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LA INTEGRACIONA A L A COMUNIDAD ECLESIAL

Se entiende por Comunidad Eclesial de Base (C.E.Bs) un grupo pequeño en el cual sus
integrantes se conocen, comparten su vida, celebran su fe y se ayudan mutuamente a
vivir plenamente su compromiso en la construcción del Reino. La Iglesia es el Pueblo
de Dios y en cada momento histórico va descubriendo e implementando nuevas formas
de organización que ayuden a interiorizar los valores evangélicos, ofreciendo una
respuesta a los signos de los tiempos. Las Comunidades Eclesiales de Base reproducen,
en cierto modo, la estrategia pastoral de la Iglesia primitiva y algunos rasgos de la
primera evangelización latinoamericana. Ellas quieren ser la expresión actualizada más
parecida a las primeras comunidades cristianas descritas en los Hechos de los
Apóstoles: “Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la convivencia, a la
fracción del pan y a la oración… Todos los creyentes vivían unidos y compartían todo
cuanto tenían. Vendían sus bienes y propiedades y se repartían de acuerdo a lo que cada
uno de ellos necesitaba” (Hch. 2, 42-46). “La multitud de los fieles tenía un solo
corazón y una sola alma. Nadie consideraba como suyo lo que poseía, sino que todo lo
tenían en común. Dios confirmaba con su poder el testimonio de los apóstoles respecto
de la resurrección del Señor Jesús, y todos ellos vivían algo maravilloso. No había entre
ellos ningún necesitado, porque todo lo que tenían, campos o casas los vendían y ponían
el dinero a los pies de los apóstoles, quienes repartían a cada uno según sus
necesidades”. (Hch. 4, 32-36). La experiencia latinoamericana de las Comunidades
Eclesiales de Base brota de la renovada eclesiología del Concilio Vaticano II. Dice el
Concilio: “La Iglesia avanza con toda la humanidad, experimenta la suerte terrena del
mundo y su razón de ser es actuar como fermento y alma de la sociedad” (GS. nº 40).
Las Comunidades de base “surgen y se desarrollan en el interior de la Iglesia,
permaneciendo solidarias con su vida, alimentadas con sus enseñanzas, unidas a sus
pastores. Nacen de la necesidad de vivir todavía con más intensidad la vida de la Iglesia
o del deseo de una dimensión más humana que difícilmente pueden ofrecer la
comunidad eclesial, sobre todo en las grandes ciudades contemporáneas que favorecen
el anonimato y la masificación… Se quieren reunir para escuchar la Palabra de Dios,
para los sacramentos, el ágape fraternal de las personas que la vida misma encuentra ya
unidas en la lucha por la justicia, la ayuda fraterna a los pobres, la promoción
humana”… (Pablo VI. E.N. n. 58)

La comunidad eclesial de base es célula viva de la parroquia, entendida ésta como


comunion organica y misionera. La CEB en si misma, ordinariamente integrada por
pocas familias, esta llamada a vivir como comunidad de fe, de culto y de amor; ha de
estar animada por laicos, hombres y mujeres adecuadamente preparados en el mismo
proceso comunitario; los animadores han de estar en comunion con el parroco
respectivo y el obispo. "Las comunidades eclesiales de base deben caracterizarse
siempre por una decidida proyeccion universalista y misionera que les infunda un
renovado dinamismo apostolico" (Juan Pablo II, Discurso inaugural, 25). "Son un signo
de vitalidad de la Iglesia, instrumento de formacion y de evangelizacion, un punto de
partida valido para una nueva sociedad fundada sobre la civilizacion del amor" (RMi
51). La familia cristiana es "Iglesia doméstica", primera comunidad evangelizadora.
"No obstante los problemas que en nuestros dias asedian al matrimonio y la institucion
familiar, ésta, como célula primera y vital de la sociedad, puede generar grandes
energias que son necesarias para el bien de la humanidad" (Juan Pablo II, Discurso
inaugural, 18). Es necesario hacer de la pastoral familiar una prioridad basica, sentida,
real y operante. Basica como frontera de la Nueva Evangelizacion. Sentida, esto es,
acogida y asumida por toda la comunidad diocesana. Real porque sera respaldada
concreta y decididamente con el acompanamiento del obispo diocesano y sus parrocos.
Operante significa que debe estar inserta en una pastoral organica. Esta pastoral debe
estar al dia en instrumentos pastorales y cientificos. Necesita ser acogida desde sus
propios carismas por las comunidades religiosas y los movimientos en general.

PORQUE EL KERYGMA ES UN PROCESO DE FORMACION INTEGRAL EN EL


CRISTIANO

El kérygma, el primer anuncio de Jesucristo es el fundamento y el cimiento de la


evangelización, que es la misión de la Iglesia. Si siempre ha sido importante, hoy es
especialmente prioritario en nuestra acción pastoral en este mundo tan secularizado

En la lineamenta respectiva se nos dice que ha comenzado ya en la Iglesia “un


difundido proceso de reflexión y de revisión de los itinerarios de introducción a la fe y
de acceso a los sacramentos”, por lo que “la iniciación cristiana es ya un concepto y un
instrumento pastoral reconocido y bien consolidado en las Iglesias locales”.

“En el corazón del anuncio está Jesucristo, en el cual se cree y del cual se da testimonio.
Transmitir la fe significa esencialmente transmitir las Escrituras, principalmente el
Evangelio, que permiten conocer a Jesús, el Señor”. (Lineamenta 10). “Este primer
anuncio tiene la finalidad de proclamar el Evangelio y la conversión, en general, a
quienes todavía no conocen a Jesucristo. La catequesis, distinta del primer anuncio del
Evangelio, promueve y hace madurar esa conversión inicial, educando en la fe al
convertido e incorporándolo en la comunidad cristiana”.

Este primer anuncio es inicio y parte de un proceso completo descrito en el número


12 de la lineamenta: “Es necesario concebir la evangelización como el proceso a través
del cual la Iglesia, movida por el Espíritu, anuncia y difunde el Evangelio en todo el
mundo, siguiendo la lógica, que la reflexión del Magisterio
ha sintetizado así: «impulsada por la caridad, impregna y transforma todo el orden
temporal, asumiendo y renovando las culturas; da testimonio entre los pueblos de la
nueva manera de ser y de vivir que caracteriza a los cristianos; y proclama
explícitamente el Evangelio, mediante el “primer anuncio”, llamando a la conversión;
inicia en la fe y vida cristiana, mediante la “catequesis” y los “sacramentos de
iniciación” a los que se convierten a Jesucristo, o a los que reemprenden el camino de su
seguimiento, incorporando a unos y reconduciendo a otros a la comunidad cristiana;
alimenta constantemente el don de la comunión en los fieles mediante la educación
permanente de la fe (homilía, otras formas del ministerio de la Palabra), los sacramentos
y el ejercicio de la caridad; y suscita continuamente la misión, al enviar a todos los
discípulos de Cristo a anunciar el Evangelio, con palabras y obras, por todo el mundo”.

El objetivo de la formación humanista es lograr la realización de hombres íntegros, que


desarrollen todas sus capacidades de una manera armoniosa, equilibrada y según la recta
jerarquia de valores, Desarrollar todas las capacidades, virtudes y actitudes del hombre
con el fin de llevar una vida acorde a su condición humana y compartirla con su entorno
social. Aprendizaje educativo, esto es que debe ser aceptable en su contenido y ser
asimilado, hecho suyo por el que aprende logrando un equilibrio armonioso de su
personalidad.

Formación de la conciencia lo que significa tratar de formar la capacidad de criterio


propio y el desarrollo de la fuerza moral para obrar de acuerdo con el juicio propio.

Formación del trabajo en equipo lo que implica en quienes lo emprenden a tener una
actitud de justicia que impone el ofrecer y dar nuestro trabajo como algo debido a los
demás.

Formación de actitudes y hábitos que son elementos intermedios, un rasgo personal,


entre el conocimiento de una realidad y una acción externa

Que el hombre aprenda a vivir bajo la gracia de Dios. Esta gracia y verdad nos ha
llegado por Jesucristo. San Juan 1:17. Ejercitar las virtudes teologales de la fe, la
esperanza y la caridad por medio de la vida de oración, como parte fundamental de la
vida. Catecismo de la Iglesia Católica, N. 2559. Que el hombre busque a Dios en las
Escrituras y sepa reconocer en ella la llamada de Dios. Esta respuesta implica el espíritu
de sacrificio para dominar las tendencias del pecado por amor a Dios. La devoción a
María mediante la imitación de sus virtudes. Que el alumno busque establecer una
relación íntima con Dios, que le permita llenar sus necesidades espirituales.

Enfatizar la naturaleza trascendente del Espíritu. El hombre fue creado a imagen y


semejanza de Dios. Génesis 1:26, La formación espiritual establece que el hombre
alcance una relación personal con Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo y que se
establezca esta relación, en el amor de Dios para la formación de actitudes y valores del
hombre. En Gálatas 5:22 encontramos los valores que debe de elegir el hombre que son:
el amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, fe, templanza, mansedumbre y dominio
propio. Estos son conocidos como frutos del Espíritu Santo.

COMO TOMA USTED LA AUTENTICA ESPIRITUIALIDAD DEL CRISTIANO

Parte de la teología que estudia el dinamismo que produce el Espíritu en la vida


del alma: cómo nace, crece, se desarrolla, hasta alcanzar la santidad a la que Dios nos
llama desde toda la eternidad, y transmitirla a los demás con la palabra, el testimonio de
vida y con el apostolado eficaz. Por tanto, se busca doctrina teológica y vivencia
cristiana. Si sólo optara por la doctrina teológica quitando la vivencia, tendríamos una
espiritualidad racional, intelectualista y sin repercusión en la propia vida. Y si sólo
optara por la vivencia cristiana, sin dar la doctrina teológica, la espiritualidad quedaría
reducida a un subjetivismo arbitrario, sujeta a las modas cambiantes y expuesta al error.
Así pues, la verdadera espiritualidad cristiana debe integrar doctrina y vida, principios y
experiencia.

  La espiritualidad cristiana es una sola si consideramos su substancia, la santidad,


la participación en la vida divina trinitaria, así como los medios fundamentales para
crecer en ella: oración, liturgia, sacramentos, abnegación, ejercicio de las virtudes todas
bajo el imperio de la caridad. En este sentido, como dice el concilio Vaticano II, “Una
misma es la santidad que cultivan, en los múltiples géneros de vida y ocupaciones, todos
los que son guiados por el Espíritu de Dios” (Lumen Gentium 41a)....”Todos los fieles,
de cualquier estado y condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la
perfección de la caridad” (40b). Y en el cielo, una misma será la santidad de todos los
bienaventurados, aunque habrá grados diversos.

Las modalidades de la santidad son múltiples, y por tanto las espiritualidades


diversas. Podemos distinguir espiritualidades de época (primitiva, patrística, medieval,
moderna); de estados de vida (laical, sacerdotal, religiosa); según las dedicaciones
principales (contemplativa, misionera, familiar, asistencial, etc); o según características
de escuela (benedictina, franciscana, ignaciana, etc.).

La infinita riqueza del Creador se manifiesta en la variedad inmensa de criaturas:


miles y miles de especies de plantas, animales, peces, minerales. También las infinitas
riquezas del Redentor se expresan en esas innumerables modalidades de vida
evangélica. El cristiano, sin una espiritualidad concreta, podría encontrarse dentro del
ámbito inmenso de la espiritualidad católica como a la intemperie. Cuando por don de
Dios encuentra una espiritualidad que le es adecuada, halla una casa espiritual donde
vivir, halla un camino por el que andar con más facilidad, seguridad y rapidez; halla, en
fin, la compañía estimulante de aquellos hermanos que han sido llamados por Dios a esa
misma casa y a ese mismo camino.

Sola es universal la Espiritualidad de la Iglesia que tiene en la sagrada liturgia su


principal escuela, abierta a todos los cristianos. Todas las demás espiritualidades
acentúan más ciertos valores cristianos y menos otros: una es metódica y reglamentada,
otra tiene pocas reglas; una insiste en la oración litúrgica, otra usa más las devociones
populares...Ninguna puede presentarse como absoluta para todos los hombres. La
Espiritualidad de la Iglesia Católica trata de ser equilibrada entre doctrina y vivencia,
entre teoría y práctica, entre contemplación y apostolado.

Ser Católico es más que pertenecer a  una religión. Consiste en ser discípulo de
Cristo en constante formación. La formación espiritual sobre cuales todo Cristiano
debería de edificar su fe.
La confesión es el Sacramento mediante el cual Dios nos perdona los pecados
cometidos después del Bautismo y recuperamos la vida de gracia, es decir, la amistad
con Dios. Es la gran oportunidad que tenemos para acercarnos de nuevo a Dios que es
nuestra verdadera felicidad. La oración es a la vez algo fácil y difícil. Fácil porque
hablar con Dios es algo que podemos hacer en cualquier momento, prácticamente en
cualquier circunstancia, y es difícil porque a veces sabemos exactamente que es hacer
oración, porque las ocupaciones diarias nos absorben simplemente porque hay una gran
resistencia a sentarse un rato para hablar con Dios.

La Eucaristía es el sacrificio mismo del Cuerpo y de la Sangre del Señor Jesús,


que él instituyó para perpetuar en los siglos, hasta su segunda venida, el sacrificio de la
cruz, confiando así a la Iglesia el memorial de su Muerte y Resurrección. Es tan
importante recibir el motor que mueve nuestra fe y nuestro Espíritu. Se trata de
alimentarnos del cuerpo y la sangre de Jesús y hacerlo parte de nosotros para llevarlo a
los demás.

Las escrituras es tan importante como Dios pues es palabra de Dios. Hoy día en
muchas familias católicas encontramos la Biblia como el libro sagrado de la casa. Ojalá
que pronto llegue el día que cada católico sea un asiduo lector de la Escritura Sagrada.
Lectura espiritual. Ayunar significa empobrecer el alma, rehusar su subsistencia por
medio de abstenerse de alimento. El ayuno en las escrituras descansa sobre la verdadera
auto-humillación y penitencia. El ayuno es el método de Dios para subyugar el alma
carnal bajo la soberanía de Su Espíritu. El ayuno es un acto de expresar y demostrar
pena por el pecado, es una expresión externa de la pena y dolor interno por el pecado. El
Rosario ¡Cuántas personas han logrado verse libres de pecados y de malas costumbres
el dedicarse a rezar con devoción el santo Rosario! ¡Cuántos hay que desde que están
rezando el Rosario a la Virgen María han notado como su vida ha mejorado
notoriamente en virtudes y en buenas obras! Son muchísimos los que por haber rezado
con toda fe su Rosario lograron obtener una buena y santa muerte y ahora gozan para
siempre en el cielo. La lectura espiritual nos fortalece el espíritu de iglesia así como la
voluntad de siempre buscar la santidad. A veces con  ver testimonio de otros
hermanos nos motive  a  replantear muchas cosas en nuestra vida y nos ayuda a
profundizar en el autoconocimiento.

REINO Y MISTERIO DE JESUS DE NAZARETH

En el Nuevo Testamento, la palabra basileia se puede traducir por realeza


(nombre abstracto), reino (nombre concreto) o reinado (de reinar, nombre de acción). El
Reino de Dios es para nosotros lo más importante. Se aproxima en el Verbo encarnado,
se anuncia a través de todo el Evangelio, llega en la muerte y la Resurrección de Cristo.
El Reino de Dios adviene en la Última Cena y por la Eucaristía está entre nosotros. El
Reino de Dios llegará en la gloria cuando Jesucristo lo devuelva a su Padre:

Incluso [...] puede ser que el Reino de Dios signifique Cristo en persona, al cual
llamamos con nuestras voces todos los días y de quien queremos apresurar su
advenimiento por nuestra espera. Como es nuestra Resurrección porque resucitamos en
él, puede ser también el Reino de Dios porque en él reinaremos» (San Cipriano de
Cartago, De dominica Oratione, 13). Esta petición es el Marana Tha, el grito del
Espíritu y de la Esposa: “Ven, Señor Jesús”:

Incluso aunque esta oración no nos hubiera mandado pedir el advenimiento del
Reino, habríamos tenido que expresar esta petición , dirigiéndonos con premura a la
meta de nuestras esperanzas. Las almas de los mártires, bajo el altar, invocan al Señor
con grandes gritos: “¿Hasta cuándo, Dueño santo y veraz, vas a estar sin hacer justicia
por nuestra sangre a los habitantes de la tierra?” (Ap 6, 10). En efecto, los mártires
deben alcanzar la justicia al fin de los tiempos. Señor, ¡apresura, pues, la venida de tu
Reino!» (Tertuliano, De oratione, 5, 2-4). En la Oración del Señor, se trata
principalmente de la venida final del Reino de Dios por medio del retorno de Cristo
(cf Tt 2, 13). Pero este deseo no distrae a la Iglesia de su misión en este mundo, más
bien la compromete. Porque desde Pentecostés, la venida del Reino es obra del Espíritu
del Señor “a fin de santificar todas las cosas llevando a plenitud su obra en el mundo”
(cf Plegaria eucarística IV, 118: Misal Romano). “El Reino de Dios [...] [es] justicia y
paz y gozo en el Espíritu Santo” (Rm 14, 17). Los últimos tiempos en los que estamos
son los de la efusión del Espíritu Santo. Desde entonces está entablado un combate
decisivo entre “la carne” y el Espíritu (cf Ga 5, 16-25): «Solo un corazón puro puede
decir con seguridad: “¡Venga a nosotros tu Reino!” Es necesario haber estado en la
escuela de Pablo para decir: “Que el pecado no reine ya en nuestro cuerpo mortal”
(Rm 6, 12). El que se conserva puro en sus acciones, sus pensamientos y sus palabras,
puede decir a Dios: “¡Venga tu Reino!”» (San Cirilo de Jerusalén, Catecheses
mystagogicae 5, 13). Discerniendo según el Espíritu, los cristianos deben distinguir
entre el crecimiento del Reino de Dios y el progreso de la cultura y la promoción de la
sociedad en las que están implicados. Esta distinción no es una separación. La vocación
del hombre a la vida eterna no suprime, sino que refuerza su deber de poner en práctica
las energías y los medios recibidos del Creador para servir en este mundo a la justicia y
a la paz (cf GS 22; 32; 39; 45; EN 31).Esta petición está sostenida y escuchada en la
oración de Jesús (cf Jn 17, 17-20), presente y eficaz en la Eucaristía; su fruto es la vida
nueva según las Bienaventuranzas (cf Mt 5, 13-16; 6, 24; 7, 12-13).

Respecto a la vida de Cristo, el Símbolo de la Fe no habla más que de los


misterios de la Encarnación (concepción y nacimiento) y de la Pascua (pasión,
crucifixión, muerte, sepultura, descenso a los infiernos, resurrección, ascensión). No
dice nada explícitamente de los misterios de la vida oculta y pública de Jesús, pero los
artículos de la fe referente a la Encarnación y a la Pascua de Jesús iluminan toda la vida
terrena de Cristo. "Todo lo que Jesús hizo y enseñó desde el principio hasta el día en
que [...] fue llevado al cielo" (Hch 1, 1-2) hay que verlo a la luz de los misterios de
Navidad y de Pascua.

La catequesis, según las circunstancias, debe presentar toda la riqueza de los


misterios de Jesús. Aquí basta indicar algunos elementos comunes a todos los misterios
de la vida de Cristo (I), para esbozar a continuación los principales misterios de la vida
oculta (II) y pública (III) de Jesús.

Toda la vida de Cristo es misterio

Muchas de las cosas respecto a Jesús que interesan a la curiosidad humana no


figuran en el Evangelio. Casi nada se dice sobre su vida en Nazaret, e incluso una gran
parte de la vida pública no se narra (cf. Jn 20, 30). Lo que se ha escrito en los
Evangelios lo ha sido "para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que
creyendo tengáis vida en su nombre" (Jn 20, 31).

Los evangelios fueron escritos por hombres que pertenecieron al grupo de los
primeros que tuvieron fe (cf. Mc 1, 1; Jn 21, 24) y quisieron compartirla con otros.
Habiendo conocido por la fe quién es Jesús, pudieron ver y hacer ver los rasgos de su
misterio durante toda su vida terrena. Desde los pañales de su natividad (Lc 2, 7) hasta
el vinagre de su Pasión (cf. Mt 27, 48) y el sudario de su Resurrección (cf. Jn 20, 7),
todo en la vida de Jesús es signo de su misterio. A través de sus gestos, sus milagros y
sus palabras, se ha revelado que "en él reside toda la plenitud de la Divinidad
corporalmente" (Col 2, 9). Su humanidad aparece así como el "sacramento", es decir, el
signo y el instrumento de su divinidad y de la salvación que trae consigo: lo que había
de visible en su vida terrena conduce al misterio invisible de su filiación divina y de su
misión redentora.

Los rasgos comunes en los Misterios de Jesús Toda la vida de Cristo


es Revelación del Padre: sus palabras y sus obras, sus silencios y sus sufrimientos, su
manera de ser y de hablar. Jesús puede decir: "Quien me ve a mí, ve al Padre" (Jn 14,
9), y el Padre: "Este es mi Hijo amado; escuchadle" (Lc 9, 35). Nuestro Señor, al
haberse hecho hombre para cumplir la voluntad del Padre (cf. Hb 10,5-7), nos
"manifestó el amor que nos tiene" (1 Jn 4,9) con los rasgos más sencillos de sus
misterios.

Toda la vida de Cristo es misterio de Redención. La Redención nos viene ante


todo por la sangre de la cruz (cf. Ef 1, 7; Col 1, 13-14; 1 P 1, 18-19), pero este misterio
está actuando en toda la vida de Cristo: ya en su Encarnación porque haciéndose pobre
nos enriquece con su pobreza (cf. 2 Co 8, 9); en su vida oculta donde repara nuestra
insumisión mediante su sometimiento (cf. Lc 2, 51); en su palabra que purifica a sus
oyentes (cf. Jn 15,3); en sus curaciones y en sus exorcismos, por las cuales "él tomó
nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades" (Mt 8, 17; cf. Is 53, 4); en su
Resurrección, por medio de la cual nos justifica (cf. Rm 4, 25).

Toda la vida de Cristo es misterio de Recapitulación. Todo lo que Jesús hizo,


dijo y sufrió, tuvo como finalidad restablecer al hombre caído en su vocación primera:

Cuando se encarnó y se hizo hombre, recapituló en sí mismo la larga historia de


la humanidad procurándonos en su propia historia la salvación de todos, de suerte que lo
que perdimos en Adán, es decir, el ser imagen y semejanza de Dios, lo recuperamos en
Cristo Jesús (San Ireneo de Lyon, Adversus haereses, 3, 18, 1). Por lo demás, ésta es la
razón por la cual Cristo ha vivido todas las edades de la vida humana, devolviendo así a
todos los hombres la comunión con Dios (ibíd., 3,18,7; cf. 2, 22, 4).

Nuestra comunión en los misterios de Jesús Toda la riqueza de Cristo "es para todo
hombre y constituye el bien de cada uno" (RH 11). Cristo no vivió su vida para sí
mismo, sino para nosotros, desde su Encarnación "por nosotros los hombres y por
nuestra salvación" hasta su muerte "por nuestros pecados" (1 Co 15, 3) y en su
Resurrección "para nuestra justificación" (Rm 4,25). Todavía ahora, es "nuestro
abogado cerca del Padre" (1 Jn 2, 1), "estando siempre vivo para interceder en nuestro
favor" (Hb 7, 25). Con todo lo que vivió y sufrió por nosotros de una vez por todas,
permanece presente para siempre "ante el acatamiento de Dios en favor nuestro" (Hb 9,
24).

Durante toda su vida, Jesús se muestra como nuestro


modelo (cf. Rm 15,5; Flp 2, 5): Él es el "hombre perfecto" (GS 38) que nos invita a ser
sus discípulos y a seguirle: con su anonadamiento, nos ha dado un ejemplo que imitar
(cf. Jn 13, 15); con su oración atrae a la oración (cf. Lc 11, 1); con su pobreza, llama a
aceptar libremente la privación y las persecuciones (cf. Mt 5, 11-12).

Todo lo que Cristo vivió hace que podamos vivirlo en Él y que Él lo viva en
nosotros. "El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido en cierto modo con todo
hombre"(GS 22, 2). Estamos llamados a no ser más que una sola cosa con Él; nos hace
comulgar, en cuanto miembros de su Cuerpo, en lo que Él vivió en su carne por
nosotros y como modelo nuestro:

Debemos continuar y cumplir en nosotros los estados y misterios de Jesús, y


pedirle con frecuencia que los realice y lleve a plenitud en nosotros y en toda su Iglesia
[...] Porque el Hijo de Dios tiene el designio de hacer participar y de extender y
continuar sus misterios en nosotros y en toda su Iglesia [...] por las gracias que Él quiere
comunicarnos y por los efectos que quiere obrar en nosotros gracias a estos misterios. Y
por este medio quiere cumplirlos en nosotros» (San Juan Eudes, Tractatus de regno
Iesu).

NOMBRE DOS ASPECTOS FUNDAMENTALES PARA SEGUIR A JESUS

«AMARÁS AL SEÑOR TU DIOS CON TODO TU CORAZÓN,


CON TODA TU ALMA Y CON TODAS TUS FUERZAS»

Jesús resumió los deberes del hombre para con Dios en estas palabras: “Amarás
al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente” (Mt 22, 37;
cf Lc 10, 27: “...y con todas tus fuerzas”). Estas palabras siguen inmediatamente a la
llamada solemne: “Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor” (Dt 6, 4).
Dios nos amó primero. El amor del Dios Único es recordado en la primera de las “diez
palabras”. Los mandamientos explicitan a continuación la respuesta de amor que el
hombre está llamado a dar a su Dios. La fe en el amor de Dios encierra la llamada y la
obligación de responder a la caridad divina mediante un amor sincero. El primer
mandamiento nos ordena amar a Dios sobre todas las cosas y a las criaturas por Él y a
causa de Él (cf Dt 6, 4-5). Se puede pecar de diversas maneras contra el amor de Dios.
La indiferencia descuida o rechaza la consideración de la caridad divina; desprecia su
acción preveniente y niega su fuerza. La ingratitud omite o se niega a reconocer la
caridad divina y devolverle amor por amor. La tibieza es una vacilación o negligencia
en responder al amor divino; puede implicar la negación a entregarse al movimiento de
la caridad. La acedía o pereza espiritual llega a rechazar el gozo que viene de Dios y a
sentir horror por el bien divino. El odio a Dios tiene su origen en el orgullo; se opone al
amor de Dios cuya bondad niega y lo maldice porque condena el pecado e inflige
penas.“Los actos de fe, esperanza y caridad que ordena el primer mandamiento se
realizan en la oración. La elevación del espíritu hacia Dios es una expresión de nuestra
adoración a Dios: oración de alabanza y de acción de gracias, de intercesión y de
súplica. La oración es una condición indispensable para poder obedecer los
mandamientos de Dios. “Es preciso orar siempre sin desfallecer” (Lc 18, 1).

«AMARÁS A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO»

Jesús dice a sus discípulos: «Amaos los unos a los otros como yo os he amado»
(Jn 13, 34). En respuesta a la pregunta que le hacen sobre cuál es el primero de los
mandamientos, Jesús responde: «El primero es: “Escucha Israel, el Señor, nuestro Dios,
es el único Señor, y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con
toda tu mente y con todas tus fuerzas”. El segundo es: “Amarás a tu prójimo como a ti
mismo”. No existe otro mandamiento mayor que éstos» (Mc 12, 29-31).El apóstol san
Pablo lo recuerda: «El que ama al prójimo ha cumplido la ley. En efecto, lo de: no
adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás y todos los demás preceptos, se
resumen en esta fórmula: amarás a tu prójimo como a ti mismo. La caridad no hace mal
al prójimo. La caridad es, por tanto, la ley en su plenitud» (Rm 13, 8-10). Jesús es
interpelado, sobre cual eran los más grandes mandamientos y él responde
diciendo Mateo 22:37 al 39:  “ Y Jesús le dijo al interprete de la ley , ... Amarás al Señor
tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente, este es el primero y
grande mandamiento y el segundo es semejante,ama rás a tu prójimo como a ti
mismo”  Y note que interesante ¡ Enfatiza en el verso 40 de estos dos mandamientos
depende toda la ley y los profetas. El Ministerio hombres en la brecha, está impartiendo
en Grupos de Oración, Congregaciones, en Grupos de Estudio de la palabra, principios
y valores cristianos para afirmar la fe del creyente y desarrollar en el pueblo de Dios, el
amor entre los hermanos, para que podamos fraternizar, motivarnos, alentarnos, y
ayudarnos los unos con los otros, hoy el tema es: El amor al prójimo como evidencia el
orar por tu hermano. Señor te damos gracias en este día por podernos acercar a ti, a
nuestro Dios Bueno, a nuestro Dios de amor. Venimos,  Señor tratando de comprender
más las profundidades de tu Palabra,  así que te suplicamos hoy que una vez más tu
gracia se derrame sobre nosotros, tu familia , tu pueblo, que así lo hagas, en el nombre
del Señor te lo pedimos.

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