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"2020 - Año del General Manuel Belgrano”

PROTOCOLO NACIONAL PARA LA PROTECCIÓN DE LAS PERSONAS


MAYORES EN EL CONTEXTO DEL COVID 19

CAPÍTULO I
DISPOSICIONES GENERALES

Artículo 1°: Creación. Créase en todo el territorio nacional el “Protocolo para la


Protección de las Personas Mayores en el contexto de pandemia por el COVID 19” con
el objetivo de establecer criterios para la atención, cuidado y contención de este grupo
social, durante la vigencia de la emergencia sanitaria declarada mediante Decreto N°
260/20, desde una perspectiva de Derechos Humanos, para ser aplicados en los ámbitos
de los hogares, las comunidades y las residencias de cuidado de largo plazo.

A los fines de la presente ley, se considera “Persona mayor” a toda persona de 60 años o
más.

Artículo 2°: Principios. El presente protocolo responde a los principios establecidos


por la Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las
Personas Mayores, y en particular a los siguientes:

a. La promoción y defensa de los derechos humanos y libertades fundamentales de


la persona mayor.

b. La valorización de la persona mayor, su papel en la sociedad y contribución al


desarrollo.

c. La dignidad, independencia, protagonismo y autonomía de la persona mayor.

d. La igualdad y no discriminación.
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e. La participación, integración e inclusión plena y efectiva en la sociedad.

f. La equidad e igualdad de género.

g. La solidaridad y fortalecimiento de la protección familiar y comunitaria.

h. La cooperación intergeneracional.

Artículo 3º: Objetivos específicos. Serán objetivos específicos del Protocolo:

a. Incrementar las conexiones sociales por medio de herramientas para mantenerse


en contacto vía internet, incluso aquellos adultos mayores que se encuentren
tanto en residencias de cuidado o en áreas remotas, como en zonas urbanas o
zonas rurales.

b. Promover el control y aplicación de los protocolos establecidos en el caso de


detección del COVID 19 en adultos mayores, independientemente de su
situación habitacional.

c. Prevenir las conductas de abuso o maltrato hacia las personas mayores.

d. Promover la inclusión de los adultos mayores como sujetos de derecho a la salud


y a la vida.

e. Promover la protección integral, desde una perspectiva interdisciplinaria y no


únicamente desde la perspectiva de salud física de modo de garantizar una
asistencia física, psicológica y social

f. Promover la solidaridad de todas las generaciones y la comunidad en conjunto


en pos de evitar el riesgo de contagio de los adultos mayores.

CAPÍTULO II
PERSONAS MAYORES QUE RECIBEN CUIDADOS EN VIVIENDAS
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PARTICULARES

Artículo 4º: Aplicación. Las personas mayores que residan en viviendas particulares y
constituyan un hogar unipersonal o unigeneracional podrán solicitar la aplicación del
presente protocolo. A esos fines la Autoridad de Aplicación deberá arbitrar los
mecanismos necesarios para:

a. Promover el cumplimiento de todas las medidas de higiene y cuidado difundidas


por el Ministerio de Salud de la Nación o la autoridad sanitaria local.

b. Recopilar la información relevante de la persona mayor, a tales efectos se deberá


recabar:

1. Detalles del nombre y la dirección, y cualquier información de contacto de la


persona que se cuida.

2. Persona de contacto en caso de emergencia, lo que puede incluir familiares,


amigos o profesionales, debiendo tenerse en cuenta la opinión de la persona
mayor al respecto.

3. Detalles de cualquier medicamento o tratamiento que deba recibir la persona


que se cuida.

c. Garantizar la obtención y abastecimiento de medicamentos y suministros


médicos que fueran necesarios.

d. Garantizar la obtención y abastecimiento de productos básicos de consumo


cotidiano en el hogar.

e. Garantizar la capacitación a las personas mayores en relación a la realización de


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trámites a distancia.

f. Capacitar a las personas que presten servicios a las personas mayores en la


observancia de las disposiciones y recomendaciones que los organismos
correspondientes dicten en materia de desplazamiento al lugar de trabajo e
higiene personal.

Artículo 5°: Participación ciudadana. A través de las autoridades locales, se


promoverá la colaboración de vecinos y vecinas para la asistencia de adultos mayores
residentes en viviendas particulares. A tales efectos, se deberá:

a. Organizar y coordinar una red colaborativa compuesta por vecinos y vecinas


prestos a colaborar, como voluntarios, con los adultos mayores durante la
emergencia sanitaria tanto de manera remota como a través de asistencia
afectiva y compañía presencial, tomando los correspondientes recaudos
sanitarios.

b. Realizar convenios locales con los sindicatos que aglutinan a los trabajadores y
trabajadoras que realizan la tarea de encargado/a en los edificios, para que éstos
puedan, durante su jornada de trabajo, realizar acciones de asistencia destinada a
las personas mayores que habiten en el edificio.

c. Disponer la instrucción de personal de la administración pública provincial o


local a los fines de contactarse con personas mayores, a efectos de brindar
asistencia e información a quienes lo necesiten, a fin de evitar situaciones que
los expongan al riesgo de contagio y afectación del sistema de salud.

d. Promover mecanismos de atención ciudadana que permita expresar su opinión a


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las personas mayores con respecto a las medidas tomadas con arreglo al presente
protocolo.

CAPÍTULO III
PERSONAS MAYORES ALOJADAS EN RESIDENCIAS DE CUIDADO
DE LARGO PLAZO

Artículo 6º: Deberes de las residencias de cuidado de largo plazo. Las residencias de
cuidado de largo plazo deberán:

a. Garantizar la colaboración multidisciplinaria entre médicos, enfermeras,


farmacéuticos y otros profesionales de la salud en el proceso de toma de
decisiones para abordar la multimorbilidad y el deterioro funcional de los
residentes.

b. Elaborar un plan institucional que responda a las necesidades, particularidades y


circunstancias de la institución. Para elaborar dicho plan se han de incluir, entre
otros aspectos básicos, lo siguiente:

1. Identificación y gestión rápida de residentes enfermos.

2. Reglas de prevención para los/as visitantes y personal externo.

3. Obtención de suministros y recursos necesarios para higiene de


manos, alcohol gel y otros.
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4. Organización para que el personal pueda cumplir sus funciones por


turnos de acuerdo con las necesidades de la institución, evitando la
aglomeración innecesaria de personas.

5. Detección de síntomas en el personal de la institución que esté en


contacto directo e indirecto con las personas residentes, incluyendo
control periódico de la fiebre y síntomas de cuadros respiratorios.

6. Educación y entrenamiento del personal y de las familias de los


residentes, utilizando los recursos ya existentes.

7. Disponibilidad de personal adicional en caso de requerirlo, así como


de equipos y suministros básicos.

8. Acceso a dispositivos digitales e internet.

Artículo 7°: Medidas de prevención. A los fines de prevenir el contagio y la


propagación del virus, se deberán observar las siguientes pautas:

a. Limitar el acceso a la residencia y circulación dentro de la misma.

b. Promover medios alternativos de comunicación para acceder al contacto entre


residentes y sus familiares o referentes afectivos.

c. Ante un nuevo ingreso o retorno de un residente, prever un periodo de


aislamiento en una habitación individual.

d. Diseño de circuitos diferenciales de ingreso y circulación de personal y los


residentes.

e. Análisis de temperatura corporal de manera diaria a residentes.

f. Análisis de temperatura corporal a cualquier persona ingresante a la residencia.


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g. Distribución de ropa y equipos de protección personal de trabajo adecuados para


el personal que realice tareas dentro de la residencia.

h. Disminuir la cantidad de personas en espacios compartidos.

i. Respetar el distanciamiento social de al menos un metro entre personas.

j. Evitar la rotación del personal asignado para la atención directa de las personas
mayores.

k. Otorgar licencias a aquel trabajador/a que presente síntomas respiratorios o


fiebre.

l. Reforzar la vacunación de acuerdo al calendario nacional, principalmente


antigripal y antineumococcica, de los/as trabajadores/as y residentes.

m. Capacitar a los/as trabajadores/as en la observancia de las disposiciones y


recomendaciones que los organismos correspondientes dicten en materia de
desplazamiento al lugar de trabajo e higiene personal.

Artículo 8°: Acondicionamiento de espacios. Las residencias de largo plazo deberán:

a. Colocar carteles informativos sobre higiene de manos e higiene respiratoria en la


entrada de los centros, recepciones y otros espacios comunes.
b. Instalar dispensadores de alcohol en gel para residentes, personal y en áreas
comunes.
c. Mantener la ventilación de los espacios en forma regular.
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d. Acondicionar un espacio de seguridad para el personal de salud y otra área para


el personal de servicios, alejado del contacto con los y las residentes a los fines
de realizarse el cambio de ropa de calle por la del trabajo.

e. Mantener la limpieza e higienización de todos los espacios.

Artículo 9°. Detección de casos sospechosos. Ante la detección de casos sospechosos,


según la definición de la autoridad sanitaria, dentro de la residencia, se deberá:

a. Dar aviso al servicio de emergencia correspondiente.

b. Aislar a la persona y evitar su contacto directo con el personal y residentes.

c. Identificar los residuos generados en la atención del/la paciente y eliminarlos


acorde la normativa correspondiente.

d. Identificar a personal y residentes que hayan mantenido contacto estrecho con


el/la paciente, para su seguimiento y análisis.

CAPÍTULO IV
AUTORIDAD DE APLICACIÓN

Artículo 10º: Funciones. El Poder Ejecutivo Nacional designará a la autoridad de


aplicación de la presente ley, que tiene las siguientes funciones:

a. Monitorear, junto con el Consejo Federal de Adultos Mayores, la


implementación del Protocolo creado por la presente ley, a fin de evaluar los
resultados de su implementación, detectando posibles incumplimientos o falencias
en su aplicación para realizar eventuales mejoras.
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b. Realizar estudios, diagnósticos y relevamientos sobre las personas mayores


periódicos, para detectar problemas, situaciones de riesgo y nuevas necesidades.

c. Crear comités de expertos, organizar foros de participación ciudadana e


intervenir en las áreas de mejora.

d. Desarrollar capacitaciones e implementar instancias de formación para personal


de los distintos Ministerios y/o agencias del Estado que atiendan o trabajen con
personas mayores.

e. Realizar acuerdos con entidades privadas, a fin de garantizar capacitación para


operadores/as y trabajadores/as de los distintos organismos o instituciones que estén
en contacto con personas mayores.

CAPÍTULO V
DISPOSICIONES FINALES

Artículo 11°: Reglamentación. El Poder Ejecutivo Nacional deberá reglamentar la


presente ley dentro del plazo máximo de TREINTA (30) días desde su entrada en
vigencia.

Artículo 12°: Vigencia. La presente ley entrará en vigencia el día de su publicación en


el Boletín Oficial de la República Argentina.

Artículo 12°: Comuníquese al Poder Ejecutivo.


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Fundamentos

Sr. Presidente,

a) Por qué un protocolo para personas mayores.

La creación del presente “Protocolo para la Protección de las Personas Mayores en el


contexto de pandemia por el COVID 19” tiene como objetivo fortalecer la protección de
los derechos humanos de las personas mayores de nuestro país.

Las Naciones Unidas han instado a los Estados a proteger los derechos humanos de
todas las personas durante la pandemia de COVID-19, poniendo especial énfasis en los
grupos vulnerables incluyendo a las personas mayores que viven solas, en instituciones
o en comunidades de bajos ingresos que tienen acceso desigual a la atención médica, a
menudo en situación de subempleo y sin protección social. Asimismo, se ha puesto
énfasis en que las declaraciones de emergencias sanitaria o de seguridad estén en
consonancia con el derecho internacional de derechos humanos y en ningún caso deben
usarse como base para socavar los derechos de grupos particulares de población
(OACDH, 2020).

Otro aspecto que puede pasar inadvertido es el reforzamiento de la estigmatización de


las personas de la tercera edad como una carga económica que afectaría la posibilidad
de destinar recursos para la atención de la pandemia o el hecho de que las restricciones
para evitar el contagio vayan en contra de su derecho a la participación de la vida en
comunidad, aislándolas o expandiendo los prejuicios en torno a ellas. Los Derechos
Humanos son universales e inalienables y, en el caso de las personas mayores, las
normas y los principios de derechos humanos reconocidos internacionalmente, que
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figuran en los tratados internacionales de derechos humanos, cubren y protegen a este


segmento de la población (Naciones Unidas, 2011).

En la Observación General N° 6 de 1995, el Comité Derechos Económicos, Sociales y


Culturales ha dicho que para ejercer el derecho a la salud en la vejez han de disponerse
de todos los medios necesarios para vivir de manera digna la última etapa del ciclo de
vida, incluyendo la atención a los enfermos terminales. Asimismo, en la Observación
General N° 14 de 2000, el mismo Comité reafirma la importancia de un enfoque
integrado de salud que abarque la prevención, la curación y la rehabilitación de las
personas mayores.

La Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las


Personas Mayores (2015) prohíbe la discriminación por la edad de la vejez y consagra,
entre otros, el derecho a la salud y a los cuidados de largo plazo. Asimismo, el artículo
29 sobre situaciones de riesgo y emergencias humanitarias indica que: “Los Estados
Parte tomarán todas las medidas específicas que sean necesarias para garantizar la
integridad y los derechos de la persona mayor en situaciones de riesgo, de conformidad
con las normas de derecho internacional, en particular del derecho internacional de los
derechos humanos y del derecho internacional humanitario”.

En el caso de las medidas de distanciamiento social que se están implementando, se


debe ser muy cuidadoso con su aplicación en las personas mayores. Varios estudios
tomados en cuenta por la CEPAL de Naciones Unidas, demuestran que incluso antes del
COVID-19, aproximadamente una cuarta parte de las personas mayores se ajustaba a la
definición de “socialmente aislada” —que mide el contacto social de rutina— y un 43%
se siente sola. Se puede estar aislado socialmente sin reportar sentimiento de soledad y
se puede estar solo sin estar aislado socialmente, pero ambas condiciones pueden causar
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daño a la salud física y mental de las personas mayores. Por otra parte, las redes e
interacciones sociales robustas mejoran la salud de las personas mayores (Irfan y
Belluz, 2020). Las medidas han de armonizar la protección de las personas mayores
frente al virus y la disminución de su calidad de vida con la pandemia. El inadecuado
equilibrio de las acciones de distanciamiento social puede crear una situación difícil
para las personas mayores que necesitan protección contra el COVID-19 porque hay
que tomar en cuenta que ya pueden estar suficientemente aisladas.

Una de las certezas con las que contamos sobre la pandemia que afecta a nuestro país y
al mundo actualmente, tiene que ver con los riesgos que acarrea contraer coronavirus en
las personas mayores a 60 años. Mientras que los pacientes entre 60-70 años tienen un
0,4% de probabilidades de fallecer; los de 70-80 tienen un 1,3%; y los mayores de 80,
un 3,6%1. Esto ha motivado algunas recomendaciones en relación a este grupo y ciertas
medidas de prevención particulares 2. Según datos del Ministerio de Salud al 20 de mayo
del 2020, de las 393 personas fallecidas en nuestro país, 8 tenían entre 20 y 39 años, 55
entre 50 y 59 años y el resto (330) fueron personas mayores a los 60 años. Estos
números contrastan directamente con los relativos a las edades de los contagiados,
marcando una pronunciada tasa de letalidad en las personas mayores.

b) Sobre el universo de personas mayores en nuestro país.

En la República Argentina, el proceso de envejecimiento de la población ha avanzado


de manera sostenida durante el siglo XX, siendo uno de los países más envejecidos de la
región, sin embargo, durante los últimos 30 años fue uno de los países que menos

1
https://elpais.com/ciencia/2020-03-23/por-que-el-coronavirus-es-mas-peligroso-para-los-ancianos.html
2
En la Ciudad de Buenos Aires, por ejemplo, rige para mayores de 70 años la Resolución Conjunta de
Jefatura de Gabinete de Ministros y Ministerio de Salud N° 16/MJGGC/20 (B.O.CABA. 20/04/20).
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envejeció. Dicho proceso, que continuará durante este siglo, se ha expresado con
desigual intensidad en las distintas jurisdicciones subnacionales.

Demográficamente, el país se encuentra en una etapa de envejecimiento avanzada.


Según el Censo 2010, un 10,2% de la población tiene 65 años y más; es decir, existe una
alta proporción de personas mayores con relación a la población total. Una de las
características de la población adulta mayor es la feminización de sus componentes, a
causa de los mayores niveles de sobremortalidad masculina. Para el año 2010, de un
total de 4,1 millones de personas de 65 años y más, 2,4 millones corresponden a mujeres
y 1,7 millones a varones.

Otra de las características salientes del proceso de envejecimiento es su perfil urbano.


Según datos del Censo 2010, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires reside el mayor
porcentaje de población de 65 años y más (15,7%), seguida por el interior de la
provincia de Buenos Aires (11,5%); las provincias de Santa Fe (11,1%); La Pampa
(10,9%) y Córdoba (10,8%). Entre las menos envejecidas se encuentran las provincias
de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur (3,6%), Santa Cruz (4,9%),
Misiones (6,2%) y Neuquén (6,4%).

La elección de los 60 años como edad establecida para la determinación de la población


adulta mayor está relacionada con que dicha edad determina el umbral etario de retiro
del mercado de trabajo para las mujeres y con que, además, en el Plan de Acción
Internacional de Viena sobre el Envejecimiento de 1982, se han considerado como
adultos mayores o personas de la tercera edad a quienes tienen 60 años y más. Similar
criterio se adoptó en la Segunda Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento, en el año
2002 y en la reciente Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos
Humanos de las Personas Mayores (2015). Así, la población de 60 años y más
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representa el 14,3% del total de población del país y mantiene la misma distribución
territorial que la encontrada para aquellos que tienen 65 años y más.

Del total de población entrevistada en la ENCaViAM (Encuesta Nacional sobre Calidad


de Vida de Adultos, 2012), el 57% son mujeres. A medida que se avanza en la edad, las
mujeres incrementan su participación relativa, representando el 63% de las personas de
75 años y más.

El tipo de hogar que integran los adultos y adultas mayores, así como la situación
conyugal que presentan, son indicadores que reflejan la posibilidad de contar con la
compañía de otras personas para el desarrollo cotidiano de la vida.

En su mayoría, los varones se encuentran en convivencia o casados (73%) mientras que,


entre las mujeres, la situación conyugal que prevalece es el matrimonio (40,1%) y la
viudez (38,6%). Esta última condición, característica de las mujeres de 75 años y más,
se explica por la mayor esperanza de vida femenina. En el grupo de 75 años y más, 6 de
cada 10 mujeres se declaran viudas, mientras que, en el universo de varones del mismo
tramo etario, esta situación afecta a algo más de 2 de cada 10 varones.

Con relación al lugar que ocupan las personas mayores de 60 años en sus hogares, un
66% se declara jefe/a del hogar en el que vive. Esta condición afecta principalmente a
los varones (87,5%) mientras que las jefaturas femeninas se incrementan
significativamente con la edad, posiblemente a causa de la viudez.

Al analizar el hogar de las personas adultas mayores se tienen en cuenta tanto a la


persona o grupo de personas -parientes o no- que comparten los gastos de alimentación
y residen bajo un mismo techo. La cantidad de hogares con personas adultas mayores
representan el 32% del total de hogares relevados en la Encuesta Anual de Hogares
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urbanos 2012, y la población de 60 años y más que allí se concentra es un 15% de la


población urbana total.

En este sentido, es importante mencionar que los estratos de hogares con adultos
mayores es una variable que caracteriza el entorno cotidiano en que se encuentran los
mismos mediante la consideración de los arreglos residenciales. Así, se reconocen los
siguientes estratos de hogares con personas adultas mayores: a) Hogares unipersonales
de personas adultas mayores. b) Hogares unigeneracionales de personas adultas
mayores. c) Hogares multigeneracionales con al menos una persona adulta mayor.

De esta manera, podemos decir que 2 de cada 10 son unipersonales; 3 de cada 10,
unigeneracionales y 5 de cada 10 multigeneracionales.

Los hogares unipersonales están conformados por población más envejecida; mientras
que 16 de cada 100 personas de 60 a 74 años reside en este tipo de hogar, la proporción
se duplica al interior del grupo de 75 años y más.

Las mujeres están sobrerrepresentadas en los hogares unipersonales, siendo en su


mayoría viudas (alrededor del 70%). Esta distribución se explica, en parte, por su mayor
sobrevida respecto de los varones. Las personas adultas mayores residentes en estos
hogares se encuentran en una situación más desfavorable con relación al resto desde la
perspectiva de las redes de apoyo intra-hogar, dado que, en el caso de necesitar algún
tipo de ayuda, deben recurrir a la red familiar extra-hogar o a alguna fuente de recursos
institucionales para satisfacerla. Motiva esto la inclusión de medidas específicamente
destinadas a esta población en el Protocolo que venimos a presentar.

Los hogares unigeneracionales tienen principalmente jefatura masculina (87,8%) y


tienden a concentrarse en las edades más avanzadas. Integrados principalmente por
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parejas de personas adultas mayores -convivientes o casados- ante una situación de


necesidad, cuentan con la ayuda del/ la cónyuge o conviviente, para la resolución de la
misma. Este apoyo se ve trastocado cuando agregamos la variable del Coronavirus en el
país, dado que ambos/as se encontrarían entre los grupos de riesgo frente al contagio del
virus, por eso deviene necesario articular medidas para asistirlos/as.

En otro orden de cosas, consideramos necesario analizar la dependencia de las personas


adultas mayores y para ello se evalúa la capacidad de los individuos para desarrollar
actividades de la vida diaria. Así, reconocemos dos tipos de dependencia, la básica y la
instrumental. La primera de ellas refiere a la posibilidad del adulto mayor de
desplazarse por sus propios medios en su cuarto o casa, realizar actividades de la vida
cotidiana como alimentarse, bañarse o vestirse. Por el otro, la funcionalidad
instrumental refiere a la realización de actividades de mayor complejidad como el uso
del dinero, efectuar compras, cocinar o administrar sus medicamentos, necesarias para
llevar adelante una vida independiente. Alrededor del 10% de los adultos mayores
presenta dependencia básica. A medida que aumenta la edad, la población adulta mayor
se vuelve más dependiente en este tipo de actividades -prácticamente se cuadruplica-
con un 5% en el grupo de 60 a 74 años y un 21% entre los de 75 años y más. La
dependencia para las actividades básicas de la vida está feminizada

Otra faceta que debe resaltarse de este estudio es la relación de las personas mayores
con las Tics. En este sentido, es relevante observar en qué medida su uso impacta entre
las distintas generaciones y, en este caso, cuál es la incidencia entre los adultos
mayores. Con relación al uso del teléfono celular, un 44,5% no lo utiliza por sí solo. De
aquellos/as que no lo usan, cuatro de cada diez no tienen celular y otros cinco no tienen
interés o les resulta complicado. Un 14% manifiesta tener algún impedimento de tipo
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físico (no escucha bien, no ve bien los números o no lo puede manipular). Considerando
otras manifestaciones de la tecnología, sólo un 20% de las personas mayores usa
Internet y la utilización de la computadora disminuye significativamente con la edad (un
25% entre los de 60 a 74 años y sólo un 6% entre los de 75 años y más).

c) Las residencias de larga estadía:

De acuerdo al último Censo del año 2010, en la Argentina existen 3584 instituciones
categorizadas como “hogares de ancianos”. En referencia a las personas mayores
institucionalizadas, el Censo informa que se encontraban viviendo bajo esa modalidad
76.627 personas de 60 años y más, lo que significa un 1,3% de la población total para el
año 2010 sobre el total de personas mayores (5.725.838).

La primera de las dificultades que presenta el escenario residencial de adultos mayores


es la cercanía entre los/as residentes, encontrándose aislados/as y en un mismo espacio
habitable. En otro sentido, el tránsito de los/as trabajadores/as que pueden ser portadores
asintomáticos del virus. Hemos presenciado ya varios casos de contagio en distintos
establecimientos en el país: El Saldán, en Córdoba, que involucra el 23% de casos de
toda la provincia; el Cervantes del barrio porteño de Floresta, que, a partir de un caso, se
dispuso el traslado del resto de los residentes; el geriátrico La Nona, en Paso del Rey,
que fue clausurado al confirmar un caso de COVID-19, entre otros.

En otro orden de ideas, el aislamiento puede ser para estos grupos un factor de riesgo
que aumente otros padecimientos o afecciones de salud preexistentes, de modo que es
necesario también evaluar qué medidas se están tomando para que el aislamiento no
signifique exclusión y afecte las condiciones de salud subyacentes en las personas que
residen en este tipo de espacios, como residencias geriátricas y otros dispositivos
asistenciales.
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d) Conclusiones

Luego de los datos expuestos que evidencian las particularidades de este grupo etario en
nuestro país, consideramos que ante el contexto actual generado por el COVID -19 se
deben profundizar los cuidados de las personas adultas mayores desde una mirada
integral y contar con la colaboración multigeneracional de la población.

De acuerdo a Rosa Kornfeld-Matte, experta independiente del Consejo de Derechos


Humanos de la ONU, la sociedad tiene el deber de ser solidaria y proteger mejor a las
personas mayores y recordó que son éstas las que sufren un riesgo desproporcionado de
muerte a causa del coronavirus COVID-19. También indicó que este colectivo es uno de
los más proclives a adquirir el virus puesto que tienen necesidad de cuidados o
asistencia, además de que muchas viven en entornos de alto riesgo, como las residencias
geriátricas. Agregó que la exclusión se ha exacerbado por las medidas de
distanciamiento social que, entre otras disposiciones, no permiten visitas en las
residencias de cuidado de largo plazo y sostiene que la distancia social no debe
convertirse en exclusión social. Por eso, en este proyecto, propiciamos medidas
alternativas de contacto con los referentes afectivos.

Por su parte Catalina Devandas, Relatora Especial de las Naciones Unidas sobre los
derechos de las personas con discapacidad, sostiene que estamos en un mundo que
rechaza la vejez como algo que no es deseable. Y esas percepciones sociales influyen
también mucho en cómo se brindan servicios. Además, afirma que a los adultos
mayores se les debe incluir en la participación de la toma de decisiones y que además se
debe crear conciencia sobre los estereotipos. Finalmente, recomienda a los Estados
alejarse de respuestas que sean absolutamente médicas.
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No debemos dejar de manifestar que el Ministerio de Salud y el Ministerio de


Desarrollo Social elaboraron la Resolución Conjunta N° 2/20 publicada el 18 de abril, a
través de la cual se aprueban las “Recomendaciones y Medidas Específicas para Evitar
la Propagación del Covid-19 En Barrios Populares y Cuidado de Adultos Mayores”, se
intenta así promover un abordaje comunitario en el que los municipios articulen
esfuerzos con instituciones religiosas, organizaciones sociales, clubes de barrio,
escuelas y Centros de Atención Primaria, la conformación de comités de emergencia
local y la organización en cada barrio de Puntos de Integración Comunitario (PIC). En
este documento se enumera la necesidad de “Establecer estrategias para la composición,
organización e implementación de una red de apoyo y contención para adultos mayores
y familias vulnerables” y se destacan acciones en relación a la capacitación de las
personas que conviven con ellos/as, vacunación, provisión de elementos de higiene,
alimento y medicamentos.

Por todo lo mencionado, consideramos necesario la implementación del Protocolo para


la Protección de las Personas Mayores en el contexto de pandemia por el COVID 19
dado que, frente al contexto actual, es propicio contar con un instrumento de atención y
cuidado hacia personas mayores que permita asegurar sus Derechos Humanos y evitar
que las condiciones de vulnerabilidad sean profundizadas.

Por todo lo expuesto, solicitamos a nuestros pares la aprobación del presente proyecto.

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