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De niño, Agustín vivió entre un padre pagano (Patricio) más bien irascible y una
madre cristiana (Mónica), la cual tenía 23 años cuando éste nació. Marcados por
la tradición patriarcal y por el derecho romano, los hombres no estaban
predispuestos a respetar a sus mujeres. Agustín pondrá como ejemplo la
paciencia y la dulzura de su madre. (Centro Teológico San Agustín, 2004, p. 38).
Paciente y generosa con Patricio su marido, con quien se había casado por sus
padres, formaba lo que hoy cabría denominar un matrimonio dispar. Pese al
carácter irascible y a las infidelidades en el hogar, nunca fue víctima de malos
tratos. El texto canta solo: «Educada en la modestia y en la sobriedad, mi madre
estuvo sujeta más por ti a sus padres que por sus padres a ti. Tan pronto como
llegó a la plenitud de la edad núbil, se le dio un marido al que sirvió como a su
señor. Se Mónica supo asimismo ser madre, ¡y qué madre! De carácter antes de
enviudar, empezó a demostrarlo más, si cabe, a raíz de la muerte de Patricio.
Tenía entonces Agustín 17 años y empezaron a llegarle noticias harto
preocupantes, de modo que, apenas hubo regresado éste de vacaciones a
Tagaste con falsedades maniqueas contra la religión católica, Mónica, que era
bondadosa pero no cobarde, comprensiva pero en modo alguno débil, no vaciló
en echarle de casa para evitar el contagio a sus hermanos. (Centro Teológico San
Agustín, 2004, p. 55-57).
San Agustín confiesa cómo en Cartago se enredó en los lazos del amor impuro,
que leyendo allí el Hortensio de Cicerón, al año 19 de su edad, se excitó al amor
dela sabiduría, y cómo después cayó en el error de los maniqueos.
Adeodato (372 -391) fue hijo de Agustín de Hipona. Agustín lo llamó en algún
momento «el hijo del pecado», en la amargura de su propio reproche por tratarse
del fruto de un amor no matrimonial. En la explicación del propio Agustín:
«Vine a Cartago y caí en una caldera hirviente de amores pecaminosos. Aún no
amaba yo, pero quería ser amado [...] Ardía en deseos de amar y buscaba un
objeto para mi amor. Quería ser amado, pero odiaba la seguridad de un camino
sin trampas ni celadas. [...] Dulce me era, pues, amar y ser amado; especialmente
cuando podía disfrutar del cuerpo amado.» (San Agustín, 1983, p. 50).
En Tagaste, donde San Agustín y Alipio habían nacido, fue creado obispo Alipio en
el año 394, según el cómputo de Baronio, y se puede colegir de la epístola que en
este mismo año escribió San Agustín a San Jerónimo. Fue Alipio el compañero
más amado y amante de San Agustín en toda su vida, y como por seguir a Agustín
se hizo maniqueo, por seguirle también se hizo cristiano, y a un tiempo recibieron
el bautismo; le siguió y acompañó cuando se retiró a las cercanías de Milán;
después le acompañó a Tagaste y a Hipona, y finalmente vivió y murió no
haciendo los dos más que un alma y un corazón.
De él habla siempre San Agustín con singulares elogios y está puesto en el
catálogo de los Santos, y reza de él toda la Orden de San Agustín en el día 16 de
agosto. (San Agustín, 1983, p. 127).
Termina San Agustín La Ciudad de Dios y nombra a Heraclio obispo auxiliar. 427.
Rebelión, en África, del conde Bonifacio. 428. Los persas en Armenia.
Controversia nestoriana. Conferencia de Agustín con el obispo arriano Maximino.
429. Los vándalos pasan al África durante el reinado de Genserico. Código
teodosiano. 430. Muere San Agustín el 28 de agosto mientras Genserico sitia
Hipona en el año 431 a la edad de 75 años. (San Agustín, 2007, p. 19).