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La Personalidad

Jean Claude Filloux

EUDEBA 1975
Capítulo Primero

Aproximación Teórica

1. Desde que la psicología se ha transformado en ciencia, se dice comúnmente que su


objeto es buscar y descubrir las leyes generales de la conducta, vale decir, las relaciones
uniformes y necesarias que se dan en toda una clase de fenómenos, en este caso, los
fenómenos psicológicos. Con el objeto de lograr tal fin, la psicología se ve inducida, por
una parte, a seleccionar cierto número de segmentos de conducta, determinadas
categorías de operaciones -percepción, memoria, emoción, etc. y, por la otra, a observar
y experimentar, en los múltiples representantes de la especie humana, las relaciones
permanentes .que existen entre los diversos aspectos y condiciones de estos fenómenos.
En otras palabras, la psicología alcanza su objetivo por un doble proceso de abstracción
y de generalización; dicho objetivo consiste en la formulación de las leyes que rigen los
hechos de conducta o hechos psicológicos, de la misma manera que las leyes físicas
rigen los hechos físicos, calóricos, ópticos u otros.
Sin embargo, si adoptásemos tal concepción de la psicología y, sobre todo, si dicha
concepción fuese para el psicólogo la única hipótesis de trabajo, la psicología, con el
pretexto de imitar a las ciencias naturales en su mira y su método, correría el riesgo de
no lograr un fin esencial: el conocimiento del individuo. En efecto -ya practiquemos la
psicología profesionalmente, ya nos hallemos, como todos los días, en presencia de
nuestros semejantes-, jamás nos enfrentamos con el hombre en general, sino, siempre,
con un hombre en particular, un individuo, quien frecuentemente es un enigma, un
problema cuya solución, como sabemos, sólo puede encontrarse en él mismo. La
característica esencial del hombre resulta ser, entonces, su individualidad, el hecho de
que el hombre es un resultado único en su género y que, separado espacialmente de
todos los otros hombres, no se parece acabadamente a ninguno y que se comporta de
una manera que le es propia. Si el conocimiento psicológico no tuviese por intención
fundamental llegar al conocimiento del individuo, dejaría de ser conocimiento
psicológico, ya que toda conducta es conducta de un individuo determinado -con quien
yo entro en relación- o incluso conducta de mi mismo, individualidad en medio de otras,
y para las otras individualidades.
Ahora bien, sería difícil afirmar que el psicólogo cobra siempre conciencia de esta
finalidad inmanente a toda ciencia psicológica. Por el contrario, se tiene frecuentemente
la impresión de que considera uno de los medios de la aproximación psicológica -la
búsqueda de leyes generales- como si fuera su fin propio y que, paradójicamente, la
individualidad como tal no le interesa. Para convencerse de esto no es necesario de
ninguna manera recorrer el inmenso campo de los estudios experimentales; basta
consultar los tratados de psicología que consignan sus resultados: hace falta cierta dosis
de imaginación para no olvidar que, siempre, quienes viven los fenómenos estudiados
(memoria, conceptualización, voluntad, etc.) son los individuos, hasta tal punto se
prescinde de la historia personal al estudiar estos fenómenos.
Por cierto, sólo existe -se dice- ciencia de lo general; no hay, en consecuencia, ciencia
de lo particular. Es jugar con las palabras y limitar arbitrariamente el campo de la
investigación científica. En efecto, de ningún modo resulta en principio contradictorio
considerar que el individuo, en su condición de tal, es el objeto real de la investigación

2
y admitir al mismo tiempo que, para explicarlo y comprenderlo, conviene referirse a
leyes que su comportamiento actualiza hic et nunc; supuesto que el individuo exprese
siempre, en su conducta singular, relaciones de comportamiento que pueden ser
generalizadas y que, en estas condiciones, se deba conducir principalmente los
esfuerzos hacia el descubrimiento de leyes, no es menos cierto que la ciencia así
adquirida sólo encuentra su justificación definitiva cuando sirve para aclarar las razones
de ser de tal conducta en tal individuo. Por lo demás, si nos atuviésemos estrictamente a
la fórmula aristotélica, no podría existir ciencia histórica alguna, se trate ya de geofísica
o de historia humana, pues toda relación de causación histórica es, evidentemente,
singular: los acontecimientos nunca se dan dos veces de la misma manera, aunque
pueda existir un determinismo subyacente, aunque pueda haber leyes en la historia. Del
mismo modo, ¿ha sido alguna vez el estudio de las leyes psicológicas preparación
suficiente para comprender al prójimo? Si estas leyes poseen alguna expresión, ésta se
halla en el individuo, y sólo en él.

II. Pero la adopción de esta hipótesis de trabajo -la psicología es la ciencia de la


individualidad- no debe inducirnos a confundir lo que desde ya podremos llamar
psicología de la personalidad con la psicología diferencial.
Surgida de una observación de Wundt y creada por Stern, la psicología diferencial
plantea mal el problema del individuo, al identificarlo con el de las diferencias
individuales. Los psicólogos de esta escuela estudian primeramente una función en
forma aislada; luego establecen la distribución de dicha función en un conjunto
determinado de individuos con el objeto de descubrir las variaciones individuales o las
excepciones a la ley. Es evidente, entonces, que no se trata de estudiar lo particular
como tal, sino, más bien, sus variaciones respecto de lo universal. El psicólogo,
preocupado por las relaciones funcionales en general, ignora al hombre que posee
dichas funciones: el individuo es el medio de la investigación y no su fin. Por otra parte,
el acento está colocado más sobre los elementos de la conducta que sobre su
organización personal. En pocas palabras, la psicología diferencial define la
individualidad como un remanente, suma de los elementos parciales por los cuales el
individuo difiere de un tipo abstracto y general, lo cual es una mera petición de
principio.
Por supuesto, el psicoanálisis y la psicología 'clínicos' conciben más seriamente el
problema de la individualidad. En particular, cuando el psicoanalista rastrea las causas
universales, lo hace con el fin de comprender mejor la historia de una personalidad. La
psicología de la Gestalt ( 1 ) en la línea de los trabajos de Lewin, al insistir sobre los
'todos estructurales' de la vida mental; al criticar la selección arbitraria de los segmentos
de comportamiento efectuada por la psicología experimental; al insistir sobre la
interpenetración particular de las funciones dentro de un mismo organismo, cobra clara
conciencia de la unicidad individual. Ya se acentúe el carácter específico de la
historicidad individual, ya la unidad e integración del campo psicológico, ¿no se
considera en ambos casos la individualidad en su conjunto y no como un remanente
diferencial? ¿Y no habría entonces que buscar en la individualidad misma, en su
totalidad, la actualización de un determinismo que se inserta en el dinamismo propio del
individuo y está presente en la unión particular de las funciones? Ésta es la manera más
coherente de comprender la relación entre lo general y lo particular y la más apropiada
para dar un contenido a la psicología, considerada ciencia de la individualidad.

1
Psicología de la configuración, de la estructura o de la forma. (N. del T.)

3
III. Por consiguiente, la pregunta fundamental que se plantea al psicólogo es la
siguiente: ¿cómo es posible una individualidad? Si se conviene en utilizar el concepto
de personalidad para designar esta individualidad psicológica, la pregunta implica una
multitud de otras: ¿cómo explicar y comprender tal personalidad? ¿Qué determinismos
rigen su formación, estructuración y evolución?
Se sobrentiende que el contenido real del concepto de 'personalidad' -que utilizaremos
de esta manera en lo sucesivo- sólo puede aparecer a medida que se responda a estas
preguntas. Es difícil anticipar una definición que no sea puramente formal. Pero es
necesario, por lo menos, destacar aquello que la personalidad no es.
La noción de personalidad, en tanto que individualidad psicológica, no significa aquí
la influencia ejercida por un individuo sobre otro ("tiene una personalidad notable"):
todos tenemos una personalidad, hasta los más simples y además, el psicólogo no debe
emitir juicios de valor. La personalidad tampoco significa la apariencia de que uno se
reviste ('adoptar' una personalidad): esta apariencia no es sino un aspecto de la
personalidad total, sea como determinante o como resultado. Ni mucho menos significa
el ideal que un individuo puede forjarse de sí mismo ("tratar de cultivar su
personalidad"): sería entonces una abstracción normativa y directriz. Por último, no se
trata, en este caso, de la esencia metafísica e hipotética del ser humano ("la personalidad
del individuo es inviolable, debe ser respetada", etc.): el psicólogo deja en manos del
moralista la noción de persona y no hace ninguna especulación sobre la naturaleza
ontológica del hombre.
En dos palabras, la personalidad no es 'estimulo social' ni personaje ni ficción directriz
ni entidad metafísica. Para lograr una definición formal que no esté demasiado
vinculada con un sistema, nada mejor que referirse a las diversas características que
debe connotar un concepto comprensivo. 1) La personalidad es única, propia de un
individuo; aunque éste tenga rasgos en común con otros; 2) La personalidad no es sólo
una suma, una totalidad de funciones, sino una organización, una integración; a pesar de
que esta integración no siempre se realiza, la noción de centro organizador queda
definida, al menos, por la tendencia integrativa; 3) La personalidad es temporal porque
es siempre la de un individuo que vive históricamente; 4) Por último, sin ser estímulo ni
respuesta, la personalidad se presenta como una variable intermediaria, se afirma como
un estilo a través de la conducta y por medio de ella.
La siguiente definición delimitará suficientemente el objeto que nos ocupa: la
personalidad es la configuración única que toma, en el transcurso de la historia de un
individuo, el conjunto de los sistemas responsables de su conducía. Esta definición
teórica no se aleja, por otro lado, de cierto número de definiciones ya clásicas, como por
ejemplo, la de Allport ( 2 ).

IV. El estudio de la 'individualidad' posee así un enfoque propio, que parecería


excluir toda discrepancia grave. Sin embargo, dos puntos de vista diferentes se oponen
en los postulados mismos que proponen. El primero de estos puntos de vista es el del
caracterólogo. Éste no sólo identifica personalidad y 'carácter' sino que, además, hace
del carácter el centro de la personalidad. De este modo, su enfoque resulta muy
diferente del enfoque del clínico, por ejemplo, para quien el carácter no es más que un
aspecto de la personalidad, su aspecto expresivo y para quien, por consiguiente, el
estudio de los caracteres o caracterología es teóricamente distinto del estudio de la

2
Allport, Personality, A Psychological Interpretation, 1937, pág. 48; "La personalidad es la organización
dinámica de los sistemas psicofísicos que determinan los ajustes del individuo al medio circundante." Cf.
también The Nature of Personality, 1950.

4
personalidad, estudio que podríamos llamar con Murray( 3 ), "personología". Distinguir
la personalidad -en sentido estricto- del 'carácter' es, pues, tarea que urge aun a riesgo de
anticiparnos a las justificaciones que lo que sigue traerá por sí mismo.
Por otro lado, cualesquiera sean las ambigüedades terminológicas, la caracterología
y la personología tienen, en concreto, hipótesis de investigación muy diferentes. Para el
caracterólogo, la individualidad está constituida por un conjunto de 'rasgos' -más
fundamentales unos que otros- los cuales, agrupados, constituyen cierto número de
'tipos' a los que puede ser referido todo individuo. El clínico no desconoce la función
integradora de la personalidad, aquello que hace de ella no una suma sino una totalidad.
El caracterólogo tiende a hacer del carácter algo estático, espacial, una especie de
invariante, de estructura fundamental en la que luego se insertará el resto; en pocas
palabras, una 'naturaleza'. El concepto de personalidad, tal como lo emplea la
personología, es, bien sabemos, esencialmente histórico; la personología considera que
la personalidad es historia -nunca integralmente definida ni definitiva- y que el
problema de la `vida personal' no puede resolverse sino dentro de una perspectiva
evolutiva; por esto mismo, tratará de construir un esquema conceptual válido para todo
el transcurso del desarrollo del individuo" (Murray).
Por regla general, el caracterólogo muestra escaso interés por las 'fuentes' del
comportamiento; más bien dedica su atención a las modalidades generales, recurrentes,
de la conducta, que constituyen precisamente los 'rasgos'; el carácter resulta ser entonces
un conjunto de 'expresiones', de elementos periféricos. Por el contrario, con la idea de
personalidad se tiende a considerar los factores dinámicos de la conducta, las
motivaciones, los complejos centrales, vale decir, el aspecto secreto, menos evidente de
la individualidad. En resumen, allí donde la caracterología verá estabilidad, invariantes
de conducta, rasgos, la personología buscará fuentes, historia, integración. Frente al
individuo, la primera trabaja más bien como un retratista; la segunda, como un
historiador. A esto se agregan dos diferencias más.
El caracterólogo, realmente, nunca presta atención a la personalidad-historia; porque
si utiliza el término 'personalidad', lo toma generalmente por sinónimo de carácter, ya
que hace de la personalidad algo estable, que encaja en una tipología, etc. En cambio,
una psicología de la personalidad no ignora necesariamente el carácter: Allport, por
ejemplo, concede cierta importancia a los rasgos, al personaje aparente; Cattell no
subestima el interés de una descripción por medio de los tipos, como complemento del
método biográfico y de los métodos de autoestimación (4 ).
Por otra parte, la divergencia más fundamental entre ambas formas se da al abordar el
problema del acercamiento al individuo. Paradójicamente se puede afirmar que el punto
de vista caracterológico se encuentra más lejos de la elucidación del 'porqué' y del
'cómo' del individuo que el punto de vista personológico. Cuando el caracterólogo, sea
calculando las correlaciones entre los 'rasgos' para establecer los tipos, sea construyendo
sobre propiedades generales una "tipología" estática, determina cierto número de
categorías de carácter, es evidente que se trata de categorías generales, de las
correlaciones que más generalmente existen entre los rasgos.
El problema de la individualidad comienza realmente cuando se quiere introducir un
individuo dentro de tal clasificación; bien sabemos hasta qué punto la operación resulta
difícil y siempre arbitraria. En el fondo, la caracterología -igual que la psicología
general y la psicología diferencial- no se interesa tanto por el individuo en efecto, ¿se
comprende acaso el comportamiento del individúo X porque se lo clasifique en la
categoría de los "coléricos"? Por cierto, no; pues considerar a X un 'colérico' porque
3
H. A. MURRAY, Explorations in Personality, 1938 [ed. fr., 1 9 5 3 ] Introducción.
4
R. B. CATTELL, Personality, 195O [ed. fr., 1956], capítulos 1-IV.

5
monta fácilmente en cólera es destacar en él, precisamente, las características que tiene
en común con todos los coléricos y no considerar aquello que le impide parecerse a otro
colérico: los motivos propios por los cuales 'monta en cólera' -que lo distinguen de
cualquier otro colérico- y la manera singular de vivir sus cóleras. Incluirlo en un tipo
significa, ipso facto, negarse a elucidar su ser colérico, su sistema colérico personal.
Carácter y personalidad son, pues, conceptos lo suficientemente diferentes como para
que la definición de "personalidad" que dimos precedentemente cubra un dominio
preciso de hechos. En lo sucesivo utilizaremos el término carácter para designar
exclusivamente el aspecto expresivo de la personalidad, sin considerarlo una naturaleza
o un centro, como hace Gastón Bcrgcr, cuyo punto de vista representa bastante bien el
de la caracterología clásica ( 5 ). Huelga decir que el término carácter en su acepción
vulgar ("tener carácter") no tiene más valor científico que el término personalidad en
el sentido de 'estímulo social'.

V. Si la historia de un solo individuo es la unidad de la que debe ocuparse la


disciplina que hemos llamado personología, los hechos que se observan pueden
clasificarse, inspirándose en Kluckhohn y Murray ( 6 ), de la siguiente manera: 1) El
'dato' psico-fisiológico, surgido, a la vez, de la herencia y de la maduración, en
constante dialéctica, por otro lado, con lo adquirido, la nurture de la terminología
anglosajona; 2) La situación del medio - donde el individuo desarrolla sus formas de
conducta, que actúa como factor socio-cultural; 3) Los factores individualmente
modificables de los sistemas de acción, los cuales permiten la elaboración de nuevas
estructuras; 4) Por último, las condiciones de unidad del 'yo' y de la 'identidad'
personal.
El presente trabajo contempla sucesivamente estas diversas perspectivas. El hilo
conductor surge de lo siguiente: dado que la personalidad es, en resumen, el organismo
humano que desarrolla sus formas características de conducta dentro de la vida social,
los sistemas de acción que en cada instante de la vida de un hombre concretan su ajuste
al mundo son función, a la vez, del pasado que vive en él bajo el aspecto de hábitos,
complejos reaccionales de todas clases, etc., y de las actuales exigencias del ambiente,
del campo psicosocial. Por esto siempre existen posibilidades de cambio: no sólo
porque efectivamente se produce un cambio -evolución de la infancia a la edad
madura-, sino, además, porque los complejos "nurturales", si se nos permite la
expresión, pueden ser puestos en tela de juicio, en razón de los mismos mecanismos que
los han producido. En estas condiciones, deben estudiarse las relaciones de causalidad
entre hechos psicológicos singulares en dos planos: un plano 'transversal' -el de las
reacciones actuales, frecuentemente creadoras de vías reaccionales futuras (por ejemplo
un condicionamiento, un trauma); y un plano 'longitudinal'- el del tiempo, el del paso
del pasado al presente, el de la sucesión de los estadios a lo largo de una línea que
conserva un estilo propio. El análisis transversal detiene el flujo como se detendría un
film en una imagen particular; el análisis longitudinal busca los vínculos que unen una
imagen con otra.
Por supuesto, ambos tipos de análisis están estrechamente ligados entre sí. Por cierto
que no hay reacción actual que no se explique en parte por una reacción precedente,
pero la conducta pasada sólo influye en la conducta presente en función del complejo
situacional. No habrá que olvidar, pues, que todas las leyes 'transversales' a que
aludiremos en los próximos capítulos (por ejemplo aquellas que rigen las

5
G. BERGER , Caractère et personnalité, 1914.
6
KLUCKHOHN y MUR . RAY , Personality in nature, society and culture, 1948.

6
transformaciones de las conductas, las que rigen la solución de los conflictos, etc.)
serían completamente falsas y arbitrarias -vale decir, no serían leyes explicativas de un
momento de una historia individual- si no supusiéramos que una ley 'longitudinal` actúa
al mismo tiempo como condición determinante. Ejemplos de 'doble causalidad' de este
orden serán expuestos más adelante.
Sólo un constante análisis en ambos planos puede resolver la antinomia a que hemos
aludido, antinomia entre el carácter general de una ley y la singularidad del objeto
donde se concreta singularmente la relación causal. No existen dos individualidades
iguales porque una ley psicológica nunca actúa sobre terrenos idénticos, vale decir, en
concomitancia con un mismo complejo de otras leyes. La dialéctica de lo 'transversal' y
de lo 'longitudinal' impide que las leyes que mencionaremos aparezcan fuera de una
personalidad concreta, en la cual la evolución y la estructuración se anuden
progresivamente. Como dice Allport: las leyes sólo presentan interés en la medida en
que nos "dedicamos a coordinarlas en el nudo de la individualidad".
Se aludirá a diversos esquemas teóricos. Cada una de las escuelas que ha estudiado el
problema de la evolución de la personalidad ha elaborado un marco conceptual propio.
Se encontrarán, pues, conceptos behavioristas ( 7 ), que hacen hincapié en el learning( 8 ),
conceptos gestaltistas ( 9 ), cuyo eje es la unidad del 'yo', conceptos psicoanalíticos;
finalmente, conceptos culturalistas. Estos últimos vuelven a situar el individuo en su
marco social real y dan a entender que la personalidad no sólo es historia sino, además,
historia dentro de una historia.

7
Conductistas. (N. del T.)
8
Aprendizaje, término general para designar todo lo relativamente duradero de una respuesta, que se debe a la
experiencia. (N. del T.)
9
Estructuralistas (N. del T.)

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