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TEOLOGÍA FUNDAMENTAL:

LA REVELACIÓN SOBRENATURAL
A. Revelación

I. Concepto y clases de Revelación


1. Concepto
Etimológicamente, revelación significa manifestar algo oculto. Proviene del verbo latino «re-
velare», quitar el velo que oculta algo, descubrir.
Revelación, en sentido estricto, es la manifestación de alguna verdad hecha por Dios al hombre,
descubriéndole su propio Ser o su Nombre y sus designios de salvación.
2. Clases de revelación
Se llama revelación natural a la manifestación de Dios por la obra de la creación. A través de las
criaturas se llega a un conocimiento real y verdadero de Dios, aunque no exhaustivo ni perfecto.
Se llama revelación sobrenatural a la manifestación que libremente hace Dios de sí mismo a la
criatura racional y para su salvación. A lo largo de nuestro estudio nos referiremos siempre a la
revelación sobrenatural, a la que llamaremos habitualmente Revelación.

II. La Revelación sobrenatural


1. La religión cristiana se funda en la Revelación sobrenatural histórica
El cristianismo, junto con el judaísmo, justifica su existencia acudiendo a su origen revelado por
Dios.
Para demostrar el hecho de la existencia de la Revelación sobrenatural que da origen al
cristianismo, en primer lugar, habremos de exponer en qué consiste o qué elementos constituyen la
Revelación, su posibilidad, su necesidad y conveniencia.
Después expondremos como la Revelación sobrenatural de Dios, se ha dado de hecho en la historia
de los hombres, primero en el pueblo de Israel y finalmente a todos los hombres por Jesucristo. La
Revelación judeo-cristiana se encuentra contenida en la Sagrada Escritura o Biblia - y en la
Tradición, para los cristianos -, de las cuales explicaremos sus características más importantes.
Finalmente, estudiaremos las críticas - y las réplicas - al carácter revelado del cristianismo.
De todo ello, podremos concluir que la existencia de la Revelación sobrenatural es una realidad
histórica, conocible por todos los hombres y creíble con fe sobrenatural para los creyentes.
2. Los elementos constitutivos de la Revelación sobrenatural
En la Revelación intervienen varios elementos que la constituyen como tal.
a) Dios que se revela libremente, porque quiere y sin ninguna clase de necesidad.
b) El hombre que recibe la Revelación.
El hombre es el sujeto pasivo de la Revelación. Sólo el hombre, ser espiritual-racional, es capaz de
recibir la Revelación divina, porque para entender a otro - en este caso a Dios- es necesario tener
una cierta semejanza con el que habla; semejanza que viene dada por la razón humana.
Pero el hombre es, además, sujeto dinámico y existencial de la Revelación; porque, por ella, Dios le
invita a aceptar y a vivir de acuerdo con el mensaje revelado. Dios pide al hombre una actitud de fe,
sin la cual la Revelación queda sin producir su efecto salvador.

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c) Los contenidos intelectuales y objetivos de la Revelación. Cuando Dios habla o se manifiesta
siempre comunica algo, una verdad, una promesa, un mensaje.
Ahora bien, los contenidos o el objeto de la verdad revelada son dobles:
- Dios revela verdades naturales, es decir, verdades que el hombre puede conocer por sí mismo, con
la luz natural de la razón y sin la ayuda de Dios. Por ejemplo: su existencia, su sabiduría, su
providencia, etc.
- Dios revela verdades sobrenaturales que superan la comprensión humana. Verdades
sobrenaturales o misterios, es decir, verdades que pertenecen al propio ser y obrar de Dios, y que,
aún después de reveladas, no alcanzamos a comprender su razón íntima de ser.
3. Posibilidad de la Revelación
La imposibilidad o dificultad de la existencia de la Revelación sólo puede originarse en Dios que
revela, en el hombre que recibe la Revelación o por los contenidos del mensaje revelado.
a) Por parte de Dios no parece que pueda haber ninguna imposibilidad, si tenemos un recto
concepto de Dios. Si entendemos que Dios es el Ser Supremo omnipotente, que puede hacer todo,
lógicamente concluiremos que también puede revelar .
Ahora bien, si negamos su existencia (ateísmo), o su cognoscibilidad (agnosticismo) o su relación
con el mundo (deísmo) no hay posibilidad de admitir la Revelación sobrenatural.
b) Por parte del hombre que recibe la Revelación, tampoco aparece ninguna dificultad, puesto que
el hombre es capaz de conocer la verdad y, como la Revelación es manifestación de verdades
divinas, expresadas en forma de conceptos humanos, el hombre puede conocerlas y entenderlas.
Una falsa concepción antropológica, pesimismo luterano, autonomía radical del liberalismo, etc.,
llevan a rechazar la posibilidad de la Revelación sobrenatural por innecesaria o porque atenta a la
autonomía ilimitada de la razón.
c) Por parte de los contenidos u objeto de la Revelación. Cabe distinguir entre:
- Las verdades naturales, en las que no se encuentra ninguna razón para que no puedan ser
reafirmadas también por la Revelación sobrenatural.
- Las verdades sobrenaturales o misterios, que presentan inicialmente cierta dificultad. Vamos a
exponerlo:
Los misterios son distintos a los problemas. El problema, una vez comprendido sus términos, se
resuelve. El misterio no es así. Es una verdad, que se presenta al entendimiento humano de tal
forma, que sólo puede ser entendido parcial y progresivamente. Así, por ejemplo, la Iglesia es un
misterio de salvación; y, de ella podemos decir que es jerárquica, o que es carismática, o que es el
pueblo de Dios o que es el reino de Dios en su fase terrestre, etc. Todo es verdad y cada una de estas
verdades no se opone a las otras, sino que las completa y todas juntas, y otras más en las que cabe
profundizar, son el misterio de la Iglesia.
Por todo lo dicho, vemos que tampoco se escapa a la comprensión del entendimiento humano el
contenido del misterio. Aunque la verdad, en este caso, se presenta al hombre de tal forma que
nunca es absoluta y completamente abarcable o cognoscible.
En definitiva, la solución a la dificultad de conocer los misterios viene dada por estas dos razones.
Primera, los misterios no se conocen por evidencia, sino por testimonio, que es uno de los modos
ordinarios del conocimiento humano. Testimonio dado en la Revelación por el mismo Dios - que no
se engaña ni quiere engañamos- y no por un simple hombre - como en el conocimiento humano-
que puede equivocarse y engañarnos.
Segunda, la Revelación de los misterios, se hace no con palabras propias de Dios, sino con palabras
humanas analógicas. Es decir, Dios habla el lenguaje de los hombres, y no con un lenguaje
exclusivamente divino, que sería incomprensible. Es evidente que este lenguaje humano utilizado
en la Revelación es comprensible para los hombres, aunque no alcance a manifestar total y
perfectamente la verdad que Dios comunica.
Por tanto, ni por parte de Dios, ni del hombre, ni de los contenidos hay una auténtica imposibilidad
para que se produzca la Revelación.
Hay analogía, cuando una palabra indica, al mismo tiempo, cosas o realidades que son al mismo
tiempo, desiguales e iguales entre sí. Por ejemplo, comida sana y hombre sano. La salud, aquí en

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este ejemplo, es un término analógico. No es lo mismo la salud del hombre que la de los alimentos;
pero sin ser iguales, se parecen.
4. Necesidad y conveniencia de la revelación
a) La Revelación sobrenatural, dada la presente condición del hombre, es moralmente necesaria
para que las verdades religiosas de orden natural puedan ser conocidas por todos los hombres con
facilidad, con firmeza y sin mezcla de errores graves.
Es evidente que los racionalistas, al sobrevalorar la razón y al negar apriorísticamente el orden
sobrenatural, niegan que sea necesaria la Revelación. Según sus tesis, el hombre puede conocer por
sí mismo todo lo que es propio de su naturaleza y de su fin y, por tanto, el mensaje revelado que
supera su capacidad natural es perfectamente inútil cuando no nocivo, porque le condiciona
externamente e impide su perfecta realización humana.
Por el contrario, los deistas, fideístas y tradicionalistas niegan que el hombre, en su estado actual,
pueda conocer las verdades religiosas naturales, incluso la existencia de Dios. Por tanto, el
conocimiento de dichas verdades, cuando se da, proviene única y exclusivamente de una
Revelación divina.
La expresión necesidad moral indica que la Revelación de las verdades naturales no es de necesidad
absoluta, pues no se excluye que algunos hombres lleguen por sí solos al conocimiento de las
verdades religiosas naturales. Pero la Revelación continúa siendo necesaria moralmente para una
gran parte de los hombres, que por carecer de talento, tiempo, formación o por hallarse dominados
por los intereses temporales u otros motivos, como influencias culturales, no llegarían por sí
mismos al conocimiento de las verdades religiosas naturales.
b) La Revelación sobrenatural es absolutamente necesaria para conocer las verdades de orden
sobrenatural.
Si creemos que lo sobrenatural es lo que excede, por definición, las fuerzas y exigencias de la
naturaleza, esta proposición es evidente por sí misma. Y, además, es universal, porque todos los
hombres necesitan de la Revelación sobrenatural para conocer dichas verdades.
5. Existencia de la Revelación sobrenatural
Lo que interesa es probar el hecho histórico de que ha existido una Revelación sobrenatural. Hemos
de responder a las preguntas: 1 a, si Dios ha hablado a los hombres, ¿cómo podemos conocer que
existe una Revelación sobrenatural? 2a, ¿qué criterios utilizaremos para distinguirla de otras
pretendidas revelaciones? 3ª, la Revelación, ¿dónde se encuentra?
La demostración de la existencia real de la Revelación sobrenatural, como es patente, presenta sus
dificultades. Si todos los hombres creyeran en Dios no existiría ninguna dificultad en admitir y
convencerse de que Dios puede manifestarse a los hombres y, de ahí, sería relativamente fácil
concluir y aceptar que se ha manifestado de hecho, pues hay religiones que se proclaman reveladas.
Desde el punto de vista de la fe, la cuestión, por tanto, no presenta ninguna dificultad. La Iglesia
enseña la verdad de la Revelación sobrenatural como una verdad de fe, y afirma que está contenida
en la Sagrada Escritura y en la Tradición.
La cuestión se presenta con toda su seriedad y dificultad para aquellos que no admiten la autoridad
divina de la Escritura y de la Tradición ni el Magisterio de la Iglesia y desean conocer si se puede
probar históricamente o científicamente la existencia de una religión revelada y obligatoria para
todos los hombres.
Para la solución del problema es indispensable plantearlo en su verdadera dimensión. Se trata de
que la Revelación sobrenatural es un hecho sobrenatural y, al mismo tiempo histórico. Y, así, en su
doble vertiente debe de ser estudiado. Sería ilógico querer someterlo sólo a las leyes históricas o
sólo a las premisas de la fe.
Cada objeto pide el método adecuado para ser estudiado y captado por el entendimiento humano.
Sería inútil querer demostrar de modo directo, por métodos históricos, la acción de Dios en su
aspecto transcendente; esto es el objeto de la fe. Por consiguiente sólo podemos probar la
posibilidad de la Revelación sobrenatural, porque no contradice ninguno de los presupuestos que la
constituyen, como ya hemos hecho.
Pero, además, la Revelación sobrenatural, si se da, es un hecho histórico y entonces sí será posible
probar su existencia por argumentos históricos. Se podrá demostrar que históricamente hay una

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Revelación, que tiene todas las garantías, dadas por el método histórico, de que es sobrenatural.
Pero partiendo de esta demostración, no podrá darse el salto de que además se haga necesariamente
el acto de fe. A lo sumo, después de haber demostrado la posibilidad histórica de la Revelación
sobrenatural, se podrá probar metafísicamente la conveniencia de esa Revelación y su contenido.
Está claro, pues, que con el método histórico no se puede demostrar que la Revelación es creíble, es
decir, que puede ser creída y que lo más razonable es aceptar esta Revelación. Ahora bien, para
pasar de esta certeza objetiva a la certeza subjetiva, o sea, para creer hace falta la ayuda
sobrenatural de la fe. Es decir, para dar el paso entre «lo que he visto parece que es verdad, pero yo
no me lo creo» al «yo me lo creo», que es como percibir de un modo claro e inequívoco la voz de
Dios en nosotros, es necesario el don gratuito de la fe dado por Dios.
La demostración del hecho de la Revelación se refiere a la revelación pública e histórica. Para el
cristianismo esta Revelación se funda y centra en la persona y obra de Jesucristo. Por consiguiente,
la demostración del hecho de la Revelación sobrenatural para los cristianos coincide con la del
origen sobrenatural del cristianismo, que está - según la fe cristiana- en perfecta continuidad con la
Revelación hecha a los israelitas en el Antiguo Testamento.
Por tanto, la pregunta que cabe hacerse es la siguiente: la afirmación de que Dios se ha revelado
por Jesucristo y que continúa manifestándose, de modo diverso, en la Iglesia, ¿es un hecho real o
es la creación de la fe de algunos hombres ilusos?
Antes de responder largamente a esta pregunta es necesario que nos detengamos para exponer
algunas cuestiones previas.
Ya que los cristianos afirman que la revelación se encuentra contenida en la Sagrada Escritura o
Biblia y en la Tradición, ¿qué son la Biblia y la Tradición?

B. Sagrada Escritura o Biblia


I. Introducción general
1. Nociones generales
Llamamos Biblia o Sagrada Escritura a la colección de libros que escritos bajo la inspiración del
Espíritu Santo, tienen a Dios como autor, y como tales libros inspirados han sido entregados a la
Iglesia.
La existencia de unos libros inspirados es de fe para la Iglesia. De un modo paralelo, también el
pueblo hebreo, ya desde varios siglos antes de Jesucristo, tenía la misma convicción de poseer esas
Sagradas Escrituras.
2. Nombres de la Biblia
El nombre castellano de Biblia es singular y traduce el término griego «Biblia», los libros, en plural,
que derivaba de «Biblos», papiro, hoja escrita, libro.
En hebreo es «séfer», documento escrito, libro.
También se le llama Sagrada Escritura, Antiguo y Nuevo Testamento.
3. Divisiones y partes de la Biblia
La Biblia consta de 74 libros: 47 del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo Testamento.
Los hebreos dividieron el Antiguo Testamento en tres partes: 1) Thorah o Ley, o Pentateuco; 2)
Nehim o Profetas; 3) Kethubin o Hagiógrafos.
- Pentateuco. (Penta significa cinco) Se llama Pentateuco a los cinco primeros libros de la Biblia.
En estos libros se narra la historia de la creación del universo, del hombre, el diluvio universal.
También se explica la historia del origen del pueblo, de su cautividad en Egipto y su salida o éxodo
hacia la tierra prometida, Palestina. El Pentateuco recoge también las instrucciones del culto a Dios
que dan los judíos: como deben construir el Arca de la Alianza, las vestiduras de los sacerdotes,
fiestas, ceremonias y el modo de realizarlas, etc. Además, se reglamentan aspectos de la vida civil:
impuestos, jueces, autoridades, comidas, compra y venta de propiedades, recolección de los
campos. y otras muchas leyes.
Por exponer normas de conducta son los libros de la Ley y por narrar hechos históricos se llaman
libros históricos.
- Profetas (Nehim). Los libros de los profetas contienen principalmente enseñanzas doctrinales,
morales, de costumbres sociales. Los profetas aparecen de vez en cuando en la historia de Israel. Su

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misión es recordar al pueblo judío las cosas que Dios ha mandado a través de Moisés y otros
gobernantes y que ellos han olvidado. Las han olvidado con el paso del tiempo porque se han
introducido costumbres, modos de hacer, contrarias a las que deben vivir. Por ejemplo: prestar
dinero a otro judío con usura, con altos intereses. Los judíos, lógicamente, influenciados por las
culturas de los pueblos vecinos de su tiempo, van adquiriendo modos de vivir que no están de
acuerdo con lo que les enseña su religión. En ciertas épocas de su historia adoran a Dios en las
montañas (los lugares altos) en vez de hacerlo a Dios en su Templo de Jerusalén, etc.
Los profetas vuelven a enseñar a los judíos como deben portarse para ser buenos ciudadanos y, al
mismo tiempo, piadosos y fieles a Yahvé.
Aunque pueda parecer extraño por el nombre de profetas que tienen, sólo en ocasiones hablan de
hechos futuros. Además, al hablar de esos hechos, lo hacen habitualmente refiriéndose a sucesos
que han acontecido o están sucediendo. Son los maestros de la ley, los mismos profetas y otros
escritores de la Biblia, los que interpretan estas expresiones, y ven en ellas sucesos de futuro que se
refieren al Mesías, que deberá nacer, o a hechos que sucederán. No olvidemos que los judíos,
profundamente religiosos y, por qué no decirlo, ayudados por Dios, comprendían más allá de las
simples palabras escritas. Para las personas que tienen fe no es nada difícil aceptar que Dios ayuda a
los hombres.
Por otro lado, muchas veces son los mismos profetas los que dicen claramente que lo que escriben
«sucederá» «se verá»... Es decir utilizan el futuro; hablan de algo que pasará después, más allá del
momento presente histórico en que ellos viven, y, entonces, las profecías son totalmente evidentes y
las entienden todos los judíos.
Hagiógrafos (Kethubin). Los hagiógrafos son libros que contienen fundamentalmente enseñanzas
espirituales. Hagiógrafo en griego significa santo.
En ellos se expone como hacer el bien, el amor, la amistad, el significado de la vida, la muerte,
como evitar hacer el mal, la felicidad de los hombres, de las familias, de los ciudadanos. También,
el mejor modo de tratar a Dios, hacer lo que a El le gusta, etc. Son enseñanzas sobre todas las
realidades de la vida humana.
Como las enseñanzas de estos libros son propias de hombres sabios, se les llaman libros
sapienciales o propios de la sabiduría (sapientia, en latín significa sabiduria). Porque la verdadera
sabiduría, así lo afirman los hagiógrafos y todos los hombres verdaderamente sabios, filósofos,
pensadores, personas de fe, es vivir en este mundo con paz, serenidad, alegría, cultivando
cordialmente la amistad, con una vida familiar estable, con un trabajo que sirva a los hombres,
socialmente justos, fraternales, etc. Y, para los que tienen fe, los libros sapienciales enseñan como
ser amigos de Dios en esta vida y luego gozar de El en la otra vida.
En los libros sapienciales queda claro que la felicidad bien entendida es el fin del hombre: ahora en
la tierra y luego en el cielo. Por el contrario, enseñan que la felicidad mal entendida es material e
incluso grosera, ya que se basa solamente en cosas terrenales que se dejan al morir: tener mas
bienes, sexo y otras por el estilo que no van más allá de su posesión inmediata y que no llevan al
cultivo del espíritu. Estas cosas son buenas y aun necesarias si sirven como medios para cultivarse
como hombres, en lo que es propiamente humano: la inteligencia, la voluntad, los buenos
sentimientos, etc.
La Iglesia, con algunas matizaciones, utiliza la misma clasificación: libros históricos, proféticos y
sapienciales.
En el Nuevo Testamento son libros históricos los 4 Evangelios compuestos por San Mateo, San
Marcos, San Lucas y San Juan, y los Hechos de los Apóstoles, de San Lucas. Libros proféticos, el
Apocalipsis de San Juan. Son libros didácticos o sapienciales las epístolas de San Pablo y las
epístolas católicas de los demás Apóstoles.
La división de la Biblia en capítulos y versículos la iniciaron los israelitas, en el Antiguo
Testamento, en la versión de los «masoretas» del siglo VI-VIII, d. de J.C. Para el Nuevo Testamento
fue Estephan Laugton en París, el año 1214, y la concluyó Pagnini en Lyon, el año 1528.
Los libros de la Biblia se citan utilizando las primeras letras del nombre de cada libro. Cada idioma
utiliza las letras del correspondiente nombre, que en los idiomas occidentales - latín, castellano,
catalán, inglés, francés, italiano, alemán, etc.- son prácticamente iguales. A modo de ejemplo, el

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libro del Génesis, el primero de la Biblia, se cita en latín Gen, y de la misma forma en los otros
idiomas.
Los cuatro evangelistas del Nuevo Testamento, Mateo, Marcos, Lucas y Juan, se citan en la
mayoría de los diferentes idiomas con muy pocas variaciones Mat o Mt; Mac o Mc; Luc o Lc; Ju o
Jn. Los Hechos o Actos de los Apóstoles: Hech o Act. Yasí todos los otros libros de la Biblia. Las
variaciones son mínimas y las comprende todo el mundo que conozca los nombres de los autores
sagrados de la Escritura.
Además al citar un libro de la Biblia se ponen los números del capítulo y del versículo, que es una
frase o un par de frases de la Escritura. Por ejemplo, Dan 5,11 significa el profeta Daniel capítulo 5
y versículo II. Con este sistema de citar se encuentra enseguida y muy fácilmente cualquier frase de
la Sagrada Escritura.
4. Inspiración y verdad de la Sagrada Escritura
La inspiración bíblica es una ayuda sobrenatural dada por Dios a ciertos hombres en el seno del
pueblo de Dios del Antiguo y Nuevo Testamento, para consignar por escrito, con validez general y
pública, aquellos misterios de Dios y de su intervención en la historia, que Dios ha querido que los
hombres conocieran para su salvación. Resultando, así, que Dios es el autor principal del libro y el
hombre es el autor secundario e instrumental. (Cfr. Concilio Vaticano II, Constitución Dei
Verbum, 11).
5. Canon bíblico
a) Noción. Etimológicamente, la palabra canon significa caña o vara. De ahí derivó la idea de
instrumento para medir, regla o medida.
Metafóricamente es todo aquello que sirve como norma o regla para hacer algo.
En sentido propio, canon es el catálogo o la lista oficial de libros inspirados.
b) División de los libros canónicos. Libro canónico es aquel que la Iglesia tiene como regla de fe y
costumbre, porque está inspirado por Dios.
- Libros protocanónicos. Son aquellos de cuya canonicidad no se ha dudado nunca y en ninguna
Iglesia.
- Libros deuterocanónicos. Son aquellos sobre cuya inspiración se tuvieron ciertas dudas hasta el
siglo V, pero conviene advertir que estos libros discutidos fueron recibidos desde el principio en el
canon de la Iglesia Católica.
c) ¿Cuáles son los libros deuterocanónicos? Son 7 para el Antiguo Testamento: Tobías, Judit,
Sabiduría, Eclesiástico, Baruch, los dos Macabeos y algunas partes de Ester y Daniel. Estos libros
son los que no aceptan los protestantes y los judíos.
En el Nuevo Testamento hay otros 7 libros deuterocanónicos: Epístola a los Hebreos, Santiago, 2a
carta de San Pedro, 2a y 3a de San Juan, San Judas y el Apocalipsis. A veces, los protestantes
rechazan esos libros deuterocanónicos del Nuevo Testamento.
Conviene saber que existen unos libros llamados apócrifos (falsos, fabulosos) que son aquellos
cuyo contenido y título son parecidos a los del Antiguo y Nuevo Testamento, pero que no han sido
reconocidos por la Iglesia como inspirados y están excluidos del canon.
Además, es necesario distinguir la distinta terminología utilizada por los protestantes, porque a los
libros deuterocanónicos los llaman apócrifos, y, a los que conocemos como apócrifos los titulan
Seudoepígrafos (con falso título).
Los libros apócrifos, propiamente dichos, se escribieron en los primeros siglos del cristianismo.
Fueron escritos por autores piadosos que querían animar a los cristianos a ser mejores. El contenido
de estos libros apócrifos son historias inventadas de la vida de Jesús. Generalmente tratan de
completar la biografía del Señor. Narran falsas escenas de su vida de niño, de joven, añaden detalles
a la verdadera historia, etc. A modo de ejemplo, explican que las palmeras se inclinaban para dar
sombra a Jesús, María y José cuando huyeron a Egipto perseguidos por el rey Herodes, que hizo
matar a todos los niños de menos de dos años de Belén - donde nació Jesús- y sus alrededores. De
esta narración es falso lo de las palmeras y es histórico todo lo demás. Otros ejemplos son que el
niño Jesús hacía pajaritos de barro y les daba la vida para que volaran; que alargaba
milagrosamente, los tablones de madera de su padre San J osé cuando estos se quedaban cortos, etc.

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Claramente estas narraciones son falsas, producto de la fantasía de los autores de los libros
apócrifos.
Además estos autores, llevados por su deseo de ayudar a ser más piadosos a los cristianos, decían
que sus libros estaban escritos por los Apóstoles o los primeros cristianos. Y así, se dice que están
escritos por Santo Tomás, San Bartolomé u otro cristiano de los primeros tiempos.
La Iglesia nunca creyó en ellos y tampoco los cristianos. Tanto es así que, desde siempre, se les
llama el Pseudo-Tomás, Pseudo-Bemabé, etc. La palabra pseudo significa falso. Y así es como se
les conoce como libros falsos o apócrifos.
Estos libros apócrifos sólo tienen un cierto valor histórico o sociológico porque, como están escritos
en los primeros siglos del cristianismo en tiempo del Imperio Romano y son lo que hoy día
llamaríamos novelas, reflejan las costumbres, el ambiente, la forma de vivir y trabajar de su época.
Por ello, a través de estas novelas es posible hacerse una idea de como era la sociedad en aquella
época, prácticamente la misma de Jesucristo.
d) El canon católico ha quedado definitivamente fijado en el Concilio de Trento.
Los 73 libros de la Biblia inspirados por Dios son:

ANTIGUO TESTAMENTO (46 libros)

21 LIBROS HISTÓRICOS
1. Génesis Gen
2. Éxodo Ex
3. Levítico Lev
4. Números Num
5. Deuteronomio Dt
[El conjunto de los cinco: Pentateuco ]
6. Josué Jos
7. Jueces Jue
8. Ruth Rut
9. I Samuel 1 Sam
10. II Samuel 2 Sam
11. I Reyes 1 Re
12. II Reyes 2 Re
13. I Crónicas (Paralipómenos) 1 Cro 1 Par
14. II Crónicas (Paralipómenos) 2 Cro 2 Par
15. Esdrás Esd
16. Nehemías Neh
17. Tobías Tob
18. Judit Jdt
19. Ester Est
20. 1 Macabeos 1 Mac
21. 2 Macabeos 2 Mac

7 LIBROS DIDÁCTICOS O SAPIENCIALES (algunos son llamados también POETICOS)


22. Job Job
23. Salmos Sal
24. Proverbios Prov
25. Eclesiastés (Qohelet) Ecl
26. Cantar de los Cantares Cant
27. Sabiduría Sab
28. Eclesiástico (Sirácida) Eclo

18 LIBROS PROFETICOS
29. Isaías Is

7
30. Jeremías Jer
31. Lamentaciones Lam
32. Baruc Bar
33. Ezequiel Ez
34. Daniel Dan
35. Oseas Os
36. Joel Jl
37. Amós Am
38. Abdías Abd
39. Jonás Jon
40. Miqueas Miq
41. Nahum Nah
42. Habacuc Hab
43. Sofonías Sof
44. Ageo Ag
45. Zacarías Zac
46. Malaquías Mal

Explicación de algunos nombres:


1. El nombre de Pentateuco es del siglo n d. JC., y significa 5 libros. Este título procede del griego:
pente = cinco y teuqos = estuche donde se guardaban los rollos o libros sagrados. Ya hemos dicho,
que los judíos llaman a estos cinco primeros libros de la Biblia la Torá o Ley, para distinguirlos de
los Nebüm o Profetas y de los Ketubim o Escritos.
2. Los libros Crónicas, en los manuscritos griegos de las versiones de los LXX llevan el título de
Paraleipómena (Paralipómenos), que significa «cosas omitidas», en el sentido de que el autor de
Crónicas quiso completar los libros de Samuel y Reyes.
3. Al Eclesiastés también se le conoce con el título de Qohelet, es el mismo autor del libro el que se
llama a sí mismo. Fue la versión de los LXX la que introdujo el nombre de EKKlesiastés
(Eclesiastés). Qohelet significa en hebreo el que convoca y habla en una asamble», «el orador».
4. El título más antiguo con el que se designó el Eclesiástico se tomó del mismo autor: «El libro de
la Sabiduría de Ben Sirac».
Hoy día, se vuelve a titular de modo semejante. Se le llama Sir ácida y, también, Libro de Jesús,
Ben Sirac o hijo de Sirac, ya que Ben significa en hebreo hijo.
NUEVO TESTAMENTO (27 libros)
4 EVANGELIOS
1. Evangelio según Mateo Mt
2. " " Marcos Mc
3. " " Lucas Lc
4. " " Juan Ju

5. HECHOS DE LOS APOSTOLES Act Hech


14 CARTAS DE SAN PABLO (o Epístolas)
6. Carta a los Romanos Rom
7. Carta 1 a los Corintios 1 Cor
8. Carta 2 a los Corintios 2 Cor
9. Carta a los Gálatas Gal
10. Carta a los Efesios Ef
11. Carta a los Filipenses Flp
12. Carta a los Colosenses CIs
13. Carta 1 a los Tesalonicenses 1 Tes
14. Carta 2 a los Tesalonecenses 2 Tes
15. Carta 1 a Timoteo 1 Tim
16. Carta 2 a Timoteo 2 Tim
8
17. Carta a Tito Tit
18. Carta a Filemón Flm
19. Carta a los Hebreos Heb

7 CARTAS CATÓLICAS (o Epístolas)


20. Carta de Santiago Sant
21. Carta 1 de Pedro 1 Pe
22. Carta 2 de Pedro 2 Pe
23. Carta 1 de Juan 1 Jn
24. Carta 2 de Juan 2 Jn
25. Carta 3 de Juan 3 Jn
26. Carta de Judas Jds
27. APOCALIPSIS Ap

II. Cómo hay que interpretar la Sagrada Escritura


La interpretación y exégesis bíblica tienen como misión hallar y exponer el verdadero sentido de los
libros sagrados.
La interpretación y la exégesis son dos cosas diferentes. La interpretación o hermenéutica es el arte
de interpretar los textos sagrados de la Biblia. A la hermenéutica corresponde establecer las leyes
que la ciencia exegética aplica para hallar el verdadero sentido del texto y la exégesis es la
explicación o interpretación espiritual de la Sagrada Escritura.
No olvidemos que:
«Dios habla en la Escritura por medio de hombres y en lenguaje humano; por lo tanto, el intérprete
de la Escritura, para conocer lo que Dios quiso comunicamos, debe estudiar con atención lo que los
autores querían decir y lo que Dios quería dar a conocer con dichas palabras» (Concilio Vaticano II,
Constitución, Dei Verbum, 12).
Los principales criterios o reglas que deben seguirse en la interpretación y exégesis bíblica se
deducen de la naturaleza de los libros de la Biblia y de que han sido inspirados por Dios. Por tanto,
hay dos criterios de interpretación.
Primero. Los criterios comunes a toda obra escrita. La Biblia, vista como un libro escrito por
hombres, está sometida a las reglas y métodos de interpretación racional, literaria e histórica.
Segundo. La Biblia, como libro inspirado por Dios a personas singulares, que forman parte de un
pueblo elegido por EI-Israel y la Iglesia-, tiene unos criterios propios de una obra tan singular.
1. Criterios literarios comunes
Es legítimo aplicar al estudio de la Biblia todos los recursos de los que se vale la ciencia humana
para intentar conocer con hondura el pensamiento expresado por el autor: estudio de las
características propias del lenguaje, consideración del contexto histórico, situación vital en la que
está escrita, análisis gramatical, comparaciones con el contexto, etc. De ahí, se deduce que para el
estudio de la Biblia es necesario aplicar:
a) Crítica textual, para conseguir el texto original más correcto posible.
b) Crítica literaria, que permite comparar los textos de la Biblia entre sí y con las literaturas
profanas del Medio Oriente (mesopotámicas, babilónicas, egipcias, etc.).
Hay que destacar que
«Para descubrir la intención del autor, hay que tener en cuenta, entre otras cosas, los géneros
literarios. Pues la verdad se presenta y se enuncia de modo diverso en obras de diversa índole
histórica, en libros proféticos o poéticos, o en otros géneros literarios. El intérprete indagará lo que
el autor sagrado dice e intenta decir, según su tiempo y cultura, por medio de los géneros literarios
propios de su época. Para comprender exactamente lo que el autor propone en sus escritos, hay que
tener muy en cuenta el modo de pensar, de expresarse, de narrar que se usaba en tiempo del escritor,
y también las expresiones que entonces más se usaban en la conversación ordinaria» (Concilio
Vaticano 11, Constitución Dei Verbum, 12).

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Por ejemplo, encontramos que los autores de la Biblia han utilizado diversos procedimientos al
escribir: recursos de la oratoria, juegos de palabras, números simbólicos, diálogos, discursos,
poesía, cánticos, etc.
Es evidente que el valor histórico depende del género literario que se utiliza. Así, un libro histórico
de la Biblia tiene la misma categoría que cualquier otro libro histórico de la misma época. Pero, un
cántico - como el de María hermana de Moisés después de atravesar el Mar Rojo- tiene una
consideración diferente: a través del canto, María expone directamente sus sentimientos de alegría y
agradecimiento por haberse librado de la esclavitud de Egipto e indirectamente se refiere al hecho
histórico del paso del Mar Rojo ya la liberación del pecado.
Los cantos, himnos, poesías, etc. reflejan las emociones interiores de sus autores, que se pueden
fundar en hechos que han vivido. Igual pasa hoy día con los mismos géneros literarios: un poeta
expresa lo que siente. Y lo que le lleva a hacer poesía es algo que le ha conmovido, que ha vivido
especialmente.
Por eso, al interpretar la Biblia hay que tener en cuenta el género literario. De la misma manera que
sucede actualmente con los autores modernos. Si un poeta exclama que tiene el corazón partido, se
entiende que está lleno de dolor y no que realmente se le haya roto el corazón.
c) Crítica histórica, que examina en el contexto de la historia profana los libros históricos de la
Escritura.
En la Biblia hay muchos datos históricos sobre personas, imperios, batallas, costumbres, etc. que se
encuentran en otros libros históricos de la época. Este es uno de los motivos que da seguridad sobre
la verdad de la Biblia, pues lo que narra se comprueba por otros documentos profanos del mismo
tiempo. En la Biblia aparecen el Imperio Asirio, Persia, Egipto, Roma; personas como Alejandro
Magno, los Antíocos; lugares como Tarsis (Andalucía), las Islas (Inglaterra e Irlanda), etc.
2. Criterios propios de la Biblia
Ya hemos señalado que al ser la Biblia un libro revelado, deberán utilizarse para su correcta
interpretación no sólo los criterios propios de toda obra escrita humana, sino los criterios que se
derivan del hecho capital de su inspiración divina. Como recuerda el Concilio Vaticano n:
«La Escritura se ha de leer con el mismo espíritu con que fue escrita: por tanto, para descubrir el
verdadero sentido del texto sagrado hay que tener muy en cuenta el contenido y la unidad de toda
la Escritura, la Tradición viva de toda la Iglesia, la analogía de la fe. A los exégetas toca aplicar
estas normas en su trabajo para ir penetrando y exponiendo el sentido de la Sagrada Escritura, de
modo que con dicho estudio pueda madurar el juicio de la Iglesia. Todo lo dicho sobre la
interpretación de la Escritura queda sometido a juicio definitivo de la Iglesia, que recibió de Dios el
encargo y el oficio de conservar e interpretar la palabra de Dios.» (Concilio Vaticano n,
Constitución Dei Verbum, 12).
Resumiendo, estos criterios son:
a) La unidad de la Sagrada Escritura. Los libros de la Biblia, aunque hayan sido escritos a lo largo
de muchos siglos, constituyen un todo único, cuyo hilo conductor es la Revelación de Dios. Por
tanto, para captar los textos más antiguos es necesario acudir a los textos posteriores, que iluminan
y explican los más primitivos.
b) La Tradición y el Magisterio eclesiástico. Los libros de la Biblia nacen en el interior de un
pueblo elegido por Dios, Israel en el Antiguo Testamento y la Iglesia en el Nuevo Testamento.
Y en este sentido, es posible afirmar que existe una Tradición oral anterior a los libros escritos, y
también que la misma tradición oral acompaña y sigue a los libros escritos. Por tanto, y con criterios
históricos, no es posible afirmar que cuando los libros fueron escritos anularon la tradición oral o no
fueron consecuentes con ella; por tanto, se deberá tener en cuenta la Tradición.
Así, pues, afirmamos que existe una Tradición oral, junto con los libros escritos. Por ejemplo, los
judíos, después de la destrucción de Jerusalén, tienen recogidas en el Talmud las más primitivas
costumbres, doctrinas, enseñanzas, etc., de su pueblo, y este libro les guía con sus enseñanzas
-magisterio- a una mejor interpretación de su fe religiosa.
La Iglesia, por la Tradición y el Magisterio, decidirá en ocasiones la interpretación de un texto
escriturístico o excluirá, como falsas, algunas interpretaciones que pueden darse.

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c) La analogía de la fe implica la armonía o acuerdo que existe entre todas las verdades reveladas,
que no pueden estar en contradicción unas con otras y que forman un todo único.
La analogía de la fe influye negativamente en la exégesis bíblica, porque lleva a rechazar toda
interpretación que esté en contra de las demás verdades reveladas, y positivamente porque ayuda a
interpretar correctamente el sentido de los textos, orienta la investigación en la dirección adecuada y
pone de relieve matices que de otra forma se percibirían más difícilmente, etc.
3. Sentidos de la Sagrada Escritura
El sentido en la Sagrada Escritura es el concepto o verdad que está expresado por medio de las
palabras del hagiógrafo o escritor sagrado.
Se distingue un doble sentido en la Sagrada Escritura:
a) Sentido literal. Es aquel que está expresado inmediatamente por las palabras del hagiógrafo.
b) Sentido típico o real. Es el que se expresa inmediatamente por medio de una realidad que, a su
vez, expresa otra. Por ejemplo: Jonás es figura de Jesucristo; la serpiente de bronce de Jesús
crucificado; el Cordero Pascual de Cristo inmolado, etc.
Las figuras o tipos de Jesucristo del Antiguo Testamento son escenas o circunstancias de personas y
situaciones que de manera parecida vivió después Jesucristo.
Jonás es figura de Jesucristo por la siguiente escena de su vida. Jonás era un profeta de Israel. Dios
le mandó ir a predicar la conversión a Nínive, capital del Imperio Sirio. El desobedeció y se escapó
en un barco hacia Tarsis. Una tempestad hace temer el naufragio. Los marineros y los otros
embarcados piensan que Dios les castiga por culpa de un pecador que debe estar entre ellos. Jonás,
entonces, reconoce que se está escapando de obedecer a Dios. Para salvar al barco se tira al mar y
un enorme pez se lo traga. Tres días después lo arroja en las playas del Mediterráneo oriental y
Jonás, arrepentido, va a predicar a Nínive, a la que convierte de sus pecados.
Pues bien, cuando siglos después los judíos le piden a Jesús un signo, una señal de su divinidad, les
contestó que no se les daría otra señal que la de Jonás. Así como el estuvo tres días en el vientre del
cetáceo, el Hijo del hombre o Mesías estará tres días enterrado y al final resucitará. Como creemos
que realmente sucedió.
La serpiente de bronce figura de Jesús crucificado. Los israelitas estuvieron cuarenta años viviendo
en el desierto del Sinaí después de escapar de Egipto. Nos cuenta el Éxodo, segundo libro de la
Biblia, que unas serpientes venenosas les atacaron y que morían al ser mordidos por ellas. Ellos
piden a Moisés que acuda a Dios para que les libre de estas serpientes.
Moisés hace fundir una serpiente de bronce y la coloca en un lugar alto. Todo judío que ha sido
picado por una serpiente si mira a la serpiente de bronce se libra de la muerte.
También, Jesucristo muere en la cruz en lo alto del monte Calvario. y precisamente la muerte de
Jesús en la Cruz es lo que nos salva de la muerte del pecado.
El Cordero Pascual figura de Cristo inmolado. La gran fiesta judía es la Pascua. Se celebra el 14 de
Nisan, que cae en la luna llena de primavera. Este día fue el que Yahvé los libró de la esclavitud de
Egipto.
Dios mandó que esta noche todas las familias judías comieran un cordero asado, con pan sin
levadura, dispuestos a emprender la salida de Egipto, etc. Con la sangre del cordero debían mojar
los dinteles de sus puertas porque el ángel de Yahvé pasaría -Pascua significa paso, pasar- y mataría
a todos los primogénitos egipcios. Como los judíos han teñido sus puertas con la sangre del
Cordero, el ángel pasa de largo y no les hace nada. El faraón, ante el desastre, deja salir a los judíos.
Aun, hoy día los judíos celebran esta fiesta como la más importante de su religión y la celebran de
un modo parecido, excepto en detalles como el de la sangre, tener las «vestiduras ceñidas» para
emprender el viaje, etc.
También, Jesucristo es el Cordero Pascual. Así le llama Juan el Bautista: «He aquí el Cordero de
Dios» (Ju. 1, 29)
Es el Cordero Pascual porque murió para librarnos de la esclavitud del pecado, como el Cordero del
Exodo. Además, murió en los días de la Pascua judía. De hecho, celebró la Ultima Cena de su vida
comiendo el Cordero Pascual- es cuando instituyó la Eucaristía- y murió al día siguiente, viernes,
alrededor de las tres de la tarde.

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Como fue en Pascua cuando Jesús redimió de los pecados a los hombres, también para todos los
cristianos de cualquier Iglesia o confesión, la Pascua es la fiesta más importante, igual que para los
judíos.
Estas figuras del Antiguo Testamento son muy significativas. A través de ellas, primero los judíos y
después los cristianos, se han formado ideas muy exactas del Mesías.
Y también, aunque pueda parecer extraño, han servido para la historia profana. Por ejemplo, en el
siglo pasado, un joven londinense movido por la curiosidad al ver unos poquísimos fragmentos de
tablas de barro con extraños signos con forma de pequeñas cuñas, que estaban en un estante de una
vitrina del Museo Británico y que procedían del Medio Oriente y que nadie sabía lo que eran y
después de haber leído la descripción de Nínive que hace la Biblia en el relato de Jonás - tamaño de
las murallas, amplitud de la ciudad, lugar donde estaba situada, etc.-, pensó, que como el lugar del
Medio Oriente donde procedían las tablillas de barro y Nínive era más o menos de la misma región,
que podían ser de esta ciudad perdida para la historia. Decidió buscar la ciudad. Se fue a Oriente y
¡¡la encontró!! Es el descubridor de la riquísima cultura asiria y de su escritura cuneiforme; Las
bellísimas esculturas que excavó están, entre otros sitios, en el mismo Museo Británico: toros
alados, tigres, bibliotecas enteras hechas de tablillas de barro con escritura cuneiforme - hoy día
prácticamente descifrada- y otras obras de arte.
III. Veracidad de la Biblia
Los católicos creemos en la inspiración y verdad de la Sagrada Escritura, tal como enseña el
Concilio Vaticano II:
«La revelación que la Sagrada Escritura contiene y ofrece ha sido puesta por escrito bajo la
inspiración del Espíritu Santo. La santa madre Iglesia, fiel a la fe de los Apóstoles, reconoce que
todos los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento, con todas sus partes, son sagrados y
canónicos, en cuanto que escritos por inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios como autor, y
como tales han sido confiados a la Iglesia. En la composición de los Libros sagrados, Dios se valió
de hombres elegidos, que usaban de todas sus facultades y talentos; de este modo, obrando Dios en
ellos y por ellos, como verdaderos autores, pusieron por escrito todo y sólo lo que Dios quería.
»Como todo lo que afirman los hagiógrafos, o autores inspirados lo afirma el Espíritu Santo, se
sigue que los libros sagrados enseñan sólidamente, fielmente y sin error la verdad que Dios hizo
consignar en dichos Libros para salvación nuestra. Toda la Escritura, inspirada por Dios, es útil para
enseñar, reprender, corregir, instruir en la justicia; para que el hombre de Dios esté en forma,
equipado para toda obra buena» (Concilio Vaticano n, Constitución Dei Verbum II ).
I. Dificultades y ataques
Dejando aparte los ataques de Celso en el siglo II y los de Porfirio en el siglo VI, fue en la época
moderna cuando se dudó de la veracidad de la Biblia.
Para algunos autores de los siglos XIX y XX, los descubrimientos de las ciencias naturales e
históricas les parecían incompatibles con las concepciones de esa misma naturaleza que se
encuentran en los relatos bíblicos, y concluyeron negando la veracidad de la Sagrada Escritura.
Ahora bien, estas dificultades desaparecen cuando se adopta una actitud correcta en la lectura e
interpretación de la Biblia. En ella, hay que distinguir de una parte el contenido revelado y de otra
la expresión del mismo que se realiza en unas categorías culturales determinadas, que forzosamente
han de ser imperfectas y adaptadas a las expresiones culturales de épocas antiguas.
En la Biblia no se encuentra, esto es evidente, una colección de crónicas históricas escritas según
los gustos y métodos de los historiadores europeos del siglo XIX. La Biblia tampoco es una
enciclopedia científica ni pretende ser un archivo de datos para la historia, sino que es un libro
religioso, una historia de salvación y en este sentido hay que leerla e interpretarla.
2. Doctrina y normas sobre la veracidad de la Biblia
a) En la Biblia se narran hechos naturales e históricos, según la mentalidad de la época en que fue
escrita, sin pretender hacer ciencia en sentido moderno.
b) Los hechos históricos, a pesar de su lejanía y lo dicho anteriormente, son en su inmensa mayoría
comprobables por los métodos de la historia científica, cuando esta dispone de datos suficientes.
3. Transmisión textual de la Biblia es muy fidedigna y garantiza su veracidad

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Podemos preguntarnos ¿cómo sabemos que los libros de la Escritura narran una historia que sucedió
realmente?
a) Responderemos a esta pregunta afirmando que los libros que hemos recibido son sustancialmente
fidedignos con respecto a los originales que se escribieron.
La transmisión textual de los libros de la Sagrada Escritura, desde que se escribieron hasta nosotros,
es más fiel que la de cualquier otro libro que nos haya llegado de la antigüedad.
Las razones son fáciles de comprender: estos libros han sido considerados sagrados por muchos
hombres - judíos y cristianos- y, por tanto, el cuidado en conservarlos, no mutilarlos y transcribirlos
con exactitud es superior al puesto en cualquier otro tipo de libro profano.
b) De ahí se deriva que tengamos versiones antiquísimas de la Sagrada Escritura. Versiones que hoy
día podemos cotejar con las actuales, y que muestran una sustancial identidad.
- Del Antiguo Testamento, después del hallazgo de los Manuscritos del Qumram en 1947, tenemos
versiones de la mayoría de los libros del Antiguo Testamento, algunos anteriores al siglo II a. de
J.C.
- Del Nuevo Testamento, los manuscritos que están próximos al texto primitivo son numerosísimos.
Solamente los manuscritos griegos son más de 4.000, y los más antiguos se remontan al siglo IV y
V. Los más notables son el Códice Vaticano, el Sinaítico y el Alejandrino.
A través de las citas bíblicas de la liturgia y de los escritos de los primeros cristianos es posible
seguir el curso de la transmisión textual hasta los siglos II y m.
Los papiros con textos del Nuevo Testamento más antiguos proceden del siglo II y III. Entre los
más notables se encuentran un papiro conteniendo los versículos del texto de Ju 18,31-33, escrito
antes del año 150; el Papyrus Bodmer II contiene casi íntegros los 14 primeros capítulos de San
Juan y estaba escrito antes del año 200.
No puede desconcertar el gran número de variantes que afectan a la mitad de las palabras del
Nuevo Testamento, porque es natural que se hayan producido numerosas equivocaciones al
copiarlos, dado el enorme número de manuscritos existentes. La crítica textual, al fijar el texto
original, ha demostrado que sólo un pequeñísimo número de variantes tiene cierta importancia y la
mayoría son errores de ortografía, cambio de pronombres, errores en la escritura, etc.
4. La crítica interna y externa
Además, ya lo hemos señalado, hay argumentos, tanto internos como externos, que nos ayudan a
valorar la exactitud de la historia que narran.
Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo aparece un gran conjunto de personajes que la
historia tiene perfectamente datados. También los detalles de costumbres, de los pueblos vecinos,
etc. son plenamente históricos.
Y fuera del contexto de la misma Sagrada Escritura hay testimonios judíos y paganos sobre la
existencia histórica de Jesús. El Talmud judío, Flavio Josefo y Filón hablan de Jesús como un
personaje totalmente histórico, y desde Tácito se cita en el mundo romano la figura de Jesús.
En conclusión, la veracidad histórica de los libros de la Biblia es incuestionable y, según los
métodos científicos históricos, es igual -si no superior- a los libros profanos.
C. Tradición
I. Conceptos de Tradición
1. La tradición en sentido cultural
Etimológicamente, la palabra tradición proviene del verbo latino «tradere»,
entregar. Se utiliza para designar el hecho de la transmisión histórica de doctrinas, instituciones,
usos o costumbres (tradición en sentido activo), o también, las mismas doctrinas o instituciones que
han sido transmitidas (tradición en sentido pasivo).
La tradición, entendida como la transmisión de usos o doctrinas de cualquier orden, es un hecho
humano universal, por cuanto está ligado a algunas de las características fundamentales del hombre:
su sociabilidad, su historicidad, su educabilidad, etc.
La tradición puede ser definida como la transmisión de la cultura de un pueblo, de una civilización,
etc. en virtud del cual el pasado revierte sobre el presente vivificándolo y siendo continuado por él.
2. La Tradición en su sentido teológico

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Dios se reveló a un pueblo -Israel en el Antiguo Testamento y la Iglesia en el Nuevo Testamento- y
quiso que su Revelación se transmitiera de generación en generación.
La Revelación se transmite por la Escritura y la Tradición, de un modo parecido a como se
transmiten los demás aspectos de una cultura o civilización. Por tanto, la Iglesia define a la
Tradición como la Palabra de Dios relativa a la fe y costumbre, no escrita, sino transmitida de viva
voz por Cristo a los Apóstoles y por éstos a sus sucesores, hasta llegar a nosotros. Cuando se dice
no escrita, no quiere decirse que no pueda estar contenida en ninguna obra, sino que no ha sido
escrita por inspiración divina. Por ejemplo, el bautismo de los niños es fruto de la Tradición, es
decir, es palabra de Dios, Revelación no escrita. No se encuentra en ningún libro inspirado, aunque
se encuentra en obras de muchos escritores eclesiásticos y la Iglesia bautiza a los niños desde
siempre. Se llama divina cuando es enseñada por Jesucristo, y divino- apostólica cuando los
Apóstoles no la recibieron de las enseñanzas del Señor, sino que la obtuvieron por la inspiración del
Espíritu Santo, según la promesa recibida del mismo Jesucristo.
Ahora bien, con respecto a la simple tradición humana, cabe señalar algunas diferencias con la
Tradición de verdades religiosas. En primer lugar, lo que se transmite son verdades salvíficas
sobrenaturales y en segundo lugar, en la Tradición sobrenatural existe una peculiar asistencia de
Dios, que permite conservar el depósito de la fe y transmitirlo sin errores, sin deformaciones y sin
rutinas cerradas al desarrollo homogéneo de la fe. Tanto Israel como la Iglesia creen en esta
fidelidad de la Tradición al mensaje revelado.
En conclusión, tradición es la transmisión por parte de la Iglesia de la entera verdad cristiana.
II. Criterios de la Tradición
1. Crecimiento de la Tradición
Al ser la Tradición algo vital va creciendo con el paso del tiempo. Pero se ha de comprender con
toda su exactitud lo que significa el crecimiento de la Tradición. Por crecimiento de la Tradición no
se entiende que a través de ella vayamos conociendo nuevas verdades que antes no se poseían, sino
que por ella se tiene, cada vez más, una comprensión mayor de las verdades reveladas. No hay un
crecimiento en la cantidad de las verdades, sino un crecimiento en la calidad de nuestra
comprensión.
2. Conocimiento de la Tradición
Podemos preguntamos: la Tradición, ¿dónde se encuentra?, ¿cómo conocerla?, ¿ cuáles son los
criterios que permiten discernirla ? A estas preguntas respondemos que la Tradición nos viene dada
por el Magisterio de la Iglesia, por lo Santos Padres de la Iglesia, por el sentir unánime de los fieles
y por la Liturgia.
a) El Magisterio es el garante de la Revelación: conserva el depósito de la fe y lo transmite
fielmente sin error. El Magisterio se manifiesta en sus declaraciones y definiciones sobre la fe y
costumbres.
b) Los escritos de los Santos Padres son testigos privilegiados de la presencia de la Tradición. En
sus escritos se reflejan las verdades religiosas que eran creídas y vividas por los fieles de su época.
Ahora bien, ¿quiénes son los Santos Padres de la Iglesia? Conocemos como Santo Padre o Padre
de la Iglesia a aquel escritor eclesiástico que reúne las cuatro notas distintas siguientes: 1) doctrina
ortodoxa; 2) santidad de vida; 3) antigüedad; 4) aprobación de la Iglesia. A los autores antiguos que
no son Padres, por carecer de alguna nota, les llamamos escritores eclesiásticos; como, por ejemplo,
Orígenes y Tertuliano.
Cabe también preguntarse: ¿cuándo los Santos Padres constituyen verdadero criterio de la
Tradición? Los escritos de los Padres de la Iglesia pertenecen a la Tradición cuando cumplen
necesariamente estos tres requisitos: 1) que traten de fe y de costumbres; 2) que se presenten como
testigos de la fe o maestros auténticos de una manera cierta y segura; 3) que exista un
consentimiento moralmente unánime de los Padres en la materia que enseñan.
c) El sentido de la fe de los fieles. La Tradición que conserva la doctrina predicada oralmente por
los Apóstoles corresponde a toda la Iglesia, tanto a los obispos sucesores de los Apóstoles como a
los fieles todos, a cada uno según la misión que les ha sido confiada.
Mediante el sentido de la fe, los fieles:

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«Se adhieren indefectiblemente a la fe transmitida a los santos una vez para siempre, penetran más
profundamente en ella mediante un juicio recto y la aplican más plenamente a la vida» (Concilio
Vaticano II, Constitución Lumen gentium, 12).
Este sentido de la fe de los fieles se realiza con la asistencia del Espíritu Santo y siempre vinculado
con la autoridad de la Iglesia, de tal forma que «prelados y fieles colaboran estrechamente en la
conservación, en el ejercicio y en la profesión de la fe recibida» (Concilio Vaticano II, Constitución
Dei Verbum, 10).
d) La Liturgia. La Liturgia es el testimonio privilegiado de la Tradición viva. Con dificultad se
hallará una verdad de fe cristiana que no esté de alguna manera expresada en la Liturgia.
La razón por la cual la Liturgia constituye un testimonio de la Tradición es porque ella es la voz de
la Iglesia que expresa su fe, la canta y la practica en una celebración viviente.
Además, el carácter ritual de la Liturgia, con su carácter conservador, expone la Tradición
mantenida en ella hasta los primeros siglos del cristianismo. y finalmente, como es la misma Iglesia
la que celebra la Liturgia, por tanto, goza de la misma autoridad que la Iglesia.
e) Otras fuentes. Son también fuentes de la Tradición otros muchos documentos como las
profesiones de fe; las actas de los mártires; los monumentos - iglesias, cementerios, pinturas, etc.-
las obras de apologética o de defensa de la fe cristiana, etc.
Por ejemplo, siempre que se ha podido - sobre todo en la antigüedad -, tanto las iglesias como los
sepulcros de los cristianos se han construido con el eje más largo mirando hacia Oriente. La razón
es porque Jesucristo dijo que cuando vuelva para juzgar al mundo aparecerá de Oriente a Occidente
y los cristianos manifiestan de esta manera simbólica su fe en la segunda venida del Señor. O sea,
que un detalle de la arquitectura enseña - esto es Tradición- la fe en el Juicio Universal.

D. Magisterio
1. Concepto de Magisterio
Se entiende por Magisterio la misión que Cristo ha confiado a los apóstoles y a sus sucesores para
que con la autoridad del mismo y en su nombre conserven y propaguen la verdad revelada.
El Magisterio eclesiástico es una de las misiones de la Jerarquía eclesiástica.
2. El objeto del Magisterio
El Magisterio no puede sobrepasar los límites de la verdad revelada. Por tanto, el objeto primario
del Magisterio es todo lo contenido en el depósito de la Revelación, o sea, las verdades de fe y
costumbres. El objeto secundario versará sobre el conjunto de verdades - incluso naturales; por
ejemplo, filosóficas -, que guardan una relación lógica y necesaria con los contenidos de la
Revelación y están implícitas en él.
3. Relaciones entre el Magisterio, la Escritura y la Tradición
Frente a la doctrina luterana de que la Revelación se contiene solamente en la Escritura -Scriptura
sola -, y que su interpretación depende exclusivamente de cada individuo -«libre examen»-, la
Iglesia católica mantiene la siguiente doctrina:
Primero. Que el oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios, escrita o transmitida
oralmente, ha sido confiado únicamente al Magisterio vivo de la Iglesia, cuya autoridad se ejerce en
nombre de Cristo. Por tanto, se afirma que la Revelación se encuentra en la Sagrada Escritura y en
la Tradición, y su interpretación corresponde al Magisterio- y no a las personas particulares.
Segundo. La Iglesia ha creído siempre que su Magisterio no es superior a la palabra de Dios, sino
que la sirve. Y la sirve enseñando sólo lo que le ha sido confiado.
Por consiguiente, la Iglesia cree, que por mandato divino, oye con piedad la Palabra divina, la
guarda con exactitud y la expone con fidelidad.

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