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COMUNICACIÓN,

CAMPO(S), TEORÍAS Y PROBLEMAS.


UNA PERSPECTIV INTERNACIONAL

Eduardo Vizer
Carlos Vidales
(Coordinadores)

1
Índice

Presentación
Eduardo Vizer y Carlos Vidales ………………………………………………….. 3

Primera Parte. Campo, teoría e institucionalización de la comunicación

Notas para una ontología de la comunicación ……………………………………. 13


Eduardo Vizer (Argentina)

Significación de la teoría en un campo diversificado …………………………….. 58


Luiz Martino (Brasil)

Implicaciones metodológicas y epistemológicas de una “nueva” historia


(internacional) de la institucionalización de los estudios de
comunicación ……………………………………………………………………... 88
Raúl Fuentes Navarro (México)

Apropiación contemporánea de la teoría comunicacional de Eliseo Verón ……… 112


Mario Carlón (Argentina)

La construcción de casos sobre mediatización y circulación como objetos de


investigación: de las lógicas a las analogías para estudiar la explosión de los
desfasajes …………………………………………………………………………. 142
Jairo Ferreira (Brasil)

Segunda Parte. Una mirada epistemológica y transdisciplinar de la


comunicación

Cibersemiótica: una nueva fundación para una teoría transdisciplinaria de la


información, de la cognición, de la comunicación significativa y de la
interacción entre la naturaleza y la cultura ……………………………………….. 162
Søren Brier (Dinamarca)

Hacia una teoría cibersemiótica de la comunicación: fundamentos


epistemológicos …………………………………………………………………... 164
Carlos Vidales Gonzáles (México)

La teoría de la comunicología: el método de la semiótica fenomenológica ……... 200


Richard L. Lanigan (Estados Unidos)

2
Tercera Parte. Metacampo y metateoría de la comunicación

El metamodelo constitutivo: una revisión a dieciséis años ………………………. 213


Robert T. Craig (Estados Unidos)

No hay nada tan práctico como una buena teoría: reflexiones a partir del
Modelo constitutivo de Robert T. Craig ………………………………………….. 242
Leonarda García-Jiménez (España)

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Presentación

En el año 2014 el Departamento de Estudios de la Comunicación Social de la


Universidad de Guadalajara en México organizó el XVIII Seminario Internacional
Comunicación y Sociedad en el marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara,
una de las ferias más importantes de su tipo en el mundo. En esa ocasión el tema central
del seminario fue “La comunicación al centro: opinión, teoría y campo académico”, tema
que buscaba interconectar tres tipos de discursos, el teórico-científico, el periodístico y el
académico, por considerar que eran tres estrategias de vinculación de los ciudadanos
desde lo comunicativo, los medios y los dispositivos tecnológicos. A decir de su
coordinador general, Guillermo Orozco, eran también tres maneras contemporáneas de
pensar y abordar el campo académico de la comunicación en México y América Latina y
de derivar ofertas concretas para desarrollar investigación, de aquí que se preguntara,
¿qué tiene cada una de estas lógicas discursivas que ofrecer al intercambio social y
académico contemporáneo? ¿Por qué o para qué repensar el campo de la comunicación y
su objeto o la teoría prospectiva para su investigación en el futuro? Estas preguntas
guiaron la discusión, la cual se organizó alrededor de dos paneles temáticos, uno centrado
en el “Campo, teoría e investigación de la comunicación en México y en América Latina”
y uno más centrado en el tema de los “Medios, falacias y argumentos”. El primer panel
estuvo coordinador por Carlos Vidales y este libro es parte de esa historia.
El panel se proponía como un espacio de discusión y análisis sobre el estado
actual del campo de la comunicación en lo que a la teoría y la investigación se refiere al
poner especial énfasis en la importancia que ambas dimensiones han tenido en la
emergencia e institucionalización del campo de la comunicación en México y en América
Latina, por lo que se buscaba recuperar algunos de los debates más importantes que se
habían dado en el campo de la comunicación vinculados a la identidad académica e
institucional, a los objetos de estudio, a los procesos regionales y globales de
institucionalización del campo, a los procesos de investigación, a la enseñanza y
profesionalización del campo, así como a los recuentos históricos que sobre esto se han
construido. Pero, ¿por qué y para qué re-pensar al campo de la comunicación, su objeto
de estudio y su estado actual? ¿Cuál es el escenario prospectivo de la teoría y la

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investigación en el campo de la comunicación? ¿Cómo se vinculan estas discusiones con
la agenda internacional de investigación de la comunicación? Estas son algunas de las
preguntas que guiaron la discusión en el panel, el cual buscaba recuperar un viejo debate
sobre el campo de la comunicación para ponerlo en prospectiva, entrada la segunda
década del siglo XXI. En su momento, en esta discusión participaron Raúl Fuentes
Navarro, Glenn Postolski, Eduardo Vizer y Carlos Vidales, pero las temáticas
rápidamente mostraron la necesidad de ampliarse a otras regiones, otras historias, otras
agendas, otros contextos y otros enfoques. Nace así la necesidad de expandir esta primera
reflexión hacia horizontes internacionales de discusión académica, con lo que nace
también la idea de Eduardo Vizer y Carlos Vidales de convocar a la comunidad
académica internacional a un diálogo sobre estas problemáticas.
Desde su emergencia como campo académico, las ciencias de la comunicación
han tenido grandes problemas para definir qué es la comunicación, cuáles son sus límites
y qué es lo que describe en los contextos físico naturales, humanos y tecnológicos. En
consecuencia, las teorías de la comunicación se han movido desde las perspectivas
teóricas centradas en el entendimiento de la comunicación como un fenómeno natural,
físico, químico o biológico, hasta teorías mucho más restrictivas y particulares que
entienden a la comunicación como un proceso propiamente humano fundamentado en el
lenguaje y los procesos sociales de producción de sentido. Sin embargo, la comunicación
es un concepto que no puede ser reducido al campo académico que institucionalmente
reconocemos como “Ciencias de la Comunicación”, específicamente porque la
comunicación es un concepto genérico usado para describir diferentes cosas en diferentes
campos. En este sentido, a pesar del claro interés que tanto la perspectiva general como la
perspectiva particular tienen en la comunicación, es posible identificar que de hecho,
ambas están explicando fenómenos diferentes. En el primer caso, la idea de la
comunicación se encuentra fundamentada en la propuesta matemática de Claude Shannon
vinculada al intercambio de información entre un emisor y un receptor (señales), mientras
que en el segundo caso la comunicación se encuentra directamente relacionada con el
proceso humano de la significación y la producción de sentido (signos). Como resultado,
la comunicación ha sido definida como un proceso, como una condición social y natural,
como un campo académico, como un punto de vista y, en las posiciones más extremas,

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como un marco transdisciplinario, todas conceptualizaciones que han incrementado el
problema teórico que impide definir con claridad qué es la comunicación o cuál es su
objeto (u objetos) central(es) de estudio.
La diversidad conceptual resultante de esta multiplicidad de abordajes y miradas
ha generado una confusión no resuelta entre campos de estudio, objetos de análisis,
metodologías y definiciones que hacen complicado delimitar una especificidad
conceptual mínima, sin embargo, ésta es indispensable para la elaboración de un
andamiaje intelectual capaz de promover una práctica de construcción de conocimiento
con cierto grado de ‘normalización’, y con rasgos de especificidad que permitan su
reconocimiento como ciencia de la comunicación. Entendemos que no todas las ciencias
puedan o deban acceder a una ‘normalización’ en el sentido presentado por Popper para
una ‘ciencia normal’. Pero de hecho la historia de las ciencias nos muestra que la
construcción de un campo de conocimiento científico requiere de ciertas ‘reglas’ y/o
convenciones asumidas implícitamente entre una comunidad de personas interesadas en
desarrollar una serie de cuestiones-problemas compartidos o bien coincidentes. Este no
ha sido el caso en la historia aún breve de la comunicación y es un punto sobre el que
llamaba la atención Robert T. Craig en su emblemático artículo sobre las teorías de la
comunicación como campo a finales de los años noventa, en el que sostenía que los
teóricos de la comunicación aparentemente no estaban ni en acuerdo ni en desacuerdo
sobre nada, dado que no había un canon sobre teoría general al que todos se refirieran,
como tampoco había metas comunes que los unieran ni polémicas que los separaran. En
sentido general, simplemente se ignoraban unos a otros. El punto es que esta situación no
ha cambiado sustancialmente desde entonces.
Sin embargo, en el caso de la comunicación, la multiplicidad de cuestiones y
problemas abordados seguramente ha sido mayor a cualquier otra ciencia. Podemos
brevemente señalar algunas de las características que presentan las ciencias a lo largo de
su genealogía: a) un acuerdo mínimo sobre un ámbito de hechos y procesos (que pueden
o no llegar a delimitarse de forma empírica), b) sobre temas-problemas-procesos
abordados y analizados en sus especificidades compartidas así como sus divergencias, c)
sobre ciertos procedimientos de abordaje y elaboración conceptual de temas respecto a
los puntos anteriores, d) coincidencia en la exploración y apertura de líneas de

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investigación que abordan la elaboración y el gradual refinamiento conceptual (teoría);
su ‘productividad’ en relación a un campo de hechos-procesos, su congruencia lógica y
sus alcances analíticos (ya sea en tanto comprensión o explicación sobre temas,
problemas, hechos o cuestiones) y, por último, e) la historia de las ciencias nos muestra
que indefectiblemente es a través de conflictos y oposiciones teóricas y epistemológicas
que se producen bifurcaciones conceptuales profundas, dando lugar al surgimiento de
líneas de investigación múltiples, a veces convergentes y otras divergentes. Finalmente
tiende a configurarse un desarrollo creciente de subdisciplinas, las que a su vez
reconstruyen nuevos conjuntos de objetos de estudio, produciendo a lo largo de ese
conflicto la emergencia de un proceso similar al que Bourdieu denominó campo
intelectual.
Las “ciencias de la comunicación” parecen haber reflexionado bastante, pero sin
avanzar lo suficiente respecto al primer punto (un acuerdo mínimo sobre un ámbito
compartido de hechos y procesos). Otro tanto respecto al segundo punto (temas y
especificidades compartidas y divergentes), y prácticamente saltearon una visión integral
sobre los dos siguientes puntos (c y d), a no ser sobre ciertos conjuntos de temas y
cuestiones focales y limitadas (estudios sobre los medios, la comunicación interpersonal,
los ‘efectos’, etc.). Creemos que la historia institucional y las demandas de diversos
‘mercados’ de la comunicación han promovido la creación de un campo de prácticas
sociales más que propiamente un ‘campo intelectual’. Ha predominado el desarrollo de
teorías estrechamente asociadas a esas demandas, aunque no siempre explicitadas como
tales, y otras de alto vuelo teórico pero de insuficiente productividad científica. La breve
historia de la comunicación se caracteriza por desarrollarse a través de bastante reflexión
y trabajo investigativo empírico, con lo que ha logrado la emergencia de un campo fuerte
en lo institucional aunque intelectualmente fragmentario y sin la solidez demostrada por
otras ciencias. En otras palabras, se tiende a construir objetos de estudio poco integrados
(punto e) que no pueden llegar a ser considerados subdisciplinas, ni un campo intelectual
per se, sino un conjunto de prácticas de investigación legitimadas en un orden
institucional. Y las teorías de la comunicación, que sustentarían una legitimidad teórica y
epistemológica creciente a un campo intelectual de la comunicación y la información,

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parecen haber seguido una (meta)historia ondular, a veces asociadas a prácticas
investigativas empíricas, y otras veces con tendencia hacia la autoreferencia.
En este punto el papel de la historia es clave para entender mucho del estado
actual del campo y, sobre todo, para trazar nuevos programas y agendas de investigación
para el futuro. El asunto es que las narrativas históricas que se han producido en los
estudios de la comunicación han generado un efecto de “continuidad” en su propia
reconstrucción, una continuidad que tiende a poner detrás de sí la posibilidad de pensar
en rupturas, discontinuidades o emergencias, lo que ha producido la ilusión de un origen,
un desarrollo y un estado actual. Se ha construido una narratividad sobre nuestro origen
académico, disciplinar, social, institucional y científico en el que se confirma la unidad en
la diversidad, en el que se repiten sistemáticamente las teorías que supuestamente están
en la base de nuestra emergencia como campo académico, en el que se legitiman una y
otra vez los mitos fundacionales como es el caso de los “padres fundadores” que
propusiera décadas atrás Wilbur Schramm, al tiempo que se hace evidente una separación
cada vez más delicada entre la comunicación que se enseña, la comunicación que se
estudia y la comunicación que se vive.
La propuesta es, por tanto, revisar nuevamente nuestra historia intelectual y de las
teorías de la comunicación con la esperanza no sólo de incrementar nuestra visión sobre
qué es lo que la historia de la comunicación podría ayudarnos a clarificar, sino también
añadiendo reconocimiento de cómo es que a través de estos recuentos emergen otras
perspectivas teóricas, otros escenarios institucionales, otros objetos de conocimiento y, en
cierto sentido, otra historia de la comunicación. El problema es que en la narración
histórica no se tiende a registrar lo más significativo, sino lo que cumple con una función
específica en un momento determinado. Los registros son en cierto sentido narraciones
históricas y está en la naturaleza de estas narraciones nunca ser exhaustivas, de ahí que la
reconstrucción de un evento nunca sea completa, que la narración nunca esté terminada y
siempre quede algo más que decir. Ese “algo más” es entonces el foco de este libro, dado
que consideramos que el pasado, al igual que el presente y el futuro, es contingente. Al
reconstruir la historia uno se enfrenta al problema de no saber cuál será la evidencia
crucial mientras se desarrollan los eventos, dado que la evidencia únicamente será
evidencia post facto (lo que es irrelevante ahora quizá será muy valioso en el futuro),

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pero al menos habrá un enorme trabajo realizado al respecto que vale la pena recuperar
en una clave internacional.
Mirar al pasado, mirar al presente y apuntar al futuro son tareas complejas, pero
necesarias e inaplazables. Requerimos nuevas narrativas que nos permitan observar esas
otras historias, esos otros caminos y esas otras alternativas conceptuales, institucionales y
sociales para pensar sobre y desde la comunicación el mundo en sus diferentes aspectos.
Y, en cierto sentido, el presente libro, Comunicación, Campo(s), Teorías y Problemas.
Una Perspectiva Internacional, es un intento por hacer visibles esas otras alternativas
conceptuales, esos otros recuentos históricos y esas otras agendas de investigación que
dan muestra de un campo de la comunicación diferente, no mejor, sino diferente, de ahí
que contenga a algunos de los teóricos de la comunicación más representativos a nivel
internacional en la actualidad y sus propias agendas, preocupaciones y aportes a una
discusión que día a día crece, se fortalece y se expande hacia nuevos horizontes. Así, se
expande tanto la mirada comunicativa como la construcción y reflexión conceptual.
Consideramos entonces, que todo este esfuerzo es necesario y urgente porque en
este escenario contemporáneo se ha hecho cada vez más complicado saber con precisión
qué es lo que la comunicación describe y, sobre todo, que es lo que quiere decir hacer
investigación de la comunicación. ¿A la investigación en comunicación la define el
enfoque teórico, el objeto de observación o la adscripción institucional del investigador?
Sin la definición de un objeto central de estudio, resulta muy complicado saber qué
significa entonces investigar la comunicación o investigar desde la comunicación, dado
que históricamente esto ha significado, casi desde la emergencia misma del campo a
mediados del siglo pasado, el estudio de los medios de comunicación de masas, lo que no
asegura ni un objeto ni una mirada propiamente comunicativa. Pero el problema de la
teoría de la comunicación es mucho más complejo por lo que requiere otro orden de
observación, una meta mirada que permita por lo menos clarificar las líneas del debate
contemporáneo. En un sentido muy amplio, es posible reconocer en el debate
internacional sobre las teorías de la comunicación y el campo académico cuatro grandes
temas que se han desarrollado: a) la historia del campo de la comunicación y su
institucionalización, b) la historia de las teorías de la comunicación y su posible
organización, c) las propuestas de una ciencia general de la comunicación o

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comunicología y, e) el campo de las teorías de la comunicación (meta-historia, meta-
teoría).
Dentro de cada uno de estos grandes temas de discusión se organizan una gran
cantidad de debates, autores y trabajos que desde distintos contextos geográficos,
institucionales y académicos han abordado históricamente el tema de la construcción
conceptual de la comunicación. Por lo tanto, el presente libro tiene la intención de
mostrar un panorama contemporáneo e internacional de algunos de esos debates y
plantear así una mirada actual del estudio de la comunicación más allá de lo que sucede
dentro del propio campo. Por lo tanto, el libro se propone como un espacio de discusión y
análisis sobre el estado actual del campo de la comunicación en lo que a la teoría y la
investigación se refiere, poniendo especial énfasis en la importancia que ambas
dimensiones han tenido en la emergencia e institucionalización del campo de la
comunicación a nivel internacional. Se busca recuperar algunos de los debates más
importantes que se han dado en el campo de la comunicación vinculados a la identidad
académica e institucional, a los objetos de estudio, a los procesos regionales y globales de
institucionalización del campo, a los procesos de investigación, a la enseñanza y
profesionalización del campo, a las propuestas de organización conceptual así como a los
recuentos históricos que sobre esto se han construido. De igual forma, también se pone un
fuerte énfasis en las propuestas teóricas y epistemológicas de construcción y organización
del universo conceptual de la comunicación, forzando a reconocer nuevos objetos y
miradas desde la ciencia contemporánea, y muy especialmente sobre la naturaleza y las
implicancias del surgimiento explosivo de las (ya no tan “nuevas”) Tecnologías de la
Información y la Comunicación (TIC), las que multiplican, fraccionan y al mismo tiempo
enriquecen la cultura y la sociedad por medio del ejercicio de nuevas prácticas, exigiendo
una reelaboración profunda de las teorías de la comunicación bajo el influjo de los
procesos de mediatización social. Pero, ¿por qué y para qué re-pensar al campo de la
comunicación, su objeto de estudio y su estado actual? ¿Cuál es el escenario prospectivo
de la teoría y la investigación en el campo de la comunicación a nivel internacional?
¿Cómo se vinculan estas discusiones con la agenda internacional de investigación de la
comunicación? Frente a estas interrogantes es que planteamos este libro, un espacio y una

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oportunidad para bosquejar un estado actual del estudio de la comunicación a nivel
internacional desde una perspectiva epistemológica.

Eduardo Vizer
Carlos Vidales

11
Primera parte. Campo, teoría e institucionalización de la comunicación

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NOTAS PARA UNA ONTOLOGÍA DE LA COMUNICACIÓN

Eduardo Andrés Vizer

1. Qué hay de “comunicacional” en el campo de la comunicación?

La ontología general es considerada la disciplina mas generalista ya que aborda una


cuestión fundamental: porqué y como lo que es posible es posible? El espacio ontológico
es el campo de estudio de la ontología, y el reino de todo lo que puede existir. Según el
lógico Perzanowski “La ontología general debe distinguirse de las particulares, las que
derivan de la pregunta fundamental. Así por ej. la metafísica es definida por la pregunta
‘cómo y porqué lo que existe es posible, mientras que para la psicoontología la cuestión
es ‘Cómo y porque la psique es posible? Etc., etc.” (2011, p.217). Existen tres abordajes
para la ontología general: la relacional, la cualitativa y la de la Teoría General del
Análisis y la Síntesis. Las nociones centrales para la primera son configuración y
estructura. Para el abordaje cualitativo las dos nociones centrales son la noción de forma
y la de cualidad, la que a su vez se divide en cualidad descriptiva y en determinante que
alude a la idea de causalidad. Estas cuestiones nos llevan a preguntarnos por su
relevancia para el tema fundamental que nos ocupará acá: cómo y porqué la
comunicación es posible? Si a priori consideramos que existe, nos preguntamos por su
configuración, sus estructuras, por sus formas y sus cualidades, las que a su vez
describimos y buscamos analizar a través de sus posibles determinaciones. Estas
nociones son centrales para el abordaje de toda ciencia social y veremos que se hallan en
los argumentos que discutiremos en este trabajo. Vale la pena hacer la siguiente
observación sobre una distinción epistemológica fundamental que existe entre las
ciencias exactas y físicas sujetas a leyes (llamadas nomotéticas) y las sociales de orden
‘interpretativo’.
Cuando nos preguntamos por las ‘cualidades’ de un proceso de comunicación, nos
preguntamos por su ‘configuración y su estructura’, por sus ‘formas y sus cualidades’ y

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en la literatura comunicacional vemos casi siempre interés teórico y práctico por las
cualidades descriptivas y no por las determinaciones, mientras que en las ciencias
‘nomotéticas’ siempre existe la presencia del modelo ideal de la explicación y la
determinación. Y las razones para esta diferencia epistemológica se hallan en la
concepción ontológica de base que existe sobre la comunicación como un proceso que
puede ser analizado, descripto e interpretado, pero difícil o excepcionalmente ‘explicado’
científicamente desde el propio campo de la comunicación o la información. Casi
siempre se introducen en la explicación hipótesis de naturaleza exterior a los procesos de
la propia discursividad entendida como lenguaje en un sentido restringido introduciendo
implícitamente en los análisis de la comunicación hipótesis sobre procesos originarios de
la psicología, la biología la cultura, etc. No tanto sucede con la información, sobre la que
siempre existe una impronta ingenieril como sustento epistemológico, ya sea que se la
proyecte y aplique hacia procesos de la física o la biología de los seres vivos. Estas
distinciones a la vez ontológicas y epistemológicas no se hallan prácticamente en ninguna
literatura sobre la comunicación en sentido estricto, ni de manera explícita ni implícita,
pero ya en los estudios sobre los procesos de la mediatización social, o sea sobre las
influencias de las tecnologías, los medios de información y comunicación, la
digitalización y las profundas implicancias sobre las sociedades y las culturas humanas,
‘las cuestiones ontológica y la antropológica’ se deben plantear con toda seriedad y
profundidad. La comunicación mediatizada, si bien aún puede ser entendida como
propiedad de la ‘naturaleza humana’ en un sentido antropológico tradicional, corresponde
a un orden de escala y complejidad totalmente nuevo en el desarrollo de los procesos
civilizatorios. El signo y el significante de la palabra enunciada por la boca humana o el
papel escrito no han muerto en el mundo virtual o en las ‘escrituras’ de los lenguajes
digitales, pero en tanto soportes de la comunicación humana se han transfigurado en
elementos o ‘recursos polisémicos’. Esto porque dentro de las nuevas dinámicas
ecológicas en que nos toca vivir (en especial en las ciudades y en los conglomerados
humanos urbanizados) nuestras diferentes ecologías - desde la física, pasando por la
social y la simbólica - son sustentadas en la física y la ingeniería de la información.
Si el signo y el significante han sufrido una transfiguración radical como soportes
básicos de la comunicación, la construcción de ‘significados’ viene sufriendo

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traducciones, muertes, resurrecciones y una búsqueda casi desesperada por nuevos signos
y nuevos valores capaces de poner cierto orden interpretativo en la confusión impuesta
por los procesos de mediatización, ya que éstos imponen transformaciones
revolucionarias en todos los órdenes de la vida humana. En la investigación académica, la
‘realidad ontológica’ ha sido segmentada en pequeñas parcelas de estudio (o bien en su
contrario, grandes generalizaciones abstractas, poco fructíferas para el avance del
campo). Y en general la preocupación por cuestiones relevantes de la realidad ha ido
cediendo espacios para las inquietudes metodológicas (versión modesta de la
epistemología). La búsqueda ontológica de fundamentos para los procesos de
comunicación viene así sufriendo por un lado el embate del empirismo y por el otro la
acusación de representar una mera forma de filosofía pobre. Para analizar los procesos
de información o de la comunicación, y entender los procesos de mediatización de las
sociedades humanas, se halla siempre - aunque sea de manera implícita - una concepción
paradigmática de base ontológica: sea el cuerpo, el cerebro, el organismo viviente, sus
transformaciones o el ‘intercambio de información’ en la propia naturaleza. Así,
deberíamos preguntarnos “que hay de comunicación en las ciencias y en el amplio campo
de cuestiones a las que llamamos comunicación?” De qué clase de comunicación estamos
hablando cuando teorizamos e investigamos sobre ella?
Lo que comúnmente se denomina ‘Ciencias de la comunicación’ se compone de
una diversidad conceptual enorme de temas y objetos. Son resultantes de la multiplicidad
de abordajes y miradas sobre la comunicación que ha generado una confusión no resuelta
entre campos de estudio, objetos de análisis, metodologías y definiciones pasibles de
delimitar una especificidad conceptual mínima pero indispensable para la elaboración de
un andamiaje intelectual capaz de promover una práctica de construcción de
conocimiento con cierto grado de ‘normalización’, y con rasgos de especificidad que
permitan su reconocimiento como ‘ciencia’. Entendemos que no todas las ciencias
puedan o deban acceder a una normalización en el sentido presentado por Popper (1993)
para una ‘ciencia normal’. Pero de hecho la historia de las ciencias nos muestra que la
construcción de un campo de conocimiento científico requiere de ciertos núcleos
conceptuales, reglas y o convenciones asumidas implícitamente entre una comunidad de
personas interesadas en desarrollar una serie de cuestiones-problemas compartidos o bien

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coincidentes. Este no ha sido el caso en la historia aún relativamente breve de la
comunicación. La multiplicidad de cuestiones y problemas abordados seguramente ha
sido mayor a la de otras ciencias sociales. Creemos que esto no es solo un indicador de la
complejidad y cantidad de objetos que se ofrecen para abordar su estudio, sino de las
complicaciones que presenta un campo de conocimiento que se ve obligado a lidiar con
varios y diferentes ‘niveles de realidad’, como se decía en los años sesenta: de los
procesos mentales y lingüísticos a los sociales, de los políticos a los históricos,
tecnológicos y económicos. Podemos brevemente señalar algunas de las características
que presentan las ciencias a lo largo de su genealogía:
a) Un acuerdo mínimo sobre un ámbito o un campo de hechos y procesos (que
pueden o no llegar a delimitarse de forma empírica)
b) Sobre temas-problemas-procesos abordados y analizados en sus especificidades
compartidas así como sus divergencias. Un paradigma en el sentido Kuhniano1
que incluya una ontología y un conjunto de principios teóricos fundamentales.
c) Sobre ciertos procedimientos de abordaje y elaboración conceptual de temas
respecto a los puntos anteriores.
d) Coincidencia en la exploración y apertura de líneas de investigación que abordan
la elaboración y el gradual refinamiento conceptual (teoría); su ‘productividad’
en relación a un campo de hechos-procesos, su congruencia lógica y sus alcances
analíticos (ya sea en tanto comprensión o explicación sobre temas, problemas,
hechos o cuestiones).2

1
“Podemos, a título de balizamento, considerar como partes integrantes de um paradigma: uma
ontologia, que indique o tipo de coisa fundamental que constitui a realidade; princípios teóricos
fundamentais, que especifiquem as leis gerais que regem o comportamento dessas coisas; princípios
teóricos auxiliares, que estabeleçam sua conexão com os fenômenos e as ligações com as teorias de
domínios conexos, regras metodológicas, padrões e valores que direcionem a articulação futura do
paradigma; exemplos concretos de aplicação da teoria; etc...Um paradigma fornece, pois, os fundamentos
sobre os quais a comunidade científica desenvolve suas atividades. Um paradigma representa como que
um “mapa” a ser usado pelos cientistas na exploração da Natureza. As pesquisas firmemente assentadas
nas teorias, métodos e exemplos de um paradigma são chamadas por Kuhn de ciência normal”. Chibeni,
S., sobre A Estrutura das Revoluções Científicas. www.unicamp.br/~chibeni.
2
Hace unas décadas atrás estábamos muy preocupados por el objeto de las c. de la comunicación, hoy lo
estamos más por sus procesos (sobre todo a partir de Barbero y “De los medios a las mediaciones”).
Estábamos en la preocupación epistemológica de la búsqueda de un Santo Grial de la comunic., su
“esencia específica”. Una teoría de la comunicación como una ‘comunicación sobre la comunicación’,
una ciencia del sentido sobre los procesos de producción de sentido. Implicando una epistemología sobre
los procesos circulares, la recursividad y un metanivel de la comunicación. Un ‘metadiscurso o un modelo

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e) Por último, la historia de las ciencias nos muestra que indefectiblemente es a
través de conflictos y oposiciones teóricas y epistemológicas que se producen
bifurcaciones conceptuales profundas, dando lugar al surgimiento de líneas de
investigación múltiples, a veces convergentes y otras divergentes. Finalmente, en
la comunicación se tiende a configurar un desarrollo creciente de subdisciplinas,
las que a su vez reconstruyen nuevos conjuntos de objetos de estudio,
produciendo a lo largo de ese conflicto la emergencia de un proceso similar al que
Bourdieu denominó campo intelectual.

Las ciencias de la comunicación parecen haber reflexionado bastante, pero sin


avanzar suficientemente respecto al primer punto (un acuerdo mínimo sobre un ámbito
compartido de hechos y procesos). Otro tanto respecto al punto b (temas y
especificidades compartidas y divergentes), y prácticamente saltearon una visión integral
sobre los dos siguientes puntos (c y d), a no ser sobre ciertos conjuntos de temas y
cuestiones focales y limitadas (estudios sobre los medios, la comunicación interpersonal,
los efectos, etc.). Creemos que la historia institucional y las demandas de diversos
‘mercados’ de la comunicación han promovido la creación de un campo de prácticas
sociales más que propiamente un ‘campo intelectual’. Ha predominado el desarrollo de
teorías estrechamente asociadas a esas demandas, aunque no siempre explicitadas como
tales, y otras de alto vuelo teórico pero insuficiente productividad científica. Sin
embargo, la breve historia de la comunicación se caracteriza por desarrollarse a través de
bastante reflexión y trabajo investigativo empírico, con lo que ha logrado la emergencia
de un campo fuerte institucionalmente aunque intelectualmente fragmentario y sin la
solidez demostrada por otras ciencias. En otras palabras, se tiende a construir objetos de
estudio poco integrados (punto e) que no pueden llegar a ser considerados subdisciplinas,
ni un campo intelectual per se, sino un conjunto de prácticas de investigación legitimadas
en un orden institucional relativamente reconocido sobre todo por las demandas del
mercado de trabajo. Ya las teorías de la comunicación sustentarían un grado algo mayor
de legitimidad intelectual y epistemológica a pesar de haber seguido una historia ondular,

de 2º.orden’ como menciona Vidales en su libro Semiótica y Teoría de la Comunicación, en referencia a


Robert Craig.

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aportando un marco conceptual necesario para dar cierta base conceptual asociada a
prácticas investigativas circunscritas a aplicaciones en ámbitos empíricos, otras veces
para fundamentar análisis críticos de carácter sociológico o político, y otras para realizar
estudios sobre procesos y hechos puntuales de carácter micro social. En este sentido, la
historia de la comunicación no parece diferir mucho de la de los estudios sociológicos,
excepto por el hecho de que la sociología nunca pareció perder el carácter aparentemente
concreto de su objeto de estudio, mientras que la comunicación siempre se debatió entre
la concreción empírica de la técnica de los medios de comunicación, la amplitud de los
marcos culturales, los ámbitos colectivos y los ‘efectos’ sociales de aplicación de los
medios. Y por último, se recalcan las inquietudes metodológicas por abordar los procesos
lingüísticos, mentales y culturales que marcan su especificidad epistemológica,
especificidad que revela una naturaleza ontológica múltiple, al mismo tiempo social,
tecnológica, psicológica, simbólica y cultural (y porque no, de naturaleza imaginaria
también).
Para proseguir nuestras reflexiones, tomaré como una de las referencias posibles
para ejemplificar las complejidades del campo la propuesta de metodología cuadrangular
de Bruyne y colaboradores (1991) presentada en 1974 como una alternativa al
positivismo y a la dicotomía tradicional entre el método cuantitativo y el cualitativo en
boga en ese tiempo. Esa es una metodología adoptada y defendida por varios autores para
la investigación en ciencias sociales. Básicamente, se trata de una propuesta que
considera cuatro polos que deben formar parte de cualquier investigación:
epistemológico, teórico, morfológico y técnico. Las mayores dificultades en la
investigación comunicacional se hallan en los dos primeros pero con diferentes matices y
cuestiones: mientras la dimensión epistemológica encierra (o debería ocuparse) del
núcleo fundamental de problemas sobre la especificidad y las distinciones del campo de
la comunicación y su asociación con disciplinas diversas, la dimensión teórica muchas
veces tiende a ser abordada como un problema de selección entre diferentes teorías, de
acuerdo al objetivo del investigador. O sea, una cuestión de ‘ésta teoría o aquélla..’.
Generalmente esta cuestión es resuelta pragmáticamente: se elige la teoría que parece
más apropiada a los objetivos de una investigación, sin profundizar demasiado en las
implicancias fuertes sobre su incumbencia para el campo de la comunicación en tanto

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disciplina o área de conocimiento en construcción. El pragmatismo parece sellar la suerte
de esta área de conocimiento con un equívoco que podríamos comparar a las diferencias
entre una ‘información aplicable’ y un conocimiento más ambicioso y teóricamente más
riguroso sobre su naturaleza.
Varios autores han señalado la vigencia de la observación de Merton (1968) sobre
la necesidad de construir teorías de alcance medio. Hace medio siglo atrás señalaba la
necesidad de superar las limitaciones teóricas de las investigaciones de carácter micro
sociológico, así como también la inmadurez del campo sociológico para trabajar sobre
teorías de gran alcance. Sus observaciones son plenamente aplicables a la situación del
campo de la comunicación. A priori, es un problema indecidible, ya que dependerá
precisamente del abordaje epistemológico que se pretenda asumir. Hoy en día ya nadie
cree que el edificio del conocimiento se construye ‘brick by brick’ (o ladrillo a ladrillo) y
que los avances se dan forzosamente acumulando experiencias limitadas. Y tampoco
existen acuerdos amplios y compartidos sobre una naturaleza específica de los procesos
comunicacionales. Por el contrario, ni hay acuerdo generalizado sobre si el campo debe
constituirse como una disciplina, una interdisciplina, o una ‘transdisciplina’, y ni aún
sobre su cientificidad en sentido estricto. Donde parece haber mayor acuerdo compartido
es sobre la esencia intrínsecamente semiótica de los procesos de comunicación. Sobre su
naturaleza de ‘puente’ entre los procesos de la subjetividad humana y los contextos del
‘afuera’, ya sea el contexto social, el tecnológico, cultural, económico o político.
La hipótesis sobre la naturaleza ‘constructiva’ de la comunicación3 en la
conformación permanente de las subjetividades, constituye posiblemente la afirmación
epistemológica más fuerte para marcar una especificidad para el campo. E incidiendo
implícitamente sobre el ‘afuera’, como en una moneda de dos caras, también sobre los
procesos de construcción - de modificación o de reconstrucción - de los múltiples
contextos de vida social a partir de las interacciones y los procesos ‘internos’ que los
individuos pueden expresar y ‘exteriorizar’. Es a este proceso de modificación y
adecuación del afuera al que en otros escritos denominé como un ‘cultivo’ del contexto
por parte de los individuos y de sus interacciones mutuas y con el medio circundante, ya

3
La comunicación como un proceso de construcción de la vida social ha sido un postulado fuerte y aún
vigente a partir de los trabajos de Berger y Luckmann en los años sesenta.

19
sea este físico material o estrictamente humano. Estos son los procesos que la literatura
comunicacional y sociológica ha denominado mundos de la vida, donde las fronteras
entre el adentro y el afuera, lo físico y lo psíquico, el mundo personal y el colectivo, el
mundo material y el cultural se funden, construyendo un ‘mundo de la vida emergente’,
con sentido ontológico nuevo. En el mundo de la comunicación, el adentro y el afuera, el
individuo y sus contextos, el lenguaje y la acción, los símbolos y los procesos cognitivos
se constituyen mutuamente, haciendo prácticamente indiscernible separar las diferentes
instancias de un proceso que conforma una estructura de origen a la vez antropológica,
cultural, psíquica y tecnológica (merced a las tecnologías y ahora especialmente las
TIC´s). Una estructura de vida humana emergente, a la vez compleja y evanescente para
la ciencia normal. Como abordar la complejidad de esta nueva forma de vida civilizada
sin hacer reduccionismo? Cuáles pueden ser las nuevas ‘teorías de medio alcance’ que
nos permitan contar con una brújula teórica que nos permita avanzar en este bosque sin
quedar limitados a la visión del árbol que tenemos en frente?
Varias disciplinas nos han propuesto brújulas teóricas para alumbrar partes del
bosque: la sociología de los medios de comunicación; la psicología de la comunicación,
los procesos de recepción y la psicología de las masas; la semiología y la semiótica de los
lenguajes; la proxémica, y hasta la economía de la información y la comunicación4,
donde los medios ocupan una posición intermedia entre la cultura y el poder económico y
político. Todas parecen alumbrar aspectos y cuestiones relevantes de lo que se ha
convenido en denominar comunicación. No será esta palabra un una etiqueta, o una
convención lingüística para referirnos a un proceso que reúne un conjunto de instancias y
procesos ontológicamente diferenciados entre sí? Si este fuera el caso, qué sentido tendría
seguir hablando de una disciplina de la comunicación, cuando deberíamos aceptar que el
campo se constituye como una multiplicidad de conocimientos y objetos teóricos
diversos que tienden a entrecruzarse entre sí solamente cuando nos enfrentamos a un

4
“There is little doubt that, as a sphere of cultural production, the media can prima facie be analysed as a
single field, or a collection of fields, (each) with a distinctive pattern of prestige and status, its own values.
Indeed, according to Bourdieu, the media’s intermediate position between the cultural and economic poles
of the wider cultural field gives it a particular interest as a field. This section notes the positive
contribution of field theory to media analysis, before identifying a key tension in its treatment of media
power”. Nick Couldry, Metacapital (2003’2004, p. 653).

20
problema concreto de investigación, o al requerimiento formal de los organismos de
financiación a la investigación? Las teorías de la comunicación han operado
generalmente como metáforas o alegorías sobre diferentes miradas hacia los procesos y
los posibles objetos de la comunicación.

2. Ciencias de la comunicación y ciencias de la vida

Estas cuestiones nos llevan a pensar en el ejemplo que presentan las ‘ciencias de la vida’,
las que configuran un conjunto de disciplinas y saberes a los que se considera asociados
al estudio de los procesos en los sistemas vivientes, o sea los organismos vivos. Puede
parecer chocante a muchos la comparación que proponemos entre las ciencias de la vida
y las de la comunicación, pero realmente encontramos una gran equivalencia y puntos de
interés en común entre ambas. Las primeras reúnen un conjunto enorme y complejo de
objetos de estudio y al mismo tiempo proponen un universo filosófico común, además del
interés teórico y empírico por diferentes formas y estructuras vivientes. Qué condiciones
geológicas, físicas y químicas han sido necesarias para hacer posible el surgimiento de la
vida? Cuáles son las propiedades y condiciones del entorno y del propio sistema vivo que
hacen posible su supervivencia y crecimiento? Si reemplazamos ‘ciencias de la vida’ por
ciencias de la información o de la comunicación y nos preguntamos por las condiciones
históricas y los orígenes filogenéticos de la capacidad del cerebro animal y el humano
para procesar información, para generar lenguaje y desarrollar capacidad semiótica,
estamos explícitamente asociando ambos conjuntos de ciencias y llevándolas hacia
posibles convergencias e interdependencias mutuas. El concepto de información ha
cumplido precisamente un papel estratégico en establecer puentes teóricos (a veces como
una mera metáfora) y comparaciones entre procesos físicos, biológicos, técnicos y
mentales (como por ej. la tesis – ahora prácticamente en desuso - sobre el cerebro como
mero procesador de información, trasladado a la inteligencia artificial). En otras palabras,
se ha abierto la posibilidad de superar la barrera que parecía infranqueable entre las
ciencias biológicas, las sociales y las cognitivas, abriendo un campo de exploración
enormemente fructífero y promisor, en especial tomando en cuenta que muchos de los
avances científicos se realizan en el trabajo sobre cuestiones de frontera entre disciplinas

21
diversas5. Así como la sociología ha recurrido a analogías (a veces peligrosas) entre
sistemas biológicos y sistemas sociales, los primeros estudios sobre los medios de
comunicación se han hecho aplicando presupuestos teóricos y analogías con procesos
sociológicos y con los modelos matemáticos de la comunicación y posteriormente con
modelos originados en la teoría de los sistemas. La condición humana es inseparable de
la evolución de sus capacidades semióticas, y éstas lo son de sus condiciones de vida. El
conocimiento sobre los sistemas vivientes requiere inevitablemente conocer sus
capacidades y dispositivos específicos para establecer intercambios y el ‘procesamiento
de información’ con su entorno. Y el ser humano se ha desarrollado, sobrevivido e
impuesto sobre condiciones ambientales desfavorables gracias sobre todo a su
potencialidad semiótica.
El problema no se reduce ni resuelve afirmando que el término ‘comunicación’
implica simplemente una convención semántica o sociológica para reunir conocimientos
diversos, y que por ende no existe un verdadero problema ya que tampoco existe nada
ontológicamente en común entre las diferentes disciplinas que abordan las cuestiones de
la comunicación. Acaso no hay nada en común entre las infinitas formas de vida, entre
las bacterias y nosotros? Quien puede afirmar que no existe algo más profundo en común
entre la comunicación y los procesos biológicos en los seres vivos, o las conversaciones
entre dos personas en la calle y las señales que llegan a las pantallas de nuestras
computadoras, celulares y hasta a los chips que algunos individuos se insertan en sus
cuerpos? Que es lo que podemos considerar efectivamente una esencia específica que
existe en ese proceso, ese hecho en común? No sería sobre todo ese proceso el que
epistemológica y teóricamente nos interesa conocer?6 Existe una ontología propia que

5
“No existe ciencia del discurso considerado en sí mismo; las propiedades formales de las obras (o los
textos) revelan su sentido solamente cuando son referidas a las condiciones sociales de su producción”.
(Bourdieu, 1996, 129). “Inspeccionada en todos sus detalles de funcionamiento, la relación social que el
dispositivo de comunicación pone en juego – emisión, recepción, escritura, lectura, habla, escucha – se
limita a ofrecer muy pocos esclarecimientos sobre su razón social; y es por esto que, a diferencia de la
mayoría de las relaciones sociales, ella solamente existe cuando se halla inserta en otras relaciones”. (La
Haye, 1984, pp.41/42). En Vizer & Carvalho, Comunicación y Socioanálisis. Estrategias de investigación e
intervención social. Ed. Académica Española & GmbH Leipzig, Amazon, EEUU 2012.
6
Hace varios años, pensé instigante y posiblemente fructífera una asociación entre los procesos de
construcción de sentido con las nociones de tiempo y espacio (comúnmente consideradas totalmente
ajenas) en la formación de procesos de información y la comunicación:
1). Se puede concebir la información como ‘creación’ de un espacio lógico y topológico entre 3 elementos
o vectores: a) el ‘texto’, o mensaje; b) la realidad u objeto que es ‘referido’ en el mensaje, y finalmente c) el

22
debemos explorar? Una ontología de la comunicación tal como consideramos que existe
una ontología de la vida? Una ontología que forzosamente nos lleva a su historia, a sus
orígenes antropológicos, biológicos y culturales? Hasta donde una ontología de la
comunicación no constituye una dimensión central para la comprensión de la vida social
de la que se ocupa la sociología, la antropología o la psicología?
Debemos abordar la comunicación humana como un proceso de emergencia y
organización de ciertas estructuras vivientes y sus procesos concomitantes, en tanto el
hombre es un animal histórico, cultural y social, y además un explorador y constructor
permanente de estructuras de sentido. Una emergencia evolutiva que solo se hizo posible
merced a las funciones y la capacidad semiótica del ser humano. Una emergencia
biológica, histórica, social y cultural que solo ha sido posible por la capacidad del cerebro
y de las redes neuronales para manipular símbolos, lo que a su vez condicionó durante
generaciones la evolución de estructuras cerebrales y los procesos mentales que emergen
de las interrelaciones de los individuos con su medio físico y social, movilizando y
provocando una dinámica biopsíquica, social y cultural en la que el ser humano nace y
evoluciona. Por último, ha sido esta emergencia de funciones semióticas en el animal
humano el que lo ha llevado a construir (cultivar) el medio ambiente en que ha vivido. Y
a su vez a cultivar una vida social y cultural cada vez más compleja y ahora integrada
físicamente a través de nuevas tecnologías en red. No parece una exageración sospechar
que tal vez se encuentre un basamento teórico para los estudios de la evolución en el
desarrollo de investigaciones sobre la naturaleza de las funciones semióticas que el ser
humano ha desarrollado. En la capacidad del cerebro para crear, manipular y compartir
símbolos colectivamente. Seguramente es esta capacidad del cerebro para procesar
estímulos, señales e información la que ha permitido la emergencia de lo que llamamos
mente, y su dinámica a la vez material y simbólica. Es hoy una tesis fuerte la hipótesis de
que esta dinámica a la vez física, biológica y cultural que constituye al ser humano le ha

‘interpretante’ que construye sentido a partir de las relaciones entre las 3 entidades o elementos. Podemos
considerar que las relaciones lógicas entre los 3 generan un ‘espacio’, una ontología.
2). Y la comunicación como un proceso de generación de tiempo. O como una emergencia resultante del
proceso de entrecruzamiento entre los 3 elementos del ‘espacio-información’. Esta emergencia, este
proceso de relacionamiento permanente y dinámico entre los 3 elementos del espacio-información genera
distinciones que proporcionan la experiencia y la vivencia del tiempo, más allá del proceso de
interpretación en sí mismo.

23
permitido vivir en una ontología propia y diferenciada (un Umwelt, un entorno
condicionado por el hombre). Un organismo que sobrevive mediante una permanente
exploración de signos, señales, lenguajes, símbolos, imágenes y también imaginarios que
constituyen la vida en sociedad (equivalente a lo que en los términos de la tradición de
los estudios de comunicación se ha denominado ‘mundos de la vida’), donde se combinan
lo personal con lo colectivo, lo físico material con lo simbólico y lo imaginario,
integrados en la formación de la identidad personal.
Para el investigador canadiense R. Logan, este proceso complejo se puede resumir en una
ecuación que propone la siguiente formulación para la articulación entre el lenguaje, la
cultura y el cerebro:
Mente = cerebro + lenguaje + cultura.

“Considerando que el lenguaje es un artefacto cultural, tiene sentido pensar que otros
artefactos y procesos culturales también contribuirían para la forma como la mente
humana es construida” (Logan, 2012, p. 101).

Como no reconocer que estas complejas formaciones biopsicosociales a lo largo


de la evolución humana han conformado un orden nuevo y emergente en la vida de la
especie, y que convendría estudiarlas como ‘ontologías emergentes de la vida y la
comunicación’, reuniendo a un mismo tiempo la vida cotidiana con las condiciones
necesarias para una ciencia de la semiosis? No podemos olvidar que los procesos de
semiosis han surgido evolutivamente en la historia biológica, social y cultural de la
especie. Entiendo que una hipótesis tan general y amplia sobre la comunicación obligaría
a una reinterpretación de las teorías micro, meso y macro comunicacionales. Como
construir conocimiento reconocible por la comunidad científica exige un recorte de los
hechos a ser estudiados, una delimitación de carácter ontológico sobre el universo real a
ser abordado, los procesos de la comunicación - entendidos en su complejidad real -
difícilmente respondan a los criterios que exigen las ciencias naturales, y aún las ciencias
sociales. La ciencia exige un cierto grado de materialidad, objetividad y comprobabilidad
(y en lo posible refutabilidad) para sus hipótesis y teorías. Y esto es precisamente lo que
pueden aportar disciplinas y miradas diversas que ayudan a contextualizar los procesos de

24
comunicación y su carácter a la vez objetivo y subjetivo, social y cultural simbólico7. Y
al mismo tiempo permite investigar su materialidad física: lenguajes, imágenes y textos,
su naturaleza a la vez cognitiva, sensorial, sensible y emocional, tanto subjetiva como
objetiva, individual y colectiva. Tomamos en consideración la materialidad ontológica de
los hechos y los acontecimientos sociales, las tecnologías y las producciones humanas -
que la tradición antropológica subdividió en cultura material y cultura simbólica - tanto
como los procesos de naturaleza biológica y mental que abordan las ciencias cognitivas.
La comunicación se halla en todas estas manifestaciones, haciendo difícil señalar unas
sobre otras, ya que todas hacen a la construcción de la vida humana -los mundos de la
vida - tal como la concebimos como una distinción propia del género humano. La
naturaleza evanescente de la comunicación como un proceso de mediación permanente
dificulta definirla y circunscribirla empírica y ontológicamente. Por eso es que diferentes
disciplinas que abordan procesos de comunicación se adjudican la preeminencia de uno u
otro abordaje: desde la semiótica a la ingeniería, de la antropología a las ciencias
cognitivas. La búsqueda de una definición ontológica de su objeto de conocimiento
ayudaría a dar cierta tranquilidad mental y un asidero de precaria materialidad a los
investigadores de la comunicación.
Tal vez uno de los mayores aportes de Jesús Barbero (1997) a los estudios de la
comunicación sea el ‘giro epistemológico’ emprendido en los años ochenta en su libro
liminar: ‘De los medios a las mediaciones’. Ayudó a tomar conciencia de la endeblez de
las teorías centradas en un objetivismo reduccionista, reducido a abordar los medios
como el único objeto central del conocimiento comunicacional, abriendo las mentes a los
procesos simbólicos y culturales, y a la definición del campo como el universo de las
mediaciones sociales, a su vez construidas a través de dispositivos mediáticos pero que
no se reducen a ellos. Mediaciones a la vez físicas y semióticas que las nuevas
tecnologías de comunicación e información han abierto a una concepción ecológica, a
una ontología no reduccionista de la comunicación como proceso abierto y a la vez
incluyente de la subjetividad humana, la cultura, la vida social, los viejos y nuevos

7
Es interesante notar que donde se han hallado algunas de las experiencias más fructíferas en la
investigación de la comunicación es precisamente en áreas de ‘frontera’ entre disciplinas diferentes, como
la psicología, la sociología, la política o la economía.

25
‘lenguajes’ de la virtualidad, y las estructuras abiertas de los procesos técnicos que
recrean las nuevas formas ontológicas de vida en la cultura tecnológica del siglo XXI.
Para Saussure (2008) cien años atrás el sistema de la lengua constituyó una nueva
ciencia del lenguaje, así como unas décadas antes la filosofía y la lógica habían
constituido las bases epistemológicas del conocimiento sobre los procesos de la semiosis
para Peirce (1999). Mientras Saussure – o los alumnos que reunieron sus trabajos - dio
origen a una nueva disciplina del lenguaje que lo concebía bajo dos perspectivas: la
disciplinaria del ‘sistema de la lengua’ la lange, y otra asociada a sus prácticas, a una
inabordable e incierta ciencia de la parole, la palabra hablada, Peirce y sus herederos
intelectuales siguieron otro camino. La semiótica y la teoría de los signos no debían
renunciar a sus orígenes filosóficos ni a la amplitud y riqueza de un abordaje más
próximo a una reflexión lógica sobre la ontología de la semiosis. Para la escuela francesa
y continental, el modelo ideal de conocimiento sobre el lenguaje constituyó el paradigma
de la disciplina científica, en cambio para la norteamericana, una ciencia de los signos
debía conservar su asociación histórica con la filosofía, la lógica y la pragmática. Para
Peirce el signo no es una ‘entidad’, un objeto monolítico, sino un complejo de relaciones
triádicas con poder de autogeneración, como un proceso en continuidad temporal, como
devenir. La semiosis es una relación de momentos dentro de un proceso recursivo e
ininterrumpido, lo que guarda en relación a la semiología de Saussure cierta asociación
con la noción de parole, más que con la del sistema de la lange, precisamente la que el
estudioso suizo consideraba un objeto de estudio científico poco viable, y no sujeto a
reglas. Esta postura epistemológica originalmente confinó la semiología histórica
continental al estudio de las reglas y las estructuras y no a los procesos y las
conversaciones en la realidad social, lo que sí hizo la Escuela de Chicago desde su
comienzo, donde la pragmática de la comunicación cobró un lugar central, precisamente
al revés de lo que implícitamente rechazaba Saussure por considerarlo inabordable
científicamente.

26
3. La comunicación: entre los medios y la confusión teórica

Cuando un campo de investigación (disciplinario, interdisciplinario, o transdisciplinario)


se encuentra sumido en décadas de incertidumbre y discusiones sobre su objeto, sus
procesos, su status incierto de ciencia; sujeto a imbricaciones entre disciplinas múltiples,
a prácticas, influencias y cambios tecnológicos y sociales, no podemos asegurar que los
problemas de construcción de conocimiento sean solamente de naturaleza teórica
epistemológica, ya que la velocidad, la amplitud y profundidad creciente de los cambios
que imponen las transformaciones tecnológicas a todos los órdenes de la sociedad
superan la capacidad de reflexión y consolidación de teorías, modelos e interpretaciones
establecidas. Sobre el status epistemológico de la comunicación se han volcado mares de
tinta, publicaciones y reflexiones teóricas. Si durante algunas décadas del siglo XX la
pujanza universal de los medios de comunicación permitió la elaboración de modelos
teóricos que respondían más o menos aceptablemente a las cuestiones planteadas por el
cine, la radio y la televisión analógicas como procesos unidireccionales entre un emisor y
una multitud de receptores ‘pasivos’, la digitalización y los usos de nuevas tecnologías
están haciendo explotar y multiplicar exponencialmente las intersecciones e
interdependencias entre la tecnología, la economía, la política y la cultura. La presente
cultura tecnológica ha transformado desde la infraestructura física de las ciudades
sometiéndolas a un control inteligente y permanente merced a la informatización (como
el llamado Internet de las cosas que interconecta los objetos de una ‘ciudad inteligente’),
pasando por las incesantes transformaciones en la economía productiva, hasta la
producción de cambios revolucionarios en las propias prácticas sociotécnicas y culturales
de los seres humanos que las habitan.
En esta ecología material de cambios objetivos permanentes, de innovaciones
técnicas que inducen a una aceleración creciente del tiempo y la reducción del espacio
físico, en forma paralela se viene multiplicando la generación de nuevos espacios
virtuales. Se han transformado totalmente no solo nuestras ecologías físicas, sino las
concepciones y teorías con las que pretendimos darles sentido. Las teorías han quedado
paulatinamente desfasadas de las cuestiones y problemas para las que fueron pensadas y
construidas. Las creencias establecidas pierden su función de interpretación y

27
adjudicación de sentido para las realidades sociales, económicas y culturales, pierden la
funcionalidad estratégica para dirigir, orientar y regular procesos de acción social, desde
lo individual a lo colectivo. En términos sociológicos diríamos que surge la anomia, una
degradación de las funciones de autorregulación de los sistemas (económicos, judiciales,
de gobierno, de organización de los saberes). En términos cibernéticos diríamos que
surge una entropía creciente en las formas de organizar conjuntos de órdenes sociales.
Los sistemas de organización económica, social y política, ya sea en sus aspectos
materiales como simbólicos, los que teóricamente debían acompañan a los hechos y las
prácticas de producción, de información y de comunicación en forma permanente, dejan
de ser válidos para el desarrollo y mantenimiento de cada orden social8. Las ideas,
estrategias, conocimientos y teorías precedentes, elaboradas, aprendidas o adaptadas a
situaciones y tópicas anteriores no logran generar y sostener un conocimiento capaz de
elaborar ‘islas de orden’ y una certidumbre racional. Unos años atrás hubiéramos dicho
que epistemológicamente se produce un quiebre de paradigmas, y una efervescencia de
modelos teóricos sustentados como metáforas que pretenden tener mayor legitimidad que
la que realmente merecen en tanto hipótesis científicas.
Tal vez las discusiones han surgido sobre todo por una sensación de minusvalía
frente a otras ciencias (muchas veces más nuevas que la de la comunicación). La
confusión puede ser madre de inquietudes y búsquedas a veces fructíferas, pero la
incertidumbre también tiende a paralizar, a cerrar prematuramente la búsqueda de
esclarecimiento conceptual. Aunque también surge una búsqueda por los orígenes, la
revisión incesante de modelos, de conceptos y teorías que caracteriza al campo desde
hace muchas décadas. Tal vez no ha sido el viés epistemológico establecido en la
segunda mitad del siglo XX el más acertado para abordar las incertidumbres de la
comunicación. Tal vez recibió mucha más atención cierta endeblez teórica y

8 Las innovaciones técnicas por ejemplo, no surgen y son apropiadas solamente como actos de inspiración
individual sino a partir de cambios y transformaciones en las topologías (u ontologías) sociosimbólicas y
materiales en las que se integra a la nueva tecnología o al nuevo modo de acción sociotécnica sobre
procesos y organizaciones complejas, donde los ‘actantes’ (en términos de la Teoría-Actor-Red de B.
Latour, 2005) conforman un sistema multidimensional a la vez material y simbólico, humano y no humano,
un complejo de actantes reales, tanto de orden físico material y social como simbólico y cultural. El método
de Socioanálisis, que he desarrollado para el estudio de procesos organizacionales y comunidades, plantea
precisamente la posibilidad de analizar los impactos, las condiciones y los efectos sistémicos que se
producen con la inclusión de nuevos dispositivos y tecnologías en comunidades e instituciones como
fábricas, hospitales, comunidades rurales, escuelas y todo tipo de organizaciones.

28
epistemológica de los estudios de comunicación, y no se ha dado la debida atención a un
abordaje de orden más ‘ontológico’. Por ej. analizar en una dimensión histórica y
antropológica - y no solo psicológica o sociológica - a los procesos dialógicos de la vida
social, o las relaciones entre los productos de los medios (programas de radio, películas,
géneros televisivos, etc.) con el contexto sociocultural en el que surgen desde comienzos
del siglo XX, o sea un mayor interés en perspectivas de análisis de orden diacrónico, más
que meramente sincrónicos. La sociología proyectaba su modo de pensar macro social al
análisis de los públicos de los medios, sus ‘efectos’ en el consumo y en el poder de
manipulación simbólica de palabras e imágenes, pero no tanto en los cambios que
implicaban sobre la percepción (salvo el ejemplo audaz de las intuiciones ecológicas de
McLuhan). Los estudios sobre la construcción de la identidad y los nuevos modos de
relacionamiento social, las representaciones y los imaginarios sociales aparecen algo
tardíamente y tal vez es precisamente en esos órdenes donde se estaban gestando los
grandes cambios culturales y mentales. El centro de análisis se hallaba en los medios, en
su poder bastante magnificado de control social y en los procesos de emisión, pero los
cambios menos visibles a la vista se hallaban en otro lado. Podemos decir que si los
estudios de los dispositivos de emisión y la organización de los medios tienen un
andamiaje conceptual y ofrecen un interés de carácter sociológico y político, los estudios
de la recepción han requerido en mayor grado de la psicología, de la percepción y el
orden cultural. Pareciera que se hubiera producido un cisma entre estas perspectivas y
que se estuviera hablando de objetos y realidades totalmente diferentes - y posiblemente
sea así -. Al fin y al cabo, cuando se habla de los medios se está pensando en
(sub)sistemas sociotécnicos operando como mediadores dentro de los sistemas sociales, y
cuando se habla de los efectos de la recepción sobre los individuos y los grupos, se está
hablando del hombre (o de los seres humanos) como sistemas biopsíquicos.

4. La transversalidad de la comunicación

Muchos han renunciado al desafío, apuntando hacia ‘arriba’ - las complejidades de un


campo signado por la transdisciplinariedad - o bien hacia el ‘abajo’, en las prácticas
ateóricas y multifacéticas de los haceres aplicados al mercado o la vida cotidiana. La

29
comunicación, como un dios omnipresente parece estar en todos lados y en ninguno.
Hasta parece más fácil hablar de lo que la comunicación no es, de su debilidad teórica
frente a otros campos de conocimiento o frente a disciplinas recientes, o de sus fracasos
en establecer una ‘comunicación efectiva’, o el entendimiento en la vida política y
cotidiana. Es más fácil hablar de sus flaquezas que de sus logros en esclarecer la
naturaleza efectiva de las prácticas de comunicación, de su ‘ser social’ como proceso de
creación de discursos, de sentidos, su naturaleza creadora de lazos sociales, o bien pensar
la comunicación como una práctica estratégica de planificación de la intervención en
instituciones, comunidades y en la generación de universos culturales, y su efectividad
simbólica. Hubo hasta definiciones de la comunicación como ciencia de los márgenes,
como área desteñida del saber entre las ciencias, o bien una disciplina de cruce entre las
humanidades y las tecnologías, o entre las ciencias cognitivas y las ingenierías
informacionales. Pero seguramente la asociación más fuerte se ha establecido con las
ciencias sociales, de una importancia fundamental y aportes que muchas veces no han
sido reconocidas por éstas. Seguramente la estrategia fundamental para abordar la
multiplicidad de campos de conocimiento y disciplinas que puedan configurar un campo
de la comunicación diferenciado y con identidad propia, consiste en profundizar las
articulaciones e interrelaciones que definen la comunicación con la marca de una
inquietante ‘transversalidad’ (Deleuze & Guattari, 1997)9. Si la perspectiva transversal
puede llevar la ‘visión horizontal’ hacia una amplitud temática de múltiples cuestiones,
problemas y objetos de estudio, la ‘verticalidad’ deberá aportar a una perspectiva de
profundización conceptual en cada tema. Paulatinamente, podría ir configurándose una
convergencia de temas, de objetos y de abordajes compartidos hacia un núcleo de
cuestiones interrelacionadas y hasta tal vez definitorias de una problemática común.

9
“Deleuze & Guattari, 1997, colocam a transversalidade como um meio de escapar às visões
verticalizadas e hierarquizadas de organização dos saberes; e/ou às visões horizontalizadas de
massificação e grupamento genérico dos atores e agentes da cena de produção de saberes. Assim,
podemos dizer que no atual cenário epistemológico do campo da Comunicação a questão digital em seus
diferentes aspectos pode assumir um caráter transversal de forma a perpassar os dois sentidos
classicamente estruturados: horizontalmente a todos os sub-campos e/ou especialidades e verticalmente
em cada processo, suporte e práxis. A visão transversal pode levar a horizontalidade a uma perspectiva de
amplitude temática e a verticalidade a uma perspectiva de profundidade em cada tema”. Del Congreso
Internacional de IBERCOM, São Paulo 2015 Centrality, transversality and resiliency: thoughts on three
digital contemporary conditions and Communication epistemology, cit. por Elizabeth Saad Corrêa.

30
Podemos mencionar como ejemplos de conjuntos de cuestiones compartidas en diferentes
abordajes de la comunicación: la problemática del sentido, los formatos de diferentes
lenguajes, las cuestiones del discurso, la cognición, las prácticas cotidianas como
procesos semióticos y de construcción de sentido, las tecnologías, la cultura, la
organización de instituciones y comunidades y hasta el mundo psíquico, todos como
procesos de emergencia y producción de sentido.
En La trama (in)visible de la vida social. Comunicación, sentido y realidad (2003,
2006, 2012) definí la comunicación como el estudio recursivo de los procesos de
construcción de sentido sobre los procesos de construcción de sentido en la vida social,
teniendo como una característica fundamental la recursividad de los procesos de
comunicación, la necesidad de ‘funcionar’ articulando diferentes niveles de organización
del lenguaje. Niveles que funcionan permanentemente como bucles que se arman de
manera referencial, o sea en relaciones de referencia lógica unos de otros. Este ha sido
precisamente la característica que los teóricos de la comunicación han denominado muy
adecuadamente como metacomunicación, un proceso sin el cual las relaciones humanas,
la organización y la construcción de sentido serían totalmente imposibles. A su vez, las
teorías de la comunicación serían así consideradas como una construcción de metáforas
inferenciales sobre los procesos de construcción de sentido. La comunicación se halla
explícita o implícitamente asociada a los procesos de interpretación, y es precisamente la
construcción de metáforas10 e inferencias la que ayuda a referenciar y sintetizar ideas,
proposiciones, planes de acción, propuestas y acuerdos sobre situaciones, o bien sobre
conflictos y visiones de mundo, ya sean contrapuestas o compartidas.
Tanto las nociones de lenguaje como la de sentido presentan una centralidad
absolutamente fundamental para la problemática de la comunicación. Nos remiten
directamente a las preguntas sobre las interrelaciones tanto ontológicas como
epistemológicas entre la infinidad de prácticas, tecnologías y soportes de la información y
la comunicación social en un sentido ‘horizontal’, así como verticalmente a las cuestiones

10
Es en este sentido que pienso interesante la búsqueda dialógica entre teorías de orígenes diferentes, para
construir un abordaje topológico ontológico para los estudios de comunicación. Las TIC precisamente han
construido una nueva ecología de la comunicación, y posiblemente la construcción de metáforas sea una
estrategia útil para pensarlas como procesos ‘situados’, tanto material como cultural y antropológicamente.
Asimismo, la noción de referenciación alude al poder de la semiosis humana para crear – o ‘exteriorizar’ –
en objetos externos procesos psíquicos internos.

31
de la especificidad de cada construcción teórica sobre las prácticas de comunicación.
Como contracara de cada especificidad de los lenguajes y las prácticas y en directa
relación epistemológica, se encuentran las preguntas sobre los rasgos y procesos
compartidos entre estas especificidades. Este es el proceso a través del cual las diferentes
ciencias construyen un campo disciplinario común: una especie de zigzag entre las
especificidades que guardan relación lógica y ontológica entre sí, y la horizontalidad de
diferentes campos, prácticas y tecnologías. La construcción y el desarrollo de un campo
de conocimiento, una disciplina o una ciencia, no pueden proseguir y crecer sino
mediante el entrecruzamiento de su verticalidad con su horizontalidad.
En el caso de la construcción de conocimiento sobre la comunicación estos
procesos transversales se han visto obstaculizados, cuando no impedidos por varias
razones: por un lado una multiplicidad de abordajes teóricos muchas veces incongruentes
entre sí, y una discusión interminable sobre la especificidad de la comunicación abordada
como lenguaje, como práctica social, o como cultura (los tres dominios centrales
reconocidos como relevantes y propios de la comunicación). Por otro lado, la increíble
velocidad y multiplicación de tecnologías, soportes y prácticas de información y de
comunicación. La identidad específica de una ciencia del sentido parece diluirse y
confundirse con la multiplicación de los soportes y las prácticas que crecen de manera
exponencial. Las diferentes teorías que pretendieron dar cuenta de su especificidad propia
quedan rápidamente superadas y obsoletas. Así es como entendemos las dificultades que
han surgido para construir conocimiento sobre los procesos de la mediatización social, la
aparición de nuevos lenguajes y relaciones entre múltiples medios de infocomunicación
que operan sobre diferentes plataformas y soportes mediáticos. La semiosis del lenguaje
o la lectura desarrollados a partir de Sausurre o la semiosis de Peirce sufren procesos de
replanteo permanente, donde éste último parece conservar mayor poder de análisis que el
primero sobre los procesos de indicialidad que marcan a la mediatización creciente de
nuestras sociedades. Ya no solo de los lenguajes y los medios sino de la vida social
concreta a través de las tecnologías digitales a través de la conexión permanente

32
(connectedness), como señala la literatura sobre las redes sociales y los sistemas de
vigilancia y control11.
En síntesis, podemos decir que la ‘verticalidad’ del campo queda subsumida en la
velocidad y la multiplicación de sus procesos de horizontalidad. Y en relación a esta
metáfora agreguemos que la construcción teórica de un campo de la comunicación en
tanto construcción epistemológica, se ve obligada a redefinirse ontológicamente de
manera constante. Durante siglos, el libro y la lectura sentaron un paradigma que parecía
permanente y estable: texto, soporte del texto, lector y lenguaje. Con la invasión de las
nuevas tecnologías y dispositivos de información y comunicación digitales, ya no se trata
solo de la multiplicación y las transformaciones de los soportes y las pantallas
omnipresentes en absolutamente todos los órdenes de la vida social. No se trata solo de la
producción de nuevas textualidades, sino de las complejísimas influencias y
condicionalidades que se le imponen a los sentidos y a los procesos de percepción e
interpretación para los nuevos ‘lectores’. Se han modificado radicalmente los procesos de
percepción, de atención, de relación entre los sentidos y los procesos cognitivos. Se han
generado nuevas - y revolucionarias - espacialidades, nuevos órdenes de realidad y
nuevas temporalidades, produciendo lo que podemos considerar una especie de
‘emergencia ontológica’ de nuevos contextos y ambientes para la vida humana, todo
merced a nuevas tecnologías y modalidades de referenciar al mundo, a los otros y a la
cultura. En términos de la Teoría de Sistemas diríamos que las TIC han hecho emerger
nuevos entornos (así como Umwelts) y nuevas topologías en las que se construyen hoy
los sistemas sociales. Paralelamente, el ser humano se ha visto obligado a reconstruir de
manera contante sus redes cognitivas, a realizar - consciente o inconscientemente -
nuevas asociaciones mentales entre los sentidos y las lógicas de interpretación que le
permitan generar cierto orden y sentido dentro del caos de permanentes estimulaciones
perceptuales a que lo somete el bombardeo interminable de mensajes, estímulos e
informaciones. A todos los cuales está obligado a filtrar, rechazar o procesar a fin de
sostener cierta ‘normalidad’ en la reconstrucción de su mundo de la vida dentro de
entornos cada día más inciertos e imprevisibles.

11
“Las TIC realmente están en todos lados, no solo nos rodean, sino que además penetran nuestra
intimidad: pueden ver, oír y registrar casi todo, sino todo, y parecen querer reemplazar la omnipresencia
divina por la magia negra de la tecnología”. (Vizer & Carvalho, 2014, p. 285).

33
5. Tendría sentido pensar una ontología o una topología de la comunicación?

No es muy común asociar las reflexiones sobre la comunicación a una cuestión de


naturaleza ontológica ya que se tiende a confundir la noción de ontología con la cuestión
de los dispositivos, los objetos empíricos o la técnica aplicada. Una postura empirista
(sobre la radio, el cine, la televisión o los dispositivos digitales) obscurece la profundidad
y complejidad de las implicancias filosóficas y sociales que introducen las tecnologías en
la vida de las sociedades. Pero tal vez sea orientándonos hacia éste sendero complejo y
lleno de incertidumbres, y permanentes preguntas que exceden las fronteras de la ciencia
‘normal’ - en el sentido dado por Thomas Kuhn - donde la comunicación pueda hallar
ciertas certezas. Al fin y al cabo, fueron aquéllas disciplinas que lograron definir mejor
sus postulados ontológicos y su(s) y sus objeto(s) de estudio las que lograron
históricamente una mayor claridad en su exposición, mayor legitimidad y
reconocimiento, mayor certeza en sus descripciones y explicaciones. En la búsqueda por
‘desentrañar’ lo comunicacional, el investigador brasileño J.L.Braga señala “Desentrañar
lo comunicacional no corresponde a definir un “territorio” aparte, ni temas, objetos o
métodos que nos sean exclusivos, sino desenvolver preguntas e hipótesis além de las que
ya fueron hechas por las otras ciencias humanas y sociales; las que no las harán porque
sobrepasarían su ámbito de interés y las lógicas de su campo de conocimiento” (Braga,
2011, p.72). El mismo investigador define a la comunicación como un proceso que
transforma lenguajes, códigos e instituciones sociales. Esto amplía el ámbito de la
comunicación más allá de los abordajes meramente semiológicos o culturalistas que
constituyen a una gran mayoría de los estudios que se realizan, de modo que el campo de
la comunicación evidentemente excedería lo estrictamente semiótico, derivando sus
inquietudes hacia preguntas sobre los orígenes y condicionantes de las transformaciones
sociales, culturales, semióticas y antropológicas. Luego, (2011, p.66) afirma que “el
objeto de la comunicación no puede ser aprehendido en tanto ‘cosas’, ni ‘temas’ sino
como un cierto tipo de procesos epistémicamente caracterizados por una perspectiva
comunicacional - nuestro esfuerzo es el de percibir procesos sociales en general bajo la
óptica que busca en ellos la distinción del fenómeno (comunicacional)-”. Lo relevante
para este autor sería que nuestras conjeturas sean testadas por su capacidad para

34
“explicitar procesos que se pretenden caracterizar como un ‘fenómeno comunicacional”.
E.Yamamoto (2013) propone un cuadro esquemático de la comunicación de acuerdo a
Braga.

Naturaleza proceso instituyente


Modelo Comunicación = código + inferencias.
Objeto Transformaciones sistémicas (lenguaje e instituciones)
Método Indiciario e inferencial
Fuente Yamamoto (2013, p. indicar página)

Si algo no ha faltado en la breve historia de la comunicación es una


sobreabundancia de ‘objetos’ de estudio, de modelos teóricos, de temas y de
investigaciones empíricas sobre una infinidad de temas y tópicos. Tampoco han faltado
las macro interpretaciones y las proposiciones ideológicas reduccionistas extrapoladas
teórica y empíricamente. La ‘naturaleza identitaria’ de los procesos de comunicación - así
como de las concepciones sobre la naturaleza de la información, la computación, la
digitalización, la cultura digital o las implicancias del trabajo abstracto en el llamado
capitalismo cognitivo y la sociedad de la información - han venido atormentando los
cerebros inquietos que no se conforman con abordajes meramente empíricos,
simplificantes o reduccionistas. Los análisis y las interpretaciones sobre los cambios
revolucionarios que han introducido las tecnologías infocomunicacionales en los modos
de producir, conectarse con el mundo y vivir, han dejado bastante envejecidas a
metáforas como la ‘sociedad del espectáculo’. El espectáculo ha sido una marca
identititaria para la era de los medios analógicos en la sociedad de masas del siglo XX.
Guy Debord comenzaba su obra La Cultura del Espectáculo señalando que “toda la vida
de las sociedades en donde rigen las condiciones modernas de producción se manifiesta
como una inmensa acumulación de espectáculos. Todo lo que antes se vivía directamente
se aleja ahora en una representación” (p. 57). Esta era de la representación ya no
responde al orden ontológico del siglo XXI, mejor categorizado por la multiplicidad de
topologías sociotécnicas, por infinidad de protocolos de información, por algoritmos
matemáticos y por nuevas prácticas culturales y sociotécnicas; nuevas convergencias,

35
desvíos y transformaciones en las tendencias de las configuraciones comunicativas
(Andreas Hepp, 2014, p.46). Estas configuraciones comunicativas han trastrocado la
ecuación secuencial entre emisión y recepción, promoviendo a cualquier espectador a
actor y a todo actor en espectador, ‘the show never stops, it always goes on, the show is
yourself’ 12.
Este autor, al referirse a los procesos de mediatización social creciente, sostiene
que existen dos tradiciones de investigación, la institucionalista y la socioconstructivista,
la primera orientada hacia los medios masivos con una influencia signada por la ‘lógica
de los medios’, y la segunda enfocada hacia las prácticas de comunicación cotidianas
“especialmente aquellas relacionadas a los medios digitales y a la comunicación
personal” (p.47). Los medios masivos en el siglo XX se desarrollaron según el modelo
de la empresa (privada o estatal), se instituyeron como organizaciones productivas
centradas en lógicas de producción y en el desarrollo de estrategias de difusión de sus
productos para mercados de consumo de cine, radio y televisión. Sus lógicas de
producción, difusión y consumo implicaban el desarrollo de capacidad para crear un
producto espectáculo, un producto mediático a ser consumido en locales físicos
debidamente acondicionados para el acto de consumo masivo. El producto mediático
debía ser producido por especialistas que respondían a una división física del trabajo con
modalidades organizativas especializadas (camarógrafos, escritores, directores, etc.). El
acto de consumo requirió también de una ambientación física: lugares, salas de
proyección, horarios, espacios organizados, etc. La era de los medios masivos requería
productos, ambientes físicos de distribución y consumo, agentes capacitados para cumplir
funciones y labores específicas, la creación de ambientaciones para consumo social
masivo en la modalidad de espectáculos, horarios, costos de producción, distribución y
consumo, etc. Todo este complejo proceso de organización constituyó una topología
físico material diferenciada durante el siglo XX. Este proceso social y económico de
producción y consumo de espectáculos masivos surge porque la modernidad ha ido
generando paralelamente a la técnica del mundo social material, nuevas formas de
subjetividad, o lo que llamaremos nuevas topologías de la subjetividad. Una nueva
ontología de los mundos de la vida en la (pos)modernidad donde las TIC instalan nuevas

12
El show nunca se detiene, siempre prosigue, el show es usted mismo.

36
prácticas que reconfiguran el rol (antes pasivo) de los individuos y las comunidades,
contribuyendo al mismo tiempo a generar la emergencia de una individualidad y una
subjetividad activa, expresiva, conectada, a la vez material y virtual, individualista y
comunitaria.
Este conjunto de actores, prácticas sociales y técnicas, modos de producción de
espectáculos, uso de dispositivos técnicos, apropiación, reelaboración y procesamiento de
relatos anteriores originados en formatos preexistentes (libros, folletos, creencias
populares, ritos, símbolos, formas artísticas, lenguajes, pinturas, etc.) conforman hoy los
recursos que una comunidad o una sociedad atesoran como tradición, y también como
recursos permanentes que pueden ser seleccionados, combinados y reconvertidos en
producciones técnico culturales nuevas para cualquier soporte o dispositivo. Lo que se
llama transmediación en sí misma representa la puesta en escena de nuevas topologías
mediáticas.

6. La Gioconda y el gatito digital

En la era de los medios y la producción masiva de bienes culturales, el modo de


producción requería de actores y gestores especializados en la producción para diferentes
mercados y públicos consumidores (artistas, escritores, técnicos, publicistas, etc.). En el
nuevo paradigma sociocultural signado por las tecnologías de digitalización, la
multiplicación y extensión global de las infraestructuras en red tienden a reducir
aceleradamente el alcance de la producción cultural en los moldes anteriores. Es el
proceso que marca los conflictos y la competencia de los viejos conglomerados de
medios asediados por las nuevas producciones de la cibercultura y los consumidores
insaciables de información, de experiencias directas de convivialidad, participación social
e intercambio de comunicación en tiempo real. Es este proceso el que caracteriza nuestra
era de conexión permanente (connectedness). Cualquier ‘post’, video o imagen atractiva
puesta en Internet puede conseguir en minutos una audiencia de millones de personas, lo
que en épocas históricas no solo era imposible, sino que hubiera llevado décadas. La
grabación casera de un gatito haciendo piruetas o caminando sobre el teclado del piano
consigue miles de veces más espectadores que la Gioconda original. Ambas producciones

37
son inasimilables e incomparables entre sí, aunque ambas son válidas en todo sentido
dentro de su propio contexto sociocultural y simbólico. Recalco: ambas conforman
‘topologías’ diferentes en el sentido que atribuyo al término. Podemos así preguntarnos
por las diferencias específicas entre ambos tomando como ejemplo una comparación
entre la Gioconda y nuestro gatito.
Tomemos nuevamente a Peirce: los registros de ‘primeridad’ entre el retrato de la
Gioconda y la de la imagen del gato en internet son de orden diferente, pero si la
Gioconda es digitalizada ambas primeridades corresponden a un mismo soporte real en
un sentido ‘ontológico’ - o topológico - y así es registrado por nuestra percepción. Si
abordamos la cuestión desde su ‘secundidad’, comienzan a aparecer diferencias notables
en cuanto a ‘relaciones de segundo grado’ (el andar del gato, el sonido de las teclas del
piano, etc.) aunque las diferencias entre el gato y la pintura no pasan de la percepción
diferente que tenemos debido a características del dispositivo y el soporte técnico de
Internet. Cuál es entonces la diferencia entre la ‘naturaleza real y topológica’ de la
Gioconda y la del gato? Peirce nos diría que se puede resumir en que la diferencia surge
desde la ‘terceridad’. Prosiguiendo con el análisis, debemos preguntarnos por la
naturaleza específica de esta terceridad. Peirce nos respondería de manera sintética:
consiste en la cultura que tenga internalizada el observador como intérprete, su
formación, sus conocimientos, su historia personal. Podemos decir que es la topología
simbólica del mundo de la cultura la que nos posibilita como observadores situados
recurrir al bagaje de símbolos, lenguajes y creencias que hemos ido aprendiendo a
internalizar y procesar a lo largo de la vida como intérpretes. Tanto el gatito como la
Gioconda requieren de una interpretación de signos, índices y símbolos sobre su
terceridad en tanto ‘actantes’ de topologías diferentes que requieren de nuestra
subjetividad para entender su ‘contenido’, su significación.
Antropológicamente, podemos decir que estos ‘conjuntos’ socioculturales
realmente conforman no solo un modo de producción en un sentido económico, sino un
conjunto topológico ontológico de (re)construcción de mundos de la vida en situaciones y
sociedades determinadas. La cualidad identitaria que los distingue, consiste precisamente
no en sus partes o elementos, sino en su ‘funcionamiento’ como un conjunto
sociocultural, técnico material y simbólico, su identidad organizativa. Podemos

38
considerar al gatito y la Gioconda como ‘objetos’ de topologías con diferentes niveles de
significación, dependiendo del soporte real y del contexto en que se manifiestan. En la
pantalla digital, se manifiestan en un nivel de primeridad como contacto y percepción de
índices y señales, símbolos u objetos del mundo virtual. Luego en un nivel de
secundidad observamos que se conforma una acción por contigüidad entre signos y
señales y con otros objetos relacionados entre sí por indicialidad (forzando un poco las
comparaciones podemos relacionar este nivel con los procesos denominados de
metonimia, de percepción de una secuencia y una dinámica, tomando como ej. los
movimientos del gatito). Y terceridad sería el mundo simbólico que emerge del proceso
de interpretación, donde ésta se hace posible merced a relaciones simbólicas y cognitivas
de un nivel de abstracción que sobrepasa a la percepción propiamente dicha, ya que
emerge de las interrelaciones con el mundo de la experiencia (la que se ha construido a lo
largo de la vida en el contacto con otros gatitos, o en el caso de la Gioconda con el
mundo de la pintura, los museos, la historia de la pintura, la sutileza de los gestos
humanos en la sonrisa apenas insinuada de la Gioconda, y aún la propia amplitud de
conocimientos de un espectador intérprete).
Puede parecer bastante obvio este análisis, sin embargo sirve para mostrar algunas
complejidades de las mudanzas objetivas (y subjetivas) que las tecnologías digitales de la
virtualidad están operando no solamente sobre los seres humanos y sus relaciones con el
mundo real sino para la cultura, las instituciones y la propia transformación de nuestras
sociedades. Tiempo y espacio mediatizados han replanteado la propia naturaleza de
nuestros entornos físicos y culturales, divorciándolos de las percepciones intuitivas,
tradicionales e históricas sobre el espacio y el tiempo, siempre considerados unívocos
para la realidad del mundo cotidiano. Los ejemplos del gatito y de la Gioconda son
exponentes ejemplares de nuestras nuevas ontologías digitales, de los diferentes niveles
de interpretación y complejidad que nos presenta la cultura digital (ahora ya pós)
posmoderna que ha mediatizado las relaciones con lo real hasta el punto de traducirlo y
reconstruirlo en lenguajes artificiales más allá del lenguaje humano natural. Los nuevos
espacios ontológicos y sus dimensiones temporales y espaciales clásicas han sido
recreados o ‘traducidos’ en soportes y dispositivos técnicos que a su vez replantean la
construcción, la representación y la interpretación de nuevos lenguajes. Desde un nivel de

39
análisis semiótico, son éstos los grandes cambios que la mediatización ha impuesto no
solo sobre los medios y sus lenguajes, y sobre la comunicación de la gente en la vida
cotidiana, sino sobre las instituciones sociales, las acciones de los hombres y las
manifestaciones culturales.
Posiblemente uno de los cambios revolucionarios en las relaciones entre la
realidad y sus representaciones históricas y prehistóricas en la pintura, la escultura, y
desde el siglo XIX en la fotografía y luego el cine y la televisión, consiste en que las
tecnologías virtuales y la digitalización se fundan en procesos de indicialidad y
contigüidad, de copresencia ontológica e interdependiente entre lo representado y el
observador, redefiniendo no solo sus relaciones mutuas sino la propia naturaleza del
observador. Éste ya no puede ser ni pasivo ni neutro y ni aún menos lo representado (el
objeto), porque ontológicamente las nuevas tecnologías han hecho emerger un nuevo tipo
de relación y de copresencia espacial y temporal entre ambos. Se ha hecho totalmente
tenue la separación entre realidad y ficción, así como las definiciones claras que las
separaban en la modernidad. Podemos decir que la posmodernidad revela como una de
sus características precisamente una ineludible necesidad de redefinición entre ambas y
las implicancias que esto conlleva, a nivel macro para múltiples dinámicas institucionales
(de la noción de representación a la presentificación) y a nivel micro para las relaciones
interpersonales y las concepciones de ciudadanía.
Para los teóricos e investigadores de la comunicación las implicancias para las
teorías de la comunicación han sido hasta la actualidad más bien preocupaciones de un
orden epistemológico, ya que la pretensión de construir una ciencia en el sentido más
estricto del término precisaba de conceptos y términos objetivamente establecidos y
reconocidos, precisaba de ‘metáforas fuertes’ (emisor-mensaje-receptor; fuente y destino;
públicos; medios; lenguaje y cultura de masas, etc.). La política, la sociología y la
semiótica sausurreana proveían muchas de estas metáforas teóricas que brindaban una
aparente solidez teórica a las construcciones conceptuales sobre los procesos de
comunicación. Pero las TIC, la digitalización y la virtualización requieren dar mayor
preeminencia a los soportes físicos y tecnológicos de la comunicación. A los procesos de
la metonimia sobre la metáfora, a la dinámica, las transformaciones y a una auténtica
redefinición ecológica del universo de los signos. Ha cambiado la ontología de la

40
comunicación, y con ella una creciente obsolescencia de los conceptos teóricos que
pretendieron dar cuenta de su dinámica y sus procesos de construcción de sentido.
Podríamos sintetizar la actualidad del desafío teórico en una fórmula algo simple como la
siguiente ecuación: como iremos de las metáforas de la representación teórica, a la
metonimia de la indicialidad y la contigüidad? Y finalmente: como transformaremos el
conocimiento adquirido en un nuevo orden conceptual, y en un discurso ‘científicamente
fructífero’ y con pretensiones de validez reconocible que supere las limitaciones de la
inferencia teórica?

7. Líneas teóricas para el abordaje de la mediatización. Cómo y porqué han


logrado los medios ejercer tanto poder de transformación social y cultural en
el espacio de pocas décadas?

Antes de ocuparnos de las líneas teóricas, prefiero adelantar brevemente una hipótesis
respecto a la segunda pregunta. Si las primeras preocupaciones teóricas con la aparición
del cine, la radio y la televisión se centraban sobre todo en el poder de la emisión y sus
efectos sobre la recepción en los públicos, con el surgimiento avasallador de las TIC y el
crecimiento de la circulación de mensajes en las redes y a través de múltiples
plataformas, la circulación se transforma en un factor predominante para entender las
transformaciones actuales que la mediatización universal produce en todas las escalas: en
los órdenes social, cultural, el político y el económico. El crecimiento exponencial del
poder técnico para producir y hacer circular y replicar mensajes a través de las clases, las
comunidades y los países, corroe y transforma todas las prácticas existentes sentando las
bases para transformaciones de orden civilizatorio. Parafraseando y traduciendo a Jenkins
(2014, p.366) “La propagación de textos de los medios nos ayuda a expresar quien
somos, a reforzar nuestros relacionamientos personales y profesionales, a fortalecer
nuestras relaciones unos con otros, a construir una comunidad y a concientizar más
personas sobre los asuntos con los cuales nos preocupamos”. Los procesos de
circulación de mensajes, sentidos y valores, bastante relegados en los análisis clásicos,
cobran así una importancia estratégica para abordar cuestiones de teoría de la

41
comunicación, incluyendo las implicancias físicas y ecológicas en las que se
materializan los procesos de comunicación.
Vamos a comentar ahora sobre tres líneas teóricas que presentan en la actualidad
las teorías más reconocidas sobre la mediatización. Por un lado tenemos una línea de
investigación que pone el foco de análisis sobre los procesos de institucionalización
(desde la perspectiva de la interacción social) y desarrollando las líneas de análisis que
los estudios de los medios siguieron durante el siglo XX para abordar el desarrollo de la
radio, el cine y la televisión. Tenemos como exponente de esta línea al dinamarqués Stig
Hjarvard (2014), asumiendo la influencia de la teoría de la estructuración de Giddens y
entendiendo la “mediatización como un proceso recíproco entre los medios y otros
dominios o campos sociales”, y su objetivo central es desarrollar un “cuadro teórico
emergente de lógicas institucionales” (2014, 25). Por el otro está Andreas Hepp que
contrapone la tradición institucionalista a la socioconstructivista (2014) Sostiene que
“ambas concuerdan que la mediatización es el concepto que capta la interrelación entre
las mudanzas de los medios y de la comunicación, y de la cultura y la sociedad” (2014, p.
45). Finalmente tenemos la postura de Verón, que propone una perspectiva
semioantropológica de larga duración sobre la mediatización, y sostiene que “los
procesos mediáticos son una característica universal de todas las sociedades humanas”
(2014, 13). Analiza las consecuencias del fenómeno mediático de exteriorización de los
procesos mentales y sus relaciones con los procesos de aceleración del tiempo histórico
así como las rupturas entre el espacio y el tiempo producidos por los dispositivos
técnicos. Verón centra en estas rupturas (antropológicas e históricas) los problemas
fundamentales de las modificaciones introducidas por los procesos de mediatización para
abordar las cuestiones sociales y culturales que se presentan en la actualidad,
condicionada como nunca antes por una cultura tecnológica omnipresente.
Los medios, al ‘mediar’ entre actores sociales, por un lado quiebran la naturalidad
de tiempo y espacio, y por el otro abren la posibilidad de investigaciones tanto de carácter
institucional como socioconstructivo en el sentido mencionado por Hepp. Hay que
señalar además la necesidad de tomar en cuenta la existencia e incidencia de las
diferentes dimensiones y topologías que operan no solamente a nivel físico de los
sentidos humanos, sino también sobre las configuraciones cognoscitivas (lenguajes,

42
lógicas y procesos de interpretación), así como a nivel de los imaginarios colectivos.
Debemos subrayar especialmente la importancia de estos tres ‘niveles’ (el sensible, el
cognitivo y el simbólico imaginario) operando dentro de la mediación entre actores
sociales y entre procesos institucionales y culturales, en tanto topologías que deben
tenerse en cuenta al estudiar los procesos de construcción de sentido, tanto desde una
perspectiva epistemológica como ontológica. La construcción de sentido es comúnmente
vista como un proceso de naturaleza abstracta y subjetiva, en que tiende a disminuir
relativamente la incidencia fundamental de los sustratos físicos y biológicos en que se
realiza el proceso de construcción de sentido (a nivel fisiológico, corporal y nervioso),
sustratos que forman parte fundamental e ineludible del proceso. A nivel de los sentidos y
la percepción, tenemos por un lado la ‘(a)percepción’ de los estímulos externos y por el
otro los que tienen origen en el propio cuerpo. A nivel cognitivo se considera el proceso
de formación de sentido como puramente abstracto y racional, siendo abordado sobre
todo bajo la perspectiva semiótica lingüística o bien a la luz de metáforas
informacionales como la teoría del procesamiento de información o las perspectivas
cognitivas.
No es común que se considere de relevancia en las investigaciones la enorme
incidencia del mundo de las emociones, las representaciones sociales y los imaginarios
tanto colectivos como personales. Para una gran mayoría de los estudiosos de la
comunicación, las ciencias cognitivas aún representan un campo extraño y misterioso.
Quiero volver a remarcar la necesidad de tomar en cuenta la multiplicidad de instancias
que juegan en el proceso de formación del sentido. Y creo de interés recordar la
proposición que desde su interpretación del Psicoanálisis realiza Jacques Lacan sobre tres
‘registros de lo real’: simbólico, imaginario y real. Efectivamente, hoy sabemos que
nunca percibimos objetivamente lo ‘real’ sin que se realice un procesamiento y una
interpretación a partir de múltiples registros y estímulos, a la vez externos e internos. Lo
que estamos discutiendo aquí es la vieja cuestión del lenguaje, de la construcción de
sentido y de la ‘construcción de la propia realidad’. En relación a estos puntos más
adelante me referiré a la relación de los lenguajes con objetos reales o virtuales como
procesos de referenciación (una objetivación del sentido) y la tesis de la ‘construcción de
la realidad’. Quiero mencionar a esta altura una cita de Nick Couldry “Para algunos

43
filósofos, pero no todos, esta relación está mediada por una entidad psicológica, imagen
mental de una persona, o un concepto sobre el objeto que es referido” (83). La
importancia de los niveles simbólico, psicológico e imaginario en los procesos de
construcción de sentido es reforzada, recalcando la complejidad y la interdisciplinariedad
requerida para el desarrollo de un conocimiento no reduccionista sobre éstos procesos.
Para abordar las cuestiones presentadas en el presente subtítulo salta a la vista la
complejidad y cantidad de problemas y teorías que se presentan para abordar la
investigación sobre los procesos de comunicación en el contexto presente de la
mediatización social. Andreas Hepp (2014), al sostener la tradición socioconstructivista
alude a la noción de configuración cognoscitiva. Sobre esta última noción, en “La
configuración cognoscitiva del campo de la investigación académica de la comunicación”
el investigador mexicano Fuentes Navarro (1996, p.243) menciona una investigación del
que surgen los siguientes “Marcos disciplinarios” que encuadran la investigación en
comunicación: sociológicos, comunicacionales, históricos, educativos, antropológicos,
epistemológico-metodológicos, económico-políticos, lingüístico-semióticos, entre otros.
Si los estudios sobre los primeros medios en el siglo XX requerían ésta
multiplicidad de abordajes se hace obvia la dificultad señalada anteriormente respecto a
la transversalidad: decíamos que “Si la perspectiva transversal puede llevar a la ‘visión
horizontal’ hacia una amplitud temática de múltiples cuestiones, problemas y objetos de
estudio, la ‘verticalidad’ deberá aportar a una perspectiva de profundización ...
Paulatinamente, podría ir configurándose una convergencia de temas, de objetos y de
abordajes compartidos hacia un núcleo de cuestiones interrelacionadas definitorias de
una problemática común”. Y la noción de configuración cognoscitiva no solo es útil para
trabajar sobre una epistemología de los estudios de comunicación, sino sobre la
influencia de los medios operando sobre la configuración cognoscitiva de las mentes de
los individuos en el campo real de tramas, actores, instituciones y lógicas compartidas de
los hechos mediáticos. Un conjunto de procesos sistémicos que operan en tanto
topologías (o una incipiente ontología) de la esfera de la comunicación entre los medios,
las instituciones, las mentes de los individuos y la cultura. Fuentes Navarro menciona
que “la formulación de Vizer puede servir como descripción inicial del carácter
cognoscitivo del estudio de la comunicación:

44
La comunicación define como propio un campo de problemas y de hechos cuya
característica es la multidisciplinaridad, las mediaciones y las articulaciones entre la
fragmentación y la diversidad de lo que denominamos ‘realidad’, y en primer lugar la
caótica y compleja interdependencia de hechos, procesos y sistemas de la realidad
social, que al ‘reflejarse’ en los medios de comunicación a nivel global, tienden a
reforzar en forma recursiva las tendencias tanto hacia la estabilidad como hacia el
cambio, abriendo un horizonte de incertidumbre, complejidad creciente y cambio
global. (Vizer en Fuentes 1996, 248).

Si bien esta formulación la realicé a comienzos de los 90 pensando en los medios


analógicos, creo que puede ser válida para reflexionar sobre la omnipresencia transversal
y la interdependencia sistémica entre los medios, las organizaciones y los procesos de
mediatización de nuestras sociedades. La figura actual de la sociedad en red, la
multiplicidad e interdependencia global entre instituciones, los actores sociales y las
tecnologías de la información y la virtualidad, no hace sino profundizar la necesidad de
abordar sus problemáticas desde perspectivas no reduccionistas ni estrictamente
disciplinarias: la información y la comunicación constituyen en sí mismas la savia que
realimenta y da sentido a todas las redes permanentemente. Para entender el
funcionamiento y la supervivencia ontológica de este ecosistema creo que permanece
vigente “la necesidad de un ‘dispositivo’ comunicacional transdisciplinario, ya que
numerosas disciplinas han requerido - tanto por necesidad teórica como por ejercicio de
su práctica - el ‘auxilio’ de conceptos, modelos y abordajes comunicacionales (como la
psicología, la economía, la sociología, la antropología y otras disciplinas)” (Vizer, 1994,
p.364)13. Sostenía en esos años que una característica central que marcaba un rasgo
específico para las teorías de la comunicación era su naturaleza recursiva: la
conceptualización teórica de la comunicación como un metadiscurso (sobre los propios
procesos de comunicación). Como reflexión sobre la necesidad de ‘un dispositivo teórico,
un discurso sobre el sentido y sobre los propios discursos que construyen sentido (como
en el caso de los procesos de comunicación dentro de los cuales construimos sentido en la
vida cotidiana)’. Esta postura nos acerca ahora muchísimo al pensamiento de R. Craig
(1999) y la necesidad de pensar como objetivo la construcción de una especie de matriz

13
En Investigar la comunicación, propuestas iberoamericanas, México 1994.

45
central que reúna problemas compartidos por las diversas disciplinas que ‘hablan de
comunicación’:

A pesar de que la teoría de la comunicación no es aún un campo coherente (de


conocimiento), creo que puede y deberá llegar a serlo. Un campo va emerger en la
medida en que nos comprometamos como teóricos de la comunicación con objetivos
socialmente importantes, cuestiones y controversias que cruzan a través de varias
tradiciones disciplinarias, especialidades, metodologías y escuelas de pensamiento
que en el presente nos separan. Yo argumento que todas las teorías de la
comunicación son relevantes para un mundo de la vida en que la comunicación ya es
un término profundamente significativo. La teoría de la comunicación es en este
sentido un campo coherente de práctica metadiscursiva, un campo del discurso sobre
el discurso con implicancias para la práctica de la comunicación. (Craig, año p.120).

Por último podemos decir que este escenario nos requiere teórica, crítica y
epistemológicamente discutir y argumentar con las teorías de la complejidad (Morin y
otros), con Von Foerster y la Teoría de Sistemas y otras. También nos acerca al McLuhan
de la visión ecológica de las tecnologías de los medios y demanda a Bruno Latour y la
teoría del Actor-red. La Hipermediatización universal nos sumerge en semióticas y
entornos icónico-indiciales (icónicos como el cine, indiciales como la televisión). Y aquí
es donde nos reencontramos curiosamente con Jacques Lacan y su propuesta de los 3
registros de realidad: imaginario, simbólico y ‘real’. Estos 3 registros pueden ser
planteados también como registros de la comunicación y de los procesos de construcción
de sentido. El sentido no puede operar o al menos hacerse inteligible sin la articulación
entre los 3 registros y las ‘interfases’ que se establecen entre ellos haciendo posible la
interpretación. Esta es a la vez real (la materialidad de un discurso), simbólica (los
códigos del lenguaje), e imaginaria (la memoria, las metáforas, las imágenes que
despierta un mensaje). Si entendemos la realidad cotidiana en el sentido de estos tres
registros, la comunicación se presenta prácticamente como un proceso fundamental del
que formamos parte activamente desde el propio nacimiento. Un proceso complejo y
multidimensional en el que participamos desde antes de comenzar a hablar en la infancia,
y dentro y a través del cual se forma y desarrolla la personalidad humana. Una verdadera

46
ecología de la vida humana en comunidad. Una teoría de la comunicación no
reduccionista se presenta como una perspectiva teórica comunicacional sobre estas
ecologías humanas.14

8. La noción de referenciación y las tres dimensiones de creación topológica:


una propuesta de modelización

Como toda producción humana, los medios de comunicación existen y se mantienen


porque su propia lógica de funcionamiento busca y desarrolla todas las posibilidades y
soportes, todos los canales y registros que les permita captar la atención de usuarios
presentes o futuros, reales o imaginarios. En los cursos de comunicación acostumbro
recalcar la importancia de la noción de ‘referencia’15, como una relación entre el lenguaje
y un objeto externo al mismo. En segundo lugar creo válido sostener que los mayores
avances en comunicación se consiguen al establecer hipótesis de trabajo bi-disciplinarias,
reforzando el argumento del refuerzo entre disciplinas que ayuden a relacionar procesos
de comunicación con actividades y proposiciones de otras disciplinas, ya que los
procesos semióticos de referenciación tienden a ser precisamente efectos o emergentes de
actividades, contextos, situaciones o procesos muchas veces ajenos al ámbito semiótico,
ámbitos que precisan del proceso semiótico para realimentarse de información
imprescindible para realizar su propia dinámica, desde organismos simples hasta los seres
humanos.
En este sentido, asociando un proceso semiótico como el de referencia a un
proceso ecológico, propongo tres dimensiones topológicas fundamentales que definen la
especificidad semiótica de las prácticas de comunicación: una dimensión de

14
Tenemos un ejemplo de aplicación en la metodología de análisis de comunidades y organizaciones que
hemos denominado Socioanálisis Comunicacional.
15
Nick Couldry: “Reference' for a philosopher, or for a linguist, is a relation between an element in a
language, like the word John and something in the world (its ‘referent'), such as the flesh-and-blood person
John. One half of the relation is a bit of language; the other half of the relation is not. (For some
philosophers, but not all, this relation is mediated by a psychological entity, a person's mental image, or
concept, of the thing referred to.)” (2003-2004, p.83)
Trad. Referencia para un filósofo, o para un lingüista, es una relación entre un elemento en un lenguaje,
como la palabra ‘John’ y algo en el mundo (su ‘referente’) como la persona John de carne y sangre. La
mitad de la relación es un poco de la lengua; la otra mitad de la relación no. (Para algunos filósofos, pero
no todos, esta relación está mediada por una entidad psicológica, imagen mental de una persona, o un
concepto sobre el objeto que es referido).

47
‘referenciación’ como un proceso, una práctica o acción de establecer una relación entre
el mundo objetal externo y un acto de lenguaje, una palabra, una frase, una imagen u otro
objeto. Al mismo tiempo que esta relación es de naturaleza simbólica, o semiótica, se
genera una acción de objetivación, de ‘poner afuera’, de “exteriorización de los
procesos mentales en la forma de dispositivos materiales (los medios)” (Verón, 14). La
asociación de la noción de referenciación con la hipótesis de la comunicación como
construcción de realidad salta a la vista. Con esta asociación también surge una hipótesis
fuerte que sostiene que los procesos de referenciación, asociados a los objetos del mundo
- e incluyendo obviamente a otros humanos - tienden finalmente a construir una
ontología ‘real’ que emerge como consecuencia de la ‘topología comunicacional’ del
lenguaje, una topología (o topologias) de orden tanto ‘real, como simbólica e
imaginaria’. Surge inmediatamente una asociación inevitable con la noción
fenomenológica de ‘mundos de la vida’. Mundos donde las fronteras entre el afuera y el
adentro, lo objetivo y lo subjetivo se relativizan, perdiendo la rigidez unívoca de un
realismo estrechamente materialista. Es claro que investigar los procesos de
comunicación y construcción de sentido desde estas perspectivas requiere de nuevos
abordajes teóricos y una concepción antropológica e histórica de la epistemología que
sobrepasa los marcos disciplinarios de la lingüística, la sociología o de las ciencias
cognitivas. Por ej. N. Couldry (2003-2004), observa la posición intermedia de los medios
entre el polo económico y el cultural y afirma que esta posición le otorga un interés
especial al análisis de los media como campo de investigación unitario, y propone como
encuadre de análisis la aplicación de la teoría del campo planteada por Bourdieu.

There is little doubt that, as a sphere of cultural production, the media can prima
facie be analysed as a single field, or a collection of fields, (each) with a distinctive
pattern of prestige and status, its own values. Indeed, according to Bourdieu, the
media’s intermediate position between the cultural and economic poles of the wider
cultural field gives it a particular interest as a field. This section notes the positive
contribution of field theory to media analysis. (2003/2004p.677) 16

16
“Hay pocas dudas de que como una esfera de producción cultural, los medios pueden prima facie ser
analizados como un único campo, o una colección de campos, cada uno con un patrón distintivo de
prestigio, status y valores propios. Más aún, de acuerdo a Bourdieu, la posición intermedia de los medios

48
Una segunda dimensión que menciono es la ‘interreferenciación’, o sea la
necesidad de establecer y mantener vínculos con el Otro (una referenciación mutua entre
seres vivos o semejantes, los que al ‘referenciarse y objetivarse’ mutuamente, en una
interacción de co-construcción de relaciones, hacen emerger un contexto topológico
común y compartido, un vínculo y un espacio específicamente “social”). Por último,
propongo la dimensión de ‘autoreferenciación’ (Vizer, 2003, 2006, 2012) como la
práctica semiótica de ‘exteriorización’ de una identidad (individuo, grupo, institución o
colectivo social) poniendo en evidencia la propia existencia como entidad-identidad
individual ante los otros, ante el mundo y ante sí mismo. Es en esta dimensión de la
autoreferencia donde las palabras y los gestos del sujeto (emisor individual o colectivo,
voluntario o involuntario) reflexivamente coinciden con el propio sujeto comunicante (se
torna un objeto de su propia habla, hace referencia a sí mismo, ya sea que lo haga de
manera explícita o no). Con su sola presencia, el sujeto u actor social - aún antes de
hablar - genera un espacio, una topología que lo pone en evidencia (por eso la Escuela de
Palo Alto decía que es imposible no comunicar), y ese acto de “hablar” lo instituye ante
todo el mundo como una identidad, como sujeto existente y real ante los otros y el
mundo. Una topología de la identidad que se puede expresar en palabras, gestos,
imágenes, tonos de voz, presencia física o vestimenta.
Estas tres dimensiones requieren concentrar nuestra atención: a) en una práctica
topológica de referenciación, una exteriorización o la producción objetiva de objetos de
sentido o contextos (a través de un texto, una conducta, una charla, una imagen, un
evento organizado o un acontecimiento, hasta llegar finalmente a una construcción
cultural organizada en la forma de institución, etc). En otras palabras, una especie de
topología o bien una economía semiótica de producción de signos y significados (una
expresión de la “construcción social de la realidad”).

entre los polos cultural y el económico en un campo cultural mayor, le otorga un interés particular como
campo. Se observa la contribución positiva de la teoría del campo al análisis de los media”. N. Couldry,
Metacapital: The Incompleteness of the Media Field. En Media meta-capital: extending the range of
Bourdieu’s field theory 2003/2004

49
b) Una práctica de construcción de una topología de redes y relaciones entre seres
humanos a fin de conseguir y mantener el establecimiento de lazos sociales. Las redes
sociales (como interreferenciación social) representan un ejemplo relevante, por un lado
como modalidad de prácticas concretas (o bien virtuales) de creación de vínculos, y por
el otro como un ejemplo concreto de topología emergente, - como en el caso
generalmente conflictivo de la política, ya sea instituida y organizada formalmente (como
organismos de Estado) o bien ‘instituyente’ como en los movimientos de protesta o de
masas -. Estas relaciones interreferenciales también se manifiestan empíricamente como
un espacio de prácticas sociotécnicas (como en la economía, los modos y prácticas de
producción y las tecnologías). Estos procesos sociales y técnicos en red son ampliamente
investigados con metodologías sumamente precisas elaboradas originalmente en la
Segunda Guerra Mundial por los matemáticos húngaros Erdos y Rényi y que han dado
origen a nuevas técnicas de estudio de redes sociales.
c) Por último, la actividad comunicativa que todo sujeto o actor social realiza de manera
implícita o explícita, en principio para afirmar la propia identidad o bien ‘llamar la
atención sobre la persona’, desde individuos a empresas, clubes de fútbol o agencias de
gobierno hasta entidades internacionales. Las prácticas autoreferenciales contribuyen al
reconocimiento social, a la afirmación de la identidad y al ejercicio de la expresión
personal. Todos necesarios para conseguir la atención del ‘Otro’ sobre uno mismo, sobre
la propia ‘identidad’ (ya sea que se trate de un individuo, de una institución, una etnia,
una comunidad o un país, a través del ‘trabajo’ que realiza el actor social a fin de
generar un ‘capital propio’ por medio del aumento de la atención de los otros sobre sí,
planteado así en términos de Bourdieu-Couldry). Creo que las tres funciones o
dimensiones de la comunicación permiten hallar un nexo fuerte por un lado entre los
procesos semióticos como procesos ‘mentales’ y por el otro con la acción corporal y
social, con las prácticas de la vida cotidiana. Y así también se establecen relaciones con
los ambientes topológicos en que se desarrolla la vida que llamamos ‘social’: el ambiente
físico, el social y el simbólico cultural. Esta perspectiva permite quebrar la separación
entre lo ‘mental’ y lo físico como entidades totalmente dicotómicas e irreductibles entre
sí, permitiendo abordar los procesos de comunicación como conjuntos de una ontología a

50
un mismo tiempo semiótica y físico material (en buena medida, creo que la teoría del
Actor - Red persigue un objetivo similar).
La referenciación, la exteriorización y la atención son las funciones primordiales
del acto de comunicación, ya sea en la interpersonal o la mediada técnicamente. La
influencia universal de los dispositivos tecnológicos de información y de comunicación
ha profundizado y complejizado los procesos de emergencia de la mediatización social
hasta un nivel nunca imaginado hace pocos años atrás, llevando las dimensiones de la
comunicación mencionadas hasta lo que podemos denominar una crisis de escala,
presentando una configuración inédita y planetaria para todas las sociedades.
Antropológicamente, podemos afirmar que las sociedades humanas acrecientan
permanentemente su capacidad para producir y procesar ‘capital de referenciación’17 o
cultura, de una forma equivalente a la que se realiza a través de la economía en tanto
producción material, aunque las TIC han permitido la creación de procesos híbridos entre
la naturaleza, la cultura y lo que se denomina economía inmaterial o cognitiva. Se
produce un crecimiento ilimitado de la capacidad de producción no solo material sino
simbólica, cultural y de conocimiento a través de las tecnologías, los bancos de datos, las
redes de colaboración científica, etc. Por otro lado, la ‘interreferenciación’ social
mediante redes y dispositivos específicos y las experiencias compartidas (amén de la
conectividad permanente) ha llevado al extremo la interdependencia mutua entre
individuos, grupos, organizaciones y países (por ej. la mundialización o la
‘globalización’). Aunque no se puede afirmar que estos crecimientos cuantitativos en la
capacidad de conexión representen también un salto en la ‘calidad’ de la
interreferenciación, sí podemos pensar en el ámbito de la política como un emergente
histórico del desarrollo cuantitativo y cualitativo de los procesos semióticos de
interreferenciación que realimentan la construcción de los procesos, las estructuras y las
dinámicas políticas (por ej. la emergencia y formación de las instituciones políticas). Por
último, la dimensión de la autoreferenciación, entendida como potencialidad de
autonomía y expresión por parte del propio individuo, una etnia, o un grupo, se ha
fortalecido exponencialmente con la enorme multiplicación de dispositivos técnicos de

17
En este sentido se presenta como interesante, y seguramente fructífera la proposición que hace Couldry
sobre la cultura como un Metacapital, una noción que adapta a partir de la de capital, originalmente
propuesta por Bourdieu.

51
comunicación a disposición; y a un nivel macrosocial podemos establecer paralelos con
los procesos de creación de identidades colectivas e instituciones sociales. Por ej. la
publicidad y la propaganda son una manifestación moderna de autoreferencia por el uso
mediático de dispositivos y mensajes que construyen, difunden y buscan
‘institucionalizar’ la imagen de una empresa, un producto, un partido político, una
ideología, una institución y hasta un país.
En la evolución histórica de las sociedades observamos la emergencia, la
competencia y lucha entre (id)entidades institucionales que plantean de manera implícita
o bien explícita su propia autoreferencia y aún la búsqueda por la consolidación de una
hegemonía entendida como valor universal, además de la diferenciación o distinción ante
el resto de la sociedad. Tenemos así las figuras y representaciones del Estado y el
gobierno, del sistema judicial, religioso, educacional, productivo, de salud, etc. La
Modernidad europea implicó precisamente el reconocimiento de esta autonomía
identitaria por parte de instituciones que históricamente solo habían representado un
apéndice del poder religioso o del sistema de gobierno, teniendo como ejemplos a la
Edad Media europea o las teocracias de la actualidad, en especial en el mundo islámico,
donde el propio Estado se halla sujeto y supeditado a la (id)entidad y los valores de la
religión como institución suprema. El comunismo chino o ruso del siglo XX
reemplazaron la institución religiosa por una entidad intelectual ideológica, retrotrayendo
la historia a una realización ideológica del racionalismo de los ideales del Iluminismo,
una suerte de monoteísmo intelectual ateo sustentado en la (id)entidad autoreferente del
Partido y el Estado. Y con perdón del lector, creo que no sería exagerado sostener que en
Occidente en el siglo XXI estamos viviendo un proceso que podríamos denominar con
cierto humor como ‘monoteísmo de mercado’, donde el valor central de referencia se
halla sustentado en las identidades de las instituciones financieras más que las
específicamente económicas.
Así, no creo que se exagere cuando se habla de que nos hallamos ante la
emergencia de nuevas modalidades civilizatorias. Una emergencia que no permite hablar
- al menos en el presente - de ‘evolución’. En primer lugar porque la noción de evolución
se refiere a largos períodos de tiempo, y luego porque habría que definir qué se entiende
por el término. Creo más adecuado pensar en términos de emergencia: de nuevas y más

52
complejas formas de organización social, nuevas modalidades de establecimiento de
lazos institucionales y sociales a través de la tecnificación tanto de la economía
productiva como de la política, la gobernabilidad y el control social. También podemos
referirnos a la emergencia y el crecimiento del acervo de conocimientos y experiencias
registradas por las comunidades humanas, o sea el aumento del ‘stock’ de reservas de
información y conocimiento, paralelamente al crecimiento de la capacidad para procesar
enormes masas de información gracias a los propios medios infocomunicacionales (un
crecimiento de la capacidad de referenciación). Con respecto a nuestra tercera dimensión,
o sea la autoreferenciación, se han venido planteando argumentos tanto optimistas
(crecimiento de la autonomía y la autorealización del individuo y de comunidades enteras
a través de la ampliación de las posibilidades de desarrollo personal), así como también
argumentos más pesimistas sobre la dependencia creciente de las máquinas para realizar
tareas tanto físicas como mentales.
Cuando se lee o se escribe sobre los procesos de mediatización social, se hace
referencia implícita - a veces explícita - al cambio tecnológico. Cuando éste es asimilado
por la sociedad y es ‘institucionalizado’ estableciendo nuevos patrones de producción,
podemos comenzar a considerar que nos hallamos frente a una ‘emergencia’, o hasta una
‘evolución’ respecto de formas anteriores. En este sentido la sociedad industrial ha dado
origen a los modos de producción actuales en la forma de una emergencia social de
nuevas formas de producción sociotécnica, en las cuales la producción inmaterial se
alimenta sobre todo a través de operaciones semióticas que realimentan los procesos de
producción y circulación de valores y objetos información. Por último, debemos
mencionar que el capital cultural de información y conocimiento (podemos llamarlo
Metacapital en términos de Couldry) tiende a crecer y circular indefinidamente, y es cada
vez mas incorporado a las prácticas económicas, sociales y culturales, dando origen a lo
que hace unos años atrás denominábamos en las publicaciones especializadas como
‘Sociedad Mediatizada’, diferenciándola así del rótulo ya clásico de Sociedad de la
Información, o de la Comunicación. El campo de estudios de la comunicación ganaría así
una amplitud y densidad interpretativa de una escala muy ampliada y una profundidad
ontológica nuevas.

53
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57
SIGNIFICACIÓN DE LA TEORÍA EN UN CAMPO DIVERSIFICADO18

Luiz C. Martino

La diversidad teórica (ferment in the field, interdisciplinaridad) fue tratada en la literatura


de epistemología del área de Comunicación como uno de sus problemas centrales.
Evidentemente no se trata de la diversidad en sí misma, que es inherente a todo y
cualquier campo teórico. Ella debe ser ubicada en el movimiento general de las últimas
tres décadas, durante las cuales se multiplicaran las proposiciones de nuevos paradigmas
epistemológicos, reivindicando nuevas propiedades del conocimiento. En este sentido es
un tema relevante para todas las áreas del conocimiento, en particular para aquellas más
susceptibles de representar a sí mismas como formas sui generis, fuera de los cuadros de
los saberes instituidos (saberes de frontera, de cruces de caminos, transversales); o que
juzgan tener una vocación natural al pluralismo teórico (interdisciplinario,
multidisciplinario, transdisciplinario; etc.). Como es el caso del área de Comunicación.
Internamente a este campo la cuestión se presenta de la siguiente manera: ¿cómo
pensar el área de Comunicación en un cuadro de rápida expansión y poca sistematización
de los conocimientos? ¿Sería posible conferir unidad a un conjunto de teorías tan
heteróclito? Si la Comunicación es un área del conocimiento, ¿cuál sería su estatuto
epistemológico? Desde los primeros intentos de sistematización del campo, llama la
atención la abundancia de perspectivas posibles para abordar los fenómenos
comunicacionales. Inicialmente ella fue considerada un obstáculo, una vez que sería
imposible dar unidad a un conjunto de teorías tan heteróclito y que se incrementa
rápidamente. Sin embargo, en los años 90 ganó fuerza un sentido afirmativo, que hace de
la diversidad teórica una característica epistemológica de esa área del conocimiento. Así,
tanto los céticos como aquellos que consideran la Comunicación un saber no
convencional se basaron en ella para construir sus argumentos (Martino, 2003). Tal

18
Este artigo es una versión más amplia y modificada de la conferencia de apertura del Coloquio Brasil-
EUA. INTERCOM, Universidad de “Caxias do Sul” septiembre de 2010.

58
convergencia indujo el entendimiento de que la diversidad teórica sería un "estado de
hecho", una evidencia.
Otro aspecto interesante que contribuye para esta percepción es que teóricos de
tendencias tan diferentes, como el pensamiento marxista, el pensamiento posmoderno, el
pensamiento complejo... – que disientan en casi todo – se ponen de acuerdo en un punto
tan esencial, reforzando la idea única de la Comunicación como campo interdisciplinario.
Hoy es corriente considerar la Comunicación un "campo interdisciplinario", no obstante
la redundancia de esa expresión (como veremos pronto). No solamente nos
acostumbramos a estas imágenes imprecisas, sino también las tomamos implícitamente
como valores "naturales": la diversidad sería mejor que su ausencia, dejando implícita la
suposición de que un campo con "más teorías" sería mejor que uno con "menos" teorías.
Armados de "hechos" y valores de ese tipo, la discusión no encuentra buenas condiciones
para desarrollarse. Y para completar este cuadro poco propicio a la reflexión
epistemológica, la discusión de la diversidad teórica ha sido confundida con el pluralismo
(política) o la libertad de expresión (opinión pública), de modo que algunos ven ahí la
necesidad de defender la democracia, la pluralidad cultural...
La naturalización del problema refuerza la visión binaria de facciones opuestas,
cuando en la verdad sería más apropiado admitir dos programas diferentes siendo
desarrollados: un programa débil, en que la Comunicación funciona como campo; y un
programa fuerte, en el cual ella es considerada una disciplina de las ciencias sociales.
Ellos no son necesariamente opuestos, por lo tanto, la radicalización transcurre de la
posición interdisciplinaria que afecta la noción de campo e intenta darle un estatuto
epistemológico (o antiepistemológico)19.
El problema afecta directamente el status y la naturaleza de la teoría. La visión
dominante ha sido aceptar la diversidad como evidencia factual y buscar exponer sus
consecuencias en el plan de la teoría. El trabajo epistemológico así orientado busca
revelar esta nueva teoría o discutir si la noción de teoría (ciencia, epistemología...)

19
Es importante tener en cuenta que todos los conceptos e ideas envueltos en el problema tienen
significados muy diferentes, según el programa adoptado. Hay, por consiguiente, un sentido para la noción
de diversidad que es inherente a la ciencia y otro que niega la ciencia. La expresión "campo
interdisciplinario" se utiliza aquí en este último sentido, mientras que la compatibilidad de los dos
programas corresponde a la perspectiva del programa fuerte.

59
todavía hace algún sentido20. Nuestro punto de vista es lo contrario a ése, en la medida
que partimos del análisis de las condiciones de posibilidad de la diversidad: ¿en que ella
se asienta? ¿Que nos permite afirmar la diversidad teórica de la Comunicación y en que
ella sería diferente de las de otras áreas de conocimiento? En trabajos anteriores
mostramos la necesidad de reverse la idea de "diversidad". El análisis de un amplio
levantamiento de las teorías que han sido reconocidas como "teorías de la comunicación"
mostró que estas corresponden a designaciones vagas, que no se apoyan en ningún
criterio explícito para clasificarlas de esa forma (Martino, 2003 y 2007).
Estamos acostumbrados a oír que existen muchas teorías de la comunicación, sin
embargo, eso debería presuponer criterios para identificar ese tipo de teoría (¿Cómo saber
se una teoría es "teoría de la comunicación"?). Puesto que, justamente, la aceptación
previa de la diversidad teórica es incompatible con tales criterios. Lejos de estar apoyada
en evidencias factuales, la diversidad teórica es un posicionamiento en el debate y se
apoya en una petición de principio. La supuesta imposibilidad de identificar las teorías de
la comunicación o de sistematizarlas en un área de conocimiento no es el resultado de
propiedades especiales de nuestra área de estudio (complejidad del objeto, interfaces...);
tampoco puede apoyarse empíricamente en la alegada diversidad, tal imposibilidad ya
estaba dada desde el inicio, en la forma misma de colocarse la cuestión (campo
diversificado, interdisciplinario).
El presente artículo traza un breve panorama de la cuestión para concentrarse en
el plan de la teoría. Visa analizar las consecuencias de adoptar la noción de diversidad
teórica como base de reflexión epistemológica sin revisarla críticamente. Y es
efectivamente eso que tenemos cuando ella aparece articulada a la idea de un
campo interdisciplinario. La radicalización de esta idea está intrínsecamente asociada a la
negación de la ciencia y de un programa fuerte para la Comunicación. Ella corresponde,

20
De todo modo no sería posible sistematizar las teorías o identificarlas como pertenecientes a la
Comunicación, pues serían de otras áreas. Por eso la especificidad de la Comunicación no fue buscada en la
especificidad de su teoría, como hacen otras disciplinas, sino en la interdisciplinaridad. Por ejemplo, como
expresa Miège: "Lo que las SICs [Ciencias de la Información y de la Comunicación] tienen de propio a
ellas es, por lo tanto, poder aplicar metodologías inter-ciencias a problemáticas transversales [...]" (2000, p.
562). Respuesta bastante insuficiente, pues equipara teoría a "aplicar metodología" y área de conocimiento
a un conjunto de áreas. De forma no menos problemática, Daniel Bougnoux (1999) toma como sinónimos
Comunicación e interdisciplinaridad.

60
por lo tanto, a propuestas de grandes transformaciones de la noción de teoría y este es el
punto que aquí será enfocado.

1. Campo y disciplina

La distinción de estos términos es suficiente para introducirnos en el problema de la


diversidad. El primero designa el cruce de disciplinas, de modo que todo y cualquier
campo teórico es necesariamente interdisciplinario. Bajo este ángulo, la expresión
"campo interdisciplinario" es aceptable, a medida que los pleonasmos son aceptables en
el ámbito de la lengua; por veces pueden ayudar en la expresión, pero son redundantes en
el plan del pensamiento. De todo modo, la idea de "campo de la comunicación" no es
menos paradójica, si por ella se pretende indicar un área de conocimiento y una
epistemología propia. Ella quita la posibilidad de haber teorías de la comunicación
(serían teorías de diferentes áreas, o sea, teorías de la psicología, sociología, etc.).
Tendríamos solamente una etiqueta y una acepción débil21.
Por consiguiente, si llevamos adelante el entendimiento más corriente de la
diversidad teórica, no haría sentido hablar de teoría de la comunicación. Sin embargo, eso
parece no molestar a aquellos que se alinean con la proposición de un programa débil. Al
contrario, ven ahí la confirmación de la inviabilidad de desarrollar la Comunicación
como un programa fuerte. De hecho, eso no puede ser realizado a partir de la noción de
campo, pero argumentaciones en este sentido no son muy útiles, solamente desdoblan
esta noción y no entran en el mérito de un programa fuerte. Se constituyen cómo petición
de principio: la conclusión ya estaba en las premisas. Teorías de la comunicación (stricto
sensu) tienen como referencia la noción de disciplina.
Campo y disciplina son nociones irreductibles entre sí, no hay como probar que
un área de conocimiento sea "realmente" de esa o aquella manera. Además de eso,
considerar la Comunicación como un campo no es la misma cosa que afirmar que ella
"es" un campo. Se trata de una forma de organizar las teorías, o sea, al modo como
planteamos y formulamos la relación entre ellas y no de verdades que están en el mundo.

21
Las teorías del campo son solamente teorías sobre comunicación. Su unidad es solamente temática o del
objeto empírico. Ver Martino, 2007.

61
Podemos analizar prácticas, examinar el funcionamiento de instituciones académicas,
levantar sus usos en la literatura, sin embargo, nada de eso quita una u otra de esos
abordajes. En otras palabras, la diversidad teórica no puede ser usada como argumento,
simplemente porque no hace sentido partir de la noción de campo para "certificarse" que
la Comunicación no "es" una disciplina.
El único modo de comparar los programas es analizar sus consistencias internas,
explotar sus respectivos límites y limitaciones, para poner a prueba las consecuencias y
las dificultades de cada uno de ellos. En el caso del programa fuerte, los principales
problemas planteados son: la complejidad del objeto de estudio, la dificultad de atribuir
características propias a las teorías de la comunicación o como definir el fenómeno
comunicacional. Ellas están interrelacionadas y remiten a la problemática de pensar la
Comunicación como disciplina. No es el objetivo de este texto revisar las respuestas a
estos problemas, solamente dejaremos señalado que se trata de dificultades análogas a
aquellas de las ciencias sociales, el que permite contar con las soluciones ahí
desarrolladas. También recordemos que no es muy corriente reunir las condiciones para
llevar a cabo ese apoyo. La inserción de la Comunicación en el espacio de las ciencias
sociales presupone conocimientos de epistemología de esas ciencias y la intención de
tratar la Comunicación como disciplina. La formación en Comunicación no favorece la
primera (los cursos de graduación son dirigidos para la formación de profesionales
técnicos) y raramente los científicos sociales vislumbran la segunda. Hay, por lo tanto,
relativamente menos inversión en la reflexión de un programa fuerte.
De otra parte, si el programa débil es ampliamente aceptado, poca atención es
dada a su fundamentación y a las consecuencias de su implementación. Enseñanza,
formación de investigadores, redes de investigaciones, sistematización del conocimiento,
todo eso tienen serias dificultades, ya que no cuentan con un corpus de teoría específico.
Planes de enseñanza completamente diferentes, congresos con divisiones temáticas
disparatadas... Por supuesto que investigaciones son realizadas y no es nuestra intención
entrar al tema del valor de cada una de ellas. La cuestión es que, desde el punto de vista
epistemológico, "aplicar" teorías de otras áreas, como las de la psicología, por ejemplo,
no es diferente de "ser psicólogo" o de "hacer psicología". ¿Entonces el que habría de
comunicacional en estas investigaciones? He ahí, un ejemplo de las dificultades que

62
tienen aquellos que desarrollan el programa débil en oposición al programa fuerte. Por
eso, esta vertiente está asociada a movimientos que pretenden "revolucionar" el
conocimiento, desclasificando la división disciplinaria y creyendo en la radicalización del
eclecticismo teórico. Más bien, de esa manera, ¿el problema desaparece o se multiplica?
En estas condiciones extremas la mistificación de la teoría de la comunicación
pasa a ser inevitable. O ella no existe, o ella se extiende hasta perderse en todas las
direcciones del horizonte del conocimiento humano. Pasamos de la nada al infinito, de la
falta al exceso, pues poca cosa separa el más radical escepticismo de la libertad
interdisciplinaria; bajo la aparente disparidad estas posiciones expresan la imposibilidad
de teorías de la comunicación (Martino, 2003; 2007). Ahora bien, si quisiéramos saber lo
que son teorías de la comunicación, el que las caracteriza, no podemos partir de la noción
de campo o de criterios externos (balizas institucionales, razones políticas, mecanismos
psicológicos, historia del área, etc.), de esa forma tendremos solamente aspectos
secundarios, rasgos generales que nada dicen de su especificidad. Tenemos que partir y
trabajar con la idea de un programa fuerte, una disciplina. Y eso no es tan complicado
como algunos quieren hacer creer, principalmente se miramos hacia las objeciones
levantadas que se apoyan en una idea de la diversidad teórica poco consistente.

2. Teoría y disciplina

Del mismo modo que no podemos entender el significado de conceptos sin relacionarlo a
la teoría que le sirve de contexto, el sentido de una teoría debe ser ubicado en el contexto
de una disciplina 22. Por eso, teorías "sueltas" y conceptos "transversales" no hacen
mucho sentido. Que la psicología y la sociología emplean la noción de individuo, no
quiere decir que tenga el mismo significado para ellas, en la verdad emplean el término a
partir de suposiciones muy distintas. La visión interdisciplinaria parte directamente de los
conceptos tratándolos como realidades reificadas; no distingue teoría y metafísica,
epistemología y ontología. El "individuo" existiría de hecho, independiente de las
perspectivas teóricas a través de las cuales la realidad es alcanzada. Los conceptos serían

22
Por ejemplo, ver nuestras discusiones sobre como las corrientes teóricas en Comunicación entienden el
dato empírico (2011) y la diferencia de la explicación comunicacional delante las otras (2013).

63
solamente "modos de hablar", designaciones de cosas que permanecerían siempre iguales
a sí mismas, independientes del trabajo de representación y sus intervenciones en el
objeto representado.
No afirmamos que la noción de transversalidad deba ser suprimida, ella guarda su
valor heurístico, especulativo; cumple una función importante en la generación de teorías,
de ahí el interés de no hacer de ella una "alternativa" en oposición a la división
disciplinaria. Sin embargo, aquellos que insisten en tomarla de esa última forma deben
dar respuestas a los problemas relacionados a la proposición de conceptos absolutos y de
teorías aisladas (epistemológicamente descontextualizados). Veamos dos de ellos.
1) Una idea central en el pensamiento de campo interdisciplinario, relacionado a
esta visión reificadora, es que podríamos aplicar teorías de otras áreas. Llevada adelante,
esta tesis implicaría una insostenible instrumentalización del conjunto de los
conocimientos. Aunque admitiéndose que teorías sean recursos disponibles y empleados
según las necesidades, no podemos pasar por alto que requieren una formación y un
trabajo de regulación permanente, gracias a la acción crítica de otras teorías. Además, los
resultados de las investigaciones aportan dinamismo al conjunto, demandando
considerable esfuerzo para acompañar y mantenerse al corriente del estado de los
conocimientos.
Eso hace con que teoría no sea sinónimo de información, difieren de esta por el
esfuerzo permanente y por la complejidad de su empleo. Mucho del trabajo
académico/científico es dedicado a la construcción del contexto de interpretación; las
divisiones disciplinarias funcionan como ambientes que alteran el sentido de las
informaciones23. En el plan cognitivo el uso de teorías implica elevados niveles de
complejidad de la actividad simbólica, que envuelve la acción y la articulación del
pensamiento en el plan lógico, epistemológico y empírico. El desarrollo de esa capacidad
se da en el seno de una tradición de investigación; pone en juego los conocimientos
acumulados (patrimonio teórico) y el conjunto de las demás tradiciones, el cual
solamente puede ser alcanzado como interpretación situada, como análisis realizado a
partir de una de las tradiciones que compone el área de conocimiento. Y este no es un

23
Alteración que también pasa en el plan de la lengua, ver la distinción entre sentido y significado de
Osvald Ducrot (1972, p.55).

64
compromiso opcional, no hay "fuera del juego", cada teoría expresa, o se expresa como
un posicionamiento, no puede reivindicarse cómo totalidad. La visión holista del
conocimiento humano como campo unificado "libre" de discrepancias, no puede ser
mantenida delante al perspectivismo intrínseco al conocimiento.
Aplicar teorías no es una operación tan sencilla cuanto parece. Tampoco sería
coherente aplicar teorías de otras áreas de conocimiento si no se admite que la
Comunicación sea un área. Y no sería menos engañoso creer que la presuposición de un
holismo nos deja en una condición mejor, pues un pensamiento que suprime las
distinciones de áreas también suprime las teorías.
2) Otro punto planteado a menudo es que tenemos que inventar una forma de
conocimiento propia, pues no tendríamos condiciones de definir el qué son teorías de la
comunicación. Antes bien, como vimos, eso transcurre de la adopción de la tesis de
campo interdisciplinario. Para aquellos que trabajan en la perspectiva de un programa
fuerte para la Comunicación, la especificidad de una teoría se refiere a las características
que se desarrollan a partir de las relaciones sistémicas con otras teorías. La unidad
emergente del conjunto de esas relaciones se forma por tensiones críticas recíprocas,
gracias a la cercanía de problemas y de planes de análisis.
Desde un punto de vista epistemológico, una disciplina científica se presenta
como un cuadro de análisis, un primer acercamiento y recorte de la realidad, suficiente
genérico para cobijar la diversidad del juego de diferencias de las escuelas y teorías, al
mismo tiempo que garantiza cierta especificidad delante otros abordajes genéricos de la
realidad. Podemos precisar un poco más eso al recordar que las teorías responden a
problemas establecidos. Por una parte, estos deben mostrarse pertinentes en relación al
propósito general de las ciencias sociales, como una vía que permite la comprensión del
hombre (objeto genérico de las ciencias sociales). En este sentido, todas las ciencias
sociales parten de rasgos distintivos del ser humano, irreductibles entre sí: no hay hombre
sin historia, o exento de relaciones políticas, o no social, o que le falte la dimensión
simbólica, la subjetividad... Cada una de esas características abre posibilidades
diferenciadas de comprender el ser humano. Son irreductibles entre sí, pero la adopción
de una de estas perspectivas es una escoja epistemológica, que no quita, sino ofrece un
principio de organización y significación de las demás.

65
Cada una de ellas corresponde a una perspectiva disciplinaria, o sea, a modos de
plantear, recortar y explicar la realidad humana. Para eso identifican clases de
fenómenos, elaboran concepciones teóricas que introducen la conjetura fundamental de
jerarquización entre ellas, de modo que unos "expliquen" otros. Así es establecida una
cadena de fenómenos, en la cual el significado de cierto fenómeno es comprendido a
través de otro fenómeno. Ahora bien, el que determina la especificidad de cada disciplina
es el fenómeno que hipotéticamente elige para organizar la realidad, la manera como
dispone e interpreta la relación entre los fenómenos.
Desde ese punto de vista epistemológico, un sociólogo o un comunicólogo no
necesitan coincidir con el ámbito institucional. Por ejemplo, buenos conceptos y
reflexiones comunicacionales están siendo desarrolladas por historiadores. El pseudo
acontecimiento de Boorstin, el acontecimiento monstruo de Pierre Nora, las reflexiones
de Elizabeth Eisenstein sobre las consecuencias de la prensa de Gutenberg son algunos
ejemplos de contribuciones valiosas para la reflexión sobre la acción de los medios de
comunicación24. Eso tal vez haya confundido las cosas para algunos, levándolos a
encontrar alguna pertinencia en la idea de interdisciplinaridad. Encontrar las "cosas fuera
del lugar" puede haber incentivado la imaginación, pero poco significa se tuviéramos
como referencia la teoría. Y en los casos indicados, ellas atienden los criterios arriba,
podemos considerarlas comunicacionales, pues centran el entendimiento de los
fenómenos analizados en la acción de procesos comunicacionales (recortados como
medios de comunicación). Es esta clase de fenómeno que, respectivamente, permite
entender la sociedad americana (Boorstin), las transformaciones de la historia (Nora) o
las consecuencias de la introducción de una tecnología de lo simbólico sobre la
producción de conocimiento (E. Eisenstein).

24
Bien entendido, no estamos diciendo que los autores presentados "son" comunicólogos. Los ejemplos
referidos tienen sus contextos de problematización. Boorstin elabora el concepto de pseudo-acontecimiento
para hablar de la cultura y de la sociedad contemporánea estadounidense. Sus reflexiones están en el
contexto de la formación de ese pueblo y la importancia del sistema mediático en este proceso. El concepto
de Pierre Nora aparece en el contexto de una reflexión de la epistemología de la Historia (disciplina). Ellos
pueden ser fácilmente alineados con la tradición comunicacional alemana, centrada en los conceptos de
actualidad y de acontecimiento (Haacke 1969; Martino, 2009b). El caso de Eisenstein es un poco diferente,
pues buena parte de su obra está dedicada a la cuestión de los efectos de la prensa, razón que lleva Joshua
Meyrowitz (1994) a inscribirla en la corriente comunicacional de la Medium Theory.

66
Se puede ver que las fronteras o límites entre disciplinas no pueden ser tomados
como metáforas espaciales, las teorías están limitadas por sus capacidades intrínsecas,
que tienen que ver con su modo de abordaje y de explicación. Son intrínsecos a las
teorías, en el sentido que son criterios epistemológicos. El límite de una teoría es
alcanzado cuando su aparato conceptual no puede dar cuenta del fenómeno analizado sin
sufrir transformaciones estructurales, que llevarían a alterar el ámbito de la reflexión, o
sea, el tipo de fenómeno empleado como factor explicativo (Brown, 1972; Martino,
2013).
No es nuestra intención insistir en este punto. Estos breves apuntes sobre la teoría
están anclados en la larga y conocida tradición de las ciencias sociales. Espero que sean
suficientes para mostrar que la cuestión de la especificidad de las teorías, su inscripción
en una disciplina, no es algo "superado", ni imposible cuanto pretenden algunos.

3. Algunas posiciones sobre el debate de la diversidad teórica del área

De manera esquemática los principales abordajes sobre la diversidad en el área de


Comunicación pueden ser clasificados desde el punto de vista institucional y desde el
punto de vista epistemológico. En relación al primero, fueron subrayados los hechos
históricos presentes en el momento de la emergencia del campo comunicacional. Las
explicaciones más corrientes suelen subrayar la influencia del contexto académico
(Pooley, 2008), el juego de las fuerzas políticas actuantes en aquel período, las ordenes
sociopolíticas en la institucionalización de la disciplina (Peters, 1986; Proulx, 2001;
Fuentes Navarro, 2000), prácticas académicas (Berger, 2003)25, evaluando el peso de
cada una de ellas en la génesis institucional del nuevo campo de estudio. Esta posición se
alinea con el abordaje de la sociología de la ciencia, que se presenta como una variante
del abordaje institucional, concentrándose en los aspectos del presente (en oposición al
histórico). Ella investiga la construcción de los valores académicos como resultado de la

25
Berger indica los factores que llevan nuestra área a no producir teorías propias: las herencias históricas
(contribuciones de otras disciplinas para la formación del campo), la obsesión metodológica (enfoque en la
metodología y no en la teoría; comunicación como ciencia aplicada), el miedo de arriesgarse (la
preocupación con la carrera lleva a la aplicación de teorías ya existentes); y la auto-inclusión (inserción de
alumnos que no están centrados en el trabajo teórico, sino sí a la práctica profesional).

67
disputa de los grupos que componen las instituciones. El enfrentamiento de esas fuerzas
explicaría la diversidad teórica.
Aquellos que adhieren a la versión radical del programa débil creen ver en este
plan la confirmación empírica de su posición. En varias de las veces emplean la noción
de campo sociológico y admiten que las teorías sean expresión del plan institucional (sea
por tomarlo metodológicamente como "materia observable" para el análisis de las
corrientes teóricas; sea porque, filosóficamente, el conocimiento es asimilado y reducido
al poder). Los adeptos del programa fuerte también reconocen la influencia del plan
institucional, pero defienden cierta independencia del plan epistemológico. Nada los
impide de recurrir a razones institucionales, incluso para comprender la instauración de la
visión radical del programa débil. Un buen ejemplo es el interesante trabajo de Gitlin
(1977) sobre los Estudios Culturales como movimiento social. Aunque no vise la
discusión epistemológica, el autor trae importante contribución para comprender
corrientes antiteóricas y la dificultad de establecer un debate con ellas26.
Con relación a los abordajes de cuño epistemológico, aquellos que adhieren al
programa débil han argumentado en el sentido de destacar la naturaleza compleja del
objeto de estudio de la Comunicación. La pródiga elasticidad del campo reflejaría las
varias dimensiones del objeto, de donde se obtendrían las numerosas interfaces entre el
saber comunicacional con prácticamente todas las disciplinas de las ciencias humanas,
filosofía, letras, etc. Este abordaje explota la generalidad del concepto de comunicación
(relación, cambio, contacto...), su elástica aplicabilidad, pero ni siempre son observados
los cambios de su significado. Es fácil percibir la fragilidad epistemológica de ese modo
de entender el campo teórico: si varias clases de fenómenos pueden ser designadas por un
único concepto, esto no significa que necesariamente remitan a una misma problemática.
Que muchos procesos puedan ser descritos como “comunicación” no hace de ellos
fenómenos propiamente comunicacionales, esto es, fenómenos recortados y
problematizados desde un punto de vista comunicacional (programa fuerte). Ningún
proceso (mientras parte del mundo) pertenece a tal o tal disciplina. La correspondencia
entre proceso y objeto solamente se aplica a objetos de estudio (y no objetos empíricos),
justamente porque son recortes, abordajes, que unen realidades empíricas a una teoría.

26
Sobre los Estudios Culturales como anti teórico ver Curran 1990; Reynoso, 2000.

68
Los puntos de divergencia entre los dos programas encuentran ecos en
prácticamente toda la literatura del área. Más importante de que una completa revisión de
la materia es destacar la confianza que los defensores del programa débil tienen en su
convicción de una total transformación del conocimiento: ya estaríamos haciendo teoría
de otra manera. Cabría a la reflexión epistemológica reconocer eso y alinearse con la
práctica de los investigadores, que supuestamente habrían transbordado los cuadros de la
ciencia "tradicional". Esa es la visión de un antropólogo como Clifford Geertz, también
adoptada por Robert Craig, uno de los más influyentes teóricos estadounidenses en
nuestra área. Sin embargo, las reflexiones de este último también entran en
consideraciones más profundas sobre la teoría y dedicaremos los próximos tópicos a
ellas.

4. ¿Qué habría de equivocado en la teoría?

Craig comparte de la idea de que la teoría hoy sería inapropiada al mundo que vivimos y
se coloca al lado de los defensores del programa débil. Las críticas que hace a la división
disciplinaria visan una reinterpretación de la teoría y la proposición de un metamodelo
para la Comunicación. Vamos a analizar lo que lo lleva a pensar que habría algo de
equivocado con la teoría y después con la teoría de la comunicación en particular. Sus
posiciones sobre las transformaciones de la teoría son presentadas en ¿Por qué existen
tantas teorías de la Comunicación? (1993). Él adopta la visión de interdisciplinaridad de
Blurred Genres, de Clifford Geertz (1980). Para este último, vivimos una radical
transformación de las ciencias sociales. Nuevas costumbres, prácticas y hábitos se
instauraron en la academia. Ejemplos de eso son el interés por lo particular (en vez de
general) y el uso recurrente de metáforas extraídas de las llamadas humanidades
(literatura, letras, filosofía, artes...)27. La tesis puede ser descrita como una etnografía que
busca identificar los cambios en la "manera de pensar" de los científicos sociales,
considerándolos índices de una nueva cultura académica. Como sugerido en el título, ya

27
Craig incluye también la teoría interdisciplinaria, que comprende la filosofía, la teoría social, la retórica y
los estudios culturales, y líneas del pos modernismo, de la desconstrucción, de la teoría de la respuesta del
lector, del historicismo, del feminismo, del marxismo, del psicoanálisis, etc. (2003, p.87). El listado se
queda en abierto.

69
tendríamos instaurada una nueva condición de la teoría, en la cual las divisiones
disciplinarias y también de otras esferas del conocimiento (géneros) dejarían de hacer
sentido. Las antiguas estructuras estarían siendo abandonadas y sustituidas por un
pensamiento que llamaremos aquí de interdisciplinario (en su sentido radical).
Geertz se esfuerza en ofrecernos una visión en que la significación de la teoría es
dada por un contexto cultural. Su análisis, por lo tanto, no hace distinción entre teoría y
modos de expresión; tampoco con sus correlatos, de modo que procesos heurísticos,
estudios de caso, todo aparece confundido con "teoría"28. La falta de discernimiento sobre
características básicas de la teoría acaba vaciando la conclusión propuesta por el autor de
una revolución en el conocimiento. Por otra parte, sugiere que la pérdida del sentido de la
teoría ya estaría en la orientación del propio trabajo realizado. Si la tesis tiene el mérito
de llamar la atención para el aparecimiento de una nueva cultura académica, falla
completamente en su argumentación y conclusiones. El que sugiere que, en vez de
reflejar sobre ella, el autor probablemente estaría inmerso en esa cultura.
No obstante las inconsistencias, o tal vez por entender que está en mejor
condición para superarlas, Craig asume esa idea de interdisciplinaridad, pero busca
fundamentarla discutiendo la nueva situación de la teoría. Basado en Geertz, él entiende
la interdisciplinaridad como un duplo movimiento que ocurre en las llamadas
humanidades y en las ciencias sociales, cuya convergencia borraría las fronteras entre
estos dos grandes dominios de conocimiento. Este movimiento general traería un cuadro
más amplio y explicaría la diversidad teórica del área de comunicación. Mientras que las
humanidades estarían convirtiéndose "más teóricas", las ciencias sociales estarían
pasando por un proceso colectivo en el cual, segundo Craig, “no sabemos más el que es
teoría”. No en el sentido particular (seguimos haciendo investigación, por lo tanto
empleamos algún sentido de teoría), pero general de una perdida de significación de la
teoría.
Más allá de los movimientos institucionales, el argumento de fondo es que la
propia lógica de la explicación científica estaría afectada. La indefinición de las fronteras

28
También hay fallas de metodología. El análisis de Geertz tiene por base una "observación" genérica, no
estadística, ni en profundidad, con base en la confianza de sus percepciones o ejemplos presentados
(además, superficialmente discutidos). En otros términos, se trata de transmitir esta confianza y de
convencer, más que de argumentar con datos.

70
también disolvería las barreras entre teoría y práctica, subrayando el papel constitutivo de
la teoría. Como consecuencia,
[1] la teoría influencia como las personas piensan y hablan sobre sus propias
actividades en la sociedad, y, basados en ella, dan forma a sus actividades y a las
estructuras sociales emergentes ahí producidas y reproducidas. [2] Sin embargo, de
acuerdo con la lógica de la explicación científica, una teoría que actua activamente
en la configuración del propio fenómeno y supuestamente él explica, es
esencialmente no demostrable y, por consecuencia, es irreparablemente no
científica” (Craig, 2007, p. 91).

El primero aspecto no es un fenómeno completamente nuevo, seguramente sería


más fácil (y propiamente comunicacional) vincular su aceleración e incremento al
desarrollo de los medios de divulgación que suponer complejas transformaciones de las
propiedades de la teoría. Las ideas de Einstein y de Freud, por ejemplo, fueron
ampliamente divulgadas y entraron en el repertorio y en el vocabulario de las personas.
Más bien, ¿cuántas de ellas pueden hacer una presentación de la teoría de la relatividad o
entender el psicoanálisis? Craig no considera las diferencias de contexto que se interpone
entre ciencia y sentido común; información y conocimiento son asimilados por completo.
También es evidente que no necesitamos crear dos mundos, ciencia y experiencia
ordinaria no son esferas aisladas una de la otra. Sus relaciones son conocidas y
explotadas. Incluso en el campo de la comunicación, con la cuestión del periodismo
científico, por ejemplo. Aun desde el punto de vista de la comunicación interpersonal – al
cual todo parece reducirse –, más que una relación dialógica, de influencia mutua entre
ciencia y la esfera del pensamiento común, su análisis parece reportarse al modelo de
transmisión, en el cual la información transita de forma directa e absolutamente idéntica
entre emisor y receptor.
El segundo punto es propiamente una cuestión epistemológica, ya conocida por lo
menos desde Saussure (1995 [1916], p. 23), cuando afirmó que "el punto de vista crea el
objeto". La teoría tiene un papel activo, no trabaja con procesos naturalizados o con datos
puros. Es propio a ella elaborar y transformar la realidad, dar sentido al empírico. El
argumento levantado por Craig sería válido solamente para una concepción de ciencia
conocida como realismo ingenuo, cuya designación habla por sí mismo. De resto, su

71
visión de las ciencias sociales sigue en la misma dirección de otras defensas de la
interdisciplinaridad radical, no yendo además de una caricatura grosera. La afirmación de
que ellas "solamente pueden avanzar convirtiéndose más duras, más cuantitativas, más
parecidas con la física y las ciencias naturales" (2007, p. 90), no es aceptable y pasa de
largo las discusiones en la materia. No puede representar la sofisticación y la pluralidad
de posiciones sobre el asunto29. En este sentido también son muy forzadas las
afirmaciones de que la valorización de ciertas tendencias en las ciencias sociales
contribuirían para borrar las fronteras entre las ciencias humanas (2007, p. 90). Teoría
social especulativa, métodos cualitativos y atención a la dimensión histórica de los
procesos sociales remiten a características intrínsecas y bien desarrolladas en las ciencias
sociales. Por casualidad Weber, Marx y las tradiciones las cuales dieron origen, ¿dejaron
en algún momento de ser influentes o "actuales"? ¿En algún momento perdieron de vista
la dimensión histórica? El qué decir de autores influentes como Dilthey, Simmel,
corrientes enteras como la sociología francesa con Bourdieu, Boudon, finalmente,
muchas tradiciones de pensamiento en ciencias sociales fueron ampliamente olvidadas.
En definitiva, los argumentos de Craig para describir un nuevo escenario, en el
cual la teoría perdería su sentido, no consigue mostrar las nuevas propiedades de la teoría
traídas con el movimiento de la interdisciplinaridad radical. La dificultad de dotarla de
propiedades epistemológicas, que sean distintas de las ciencias sociales al punto de poder
romper con ellas, permanece una cuestión ampliamente en abierto.

5. ¿Qué habría de equivocado en la teoría de la comunicación?

En Communication Theory as a Field (1999), Craig levanta datos en la literatura del área
en búsqueda de una fundamentación de la diversidad. Las teorías de la comunicación
pueden ser aprendidas a partir de 24 abordajes disciplinarios ("en orden alfabético de la
antropología hasta la zoología") (Budd y Ruben, 1972) y de 95 definiciones de
comunicación (Dance, 1970), por fin, la mitad de los libros especializados en presentar
las teorías de la comunicación están de acuerdo en solamente 7% del contenido esencial

29
Para un balance amplio y discutido del estado de las ciencias sociales ver Berthelot, 2001.

72
para el campo (Anderson, 1996). Los números supuestamente no serían mejores hoy, con
el crecimiento del área.
La cuestión que quisiéramos plantear es la de cómo interpretar estas fuentes. En
relación a las informaciones de Budd & Ruben, Craig elogia el espíritu de
interdisciplinaridad que emana de esa pluralidad, su pertinencia hoy y defiende que
"merece ser cultivado como una de nuestras cualidades más meritorias" (1999, p.121). Su
involucramiento no queda dudas, él acepta estos datos sin cualquier análisis crítica. Al
mismo tiempo advierte que la "incorporación de tantos abordajes disciplinarios diferentes
tornó muy difícil vislumbrar la teoría de la comunicación como un campo coherente"
(1999, p.121). Como otros, él remite el problema a los orígenes multidisciplinarios de las
teorías de la comunicación, al atraso de los teóricos en encontrar una manera de liberarse
"de las prácticas disciplinarias incapacitantes que los separan" (p.120) y añade que ellos
muchas veces "usaron mal" los frutos intelectuales de esa abundancia multidisciplinaria
(p.121). Su interpretación es que la interdisciplinaridad sería algo intrínseco a las teorías
de la comunicación, un hecho y un valor a ser cultivado y que precisaría ser mejor
comprendida.
De otra parte, las informaciones de Dance son aceptadas con la advertencia de que
quizá el autor haya "subestimado la dificultad de integrar definiciones derivadas
ecléticamente de disciplinas con agendas intelectuales inconmensurables, muchas veces
involucrando concepciones de 'teoría' radicalmente diferentes" (1999, p.121). La cuestión
de la inconmensurabilidad es un punto central de la tesis de Craig y poco trabajado. Dotar
el campo de coherencia corresponde en gran parte a superarla, el que piensa hacer
desplazando la cuestión de la epistemología para el campo de la práctica, como forma de
escapar al aislamiento de las tradiciones teóricas. Pero, la inconmensurabilidad no es
problema que hace inviable la división disciplinaria de la ciencia, ni mismo para T. Kuhn,
de quien Craig reivindica el sentido del término (1999, 121)30. La fuente más importante,
sin embargo, es la investigación de James Anderson, de donde Craig se inspira para

30
Craig asume una posición límite (relativismo), criticada por los expertos en el asunto. Para una
presentación general de la cuestión, ver Hoyningen-Huene & Schaber, 2009. Sobre Kuhn: "él
repetidamente enfatizó que la inconmensurabilidad no significa y ni implica no comparabilidad; ni
convierte la ciencia irracional" (Oberhein & Hoyningen-Huene, 2013).

73
elaborar las siete tradiciones que formarían el campo de la comunicación, bien como el
diagnóstico sobre el estado de éste.
Anderson (1996) analizó el contenido de siete libros de teoría de la comunicación e
identificó 249 "teorías" distintas, 195 de las cuales aparecerán en solamente uno de
los siete libros. O sea, solamente 22% de las teorías aparecerán en más de uno de los
siete libros, y solamente 18 de las 249 teorías (7%) fueron incluidas en más de tres
libros. Si la teoría de la comunicación fuera en realidad un campo, más de la mitad de
los libros de introducción probablemente estaría de acuerdo en más de un 7% de los
contenidos esenciales de la materia. La conclusión de que la teoría de la
comunicación todavía no es un campo coherente de estudio parece inevitable.

Estos datos son decisivos para su diagnóstico del estado del campo. Si en gran
parte estoy de acuerdo sobre este punto, no puedo compartir de las razones que avanza
para entender cómo llegamos y como podremos salir de eso. O sea, no saco las mismas
conclusiones de esos hallazgos. Mi afirmación tiene por base una investigación que
realicé, sorprendentemente similar en algunos puntos con la de Anderson. Ambas con el
mismo problema (¿Cuáles son las teorías de la comunicación?) y enfocadas en los libros
de teorías de la comunicación31. Presento de forma sintética algunos de los hallazgos de
las dos investigaciones, siendo que mis resultados son presentados entre paréntesis:
1. No hay acuerdo sobre cuáles serían las teorías de la comunicación. Los
expertos presentan conjuntos muy diferentes de teorías, que emplean
conceptos y matrices disciplinarias muy variados:
78% (66%) de las teorías apuntadas no tienen confirmación en otro autor
7% (10% o 2,7%, según el criterio empleado) de ellas fueron presentadas por
mitad de los autores o más.
2. La formación varía según el libro adoptado. "Si has aprendido teoría de la
comunicación con Stephen Littlejohn, tendrás en mente una matriz distinta de
aquella si hubieras aprendido con Sara Treñolm" (Anderson, 1996, p. 201).

31
Aplicamos esa misma metodología en el universo de lengua española (Martino, 2009a). Nuestros análisis
sobre interdisciplinaridad son extraídos de las investigaciones de lengua francesa e inglesa, más afectados
por ella. Otra investigación similar, Bryant & Miron (2004), analizó 30 años de publicaciones en tres
importantes revistas y levantó 604 teorías. Anderson 249 y nosotros 72 teorías. Esas diferencias son
relativas a las metodologías y amuestras y no alteran el problema aquí en foco.

74
Nuestra comparación fue entre Bougnoux (1999) y Mauro Wolf (2003):
ninguna teoría en común.

Una conclusión obvia y compartida es que:


3. Este escenario no permite apuntar el que constituye la Comunicación como un
área de conocimiento.

Pero no estoy de acuerdo con otras dos indicadas aceptadas por Craig:
4. Estos datos proporcionan una clara evidencia del fracaso del proyecto
positivista de regularizar y formalizar la definición de teoría.

5. No tenemos como reconocer el que sería la teoría en general, ni el que


debemos reconocer como teoría de la comunicación

Ahora bien, los abordajes de otras tradiciones no fueron más convincentes que
aquel que Craig llama de "positivista" (que también adopta la interdisciplinaridad: la
famosa definición de W. Schramm, comunicación como "disciplina encrucijada"). Más
importante, por lo tanto, es que la afirmación sobre reconocer teoría y teoría de la
comunicación no puede ser una conclusión, ella es una condición imprescindible para
establecer el problema. No es válido defender la imposibilidad de reconocerlas y al
mismo tiempo hacer afirmaciones sobre ellas.
Las conclusiones las cuales llegamos en nuestra investigación son, por lo tanto,
opuestas a las de los autores referidos (y de otros más), pues no aceptan el "dato" en que
se basan las ideas de diversidad y de incoherencia del campo: estas supuestas "teorías de
la comunicación" fueron invariablemente seleccionadas sin cualquier criterio explícito.
Craig no ignora el problema y critica la "tradición de catalogación": "mientras que
la disciplina de investigación se encuentre fragmentada, los manuales seguirán a estar
enredados en el eclecticismo estéril y seguirán a tener más y más teorías de la
comunicación, sin embargo, no tendremos todavía el campo de la teoría de la
comunicación" (1999, p.123). Mas su posición resulta ambigua. Elogia el espíritu
interdisciplinario del "campo comunicacional", al mismo tiempo que no acepta que esas

75
teorías establezcan el "campo de la teoría de la comunicación". Ahora bien, un campo
"sin epistemología propia" es nada más que la noción de campo o de interdisciplinaridad
corriente en las ciencias sociales (espacio de discusión entre disciplinas entorno de
problemas específicos). Y en esto la Comunicación no tiene nada de particular en
relación a las demás disciplinas.
Craig solamente toca la cuestión fundamental de los criterios que nos permiten
hablar de teorías de la comunicación, en el sentido propio. Su afirmación de que "la
investigación en comunicación se convirtió productiva importando fragmentos de varias
otras disciplinas en su propia cultura" (1999, p.123) muestra que su noción de campo no
esta correlacionada a la de teoría: por una parte la precede, por otra parte son las teorías
que justifican la existencia del campo comunicacional. Es este último punto que mi
investigación resalta, para mostrar que ninguna de las dos afirmaciones hace sentido. La
ambigüedad permanece a lo largo de sus trabajos. La distinción que hace entre campo y
campo coherente nuevamente no entra en el problema de fondo, de que esta coherencia
concierne al plan epistemológico. Su respuesta de ubicar la cuestión en el nivel de la
práctica, en el uso de las teorías, y que las teorías de la comunicación son ready-mades
(1999, p.131), solamente vuelven al problema de la transposición de teorías en contextos
diferentes32. Él defiende que solamente desconectadas de sus fondos epistemológicos
(disciplinas), es que las teorías se vuelven "utilizables", ("relevantes para la práctica",
1999, p.131). Eso quizás pueda ser válido para la resolución de tareas practicas o
problemas puntuales, involucrando la heurística, sin embargo, el raciocinio no sirve para
pensar un área de conocimiento. Es como se pudiéramos entrar al gran supermercado de
las teorías y servirnos de ellas por las informaciones contenidas en sus rótulos.
Craig nos ofrece una noción del área de conocimiento sofisticada y detallada, pero
no muy diferente de aquella corriente y expresa por Miège (ver arriba nota 3). Para él, el

32
Craig ubica su reflexión en las funciones pragmáticas que animan el meta discurso práctico, su hipótesis
de trabajo "deriva en gran parte de nuestras prácticas usuales, cotidianas de hablar sobre la comunicación"
y la teoría de la comunicación como "un meta discurso teórico que emerge de, extiende e informa el meta
discurso práctico" (1999, p. 129). Sin embargo, transponer el problema epistemológico para la dimensión
pragmática del lenguaje humano tienen implicaciones análogas a de abordajes que pretenden una "resolver"
el problema epistemológico a través de su reducción a la historia del área, o a sus instituciones, o al juego
político de los grupos que la constituyen, o mismo a la comunidad epistémica (Anderson radicalmente
identifica esta con la noción de teoría: 1996, p. 121). Ellas sencillamente no entran en la cuestión y hacen
inviable la especificidad de las teorías de la comunicación.

76
punto de la cuestión es dar una coherencia a la interdisciplinaridad. Busca en el
pragmatismo estadounidense un sentido de práctica y en la tradición "del" campo
comunicacional un sentido de comunicación que le permita resignificar la diversidad
como productiva, de modo que las relaciones entre teorías pasen a tener las propiedades
de la comunicación humana (relaciones constitutivas, dialécticas, dialógicas). De esa
forma él propone que la coherencia del campo seria alcanzada de un modo
"comunicacional", la naturaleza de la comunicación personal sería la clave para destrabar
el propiamente comunicacional. Pero, lo comunicacional, entonces, seria una propiedad
del campo, no de las teorías33.
Para Craig, un campo es coherente se puede establecer relaciones
comunicacionales entre teorías. Y la condición para eso es que los investigadores asuman
la actitud de entender las teorías de la comunicación de forma pragmática: de donde la
designación de la Comunicación como "disciplina práctica" y de un modo "propiamente
comunicacional" (por veces el argumento aparece invertido: el que nos permite ser
pragmáticos con las teorías de la comunicación es tratar sus relaciones como
comunicacionales). En la epistemología de las ciencias sociales la coherencia (o
sistematización) de campo disciplinario no puede ser realizada por la elección de una
corriente teórica (en el caso el pragmatismo, que reduciría las demás). Su fundamento es
la convergencia de teorías establecida en razón de la emergencia histórica de un
fenómeno singular, pregnante y absolutamente ineludible, que se establece como una vía
para comprender el hombre (objeto genérico de las ciencias sociales). De la misma
manera, por lo tanto, que otras disciplinas se establecen.
En definitiva, el que Craig defiende es que debemos ser interdisciplinarios con
más propiedad, y que lo propio del pensamiento comunicacional es servirse de otras
teorías, resignificándolas. Más que una crítica, su reflexión parece ser una justificación
del que ya tenemos como cultura instalada en el área.
A pesar de habernos llegado a resultados bastante cercanos de la investigación de
Anderson, uno de nuestros objetivos era entender cómo eran identificadas las teorías de la

33
No cabría preguntar lo qué hay de comunicacional en los Estudios Culturales, en el feminismo, en los
estudios de raza, género, poscoloniales, la comunicación es la reunión de estas discusiones; como una
grande esfera pública de debate (actualidad mediática) y de militancia, visan la intervención social. La
diversidad no pasa por teorías, disciplinas..., se da como un amplio espacio intelectual. No son reflexiones
sobre comunicación o de la comunicación, sólo están reunidas bajo esta etiqueta.

77
comunicación y cual la noción de teoría movilizada. Para ambas las cuestiones tuvimos
un significativo silencio como respuesta. Sorprendente por el consenso. Influenciados por
la idea de un campo interdisciplinario, Anderson y Craig se quedaron solamente con
mitad de la cuestión: fueron sensibles al que se mostraron ser resultados absurdos y
reaccionaron a los datos, pero no al absurdo de los datos. Entendieron que estos serían
"buenos" para cuestionar las teorías de la comunicación, a punto de negar su existencia;
no obstante, la existencia de ellas no es puesta en duda (criticada) cuando se trata de
servirse de ellas para generar "pruebas" que las niegan. Nuestras diferencias en las
interpretaciones reposan sobre la creencia o la crítica de los datos; se creemos en ellos o
se buscamos entender como ellos se presentan a nosotros. Si queremos realmente
entender lo que son teorías de la comunicación no podemos partir de la creencia de que
existen. Y en nada ayudará tomarlas como dadas para concluir que su que su existencia es
problemática.
Los esfuerzos de Anderson y de Craig para mapear y configurar el campo de la
Comunicación son importantes y sus análisis de las tradiciones de pesquisa pueden ser
útiles para los estudiosos del campo. El que no podemos aceptar es la desclasificación de
la división disciplinaria en las bases argumentadas por ellos, ni la interpretación que
hacen del significado de la teoría en un campo diversificado. Además de sus
inconsistencias, ellas invalidarían la posibilidad de un programa fuerte para la
Comunicación. El único padrón que reconocí en mi investigación fue una creencia: la
aceptación previa de la diversidad de teorías de la comunicación (Martino, 2007 y
2009a). No avanzaremos sin rever esto, que por señal es el único consenso del área.
Entonces, si para Craig (y legión) falta acuerdo entre los teóricos del campo, pienso que
ya tenemos algunos, o el peor de ellos, pues nos lleva a negar e hacer inviable el área de
conocimiento.

6. La diversidad teórica en la perspectiva del programa fuerte

En los tópicos anteriores tejí críticas a la interpretación corrientemente dada a la


diversidad teórica de nuestra área de conocimiento, que la toma como fundamento y
signo de grandes transformaciones en la noción de teoría. Sin embargo, creo que no se

78
engañaron en su sensibilidad e intuición de cambios significativos, que "algo está
pasando" y, estoy de acuerdo particularmente con Craig, que eso tiene que ver con la
comunicación. Quizá por aceptar muy prontamente la radicalización de la diversidad
teórica como un hecho, ellos orientaron sus esfuerzos en sacar las consecuencias de la
interdisciplinaridad, buscando adaptar la teoría a la nueva "realidad".
En este tópico final, discutiremos brevemente las condiciones de emergencia que,
simultáneamente, llevan al aparecimiento de la diversidad radical y del programa fuerte
en Comunicación, pues derivan de las mismas condiciones históricas. Eso nos permitirá
presentar nuestro punto de vista sobre la cuestión de la diversidad. La reflexión de Craig
omite algunos puntos que muchos consideran centrales para el campo. La aparición de
fenómenos nuevos como la opinión pública, el periodismo, la propaganda, muestran la
formación de un sistema de comunicación asociado a la tecnología. No son factores como
otros, ellos fundan el área de conocimiento, en la medida en que constituyen procesos
comunicacionales singulares, desconocidos de las sociedades anteriores o profundamente
resignificados por la sociedad que les sirve de contexto. Por eso ofrecen un buen abordaje
para entender la sociedad compleja, como también la propia historicidad que los
constituye34.
Si Craig llega a indicar la importancia de la historia entre los agentes de
transformación del sentido de la teoría, su concepto de comunicación presenta solamente
propiedades universales e intemporales (reflexividad, dialogismo, dialéctica,
constitutivo...). El proceso de comunicación no tenería propiedades históricas, además de
la tradición filosófica pragmática, su concepto sigue la interpretación de la historia del
campo dada por J. D. Peters, de que, antes del siglo XX, "a comunicación ya había sido
ampliamente estudiada y teorizada" (Peters, 1986, p. 545, apud Craig, 1999, p.122).
Abordaje que tiene el proceso de comunicación como un invariante histórico, un proceso
naturalizado. Así, cuando se refiere al origen del campo, el hace solamente de pasaje,
destacando sus matrices multidisciplinarias. Sin embargo, es necesario acordarse que tal
"encuentro" no se dio en un espacio abstracto, las teorías no fueron reunidas por
casualidad o convocadas para un gran meeting para entender el que se juzgaría ser el

34
Es sobre este tipo de singularidad que también se apoyan otras ciencias sociales, como la sociología y la
economía, cuyos objetos solamente pueden ser aclarados a la luz de comparaciones de formas, o de
procesos con características únicas, dado su condición histórica.

79
proceso más fundamental del ser humano. Ellas fueron convocadas en un gran esfuerzo
de guerra, en 1939, con el Seminario de John Marshall (Fundación Rockefeller) para
contraponerse a la máquina de propaganda nazista y comunista (Buxton, 1996; Pooley,
2008). La cuestión de fondo era intentar entender procesos ligados a los medios de
comunicación35. Para eso fueron movilizadas las teorías de otras áreas y todas las
personas e investigaciones que ya trabajaban el asunto. Por supuesto, los grandes
periódicos ya tenían medio siglo de existencia, telégrafo, cine, radio ya no eran
novedades y la información viajaba en la velocidad de la electricidad. Corrientes de
pensamiento ya se habían formado, bien como instituciones (algunas de ellas fueron
convocadas formalmente). Sin embargo, nunca habían sido reunidas en el espacio-tiempo
y movilizadas para un único objetivo. Se ha generado la masa crítica, fuerzas teóricas que
luego irían confrontarse con la tradición de la Escuela de Frankfurt y polarizar la
discusión, formando el campo de la comunicación, al inducir la reacción de otras
tradiciones para el debate.
La comunicación moderna nace asociada a los grandes acontecimientos de la
modernidad: Revolución Industrial, guerras, desarrollo del capitalismo, nuevas formas de
dominación, transformaciones estructurales de la cultura, del acontecimiento y
proporcionan una nueva matriz social. Los procesos de comunicación no se tornaron más
importantes que antes36, ellos se tornaron tecnológicos, en el sentido que la tecnología fue
movilizada de una manera única y original, desdoblando las potencialidades de las
tecnologías del simbólico37 y componiendo la organización social.
Es en este cuadro que un programa fuerte para la Comunicación puede ubicar las
transformaciones de la teoría. De manera análoga a de otras ciencias sociales (sociología
de la ciencia, historia de la ciencia), ella sitúa la cuestión en las condiciones materiales de
producción de conocimiento, tomando las tecnologías como soportes que estructuran y
potencializan el pensamiento científico. Junto con esta estructura también se formaran
otras instancias de circulación de información, particularmente aquella de los periódicos

35
Sobre el significado de este término, Martino, 2014.
36
Para Craig la cuestión es vaga: las otras disciplinas tuvieron que investigar la comunicación "porque ella
se tornó culturalmente una importante categoría de la práctica social (1999, p.131).
37
Sobre el significado de este término y su especificidad delante a tecnologías mecánicas, ver Martino,
2012.

80
y películas, que generan la actualidad mediática38, un nuevo tipo de representación del
social, accesible a todos. Se produce así un conocimiento no-académico del social, a
través de tecnologías que los individuos emplean para conocer e inserirse en la compleja
realidad más allá de sus límites sensoriales. La cuestión de la interdisciplinaridad radical
puede ser explotada como el choque de esos sistemas de comunicación (culturas, valores
y visiones de mundo asociadas a ellas). La misma tecnología que, como nunca, impulsa
el trabajo científico, también genera las condiciones de su disolución.
Es significativo que Craig no hable de tecnología, pero ella está presente en el
modelo que propone para representar la teoría de la comunicación, descrito con términos
de la Web: hipertexto, link, multimedia (1999, p. 150). De la misma forma, la
interdisciplinaridad puede ser el reflejo de la noción de espacio introducida por las
tecnologías del simbólico, que nos acostumbraron con la idea de un espacio sin límites,
totalmente accesible (espacio en que todos los espacios aparecen) y al mismo tiempo
fragmentado39. Si la pólvora acabó con los muros de la Edad Media, que garantían el
establecimiento de ordenes locales, la circulación de la información elimina las "barreras"
del pensamiento (divisiones disciplinarias, teoría y práctica, academia y sociedad,
conocimiento y poder...), generando la impresión de un vasto y único espacio de
conocimiento. Acostumbrados a la experiencia de la actualidad mediática, como estamos,
es casi inevitable que para muchos la división de saberes aparezca completamente sin
sentido. Con todo, el desaparecimiento de las "fronteras" del conocimiento, defendida por
la onda del pensamiento interdisciplinario radical, no es un paradigma más arriba de
todos los otros. La interdisciplinaridad, como meta modelo (meta meta-teoría), un "más
allá de la epistemología", es una metáfora de la noción de espacio la cual los medios de
comunicación nos acostumbraron. La idea de "un espacio de todos los espacios", de un
contexto que abarca todos los contextos – concepción central que ocupa la intrincada
imaginación interdisciplinaria – corresponde a una idea corriente en nuestra vida
cotidiana, cuando contemplamos los medios de comunicación como continentes de todas
las experiencias (estas se convierten sus "contenidos", y así las designamos). Nos

38
El concepto tiene varias dimensiones, enfocamos solamente a representación de la vida social. Ver
Martino, 2009b.
39
Sobre la relación entre modos de representación y producción de conocimiento en la ciencia, ver Olson,
1997.

81
acostumbramos a verlos de ese modo y creamos un contexto único para estas
experiencias: la vida cotidiana, la realidad inmediata y no teorizada. La esfera intelectual
emerge con la prensa (despues la radio, TV, facebook...), como el hogar del grande
encuentro del pensamiento pensante con la realidad.
No Sense of Place, el célebre estudio de J. Meyrowitz (1985) nos da un buen
ejemplo de como las divisiones de roles sociales (adulto/niño, jefe/empleados,
gobernantes/ciudadanos, masculino/femenino, etc.) pueden estar asociadas a los medios
de comunicación. Ellas son eclipsadas y atenuadas a medida que es generada una
representación inclusiva, que permite conocer el backstage del otro, nos colocando en el
universo de roles sociales que serían inaccesibles de otra forma. La representación de la
vida social que los medios de comunicación nos ofrecen todos los días también interfiere
en la producción de las ciencias sociales, pero sería equivocado creer que pueda ser
equiparada a una teoría, o fomentar una revolución de la ciencia. Ellas tienen naturaleza y
modo de funcionamiento muy diferentes40. El pensamiento interdisciplinario – fundado
en la atenuación o la supresión de las divisiones disciplinarias – corresponde al intento de
dar una expresión a ese tipo de representación. Es una traducción para el plan académico,
reivindicando un duplo movimiento, de basarse en el elemento más contemporáneo del
mundo moderno, al mismo tiempo que pretende darle una expresión teórica. Algunos de
sus defensores entienden que la interdisciplinaridad es correlativa a la globalización
(Smirnov, 1983; Boaventura Santos, 2009; Calloun, 2012), creen apoyarse en una
propiedad del mundo social, cuando en la verdad captan la representación de éste,
provista por el sistema mediático. La interdisciplinaridad no está fundada en la ontología
de un mundo social posmoderno, solamente refleja las estructuras que usamos para
representarlo.

40
La atenuación de los roles sociales, para Meyrowitz, proviene de la visibilidad social proporcionada por
los medios de comunicación, que pueden ser considerados una extensión del sentido común, una
simulación tecnológica de la vida social (Martino, 1997, 2014). El conocimiento generado en la experiencia
mediática es, por lo tanto, del mismo orden del sentido común. De otra parte, la acción de los medios de
comunicación sobre la ciencia, por el contrario, presupone la confusión de tipos de conocimiento distintos.
Al asimilar el campo teórico con la estructura de la pragmática del lenguaje humano, Craig pretende que la
epistemología de la comunicación pueda ser fundada en el discurso ordinario; seria posible superar la
inconmensurabilidad – establecer relaciones sistémicas entre las teorías – equiparando-las a los
metadiscursos del lenguaje cotidiano. Esté cuenta con lugares comunes metadiscursivos (generados en la
interacción dialógica entre los sujetos hablantes) que pueden cumplir una función de transición o de puente
entre las diferencias. Considerar las teorías como practicas permitiría equipara-las a estés metadiscursos y
romper el aislamiento, proporcionando así coherencia al campo de la comunicación.

82
El metamodelo constitutivo de Craig sigue en la misma línea, propone una
concepción de teoría de la comunicación "involucrada con el meta discurso práctico de la
vida cotidiana" (1999, p.121). No obstante, no indica ningún filtro, o actividad crítica, de
modo que la reflexibilidad de esa última se daría de forma directa en el metadiscurso
teórico de la Comunicación. Teoría y práctica se confunden, pudiendo dar la impresión
que el modelo sería teóricamente pertinente y que tendría sus propios criterios de
validación, cuando en la verdad la teoría está solamente ajustada a la vida cotidiana,
como reflejo de sus estructuras: la teoría se convierte en un meta discurso de las prácticas
sociales41. Se podría objetar que al quitarse todo el que separa el pensamiento científico y
la vida cotidiana seria natural que tuvieran la misma forma. No obstante, el pensamiento
interdisciplinario no refleja el mundo social, sino la representación de éste, a través de los
medios de comunicación – la actualidad mediática. Captura su metafísica, que es la
interdisciplinaridad.
El análisis de la condición de la producción teórica no debe perderse la
ambigüedad del efecto de las tecnologías de la comunicación. Apoyado en ellas, las
ciencias sociales pudieron desarrollar un amplio y refinado abanico de abordajes y
métodos, al mismo tiempo que sufren la amenaza de una desintegración, con elementos
venidos de su propio "interior", a medida que absorben la forma que toma la cultura en la
sociedad compleja. Eso hace de la actualidad mediática un excelente objeto de estudio
para comprender las determinaciones a que están sometidas la teoría social y la ciencia
hoy. Permite entender como un programa fuerte en comunicación puede articular
cuestiones de epistemología del área con el mundo que vivimos, al mismo tiempo que
aclara los obstáculos epistemológicos para su constitución.
La diversidad teórica no puede ser confundida con la masificación de los
paradigmas, debemos tomar nuestras distancias y saber identificar lógicas que ven de
nuestra cultura global de aquellas que son intrínsecas al proceso del conocimiento
científico. Evidentemente, el universo académico-científico no está aislado de la cultura,
por eso mismo el interés de identificar y saber discernir lo que es de uno y de otro. Omitir
la presencia de los medios de comunicación en ambos los lados de esa ecuación, no

41
"Teorías" con estas propiedades son muy propicias a la divulgación y a ser aceptas en el plan
institucional, razón por la cual desplazan y disuelven las teorías científicas.

83
ayudará en nada. Particularmente, pienso que algo de esencial se perderá y que eso –
pérdida o esclarecimiento – tiene mucho que ver con el desarrollo de la teoría de la
comunicación.

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Wolf, M. (2003). Teorias da Comunicação. Martins Fontes. São Paulo.

87
IMPLICACIONES DE UNA “NUEVA” HISTORIA (INTERNACIONAL) DE LA
INSTITUCIONALIZACIÓN DE LOS ESTUDIOS DE LA COMUNICACIÓN EN
AMÉRICA LATINA

Raúl Fuentes Navarro

La historia internacional de los estudios de la comunicación y de


los medios está todavía por escribirse. Hasta ahora, la mayor
parte de las historias han sido nacionales, con una predominante
atención sobre América del Norte y Europa Occidental. Estos
énfasis están justificados porque el campo se estableció
originalmente en ambos lados del Atlántico Norte, se fue
expandiendo a partir de ahí, y con unas pocas notables
excepciones, sigue estando hoy en día mejor establecido en esas
regiones (Simonson & Peters, 2008, p.764).

Estas palabras, escritas por dos importantes historiadores contemporáneos de nuestro


campo académico, no solo sirven como un excelente inicio para la entrada
correspondiente en la Enciclopedia Internacional de Comunicación (Donsbach, ed.,
2008), sino también como una invitación para que académicos de otras regiones del
mundo contribuyan al desarrollo plenamente internacional de esta historia. Según su
definición oficial en la International Communication Association (ICA), la manera de
abordar la historia del campo de la comunicación desde la División que lleva ese nombre
(Communication History Division) “nos permite involucrarnos en un diálogo reflexivo
acerca de las fortalezas y debilidades de la institución de los estudios sobre la
comunicación”42. Por supuesto, se entiende este propósito con base en ese “diálogo
reflexivo” entre investigadores que estudian estos procesos de institucionalización en

42
(http://community.icahdq.org/ohana/groups/details.cfm?id=27, recuperado el 14/04/2014).

88
cada espacio o región geográfica donde se han desarrollado la investigación y la
enseñanza de la comunicación, porque “conforme el campo se ha expandido globalmente,
su asimilación en diferentes sistemas académicos y culturas nacionales ha generado
distintas características locales” (Craig, 2008, p.678).
Por ello, este trabajo se centra en la consideración, a partir del caso mexicano y en
algunos aspectos de alcance latinoamericano, de los rasgos comunes y de las
peculiaridades en la emergencia y desarrollo de las prácticas académicas de investigación
de la comunicación y de los programas universitarios de pregrado y posgrado, para
formular algunas cuestiones críticas sobre la identidad y el futuro de este campo,
especialmente en diálogo con otras perspectivas y versiones latinoamericanas, y en la
forma de una versión “no-estadounidense” de lo que Pooley y Park consideran “la tarea
primera y más urgente”:

…des-occidentalizar la historiografía del campo: producir historias más allá de las de


Norteamérica y Europa Occidental. (…) El frecuente etnocentrismo de la mayor parte de
la historiografía estadounidense necesita ser desafiado también, especialmente en la
medida en que sus particularidades locales se disfrazan como desarrollos universales
(Pooley & Park, 2013, pp.85-86).

Según las categorías más amplias empleadas por Pooley para clasificar los aportes
documentados a la historia del campo de estudios de la comunicación43, este trabajo
puede reconocerse alineado en el “menos común” de los acercamientos historiográficos,
pues busca desarrollar una “historia contextual, institucional” (Pooley & Park, 2013,
p.78), aunque sin ignorar los factores pertinentes de las perspectivas “campo-céntricas” e
“intelectuales”. La adopción del concepto de “campo” y no algún otro –por ejemplo,
“disciplina”– para el estudio de la institucionalización de los estudios de comunicación en

43
La bibliografía incluida en el sitio (http://historyofcommunicationresearch.org/, recuperado el
12/04/2014), se clasifica con “etiquetas” referidas a (1) su enfoque historiográfico; (2) su referencia
geográfica; (3) su marco disciplinario de referencia u orientación hacia un campo-dentro-del campo; (4) el
tópico, subcampo o figura de personaje central; (5) la ubicación institucional; y (6) el contexto histórico o
geopolítico de cada estudio documentado. Un análisis realizado en octubre de 2012 sobre esta bibliografía,
en Pooley & Park (2013).

89
México y América Latina tiene su propia historia44, y eventuales implicaciones de interés
para una perspectiva “internacional”.
De entrada, hay coincidencias con Pooley, pues el autor también ha construido y
mantiene un repositorio digital (http://ccdoc.iteso.mx), que en este caso incluye más de
seis mil referencias de productos publicados de investigación de la comunicación en o
sobre México, la mitad de ellas disponibles en texto completo. Este esfuerzo de
documentación, iniciado en 1983 y que incluye el sitio consultable libremente en línea
desde octubre de 2003, también se relaciona con la elaboración de interpretaciones
históricas, caracterizadas por “un saludable eclecticismo explicativo –el rechazo a
establecerse en un solo modo de análisis” (Pooley, 2008, p.57). Además, por supuesto, de
la búsqueda de “un tratamiento riguroso, contextualista, aunado a un relato diferente que
contar” dentro de nuestra historia del campo, que pueda considerarse “nuevo” (Pooley,
2008, p. 43), porque la hipótesis de la “Nueva Izquierda” formulada por Pooley está
relacionada –y lo ha estado desde hace décadas– con las tradiciones “críticas”
fundacionales en el contexto latinoamericano, desde diferentes perspectivas, aunque no
todas ellas estrictamente “críticas”45:

44
Es una historia particular que, para el autor, comenzó en 1991 cuando estaba preparando su contribución
(titulada “El estudio de la comunicación desde una perspectiva sociocultural en América Latina”) para el
Seminario Internacional sobre Comunicación y Ciencias Sociales en América Latina, realizado en Bogotá
bajo los auspicios de la Federación Latinoamericana de Facultades de Comunicación Social (FELAFACS)
que celebraba así su décimo aniversario. En la búsqueda de un marco conveniente en la sociología de la
ciencia, encontró el artículo clásico de Pierre Bourdieu sobre el campo científico (Bourdieu, 1975), en el
que se basó para desarrollar un modelo heurístico (Fuentes, 1998, p.73) que sigue siendo útil y se retoma
también aquí. El argumento original mantiene su justificación: “El concepto de campo… nos permite
reconocer las tensiones y los desfases entre los actores que lo constituyen con sus prácticas, más que los
ingredientes y articulaciones relativamente estables y homogéneos o las autorregulaciones con que un
sistema preserva su identidad, esto es, su estructura. Y es que lo que intentamos enfatizar es el análisis del
desarrollo cualitativo, –sociocultural– no tanto el del crecimiento cuantitativo –demográfico-estadístico.
Por «campo académico» entendernos, entonces, a bastante más –de hecho otra cosa– que el conjunto de
instituciones donde se imparten estudios de nivel superior. Incluimos en él a la teoría, la investigación, la
formación universitaria y la profesión, y centramos el concepto en las prácticas que realizan actores o
agentes sociales concretos –sujetos individuales y colectivos– con el fin de impulsar proyectos sociales
específicos; en este caso, estructuras de conocimiento y pautas de intervención sobre la comunicación
social” (Fuentes 1992a, p.17).
45
Entre otros textos reflexivos (Fuentes, 1992b; Orozco, 1997; León-Duarte, 2007; Gobbi, 2008), se
pueden citar historias del campo escritas por latinoamericanos y publicadas en inglés, que han avanzado
desde hace cuatro décadas la participación en los debates y búsquedas “internacionales” (entre otros,

90
Estas “nuevas historias” [en otras disciplinas de las ciencias sociales, y no en los estudios
de comunicación] emergieron del tumulto mucho más amplio que ha estado reverberando
en las ciencias sociales desde fines de los años sesenta [en Estados Unidos]. Esta
inquietud compleja y sobredeterminada rechazaba la emblemática confianza en la élite
científica de la posguerra, con su engreído cientificismo, liberalismo de guerra fría y
enredos con el gobierno federal. En todas las ciencias sociales, juveniles académicos
insurgentes subrayaron la brecha entre la auto-descripción de los científicos sociales de la
posguerra como observadores neutrales y el apoyo implícito que su trabajo efectivo daba
al status quo. Se formaron grupos auto-identificados como radicales en la mayor parte de
las ciencias sociales, vinculados a la Nueva Izquierda estudiantil. Este radicalismo
político se yuxtapuso, aunque de manera desigual, con una fuerte reacción metodológica
contra las pretensiones de estatuto de ciencia natural –a menudo marcadas con un
indeterminado y polivalente “positivismo”– en favor de diversas teorías reflexivas del
conocimiento (Pooley, 2008, p.44).

De esta manera, conviene explorar cómo las tendencias anti-positivistas y anti-


imperialistas constituyeron, en los sesenta y los setenta, los ejes científicos e ideológicos
a partir de los cuales se diseñaron los estudios “críticos” de la comunicación, si bien en
sentido estricto no fueron institucionalizados así en México y América Latina, y cómo
puede interpretarse esa desarticulación ahora, desde una perspectiva más amplia46.
En el capítulo correspondiente a América Latina en Interpretar la comunicación
(Moragas, 2011), que por cierto es tan extenso como el dedicado por el autor a su propia
región: la Europa Latina, Miquel de Moragas despliega una bien documentada y
finamente enfocada actualización de lo que ya treinta años atrás él mismo había

Beltrán, 1975; 1976; Marques de Melo, 1988; 1993; Chaffee, Gómez-Palacio & Rogers, 1990; Martín-
Barbero, 2008; Islas and Arribas 2010; Cañizalez, 2011; Waisbord, 2014).

46
En varios textos publicados en los años más recientes (Fuentes, 2011; 2014a; 2014b; 2015; 2016a;
2016b; 2016c) se han analizado con mayor detalle las condiciones y las limitaciones históricas de la
institucionalización y la internacionalización de los estudios de comunicación en América Latina, no
siempre en coincidencia con las versiones “hegemónicas” (intra- y extra-latinoamericanas), ante las cuales
se ha tratado de argumentar y de documentar también en cuanto al desarrollo de los programas de posgrado
y de las políticas públicas relacionadas con la investigación (Fuentes, 2007; 2012; 2014c; Fuentes y
Bustamante, 2012).

91
subrayado: que “en Latinoamérica, por la viveza del cambio social y las transformaciones
comunicativas, aparecieron más claramente que en ningún otro contexto las
implicaciones políticas de la investigación sobre la comunicación”. Pero ahora, aunque
esta actividad “se encarna, plenamente, en la historia de los logros y las dificultades de
los procesos de lucha contra la dictadura, la pobreza y la dominación”, con el paso de los
años, superando dificultades, “también irá liberándose de las influencias teóricas
dominantes, construyendo su propia intertextualidad teórica, discutiendo, renovando,
descartando teorías” (Moragas, 2011, p.178). Al seguir estas “pistas” y otras
confluyentes, resulta cada vez más claro que el enfoque de la atención sobre las tensiones
y contraposiciones es mucho más esclarecedor de los procesos de institucionalización
internacional que los flujos unidireccionales de influencias o recursos, o la defensa de
“excepcionalismos” históricos nacionales, y que metodológicamente conviene definir
escalas tanto espaciales como temporales para contextualizar adecuada y diversamente
los procesos de la transnacionalización (Löblich & Scheu, 2011; Löblich & Averbeck-
Lietz, 2016).

1. Un marco teórico y un acercamiento heurístico a la institucionalización del


campo

El historiador Fernand Braudel, uno de los intelectuales más influyentes en las ciencias
sociales del siglo XX, escribió alguna vez que “la sociología y la historia conforman una
misma aventura intelectual, no dos caras diferentes de una tela sino la materia misma del
propio lienzo, la sustancia plena de su tejido” (Braudel, 1980, p.69). Él consideraba a la
historia como una verdadera ciencia, una muy compleja, porque hay muchas
“profesiones” en la historia y –para ser entendido por el sociólogo– enfatizaba que la
historia trata con el pasado de muchas maneras diferentes, “y que la historia puede
incluso ser considerada en algún sentido como un estudio del presente” (Braudel, 1980,
p.64).
Uno de los seguidores más distinguidos de Braudel, el sociólogo Immanuel
Wallerstein, convocó en los años noventa a un profundo movimiento global para
“impensar” (más que repensar) algunas premisas sociológicas básicas (Wallerstein,

92
1991), especialmente la estructura disciplinaria heredada del siglo XIX (Wallerstein,
1996). Para él, como resultado de los cambios ocurridos tanto en el Sistema-Mundo como
en el mundo del conocimiento, “las cuestiones intelectuales que nos planteemos serán
muy diferentes en el siglo XXI de las que nos planteamos durante al menos los últimos
150 años” (Wallerstein, 2000, p.26). Uno de los desafíos a enfrentar es el organizacional,
y Wallerstein espera que los científicos sociales mismos “tomen la iniciativa para
reunificar y redividir la ciencia social, para así crear una más inteligente división del
trabajo”, bajo la forma de una ciencia social histórica, una que

debe estar basada en el supuesto epistemológico de que todas las descripciones útiles de
la realidad social son por necesidad simultáneamente ‘históricas’ (es decir, que toman en
cuenta no solo la especificidad de la situación sino los continuos e interminables cambios
en las estructuras bajo estudio, así como en las estructuras del entorno), y ‘científico-
sociales’ (esto es, que busquen explicaciones de la larga duración [longue durée],
explicaciones que, sin embargo, no son y no pueden ser eternas). En breve, los procesos
deben estar en el centro de la metodología. (…) los científicos sociales históricos tienen
que incorporar la tensión universal-particular en el centro de su trabajo, y sujetar todas las
zonas, todos los grupos y todos los estratos al mismo tipo de análisis crítico. Todo esto es
más fácil de decir que de hacer. Nunca podrá ser hecho a menos y hasta que la ciencia
social se convierta en un ejercicio verdaderamente global… (Wallerstein, 2000, p.34).

Ese “ejercicio verdaderamente global”, como es obvio, tiene que superar


obstáculos enormes, de naturaleza económica, política y, ciertamente, lingüística y
sociocultural. Sin que sea sorprendente, los procesos y las estructuras de comunicación
son indispensables para la construcción de ese deseable modelo de campo de la ciencia
social futura. O, como el propio Braudel sabía, la historia tradicional, “la historia de los
eventos”, la historia de los hombres particulares, debe ser entendida como una
construcción de la distinción, “dentro del tiempo histórico, de un tiempo geográfico, un
tiempo social y un tiempo individual” (Braudel, 1980, p.4). Reflexiones recientes sobre
las ciencias sociales en escala global, sugieren entre otras cuestiones que:

93
Las ciencias sociales permiten ver eso que no es visto o es mal visto. Lo que aportan se
manifiesta en la relación del investigador con su objeto y en la relación que teje con el
público. Esta última a veces debe mucho a los medios de comunicación, de cuyo estudio
los investigadores en ciencias sociales obtendrían un gran beneficio: las tecnologías sobre
las que se apoyan, la formidable novedad que ha sido Internet –más que ninguna otra
tecnología– y el funcionamiento de las redes a las que éste da lugar, así como la
confianza y legitimidad que pueden o no estarle asociadas (Calhoun y Wieviorka, 2013,
p.46).

Ante un auditorio de investigadores de la comunicación, el sociólogo Calhoun


había recomendado poco tiempo antes, “asegurarse de que florezca el debate interno no
solo sobre ‘qué es el campo de las comunicaciones’ sino acerca de los importantes
problemas intelectuales y prácticos sobre los que los investigadores de la comunicación
pueden producir conocimiento necesario” (Calhoun, 2011, p.1495). El argumento de base
es convincente:

En este heterogéneo campo, lo que se necesita no es presión hacia la conformidad sino la


producción de más y mejores conexiones entre diferentes líneas de trabajo. Entiendo que
la teoría tiene un papel especial que desempeñar en esto, pero formular las grandes
preguntas que conecten las diferentes líneas de trabajo es algo que rebasa por mucho el
dominio de la teoría (Calhoun, 2011, p.1495).

En sintonía con perspectivas como estas, en México y América Latina pueden


reconocerse buenos ejemplos de historización y de mecanismos para contraponer el
trabajo colaborativo a la fragmentación del campo de estudios de la comunicación, que
sin embargo son más bien desconocidos por los mismos herederos de quienes los
impulsaron en décadas pasadas, más que como aportes teóricos o científicos como
respuestas tentativas y comprometidas a “las grandes preguntas” sobre las realidades
sociales circundantes. A pesar de la aparente reducción dicotómica en que se basa, es
ilustrativa la síntesis presentada por Jesús Martín-Barbero en su colaboración para la
Enciclopedia Internacional de Comunicación sobre los “dos asuntos” que ha enfrentado
desde sus inicios la investigación latinoamericana: “el tecnológico, caracterizado por el

94
argumento modernizador y desarrollista … y el socio-cultural, el cual se relaciona con …
una lucha tanto por la sobrevivencia social como por la reconstitución cultural basada en
movimientos de resistencia y apropiación” (Martín-Barbero, 2008, p.614)47.
En ese contexto, a lo largo de un trayecto académico compuesto por múltiples
experiencias de investigación (Fuentes, 1992a; 1998; 2006; 2016a), consideramos a la
institucionalización en programas universitarios y asociaciones profesionales como la
manifestación más objetiva de la constitución de un campo académico, en la medida en
que de esa forma las instancias del poder social asignan o reconocen un lugar específico a
la producción y reproducción del conocimiento y a la formación profesional en un área
determinada, e implícita o explícitamente definen la orientación y el sentido (función
social) que el trabajo sobre dicha área en dicho lugar deberá de cumplir para obtener y
reforzar su legitimidad. Este proceso es entonces inseparable de la profesionalización de
los sujetos que, dentro de los programas establecidos, han de ejercer las prácticas
académicas y articula, de maneras más o menos fuertes, la producción académica con la
toma de decisiones en el área, lo cual a su vez contribuye a la legitimación del
conocimiento, de las instituciones donde se cultiva y de los sujetos que lo generan.
Por ello, la extensión y la distribución de los programas en el sistema de
educación superior de uno u otro país indica, al mismo tiempo, las posiciones que va
adquiriendo la “disciplina” en el sistema, en relación con otras, y las que distinguen entre
sí a las instituciones universitarias en la constitución del campo, así como las redes que
las articulan de ciertas maneras y no de otras. Pero además de estos procesos de
institucionalización social en establecimientos universitarios y redes de interconexión
entre ellos (Liberman y Wolf, 1990; Casas, 2001; Godoy, 2006), es indispensable tomar
en cuenta la institucionalización disciplinaria o cognitiva que, siguiendo el aporte clásico

47
En ese texto, después de relatar los “inicios” de la investigación latinoamericana en relación con el
imperialismo cultural y los aportes de Freire, Pasquali, Mattelart, Beltrán y Verón, Martín-Barbero reseña
un cambio de orientación a partir de los ochenta al relacionar la comunicación con las culturas, y concluye
con una “agenda latinoamericana en el siglo XXI”, que desglosa en cuatro grandes temáticas: la
globalización y sus efectos sobre las culturas, la mass-mediación de la política, la ciudad como espacio de
comunicación y el uso de los medios y el consumo cultural. No obstante que la descripción de estos cuatro
campos de investigación abarca la mitad del texto, la consideración final es que “el campo de los estudios
de comunicación en Latinoamérica atraviesa un periodo de fuerte crecimiento en cuanto a programas
académicos, pero no en términos de investigación en el campo” (Martín-Barbero, 2008, p.619).

95
de Burton Clark (1992), se considera aún más importante que la primera para el análisis
de la estructuración del campo académico.
En ambos planos de la institucionalización, la constitución de una disciplina o
especialidad científica “atraviesa” los establecimientos vinculándolos (y
desvinculándolos) entre sí mediante la acción de los sujetos adscritos a ellos (Fuentes,
2006, p.10-11). El estudio realizado por el autor en la primera mitad de la década de los
noventa (Fuentes, 1998) sobre la emergencia del campo académico de la comunicación
en México, supuso un ejercicio de apropiación crítica de aportes teórico-metodológicos
de Bourdieu (1975, 1988), Giddens (1984, 1989), Thompson (1990) y otros autores, y se
desarrolló mediante la construcción de modelos heurísticos, uno de los cuales definió
nueve procesos de estructuración, a reconstruir analíticamente:

Escala individual:
• Procesos de constitución de los sujetos (trayectorias académicas, opciones
vocacionales, orígenes sociales)
• Procesos de formación/conformación del habitus (esquemas de
percepción, valoración y acción)
• Procesos de profesionalización (como apropiación de recursos y esquemas
de competencia académica y como calificación y ubicación laboral en una
institución específica).
Escala institucional:
• Procesos de institucionalización social u organización (como programas
institucionales y como formación de una “comunidad científica” a través de
asociaciones y publicaciones académicas)
• Procesos de institucionalización cognoscitiva (conformación de una
“matriz disciplinaria” articuladora y generadora del sentido de las prácticas
científicas legítimas)
• Procesos de especialización de la producción científica (en términos de
intercambios intra- e interdisciplinarios)
Escala sociocultural:

96
• Procesos de auto-reproducción del propio campo, mediante la formación e
incorporación de investigadores en el mercado laboral académico
• Procesos de legitimación social del campo ante el Estado y la sociedad
civil, manifiestos en la obtención de “autoridad científica” y de “autonomía
relativa” y en los usos sociales de sus productos
• Procesos de asimilación/acomodación del sentido (utópico) del campo y
de las prácticas en el cambiante entorno sociocultural de la “realidad”
(Fuentes, 1998, p.73).

Hipotéticamente, mediante la articulación empírica y analítica de


reconstrucciones e interrelaciones concretas de uno o varios de estos procesos, es posible
reconocer en diferentes escalas espaciales y temporales los factores determinantes de la
estructuración/ desestructuración/ reestructuración del campo académico, situando en sus
diferentes contextos las prácticas constitutivas, que incluso pueden llegar a formularse en
términos de comunicación. En este estudio, la dimensión trans-institucional es
fundamentalmente importante, y lo es más, obviamente, cuando las instituciones y los
sujetos están situados en distintos países, es decir, en distintos regímenes nacionales,
según esa historia internacional que está todavía “por escribirse” (Simonson & Peters,
2008, p.764).
No obstante, ha emergido y se fortalece un punto de vista que “nos ayuda a ver
cómo el estudio organizado de la comunicación al mismo tiempo ha reflejado, refractado
e impulsado la geopolítica transnacional, los patrones institucionales de educación y
profesionalización y maneras de conocer y de actuar” determinantes de la vida colectiva
desde el siglo pasado. La búsqueda de marcos sociohistóricos adecuados para
fundamentar una investigación no solo inter-nacional, sino crecientemente “trans-
nacional” de los procesos de constitución del campo académico de la comunicación, con
fundamentos propiamente teóricos, ha cobrado recientemente un fuerte impulso:
“Reconociendo que los campos no están limitados por las fronteras de los estados-nación,
los historiadores de las ciencias humanas han desarrollado marcos transnacionales de
análisis. La historia transnacional toma forma junto a las historias comparativa,
internacional, mundial y global” (Simonson & Park, eds., 2016, pp.2-6).

97
2. La fragmentación y la construcción inter- o transnacional del campo
académico

Karl Erik Rosengren observó hace tiempo que en la década de los ochenta el eje de las
discusiones centrales del campo académico de la comunicación se desplazó de la
dimensión cambio radical/ regulación social (es decir, un eje orientado por ideologías
políticas), a la dimensión subjetivismo/ objetivismo (a su vez definido más bien por
ideologías científicas). Pero, al mismo tiempo y quizá por ello, afirmó que el campo “se
caracteriza hoy más por la fragmentación que por la fermentación” (Rosengren, 1993,
p.9). A partir de entonces, la preocupación por la “fragmentación”, entendida como
obstáculo para la consolidación disciplinaria, se convirtió en una clave constante y
generalizada de discusión, sobre la base de la observación de marcos bibliográficos y
referenciales cada vez más especializados y la conformación de “sub-campos” con menor
contacto y debate entre ellos (Bryant & Miron, 2004). En América Latina esta dispersión
temática y teórico-metodológica, perceptible en los congresos, encuentros y conferencias
y en las bibliografías de tesis de posgrado (Fuentes, 2007), coexiste con una creciente
concentración de la producción y la distribución de contribuciones científicas, sin que
esto signifique una paradoja o una contradicción, como se ha argumentado en otro lugar,
al analizar la procedencia de los artículos publicados en las revistas académicas
latinoamericanas más representativas48:

A manera de ilustración (y quizá como sugerencia de análisis que deberían realizarse),


pueden tomarse por ejemplo los datos expuestos por Ángela María Godoy (2006), quien
sistematizó y analizó los orígenes de 447 artículos publicados en 51 ediciones de la revista

48
No obstante las diferencias, por proyecto y realización en ambos casos, Diá-logos de la Comunicación y
la Revista Latinoamericana de Ciencias de la Comunicación deben ser consideradas las dos principales
revistas académicas estrictamente latinoamericanas, y no solo editadas en Latinoamérica, del campo de la
comunicación. Las otras dos publicaciones que pueden considerarse en esa categoría son Chasqui y la hace
mucho tiempo descontinuada Comunicación y Cultura.

98
Diá-logos de la Comunicación, entre 1987 y 200349. La distribución por adscripción de los
autores indica una concentración del 64% en los cinco países con mayores frecuencias
(México, 17%; Argentina, 12.8%; Colombia, 12.3%; Brasil, 11.2% y Perú, 10.7%),
mientras que otros 10 países latinoamericanos dan cuenta del 18.8% de los artículos y otros
12 países de otras regiones, del 17.2% restante.
Comparativamente, en las 16 ediciones de la Revista Latinoamericana de Ciencias de la
Comunicación publicadas entre 2004 y 2012, los cinco países con mayores frecuencias
concentran el 81.9% de los 176 artículos (Brasil, 47.2%; México, 14.8%; Argentina,
10.2%; España, 5.7% y Chile, 4%). Restan un 9.6% para otros ocho países
latinoamericanos y un 8.5% para cinco países de otras regiones50. Y si se sumaran los
artículos, a pesar de las diferencias entre las dos revistas, el 21.3% correspondería a autores
brasileños, el 16.4% a mexicanos, y el 12% a argentinos, es decir, el 49.7% del total para
solo tres países.
Sin que resulte sorpresivo, estos tres países concentran también, en 2012, el 60% de
los programas de posgrado (maestrías y doctorados) en comunicación ofrecidos en las
universidades latinoamericanas, que suman 287 en 19 países (Vassallo de Lopes, coord.,
2012). Pero la cobertura temática y teórico-metodológica de la producción académica
progresivamente concentrada en estos países e instituciones, presenta grados cada vez
mayores, al mismo tiempo, de fragmentación, tendencia que desde muy diversos ángulos
parece prevalecer en el estudio de la comunicación en todo el mundo (Fuentes, 2015,
pp.68-69).

Una apreciación muy detallada y bien fundamentada es la sostenida por Silvio


Waisbord, para quien lo que se necesita en América Latina hoy es adoptar una postura
analítica parecida a la que ya generó nuevos avances teóricos en el pasado: “una visión

49
Aunque Diá-logos de la Comunicación sigue publicándose hasta la fecha por la Federación
Latinoamericana de Asociaciones de Facultades de Comunicación Social (FELAFACS), el análisis de
Godoy llega hasta el número 68, de 2003. Coincidentemente, la publicación de la Revista Latinoamericana
de Ciencias de la Comunicación, de la Asociación Latinoamericana de Investigadores de la Comunicación
(ALAIC), inició en 2004.

50
A pesar de ser plenamente reconocibles como proyectos editoriales latinoamericanos, el país de edición
de cada una de las revistas no es un dato irrelevante: en la época analizada, Diá-logos de la Comunicación
fue editada en Perú (ahora, en Colombia) y la Revista Latinoamericana de Ciencias de la Comunicación en
Brasil.

99
cosmopolita que ubica las cuestiones teóricas en el centro, acercamientos teóricos
producidos en diferentes sitios cauta y críticamente asumidos, y comprometida con los
debates de la comunidad académica global”. Para él, en América Latina “el campo de los
estudios de comunicación/medios permanece unido aunque fragmentado” (Waisbord,
2014, p.2), pues a diferencia de lo que sucedió en Estados Unidos o Europa Occidental,
emergió de una trayectoria intelectual común y su “canon” como estudios de la
comunicación es más homogéneo intelectualmente, al incorporar “textos clásicos de la
tradición del imperialismo cultural y mediático, la semiótica estructural y el análisis del
discurso, la filosofía continental, los estudios culturales y la economía política. Estas
teorías y acercamientos han sido la lingua franca del campo”, lecturas obligadas en las
bibliografías de los programas de formación en América Latina (Waisbord, 2014, pp.6-
7). En consecuencia,

El campo ha estado abierto a las tendencias intelectuales y de desarrollo globales y


regionales. Fue un campo de estudio globalizado en tanto que conectado a los debates
intelectuales de todas partes, antes de que la globalización se convirtiera en un término
común de la era post-Guerra Fría. Buscó des-Occidentalizar los estudios de comunicación
antes de que eso se convirtiera en una preocupación de académicos occidentales. Fue
escéptico ante los reclamos universalistas antes de que se pusieran de moda el
deconstruccionismo y el postmodernismo. Fue descaradamente cosmopolita, repensando
constantemente la viabilidad en la región de las ideas producidas en Europa y Estados
Unidos (Waisbord, 2014, pp.7-8).

Más recientemente aún, Waisbord ha desarrollado una propuesta conceptual y


metodológica que, más allá de la consideración de los estudios latinoamericanos, aborda
algunos de los problemas centrales para la construcción de una perspectiva trans-nacional
o, siguiendo su propia terminología, una relacionada con la globalización, y más
específicamente con la “globalización de las culturas académicas en los estudios de
comunicación”51 (Waisbord, 2016, p.868), contrapuesta a la “fragmentación”. Esta
propuesta se articula alrededor del concepto de “traducción”:

51
“Aquí –explica Waisbord– se entiende por globalización un proceso por el cual los investigadores y los
programas académicos de todo el mundo van quedando crecientemente interconectados” [mediante] “redes

100
Mi interés en este artículo es discutir la traducibilidad del trabajo académico en
comunicación en el contexto de la academia globalizada y de tradiciones de investigación
con trayectorias históricas y culturas diferentes. La noción de traducción es útil para
reflexionar acerca de las culturas académicas en los estudios de comunicación. La
traducción es un ‘evento trans-cultural’ … que tiene que ver con la dinámica y los desafíos
intrínsecos al cruce de las culturas académicas. La globalización de las culturas académicas
confronta problemas que los estudios sobre la traducción han reconocido desde hace
mucho: el choque entre el dogmatismo y la diferencia, los deslizamientos y huecos del
lenguaje y la posibilidad de la (in)comprensión (Waisbord, 2016, p.871).

Para Waisbord, como para otros autores ya citados, es claro que “aunque las
dimensiones globales del campo no han sido todavía exploradas completamente, los
estudios existentes indican que los factores nacionales determinaron las características
particulares de la investigación de la comunicación en diferentes países y regiones”
(Waisbord, 2016, p.875), y que “en el Sur global”, el campo de estudios de la
comunicación se desarrolló mezclando tradiciones filosóficas, políticas y religiosas
locales con las influencias de las tendencias intelectuales externas. “Aunque algunos
académicos siguen convencidos de que el campo refleja principalmente paradigmas y
preocupaciones externos”, el campo no puede reducirse a una proyección de paradigmas
foráneos. “La exposición y el diálogo con la investigación occidental generó una
formación académica local híbrida” (Waisbord, 2016, p.876). No obstante, esta
perspectiva no necesariamente resuelve los riesgos de la fragmentación y el dogmatismo
en el campo en escala global. Por el contrario, “así como no deslocaliza las culturas
académicas centradas en lo nacional, la globalización no necesariamente genera una
sensibilidad cosmopolita. De hecho, impulsa reacciones mixtas” (Waisbord, 2016: 881).
Y probablemente lo más visible en el estado actual de los estudios sobre la
institucionalización del estudio de la comunicación sean esas “reacciones mixtas”,
reconvertidas en objetos de lucha estratégica en el propio campo.

institucionales internacionales de asociaciones profesionales, congresos, proyectos, revistas y libros”


(Waisbord, 2016, p.869).

101
3. Postdisciplinarización y compromiso

Desde el ángulo del análisis del cambio en el campo académico, una revisión del Informe
de la UNESCO-ISSC (2012), permite subrayar que al analizar las tendencias recientes en
el plano internacional, algunos observadores asumen que las ciencias sociales pronto
entrarán en una era postdisciplinaria. Esa modalidad de organización académica implica
fundamentalmente que la investigación se diseñe, ejecute y evalúe en función de
“problemas de conocimiento situados” antes que de premisas y protocolos teórico-
metodológicos tradicionales, los que necesariamente resultan a su vez transformados en
el proceso.
Ahora, dependiendo de los autores, este cambio puede ser el causante de una nueva
integración de las ciencias sociales y las naturales, o puede significar que el conocimiento
estará cada vez más orientado hacia ‘comunidades epistémicas integradas’ cuyo interés
sea la solución de problemas locales y contextuales (UNESCO-ISSC, 2012, p.197), con
el riesgo, ya presente, de la fragmentación. Y en esta perspectiva postdisciplinaria, que
formula quizá la vertiente actual más interesante del impulso para “abrir las ciencias
sociales”, los estudios de comunicación aparecen, con naturalidad y dignidad, en muchos
de los recuentos y revisiones del estado de las ciencias sociales, como referencia de la
transformación en curso de los “territorios disciplinarios”. Se puede leer en el Informe el
conjunto de tensiones que esta referencia implica:

Los estudios de la comunicación […] tienen algunos de los rasgos de un campo


transdisciplinario e interdisciplinario; sin embargo, recientemente han adquirido mucha de
la parafernalia institucional y profesional de una disciplina académica, incluyendo
crecientes ofertas de cursos universitarios, lo cual resulta en un número mayor de
académicos contratados, departamentos en universidades, asociaciones profesionales
nuevas y conferencias. Actualmente ‘comunicación’ es identificada como una categoría
separada en las bases de datos bibliográficas de ciencias sociales como el SSCI Thomson
Reuters, y el número de artículos publicados en esta categoría muestra una tendencia a
aumentar. Incluso esto puede no reflejar el número aún mayor de libros de texto publicados
anualmente en este campo (UNESCO-ISSC, 2012, p.204).

102
A pesar de la fuerza política y económica empleada por algunos gobiernos para
impulsar una institucionalización “productiva, vinculada, e internacional” de la ciencia y
la educación superior, las tensiones organizacionales siguen siendo clave para el
desarrollo de las muy pobladas ciencias sociales. Por ello, una pregunta metodológica que
el propio Informe formula en relación con los “cruces” de las fronteras disciplinarias en
ciencias sociales podría ser, quizá, mejor respondida atendiendo a la experiencia de los
estudios de comunicación: “¿Cómo puede ser fortalecida la formación interdisciplinaria
mientras que las disciplinas se fortalecen? Esta puede ser la pregunta práctica de mañana
para la investigación en ciencias sociales” (UNESCO-ISSC, 2012, p.213). Y
precisamente, desde la región iberoamericana, voces autorizadas en los estudios de
comunicación, como la de Miquel de Moragas, refuerzan esta perspectiva:

La historia de la investigación sobre la comunicación nos pone de manifiesto que los


planteamientos que han pretendido constituir una ‘disciplina independiente’, para obtener
reconocimiento y prestigio académicos, han resultado ser muy poco rentables en términos
de desarrollo de nuestros conocimientos sobre la comunicación (Moragas, 2011, p.19).

Para Moragas, ahora la prioridad no es “la descripción del objeto (la comunicación)
sino, más bien, sus interpretaciones. La prioridad será la historia de la investigación,
analizando su evolución, pero sobretodo la intertextualidad entre teorías que se ha ido
produciendo a lo largo de más de medio siglo de investigaciones”, para de esa manera
responder desde una perspectiva sociocultural “a los grandes cambios que se han
producido tanto en la comunicación como en sus estudios”. Al considerar a los estudios
de comunicación al mismo tiempo, aunque desde distintos ángulos, como un campo y
una disciplina, para Moragas es fundamental que “los estudios sobre medios de
comunicación – aunque visiones conservado-ras y a corto plazo lo pretendan disimular –
siempre se han visto condicionados por la realidad social y comunicativa del contexto en
el que se desarrollaban”. En otras palabras, es indispensable reconocer cómo “en cada
época histórica, en cada país y en cada región, la investigación recibe demandas sociales
distintas, dependientes de los centros de decisión política, económica y cultural”

103
(Moragas, 2011, p.15). Lo mismo puede atestiguase, obviamente, con respecto a los
posgrados en que se forman los nuevos investigadores.
Coincidente con esta perspectiva, desde el contexto de la Enciclopedia
Internacional de la Comunicación, Robert Craig reconstruye las tendencias y los debates
principales que condicionan el reconocimiento y la organización de los estudios de
comunicación en todo el mundo, y subraya los inexorables componentes de aplicación
social que los caracterizan, así como la creciente demanda de intervenciones expertas en
las sociedades contemporáneas. Y en términos de un “prospecto de futuro”, reconociendo
que los debates no han generado acuerdos sobre si la investigación de la comunicación
debería tender a establecerse como una disciplina en el mismo sentido que lo son la
lingüística, la sociología o la economía, o si ya lo ha hecho (al menos en Estados
Unidos), plantea una fórmula que vuelve a enfocar el sentido del debate, de la teoría para
la práctica:

La cuestión no es si el de la comunicación seguirá siendo un campo inter-disciplinario,


pues ciertamente lo seguirá siendo. La pregunta abierta es si la comunicación puede
también tener un núcleo teórico que permita a los investigadores de la comunicación
abordar tópicos interdisciplinarios desde un punto de vista disciplinario particular, que
aporte valor real a la empresa interdisciplinaria. La creciente centralidad de la
comunicación como tema de la cultura global involucra a la disciplina de la comunicación
en una ‘doble hermenéutica’, un proceso en el que el campo académico deriva mucho de su
identidad y de su coherencia del profundo y comprometido involucramiento con la
comunicación como una categoría de la práctica social, al mismo tiempo que contribuye a
la dinámica evolución de esa misma categoría cultural, que constituye el objeto central y
definitorio de estudio de la disciplina (Craig, 2008, p.686).

Y Klaus Bruhn Jensen, otro académico también directamente asociado (como


editor del área de teoría y filosofía de la comunicación), al proyecto de la Enciclopedia
Internacional de la Comunicación, ha recuperado múltiples aportes provenientes de
diversos campos académicos en torno a tres problemas: la comunicación como concepto;
los medios como soportes materiales, como instancias significativas y como instituciones
sociohistóricas; y la investigación de la comunicación como práctica social (Jensen,

104
2010; 2012). Si bien es obvio, y además plenamente consistente con el propio
planteamiento, que los aportes de ésta como de muchas otras obras, a la comprensión de
los medios, de la comunicación, y de las sociedades contemporáneas dependerán
sustancialmente de su circulación, apropiación crítica y utilidad práctica en las diversas
“comunidades interpretativas” a las que se dirige, el sentido de futuro que declara puede
ser compartido:

La investigación de los medios y de la comunicación tiene una contribución que dar, sobre
todo mediante la doble hermenéutica. El campo podría y debería unificarse más en sus
intentos de describir, interpretar y explicar la comunicación, sus problemas pero también
sus potenciales, aunque sólo en última instancia. Al reenfocar la atención sobre el fin de la
comunicación como el inicio de otra interacción social, el campo puede hacerse más
coherente; también puede hacerse más relevante y útil para otros campos de teoría y de
práctica. La comunicación no es ni un sueño ni una pesadilla, sino una práctica en el
mundo real: un recurso único para producir y confrontar conocimiento humano, antes de
traducirlo en acción social (Jensen, 2010, p.165).

La implicación principal es la constitución, mediante la comunicación (entendida


como producción social de sentido), de los investigadores en agentes sociales, capaces de
influir en los sistemas y procesos más diversos en los que los sujetos sociales interactúan
entre sí y con las estructuras culturales e institucionales. Pero obviamente habrá que
destacar que tal agencia trasciende a los individuos, y que la “comunicación” no supone
necesariamente el acuerdo.

La agencia humana no es la manifestación de un libre albedrío individual, ni la estructura


social un conjunto de constricciones externas a las acciones de los individuos. En cambio,
las sociedades son estructuradas por, y simultáneamente estructuran, las incontables
interacciones en las que se embarcan incesantemente los individuos, los grupos y las
instituciones. Los sujetos y los sistemas sociales ‒ agencia y estructura ‒ son las

condiciones habilitantes una de la otra (Jensen, 2012, p.200).

105
Si la comunicación puede, para fines prácticos, considerarse “central” en la
comprensión y determinación del futuro social, no es por una determinación del
desarrollo tecnológico. Será porque se constituya en un medio, en un recurso colectivo,
para la coordinación de acciones metodológicamente reguladas (y por lo tanto,
reversibles), tendientes a la consecución de fines determinados. El debate sobre los fines
de los medios, y en última instancia sobre los fines de la comunicación, no se puede
obviar, al menos en la academia. Sin desconocer las mediaciones y la mediatización, son
las prácticas socioculturales, y en ese sentido históricas, las que es indispensable conocer
críticamente, porque al alejar la comunicación de su identificación con su
instrumentalización, permite rescatar las articulaciones fundamentales de la política y lo
político, la mutua determinación entre estructuras y agencias situadas. Y solo entonces,
podrá proponerse una “comunicación política” cuya denominación no resulte otra
etiqueta redundante y en último término, vacía. La academia también, como la
comunicación pública, al decir de Jensen, es un medio semiótico para un fin social.

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111
APROPIACION CONTEMPORÁNEA DE LA TEORÍA COMUNICACIONAL DE
ELISEO VERÓN

Mario Carlón

“… las hipótesis formuladas sobre la situación cultural de la sociedad


post-industrial no son extrañas a las cuestiones que tocan a las teorías
del discurso”…
Eliseo Verón, La mediatización, pág. 43

1. Nociones, discursos, modas, teorías

Este trabajo sobre comunicación en la era contemporánea se propone revisar una serie de
escritos clave de la corriente de estudios conocida como mediatizaciones, de fuerte
desarrollo en América Latina, en particular en Argentina y Brasil, fundada en la década
del ochenta por el semiólogo argentino Eliseo Verón. Mediatizaciones ha alcanzado en
estos últimos años un gran desarrollo, que ha puesto el acento en circunscribir los
procesos mediáticos en el fuerte proceso de cambio actual. Pero menos se ha atendido
recientemente a la dimensión comunicacional. Esta es la tarea que este escrito se propone
realizar52.
En los últimos años hemos asistido a la propagación de una serie de discursos y
nociones: convergencia, digitalización, usuarios, interfaces, interactividad, narrativas
transmediáticas, “nuevos medios”, etcétera. Discursos y nociones que han renovado, sin
dudas, los estudios de comunicación. Pero respecto a los cuales los estudios sobre
mediatizaciones apenas se han manifestado. En general se las ha adoptado, a veces
productivamente y otras acríticamente, siguiendo las modas de estos últimos años. Sea

52
Presenté una primera versión de este trabajo en el CIM 2013 bajo el título “Mediatización y
comunicación en la era contemporánea”. Pero la primera exposición con los gráficos aquí presentes y con
una línea de tiempo detallada fue presentada en la conferencia “Dando vuelta la página y poniendo la teoría
cabeza abajo y patas arriba. Nuevas estrategias para pensar la contemporaneidad”, dictada en Paraná,
Universidad Nacional de Entre Ríos, en noviembre de 2015.

112
cual sea la actitud que cada uno de aquellos que trabajamos desde hace tiempo en este
campo hemos puesto en juego, no quedan dudas de que lo único que no podemos hacer es
ignorarlas.
Podemos distinguir entre nociones y discursos. Interfaz y usuario son nociones
que permiten conceptualizar fenómenos que han cambiado. Interfaz, por ejemplo, vino a
ocupar el lugar que, generalmente, ocupaba la noción de dispositivo. Sin embargo,
reemplazar dispositivo por interfaz sin someter a esta última noción a un severo examen
constituye, según nuestro entender, una grave pérdida. La noción de dispositivo, que tiene
una doble genealogía, una de los cuales es la teoría foucaultiana y la otra la de los
estudios mediáticos, puede dejar su lugar en muchos estudios a la de interfaz, pero esta
última jamás podrá, en sentido estricto, reemplazarla. La noción de dispositivo tiene
densidad crítica y política, reenvía directamente al estudio de las relaciones de poder de
la era de los medios masivos y a las teorías de los sujetos (y subjetividades) políticos,
artísticos, etcétera. La noción de interfaz, en cambio, tiene origen en las teorías
informáticas y principalmente describe modalidades básicas de interacción hombre-
máquina a través del vínculo entre el “usuario” (frente a pantalla) y la tecnología. Por
razones semejantes la noción de “usuario”, de similar genealogía a la interfaz, que remite
inmediatamente al concepto de individuo, no debería reemplazar tampoco a la de sujeto,
de fuerte carácter supraindividual.
Sin embargo, las nociones de interfaz y usuario dan cuenta de aspectos de la
mediatización actual que dispositivo y sujeto (en su formulación mediática tradicional,
por ejemplo en la teoría del cine) ya no pueden cubrir. Las nociones de dispositivo y
sujeto se desarrollaron y aplicaron en la era de estudio de los medios de comunicación
masiva, en la que no había interactividad o era muy baja (incluso en el campo del arte).
Hoy, que la interactividad es generalizada y cotidiana gracias a la hiperconexión no es
posible obviarlas. Pero es muy importante comprender que su uso sino es discutido,
situado, reformulado, implica ganancias y pérdidas.
Convergencia y digitalización son, en cambio, conceptos que han generado
grandes discursos. En el campo de las teorías de los “nuevos medios”, casi paradigmas.
El discurso de la digitalización se propagó en los años noventa con Nicholas Negroponte
(1995) como uno de sus principales referentes. Y estalló, según Henry Jenkins (2008

113
[2006]), cuando volaron por el aire las empresas punto.com. El discurso de la
convergencia tecnológica venía desde antes, pero en estos últimos años se expandió
vigorosamente al campo de la cultura (vía Henry Jenkins (2006 [2008]), un especialista,
vale recordarlo, en el análisis de los fans y de la cultura popular) dando origen a una
importante renovación, en particular, gracias al desarrollo de los estudios de narrativas
transmediáticas (Jenkins, ídem) y a su focalización en lo que producen durante y después
de las emisiones de las franquicias los usuarios (Scolari, 2012) . Este campo tiene muchos
puntos en común con el que en la era de los medios masivos ocupaban los estudios
transpositivos (Steimberg, 1980). Pero aquí, otra vez, es importante la aclaración, porque
nuevamente podemos considerar una pérdida: si bien los estudios transmediáticos
vinieron a dar cuenta de aspectos que los transpositivos actualmente no cubren, los
transpositivos tenían un fuerte apoyo en las teorías de la literatura y el Arte que los
estudios transmediáticos no siempre ofrecen (y que mucho menos están presentes en los
discursos provenientes de los actores de la industria que están adoptando a lo
transmediático como receta mágica de la comunicación broadcast en la era de crisis de
los medios de comunicación masiva).
En esta fuerte renovación quizás sólo sobreviva la noción que da nombre a la
perspectiva mediatizaciones: la de medio. Sin embargo, tampoco en este campo estamos
mejor. Se tiende a repetir, al igual que sucede con la de dispositivo, la conceptualización
que viene de la era de los medios de comunicación masiva. Y las propuestas de
renovación conceptual tampoco parecen lograr, por ahora, ningún consenso.
En síntesis: sobre nociones, estudios y discursos queda a la perspectiva
mediatizaciones una tarea importante a realizar. Tarea que no puede consistir en la
adopción mecánica de estos desarrollos (es decir, sin un profundo examen y revisión). Y
que tampoco puede consistir en ignorarlas, ya sea porque indudablemente dan cuenta de
fenómenos nuevos o porque están demasiado expandidas y consensuadas (con lo cual nos
quedaríamos, ¡horror!, fuera de la conversación). Mientras esa tarea se desarrolla nos
proponemos en este trabajo, en el que intentaremos una apropiación de la teoría de Eliseo
Verón concentrarnos en la dimensión comunicacional. Lo hacemos porque creemos, ante
cierta dispersión que presenta el campo, que tal vez el modo de lograr nuevos consensos

114
consista en atacar no uno sino varios frentes a la vez. A veces un ataque sistémico es
mejor que uno parcial.

2. Mediatización, comunicación y la era en que nos toca vivir

Por eso la principal tarea que nos proponemos realizar constituye en establecer a partir
de qué criterios debemos establecer una apropiación crítica de las nuevas nociones,
teorías y discursos. Y, por supuesto, resolver qué hacer con las nociones históricas:
tenerlas a mano y utilizarlas para confrontar con las actuales o, como sucedió con tantas
otras, olvidarlas y dejarlas en el cajón de las cosas en desuso.
Nuestra tesis es que toda esa tarea debe realizarse a partir del reconocimiento de
un cambio de época. Discursos, nociones, teorías y nuevos paradigmas no han emergido
aleatoriamente o porque sí. Es decir que es mucho más que tal discurso o noción lo que
debemos discutir. Sobre lo que debemos reflexionar en definitiva es: ¿por qué este
conjunto de nociones han emergido ahora? ¿Y de qué son síntoma? ¿Lo son sólo de un
cambio tecnológico? ¿O acaso ese cambio en la mediatización no se ha producido porque
hay también un cambio radical en las prácticas comunicacionales, en los modos sociales
de consumir y producir discursos y practicar el Arte, la política, los viajes, el comercio, el
entretenimiento, etcétera? ¿O acaso ese cambio no se produjo porque el anterior orden
hegemónico, de los medios de comunicación masiva y de una práctica organizacional y
política basada en un concepto de las masas y lo masivo, que permitía organizar el
transporte la producción, distribución y consumo de bienes culturales, etcétera,
implosionó? ¿O acaso no es hora de que enfrentemos, finalmente, una pregunta mucho
más profunda, acerca de dimensión del cambio que vivimos?
Estamos convencidos de que más allá de la modernidad (y de la posmodernidad o
modernidad tardía) vivimos en un nuevo ambiente mediático y cultural. En una nueva era
que siguiendo una serie de desarrollos y reflexiones que van desde la teoría del Arte a la
filosofía consideramos contemporánea (Carlón 2014). Al hacer esta observación
expandimos un diagnóstico consensuado ya en el campo del Arte hacia el de la cultura en
sentido amplio. Y al hacerlo incluimos, obviamente, a los medios y a la comunicación. Es
una era que tiene en su base una singular crisis del tiempo. Al hacer referencia a este

115
concepto expresamos que lo que está cambiando es la relación entre pasado, presente y
futuro por una configuración en la que el presente ha adquirido en una nueva
significación. Es un cambio que puede ser focalizado en distintos niveles. En este trabajo
nos interesa, como ya señalamos, la dimensión comunicacional. Nos interesan preguntas
como: ¿hay una especificidad contemporánea a nivel de la comunicación? ¿Y cuál es el
modelo teórico con el que se la debe estudiar?
Sostenemos una tesis: que al hablar de un cambio en la comunicación nos
referimos principalmente a una transformación en las condiciones de circulación
discursiva que afecta a la política, el arte, la economía, el deporte, etcétera. Es decir, al
conjunto de las prácticas sociales que comprenden, en su sentido amplio, la cultura.
Como estamos convencidos que ese cambio existe nos vemos obligados a postular
exactamente en qué consiste y, también, por qué no puede ser conceptualizado por las
postulaciones y modelos modernos y posmodernos. Nos proponemos entonces, por un
lado, identificar algunos aspectos claves de ese cambio y, por otro, desarrollar una serie
de propuestas tendientes a establecer estrategias para poder estudiarlo.

3. La comunicación en la era moderna

“Existe todo un gran período que podríamos identificar con el triunfo de la modernidad, que
groseramente se puede ubicar en la primera mitad del siglo y que está dominado por lo que
llamamos una teoría de la comunicación. Tanto en lingüística como fuera de ella esta teoría ya
existía”
(Eliseo Verón, La mediatización, 46).

Es obvio que en un artículo de esta dimensión, en el que nos proponemos plantear


algunas hipótesis sobre la comunicación en la era contemporánea, es imposible realizar
una exposición mínimamente exhaustiva sobre la situación de los estudios
comunicacionales en las eras moderna y posmoderna, así que pasamos rápidamente a la
tesis fundamental53: en la modernidad reinó la metáfora de que vivíamos en una sociedad

53
Para una argumentación más detallada sobre este tema remitimos a “Posmodernidad y teorías del
lenguaje: el fin de los funcionalismos” (Verón, 2004).

116
de la comunicación, en la que los medios masivos, obviamente, ocupaban un lugar
central. Y la idea sobre la comunicación que prevaleció quedó plasmada en el célebre
modelo de Roman Jakobson (1985 [1960]), un modelo en el que la comunicación era
conceptuada de forma “exitosa” y lineal. Pese a que Jakobson propuso su modelo en su
artículo “Lingüística y poética”, dedicado principalmente a los estudios literarios, ciertos
ejemplos que analizó, como el slogan de la campaña presidencial de Eisenhower I like
Ike, (que tenía una versión canción que era un aviso audiovisual televisivo) habilitaron
rápidamente su aplicación a discursos de los medios de comunicación masiva54. A los
cuales, debido a su concepción comunicacional basada en emisores más poderosos que
los receptores se adaptó, por supuesto, muy bien. Esta concepción, que tenía extensos y
prestigiosos antecedentes, es sin dudas la que más claramente expresó las ideas
dominantes sobre la comunicación en la era de los medios de comunicación masiva. Y la
que dio origen a una serie de prácticas (artísticas, políticas, teóricas, etcétera) de
resistencia al poder de dichos medios de comunicación.
Debido a esta razón, la era moderna desarrolló un paquete de conceptos capaces
de dar cuenta de los medios masivos y de su discursividad: institución emisora, medio,
dispositivo, lenguaje, representación, sujeto, oyente, espectador (otros, como género y
estilo, tenían una larguísima tradición). Fue una era marcada por los estudios de las
instituciones emisoras de la radio, el cine, la prensa y la televisión. Y, también, por los
dispositivos y lenguajes que esas instituciones pusieron en juego. Un claro ejemplo de lo
que estamos diciendo es lo que sucedió en el campo de los estudios semióticos, que
dominados por el concepto de especificidad buscaron determinar cómo cada medio
producía sentido. Mucho de esta época iba a mantenerse en la era posmoderna, porque los
medios seguirían siendo los mismos. Pero un cambio trascendental afectaría a los
estudios, debido a que se iba a abandonar el modelo lineal para pensar la comunicación.

4. La comunicación en la era posmoderna: estudios semióticos y culturalistas

54
No viene mal recordar aquí que Jakobson (1985 [1960]) no sólo brindó ese ejemplo, sino que avaló el
estudio de la función poética más allá del discurso artístico. Al concluir su análisis de I like Ike expresa:
“Como ya dijimos, el estudio lingüístico de la función poética tiene que rebasar los límites de la poesía, al
mismo tiempo que la indagación lingüística de la poesía no puede limitarse a la función poética” (359).

117
“Yo utilizo deliberadamente esta perspectiva post-moderna”
Eliseo Verón, La mediatización, pág. 46

Probablemente sea en la era posmoderna (o modernidad tardía), cuyos inicios ubicamos


como mínimo en los años setenta, aquella en la que se establecieron los fundamentos de
la concepción comunicacional aún vigente, tanto en el campo de los estudios semióticos
como en los culturalistas. En el caso del culturalismo fue tempranamente Stuart Hall
(2004 [1973]) quien, inspirado en el léxico del estructuralismo triunfante, publicó en
1973 un ensayo clásico, “Codificación y descodificación en el discurso televisivo”, en el
que sostuvo la existencia de tres distintas posiciones interpretativas frente a un discurso
de referencia: la del código dominante o hegemónico, la del código negociado y la del
código oposicional. Las dos últimas, y por sobre todo la oposicional, se basan en la
posibilidad de interpretar de modo diferente lo que se dice desde la emisión.
Y en el de los estudios semióticos el fundador de la perspectiva latinoamericana
de la mediatización55, Eliseo Verón desarrolló en la década del ochenta una teoría
comunicacional que luego sintetizó en “El sentido como producción discursiva” (1987),
un famoso capítulo de La semiosis social. Fragmentos de una teoría de la discursividad.
En ese capítulo planteó una noción clave, en la que insistiría a lo largo de toda su obra, la
de circulación56, que da cuenta de la diferencia entre producción y reconocimiento. Hasta
el final de su vida Verón consideró a esta diferencia constitutiva de todo intercambio
comunicacional, mediatizado o no57. Pero más allá de este hecho no quedan dudas de que
su modelo cayó como un traje hecho a medida para estudiar los procesos comunicativos

55
Según Eliseo Verón las sociedades pasan de ser mediáticas (es decir, modernas) a mediatizadas (o sea,
posmodernas - Verón, 2001 [1984]), a medida que las prácticas sociales se organizan cada vez más en
función de la existencia y el desempeño de los medios.
56
Dice Verón: “Estos dos conjuntos no son jamás idénticos (ya hemos insistido en la primera parte de este
trabajo sobre este punto): las condiciones de producción de un conjunto de significante no son nunca las
mismas que las de reconocimiento. La distancia entre producción y reconocimiento es extremadamente
variable, según el nivel de funcionamiento de la semiosis en que uno se coloca, así como según el tipo de
de conjunto significante estudiado. No hay, por el contrario, propiamente hablando, huellas de la
circulación: el aspecto ‘circulación’ sólo puede hacerse visible en el análisis como diferencia, precisamente,
entre los dos conjuntos de huellas, de la producción y del reconocimiento. El concepto circulación sólo es,
de hecho, el nombre de esa diferencia” (1987: 129).
57
Como dice en La semiosis social 2. Ideas, momentos, interpretantes: “… el desfase es constitutivo de la
comunicación humana, y opera aún en el nivel no mediatizado de la comunicación interpersonal… (esta)
ruptura expresa la no linealidad de la circulación del sentido, y que los fenómenos mediáticos no son su
causa primera… los fenómenos mediáticos institucionalizan, multiplican, amplifican, en los niveles más
macroscópicos del funcionamiento social, ese desfase constitutivo.” (Verón, 2013: 292)

118
que se establecieron en las eras moderna y posmoderna entre los discursos de los medios
masivos (que se encontraban, según su conceptualización, en producción) y la recepción
(a la que Verón llamó el reconocimiento). ¿Por qué? Bueno, basta con revisar su obra
para comprender que los medios masivos fueron su principal objeto de interés.
Mientras tanto lo importante para la exposición que estamos desarrollando es que
más allá de múltiples diferencias, ambas perspectivas instalaron en la modernidad tardía
la diferencia entre emisión y recepción, entre producción y reconocimiento. Hoy que
luego del paradigma de la digitalización se ha impuesto el de la convergencia y de que los
procesos comunicativos ya no son sólo entre medios masivos y públicos, sino entre
medios masivos, públicos que se han fragmentado en comunidades o colectivos (en
términos de Verón) y han devenido productores, y nuevos medios antes inexistentes,
debemos interrogarnos nuevamente cómo conceptualizar la comunicación.

5. La comunicación contemporánea: una apropiación del modelo de Verón

No tenemos un modelo consensuado para dar cuenta de la comunicación contemporánea.


Sin embargo es probable que cada vez estemos más cerca. ¿A qué se debe? A que día a
día es más evidente en qué nivel el cambio debe ser detectado: creo, como Antonio
Fausto Neto (2010), que debe determinarse en el de la circulación. Concepto que deberá
enriquecerse y adaptarse. Porque de eso se trata nuestra operación: nos apropiaremos de
ciertos aspectos su obra, debido a que su sofisticada reflexión mediática y sociológica
posee aún una importante potencialidad.

5.1. Desnaturalizando lo obvio (invisible): la dirección de la circulación en la era de


los medios masivos

En la red discursiva posmoderna, es decir, en la que aún no existían los “nuevos


medios” con base en Internet, la circulación implicaba una fractura entre producción y
reconocimiento que se apoyaba en una asimetría entre dos polos que, como se apoyaban
en lógicas diferentes, eran disímiles entre sí. Pero además tenía una dirección
descendente dado que se producía principalmente desde los medios de comunicación

119
masiva hacia los receptores masivos, que fueron conceptualizados públicos, audiencias y,
en el mejor de los casos, colectivos, sujetos sociales o supraindividuales.
La idea de que la comunicación tenía una dirección es, en cierto sentido, reciente.
Se consideraba que los medios eran poderosos y que tenían capacidad, por ejemplo, de
instalar una agenda o de construir acontecimientos socialmente compartidos. Es una
reflexión que dio lugar a debates clásicos acerca de si el poder lo tenían los medios o si
los poderosos eran los receptores, pero que no iba acompañada necesariamente del
reconocimiento de que existía una dirección comunicacional. No es que en las eras
moderna y posmoderna no hubiera “arriba” y “abajo”, pero como estas categorías se
utilizaban principalmente para circunscribir el valor cultural, los medios tendieron
siempre a ocupar el lugar de lo “bajo” antes que lo “alto”, que era reservado
principalmente para las manifestaciones artísticas, culturales e intelectuales. La dirección
comunicacional descendente en el sentido en que la comprendemos ahora existía, pero
como puede comprobarlo cualquiera que observe los gráficos de las épocas moderna y
posmoderna (el de Jakobson, el de Stuart Hall58, el de Verón, etcétera: véanse al final
Figuras 1, 2, y 3), no aparecía casi tematizada. Probablemente porque acontecía lo que
sucede en todo proceso de naturalización: se consideraba que era tan obvia que no era
necesario explicitarla. Es en estos últimos años, tras la emergencia de la web 2.0 y, por
sobre todo, desde que los blogs y las redes sociales estallaron con atributos
comunicativos supuestamente democráticos y “horizontales”, que los medios masivos
empezaron a ser considerados el “arriba”, productores de procesos de comunicación
“vertical”, descendente, etcétera. Este proceso cargó a los medios masivos de nuevos
atributos negativos y, a la vez, puso sobre la mesa un nuevo interrogante: si la dirección
hubiera sido incorporada como una dimensión significativa e insoslayable ¿cómo se
debería haber graficado en las eras moderna y posmoderna la comunicación?
Apropiándonos del modelo de Verón nos atrevemos a postular que una forma posible de
graficarlo es la siguiente:

Figura 4

58
El de Stuart Hall tiene la singularidad que diagrama un primer momento, el de la codificación, en su
sentido ascendente y el de la decodificación en dirección descendente. La clave para la lectura que estamos
realizando está en la decodificación.

120
Puede discutirse cuán fiel es este gráfico, que incluye una barra que ilustra
claramente la diferencia entre producción y reconocimiento, al espíritu veroniano. Desde
nuestra perspectiva lo es porque da cuenta de la profunda asimetría que Verón identificó
en la circulación debido al hecho de que en cada polo están funcionando lógicas
cualitativas distintas. Pero, también, porque al establecer una dirección descendente
expone otra asimetría, entre los participantes en la comunicación, que si bien no fue
graficada por Verón, no fue ajena a su reflexión59. Es el tema en el que nos vamos a
detener en el próximo ítem.

5.2. Estatuto de los enunciadores: instituciones, medios, colectivos y actores


individuales

En trabajos posteriores Verón realizó importantes observaciones que justifican el


gráfico que acabamos de presentar en el apartado anterior. En “Lógicas sistémicas

59
¿Por qué Verón, pese a que la tematizó en sus escritos, no graficó la dirección comunicacional? Es difícil
saberlo. Una hipótesis: porque pretendía evidenciar, al momento de graficar, la universalidad (en
situaciones mediatizadas y no mediatizadas) de la diferencia entre producción y reconocimiento, es decir,
de la circulación (y es sabido que en situación de intercambio no mediatizado la relación entre producción y
reconocimiento tiende a ser entre pares). Sin embargo, en otros gráficos (véase figura 6, en el que grafica la
red de la semiosis social), es evidente que la dirección de la comunicación es descendente.

121
sociales y socioindividuales” (2013) haciendo referencia al lugar del observador y a lo
que éste se encuentra en el estudio de discursos de la comunicación “masiva” (dice
Verón: desde la Biblia a una novela de Stephen King o el periódico de esta mañana),
señaló que nos obligamos a reconocer:

“una fuerte ruptura: cuando se reconstruye la cadena de la semiosis a partir de un


punto particular, definido de una cierta manera, el eslabón anterior aparece como un
dispositivo socioinstitucional, y el eslabón siguiente como colectivos de actores
individuales” (Verón, 2013: 292).

Es decir que a la diferencia estructural entre producción y reconocimiento que se da


en todo intercambio comunicacional debemos sumar en el caso de la “comunicación
masiva” el hecho de que es profundamente asimétrica debido al estatuto de los
participantes de la comunicación o, quizás mejor, a lo que podemos denominar, ahora que
todos hemos devenido en productores de discursividad, el estatuto de los enunciadores.
Lo que nos interesa destacar es que quienes se ubican en producción y reconocimiento
son diferentes entre sí. Podemos retomar este aspecto de su teoría a partir de dos artículos
de su último libro, “Lógicas sistémicas sociales y socioindividuales” y “Ciclos de vida”
(Verón, 2013) y, también, de un importante artículo de 1977, “Esquema para el análisis
de la mediatización”. Se justifica porque pese a que en su último libro reformuló su
terminología y realizó algunos ajustes a su conceptualización, en el nivel en el que nos
vamos a situar es evidente que en su pensamiento hay una profunda continuidad. En el
artículo de 1977 Verón diferencia medios, instituciones, actores individuales y colectivos
(un colectivo, para Verón, es un ‘conjunto de actores sociales”)60. Queda claro que lo que
le interesa son las mediatizaciones capaces de producir “colectivos”61, y que asigna esa

60
Considerando a los medios, por supuesto, también instituciones, pero utilizando esta distinción para
diferenciarlos “del resto de las instituciones en función de la centralidad que se les debe otorgar cuando uno
se interesa en la mediatización”.
61
En este trabajo dedicado a plantear un esquema de la mediatización Verón expresa que un colectivo se
diferencia de los actores individuales en tanto constituye un conjunto de actores sociales que se producen
en el seno de la comunicación mediatizada (dice: “colectivos en tanto construcciones que se producen en el
seno de la comunicación”). Pero es importante consignar que para Verón no sólo se producen colectivos en
el seno la comunicación: en textos como “El canto de las sirenas” muestra como se constituyó un colectivo
una tarde en Japaratinga en torno a la aparición de un manatí: “En cuestión de minutos, un grupo
heterogéneo compuesto por habitantes del pueblo, turistas, pescadores, algún funcionario municipal y una

122
capacidad a los medios y a las instituciones, pero no a los actores individuales. Se
advierte en que distingue cuatro “zonas de producción de colectivos”: “la relación de los
medios con las instituciones de la sociedad”, “la relación de los medios con los actores
individuales”, “la relación de las instituciones con los actores” y “la manera en que los
medios afectan la relación entre las instituciones y los actores”. Y en que respecto a los
actores todas las relaciones que considera van desde los medios o las instituciones hacia
los actores individuales, ninguna en sentido inverso62.
En este nivel, que hemos denominado estatuto de los enunciadores, advertimos la
potencialidad de la reflexión veroniana. Pero también por qué es necesario realizar una
apropiación de su obra y no una aplicación. La conceptuación que distingue medios e
instituciones (ahora denominados dispositivos socio-institucionales y, también, sistemas
sociales) y, del otro lado, colectivos e individuos (estos últimos ahora denominados
sistemas socioindividuales), presenta profunda actualidad, interés y potencialidad para
seguir estudiando nuevos fenómenos comunicacionales63. Pero debe adaptarse
creativamente al estudio de casos de circulación en un sistema mediático que ha sufrido
fuertes transformaciones: en el que la situación dispositivos socio-institucionales en
producción y colectivos de actores individuales en reconocimiento ya no es el único a
considerar. Es la tarea que nos proponemos pasar a realizar en el próximo ítem, en el que
nos detendremos en el estudio de un caso de circulación contemporánea ascendente en el

pocas personas interesadas en la comunicación y la semiótica, se había convertido en un colectivo


intensamente concentrado en un foco de interés” (2011: 75).
62
Si bien atendiendo a la complejidad de los fenómenos de la mediatización observa que “no hay procesos
lineales entre una ‘causa’ y un ‘efecto’, nos encontramos frente a una maraña de circuitos de ‘feedback’” y
que “las dobles flechas (del esquema) intentan sugerir esta complejidad”, es claro que la dirección de
construcción de colectivos de la comunicación no presenta ningún caso en la que surja desde los actores
individuales. Y que algo semejante acontece en “Ciclos de vida” (429), el capítulo final de La semiosis
social 2, en el que, por ejemplo, puntualiza que “las instituciones son la fuente de generación de colectivos”
y en el cual si bien señala que Internet “hace materialmente posible, por primera vez, la introducción de la
complejidad de los espacios mentales de los actores en el espacio público y, en consecuencia, vuelve
visibles las estrategias de innumerables sistemas socioindividuales por fuera de la lógica del consumo, vale
decir, por ejemplo, sin que medien factores de notoriedad” (Verón, 2013: 429) tampoco aquí argumenta
que los “colectivos de comunicación” puedan surgir desde los actores individuales.
63
Obsérvese, por ejemplo el interés de la noción de colectivo, que Verón viene utilizando desde hace
tiempo y le permitió pensar la crisis de la comunicación masiva. Es indudable que presenta vínculos con
dos nociones recientes, como comunidades y fans (dejamos para otro momento su comparación con
comunidades). Comparémosla con fans: colectivos tiene la ventaja evidente de su ascetismo, de que
inmediatamente nos despega de la estigmatización de los fans característica de los estudios antes de la
intervención de aca-fans como Jenkins pero, también, de las excesivas valoraciones que este tipo específico
de consumidores suelen recibir en este último tiempo.

123
que un enunciador amateur desconocido generó a partir de su página de Facebook (y de
otras redes sociales) un “colectivo de comunicación” y despertó el interés de los medios
de comunicación masiva. Es decir, de un proyecto que invirtió el recorrido de la
comunicación masiva: de los sistemas socio-individuales a los dispositivos socio-
institucionales. Si logramos realizar nuestra tarea nos veremos muy favorecidos. ¿Un
primer beneficio? Podremos, establecer a partir de un mismo modelo analítico
comparaciones con períodos históricos anteriores. Nada mejor para determinar qué
cambia y permanece en la era actual.

5.3. Chicas bondi: un ejemplo de comunicación ascendente. ¿De los actores


individuales a los colectivos y a las instituciones?

Para ejemplificar cómo estamos estudiando los nuevos procesos comunicacionales


voy a retomar el análisis de un caso que constituye un ejemplo de un nuevo tipo de
circulación discursiva. No fue elegido al azar o porque nos tropezamos con él, fue
cuidadosamente escogido porque constituye un ejemplo extremo del nuevo tipo de
circulación, opuesto al proceso de circulación descendente característico de la era de los
medios masivos. Por esta razón consideramos que el modelo analítico que vamos a
presentar no se restringe a este caso: si es capaz de dar cuenta de un ejemplo que
modélicamente es opuesto a la comunicación mediática moderna y posmoderna, será
capaz de dar cuenta de muchos otros casos semejantes (y, también, será útil para
conceptualizar procesos híbridos).

El caso que voy a comentar es un proyecto fotográfico en la red llamado Chicas


bondi, que ya fue objeto de análisis en un trabajo anterior (Carlón, 2015a). Lo que nos
proponemos en esta oportunidad es explicar mejor algunos de los presupuestos
metodológicos en los que se basó el análisis que efectuamos a través de una exposición
que irá acompañada de gráficos específicos64.

64
Una exposición más completa del modelo analítico puede consultarse en el “Documento Teórico
metodológico” de la Cátedra Semiótica de Redes de la Carrera de Ciencias de Comunicación de la
Universidad de Buenos Aires (Carlón, Fraticelli, Slimovich y Jiménez, 2016). Disponible en:
http://semioticaderedes-carlon.com/

124
Antes de comenzar, dos palabras sobre Chicas bondi. El proyecto posee una serie
de rasgos que lo hacen especialmente interesante: a) es un contenido producido por un
amateur (en oposición a los contenidos producidos por profesionales característicos de
los medios masivos)65; b) que difundió sus contenidos simultáneamente por distintos
medios (blog, Facebook, Tumblr.; Twitter; etcétera)66; c) que desarrolló una
comunicación ascendente que llegó a los medios masivos (que le dedicaron notas y
coberturas especiales), d) que trascendió la red dado que organizó exposiciones en
galerías de fotografías ya publicadas en la red a las que asistió público incluyendo
muchas retratadas y, e) que recibió un dictamen de un organismo público (el Centro de
protección de Datos Personales) a partir de que fue objeto de una denuncia por una
organización feminista en contra el acoso callejero (Hollaback Buenos Aires). Dicho esto,
dedicamos un momento a los presupuestos teóricos con los que trabajamos.

5.3.1. Línea de tiempo

El análisis que realizamos partió de la construcción de una línea de tiempo de su


circulación. Realizar la línea de tiempo es siempre el primer paso en el análisis de la
circulación contemporánea. Sólo a partir de la línea de tiempo se puede identificar el
estatuto del enunciador y la dirección comunicacional del proyecto que se analiza. La
línea de tiempo marca el desarrollo diacrónico del caso que se está estudiando, cuándo
comienza y cuándo termina (o, si continúa vigente, hasta donde se produce el punto de
corte del análisis). Gracias a la línea de tiempo se van determinando las distintas de fases
en que se va desplegando temporalmente el objeto de estudio. Cada fase constituye un
cambio de escala en la mediatización67 y, generalmente, un cambio de dirección
comunicacional. Por lo tanto, cada fase instaura una complexificación en la circulación.

65
La oposición CGU (Contenidos Generados por Usuarios) versus CGP (Contenidos Generados por
profesionales), utilizada por autores como Jin Kim (2012) es interesante porque al poner el foco en el
contenido trasciende la que se detiene en el usuario cuando se reduce a la interaccion hombre-máquina.
66
Comparte este rasgo con las narrativas transmediáticas (Jenkins, 2008) pero se diferencia de ellas por
dos razones: a) porque nace desde abajo, y no como respuesta o complemento de un relato desarrollado por
una franquicia y, b) no narra ninguna historia: está compuesto por una serie de fotografías de contenido
descriptivo independientes entre sí.
67
La idea de que la mediatización constituye básicamente un proceso de cambio de escala en los asuntos
sociales o humanos es compartida, más allá de importantes diferencias, por Marshall McLuhan y Eliseo

125
5.3.2. Una sociedad hipermediatizada

Desde el punto de vista de la mediatización lo primero a atender es que, más allá de


las sociedades mediática (moderna) y mediatizada (posmoderna) la contemporánea en
que vivimos es una sociedad hipermediatizada (Carlón, 2015b)68. Esto quiere decir que
ya no vivimos con un sistema mediático, el de los medios masivos, sino con dos, al
haberse sumado el que tiene base principalmente en Internet. En las sociedades moderna
y posmoderna las relaciones entre medios (por ejemplo, prensa, cine, televisión), se
daban en un el seno del mismo sistema: era una relación intra-sistémica. En la sociedad
hipermediática los dos sistemas están en permanente relación y cada punto de contacto
entre ellos establece una relación inter-sistémica que desencadena un proceso de
incremento de la complejidad. ¿Un ejemplo? Los hashtaggs de Twitter en la pantalla de
televisión introducen otro medio (y otra discursividad) en los medios de comunicación
masiva69.

5.3.3. Las direcciones comunicacionales

Desde el punto de vista de la comunicación los cambios se dan a partir de las


principales direcciones: descendente, ascendente y horizontal70. El crecimiento de la

Verón (al respecto puede consultarse la revisión realizada en Carlón, 2015c disponible en:
http://palabraclave.unisabana.edu.co/index.php/palabraclave/article/view/5627).
68
En la sociedad posmoderna esto sucedía en función de los medios masivos. Hoy vivimos en una sociedad
hipermediatizada debido a la emergencia de un nuevo sistema de mediatización con base en Internet en el
que las relaciones entre ambos sistemas han complexificado notablemente la mediatización, tal como en
este trabajo lo estamos describiendo. De hecho, uno de los efectos obvios de la emergencia de este nuevo
sistema es que los internautas disponen muchas de sus prácticas sociales en función de sus propios medios
de comunicación (por ejemplo, se sacan selfies con la intención expresa de publicarlas en sus páginas en
Facebook). Pero este es sólo uno de los muchos cambios en las prácticas sociales que estamos viviendo.
69
Al respecto puede consultarse un ejemplo que analizamos: la introducción de Facebook en la pantalla de
televisión del canal C5N durante la transmisión de la Ley de Matrimonio Igualitario (Carlón, 2012). En este
caso si bien existió convergencia mediática, a nivel discursivo se produjo una importante tensión entre el
discurso tradicionalmente televisivo y lo que llegaba desde la red social.
70
Siguiendo este ordenamiento las narrativas transmediáticas (como Matrix o Lost) son un caso de relación
inter-sistémica que se desarrolla, generalmente, en dos tiempos: en un primer momento son descendentes,
en un segundo momento son ascendentes (como explica Carlos A. Scolari (2012: 22-23): “la expansión
gestionada desde arriba (Top down) se complementa con las expansiones desde abajo (Botton Up)
realizadas por los usuarios y difundidas en plataformas colaborativas como YouTube, Facebook, o blogs”.

126
complejidad que estalla cuando se produce una relación inter-sistémica se manifiesta a
nivel comunicacional. Siguiendo con el ejemplo anterior cuando los hashtaggs se
incrustan en la pantalla los discursos de los usuarios que vienen desde las redes se hacen
presentes en la televisión. De ese modo una discursividad descendente comienza a
convivir, casi siempre con tensiones, con otra que es ascendente. Pero, a la vez, un
fenómeno inter-sistémico en dirección inversa se produce frecuentemente en estos casos:
es común que el hashtagg con el título propuesto por la televisión, se convierta en
trending topic en Twitter. Así la discursividad descendente desde la televisión impone sus
reglas en la red social. Pero no sólo sucede este tipo de fenómenos. Como veremos en el
análisis de Chicas bondi es muy frecuente, incluso, que una relación inter-sistémica al
introducir un cambio de escala en la mediatización produzca un incremento de
complejidad tal en el nivel de la dirección comunicacional que una discursividad que es
ascendente se vuelva también descendente. Es lo que pretendemos demostrar con el
análisis que presentamos a continuación.

5.3.4. El análisis

Un comentario sobre lo que vamos a presentar a continuación. Chicas bondi es un


proyecto que comenzó en octubre de 2011 y que, como sigue publicando fotografías,
continúa aún hoy (lleva publicadas más de 600). Su circulación ha sido, a lo largo de
estos años, extremadamente compleja. Como aquí nos interesa el aspecto más novedoso
de la circulación contemporánea, la dirección ascendente, nos ocuparemos sólo de pocas
fases, de los momentos claves de cambio de escala de la mediatización y de incremento
de la complejidad comunicacional que se produjo a medida que se fue dando a conocer
públicamente. Pero es importante que quede claro que lo que si bien la dirección
ascendente es lo nuevo, lo que caracteriza a la comunicación contemporánea son los
cambios sistémicos que se producen a nivel mediático y comunicacional.

Primera fase: comunicación ascendente

127
Chicas bondi surgió en octubre de 2011 cuando el productor agrupó y publicó en
Facebook una serie de fotos de chicas jóvenes tomadas con su teléfono en distintas líneas
de ómnibus en la ciudad de Buenos Aires. Como los ‘nuevos medios’ se consideran el
‘abajo’ de los medios masivos, la dirección es desde abajo hacia arriba, ascendente. Por
eso es clave identificar el origen: sin él no podemos conocer el estatuto del objeto que
estamos estudiando (en el caso de Chicas bondi y otros semejantes71 permitió establecer,
por ejemplo, que no era una narrativa transmediática). Graficamos este primer momento
de cambio de escala intra-mediático a través de esquema que invierte el sentido de la
comunicación masiva (presentado en la figura 4):

Figura 5

En el gráfico (D) es el discurso originario – es decir, el discurso constituido por el


conjunto de las primeras fotos publicadas en Facebook. Y P (D) son sus condiciones de
producción. La barra punteada representa el espacio de las Redes Sociales, en el que el
discurso (D) se publica (Facebook principalmente, pero enseguida también Twitter,
Tumblr y un blog). Y la barra introducida entre (D) y los discursos y prácticas en
reconocimiento (R (D)1, R (D)2, R (D)3 y R (D)4) ilustra el proceso mismo de la
circulación.

71
Durante los años 2014 y 2015 alumnos de la Universidad San Andres de Buenos Aires que cursaron
Comunicación Visual desarrollaron investigaciones sobre proyectos inter-sistémicos “ascendentes” a partir
de esta metodología. Entre los casos estudiados se encuentran el del “motochorro” (“Sacate la mochila”,
Bombau, Tomás; Grinberg, Iván; Nudel, Carla; Schiavone, Floriana; Sposito, Florencia y Wells, Karen), el
proyecto “La gente anda diciendo” (Cavallo, Catalina; Azoulay, Antoine; Chies, Melina; Fasce, Victoria,
Maluendez, Nicole y Soriano, Camila) y “La campaña del miedo. Un análisis de las relaciones
intermediáticas durante las elecciones presidenciales en Argentina (2015)” (Mektoubdjian, Pampa,
Mermelstein, Mariela y Priani, Soledad), que se concentró en las relaciones entre campaña del miedo del
FPV y la del “Buh” nacida en la red.

128
Desde el punto de vista de las direcciones comunicacionales se despliegan aquí, en
realidad, dos fenómenos simultáneos. Por un lado, se advierte que el proyecto es
‘ascendente’, debido a que se publica originalmente en una red social. Por otro, que a la
par de esa dirección se establece casi simultáneamente una ‘horizontal’, establecida por
los intercambios con los “pares” en las redes con quienes el enunciador dialoga: es decir,
los otros enunciadores que comentan las fotografías o simplemente clickean “Me gusta”
(las flechas con doble dirección intentan evidenciar el feedback de esos diálogos). Si bien
es correcto decir que en estos primeros intercambios se estableció una dirección
horizontal, entre pares, hay que tener en cuenta que en el mismo momento Chicas bondi
comienza a establecer su estatuto como enunciador y la dirección se complejiza, porque
pronto asumirá un rol capaz de establecer una enunciación descendente con quienes hasta
ese momento eran sus pares.

Segunda fase: la intervención intra-sistémica de una celibrity

El día 17 de marzo de 2011 “Calu” Rivero, una conocida actriz, “retuitea” una foto de
Chicas bondi. Según una entrevista realizada a Torcuato González Agote, el autor del
proyecto, a partir de aquí crece el número de seguidores y desde entonces cada foto
publicada por Chicas bondi es más popular. Graficamos este proceso llamando (D1) al
conjunto de fotos publicadas por Chicas bondi hasta el 17 de marzo de 2011, (D2) al
retuit de Calu Rivero y (D3) a las fotos posteriores.

129
Figura 6

En esta segunda fase va consolidándose un fenómeno que ya se había iniciado en la


red: la generación de un colectivo de comunicación por un proceso ascendente. La clave
es que en el desarrollo de este proceso intra-mediático se producen dos novedades
respecto a la comunicación moderna y posmoderna: un “colectivo de comunicación” es
resultado de los discursos producidos por un enunciador amateur, gracias a que dispone
de medios de comunicación individuales que le permiten publicar en distintas redes
sociales. Pero no sólo eso: la novedad se debe también a que pone en juego una
enunciación que ya no puede considerarse individual, subjetiva, sino social o
supraindividual72 (hecho que revela la vigencia de la categoría sujeto para conceptualizar
al productor). Por supuesto que el hecho de que “Calu” Rivero tenga un conocimiento
ganado en los medios masivos no es un hecho menor. Pero este hecho no quita al proceso
enunciado por Chicas bondi novedad.

72
Es la conclusión a la que llegamos cuando señalamos: “Cuando el CPDP produce el fallo, señala que el
proyecto cuenta ya con más de 30.000 seguidores, lo cual hace suponer que cierto colectivo de actores
individuales, sea cual sea la razón por la cual se han decidido a hacerlo, se ha constituido en torno a él. Pero
no se trata sólo de números: pese a que el medio de comunicación es individual, nuestra tesis dice que la
mirada puesta en juego en Chicas bondi no es subjetiva ni individual, es la de un sujeto social o
supraindividual.” (Carlón, 2015a: 229).

130
Tercera fase: la cobertura de los medios masivos, la “consagración”

La fase de generación de un “colectivo de comunicación” se consolida cuatro días


después cuando en el diario La Nación se publica la nota “Es el turno de Chicas bondi” y,
en poco tiempo, otros medios hacen lo mismo. La clave es que se produce aquí un salto
de escala en la mediatización: de un proceso intra-sistémico que se venía desarrollando
en los medios con base en Internet pasamos a otro inter-sistemico, entre redes y medios
masivos. Para que la exposición realizada se comprenda mejor concluimos con una
última figura, que ilustra esquemáticamente el fragmento de la línea de tiempo que
estamos presentando.

131
Figura 7

Esta figura muestra las cuatro fases que nos interesaban ilustrar aquí de la
circulación de Chicas bondi. A la primera fase, ascendente, ya hicimos referencia: el
discurso se publica y abre una serie de reconocimientos. Como señalamos algunos de
esos reconocimientos generan intercambios con el productor y establecieron, a través de
una comunicación horizontal (además de ascendente), un colectivo (en marzo 2013
cuando el CPDP realiza su dictamen tenía 30.000 seguidores). Esta fase intra-sistémica se
continúa con el retuit de Calu Rivero el que ya hicimos referencia. Luego se inicia la
tercera fase, inter-sistémica, que estalla cuando comienzan a publicarse notas sobre

132
Chicas bondi en los medios de comunicación masiva con lo cual se potencian todas las
direcciones de la comunicación, amplificándose el conocimiento intra-sistémico (en la
red) e inter-sistémico (fuera de la red: incluyendo a lectores de diarios que desconocían el
proyecto). En la cuarta fase se generan procesos comunicacionales descendentes, dado
que Chicas bondi se convierte definitivamente en un pequeño medio comunicacional
socio-institucional en la red.

El proceso graficado es sólo una muestra de un desarrollo mucho más extenso en


el tiempo y, también, más complejo, tanto desde el punto de vista de las direcciones de la
comunicación como del estatuto de los enunciadores intervinientes y de los
reconocimientos que obtuvo (algunos positivos, otros negativos)73. Como ya expresamos
no nos extenderemos aquí en describir toda la línea de tiempo. Esperamos que los
gráficos que acabamos de mostrar y las explicaciones que acabamos de brindar ayuden a
ilustrar nuestro modo de analizar este nuevo tipo de fenómeno de circulación
comunicacional contemporáneo.

6. La comunicación en la era actual: ¿convergencia o circulación?

Algunas conclusiones para terminar, a partir de los resultados obtenidos. ¿Debemos


pensar a la comunicación contemporánea como un proceso de convergencia cultural (por
ejemplo, entre franquicias y fans, como sostiene en algunos de sus textos Henry Jenkins)
o como una divergencia progresiva, como se sostiene desde el paradigma de la
circulación (Verón, 2001, 2009)?

Para Verón, la divergencia progresiva era propia de la sociedad post-massmediática


en que vivimos (Verón, 2007). Según el autor vivimos en una sociedad en la que, “del
lado de la oferta, estamos asistiendo a una integración tecnológica sin precedentes”

73
Por ejemplo: Chicas bondi organizó muestras en galerías fuera de la red a las cuales asistieron seguidores
de Internet y muchas retratadas; la organización feminista Hollaback Buenos Aires entabló un debate en la
red con Chicas bondi y luego denunció al proyecto ante el Centro de Protección de Datos Personales; el
centro de Protección de Datos Personales publicó un dictamen contra Chicas bondi; los medios masivos
que en primer lugar fueron laudatorios del sitio, luego del dictamen se hicieron eco de la condena recibida.

133
(Verón, 2009: 300-301) pero “hay que entender que esta convergencia tecnológica no
implica una homogeneización, sino todo lo contrario: producirá una diversidad creciente
de modalidades de uso” (301). Así, “convergencia creciente en producción, divergencia
creciente en recepción: la distinción entre producción y reconocimiento es hoy más
necesaria que nunca” (301)74.

Por otro lado, teóricos como Henry Jenkins, han sostenido que vivimos más que en
una época de convergencia tecnológica75 en una de convergencia cultural: “la
convergencia representa un cambio cultural, toda vez que se anima a los consumidores a
buscar nueva información y establecer conexiones entre contenidos mediáticos dispersos”
(15). No es difícil remitirse luego de esta afirmación al concepto de narrativas
transmediáticas sostenido por Jenkins y al análisis de ejemplos como Matrix, franquicia
que desafió a sus consumidores a buscar más allá de la ‘nave insigna’ (es decir, de los
filmes)76: “una buena franquicia transmediática trabaja para atraer públicos introduciendo
los contenidos de una manera algo distinta en los diferentes medios” (102).

Las narrativas transmedia pueden ser el nuevo modelo de producción de contenidos,


en una era en que los medios masivos ya no tienen a sus públicos cautivos (ya no pueden
programar la vida social) y los públicos deciden qué ver, cuándo y cómo. Tienen la
capacidad, cuando son exitosas, de generar “colectivos de comunicación” fieles, activos
y con gran capacidad de involucramiento. Pero esto no implica que sean una receta
mágica o una garantía del éxito. En este punto tiene razón Verón: a nivel macro la
diferencia entre producción y reconocimiento sigue existiendo y seguirá haciendo que las
mejores intenciones, la mayor inversión y las mejores ideas muchas veces fracasen. Lo
cual no impugna el hecho de que las narrativas transmedia son la mejor estrategia de
producción de contenidos con la que se cuenta actualmente, porque al menos los mejores
intentos buscan construir “colectivos de comunicación” dirigiéndose a comunidades que

74
Tesis que recientemente ha retomado Antonio Fausto Neto (2015).
75
Dice: Jenkins (2008 [2006]), en “Introducción: ‘Adoración en el altar de la convergencia’”: “Argüiré aquí
en contra de la idea de que la convergencia debería concebirse principalmente como un proceso tecnológico
que aglutina múltiples funciones mediáticas en los mismos aparatos” (15).
76
Matrix empujó a los fans a seguir el relato en films de animación como Animatrix (2003), videojuegos
como Enter the Matrix, etcétera.

134
no conceptualizan consumidores pasivos sino cazadores furtivos y productores creativos
de contenidos (Jenkins, 2009 [2006])77.

Dicho esto, conviene también aclarar que las narrativas transmedia no son ni pueden
ser la base de un nuevo modelo de análisis comunicacional: muchos de los fenómenos
actuales no son transmediáticos y quedarían sin su consideración. Un caso típico es,
como vimos, el de Chicas bondi, proyecto comunicacional ascendente, típicamente
contemporáneo, que hemos analizado en este trabajo. ¿Otro? La gente anda diciendo, un
formato nacido en las redes que fue adoptado por muchas instituciones comunicacionales
incluyendo medios del diario La Nación. Y son sólo dos ejemplos de muchos más que se
podrían citar (en Argentina, por ejemplo, no ha habido, en sentido estricto, muchos
ejemplos de comunicación transmediática). Lo cual no niega la posibilidad de que en los
próximos años nos encontremos con muchos más.

Por otro lado la exposición que acabamos de realizar permite arribar a algunas
conclusiones que presentan su especificidad. El análisis mostró la vigencia no sólo a nivel
macro sino, también, a nivel micro de la noción circulación: los múltiples
reconocimientos que desencadenó, en distintos niveles, Chicas bondi, que dieron origen a
diferentes acciones y discursos, sólo se explican si fase tras fase estallan múltiples
reconocimientos. Y si hay algo que el análisis también evidencia es la progresiva
complexificacion de las sociedades en que vivimos: los colectivos ya no sólo se producen
a través de comunicaciones descendentes, sino también ascendentes. En la complejidad
que las relaciones inter-sistémicas presentan es donde debemos, cada vez más, encontrar
la especificidad mediática y comunicacional de las hipermediatizadas sociedades
contemporáneas.

77
Es interesante observar que si bien Jenkins es un referente teórico de la convergencia en muchas
ocasiones Jenkins sus análisis, desde el que realizó de la comunidad de espectadores de Survivor (Jenkins,
2009) al de lo acontecido con la apropiación de los fans en YouTube de la performance televisiva de Susan
Boyle, (Jenkins, Ford y Green, 2014 [2013]), destacan más los procesos de divergencia que de
convergencia.

135
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8. Figuras

Figura 1

139
Figura 2. Encoding/decoding, Stuart Hall

Figura 3. Doble triángulo de Eliseo Verón

140
Figura 4. Trama de la semiosis

141
LA CONSTRUCCIÓN DE CASOS SOBRE MEDIATIZACIÓN Y CIRCULACIÓN
COMO OBJETOS DE INVESTIGACIÓN: DE LAS LÓGICAS DE LAS
ANALOGÍAS PARA ESTUDIAR LA EXPLOSIÓN DE LOS DESFASAJES78

Jairo Ferreira

En este capítulo , proponemos una perspectiva de construcción de casos de investigación


sobre mediatización y circulación. Partiendo de los esquemas de Verón, nuestra
proposición acentúa la explosión de los desfasajes entre lógicas de producción y de
reconocimiento como fenómeno central de los procesos de mediatización. La
problemática del método está dirigida, en ese sentido, para observar esa diferenciación.
El hilo conductor sugerido para investigar esos objetos en expansión (medios, lógicas de
producción y recepción, usos y prácticas, circuitos y ambientes, nuevas narrativas y
caminos, etc.) son los indicios, las inferencias y las relaciones analógicas, centrales en la
constitución de casos de investigación diseñados por el argumento abductivo.
Concluimos encontrando un caso como referencia del argumento deductivo e inductivo, y
presentando algunas cuestiones relevantes para la investigación de las explosiones de
desfasajes en los procesos de circulación mediática.

1. El objeto: investigación de los procesos mediáticos en la perspectiva de la


circulación79

La circulación en cuanto objeto de estudio viene siendo, sobre todo dentro de una
vertiente latinoamericana inaugurada por Eliseo Verón, uno de los ejes centrales de las

78
Traducción a cargo de Soledad Ayala, doctora en comunicación social e investigadora del Instituto de Estudios Sociales sobre
Ciencia y Tecnología (IESCT) de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), y del Centro de Investigación en Mediatización (CIM)
de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Datos de contacto: soledad.ayala@gmail.com
79
Agradezco a la investigadora Katrine Tokarski Boaventura, por sus contribuciones presentadas en relación al texto original titulado
“Analogías: operaciones para la construcción de casos sobre mediatización y circulación como objetos de estudio”, presentado en el
Compós 2015, GT Epistemología de la Comunicación. Agradezco también a los evaluadores de la revista “Galáxia”, que
contribuyeron a las rectificaciones realizadas en este artículo.

142
investigaciones sobre mediatización (que entendemos como un ángulo epistemológico
específico de investigación de los procesos mediáticos). Ese objeto es discutido en el
ámbito de un modelo de comunicación donde productores y receptores están en
posiciones bien diferenciadas, conforme al modelo canónico de la comunicación. La
problemática propuesta por Verón acentúa los desfasajes (las diferencias) entre
gramáticas de producción y gramáticas de recepción, analizadas según los abordajes
semio-antropológicos. En este sentido, los casos que él investiga pasan por varios
momentos de ese proceso: la investigación de la producción y sus rutinas; de las técnicas
y de las tecnologías, de los signos y del discurso así producido; y de los usos y de las
apropiaciones, en la esfera de la recepción. La circulación es investigada como relación
entre esos diversos momentos del proceso mediático-comunicacional.
Investigar siguiendo esa perspectiva sitúa esa línea de investigación entre las
epistemologías de comunicación en diálogo con los recorridos históricos en el área
(estudios de producción, de recepción, de producto), con las cuales procura integrar,
negar e innovar, superándolos y consolidando nuevos aportes teóricos y metodológicos.
Esta perspectiva no es la misma de la que tanto se habla entre los estudios nórdicos, en la
que sí es visible una distancia en relación a un problema comunicacional, en la medida en
que acentúan una dimensión social, política, y cultural relacionada con los procesos
mediáticos (Braga, 2015). Muchos investigadores aún no consiguen diferenciar esa
diversidad epistemológica, teórica y metodológica en los estudios sobre mediatización, lo
que indica una carencia de una sistematización de los mismos. Sin embargo, ese no es el
objetivo del presente artículo.
Nuestro objetivo es, partiendo de la herencia de Verón, hacer un cuestionamiento
y realizar proposiciones a las investigaciones sobre circulación. En este sentido, primero,
presentamos de manera resumida la propuesta de Verón para el análisis de la circulación.
Luego, desarrollamos cuestionamientos sobre la expansión y la creciente complejización
del concepto de desfasaje, y nuevos modelos de circuitos-ambientes (Gomes, 2011)
comunicacional a partir del análisis de los medios en las redes digitales, y, sintéticamente,
sobre qué es comunicación en este proceso. En la sección posterior presentamos una
propuesta de método –de las gramáticas y de las lógicas a las analogías- para efectuar una

143
constitución de casos de investigación sobre la circulación, considerándose una explosión
de desfasajes en nuevos circuitos y ambientes mediáticos.

1.1 Esquemáticamente, el modelo de Verón

La propuesta de Eliseo Verón para la investigación de la circulación tiene como punto de


partida lo discursivo. En este sentido, sus estudios acentúan, como afirmamos, los
desfasajes entre las gramáticas de producción y las gramáticas de reconocimiento,
considerándolas como dos espacios específicos, delimitados por técnicas y tecnologías
transformadas en medios. En este nivel, su pregunta central refiere a las relaciones entre
ambas gramáticas. Nosotros nos distanciamos de este modelo y proponemos articular lo
discursivo como un proceso comunicacional socio-mediático. De esta manera, nos
distanciamos del siguiente esquema formulado por Verón (2007):
“Si partimos, en el curso de una investigación, de un conjunto de discursos tomado como
“corpus” (D), éste puede ser encarado como una configuración de superficies discursivas
constituidas por operaciones que reenvían a una gramática de producción (GP), la cual se
explica a su vez por un conjunto de condiciones de producción (CP). Si la reconstitución
de una GP puede ser considerada como un trabajo descriptivo, de identificación de
invariantes operatorias identificadas en el conjunto D de superficies discursivas, la GP,
una vez caracterizada, permite definir a D como uma clase de discurso: es el caso de una
GP como contrato de lectura de un medio de prensa, por ejemplo. Lo que nos interesa
aquí es subrayar el hecho de que si el análisis nos permite articular la clase D de discurso
a una gramática de producción dada, las propiedades de D así descritas no nos autorizan a
inferir los “efectos” de esta clase de discurso em recepción: la clase D de discurso está
sometida, en recepción, a una pluralidad de “lecturas” o de interpretaciones, que
designamos como gramáticas de reconocimiento (GR) de D, y que reenvían a su vez a
condiciones de reconocimiento (CR) determinadas. Tenemos allí una prueba capital sobre
la no-linealidad de la comunicación, que resulta del estudio empírico de la circulación
discursiva”. (BOUTAUD; VERÓN, 2007, página 3).

Lo que llamamos socio-mediático es otro modelo (también de Verón), muy


utilizado dentro de la línea de las investigaciones sobre mediatización y procesos

144
sociales, que abarca el estudio de diversos actores sociales, instituciones y los medios. La
investigación en la perspectiva socio-mediática busca los desfasajes semio-
antropológicos en las interacciones entre instituciones, medios y actores inscriptos en
procesos mediáticos. Es decir, las mutuas remisiones en las interacciones y las relaciones
entre los actores, instituciones y medios diagraman, desde nuestra perspectiva socio-
mediática, las interacciones comunicacionales en las posiciones de producción y de
recepción mediática. Esa remisión a los actores e instituciones indica el camino para
inferir la incidencia de la mediatización en los procesos sociales. El beneficio
epistemológico de esta perspectiva de estudio es que permite analizar no solo las
interacciones entre producción y recepción que ocurren dentro de los procesos
mediáticos, sino también aquellos procesos sociales, interpersonales, interacciones
sociales; que son accionados por los procesos mediáticos y que tienen lugar por fuera de
los espacios de esos procesos.

1.2 La explosión de los desfasajes: medios, dispositivos y circuitos-ambientes


multipolares

Algunos autores hablan de la “explosión” de la comunicación. Otros, de “explosión” de


códigos. Nosotros ponemos el acento en la “explosión de los desfasajes” como fuente de
complejidad social contemporánea (FERREIRA, 2015). Esta explosión ocurre en dos
niveles. Uno, relativo a los usos, las prácticas y las apropiaciones de los medios y de los
dispositivos. Otro, en la esfera de constitución de circuitos-ambientes multi-polares. Es
decir, en nuestra formulación, destacamos la proposición de que los desfasajes no se
resumen ni pueden ser reducidos solo a los discursos; sino que constituyen uno de los
“ejes” de los desfasajes. Nosotros hacemos hincapié que los desfasajes son relativos a los
usos, las prácticas y las apropiaciones relativas a todos los medios y a todos los
dispositivos socio-semio-técnicos, contextualizados por las lógicas de los actores, las
instituciones mediatizadas y mediáticas. En otras palabras, el consumo, los usos, las
prácticas y las apropiaciones están contextualizadas en conflictos entre lógicas de
comunidades, Estado y mercados (aquellos “vinculados” a intentar realizar apropiaciones

145
culturales, económicas y políticas). La proposición, en este aspecto, es que el proceso
histórico-social de diferenciación de los procesos mediáticos complejiza los desfasajes.
Esta complejización está vinculada con los medios. Los medios de comunicación
se constituyen en una matriz que abarca los signos, la lengua, los discursos, las técnicas y
las tecnologías, y los medios sociales (dinero, títulos, votos, creencias, valores, normas,
afectos, diversas formas de vinculación, etc.). La transformación de los medios en
dispositivos es un proceso social que incluye un 'empoderamiento' de una matriz
específica que, como capas arqueológicas, se superponen unas sobre otras. Así, cuando
analizamos Facebook como medio, es importante situarlo en la matriz e identificar sus
signos, su lenguaje, sus discursos, sus técnicas, sus tecnologías, y sus medios de
comunicación simbólicos, que se encuentran mobilizados por las interacciones sociales
(dinero, creencias, valores, normas, afectos, diversas formas de vinculación, etc.). Esta
matriz, a su vez, está superpuesta a otras matrices y genealogías: Facebook, por ejemplo,
se vincula con la genealogía de la historia reciente donde está el chat, u Orkut; o con la
genealogía de la historia más antigua, donde está la lengua, el discurso, etc.
Analizar un medio en formación, pasa por el consumo (incluye considerar todos
los aspectos e inclusive el nivel de acceso sin reducirlo meramente a lo económico), los
usos (la experimentación social, pero también el valor de uso, en el sentido que Marx le
otorga), por las prácticas (las formas de uso socialmente estabilizadas, ritualizadas, que
regulan dichos usos) y las apropiaciones (las lógicas de la comunidad, del Estado y de los
mercados económicos, culturales y políticos). En este sentido, diferenciamos los usos y
las prácticas según Lahire (1998).
El primero de los medios de comunicación es el signo. Sin embargo, eso no
significa que sea central cuando se analizan los procesos mediáticos. En un largo proceso
histórico-social, los consumos, los usos, las prácticas y las apropiaciones sociales de los
signos, están en relación con el lenguage (entendido aquí como la lengua oral y escrita),
con los discursos, con las técnicas y las tecnologías, y con los medios de comunicación
simbólicos (por ejemplo valores y normas sociales, como los pensó la antropología y
autores tales como Bourdieu y Luhmann). En este sentido, el análisis semiótico puro es
una abstracción -productiva-, pero con los límites de una abstracción improductiva como
resultado de no pensar en el conjunto de las relaciones concretas en las que opera. Los

146
análisis del conjunto de las relaciones concretas son los que nos permiten comprender la
génesis histórica y la lógica de los desfasajes, ahora dirigidos a un objeto específico: la
circulación y la mediatización.
Tomamos como punto de partida las proposiciones de Elizabeth Walter Bensen
(2000). Según Bensen (2000), toda interacción comunicacional es una relación entre dos
repertorios de un signo, dos emirores y dos receptores y/o dos interlocutores, como
preferimos referir en términos de las relaciones en las redes digitales. Sin embargo, ese
repertorio (Bensen, 2000) no es homogéneo. En la interacción hay una zona compartida
de repertorios a partir de la cual se establece una zona común, que es tensionada por las
zonas de diferencias. El problema que plantea Bensen es correcto para nuestra reflexión.
Los repertorios no contienen signos homogéneos. La autora no habla de contenidos. Ella
habla de operaciones. Trata de afirmar que los repertorios son operaciones semióticas que
los interlocutores, en las posiciones de emisores, receptores o de receptores productivos,
accionan cuando hay en juego un objeto determinado (no existe un objeto en sí, solo
existe el objeto en tanto está representado en forma de ícono).
Las interacciones, por lo tanto, son tensionadas por las operaciones diferenciadas.
La heterogeneidad cognitiva acciona incertezas e indeterminaciones, con múltiples
posicionamientos diferenciales según las diversas operaciones posibles que están en
juego. En este esquema, el nivel más abstracto de la investigación sobre circulación,
demanda el estado artesanal del análisis de las operaciones (del signo) movilizada por los
interlocutores. Los desfasajes ocurren cuando existen usos y tentativas de apropiación de
los medios, pero al mismo tiempo ocurre una iconización de una parafernalia de objetos
(tecnologías, técnicas, lengua, lenguaje, discursos, personas, interacciones, etc.). Es decir,
una de las características de los nuevos medios y de la proliferación de medios y objetos
desconocidos, es la explosión de desfasajes, que favorecen el accionar de una semiosis en
cuanto proceso disruptivo, en procesos no lineales. Disruptiva entonces, la semiosis pone
en jaque las interacciones discursivas, históricas y socialmente estabilizadas en cuanto
prácticas (habitus). Eso ya ocurría antes, en las relaciones discursivas marcadas por los
medios y por los dispositivos, cuando los polos emisores son reconocidos como
instituciones, según las investigaciones sobre recepción y circulación (modelos
desarrollados por Verón, mencionados en páginas anteriores). La disrupción se

147
complejiza por la complejidad de los medios disponibles, por la diversidad del consumo,
de los usos y por las tentativas de prácticas y apropiaciones, lo que, en la esfera del signo,
implica un proceso de complejización de los objetos, de los medios y de los
interpretantes.
Específicamente, además del discurso (nos referimos aquí al esquema
mencionado en páginas precedentes citado en Boutaud & Verón, 2007), y del signo como
génesis del proceso, la lengua -hablada y escrita- se actualiza en los desfasajes, actuando
de forma paradojal. Por un lado, los códigos lingüísticos reducen la complejidad
(contrarrestando el caos y la incerteza a través de códigos sociales). Pero, al mismo
tiempo, ocurre la diferenciación lingüística (todas las que puedan ser pensadas en
términos sociales). En otras palabras, la unificación lingüística es un trabajo social, donde
los usos, las prácticas y las apropiaciones producen no solo comunicación del tipo del
consenso sino también los desfasajes.
Los desfasajes, técnicos y tecnológicos, son también cada vez más complejos.
Desde los innumerables e interminables 'modelos' de celulares, de televisores, con sus
funciones-medios diferenciadas, hasta las técnicas y tecnologías de software que se
superponen mediante las aplicaciones en esos medios en mutación. Esto abre nuevas
posibilidades de interacción, demandando nuevas competencias semióticas de los
usuarios, generando nuevas industrias de producción, etc. Esos procesos actualizan -
transforman, niegan, superan- los desfasajes históricos y sociales conocidos, e inclusive
los cuestionan. No necesariamente en el sentido de instalar nuevas normas y valores
sociales que sean simbólicamente reconocidos como medios y poder; pero sí muchas
veces en relación a la falta de estabilidad de las relaciones sociales, colocando en jaque la
capacidad adaptativa de la especie.
Los desfasajes son “centrifugados” por los polos endógenos en interacción en
circuitos-ambientes que representan y ponen en funcionamiento: a- los sistemas de
comunicación simbólicos (de las instituciones mediáticas, mediatizadas, y actores, que
ocupan diferentes posiciones en campos y mercados, y que desarrollan diferentes
disposiciones y estrategias de reproducción y expansión), b- el núcleo social de lógicas
discursivas en producción, los consumos, los usos, las prácticas y los dispositivos, que

148
están inmersos en lógicas no solamente comunitarias, sino también estratégicas, Estatales
y mercantiles (económicas, políticas y culturales).
En las interacciones multipolares, las lógicas de producción de cada actor,
institución mediática y mediatizada están en sinergia con lógicas de reconocimiento, en
un proceso que se sobrepasa a la investigación de la circulación conforme el modelo
canónico de Verón (en el que la producción, de un lado, está representada por un
contexto y por la lógica específica de producción –de los medios-, y; por otro lado, la
recepción, está representada por diversos contextos y por diversas lógicas de
reconocimiento de los actores u otras instituciones). Es decir, los consumos, los usos, las
prácticas y las apropiaciones de los medios en la esfera de la producción, realizados por
actores e instituciones mediatizadas e instituciones mediáticas, los coloca en una sinergia,
en la que cada uno es un polo productor y un polo receptor. Por lo tanto, cada uno se
presenta como contexto y lógicas de producción y, al mismo tiempo, como contexto y
lógicas de recepción, frente a otros. Hay una explosión, exponencial, de las lógicas de
reconocimiento, derivada de la multiplicación de las lógicas de producción, que se
retrotrae sobre esas lógicas, inclusive como contexto de producción. Explosión, por lo
tanto, son los desfasajes y una aceleración de las interacciones.

2. El método: ¿cómo investigar los desfasajes-la circulación?

¿Cuál es el método para la investigación de la circulación? Nuestro punto de partida,


también de la discusión sobre el método, son las investigaciones sobre la circulación en
Verón que presentamos resumidamente en esta sección. Nuestro foco son las
investigaciones empíricas que movilizan el concepto de gramática de producción y de
reconocimiento. Esas investigaciones son situadas por el autor explícitamente como
estudios sobre la circulación en los siguientes textos: Les spetacles cientifiques télévisivés
(1985); Ethnographie de l’exposition l’espace, le corps et lesens (1989). ¿Pero qué es la
gramática de producción?80

80
Los estudios posteriores de Verón se focalizan en el concepto de contrato de lectura creado luego de los debates sobre los primeros
estudios de circulación, según relata: “una primera presentación del concepto del contrato de lectura, fue una reacción en estos
términos: “¿El estudio de los efectos es o no parte del campo de la semiología? No nos sorprenderemos si mi respuesta es
resueltamente positiva. Si la duda era posible en el marco de la primera semiología, ya no lo es más para la semiología de tercera
generación. Para esta última (…) el verdadero objeto no es el mensaje mismo (…) sino la producción-reconocimiento del sentido,

149
Un cuadro que compare las dos investigaciones indica una heterogeneidad
metodológica. Si en Les spetacles cientifiques télévisivés (1985) las gramáticas de
producción (documento clásico; informe periodístico y el presentador en un estudio de
televisión) parecen referirse a esquemas sobre técnicas de producción; en Ethnographie
de l’expositionl’espace, lecorps et lesens (1989), la producción es descripta, pero no
inferida en diagramas, figuras, e íconos. Ya las gramáticas de reconocimiento en Les
spetacles cientifiques télévisivés (1985) se refieren a las figuras que el investigador
infiere sobre las interacciones mediadas (por el dispositivo de contacto) entre el
conocimiento científico como objeto del discurso y la recepción (beneficiario;
beneficiario perturbado; excluido; espectador retraído y beneficiario retraído), en una
aproximación a los estudios de apropiación/recepción. En Ethnographie de l’exposition
l’espace, le corps et lesens (1989), las gramáticas de reconocimiento se refieren más a los
usos que a las apropiaciones simbólicas-discursivas (esto Verón lo ejemplifica con los
usuarios de una exposición artística, con la representación de figuras inferidas, tales como
visitas a exposiciones en recorrido tipo hormiga, mariposa, peces y grillos).
¿Qué es lo transversal en los dos estudios? El uso de figuras, diagramas e íconos
en la construcción de los objetos de investigación, y, después, en las inferencias sobre los
procesos analizados. En este sentido, en los dos artículos, se puede observar la
construcción icónica de los objetos. Aunque no sea nominado y conceptualizado, Verón,
en los sucesivos esquemas de análisis de los procesos mediáticos, que estudia diversos
casos, utiliza metáforas como referencia central de lo que nombra como gramáticas de
producción y reconocimiento. Eso es coherente con una formulación en el primero de los
dos estudios. En el primero de esos estudios (VERÓN, 1985), el concepto de figuras
(Barthes) es el que direcciona metodológicamente el análisis de los procesos de
producción. En el segundo estudio, el análisis gana una configuración peirceana (en el
que símbolo, ícono e índice son categorías metodológicas). Sin duda, un período de
transición a ser estudiado, su tránsito de la semiología de Barthes a la semiótica de
Peirce.
Esto nos permite concluir un proceso de reelaboración del método en las
investigaciones empíricas que realizó sobre la circulación, con una diversidad

sentido cuyo mensaje es sólo el punto de pasaje”. Se trataba, claramente, de no “dejar la cuestión de los efectos a los otros (psicólogos,
sociólogos, psicoanalistas, etc.)” (VERÓN, 2007, página 9).

150
epistemológica que no permite unificar los dos estudios, aunque los resultados de las dos
investigaciones sean, en el artículo más reciente (2007), vistos como perteneciendo a la
misma perspectiva de las gramáticas de producción y de reconocimiento. Esa diversidad
epistemológica se articula con una diversidad en las formas de operacionalizar el método
sugerido. En su artículo con Boutaud (BOUTAUD y VERÓN, 2007), presenta ese
balance, y, sintomáticamente, no habla de gramática de producción para el segundo de los
estudios. Retrata, mientras tanto, las gramáticas de reconocimiento (identificadas en los
usos y en las apropiaciones de una Exposición) en Les spetacles cientifiques télévisivés
(1985) y en Ethnographie de l’exposition l’espace, le corps et lesens (1989). En ambos,
su cuestionamiento es epistemológico.

2.1 Un hilo para investigar los objetos en expansión: de los indicios a las relaciones, de
las lógicas a lo analógico

Sin embargo, en el análisis de la circulación de acuerdo a su modelo, Verón (2001)


identificó la problemática de la circulación como espacio de duda e indeterminación. Esa
identificación es central en su crítica a los estudios en comunicación que tienen como
referencia la posibilidad de establecer una relación entre el mapa socio-demográfico y el
sentido en las interacciones discursivas. Esa formulación ya ha sido también inferida por
nosotros (FERREIRA, 2003), en el análisis de las interacciones en las listas de
discusiones81. Sin embargo, esto demanda una investigación empírica que supere el
análisis socio-demográfico de las conductas. Ese es el punto convergente con Verón.
¿Cuál es entonces el punto divergente? En nuestra propuesta no se trata de analizar
gramáticas, ni lógicas, en ese proceso. Nuestra propuesta es la de investigar ese proceso a
partir de las operaciones de analogía a partir de un ambiente en que hay explosión los
desfasajes.
Lo analógico puede ser, por el prefijo an, negación, oposición, separación,
disminución, falta o refuerzo de lógica. Esa multiplicidad semántica le da al término un
lugar especial en la solución que buscamos para el método de análisis de procesos no
lineales. En este sentido, la experiencia, pero sobre todo los sentimientos, se transforman

81
Antes de la existencia de los foros online, existían listas de discusiones. A eso nos referimos aquí.

151
en formas que se articulan y construyen el análisis y la crítica sobre los procesos
mediáticos. Esta proposición no niega la existencia de lógicas, específicas, en los
procesos mediáticos. Sino que informa que la investigación, al encontrarse con diversas
lógicas específicas, en los desfasajes diversos, debe transitar para lograr un espacio
reflexivo más fluido, en que la negación de las lógicas, sus oposiciones, separaciones,
reducción de fuerza, falta o refuerzo de la misma, son concomitantes, según el caso en
investigación.
Si actualizamos nuestra proposición, quedaría formulada de la siguiente manera:
en el análisis de las interacciones comunicacionales en red es imposible anticipar la
especificidad de los circuitos, de los ambientes de interacción, de los nuevos paradigmas
de interacción que emergen de las narrativas reconstruidas, de los puntos de bifurcación,
de la sucesión de bifurcaciones, de los desfasajes decurrentes, de los trayectos y vías
dominantes, de las subordinadas que las alimentan, etc. De allí, la importancia de las
operaciones analógicas. No se trata de la analogía del análisis de contenido. En esa, la
analogía es el operador como correlato de lo idéntico, es movilizada en la construcción de
categorías, pretendiendo la construcción de grupos y géneros de los datos disponibles a
través de una clasificación exhaustiva de una población estadísticamente relevante82. Los
objetos son tratados como si fuesen el mismo. En la reflexión que desarrollamos arriba
(la explosión de los desfasajes en nuevos ambientes-circuitos), identificamos una ruptura
epistemológica: los objetos que investigamos en los procesos mediáticos son
diferenciados, no son idénticos entre sí, como tampoco lo son los lenguajes y géneros que
construimos sobre ellos.

2.2 El diagrama: casi-símbolo, casi-objeto

La analogía solamente va a aparecer en la investigación sobre la exposición (VERÓN,


1989), cuando el autor cita a Peirce. Pero en ese momento el autor todavía está entre las
concepciones de Barthes y de Peirce sobre analogía. El debate entre esas varias

82 De acuerdo con Bardin, la “clasificación de elementos constitutivos de un conjunto, por diferenciación y, seguidamente, por
reagrupamiento según el género (analogía), con los criterios previamente definidos. Las categorías son rúbricas o clases, las cuales
reúnen un grupo de elementos… sobre un título genérico, agrupamiento efectuado en razón de los caracteres comunes de estos
elementos”. (Bardin, 2010, p. 117).

152
concepciones y autores es una discusión interesante, pero que no es lo que vamos a
realizar aquí.
Es muy importante destacar aquí la sugerencia de Pignatari (2004) sobre el ícono
como “primerización”83 de lo tercero. Debemos aclarar, que se trata también de una
“primerización” de lo segundo (el objeto). En este sentido, hay una doble suspensión.
Primero, el trabajo de constitución de casos requiere la suspensión de los conceptos,
hipótesis genéricas, y, relaciones teóricas instaladas. Dice Pignatari (2004, 59): “Esa idea
del ícono como casi objeto y que puede, inclusive, en su manifestación más genuina, ser
una representación analógica que crea o suscita el objeto representado en una fórmula
algebraica, un diagrama de Venn”. En esta suspensión, (de lo tercero y de lo segundo), es
fundamental que el investigador reúna indicios e inferencias, y relaciones entre
inferencias. Se suspende, por lo tanto, también el objeto. Este solamente existe,
realmente, a través de los indicios. Este trabajo artesanal del investigador sitúa la
problemática teórico-investigativa en el plano de los íconos, de las imágenes, de los
diagramas, de las metáforas, y de los hipo-íconos ampliados (Pignatari, 2004). En este
sentido, una teoría nueva o casi nueva, es propuesta a través de varios diagramas lógicos:
“Un diagrama, mismo aunque presente trazos simbólicos, trazos que los aproximan a la
naturaleza de los índices, es, ante todo, un ícono de las formas de relaciones en la
constitución del objeto, siendo fácil de ver su adecuación en la inferencia necesaria”.
(Piagnatari, 2004, 59).

2.3 Analogía y argumento

En esta perspectiva, buscamos en Peirce (1958), proposiciones articuladoras entre


analogía e inferencia abductiva. La analogía es generalmente pensada como un tipo de
raciocinio, ganando, en su obra, varias tonalidades. Sistematizamos esas proposiciones de
forma lógica (sin preocuparnos por el proceso genético y constructivo). También en
Peirce, la analogía es vecina de la semejanza, sin embargo es marcada por ser incompleta
en relación al objeto a que se refiere (casi-objeto). Es una relación entre el diagrama (el

83
Debe destacarse que la palabra “primerización” no existe en español. Sin embargo, se consultó con el autor del presente artículo y se
decidió usarla ya que presenta una similitud con la idea de “primeirização”, usada en portugués y, además, con las ideas de Peirce que
se analizan.

153
primero) y el hecho observado, siendo un raciocinio necesario la creación del signo
semejante al objeto del discurso a través de esquemas. Aquí la analogía es una operación
solidaria con la abducción, siendo esta operación requerida para la inferencia del primero
de los signos (el ícono), anterior al índice y al símbolo. El diagrama no es semejante
sensualmente al objeto que representa, pero sí análogo, una forma que, sucesivamente, se
aproxima a el concepto. Por lo tanto, es un preconcepto. La analogía servirá no solo para
definir la identidad del ícono, sino también, por diferencia, para definir lo que, en el
índice y en el símbolo, opera como transformación.
Este lugar que ocupa la analogía, de relación entre objeto del discurso y del
diagrama construido sobre él, va a colocar al raciocinio por analogía como parte de la
construcción de hipótesis, en un esfuerzo inclusive de diferenciación entre lo que son las
hipótesis y las analogías. En esa diferenciación, identificamos a la analogía como una
interfaz entre los tres argumentos, siendo requerida para la realización de la inducción, la
deducción y la abducción. En la deducción, observar y experimentar analogías entre el
diagrama construido y el objeto ampliado del raciocinio posibilita descubrir nuevas
relaciones, invisibles en el diagrama anterior. En la inducción, el raciocinio por analogía
permite trabajar metodológicamente con una clase de muestra pequeña, que propicia
inferencias sobre una población, las cuales van siendo sucesivamente observadas y con
las que se realizan experimentos y que están siendo foco de análisis. Luego volveremos a
ese tema cuando hablemos de la construcción de casos de investigación en mediatización.
La analogía aparecerá en la construcción de casos (abducción), de inferencias deductivas
(análisis de lo empírico) e inductivas (inferencias de relaciones más complejas sobre el
objeto investigado).
En relación al raciocinio, la analogía permite buscar razones con denominadores
comunes, es decir, inferir a partir de características compartidas entre los objetos (entre
casos diferenciados), sustentando inferencias de otras características, no evidentes, que
son posibles, mismo con una muestra aleatoria y pequeña. En este sentido, la analogía es
una forma de raciocinio que permite la ampliación tal cual es sugerida por la hipótesis (y,
también en este sentido, se diferencia de la hipótesis) y de la inducción.

154
3. El lugar de la analogía en la construcción del caso de investigación

Como ya fue indicado en páginas precedentes, la analogía es la operación que se inserta


en la construcción del argumento abductivo, deductivo e inductivo. En el caso aquí
sugerido, es una inferencia del método. No se confunde con el caso estudiado como
metodología, según los manuales de investigación de ciencias sociales. En este sentido, el
caso como inferencia, en la perspectiva del método, es el primer argumento a ser
construido en la investigación empírica. Esquemáticamente (Ferreira, 2012), podemos
explicarlo así:

Figura 1. El caso en la perspectiva del método en la investigación empírica

Inferencia?
Materiales, indicios Inferencias puntuales (Pignatari, Caso: relaciones entre
Abducción
preliminares 2004) inferencias e inferencias
Un indicio que sugiere a' conforme a indicios

Un indicio que sugiere b' relevantes y materialidades

…. observadas. Íconos e hipo-

Un indicio que sugiere n' íconos, diagramas y figuras.


Casi conceptos y casi objetos
…..
en el contexto de circuitos-
Inferencias relacionales:
ambientes. Actores,
Inferencias entre a', b',…. n'.
instituciones mediatizadas y
mediáticas en interacción,
situados como productores
Nombres de los diagramas y/o receptores. Proposiciones
construidos. sobre las interacciones y la
comunicación en esos
ambientes.

Deducción Caso: relaciones entre Análisis de las interacciones en Ampliación de las inferencias,
inferencias según indicios el ámbito de circuitos y según proposiciones.
relevantes y materialidades ambientes diseñados. Identificación de usos,
observadas. Íconos, hipo- prácticas, tentativas de
íconos, diagramas, figuras. apropiaciones. Disposiciones

155
Deducción Análisis de las interacciones en
el ámbito de circuitos y
Casi conceptos y casi objetos
ambientes diseñados.
en el contexto de circuitos-
discursivas. Disipaciones que
ambientes. Actores,
se originan en los desfasajes.
instituciones mediatizadas en
Nuevas interrogaciones.
interacción, situados como
productores y/o receptores.

Inducción Caso: relaciones entre Ampliación de las inferencias, Inferencias conceptuales


inferencias e inferencias según las proposiciones. sobre el caso en relación con
conforme a indicios Identificación de usos, prácticas, la ampliación de inferencias.
relevantes y materialidades tentativas de apropiaciones. Lo que el caso aporta de
observadas. Íconos, hipo- Disposiciones discursivas. nuevo para la comprensión de
íconos, diagramas, figuras. Disipaciones Disipaciones que la mediatización, conforme al
Casi conceptos y casi objetos se originan en los desfasajes. contexto reflexivo y a la
en el contexto de circuitos- Nuevas preguntas. investigación en curso.
ambientes. Actores,
instituciones mediatizadas y
mediáticas en interacción,
situados como productores
y/o receptores.

En cada uno de los tres operadores semánticos (abducción, deducción e


inducción) entendidos como inferencias de operaciones relacionadas a los otros dos
operadores, cada argumento deja de ser autónomo en relación a otro, para ser
lógicamente solidario y dependiente de los otros dos. La inferencia de los tres niveles
(abducción, deducción e inducción) es producida como una operación realizada a partir
de otras dos proposiciones-inferencias, que aparecen, en el argumento, como premisas. O,
como explica Nino, los argumentos son conclusiones de otros dos argumentos,
transformados por la definición de lo que es deducción, inducción y abducción (NINO,
2008).
En este sentido, solamente a través de una abstracción lógica se puede aislar a los
argumentos en sus formas simples, relativas a los momentos deductivos, inductivos y
abductivos, por lo tanto, en nuestros procesos cognitivos y epistemológicos del espacio

156
académico, los tres argumentos están en procesos de complejas interpenetraciones (en las
que la matriz arriba descripta es apenas un cuadro simple, primario). Es decir, podemos
derivar diversas matrices de esa matriz primaria.
Esa matriz evidencia que la abducción realiza, en el ámbito de los dos
movimientos (deducción e inducción), un lugar de referencia: es la mediación sin la cual
los dos movimientos tienden a ser vistos como autónomos, independientes entre sí,
resultando en inferencias que pueden ser criticadas como de corte empírico o de
naturaleza deductivista, según el argumento que esté en juego. Eso está claro en este
cuadro, en el que modificamos el esquema antes presentado, evidenciando la
transformación del caso en un resultado de un procedimiento metodológico:

Figura 2 – El caso en la perspectiva metodológica

Inferencia?
Caso entendido como Evidencias. Pruebas.
Deducción procedimiento metodológico: Indicios/indicadores de
Relaciones en estudio. definición del corpus, y verificación de hipótesis.
Hipótesis Coexistentes. recolección de datos traducido
en indicadores/indicios
puntuales según las hipótesis.
Inducción Materiales. Indicios. Caso: entendido como Inferencias puntuales y
procedimiento metodológico. relaciones entre inferencias.
Búsqueda de relaciones,
correlaciones, probabilidades,
lógicas.

En la matriz de construcción del caso que sugerimos, por el contrario, indicamos


claramente que hay una necesidad de interponer, en el argumento inductivo, el caso como
el primero, o sea, la inferencia de la abducción. Esa interposición necesita, para ser
ampliada, a la analogía, es decir, necesita la búsqueda de semejanza entre hechos
diversos, que están próximos por las interacciones entre ellos, y no solamente, por la
similitud presupuesta en las categorizaciones/correlaciones entre eventos.

157
La deducción sin la mediación del caso (abducción) es una solución que
criticamos. Esa es la idea clásica del deductivismo, muchas veces criticado como
tautología. Los resultados están al servicio de la validez, y por hipótesis, de los
conceptos. Las categorías con correlatividad pasan a ser la mediación para esa inferencia
(típica de cuando se busca una comprobación de validez de paradigmas). También en el
caso de la deducción, la ausencia o presencia de la mediación del caso, un objeto
dinámico que se amplía por las analogías, es central: esa reconstrucción analógica, en
curso en la investigación del caso, es central en la superación de la tautología y debe ser
predominante para romper con el movimiento deductivista que direcciona el análisis en
coherencia con los presupuestos y conceptos interpretativos movilizados.
Esos casos vienen diseñando una topología de la circulación, como eje de
relaciones entre producción y recepción en circuitos y ambientes complejos, que remiten
a investigaciones sobre analogías en diversos niveles, respondiendo a las preguntas
siguientes, que pueden estar –o no- articuladas entre sí. Algunos interrogantes
transversales frecuentes que indican una condensación de investigaciones en curso son:
¿Cuáles son los actores, las instituciones mediáticas y las instituciones mediatizadas en
interacción? ¿Cuáles son los usos, las prácticas y las tentativas de apropiaciones de
medios inscriptos en esas interacciones? ¿Qué diferencias son inferidas entre las
disposiciones discursivas situadas en esas diversas posiciones en los medios, instituciones
y actores? ¿Cuáles son las opciones para construir, en las interacciones, esas diversas
posiciones discursivas, considerándolas un acontecimiento mediático específico? ¿Cómo
tales opciones constituyen –o no-, determinados espacios-ambientes discursivos por
donde circulan los interlocutores?
Ese espacio abierto epistemológicamente es convergente con los procesos de
teorización sobre los procesos mediáticos. La mediatización no es una perspectiva
consolidada teóricamente. Es un espacio de hipótesis, en diversas perspectivas, que se
consolida en una línea de investigación, a partir del estudio de diversos casos.-

158
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Walter-Bense, E. (2000). A teoria geral dos signos. São Paulo: Perspectiva.

160
Segunda Parte. Una mirada epistemológica y transdisciplinar de la
comunicación

161
CIBERSEMIÓTICA: UN NUEVO FUNDAMENTO PARA UNA TEORÍA
INTERDISCIPLINAR DE LA INFORMACIÓN, LA COGNICIÓN, LA
COMUNICACIÓN Y LA INTERACCIÓN ENTRE LA NATURALEZA Y LA
CULTURA84

Søren Brier

Traducción Carlos Vidales

La cibersemiótica construye un marco no reduccionista para integrar el conocimiento de


la tercera persona de las ciencias exactas y las ciencias de la vida con el conocimiento de
la primera persona descrito como las cualidades del sentimiento en las humanidades y el
conocimiento intersubjetivo de la segunda persona de las parciales interacciones
lingüísticas comunicativas sobre las que los aspectos sociales y culturales de la realidad
se basan. La visión moderna del universo como creada a través de la evolución en un
tiempo irreversible, nos fuerza a ver al ser humano como el producto de la evolución y,
por lo tanto, como un observador dentro del universo. Esto cambia la forma en la que
conceptualizamos el problema y el rol de la conciencia en la naturaleza y la cultura. La
teoría de la evolución nos obliga a concebir a las ciencias sociales y naturales así como a
las humanidades juntas en un marco teórico irrestricto o de absoluto naturalismo, donde
la conciencia así como la cultura son parte de la naturaleza. Pero las teorías del mundo de
la vida fenomenológico y las hermenéuticas del sentido de la comunicación parecen
desafiar las explicaciones científicas clásicas. Por lo tanto, las humanidades arrojan otra
visión opuesta a la visión evolucionista con preguntas como: ¿cuál es el rol de la

84
Este capítulo fue originalmente publicado como artículo en Integral Review en 2013 bajo la siguiente
referencia: Brier, S. (2013). “Cybersemiotics: A New Foundation for Transdisciplinary Theory of
Information, Cognition, Meaningful Communication and the Interaction Between Nature and Culture” in
Integral Review, Vol. 9, No. 2, pp. 220-263. Se reproduce el contenido del documento con permiso de la
editorial y con la revisión posterior del autor.

162
conciencia, los signos y el sentido en el desarrollo de nuestro conocimiento sobre la
evolución? La fenomenología y la hermenéutica muestran a las ciencias que sus
prerrequisitos son seres vivos concientes y corporeizados [embodied] imbuidos con un
lenguaje significativo y con una cultura. Uno puede ver la visión del mundo que emerge
del trabajo de la ciencia como una reconstrucción de regreso al tiempo de nuestro
presente ecológico y de nuestro auto-entendimiento evolutivo como criaturas semiótica,
históricas, culturales y con conciencia intersubjetiva pero incapaces de manejar el aspecto
del sentido y la toma de conciencia y, por lo tanto, vivir fuera de la historia. La
cibersemiótica se propone resolver la paradoja dualista al comenzar en medio con la
cognición semiótica y la comunicación como fuentes básicas de la realidad en la que todo
nuestro conocimiento es creado y por lo tanto sugiere que el conocimiento se desarrolla
en cuatro aspectos de la realidad humana: nuestro entorno natural descrito por las
ciencias naturales físicas y químicas, nuestra corporalidad descrita por las ciencias de la
vida como la biología y la medicina, nuestro mundo interno de experiencias subjetivas
descritas por investigaciones fundamentadas fenomenológicamente y, nuestro mundo
social descrito por las ciencias sociales. Llamo a este modelo alternativo a la jerarquía
positivista la estrella cibersemiótica. El capítulo del libro explica entonces el nuevo
entendimiento del Wissenschaft que emergen de las concepciones de Peirce y Luhmann.

(PENDIENTE)

163
HACIA UNA TEORÍA CIBERSEMÓTICA DE LA COMUNICACIÓN:
FUNDAMENTOS EPISTEMOLÓGICOS

Carlos Vidales Gonzáles

Al buscar en la teoría de los signos una prueba definitiva del


pragmatismo, Peirce acabó llevando su semiótica a un pleno
aterrizaje en la transdisciplinariedad. Si el universo está repleto
de signos, aunque no está formado exclusivamente por ellos,
como Peirce sustentó en la fase final de sus investigaciones,
entonces una teoría unificada de la realidad, si un día es posible
concebirla, deberá ser necesariamente semiótica.

Vinicious Romanini, 2015 p. 158.

A lo largo de la historia se han desarrollado diferentes perspectivas que han tomado


posición frente a los procesos de comunicación, de producción de sentido y, de manera
general, sobre el fenómeno de la significación. En estas perspectivas se pueden ubicar por
lo menos dos grandes tradiciones, una propiamente interpretativa con fuertes raíces
semióticas, hermenéuticas y fenomenológicas que pueden ser rastreadas en el
pensamiento filosófico siglos atrás; y una segunda posición con fuertes raíces
matemáticas, biológicas y físicas fundamentadas en posiciones cibernéticas y sistémicas,
todas ellas propias del siglo XX y no necesariamente vinculadas a las posiciones
interpretativas. Sin embargo, a finales del siglo XX y principios del siglo XXI se ha
venido desarrollando un proyecto intelectual internacional cuya finalidad no sólo es la
integración de las perspectivas antes mencionadas en el camino hacia la fundación de las
ciencias de la información, sino la expansión de la comprensión y observación de los
procesos de comunicación, cognición, información e interpretación a la luz de los

164
recientes desarrollos de la semiótica, la biosemiótica, la cibernética, la teoría de sistemas,
las neurociencias y la matemática, las cuales, si bien no suponen de entrada un marco
epistemológico común, son las que se consideran centrales para la elaboración de un
marco transdisciplinar para su estudio y que construyen en su conjunto las bases para el
marco de la cibersemiótica.
Si bien la cibersemiótica no es la única propuesta de esta naturaleza, dado que se
podrían reconocer también los intentos formales que en este sentido ha seguido la
semiótica cognitiva (Zlatev, 2012) o la biosemiótica (Hoffmeyer, 1996 y 2008), la
cibersemiótica ha sido el único proyecto que se ha propuesto explícitamente la tarea de
construir una teoría transdisciplinar de la comunicación, la cognición y la información, de
ahí mi intención de seguir esta propuesta en lo que a la integración de la cibernética de
segundo orden y la semiótica peirceana se refiere. La cibersemiótica se presenta a sí
misma como una nueva visión no reduccionista de la cognición y la comunicación que
intenta resolver la paradoja dualista de las ciencias naturales, las ciencias exactas y las
humanidades al comenzar en un punto medio con la cognición semiótica y la
comunicación como fuentes básicas de la realidad en la que todo nuestro conocimiento es
creado y por lo tanto sugiere que el conocimiento se desarrolla en cuatro aspectos de la
realidad humana: nuestro entorno natural descrito por las ciencias naturales físicas y
químicas, nuestra corporalidad descrita por las ciencias de la vida, nuestro mundo interno
de experiencias subjetivas descritas por la fenomenología y, nuestro mundo social
descrito por las ciencias sociales (Brier, 2013). Al plantear como objetivo central una
ciencia integral de la información, la cognición y la comunicación, la cibersemiótica se
plantea como una visión transdisciplinar que integra distintos marcos en un nivel meta-
teórico que le da nacimiento a una visión diferente no sólo de la vida y los procesos
cognitivos, sino de la comunicación y su construcción epistemológica. Se trata entonces
de un proyecto que busca de manera general las rutas biológicas, psíquicas y sociales de
la necesidad humana y biológica del significado y la auto-organización en sus procesos
de conocer/observar el mundo y en la formulación de las explicaciones que sobre él se
hacen (Brier, 2008). Tomando como base a la fenomenología, la semiótica, la cibernética,
la sistémica y la biosemiótica, la cibersemiótica busca ser un paso adelante en la

165
integración de las ciencias y en el estudio y comprensión de fenómenos complejos como
los caracterizados por los organismos vivos en todas sus formas.
En este punto es importante reconocer que si bien la cibersemiótica forma parte
ahora de una agenda internacional de investigación, las bases fundacionales de la
propuesta, así como su posterior desarrollo, se deben en gran medida al trabajo
colaborativo que ha venido impulsando las últimas décadas el danés Søren Brier.
Fundador y editor en jefe de la revista internacional Cybernetics & Human Knowing. A
Journal of Second-Order Cybernetics, Autopoiesis & Cyber-Semiotics, Brier (2008) se
pregunta, “hasta qué punto la investigación funcionalista y cibernética debe ser vista
como complementaria a una visión fenomenológica, hermenéutica y semiótica de teorizar
sobre la significación y el sentido que ignora preguntas ontológicas más allá de la cultura,
o hasta qué punto todas éstas deben ser unidas dentro de un marco paradigmático a través
de la revisión de los fundamentos ontológicos y epistemológicos de la ciencia clásica y la
moderna como lo intentó Peirce” (p. 37). Como es de esperarse, la apuesta de Brier está
en el segundo sentido, en el camino de la unificación conceptual.
Por lo anterior, mi intención en este capítulo es mostrar las consecuencias
epistemológicas que tiene pensar a la comunicación desde la cibernética, la semiótica y la
cibersemiótica, dado que es desde estos principios conceptuales que es posible pensar en
una visión teórica integrativa de la comunicación, por lo que en cada caso la pregunta es
por las consecuencias formales que tiene pensar a la comunicación cibernética, semiótica
y cibsersemióticamente. Como se puede observar, se trata de mostrar un primer bosquejo
de los fundamentos epistemológicos para la formulación de una teoría general de la
comunicación a partir de la cibernética y de la semiótica peirceana, dos miradas que
resultan ser una ruta posible para poder llegar a un primer entendimiento del lugar que la
comunicación (como concepto) tiene en la construcción del conocimiento, del papel que
la comunicación (como proceso) juega en la construcción del mundo, del papel que la
comunicación (como teoría) tendría como forma de explicación social y del papel que la
comunicación (como concepto) podría tener en la construcción de una mirada
transdisciplinar.
La International Encyclopedia of Systems and Cybernetics (Francois, 2004),
define a la transdisciplina como un «metalenguaje», es decir, como un lenguaje meta que

166
trasciende los campos disciplinares y que se propone a sí misma como una mirada
contemporánea que plantea una nueva perspectiva en la investigación científica. De
acuerdo con Peter Checkland, no necesitamos equipos interdisciplinarios sino, por el
contrario, «conceptos» transdisciplinarios, conceptos que sirvan para unificar el
conocimiento al ser aplicables a distintas áreas que trazan las propias fronteras
disciplinares (Checkland en Francois, 2004). Esto explica por qué la cibernética y la
semiótica se plantean a sí mismas como una mirada transdisciplinar. Se trata entonces de
construir no sólo una teoría general de la comunicación de base cibersemiótica sino,
específicamente, de construir a la comunicación como un concepto transdisciplinar a
partir de la cibernética y la semiótica. La cognición, la información, la comunicación y el
sentido son conceptos en sí mismos transdisciplinares que la cibernética y la semiótica
han retomado para construir con ellos y sobre ellos un edificio conceptual sumamente
complejo que ha servido como base para su integración posterior en la forma de la
cibersemiótica. Por lo tanto, mi interés en retomar el proyecto de la ciberemiótica no es
para deificarla como “la” teoría de la comunicación, sino como un ejemplo de la
producción teórica contemporánea que convierte a la comunicación en un concepto
eminentemente transdisciplinar.

1. Pensando a la comunicación desde la cibernética

Uno de los primeros textos publicados sobre cibernética y que quizá pueda ser
considerado como el fundacional, fue el escrito por el matemático norteamericano
Norbert Wiener en el año de 1948 bajo el título Cybernetics: or control and
communication in the Animal and the machine, libro que generaría un fuerte impacto en
la ciencia en general y que llevaría a Wiener a publicar un segundo texto un par de años
después bajo el título The human use of human beings, pero en el cual más que
desarrollar más a profundidad su fundamentación matemática, exploraba por el contrario
las implicaciones sociales de la propuesta cibernética. En este sentido, para Wiener
(1954), la emergencia de la cibernética es parte de un proceso de cambio histórico en las
ciencias en general y en la física en particular. La física newtoniana que había regido

167
desde finales del siglo XVII hasta finales del siglo XIX, describía un universo en el que
todo sucedía de acuerdo con una ley, un universo fuerte, compacto y organizado en el que
el futuro dependía estrictamente del pasado. Sin embargo, esta actitud en física cambio
sustancialmente a finales del siglo XIX producto principalmente del trabajo de los físicos
Ludwig Boltzmann (1844-1906) en Alemania y Josiah Willard Gibbs (1839-1903) en
Estados Unidos. Los dos físicos emprendieron una aplicación radical de una nueva idea,
el uso de la estadística (statistics) en física. La estadística es la ciencia de la distribución,
y la distribución comprendida por ambos científicos no estaba preocupada por largos
números de partículas similares, sino con las diferentes posiciones y velocidades desde
las que un sistema físico podía comenzar. Desde el sistema newtoniano las mismas leyes
físicas podían ser aplicadas a una gran variedad de sistemas que comenzaran desde una
gran variedad de posiciones y con una gran variedad de momentos. La nueva aplicación
de la estadística mantuvo el principio de acuerdo al cual un determinado sistema puede
ser distinguido de otros sistemas por el total de su energía, pero rechazó la suposición de
acuerdo con la cual los sistemas con el mismo total de energía pueden ser claramente
distinguidos y descritos definitivamente por leyes causales fijas. La parte funcional en
física, por tanto, no podía escapar a considerar la incertidumbre y la contingencia de los
eventos, y este fue precisamente el mérito de Willard Gibbs, mostrar por primera vez un
método científico capaz de tomar en consideración esta contingencia.
Para Norber Wiener (1954), es a Willard Gibbs a quien debemos atribuirle la
primera gran revolución de la física del Siglo XX, sobre todo por su incorporación del
concepto de probabilidad a la física moderna. Esta revolución de la que habla Wiener
provocó que la física no sugiriera tratar con lo que siempre sucederá, sino con lo que
sucederá bajo determinada probabilidad. De esta forma, un cambio interesante que
sucedió es que, en un mundo probabilístico, nosotros no lidiamos más con cantidades y
afirmaciones que conciernen a un universo real y específico como un todo, sino que
ahora realizamos preguntas que pueden encontrar sus respectivas respuestas en un gran
número de universos similares. La innovación de Gibbs fue el considerar no un mundo,
sino todos los mundos en los que hay respuestas posibles a un conjunto limitado de
preguntas concernientes a nuestro entorno. Su noción central se refirió al grado en el que
las respuestas que podemos dar a preguntas sobre un conjunto de mundos se encuentran

168
probablemente entre un conjunto más largo de mundos. Gibbs tenía la teoría de que esta
probabilidad tendía naturalmente a incrementarse en la medida en que el universo crecía
y se hacía más viejo. La medida de esta probabilidad es llamada entropía y la
característica fundamental de la entropía es su tendencia a incrementar.
Según Wiener (1954), mientras la entropía incrementa, el universo y todos los
sistemas cerrados en éste, tienden naturalmente a deteriorarse y a perder su distintivo, a
moverse del estado de organización y diferenciación en el que las distinciones y las
formas existen, al estado de caos y semejanzas. En el universo de Gibbs lo menos
probable es el orden y lo más probable es el caos o desorden, pero mientras el universo
como un todo (en el caso de que existiera un universo así) tiende a deteriorarse, hay
enclaves locales cuyas direcciones parecen opuestas a aquellas del universo en general, es
decir, enclaves en el que hay una tendencia limitada y temporal en el que la organización
incrementa. Y es precisamente este fenómeno el que Wiener reconoció a mediados de los
años cincuenta del siglo pasado y que lo llevaría a afirmar que la vida encuentra su hogar
en algunos de estos enclaves. “Es desde este punto de vista en este núcleo desde el que la
nueva ciencia de la cibernética comienza su desarrollo” (Wiener, 1954 p.12).
En este punto es importante hacer notar que los principios de la cibernética no
provienen exclusivamente de la física, sino que son el resultado de un movimiento mayor
en las matemáticas, en la óptica, en la biología, etcétera, es decir, un movimiento general
en las ciencias que afectó igualmente a las ciencias sociales. El mismo Norbert Wiener
(1954) reconoce que hasta finales de los años cuarenta “no había palabra existente para
este conjunto complejo de ideas y, con la finalidad de abarcar todo un campo con un
término simple, me sentí obligado a inventar uno. Por lo tanto propuse «Cibernética», que
derivé de la palabra griega kubernetes (o steersman), la misma palabra griega de la que
eventualmente derivamos nuestra palabra «governador» (governor85)” (p. 15). La
cibernética tiene entonces su primera configuración en la forma de red, en la colaboración
entre médicos, físicos, matemáticos, ingenieros, en lo que se puede pensar hoy en día
como un espacio interdisciplinar, pero no en su forma de estudio o aproximación, sino en

85
La palabra governor en inglés puede ser traducida de dos forma al español. Primero como governador o
governadora de un estado, nación, etcétera, y segundo, como regulador de una máquina, por ejemplo.
Ambas acepciones son pertinentes para la cibernética y es por eso que vale la pena conservar ambos
sentidos del término.

169
su forma de construcción teórica, en su manera de ver y entender el mundo86. En
principio, la cibernética surge como alternativa al problema planteado por el método
funcional centrado en el estudio exclusivo de lo que contienen los fenómenos
considerados por la ciencia desde su forma y constitución «interior». Por el contrario, lo
que a la cibernética le va a interesar son las relaciones que los fenómenos mantienen
entre ellos, más que lo que «contendrían», y es desde esta perspectiva que Norbert
Wiener propone un método que llamará “método comportamental de estudio”, el cual
será extrapolable más allá de los fenómenos naturales o físicos, incluyendo las formas de
comportamiento y organización del propio ser humano. Así, el centro de la reflexión
cibernética no verá a las relaciones entre los elementos que integran un fenómeno como
un elemento más del mismo, sino que las verán como constitutivas de su modo de
existencia. La cibernética considerará, por tanto, que es precisamente este movimiento de
intercambio de información que se produce en un fenómeno determinado lo que lo
constituye integralmente, ya sea como un fenómeno natural o artificial. Esta constitución
y construcción teórica, es decir, “el comportamiento de intercambio de información”, es
la primera gran ruptura con el campo precedente y es el primer principio epistemológico
de ordenamiento y construcción del mundo y del universo.
De acuerdo con lo anterior, los distintos fenómenos que se suceden en el mundo
se configuran y presentan a la mirada del investigador de formas muy diversas y variadas
que no dependen de sus consistencias materiales, sino de sus relaciones internas. A partir
de esta forma de ver un fenómeno, Wiener buscaba establecer una clasificación general
de los fenómenos naturales, artificiales o humanos, lo que lo llevaría a establecer un
criterio de ordenamiento: la complejidad del comportamiento del intercambio de

86
Aunque se reconoce a Norbert Wiener como el fundador de la cibernética, en realidad su trabajo se
desarrolla de forma conjunta con el mexicano Arturo Rosenblueth quien integraba entonces el personal de
la Escuela de Medicina de Harvard, y que luego actuó en el Instituto Nacional de Cardiología en México.
Sin embargo, más tarde se unirían al grupo de investigación los matemáticos John Von Neumman del
Instituto de Estudios Superiores (Princeton) y Walter Pitts del Instituuto Tecnológico de Massachusetts, los
fisiólogos Warren McCulloch de la Universidad de Pennsylvania y Lorente de No del Instituto Rockefeller,
el psicólogo Kut Lewin del Instituto Tecnológico de Massachusetts, los antropólogos Gregory Bateson y
Margared Mead, el economista Oskar Morgenstern del Instituto de Estudios Superiores (Princeton) y otros
investigadores en psicología, sociología, ingeniería, anatomía, neurofisiología, física, etcétera. Por otro
lado, autores como Warren McCulloch, Margaret Mead, Stafford Beer, Karl Deutsch, Gregory Bateson,
George Spencer-Brown, Francisco Varela entre otros, fundamentaron sus ideas en la cibernética para
aplicarla a campos como la neurofisiología, las ciencias cognitivas, la antropología, la religión, la industria,
las organizaciones, el gobierno, la psicología, la lógica, la biología entre mucho otros.

170
información. Así, cuanto más complejo sea este comportamiento más alto estará en la
escala de valores del universo. Con lo anterior, introduce un concepto que será clave para
el desarrollo posterior de la cibernética, el de retroalimentación (feed-back), que es la
capacidad que tiene un dispositivo de recibir y emitir información que se necesita para
mantener un cierto equilibrio, es “la propiedad de ajustar la conducta futura a hechos
pasados” (Wiener, 2005 p.116). Se trata entonces de un elemento que permite que un
determinado sistema sobreviva a su propio desorden o proceso entrópico. Por lo tanto, se
entiende que en un proceso de investigación o de construcción de un objeto de
investigación determinado, no se comparan las materias –los seres– en función de su
naturaleza aparente (materialidades de las que están hechos), sino que la comparación
será en función de su comportamiento efectivo, es decir, al nivel de la estructura interna
de intercambio de información y a su nivel jerárquico de acuerdo al grado de complejidad
en su funcionamiento.
Como puede observarse, algunos de los conceptos que la cibernética propone
como constitutivos de su propio espacio teórico responden a un nuevo orden y visión del
mundo, a una nueva forma que pretendía reconstituir a las ciencias en general y fundar un
nuevo espacio de reflexión. En el centro de esa concepción, del comportamiento de
intercambio de información, se estaba configurando igualmente una noción que más tarde
pretendería hacer lo mismo, constituirse como un campo científico con sus propias tareas
y responsabilidades: la comunicación. La propuesta de Wiener incluye como parte
fundamental el envío y recepción de información, proceso que se encuentra contenido en
una propuesta teórica mucho mayor, la teoría de los mensajes. Según Wiener (1954),
cuando le damos una orden a una máquina, la situación no es esencialmente diferente de
aquella en la que le damos una orden a una persona, en otras palabras, se puede ser
consciente de la orden que ha sido emitida y de la señal de conformidad que ha
regresado, de esta forma, el hecho de que la señal en su etapas intermedias haya ido a
través de una máquina en vez de una persona es irrelevante y en ninguna forma alterna
nuestra relación con la señal. Por lo tanto, la teoría del control en ingeniería, ya sea
humano, de las máquinas o de los animales, es un capítulo en la teoría de los mensajes,
aunque naturalmente hay diferencias detalladas en mensajes y en problemas de control no
sólo entre organismos vivos y máquinas, sino entre cada clase cercana de seres. Así, el

171
propósito de la cibernética fue “desarrollar un lenguaje y técnicas que nos permita atacar
el problema del control y de la comunicación en general, pero también a encontrar el
repertorio apropiado de ideas y técnicas para clasificar sus manifestaciones particulares
bajo determinados conceptos” (Wiener, 1954 p.17).
Esto sin duda, fue una propuesta visionaria que tendría fuerte eco en la ciencia en
general y que llevarían a Klaus Krippendorf (1985) a sostener que la cibernética implicó
desde sus inicios la promesa de una teoría general de la comunicación en sistemas
complejos al tiempo que proponía un nuevo entendimiento de la realidad que suponía un
gran cambio: el entendimiento del entendimiento o la comunicación sobre la
comunicación. Desde su punto de vista, la cibernética desde su nacimiento a partir de los
trabajos de Norbert Wiener, John von Neuman y W. Ross Ashby, ya anunciaba la
promesa de una teoría general de la comunicación en los sistemas complejos, una
promesa que parecía crecer con las aplicaciones subsecuentes que la cibernética tendría
en los estudios sobre la cognición y en campos tan diversos como la neurofisiología, la
antropología, la organización industrial, la psicología, entre otros, y esto debido a las
nuevas formas de entender la realidad (un entendimiento del entendimiento). En palabras
de Krippendorff, (1984),

… la cibernética estuvo siempre preocupada por la transformación, los procesos y el


cambio y no por las cosas materiales, por lo que reconocía que todo lo que existe también
cambia ya sea inherentemente o en respuesta. Finalmente, es ahora claro que la
cibernética siempre ha enfatizado la importancia de la diversidad o variedad [variety] y
las alternativas. La diversidad descansa en la base de su noción de información y mostró
ser un requisito para la adaptación, el comportamiento inteligente y para la evolución, al
tiempo que es reconocida como una necesidad lógica de la organización en todos los
niveles. Creo que estas tres formas, circularidad, procesos y diversidad son comunes a
toda la investigación cibernética. En este contexto, los objetos lineales, estables y únicos
son únicamente casos especiales de estas formas generales” (p. 53).

Sin embargo, el propio Krippendorff (1984) aseguraba a mediados de los años


ochenta que la teoría de la comunicación estaba lejos de dar cuenta de este fenómeno
universal, pues adoptar una visión cibernética implicaba poner el énfasis no en qué es la

172
comunicación, sino en cómo es que un fenómeno de esta naturaleza emergió en el
mundo, posición desde la que es posible construir una nueva perspectiva epistemológica
desde la cual la comunicación, como objeto de conocimiento, se convierte en algo
construido dentro del proceso de la investigación sobre la propia comunicación, lo que
denota una suerte de círculo virtuoso y que se asemeja al problema de la
autorreferencialidad, una peculiaridad que tiene la comunicación al ser un objeto que es
esencialmente una práctica cotidiana sobre la que se ha creado un metalenguaje
especializado para dar cuenta de ella (teoría) pero que no puede evitar ser estudiada
comunicando y sobre la que finalmente se comunica su resultado (Craig, 2006).
Sin lugar a dudas, una consecuencia fundamental que traería la cibernética y,
sobre todo, la cibernética de segundo orden de la mano de Heinz von Foerster (2003), es
lo relativo al proceso de observación y su influencia en la emergencia del conocimiento
así como en la pregunta sobre qué es lo que conocemos, lo que podríamos considerar
como una unidad epistemológica o como una suerte de principios epistemológicos de
operación. De acuerdo con Krippendorff (1984), un primer supuesto que tiene que ser
superado es que la observación presupone la unidad de dos procesos que se encuentran
mediados, “corporeizados” [embodied] en un observador y su ambiente o entorno, pues
desde su punto de vista, lo que es necesario comprender es que dicha unidad se encuentra
compuesta por dos procesos: la distinción (el establecimiento de distinciones) y la
relación (la formulación de relaciones). Las distinciones son trazadas por un observador
en su entorno y ya sea que se realicen con un propósito y sean reflejadas o sean
involuntarias y determinadas por una causa o una convención, lo importante es que la
distinción divide el espacio en partes y ejerce cierta fuerza sobre el dominio de
observación del observador, por lo que el establecimiento de una distinción es arbitrario y
crea al mismo tiempo la diversidad o variedad en el entorno del observador al crear por lo
menos dos alternativas. “Sin una primera distinción, un observador no puede obtener
ninguna información y es por lo tanto incapaz de decir cualquier cosa sobre su entorno.
Las distinciones son un prerrequisito para el entendimiento” (Krippendorff, 1985 p. 54).
Por su parte, las relaciones son formuladas por un observador para reconstruir esa
propiedad (holística) en su entorno cuya distinción parece haber violado, es decir, las
relaciones son invenciones conceptuales diseñadas para reconciliar la violencia que la

173
realización de las distinciones inflinge en el ambiente como un todo, por lo que concebir
una relación implica también la corporeización en algún medio, ya sea en la del sistema
nervioso, la de un algoritmo computacional, la de un sistema descriptivo o un lenguaje
(Krippendorff, 1984, 1985, 2009). Desde esta perspectiva, la unidad epistemológica que
se encuentra en la base de la investigación cibernética es precisamente la secuencia
alternada de distinciones y relaciones (observador / entorno), aunque no es del todo claro
cuál de ellas es primero. La observación implica entonces tanto a la relación como a la
distinción en una secuencia de interacción, se trata de un diálogo entre las partes de un
sistema que alternan entre asumir el rol de observadores y entorno respectivamente, por
lo que no sólo es difícil establecer una distinción y nombrar un lado como “observador” y
al otro como “observado”, sino también decidir cuál de los dos lados adquiere
conocimiento sobre el otro. Desde la epistemología cibernética podría decirse entonces
que “el conocimiento y el entendimiento no son objetivos ni subjetivos respectivamente.
Se vuelven manifiestos en la forma circular de la interacción” (Krippendorff, 1985 p. 57).
De esta manera, la epistemología cibernética no se preocupa en sí misma del
conocimiento que existe externamente a nosotros (ontología), sino que se enfoca en los
procesos mediante los cuales nosotros llegamos conocer, en el fenómeno de estar
“conociendo”, negando así que el conocimiento sea una cosa y considerando el conocer
como construido por el conocedor. Esto implica que tanto los observadores como los
observados interactúan comunicativamente en un flujo en ambos sentidos y permitiendo
así que las propiedades de los observadores ingreses al dominio de la observación
(Krippendorff, 1984).
Es importante mencionar que para Krippendorff (1985) la distinción no quiere
decir necesariamente una separación física, sino que se refiere a una diferenciación
conceptual cuyas consecuencias empíricas no son siempre captadas y realizadas de inicio.
Es a través del establecimiento de las distinciones que el universo se revela a sí mismo a
un observador. Por lo tanto, la realidad no se encuentra situada fuera o dentro de un
organismo observador sino en el proceso del establecimiento de distinciones y de la
formulación de relaciones. Sin embargo, Krippendorff reconoce que la visión que ha sido
mayormente desarrollada en la ciencia se encuentra vinculada al objetivismo como
paradigma dominante, el cual coloca al observador en una posición muy particular. Desde

174
su punto de vista, esta visión objetivista se fundamenta en la concepción de un mundo
compuesto de objetos tangibles que existen fuera e independientes de aquellos que los
observan (realismo). De este primer argumento devienen dos premisas que caracterizan el
compromiso ontológico de aquellos que fundamentan su visión en esta posición. El
primero supone la localización de los objetos de investigación científica en un dominio
empírico único y preexistente en el que pueden ser encontrados, distinguidos y
referenciados de acuerdo a lo que objetivamente son, por lo que esta premisa sólo puede
permitir una explicación de los fenómenos. La segunda premisa se encuentra basada en el
trabajo de Heinz von Foerster (2003) quien sugiere que el supuesto básico del punto de
vista objetivista es que las propiedades de los observadores no deben entrar en las
descripciones de sus observaciones, un principio que es de inicio una imposibilidad
epistemológica, dado que supone la habilidad de observar sin ser un observador.
Por lo tanto, lo que propone Krippendorff (2009), basado en la cibernética de
segundo orden, es una cambio de paradigma en el cual se asuma con toda claridad el
papel de los observadores en los procesos de observación y que sirve al mismo tiempo
para fundamentar una mirada de la comunicación desde tres perspectivas: a) la
comunicación en los sistemas observados, b) la comunicación en sistemas que implican a
sus observadores y, c) la comunicación en sistemas de producción. En el primer caso, la
comunicación en los sistemas observados se refiera a aquellos observadores que se ven a
sí mismos como fuera de ese sistema y por lo tanto no se incluyen en la descripción del
sistema y tampoco se ven a sí mismos como observados por el propio sistema (algo que
sucede muy a menudo en las ciencias sociales y, por supuesto, en los estudios de la
comunicación). Desde esta perspectiva la definición de la comunicación es claramente
ontológica, por ejemplo, en los efectos de una mente a otra, en el control de un individuo
a otro, en la presencia de un medio o un canal y no otro, etc. Aquí el asunto es que el
observador se ve forzado a realizar determinadas distinciones y ver hasta qué punto las
partes distinguidas son de las del tipo requerido. Un ejemplo de eso es el llamado
paradigma de Harold Lasswell.
Desde estos posicionamientos, Krippendorff (1985) ofrece dos definiciones de la
comunicación que vale la pena recuperar, pues desde su punto de vista, “la
comunicaciones es lo que define la descomposición (sin perder en entendimiento) de un

175
sistema dinámico y, de manera equivalente, la comunicación es lo que hace
incomprensible el comportamiento de una variable (componente, parte o miembro de un
sistema) sin la referencia al comportamiento de los otros” (p. 58). Ambas definiciones
requieren que el observador realice al menos tres tipos de distinciones. Primero,
distinciones entre partes individuales de un sistema (permiten al observador su unidad
más allá de los cambios notables); segundo, distinciones entre los estados que estas partes
pueden tomar (permite al observador representar al sistema como un todo y sus partes
como variables); y tercero, distinciones en el tiempo (permiten al observador determinar
el comportamiento del sistema como un todo y sus partes).
De acuerdo con Krippendorff (1985), los sistemas observados son
informacionalmente cerrados (un observador únicamente puede considerar información
sobre lo que observa o conoce sobre la porción del mundo que pretende observar). Esto
está en contra de la visión linear de la comunicación tradicionalmente utilizada y en
contraste propone una visión que busca representar procesos circulares causales por lo
que puede proporcionar loops de procesos comunicativos circulares y flujos de
información. “Considerando todas las redes de comunicación posibles definibles en un
conjunto de componentes, los loops causales son de hecho más comunes que las redes
lineales causales. Los procesos circulares de comunicación modifican su propio
contenido hasta que el proceso alcanza un equilibrio en el cual las modificaciones
iterativas han cesado de ser efectivas y si los cambios están todavía presentes y son
estacionarios y a un nivel significativo, son predecibles. En los sistemas observados este
equilibrio es llamado homeostasis y el hecho empírico de esta convergencia ha ganado en
la teoría de la comunicación el nombre del “modelo de la convergencia” (p.61). En este
punto, algo importante que resalta Krippendorff (1985) es que la homeostasis, que de
hecho se alcanza por el sistema observado, no es explicable desde de las propiedades de
ninguna de las partes del sistema sino que emerge del proceso de comunicación con ese
sistema. Una teoría recursiva de la comunicación que propone la cibernética explica la
emergencia de formas estables como auto-generadas o como eigen-propiedades de los
sistemas que implican un proceso circular de comunicación. En un ritual, una secuencia
convencional de comportamientos, por ejemplo, nada nuevo es adicionado más que el
hecho de que los participantes sigan participando, por lo que en los sistemas observados,

176
la información es vista como la “fuerza” que dirige el proceso de comunicación hacia la
homeostasis, lo que significa un incremento en la predictibilidad.

Esquema 1. La comunicación en los sistemas observados

Fuente: adaptación de Krippendorff, 1985, p. 59.

Por otro lado, en los sistemas que incluyen a sus propios observadores, se trata
esencialmente de sistemas sociales (en las sociedades los individuos se comunicación
sobre sí mismos y sobre la sociedad con otros individuos sobre sus observaciones, por lo
que son sistemas auto-referenciales). “Las teorías de los sistemas que implican a sus
observadores debe ser construida dentro del propio objeto que reclaman describir y el
acto de formular esas teorías es también un acto de cambio de ese objeto mientras es
descrito” (Krippendorf, 1985 p. 63). Esto ha sido visto como un problema en los estudios
sociales y en los estudios de la comunicación en los cuales se trata de minimizar esta
intervención, por lo que la discusión se ha centrado más en la dimensión metodológica de
esta condición pero no ha sido integrada o tomada en cuenta para construir la propia
teoría. Cuando al menos dos observadores se encuentran acoplados de tal manera que
cada uno se convierte en el entorno del otro, entonces el sistema se convierte en un
sistema social y pertenece entonces a esta categoría. Así como en los sistemas observados

177
se habla de la identidad “el todo igual a las partes más la interacción”, esto también aplica
para esta otra visión, únicamente que las partes ahora contienen observadores. Los
sistemas sociales se constituyen a sí mismos en el proceso de computar su realidad
estable a través de los actos descriptivos de sus miembros. En estos sistemas las
distinciones son hechas en el curso de la comunicación y cuando tienen un grado de
estabilidad constituyen las fronteras del propio sistema, define la identidad de los
componentes del sistema y en los términos del propio sistema. “En la sociedad estas
identidades le dan a los individuos miembros un sentido de quienes son, a qué pertenecen
y a través de qué procesos de comunicación ellos realizan su individualidad”
(Krippendorff, 1985 p.67).
Finalmente, la comunicación en sistemas de producción no se trata de otra cosa
que los sistemas capaces de auto-producirse y re-producirse, o los sistemas que Maturana
y Varela (2003) llamaron autopoiéticos, es decir, sistemas capaces de auto-producirse.
Ahora bien, ¿qué tiene que ver todo esto con la comunicación y con las bases
epistemológicas cibernéticas de una teoría de la comunicación? ¿Qué implica pensar la
comunicación cibernéticamente y cuáles son sus implicaciones epistemológicas para el
estudio de la comunicación? A manera de síntesis, es posible retomar una reflexión muy
delicada que propone el propio Krippendorff sobre las implicaciones cibernéticas para
una epistemología cibernética de la comunicación, posición desde la que es incluso
posible identificar una primera definición del objeto comunicativo. En este sentido,
Krippendorff (1984) reconoce que las definiciones más familiares de las teorías de la
comunicación tienen una fundamentación predominantemente ontológica en el sentido
mostrado anteriormente, es decir, de una realidad más allá de la habilidad constructiva de
los observadores, las cuales incluso no son abandonadas cuando los símbolos, los
mensajes o las expresiones lingüísticas reemplazan a los estímulos físicos. El punto es
que ninguna de estas configuraciones conceptuales puede dar cuenta de la habilidad
cultural de los observadores de interpretar el material simbólico.
Desde la posición del autor (Kripendorff, 2009), en la epistemología cibernética,
los investigadores de la comunicación que tratan de entender los procesos de la
comunicación fuera de sí mismos, tienen que construir dentro su propia comunicación
con comunicadores observados una prueba para saber hasta qué punto la comunicación

178
realmente “sucedió” dentro del sistema construido para observarla. Esto implica que los
investigadores tracen distinciones dentro de los sistemas observados entre los que
considera comunicadores (grupos, individuos, audiencias, instituciones), al tiempo que se
recolectan datos tanto de la dinámica del sistema en su conjunto como de cada uno de sus
componentes. Sin embargo, argumenta Krippendorff (2009), la comunicación no es parte
del sistema observado (no ocupa ningún lugar físico) y tampoco es una construcción
arbitraria imaginada sin ningún fundamento. “La comunicación es una explicación de las
diferencias entre tratar a los comunicadores como individuos aislados y como partes de
un sistema más grande cuyas cualidades holísticas resistan las descripciones como la
mera suma de sus partes. De esto se sigue que la comunicación es aquella construcción
relacional observada-creada que explica aquello que hace que un sistema desafíe su
descomposición (sin pérdida de entendimiento) hacia partes independientes” (p. 43). La
comunicación no reside entonces en el observador o en lo observado, sino que emerge en
el proceso mismo de observación, lo que tendrá finalmente un efecto también en la
producción de conocimiento y en lo que se conoce, pero sobre todo, la comunicación es
un una construcción relacional que permite que un sistema sobreviva como tal.
Desde esta mirada, la comunicación no es precisamente algo que precede a la
observación o al conocimiento mismo, sino que se produce conjuntamente con ambos,
permitiendo a todo sistema evitar su propia descomposición. Ahora bien, hasta este
punto, la comunicación tiene una primera configuración conceptual estable, sin embargo,
aparecen una serie de preguntas que la propia epistemología cibernética tendría
problemas para contestar: ¿qué es lo que hace que un observador realice una distinción y
no otra? ¿Cuál es el papel de la cognición en estos procesos? ¿Qué es lo que hace
significativa una distinción y no otra? ¿Cómo explicar el fenómeno de la significación o
la cognición desde la mirada cibernética? Desde mi punto de vista y la de algunos otros
autores (Vidales, 2013; Brier, 2008; Zlatev, 2013), el gran problema de la cibernética es
que carece de una teoría de la significación, de cómo y por qué las cosas se vuelven
significativas para un observador, o como lo propone la biosemiótica, de cómo emerge la
significación (Hoffmeyer, 1996). Y este ha sido precisamente el punto central de la
semiótica, perspectiva sobre la que me detendré a continuación.

179
2. Pensando a la comunicación desde la semiótica

Después de revisar de manera muy breve y sumamente esquemática la propuesta de la


cibernética, me interesa ahora llamar la atención sobre la que considero puede ser
llamada con toda justicia una epistemología semiótica fundamentada en la obra de
Charles S. Peirce, y si bien la semiótica no puede ser reducida a la obra de Peirce como la
obra de Peirce no puede ser reducida a su propuesta semiótica, la genealogía que ha
recorrido el camino de la lógica a la cibernética es precisamente la de Charles S. Peirce.
Ya en otros trabajos he planteado las que considero son algunas de las genealogías más
importantes del pensamiento semiótico (Vidales, 2015, 2013, 2011b, 2010), por lo que
ahora me interesa centrarme particularmente en lo que respecta a la perspectiva lógico-
cognitiva únicamente cuya máxima expresión es precisamente la semiótica periceana. El
nombre de Charles Sanders Peirce está ligado en la historia a múltiples ciencias y
disciplinas: la física, las matemáticas, la geología, la metafísica, la astronomía, la política,
la ética, la poética, la retórica, la lógica entre otras. Producto de sus estudios, sobre todo
de la Crítica de la Razón Pura de Emmanuel Kant, pero también de algunos pensadores
escolásticos como Duns Scotus y William de Ockham, Peirce desarrolló un enorme
interés en el simbolismo y, como Aristóteles, vio que los símbolos son el medio a través
del cual la racionalización del universo debe de ser expresada y comunicada. Consideró
igualmente, que la trama y urdidumbre de todo pensamiento y de toda investigación son
símbolos, por esto es erróneo decir que un buen lenguaje es importante para un buen
pensamiento, simplemente porque éste es la esencia de aquél. La idea del signo y de la
ciencia que se dedique a su estudio proviene entonces de un desarrollo lógico y de un
intento por explicar la forma en que aprehendemos, construimos y comunicamos lo que
conocemos, es decir, que parte de un cuestionamiento lógico-filosófico sobre la
naturaleza del pensamiento, del sujeto y de los signos.
Para autores como Vinicious Romanini (2015), “una de las grandes batallas
intelectuales de Peirce fue producir una síntesis filosófica que extrajera lo mejor de las
tradiciones idealista (germánica) y empirista (británica), sin perder de vista los últimos
avances científicos de la época, como el evolucionismo darwinista y la topología” (p.

180
138). Todo este trabajo lo llevó al estudio de la filosofía medieval, los escolásticos, los
estoicos así como al estudio detenido de la filosofía alemana en autores como Leibniz,
Kant, Hegel y Schiller, sin dejar de lado también su posición naturalista devenida de su
trabajo con la física, la química y la biología. Es precisamente de los esquemas
clasificatorios de ésta última que Peirce se inspira para argumentar que toda la ciencia
debía de comenzar como un esfuerzo para descubrir y ponderar las categorías naturales
dadas a la percepción, es decir, por el universo de la fenomenología, o lo que el llamará
faneroscopía. De esta manera, de la percepción se pasaría a la organización de categorías
naturales de acuerdo a las relaciones y las afinidades, de ahí que las matemáticas, como
una de las ciencias más abstractas, debiese brindar recursos para las más empíricas. Y es
precisamente de las matemáticas de donde Peirce toma la terminología de sus tres
categorías fundamentales, la primeridad, relacionada por la novedad, la cualidad y la
posibilidad; la segundidad, vinculada a su vez con el choque, la existencia y la actualidad
y; la terceridad, relacionada con la medición, la relación y la generalidad.
En este punto es de resaltar la importancia que Peirce le da a la experiencia y a los
signos, dos temas presentes a lo largo de su vasta obra y específicamente en sus
indagaciones sobre cómo es que surgen los conceptos en la mente humana, de ahí que
considere que tanto las cuestiones ontológicas entendidas en tanto realidad del mundo o
las cuestiones epistemológicas entendidas en cuanto a la veracidad de nuestras
concepciones, no pueden ser resueltas en la búsqueda última de leyes absolutas
fundamentadas en los conceptos de materia y energía, “sino en los procesos continuos de
significación que ocurren cuando «interrogamos a la naturaleza», en un diálogo entre
nosotros y la realidad que llamamos desde la «experiencia»” (Romanini, 2015 p. 140).
Por lo tanto, en la propuesta de su sistema clasificatorio de las ciencias, Peirce propuso
que la filosofía debía ser considerada como una ciencia que busca normalizar lo que la
faneroscopia descubre no sólo en un sentido general, de tal manera que los
descubrimientos tengan efectos prácticos concebibles entre los intérpretes que comparten
ese conocimiento.
Peirce suponía que si buscamos los aspectos de hechos externos, la única forma
en que el pensamiento puede ser encontrado es a través del pensamiento en signos, pero
de cualquier forma, sólo mediante los hechos externos el pensamiento puede ser conocido

181
completamente. El único pensamiento que puede ser cognoscible es, por tanto, el
pensamiento en signos; así, el pensamiento que no puede ser cognoscible no existe. De
esto mismo se deriva la idea de que si todo pensamiento es un signo, entonces todo signo
debe de relacionarse y delimitar a otro signo puesto que ésta es su esencia. Entonces,
cualquier pensamiento debe de haber sido precedido necesariamente por algún otro
pensamiento; análogamente, si nos situamos en un estado temporal determinado, debe de
haber existido una serie infinita de tiempos previos. Decir entonces que un pensamiento
no puede suceder en un instante sino que requiere tiempo, es otra forma de decir que
cualquier pensamiento tiene que ser interpretado en otro pensamiento, es decir, que todo
el pensamiento es en signos (Peirce, 5.251-5.253)87. El pensamiento a través de los
signos, como se ha expuesto, implica que la semiótica se inscriba no a un nivel
metodológico sino a un nivel lógico de organización, al ser definida como una disciplina
formal que busca discernir las condiciones necesarias del objeto que estudia. Dentro de
este marco, la semiótica se define como el estudio analítico de las condiciones
particulares de los signos y su intención es discernir cuáles deben ser los caracteres de
todos los signos y qué debería ser lo definitorio de los signos en cada uno de los casos.
Definir a la semiótica como una disciplina formal implica muchas cosas, primero
definirla como disciplina y después entender la noción de formalidad. Las ciencias
formales, según Peirce, deben ser comprendidas de una forma diferente en comparación
con las ciencias especiales o empíricas, las cuales no buscan descubrir lo que «debe ser»
sino lo que «es» en el mundo actual, y es por eso que considera a las matemáticas como
la ciencia más ejemplar y pura de todas las ciencias formales, puesto que tiene que ver
con las conclusiones necesarias “per se” sin tomar en cuenta el estado fáctico de lo que
estudia. Ésta es la razón fundamental por la que todas las demás ciencias formales, en las
que están incluidas la semiótica, la ética, la estética y la metafísica, están ubicadas por
debajo de la filosofía y son consideradas ciencias formales derivadas, porque no estudian
las formas de sus propias construcciones, sino la forma de cosas ya construidas.

87
Collected Papers of Charles Sanders Peirce, editado por Charles Hartshorne y Paul Weiss (Cambridge,
Massachusetts. Harvard University Press, 1931-1935). Para facilitar la lectura de las citas de Peirce, éstas
se abrevian indicando primero el volumen de la edición y después el párrafo. En este caso nos referimos al
volumen 5 y a los párrafos 251, 252 y 253. En adelante abreviaremos la cita indicando únicamente el
volumen y las páginas, evitando el año de publicación (5.251-253). El resto de las citas que no hagan
referencia a los Collected Papers seguirán el formato regular de año y número de página (si es el caso).

182
En su escrito Logic as semiotic: the theory of signs, Peirce considera que “un
signo o representamen es algo que para alguien representa o está en lugar de algo bajo
algún aspecto o capacidad. Se dirige a alguien, crea en la mente de esa persona un signo
equivalente, o tal vez un signo más desarrollado. Este signo creado es lo que llamo el
interpretante del primer signo. El signo está en lugar de algo, su objeto. Está en lugar de
este objeto, no en todos los aspectos, sino sólo con referencia a una suerte de idea que he
llamado el fundamento del representamen” (Peirce, 1955 p. 99). En esta primera
definición del signo se plantea también la lógica que seguirá su construcción teórica, es
decir, la lógica triádica. La primera de estas triadas la conforman el signo, el interpretante
y el objeto, la significación es el resultado de la interacción de los tres elementos. Por lo
tanto un signo o representamen es aquello que está Primero en relación con un Segundo,
su objeto, el cual tiene la capacidad de determinar un Tercero, el interpretante, que de
hecho asume la misma relación triádica con el objeto. Peirce entiende a la semiosis como
la acción o influencia que envuelve una cooperación entre tres elementos: un signo, su
objeto y su interpretante, la cual no puede ser resuelta en acciones entre pares.
Esta primera relación entre el representamen, el objeto y el interpretante define las
tres ramas que la semiótica debía seguir. La primera, llamada por Donus Scotus
“gramática especulativa” será llamada por Peirce gramática pura, la cual tiene por su
trabajo el determinar lo que tiene que ser verdadero del representamen usado por
cualquier inteligencia científica de tal forma que pueda encarar cualquier significado. La
segunda es la “lógica apropiada” (proper logic), que es la ciencia formal de las
condiciones de verdad de una representación. La tercera, que Peirce extrae de Immanuel
Kant (1724-1804), es la “retórica pura”, cuya tarea es determinar las leyes por medio de
las cuales, en cualquier inteligencia científica, un signo da nacimiento a otro signo y
especialmente cuando un pensamiento trae consigo otro pensamiento (Peirce, 1955). Por
lo tanto, la gramática pura estudiará la relación de los signos con la abstracción, la lógica
pura será la encargada de estudiar la relación de los signos con los objetos y, finalmente,
la retórica pura estudiará la relación de los signos con los interpretantes. Esta primera
división de la semiótica puede ser considerada como la primera división epistemológica,
indicando no sólo la tarea de una ciencia general, sino la forma en que deben ser
estudiados los elementos que la conforman. Es importante señalar que el signo

183
(representamen), el objeto y el interpretante describen relaciones o funciones sígnicas y
no objetos, cosas o categorías fijas. Así, un interpretante que funciona como tal en un
proceso semiótico se puede convertir en un representamen en otro proceso semiótico y
así sucesivamente. Lo que cambia de función son los términos y no a la inversa.
Así como las tres categorías de la semiótica nacen de la relación entre el
representamen, el objeto y el interpretante, cada una de estas divisiones genera por sí
misma tres divisiones que no corresponden a tipos exclusivos de signos, sino más bien a
diferentes rasgos del signo mediante las cuales éste representa al objeto (fundamento), al
representamen y al interpretante. A estas divisiones del signo Peirce las llama tricotomías
de acuerdo con a) el signo en sí mismo como mera cualidad en una existencia actual o
una ley general, b) la relación del signo con su objeto y, c) de acuerdo a la relación de un
signo con su interpretante, es decir, de acuerdo a cómo lo represente su interpretante, ya
sea como un signo de posibilidad, como un signo de hecho o como un signo de razón.
Pero al mismo tiempo, cada una de estas tres divisiones genera por sí misma una división
más o si se quiere, genera lo que Peirce denomina clases de signos. Entonces, de la
primera división resultan el Qualisigno, el Sinsigno y el Legisigno. De acuerdo a la
segunda división el Icono, Índice y Símbolo. Finalmente, de acuerdo a la tercera
tricotomía el signo es dividido en Rema, Decisigno y Argumento. No es mi intención
aquí adentrarme en la descripción de cada uno de ellos, pero es importante su mención
puesto que de esta forma se hace evidente la lógica constructiva de Peirce, la cual
representa la primera estructura epistemológica de una ciencia de los signos planteada
como tal (Vidales, 2011b).
Ahora bien, en la construcción del signo planteada por Peirce, un objeto dinámico
–objeto o situación percibidos en toda su complejidad– se pone en relación con un
representamen –lo que lo representa–, de acuerdo con alguna correspondencia que es el
fundamento; pero este fundamento no pone en evidencia todo el objeto dinámico, sino
que selecciona alguna parte de él que considere pertinente, es decir, el objeto inmediato.
La posibilidad de reunir o poner en relación al objeto inmediato y al representamen se da
gracias al interpretante. Este recorrido busca llegar al reconocimiento de las tres formas
de interpretantes que resultan de este proceso de construcción del signo, no porque sea la
herramienta que une al objeto y su representación, sino porque guarda dentro de sí las

184
relaciones de significación y significado, objetivo principal de la semiótica. El
interpretante inmediato, entendido como el interpretante que se revela en la correcta
comprensión del signo mismo, es a lo que comúnmente se le conoce como el significado
del signo. Es la abstracción, lo que algunos tienden a llamar el sentido, sin embrago,
sigue perteneciendo a la forma mental de representación, pero que no ha sido
reflexionada; se podría decir que es una forma cuasi instantánea de significado. Por su
parte, el interpretante dinámico, que es el efecto real que el signo, en tanto signo,
determina un evento real y singular. Por último, el interpretante final (al que el mismo
Peirce le tenía reservas) se refiere a la manera en que el signo tiende a representarse a sí
mismo para relacionarse con su objeto. Podría ser lo mismo que la “significación”, el
efecto que el signo producirá sobre cualquier mente sobre la cual las circunstancias
permitirían que pudiera ejercer su efecto pleno. Por lo tanto un signo no puede ser
entendido como la suma de elementos (intérprete, objeto, representamen) sino como una
unidad simultánea.
Finalmente, es importante agregar una última implicación de la teoría del signo.
Al plantear la relación de un signo en primera instancia, con un objeto, en segunda
instancia, para un tercero, su interpretante, Peirce deriva sus tres categorías de
organización: la Primeridad, la Segundidad y la Terceridad. Estos tres niveles de
organización no sólo definen la dirección de un proceso, sino que definen un orden de
acción. La Primeridad es la categoría que da cuenta de lo indefinido de las cosas, es el
sentimiento o impresión primera (feeling), antes de toda determinación o concreción del
ser. Es lo que se presenta a la conciencia de manera inmediata y de la cual todavía no se
dice nada de su existencia. Son las cualidades de las cosas. La Segundidad es en donde
aparece la existencia de la cosa, es el carácter de resistencia o de imposición de algo a la
conciencia. Es la toma de posesión (struggle) de la concreción experimental. Finalmente,
la Terceridad es la categoría que regula la unión y la síntesis de la primeridad con la
segundidad, es, nuevamente, una relación triádica y tiene carácter de ley, de legalidad, de
algo que habitualmente sucede. Es la relación finalmente de las tres dimensiones de
organización y, por ende, del signo, el objeto y el interpretante.

185
Ahora bien, ¿qué relación tiene todo esto con una teoría general de la
comunicación o con una visión semiótica de la comunicación? De acuerdo con Vinicius
Romanini (2015) en los últimos trabajos de Peirce se encuentra lo que considera son las
bases de una teoría semiótica de la comunicación, específicamente a partir de su
propuesta del signo como el medio para transmitir las formas que fundamentan los
conceptos, conceptualización desde la cual la comunicación es considerada como la más
elevada de los varios tipos de acción de un signo, la semiosis. Desde lo que Romanini
(2015) considera un realismo semiótico en Peirce, la comunicación es entendida como
una forma de revelar lo real y producir la cultura desde la conexión de las experiencias de
vida (sentido común, sentimientos, pensamientos, deseos, propósitos) que son
generalizadas en signos comunicables (generalmente símbolos) produciendo así una
epistemología social que tiene la propiedad de auto-criticarse y corregirse. En este marco,
la esencia de la teoría de la comunicación es la información, es decir, un proceso de
aprendizaje y desarrollo basado en la experiencia. Este es un punto muy importante sobre
el que Peirce llamó la atención y que lo llevará a considerar que es precisamente la
comunicación la que crea las mentes inteligentes que de ella participan y no al contrario,
posición que Romanini (2015) verá cómo un camino para una teoría transdisciplinaria de
la comunicación.
Pasamos así a la construcción de un concepto muy importante en el camino hacia
la teoría semiótica de la comunicación y que es el concepto de información, un concepto
que como ya se había mencionado, describe un proceso de aprendizaje y desarrollo
basado precisamente en la experiencia. Pero este punto requiere un comentario más
detallado. De acuerdo con Romanini (2015), el punto de partida de la teoría semiótica de
la información de Peirce tiene fuertes antecedentes en el empirismo inglés que ponía
atención en la inferencia inductiva para los conceptos de connotación y comprensión, así
como en los de extensión y amplitud como categorías lógicas fundamentales. Sin
embargo, Perice sostenía que no toman en cuenta un fenómeno central en la lógica que es
la evolución del significado en los términos, por lo que expande la dicotomía
comprensión/extensión al introducir a la información como un tercer elemento, el cual
pasa a ser el fundamento de un realismo idealista que sostiene que son las formas
universales los agentes determinantes de los objetos del mundo. Esta noción de idealismo

186
objetivo separa entonces, desde sus cimientos, la noción de información de la que se usa
comúnmente en la literatura académica contemporánea, dado que la información para
Peirce, “es un fenómeno análogo al de desarrollo, al de aumento en la complejidad e
incorporación de variables en un sistema. Es el proceso por el cual algunas pocas cosas
que presentan propiedades simples evolucionan en muchas cosas que presentan
propiedades múltiples, aumentando la complejidad” (Romanini, 2015 p. 142). De ahí que
el concepto se completamente diferente al establecido por Claude Shannon y relativo a la
cantidad de incertidumbre asociada a la transmisión de mensajes codificados en un
sistema probabilístico.
Por otro lado, para Charbel Niño El-Hani, João Queiroz y Claus Emmeche
(2009), las nociones de información, significado y semiosis se entrecruzan de diferentes
maneras. Por principio, Peirce definió la información de manera ordinaria como la
conexión entre la forma y la materia y, lógicamente, como el producto de la extensión e
intención de un concepto. La clave está entonces en entender a la información como la
comunicación de una forma del Objeto (O) al Interpretante (I) a través del Signo (S).
Esto es consistente con la noción de hábito, dado que los autores sugieren que la
información puede ser vista como un hábito particular y, por lo tanto, la información
también puede ser entendida como la comunicación de un hábito encarnado en el Objeto
hacia el Interpretante que limita (en general) al Interpretante como Signo o, en el caso de
los sistemas biológicos, el comportamiento del intérprete. Desde este punto de vista, la
comunicación es más que la mera transmisión de una forma.

Para ponerlo en términos más detallados, la producción de un efecto del signo en el


Intérprete resulta de la comunicación de una forma del Objeto (como regularidad) al
Interpretante por la mediación del Signo. La interpretación se convierte entonces en un
Signo en sí misma que se refiere al Objeto de la misma manera en que el Signo original
se refiere a él […] De acuerdo a este acercamiento, la ‘información’ puede ser
fuertemente asociada con los conceptos de ‘significado/sentido’ y ‘semiosis’. Peirce
habló de Signos como ‘transportadores’, como ‘medios’, como ‘sentido encarnado’. En
corto, la función del Signo es transportar la forma (El-Hani, Quieroz y Emmeche, 2009 p.
92).

187
El efecto que todo signo puede generar en un intérprete resulta de la
comunicación de la forma del Objeto (una regularidad) a través de la mediación del Signo
hacia el Interpretante. De hecho, el mismo Peirce ya había considerado a los signos como
medios y como elementos para comunicar ideas (EP 2:380-392), sin embargo, la noción
misma de la comunicación de un forma supone un entendimiento específico de lo que una
forma es, dado que la forma es un predicado que está pragmáticamente formulado como
una “proposición condicional” que afirma que ciertas cosas pueden pasar bajo
determinadas circunstancias. No es una “cosa” sino algo que está inserto en el objeto
como un hábito, una “regla de acción”, una “disposición” un “potencial real” o
simplemente, la “permanencia de alguna relación”, lo cual permite suponer que la forma
es en realidad la materialización de un hábito. En palabras de los autores (El-Hani,
Quieroz y Emmeche, 2009),

Es particularmente importante hacer notar que la forma comunicada del Objeto al


Interpretante a través del Signo no es una cosa, la figura particular de una cosa o algo
parecido, sino una regularidad, un hábito que permite a un determinado sistema
interpretar esa forma como indicativa de una clase particular de entidades, procesos,
fenómenos y, por lo tanto, responder de manera legal, similar y regularmente a ella. De
otra manera, el sistema no sería realmente capaz de interpretar el Objeto de acuerdo a sus
efectos sobre el Interpretante mediado por el Signo… Peirce define un signo, según lo
expresado, como “el Medio para la comunicación de una Forma” y como algo que se
encuentra “en una relación triádica con el Objeto por el que es determinado y con su
Interpretante al que él mismo determina”. Si consideramos ambas definiciones del signo,
podemos decir entonces, que la semiosis es un procesos triádico de la comunicación de
una forma del Objeto al Interpretante por la mediación del Signo (p. 93).

Por otro lado, para Romanini (2015), el concepto de información se relaciona con
la categoría de extensión o denotación a la que Peirce llamó “amplitud” y la cual se
encuentra vinculada con el conjunto de los objetos que un términos en cuestión es capaz
de predicar y, por otro lado, con la categoría de comprensión o connotación que Peirce
llamó “profundidad”, vinculada esta última a los predicados necesariamente relacionados
con su definición. La información es entonces el crecimiento tanto de la amplitud como

188
de la profundidad y es lo que permite que se descubra algo nuevo sobre las cosas,
propiedades que se encuentran latentes en la realidad pero que no habían sido notadas con
anterioridad. Al mismo tiempo, la información conecta a la percepción con la
significación, dándole una de sus bases al método pragmatista, el cual sostiene que la
información que poseemos llega a nosotros por la percepción en la forma de una idea o
un hábito que es compartido por una comunidad y se hace manifiesto en una acción, la
cual es capaz de producir efectos en la realidad. Este es el razonamiento que lleva a
pensar a Romanini (2015) que “es el proceso de comunicación a través de signos y de
formas producidas en la percepción lo que garantiza el aumento de información en una
sociedad de comunicación. Es también la correspondencia entre los procesos naturales y
los procesos mentales de causación lo que resuelve el enigma de la comprensión de los
significados del signo. El signo no crea la significación, más es la significación lo que se
materializa en signos particulares que cumplen la función de medios de transmisión de
información, aumentando la razonabilidad de esta o aquella mente en particular, o de
cualquier número finito de mentes particulares. Finalmente, es el modo de pensar que
impregna a todos lo que participan en el proceso de comunicación” (p. 144).
Como se puede observar, también hay consecuencias lógicas para la
comunicación si se piensa semióticamente. Desde Peirce la comunicación puede ser
entendida como la comunicación de una forma (habito) que va del objeto al interpretante
por la mediación del signo, lo que convierte a los signos en medios de transmisión de
información y como medios para la cognición. En cierto sentido, se puede observar un
paralelismo con la conceptualización presentada desde el punto de vista cibernético, dado
que la comunicación se convierte en un concepto “constitutivo” y no en un fenómeno a
ser aprehendido. Ambas son consideraciones lógicas que convierten a la comunicación en
un concepto transdisciplinar dado que no son manifestaciones objetivas lo que se
propone, sino un segundo orden de observación donde la comunicación es, ante todo, una
operación lógica. Lo que sigue entonces es un movimiento final hacia la integración de
ambas propuestas de la mano de la cibersemiótica. En este punto, la pregunta es por lo
que le pasa a la comunicación si se piensa cibersemióticamente.

189
3. Pensando a la comunicación desde la cibersemiótica

Como se ha mostrado con anterioridad, tanto la propuesta cibernética como la propuesta


semiótica permiten construir una conceptualización precisa sobre la comunicación, sin
embargo, ambas tienen sus límites, de ahí de la necesidad de buscar formas de
integrarlas, no como un ejercicio intelectual, sino como una necesidad derivada de los
propios fenóenos de observación. En este sentido, para Brier (2008), las ciencias de la
información –en lo que respecta a los sistemas vivos y a los sistemas humanos– no son
capaces de explicar aspectos vitales del fenómeno de la comunicación y la cognición
como lo es la emergencia del significado en los ámbitos limitados de los contextos
sociales y en los ámbitos generales de la reproducción y supervivencia de los seres vivos.
Aparece entonces el problema del significado en el marco del punto de vista mecanicista
que brinda la teoría de la información y la cibernética en el marco general de las ciencias
de la información, dado que dicha visión se extiende a la comprensión del conocimiento,
la naturaleza, el lenguaje y, finalmente, a la conciencia humana. En consecuencia, para
Brier (2008), el paradigma del procesamiento de información nunca tendrá éxito en
describir los problemas fundamentales en la mediación semántica del contenido de un
mensaje de un productor a un usuario, dado que es incapaz de tomar en consideración los
aspectos fenomenológicos y sociales de la cognición. Así, la idea de unir a la semiótica
peirceana con la cibernética de segundo orden no sólo responde a un problema
epistemológico, sino a una oportunidad de expandir los horizontes de observación, tanto
de lo que se observa como del sistema que lo hace.
De acuerdo con la propuesta cibersemótica de Søren Brier (2008), existe un
primer conflicto entre el paradigma informacional y el semiótico, dado que ambos tratan
el tema de la cognición, la información, el significado y la comunicación pero desde
diferentes ángulos, por lo tanto, el centro ahora es la discusión sobre la cognición y la
comunicación. La primera perspectiva ha sido generalmente llamada como el “paradigma
del procesamiento de información” y ha sido construida sobre una concepción objetivista
de la información combinada con un acercamiento a la computación que es generalmente
algorítmica. El paradigma informativo prevaleciente en las ciencias cognitivas es
mecanicista y racionalista. Sin embargo, Brier (2008) trata de demostrar que el

190
acercamiento lógico y mecanicista por sí mismo no puede ofrecer una comprensión de la
significación humana o sus relaciones biológicas, psicológicas o sociales. Por lo tanto, la
propuesta de una ciencia universal de la información debe incluir implícitamente una
ciencia universal de la cognición y la comunicación. ¿Pero son compatibles ambos
paradigmas?
El paradigma del procesamiento de información se encuentra fundamentado en el
trabajo de Claude Shannon quien concebía a la información como entropía, es decir, la
información incrementa mientras que la probabilidad de que un evento ocurra se vuelve
menor. La información es una opción que reduce la incertidumbre, de ahí que la teoría
matemática de la información defina a la información como la propiedad estadística de
un mensaje sin importar su significado, es decir, la información puede ser vista como una
selección entre señales. Por otro lado, desde el acercamiento de Norbert Wiener, la
información no es vista como entropía, sino como negentropía. La información no sólo es
considerada como desorden, sino también como orden u organización. Wiener (1954) ya
había comentado que la información es información y no materia o energía. En el
desarrollo posterior que hace Tom Stonier (1997) de la propuesta de Wiener, la
negentropía se convierte en el poder organizacional de la creación de las estructuras y los
sistemas en la naturaleza. Por su parte, para Brier (2008), mucha de la teoría en la
investigación de sistemas, cibernética y ciencias de la información descansan en nociones
metafísicas obscuras por lo que ofrecen resultados que en algunas ocasiones son vagos
tipos de funcionalismo que no tienen una posición clara frente a la experiencia de la
persona, las cualidades, las emociones y el problema de la voluntad propia.
Un segundo paradigma pertinente para el trabajo que aquí se desarrolla es el
paradigma semiótico, el cual se encuentra basado en la semiótica peirceana o la doctrina
de la naturaleza esencial y variedades fundamental de la semiosis (Peirce, 1955). Esta
perspectiva epistemológica estudia la posibilidad de la comunicación significativa en
sistemas vivos y sociales al tiempo que busca en las dinámicas culturales e históricas así
como en la ecología evolutiva; respuestas sobre la dinámica de la comunicación y la
significación. En este sentido, Peirce fundó la semiótica como un estudio lógico y
científico de la dinámica sígnica de la acción humana y más tarde este mismo principio se
extendería a la naturaleza no humana en la forma de la Biosemiótica (Hoffmeyer, 2008 y

191
2006). Para Peirce, “Parece algo extraño, cuando uno llega a reflexionar acerca de ello,
que un signo deba dejar a su intérprete suministrar una parte de su significado; pero la
explicación del fenómeno reside en el hecho de que el universo entero –no meramente el
universo de los existentes sin todo aquel universo más amplio, que abarca el universo de
los existentes como un parte […] está cubierto de signos, si no es que está
exclusivamente compuesto por signos” (Peirce en Deely, 1990). En la filosofía triádica de
Peirce, los sentimientos, las cualidades, la formación de hábitos y la significación son
constituyentes ontológicos básicos de la realidad, lo que sugiere que el paradigma
semiótico debe de ser capaz de penetrar más allá de la química y la física hacia el “fondo
de la naturaleza”. En palabras de Brier,

Parece que tenemos dos puntos de partida muy distintos para estas teorías y ambas
argumentando ser universales. La diferencia entre ambos paradigmas es fundamental. El
paradigma de la información está basado en concepciones objetivas y cuantitativas de la
información y trabaja con modelos algorítmicos de la cognición, la percepción y la
comunicación. La semiótica, en contraste, está basada en la comunicación significativa
del lenguaje humano, en la fenomenología y depende de una teoría de la significación [...]
Uno puede después combinar esto con una explicación epistemológica que sugiere que
ninguna explicación científica reductiva final puede ser dada a ninguna cosa en este
mundo, incluyendo el comportamiento de los animales. Lo que tenemos son diferentes
explicaciones que funcionan bien en diferentes situaciones” (Brier, 2008, p. 42).

Lo anterior puede llevar a argumentar que los tres elementos básicos de la


realidad son la materia, la energía y la información, por lo tanto, la información natural y
objetiva debe de haber estado presente antes que las mentes humanas emergieran del
universo en expansión. La información es mucho más fundamental que el observador o el
intérprete. En este punto, Brier (2008) argumenta que la información es vista como una
cosa objetiva y universalmente determinada por leyes que los humanos y las máquinas
incorporan de la naturaleza, la transforman mediante el pensamiento y la traen a la
sociedad mediante el lenguaje, por lo que debe de ser posible plantear una ciencia
integral de la información. Sin embargo, para hacer eso es necesario explicar la mente
humana, la inteligencia y la comunicación significativa en términos de información o de

192
la conciencia y el sentido como algo real o como la realidad de la conciencia misma de
una persona. Las ciencias de la información deben entonces incluir también a las ciencias
cognitivas y así, todos los problemas epistemológicos pueden ser resueltos
empíricamente. El paradigma del procesamiento de información nunca ha sido capaz de
describir el problema central de la mediación semántica del contenido de los mensajes y
fracasa porque no aborda el aspecto fenomenológico y social de la cognición.
Lo anterior lleva a Brier (2008) a sostener que la diferencia entre el conocimiento
y la información es que la información es vista como una parte menor de los sistemas de
conocimiento, sin embargo, los dos requieren interpretación semiótica para convertirse en
significativos, es decir, uno no puede considerar el significado de la información sin la
significación. Para Wiener, “la información es información, no materia o energía”, a lo
que Brier agrega, “la información tampoco cobra significado hasta que ha sido
interpretada por un sistema vivo”. Sin embargo, el significado depende de las estructuras
de conocimiento construido en un contexto individual y de entendimiento del mundo.
Hasta este punto Brier (2008), ha señalado algunas de las principales deficiencias
del paradigma del procesamiento de información, por lo que es importante ahora hacer el
enlace con la cibernética a través de sus principales postulados. En este sentido, es Heinz
von Foerster quien demuestra que si un organismo es modelizado como una máquina, no
puede ser una máquina trivial puesto que no puede haber una descripción matemática
determinista de su comportamiento, de ahí su propuesta de referirse a los sistemas vivos
como máquinas no triviales: el sistema se organiza a sí mismo y produce sus propias
partes. La habilidad para la auto-organización en la dimensión histórica de los sistemas
vivos son razones importantes de por qué los organismos no son máquinas triviales. De
esta manera, la cibernética busca describir y explicar cómo la función de la limitación
estructural influencia el desarrollo de los sistemas auto-organizados que son llamados
ahora, con el trabajo de Maturana y Varela, autopoiéticos. Es decir, un sistema
autopoiético es aquel que produce sus propios límites y su propia organización al
producir los elementos que lo componen a él mismo como sistema88.

88
En palabras de Maturana, […] el ser vivo no es un conjunto de moléculas sino que una dinámica
molecular, un proceso que ocurre como unidad discreta y singular como el resultado del operar, y en el
operar, de las distintas clases de moléculas que lo componen, en un entre juego de interacciones y
relaciones de vecindad que lo especifican y realizan como una red cerrada de cambios y síntesis

193
Para Brier (2008), este es un punto clave para la emergencia del
significado/sentido, puesto que cuando miramos al lenguaje en términos de información,
es claro que el significado del mundo depende de la organización del sistema vivo (su
cuerpo) y su contexto de vida, en contraste del lenguaje de la computadora que está libre
de todo contexto.

Los significados son el resultado de un proceso de acoplamiento basado en experiencias


mutuas. Este es un fundamento importante para todos los lenguajes y todas las semiosis.
Las palabras no cargan significados; al contrario, los significados son percibidos sobre la
base de la experiencia previa del perceptor. Los preceptos y las palabras no son señales; al
contrario, son perturbaciones cuyos efectos dependen de la cohesión del sistema. Después
de un periodo largo de interacción, un concepto adquiere un significado convencional
(eigencomportamiento) dentro de un dominio determinado. La percepción e interpretación
de las palabras fuerza opciones que abren oportunidades para la acción y el significado
(Brier, 2008, p. 87).

Es por lo anterior que Brier (2008) reconoce la necesidad de una teoría más
sofisticada que no recurra a los principios mecanicistas o funcionalistas de la mente que
niegan cualquier fuente de realidad independiente de la experiencia humana, sin
embargo, también reconoce que esa teoría debe ser apoyada por una teoría de los signos y
la significación así como por teorías sobre los sistemas biológicos y sociales desde los
cuales una diferencia hace una diferencia (así como la cibernética ha abordado la
circularidad de las diferencias en los sistemas auto-organizados). De ahí la importancia
de incluir la semiótica de Peirce y la biosemiótica de la Escuela de Copenhague. Por lo
tanto, de acuerdo con Brier (2008), si uno intenta traducir la semiótica peirceana en
términos de la cibernética de segundo orden, la Segundidad es la primera distinción hecha

moleculares que producen las mimas clases de moléculares que la constituyen, configurando una dinámica
que al mismo tiempo especifica en cada instante sus bordes y extensión. Es a esta red de producciones de
componentes, que resulta cerrada sobre sí misma porque los componentes que produce la constituyen al
generar las mismas dinámicas de producciones que los produjo, y al determinar su extensión como un ente
circunscrito a través del cual hay un continuo flujo de elementos que se hacen y dejan de ser componentes
según participan o dejan de participar en esa red, a lo que llamamos autopoiesis (Maturana y Varela,
2003:15).

194
por un observador marcado por un signo primario, el Representamen. El observador es el
Interpretante de Peirce, el cual pertenece a la Terceridad. Solo a través de esta semiosis
triádica la cognición puede ser generada. Para convertirse en información, las diferencias
deben ser vistas como signos para el observador. Esto sucede cuando se convierten en
interpretantes internamente desarrollados.
Así, desde la emergencia de la mecánica cuántica y la teoría del campo cuántico,
la ciencia y el sentido común han dejado de tener una palabra para describir “la cosas” de
la que está hecha la realidad, sin embargo, Peirce ofrece esa teoría, de hecho al sugerir
que es posible argumentar que las diferencias se convierten en información cuando un
interprete las ve como signos. Para Brier (2008), las implicaciones de lo anteriormente
señalado, es que las cualidades [Qualia] (cualidades subjetivas de las experiencias
mentales) y “la vida interior” están potencialmente ahí desde el principio, sin embargo,
requieren del sistema nervioso para lograr una completa manifestación.
Peirce (1958) habla de las potenciales cualidades de la primeridad, pero el punto
es que los organismos y sus sistemas nerviosos no crean la mente y las cualidades, sino
que la mente y las cualidades se desarrollan a través de la interacción con el sistema
nervioso que los cuerpos vivos desarrollan dentro de formas aún más manifiestas. Peirce
sugiere entonces que estas manifestaciones ocurren a través del desarrollo de procesos
sígnicos. Por otro lado, la cibernética de segundo orden ve a la información como una
creación interna de un sistema autopoiético en respuesta a una perturbación, sin embargo,
sólo en acoplamientos estructurales establecidos, los signos pueden adquirir significado,
por lo tanto, la cibernética de segundo orden le provee a la semiótica las ideas de
clausura, acoplamiento estructural, interpenetración y “languajear”. Así, la clave para
estudiar el entendimiento y la comunicación es que tanto los animales como los humanos
viven en Umwelts autoorganizados que no sólo proyectan alrededor de ellos mismos,
sino que también los proyectan al interior de sus propios sistemas. Esto es a lo que Brier
(2008) llama Esferas de la Significación. La semiosis puede ser vista entonces como un
proceso de autoorganización donde el resultado es la formación de hábitos que después
afectarán a los signos y sus propios significados. En los humanos, el resultado es que los
signos se organizan en el lenguaje a través de la comunicación.

195
Hasta este punto, se ha mostrado brevemente una caracterización de la
cibersemiótica a partir de la exploración del paradigma del procesamiento de
información, de la semiótica y de la cibernética como fuentes históricas y científicas que
se encuentran en la base de la propuesta de una ciencia unificada de la cognición, la
comunicación y la información. Por lo tanto, lo que queda por explorar son las
consideraciones empíricas de una mirada cibersemótica de los fenómenos humanos,
sociales, biológicos y, de manera general, de lo que podría ser caracterizada como la
operación fundamental en la naturaleza: la producción de sentido, operación que parece
constituir a lo humano desde sus raíces (Merrel, 2013). Esto es lo que nos lleva al
argumento final, hacia la importancia y el papel de la reflexión sobre el sentido en el
marco de la Cibersemiótica, la cual podemos decir, parte por reconocer las omisiones de
la teoría de la información y la cibernética sobre los aspectos significativos del mundo y,
con ellos, sobre los aspectos significativos de la comunicación humana, puesto que “el
sentido de la información no es información y la información del sentido no es el
sentido” (Brier, 2010, p. 1914) cuando sólo usamos el concepto de información en
términos fisicalistas. Por el contrario, es posible entonces comenzar a pensar que el
sentido de algún tipo de información está definido por la diferencia que alguien
experimenta a partir de ella, es decir, el sentido puede ser pensado como un término que
implica la percepción de signos y el entendimiento de la comunicación. En síntesis, el
sentido es una diferencia que realiza un signo en el mundo de alguien al estar en lugar
de algo en algún aspecto u otro. De ahí que una pregunta central sea saber hasta qué
punto es posible tener información sin sentido o si por el contario, la información es
siempre un aspecto del sentido.
De acuerdo con lo anterior, la noción de información en la teoría de Shannon es
útil para la comunicación en el ámbito de la ingeniería pero no para formular una base
científica de una teoría general de la información del mundo como tal. De esta manera,
una suposición que ha conducido a una confusión central en las modernas ciencias de la
información consiste en partir de una definición de la información como un aspecto
técnico significativo de la comunicación para convertirla en un aspecto fundacional pero
no significativo de la realidad desde la que uno puede hacer el intento por construir una
visión general del mundo (Brier, 2010). Esto es lo que lleva a Brier (2010) a concluir que

196
hay un campo de la información en el mundo cibernético pero no hay un campo del
sentido, dado que la teoría cibernética y la autopoiesis no tienen una definición teórica de
la conciencia de la primera persona como parte de su paradigma.
Aquí aparece entonces la importancia de la semiótica como paradigma lógico e
interpretativo al estar relacionada con el sentido y los significados y a cómo éstos se
encuentran relacionados con los seres vivos primero y con sistemas vivos consciente
después, una condición que la ha llevado al campo de la biología y a preguntarse desde
este espacio disciplinar cómo es que algo que no es significativo se vuelve significativo o
cómo es que el sentido o los significativo emerge en el mundo (Hoffmeyer, 1996). Así, la
pregunta por el sentido implica un cambio en la visión de las condiciones físicas de su
producción hacia las nociones prácticas de su emergencia en todo proceso comunicativo,
cognitivo y social. Los signos emergen entonces como procesos parciales de producción
de significados, pero es el resultado de su mutua operación de la cual deviene el sentido,
por eso para Brier (2010) el sentido es una diferencia que realiza un signo en el mundo de
alguien al estar en lugar de algo en algún aspecto u otro, una definición que se acerca
fuertemente a la noción de signo que Peirce planteaba un siglo atrás.
Finalmente, es importante hacer notar que lo que aquí se ha mostrado es apenas
un primer bosquejo de una teoría cibersemiótica de la comunicación, por lo que habrá
que trabajar todavía más en afinarla y, sobre todo, en ponerla a prueba en casos empíricos
específicos, tarea que queda como pendiente para un trabajo posterior.

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199
LA TEORÍA DE LA COMUNICOLOGÍA: EL MÉTODO DE LA
FENOMENOLOGÍA SEMIÓTICA89

Richard L. Lanigan

Traducción Carlos Vidales

La comunicología es el estudio del discurso humano en todas sus formas corporeizadas


que van del habla y el lenguaje a los gestos y los signos. Es una ciencia humana que
incluye varias formas de mediación semiótica comenzando con la experiencia consciente
del cuerpo humano y terminando con las varias formas de extensión generadas por la
tecnología como es el caso de los teléfonos celulares, la radio, la televisión y el cine. En
este contexto comunicológico, la fenomenología es un punto de vista asociado con el
acercamiento de la geisteswissenschaftlich para el estudio de la experiencia humana
consciente, especialmente en la realización semiótica de la comunicación (la parole) y en
el lenguaje (la langue) como competencias semióticas. Las ciencias humanas, incluyendo
la comunicología, la narratología y la retórica, usan un método crítico y analítico de
representación y descripción fundamentado en una lógica del descubrimiento. Siguiendo
la tradición medieval, la evidencia del descubrimiento es capta, es decir, “tomada” en la
percepción. Es el método Q.E.I. (quod erat inveniendum).
En comparación, las ciencias naturales usan un método matemático de invención
para la predicción o adscripción, como sucede por ejemplo con el control en la medición.
En este caso físico, la evidencia se convierte en datos de la invención o eso que es “dado”
en la expresión. Este es el método Q.E.D. (quod erat demonstrandum). La conjunción

89
Este texto fue originalmente publicado en la Encyclopedia of Phenomenology en 1997 bajo la siguiente
referencia: Lanigan, R. L. (1997). “Communicology” in Encyclopedia of Phenomenology, General Editor
Lester Embree. Boston, Norwell, MA: Kluwer Academic Publishers, pp. 104-110. Se reproduce con la
revisión del autor. (Pendiente de permiso).

200
metodológica del capta o dato (1) y acta (2), la corporeización de la percepción y la
expresión que es el método Q.E.F. (quod erat faciendum), caracterizan a la
fenomenología como una ciencia humana, un tema que encontramos, por ejemplo, en el
Sein und Zeit (1927) de Martin Heidegger. El precursor europeo inmediato de los teóricos
de la fenomenología en las ciencias humanas fue Franz Brentano, quien en su
Psychologie vom empirischen Standpunkt (1874), divide el fenómeno de la consciencia
en ideas o representaciones (Vorstellungen), juicios y fenómenos emotivos como el amor
y el odio. La consideración de Brentano se encuentra directamente dirigida a la revisión
de la argumentación de Aristóteles del razonamiento lógico, el entendimiento del carácter
humano y el entendimiento de las emociones como se puede observar en La Retórica.
La teoría de la comunicación en su sentido moderno fue asociada con la
fenomenología en junio de 1922 cuando Edmund Husserl ofreció una serie de
conferencias en alemán en la Universidad de Londres con el tema “El método
fenomenológico y la filosofía fenomenológica”. El antecedente más antiguo en inglés de
estas conferencias se encuentra en C. K. Ogden y I. A. Richard, The Meaning of
Meaning: a Study of the Influence of Language upon Thought and the Science of
Symbolism (1923). (Nótese que durante este periodo la “comunicación” era vista como la
“ciencia del simbolismo”). El propósito explícito de Husserl en las conferencias fue
explicar “la sociología fenomenológica trascendental teniendo como referencia a una
multiplicidad manifiesta de sujetos conscientes comunicándose unos con otros”. Estas
conferencias fueron dadas después de la segunda edición de su Logische Untersuchungen
(1913), el cual fundó las bases para otra conexión con la comunicología.
El Logische Untersuchungen (1900-1901) tuvo una dramática influencia en los
lingüistas jóvenes del Círculo Lingüístico de Praga, quienes estaban estudiando la
estructura del lenguaje y el habla y a la postre desarrollarían el estructuralismo. Junto con
otros estudiantes de Husserl – incluyendo a Ludwig Landgrebe, Hendrik J. Pos y Dimitrj
Tschizewskij – había un dotado lingüista llamado Roman Jakobson. El 11 de noviembre
de 1935, Jakobson invitó a Husserl a una conferencia al Círculo de Praga con el título
“Phänomenologie der Sprache”. Como Elmar Holenstein ha sugerido, Jakobson se
convirtió en uno de los más influyentes estudiantes de Husserl al formular el Método
Eidético [Eidetic Method] en relación con las bases empíricas para una fenomenología de la

201
comunicación fundamentada en la lingüística y la semiótica. La línea del tiempo de
Jakobson de trabajo fundacional en comunicación lo llevaría a la formulación de la teoría
de la comunicación.
Virtualmente al mismo tiempo, otra extensión mayor de la filosofía de la
comunicación de Husserl ocurrió con la publicación del libro Sprachtheorie (1934) de
Karl Bühler (1879-1963). La intención explícita de Bühler fue construir un puente entre
el Cours de linguístique génerale (1916) de Ferdinand de Saussure y las Cartesianische
Meditationen (1931) de Husserl, el cual consideraba era una corrección mayor a la
Logische Untersuchungen. El modelo orgánico de la comunicación humana de Bühler
explica la constitución del fenómeno acústico concreto que nosotros conocemos como
signos en el lenguaje o en el discurso. El modelo consiste en símbolos en el lenguaje que
son una representación de objetos y estados de cosas; síntomas en el lenguaje que son la
expresión de los estados internos del emisor y; señales en el lenguaje que apelan al
escucha y dirigen el comportamiento interno y externo de la persona. Para Bühler, todos
estos son conceptos semánticos y muestran una similaridad asombrosa tanto con las
categorías de la percepción de Brentano como con las categorías de la expresión de
Aristóteles.
Mientras que el trabajo original de Husserl sobre el lenguaje y la comunicación
fue muy accesible en Europa, no fue tan conocido en Estados Unidos. Wilbur Marshall
Urban publicó The Intelligible World: Metaphysics and Value (1929) para exponer la
tesis de que hay sin duda tres presupuestos de comunicación inteligible, a decir, que
“Existo y otros como yo, habitando un mundo”. Este postulado es notablemente similar a
la ontología de Maurice Meleau-Ponty sobre la relación Ser-Otro-Mundo de la
coroporeización [embodiment]. Urban argumentó que la posibilidad de la comunicación
inteligible es el postulado último de todo pensamiento y conocimiento. Si bien el
postulado no será desarrollado aquí, es importante mencionar que es un presupuesto para
el avance de la filosofía y la ciencia.
Urban asume la tarea de explorar esta problemática en su segundo trabajo mayor,
Language and Reality: The Philosophy of Language and the Principles of Symbolism
(1939) en el cual también cita las conferencias de Londres de Husserl como centradas en
la filosofía y la ciencia de la fenomenología de la comunicación. Siguiendo a Husserl,

202
Urban enlista las funciones significativas fundamentales del lenguaje como
“representativas o simbólicas”, lo que también incluye lo “intuitivo”, lo “indicativo” y lo
emotivo” como subcategorías. En su fenomenología general de la comunicación, Urban
distingue la “comunicación del comportamiento” [behavioral communication] de la
“comunicación inteligible”. La forma del comportamiento es simplemente la que
observamos a-críticamente en otros. La forma inteligible exhibe los dos criterios de ser
“referencial” y “sistémica”. Por ejemplo, entre el emisor y el destinatario hay una
“similaridad en el referente” y una “similaridad en el contexto o en el universo del
discurso”. En síntesis, Urban fue el responsable por la primera explicación y comentario
sobre el trabajo todavía sin traducir de Husserl para la comunidad intelectual
norteamericana, incluyendo las conferencias de Londres y la Logische Untersuchungen.
Sin embargo, previo a la presentación de Urban de la filosofía de la comunicación
de Husserl en los Estados Unidos, Husserl fue descubierto en 1904 por Charles Sanders
Peirce (1839-1914). En un paralelo histórico fascinante, Peirce es también conocido por
su integración de la semiótica y la filosofía fenomenológica como fue presentado en sus
Collected Papers (1931-58). Sin embargo, la orientación filosófica de Peirce es
fundamentalmente diferente a la de Husserl. Para Peirce, la filosofía es una subclase
dentro de la ciencia del descubrimiento. El descubrimiento es una lógica en la cual la
relación de los signos con sus objetos (e.j. la conciencia) se combina con la
“fenomenología” (después renombrada como “faneroscopía”), lo que será para Peirce la
experiencia del mundo actual objetivo. En este contexto peirceano, la lógica es la ciencia
de los símbolos y, haciendo alusión al Trivium medieval, tiene tres partes: “gramática
especulativa o formal”, la cual se preocupa del significado o la referencia de los símbolos
en general; la “lógica formal”, relacionada con las condiciones formales de verdad de los
símbolos y; la “retórica formal o especulativa”, la cual estudia la fuerza de los símbolos
en referencia a la mente.
Es escritos posteriores, Peirce renombra la tercera categoría como “lógica
objetiva” para expandir el espectro e incluir así todas las condiciones generales bajo las
cuales un problema se presenta a sí mismo para la solución o en las que una pregunta
conduce a otra. Para Peirce, los signos consisten de una conciencia inicial llamada
“representamen” o “primeridad”, un “objeto” de la experiencia (“segundidad”) y, la

203
relación resultante (“terceridad”) que emerge entre ambos, que es llamado el
“interpretante” del significado de la experiencia consciente, por ejemplo, un fenómeno
sígnico. Su tipología sobre las categorías del signo consiste en tres tricotomías que siguen
el orden de primeridad, segundidad y terceridad respectivamente: Tono, Token y Tipo;
Ícono, Índice y Símbolo y; Rema, Dicente y Argumento. Todos estos términos son parte
del vocabulario estándar de la comunicología en un uso contemporáneo.
Como inmigrante, Jakobson es parte tanto de la tradición fenomenológica europea
como de la norteamericana. Su teoría de la comunicación es reconocida
internacionalmente e interdisciplinariamente como una declaración definitiva de una
teoría sistemática y sistémica, una teoría que es tanto “exhaustiva como sólida” de
acuerdo con Paul Ricoeur. La teoría completa está basada en la fonología de los “rasgos
distintivos” y en la semántica de los “rasgos redundantes”. Primero, para Jakobson, los
rasgos distintivos indican un criterio lógico de oposición en el discurso que es la
presencia de un atributo (“marcado”) [markedness] en contraposición a su ausencia (“no
marcado”) [unmarkedness]. Por ejemplo, en la oración “The mayor put on her coat” [la
alcaldesa se puso su abrigo], no sabemos el género del “mayor” hasta que llegamos a la
palabra “her” y descubrimos reflexivamente que el trabajo no marcado originalmente
“mayor” es ahora marcado (asociado a una mujer).
Segundo, los rasgos redundantes en el lenguaje involucran la aposición [apposition]
fenomenológica de “variaciones” e “invariaciones”. En el ejemplo anterior hay una
máxima variación entre “mayor” y “her” (un pronombre neutral contra un pronombre de
género), aunque la referencia es invariablemente redundante y predecible como tal por la
idea de nominación (persona nombrada). En síntesis, hay una combinación tanto de los
rasgos distintivos en oposición (significación lógica) y los rasgos redundantes en
aposición (significación fenomenológica) para crear el significado [meaning]. Husserl
anticipa este hecho en su famoso dictum en el cual asume que “la subjetividad es
intersubjetividad”. Todos los lenguajes y los sistemas de comunicación pueden ser
descritos adecuadamente con estas características comunicológicas, pero su combinación
necesaria y las condiciones suficientes establecen lo único del discurso humano en
comparación con el sistema animal o de las máquinas. La teoría es ilustrada por el

204
modelo gráfico bien conocido de Jakobson de los elementos comunicativos y sus
funciones:

En resumen, la comunicación ocurre cuando un emisor habla con un destinatario.


Normalmente, nosotros asumimos una situación interpersonal entre dos personas
“corporeizadas” [embodied], aunque la teoría y el modelo siguen siendo válidos con los
niveles de la comunicación intrapersonal, grupal, social y cultural. El mensaje del
hablante establece rasgos distintivos al crear “contextos” referenciales para el código de
la función metalingüística. Por ejemplo, hablar el inglés americano le dice al destinatario
que use el código “inglés” para entender lo que se está diciendo. Ambas personas en la
conversación están sacando ventaja de la “función poética” del lenguaje en la cual una
categoría paradigmática (vertical) de las palabras es intercambiada con la categoría
sintagmática de las palabras (horizontal). Es decir, el emisor expresa la declaración “The
mayor put on her coat” [la alcaldesa se puso su abrigo] escogiendo cada palabra en la
oración desde una categoría vertical sobre la base de una (1) selección, (2) substitución y
(3) similaridad que en su conjunto forman el proceso de la (4) metáfora. Por ejemplo,
“mayor” es un sustantivo y la categoría de la columna vertical simplemente consiste en
todos los otros sustantivos conocidos por el emisor. Así, cuando el destinatario entiende
mal la declaración como “The major put on her coat”, el error es paradigmático.

205
Cunado el destinatario escucha con mayor cuidado y oye la declaración correcta
(mayor), el o ella selecciona cada palabra en la oración desde una categoría horizontal
sobre la base de (1) la combinación, (2) la contextura y (3) la contigüidad, las cuales en
su conjunto forman el proceso de la (4) metonimia. Es decir, el receptor o escucha está
formando una línea recta en “the+mayor+put+on+her+coat”. Claro, ambas personas en la
conversación saben lo que el otro está haciendo, por lo que el emisor codifica un
mensaje/código dentro de una línea horizontal de palabras seleccionando un mensaje de
entre una serie de conjuntos de palabras de contexto (código) (columnas verticales) en la
memoria. De cualquier manera, lo opuesto también es verdadero para el destinatario,
quien decodifica un código/mensaje disponiendo (código) una combinación (mensaje) de
grupos de palabras (columnas verticales) dentro de una oración percibida o una línea
horizontal de palabras. En síntesis, las declaraciones son una condición muy compleja en
la cual un emisor y un receptor establecen “contacto” física y psicológicamente, empírica
y eidéticamente al usar un mensaje, un código y un contexto que es
fenomenológicamente reversible y reflexivo.
Dentro del dominio del discurso, Jakobson extiende ciertas nociones
fundamentales de la metodología de Husserl como la que se encuentra en la Primera
Investigación llamada “Expresión y significado” en la Logische Untersuchungen. La
fenomenología del significado de Husserl crea una metodología triádica reversible del
orden de la experiencia o de la constitución del significado: sentido; signo-vehículo o
“nombre-cosa” y, objeto, desde el punto de vista de la producción sígnica del emisor. Por
lo tanto, la “expresión” del emisor crea el “significado” (Bedeutung). En comparación, el
orden del análisis desde el punto de vista del intérprete o receptor es signo-vehículo,
sentido y referente. Aquí la percepción del receptor de una “indicación” constituye
una “manifestación” (Kundgabe).
Husserl específica adicionalmente el hecho de que el significado de la experiencia
conciente tiene cuatro dominios de referencia comunicativa como un proceso sígnico de
expresión y percepción. Primero, el “significado” es una expresión significativa (el
significante), mientras que la “manifestación” se refiere a la percepción del hablante por
el escucha (el significado). Segundo, el mismo “significado” puede referirse a diferentes
“objetos” y de manera contraria. Tercero, “el significado simbólico” es un producto de la

206
percepción informada en contraste con el “significado intuitivo”, el cual tiene un
“significado ideal” común en un sentido lógico y no psicológico. Husserl sugiere que en
la experiencia conciente hay un fenómeno y su lógica constitutiva, por lo tanto, una
“fenomenología”. El fenómeno es el objeto-referencia (Noema) del acto constitutivo
dirigido a dicho fenómeno (noesis). Todo el proceso es llamado “Intencionalidad” por el
que una persona es “conciente de… [experiencia]”.
Entre los intérpretes más importante de Husserl se encuentra el filósofo y
psicólogo francés Maurice Merleau-Ponty, al igual que su igualmente notable estudiante
Michel Foucault. El mayor trabajo de Merleau-Ponty sobre la expresión, Signes (1960),
así como su Phénoménologie de la perception (1945) relaciona la semiótica y la teoría de
los signos con la fenomenología. En su explicación de la percepción y la expresión,
Merleau-Ponty sugiere que hay dos niveles del discurso: (1) discurso existencial en el que
una persona expresa su habla en un discurso original y perceptivo, es decir, un “discurso
hablando” [speech speaking] (la parole parlante) que ofrece un mensaje auténtico y (2) el
discurso empírico en el que una persona simplemente expresa lo que ya ha sido
previamente dicho por otros, es decir, “discurso hablado” [speech spoken] (la parole paleé)
que legitima el código social. En el caso del discurso hablando, hay una función retórica
de la identidad donde la conciencia de la experiencia es una referencia original de la
existencia del significado, es decir, el acto de expresión auténtico que es el lenguaje
lingüístico corporeizado en la persona como emisor. Primero, Merleu-Ponty corrige la
noción estática de Saussure de la parole (el habla) al hacerla dinámica a través de la
parole parlante o lo que Jakobson llamoóel “mensaje” en su corrección paralela de
Saussure. Segundo, Merleau-Ponty corrige el concepto de la langue (la lengua) por la
noción más existencial de la parole parlé o lo que Jakobson en acuerdo llama el
“código”. En esta segunda categoría del discurso hablando, la función retórica es banal y
evoca una experiencia de la consciencia, es decir, el sentido común que es el código
lingüístico descubierto por el destinatario.
El libro de Michael Foucault Les mots et les choses (1966), intencionalmente
titulado por él mismo en su traducción al inglés “The order of Things: An Archeology of
the Human Sciences” (La Arqueología del Conocimiento, 1969), agregó una dimensión
metodológica a la mirada de Merleau-Ponty. Foucault argumentó que el segundo, el

207
código del nivel empírico del discurso (énonciation) que conoce (connaissance) como el
código cultural del poder social, esconde al primero, el nivel existencial del mensaje del
discurso (énoncé) “indicado” que entendemos (savoir) como el deseo. El proceso
contenido de niveles retóricos forma una “ruptura” o una continua discontinuidad de
discursos que se construyen y reconstruyen unos a otros en aposición a la persona
corporeizada. Así, al usar el método de la “arqueología” (connaissance o conocer la
experiencia de la conciencia; la categoría sintagmática “horizontal” del código de
Jakobson) y el método de la “genealogía” (savoir o el entendimiento de la conciencia de
la experiencia; la categoría paradigmática “vertical” de los mensajes de Jakobson),
Foucault llama la atención hacia su tercer nivel, al cual lo llama la “metodología crítica”
en su libro L´ordre du discours (1971).
Nótese que la arqueología de Foucault es un método de “oposiciones” o
“exclusiones” (los rasgos distintivos de Jakobson) mientras que la genealogía es un
método de “instersticios” o de “conjuntos” (los rasgos redundantes de Jakobson). Este
modelo crítico sujeta tanto a la arqueología como a la genealogía la una a la otra como
una dialéctica tanto de la oposición como de la aposición, entendido esto como el
“reversal-principle” de Foucault (la función poética de Jakobson). Foucault está
siguiendo la prescripción de Merleau-Ponty de que el primer paso del análisis es una
“fenomenología de la fenomenología”, es decir, la conjunción tanto de la conciencia
como de la experiencia en el discurso son vistas como reversibles, reflexivas y reflejadas
en los juicios. Por lo tanto, Foucault ofrece un acercamiento crítico al discurso visto
como una fenomenología semiótica (el orden del análisis de Husserl) que completa el
acercamiento de una fenomenología semiótica de Merleau-Ponty (el orden de la
experiencia de Husserl). En síntesis, mientras Merleau-Ponty examina el lugar de la
percepción personal en las expresiones públicas (la intencionalidad como un
mensaje/código), Foucault críticamente examina lo opuesto, es decir, el lugar de la
expresión pública en la percepción personal (la corporeización como un código/mensaje)
como se ilustra, por ejemplo, en la narratología de su Herculine Barbin, dite Alexina B
(Herculine Barbin: Being the Recently Doscovered Memoirs of a Ninetheenth Century
French Hermaphrodite, 1978).

208
Volteando ahora la mirada a la escena contemporánea, la teoría fenomenológica
de la comunicación fue adoptadaza bajo el nombre de Comunicología a finales de los
años cincuenta en los Estados Unidos y es asociada a los fundadores de la Asociación
Internacional de Comunicación (International Communication Association – ICA),
especialmente Franklin H. Knower (1901-1993), Elwood Huey Allen Murray (1978-
1988), Wndell Johnson (1906-1965), un gran académico de la teoría de la semántica
general así como Alfred Korzybski (1879-1950) quien escribió Science and Sanity (1933)
como una reformulación de la filosofía del lenguaje de Aristóteles como lo intentara en
su momento Brentano. También es importante hacer notar que el libro de Georges
Gusdorf La Parole fue publicado en 1950 y después traducido al inglés en 1965 como el
volumen inaugural de la serie “Estudios en Fenomenología y Filosofía Existencial” de la
Universidad de Northwestern. Este volumen es fundamentalmente una exposición del
pensamiento de Merleau-Ponty sobre la comunicología, al cual lo seguirían los libros de
Remy C. Kwant Phenomenology of Language (1965) y Phenomenology of Expression
(1969). Posteriormente, el libro de Richard Lanigan Speaking and Phenomenology:
Maurice Merleu-Ponty’s Phenomenological Theory of Existential Communicaction que
aparecería en 1972.
Entre los académicos de la comunicación en años recientes, el término disciplinar
de “Comunicología” se ha expandido de su foco original en la comunicación
interpersonal hacia los otros niveles fenomenológicos. (1) La comunicología
intrapersonal ahora incluye la comunicación normal así como la anormal en el campo del
significado cognitivo, afectivo y connativo; los estudios van de las patologías del
discurso y problemas auditivos hasta la disfunción cognitiva en la configuración
terapéutica de la medicina. (2) La comunicología social ahora incluye el estudio de los
medios masivos de comunicación, las artes y la ciencia; por lo que la disciplina se mueve
de la radio, la televisión y la industria editorial en un punto del espectro, hacia el cine, el
teatro y la danza en el otro extremo. Y, (3) la comunicología cultural, la cual se centra en
la influencia dinámica del contacto intercultural y el intercambio transcultural,
especialmente en las áreas del lenguaje, el parentesco y la economía; está área va de la
semiótica (teoría del código) hacia la etnología (el estudio de las prácticas de las

209
personas) y lo que ahora es llamado el “nuevo orden de la información en el mundo”
(informática).
Al nivel intercultural, debemos notar que la “comunicología” es ahora
ampliamente usada como una traducción apropiada de la palabra francesa
communicologie (así como su equivalente en italiano e inglés) y de la palabra en alemán
Kommunikationswissenschaft. Este cambio en el nombre de comunicología y
comunicólogo es debido en gran medida a un esfuerzo sistemático de evitar
malentendidos. La confusión fue alentada por la ambigüedad histórica de la “teoría
matemática de la comunicación” propuesta en 1949 por Shannon y Weaver en
comparación con la propuesta realizada por Jakobson en 1960 para distinguir la teoría de
la comunicación de la teoría de la información sobre la base de las conexiones
fenomenológicas de lo que llamó “la rama retórica de la lingüística” inherente a la teoría
de la comunicación. Sin embargo, pese a que la claridad en su uso no fue alcanzado, pese
a los esfuerzos serios que se hicieran en el Primer Congreso Mundial de la Ciencia de la
Comunicación llevado a cabo en Berlín en 1977, la comunicología es ahora claramente
distinguida de la teoría de la información dado que la comunicología estudia el rango
completo de los niveles semióticos en el discurso, es decir, la forma semántica del
discurso (significado), la forma sintáctica (patrones) y la forma pragmática (la práctica).
En comparación, la teoría de la información está preocupada únicamente por los
parámetros sintácticos de los sistemas de señales físicos, es decir, por los impulsos
eléctricos que hacen posible la transmisión por teléfono o la memoria computacional. De
hecho, el nombre de “teoría de la información” ha sido rápidamente remplazado por el de
“teoría de las señales”. Por lo tanto, la inadecuada frase, “los teóricos de la
comunicación”, ha sido remplazadas por los “comunicólogos”, un hecho que ha sido
reconocido en las memorias del Primer Congreso Mundial de Semiótica y Comunicación
de Monterrey, México en 1993.

Referencias bibliográficas

Büler, K [1934] (1990)Theory of language: the representacional function of lenguaje.


Amsterdam: John Benjamins.

210
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211
Tercera Parte. Metacampo y metateoría de la comunicación

212
EL METAMODELO CONSTITUTIVO: UNA REVISIÓN A DIECISÉSIS AÑOS90

Robert T. Craig

Traducción Carlos Vidales91

Este capítulo revisa los usos que se le han dado al metamodelo constitutivo (Craig, 1999)
en los primeros dieciséis años desde su publicación. El metamodelo ha sido ampliamente
citado como una referencia sintetizada del campo y ha sido utilizado también como un
dispositivo para la enseñanza teórica, para reflexionar sobre los problemas de la
comunicación desde múltiples perspectivas y para evaluar teorías particulares o áreas
subdisciplinarias en relación con el campo general de la comunicación. Los académicos
han propuesto, además, nuevas tradiciones de las teorías de la comunicación y al menos
una noción corregida de las tradiciones en general. Las críticas al metamodelo se han
enfocado en cuestiones de sesgo epistemológico, en la desconexión de la teoría con la
investigación, en la definición de las tradiciones y en el potencial de un diálogo
productivo en el campo, temas todos que serán abordados en el presente trabajo. Al final,
el capítulo concluye con una breve reflexión sobre el estado actual y el futuro prospectivo
de las teorías de la comunicación como campo.

90
El texto ha sido originalmente publicado en 2015 en el Journal of Communication Theory bajo la
siguiente referencia: Craig, R. (2015). “The constitutive metamodel: a sixteen year review” in 25th
anniversary special issue of Communication Theory, 25(4), pp. 119-161. La traducción que aquí se publica
cuenta con el permiso de la editorial John Wiley con licencia No. 3853730857734 y ha estado supervisada
y autorizada por el autor.
91
Este artículo ha sido traducido con ayuda del Grupo de Investigación en Comunicación Pública (GICOP)
de la Universidad de Guadalajara en México, el cual se encuentra integrado por Ángela Flores Urdiales,
Víctor Abraham Torres Díaz, Melissa Rodrígues Pérez, Nayeli Dafne Alfaro González, Karen Magdalena
Cortes Valladolid, Marlene Elizabeth Soriano Barba y Ramón Flores Bravo.

213
1. Revisión del metamodelo constitutivo, dieciséis años después

La justificación para el metamodelo constitutivo de las teorías de la comunicación que


presenté en Craig (1999), fue esencialmente un argumento con una oportunidad práctica.
Las diversas teorías de la comunicación concebidas en este metamodelo (un modelo de
modelos), nos proporcionan una amplia gama de modelos normativos para constituir
(entender y dar forma) a la práctica de la comunicación, en el cual el campo pluralista de
la teoría de la comunicación es unificado por un compromiso entre sus siete principales
tradiciones en diálogo y debate sobre problemas comunicativos a lo largo de un
continuum que conecta el “metadiscurso teórico” de la disciplina con el “metadiscurso
práctico” de la vida cotidiana. En este sentido, el presente capítulo no asume que el
metamodelo constitutivo presente una conclusión garantizada a través de un argumento
racional (como una necesidad onto-epistemológica), ni de un hecho empírico (como una
descripción del campo). Por el contrario, este modelo de y para el campo fue propuesto
como una alternativa práctica, como una oportunidad para superar la fragmentación
intelectual y para darse cuenta del potencial heurístico de la diversidad, es decir, para
maximizar la contribución práctica del campo a la sociedad. De acuerdo a lo que el
artículo citado concluyó, “El campo de la teoría de la comunicación no es un repositorio
de verdad absoluta. No afirma nada más que ser útil” (p. 154). Dieciséis años después
quizá estemos en una mejor posición para evaluar el valor efectivo de esa afirmación.
¿Cómo podemos evaluar su utilidad? Craig (1999) sugirió que el trabajo en el
campo debería usar el metamodelo: 1) para explorar las tradiciones de la teoría de la
comunicación y reconocer así temas clave entre ellas, 2) para crear y participar en
discusiones sobre nuevas tradiciones y nuevas formas de representar el campo y, 3) para
aplicar las tradiciones con la intención de hacer frente a los problemas de comunicación
en el mundo real, así como para ser usado como marco para la enseñanza de la teoría de
la comunicación. Craig (2009b) también sugirió que el metamodelo podía mejor ser
usado para cultivar el cosmopolitanismo teórico (un amplio reconocimiento de
acercamientos alternativos) para desarrollar análisis comparativos y multi-teóricos de
problemas comunicativos, para conceptualizar o re-conceptualizar tradiciones teóricas y
para involucrarse en diálogo y debate con otras concepciones del campo. Craig (2007)

214
advirtió que el metamodelo “es en el mejor de los casos un dispositivo heurístico
simplificado para pensar en el campo como un todo” y que “únicamente una pequeña
parte del trabajo del campo puede directamente abordar este nivel [metateórico] de
análisis” (p. 139). Pero, ¿hasta qué punto han usado los teóricos de la comunicación el
metamodelo como un dispositivo heurístico para pensar sobre el campo en conjunto, y
qué se ha derivado de esos esfuerzos? Una revisión de la literatura muestra que los
académicos han aplicado el metamodelo de formas que implícitamente siguen algunas de
las sugerencias que han sido mencionadas. En años recientes, cada vez más el
metamodelo se ha convertido en un tema de discusión crítica entre los teóricos de la
comunicación, en cierta medida, cumpliendo de ese modo con su propósito declarado de
“comenzar” [jump-start] un discurso reflexivo en el campo (Craig, 1999, p. 132). Estas
aplicaciones y críticas son discutidas en las secciones siguientes y el capítulo concluye
con una breve reflexión sobre el estado actual y el futuro prospectivo de la teoría de la
comunicación como campo.

2. Aplicaciones

El metamodelo ha sido aplicado a través de mera citación como una forma abreviada de
referirse al campo y ha sido usado de manera más sustantiva como dispositivo para la
enseñanza de teorías de la comunicación, para reflexionar sobre problemas de
comunicación y para evaluar teorías particulares o áreas subdisciplinares en relación con
el campo en su conjunto. Los académicos también han propuesto nuevas tradiciones y al
menos una concepción revisada de las tradiciones en general. En lo que se refiere a la
citación, hasta principios de 2015, Craig (1999) se acercaba a las 800 citas en Google
Scholar y obtuvo 130 citas en la Web of Science, posicionándolo como el octavo artículo
más citado entre los 514 artículos publicados en los primeros 24 volúmenes de
Communication Theory. Las citaciones oscilan ampliamente entre las disciplinas. Por
ejemplo, la citación más reciente de la Web of Science en aquel tiempo fue en el campo
de la conservación acuática. El artículo también ha sido reimpreso (en Craig y Muller,
2007) y ha aparecido con traducciones al ruso (Крэйг, 2003) y al francés (Craig, 2009a),
cuyas versiones han obtenido citaciones adicionales.

215
Parece plausible asumir que aquellos que han citado el artículo nunca lo hayan
leído o, en todo caso, no han hecho un uso sustancial de el. Una inspección informal
sugiere que algunas citas –tanto aquellas encontradas en los estudios de comunicación y
medios, así como en otras disciplinas– han utilizado el artículo como un simple atajo para
constatar la existencia de teoría de la comunicación en general o de una o más de las siete
tradiciones que inicialmente habitaron al metamodelo, añadiendo pocos o nulos
comentarios. De cualquier forma, como un representante ampliamente difundido por el
campo, aún como mera referencia, el artículo quizá haya contribuido parcialmente a la
construcción social y a la existencia transdisciplinar del campo de las teorías de la
comunicación: el campo es citado como una fuente de autoridad; por tanto, existe.
En lo que se refiere a la enseñanza, algunos de los usos sustanciales más
tempranos del metamodelo fue en prominentes libros de texto sobre teorías de la
comunicación en general. Em Griffin agregó un capítulo sobre “Mapear el Territorio” en
la cuarta edición de su texto (Griffin, 2000) en el que presentó sus interpretaciones de las
siete tradiciones (las ediciones posteriores agregaron una octava, la “tradición ética”) y
situó las tradiciones en un mapa visual del campo en un continnum primario que van
desde las formas teóricas de lo “objetivo” a lo “interpretativo”. Stephen Littlejohn (2002)
agregó una sección sobre el metamodelo a su séptima edición y en su siguiente edición,
Littlejohn y Foss (2005) reorganizaron el texto de acuerdo a una matriz que clasificaba de
forma transversal las teorías en siete tradiciones (exceptuando la retórica), con un
conjunto de dominios temáticos (el mensaje, el comunicador, etc.) mostrando así, qué
tradiciones fueron representadas por cuáles teorías en cada dominio. Algunos otros textos
incluyeron pequeñas secciones en las cuales el metamodelo y las siete tradiciones fueron
utilizadas para ilustrar la amplitud de las teorías de la comunicación (Miller, 2002;
Richard y Lussier, 2005). Algunos otros libros de texto han mencionado brevemente al
metamodelo o simplemente lo han omitido.
La diversidad intelectual de las teorías de la comunicación, así como la gran
cantidad de material que potencialmente podría ser incluido, lo hacen un tema desafiante
para la enseñanza. Aún en un curso en el que no se abarquen los principios fundamentales
del metamodelo constitutivo, las siete tradiciones pueden ser útiles para dar a los
estudiantes un panorama general del tema antes de introducirlos en la selección de teorías

216
particulares para un estudio más detenido (ej. Maguire, 2006). De cualquier manera, el
desacuerdo en los principios fundamentales del metamodelo puede ser una buena razón
para no usarlo, o un acercamiento más limitado puede ser preferido por muchas otras
razones. De igual forma, esta manera de representar el campo compite con la
clasificación bien establecida de esquemas como los paradigmas epistemológicos, los
“niveles” de la comunicación e incluso con el antiguo marco de las “leyes-reglas-
sistemas” que todavía es usado en algunos cursos.
Los autores de los libros de texto han adoptado el esquema de las siete tradiciones
y lo han insertado dentro de esquemas organizacionales anteriores de forma creativa,
aunque sin abordar necesariamente los temas teóricos que emergen al hacerlo. Por
ejemplo, la “tradición ética” de Griffin capta lo que es seguramente una dimensión
importante de la teoría de la comunicación a través de las tradiciones, pero su
presentación no toma en cuenta los criterios del metamodelo para la definición de las
tradiciones (Craig, 1999 y 2007). Algunos otros autores han redefinido tradiciones
particulares sin reflexionar en sus implicaciones. Por ejemplo, Lottlejohn (en 2002 y en la
edición posterior con Foss) define la tradición fenomenológica de tal forma que
concuerda bien con el contenido que ha desarrollado en ediciones previas, pero difiere
sustancialmente con lo dicho en Craig (1999), sin mencionar las diferencias. Mi punto es
que mi versión no es necesariamente mejor, sino que los esfuerzos por clarificar y
discutir las diferencias pueden servir positivamente al campo (aunque uno podría
argumentar en respuesta que los libros de texto tienen una función diferente).
Mientras el uso más común del metamodelo en la educación ha sido con el
propósito de enseñar teorías de la comunicación, García-Jiménez (2014 y 2015) ha
propuesto aplicarlo directamente como método para analizar los problemas en la
comunicación interpersonal en múltiples perspectivas. Su Metamodelo Pragmático de la
Comunicación incorpora las siete tradiciones en un modelo heurístico de tres niveles que
incluye los rasgos culturales, las relaciones dialécticas y el metadiscurso, lo que posibilita
a los usuarios reflexionar sobre cómo describen sus problemas de comunicación
interpersonal para considerar así descripciones alternativas. El metamodelo también
provee un marco para la investigación comparativa transcultural [cross-cultural] sobre
concepciones de la comunicación y el razonamiento práctico sobre problemas de

217
comunicación. Este acercamiento implícitamente responde a las críticas que sostienen
que el metamodelo constitutivo inherentemente centra el foco del campo de la teoría de la
comunicación en el estudio de las teorías y no en el estudio de la comunicación en sí
misma (Martin Algarra, 2009).
Entendiblemente, los usos del metamodelo en la enseñanza tienden a menudo a
enfatizar las siete tradiciones en lugar de los principios bajo los cuales el esquema fue
construido, lo que puede promover un malentendido común de enunciados como, “la
teoría X está en la tradición Y”, a través de una metáfora del contenedor. Las tradiciones
como son concebidas en el metamodelo constitutivo no son contenedores discretos e
inertes, no suponen un sistema fijo de clasificación en el cual cada teoría puedan ser
colocada en una y sólo una tradición. Esta visión del contenedor se olvida de la
historicidad esencial y la apertura interpretativa de las tradiciones. El ”estar en” una
tradición, es menos como estar contenido en una categoría y más como intervenir para
llevar adelante un discurso, tomando algo dicho en el pasado y aplicándolo a una
situación actual, lo que siempre cambia la tradición de alguna manera (Gadamer, 1989).
Las teorías son in-formadas por las tradiciones y llevadas adelante. Y, por supuesto,
desde este sentido una línea de desarrollo de una teoría puede estar simultáneamente o
sucesivamente “dentro” de más de una tradición.

3. Reflexión Crítica sobre teorías y sub-campos

Algunos académicos han utilizado el metamodelo constitutivo para reflexionar sobre


teorías particulares o subcampos de la investigación de la comunicación en relación con
el campo en su cinjunto. Por ejemplo, Davis (2013) evaluó las contribuciones de
Luhmann en el contexto de la cibernética de segundo orden y de las teorías de la
autopoiesis social, y Siebers (en García-Jiménez, Simonson, Siebers y Craig, 2012)
reflexionó sobre la filosofía de Badiou sobre el evento como una contribución que podría
transformar la tradición fenomenológica o que, posiblemente, debería ser reconocida
como una nueva tradición.
Diversos estudios (además del trabajo de García-Jiménez discutido con
anterioridad) han utilizado el metamodelo en descripciones sobre la comunicación

218
interpersonal académica. Isotalus y Hargie (2012) describen los artículos de su número
especial “Interpersonal Communication and Social Interaction”, en parte, a través de
asociarlos a tradiciones particulares de las teorías de la comunicación. Manning (2014)
construyó un modelo de investigación de la comunicación interpersonal para mostrar
cómo ocho tradiciones de las teorías de la comunicación son actualmente las que
contribuyen al campo, y para sugerir cómo el diálogo puede avanzar mediante la
extensión y traducción de teorías a través de las tradiciones. Haugh, Kádár y Mills (2013)
argumentaron que la interdisciplinariedad del campo de la Pragmática Interpersonal
requiere de una metateoría similar a la del metamodelo constitutivo para facilitar así una
interacción más productiva entre diferentes acercamientos teóricos en el campo.
García-Jiménez (2012 y en García-Jiménez, Simonson, Siebers y Craig, 2012)
utilizó las tradiciones socio-psicológica y crítica del metamodelo para desarrollar un
argumento sobre las concepciones de la comunicación como una fuerza social en el
pensamiento del siglo XX. Ella argumentaba que tanto la tradición sociopsicológica-
funcionalista y la crítica, describieron a la comunicación (de masas) tecnológicamente
mediada como una fuerza que funcionó para mantener el estatus quo en la sociedad y
para marginalizar contra-ideologías, sin embargo, teóricos de ambas tradiciones
evaluaron de forma distinta esta realidad. Paradójicamente, la comunicación fue
entendida tanto como una fuente primaria de poder simbólico que mantenía el orden
establecido, y a su vez, como medio principal de la emancipación de la opresión. Por otra
parte, Rich y Craig (2012) entablaron un debate entre la teoría crítica de Habermas sobre
la acción comunicativa y la teoría cibernética de Bateson acerca de la comunicación
relacional con el fin de teorizar la disuasión nuclear como un problema normativo de la
comunicación.
Un uso especialmente interesante de múltiples tradiciones para esclarecer un
problema normativo en la teoría y práctica de la comunicación lo encontramos en el libro
de Eleanor Sandry, (2015), Robots and Communication. Sandry utiliza el metamodelo
constitutivo tanto para explicar las interacciones humano-robot desde diversas
perspectivas, como para explorar las implicaciones de estas nuevas formas de
comunicación para el diseño de robots. Específicamente, Sandry critica la creencia de
sentido común de que la comunicación humano-robot mejorará en la medida en que los

219
robots se vuelvan más humanoides; es decir, más parecidos a los seres humanos. Detrás
de esta creencia se asume que una comunicación efectiva depende de la semejanzas y que
produce más similaridad en la forma de entendimiento mutuo. Las tendencias actuales en
teorías de la comunicación dan razones para cuestionar este supuesto y la visión ideal de
la comunicación con robots humanoides que se deriva de ellos y, en su lugar, enfatiza la
importancia de la otredad y la diferencia en la comunicación. Algunos de estos
argumentos son funcionales y/o socio-psicológicos (e.g. en relación con los sistemas
dinámicos y la colaboración en equipo), algunos son ontológicos (e.g. neo-cibernética, el
cuestionamiento neo-cibernético posthumanista de las distinciones antropocéntricas
tradicionales entre seres humanos, animales y máquinas), y algunos más son existenciales
o fenomenológicos, con el argumento de que la verdadera comunicación es
fundamentalmente una experiencia de la no-comprensión y de la diferencia irreducible.
Sandry utiliza estas teorías para describir, interpretar y criticar ejemplos de la
comunicación humano-robot devenidas de la ficción, la investigación robótica y el arte
contemporáneo, al mismo tiempo que plantea preguntas sobre la marcha que provocan
reflexionar sobre las tradiciones de las teorías de la comunicación que actualmente son
representadas en el metamodelo.

4. Tradiciones nuevas o redefinidas

Craig (1999) enfatizó que la matriz del metamodelo constitutivo sobre las siete
tradiciones teóricas no es un sistema cerrado con un número fijo e identidad de
tradiciones. No sólo es debatible la estructura específica de la matriz, sino que es
probable que ésta evolucione con el tiempo a medida que avanza el campo de estudio. El
metamodelo está abierto a integrar “nuevas” tradiciones adicionales, a la reinterpretación
de tradiciones e incluso a nuevas formas de representar al campo. Con respecto a las
nuevas tradiciones, Craig (1999; véase también Craig y Muller, 2007, pp. 495-502)
menciona diversas candidatas incluyendo tradiciones como la feminista, la estética, la
espiritual, la económica y la biológica. Aparentemente son pocos los investigadores que
han respondido a esta invitación de sugerir incorporaciones o modificaciones al

220
metamodelo. Hasta donde yo sé, sólo dos propuestas completamente desarrolladas de
nuevas tradiciones han aparecido en las publicaciones arbitradas hasta 2015.
La primera fue la propuesta de Russill (2005 y 2008) sobre una tradición
pragmática de las teorías de la comunicación, la cual elaboré más a fondo en Craig
(2007). Para los teóricos en esta tradición, los problemas de la comunicación emergen de
la dificultad que requiere lograr un consenso respecto a las cuestiones de interés común
en medio de los diversos intereses e inconmensurables cosmovisiones que se tienen en las
complejas sociedades modernas. La teoría pragmática de la comunicación se interesa en
las formas del discurso que permitan la creación y mantenimiento de comunidades
cooperativas y plurales en respuesta a este tipo de problemas. Russill no sólo mostró que
esta tradición existe en el campo y ofrece además una concepción distinta de la
comunicación, sino que también hizo la interesante observación de que el metamodelo
constitutivo es en sí mismo una teoría pragmática de la comunicación: una teoría en el
campo, así como del campo.
En segundo lugar, Rich (en prensa) ha propuesto una tradición espiritual de las
teorías de la comunicación en la que se concibe a la comunicación como una mimética de
lo atemporal. Esta tradición se basa en una distinción dualista entre el mundo temporal y
material en el que practicamos la comunicación humana y un plano atemporal espiritual
de la verdad que puede influir en nuestras creencias temporales y prácticas cuando
logramos conectar con él, pero que de ninguna forma es influenciado, y mucho menos
construido socialmente mediante la interacción humana. La comunicación humana
normativa puede representar la verdad atemporal, pero sólo de manera imperfecta. Entre
los muchos escritos que hablan sobre comunicación en la tradición espiritual, Rich cita
obras clásicas de Platón y Agustín, ciertas ramas del pragmatismo norteamericano y
obras contemporáneas, incluyendo las de varios estudiosos de la comunicación. Una vez
definida la tradición espiritual, Rich la pone en conversación con las ocho tradiciones
previamente definidas en el campo, nada más que, por ejemplo, un diálogo genuino en la
tradición fenomenológica es una experiencia de encuentro entre individuos, mientras que
en la tradición espiritual éste emerge de un momento atemporal compartido.

221
El metamodelo constitutivo propone ciertos criterios para que algo pueda ser
tomado en cuenta como una tradición principal dentro del campo. No obstante, una
tradición debe operar una cantidad sustancial de conocimiento caracterizado por el
desarrollo histórico y su complejidad interna, además de que debe estar centrado en una
concepción fundamental de la comunicación que sea claramente distinta de aquellas
propuestas por las otras tradiciones. El uso de estos criterios para juzgar el estatus de una
tradición no es un fin en sí mismo. Esto sirve al mayor propósito heurístico de reflejar
cómo un cuerpo de pensamiento en desarrollo se relaciona con otros enfoques que existen
en el campo y las implicaciones que puede tener para la práctica de la comunicación
como es concebida desde otras tradiciones. Rich (en prensa) nota, por ejemplo, que
posicionar a Platón en la tradición crítica, si bien no es invalido, hace caso omiso de una
importante distinción entre el concepto dualista de Platón de la verdad atemporal y el
materialismo monista de la teoría crítica más reciente.
Este ejercicio interpretativo puede ser instructivo incluso cuando nuestro juicio
respecto a una tradición candidata resulta ser negativo. Por ejemplo, he sostenido que no
hay una tradición biológica de las teorías de la comunicación como tal, incluso al
reconocer el creciente e importante rol del pensamiento biológico en el campo (Craig,
1999, pp. 151-152; Craig y Muller, 2007, p. 497-499). Los dos números especiales
recientes de “Biological and Physiological Approaches to Communication” (Afifi y
Floyd, 2015) y “Biology and Brains- Methodological Innovations in Communication
Science” (Weber, 2015) no retan fundamentalmente a esta aseveración. Los enfoques
biológicos continúan ganando importancia. El “problema” desde el punto de vista del
metamodelo constitutivo (el cual, por supuesto, no es un problema en absoluto para los
acercamientos biológicos en sus propios términos) es que tanto los conceptos
sociopsicológicos y/o cibernéticos de la comunicación que subyacen a esta investigación
no son ni nuevos ni distintos de la tradiciones definidas previamente en el metamodelo.
Estos estudios conceptualizan a la comunicación como expresión del comportamiento,
interacción e influencia (tradición sociopsicológica) y/o como transmisión y
procesamiento de información (tradición cibernética), dependiendo del enfoque particular
de la investigación. La contribución novedosa de estas aproximaciones no es una
concepción distinta de la comunicación, sino un nuevo rango de técnicas de investigación

222
y mecanismos causales para explicar el comportamiento de la comunicación- un interés
primario en la tradición sociopsicológica.
Aunque el giro biológico no constituye una nueva tradición en el metamodelo,
aun así marca un cambio importante de énfasis en la tradición sociopsicológica de la
teoría de la comunicación con implicaciones que atraviesan el campo. La reflexión sobre
esas implicaciones podría tener valor heurístico. El “mensaje” central y práctico de la
teoría sociopsicológica para el campo en su conjunto se refiere a la predictibilidad causal
de la comunicación y a la posibilidad de intervención para manipular las causas y así
controlar los resultados. El giro biológico sugiere que esas intervenciones tomarán cada
vez más la forma de drogas, terapia de genes, implantes prostéticos, aparatos de
asistencia, etcétera, y así más y más problemas de comunicación como son pensados
desde esta tradición ya no tendrán soluciones de comunicación (informativa o basada en
la conversación). No solo esta tendencia desafía potencialmente los postulados sobre la
centralidad de la comunicación que podrían emerger de otras tradiciones, sino que
además proyecta un territorio cambiante entre las tradiciones marcadas por la
convergencia de teorías psicosociológicas (v.g. explicaciones psicosociológicas sobre los
efectos de los mensajes), cibernéticas (v.g. procesamiento neuronal; biocomputación) y
semióticas (biosemiótica).
Las limitaciones de este tipo de experimentos del pensamiento con el metamodelo
deben ser reconocidas. Son ejercicios interpretativos llevados a cabo con propósitos
heurísticos. La adherencia ciega a las “reglas” para definir a las tradiciones puede ser
juzgada como extremadamente rígida, artificial o incluso pedante en algunos casos. El
debate debe centrarse en los postulados de teorías particulares, con el contexto amplio del
campo usualmente bien situado en sus fundamentos. De cualquier forma, yo creo que los
beneficios de hacer el movimiento metateórico ocasionalmente puede ser bastante
sustancial. Incluso solo revisar las tradiciones como en una lista de posibles
aproximaciones a un problema particular puede ceder el paso a sorpresivos
descubrimientos, sugiriendo nuevas distinciones e iluminando dilemas prácticos. La
utilidad es limitada pero no in-considerable.

223
5. Reconstruyendo el metamodelo

Craig (1999) invitó a representaciones alternativas del campo, y Craig (2007) postuló que
cualquier tradición puede ser usada para reconstruir la matriz completa de tradiciones de
acuerdo con sus propias concepciones de comunicación. Craig y Muller (2007) señalaron
en particular que las tradiciones no occidentales de las teorías de la comunicación
desafían el eurocentrismo del esquema actual y podrían encabezar el camino hacia una
representación más inclusiva del campo. La des-occidentalización de las teorías de la
comunicación ha emergido recientemente como un importante movimiento que enfrenta
problemas complejos (Waisbord y Mellado, 2014). Gunaratne (2010), mientras perseguía
una agenda de la des-occidentalización, no obstante, usó las siete tradiciones originales
del metamodelo como marco para articular las distintas contribuciones no occidentales al
campo. Sin embargo, también notó que la integración del pensamiento no occidental
transformaría las tradiciones, al corregir su sesgo eurocéntrico. Estas sugerencias de una
reconstrucción desoccidentalizada del metamodelo constitutivo aún tiene que ser
retomada por otros académicos.
Cooren (2012 y 2014), por otro lado, ha desarrollado una reconstrucción del
metamodelo constitutivo sobre la base de una teoría de la comunicación “ventrílocua”. La
metáfora de la ventriloquía destaca las propiedades de la interacción humana que
explican cómo las realidades sociales abstractas tales como las identidades, las
organizaciones y las ideologías son constituidas comunicativamente. El ventrílocuo que
habla por un muñeco debe hablar con la voz del muñeco y responder por su parte a lo que
el muñeco le dice, y de esta forma puede decirse que el muñeco da vida al ventrílocuo
tanto como el ventrílocuo da vida al muñeco. El muñeco tiene su propio tipo de agencia
en la situación. Así, los humanos interactuantes que hablan por o en el nombre de figuras
como reglas, hechos y grupos con la intención de validar líneas de acción social, tanto
vivifican como son vivificados por esas cosas, las cuales al mismo tiempo tienen su
propio tipo de agencia. Una ideología, por ejemplo, solo existe realmente mientras anima
a hablantes que le dan su voz por sus propios propósitos.

224
Como muchos de los nuevos trabajos teóricos, la teoría de Cooren no sigue
totalmente ninguna tradición del metamodelo; sin embargo, habla claramente de los
intereses propios del aspecto interaccionista (micro) de las teorías socioculturales. Cooren
(2014), de cualquier manera, ubica a su teoría en la tradición pragmatista y propone
usarla como un metamodelo constitutivo del campo de las teorías de la comunicación, tal
como yo (implícitamente en Craig, 1999; explícitamente en Craig, 2007) derivé el
metamodelo desde una forma diferente de pragmatismo. En la versión de Cooren, el
problema de las teorías de la comunicación es cómo construir comunicación, y las
tradiciones están definidas por lo que “tienen que decir” sobre ese problema, o lo que
Cooren llama “especificaciones de diseño” de cada tradición para la comunicación. Un
metamodelo coherente puede ser construido al incorporar las especificaciones de diseño
que responden a las preocupaciones de cada tradición. Cada tradición, entonces, vivifica
al metamodelo tanto como es vivificado por el metamodelo y los propósitos propios de
éste. Esta es la versión de Cooren del diálogo en el campo.
En contraste con el ideal de coherencia “dialógica-dialéctica” propuesta en Craig
(1999), la versión de Cooren del metadiscurso teórico en el campo tiene por objetivo algo
parecido a una metateoría unificada que incorpore conocimientos relevantes de todas las
tradiciones pero es caracterizado por una “cierta coherencia ontológica y
epistemológica”. (2012, pp. 11-12). Craig (1999) se opone de manera explícita a este
objetivo, argumentando que una teoría unificada de la comunicación no es únicamente
poco probable en la práctica, sino que sería poco deseable desde un punto de vista
práctico (porque sacrificaría el potencial heurístico de diversos modelos de la
comunicación que ofrecen perspectivas diversas a problemas), y que un metamodelo
constitutivo de la comunicación debe reconocer la “paradoja reflexiva”: que ningún
modelo constitutivo de la comunicación puede ser exclusivamente verdadero en
principio. Corren no ha respondido a esos argumentos.
Estas dos versiones del metamodelo están de acuerdo en algunos fundamentos. El
problema central de las teorías de la comunicación para ambas es cómo construir la
práctica de la comunicación, y ambos definen a las tradiciones de las teorías de la
comunicación como formas de metadiscurso para constituir la comunicación. La
diferencia clave es que Craig (1999) intentó definir a las tradiciones enteramente en sus

225
propios términos, permitiéndoles felizmente contradecirse unas a otras (y a ellas mismas,
a través de la auto-crítica) buscando iluminar cuestiones y abriendo espacios para el
diálogo, mientras que Cooren (2012 y 2014) ha buscado incorporar elementos selectos de
todas las tradiciones en una metateoría unificada. Como escribe Cooren, “la idea básica
de nuestro ejercicio es no respetar a toda una tradición, sino responder a lo que parece
importar a sus representativos en términos de constitutividad comunicativa” (2012, p. 9).
Esta es una posición razonable: si el problema de las teorías de la comunicación es cómo
construir comunicación, entonces debemos desarrollar una teoría coherente en respuesta a
ese problema. Sin embargo, ¿cuál es el potencial de cada teoría de servir como metateoría
para un campo que se mantiene terco, y rígidamente, pluralístico? Si un metamodelo
constitutivo debe reconocer una “paradoja reflexiva” epistemológica, debe también
reconocer la “paradoja del pluralismo” pragmático que confronta al pragmatismo en sí
mismo: una posición que quiere abarcar el todo pluralístico, y con ello niega su propia
posición (Craig, 2007). La coherencia en una comunidad pluralística es un objetivo
elusivo, pero también lo es el diálogo, un punto al que regresaré más adelante.
Cooren apoya el principio de que la teoría de la comunicación es una práctica
metadiscursiva orientada a los problemas y escribe que la reconstrucción ventrílocua del
metamodelo constitutivo tiene la intención de proveer recursos conceptuales para
reflejarlos en problemas prácticos (2012, p.13). Sin embargo, su presentación de las siete
tradiciones no se involucra con sus distintas maneras fundamentales de enmarcar
problemas de comunicación, que es la fuente primaria de su valor heurístico para Craig
(1999). Esto no es para sugerir que la teoría ventrílocua no tiene uso práctico. Todo lo
contrario, parece ser especialmente útil para reflexionar sobre problemas de agencia,
autoridad y responsabilidad en la comunicación. Provee un rico y matizado vocabulario
para distribuir agencia entre diferentes tipos de entidades, tomando en cuenta la
reversibilidad paradójica de los roles del ventrílocuo y el muñeco, y negociando
reclamaciones de autoridad. En este sentido, puede probar ser más útil como una teoría en
el campo que como una teoría del campo. Sin embargo, en el último rol abre de manera
útil las discusiones críticas sobre la pregunta de lo epistemológico contra la coherencia
dialógica-dialéctica en el campo de las teorías de la comunicación.

226
Si una meta explícita del metamodelo constitutivo era el estimular la discusión
sobre y dentro del campo, entonces las críticas al metamodelo pueden ser evidencia de su
utilidad para los propósitos planteados, especialmente cuando una propuesta creativa
como la reconstrucción ventrílocua de Cooren es el resultado de ello. Mientras Cooren ha
presionado por una adherencia más estricta a la postura epistemológica construccionista,
otros críticos han tomado el asunto de la excesiva epistemología construccionista del
metamodelo, su fracaso al articular teoría con investigación, su concepción de las
tradiciones en general o de algunas en particular, o el modelo “dialógico-dialéctico” de la
comunicación en el campo. Tomo cada una de estas áreas de críticas a continuación antes
de concluir.

6. El sesgo epistemológico

El metamodelo ha sido criticado por su relativismo epistemológico y su idealismo. Es en


si relativista al suponer que muchas teorías de la comunicación pueden ser útiles para
propósitos distintos, así que no necesitamos buscar a la mejor o la verdadera teoría, y es
idealista al asumir que la práctica de la comunicación es constituida en parte por los
vocabularios metadiscursivos que usamos para hablar sobre ella. Un crítico anterior,
Myers (2001; ver también Craig, 2001) argumentó que el modelo, mientras planteaba
falsamente abarcar la diversidad del campo, en realidad reducía y asimilaba todas las
tradiciones teóricas a un modelo construccionista social impuesto de comunicación, al
tiempo que no proporcionaba ninguna base para evaluar la verdad empírica de teorías o
para rechazar teorías falsas. En un ensayo que defiende un acercamiento objetivista y
biológico-conductista de la investigación de la comunicación, Sánchez y Campos (2009)
rechazan el metamodelo además de todas las otras “formas de abordar la teoría de la
comunicación desde perspectivas posmodernas, relativistas, y constructivistas
contemporáneas de moda” (2009, p.76). Bergman (2012), aun escribiendo desde una
posición realista pero alineada con el pragmatismo filosófico, propuso una visión más
matizada en la que el metamodelo no es de hecho incompatible con algunas versiones del
realismo epistemológico, un punto con el que estoy de acuerdo.

227
Sin embargo, a pesar de que el metamodelo es tanto relativista como idealista en
algunos aspectos, es en realidad más un proyecto fundamentalmente pragmático (Craig,
2007) que busca que nuestro campo realice una diferencia real en el mundo real al
informar las conversaciones sobre problemas y prácticas de comunicación que están
sucediendo todo el tiempo en la sociedad (Kirtiklis, 2009, el punto de conversar sobre las
teorías de acuerdo con el metamodelo es precisamente establecer su relevancia en
relación con los problemas de todos los días). El metamodelo asume que esas
conversaciones realmente pueden hacer una diferencia en la formación social de las
normas y las creencias de sentido común sobre la comunicación, y por lo tanto, que
nuestro trabajo en realidad puede influir esas conversaciones. Este proceso de
comunicación a través del cual la investigación de la comunicación, en el marco de una
disciplina práctica, interactúa con prácticas comunicativas en la sociedad (Craig, 1989 y
2006) es tal que puede y debe ser estudiado empíricamente mientras se tiene en mente la
distinción entre los procesos como actualmente transcurren y los procesos como podrían
transcurrir si la investigación de la comunicación estuviese más orientada a este
propósito. En otras palabras, el rol y la misión de nuestra disciplina en la sociedad es
fundamentalmente una cuestión normativa, no una empírica, aunque el éxito potencial de
cualquier modelo normativo de la disciplina está sujeto a las limitaciones y consecuencias
empíricas reales que justifican la investigación.
Así como es con la práctica de la investigación de la comunicación, así es con la
práctica de la comunicación. El metamodelo constitutivo asume que las prácticas
comunicativas son suficientemente maleables (al menos en la medida en que han sido
probadas en su variabilidad histórica y cultural), de tal forma que las conversaciones
sobre cómo deberían ser conducidas podrían hacer una diferencia sobre cómo realmente
son conducidas. Esto nuevamente es una pregunta que puede ser investigada de forma
empírica, (e.g. García-Jiménez, 2014) mientras se mantenga en mente que este no es un
problema puramente empírico. El cómo debemos conducir nuestras prácticas
comunicativas es fundamentalmente una cuestión normativa, a pesar de que las
respuestas posibles estén sujetas a consecuencias y restricciones empíricas. En la medida
en que estudios biológicos-conductuales demuestran que ciertos fenómenos
comunicativos son altamente predecibles, determinados por causas conocidas y no

228
maleables en ningún sentido, entonces esos hechos empíricos deberán influenciar
nuestras discusiones normativas en la teoría y en la práctica. En términos del
metamodelo, esto podría tomar la forma de una crítica socio-psicológica de los supuestos
poco realistas sobre comunicación que reinan en algunas otras tradiciones teóricas. Esta
es una forma en que la teoría de la comunicación socio-psicológica puede ser útil. Aún
así, otras fuentes de metadiscursos, incluyendo otras tradiciones de la teoría de la
comunicación, también pueden seguir siendo útiles para los diferentes marcos
problemáticos normativos y visiones de las práctica comunicativa que sugieren. Por lo
tanto, el relativismo pragmático y el idealismo del metamodelo constitutivo no son
inconsistentes con el realismo pragmático y adecuado respeto a la verdad empírica.

7. La articulación de la teoría a la investigación

Una segunda línea de crítica relacionada con la epistemología es que la forma en que el
metamodelo constitutivo define las tradiciones teóricas de acuerdo a sus concepciones
características de comunicación, falla al alinear las tradiciones con las principales
posiciones epistemológicas y metodológicas en el campo y en las ciencias sociales de
manera general, por lo que desconecta la teoría de la investigación, aísla a la
comunicación de otras ciencias sociales y distrae la atención de los supuestos
fundamentales que subyacen a los distintos acercamientos (Kirtiklis, 2011; véase también
Nastasia y Rakow, 2010). Esta crítica revela una limitación del metamodelo y apoya la
conclusión de que otras formas de representar la estructura de las teorías en el campo son
necesarias, al menos para ciertos propósitos. También nos permite aclarar a través del
contraste, los fines específicos a los que el metamodelo puede servir mejor a partir de
aquellos para los que no puede servir.
Kirtilkis (2011) argumenta que una tipología de la teoría en el campo debería
alinearse con posiciones epistemológicas y sus metodologías asociadas de investigación,
las cuales, argumenta, son esencialmente dos: naturalista e interpretativa. Tal tipología
aclara cómo diferentes tipos de investigación contribuyen con sus correspondientes
formas de desarrollo teórico. También captura la dimensión más obvia en que la
disciplina de la comunicación se tiende a polarizar, no sólo en relación con la

229
epistemología, al igual que otras ciencias sociales, sino también con respecto a la idea
misma de la comunicación. Es decir, la teoría naturalista (realista, objetivista, empírica-
científica) no solo se alinea con ciertos métodos de investigación empírico-analíticos,
sino que también se alinea con lo que Carey (2009) llamó una concepto de la
comunicación como transmisión (informacional, orientada a los efectos). En un polo
opuesto, la teoría interpretativa se alinea con los métodos de investigación crítico-
interpretativos y con los conceptos rituales de la comunicación (culturales y
constitutivos).
Este análisis me parece esencialmente correcto. Incluso mi más reciente intento de
representar los métodos de la construcción teórica en la investigación de la comunicación
se fundamenta en una distinción primaria entre enfoques empírico-científicos y crítico-
interpretativos, mientras reconoce también muchas distinciones más finas dentro de cada
una de esas dos categorías más amplias (Craig, 2013). Las líneas transversales de las
diferencias señaladas por Stanfill (2012) todavía tienden a correlacionarse a lo largo de
esta dimensión principal. Notablemente, las tradiciones definidas en el metamodelo
constitutivo también se alinean en cierta medida con esta dimensión. Gunaratne (2010)
dividió las siete tradiciones, aunque tal vez demasiado ingeniosamente, en tres
tradiciones identificadas con las ciencias de la comunicación (socio-psicológica,
cibernética, y sociocultural) y cuatro identificadas con las artes de la comunicación
(retórica, semiótica, fenomenológica y crítica). Tomando en cuenta la intensa hibridación
entre las tradiciones en las teorías recientes, Craig y Muller (2007) también especularon
que el campo quizá podría polarizarse en dos principales tradiciones que corresponden en
mayor o menor medida a las distinciones dibujadas por Gunaratne (2010), Kirtiklis
(2011) y Nastasia y Rakow (2010), entre otros.
El metamodelo constitutivo fue diseñado explícitamente para enfocar la atención
del campo en una serie de concepciones pragmáticamente orientadas de la comunicación
en lugar de en dominios temáticos, “niveles” de la comunicación, o en posturas
epistemológicas y metodológicas (Craig, 1999, pp. 132, 135). Esta elección reconoce
tanto la diversidad del campo como el potencial heurístico de sus múltiples tradiciones.
Ilumina una base común en la que visiones que de otra manera estarían aisladas, pueden
informar una deliberación práctica sobre problemas comunicativos. En vez de dos

230
tradiciones estáticas en sus propias posiciones filosóficas polarizadas, un modelo que
distingue siete o más tradiciones orientadas a los problemas, construye la posibilidad de
una conversación deliberativa abierta a múltiples y cambiantes visiones. Sin embargo,
por más atractiva o realista que esta posibilidad pueda sonar, Kirtiklis y otros están en lo
cierto al exponer que los supuestos epistemológicos y sus metodologías asociadas que
guían la investigación en el campo no pueden ser dejadas de lado por cualquier propósito.
Como lo he mencionado antes, la conversación abierta propuesta por el metamodelo
constitutivo solo puede ser una actividad de medio tiempo.

8. ¿Qué tradiciones? ¿Tradiciones de quién?

La tradiciones teóricas que ilustran el metamodelo, es importante asumir, son “más


construcciones instrumentales que categorías esenciales” (Craig, 1999, p.132), son el
producto de elecciones interpretativas que han estado y estarán sujetas a la crítica. Es
cierto, existen brechas: el esquema original ignoró su propia tradición pragmática; la
matriz parece encajar más en el pensamiento alemán que en el francés, aunque de
ninguna manera lo haría con el pensamiento chino. Además de estos y otros sesgos
mencionados con anterioridad, algunos académicos han cuestionado la definición de
tradiciones particulares. Martínez (2008) criticó mi breve descripción de la tradición
fenomenológica argumentando que ésta era superficial, estaba mal interpretada y podía
ser potencialmente perjudicial para la recepción en el campo del pensamiento
fenomenológico. Bergman (2012) argumentó que la concepción de Craig-Russill
simplifica demasiado la tradición pragmática al ignorar diferencias internas y al separarla
artificialmente de la semiótica y otras tradiciones de las teorías de comunicación, y
además, la identifica muy próxima al construccionismo social, ignorando una cepa
importante del realismo filosófico en el pensamiento pragmático (incluyendo mi propio
pensamiento pragmático como lo mencioné antes). También existe un estado ambiguo del
pragmatismo tanto como tradición en el campo, como metateoría del campo (Craig,
2007) –la contraparte blanda del metamodelo de la dualidad de la onda-partícula en
física.

231
Sin duda, todas las tradiciones del metamodelo fueron simplificadas para
satisfacer los “lentes de diseño” del modelo, el cual requería que cada tradición se centre
en una definición de comunicación única. Mientras que la complejidad interna, la
superposición, la hibridación y el cambio histórico, todos fueron enfáticamente
reconocidos en la presentación narrativa de Craig (1999) y en otros trabajos, es decir,
estuvieron casi ausentes de la representación de la matriz del metamodelo, excepto por
una celda que presentaba la auto-crítica interna de cada una de las tradiciones. Esto puede
ser entendiblemente problemático para los académicos que realmente trabajan al interior
de una tradición, para quienes su posicionamiento interno, sus conexiones al exterior y el
cambio innovador de ideas, son verdaderamente importantes. Las tradiciones, en este
sentido, son muy tradicionales, centradas en figuras como Aristóteles, Locke y Wiener,
quienes podrían se cualquier cosa, menos una moda.
Desde otro punto de vista, las tradiciones no son lo suficientemente tradicionales.
Aun cuando la tradición es un concepto diacrónico, el metamodelo representa las
tradiciones de forma sincrónica. Vladutescu (2013), quien prefiere un modelo “axial” del
campo, sostiene que algunas de las tradiciones no son realmente tradiciones, puesto que
una tradición debe al menos transitar por dos generaciones de intelectuales (que yo creo
que todas cumplen con esta particularidad desde una definición razonable de
“generaciones”). Kulczycki (2014) considera que las tradiciones no se desarrollan con
respecto a la historia de la idea de comunicación. Es cierto que mi aproximación a la
definición de las tradiciones ha sido más conceptual que histórica, y que hay tensión entre
ambas.
Y existe, finalmente, un aspecto político de la definición de las tradiciones que no
ha sido muy discutido en forma impresa (Craig, 2007, 2009b) pero que se ha discutido en
innumerables ocasiones en seminarios. Las tradiciones casi siempre fallan al tratar de
alinearse con identidades intelectuales contemporáneas. Investigadores desde la retórica
crítica que trabajan desde la teoría transgénero o nuevo materialismo no se sienten
cómodos dentro de la “tradición retórica”, el análisis conversacional se siente dejado de
lado por el metamodelo aun cuando, al menos, las tradiciones semiótica y sociocultural lo
podrían incluir, mientras que los científicos sociales cuantitativos no se sienten presentes
en un esquema que “únicamente” les da cabida en una o dos de las siete u ocho

232
tradiciones. Mientras que asociaciones profesionales como la ICA (International
Communication Association) pueden dar lugar a nuevas identidades académicas al crear
nuevas unidades divisionales ad hoc (lo que trae consigo nuevos problemas), un modelo
conceptual del campo debe conservar algo de coherencia desde un punto de vista y
siempre estará fuera de lugar cuando emergen nuevas tendencias.
Así, dado que parece no haber solución real a este problema, quizá la mejor
aproximación sea bajar las apuestas políticas al pensar cualquier metamodelo como
“mera herramienta”, no como un mapa literal del campo sino como un dispositivo
conceptual para pensar sobre el campo a través del uso de puntos referenciales semi-
arbitrarios (e.j. las tradiciones). El propósito es heurístico, generar distintos
acercamientos sobre problemas y apertura al diálogo, y ese propósito puede ser cumplido,
de igual forma, articulando miradas tanto en contra de la matriz, como dentro de la
matriz.

9. El diálogo y la paradoja del Pluralismo

Una última área de críticas a ser discutidas aquí se relaciona con el diálogo en el campo.
El metamodelo constitutivo propone un principio de “coherencia dialógica-dialéctica”
que no está libre de cuestionamientos. Primero que nada debe entenderse que el
metamodelo, a pesar de que pretende describir e invitar al diálogo, no es un diálogo en sí
mismo. Una teoría o metateoría que argumente un diálogo sigue siendo un argumento
monológico, una posición que destaca en el campo en un momento determinado, no un
diálogo. Es por esto que el metamodelo constitutivo manifiesta su intención de
“comenzar” [“jump-start”] una conversación cuyo curso no puede ser anticipado, mucho
menos contenido por el metamodelo en sí mismo: mientras la conversación sigue su
marcha, el campo va a cambiar.
Meyers (2001) consideró esta llamada al diálogo como engañosa porque requería
que todos los modelos de la comunicación se adaptaran al metamodelo constitutivo. Yo
argumenté en respuesta que el metamodelo no se adapta a todas las teorías, sino que éstas
permanecen tan diversas y discutibles como antes, aunque sí llama a los participantes a
reconocer otras tradiciones teóricas con diferentes perspectivas sobre problemas prácticos

233
que quizá tengan algo útil en qué contribuir. Se requiere lo que yo llamé
“cosmopolitanismo teórico” [“theoretical cosmopolitanism”], es decir, la habilidad y voluntad
de participar en más de una conversación teórica (Craig, 2001). Aún así, debe de
reconocerse que un ideal de diálogo probablemente apele más a académicos en el lado
crítico-interpretativo de la gran división epistemológica que a muchos en el espacio
empírico-científico, dado que la epistemología de los primeros otorga mayor valor a las
interpretaciones múltiples. Por otro lado, el metamodelo recomienda el diálogo por su
valor heurístico y nadie de hecho se opone a la creatividad. La división epistemológica es
sobre la validación, no sobre la heurística. De todas formas hay, inevitablemente, un
sesgo social construccionista en el metamodelo, y se me ocurrió después que el sesgo
ejemplifica una inevitable “paradoja de pluralismo” en el pragmatismo como yo lo
entiendo (Craig, 2007). El pluralismo es una posición que intenta y necesariamente falla
en trascender su propio posicionamiento, pero esta no es una razón para rechazar el
pluralismo porque la mera inestabilidad de dicha posición invita al diálogo.
Mientras que ninguna posición metateórica puede trascender a todas las posturas
en el campo, algunas pueden invitar al diálogo de forma más efectiva que otras.
Comparaciones de mi versión del metamodelo constitutivo con el de Cooren (2012 y
2014) son ilustrativa en este sentido. Mi versión acepta una coherencia más holgada que
permite a cada tradición tener sus propias visiones en conflicto con otras visiones,
mientras que Cooren selecciona sólo las ideas más compatibles de cada tradición para
construir un metamodelo epistemológicamente consistente. Cooren manifiesta apertura a
la crítica desde su propia posición pero no “ventrilocuiza” las tradiciones para sugerir
cuáles podrían ser esas críticas -lo que sería una postura hacia el diálogo (aunque no un
sustituto de diálogo real, como hemos señalado). Cooren describe el hecho de que cada
una de las tradiciones en Craig (1999) tiene algo “interesante” que decir de todas las otras
tradiciones (incluyendo las autocríticas al interior de cada tradición), pero no incluye esta
característica en su metamodelo reconstruido, lo que sería una forma de constituir a las
tradiciones como posiciones que interactúan con el potencial de cambio. Estas, creo yo,
son diferencias que potencialmente hacen una diferencia para una cultura del diálogo en
el campo.

234
¿Está sucediendo el diálogo en el campo? ¿Cómo se vería eso? ¿Qué puede
esperarse de manera realista? Los teóricos del diálogo nos dicen que el diálogo genuino,
si es que ocurre, lo hace durante momentos breves, no como un proceso continuo que se
extiende a través del tiempo (Cissna y Anderson, 1998). En esta analogía, la coherencia
dialógica-dialéctica en el campo de las teorías de la comunicación no tomará la forma de
un intercambio constante a través de las tradiciones. Para repetir: la discusión metateórica
entre los teóricos de la comunicación no puede ser más que una actividad de medio
tiempo. Más que un diálogo continuo, debemos buscar “momentos” de diálogo
provocado por el pensamiento sobre problemas particulares a través de las tradiciones.
Muchos de los trabajos citados en este capítulo, me parece que representan esos
momentos de diálogo, facilitados por el metamodelo constitutivo.

Conclusión

Después de dieciséis años, el metamodelo constitutivo puede sostener que ha demostrado


alguna utilidad. Ha sido usado ampliamente como una muestra de la existencia del
campo, como una representación del campo y para enseñar sobre el campo. Ha sido
utilizado ocasionalmente como un método para discutir problemas de comunicación
desde múltiples puntos de vista y para mapear subcampos o teorías que se posicionan con
referencia al campo en su conjunto. Ha inspirado algunos esfuerzos por definir nuevas
tradiciones y por lo menos un intento por rehacer todo el metamodelo. También ha sido
criticado por sus imperfecciones, y así ha estimulado el debate productivo sobre cómo
representar al campo. Por otro lado, el metamodelo no ha alcanzado un estatus
paradigmático y no ha sido adoptado ampliamente como el modelo oficial del campo
para propósitos burocráticos -una limitación por la que todos podemos estar agradecidos.
¿Es el campo de las teorías de la comunicación menos fragmentado que como era
hace dieciséis años, y puede el metamodelo constitutivo reclamar algún crédito por
hacerlo más coherente? Esta es en parte una pregunta empírica de la que nos hace falta
buena evidencia. Una réplica del estudio informal de libros de texto de Anderson (1996),
que encontró sorpresivamente muy pocos traslapes entre sus contenidos, podría encontrar
más convergencias en la actualidad. Un estudio bibliométrico reciente que se enfocó en

235
las teorías citadas dentro de revistas con orientación empírica encontró evidencia de
convergencia entre áreas del campo, aunque omitió casi todas las tradiciones del
metamodelo (Chung, Barnett, Kim y Lackaff, 2013). Mi impresión es que la estructura
predominante de las teorías de la comunicación continua siendo una “fragmentación
productiva” (Craig, 1999), lo que es bueno por el bien de la productividad. Si el
reconocimiento de la teoría de la comunicación como un campo ha crecido a un cuarto de
siglo de ésta revista, Communication Theory, este artículo seguramente da cuenta de más
de ese cambio que cualquier otro artículo que ha aparecido en sus páginas. Por lo tanto,
esta revisión sugiere que el metamodelo constitutivo ha jugado un rol que puede
continuar siendo relevante en un futuro.
¿Necesitamos una versión revisada del metamodelo? He argumentado aquí como
en otros sitios, que múltiples versiones son teóricamente posibles y deben ser bienvenidas
si parecen ser potencialmente útiles, pero no voy a dedicar mis días restantes para
desarrollar esas versiones. Ciertamente, cualquier presentación futura del metamodelo
deberá tomar en cuenta las aplicaciones, extensiones y las críticas mencionadas en esta
revisión, y he bosquejado aquí algunas líneas argumentativas para servir a ese propósito.
En el corazón del metamodelo constitutivo, de cualquier versión, se encuentra una visión
ideal de múltiples discursos teóricos que incentiven la reflexión y la deliberación sobre
problemas prácticos de la comunicación. Para mí, la tarea más urgente es desarrollar más
y mejores formas para realizar ese ideal.

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241
NO HAY NADA MÁS PRÁCTICO QUE UNA BUENA TEORÍA: REFLEXIONES
A PRTIR DEL METAMODELO CONSTITUTIVO DE ROBERT T. CRAIG92

Leonarda García-Jiménez

En este capítulo desarrollo dos posibles aplicaciones pragmáticas del Metamodelo


Constitutivo (MC) de Robert T. Craig (1999), una de las propuestas en teoría de la
comunicación más importantes de la última década, en la que el catedrático
estadounidense recogió las principales tradiciones teóricas que históricamente han
analizado los fenómenos comunicativos e interactivos. En primer lugar, el MC más allá
de sus fines epistemológicas y de ordenación del saber comunicológico, es una
herramienta útil para entender y analizar la sociedad contemporánea. Y en segundo, el
metamodelo de Craig es también una apuesta teórica valedera para analizar cómo
hablamos sobre comunicación en nuestra interacciones personales y cómo podemos
empoderar al individuo, dotándolo de mayores recursos comunicativos con los que
entender sus relaciones y el entorno que le rodea.
No hay nada tan práctico como una buena teoría, escribió Lewis a mediados del
siglo pasado. Y sin duda, el Metamodelo Constitutivo de Robert T. Craig es una
excelente y práctica propuesta teórica. Desarrollada en el artículo “Communication
Theory as a Field” (1999), nos encontramos ante uno de los artículos más importantes del
campo de la comunicación de la última década que abogó por entender a la teoría de la
comunicación como un campo polifórmico en el que las diferentes perspectivas sobre la
comunicación (retórica, semiótica, critica, fenomenológica, sociocultural, cibernética y
sociopsicológica) debían dialogar entre sí. Con ello, el objetivo último del trabajo de
Craig era incrementar la coherencia, el diálogo y el pluralismo dentro de la investigación
en comunicación. Como Craig ha argumentado (2007, p. 143): “El proyecto de la teoría

92
La primera versión de este capítulo fue presentada en el 63 congreso de la International Communication
Association, Retos de la Investigación en Comunicación (Londres, Junio de 2013). Concretamente, en el
panel denominado Reconfiguring and Extending the Constitutive Metamodel (sección Filosofía, Teoría y
Crítica). Agradezo enormemente los comentarios y sugerencias recibidos en aquél evento.

242
de la comunicación como un metamodelo constitutivo es una empresa pragmática que
implica un programa político más amplio alineado con el pragmatismo democrático de
Dewey. El fin es promover las condiciones sociales en las cuales progresivamente las
prácticas comunicativas inclusivas, participativas y críticamente reflexivas puedan
florecer”. Esta idea apunta que los valores democráticos y plurales pueden florecer
pensando y entendiendo nuestras prácticas y análisis comunicativos desde diferentes
puntos de vista.
Pero más allá de las metas de tipo epistemológico que alcanzó el metamodelo de
Craig (ordenando el saber comunicativo y poniendo en diálogo a las diferentes
tradiciones de pensamiento), esta propuesta metateórica tiene además una enorme
importancia en el habla ordinaria, por tanto, transciende los límites acádemicos
disciplinares. Así, autor apuntó que los discursos científicos sobre la comunicación son
también discursos presentes en el habla cotidiana: “El metamodelo constitutivo es útil
porque ofrece una variedad dispar de teorías de la comunicación que pueden iluminar,
retar y enriquecer las formas que utilizamos para hablar sobre comunicación, sus
problemas y prácticas” (Craig, 2007, p. 129). Y es en este aspecto en el que centraré el
presente capítulo. Así, en este trabajo voy a desarrollar la metateoría de la comunicación
como el arte práctico de la comunicación. Históricamente, las aproximaciones
metateóricas, como la propuesta por Craig, han sido concebidas en su dimensión
epistemológica, especialmente, para la organización del conocimiento científico (Galindo
Cáceres, 2008; García Jiménez, 2007; Littejohn y Foss, 2008). Como el propio Craig
(2015, p. 358) ha reconocido recientemente, su artículo “Communication Theory as a
Field” “ha contribuido, de alguna manera, a la existencia transdisciplinaria socialmente
construida de la teoría de la comunicación como campo de estudio. El campo se cita
como fuente de autoridad, por tanto, existe”. La metateoría ha sido también importante
para enseñar teoría de la comunicación a los estudiantes de grado y posgrado de nuestras
facultades (Littlejohn y Foss, 2008). Pero lo que aquí planteo es que la metateoría puede
ir más allá pues puede ser un constructo teórico válido para el análisis de primer orden de
la comunicación en sus diferentes niveles (interpersonal, grupal, organizacional,
mediático y cultural). La metateoría de la comunicación se torna en el arte práctico del
discurso comunicativo; no es solamente una teoría de teorías sino un corpus de

243
conocimiento que puede hacer análisis de primer nivel de nuestras prácticas socio
simbólicas:
El modelo constitutivo de la comunicación como metamodelo propone que la
comunicación es más que un explanandum, es decir, algo que debería ser
explicado por nuestros modelos o teorías, sino que es también considerado un
explanans, esto es, algo que explica cómo nuestro mundo es, qué es y cómo
funciona (Cooren, 2012, p. 2).

Como vemos, hasta el momento, la mayoría de los desarrollos basados en el


Modelo Constitutivo se han centrado en sus aportaciones epistemológicas y docentes
(Myers, 2001; Rusill, 2009; Martin Algarra, 2009; Littlejohn and Foss, 2008) y, en menor
medida, en sus aplicaciones prácticas (Cooren, 2012). Como Cooren (2012, p. 13) nos
recuerda, la teoría de la comunicación como metadiscurso debería ser entendida como:
Un esfuerzo práctico, capaz de proveer recursos conceptuales para reflexionar
sobre lo real, el día a día social, político y los problemas éticos. En medio de la
confusión que vive el planeta, sea Rusia, Siria, Egipto o cualquier otro lugar,
nosotros, como investigadores en comunicación, deberíamos mostrar que nuestras
tradiciones de pensamiento tienen algo que decir sobre lo que está pasando en el
mundo.

Por todo ello, propongo dos aplicaciones pragmáticas para el metamodelo que nos
ocupa. En primer lugar, pienso que el metamodelo puede y debe hacer más públicas las
tradiciones de pensamiento (García-Jiménez y Craig, 2010). Los teóricos de la
comunicación deberían tener una mayor presencia en el espacio público (medios de
comunicación, blogs, redes sociales, etc.) utilizando y aplicando los diferentes enfoques
teóricos para analizar las realidad social. ¿Qué diría el pensamiento crítico, el
sociopsicológico o el fenomenológico del conflicto de Siria? ¿Cuáles serían las lecturas
en clave comunicológica que podrían hacerse de la crisis económica y social que
comenzó en el año 2008 y que ha azotado de forma tan dura a la globalización? Como
esta cuestión ya la he desarrollado más ampliamente en otro lugar (García-Jiménez y
Craig, 2010), en este capítulo voy a centrarme en la segunda aplicación pragmática que
propongo al metamodelo de Craig. Así, como ya he comentado, el MC es también una

244
matriz teórica válida para analizar cómo la gente habla sobre comunicación y proponer
formas alternativas para enriquecer los propios procesos comunicativos cotidianos. Desde
este punto de vista, el metamodelo constitutitvo puede empoderar a la gente con más
recursos cognitivos con los que entender sus interacciones comunicativas. Para
desarrollar en mayor profundidad esta segunda aplicación pragmática, he llevado a cabo
20 entrevistas en profundidad a estudiantes de la Universidad de Colorado Boulder
(Estados Unidos) y 17 entrevistas a estudiantes de la Universidad de Murcia (España).
Con este trabajo empírico pretendo responder a los siguientes objetivos: 1.
analizar cuáles son los principales discursos sobre comunicación en España y Estados
Unidos; 2. detectar similitudes y diferencias; y 3. explicar los diferentes discursos a partir
del contexto cultural en el que se han desarrollado (Hoefstede, 1980; Bauman, 2006 and
1999). Este tercer objetivo está basado en la idea de que la cultura produce a la
comunicación y la comunicación es a su vez productora también de cultura, tal y como
indicara James W. Carey en su obra Communication as Culture (2009). Es por ello que
debemos interpretar la complejidad cultural para lograr entender por qué la gente
comunica de la forma en que lo hace.
Esta forma de aplicar el metamodelo persigue alcanzar varias metas de tipo
normativos:
Educación: explorar cómo la gente habla sobre comunicación y relacionar este
discurso cotidiano con las tradiciones teóricas puede facilitar la enseñanza de teorías de la
comunicación en la universidad, una materia que suele crear no pocos quebraderos de
cabeza a los alumnos de grado. Sería una forma de mostrar a nuestros estudiantes que las
teorías de la comunicación no están desconectadas del día a día, al contrario, se
encuentran presenten en nuestra vida ordinaria. Además, podríamos potenciar habilidades
cognitivo-comunicativas entre nuestros estudiantes ejercitando con ellos el planteamiento
de problemas comunicativos y pidiéndoles que definan el mismo tema (una conversación
interpersonal, un conflicto, noticias, programas de televisión, etc.) a partir de los
diferentes puntos de vista que proponen las tradiciones de pensamiento.
Mediación. Las tradiciones de pensamiento pueden también ayudar a la gente a
entender sus propios procesos comunicativos y enriquecer sus recursos cognitivos,
aspectos que pueden ayudar a resolver problemas.

245
Resistencia. Por último, el enriquecimiento del habla ordinaria sobre
comunicación es también una forma de resistir el abuso de poder, las desigualdades y la
dominación que las élites simbólicas ejercen sobre el discurso (Van Dijk, 2009).

1. Metacomunicación en España y Estados Unidos: una aproximación

De acuerdo con el Metamodelo Constitutivo de Craig, hay diferentes formas de entender


el mundo, hablar sobre la comunicación y definir los problemas de cada día.
Concretamente, el autor propuso 7 tradiciones de pensamiento: retórica, semiótica,
critica, fenomenológica, sociocultural, cibernética y sociopsicológica. Algunas de estas
perspectivas (como la sociopsicológica o la retórica) conciben a la comunicación de
forma transaccional (la comunicación como transmisión), mientras que otras conciben los
procesos interactivos más como un ritual simbólico (sería el caso de las perspectivas
fenomenológica o sociocultural). Por último, hay tradiciones de pensamiento que
incluirían elementos propios de la transmisión, pero también de las formas ritualísticas
(como así lo hacen la semiótica, la crítica o la cibernética).
La primera forma apuntada, la comunicación como transmisión, habla de un
proceso en el que un emisor envía un mensaje a un receptor; la comunicación es por tanto
una transacción de información. Esta idea está basada en una concepción objetiva de la
realidad en la que el mundo existe fuera del sujeto y los mensajes son una representación
fidedigna de la realidad. Por el contrario, en la concepción ritualística, la comunicación
construye la realidad (no la representa) y los significados no son objetivos, sino que son
producidos mediante la interacción. Por tanto, al realidad no es algo objetivo, sólido y
estático sino subjetiva, líquida y dinámica. “Primero producimos el mundo mediante la
labor simbólica y después tomamos parte de ese mundo que hemos producido” (Carey,
2009).
El dominio de cada concepción de la comunicación (ora transmisión, ora ritual),
históricamente, ha dependido del contexto cultural e histórico (Carey, 2009). Por
ejemplo, el desarrollo del ferrocarril o el telégrafo impulsó la idea de la comunicación
como transportación durante el siglo XIX. Con la consolidación de los medios de masas
durante el siglo XX y, sobre toro, el advenimiento de las tecnologías digitales más

246
recientemente, la comunicación es concebida más como participación y diálogo, una
concepción que conecta con las aproximaciones ritualísticas. Ambas concepciones
(transmisión y ritual) dan forma a la perspectiva comunicacional que identifica y define
al campo de la investigación en comunicación: “La comunicación, desde una perspectiva
comunicacional, no es un fenómeno secundario que pueda ser explicado por antecedentes
psicológicos, sociológicos, culturales o económicos; más bien, la comunicación en sí
misma es el proceso social constitutivo primario que explica todos esos otros factores
mencionados anteriormente” (Craig, 1999, p. 126).
Una vez relacionadas las perspectivas teóricas con las formas o transmisoras o
ritualísticas, a continuación voy a desarrollar cómo las tradiciones de pensamiento
ilustran el metadiscurso ordinario, es decir, cómo la gente habla sobre comunicación y
cómo este habla se relaciona en mayor o menor medida con las tradiciones de
pensamiento propuestas por Craig.
Sociopsicológica. Concebir la comunicación desde esta perspectiva es la forma
predominante en España (junto con las concepciones retórica y semiótica). Es una
tendencia destacada en Estados Unidos también, pero con menos presencia que en el caso
español. De acuerdo con Craig (1999, p. 143), esta tradición concibe a la comunicación
como:
Un proceso de expresión, interacción e influencia en el cual el comportamiento
humano y otros complejos organismos expresan mecanismos psicológicos,
estados y rasgos y, a través de las interacciones con similares expresiones de
otros individuos, produce efectos cognitivos, emocionales y conductuales. El
proceso comunicativo tiene causas y efectos, también una explicación
psicológica. Hay fuerzas psicológicas que explican qué está sucediendo. La
comunicación es el proceso por el cual los individuos interactúan y se influyen
los unos en los otros..

La comunicación siempre implica mediación (de dispositivos tecnológicos,


predisposiciones psicológicas, etc.) (Galindo Cáceres, 2008). Desde esta perspectiva
teórica no hay un encuentro directo con el otro (como sí sucede en otras tradiciones,
como la fenomenológica). Uno de los entrevistados españoles apunta: “Lo más
importante en comunicación es que el mensaje sea recibido y entendido por la otra

247
persona. Comunicación es entender lo que la otra persona está intentando decir (…)
Intercambio de mensajes (…) Un montón de problemas que aparecen en las relaciones
personales vienen de no entender lo que la otra persona está diciendo”. En el mismo
sentido, otro estudiante de España señala: “Cuanto más claro sea el mensaje, mejor será
la comunicación (…) Comunicación es el intercambio de ideas a través de un canal”.
Los sujetos, desde este punto de vista, entienden que la comunicación es el
intercambio de ideas y que existe una relación causal en el proceso interactivo. Según una
entrevistada estadounidense: “Comunicación es enviar mensajes en dos sentidos,
intercambiar mensajes para llegar hasta tu audiencia”. La audiencia o el receptor es algo
que se encuentra separado del emisor, por ello se acentúa la importancia de alcanzar o
llegar a la audiencia, un aspecto que conecta a la vez con la tradición retórica. los
participantes no comparten la misma esfera, como en el encuentro fenomenológico, sino
que tienen roles perfectamente delimitados. En otras palabras, “un buen comunicador es
alguien que es capaz de hacer que su audiencia entienda su mensaje”. Según vemos, en el
habla ordinaria, un buen comunicador es alguien que muestra “seguridad en sí mismo”
porque “es importante enviar tus mensajes con seguridad” para tener una interacción
exitosa. El conflicto, desde este punto de vista, no es algo co-construido por los
interactuantes sino que es la consecuencia a una situación previa. El problema de la
objetividad (los mensajes son una realidad material que reside más allá de los
participantes) también puede ser enmarcado en esta tradición.
Fenomenológica. Las entrevistas apuntan que esta ha sido una tradición presente
en el habla ordinaria sobre todo en Estados Unidos. Las tradiciones fenomenológica y
sociocultural son una tendencia muy importante en este país del norte de América, más
importante incluso que las tradiciones enmarcadas en la visión de la transmisión. No
sucede así en el caso español. En el sur de Europa, solamente 4 entrevistados (de un total
de 17) concibieron sus relaciones desde un punto de vista ritualístico. De esta forma, la
tradición fenomenológica entiende que la comunicación es diálogo, entendimiento,
apertura al otro, autenticidad y empatía (Galindo Cáceres, 2008). Un entrevistado
estadounidense explica cómo una de las conversaciones más importantes que ha tenido
con su pareja fue aquella en la que ambos hablaron muy próximos y se sintieron muy
cerca el uno del otro:

248
Yo estaba realmente decaído por algo. Estaba sentado en el sofá. Y ella vino y me
preguntó qué pasaba. Se sentó a mi lado y empezó a hacerme preguntas y
trabajamos sobre nuestros problemas juntos. ¿Cómo podíamos hacerlo mejor? Y
esa fue una buena conversación porque ella vino a mí, me miró a los ojos y
construimos un espacio muy íntimo, ella estaba realmente pensando sobre lo que
yo hablaba.

El encuentro fenomenológico implica que los interactuantes sienten que están


compartiendo el mismo espacio e incluso sintiendo emociones similares. Otra estudiante
de la Universidad de Colorado Boulder asegura que las mejores conversaciones con su
pareja son cuando ambos “miran haca el futuro en la misma dirección y comparten
similares sentimientos”. Y es por ello que la comunicación es tan importante en las
relaciones, porque “es el pegamento que nos mantiene unidos”. Es una interacción
directa, sin mediaciones, un contacto directo entre almas que es la base para la
construcción del yo y el tú. La falta de transparencia, mentiras o las relaciones
instrumentales (el uso de las relaciones personales para otros fines más allá del mejor
conocimiento del otro) son el camino directo a la cosificación, lo que es completamente
contrario al desarrollo del auténtico yo. El yo verdadero puede ser alcanzado, de acuerdo
con la tradición fenomenológica, solamente a través del diálogo auténtico. Así, un
estudiante estadounidense señala: “Comunicación es diálogo, es un diálogo cálido,
afectuoso. Es un buen flujo. Después de una buena comunicación, te sientes como una
nueva persona, descubres algo sobre ti que no sabías antes”. De acuerdo con Craig (1999,
p. 138), “la comunicación explica la interacción de las identidades y la diferencia en
relaciones humanas auténticas”. El diálogo verdadero está, por tanto, fundamentado en la
honestidad, la reciprocidad, la transparencia, la no dominación y la capacidad de
empatizar con la experiencia del otro. “Es comúnmente aceptado que la interacción
interpersonal es la forma básica de la interacción humana y que la comunicación
tecnológicamente mediada o masiva es, en el mejor de los casos, un pobre sustituto del
contacto humano directo” (Craig, 1999, p. 140). Un estudiante de Colorado expresa esta
idea diciendo que la comunicación es importante porque “crea lazos humanos, vínculos
humanos”.

249
La fenomenología está centrada en entender el encuentro, la empatía en la esfera
más íntima de los interactuantes. En este sentido, otro entrevistado de Boulder (Colorado)
indica:
La comunicación es conectar con otra persona. Tengo que mostrarle a mi pareja
que él es lo más importante. Y yo espero igualmente ser especial para él,
preguntándole preguntas profundas. El deseo siempre debería estar ahí. Es
importante un deseo fuerte de conexión con el otro.

Cuando la gente habla tal y como plantea la tradición fenomenológica, otros


elementos del proceso comunicativo como los efectos, el contexto, las redes sociales, etc.
tienen un rol secundario. Desde este punto de vista, un buen comunicador es alguien
capaz de dialogar y entender al otro participante de forma abierta, honesta, transparente.
Dicho en el habla ordinaria, de nuevo un estudiante de Estados Unidos asegura: “Cuando
estoy con mi mejor amiga, me siento como en casa. Es como volver a mi propia casa (…)
Ella siempre sabe dónde está mi cabeza (…) Estoy estresada y ella lo sabe, puede
sentirlo”. Esta aproximación tiene también importantes elementos socioculturales.
Podemos ver esta doble concepción ritualística en la siguiente cita: “Mi amiga entiende
sobre lo que yo estoy hablando y eso sucede porque ella es una estudiante como yo pero
también sucede porque ella sabe cómo soy yo”. En esta cita, la estudiante estadounidense
destaca los lazos personales que le unen a su mejor amiga pero también el conocimiento
y la experiencia compartidas porque ambas están estudiando en la universidad,
conocimiento social compartido que nos lleva hasta la siguiente tradición, la
sociocultural.
Sociocultural. Esta ha sido otra forma bastante habitual utilizada por los
entrevistados para definir sus procesos comunicativos en Estados Unidos. Su uso ha sido
menos frecuente en España. La comunicación dentro de esta tradición es “un proceso
simbólico que produce y reproduce patrones socioculturales compartidos” (Craig, 1999,
p. 144). Esta perspectiva explica cómo el orden social, la cultura, los significados son
producidos y reproducidos mediante la interacción. Esta perspectiva también incluye
cómo los individuos actúan en sociedad de acuerdo con los significados aprendidos.
Claramente, esta tradición integra los niveles micro y macro de la interacción

250
comunicativa. Una estudiante de la Universidad de Colorado, que expresa un
entendimiento ritualístico de sus interacciones cotidianas a partir de las tradiciones
sociocultural y fenomenológica, señala:
Mi mejor amiga es exactamente como yo. Somos muy similares. Podemos
terminar las frases la una de la otra. Ella me mira y sabe perfectamente lo que yo
estoy pensando. (…) Yo puedo decir solamente una palabra y ella sabe
perfectamente qué estoy pensando. Para tener una buena comunicación, es muy
importante que las dos personas estén en la misma página y tengan el mismo
conocimiento, vamos, que compartan conocimiento. Yo veo mucho la televisión
y ella también consume mucha tele. Entonces, si digo una palabra que he visto en
la tele, ella la entenderá perfectamente. Pero si le digo esa palabra a otra persona,
me va a responder, ¿pero de qué estás hablando? Entonces la comunicación es
acerca del conocimiento compartido. Para comunicarte con alguien necesitas
tener conocimiento sobre esa persona y su situación personal.

Dentro de la tradición sociocultural, el construccionismo o el interaccionismo


simbólico son dos de las propuesta teóricas que conciben la vida como una construcción
social. En general, los sujetos hablan de manera sociocultural cuando entienden que la
comunicación y las relaciones personales o sociales son una construcción social. Las
normas, los rituales y las cosmovisiones colectivas han sido construidos mediante
negociaciones simbólicas, en un mundo en el que los actores actuarán en sociedad a partir
del propio rol que cumplen en el entorno social (por ejemplo, el “buen padre”, el “hijo
responsable”, la “madre protectora”). Cuando el conflicto aparece en la interacción, habrá
una construcción conjunta del problema que ha sido creado por ambos interactuantes y
que responde a un contexto cultural concreto. No hay una causa especifica que haya
originado el problema pues el problema ha sido construido mediante la interacción. Para
los participantes que conciben sus interacciones a partir de esta aproximación
sociocultural, entender y adaptarse a la situación social resulta de vital importancia. Por
ejemplo, a la pregunta de cuáles deben ser las cualidades que un buen comunicador
debería tener, un entrevistado estadounidense señala:
Necesitas ser una persona con la que es fácil hablar. Y fácil de leer. Y necesitas
captar a la persona con la que estás hablando. Saber cómo deberías responder en

251
cada momento. Yo soy un buen comunicador porque capto muy bien a mi
alrededor. Yo sé cuándo es apropiado hablar, capto lo que la gente quiere oír, lo
que quieren que yo responda… Me gusta sentirme cómodo y evitar situaciones
raras.

Retórica. Junto con al semiótica y la sociopsicológica, la retórica ha sido una


tradición mucho más presente en el habla ordinaria de los entrevistados españoles que los
estadounidenses. Dentro de esta tradición, la comunicación es el arte de la persuasión. A
la hora de definir sus interacciones comunicativas, las personas utilizan palabras tales
como “persuasión”, “buen-mal comunicador”, “el poder de las palabras”, “comunicación
estratégica”, etc. Esta forma de expresarse es utilizada por una estudiante en los
siguientes términos: “Un buen comunicador es alguien que entiende cómo ser efectivo en
la situación, alguien que sabe utilizar diferentes estrategias de comunicación”.
En el nivel interpersonal, los sujetos hablan de forma retórica cuando se refieren a
los sucedido en función de la calidad de sus habilidades y capacidades persuasivas o
manipulativas. Otra forma de hablar de manera retórica es cuando los interactuantes
identifican los problemas con no saber qué decir o cómo decirlo. Como uno de los
entrevistados españoles señala: “Mi amiga no sabe cómo comunicar bien porque cuando
le pregunto ¿qué sucede?, ella no me responde nada, solamente me dice “No sé cómo
decirlo, no sé qué sucede (…) Yo creo que es muy importante tener claros tus
sentimientos para ser capaz de comunicarlos”.
Crítica. Hablar de forma ordinaria a partir de los supuestos planteados por el
pensamiento crítico no ha sido una tendencia destacada en ninguno de los dos países
analizados. Dentro de esta tradición, la comunicación genera desigualdades, de tal forma
que la auténtica comunicación es una crítica a las distorsiones del proceso interactivo.
Dicho de manera más breve, la comunicación es crítica metacomunicativa:
La comunicación concebida de esta forma explica cómo la injusticia social es
perpetuada por las distorsiones ideológicas y cómo la justicia puede ser
restaurada a través de las prácticas comunicativas que permiten la reflexión
crítica o la concienciación para desenmascarar aquellas distorsiones. De este
modo se permite la acción política que libere a los participantes (Craig, 1999, p.
147).

252
Por tanto, hay conflicto inherente, distorsión, injusticia y procesos de dominación
en el entorno social (Galindo Cáceres, 2008). Uno de los entrevistados estadounidenses,
quien también ha hablado de manera fenomenológica, señala:
Me gusta la gente que se adhiere, que me sigue en la conversación. Como mi
mejor amigo, él me sigue en la conversación muy bien. Supongo que me gusta la
gente que es capaz de comprometerse en un nivel más alto y son capaces de
contribuir a la conversación (…) Es importante hablar sobre raza, dinero (…)
Porque a mí no me gusta ocultar las cosas que nos impactan cada día. Encuentro
fascinante cómo todos necesitamos el dinero pero no hablamos sobre él… La raza
también es algo que nos impacta. ¿Por qué no hablamos sobre ello? Cultura civil,
cultura de participación, comprometerte y participar en tu comunidad… Estas son
cosas que importan e influyen nuestro día a día. Yo no quiero hablar sobre la
fiesta de la noche pasada. Quiero hablar sobre las cosas que realmente importan.
Estoy interesado en las cosas que pueden cambiar el mundo y que me importan.

Como podemos ver en esta cita, la referencia a la injusticia social y la oportunidad


de aprender y cambiar es una de las metas normativas de esta tradición. “Capitalismo,
racismo y patriarcado” (Craig, 1999, p. 147) son algunos de los discursos denunciados
desde el pensamiento crítico. En las relaciones interpersonales, la tendencia crítica será la
dominante cuando la metacomunicación de los sujetos presente de manera clara una
doble dimensión crítica sobre sus propios procesos comunicativos. Desde este punto de
vista, un buen comunicador será una persona que critica al poder establecido para
desenmascarar las desigualdades.
Cibernética. Al igual que ha sucedido con la tradición crítica, concebir las
interacciones cotidianas a partir del pensamiento cibernético no ha sido muy frecuente
entre las personas entrevistadas. Desde este punto de vista, la comunicación es entendida
como la interacción de sistemas (familia, trabajo, universidad, amigos, vecinos, etc.) en
un proceso que es circular. Tal y como señalara la Escuela de Palo Alto, no existe acción-
reacción sino la interacción. Las relaciones humanas están enmarcadas en sistemas
(complejos procesos repetidos de interacción) donde el comportamiento de una persona
afecta y es afectado por las actitudes de los demás. Los individuos no pueden excluirse
del entorno social. Como un entrevistados estadounidense plantea: “La comunicación es

253
la base de todo. De hecho, yo creo que todo es comunicación”. Para otro participante de
la Universidad de Murcia, “la comunicación no sucede solamente entre personas. Tú te
levantas por la mañana con la alarma y ya estás comunicando. Empiezas el día e incluso
sin hablar, con un gesto, con lo que sea, ya estás comunicando (…) Porque la
comunicación está contigo todo el tiempo, desde el comienzo hasta el final del día”.
La concepción cibernética de la comunicación implica que los interactuantes
entienden sus relaciones como conectadas e influidas por el contexto social (ej. La crisis
económica, la cultura de un país, su situación laboral, etc.) y por sus redes sociales
(familia, amigos, compañeros del trabajo, etc.). Por ejemplo, uno de los entrevistados en
la Universidad de Murcia señala que “estoy siempre junto con mis 3 mejores amigas.
Estamos siempre juntos. Somos un grupo y no estamos aparte ni un minuto”. Otra
participante dice cómo de importante es que “algunos amigos aquí en Colorado no
conocen a mi familia, pero mi mejor amiga sí la conoce. Y ella me pregunta por mi
familia y yo le pregunto por la suya. Y eso es realmente importante”. Las relaciones
personales están enmarcadas en múltiples redes. Desde este punto de vista, en el habla
ordinaria, un buen comunicador es aquella persona capaz de interconectar con muchos
individuos, grupos y redes.
Semiótica. No hay sido una forma habitual de definir la comunicación en el día a
día. De todas formas, los únicos entrevistados que se han expresado utilizando la
perspectiva de esta tradición han sido españoles. Esta tradición cree que “la
comunicación es típicamente teorizada como una mediación intersubjetiva mediada por
signos” (Craig, 1999, p. 136). Por ejemplo, uno de los entrevistados define a la
comunicación como “la transmisión de información a través de las palabras”.
Desde este punto de vista,
La comunicación es más sencilla cuando compartimos un lenguaje común, las
palabras pueden significar cosas diferentes a gente diferente así que la falta de
comunicación es un peligro constante, los significados son con frecuencia
transmitidos indirectamente o de manera sutil por comportamientos que pueden
pasar inadvertidos. Además, ciertas ideas son más fáciles de expresar en
determinados contextos, por ejemplo, un cuadro puede tener innumerables
significados o el email no debería ser utilizado para negociaciones delicadas
(Craig, 1999, p. 137).

254
El problema comunicativo deriva del mal uso de los signos o símbolos (Galindo
Cáceres, 2008). Por tanto, el problema es la consecuencia de “mensajes erróneos”, “mala
comunicación”, “malentendidos”, etc. Uno de los entrevistados españoles señala que “yo
no soy muy buen comunicador porque necesito más palabras para expresarme de la forma
correcta”. De manera similar, otro participantes indica: “ Yo creo que lo más importante
es la palabra. La Palabra. Yo no soy un buen comunicador porque me confundo con mis
propias palabras”. Otro estudiante español señala que “mi amiga es muy buena
comunicadora porque ella habla de manera muy correcta, ella siempre sabe cómo hablar
de manera apropiada (…) Es importante que tú sepas cómo comunicar, quiero decir,
cómo hablar de forma correcta y cómo hacer que la gente disfrute oyéndote”.

2. ¿Cómo explicar similitudes y diferencias? Concluyendo con algunas notas


culturales

Como hemos visto, en general, una de las diferencias más importantes entre los dos
países analizados es que en España se tiende más a hablar y entender los procesos
comunicativos mediante las tradiciones que hemos enmarcado dentro de la concepción de
la transmisión (perspectivas sociopsicológica o retórica), mientras que en Estados Unidos
tienen una presencia más fuerte las formas que hemos denominado ritualísticas (incluidas
en las tradiciones sociocultural y fenomenológica). Por otra parte, la similitud más
importante es que los entrevistados tienden a expresarse a través de diferentes tradiciones
pero compartiendo una única concepción comunicativa: o la comunicación entendida
como transmisión o la comunicación entendida como ritual. Han sido menos frecuente
los entrevistados que han entendido sus procesos comunicativos de ambas formas (ritual
y transmisora). Este podría ser uno de los aspectos más importantes para utilizar el
metamodelo de Craig como un herramienta para la mediación. Con el uso y aprendizaje
de las diferentes perspectivas comunicativas incluidas en el MC, el individuo podría
potenciar y desarrollar sus habilidades y conocimientos sobre comunicación con puntos
de vista alternativos que no suelen estar presentes en su habla ordinaria.
Otra coincidencia es que los entrevistados usan un lenguaje y expresiones muy
similares. Por ejemplo, “estar en la misma página”, “comunicarte con un amigo es

255
sentirte como en casa”, “entendimiento”, “emisor, “receptor”, etc. Desde este punto de
vista, el metamodelo constitutivo representa un lugar común que puede ser útil para el
análisis cross-cultural comparativo entre diferentes culturas occidentales.
Me gustaría finalizar este capítulo tratando de responder cómo estos resultados
parciales pueden mostrar diferentes tendencias culturales. Como ya he indicado en la
introducción, la cultura produce a la comunicación y la comunicación produce a la
cultura. Por supuesto, cuando hablo de cultura me refiero a los significados compartidos
por los grupos humanos integrados por diferentes capas: normas, valores, supuestos, etc.
(Goodwin, 1999, p. 7). Hablamos de significados construidos y mantenidos en el día a día
que representan el marco más general que ayuda a los individuos a interpretar, percibir y
actuar de una forma determinada. Así, las prácticas y concepciones que la gente tiene
sobre comunicación (sus significados, interpretaciones, problemas, perspectivas, etc.)
normalmente tienen sentido dentro de un entorno cultural y unos patrones interactivos
específicos. Las formas que utilizamos para hablar sobre comunicación construyen (y a
su vez son construidas) por la cultura93. De este modo, las preguntas con las que finalizo
este capítulo son las siguientes: ¿Son el carácter individualista, la alta aceptación de la
incertidumbre (Hoefstede, 1980) y la vida líquida (Bauman, 2006) que caracterizan a
Estados Unidos las tendencias culturales que producen y promueven las formas
ritualísticas? Por el contrario, ¿son el carácter colectivista, el alto rechazo a la
incertidumbre (Hoefstede, 1980) y la modernidad sólida (Bauman, 1999) de España
tendencias culturales que promueven un entendimiento de la comunicación enmarcado en
las formas de la transmisión? Según lo desarrollado en este capítulo, la respuesta a estas
preguntas sería afirmativa. Pero es esta una cuestión que permanece abierta pues son
necesarios más estudios en la línea del aquí planteado que refuercen o refuten las
cuestiones aquí planteadas.
Finalmente, en este capítulo he tratado de mostrar que la teoría de la
comunicación como campo y, más concretamente, el metamodelo constitutivo de Robert

93
Es importante tener en cuenta que la cultura como tal no consiste en un conjunto estático de creencias y
valores. Por el contrario, la cultura depende también de experiencias particulares, por lo que es importante
concebir al yo como un proyecto en continua transformación. En otras palabras, debemos ser conscientes
de la naturaleza multidimensional de la identidad humana. Por ejemplo, “podemos ser individualistas en
algunas situaciones y colectivistas en otras” (Goodwin, 1999).

256
Craig es una propuesta teórica muy práctica (en el sentido que planteaba Lewin al
comienzo de este trabajo) que puede incrementar el carácter plural y la comunicación de
las sociedades contemporáneas.

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