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SAN AGUSTÍN

La vida de san Agustín se inició el 13 de noviembre del año 354 en Tagaste


Numidia (África) y concluyó en Hipona el 28 de agosto del año 430. Su camino fue
buscar el rostro de la verdad. Y el rostro de Dios es la verdad: «y la faz de Dios,
¿no es la Verdad, por la que suspiramos, purificándonos y adornándonos para
ella, porque es nuestra amada?». San Agustín hace de la plenitud de la existencia
el punto de partida de su pensamiento y desarrolla, a partir de la experiencia, una
teología que conduce a Dios. Su biografía desemboca en seguimiento y éste
modifica su pensamiento. La puesta en camino al lado de Jesús (Jn 13, 33-36)
conforma el núcleo de toda su reflexión filosófica y teológica: « ¿A dónde vamos?
A la verdad. ¿por dónde vamos? Por Cristo, pues Él dijo: Yo soy el Camino la
Verdad y la Vida». (Centro Teológico San Agustín, 2004, p. 14).

De niño, Agustín vivió entre un padre pagano (Patricio) más bien irascible y una
madre cristiana (Mónica), la cual tenía 23 años cuando éste nació. Marcados por
la tradición patriarcal y por el derecho romano, los hombres no estaban
predispuestos a respetar a sus mujeres. Agustín pondrá como ejemplo la
paciencia y la dulzura de su madre. (Centro Teológico San Agustín, 2004, p. 38).

Paciente y generosa con Patricio su marido, con quien se había casado por sus
padres, formaba lo que hoy cabría denominar un matrimonio dispar. Pese al
carácter irascible y a las infidelidades en el hogar, nunca fue víctima de malos
tratos. El texto canta solo: «Educada en la modestia y en la sobriedad, mi madre
estuvo sujeta más por ti a sus padres que por sus padres a ti. Tan pronto como
llegó a la plenitud de la edad núbil, se le dio un marido al que sirvió como a su
señor. Se Mónica supo asimismo ser madre, ¡y qué madre! De carácter antes de
enviudar, empezó a demostrarlo más, si cabe, a raíz de la muerte de Patricio.
Tenía entonces Agustín 17 años y empezaron a llegarle noticias harto
preocupantes, de modo que, apenas hubo regresado éste de vacaciones a
Tagaste con falsedades maniqueas contra la religión católica, Mónica, que era
bondadosa pero no cobarde, comprensiva pero en modo alguno débil, no vaciló
en echarle de casa para evitar el contagio a sus hermanos. (Centro Teológico San
Agustín, 2004, p. 55-57).

San Agustín confiesa cómo en Cartago se enredó en los lazos del amor impuro,
que leyendo allí el Hortensio de Cicerón, al año 19 de su edad, se excitó al amor
dela sabiduría, y cómo después cayó en el error de los maniqueos.
Adeodato (372 -391) fue hijo de Agustín de Hipona. Agustín lo llamó en algún
momento «el hijo del pecado», en la amargura de su propio reproche por tratarse
del fruto de un amor no matrimonial. En la explicación del propio Agustín:
«Vine a Cartago y caí en una caldera hirviente de amores pecaminosos. Aún no
amaba yo, pero quería ser amado [...] Ardía en deseos de amar y buscaba un
objeto para mi amor. Quería ser amado, pero odiaba la seguridad de un camino
sin trampas ni celadas. [...] Dulce me era, pues, amar y ser amado; especialmente
cuando podía disfrutar del cuerpo amado.» (San Agustín, 1983, p. 50).

Su juventud transcurre mundanamente. Estudiando retórica en Cartago tuvo


oportunidad de conocer el Hortenius de Cicerón, el cual suscitó en él una intensa
motivación por la filosofía. Estudia diversas doctrinas filosóficas y religiosas. Por
algún tiempo se adhiere al maniqueísmo. Esta doctrina enseña la existencia de
dos principios: el bien y el mal, los cuales se corresponden con el espíritu y la
materia. Conoce luego el neoplatonismo y finalmente el cristianismo a través de
las predicaciones de San Ambrosio en Milán. Se convierte al cristianismo y es
bautizado; después ordenado sacerdote y fue, posteriormente, obispo de Hipona
(395).
Con la llegada del cristianismo la filosofía sufre una nueva transformación: queda
sometida a la autoridad de las ciencias divinas (la teología). En sus comienzos el
cristianismo nada quiso saber de la filosofía, la cual se consideraba un saber
pagano. Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo, los padres de la iglesia se
vieron en la necesidad de recurrir a conceptos para explicar teológicamente los
contenidos de la fe cristiana; y esos conceptos se fueron tomando de la filosofía
griega. San Clemente de Alejandría (150-215) usa una metáfora para indicar que la
sabiduría cristiana puede recibir verdades de otras fuentes. “la verdad es como un
gran río al cual desembocan pequeños afluentes; éstos son las verdades
descubiertas por la filosofía antes de la venida del cristianismo.
Con esta metáfora quiere indicar que la sabiduría cristiana es la verdad
fundamental, pero que nada impiden que se puedan aceptar verdades de la
razón. San Agustín afirmaba “creer para entender”. Primero está la fe, pero es
necesario luego el esfuerzo de comprensión. (Rojas Osorio, 2006, p. 156)

San Agustín ha pasado a la historia – en expresión de Pablo VI – como «intérprete


de dos mundos que debemos unir: el del hombre y el de Dios» (Centro Teológico
San Agustín, 2004, p. 21).

Como sacerdote, Agustín participó en concilios regionales. Muchos otros tuvieron


lugar siendo él obispo. El concilio de Cartago del año 411 es célebre. Pretendió ser
un concilio de unión entre católicos y donatistas, y consiguió reunir a 286 obispos
católicos y a otros 279 donatistas. «Por su participación casi constante en los
concilios de la Iglesia africana, Agustín jugó un gran papel en la reivindicación de
una relativa autonomía cuya postura defendió frente a la sede de Roma...
Podríamos hablar sin excedernos de un «africanismo» eclesiástico en cuya
manifestación tomó parte Agustín». (Centro Teológico San Agustín, 2004, p. 33).

En Tagaste, donde San Agustín y Alipio habían nacido, fue creado obispo Alipio en
el año 394, según el cómputo de Baronio, y se puede colegir de la epístola que en
este mismo año escribió San Agustín a San Jerónimo. Fue Alipio el compañero
más amado y amante de San Agustín en toda su vida, y como por seguir a Agustín
se hizo maniqueo, por seguirle también se hizo cristiano, y a un tiempo recibieron
el bautismo; le siguió y acompañó cuando se retiró a las cercanías de Milán;
después le acompañó a Tagaste y a Hipona, y finalmente vivió y murió no
haciendo los dos más que un alma y un corazón.
De él habla siempre San Agustín con singulares elogios y está puesto en el
catálogo de los Santos, y reza de él toda la Orden de San Agustín en el día 16 de
agosto. (San Agustín, 1983, p. 127).

Termina San Agustín La Ciudad de Dios y nombra a Heraclio obispo auxiliar. 427.
Rebelión, en África, del conde Bonifacio. 428. Los persas en Armenia.
Controversia nestoriana. Conferencia de Agustín con el obispo arriano Maximino.
429. Los vándalos pasan al África durante el reinado de Genserico. Código
teodosiano. 430. Muere San Agustín el 28 de agosto mientras Genserico sitia
Hipona en el año 431 a la edad de 75 años. (San Agustín, 2007, p. 19).

 Centro Teológico San Agustín. (2004). San Agustín: 1650 aniversario de su


nacimiento, Obispo de Hipona. Madrid: Vicente Domingo Canet Vayá, OSA
 San Agustín (1983). Confesiones de San Agustín, Obispo de Hipona. (10ª
ed.). Madrid: Editorial Gredos.
 San Agustín (2007). La Ciudad De Dios. Madrid: Editorial Gredos.
 Rojas Osorio, C. (2006). La filosofía: sus transformaciones en el tiempo.
República Dominicana: - Editorial: Isla Negra editores

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