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Facultad ciencias humanas

Estructura de la sociedad Moderna


Sara Lucia Mora Zuluaga

“Queda el hecho de que los lugares fueron determinados por la significación histórica
y sociológica de un evento en la memoria colectiva que “inventó” la peregrinación
y trazó el mundo náhuatl” (Mignolo, W, El Lado Más Oscuro del Renacimiento.
Alfabetización, territorialidad y colonización, Popayán, 2016, p. 360)

De las sociedades prehispánicas surgieron nuevas formas originales de organización del


espacio, esto se puede ver registrado en construcciones, nociones y distribución geográfica,
tanto de “gentes” como creencias e incluso bienes, idea que nos presenta el autor Bernard
Bret en su escrito “Reflexiones sobre la creatividad espacial en América Latina” en Cahiers
des Amériques Latines, No. 4 IHEAL, París, 1985, p. 81. Esta concepción espacial fue
dibujada y esculpida colectivamente ya que incluía a todas las comunidades que ocupaban el
territorio. Sin embargo, la nueva capacidad de inventar formas de organización del espacio
no concluyó en una mayor autonomía para las condiciones socioeconómicas que impulsaron
esta innovadora utilización del terreno.
Se empezó a concebir un arquetipo primario de ciudad en la época prehispánica, que no
sobrevivió a la llegada de los conquistadores, para históricamente cegarnos con su colonial
sistema de ideas, profundamente epistémico, político y ético. Que hasta mucho tiempo
después, mediante el cuestionamiento de cánones eurocéntricos, como plantea el autor
Walter Mignolo, da cabida a la opción de pensar una decolonialidad. (Mignolo. W, El Lado
Más Oscuro del Renacimiento. Alfabetización, territorialidad y colonización, Popayán,
2016, p.286). De lo anterior surge el siguiente cuestionamiento: ¿Qué aspectos denotan la
creación de una concepción de espacio social, dentro de una comunidad?
La creatividad espacial manifiesta conflictos e intereses de una sociedad, para la cual es
fundamental imaginar un espacio social donde se conceden lugares específicos para los
diferentes grupos sociales, ya sea para fines de residencia, castigo, prestigio o trabajo. Tras
la colonización y la configuración de las nuevas ciudades en América se empezó a constituir
un nuevo ideal de espacio colectivo, esta vez no esculpido a partir de una visión conjunta.
Esto se puede ver ejemplarizado, más claramente, en un comentario presentado por el
profesor Javier De La Higuera, en su estudio preliminar del libro “Sobre La Ilustración” de
Foucault, en el que hace la siguiente nota respecto al uso del término “flâneire”:
“(...) El verbo flâner significa vagabundear, gandulear, pero también mirar, curiosear.
Baudelaire utiliza el término para referirse al vagabundo urbano, al ocioso, es decir,
dejándose llevar por los innumerables atractivos y novedades que la ciudad ofrece, tanto de
día como de noche. El flâneur es ese paseante desocupado y curioso, tan característico de
las grandes ciudades modernas. (...)” (Foucault. M, Sobre la ilustración, España, 2003, p.
83)
Términos como éste enuncian la presente necesidad de clasificar detalladamente a todos los
grupos de individuos existentes, identificando, estableciendo y etiquetando culturalmente a
los sujetos, incluso por su manera de “no seguir” el comportamiento que se ha
institucionalizado como “normal”, para así poder tener control de sus actividades. Uno de los
elementos que poderosamente coaccionaron la necesidad social-y estatal-de clasificar a los
individuos, las relaciones sociales y los procesos de producción, fue el miedo a la pérdida de
soberanía y control estatal, que llevó a imponer ideas objetivadas, buscando toda abolición
y homogeneización de diferencias.
¿Por qué aceptamos estructuralmente esta masacre de diferencias? ¿Es acaso el miedo
mediador de esta mundana consolidación del concepto espacial? El miedo se ha venido
implementando históricamente como un operador de poder, para contener y controlar, entre
muchos fenómenos sociales, el pagano deseo de una posible anarquía-que no necesariamente
implica desorden ni destrucción-acabando con esa atesorada posesión de la soberanía y el
poder. Ahora bien, si en la constitución ontológica del sujeto, no está configurado el deseo
de no ser gobernado ¿Por qué el Estado habría de preocuparse por la posible desobediencia
de este sujeto? Por la libertad que tiene cada individuo.
“(...)la libertad que tiene cada hombre de usar su propio poder según le plazca, para la
preservación de su propia naturaleza, esto es, de su propia vida; y, consecuentemente, de
hacer cualquier cosa que, conforme a su juicio y razón, conciba como la más apta para
alcanzar ese fin.”(Hobbes.T, Leviatán, Argentina, 1651, p.147) Eje argumentativo de
Hobbes, que presenta como centro de la inestabilidad social y política, el derecho natural,
que devela la incivilizada constitución humana, en esa constante e incierta guerra de todos
contra todos, mecanizada por el profundo temor a la expiración de la vida, que nos guía a
crear un pacto social, determinante para la sujeción y asociación individual. Dicha guerra,
“se convierte en un estado de excepción ilimitado que cuestiona abiertamente la vigencia de
los derechos humanos y sociales, criminalizando no únicamente al llamado enemigo armado,
sino cualquier forma de resistencia social pacífica” (Useche.A, Miedo, seguridad y
resistencias: el miedo como articulación política de la negatividad, España, 2008)
Maquiavelo también expone la idea de la maldad de la naturaleza humana “Y si los hombres
fueran todos buenos, este precepto no sería bueno pero, como son malos(...)(Maquiavelo.N,
El príncipe, Argentina, 2004)Los gobiernos maquiavélicos, que mediante el empleo del
temor, contribuyen al absolutismo de dicho pacto social, articulan, promueven y transforman
nuevas modalidades de guerra, gobernando de tal manera la metafísica y, como presenta
Maquiavelo, el territorio físico cuanto al área de influencia del gobernante, que también hace
parte de la concepción espacial que se ha venido configurando en esa específica sociedad.
¿Acaso la sistemática violación de derechos, hacia comunidades minoritarias, es un elemento
para la exitosa imposición de un nuevo concepto espacial, dentro de una comunidad
previamente organizada? Es aquí donde aparecen los conceptos, ciudad y colonización. El
estado como aparato regulador de la naturaleza salvaje, para el que las culturas prehispánicas,
por medio de la colonización y el cristianismo sangriento, doblega y “civiliza” mediante
la forzada adquisición de territorio y asentamiento estatal, son cruciales para entender la
significación del concepto. Por otro lado, definir la ciudad no es fácil ya que por la
subjetividad y complejidad de un concepto tan variable e importante, no hay dos ciudades
iguales.
Sin embargo, ciertos estudios desde particulares percepciones, como Beaujeu-Garnier y
Chabot nos indican que los aspectos más importantes son los siguientes: “Presencia de agua
y posibilidad de riego (Mendoza, San Juan, San Rafael); el comercio (sitio y situación
privilegiados: Buenos Aires, Rosario, Bahía Blanca); los monasterios y templos (Itatí,
Lujan); el castillo; las guarniciones militares; las encrucijadas; los puertos naturales (fluviales
y marítimos: Rosario, Montevideo, Santos, San Francisco, Nueva York); ciertos yacimientos
mineros (carbón, petróleo y otros minerales: Comodoro Rivadavia, Río Turbio); la
mentalidad de ciertos Estados modernos, con expansión política y fundaciones sistemáticas;
las fundaciones industriales y las ciudades satélites”(Pértile.V,Revista Geográfica Digital.
IGUNNE sobre el tratado de geografía urbana, basado en los autores Beaujeu-Garnier.J,
Chabot.G, Argentina, 2016, p. 104)
Se han intentado aproximaciones para definir la ciudad a partir de ciertos criterios como el
matemático o estadístico, el criterio funcional, geográfico y arquitectónico, sin embargo no
de la manera en que lo hace Sennet en su texto Carne y piedra, presentándonos
una historia de la ciudad de la civilización occidental que está siendo contada a través de la
experiencia corporal de las personas. Describiendo el movimiento de mujeres y hombres;
cómo y qué comían, lo que oían y veían, cómo hacían el amor...aspectos íntimos de la
vida en diferentes ciudades a lo largo de la historia, ilustrando aspectos que asemejan y
distancian los diferentes estilos de vida, desde la antigua Atenas, hasta la moderna Nueva
York.

Dibujando una marginada realidad de ciertas comunidades, como la Judía, que son
agrupadas en cierto territorio, incidiendo en sus propias construcciones culturales de
identidad y apropiación histórica, no previstas por el Estado, que repercutirán luego en el
imaginario histórico de éstas comunidades. Evidenciando nuevamente la discriminación y
la particular etiqueta de “otro” para aquel sujeto o comunidad que no encajara en las
creencias o arquetipos cristianos tradicionales. “El decreto definía la reforma moral en
términos de una nueva disciplina corporal. El decreto de 1512 pretendía acabar con la
exhibición de sensualidad: se reguló las joyas que podían llevar los hombres y las mujeres:
“Se prohibieron los materiales transparentes y-las mujeres-no podían llevar encajes. A los
hombres se les prohibían los atavíos que aumentaran el atractivo físico. Las camisas debían
cubrir toda la parte superior del cuerpo y cerrarse ajustadamente alrededor del cuello»
(Sennet. R, Carne y piedra: el cuerpo y la ciudad en la ciudad occidental, Madrid, 1980)En
el anterior aparte, Sennet nos ilustra cómo a pesar de que nuestro mundo es étnica y
culturalmente diverso, la característica de ciudadanía, iba más allá de entenderse como un
reconocimiento social y jurídico, sometiendo a aquellos quienes no eran “merecedores” de
ese status.

Históricamente, las ciudades han concentrado y expresado dicha diversidad étnica, sin
embargo se han visto afectadas por la homogeneidad impuesta por el Estado. A lo largo de
la historia, la mayoría de las sociedades civiles se han constituido a partir de una
multiplicidad de etnias y culturas que han resistido generalmente las presiones y abusos
hacia la normalización cultural y “limpieza” étnica, que también encierra la diversidad que
se da en las ciudades-centro de surgimiento cultural-que se resumen en la parcial
construcción de una élite social impositora de un “proyecto ciudadano común” y una
concepción etno-espacial.

BIBLIOGRAFÍA
-Bernard Bret, “Reflexiones sobre la creatividad espacial en América Latina” en Cahiers
des Amériques Latines, No. 4 IHEAL, París, 1985, p. 81.
-Foucault. M, Sobre la ilustración, España, 2003, p.83
-Foucault. M, Historia de la locura en la época clásica, México, Fondo de Cultura
Económica, 1976. Capítulo 2. “El gran encierro”
-Mignolo. W, El lado oscuro más oscuro del Renacimiento. Alfabetización, territorialidad y
colonización, Popayán, Universidad del Cauca, 2016
-Hobbes.T, Leviatán, Buenos Aires, Editorial Losada,1651
-Useche.A, Miedo, seguridad y resistencias: el miedo como articulación política de la
negatividad, España, 2008
-Maquiavelo. N, El Príncipe, Buenos Aires, Editorial Losada, 2004
-Pértile.V, Revista Geográfica Digital. IGUNNE sobre el tratado de geografía urbana,
basado en los autores Beaujeu-Garnier.J, Chabot.G, Argentina, 2016, p. 104
-Sennet. R, Carne y piedra: el cuerpo y la ciudad en la ciudad occidental, Madrid, Alianza,
1980. Cap 7. “Los muros del gueto”

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