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IDENTIDAD NACIONAL

La Constitución Política del Estado en su Art. 390, parágrafo II, reconoce geográficamente a
la Amazonía circunscribiéndola a 23 municipios, ubicados al norte de La Paz, norte del Beni
y la totalidad del departamento de Pando. Esta superficie suma 16 millones de hectáreas
(cerca del 15% de la superficie de Bolivia) y coincide con la distribución natural de la
castaña, insignia de las especies de productos forestales no maderables.
Aunque el mismo parágrafo menciona que el desarrollo de esta región se regirá bajo una ley
especial, tal normativa no ha sido elaborada a la fecha, posiblemente mostrando la dificultad
que conlleva satisfacer las expectativas sociales sobre esta región.
La ausencia de una normativa específica se suma a las diferentes visiones e intereses que
coexisten en la región. Existe cierto convencimiento de que el desarrollo de la Amazonía
debe sustentarse en el crecimiento y fortalecimiento de la actividad pecuaria (la principal
causa de la pérdida de bosques en la región). Por otro lado, la presencia de la castaña y sus
cadenas de comercialización permiten valorar el bosque en pie. En ese sentido, no cabe
duda de que la castaña representa una barrera social que ha evitado la conversión del
bosque a otras formas de uso del suelo. A este paisaje se suman las áreas protegidas y los
territorios indígenas existentes, las actividades forestales maderables, la dotación de tierras
fiscales, la posible construcción de hidroeléctricas y las áreas con potencial de exploración y
explotación de hidrocarburos, sobre todo al norte de La Paz. Se trata así de una región
dinámica, un espacio en disputa donde confluyen diferentes modelos de desarrollo y modos
de vida y, por tanto, de ocupación territorial y uso del suelo.
Brasil y Ecuador también han delimitado legalmente a sus territorios amazónicos. En el caso
de Brasil, se ha creado la denominada Amazonía Legal y en Ecuador, la Región Amazónica
Ecuatoriana (RAE). En ambos casos, tal denominación ha implicado el desarrollo de
políticas públicas, institucionalidad y desde luego inversión, que en nuestro caso parecen
ausentes. La demarcación constitucional de la Amazonía a estos 23 municipios ha excluido
importantes ecosistemas también amazónicos ubicados al norte de Santa Cruz y
Cochabamba, centro y sureste del Beni y otros. Para muchos es común utilizar los límites de
la cuenca amazónica (que abarca más de 70 millones de ha, cerca del 65% del país) para
referirse a la región amazónica de Bolivia. La apropiación del concepto de esta Amazonía
“Constitucional” ha sido baja, llamándonos a reflexionar sobre el propósito de tal delimitación
y, sobre todo, acerca de nuestra identidad amazónica, al parecer antes ligada a la goma y
hoy a la castaña.
El padre Joaquín García expuso “La historia de la identidad amazónica”, de cómo migraron
hacia la selva peruana personas procedentes de distintas latitudes del mundo y en distintas
etapas de tiempo con sus lenguas y culturas, y se quedaron para conformar lo que hoy es la
población amazónica que ha venido evolucionando con el paso del tiempo. De cómo la
población indígena se ha visto afectada por las migraciones occidentales luego de la
conquista hacia nuestros días. La lección más importante es su inserción en los ecosistemas
y su estrecha intermediación con ellos buscando la calidad de vida con respeto por el
entorno, en contraposición de las culturas foráneas que han logrado pocos éxitos
armoniosos con el ambiente. La calidad de vida del indígena no se mide por ingresos
económicos a costa del entorno, en tanto la calidad de vida occidental y desarrollada se
mide en ingresos económicos aún con grandes pérdidas ecológicas. Las migraciones
continúan realizándose, y ahora más aún, de las poblaciones indígenas a las ciudades,
creando un choque cultural, económico, social, etc., y, además, problemas sociales al crecer
las ciudades sin planificación, incrementándose la pobreza debido a la marginación y la
desocupación y la falta de energía. Toda esa dinámica se constituye en un gran reto.
Es común escuchar a alguien decir que, cuando sale de su tierra, siente mayor apego hacia
ella. En mi caso no fue diferente y, es más, a ese sentimiento de amor y nostalgia se sumó
la indignación al descubrir que me habían ocultado algo importante durante mucho tiempo.
Los años escolares los pasé en varios pueblos de la Amazonía debido al trabajo itinerante
de mi padre, pero durante todo ese tiempo, mi identidad como peruano se fue formando,
entre otras cosas, en base a un relato de la patria que nunca integró personajes,
acontecimientos, recursos y ambientes cercanos a la tierra donde nací y me daba el
sustento diario. La Amazonía estuvo siempre ausente, salvo en los relatos de visitadoras,
gente salvaje y tierras inhóspitas en la que solo reinaba la ley del dinero fácil.
Así, terminé el colegio y creo que aún terminan los jóvenes de ahora, sabiendo más de la
costa y el mar que de la selva y las amazonas; salimos del cole -como dicen ahora-,
lamentando que perdimos Arica, pero sin enterarnos de que cedimos, ante Brasil y
Colombia, tanto territorio selvático como casi medio Perú. Con esas falencias, y con el
estigma de las visitadoras, cargamos cuando emigramos en busca de mejores futuros.
Ya en la universidad, andando entre libros, teorías y afanes intelectuales, me encontré con
documentos que contaban una historia rica en acontecimientos, personajes, fervor patriótico
y heroísmo. La historia de Loreto - y de la Amazonía-, había saltado hacia mí, como
increpando el olvido y señalándome un vació en el alma o, quizás, un horizonte a seguir.
¿Dónde estuvieron estos relatos durante mis años escolares?, nunca observé una
referencia, o un dato; a lo mucho, saltaba como un rumor que Leticia era nuestra, pero
nunca tuvimos a disposición los detalles de la misma.
Así, las peripecias que vivieron los loretanos en la lucha por los territorios perdidos
estuvieron alejados de los niños, jóvenes y adultos. Tampoco se destacaron las riquezas de
nuestra tierra, de la gran variedad de culturas, su inmensa cantidad de recursos naturales y
tantos otros acontecimientos que nos hicieran sentir orgullo.
Crecimos escuchando más sobre “Pantaleón y las Visitadoras”, que las luchas y el heroísmo
de los loretanos; que esta parte de la selva no sirve para la agricultura, más que las
posibilidades que nos da la inmensa biodiversidad y cultura amazónica. Con ello nos decían
que Loreto tenía que contentarse con ser sólo salón de visitadoras o ruta del narcotráfico. O
sea, casi siempre nos refregaban en la cara acontecimientos que minaban nuestra
autoestima o debilitaban la fortaleza moral del poblador amazónico. Y todo esto floreció
gracias a que nos ocultaron nuestros héroes, los modelos a seguir, esa historia que abunda
en personajes y hechos que son dignos de recordar, celebrar y hacerlos parte del ideario
amazónico.
Jesús Víctor San Román en Perfiles Históricos de la Amazonía Peruana afirma que “La
historia de la selva peruana está por escribirse. Es éste un axioma preliminar que debe
tenerse en cuenta. Aunque abundan los datos históricos, a partir del viaje de Orellana, que
auguran una labor investigadora fructífera, sin embargo, las dificultades para la recolección
son no pequeñas. Las fuentes están dispersas por archivos y bibliotecas de Europa y
América, y muchas de ellas en forma anónima y sin desempolvar. Por otra parte, varias de
las obras publicadas son, por lo ocultas, casi inalcanzables al estudioso" (1).
Efectivamente, como se menciona, esa historia está en documentos dispersos. Existen muy
pocos intentos de sistematizarla; pero existen, y todavía están ocultos para los
investigadores especializados y, más aún, para la población en general, esperando que
alguna autoridad regional se digne hacerles parte de un currículo educativo y, se incorporen
de una vez, a la vida e imaginario del poblador amazónico.
¿Por qué está oculta esta historia? ¿No es acaso la historia un pilar para la formación de
una nación y la identidad de un pueblo?
Los historiadores lo dicen, “el origen y el horizonte de la vida colectiva son fundamentales
para garantizar la permanencia de una comunidad a lo largo del tiempo. Estos referentes
constituyen las bases sobre las cuales cada generación transfiere a la siguiente, elementos
de cohesión e identidad respecto a ellos mismos” (2).
¿Cómo fortalecemos la identidad si desconocemos nuestra historia? ¿Sobre qué elementos
los loretanos o amazónicos hemos construido nuestra identidad? ¿Cuáles son los rasgos de
esa identidad? Son solo algunas de las preguntas que quedan pendientes y esperamos
contestarlos o debatir sobre ellos.
Y, ¿por qué incidimos en la identidad? La identidad no es el resultado final del
empoderamiento, sino es el motor que lo inicia, señala un autor. Es decir, la identidad es un
poderoso catalizador de las capacidades humanas.
Sin embargo, mucha gente se ha empeñado en hacernos sentir marginales, excluidos, sin
derechos ni valores, ni ejemplos a seguir. Quizás sabiendo que "... la exclusión social es una
dinámica tan destructiva que no se limita a privar de recursos, sino que deprime los vínculos
y las identidades; afecta a la condición humana en profundidad corrompiendo los recursos
relacionales y simbólicos de las personas, sus familias y comunidades" (3). Con todo esto
han logrado que la Amazonía sea una zona de donde sólo hay que sacar recursos. De esta
manera, se han creado las condiciones para la corrupción, la delincuencia y la propagación
de enfermedades como el SIDA que a pocos le interesa detener.
.....
Han pasada cerca de 20 años desde que me encontré con esos retazos de historia
amazónica y, recién ahora, tengo la oportunidad de expresar y exigir que esta historia sea
contada a niños, jóvenes y adultos amazónicos, con todos sus matices, como principio
fundamental para la formación y afianzamiento de la identidad, el empoderamiento y así
contribuir al fortalecimiento de las capacidades humanas para asegurar el camino hacia el
desarrollo.

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