autocomuntcactón de
Dios, en modo alguno necesaria y realizada por libre decisión
divina, por la que surge lo que en la medida de su autocomu-
nicación es frente a él autónoma en toda su realidad. En este
concepto de creación cuentan por igual tanto la inmanencia de
Dios como su trascendencia.
LAS C O N S E C U E N C I A S D E L SE R C R E A D O D E L M U N D O
268 La cre a c ió n n o es m e r a m e n t e u n a c to d iv i n o o c u r r i d o «a l
c o m ie n z o » , s in o u n h e c h o q u e d e t e r m in a d e c o n t i n u o t o d o s lo s
m o m e n to s e x is te n c ia le s d e l m u n d o . P o r e l l o h e m o s d e c o n s i d e
rar to d a v ía las c o n s e c u e n c ia s m á s im p o r t a n t e s d e la a c t iv id a d
crea d o ra d e D io s .
162
es ciertamente supratemporal y su actividad creadora también
está fuera del tiempo, sino que la duración temporal de la
criatura responde al acto creador divino separado del tiempo.
2) Sobre la base de parecidas reflexiones también hay que
decir que, si Dios produce la criatura en su realidad total y si
en la realidad total de la criatura entra también su obrar,
síguese que todo el obrar de la criatura ha sido a su vez produ
cido por Dios. Por lo demás, es algo que se deriva del hecho
mismo de que el ser no es algo estático ni meramente pasivo.
Ser es más bien ser operante, el ente es dinámico en la medida
de su ser. Si pues el ser de la criatura procede de Dios, también
el obrar de la criatura (es decir, no sólo su capacidad de obrar,
sino la acción misma realizada de hecho, que sin duda repre
senta un más frente al mero poder obrar) es resultado de la ac
tividad creadora de Dios.
En este sentido se habla de que Dios participa en cada
obrar de la criatura mediante su «cooperación». Con lo que no
se dice en modo alguno que en definitiva sólo sea Dios el que
obra cuando la criatura ejercita una actividad. Pues, de acuerdo
con lo que queda dicho (267) acerca de la creación, por coope
ración se entiende la influencia directa (creativa) de Dios sobre
el obrar de la criatura, por el que se da un obrar propio de la
criatura.
a) En nuestra visión, que pane de la idea de que la depen
dencia de Dios y autonomía de la criatura no se excluyen sino
que se condicionan, quedan resueltos en principio los proble
mas aparecidos en el curso de la historia de la filosofía y de la
teología por considerar la causalidad divina y la causalidad de
la criatura como exduyentes: o esto o lo otro. Que esa falsa al
ternativa conduce a dificultades insuperables se echó de ver,
quizá con mayor claridad que nunca, en la denominada
«controversia sobre la gracia», surgida entre los teólogos católi
cos de finales del siglo XVI y comienzos del XVII El punto de
arranque de la controversia fue la pregunta —importante para
la doctrina sistemática de la gracia— de ¿cómo influye Dios
con su gracia en las acciones libres del hombre y de qué manera
las conoce? En definitiva se trataba del problema que, por las
mismas fechas, se discutía acaloradamente en las iglesias de la
Reforma, acerca de cómo se podía compaginar la omnipotencia
y omnisciencia divina con la autonomía y libertad de la criatura.
Los tomistas —cuya cabeza rectora era el dominico español
163
D o m in g o B á ñ c z — e n s e ñ a b a n q u e e r a a b s o l u t a m e n t e n e c e s a r ia
para q u e p u e d a d a rse c u a lq u ie r a c t iv id a d c r ia tu r a ! la d e n o m i
n ad a praemotio phystca; e s d e c ir , u n « m o v i m i e n t o p r e v io » d e
D io s , u n a m o c ió n q u e p r e c e d e a la a c c ió n c r ia tu r a l y e n la q u e
in flu y e d ir e c ta m e n te ; p o r q u e s in e l l o r e s u lt a r ía i n e x p l i c a b l e e l
«m ás» q u e caracteriza a la a c c ió n r e a liz a d a f r e n t e a la m e r a c a
p a c id a d d e o b ra r. E n e sta te o r ía s e s a lv a g u a r d a p e r f e c t a m e n t e
la s o b e ra n ía v p r io r id a d a b s o lu t a d e D io s ; y d e s d e e l l a t a m b i é n
es fácil r e s p o n d e r a la c u e s t ió n d e c ó m o D i o s p u e d e c o n o c e r lo s
actos lib res d e l h o m b r e . B a sta c o n s e ñ a la r s i m p l e m e n t e la s d e
c isio n e s d iv in a s « q u e p r e c e d e n * al lib r e o b r a r y d e s d e t a l e s d e c i
sio n e s D io s sa b e i n d e f e c t i b l e m e n t e lo q u e h a r á la c r ia tu r a . P e r o
e n tal teoría la lib e r ta d d e la c ria tu r a n o p a s a d e s e r u n m e r o
p o s tu la d o , q u e e n m o d o a lg u n o se e x p lic a .
Los m o lin is ta s — así lla m a d o s p o r ser s e g u i d o r e s d e l j e s u ít a
e sp a ñ o l Luis d e M o lin a — e n t e n d í a n la c o o p e r a c ió n d e D i o s c o
m o un concursas sim ultaneas et m differens. C on o tr a s p a
labras, a fu m a b a n q u e la in f lu e n c ia d iv i n a , p o r la q u e e s p o
sib le q u e la criatu ra p a s e d e l e s t a d o d e p o d e r o b r a r a l e s t a d o d e
obrar e fe c tiv o , n o p r e c e d e c o m o tal a c to c r ia tu r a l n i d e t e r m i n a
su d ir e c ció n Es u n a te o r ía q u e n o t ie n e d i f i c u l t a d e s e n e x p lic a r
el a cto lib re d e la c ria tu r a , p e r o p u e d e h a c e r e n t e n d e r d e d ó n
d e d eriva el «m ás» q u e se d a e n to d a a c t iv id a d e f e c t i v a , y fr a c a
sa so b re to d o al p r e te n d e r d ar id e a d e c ó m o D i o s c o n o c e la s a c
c io n e s lib res d e la c ria tu r a , p o r q u e e n e s t e a s p e c t o h a c e d e p e n
der el c o n o c im ie n t o d e D io s d e las lib r e s d e c i s i o n e s c r ia tu r a le s .
El s u p u e s to b á sic o d e a m b a s c o n c e p c i o n e s a n t i t é t i c a s , a c e p
ta d o e s p o n tá n e a m e n t e p o r to d o s s in s o m e t e r l o j a m á s a u n a
crítica, es q u e h a y a q u e c o n c e b ir las r e la c io n e s D i o s - m u n d o
s e g ú n el m o d e lo d e u n a s fu e r z a s c o n c u r r e n t e s q u e m u t u a m e n
te se e x c lu y e n . Si b ie n se m ir a , tal j u ic i o r e p r e s e n t a u n a c ie r t a
s im p lific a c ió n , p u e s e n c a d a te o r ía h a b ía in d ic io s d e c a p t a r la
p r o b le m a tic id a d d e esa o p o s ic ió n . N o se d i s p o n í a s in e m b a r g o
d e u n a teoría a m p lia q u e h u b ie r a h e c h o p o s i b l e p e n s a r lo s a s -
pectu s o p u e s to s d e u n a u n id a d . P or e llo e s c o r r e c ta , p e s e a
to o , a a fir m a c ió n d e q u e ta n to lo s to m is t a s c o m o lo s m o t i n i s
tas p artían d e q u e n o se p u e d e a tr ib u ir a la c r ia tu r a lo q u e s e le
atri u y e a D io s , y viceversa. La d if e r e n c ia e s t a b a s i m p l e m e n t e
r \ S 'o m is ta s h a c ía n h in c a p ié e n la i n c o n d i c i o n a l p r io r i-
a c ios a c o sta d e la c ria tu r a , m ie n t r a s q u e lo s m o l i n i s i a s
e m p e n a b a n e n lograr u n c o m p r o m is o , d e a h í e l i n t e n t o d e
atribuir a la criatura racional una cierta prioridad en nombre
de la libertad humana; pero eso difícilmente podía conciliarse
con el carácter absoluto de Dios.
Pues bien, esos problemas sólo pueden resolverse cuando se
definen las relaciones Dios-mundo en el sentido en que Jo he
mos hecho mas arriba; es decir, cuando se parte de que una
criatura es tanto más autónoma cuanto más depende de Dios.
El supuesto para esta solución es ciertamente la idea de que
unidad y diversidad no se excluyen, sino que bien al contrario
la unidad del ser es tanto más íntima cuanto mayor es la altcri-
dad del ser.
Esta idea, que posibilita la solución fundamental de los
problemas largamente discutidos, significa a la vez una renun
cia a una explicación conceptualmcnte clara de la cooperación
de Dios. Debemos, pues, resignarnos a que nunca podremos
exponer con claridad analítica la manera en que Dios y la
criatura cooperan.
b) También el «más» oncológico que se da en la acción rea
lizada frente a la mera capacidad de obrar, procede tanto de
Dios como de la criatura misma. A esa idea hemos llegado ya,
al exponer el hecho de la autosupcración criatura! que señala la
existencia de Dios (140-182).
Lo esencial puede exponerse en los tres puntos siguientes:
1. En toda actividad criatura! está presente, como un ele
mento, la «autosupcración». Es decir, la acción criarural, que
habría que reducir sin más a otro operante intramundano, se
ha de concebir simplemente como un caso límite abstracto.
2. La autosupcración es un dato paradójico conceptual.
Pues, cuando se afirma que el plus ontológico no reductible a
otro ente procede del mismo ente operativo, parece que se afir
ma algo imposible, porque no puede darse nada que ya no
tenga. Pero si la solución se ve en que el nuevo elemento onto
lógico procede de la plenitud de ser divina que confiere el ser a
la criatura, se explica sí el incremento ontológico como tal,
pero a la vez queda por completo a oscuras cómo ese incremen
to ontológico pueda proceder de la criatura misma en el plano
de la causación criatural.
3. En conexión con estas dos reflexiones ya hemos visto an
tes (aunque quizá sólo ha quedado perfectamente c ^ tras ^
exposición del concepto de creación) que la superación si
mismo sólo deja de ser una contradicción, porque en la criatura
165
que se autosupera está operando la causalidad creadora de
Dios, que produce la autonom ía. Es d e c i r , q u e , p o r q u e e n
to d a cau sa criatu ral a c tú a la c a u s a lid a d c r e a tiv a d e D i o s , se
p u e d e e n te n d e r q u e la criatu ra p u e d a s u p e r a r s e a s í m i s m a , q u e
p u e d a p r o d u cir u n « m á s» s o b r e lo q u e y a a n t e s t e n í a a s u d i s
p o s ic ió n Y p o r q u e la c a u s a lid a d c r e a d o r a n u n c a t o m a e l p u e s
to d e la c a u sa c r e a d a , s in o q u e e s la c o n d i c i ó n q u e p o s i b i l i t a
la a u t o n o m ía d e la c a u s a c r ia tu r a l, se p u e d e e n t e n d e r q u e e l
«p lu s» d e ser , q u e s u r g e c o m o c o n s e c u e n c ia d e la a c c i ó n d e la
criatura e s , e f e c t iv a m e n t e , e l r e s u lt a d o d e d i c h a a c c i ó n e n e l
p la n o d e l obrar d e la c ria tu r a .
C o n s ta n d o p o r las r e f le x io n e s q u e n o s h e m o s h e c h o h a s t a
a h o ra que la lib e r ta d p erso n a l y sob eran a de D io s y la
a u t o n o m ía d e la criatu ra n o se e x c lu y e n e n t r e s í , e s t á t a m b i é n
f u n d a m e n t a lm e n te a s e g u r a d o q u e D io s n o s e p r iv a d e s u li b e r
ta d p e r so n a l al crear a lg o a u t ó n o m o . A p e s a r d e e l l o , h a y q u e
a h o n d a r m ás e n esa id e a q u e ya t e n e m o s . E f e c t i v a m e n t e e n la
c u e s t ió n d e c ó m o D io s p u e d e a c tu a r d e u n m o d o lib r e y p e r s o
n a l d e n tr o d e l m u n d o q u e a c tú a d e u n a m a n e r a a u t ó n o m a , s e
trata d e u n p u n t o a b s o lu t a m e n t e d e c is iv o p a r a la r e c ta i n t e l i
g en cia d e D io s P u es a D io s s ó lo se le p u e d e p e n s a r c o m o u n
in ter lo c u to r p e r s o n a l, si p u e d e a c tu a r lib r e m e n t e e n e l m u n d o .
Si n o fu era p o s ib le u n ob ra r p e r s o n a l d e D i o s r e s p e c t o d e s u s
criaturas, u n a in te r v e n c ió n d e D io s e n lo s a c o n t e c i m i e n t o s d e l
m u n d o , ta m p o c o e l h o m b r e p o d r ía t e n e r n i n g u n a r e l a c ió n p e r
so n a l co n D io s , p o r q u e e n tal c a so n o p o d r ía h a b la r s e d e u n s e r
p erso n al d e D io s n i s iq u ie r a e n u n s e n t i d o a n a l ó g i c o .
a) El m o d e lo d e e x p o s ic ió n c o n s id e r a d o c o m o t r a d ic io n a l y
su p r o b le m á tic a
166
duce los acontecimientos, por él queridos, totalmente solo, es
decir, «sin causas segundas». Se pensaba que en pro de ésta
concepción se contaba con tazones, teológicas sobre todo. En la
Biblia está esetito que Dios creó sucesivamente las cosas del
mundo. También se hacían valer consideraciones especulativas.
En efecto, prevalecía la convicción de que uene unas fronteras
perfectamente definidas aquello que puede ser causado por la
naturaleza (por fuerzas intramundanas). En favor de ello
hablaba la experiencia de todos los días. Y hasta se fundamen
tó sistemáticamente reclamándose a la filosofía aristotélica. To
do ente —se decía— está determinado por su esencia específica
en su ser y su obrar. De modo natural solo se puede realizar
aquello para lo que hay en eJ propio ente una potencialidad.
La posibilidad de desarrollo, propia del ente, se identifica con
el límite esencial del ente en cuestión. En esa visión del proble
ma, es imposible una actividad o un desarrollo más allá de los
límites esenciales, porque significaría una contradicción.
Por otra parte, se pensaba que era necesario contar con un
devenir por el que aparece algo totalmente nuevo en el mun
do, algo original. Teológicamente se apuntaba al milagro. Pero
incluso en el campo accesible a la tazón natural parecía darse
en ciertos casos algo tan nuevo, que no podía proceder de la
naturaleza. Uno de tales casos se veía realizado, al menos, en el
origen del alma de cada hombre, porque se estaba convencido
de que como principio espiritual que es no puede ser producto
de la generación corporal. En esta situación la hipótesis de que
lo realmente nuevo, lo original, aparece en el mundo por una
intervención directa y creadora de Dios, en el sentido estricto
de la palabra, que no necesita de ninguna causa segunda, era
una hipótesis que representaba una solución satisfactoria. Por
ello se hacía la distinción entre obrar «ordinario» de Dios que se
realiza a través de las fuerzas creadas y el obrar «especial» divi
no, que ocurre «al margen del orden natural en su conjunto».
Por plausible que a primera vista pueda resultar esta divi
sión de la actividad divina en el mundo, lo cierto es que no re-
siste un examen detallado. Porque el obrar de Dios respecto
del mundo es creativo en todos los casos; lo cual significa que
Dios actúa siempre y a través de todo en el mundo, pero J*"1**
ocupando el puesto de la criatura. Dios produce la totalidad
del mundo y cada uno de sus elementos de forma directa; pero
jamás actúa dentro de ese mundo (que procede sin duda a gu
167
na d e el c o m o c re a d o r ) s in la a c ttv id a d p r o p ia d e la s f u e r z a s
c n a tu r a le s (c f. W e is s m a h r 1 9 7 4 ).
Si d e n tr o d e l m u n d o D io s p r o d u je r a a l g o ( p o r e j e m p l o , u n
n u e v o e n te p a r tic u la r o u n a n u e v a d e t e r m i n a c i ó n d e u n e n t e
q u e ya e x is te ), s in q u e e llo sea a la v e z e l r e s u lt a d o d e u n a a c
tu a c ió n criatu ra! a u t ó n o m a d e las fu e r z a s in t r a m u n d a n a s . D i o s
p ro d u ciría (a l m e n o s e n e s e c a s o c o n c r e t o ) ta m b ié n e x a cta m e n
te lo q u e d e o r d in a r io e s p r o d u c id o p o r u n a s f u e r z a s i n t r a m u n
d a n a s. P ero e llo s ig n ific a r ía q u e e l o b r a r d e D i o s (a l m e n o s e n
el ca so c ita d o ) p o d r ía e q u ip a r a r s e c o n e l o b r a r d e la c r ia t u r a , y
e n d e f in itiv a sería e q u ip a r a r a l D i o s o p e r a n t e c o n la c r ia tu r a
o p e r a n te e n v ir tu d d e su a c c ió n f u n d a m e n t a l m e n t e e q u i p a
rab le casi e n el s e n tid o c ie n t íf ic o d e la p a la b r a . D i o s v e n d r ía a
ser c o n m e n s u r a b le c o n la c ria tu r a ; lo c u a l s e r ía t a n t o c o m o n e
gar la tr a s c e n d e n c ia y la m is m a in m a n e n c ia d iv i n a s . D i c h o d e
o tro m o d o D io s a ctu a ría e n el m u n d o s in c a u s a s s e g u n d a s , p o r
lo q u e ta m b ié n le in c u m b ir ía e l rol d e c a u s a s e g u n d a , s i e n d o
ta m b ié n (n u n c a s o lo , c ie r t a m e n t e ) e n ta le s c a s o s la c a u s a u lt r a
m u n d a n a d e l s u c e s o . E llo e q u iv a l e a h a c e r d e e l u n a f u e r z a
m ás e n tre las fu er z a s d e la n a t u r a le z a . P e r o e s o e s u n a b s u r d o .
A q u í c a b e p r e g u n ta r c ie r t a m e n te : ¿ P o r q u é D i o s , q u e p u d o
crear to d o el m u n d o d e la « n a d a » , n o p o d r ía p r o d u c ir t a m
b ié n a d isc re c ió n ca d a e n t e p a r tic u la r d e n t r o d e l m u n d o s in
u n a p a r tic ip a ció n d e las c a u sa s s e g u n d a s ? La p r e g u n t a s u p o n e
d e s d e lu e g o , sin d e c ir lo e x p r e s a m e n t e , que la c r e a c ió n del
m u n d o e n te r o y la d e ca d a u n o d e lo s e n t e s d e n t r o d e l m u n d o
p u e d e n a s im is m o c o n s id e r a r s e c o m o e l m i s m o c a s o . L o c u a l s in
e m b a r g o n o es así, p o r q u e a to d o s lo s e n t e s q u e p e r t e n e c e n a l
m undo, les c o r r e sp o n d e u n a d e t e r m in a c ió n d e l ser q u e no
c o m p e te al m u n d o e n su c o n j u n t o , y q u e e s e l « e sta r d e n t r o d e l
m undo» Por e llo , c o m o c o n j u n t o e l m u n d o t i e n e e n c ie r t o
m o d o u n a r ela ció n co n D io s d is t in t a d e la q u e t i e n e u n e n t e
p a rticu lar, q u e es u n a p a rte d e l m u n d o . D e c i m o s « e n c ie r t o
m o d o » para p o n e r d e r elie v e q u e ta n to e l m u n d o e n s u t o t a li-
a com o cad a e n te p a rticu la r dep en d en d ir e c ta m e n te de
io s H a y , sin e m b a r g o , u n a d if e r e n c ia e s e n c ia l: m ie n t r a s q u e
e m u n d o e n su c o n iu n t o sólo d e p e n d e d e D io s d ir e c ta m e n te ,
la r ela ció n d e d e p e n d e n c ia d e c a d a u n o d e lo s e n t e s c o n D i o s
w ene siempre dada también a través d e l m u n d o com o conjunto.
ta i c a se p u e d e p r e se n ta r ta m b ié n d e l m o d o s i g u i e n t e :
resu ta c o n tr a d ic to r io a firm a r q u e D io s «crea» a l g o e n e l m u n d o
sin señalarle las condiciones por las que aparece como una par
re del mundo. Si Dios, en efecto, con su fuerza creadora pro
dujese algo dentro del mundo (o sea como una parte del mun
do), sin que dicho ente fuera a la vez el resultado de las fuerzas
operativas pertenecientes al mundo, dicha criatura sería, por
una parte, en virtud del propósito divino un elemento del
mundo y, por otra, estaría fuera del mundo al no tener rela
ción alguna con éste. Si aquí se objeta que Dios, al crear y po
ner a un ente en el mundo, produce también sus relaciones con
el resto del mundo, se puede incluso sentir. Pero entonces
sólo cabe preguntarse qué es lo que significa o cómo lo hace
Dios Y la respuesta sólo puede ser que Dios convierte a una
criatura en parte del mundo por cuanto que la hace surgir a
través de las causas segundas, que en último término dependen
de él. Y es que sólo puede set pane del mundo en su subsis
tencia (Bestehen) lo que depende del mundo en su origen y
existencia (Entstehen).
No se dice, pues, q u e Dios no p u e d a obrar en absoluto sin
las causas segundas, ya que la creación del mundo en su con
junto es una obra de Dios que excluye evidentemente cual
quier causa segunda. Lo único que aseguramos es que Dtos
nunca p u e d e obrar dentro d e l m u n d o de ta l m odo que su acti
vidad no sea a su vez transm itida en e l plano criatural p o r la
actividad p ro p ia d e las causas segundas que han stdo creadas. Y
Dios no puede hacerlo no por impotencia, sino porque es en sí
contradictorio.
D e q u é sea n c a p a c es las fu e r z a s , e n c ie r t o m o d o e s p o n t á -
ricas, d e l m u n d o c r i a t u r a l, n o l o p o d e m o s c o n o c e r a i m a r g e n
d e lo s h e c h o s . E s d e c ir , q u e la s f r o n t e r a s d e lo p o s i b l e d e s d e e l
m u n d o n o se p u e d e n d e te r m in a r a p riori. P ero sí q u e ca b e e s
perar d e las f u e r z a s c r ia t u r a le s m á s d e l o q u e c o n s i d e r a m o s p o
s ib le p a r t ie n d o d e n u e s t r a e x p e r i e n c i a c o t i d i a n a .
E sta a f ir m a c ió n n o s e s i g u e ú n i c a m e n t e d e la s c o n s i d e r a
c io n e s te ó r ic a s q u e h e m o s e x p u e s t o . A u n q u e s e d i s c u t e e l c a
rácter c i e n t í f i c o d e la p a r a p s i c o l o g í a , n o e s p o s i b l e r e l e g a r a l
te r re n o d e la p u r a f a b u l a c i ó n t o d o e l m a t e r ia l q u e h a r e u n i d o y
e s t u d ia d o d e u n a m a n e r a c r ít ic a . H a y f e n ó m e n o s e x t r a o r d in a
rios, c o m o la d e n o m i n a d a p e r c e p c i ó n e x t r a s e n s i b l e , q u e a v e c e s
se e x t i e n d e t a m b i é n a a c o n t e c i m i e n t o s f u t u r o s y a u n a c í e n o s c
in f lu e n c ia s s o b r e o b j e t o s m a t e r i a l e s , q u e n o p u e d e n d e b e r s e a
las i n f lu e n c ia s fís ic a s q u e n o s o t r o s c o n o c e m o s . L a f a c t i c i d a d d e
ta les s u c e s o s n o s e p u e d e n e g a r s i m p l e m e n t e p o r q u e n o e n c a
jan e n n u e s tr a i m a g e n d e l m u n d o , q u e h a a d q u i r i d o c a r ta d e
n a t u r a le z a d e s d e la I lu s t r a c ió n , o p o r q u e n o s o t r o s n o d i s p o n g a
m o s d e u n a t e o r ía a d m i t i d a p o r t o d o s , c a p a z d e e x p lic a r t o d o
e so .
Hasta ahora nos hemos esforzado por mostrar que Dios, 289
aunque nunca puede obrar dentro del mundo sin las causas se
gundas, puede sí actuar de un modo personal en el mundo, ya
que, mediante las fuerzas de las criaturas capaces de la autosu-
pcración y en principio nunca plenamente calculables, puede
producir lo imprevisto de antemano querido como signo de su
atención personal. Hasta ahora no hemos mencionado explíci
tamente aquel obrar de Dios en el mundo que se sirve de la li
bertad del hombre. Mas, como ya hemos dicho que todo ente
en la medida de su autonomía ofrece campo a la libre actividad
de Dios en el mundo, es evidente que Dios opera libremente
en el mundo sobre todo a través del hombre. De ahí que la li
bertad siempre individual del hombre sea el «lugar» a través
del cual Dios «interviene» en el mundo no de manera sorpren
dente pero sí la más eficaz.
C o n o tr a s p a la b r a s , D i o s d e t e r m i n a s o b r e t o d o ( a u n q u e n o
e n e x c l u s i v a ) n u e s t r o d e s t i n o a tr a v é s d e n u e s t r a p r o p ia lib e r t a d
y a tr a v é s d e la lib e r t a d d e n u e s t r o s s e m e j a n t e s . P o r e l l o n o
t ie n e n a d a d e c a s u a l e l q u e s e a s o b r e c o d o la h u m a n i d a d la q u e
p o s ib il it a e l e n c u e n t r o c o n D i o s .
173
V
290 El m a l e n el m u n d o : las in j u s t ic ia s , lo s c r í m e n e s d e t o d o t i
p o , la m iseria e n to d a s s u s ca ra s, las e n f e r m e d a d e s y l o s s u f r i
m ie n t o s , so b re t o d o d e lo s i n o c e n t e s , r e p r e s e n t a n u n p r o b l e m a
q u e h an d e to m a r m u y e n s e r io c u a n t o s c o n s i d e r a n e l m u n d o
c o m o la ob ra d e u n c r e a d o r o m n i p o t e n t e y b u e n o . P o r q u e la
b o n d a d p e r fe cta y la o m n ip o t e n c ia s o n p r e d i c a d o s a lo s q u e n o
se p u e d e ren u n cia r y q u e in c lu s o e s n e c e s a r io p e n s a r lo s c o m o
in d is o lu b le m e n t e u n id o s e n tr e s í, si e s q u e s e q u i e r e f o r m a r u n
c o n c e p to recto d e D io s « C o n c e b id o s ó lo c o m o u n p io d c r , c o m o
u n p o d er c ie g o . D io s n o sería s in o e l c o m p e n d i o d e la f a c t ic i-
d a d , u n d e s d o b la m ie n to a p o l o g é t i c a m e n t e t r a n s f ig u r a d o r d e lo
q u e ex iste sin m á s y q u e s e g ú n la i n c lin a c ió n p r o p i a a c e p t a m o s
r'"k^jla ^ amCntC ° c o n d e n a m o s c o n e l d e s p r e c i o m o r a l . . . C o n
ce i o s ó lo c o m o u n s e n t id o , c u a l p r in c ip io i m p o t e n t e d e l
« " > , n 0 , s m iu lt á n e a m e n t e , c o m o p r in c ip io d e la f a c t i c i d a d ,
e to d o c u a n to es d e e sta m a n e r a y n o d e o t r a , D i o s n o s e r ía
m as q u e u n s in ó n im o d e u n a id e a m o r a l» ( S p a e m a n n 1972,
l li 'j ” P o n i m i e n t o s e n n i n g ú n c a s o s e p o d r ía s e g u ir
° C 105 P u e s P ° r 5' “ l*5 n * la e x i g e n c i a m o r a l , q u e
DonHrn nC|^ UC VCr COn *a rea!'d a d , n i la p u r a f a c t i c i d a d c o r r e s -
29 1 ÍW a quc * d c s ,Kn a c ° " 'a p a la b r a « D io s » .
m a rg in a l o u e ^ í ' í ^ h ech ° d c q u e cl m al n o cs u n fe n 6 m e n 0
dad ll7 ,cnJ c * P u ' d e d e ja r d e la d o , s i n o u n a r e a li-
e* puede ¿ c S h° mbrts quc se puede pasar por alto.
bnsePc o m o T ‘í lf'rmind° quc la t i l d a d , que ha dVconec
te > ¿No habría n'* f P>crsc‘na-'■es a la vez buena y omnipoten-
que ormular mejor la pregunta de si Dios no
P 4
puede o no quiere impedir el mal, que tan importante papel
desempeña en la creación procedente de él? Pero si Dios no
quiere impedir el mal ¿le podemos seguir llamando bueno? Y
si no puede impedirlo ¿es posible continuar llamándole om ni
potente?
Es necesario afrontar esta pregunta en el marco de una
d o c tr in a filosófica de Dios. Aunque desde el comienzo es pre
ciso t e n e r en cuenta que el problema del mal, de la maldad y
d el s u f r i m i e n t o no es en primer término un problema teórico,
s in o u n problema cxistencial y práctico en grado sumo, que ja
m ás p o d r á «resolver» una reflexión filosófica. Así, pues, la fina
lid a d d e lo s razonamientos que aquí vamos a desarrollar no es
la in s t r u c c ió n condescendiente del hombre probado por el do
lor H o y se reacciona justamente con susceptibilidad extremada
fr e n te a una teorización doctrinal en exceso de una necesidad
c x is t e n c ia l. Pero aun teniéndolo en cuenta, persiste la tarea de
te n e r que encontrar una respuesta racional y defendible a la
p r e g u n t a que aquí se plantea. Para ello también son necesarias
u n a s r e f le x io n e s teóricas, a las que no podemos renunciar, aun
s ie n d o conscientes de los límites con que tropiezan las refle
x io n e s acerca del sufrimiento humano.
1 ¿Q ué es realm ente e l m a l?
17 5
los s u fr im ie n to s e n lo s i n d iv id u o s q u e lle g a n a la a u t o c o n c i e n -
na.
3 Los e s to ic o s in t e n ta r o n r e s o lv e r e l p r o b l e m a d e l m a l n e
g a n d o su r e a lid a d o b j e t iv a : e n e l f o n d o e l m a l n o e x i s t e ; l o q u e
se c o n s id e r a c o m o tal n o p a s a d e ser u n a a p a r ie n c ia , u n a s e n s a
c ió n m e r a m e n te s u b je tiv a d e l h o m b r e , d e la q u e e l s a b i o t i e n e
q u e lib era rse.
4. D e l c o n c e p t o ju d e o - c r is t ia n o d e D i o s d e r iv a la id e a d e
q u e el m a l n o fu e o r ig in a r ia m e n t e u n e l e m e n t o c o n s t i t u t i v o
d e l m u n d o , s in o u n a s e c u e la d e la a u t o n o m í a c r ia t u r a l, y e n
c o n c r e to el r e s u lta d o d e la d e c is i ó n d e la v o l u n t a d lib r e y f i n i
ta Es u n a c o n c e p c ió n q u e a f ir m a , p o r lo m i s m o , e l o r i g e n h i s
tó rico d e l m a l e n e l m u n d o .
293 A cerca d e to d a s esa s o p i n i o n e s h e m o s d e d e c ir c o n to d a
b re v ed a d : n o se p u e d e c o n c e b ir e l m a l c o m o la ú l t i m a d e t e r m i
n a c ió n fu n d a m e n t a l d e l m u n d o , p o r q u e e l m a l e n s u e s e n c ia
n o se p u e d e n i c o n c e b ir n i c o n o c e r s in e l b i e n . O , d i c h o d e
o tr o m o d o : si el m a l fu e r a a lg o a b s o l u t o , r e s u lt a r ía t o t a l m e n t e
in e x p lic a b le el b ie n q u e e x is t e d e h e c h o . T a m p o c o p u e d e s e r e l
m al u n o d e los d o s p r in c ip io s e q u ip a r a b le s d e l m u n d o p u e s la
h ip ó te sis d e d o s p t in c ip io s c o n t r a p u e s t o s y q u e , e n t a n t o q u e
p r in c ip io s « s u p r e m o s» c « in c o n d ic io n a le s » n o c o n s t i t u y e n u n a
u n id a d , e s u n a h ip ó t e s is q u e se c o n t r a d ic e a s í m i s m a ( 1 6 4 ) .
M as ta m b ié n la a fir m a c ió n d e q u e e l m a l e s u n a m e r a a p a r i e n
cia s ig u e sin s a tis fa c e r n o s , a u n q u e e n e lla s e e x p r e s e la g r a n
d io sa a c titu d d e s u b o r d in a c ió n a u n p u n t o d e v is ta s u p e r io r .
Q u ie n así h a b la e s q u e n o h a t o m a d o lo b a s t a n t e e n s e r io e l
s u fr im ie n to h u m a n o e n ta n t o q u e s u f r i m i e n t o d e lo s d e m á s .
S ó lo q u e d a , p or t a n t o , la e x p lic a c ió n d e q u e e l m a l n o s e
h a d e e n te n d e r c o m o a lg o p o s it iv o q u e e s t á e n s í m i s m o , s in o
c o m o u n a p r o p ie d a d d e l e n t e . M aium est in b o n o sicut in su-
biecto, d e c ía n los e sc o lá s tic o s d e la e d a d m e d i a ; c o s a q u e c o n
u n a cierta lib er ta d p o d r ía m o s tr a d u c ir d i c i e n d o q u e e l m a l e s
u n p arásito d e l b ie n
-M La p r o p ie d a d p o r la q u e a u n e n t e h a y q u e c a lif ic a r lo d e
m a o o p c r iu d ic ia l s ó lo se p u e d e d e f in ir e n lín e a s g e n e r a l e s d i -
c ie n o q u e e n el e n t e e n c u e s t ió n fa lta a l g o q u e d e b e r ía e sta r
p r e se n te El m a l c o m o tal c o n s is t e , p u e s , e n la f a lt a d e u n a
p e r fe cc ió n e x ig id a p or la n a tu r a le z a m is m a d e d i c h o e n t e . Del
m a f, por ta n to , s ó lo se p u e d e h a b la r , c u a n d o y e n d o m á s a llá
e a p u ra ( a d ic id a d se r e c o n o c e q u e « e x is t e n » u n a s e x ig e n c ia s
176
d e r iv a d a s de la naturaleza misma de las cosas; es decir, que no
s ó lo h a d e considerarse como realidad lo que se da de un modo
o b j e t iv o . Las exigencias, las aspiraciones pertenecen, por lo
m is m o , a l s e r del ente. Un ente se hace malo y perjudicial,
c u a n d o n o e s t á a la altura de las exigencias que le impone su
p r o p ia n a t u r a le z a .
A s í, p u e s , a u n q u e conceptualmente el mal pueda definirse
co m o u n a d e fic ie n c ia , c o m o la «falta de algo», es, sin embargo,
u n a d e f i n i c i ó n m u y real del ente, porque las exigencias deriva
d a s d e la n a t u r a l e z a del ente respectivo no son algo imaginario
s in o a lg o p e r f e c t a m e n t e real. Según ello, la definición del mal
c o m o « a u s e n c ia de la perfección debida» no significa en modo
a lg u n o u n a d e s v i r t u a l i z a c i ó n (o minimización) del mal.
Es p r e c i s o distinguir entre dos tipos de mal esencialmente 295
d if e r e n t e s . El m d físico, que consiste en la ausencia de algo
q u e p e r t e n e c e a la perfección natural del ente. El m d m ord, o
¡a m ddad, que es la no conveniencia de una acción, libremen
te p u e s t a p o r un sujeto capaz de autodeterminarse, con la ley
m o r a l; e s decir, con aquella forma de comportamiento que res
p o n d e a la naturaleza de tal sujeto. El mal físico —como la en
f e r m e d a d , el dolor, las catástrofes naturales, etc.— es siempre
u n m a l relativo, por doloroso que pueda resultarle al hombre,
p o r q u e no es el resultado de una mala voluntad sino una se
c u e la d e la actividad de las fuerzas naturales. Por el contrario,
e n el m a l moral siempre está presente el elemento de lo abso
lu t o , p o r cuanto que la libre voluntad finita que quiere el mal
m e g a realmente el carácter de incondicional que es pane de su
naturaleza.
I ru tu ril t 2
177
q u e el m u n d o , la v id a h u m a n a y la e x is t e n c i a e n g e n e r a l t e n
g a n u n s e n t id o . S ó lo e n v ir tu d d e e s a c o n v i c c i ó n , n o n e c e s a
r ia m e n te te m a t iz a d a , e s e l h o m b r e c a p a z d e r e c o n o c e r e l m a l
t o m o tal o d e s u b le v a r s e c o n tr a e l m a l y c o n t r a e l a b s u r d o q u e
a p r e n d e d e la e x p e r ie n c ia .
M as q u ie n q u ie r a q u e r e c o n o c e e l s e n t i d o d e la e x i s t e n c i a ,
a d m itir á t a m b ié n — s e g ú n h e m o s ya d e m o s t r a d o a n t e r i o r m e n
te , c í. 7 5 - 9 3 — la e x is t e n c ia d e D i o s , a u n q u e n o a l u d a e x p l í c i
t a m e n te a D io s . A s í, p u e s , el h o m b r e q u e e n u n c o m p r o m i s o
in c o n d ic io n a l p r o te s ta c o n tr a e l m a l y q u e in c l u s o l l e g a t a n l e
jos q u e r ec h a z a p o r e llo m is m o la e x is t e n c i a d e D i o s , n o h a c e
s in o rech azar e n n o m b r e d e l D i o s r e a l, q u e p a r a é l s i g u e s i e n d o
a lg u ie n n o c o n o c id o d e fo r m a e x p líc it a , u n c o n c e p t o f u n d a
m e n t a lm e n t e fa ls o d e D io s y p o r t a n t o in a c e p t a b l e d e h e c h o .
297 2 ) A n te s n o s h e m o s r e fe r id o ( 2 8 2 - 2 8 4 ) a q u e e l D i o s q u e
h a p u e s to e n el ser a u n a s c ria tu r a s a u t ó n o m a s , e n c ie r t o m o d o
«se h a a ta d o » , to d a v e z q u e n o p u e d e c o n t r a d e c ir s e a s í m i s m o .
Es u n a id e a que p od em os ap rovech ar para d e c ir a lg o que
c o n tr ib u y a a la s o lu c ió n d e l p r o b le m a d e p o r q u é e x is t e e l m a l
e n u n m u n d o c r e a d o p o t D io s .
298 a) A l h a b er c re a d o D io s u n m u n d o e n e v o l u c i ó n q u e s e d e s
arrolla, y e n el q u e las c ria tu r a s p o s e e n u n a a u t o n o m í a , y e n e l
q u e p or c o n s ig u ie n t e s ie m p r e s e d e s a r r o lla n p o r s u p r o p i a a c t i
v id a d , fo r m a p a r te d e la n a tu r a le z a lo q u e p o d r í a m o s d e n o m i
nar «crisis d e c r e c im ie n to » . El d e s c a e c e r d e u n s e r v iv o e s c o n d i
c ió n para q u e o tr o p u e d a d e s a r r o lla r s e . L as f o r m a s d e s u p e r io r
o r g a n iz a c ió n d e la v id a se v e n a m e n u d o a m e n a z a d a s , y e n
o c a sio n e s h asta d e s tr u id a s , p or u n o s p r o c e s o s d e g r a d o in f e r io r .
E n el p la n o d e la n a tu r a le z a n o c o n s c ie n t e t o d o e l l o n o p a s a d e
ser u n p r o ceso n a tu ra l q u e , al n o ser c o n s c ie n t e c o m o t a l , t a m
p o c o p o d e m o s c a lific a r lo d e m a lo e n e l s e n t i d o r ig u r o s o d e la
p alab ra M as c u a n d o ta le s s u c e s o s a f e c t a n a l h o m b r e q u e , p o r
u n a p a rte y e n v ir tu d d e su m a te r ia lid a d e s t á s u j e t o a lo s p r o c e
sos n a tu r a les, p e r o q u e p o r o tr o la d o y e n v ir tu d d e s u n a t u r a
leza e sp iritu a l y c o n s c ie n t e v iv e la e x is t e n c ia c o m o t a l , e n t o n c e s
su rge e l lla m a d o m a l fís ic o . A e s e m a l f í s i c o , c o m o e l d o l o r
— e x p o n e n t e claro d e q u e c ie rta s f u n c io n e s v it a l e s n o s e d e s -
arro an s e g ú n el o r d e n d e b i d o — le c o r r e s p o n d e s i e m p r e u n a
s ig m ica c ió n p o s itiv a . D e a h í q u e , p o r lo q u e r e s p e c t a a l m a l
is le o , se p u e d a afirm ar q u e D io s lo q u ie r e e n c i e n o a s p e c t o ; e s
e cir, io s n o q u ie t e e l m a l fís ic o e n s í y p o r s í , l o q u i e r e s ó l o
178
como medio para realizar un valor más amplio, porque el des
arrollo de la criatura conforme a su naturaleza no sería posible
sin el mal.
b) Por el contrario, del mal moral, de la maldad, no se 299
puede afirmar —habida cuenta de su perversidad incondicio
nada— que en determinados casos pueda ser el medio (querido
indirectamente por Dios) para la realización de un valor mayor
en el contexto general. No existe, en efecto, valor alguno que
pueda justificar un acto moralmente malo. Por ello hemos de
decir (de una parte) que Dios no lo quiere ni en sí mismo ni en
relación con otra cosa. Eso es lo que se hace patente, cuando se
afirma que la ley moral (la «voz» de Dios, que se deja sentir en
la conciencia humana, la voz de la conciencia) prohíbe categó
ricamente el mal. A la vez, sin embargo (por otra parte), hay
que tomar conocimiento de que existe de hecho el mal moral,
la libre actuación contra la ley moral. Pero eso significa que el
no querer de Dios relativo al mal, a la maldad, tiene un cierto
límite interno.
Es lo que se podría expresar diciendo: Dios perm ite el m al
moral, la maldad. Con ello se quiere indicar que la conexión
que existe entre la voluntad de Dios y la maldad sólo puede
determinarse de una manera negativa: la maldad no la quiere
Dios en modo alguno, ni siquiera como medio para realizar un
valor por importante que sea. Lo que sí puede Dios es querer
un valor superior, cuya realización comporta la posible no
exclusión del mal. Dicho de una manera concreta: Dios podría,
de quererlo incondicionalmente, impedir el mal en el mundo,
que sería prescindiendo de crear seres finitos que hasta el final
pueden determinarse libremente.
Y aquí se plantea la pregunta de ¿por qué Dios no ha crea- 300
do unos seres que fueran incapaces del mal? O, dicho de otro
modo: Si Dios ha creado unos seres capaces de su autodetermi
nación, y que pueden hacer lo que es moralmentc malo (pu-
diendo por lo mismo volverse contra su propia naturaleza,
contra el orden objetivo de la realidad), ¿no es Dios, en defini
tiva, responsable de que el mal tenga tanto poder en el m un
do? Pero a esa pregunta hay que contraponerle otra: ¿es po
sible en absoluto crear tales seres libres, que han de desarrollar
se por su propia actividad sin llegar nunca a su última meta, y
que sean absolutamente incapaces del mal? Hay que conceder
ciertamente que la posibilidad de obrar el mal no pertenece a
179
la e s e n c ia d e la fa c u lta d p ara a u t o d e t e r m in a r s e . P e r o e s e x t r e
m a d a m e n te p r o b le m á t ic o q u e p u e d a d a r s e u n a lib e r t a d e v o l u
tiv a , q u e to d a v ía n o h a a lc a n z a d o su m e t a y q u e s e a in c a p a z
d e l m a l m o r a l.
P e r o , a d e m á s , h a y q u e p e n s a r q u e d a m o s u n a d ir e c c ió n f a l
sa a u n im p u ls o e n s í r e c to d e n u e s tr a i n t e l i g e n c i a , c u a n d o h a
c e m o s a D io s r e s p o n s a b le d e l m a l. P o r q u e e n s í h a d e v a lo r a r s e
com o p o s itiv o el que n o s o tr o s q u eram os e n te n d e r lo to d o ,
in c lu id o e l m a l m o r a l. M as c u a n d o i n d a g a m o s e l s e n t i d o d e l
m a l, n o d e b e m o s p r e sc in d ir d e q u e e l m a l , ir r a c io n a l y s i n s e n
t id o p o r e s e n c ia , n o se le p u e d e a tr ib u ir a D i o s , p r i n c i p i o ú l t i
m o d e t o d o s e n t id o y c o h e r e n c ia . La t e n t a t iv a d e h a c e r r a
c io n a lm e n t e c o m p r e n s ib le la m a ld a d c o n d u c e a la n e g a c i ó n d e
la m is m a . Y a e s te p r o p ó s ito h a y q u e d e c ir lo s i g u i e n t e :
E n u n a a c e p c ió n m u y a m p lia v a le d e c ir q u e n i n g ú n d e s e o
p u e d e « d e p o r sí» o « n a t u r a lm e n te » o r ie n ta r s e h a c ia e l m a l , e s
d e c ir , a lo q u e c o n tr a d ic e la n a t u r a le z a d e l d e s e a n t e . P o r q u e
s e m e ia n te d e s e o sería el d e d e s tr u ir s e a s í m i s m o . P o r lo q u e
resp e c ta al d e s e o r a cio n a l y c o n s c ie n t e , e s d e c ir , d e la v o l u n t a d ,
s íg u e s e q u e e n m o d o a l g u n o p u e d e q u e r e r e l m a l « e n s í» . L o
d e f ic ie n t e , lo p e r ju d ic ia l, q u e c o n tr a d ic e la p r o p ia n a t u r a le z a ,
s ó lo p u e d e ser u n a m e r a « in c id e n ta l» d e la v o l u n t a d . S ó lo
p u e d e ser o b j e t o d e l a n h e lo , d e la v o lic ió n , e n t a n t o q u e m e
d io n ec esa r io para la r e a liz a c ió n d e l b ie n ( o p a r a e v ita r u n m a l
to d a v ía m á s g r a v e).
Si c o n tin u a m o s p e n s a n d o e n e s t a lín e a c o n c e p t u a l d e u n a
m a n era c o n s e c u e n t e , n o p a r e c e q u e p u e d a d a r s e e n a b s o l u t o
u n m a l m o ra l P a r e c e, e n e f e c t o , q u e se p la n t e a e l d i l e m a s i
g u ie n t e : o el h o m b r e se d e c id e c o n f o r m e a la r a z ó n , y s u d e c i
s ió n e n to n c e s es m o r a lm e n t e b u e n a : o se d e c id e c o n t r a r a z ó n , y
su d e c is ió n (o su o b r a r ) sería m o r a lm e n t e m a la . M a s s i s e p i e n
sa q u e la m a ld a d c o n tr a d ic e las p r o p ia s n o r m a s d e c o n d u c t a d e l
s u je to r a c io n a l, es d e c ir , q u e es c o n tr a r ia a r a z ó n , y q u e c o n
p le n a c o n c ie n c ia y tras m a d u r a r e f le x ió n n a d ie p u e d e d e c id ir s e
c o n tr a la ra zó n (p o r q u e la r a z ó n n o p u e d e v o lv e r s e c o n t r a s í
m is m a ) , s íg u e s e q u e e l h o m b r e c u a n d o a c tú a d e u n m o d o o b
je tiv o in m o r a l, c u a n d o se d e c id e d e h e c h o c o n tr a la r a z ó n , o
e stá s u je to a u n error o se e n c u e n tr a b a jo u n a c o a c c ió n e x te r io r
o in t e r n a , e s d e c ir , q u e n o e s c a p a z d e r a z o n a m ie n t o y p o r t a n
to t a m p o c o p u e d e a c tu a r d e u n a fo r m a m o r a l. S e g ú n e s t a c o n
s id e r a c ió n n o e x is te m a ld a d m o r a l, y lo q u e s e t i e n e p o r ta l
maldad ha de reducirse a error o coacción, hay que reducirlo a
un mal físico.
Pero esta conclusión es inadmisible, porque minimiza la 303
maldad que se experimenta en el mundo, y porque eliminando
la maldad como tal se elimina asimismo la responsabilidad mo
ral. Está además en contradicción con la experiencia que vive
el hombre culpable cuando reconoce su culpa: sabe, en efec
to, que de una manera consciente se ha decidido contra el bien
que le corresponde propiamente. La contradicción con la expe
riencia de la culpa (admitida) es evidente, pues el razonamien
to teórico expuesto comporta —resumiéndolo muy brevemen
te— en lo esencial la argumentación con que se defiende el
culpable que no está dispuesto a reconocer su culpa: me he
equivocado, me han engañado, he sido coaccionado, no puedo
hacer otra cosa. Hay, pues, que reconocer que la maldad es
algo contrario a razón, en favor de lo cual se decide libremente
y con plena conciencia un ser racional; y eso es algo que se da
de hecho, pese a su irracionalidad.
Sigue sin resolver la cuestión de cómo puede ser posible }04
que la razón finita se decida contra sí misma, contra su propia
tendencia, sin dejar por ello de ser una razón responsable de
sus razonamientos. De cualquier modo el motivo hay que bus
carlo en la libertad. Porque sólo si el fundamento de la maldad
está en la libertad, que a su vez se opone a cualquier explica
ción en el sentido de atribuírselo a otra cosa, es posible enten
der de algún modo que un ser racional pueda con plena con
ciencia volverse contra sí mismo.
Que la verdadera clave del misterio de la maldad tenga que
estar en la libertad, se desprende además del hecho mismo de
que la responsabilidad personal de un acto malo y, por ende,
del mal como tal, disminuya en la medida en que la libertad
(el poder decidirse libremente) está impedida por cualesquiera
factores (entre los cuales juegan el error y la coacción).
En este contexto es habitual reclamarse al hecho de que 505
pueden darse actos malvados, porque el verdadero objeto al
que tiende la capacidad espiritual de anhelo, la voluntad, a sa
ber el bien como tal (o simplemente el bien), nunca se ofrece
al ser espiritual, capaz de una decisión libre en toda su inequí
voca concreción. Con lo que es posible que el sujeto finito libre
persiga algo como su bien supremo, que en realidad puede no
serlo en absoluto.
1B1
C ie r to q u e a q u í a c a b a m o s d e m e n c io n a r u n a c o n d i c i ó n i m
p o r ta n te para q u e u n e n t e f i n i t o p u e d a d e c id ir s e c o n t r a la le y
m oral P ero n i s iq u ie r a e n e s t a c o n s id e r a c ió n q u e d a c la r o c ó m o
e s p o s ib le q u e la d e c is i ó n c o n tr a r ia a r a z ó n d e u n s e t r a c io n a l
n o sea u n error s in o u n a a c c ió n d e la q u e é l e s r e s p o n s a b l e . O ,
d ic h o d e o tr o m o d o , q u e p u e d a ser c o n tr a r ia a l s e n t i d o y a b
su r d a u n a a c c ió n q u e h a d e a c h a c a r s e a l s u j e t o r a c io n a l y q u e ,
p o r lo m is m o , h a s id o r e a liz a d a p o r é l c o n la c o n c i e n c i a d e lo
q u e h a c ía E sta p a r a d o ja í n t i m a d e la m a ld a d a p u n t a a q u e la
lib e r ta d fin ita (o el s u je to f i n i t o e s p ir it u a l y , p o r e n d e , lib r e )
p u e d e e v id e n t e m e n t e a b s o lu t iz a r s e , c o s a q u e d e s d e l u e g o e s
a b s u r d a , ya q u e n o r e s p o n d e a la r e a lid a d i n e v i t a b l e m e n t e e x
p e r im e n ta d a ; p e r o q u e , p e s e a t o d o y d e b i d o a s u p r o p i a p o s
tu ra o d e c is ió n , se le a n t o ja a d e c u a d o a s u n a t u r a le z a .
El m a l m o r a l, la m a ld a d e s , c o n o tr a s p a la b r a s , p o s i b l e ,
p o r q u e a p esar d e la c o n tr a d ic c ió n q u e c o m p o r t a , e l s u j e t o f i n i
t o , c a p a z d e a u t o d e te r m in a r s e lib r e m e n t e y a q u e e l e l e m e n t o
d e la a b s o lu t e z p e r te n e c e d e h e c h o a s u m i s m a c o n s t i t u c i ó n ,
p u e d e afirm arse d e m a n e t a a b s o lu t a y e n c e r r a r se a s í e n s í m i s
m o . sin te n e r e n c u e n ta n in g u n a o tr a c o s a . P o r t a n t o , e l f u n d a
m e n t o ú lt im o d e la m a ld a d e s la a u t o d iv in i z a c ió n d e u n s e r f i
n it o q u e . e n v ir tu d d e su e s p ir itu a lid a d ( a u t o c o n c i e n c i a y li b e r
ta d ) p a rticip a e n la a b s o lu t e z d e D i o s . El f u n d a m e n t o ú l t i m o
es la a c titu d e n q u e se h a c e m a n if ie s t a e sa d i v i n i z a c i ó n p r o p ia ;
se a firm a la a u t o d e te r m in a c ió n p u r a m e n t e p o r s í m i s m a , s ó lo
p o r q u e es a u t o d e te r m in a c ió n . A q u í c u e n t a m u y e s p e c i a l m e n t e
el stat pro ratione voluntas, e l ú n ic o f u n d a m e n t o r a c io n a l e s e l
p r o p io q u er e r C o n e llo la lib r e d e c is i ó n s e a f ir m a o a f ia n z a
s ó lo e n sí; es d e c ir , c o n i n d e p e n d e n c ia d e «la p r o p ia t e n d e n c i a
n a tu ra l al b ie n » (c o n in d e p e n d e n c ia d e la r e a lid a d q u e s e le
im p o n e a to d o lo f in it o ) , c in c lu s o c o n tr a d ic h a t e n d e n c i a . C o n
lo cu a l se p e r v ie rte in t e r n a m e n t e . La m a ld a d e s , e n d e f i n i t i v a ,
la n o a c e p ta c ió n d e la f in it u d ; la p o s tu r a q u e n o p u e d e r e s ig
narse a n o ser D io s . S in q u e d e e l l o se le p u e d a h a c e r r e s p o n
s a b le al c re a d o r d e to d a la r e a lid a d y t a m b ié n d e la l i b e r t a d f i
n ita .
3 ) La r e s p u e s ta d a d a al p r o b le m a d e l m a l m e d i a n t e u n a s
re e x io n e s filo s ó fic a s a b r e c ie r t a m e n t e a lg u n a s p e r s p e c t iv a s q u e
p u e d e n a y u d a r a la c o m p r e n s ió n , s in q u e , s in e m b a r g o , o f r e z c a
u n a s o lu c ió n a d e c u a d a a l p e s o e x is t e n c ia l d e l p r o b l e m a . El
p r o b le m a d e l m a l, d e l s u f r im ie n t o e n s u r e t o c o n c r e t o e s e n
182
definitiva insoluble mediante esfuerzos humanos. Su verdadera
solución sólo puede esperarse de Dios. Sólo cuando él proclama
que no deja abandonado al hombre, cogido en la maraña del
mal y de la maldad, sino que se solidariza con él, sólo entonces
se abre una salida real. Y eso es lo que realmente ha ocurrido
en Jesús de Nazaret, según la fe de los cristianos.
En virtud de la experiencia de su resurrección de entre los
muertos, le reconocen los cristianos como la revelación de la
donación insuperable de Dios al mundo, como al Hijo unigé
nito de Dios que se hizo hombre. Por él y en él han conocido
los cristianos que Dios no deja sólo al hombre sufriente, sino
que mediante la aceptación de la miseria humana hasta la pe
nosa muerte en cruz Jesús ha transformado desde dentro el
destino humano; con la consecuencia de que la vida humana,
caracterizada por el sufrimiento, no sólo para Jesús de Nazaret
sino también para cuantos le han confiado su vida se ha con
vertido en el camino a la salvación.
Ese abandonarse a la persona de Jesús como a la revelación
de Dios no sería ciertamente posible sin una experiencia de
la fuerza de Dios que opera en él y por la que él ha superado la
muerte. Ese acontecimiento se denomina redención en la teolo
gía cristiana y constituye la respuesta perfecta y divina al
problema del mal en el mundo.
Bibliografía Leibnia 1968; Billicsich 1935, (J1952), 1951. 1959; Lewis 1954,
Spaemann 1972, Greshake 1978; Rahner 1980.
183
APÉNDICE
185
l a c o n e s e n g e n e r a l d e la f ilo s o f ía c o n la t e o l o g í a ; lo ú n i c o q u e
a h o ra n o s in te r e sa e s e l c o n o c i m i e n t o f i l o s ó f i c o d e D i o s f r e n t e
al t e o ló g ic o Y acerca d e e sa s r e la c io n e s h e m o s d e d e c ir l o s i
g u ie n t e :
to s Incluso el conocim iento divino obten id o con ayuda d e la
inteligencia hum ana hay que considerarlo com o u n conoci
m iento otorgado p o r Dios. Q u e e l c o n o c i m i e n t o n a t u r a l d e
D io s es u n c o n o c im ie n t o c o m u n ic a d o se d e r iv a d e l h e c h o m i s
m o d e q u e e l h o m b r e c o n to d a s s u s f a c u l t a d e s , e n t r e la s q u e
t a m b ié n se c u e n ta la in t e l ig e n c ia , e x is t e c o m o c r ia tu r a d e D i o s ,
c o m o r e s u lta d o d e su a u t o c o m u n ic a c ió n . Y h e m o s d e p e n s a r ,
a d e m á s , e n q u e el c o n o c i m i e n t o in t e l e c t u a l y e f e c t i v o d e c a d a
h o m b r e c o m p o r ta s ie m p r e u n o s e l e m e n t o s in d i v i d u a l e s y c o n
t in g e n t e s , q u e n o p u e d e n d e r iv a r se s in m á s d e lo g e n e r a l y n e
c esa rio .
T o d o s los c o n o c im ie n t o s h u m a n o s se r e a l iz a n , p u e s , e n u n a
s itu a c ió n h istó r ic a ú n ic a , c o n d ic io n a d a p o r f a c to r e s s o c i a l e s ,
e c o n ó m ic o s y p o lít ic o s , s o b r e la c u a l e l i n d i v i d u o s ó l o d i s p o n e
de m a n er a m u y lim it a d a . Las e x p e r ie n c ia s q u e e x a c ta m e n te
tie n e , lo q u e v iv e y s o b r e t o d o la f o r m a y e l c o n t e x t o e n q u e se
e n fr e n ta e n su v id a c o n lo in c o n d ic io n a d o ( e n la f o r m a , p o r
e j e m p lo , d e u n a s e x ig e n c ia s m o r a le s ) , e s a l g o q u e e l h o m b r e
in d iv id u o no p u e d e d e te r m in a r p o r s í m i s m o , e s a l g o que
s o b r e v ie n e « fa ta lm e n te » . A l h o m b r e s e le i m p o n e a h í la ta r e a
d e la a c e p ta c ió n , d e la r e c e p tiv id a d . C u a n d o e s a s e x p e r i e n c i a s y
v iv e n c ia s , h e c h a s e n e l m u n d o , a d q u ie r e n p a r a e l i n d i v i d u o
u n a c o h e r e n c ia a b s o lu t a , p u e d e r e c o n o c e r e n e lla s la r e f e r e n c ia
a lo a b s o lu to ; es d e c ir , q u e D io s se le m a n if ie s t a a tr a v é s d e la
rea lid a d m u n d a n a
Incluso el conocimiento de Dios derivado de la revelación
divina contiene como su elem ento esencial e l co n ocim iento de
Dios que surge m ediante el em pleo de la inteligencia. L a a u t o -
c o m u n ic a c ió n d e D io s r e v e la n d o s u e s e n c ia í n t i m a s u p o n e q u e
el h o m b r e e n v ir tu d d e su n a tu r a le z a c o n c r e ta e s c a p a z d e a c o
ger el m e n s a je y la p a la b ra d e D io s A h o r a b ie n , p ara ser c a p a z
d e e llo , tie n e q u e p o s e e r e n v ir tu d d e s u n a t u r a le z a r a c io n a l la
c a p a c id a d d e c o n o c e r a D io s . D e o tr o m o d o ¿ c ó m o p o d r í a c o -
- - el o r ig e n d iv i n o , e l s e n t id o y c o h e r e n c ia a b s o l u t o s , la v e r
d a d d e lo q u e c o n s id e r a c o m o r e v e la c ió n d e D io s ? S i D i o s fu e r a
para el hom bre a lg o n a t u r a lm e n t e in c o g n o s c ib le . D io s no
p o d r ía ab rirse al h o m b r e ta m p o c o , p o r q u e e n e s e c a s o la a u t o -
186
manifestación de Dios no hallaría ningún «punto de conexión*
en el hombre y pasaría de largo. La idea de que la revelación
de Dios le llega al hombre sólo «desde fuera*, es insostenible
por su contradicción interna.
La síntesis de ambos aspectos: el conocimiento divino «na- 310
tural», es decir, el conocimiento de Dios que la criatura des
arrolla «inmanente al mundo», y el conocimiento divino por re
velación o «trascendente* no sólo no se excluyen sino que
se condicionan mutuamente. Por lo demás, es esto algo que se
deriva de lo que anteriormente (267) hemos reconocido como
típico y característico de la actividad creadora de Dios: por la
acción creadora de Dios nace una autonomía criatural.
Porque del que sea causado algo intramundano no sólo no
excluye que surja algo trascendente, sino que incluso lo exige.
Y si dentro del mundo se produce algo trascendente, no se si
gue en modo alguno que no haya sido producido también por
una causa inmanente al mundo. Una vez que se ha entendido
ese «estar en* y a la vez ese «ser diferente» del obrar divino en
el mundo y en el obrar criatural, también se puede captar la re
velación como un resultado de la actividad propia de unos fac
tores inmanentes del mundo (entendiendo por factores inma
nentes al mundo no sólo las fuerzas materiales y biológicas,
sino también las facultades espirituales del hombre, como la in
teligencia y la voluntad), sin por ello negar en manera alguna
que Dios en ese caso actúa en el mundo de un modo personal.
La confesión de fe de Nicea-Constantinopla dice de Dios
«que ha hablado a través de los profetas*. Lo cual equivale a
afirmar que la palabra de Dios sólo llega al mundo como pa
labra pronunciada y entendida por el hombre. La revelación no
cesa porque se realice a través de unos procesos intramundanos;
es decir, a través de la inteligencia del hombre que interpreta
los acontecimientos; ni deja de ser la palabra propia y personal
de Dios en la historia.
187
d e l q u e es u n a p a r te , p e r c ib e c i e n o s « s ig n o s » q u e a p u n t a n a la
e x iste n c ia d e l a b s o lu t o tr a s c e n d e n te -in m a n e n te . Al h om b re,
p u e s , se le ab re e n las d iv e r sa s s it u a c io n e s v i t a l e s , i n c l u i d a s la s
d e ca d a d ía , ta n to su p r o p ia c o n t i n g e n c i a y la c o n t i n g e n c i a d e l
m u n d o c o m o la r e fe r e n c ia d e sí m i s m o y d e l m u n d o e n t e r o al
a b s o lu t o La c o n d ic ió n q u e h a c e p o s i b l e la e x p e r i e n c i a « tá c ita »
c im p líc ita d e D io s (y p o r e n d e t a m b i é n d e la s p r u e b a s d e la
e x is t e n c ia d e D io s q u e a r tic u la n e sa e x p e r i e n c ia d i v i n a ) e s , por
una p jrte. u n h e c h o , a lg o d a d o (p o r e j e m p l o , la e x p e r i e n c i a d e
la o b lig a c ió n m o r a l, d e la c a d u c id a d d e las c o s a s m u n d a n a s ,
d e l d e v e n ir , d e l o r d e n d i n á m i c o , e t c . ) y , p o r otra, la e s p i r i
tu a lid a d d e l h o m b r e , e s d e c ir , su c a p a c id a d c o g n i t i v a d i r ig id a
al a b s o lu t o , a c o n s e c u e n c ia d e la c u a l e l a b s o l u t o no pu ed e
serle in d ife r e n te .
N o h a y « h e c h o s p u t o s » , t o d o lo q u e a p a r e c e e n e l h o r i z o n
te d el c o n o c im ie n to h u m a n o tie n e u n s ig n ific a d o q u e v a m á s a llá
d e l ca so q u e p u e d e r eg istr a r se . P o r q u e e l h o m b r e a s p ir a a l c o
n o c im ie n to d e la r e a lid a d c o m o t a l, a la v e r d a d , a u n o s v a lo r e s
m c o n d ic io n a d o s . y p o r q u e b u s c a lo a b s o l u t o , e s c a p a z t a m b i é n
d e c o n o c e r e se a b s o lu t o c o m o ta l en lo s s ig n o s y a través d e lo s
s ig n o s q u e a p u n ta n al m is m o .
s 12 Se h ab la d e u n conocimiento divino sobrenatural ( q u e h a s id o
p o s ib le por la lib re a u t o r r e v e la c ió n d e D i o s ) , e s d e c ir , d e u n a
fe e n D io s , c u a n d o se d a la a c e p ta c ió n d e la e x i s t e n c i a d e D i o s
e n v irtu d d e su t e s t im o n io p e r s o n a l E se c o n o c i m i e n t o s e d i -
tc ie n c ia d e l c o n o c im ie n t o n a tu r a l d e D i o s e n q u e n o s e r e c la
m a a la « rev e la c ió n n a tu r a l» , o s e a , a las e x p e r i e n c ia s q u e e n e l
f o n d o e stá n a d is p o s ic ió n d e to d o s lo s h o m b r e s y q u e a p u n t a n
al a b s o lu to , c o m o a c a b a m o s d e d e c ir , s in o q u e se r e c la m a a la
lib re y p e rso n a l a u to r r e v e la c ió n d e D i o s q u e s e d a e n u n a s i
tu a ció n h istó rica s ie m p r e ú n ic a T a l d if e r e n c ia n o s i g n i f i c a r e a l
m e n t e u n a s e p a ra c ió n clara e in e q u ív o c a e n la r e a l id a d , s i n o e l
p r e d o m in io d e n tr o d e l c o n o c im ie n t o d iv i n o u n a s v e c e s d e l e l e
m e n t o « m u n d a n o » y otras v e c e s d e l e l e m e n t o « p e r s o n a l- h is t ó r i
co » In c lu s o d e n t r o d e l c o n o c im ie n t o d i v i n o e n v ir t u d d e la
a u to rr e v ela ció n d e D io s se d is t in g u e n d o s c o n d i c i o n e s , a s a b e r :
el te s tim o n io in t e r n o y e l t e s t im o n io e x t e r n o d e D i o s .
313 Por testimonio interno de Dios se e n t i e n d e la m o c i ó n i n t e
rior d e l h o m b r e p o r la g ra cia d iv in a p a ra su p a r t ic ip a c ió n e n la
vi a in te r n a d e D io s . E sa m o c ió n in t e r io r e s o b j e t i v a m e n t e
i e n tic a a lo q u e tr a d ic io n a lm e n te s u e le d e n o m i n a r s e la « e le v a -
188
ción> sobrenatural de la naturaleza humana. Esa orientación
representa para el hombre algo que, por una pane, es indebi
do, y que es por tanto gracia; y por otra, sin embargo, algo que
en el orden concreto de la creación penenece a todo hombre.
Invade internamente la naturaleza del hombre y le confiere la
facultad de conocer la autoapertura de Dios como tal. El testi
monio interior divino es, pues, la connaturalidad del hombre
con el Dios que se revela en su personalidad, algo indebido y
por tanto gratuito pero que transforma desde dentro la natura
leza humana.
Mas por sí solo el testimonio interior divino no basta para 314
provocar el asentamiento de la fe; considerado en sí mismo ni
siquiera cabe llamarlo testimonio, puesto que no tiene carácter
testimonial. Y es que ni el mismo Dios omnipotente es capaz
de revelarse al hombre sin hacérsele patente en la exterioridad.
El hombre es un espíritu en el mundo, y si Dios se le quiere re
velar debe atenerse a sus propias reglas de juego y tener en
cuenta la naturaleza del hombre que él ha creado.
Así, pues, Dios tiene que mostrarse al hombre a través de
la sensibilidad, tiene que hacérsele patente en unos signos en
los que se manifiestan su oferta personal de salvación y su di
rección personal. A través de los signos conoce el hombre que,
aun estando en el mundo, no es juguete de las fuerzas ciegas
de la naturaleza, sino que en definitiva se enfrenta a una per
sona que reclama de él una entrega rebosante de confianza. En
eso consiste el testim onio exterior de Dtos. El lenguaje de la fe
lo llama milagro.
El conocimiento de fe se realiza con el libre asentimiento a 315
la invitación de la fe, que es posible mediante el encuentro,
mediante la síntesis, del testimonio interior y del testimonio
exterior divino. Dios como revelador personal de sí mismo es
captado directamente en el testimonio externo (o por m e
diación del testimonio exterior); es decir, en el signo, porque lo
que aparece en el testimonio exterior es reconocido como una
respuesta absoluta y personal al anhelo más profundo del
hombre (movido por la gracia, por el testimonio interior de
Dios); y es reconocido de hecho como un mensaje de la salva
ción definitiva y personal.
Así, pues, la credibilidad de lo testificado, lo testificado co
mo palabra de Dios, es captado por cuanto que aquello que re
clama un asentimiento se muestra como una realidad, que
189
p u e d e s u p o n e r u n a e x ig e n c ia i n c o n d i c i o n a d a f r e n t e a l h o m b r e .
D ic h o b r e v e m e n te : e l t e s t i m o n i o e x te r io r d i v i n o e s r e c o n o
c id o c o m o tal (e s d e c ir , c o m o p a la b r a d e D i o s , c o m o r e v e la c ió n
d iv in a ) e n v ir tu d d e l t e s t i m o n i o d iv i n o i n t e r n o .
3 Consecuencias [males
U6 El n ú c le o d e r o d o c o n o c i m i e n t o d e f e q u e s e o r i e n t a a u n o s
c o n t e n id o s p a r tic u la r e s es u n c o n o c i m i e n t o d i v i n o q u e s e r e a l i
za e x is t e n c ia lm e n t e . D e a h í q u e la p r e g u n t a m á s f u n d a m e n t a l
d e e n q u é se cree h a y a s id o e n t o d o t i e m p o la p r e g u n t a a c e r c a
d e la fe e n D io s . Y e s t o e s a lg o q u e h o y s e e c h a d e v e r c o n e s
p e c ia l c la r id a d . D e m o d o q u e la p r e g u n t a a c e r c a d e la v e r d a d
d e l c r is tia n is m o o in c lu s o acerca d e las d is t in t a s a f ir m a c i o n e s d e
la fe n o es m á s u n a p r o lo n g a c ió n ( q u e d e s d e l u e g o s e p l a n t e a
n e c e s a r ia m e n te ) d e e sa c u e s t ió n c a p it a l . E n t o d a f e e n D io s
d e s c u b r im o s la e n tr e g a p e r s o n a l a l a b s o l u t o ( r e c o n o c i d o a s u
v e z c o m o p e r so n a l e n e sa e n t r e g a d e s í m i s m o ) .
C u a n d o se c o n s id e r a n las c o sa s y lo s a c o n t e c i m i e n t o s n o
a is la d a m e n te s in o e n su c o n e x i ó n , s e e n c u e n t r a e n t o d o u n a r e -
teren cia a D io s P o rq u e e l c o n o c im ie n to o n t o ló g ic o , p r e se n te
d e u n a m a n e r a im p líc it a e n to d o c o n o c er , e sc c o n o c im ie n to
q u e g a r a n tiz a el v a lo r d e r e a lid a d d e n u e s t r o c o n o c i m i e n t o , e s
ya u n c o n o c im ie n t o « in ic ia l» d e D io s . C u a n d o e l e n t e n d i m i e n
to d e l ser a h o n d a h a s ta c o n o c e r e l f u n d a m e n t o in m a n e n te -
tr a s c e n d c n tc d e c a d a e n t e c o m o u n ser s u b s i s t e n t e , a la v e z q u e
c o m o el m is te r io ú lt im o y e l c e n tr o p e r s o n a l d e t o d o e n t e , e n
to n c e s t e n e m o s a n te n o s o tr o s e l c o n o c i m i e n t o d e D i o s .
C u a n to m á s v a sto y m á s p e r s o n a l e s e s e c o n o c i m i e n t o , t a n -
to m á s se acerca al c o n o c im ie n t o d e fe . El c o n o c i m i e n t o c r e y e n
te c a p ta al m u n d o e n su ú lt im a h o n d u r a p e r s o n a l o i n t e r p e r
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ÍN D IC E D E N O M B R E S
195
Í N D IC E A N A L ÍT IC O
197
bondad de 122 174s 177 Dynamts 94
conocimiento de véase Conoci
miento de Dios Efecto 106s 127
cooperación de 163 165 Empirismo, empiristas 20ss
discurso acerca de ingenuo 30
su carácter dialéctico 126-129 Energeia 94
133 Eme 129 143
su problemática 122ss Entendimiento 51 112s 129 131
esencia de 121 133 ideas del 139 141
existencia de véase Existencia de Equivocidad, equívoco 129 146
Dios, Pruebas de la existencia Error 38 64 113 180ss
de Dios Escépticos 38
experiencia de 45s 50 188 Esencial, límite 167
fe en 10 48s 132 Espacio, espacialidad 97 161
inmanencia de 76 82s 104 108 Espíritu 175
135s I47ss 156s 168 Espontaneidad 100
inmutabilidad de 149 Estoicos 176
naruraleza personal de 13s 47 66 Evidencia 53
76 84 134 Evolución 87 96-100 109s
obrar de 166-169 teoría de la 96s
omnipotencia de 156 163 170 174s Exactitud, exacto 53 122s
177 Existencia 29s 79 112 115 161
omnisciencia de 163 afirmación acerca de la 29s
omnipresencia de 136 de Dios 25 27s 31 49s 53-57 68 78
palabra de 187 I89s Sis 84s 87 108 l l l s 121 123
pregunta filosófica acerca de 10 130 133 188; véase también
12ss I9s Pruebas de la existencia de
problema de 12 Dios
problema de representación de 9s del absoluto lis
l4s 94 125 136 necesaria véase Necesidad ontoló-
propiedades de 121 133s gica
providencia de 136 véase Experiencia trascendental
relación con el m undo 133-139 Experiencia 28ss 124 132
146-149 153 I64s atemática 111
revelación de 26s 136 185-189 del ser 30 44 46 84ss 115 125
ser de 158 I60s 133
testimonio de 188s de Dios 45s 50 188
trascendencia de 12s 76 B3ss 104 de la existencia véase Experiencia
108 117 136 147ss 156s 168 trascendental
Trinidad de 152 158s 161 de la necesidad 79
unidad de 82 102 137
de la obligación moral 74
Diversidad B8s 138s I43ss
de la realidad 30
como perfección pura 151
de lo absoluto 33s 44
de la identidad 88s 142 144ss 151 de los valores 52
165
objetiva I4ls de unidad y diversidad I40s$
definición de 29
y unidad véase Unidad y diversi
dad diana 57 90
Dominio del mundo 51 no hay conocimiento sin esfuerzo
Dualismo 149 29
Duración 162 religiosa 48
también de lo apriorlstico 26
198
trascendental 33 46ss 3Os 37 83 véase también Sentido incoodkio-
117 125s 132 nado
exposición lingüistica de la 47 Incremento de perfección 91s
126ss autorrealizado véase Autosuprra-
Explicación definitiva 101 ción
científico-natural 97 106 Individuo 143
Infinitud, infinito 82
Fe en Dios 10 48s 132 regresión véase Regresión hasta el
Fenómeno 30 infinito
Filosofía, filosófico lOs 185s Inmanencia de Dios 76 82s 104 108
pregunta acerca de Dios 10 12ss 19s 135s 147ss 13ós 168
Fin 60 Inmortalidad del alma 25
Finitud 80 127s Inmutabilidad de Dios 149
Fundamento Interacción 90
de su ser 81 121 Interpcrsonalidad. interpcrsonal 66
último lOs 66 82 103 107s 137, 140
véase también Principio de la Intuición directa 28
razón suficiente
Juicio 30
Generalidad 101 114 186 de valor 69
Gracia véase Controversia sobre la moral 68-71
gracia
Lenguaje U4s 122-123 129
Hecho último 10lss 107s religioso 129
Heteronomía 76 véase también Experiencia trascen
Historicismo 24 dental
Hombre, humano Lry
autonomía 73 causal en las ciencias na rurales
libertad absoluta véase Absoluta, 106ss
libertad moral 75 179
obrar 59 65 69 71 85 natural 97 171$
Libertad
ldea(s) de la ciencia frente a los valores 40
del entendimiento 139 141 de La voluntad 71
innatas 28 incondicionalidad de la 42s
metafísica fundamental 142 149 Lógica, lógico 20s 124
Identidad 88s 135 143 necesidad 41 39 76
de la diversidad 88s 142 144ss orden 112 179
150s 163
Ilusión 34 36 66 74 Mal, el 74 93 100 174-183
Ilustración 136 173 físico 177$ 181
Incondicionado, lo 12 31*34 42s 47 moral 177 179ss
106 123 127 134s Mandamiento moral 72s
véase también Absoluto, lo; Nece Mamquclsmo 173
sario, incondicionado Matemáticas 21 51 124 171
Incondicionalidad Materia 12 63 96s 175
de la libertad 42s Materialismo histórico 24
de la obligación moral 42 72s 126 Mctafísico
de la realidad lOss causalidad, principio de 105-108
de la verdad 38s 74 conocimiento 12 128
del valor 39ss idea fundamental 142 149
Milagro lo"? 189 inmanente 157s
Motinistas 164 motivo del 59
Monismo, monistas 82 137 139 Omnipotencia de Dios 156 163 170
Monoteísmo 134 174s 177
Moral Omniprescncia de Dios 136
conciencia 68 70 74 76 véase también Inmanencia de Dios
luicio 68-71 Omnisciencia de Dios 163
lev 7 5 179 Ontologta, ontológico 95 111 151
mal 74 93 100 174-183 necesidad 78s
mandamiento 72s prueba de la existencia de Dios 57
obligación, su incondicionalidad 78s 64 11 ls
42 72s 126 Omologismo 45
valor 39-42 32 71 Oposición contradictoria 95
Moralidad 32 Orden
su regla formal (exigencia funda lógico (mental) 112
mental) 72ss de la realidad 112 179
véase también Valor moral objetivo de los valores 39-42 71
Motor inmóvil 93 Origen
Muerte 63 183 de lo nuevo véase Devenir
Mundo (universo) 9 12s 91ss 103s del alma 167
138 177s
conversación del 162 Palabra(s)
dominio del 31 de Dios 187 189s
relación con Dios 133*139 146-149 uso analógico de las 129
133 164s Panteísmo, panteístas 136ss I48s 153
Mutabilidad 80 156 158 160
Parapsicología 173
Nada 81 103 133 160 Parsismo 175
Naturaleza, natural 27 97 17ls 177 Pensamiento
179 conceptual 44 90 94 105ss 130
personal de Dios 13s 47 66 76 84 griego 154
134 mero 29
Necesidad, necesario 41 59 78ss 85 Percepción de los sentidos, sensible
104s 2Os 30ss 125 128 131s 139
absolutamente 83 nunca es plenamente objetiva 33
condicionada 78s 46
del ser véase Necesidad ontológica Perfección véase Diversidad como
incondicionada 79 perfección pura; Incremento
lógica 78 de perfección; Unidad de
ontológica 78s todas las perfecciones
verdad de razón 28 Persona 52s 71 76 100 138 140
Poesía religiosa 130
Objetividad, objetivo 32s 35s 39 43 Politeísmo 77 138
131 Posibilidad 113
unidad I40s Posible, lo 79
Objeto-sujeto 140ss Positivismo, positivistas 125
Obligación absoluta (moral meondi- Poteníta 94s
ctonada) )9s 42 68 70-76 85 P w m otio physica 164
Obrat
Principio
de Dios 166-169
humano 39 65 69 71 85
de causalidad 102 106
meufísico 105-108
200
de contradicción 37 Responsabilidad 47 93 181
de la razón suficiente 37 61 Revelación de Dios 26$ 136 185-189
fundamental en la investigación
científica 96 Sentido
primero del ser 28 de la vida 9 58 62 65s 178
Pros/ogtorj 111 definición de 56
Providencia de Dios 136 incondicionado de la vida 62-66 85
Proyección, proyectar 10 34 123 172 174
Prucba(s) 53s Sentidos véase Percepción de los sen
de la contingencia 80-64 tidos
de la existencia de Dios 22 53s 77 Sentimiento de pura dependencia 26
85 87 111 117 133 187s 86
antropológica 57 Ser 37 43s 78s 87 126 134 I42s I47s
cosmológica 57 79 84 I60s 166
desarrollo metódico de la expe bipolaridad del 144
riencia trascendental 50s 77 crecimiento del 95 101
ontológica 57 78s 84 11 ls de Dios 158 I60s
Psicologismo 24 fundamento del 81 121
grados del 99 l43ss 148 158
Quididad 114s necesidad del véase Necesidad oo-
tológica
Racionalidad de la realidad 67 105 perdida del 100
véase también Contradicción con principio primero del 28
sumada véase también Experiencia a temá
Razón lOs 19 26s 130s 151 180s 186 tica del ser
especulativa 22 Signos 173 189
práctica 25 de la contingencia 80ss
suficiente 37 81 Símbolo 131
Realidad 83 85s 112s Síntesis 128
comprensión de la 13 Subjetividad 29 35 126 131
conjunto de la 9 Substancia absoluta 137
incondicionada lOss Sufrimiento 174ss 183
última llss 127 137 Suicidio 65
experiencia de la 30 Sujeto, sujeto conocedor 21
orden de la 112 -objeto, unidad y diversidad I40ss
racionalidad de la 67 105
Reformadores 26 Teístas 12 82
Regresión hasta el infinito 91 Teología 186
su imposibilidad 81 9 ls Testimonio de Dios 188ss
Relación Dios-mundo 133-139 146- Tiempo, temporalidad 97 161 163
149 153 164s Tomistas I63s
doctrina tomista de la 149$ Trascendencia, trascendental 84s
Relativismo teórico-cognitivo 23s apariencia 88s 123 143 176
Religión, religioso 9s 13ss de Dios 12s 76 83ss 104 108 117
de Israel 154 136s I47ss 156$ 168
experiencia 48 experiencia véase Experiencia tras
lenguaje 129 cendental
poesía 130 Trascendente, lo 84s
Representación 114 Trinidad de Dios 152 158s 161
Respectos 82
su separación aislante 89 Unicidad de Dios 82 102 137
201
Unidad 1)4 Valor 39-43 47 102
de los contrarios 126 ético (moral, incondicionado) 41
de todas las perfecciones 82 71
de todo lo plural 11 juicio de 69
objetiva I40s moral 4 ls 52 71
y diversidad 138s incondicionabilidad 39ss
como elementos que se condi Verdad 10 39s 64
cionan 140 146 de razón necesaria 28
como elementos que se excluyen su incondicionabilidad 38s 74
1)9 146 Vida 64ss 96 s 100 126 178
de sujeto-objeto I40ss sentido de la 9 58 62 6)s 178
Univocidad, unívoco 129 146 Voluntad 180 187
libertad de la 71
Vacía, fórmula 123
202
CURSO FUNDAMENTAL
DE FILOSOFIA
E n pren sa :
4. F r ic d o R ic k e n , É tic a genera!.
8. E . C o r e th y H . S c h ó n d o r f , L a filo s o fía d e ¡os sig lo s X V I I
y XVIII.
9 . E . C o r e th , P . E h le n y J. S c h m id t , L a filo s o fía d e ! sig lo X I X .