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El caballo y el hombre.
El Caballo.
(1)—A pesar de engordar mucho los caballos de pura sangre que tienen en las
yeguadas como sementales, y nada más que para este servicio, conservan mejor sus
proporciones.
EL CABALLO Y EL HOMBRE. 17
III.
Inteligencia del Caballo.
cuadra, etc. Pretendía que ese caballc le tenía paiticular- mente tal
cariño, que se pondría malo si él lo dejaba.
Le pedimos entonces que nos prestaia el caballo, y después de
habernos hecho detallar cuales eran sus costumbres, lo llevamos á
nuestra casa, no cambiándole en nada esas costumbres. Desde el
día siguiente lo hicimos trabajará sus horas, le recompensábamos
con zanahorias siguiendo la costumbre establecida, é imitando la
voz de su amo, íbamos nosotros mismos á llevarle el pienso á la
hora que tenía costumbre de que se lo dieran.
Al día siguiente le hablábamos sin imitar, como la víspera, la
voz de su amo, y apesar de eso, no se habían pasado aún 48 horas,
y ya nos hacía las mismas demostraciones de afecto que á su amo,
sin darse cuenta de que éste había cambiado.
Después de la lección de la mañana, distribuimos nosotros
mismos á nuestros caballos, una gran ración de zanahorias.
En cuanto entramos en la cuadra y levantamos la voz todos
relinchan; y si por acaso una persona extraña se encuentra presente,
no deja nunca de decir: "¡Cómo le conocen sus caballos! ¡cómo le
quieren!,, Éste es un error. Si otra persona cualquiera distribuyese
las zanahorias en nuestro lugar y á la misma hora, no hay duda que
nuestros caballos ni aun se darían cuenta de que habíamos faltado.
La prueba es que, algunos instantes después, si entramos y han
acabado de comer, no nos prestan la menor atención.
Podríamos citar otros infinitos ejemplos de la indiferencia de los
caballos para con los que los cuidan ó los montan.
IV.
V.
VII.
Las Correcciones.
VIII
IX.
La Gamarra.
La gamarra impide al caballo despapar, dificúlta los cabezazos
y sirve al ginete para dirijir mejor al animal que monta. Una buena
doma hace inútil la gamarra. Además, no aconsejamos usarla más
que cuando no se tenga todo el tiempo ó la ciencia suficiente para
domar al caballo. De este modo, podrá emplearse cuando, á simple
vista, se haya reconocido que el animal que se debe montar, bien
para paseo, bien para caza, bate la mano ó despapa demasiado.
Hay tres clases de gamarra: la llamada testera, la de casa y la
gamarra fija.
La única que recomendamos es la gamarra testera: 1o. porque su
efecto, llevado sobre la frente del caballo no tiene ninguna acción
sobre la boca del mismo; y 2 o. porque no correspondiendo con la
mano del ginete; no tiene, por consiguiente, peligro. Debe estar
bastante floja para que el caballo pueda llevar la cabeza alta, no
permitiéndole sin embargo la libertad bastante para que la nariz
alcance la línea horizontal; porque, en este caso, el bocado
balancearía de abajo hácia arriba y no tendría ninguna acción
sobre la boca. Si la gamarra es muy corta, el caballo vá molesto en
sus movimientos y en sus marchas: entonces puede llegar á ser
peligrosa, sobre todo si el caballo no vá francamente hácia
adelante, porque en esta situación, para escapar á la acción de la
gamarra, se encapota.
La gamarra de caza tiene dos anillas por las cuales se pasan las
riendas del filete (1). Corresponde por consiguiente á la vez con la
mano del ginete y con la boca del caballo. Esta gamarra puede
prestar grandes servicios á los ginetes hábiles; pero, en razón de su
potencia, es singularmente peligrosa para los demás ginetes. La
gamarra fija se ata á las anillas del filete, no cede nunca y es
siempre peligrosa, sobre todo si el caballo recula, porque en este
caso, aquella continúa tirando. Si el caballo se pone de manos ó se
encabrita, como tiene necesariamente tendencia á hacerlo para
forzar la mano, la gamarra ayuda á derribarlo.
(1). Se pasan por ellas, algunas veces, las riendas del bocado. Pero esto es muy
peligroso.
X.
La Silla.
XI.
Los Estribos.
Nosotros no permitimos nunca al alumno servirse de los
estribos antes de que adquiera una excelente posición á todos los
aires del caballo.
Ved los antiguos maestros, (y no hablamos solamente de los de
la escuela francesa) nunca autorizaban, el uso del estribo más que
cuando el discípulo estaba en la silla bien seguro y muy flexible.
Además, preciso es convenir que los ginetes tenían, en aquella
época, una seguridad distinta de la de nuestros días. Actualmente,
la rigidez ha reemplazado á la flexibilidad, á la soltura y á la gracia
de otro tiempo. Y esto, porque el alumno ha adquirido malas
costumbres
EL CABALLO Y EL HOMBRE 31
(1)—Catapults: especie de cañón que usaban los antiguos para lanzar piedras. N.
del T.
EL CABALLO Y ELTHOMBRE &
XII.
£1 látigo.
Nosotros no m»s servimos del látigo más que en el trabajo á pié
para enseñar al caballo á ir hácia adelante y á ceder á la espuela.
Una vez á caballo, dejamos el látigo. Á los verdaderos ginetes les
bastan las piernas y las manos; los débiles, los que carecen de
fuerzas, necesitan del látigo.
XIII.
Las Espuelas.
XIV.
(1) Cansancio en los brazos, las manos ó los muslos, mal ginete, cansancio en las
piernas, buen ginete.
EL CABALLO Y EL HOMBRE 37
(1).— En Alemania se enseña á montar sin estribos, y coi la paita del pié mis alta
que el talón. La contracción causada por esta posición es la que da á los ginetes
alemanes la rigidez que les caracteriza. Bien sabemos que los alemanes son rígidos,
tiesos, por naturaleza. Pero hacer montar á un francés en esas condiciones y
forzosamente se haría rígido á caballo.
* (2).— Nosotros montamos siempre con los estribos un punto más cortos fuera del
picadero, que en el picadero. Obtenemos de este modo, un punto mejor de apoyo para
todas las marchas rápidas, especialmente para el trote ála inglesa* En el picadero, por
el contrario, se tiene necesidad de tener las piernas más caídas para abrazar mejor al
caballo. Y es igualmente necesario estar completamente sobre las nalgas para
apreciar mejor los movimientos del caballo. Se sabe que el tacto del asiento es muy
raro y que es necesaria una educación prolongada.
38 PRIMERA PARTE
(1). La rigidez de los brazos, de las piernas y del cuerpo impiden experimentar
ninguna impresión ¿Cómo los miembros crispados, ó simplemente- rígidos,
percibirían lo que le pasa al caballo mientras están ocupados en sostener el cuerpo en
la silla? Cuando se vuelvan flexibles, y el cuerpo se tenga por el solo equilibrio de la
posición, tendrán una libertad de percepción que desde luego les falta. La flexibilidad
de los miembros y la buena posición, son por consiguiente la primera condición del
tacto ecuestre.
40 PRIMERA. PARTE
XV.
Posición de la amazona.
afirmamos muy alto que, para ellas, la desviación del talle nunca es de temer.
Sabemos muy bien que en Inglaterra y en América, la primera educación ecuestre
de los niños está entregada á los cocheros y desbrabadores. Cualquiera que sea el
mérito de estos, pueden llegar á darles un mal consejo, y no ver lo que conviene
hacer para corregir ese defecto, ó lo que es lo mismo, lo arraigan en el alumno. Eso
sucede todos los días con muchos profesores que han estudiado en ellos mismos la
teoría y la práctica; pero que no llegan á darse cuenta de pequeños defectos
(destinados á hacerse grandes con el tiempo) más que después de una larga
enseñanza.
Nosotros sostenemos que con un buen maestro, la educación de la amazona
sentada á la izquierda, lejos de hacer desviar su talle, no hará otra cosa más que
acrecentar la gracia y la flexibilidad.
Continuemos, por consiguiente, no haciendo montar á las amazonas mas que de
un solo lado, y sobre todo continuemos haciéndolas montar á la izquierda. De otro
modo, será menester colocar el látigo en la mano izquierda, la cual es más tardía y
menos hábil; grave inconveniente, porque el látigo debe remplazar á la pierna.
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