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EL VERSO PARA EL ACTOR (II)

De Camilo Ramírez Triana

Sabemos que no es el texto dramático la base principal del teatro de nuestros días,
aunque la palabra siga teniendo importancia en las manifestaciones escénicas
actuales. Sin embargo estamos convencidos de que la palabra permanece vigente
como potencial de comunicación y creación humana, de que sigue siendo portadora
de las manifestaciones más altas del espíritu y de que, por tanto, un modelo de
pedagogía teatral debe tenerla en cuenta.

Los estudios sobre la palabra hablada del actor en la escena, no pueden desconocer
la existencia de los otros campos de su expresión, ni las relaciones que al hablar se
establecen con los demás lenguajes escénicos. Estos estudios logran particular
importancia en el teatro en verso, al considerar que su tradición privilegia la palabra.
El teatro en verso, particularmente el del siglo de oro, constituye una fuente de
conocimiento de inmenso valor para nuestro actor. Su tradición profunda y extensa,
rastreable en los textos escritos que se han preservado, está bien documentada
hoy, no solo en cuanto al drama escrito, sino también en tanto teatralidad, puesta
en escena y actuación.

No puede verse como un teatro anticuado aquel que sigue hablando de la condición
humana, de los conflictos fundamentales del ser, de sus alternativas vitales, de sus
orígenes y de sus sueños. No puede verse como obsoleto un teatro que nos conecta
con aspectos fundamentales de la cultura hispanoamericana. No puede verse como
inútil un teatro que, en la mera escritura, recoge saberes largamente atesorados
sobre la palabra y la sociedad donde tiene raíces nuestra cultura.

Una mirada contemporánea puede ver, y hacer ver, que todo ello está presente en
el teatro hispanoamericano del siglo de oro. Teatro que nos ha legado textos
dramáticos esenciales, entre cuyos autores contamos con americanos descollantes
como Juan Ruiz de Alarcón o Sor Juana Inés de la Cruz. No podría decirse que su
visión del honor o de la honra sean terreno infértil para la indagación de la vida y el
arte en la actualidad. Por el contrario; Lope, Calderón, Tirso, pero también
Cervantes, Quevedo y una larga lista de autores, sin excluir a Rodríguez Freyle o a
Solís y Valenzuela, constituyen fuente de cristalinas y hondas enseñanzas y
sugerencias para nuestras culturas.

El peso y la riqueza del lenguaje en estas obras las hacen apreciables como
modelos pedagógicos para la formación de actores. El estudio de la pausa versal,
los acentos, las rimas y las figuras poéticas, aproxima a los muchachos y
muchachas a la comprensión del habla y la lengua, sus condiciones y sus
posibilidades. La búsqueda del sentido y la acción a través del ritmo de las sílabas,
de los acentos, de los tonos y los timbres del habla intencionada, les enseña a actuar
inmersos en su propia tradición cultural. El hecho de estar escritas originalmente en
español los lleva a entrar en su propia tradición histórica y en las formas
características de su propio pensamiento. En su conocimiento y su manejo del
lenguaje, en su lengua, está la posibilidad de recoger y desarrollar un potencial
expresivo y creativo vital para los hispanohablantes de nuestros días.
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