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PEDRO G. ROMERO
Pedro G. Romero (Aracena, Huelva, 1964) es un artista que ha desarrollado su trabajo en torno a diferentes áreas, distantes en apariencia pero cercanas entre
sí. Una de sus obras más reconocidas es el Archivo F.X., que comenzó en el año 1999 como la recolección de un amplio fichero de imágenes en relación a la
iconoclastia antisacramental española entre 1845 y 1945. Además, forma parte de la PRPC (Plataforma de Reflexión de Políticas Culturales), es miembro del
equipo de contenidos de UNIA arteypensamiento en la Universidad Internacional de Andalucía, flamencólogo, comisario del proyecto Tratado de Paz para
DSS2016EU, y ha desarrollado también su labor en torno a la crítica del arte y el mundo editorial.
ACTA: Tu trabajo con el Archivo F.X., principalmente, pero
también con otros proyectos de clasificación y conexión
de datos e imágenes, tiene un interés, creemos, más allá
de la propia temática que tratan. Nos gustaría que nos
explicases su origen teórico y la relación con autores
como Warburg y Bataille. ¿En qué medida tiene una
potencialidad como herramienta historiográfica dentro
del análisis de una cultura visual tan compleja como a la
que nos enfrentamos actualmente?
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sentido común de colección de cosas, en el preciso, de
ejercicio de taxonomías y clasificaciones y, también, en el
más profundo, de arjé,de mandato. Archivo F.X. claudicaba
ante la hegemonía del archivo como el verdadero
organizador de lo sensible, administrando el lugar que
ocupan las formas en su aparición en el mundo.
El Archivo F.X. es en gran medida una descripción del
triunfante universo del arte moderno como modernidad,
administración financiera de las cosas y gestión de los
imaginarios que aparecen en el mundo real. Con esa
misma melancolía, el proyecto se desplazó en los medios
y canales existentes, el museo, la sala de exposiciones,
las revistas, las publicaciones, la web, la reproducción
digital, etc. Es interesante que las herramientas digitales de
comunicación –Twitter, Facebook, etc– han marcado un
cierto límite, han dado al Archivo una dimensión precisa.
En cierto sentido, el Archivo F.X., aun con sus esfuerzos
paródicos, se ha mantenido dentro de los límites políticos de
la representación, desde el Museo a la página web. A veces
se sitúa en sus límites, pero trabaja en estos, ahí dentro.
En cierto sentido, Máquina P.H., el proyecto en el que
trabajo con formas de cultura popular, con los flamencos,
por ejemplo, se sitúa más en el afuera, tiene al menos
esa voluntad de escapar a lo representativo, a una cierta
política de las formas que también me interesa aunque no
me colma.
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A: Si nos adentramos en el problema de la memoria
histórica en España, ¿cómo es la perspectiva desde tu
trabajo de un territorio que parece no haber podido
abordarse de otro modo que no sea la nostalgia? ¿Cuál ha
sido, a tu juicio, su tratamiento en las artes visuales de los
últimos años respecto a su gestión en el proceso político
de la Transición y en las políticas que han ido tomándose
al respecto en los sucesivos años?
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modelos museísticos caducos, tan cómodos a las
administraciones que los amparan, son un ejemplo de esto.
Todo es archivo, todo es política, ¡claro! ¡Ya lo sabíamos!
Pero la política no es una trade mark –o sí, quién sabe– la
política es un efecto y estas exposiciones paralizan en vez
de politizar, convierten el branding institucional en mera
decoración política, como aquellos retratos de los próceres
decimonónicos con que abrían sus puertas los museos
del siglo XIX, pues ahora, se trata de que circule por los
medios la foto del político de turno con la buena causa
que el artista recoge, sean los inmigrantes o la violencia de
género. Son formas de anestesia. Y el caso es que el político,
las más de las veces no tiene alcance para ver este efecto.
Él o ella tan solo se suma con su buenismo, la más de las
veces; pero el profesional del arte sí lo sabe, conoce los
efectos anestesiantes de sus operaciones, al menos tiene
a su alcance una abundante literatura sobre esto, y opera a
sabiendas.
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A: En alguna ocasión has señalado la idea de lo popular
como un media ¿Cómo ves la posibilidad de agencia a
través de la cultura popular? ¿Qué grado de vigencia
mantiene hoy la dialéctica alta/baja cultura?
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A: Por otro lado, no solo has desarrollado tu actividad
como artista: participas en UNIA arteypensamiento
y en PRPC (Plataforma de Reflexión de Políticas
Culturales) de Sevilla, estás trabajando en el proyecto
Máquinas de Vivir en torno al flamenco, y eres comisario
del proyecto Tratado de Paz para DSS2016EU, entre
otras exposiciones. ¿Cuál es el encaje que tienen las
prácticas interdisciplinares, como es tu actividad,
en el funcionamiento actual del arte? ¿Con qué
contradicciones aprecias su desarrollo y cómo te
enfrentas a ellas?
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modernidad tomó en este país, en los diversos focos
nacionales, en Barcelona, Bilbao, Madrid o Sevilla, apenas
sabemos nada. Se han convertido en saberes melancólicos
y son, en el contexto anglosajón o europeo, la base del vigor
de sus escenas artísticas y, más exactamente, en los últimos
treinta años, de su constante renovación. Pero pensemos,
por ejemplo, en situaciones nada excepcionales, prosaicas,
incluso banales. En Estados Unidos, en Brasil, en México,
en Alemania, en Francia, en fin, en todos esos lugares hay
siempre una bienal, una gran exposición que mide el estado
de la cuestión, que hace acontecer la mirada de los medios
sobre lo que se está haciendo, que pone atención en nuevos
trabajos, en la llegada de nuevas formas de hacer y para la
que concursan, no solo los expertos, críticos e historiadores
del arte, desde luego, las instituciones y el mercado también
participan, pero es el lugar de los conocedores, incluso
diría es una suerte de neo academia. En fin, en España,
en un país sin mercado del arte o con un mercado del
arte débil, ha sido ARCO, una feria de arte, el evento que
durante años ha tomado ese protagonismo. Y, para colmo,
¡celebran tamaño ridículo! Ya digo, estamos en un momento
en que las bienales son antesalas de las ferias de arte y
hasta la Documenta no es otra cosa que una superbienal
desde hace años. En algún momento hubo una tensión
entre el mercado y el saber, los señores de las tiendas y los
señores del conocimiento friccionaban y en esa refriega nos
colábamos. Creo que no hay nada que hacer, verdad, ahí está
Bolonia que quiere a toda costa hacer un matrimonio fijo y
perdurable de esa relación de saber y mercado. ¡Bolonia no
quiere el divorcio!