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http://hadoc.azc.uam.mx/evaluacion/competencias.htm
Evaluar significa acompañar constantemente los procesos de aprendizaje: desde sus inicios y aquellos
factores que los condicionan, durante su ejecución, a lo largo de toda la trayectoria, y sus logros y resultados
finales. En el aula seguimos evaluando cuánto aprenden en términos de contenidos, pero también
necesitamos diagnosticar la eficacia de cómo aprenden y cómo utilizan su aprendizaje para afrontar la vida de
forma cada vez más madura y feliz. Si creemos que deben aprender a desenvolverse cada vez mejor en los
diferentes situaciones que se les presentan de formas diversas, evaluar las competencias significa, que como
entrenadores viales, los profesores nos aseguramos día a día de que sus aprendizajes contribuyen a su
crecimiento y maduración. Al final, la evaluación por competencias básicas, debe realizar un diágnostico sobre
su grado de preparación para comenzar su juventud adulta de modo que puedan autogestionarse de forma
autónoma y responsable en el campo laboral y en el personal.
Una rúbrica es una matriz de evaluación cualitativa especialmente útil para hacer visibles los diferentes
aspectos que queremos analizar en una tarea compleja, bien porque el resultado de la misma implique
diferentes elementos a tener en cuenta para su evaluación, bien porque se trate de un desempeño
difícilmente objetivable (por ejemplo, una lectura expresiva o la redacción de un texto escrito). Con ella, el
profesor hará un esfuerzo por explicitar qué es exactamente lo que desea ver en el resultado final o
desempeño concreto en sus alumnos, y cuales son los pasos graduales que necesita para que el aprendizaje
mejore.
Formalmente, las rúbricas son matrices de doble entrada en las que las diferentes columnas expresan
diferentes grados de consecución de un indicador de logro o de éxito en una tarea, y las filas corresponden a
los aspectos que desean evaluarse, ya sean vinculados a aspectos curriculares, bien a aspectos
competenciales.
4 3 2 1 Grados de consecución
A
B
C
D
Aspectos a
evaluar
Habitualmente las rúbricas poseen 4 grados de consecución que irán de la ejecución excelente (4) a la muy
deficiente (1). En el grado 3 tendríamos una ejecución buena (“lo ha conseguido pero…”) y en el grado 2 una
ejecución que no alcanza el valor medio (“está mal ejecutado o alcanzado, pero al menos sí ha
conseguido…”). Existe también la posibilidad de crear rúbricas de 6 columnas, pero siempre en número par,
para evitar el término medio en las valoraciones, que es una tentación para los alumnos cuando las utilizan
para la autoevaluación. En el cominenzo de una tarea ningún alumno debe estar situado en el nivel 4, porque
esto indicaría que el grado de desafío no es suficiente para estimular la mejora. Al final de la tarea, ningún
alumno debe quedar en el nivel 1, porque eso supone un avance nulo en el aprendizaje.
En los aspectos a evaluar podemos encontrarnos con rúbricas en las que se detallan distintos aspectos
formales de una tarea (por ejemplo, presentación y limpieza, plazos de entrega, repartos de tarea, ortografía,
extensión…) o aquellas en las que, como dijimos anteriormente, se explicitan diferentes aspectos de
desempeños o indicadores de logro concretos (por ejemplo, ¿qué espero ver en un alumno que hace una
lectura en voz alta adecuada? Tono de voz, expresividad, pausas, velocidad adecuada, entonación…).
Si la utiliza el profesor, puede diagnosticar el nivel previo del desempeño antes de comenzar la tarea,
y compararlos con los resultados posteriores. Si la utiliza al final, le ayudará a determinar los logros
obtenidos en el proceso de su intervención didáctica, y los aspectos de mejora que quedan
pendientes.
Si la utiliza el alumno como herramienta de autoevaluación, al inicio le orientará en la consecución de
su aprendizaje, y le estimulará para centrarse en los aspectos más relevantes en los que tiene que
esforzarse. Al final de la tarea le estimula su metacognición y le ayuda a incrementar su autonomía.
Si la utilizan los grupos de alumnos para coevaluarse mutuamente, les ayudarán a construir una
cultura de colaboración positiva y de apoyo mutuo para la mejora.
El profesor deberá ya, según su criterio y de acuerdo con la madurez, edad o nivel de sus alumnos, definir
qué aspectos desea remarcar o hacer visibles en la evaluación del aprendizaje de los mismos, y cómo y
cuándo utilizarlas. La traducción de los resultados a una calificación numérica es una regla de 3 simple.
Las dianas, son representaciones gráficas de rubricas simples o escalas, que permiten que los alumnos
observen e identifiquen con más claridad sus fortalezas y necesidades, y aplicadas e diferentes momentos,
adquieran conciencia de su evolución.Son poderosas herramientas que permiten expectativas claras de
aprendizaje, focalizando el mismo hacia los criterios establecidos por el profesor y posibilitando, además, la
autoevaluación del alumno. Pero sobre todo su uso sistemático genera una cultura de mejora continua del
aprendizaje en el aula.
Ya se ha aprobado la LOMCE y mientras tire para adelante, las competencias se quedan. La ley hace una
apuesta explícita por ‘reforzar’ las competencias instrumentales y el uso de las TICs, pero no suprime el resto.
Echamos de menos una apuesta clara pero las competencias axiológicas, entre las que están aprender a
aprender y aprender a emprender, así como la competencia cívico-social que tantas alergias produce a
algunos. La ley mantiene la necesidad de trabajarlas en las aulas y vincularlas al currículum y a los criterios de
evaluación dentro de las programaciones. Existen diversas maneras de programar las competencias. Aunque
la nomenclatura varíe en las diferentes CCAA, es fácil establecer una correlación que nos ayude a sacar las
consecuencias didácticas necesarias.
Pero para que realmente se conviertan en un instrumento de aprendizaje eficaz debemos concretarlas hasta
decidir cuál es el matiz concreto que vamos a estimular, acompañar y evaluar en cada unidad didáctica. Por
eso proponemos unmodelo de programación ‘en cascada’, esto es, cada competencia tiene unos rasgos
fundamentales que llamaremos indicadores. Cada indicador a su vez se describe en los aspectos que
permiten el desarrollo máximo del indicador. En el aula, los profesores seleccionaremos un desempeño
concreto que contribuirá al desarrollo de los descriptores.
1. Indicadores
Son aquellos elementos clave sin los cuales no es posible el dominio de una competencia. Vienen
claramente descritos en la ley, y de algún modo, están marcando los aprendizajes mínimos que un alumno
requiere al final de su periodo escolar. Su carácter es general y común en las diferentes edades y contextos
de aprendizaje.
2. Descriptores
Son el modo en cómo se describen los indicadores. ¿Qué significa cada uno de ellos en términos de
aprendizajes fundamentales? Reflejan nuestra visión de la educación y el tipo de persona que queremos
educar. Da espacio para que el centro escolar y la comunidad educativa pongan su acento en aquellos
aspectos que considera importantes para el desarrollo.
3. Desempeños
Son todas aquellas actitudes y conductas observables que van a permitir al alumno aplicar todo lo que ha
aprendido en una diversidad de situaciones. Esto le permite ir más allá de la mera información recibida y
aplicarlo creando nuevos conocimientos a partir de lo que ya sabía. Nos permiten apreciar el grado de
dominio de dicha competencia, por eso se convierten a su vez en los indicadores de logro de la competencia
que nos ayudarán a evaluar cómo va evolucionando el aprendizaje. Se contextualizan en las áreas, los
ámbitos, los contextos y las variables del aprendizaje y los profesores podrán crear los suyos propios a partir
de las propuestas que ofrecemos, en función de las características del grupo y de la intervención didáctica
que realizan.
Los desempeños deben poder practicarse de formas diferentes en una variedad rica de contextos de
aprendizaje. Que aparezcan una sola vez no es suficiente para garantizar que se dominan con destreza. Por
eso son diferentes a una actividad. Responden al concepto de verdadero ‘entrenamiento’: tienen que
provocarse situaciones de aprendizaje complejas y diferentes donde cada desempeño se practique varias
veces. También pueden aparecer en diferentes materias, e incluso en actividades organizadas fuera del aula.
En cada unidad didáctica seleccionamos un abanico de desempeños que vamos a provocar en los alumnos a
través de las tareas y los recursos que proponemos.
TAREAS Y ACTIVIDADES:
En cada unidad aparecen múltiples actividades que fundamentalmente pretenden incrementar la
comprensión de los contenidos y el logro de los objetivos que se plantean al alumno. Para estimular los
desempeños competenciales proponemos en la programación de aula agrupar y enriquecer estas actividades
en secuencias ordenadas que combinan actividades personales de reflexión y consolidación del aprendizaje
con actividades de colaboración y cooperación en grupos de trabajo, que estimulan el trabajo oral, la
investigación y la relación de los contenidos con situaciones más cercanas a su vida y sus centros de interés.
Es lo que llamamos tareas.
Existen muchos modelos explicativos de los estilos de aprendizaje según factores distintos que condicionan
como cada persona los interioriza, según la forma en que se procesa la información, la personalidad
individual, los sentidos que se prefieren para aprender, el medio de aprendizaje más eficaz, la calidad de la
interacción social en la que se realiza el aprendizaje, el estilo de inteligencia, o la predominancia de un
hemisferio cerebral.
Curry proponía en 1987 una analogía con la cebolla, cuyas capas se van deshojando, y es más fácil
influenciar las externas que acceder a la más profunda que es la que tiene que ver con la personalidad.
El cuarto factor hace referencia a las Dimensiones de la Personalidad , utilizándose varios instrumentos
que se basan hasta cierto punto en la teoría de los tipos psicológicos de Carl Jung : extrovertidos-
introvertidos, sensoriales-intuitivos, racionales-emotivos. Es el factor más profundo y permanente, y se
observa en muchas situaciones de aprendizaje con una cierta estabilidad.
Se dice que hay tantas clasificaciones de estilos como investigadores en este campo. Dado que los hemos
definido como ‘preferencias’, proponemos una síntesis sencilla de algunos rasgos predominantes que
podemos observar en nuestros alumnos con una cierta facilidad. Cada uno de ellos se inclina por varios de
estos factores de forma simultánea, no son patrones fijos sino flexibles y pueden variar a lo largo de la
socialización.
– Activo: Retiene y comprende mejor la información después de realizar algo en el mundo exterior con ella,
prefiriendo aplicar la información al mundo real o experimentarla en acciones propias. Le gusta aprender por
ensayo/error.
– Sensorial: Prefiere los hechos, datos específicos y concretos, así como la experimentación detallada. Gusta
de resolver problemas con métodos estándar, respondiendo mal ante las sorpresas o complicaciones únicas
que cambian el procedimiento normal.
– Intuitivo: Prefiere la innovación y las teorías. Es hábil para captar conceptos nuevos e ideas amplias. Le
desagradan la repetición y el aprendizaje basado en hechos. Gusta de los símbolos y las abstracciones,
relacionándolos frecuentemente con conocimientos y experiencias previas.
– Visual: Recuerda mejor lo que ve. Tiende a olvidar
las palabras e ideas que sólo se hablan. Aprende más fácilmente las claves visuales que no incluyen
palabras.
– Verbal: Recuerda gran parte de lo que escucha y repite. Prefiere la explicación verbal a la demostración
visual y aprende con efectividad al explicar los conceptos a otras personas. Aprende con eficacia mediante la
lectura.
– Secuencial: Aprende más fácilmente cuando los contenidos se presentan de acuerdo a una progresión
lógica y ordenada, y cuando estos van del tema más fácil al más complejo o difícil.
– Global: Aprende de forma general, es decir, es probable que se sienta perdido mientras estudia el material
que otros estudiantes parecen aprender fácilmente, pero una vez que comprende puede ver claramente el
panorama general.
– Independiente de campo: Con alta motivación de logro y competitivo. Le gusta trabajar solo, es lógico,
analítico y puede arreglárselas por si mismo para encontrar la información y pautar la secuencia de trabajo.
Maneja bien conceptos abstractos.
La representación visual de la información ayuda básicamente a dos cosas: a recordarla y a organizarla para
comprenderla con mayor profundidad. Este principio que utilizamos en el aprendizaje de manera intuitiva, se
ha usado en las aulas desde hace más de 50 años, a partir de la concreción didáctica que hizo el Dr. Joseph
Novak de los principios del aprendizaje relacional de David Ausubel. Primero con los mapas conceptuales,
después con los gráficos generadores de los procesos cognitivos, y últimamente con los mapas mentales,
Novak y muchos otros autores posteriores, especialmente en la década de los 80, han ido explorando modos
visulaes cada vez más atractivos de estimular la memoria y la comprensión. Destacan los estudios realizados
en 1984 por D. Moore y J. Readence sobre gráficos, y el de Flood y Lapp sobre mapas en 1988, en las
disciplinas académicas, que proponían una primera clasificación de las secuencias de razonamiento y
enriquecimiento semántico que mejoraban al incorporarlos en la docencia, sobre todo cuando sustituían a la
tradicional ‘toma de apuntes’ literal. Por esto, el uso de estas herramientas se multiplicó al observar la eficacia
del uso de los organizadores visuales para mejorar la calidad de los discursos narrativos orales y escritos de
los alumnos. En los sistemas anglosajones, se ha generalizado su uso y existen en la red cientos de páginas
de recursos gratuitos y de fácil acceso. Os ofrecemos algunas de las más sugerentes al final del blog.
Mientras que los mapas conceptuales se centran en la
estructura de los contenidos según su relevancia y organización, los gráficos organizadores hacen más
hincapié en la estructura del discurso y el razonamiento que se utiliza al abordar dichos contenidos. Los
mapas mentales son más flexibles y hacen más hincapié en la red de conexiones con aprendizajes y
experiencias previas. Iremos desgranado sus ventajas e inconvenientes en el blog. A partir de nuestra
investigación, hemos construido y adaptado nuestras propias series de gráficos y mapas en materiales
curriculares tanto de infantil como de primaria y de secundaria; muchas veces los profesores los utilizan de
una forma rutinaria como si fueran fichas de trabajo para rellenar sin más, pero para otros es una oportunidad
de plantear el currículum de una forma nueva. Cada uno de los tipos y herramientas presentan oportunidades
distintas de aprendizaje, y su uso combinado en las aulas es muy eficaz, siempre que se mantengan algunos
criterios que eviten que se conviertan en meros objetos de decoración para los murales de las aulas:
Discernir cuándo y por qué es adecuado su uso y si realmente va a mejorar el desafío del aprendizaje de los
alumnos.
Para descargar:
La editorial Scholastic tiene una amplia serie de libros y CD publicados por diferentes autores con gráficos
para todas las edades como:
Katherine S. McKnight ‘The teacher’s Big Book of Graphic Organizers.100 Reproducible Organizers’.
Cada profesor establece sus rutinas vinculadas a su estilo docente y la materia que enseña. También lo
hacemos en la forma de organizar el aula, disponer los materiales, pedirles que hagan los ejercicios, y lleven
las agendas y el cuaderno, o al levantar la mano para participar, organizar un debate o grupos de trabajo, o
evaluar lo que hacen. Entre ese elenco de rutinas que establecemos al inicio de nuestro trabajo con un grupo,
muchas veces de forma inconsciente, creamos patrones de comprensión y razonamiento que suponemos que
los alumnos tienen que recorrer para aprender.
¿Cuál ha sido la mejor clase que has dado en los últimos meses? Puedes tomarte un rato para pensar… unos
son muy rápidos y piensan en la última semana… otros son cuidadosos y van repasando, e incluso hacen
alguna anotación antes de contestar… Algunos te discuten la posibilidad de decidirse realmente por una y te
dicen que es imposible… Pero cada mente ha hecho un recorrido casi similar:
Ahora piensa en una alumna que se ha incorporado nueva a tu grupo este curso. Alguien te pregunta ¿cómo
es?… Miras al interlocutor, contextualizas las expectativas, si es su madre, el orientador, la tutora, la profesora
en prácticas… y tu mente gira para atrás:
Visualizas los momentos de interacción personal, sus intervenciones en clase, el día que la viste
llorando en el patio….
Generalizas las situaciones y buscas patrones de repetición
Infieres algunas características comunes
Verbalizas tu conclusión…
Cuando pensamos intencionalmente sobre algo, cuando tienes que seleccionar un recuerdo, o sacar una
conclusión de tus experiencias previas… seguimos unos pasos que se repiten en procesos similares.
Normalmente realizamos estos pasos de manera intuitiva, no nos paramos a pensar como hemos llegado a
sacar nuestras conclusiones. Pero esas secuencias responden a patrones comunes a muchas situaciones
que pueden extrapolarse y aplicarse de forma consciente a otras situaciones. La práctica habitual de esas
secuencias y hacerlas explícitas durante el aprendizaje ayuda a un entrenamiento riguroso del pensamiento
crítico y creativo.
Pensar, dice David Perkins, es algo que ocurre dentro de nuestras cabezas, invisible para los demás, y que ni
siquiera nosotros mismos entendemos muchas veces como ocurre. Pero hacerlo visible, rastrearlo,
expresarlo, hablar sobre ello, escribirlo, pintarlo incluso… ayuda a pensar cada vez mejor. Hacer explícitos los
pasos que seguimos cuando pensamos de diferentes maneras nos ayuda a comprender con mayor
profundidad el problema o el concepto que queremos afrontar, a la vez que nos entrena para ser más
rigurosos cuando afrontamos situaciones reales fuera de los límites de las aulas.
En las aulas donde utilizamos las secuencias y rutinas de pensamiento de forma habitual se produce un
cambio de cultura organizativa. Los alumnos ganan conciencia de la importancia no solo de lo que aprenden
sino de cómo lo aprenden, crece el nivel de implicación en las tareas y se asegura la oportunidad de que
todos los alumnos expresen y reflexionen sobre sí mismos. Son estrategias sencillas muy adecuadas para
grupos numerosos, que garantizan la participación personal y la reflexión colaborativa, así como la inclusión
de alumnos con diferentes factores de diversidad en las tareas compartidas del grupo. Permiten también un
control del grupo y mejoran la disciplina al eliminar los tiempos muertos y variar la actividad con mucha
frecuencia.
CÓMO CONSTRUIR RÚBRICAS O MATRICES DE
VALORACIÓN
De acuerdo con la definición antes expuesta, una Matriz de Valoración o Rúbrica sirve
para establecer o consultar cómo va el proceso de aprendizaje del estudiante. En este
sentido, cuando se convierte en parte integral de ese proceso de aprendizaje, se
puede considerar como un instrumento de evaluación formativa. Este uso se logra en
las siguientes situaciones: cuando a los estudiantes se les involucra en el proceso de
evaluación de su propio trabajo (auto-evaluación), del trabajo de sus compañeros o
cuando el estudiante, familiarizado ya con el instrumento, participa en su diseño.
Si partimos de la premisa de que la evaluación tiene como propósito fundamental
proporcionar a los diferentes interesados información sobre los distintos momentos del
proceso de aprendizaje del estudiante, este instrumento ofrece las siguientes
ventajas:
Promueve expectativas sanas, pues clarifica cuáles son los desempeños que
los estudiantes deben alcanzar.
Enfoca al docente ayudándole a determinar de manera específica los criterios
con los cuales va a medir y documentar el progreso del estudiante.
Permite al docente describir cualitativamente los distintos niveles de logro que
el estudiante debe alcanzar.
Provee al docente retroalimentación sobre la efectividad del proceso de
enseñanza que está utilizando.
Ayuda a centrar el proceso de enseñanza/aprendizaje en los objetivos y en los
estándares de desempeño establecidos.
Reduce la subjetividad en la evaluación.
Es fácil de utilizar y de explicar a los estudiantes.
Permite a los estudiantes conocer los criterios de calificación con los cuales
serán evaluados.
Aclara al estudiante cuales son los criterios que debe utilizar al auto-evaluar su
trabajo y al valorar el de sus compañeros.
Permite que el estudiante se auto-evalúe y haga una revisión final de su
trabajo, antes de entregarlo al docente.
Indica al estudiante con claridad las áreas en las que tiene falencias y con ése
conocimiento planear con el docente los correctivos a aplicar.
Proporciona a los estudiantes retroalimentación sobre sus fortalezas y
debilidades.
Promueve la responsabilidad de los estudiantes.
RÚBRICAS ANALÍTICAS
Una Rúbrica analítica se compone de seis componentes básicos: 1) título de la
Rúbrica; 2) descripción de la tarea o de la consigna que se va a evaluar; 3) escala con
varios niveles de desempeño; 4) dimensiones de la tarea y aspectos de estas a
evaluar; 5) porcentaje que muestra la importancia relativa de cada aspecto en el
desarrollo o realización de la tarea/consigna; 6) matriz de criterios que describe el
cruce de cada nivel de desempeño con cada uno de los aspectos a evaluar. La
siguiente imagen presenta el esquema básico de una Rúbrica Analítica.
Partes básicas de una Rúbrica Analítica
Toda Rúbrica se debe encabezar con el título y con la descripción de la tarea. Esta
descripción toma la forma de una consigna clara y específica que por lo general
consiste en una versión, redactada de manera interesante para los estudiantes, de lo
que se especifica en el plan de aula de la asignatura (syllabus).
El tercer componente es una escala con varios niveles de desempeño que parten del
“Nivel 1” para indicar un desempeño pobre, hasta el “Nivel 5” asignado a un
desempeño excelente. Estos niveles pueden variar en número y en denominación.
Esto es, se pueden establecer entre tres y cinco niveles y estos se pueden denominar
con números (nivel 5, nivel 4, nivel 3, nivel 2, nivel 1) o con calificativos. Respecto al
uso de calificativos, Huba & Freed (2000) compilaron un conjunto de etiquetas para
describir niveles de desempeño:
Excelente, bueno, satisfactorio, regular, necesita mejoras.
Ejemplar, aceptable, deficiente, inaceptable.
Experto, competente, parcialmente competente, aún no es competente.
Avanzado, alto, intermedio, básico.
Distinguido, capaz, intermedio, principiante.
Sobresaliente, bueno, aceptable, no aceptable,
Experto, promedio, en desarrollo, principiante.
Cumplió, cumplió parcialmente, no cumplió.
Aunque este tipo de Rúbrica en más sencilla y por tanto requiere menos tiempo de
elaboración, es más difícil de explicar a los estudiantes y demanda más tiempo a la
hora de utilizarla para valorar los trabajos de estos ya que requiere escribir los
comentarios que describan qué tan cerca o lejos estuvo el desempeño del estudiante
respecto a los desempeños esperados.
No obstante esta aparente desventaja, las Rúbricas holísticas son más flexibles en
aquellos casos en los cuales hay múltiples combinaciones de posibles desempeños
para cada uno de los aspectos. Para ejemplificar esta dificultad podemos comparar
los dos tipos de rúbrica para un aspecto a evaluar. La siguiente imagen muestra el
aspecto “Voz – Consistencia” en una Rúbrica analítica para evaluar narraciones
digitales:
Esta herramienta facilita a los docentes la creación de Rúbricas porque ofrece ideas
tanto en los aspectos o categorías, como en los criterios con los que estos se van a
evaluar facilitándoles así no partir de cero. Rubistar ofrece:
REFERENCIAS:
Brookhart, Susan M. (2013). How to Create and Use Rubrics for Formative
Assessment and Grading. Recuperado el 27 de Noviembre de 2014, de ASCD:
http://www.ascd.org/publications/books/112001.aspx
CRÉDITOS:
Documento elaborado por Juan Carlos López García con base en la experiencia en la
utilización de Rúbricas como instrumento de evaluación en procesos educativos y con
información proveniente de las fuentes que se relacionan en la sección “Referencias”
de este documento.
DEFINICIONES BÁSICAS
PORTAFOLIO:
El portafolio puede definirse como una recopilación de evidencias (documentos diversos, artículos, notas,
diarios, trabajos, ensayos, etc.) consideradas de interés para ser conservadas, debido a los significados que
con ellas se han construido.
En este contexto, un portafolio puede considerarse como la historia documental estructurada de un conjunto
seleccionado de muestras y comprobantes de trabajos que se han logrado con su debida preparación o tutoría
y que representan de manera adecuada las habilidades de un estudiante o egresado en lo que a la calidad de
su formación y desempeño profesional se refiere.
EVIDENCIAS PROFESIONALES:
Se entiende por “evidencia” el conjunto de pruebas que demuestran que se ha cubierto satisfactoriamente un
requerimiento, una norma o parámetro de desempeño, una competencia o un resultado de aprendizaje.
La competencia no puede ser observada en sí misma, sino que tiene que ser inferida y lo es, básicamente a
través de dos tipos de evidencia:
Evidencia de conocimiento:
Incluye el conocimiento de lo que tiene que hacerse, el cómo habría que hacerlo, el por qué tendría que
hacerse y lo que habría que hacer si las condiciones del contexto cambiasen en el desarrollo de la actividad.
Implica la posesión de un conjunto de conocimientos, teorías, principios y habilidades cognitivas que le
permiten al alumno contar con un punto de partida y un sustento para un desempeño eficaz.
Evidencia de desempeño:
Refiere al comportamiento por sí mismo, y consiste en descripciones sobre variables o condiciones cuyo estado
permite inferir que el comportamiento esperado fue logrado efectivamente. Es la evidencia de desempeño
relacionada con una competencia, o bien con resultados de aprendizaje.
Evidencias profesionales, por lo tanto, son muestras y comprobantes que indican que el estudiante o
egresado cuente con los conocimientos y las bases teóricas además de las habilidades prácticas que se
esperan de un profesional en el campo. Son indicadores de que haya razón de creer que la calidad de su futuro
desempeño será la esperada de un auténtico profesional.
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