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Hombres que cambian la era

CONTENIDO

1. La necesidad de que haya hombres que cambien la era


2. Las características de los hombres que cambian la era

PREFACIO

Este pequeño libro se compone de dos mensajes dados por el hermano Witness Lee a un
grupo de jóvenes en Hong Kong, en el otoño de 1957.
CAPITULO UNO

LA NECESIDAD DE QUE HAYA HOMBRES


QUE CAMBIEN LA ERA

Lectura bíblica: Dn. 1:1-21

Hoy, nos gustaría considerar cómo los jóvenes que están bajo la mano de Dios pueden
ser usados por El para cambiar la era.

DIOS EXPRESAMENTE USA A JOVENES


PARA CAMBIAR LA ERA

Debemos darnos cuenta de que muchas veces Dios hace algo en la tierra con el propósito
de cambiar la era. Cuando Dios obra en la tierra, lo hace de era en era. La razón por la
cual hay muchos cambios de era en la obra de Dios, se debe a que los hombres que El
usa en una era frecuentemente caen y no consiguen alcanzar la meta fijada por Dios.
Esto obliga a Dios a cambiar la era, es decir, a tener un nuevo comienzo en una nueva
era en la que El pueda realizar aquello que se propuso.

Podemos ver muchos casos como éste en el Antiguo Testamento. Dios introducía una
nueva era al hacer algo a través de ciertas personas durante un período determinado.
Sin embargo, debido a la degradación del hombre, esa era pronto se convertía en una
era caída y degradada. Con el tiempo se degradaba a tal grado que Dios no podía seguir
adelante por medio del hombre y ya no podía hacer nada más en la tierra. Como
consecuencia, Dios tenía que introducir una nueva era y sólo así podía continuar Su
obra. Desafortunadamente, no pasaba mucho tiempo antes que la siguiente era se
degradara nuevamente. Una vez más, Dios no podía obrar, y como resultado, tenía que
introducir otra era. Al leer el Antiguo Testamento, uno se da cuenta de que una nueva
era venía después que la anterior se había degradado; o sea, una era surgía sólo para
desaparecer de nuevo. Después venía otra, pero también volvía a fracasar una vez más.

Me gustaría que se dieran cuenta de que la obra que Dios hace para cambiar la era, se
hace siempre a través de hombres. Antes que se introduzca una nueva era, siempre hay
hombres de la era anterior que Dios usa específicamente para cambiar la era. Y cada vez
que Dios lleva a cabo un cambio de era, El, expresamente, usa a jóvenes. Los dos
ejemplos más obvios son Samuel y Daniel.
EL CAMBIO DE ERA
TIENE COMO FIN INTRODUCIR
LA AUTORIDAD Y LA EXPRESION DE DIOS

Samuel cambió la era del sacerdocio a la era del reino, mientras que Daniel cambió la
era del cautiverio a la era del regreso. La era del reino que introdujo Samuel, en realidad
comenzó con David y alcanzó su etapa dorada cuando el rey Salomón edificó el templo.
En aquel entonces, la autoridad de Dios se manifestó por medio de los hombres; Dios
pudo gobernar a través de aquellos que estaban bajo Su autoridad. Al mismo tiempo, la
gloria de Dios también fue expresada entre los hombres.

En aquella época, por una parte, existía en Israel el trono de la casa de David, y por otra,
el templo. El trono nos habla de la autoridad de Dios, y el templo, de Su gloria. Uno debe
recordar que la gloria de Dios llenó el templo cuando Salomón lo consagró a Dios una
vez concluida su edificación. Sabemos también que esto tiene un significado simbólico;
tanto el trono como el templo establecido entre los israelitas, nos muestran que Dios
desea gobernar y expresar Su gloria.

Espero que los hermanos y hermanas jóvenes vean estas dos cosas. Dios quiere tener en
la tierra un trono y una morada. El trono nos habla de Su gobierno, y la morada nos
habla de la expresión de Su gloria. Dicha era fue introducida por Samuel; por un lado, él
introdujo un trono, y por otro, una morada mediante este trono. Esta situación era
evidente entre los israelitas después que el rey Salomón logró edificar el templo. Dios
estableció un trono y gobernó a través de él, y también obtuvo una morada, un lugar
para Su expresión, mediante la cual manifestó Su gloria entre los hombres. Podemos
considerar que este período fue una era muy normal.

Sin embargo, esta condición no duró mucho tiempo. Debido a la corrupción del hombre
y a los ataques de Satanás, dicho testimonio fue destruido. Cuando Salomón era
anciano, esa era ya se había convertido en una era caída. En aquel entonces, daba la
impresión de que el trono de Dios había sido rechazado y de que Su gloria había sido
abandonada.

A partir del rey Salomón en adelante, sus descendientes comenzaron, paso a paso, a
degradarse más. En la época del rey Acab, la condición de ellos no podía ser peor.
Vemos que al final del libro de Reyes, al final de la era del reino, todo era degradación y
desolación. Ya no quedaba nada del trono de Dios ni de la gloria de Dios; ambos habían
desaparecido. ¿Qué podía hacer Dios? Dios sólo podía abandonar a Israel y dejarlo ir.
Como consecuencia, vinieron los enemigos, y Jerusalén fue destruida; el templo fue
quemado y, junto con los israelitas, fueron llevados a Babilonia todos los utensilios que
se usaban para servir a Dios en el templo. Este período llegó a ser una era de cautiverio
total, porque todo fue llevado a Babilonia.

EL ENFOQUE DE DIOS A LO LARGO DE LOS SIGLOS:


SU AUTORIDAD Y SU EXPRESION EN LA TIERRA

No tengo la intención de darle mucha doctrina a los jóvenes; sin embargo, espero que
ellos lleguen a conocer algo acerca de Dios. En el primer capítulo del Antiguo
Testamento, después que Dios creó al hombre, El se centró en dos cosas: primero, El
quería que el hombre tuviera Su imagen, y segundo, que tuviera autoridad de parte
Suya. Desde el principio de la Biblia podemos ver que lo que le interesa a Dios en el
hombre son la imagen y la autoridad. Desde Génesis hasta Apocalipsis, desde el
principio del linaje humano hasta el cielo nuevo y la tierra nueva en el futuro, Dios se ha
centrado en el hombre, especialmente con respecto a estos dos asuntos.

La imagen hace referencia a la expresión de Dios. Supongamos que usted no está ahora
en los Estados Unidos. Su amigo que está en los Estados Unidos no lo puede ver; sin
embargo, usted puede enviarle una fotografía suya, y así, él conocerá su imagen a través
de la foto. Puede sacar copias de esta fotografía y enviarlas por todo Estados Unidos, e
incluso puede imprimirla en todos los periódicos estadounidenses. De esta manera, todo
Estados Unidos lo vería. Por tanto, la imagen de una persona es su expresión.
Igualmente, el hombre fue creado a la imagen de Dios. En otras palabras, el hombre es
la fotografía de Dios; es la expresión de la imagen de Dios. Alguien nos contó alguna vez
que un escultor primero toma fotografías de un modelo por delante, por detrás y por sus
dos costados para, después, hacer una escultura conforme a esas fotografías.
Finalmente, esa estatua es exactamente igual a la imagen del modelo. Cuando usted ve
la estatua, es como si viera a la persona misma. Por tanto, una imagen es la expresión de
una persona.

Por favor, recuerden que la expresión tiene que ver con la gloria. La imagen es
expresión, y la expresión es gloria. Después que Salomón terminó de edificar el templo,
éste se llenó de la gloria de Dios. Esa gloria era la imagen de Dios expresada, y era Dios
mismo manifestado.

Al mismo tiempo, vemos el asunto de la autoridad, o sea, el trono y el reino. Hermanos y


hermanas, en todo momento la Biblia se centra en la imagen y la autoridad.

Si nos damos cuenta de esto, entenderemos por qué en la oración que el Señor le enseñó
a Sus discípulos, El dijo: “Porque Tuyo es el reino, y el poder, y la gloria” (Mt. 6:13). La
razón por la cual dijo esto es porque estos dos asuntos aparecen al principio de la Biblia,
e incluso al final de Apocalipsis. No puedo hablar con mucho detalle aquí. Sólo espero
que los hermanos y hermanas jóvenes tengan la impresión de que ser un cristiano no se
relaciona meramente con ser salvo o amar al Señor. Ser un cristiano concierne, atañe y
está ligado a algo muy significativo; tiene que ver con la imagen y la autoridad, con la
gloria de Dios y el reino.

LOS FRACASOS DEL HOMBRE A LO LARGO DE LOS SIGLOS SUBVIERTEN


LA AUTORIDAD DE DIOS
E IMPIDEN QUE DIOS SE EXPRESE

A pesar que desde el principio Dios se enfocó en la imagen y la autoridad, y aunque la


obra que El hizo en Adán se relaciona con estos dos asuntos, sabemos que antes que
Dios alcanzara Su meta, aquella era se degradó. Esta caída continuó desde Adán hasta la
torre de Babel. En la época de la torre de Babel, los hombres hicieron dos cosas.
Primero, negaron la autoridad de Dios. Los hombres se rebelaron contra Dios de una
manera colectiva, negando así Su autoridad. Con expresión severa, ellos dijeron:
“¿Quién es Dios? ¡No lo conocemos! Nosotros los seres humanos lo somos todo.
Construiremos una torre que llegue al cielo con el fin de proclamar nuestro nombre. No
sabemos quién es Jehová. ¡Sólo sabemos quiénes somos nosotros!” De esta manera,
subvirtieron totalmente la autoridad de Dios.

Por favor, recuerden que antes que existiera la torre de Babel, todavía no se había
formado ninguna nación en la tierra. Fue a partir de la torre de Babel que las naciones
empezaron a establecerse sobre la tierra. Los hombres quisieron formar su propia
nación y no quisieron que Dios los gobernara. En la época cuando la era de los reyes
estaba a punto de comenzar, los israelitas hicieron algo que desagradó mucho a Dios:
imitaron a las naciones y desearon tener un rey en vez de tener a Dios como su Rey. Fue
en Babel que los hombres comenzaron a resistir el gobierno de Dios e intentaron ser
ellos mismos, el rey.

En la torre de Babel, los hombres no solamente subvirtieron la autoridad de Dios, sino


que también adoraron a los ídolos. Los arqueólogos e historiadores dicen que en aquel
tiempo había toda clase de ídolos en la torre y en la ciudad de Babel. Los ídolos son
contrarios a la imagen de Dios; no permiten a Dios expresarse, sino que más bien
expresan a los demonios. Aun hoy en día, no existe país que no tenga un santuario de
ídolos; cada país tiene sus propios santuarios. ¿Qué es un santuario de ídolos? Es el
lugar donde Satanás se expresa. En los tiempos de Salomón había un trono en la nación
de Israel que testificaba del trono y de la autoridad de Dios. También había un templo
que testificaba de la expresión de Dios. Sin embargo, las naciones de hoy en día han
llegado a ser el trono de Satanás y el lugar donde Satanás gobierna. Al mismo tiempo,
cada nación tiene sus santuarios y sus templos, donde adoran ídolos. Esa es la expresión
de Satanás. Esto no se relaciona simplemente con la superstición de los hombres o con
una civilización atrasada, sino con la obra sutil de Satanás. Debemos darnos cuenta de lo
que Satanás está haciendo todo el tiempo en el universo. Satanás siempre establece
naciones entre los hombres, instigándoles a que se rebelen contra Dios y a que nieguen
Su autoridad. Al mismo tiempo, establece santuarios de ídolos por todas partes en cada
nación para que los hombres lo adoren y lo expresen. Todo lo que él hace tiene la meta
de dañar la autoridad y la gloria de Dios.

Por consiguiente, Dios comenzó a llamar a Abraham para que saliera de la tierra donde
se hallaba la torre de Babel. No podemos abarcar este asunto con mucho detalle. Pero si
leemos la experiencia de Abraham, veremos otra vez el tema de la autoridad y la
expresión. La historia de Abraham narra numerosas distracciones y frustraciones.

Más tarde, los descendientes de Abraham salieron de Egipto y llegaron a la tierra de


Canaán, donde pasaron por muchas etapas de degradación. Finalmente, llegó Samuel, y
por medio de él, Dios introdujo el reino y cambió la era. Luego, en los tiempos de
Salomón todavía podemos ver estos dos asuntos: el trono (en cuanto hay un rey, hay un
trono) y el templo. El trono está ligado a la autoridad y al reino; y el templo está ligado a
la expresión y a la gloria. Allí vemos un regreso al deseo original de Dios. Por una parte,
vemos el gobierno de Dios, y por otra, la imagen de Dios y Su expresión.

No mucho después, cuando Salomón envejeció, la condición de Israel volvió a


degradarse. Finalmente, la mayoría de los israelitas fueron llevados en cautiverio a
Babilonia. Para ese entonces ya no había trono, la nación había desaparecido, el templo
había sido completamente destruido y todos sus utensilios llevados a Babilonia. Babel es
una palabra hebrea; Babilonia es su traducción al griego. Ambas palabras se refieren al
mismo lugar en la tierra de Sinar.

Génesis 11 relata cómo los descendientes de Adán llegaron a la tierra de Sinar. Allí
edificaron la ciudad de Babel y la torre de Babel con el fin de oponerse a Dios. Como
resultado, Dios abandonó esa era, es decir, abandonó a los descendientes de Adán y
escogió a Abraham con la intención de que sus descendientes fueran el testimonio de
Dios —para gobernar en nombre de Dios y expresar la gloria de Dios— en la tierra de
Canaán. En el primer capítulo de Daniel se vuelve a mencionar la tierra de Sinar. Los
enemigos habían llevado a los israelitas a la tierra de Sinar otra vez, lo cual significa que
regresaron otra vez a Babel. Vemos repetirse con ellos la historia de Babel. En cuanto
entraron a Babel, estuvieron completamente bajo el gobierno de los hombres y el de los
demonios. Habían santuarios de Caldea en Babel. He dicho anteriormente que los
santuarios de ídolos son lugares donde los demonios se expresan. En aquel entonces,
había desaparecido la nación de Israel, el templo había sido destruido y los utensilios
que eran usados para adorar a Dios habían sido llevados a la tierra de Sinar y puestos en
el santuario de los ídolos de Babilonia. Esto significa que en aquella era ya no se veía la
autoridad de Dios y ya no existía la expresión de Dios. Todo se había derrumbado. Fue
en ese momento que Dios necesitaba a un hombre que cambiara la era.

EL SURGIMIENTO DE HOMBRES QUE CAMBIAN LA ERA


PARA RECOBRAR LA AUTORIDAD
Y LA EXPRESION DE DIOS

Fue en esa coyuntura que surgió Daniel. Y al surgir Daniel, el pueblo de Dios regresó de
Babilonia a Jerusalén. Aquellos que regresaron a Jerusalén pertenecían a dos líneas.
Una línea era la de la autoridad, la cual incluía a hombres como Jeremías y Zorobabel,
quienes eran descendientes de David. Entre ellos también habían algunos gobernadores.
La otra línea era la de los sacerdotes, quienes expresaban la gloria de Dios en el templo.
Hombres como Esdras y Josué, el sumo sacerdote, eran levitas. Por tanto, el regreso del
pueblo de Dios recobró la autoridad y la expresión de Dios. Por un lado, vemos el hecho
de gobernar en nombre de Dios, porque entre los descendientes de David surgieron
gobernadores; y por otro, vemos el hecho de expresar a Dios, porque habían regresado
al servicio sacerdotal y levítico del templo.

Al relatar esto, no es mi intención simplemente contar algunas historias de la Biblia. Mi


único deseo es que entre los hermanos y hermanas jóvenes que están aquí, algunos se
den cuenta de lo que está ocurriendo en el universo. Si vemos lo que está sucediendo en
el universo, espontáneamente recibiremos una carga. Nos daremos cuenta de que
también en la era actual Dios necesita que alguien se levante para cambiar la era, al
igual que lo hicieron Samuel y Daniel. Debemos concordar que la condición de esta era
es como la de Babel y Babilonia, y que la autoridad de Dios ha sido negada en la tierra y
que Su expresión ha sido destruida.

En estas fechas, todo el mundo está celebrando la Navidad. ¡Miren cómo celebran!
Exteriormente, están celebrando el nacimiento santo de Jesucristo, pero en realidad
están en la carne y están satisfaciendo sus concupiscencias. ¡Ningún baile en el mundo
es peor que el baile que se hace en lo que llaman la “nochebuena”! ¡Algunos incluso
llaman a esa fiesta de baile “la fiesta santa”! ¡Así es como los hombres celebran “el
cumpleaños” de Cristo! No solamente los gentiles se comportan de esta manera, sino
que incluso muchos cristianos son arrastrados por la corriente de esta era. Muchos se
envían tarjetas de Navidad, se saludan diciendo “Feliz Navidad” y, con lucecitas,
adornan árboles en sus hogares. Pareciera que si no hacen estas cosas, no están a la
moda. Temo que algunos de los hermanos y hermanas jóvenes también celebraron así
en el pasado. Por favor, recuerden que todas estas cosas forman parte de la degradación.
Actualmente, toda la cristiandad forma parte de la Babel degradada. No existe ningún
indicio del gobierno de Dios ni de la expresión de Dios. El hombre ha caído en una
condición en la que ha abandonado por completo a Dios. En una era de tanta
desolación, Dios necesita que haya jóvenes que se levanten con la finalidad de cambiar
la era.

LOS HOMBRES QUE CAMBIAN LA ERA SON AQUELLOS


QUE SE HAN CONSAGRADO VOLUNTARIAMENTE

Consideremos ahora el caso de Daniel. ¿Cómo usó Dios a Daniel para cambiar aquella
era? En Daniel y en Samuel vemos un principio importante: la consagración voluntaria.
Samuel era un nazareo. Un nazareo era una persona que se había consagrado
voluntariamente (Nm. 6). Podemos ver también el mismo principio en Daniel.
Aparentemente Daniel no era un nazareo, pero en realidad sí lo era, porque un nazareo
no bebía vino ni sidra. ¿Qué significado tiene el abstenerse de vino y de sidra? Significa
no disfrutar de ninguno de los placeres de esta vida. Este es el principio que vemos en
Daniel. El hubiera dicho: “Yo no quiero nada de lo que el mundo considera dulce, alegre
o grato”.

¿Por qué Daniel eligió abstenerse de vino y de sidra, así como abstenerse de todo lo que
el rey solía comer? Porque todas estas cosas tenían que ver con ídolos. Lo que el rey de
Babilonia bebía, al igual que la carne y los granos que él comía, habían sido ofrecidos a
los ídolos. Ese alimento no era limpio conforme a las ordenanzas sobre la limpieza
mencionadas en Levítico 11; así pues, era comida inmunda. Daniel dijo: “No me
contaminaré con esa comida. Los jóvenes del mundo pueden participar de ella, pero yo
no”.

En principio, Daniel y Samuel eran iguales; ambos eran nazareos. Daniel rechazó todo lo
que los hombres disfrutaban y de lo cual se jactaban. Rechazó todo aquello que le
pudiera ofrecer alguna posición en el mundo. Era una persona que se había consagrado
voluntariamente.

Hermanos y hermanas, para que el Señor nos use a fin de cambiar la era no basta con
que tengamos una pequeña medida de búsqueda espiritual o de conducta piadosa.
Todos los que el Señor usa para cambiar la era deben ser nazareos; deben ser aquéllos
que se han consagrado voluntariamente. Creo que ahora todos sabemos lo que significa
la consagración voluntaria. Significa que mientras los demás procuran las cosas del
mundo y disfrutan de éste, nosotros nos separamos de él. Esta separación es una
consagración voluntaria. La Biblia narra que en aquel entonces el rey de Babilonia
escogió un grupo de jóvenes de diversas razas para estar ante él. La oportunidad de ser
escogido era un sueño, porque el rey les daría comida y bebida por tres años con el fin de
que tuvieran un rostro saludable y robusto para estar ante él en el palacio. Aunque
muchos anhelaban obtener tal oportunidad, no les fue concedida. Sin embargo, Daniel y
sus tres compañeros hicieron un voto, diciendo: “Desechamos tal oportunidad. No
disfrutaremos la bebida y la comida de aquí. No podemos ser iguales a los demás;
nuestra posición es distinta. Otras personas no tienen a Dios y no son para Dios, pero
nosotros sí somos para Dios”.

En aquel entonces, es probable que Daniel fuera un joven en sus años adolescentes; sin
embargo, con él se recobró tanto el ejercicio de la autoridad de Dios como la gloria de
Dios. Este joven, junto con sus tres compañeros, aceptó la autoridad de Dios y se
mantuvo bajo la autoridad de Dios. Pero eso no es todo, pues en ese grupo de jóvenes
también podemos ver el templo de Dios y la expresión de Dios. Cuando los tres amigos
de Daniel se rehusaron a adorar a los ídolos, en realidad, ¡estaban proclamando que
ellos expresaban a Dios! Parecía que estaban declarando: “Aunque es cierto que estamos
en la tierra de Sinar, no somos el pueblo de Sinar. Es cierto que estamos en Babel, pero
somos los descendientes de Abraham. No adoraremos a los ídolos aquí. Queremos
testificar del Dios de la gloria. ¡Queremos que el Dios de la gloria se exprese en
nosotros!” Aquel día, los tres amigos de Daniel expresaron plenamente a Dios ante los
ídolos. La Biblia relata que, después que el rey de Babilonia los echó al horno de fuego
ardiendo, él vio que las tres personas que había echado al fuego llegaron a ser cuatro
personas (Dn. 3:23-25). El aspecto de la cuarta persona era como la del Hijo de Dios.
Por favor, recuerden que esta persona era Dios mismo que estaba con ellos y en medio
de ellos, expresándose a través de ellos en el horno.

Por supuesto, debemos darnos cuenta de que ellos expresaron a Dios de esta manera
porque se sometieron a Su autoridad. Aún cuando toda la tierra negaba la autoridad de
Dios, ellos aceptaban Su autoridad. Aún cuando toda la tierra tenía a los hombres como
reyes, ellos tenían a Dios como su Rey. Toda la tierra comería y bebería lo que el rey de
Babilonia les dijera que comieran y bebieran, ya que les importaba todo lo que el rey
decía. Pero esos cuatro jóvenes dijeron: “No, no estamos bajo la autoridad del rey de
Babilonia, sino bajo la autoridad de Jehová. Sus palabras son las únicas que cuentan. Si
lo que dice el rey de Babilonia se conforma a lo que dice Dios, obedeceremos; si no, no
obedeceremos. No podemos ir en contra de Jehová al obedecer al rey de Babilonia”. Por
lo tanto, no se trata de comer o beber, sino de quién rige a los hombres. Si leemos el
libro de Daniel cuidadosamente, veremos que Daniel y sus amigos verdaderamente se
sometieron a la autoridad de Dios y verdaderamente permitieron que Dios se expresara
por medio de ellos. Ya sea que fueran prisioneros en la tierra del cautiverio, que fueran
echados al horno, o incluso que fueran echados en el foso de los leones, ellos dejaron
que la gloria de Dios se expresara completamente.

¿Cómo podían ser ellos así? Debido a que se consagraron voluntariamente. Al parecer,
Dios nunca había llamado a Daniel ni tampoco se le había aparecido. (Desde luego,
creemos que Dios estaba obrando allí de una manera oculta.) Lo que vemos en el libro
de Daniel es que estos hombres se ofrecieron a Dios voluntariamente.

Para cambiar la era, Dios necesita que el hombre se consagre voluntariamente. En casi
todos los casos donde hay un cambio de era, no es el Espíritu Santo quien directamente
llama y busca a los hombres (Juan el Bautista es la excepción). Por el contrario, Dios nos
muestra que siempre que hay un cambio de era, El opera de manera velada, de una
manera que no resulta tan evidente a los ojos de los hombres. Lo único que es obvio es la
consagración voluntaria del hombre. Con Daniel y sus tres amigos, no vemos la obra
externa del Espíritu Santo. Lo que vemos es la consagración voluntaria de estos
hombres.

La situación de aquel entonces mostraba que la nación de Israel se encontraba en


cautiverio, que el templo había sido destruido y que todos los utensilios del templo se
habían perdido. La autoridad de Dios, Su gloria y Su expresión habían desaparecido de
la tierra. Todos los hombres habían rechazado la autoridad de Dios y se hallaban bajo la
autoridad del rey de Babilonia; expresaban a los demonios y estaban involucrados con
los demonios. Hasta la comida que comían y el vino que bebían habían sido ofrecidos a
los demonios y estaban contaminados y eran inmundos. Sin embargo, en esa coyuntura
Daniel y sus tres amigos (quienes eran muy jóvenes, pues probablemente Daniel no
tenía más de veinte años) se levantaron y dijeron: “Aún cuando toda la tierra rechace la
autoridad de Dios, nosotros nos sujetaremos a la voluntad de Dios. Aún cuando toda la
tierra esté involucrada con los demonios, nosotros estaremos involucrados con Dios.
Nosotros estamos aquí para expresar a Dios. Aún cuando el mundo entero se deje llevar
por la corriente, nosotros cuatro iremos en contra de la corriente y ascenderemos. No
podemos descender con la corriente. Por lo contrario, iremos en contra de la corriente y
ascenderemos”. ¡Hermanos y hermanas, éste es el secreto para que Dios use a una
persona a fin de cambiar la era! Hoy, ustedes también pueden ser usados por Dios para
cambiar la era, pero el secreto yace en que tienen que estar dispuestos a consagrarse.
LA NECESIDAD DE QUE LOS JOVENES
SE CONSAGREN VOLUNTARIAMENTE
PARA SER UN ANTITESTIMONIO EN ESTA ERA

Hermanos y hermanas, mientras consideraba en la presencia del Señor qué


compartirles, tuve un sentimiento intenso de que debía hacerles entender a los jóvenes
la importancia de cambiar la era, y que también debía enseñarles a los hermanos y
hermanas jóvenes qué clase de personas Dios usa para cambiar la era. Las personas que
Dios usa son aquellas que se han consagrado voluntariamente. Mientras todos los
demás se van degradando, algunas personas se mantienen firmes como un
antitestimonio.

El libro entero de Daniel constituye un antitestimonio en contra de aquella era. Todos


los demás comían la carne y bebían el vino provistos por el rey, pero estos cuatro no.
Todos los demás adoraban ídolos, pero estos tres no. Los demás habían dejado de orar
debido al decreto del rey, pero ¡Daniel seguía orando con la mira puesta en Jerusalén,
arrodillándose tres veces al día delante de Dios! Este es un antitestimonio.

Hermanos y hermanas, permítanme decirlo otra vez. ¿Qué clase de personas pueden ser
usadas por Dios para estar firmes en contra de esta era? ¡Son las que se han consagrado
voluntariamente! Podemos ver este principio básico tanto en Samuel como en Daniel.
Debemos decir: “No puedo hacer las cosas que el mundo hace. No puedo tomar el
camino que el mundo toma. El mundo sigue la corriente de esta era, pero yo no puedo
seguirla”.

Jóvenes, deben darse cuenta de que el testimonio de Dios, que incluye Su autoridad y Su
gloria, ha sido destruido por la corriente del mundo. Todo aquel que Dios usa para
cambiar la era debe ser uno que se ha consagrado voluntariamente en medio de esta
corriente. Es uno que se levanta y proclama a todos, diciendo: “Yo no seguiré esta
corriente. Yo seré uno que irá en contra de la corriente”. Si hacen esto, la autoridad y la
gloria de Dios se expresarán por medio de ustedes.

Al leer el libro de Daniel, nos daremos cuenta de que la autoridad y la gloria de Dios
estaban con Daniel. Daniel realmente llegó a ser el trono y el templo de Dios. En Daniel
vemos el gobierno y la expresión de Dios. Incluso los gentiles que adoraban ídolos
vieron en Daniel la gloria y el gobierno de Dios. No es de extrañar que por medio de una
sola persona, Daniel, Dios pudo finalmente llevar a los israelitas de regreso a Jerusalén
y, así, recobrar Su autoridad y Su templo entre ellos. Ese cambio decisivo se debió
completamente a Daniel, porque él era una persona que se había consagrado
voluntariamente. El estuvo dispuesto a estar firme en contra de la corriente imperante y
a dar testimonio de Dios. El era un joven que Dios pudo usar para cambiar la era. ¡Que
Dios levante jóvenes como Daniel para que satisfagan la necesidad de esta era!

CAPITULO DOS

LAS CARACTERISTICAS DE LOS


HOMBRES QUE CAMBIAN LA ERA

Lectura bíblica: Dn. 2:17-18; 6:10-11, 19-22, 26; 9:1-4, 20, 17; 10:2-3, 12-13; 12:13

Hoy consideraremos las características de los hombres que cambian la era. En otras
palabras, veremos las razones por las que tales hombres, los que cambian la era, son
usados por Dios. Podemos ver en Samuel qué clase de persona es la que Dios usa para
cambiar una era. Y basándonos en lo relatado en el libro de Daniel, podemos descubrir
más razones por las cuales un hombre es usado por Dios.

Al leer el libro de Daniel, son muchos los que prestan atención a las profecías que éste
contiene. Indudablemente, una gran parte del libro de Daniel se compone de profecías.
Pero aún más importante que la función de mostrarnos las profecías, es la función que
este libro cumple al mostrarnos la posición crucial de una persona que, en medio del
conflicto entre Dios y Satanás, fue usada por Dios para cambiar la era.

En el conflicto que hay entre Dios y Satanás, el hombre efectivamente ocupa una
posición muy crucial. En el libro de Daniel, podemos ver que Dios tiene Su plan y que
Satanás lo resiste. Dios quiere lograr Su propósito en la tierra; sin embargo, Satanás
intenta de muchas maneras frustrar y destruir el plan de Dios. Y al estar entre los dos, el
hombre ocupa una posición especial. Si el hombre asume la posición correcta, se
cumplirá el plan de Dios y será destruida la trama sutil de Satanás. Pero si el hombre no
asume la posición correcta, el plan de Dios será obstaculizado y la trama de Satanás
tendrá éxito.

El libro de Daniel describe de manera específica la posición crucial que el hombre ocupa
en el conflicto que hay entre Dios y Satanás. Dicha posición determina si habrá un
cambio de era. Dicha posición puede causar que la voluntad de Dios triunfe y que
Satanás fracase, o puede causar que la trama sutil de Satanás tenga éxito y que Dios se
vea estorbado. Por tanto, podemos decir que la posición que el hombre asume,
determina si una era cambiará o no. El hombre está entre Dios y Satanás. Si el hombre
asume la posición correcta, Satanás perderá el control que ejerce sobre esa era y no
podrá impedir que ocurra un cambio de era. Esto es lo que nos muestra el libro de
Daniel.
Ahora, consideremos algunas de las características de Daniel, las cuales permitieron que
Dios lo usara para cambiar la era. Creo que el Señor usará este mensaje para otorgarnos
gracia y operar entre nosotros.

LA PRIMERA CARACTERISTICA:
SEPARARSE DE UNA ERA QUE SIGUE A SATANAS

La primera característica de Daniel fue que se separó de una era que seguía a Satanás.
Todo aquel que desea ser usado por Dios para cambiar la era, debe ser tal persona.
Tenemos que saber que todas las personas de esta era recorren el mismo camino y son
arrastradas por la misma corriente. Este camino sigue a Satanás, pues él lo inició y lo
promovió. Este camino, definitivamente, no tiene nada que ver con Dios y siempre va
cuesta abajo. En el libro de Daniel, podemos reconocer una situación así.

Espero que los hermanos y hermanas jóvenes presten atención a un asunto cuando lean
la Biblia: no podemos meramente estudiar un pasaje bíblico separado de su contexto,
sino que necesitamos captar primero el cuadro presentado en toda la Palabra. El libro de
Daniel es corto, y debido a que muchas de sus descripciones son breves, debemos
procurar cuidadosamente entender el significado oculto que encierra.

Por ejemplo, desde el principio de la narración, podemos ver el cuadro de un lugar


llamado Sinar. La tierra de Sinar era un lugar donde los hombres se sublevaron y se
rebelaron contra Dios. Desde Génesis hasta Apocalipsis, vemos que la mayoría de los
casos de rebelión en contra de Dios ocurrieron en Sinar, que es Babilonia (Babel). En
Babilonia vemos a un gobernante, a un líder, que tenía dominio en aquella época sobre
las regiones más poderosas de la tierra. Podemos decir que en aquel entonces, toda la
tierra estaba bajo el dominio del rey de Babilonia. Por tanto, este cuadro nos muestra
que el mundo entero está bajo el dominio de Satanás. El rey de Babilonia tipifica a
Satanás.

En Babilonia no había templo, sino sólo santuarios de ídolos. Babilonia era el lugar
donde se originaron los ídolos y también era el lugar donde más predominaban los
ídolos. Toda la adoración a ídolos que existe en este mundo se originó en Babel, que es
Sinar y Babilonia. Desde el primer capítulo de Daniel podemos ver que el mundo entero
estaba bajo la autoridad del rey de Babilonia; todos servían al dios de Babel, estaban
bajo el dominio de Satanás e incluso lo adoraban. El mundo entero estaba en esa
condición. Entre ellos había un pueblo, los israelitas, que debía haberse separado de esa
era. Los israelitas no pertenecían a Babilonia; no debían haber estado bajo la autoridad
de Babel, ni tampoco debían haber adorado a los dioses de Babel. Originalmente vivían
en la tierra de Canaán, un lugar alejado de Babilonia. Ellos no tenían ningún santuario
de ídolos, sino que sólo tenían el templo y adoraban únicamente a Dios. Sin embargo,
durante la época que se describe en el primer capítulo de Daniel, también los israelitas
habían sido llevados al mundo de Babel. El pueblo que había sido separado para Dios,
ahora estaba cautivo y era arrastrado por la corriente de Satanás. Por tanto, para aquel
entonces todos, tanto los gentiles como los israelitas, estaban bajo el gobierno de Babel y
adoraban a los dioses babilónicos. En otras palabras, todos cayeron bajo el gobierno de
Satanás y seguían a Satanás.

Este es el cuadro que se nos presenta al comienzo del libro de Daniel. Dicho cuadro nos
muestra claramente que el mundo entero estaba bajo el gobierno de Babilonia y adoraba
al dios de Babilonia. Por consiguiente, la autoridad de Dios fue puesta a un lado y la
gloria de Dios no era expresada. Por el contrario, Satanás tenía el dominio y gobernaba;
él se expresaba y era adorado por los hombres. Este es el cuadro presentado en Daniel 1.

En aquel entonces, aunque Daniel y sus tres amigos eran muy jóvenes, ellos se
levantaron para ser un antitestimonio, un testimonio contrario a esa era. Este
antitestimonio es una separación. En cuanto se levantaron como un antitestimonio,
hubo una clara separación entre ellos y el mundo. Era como si los demás alzaran una
bandera negra, y ellos, una blanca. Al leer Daniel 1, debemos entender el significado de
tal cuadro. Estos hombres no siguieron en absoluto la corriente de Babilonia, ya que
ellos se habían separado de la era que seguía a Satanás. No podían comer lo que otros
comían; no podían beber lo que otros bebían; no podían hacer lo que otros hacían.
Claramente, ellos eran diferentes a los demás en todo. No sé si los jóvenes se han dado
cuenta al leer este libro que Daniel, aún después de envejecer, seguía siendo una
persona que estaba separada del mundo. El hizo lo que las otras personas del mundo no
harían. Además, él no hizo lo que el mundo hacía. Siempre hubo una separación entre él
y el mundo.

Jóvenes, deben darse cuenta de que la era actual es la misma que la de Daniel; no existe
ninguna diferencia. No sólo los gentiles están bajo el gobierno de Babilonia, incluso el
así llamado pueblo de Dios, lo que se conoce como el cristianismo, también está en
cautiverio. ¡Esto es particularmente cierto durante las navidades, cuando toda la
cristiandad es llevada en cautiverio a seguir la misma corriente! Todo el mundo anda en
el mismo camino, y todos son arrastrados por la misma corriente. No sólo vemos que
todos en el mundo bailan, sino que incluso los que están en la cristiandad también
bailan. Hasta los bailes han sido introducidos en el cristianismo.

Por tanto, todo el mundo, tanto los gentiles como el pueblo de Dios, ha sido arrastrado
por esta corriente; todos se someten a la misma autoridad y adoran a los demonios. En
aquel entonces, los israelitas sólo eran israelitas exteriormente, pues en realidad no eran
muy diferentes de los babilonios. Comían lo que comían los babilonios; bebían lo que
bebían los babilonios; adoraban cualquier ídolo que adoraban los babilonios. La
situación es la misma hoy en día. Muchas personas son cristianas exteriormente, pero
en realidad adoran a los demonios. Ellos hacen lo que hacen los gentiles; adoran lo que
adoran los gentiles; tienen en alta estima lo que los gentiles tienen en alta estima.
Debido a esto, la corriente del mundo entero está bajo el gobierno de Satanás. Hoy,
Satanás tiene cautivo a todo el mundo y le ha impedido a Dios hacer algo en la tierra.

Satanás no podrá impedir la voluntad de Dios, a menos que primero usurpe al hombre.
Asimismo, Dios no podrá cumplir Su plan, a menos que primero gane al hombre para Sí.
Efectivamente, pues, el hombre ocupa una posición muy importante al estar entre Dios
y Satanás. Puesto que Satanás tiene a todos en cautiverio, la primera característica de
una persona que es usada por Dios para cambiar la era, deberá ser la de alguien que ha
asumido una posición firme y que definitivamente se ha separado del mundo. Tal
persona debe levantarse y declarar: “Yo no puedo hacer lo que el mundo hace. No puedo
comer y beber lo que otros comen y beben. No puedo andar como ellos andan. No puedo
participar en la clase de vida que ellos viven. Siempre he de diferir de ellos en algo”. La
primera característica de aquellos que cambian la era es que se mantienen
incondicionalmente del lado de Dios. Dicha persona percibe todo lo que pertenece a la
corriente de esta era. No sólo se abstiene de seguir esas cosas, sino que también su
corazón se entristece y arde a causa de ellas. Con respecto a muchas cosas, se mantiene
firme en una posición de separación y llega a ser un antitestimonio.

Los jóvenes son los más propensos a seguir el modo de vivir de los demás. Sin embargo,
lo primero que Daniel venció tenía que ver con el modo de vivir, o sea, con lo
relacionado al comer y al beber. Muchas veces los jóvenes sienten que, ya que otros
pueden hacer algo, ellos también pueden hacer lo mismo. Sienten que, puesto que todos
los demás lo están haciendo, está bien que ellos lo hagan también. Por favor recuerden
que si nos conducimos así, seremos completamente inútiles para Dios en lo que respecta
a cambiar la era. Esto se debe a que no nos pondremos del lado de Dios, sino del lado de
Satanás. Si hacemos esto, nunca podremos ser usados por Dios para cambiar la era.

Por tanto, debemos separarnos de aquellos que están en el mundo. Debemos estar
firmes y ser un antitestimonio. Aunque la corriente de este mundo es descendente,
nosotros, en nuestro interior, estamos firmemente erguidos en contra de tal corriente.
Otros pueden jugar y divertirse, pero nosotros no haremos lo mismo. Los demás pueden
tener todo tipo de antojos, pero nosotros no. Por supuesto, no estoy sugiriendo que
seamos personas extrañas. Eso no es lo que quiero decir. Sin embargo, debemos
recordar que en una era en que la corriente nos arrastra hacia abajo, debemos ser
personas que se han separado del mundo a fin de ser usadas por Dios para cambiar la
era; debemos ser capaces de permanecer firmemente erguidos como un testimonio
contrario a esta era y a favor de Dios. Esta es la primera característica que se requiere.

LA SEGUNDA CARACTERISTICA:
UNIRSE AL DESEO DE DIOS A TRAVES DE SU PALABRA

Daniel no sólo era una persona que leía la Palabra de Dios con regularidad, sino una
persona que estaba unida a la Palabra de Dios. Esta es la segunda característica. El no
leía la Palabra de Dios con el propósito de adquirir conocimiento o meramente para
conocer la voluntad de Dios; más bien, leía para recibir y guardar los mandamientos de
Dios. Debemos creer que él rechazó la comida y la bebida del rey de Babilonia porque
había leído los cinco libros de Moisés. Debió haber leído en Levítico y Deuteronomio
acerca del alimento limpio e inmundo. Al mismo tiempo, debía haber descubierto que el
pueblo de Dios no podía participar de ningún alimento ofrecido a los ídolos. Puesto que
leyó estos mandamientos y, por tanto, conocía el deseo de Dios, los aceptó y los aplicó a
sí mismo. Por consiguiente, Daniel no tenía las Escrituras como algo ajeno a él. No se
limitó a estudiar la Biblia meramente.

Cuando leyó en el libro de Jeremías que Dios había ordenado setenta años de cautiverio
para los israelitas y que después de setenta años Dios volvería a bendecirlos,
inmediatamente ayunó y oró. No leyó las Escrituras de una manera muerta. Tan pronto
como tocaba el deseo de Dios a través de la Palabra, se unía inmediatamente a ese
deseo.

Esta es la manera en que Daniel leía la Biblia. Debido a esto, podía ser tocado por cada
palabra, por la luz y por la enseñanza contenida en la Biblia. Después de haber leído el
libro de Levítico, ya no pudo comer el alimento inmundo. Después de haber leído el
libro de Jeremías, no pudo más que ayunar y orar por la restauración del pueblo de
Dios. El se hizo uno con todo lo que la Palabra le mostraba. Hermanos y hermanas, por
favor recuerden que toda persona que Dios usa para cambiar la era, tiene que tener tal
característica. Cuando leemos la Palabra de Dios, debemos aprender a no estudiarla
para adquirir erudición o cierto conocimiento, sino para conocer el deseo de Dios en Su
Palabra. Y cada vez que descubramos lo que Dios desea, debemos inmediatamente
unirnos a ese deseo.

Creo que muchos hermanos y hermanas jóvenes leen la Biblia con regularidad. Sin
embargo, me temo que cuando usted lee la Biblia, ésta sigue siendo la Biblia y usted
sigue siendo usted. Por ejemplo, la Biblia claramente dice que un creyente y un
incrédulo no deben unirse en yugo desigual. Este asunto se revela claramente. Sin
embargo, después de leer esto en la Biblia, puede ser que usted aún haga amistades
entre los incrédulos. Esto significa que la Biblia es la Biblia y usted es usted. La Biblia no
afecta su modo de vivir, ni usted se hace uno con la Biblia. Usted lee claramente en la
Biblia que Dios, conforme a Su voluntad, prohíbe a Sus hijos unirse en yugo desigual
con los incrédulos en todo aspecto. No debe hacer amistades con los incrédulos, y
mucho menos, contemplar la posibilidad de casarse con un incrédulo. Sin embargo, a
pesar de ello, usted sigue cultivando la amistad con los incrédulos e incluso admite la
posibilidad de casarse con uno de ellos. Esto significa que su manera de vivir es
totalmente ajena a la Biblia. Tal persona no puede cambiar la era, ni tampoco puede ser
un testimonio en contra de una era que continuamente se degrada. Para constituirse en
antitestimonio, uno debe leer la Palabra de Dios, tocar el deseo de Dios en Su Palabra y
hacerse uno plenamente con dicho deseo.

Actualmente, la corriente del mundo entero es contraria al deseo de Dios. Si en su


interior usted ha tocado el deseo de Dios, la manera en que usted vive deberá constituir
un antitestimonio, o sea un testimonio contrario a esta era y su corriente. Si usted lee 2
Corintios 6:14 y ve que Dios desea que los incrédulos y los creyentes no se unan en yugo
desigual, inmediatamente debe decir: “¡Amén!”. De ahí en adelante debe tomar la
decisión de ya no hacer amistad con ningún incrédulo, porque eso es lo que Dios desea.
Aunque algunos hermanos y hermanas entre ustedes aún sigan haciendo amigos entre
los incrédulos, usted ya no puede hacerlo. Usted se mantendrá firme como un
antitestimonio. Tan pronto usted vea en la Palabra de Dios lo que El desea, debe unirse
a ese deseo.

Hermanos y hermanas, ésta era una de las características de Daniel. El no era como
muchos lectores de la Biblia, que leen la Biblia sin que esto les afecte de manera
personal. No tocaremos el deseo de Dios si leemos la Biblia así. Debido a que usted, al
leer la Biblia, se mantiene ajeno a ella, la Biblia nunca formará parte de su ser. La
lectura de la Biblia no es de provecho para quienes la leen de esa manera. Al leer la
Biblia, debemos hacernos uno con la Palabra de Dios y vivir conforme a ella. Cada vez
que usted descubra en Su Palabra lo que Dios desea, inmediatamente debe hacerse uno
con dicho deseo en temor y temblor. Esta es la segunda característica que encontramos
en Daniel. Toda persona que Dios usa para cambiar la era debe poseer esta
característica. ¡Sólo aquellos que se hacen uno con la Palabra de Dios pueden ser
realmente de utilidad a Dios!

LA TERCERA CARACTERISTICA:
COOPERAR CON DIOS A TRAVES DE LA ORACION

Vemos en Daniel una tercera característica. El era un hombre que siempre oraba. Sus
oraciones no eran nada comunes, sino que eran oraciones que cambiaron la era. Cada
vez que se encontraba con un asunto crucial, él oraba ante Dios. El creía completamente
en la oración. La razón por la cual Daniel creía en la oración, se debía a que él creía en
Dios y no en sí mismo.

A partir del capítulo dos, el libro de Daniel menciona las oraciones de Daniel. Por
supuesto, estoy seguro que él también oró en el capítulo uno. Ya que Daniel sólo comía
vegetales, creo firmemente que él oraba todos los días. Daniel declaró ante Dios y
Satanás que la salud de su cuerpo no dependía en lo absoluto de la comida y la bebida de
los gentiles. El creía solamente en el cuidado que Dios le daba. Debido a esto, él y los
otros tres jóvenes podían ser fuertes aunque sólo comieran vegetales. El confiaba
plenamente en el cuidado de Dios y debió haber orado mucho.

El cuadro que encontramos en el capítulo dos, nos muestra que todos los habitantes de
la tierra desconocían las cosas de Dios. No solamente los magos babilonios eran
ignorantes, sino también los israelitas. ¿Por qué eran ignorantes? Porque estaban bajo el
gobierno de Satanás y seguían a Satanás. Aquí vemos que Dios intervino para vindicar a
Daniel y a sus tres amigos, mostrando así que ellos eran distintos a todos los demás.
Nadie sobre la tierra conocía las cosas profundas de Dios, sino sólo Daniel. En el
capítulo uno, fueron Daniel y sus tres amigos los que se separaron del mundo. En el
capítulo dos, fue Dios quien los vindicó. La separación descrita en el capítulo uno se
llevó a cabo cuando ellos mismos se mantuvieron firmes, y la separación descrita en el
capítulo dos la llevó a cabo Dios a favor de ellos.

Aquí vemos cómo Dios preparó un determinado ambiente. El causó que el rey de
Babilonia tuviera un sueño. Lo extraño es que el rey sabía que había soñado, pero
después de despertar no pudo recordar lo que había ocurrido en el sueño. Por tanto,
convocó a todos los magos de Babilonia, así como también a todos los sabios y eruditos.
Ninguno de ellos pudo contar el sueño o explicarlo. Este cuadro nos muestra que
ninguno de los seguidores de Satanás en la tierra puede comprender las cosas profundas
de Dios. Fue en aquel momento que Dios vindicó a Daniel. El les mostró a todos que allí
se encontraba una persona que había sido especialmente separada del mundo. Daniel
era respaldado por Dios, apto para ser usado por Dios y capaz de anunciar el misterio de
Dios.

Aquí hay un principio que debemos ver y al cual debemos asirnos. La persona que Dios
usa para cambiar la era es una persona que coopera con Dios. Y la expresión máxima de
uno que coopera con Dios son sus oraciones.

Antes que el rey de Babilonia llamara a Daniel, declaró que si ninguno de los magos o
eruditos de Babilonia podía explicar el sueño, los destruiría a todos ellos. Entre los que
serían destruidos estaban Daniel y sus tres amigos. Estoy seguro que Daniel les dijo a
sus tres amigos que oraran con él. En esos momentos, ellos le proveyeron a Dios la más
elevada cooperación; le proveyeron a Dios la más elevada coordinación. En esa oración
de corazón puro y sincero, Dios le reveló el sueño a Daniel. Era el sueño del rey de
Babilonia, pero ahora Daniel también lo veía. Daniel, en oración, no sólo vio ese sueño
sino que también entendió su significado. Esto muestra que Daniel era una persona que
vivía delante de Dios; él dependía de la oración para hacer lo que el hombre no podía
hacer, y dependía de la oración para entender lo que el hombre no podía entender. El
era una persona que cooperaba con Dios en oración.

Podemos estar seguros de que Daniel, de no haber orado, no habría visto el sueño ni
entendido su significado. La única razón por la cual él fue capaz de ver el sueño del rey
Nabucodonosor, así como de conocer su significado, fue porque era una persona que
vivía en oración. Por tanto, a través de la oración, Daniel le proporcionó a Dios la
cooperación más elevada. Algunas veces me viene a la memoria la manera en que se
imprimen los libros. Si usted visitara un taller de imprenta, en la prensa encontraría
unas placas llenas de tipos que han sido colocados en su debido orden, y bajo tales
placas se encuentra el papel. Cuando empieza a funcionar la prensa, las hojas de papel
son impresas con los tipos, las letras, que están en las placas. Si el papel no está bien
alineado, nada podrá ser impreso. Si el papel no está exactamente en la posición
adecuada, la imagen no aparecerá correctamente. Por tanto, si usted desea que las
placas estampen el papel correctamente, deberá colocar el papel en la posición correcta.
Asimismo, podríamos comparar el deseo de Dios con una placa. El sueño de
Nabucodonosor era como una placa cuyos tipos habían sido colocados de tal modo que
expresaban el deseo de Dios. La placa estaba allí, pero era necesario que Daniel fuera
como una hoja de papel que estuviese en la posición correcta. Si el papel estaba colocado
correctamente, entonces el sueño, como una placa acerca del deseo de Dios, podría
espontáneamente ser impreso en el papel. La posición correcta que le permitió a Dios
imprimir Su deseo sobre Daniel, era la oración. Si Daniel y sus tres amigos no hubieran
orado en aquel entonces, sino más bien hubieran estado ocupados con otras cosas,
habrían sido como el papel colocado incorrectamente. Si el papel hubiera estado en la
posición equivocada, habría sido imposible imprimir en él las letras de la placa. Pero,
cuando Daniel retornó de su audiencia con el rey de Babilonia, estoy convencido de que
lo primero que hizo fue orar con sus tres amigos. En esa oración, Dios imprimió Su
deseo en Daniel.

El libro de Daniel nos muestra que Daniel era una persona que podía orar. Lo que
Satanás quería impedir era la oración de Daniel. La oración de Daniel conmovía el
corazón de Dios y era capaz de llevar a cabo el plan de Dios. Así que, Satanás
expresamente quería frustrar dicha oración y destruirla. Especialmente el capítulo seis
nos muestra que Satanás quería perjudicar a este hombre de oración, valiéndose para
ello de los hombres que estaban bajo su dominio. Satanás por lo menos trató de destruir
la oración de Daniel e inutilizarlo para la oración.

Recordarán la historia del rey Darío, quien decretó que por treinta días cualquiera que
hiciera súplicas a cualquier Dios u hombre que no fuera el rey, sería lanzado al foso de
los leones. La estrategia sutil de Satanás fue usar a los hombres cercanos al rey Darío
para atacar a Daniel, especialmente para impedir que Daniel continuase orando y,
finalmente, para hacer que Daniel, el hombre de oración, cayera en una trampa. ¿Cómo
respondió Daniel a esto? El continuó orando como siempre y no se sintió amenazado en
absoluto. La Biblia dice claramente que: “Se arrodillaba tres veces al día, y oraba y daba
gracias delante de su Dios, como lo solía hacer antes” (Dn. 6:10). Nada podía detener las
oraciones de Daniel. Si Daniel no hubiese orado, habría fracasado. Siempre y cuando
Satanás lograra destruir e impedir la oración de Daniel, Satanás habría triunfado. Por
tanto, la oración de Daniel era como una fortaleza en medio del campo de batalla.

Debemos darnos cuenta de que esta oración de Daniel dio lugar a que Dios se
manifestara como el Dios viviente. En el caso de Daniel, Dios verdaderamente se
manifestó como el Dios viviente. Y esta manifestación de Dios se debió a las oraciones
de Daniel.

En el capítulo nueve vemos que tan pronto como Daniel leyó y descubrió que Dios
deseaba que los israelitas regresaran del cautiverio después de cumplirse setenta años,
inmediatamente ayunó y oró. Algunos tienen el concepto erróneo de que, puesto que
Dios ya había hablado y ya había dispuesto que los israelitas regresaran del cautiverio
después de setenta años, ¿porqué habría necesidad de más oración? ¿Acaso no había
dicho Dios que El haría retornar a los israelitas? Efectivamente, es cierto que Dios había
prometido traer de regreso a los israelitas una vez que se hubiesen cumplido los setenta
años; sin embargo, todavía era necesario que el hombre orara. Si Dios no encontraba un
hombre que orara por esto en la tierra, hubiera sido difícil que ocurriera el retorno de
los israelitas después de los setenta años. Daniel satisfizo la necesidad que Dios tenía;
verdaderamente, él fue un hombre que cooperó con Dios a través de la oración.

En el capítulo diez vemos que Daniel no sólo era una persona que oraba, sino una
persona que oraba persistentemente. El oraba pidiendo que Dios le concediera
entendimiento y dirección. Daniel oró y oró, con suma perseverancia. La Biblia dice que
Dios respondió a su oración el primer día de su petición. Desde el primer día, Dios había
contestado su oración al enviarle un ángel que le mostrara lo que les iba a ocurrir a los
hijos de Israel. Pero cuando el ángel llegó a los aires, tuvo que enfrentarse al príncipe de
Satanás, quien lo resistió. Así pues, se libró una batalla. En otras palabras, cuando el
Dios del cielo estuvo a punto de unirse al hombre en la tierra, surgió la resistencia de
Satanás y hubo una batalla de veintiún días. Aunque Dios ya había escuchado la oración
de Daniel, Satanás opuso resistencia en los aires y no permitía que la respuesta de Dios
llegara a Daniel. Sin embargo, Daniel era una persona que oraba persistentemente. El
persistió en la oración por tres períodos de siete días. Como consecuencia, el ángel llegó
a decirle cómo Dios había escuchado su oración y qué medidas tomaría con respecto a
Su pueblo.

Todo esto nos muestra que Daniel era una persona que oraba. El oraba todos los días, y
oraba por todo. Una vez le pregunté a un hermano joven si oraba, y el dijo: “Oro todos
los días”. Le pregunté: “¿A qué hora del día ora?”, y el dijo: “Oro tres veces al día, antes
de cada comida”. Yo diría que las oraciones que hacemos antes de cada comida no
cuentan como oraciones. Esa clase de oración no es de mucha utilidad porque sólo se
ora por la comida. Pero la oración de Daniel no era en absoluto la clase de oración que se
hace por la comida. El siempre oraba con un propósito único y nunca oraba por sí
mismo.

La oración de Daniel alcanzó la cumbre más elevada, pues le pedía a Dios en beneficio
de Dios mismo. Daniel oró: “Haz que tu rostro resplandezca sobre tu santuario asolado,
por amor del Señor” (Dn. 9:17). Espero que marquemos con un círculo las palabras “por
amor del Señor”. Podemos ver que Daniel oraba absolutamente en beneficio de Dios y
no para sí mismo. Parece que le decía a Dios: “Mi suplicación aquí hoy no es para mí,
sino para Ti. Aunque te estoy pidiendo que hagas algo, no es para mí mismo, sino para
Ti”. Esta es una oración muy especial; también constituye la más elevada de las
oraciones. Nuestras oraciones son noventa y nueve punto nueve por ciento para
nosotros. Muy pocas de ellas son para Dios. Sólo una persona como Daniel, que oraba a
Dios con un corazón puro y sincero, puede ser usada por El para cambiar la era.

LA CUARTA CARACTERISTICA:
NO IMPORTARLE SU PROPIA VIDA

Aún hay una cuarta característica. Daniel era una persona dispuesta a sacrificarse a sí
mismo y morir como un mártir. Desde el primer capítulo hasta el último, el libro de
Daniel nos muestra que una persona que está bajo la autoridad de Dios y que es usada
por El para cambiar la era, es alguien que se sacrifica a sí misma. Todos los incidentes y
hechos nos muestran que Daniel era una persona a quien no le importaba su propia
vida. Por ejemplo, cuando escogió sólo comer vegetales, no tenía necesariamente la
certeza de que iba a ser fortalecido en su cuerpo físico. Si cuanto más comía, más
adelgazaba, moriría por decreto del rey de Babilonia. Sin embargo, no le importaba la
vida ni la muerte. El sabía que la comida inmunda, la comida sacrificada a ídolos, no
podía entrar en su boca, y además, no se dejaría contaminar y guardaría la palabra de
Dios. Debido a esta palabra, estaba dispuesto incluso a perder su propia vida.

Luego, el rey Darío decretó que por treinta días nadie en el reino podía hacerle una
petición a Dios o a los hombres. Sin embargo, Daniel siguió orando. Aun si lo lanzaran al
foso de los leones, todavía seguiría orando. Desde la perspectiva humana, él realmente
tenía un espíritu de mártir.

Hermanos y hermanas, todos aquellos que tienen miedo de lo que les pueda ocurrir, que
tienen miedo de lo que pueda venir de cualquier dirección, o miedo de esto y de lo otro,
no pueden ser usados por Dios para cambiar la era. Por favor, no me mal interpreten.
Permítanme decirlo claramente. Todo aquel que Dios usa para cambiar la era no le teme
ni al cielo ni al infierno, o sea, no le teme a nada. Solo teme una cosa, a saber, ofender a
Dios y perder Su presencia. Todo aquel que se esconde, da marcha atrás, se vuelve débil
y cambia de parecer al enfrentarse con dificultades, no es útil en las manos de Dios. Dios
no puede usar a los cobardes. Todos aquellos que Dios usa para cambiar la era, son
personas valientes. No son valientes de una manera desordenada o natural, sino que son
valientes porque temen a Dios y son osados en lo que respecta a enfrentar dificultades.

En el pasado, leí un poco acerca de la historia de la Reforma que se inició con Martín
Lutero. Lo que más me impresionó fue la escena que tuvo lugar con ocasión de su juicio.
Martín Lutero tuvo que enfrentarse a reyes y miembros de la nobleza, sin embargo, se
mantuvo firme ante ellos y no les tuvo miedo. Se enfrentó a ellos con expresión firme, al
decirles: “¡Si lo que predico va en contra de la Biblia, estoy dispuesto a morir, pero si lo
que predico es conforme a esta Biblia, nadie podrá matarme!”. Tales palabras
majestuosas pusieron a temblar incluso a aquellos que lo amaban y se preocupaban por
él. Sus palabras fueron muy majestuosas. El era un hombre que no le temía a la muerte.
Debido a esto, Dios pudo usarlo para cambiar la era.

Consideren a Daniel y a sus tres amigos. A ellos no les importaron sus propias vidas.
Escuche las palabras de los tres amigos de Daniel. ¡Qué firmes y majestuosas eran!
Aunque el rey de Babilonia los sedujo de una manera muy sutil y engañosa, ¿cómo
respondieron? Ellos dijeron: “Oh Nabucodonosor ... nuestro Dios a quien servimos
puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no,
sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has
levantado”. ¿Recuerdan lo que consta en la Biblia? Cuando Nabucodonosor escuchó
estas palabras, se llenó de ira y el aspecto de su rostro se demudó. Inmediatamente
ordenó que el horno se calentara siete veces más de lo acostumbrado. Hasta los hombres
que los echaron al horno murieron quemados por las llamas. Los tres prefirieron ser
atados y lanzados al horno de fuego antes que someterse al rey. Si hubieran manifestado
cobardía y le hubieran temido a la muerte, ciertamente, llegado el momento, no habrían
podido testificar por Dios en lo absoluto y no habrían podido ser usados por Dios para
cambiar la era.

Hoy sólo podemos abarcar estas cuatro características. En primer lugar, debemos ser un
antitestimonio. Segundo, debemos leer la Biblia. Tercero, debemos orar, y cuarto, no
debe importarnos nuestra propia vida. Estas cuatro características no sólo se ven en
Daniel, sino también en todos aquellos que son usados por Dios para cambiar la era. Si
leemos la biografía de Lutero, también veremos en él estas cuatro características. Lutero
fue uno que se levantó como un antitestimonio. Originalmente era un sacerdote en la
Iglesia Católica Romana, pero cuando vio que la Iglesia Católica Romana hacía cosas
completamente contrarias a la verdad, se levantó y se convirtió en un sólido testimonio
contrario a su era. Lutero también era una persona que leía la Biblia. El vio en la Biblia
que el hombre es justificado por la fe y no por obras. Inmediatamente aceptó la Palabra
de Dios y se hizo uno con esta Palabra. Lutero también era un hombre de oración. Cada
vez que descubría alguna cuestión de importancia, pugnaba en oración delante de Dios.
Al mismo tiempo, sin duda, a Lutero no le importaba su propia vida y estaba dispuesto a
ser un mártir por el Señor. Solamente esta clase de personas pueden ser usadas por Dios
para cambiar la era.

Hermanos y hermanas jóvenes, tengo un sentir profundo ante Dios de hablarles estas
palabras. Deben darse cuenta de que hoy en día, el mundo entero sigue a Satanás. Dios
desea ganar para Sí jóvenes consagrados incondicionalmente, a fin de usarlos con miras
a cambiar la era. Creo firmemente que todo aquel que ha recibido la misericordia de
Dios hoy, ciertamente habrá de responder ante esta situación. Estoy persuadido de que
tales personas querrán ser uno con lo que Dios desea, serán los que se consagren
voluntariamente, los nazareos, y serán usados por Dios como un antitestimonio, un
testimonio contrario a esta era en permanente degradación.

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