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Universidad Pedagógica Nacional

Seminario Interdisciplinar III - Lila Castañeda


Erika Tatiana Gutiérrez

SITUACIÓN Y PERSPECTIVAS EN LA EDUCACIÓN MUSICAL ACTUAL

En el presente ensayo, se aborda desde el ámbito de lo artístico y de lo educativo, cómo los


procesos de formación artístico-musicales han sido permeados con una sola manera de ver las
cosas , deteniéndose con mayor atención en una de las corrientes más fuertes, como se percibe
y se le da ha dado significado a la música desde lo técnico y no desde su acción socio-cultural ,
siendo el propósito de éste, replantear la concepción que tenemos de la música como medio
artístico y así como ejercicio docente, por ello en primera instancia a partir de autores como C-
Small, B. Nettl y Elliot, se dará cuenta de la resignificación de lo que es la música en relación a
la sociedad, y como segunda instancia, se tomaran en cuenta las posturas de B. Han y M.
Shafler para desarrollar y argumentar el proceso de metamorfosis por el cuál debe pasar el
docente en formación, desde lo subjetivo hasta lo metódico en el aula, confrontando el sujeto de
rendimiento con el sujeto que se debe cansar para renovarse una vez más. Como resultado, se
propone para el rol docente un proceso formativo que no parte del tecnicismo sino de la
exploración del sonido y de las perspectivas globales, que dan cuenta de que todo ser humano
tiene derecho de acceder a aquello que lleva adentro: la música.

PALABRAS CLAVES:

Sistema de creencias, Subjetividad, Cansancio del rendimiento, Cansancio del nosotros, Constructor del
yo, Mentalidad, Alma Mater, Música Clásica, Cultura, Sociedad, desarme del yo.
Universidad Pedagógica Nacional
Seminario Interdisciplinar III - Lila Castañeda
Erika Tatiana Gutiérrez

“La educación es para la vida, la educación debe ser concebida para la vida como un todo, no
para un solo aspecto de la misma, tal como la escuela o el trabajo”.
(Beck, 1974, p.41)

Escogí la anterior frase para empezar este ensayo, debido a la necesidad para abordar en
algunos aspectos puntuales la educación musical que hoy en día no solo recibimos sino que
también impartimos mediante el ejercicio docente que hemos estado transitando , pero al
mismo tiempo estamos transitando y lo seguiremos haciendo; por tal razón este tema nos
compete directamente, y que bonito e interesante sería que lo expuesto a continuación no se
quede en meras palabras que además del viento también se las puede llevar el desinterés y la
monotonía a la que muy probablemente nos hemos acostumbrado en lo que respecta a la
educación musical.

En las siguientes líneas, se pretende en primera instancia presentar de manera general los
postulados de los siguientes autores: C- Small, David. J. Elliot y Bruno Nettl en sus escritos
respectivamente: “Niños como artistas”, “músicas del mundo” y “ música, educación y
valores”, de los cuales cabe resaltar la autenticidad del trabajo que cada uno de ellos ha
planteado no solo a manera reflexiva sino también crítica, de ahí que de manera paralela
como segunda parte de este ensayo a medida que se voy presentando el tema central de los
autores, tomaré partes claves y relevantes a mi consideración que puedan inducirnos a dar una
mirada diferente en lo que entendemos como música y a partir de ahí replantearnos como
docentes en los procesos de aprendizaje de la educación musical, pues no es un secreto que
lastimosamente en la mayoría de los procesos de educación musical que se han venido dando
a partir de toda la herencia e influencia de la música occidental académica (música clásica),
por lo menos en América y parte de otros continentes, hemos gustado de ella , pero también
nos hemos limitado en ella, al punto de darle una mayor significación respecto a otras
músicas, convirtiéndola en algo así como un “tipo de música soberana” sobre todas las demás
expresiones culturales- artísticas-musicales que encuentran su significado en su identidad
como individuo, pero además como comunidad, es decir, su cultura. Es allí donde se pretende
como punto de reflexión y conclusión de este ensayo plantear la tesis que se generó como
resultado de las 3 lecturas a manera personal, lo he llamado: “sin cultura no hay música, y
sin música no hay cultura”.

Ahora bien, empezaré abordando lo que respecta a la educación musical, como punto
coyuntural del planteamiento entre los 3 autores ya mencionados anteriormente; tomaré
primero una de mis frases favoritas de Small (1989), donde afirma:
Es una triste realidad que una apreciable minoría - si es que no es una mayoría- de los
maestros de música de las escuelas son músicos que intentaron inútilmente establecerse
como profesionales, y que tienden a considerar la formación profesional que ellos mismo
recibieron en la universidad o en el conservatorio como el modelo de lo que debe ser su
labor en la escuela. (p. 77)
Es una lástima reconocer que esto no está fuera de la realidad no solo de los ya titulados
maestros sino también de los estudiantes que se proyectan a ser los futuros maestros en
música, tal como se va a extender el autor en su escrito, existen varias premisas que han
sostenido hasta el día de hoy la mentalidad que se esconde detrás de los procesos educativos
en la música; uno de ellos (que considero es una de los más latentes en la sociedad) es la idea
de considerar que el músico es algo así como una “estrella”, una persona que se “diferencia”
de su sociedad por sus capacidades “innatas” de ejecutar un instrumento, de ahí la
preocupación de muchos estudiantes en la academia por querer relucir o deslumbrar con su
“virtuosismo” en muestras, conciertos etc., bien va a decir Small, que se ha pensado la
música como producto, y a su vez a los jóvenes músicos como productos de las escuelas que
han sido industrializadas por el MODELO que se tiene en la educación de manera general,
donde la gente estudia por una necesidad de “supervivencia” y de productividad, en donde
poco importa lo que pase en la condición humana que todos tenemos, y mucho menos en
aquellas experiencias de subjetividad que le dan sentido a lo que somos, y ¡cuánto más en la
música!.
Por otro lado, siguiendo con la línea de las premisas que se esconden detrás de los modelos
educativos de hoy, no es posible hablar de educación musical, si no indagamos y reevaluamos
lo que en realidad debe ser concebido como música en toda su expresión, pues hablar de la
música como algo propio de cierta parte del mundo, es lo que precisamente nos impide tener
una visión global y amplia de la misma para así replantearnos en la enseñanza de ella, por
ejemplo J.D. Elliot le va a atribuir una significación importante a la música, entendiéndola
como un fenómeno mundial, un fenómeno que por ejemplo el autor va a definir desde
diferentes perspectivas (Elliot,1993), por ahora tomaré una de sus definiciones: las prácticas
musicales-culturales, aquí el autor ya redefine aún el término mismo de la música, pese a que
socialmente se le reconoce como “música” a “x” producto artístico, ya sea pieza, disco,
álbum, obra, composición, etc., pero cabe reflexionar en lo que el autor invita en su texto, y es
que la música no se reduce a un objeto o producto (pues allí es donde radica la diferencia en
si soy consumidor, practicante, educador, etc., frente a la música) sino que “
Fundamentalmente, la música es algo que las personas hacen, siguiendo pautas transmitidas
de prácticas culturales y musicales” (Elliot, 1993, p.13). Es decir, a partir de ésta reflexión,
cuando hablemos de música, no haremos referencia explícitamente a excelentes obras de
grandes compositores de la historia como lo han sido, Bach, Mozart, Haendel, Beethoven,
sino que hablamos de una práctica humana artística que involucra la acción de el “hacer
música”, no solamente fijar nuestra atención en un compositor o en la “majestuosidad” que
podemos percibir de una obra, sino en darnos cuenta que la música es la práctica del hacerla,
del disfrutarla, del poder interactuar con ella, y a través de ella con otros y con nosotros
mismos, en este “que-hacer” no es tan importante el tecnicismo, la exactitud o excelencia
bajo los parámetros eruditos que ya conocemos, sino que hablamos de una práctica que
compete una de las maneras más exploratorias e intrínsecas de expresión del ser humano,
donde podemos evidenciar sistemas de creencias, multidimensionalidad de pensamiento, pero
también la subjetividad de cada quien que no es un ente aparte, sino que manifiesta con lo
que él es y con lo que él hace, una forma de vida, una cultura; es por esto que el autor más
adelante va a mencionar que dentro de la práctica musical humana se encuentran varias sub-
prácticas (que representan a su vez diferentes perspectivas de vivir y entender la música) tales
como el jazz, el rock, country, etc., en donde cada una de estas se caracteriza por que a
través del tiempo, grupos de personas comparten estos saberes culturales, al punto en que hoy
conocemos, por ejemplo: el “jazz” como tal, gracias a la transmisión oral que ha venido de
generación en generación, en otras palabras, ¡la musicalidad! (Elliot, 1993).
En otras palabras, las características básicas de los patrones sonoros musicales son culturales
y “musicales” aun antes de que los músicos comienzan a usarlos. Esa es la razón por la cual
reconocemos el canto coral barroco, la improvisación bebop en jazz ....En suma, los
materiales estructurales de las obras musicales siempre delinean tradiciones culturales
específicas y pautas de prácticas musicales….Además quienes hacen música también
realizan algunas obras musicales para ser escuchadas para la expresión musical de
emociones, y/o representaciones musicales de personas, lugares y cosas, y/o expresiones
musicales de varias creencias culturales...Por lo tanto, las obras musicales son construcciones
completamente artístico-sociales. (Elliot, 1993, p.17).
Claramente podemos ver como la música tiene que ver con algo social, con la gente, es
decir, no son elementos eruditos a los que solo tiene acceso un “grupo de clase social”, al
contrario, es un lenguaje hecho para toda la humanidad, podríamos decir que de alguna
manera “sostienen lo que una cultura es”, y pese a que en hoy en día no es una sola
cultura la que habita en el mundo, sino varias, es allí donde va a proponer Bruno Nettl
una nueva mirada para los educadores musicales, a que puedan ver más allá de los
sonidos, lo valioso de ella, y es la cultura; sería interesante que en cada creación sonora
pudiéramos conocer algo acerca del lugar de origen que representa la misma, y al mismo
tiempo abrirnos a reflexionar sobre la existencia de otras culturas que se expresan
musicalmente con distintos patrones sonoros, rítmicos, armónicos y aún con una
significación diferente a todo lo que hoy conocemos dentro de la tradición musical
occidental. Si nosotros nos abrimos a ver la música a nivel global, sin encasillarse a una
manera de hacer las cosas, tendríamos mayores perspectivas frente a la educación
musical, pues delante de nosotros se abriría un universo de formas y expresiones
musicales que son propias del resto del mundo, y no sólo del occidente; por tal razón al
pertenecer al mundo entero, muchas concepciones de la música entrarían a ser
reevaluadas, como por ejemplo la forma en que una sociedad enseña su propia música, la
relación entre estudiante y maestro, etc. (Nettl, 1997), de todo esto nos va a hablar Nettl,
de darnos cuenta que muchas veces la importancia que la música tiene en diferentes
culturas puede ser mucho mayor al que se le da en los lugares más reconocidos por su
trayectoria en la academia, que no es el hecho de tocar con un instrumento de otros “país”
o cultura lo que nos hace reconocer una sociedad, sino que cuando nos disponemos para
poder comprenderla, entendiendo a quienes está reflejando, entonces empezará a cambiar
el “chip” de estética superficial la cual acudimos para aceptar o rechazar cierto tipo de
música, pues la creencia de que la música es algo que simplemente debe gustar o no, es típica del
occidente moderno...la música es algo para comprender, algo que debe ser considerado como una
parte de la sociedad (Nettl, 1997).
Es evidente que no podemos separar la música de la cultura, pues estas dos existen
intrínsecamente; es en la música donde se manifiesta la identidad y cultura de una comunidad
determinada, cada una de estas culturas funciona bajo sus propias lógicas, su propio fondo de
vivencias y de analogías, y no hay dirección externa que pueda sustituir la lógica interna de
esa comunidad” (Small, 1989).

La música le da un sentido de identidad a una comunidad, si reflexionamos en esto, nos


daremos cuenta de que ya no será tan importante enseñar la música solamente bajo los
parámetros académicos de la cultura occidental, sino que nos abriremos a diversas
posibilidades de enseñanza, a partir de entender y comprender que la música no es algo a lo
que solo pueden tener acceso los que la pueden “estudiar”, sino de toda la humanidad, pese a
que es algo innato en el hombre, y cualquier persona (sin importar su edad, condición
cognoscitiva, experiencia, etc.) puede hacer de ella su práctica vital de la vida, donde se
encuentra con sí mismo y con el mundo, donde al participar conscientemente en ella, se
convierten en facilitadores del autocrecimiento, del goce y la construcción del “yo” para ellos,
pero también para otros; es la intención como conclusión de este ensayo que como docentes
de música en formación, podamos valernos de nuevos recursos que vengan como
consecuencia de replantearnos y repensarnos a partir de todo lo que se ha expuesto para así
generar procesos educativos significativos en los estudiantes, donde el “virtuosismo” no sea
la meta suprema de ellos, al contrario, que eso pase a una segunda instancia, porque han
entendido que parte de lo que somos está ligado a nuestra identidad cultural, y que es gracias
a la expresión musical, que nosotros como seres conscientes nos hemos encontrado en ella,
pero también por medio de ella nos preservamos a través del tiempo y del espacio. Es por
esto que cabe dar lugar a una expectativa como docentes en formación que permita una
apertura intrínseca a ser parte de un proceso de metamorfosis que debe “sufrir” la educación
musical, lo cual incluye en primera instancia a los docentes, y así inmediatamente a los
estudiantes, ejecutantes, y todos aquellos amantes del ejercicio de este arte.

Ahora bien, en este punto, entendiendo la música como un ejercicio artístico – social, que
incluye por ende a la sociedad, ¿Por qué perder el sentido de algo que es meramente
comunitario, convirtiéndolo en algo inalcanzable para otros pese a la exaltación de mi
“yo”?. La exaltación del “yo” “el sujeto del rendimiento”. (Han, 2010, p.2). Es ésta la
antítesis, que tomaré como punto de partida de una propuesta formativa desde lo musical
que le apuesta a que, en términos de Han (2010) la llamada “sociedad del rendimiento”
(p.37). pueda ¿sufrir?, sí, sufrir un proceso de transformación que le permita pasar del
“cansancio del yo” al “cansancio fundamental”, al “cansancio despierto”, al “cansancio
del nosotros” (Han, 2010).

Empezaré abordando como se entiende el “sujeto del rendimiento” (Han, 2010, p.2). Del
que habla el autor Byung-Chul Han en su libro: “La Sociedad del Cansancio” (2010),
mencionado ya anteriormente; pues nos es necesario como sociedad reconocer en qué
estado y condición estamos como ente comunitario; en continuidad y como parte del
argumento de la tesis planteada al inicio del presente ensayo: “sin cultura no hay música, y
sin música no hay cultura”.

“En realidad, el sujeto de rendimiento, que se cree en libertad, se halla tan encadenado como
Prometeo. El águila que devora su hígado en constante crecimiento es su alter ego, con el
cual está en guerra” (Han, 2010, p.9).

La mayoría de nosotros ha escuchado acerca de la historia de la mitología griega sobre


“Prometeo”, aquel que le roba fuego a Zeus para favorecer a la humanidad, quien termina
siendo castigado por Zeus, resultando encadenado por orden de Zeus a una alta montaña,
para que un águila le devorara el hígado cada mañana; tortura que no estaba destinada a dar
fin, pues su hígado se reconstruía diariamente debido a su inmortalidad. Análogamente, Han
(2010) va a describir como Prometeo representa al “sujeto de rendimiento”, al “sujeto de

auto explotación”, que se vuelve presa de un cansancio infinito. Más ahora, para nosotros ese
sujeto va estar identificado como un sujeto contextualizado en el ámbito formativo musical,
en donde nadie lo encadena a una manera de hacer las cosas, a pesar de tener un Zeus
(entiéndase cómo el docente) detrás suyo; ¿Qué significa esto?, significa que a pesar de que
Zeus le haya atado a una manera de hacer las cosas, no es Zeus el que se come su hígado
diariamente, es un águila, a quién análogamente le atribuiré el sujeto de “su propia
mentalidad”; una mentalidad ligada a la productividad, la eficiencia, la inmediatez, y por qué
no en términos del contexto musical, el virtuosismo, la disciplina agotadora, la demanda de
la fama, del reconocimiento, etc.
La violencia parte no solo de la negatividad, sino también de la positividad, no únicamente de
lo otro o de lo extraño, sino también de lo idéntico. Por lo visto es a esta violencia de la
positividad a la que se refiere Baudrillard cuando escribe: “El que vive por lo mismo, perecerá
por lo mismo. Baudrillard (citado por Han, 2010, p.23).

Sí, muchos de nosotros (por no decir a la gran mayoría), en algún punto de nuestro proceso
formativo musical, acudimos a violentarnos a nosotros mismos, gracias a un exceso del “yo
puedo” de la “positividad”, de tanto “ego” con el que nosotros mismos nos herimos (Han,
2010).

Hemos sido formados bajo ciertos lineamientos pedagógico-musicales que vienen de una
herencia occidental (léase: Clásica), y aunque no con esto estoy diciendo que sea “malo” o
“inútil” , pienso que el problema podría no radicar ni siquiera en lo que se conoce
académicamente como la “música clásica” (aún con todas sus perspectivas y paradigmas),
puesto que ésta misma obedeció y se fue desarrollando conforme a unas necesidades socio-
culturales para el tiempo al que le correspondió, sin embargo, hoy en día vemos la fuerza de
su influencia no sólo académicamente , sino también sociológicamente, y con esto entramos
al terreno de lo ideológico, entendiendo que no podemos hablar de lo social, es decir, de la
gente, de las comunidades, sin identificar el sistema de creencias que les sostiene; es decir, el
águila, la mentalidad a la que se está haciendo referencia no es propia, sino que parte de lo
que fue el sistema de creencias (entiéndase que de ahí parte también la manera de enseñar ,
de transmitir, de percibir, de entender la música , de contextualizarla , etc.) que se desarrolló
entre los años 1550-1900 de lo que hoy en día se conoce como música clásica (léase en
todas sus etapas: música antigua, renacentista, barroca y clásica) y que permanece hasta el
día de hoy en el “alma mater” (mentalidad) de instituciones, centros de formación, escuelas,
grupos de estudio, docentes, etc. del mundo occidental; llegando así a la puerta de la
cosmovisión de muchos niños y jóvenes que empiezan su carrera como Colombianos (por
ejemplo), pero terminan viéndose como Europeos. No está mal que se enseñe la música a
partir de la escuela clásica, lo malo está en que se ponga ésta en la cúspide de todo el
desarrollo musical, poniendo a todas las demás por debajo de ésta, negándose a si mismo y a
otros la oportunidad explorar no sólo otras músicas, sino otras culturas.

¿Cuándo fue la última vez que los docentes de educación musical se dieron la oportunidad de
explorar la música, desde diferentes perspectivas ajenas a la de la tecnicidad del
instrumento?, ¿Cuándo fue la última vez que mediante la música se buscó que los estudiantes
reconocieran una cultura? ¿Cuándo fue la ultima vez que un docente en música les enseño a
sus estudiantes la importancia de construir lo que son y co-construir aquello de lo que hacen
parte mediante la expresividad del canto? ¿Cuándo fue la última vez que algún docente
descabellado intentó tan siquiera enseñar la música desde su componente básico del sonido,
llevando a sus estudiantes a la exploración propia del mismo?; Pues bien, aunque todo esto
parezca extraño, y lejos de comenzar a darse dentro de las practicas musicales educativas,
Murray Schafer, compositor, escritor, educador y pedagogo musical no está nada lejos de
esta realidad, Schafer (1972) afirma:

Este libro trata acerca de las voces —voces humanas— voces humanas audibles. Lo
escribo jubiloso y desesperado. En él registro experiencias que tuve con niños y
adultos en numerosas ocasiones y diferentes lugares. El único instrumento utilizado
fue la voz. La voz humana cantando, recitan- do, tarareando, entonando, a veces en
las formas más inverosímiles, pero siempre de manera vivida y enfática, superando
poco a poco una inhibición tras otra para encontrar así la personalidad de cada voz
individual, (p.10).

Estimular la creatividad, la imaginación, desarrollar la escucha de lo no escuchado, aprender


a estar en quietud para reconocer y descubrir que las ideas, las palabras y hasta las emociones
tienen un sonido, descubrir que están intrínsecas en nosotros, y que muchas veces no
necesitaremos más que nuestra voz e imaginación, para disfrutar del arte de hacer música, de

descubrirla y experimentarla. Dejar de hacer lo que siempre he hecho, dejar que “el
cansancio de mi yo” me invada, tan solo permitir aburrirme de mi mismo, de lo mucho o
poco que he logrado, al punto que mi yo se “aminore” hasta poder diluirse en el mundo y una
vez estando en ese proceso de transformación como sujeto artístico -social y educativo,
pueda ser capaz de recibir lo nuevo en el ejercicio docente.

“Handke eleva el cansancio profundo incluso a una forma de salvación, esto es, a una
forma de rejuvenecimiento”. (Han,2010, pág. 4)
Perder el asombro de sí mismo para poder asombrarse del otro hace parte de la propuesta de formación
como conclusión a la hipótesis planteada acerca de las situaciones y perspectivas en la educación
musical presentadas al inicio del presente ensayo; como educadores estamos llamados a formar
cultura, ¿cuánto más como músicos? (Han , 2010), si es así, entonces la agitación, el acelere y el ritmo
de vida de una ida activa que nos ofrece diariamente la sociedad, no es una opción para nosotros
separar cultura, de sociedad e identidad, porque es allí en las que nos instauramos, ese cansancio que
resulta de un amable desarme del yo. (Han,2010).
Referencias Bibliográficas

D.Elliot, (1993). La transformación de la educación musical a las puertas del siglo XX


Canadá. International Society for Music Education.

Nettl.B (2005). The Study of Ethnomusicology.


Estados Unidos. ISBN 0-252-03033-8.

Small C, (1977). Music, Society, Education: Los niños como consumidores. Aporte No.
48: Pedagogías artísticas.
New Zealand.

B. Hann, (2010) .La sociedad del cansancio, Barcelona: Editorial Tutorelo.

Schafer. B, (1972) Cuando las palabras cantan, Melos (Ricordi Americana)


Argentina.  

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