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La violencia intrafamiliar en los tiempos del COVID-19

El hacinamiento, el impacto económico familiar y la propia personalidad de los integrantes de la


familia son factores que pudieran derivar en situaciones de riesgo durante esta emergencia sanitaria

28 de Marzo de 2020

El COVID-19 nos ha aportado mucha información epidemiológica, administrativa, política y


económica. Nos ha obligado a permanecer en casa con los hijos y tener que convivir en familia más
tiempo del que los tiempos modernos nos tienen acostumbrados. Hemos tenido que aprender a
administrar nuestro tiempo, nuestro esfuerzo, nuestro dinero y nuestra paciencia.

El maltrato dentro del entorno familiar es muy común en nuestro país. Quiero afirmar que la
violencia es un problema de salud pública, dada su extensión, magnitud y consecuencias y afecta de
manera desproporcionada a las mujeres, a los niños y a los adolescentes. La violencia constituye un
indicador de salud pública de una sociedad. Según la OMS, se define a la violencia como “el uso
intencional de la fuerza o poder físicos, amenazante o real, en contra de uno mismo, de otra persona
o en contra de un grupo o comunidad, que resulte en heridas, muerte o daño sicológico, disfunciones
o privaciones”.

Cualquier tipo de abuso de poder de parte de un miembro de la familia sobre de otro, de manera
repetitiva es considerado violencia. Ello incluye maltrato físico o sicológico. En este distanciamiento
social, al que nos ha sometido el COVID-19, la convivencia familiar es un tema delicado para algunas
familias. El hacinamiento, el impacto económico familiar y la propia personalidad de los integrantes
de la familia son factores que pudieran derivar en situaciones de riesgo durante esta emergencia
sanitaria.

Hace unos días leí que organizaciones alemanas advertían sobre un posible aumento en los casos de
abusos infantiles y violencia doméstica, después de que Angela Merkel pidió a su población
mantenerse en casa. Para muchos niños, la escuela es un lugar para aprender. Para otros, expuestos
a situaciones inseguras o abusos en su entorno, es un sitio seguro. Según datos oficiales, en Alemania
hubo 4 mil casos de abuso infantil en 2018. La cifra de abusos sexuales infantiles en ese país fue: 14
mil. En México, cada año más de 4 millones y medio de niñas y niños son víctimas de abuso sexual,
país que según la OCDE tiene el primer lugar mundial en estos delitos.

De acuerdo con un estudio del Consejo Ciudadano de la CDMX, los principales agresores sexuales de
los niños son familiares, luego maestros y después sacerdotes: 30% abuelos o padrastros; 13%, tíos;
11%, padres biológicos; 10%, primos; 8%, vecinos; 7%, maestros, y 3%, hermanos. A pesar de estar en
este lastimoso primer lugar, México tiene los presupuestos más bajos para combatir este grave
problema, ya que sólo uno por ciento de los recursos para la infancia está destinado a la prevención y
protección del abuso sexual y la explotación, según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia
(Unicef).

La violencia de género en estas semanas ha tenido el mismo patrón. Para muchas mujeres su propio
hogar no es un lugar seguro. Según las autoridades sanitarias, el distanciamiento social es la forma
más eficaz para reducir el número de contagios de COVID-19, que hasta el 24 de marzo afectaba a
más de 400 mil personas en más de 160 países. Sin embargo, este confinamiento también está
dejando en evidencia otra realidad: la de las mujeres que sufren violencia y durante estos días tienen
que estar encerradas con su agresor.

ONU Mujeres alertó en un informe que en este contexto de emergencia aumenta la violencia
doméstica contra mujeres y niñas debido a las tensiones en el hogar. En muchos casos, las mujeres
no pueden salir o no pueden llamar por teléfono de forma segura para alertar a las autoridades de su
situación. No obstante, la Secretaría de Salud Federal anunció el jueves pasado que a través del
número telefónico 911 se atenderá a las mujeres que sufren violencia de género.
Pero, en un país donde 10 mujeres son asesinadas diariamente se requiere de un plan de
contingencia más enérgico para controlar y minimizar estos riesgos desde un enfoque de derechos
humanos. La directora del Centro Nacional de Equidad de Género y Salud Reproductiva invitó,
también, a quienes sean testigos de abusos o de este tipo de maltratos a reportarlo al número de
emergencias a fin de asistir a las familias afectadas. El análisis de la violencia debe partir de la base
de que se trata de un fenómeno predecible y, por lo tanto, prevenible.
La otra pandemia: violencia en el hogar en
tiempos de cuarentena
PNUD junto a los gobiernos locales empiezan iniciativa contra la violencia y la
desigualdad de género durante el confinamiento para frenar la COVID-19

Los efectos de la COVID-19 han hecho aún más evidentes las desigualdades en el mundo, entre ellas,
las de género. Para muchas mujeres y niñas la violencia doméstica es una amenaza que se agrava en
estos tiempos de aislamiento. Por esto, desde el PNUD en alianza con los gobiernos locales en Lima
estamos respondiendo a esta pandemia en clave de género para atender y proteger a las víctimas
potenciales.

El 60% de feminicidios en Perú ocurren en el hogar, de acuerdo con el Observatorio de Criminalidad


del Ministerio Público. En emergencias como esta, según ONU Mujeres y el PNUD, los riesgos de
violencia contra las mujeres y las niñas aumentan en este espacio privado.

El Estado peruano está liderando importantes esfuerzos para frenar esta violencia doméstica durante
la crisis sanitaria. A 23 días de que decretase el estado de emergencia, atendió más de 8000 llamadas
a través de la Línea 100, unas 360 llamadas cada día. Además, trasladó a 36 personas a hogares de
refugio temporal y atendió a 43 mujeres víctimas de violencia sexual, 27 de ellas —más de la mitad—
eran niñas. Sin embargo, la acción de los gobiernos locales también resulta indispensable y por
mucho necesaria.

Desde el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en alianza con las
Municipalidades de Lima, San Juan de Miraflores y Villa El Salvador estamos implementando una
iniciativa para llegar adentro de los hogares de las familias de estos tres distritos durante la crisis, con
mensajes y acciones de sensibilización para prevenir la violencia y promover la igualdad.

No es fácil en este contexto de aislamiento llegar con información respecto a temas que involucran la
privacidad del hogar. Sin embargo, estamos encontrando diferentes caminos.

Uno de estos son las canastas de víveres que las municipalidades entregan con el presupuesto
transferido por el gobierno central. Estas canastas están llevando mensajes sobre violencia basada en
género, responsabilidades compartidas, masculinidades y maternidades sanas, los cuales también se
dirigirán a través de las redes comunitarias preexistentes en cada distrito.

Otro camino son los actores que están en la primera línea de la respuesta frente
esta pandemia: las recolectoras y los recolectores de residuos sólidos y la Policía
Nacional del Perú.

Aunque son muchas veces invisibilizados, ambos actores tienen un rol esencial
en las dinámicas de nuestras ciudades y mantienen un vínculo con las familias en
cuarentena. Por tanto, son estratégicos para llegar con los mensajes a estos
hogares, permitiendo que este modelo sea replicable en otros gobiernos locales
durante la cuarentena.

Tanto las recolectoras y los recolectores como la Policía Nacional del Perú serán
fortalecidos y sensibilizados en enfoque de género, y para brindar información
sobre los servicios de atención frente a la violencia doméstica. De este modo, los
camiones recolectores se transformarán en vehículos de comunicación a la
ciudadanía. En tanto, las comisarías de cada sector operarán un protocolo de
visita casa por casa, de acuerdo con el seguimiento georreferenciado de las
medidas de protección.

Al respecto, la alcaldesa de San Juan de Miraflores, Cristina Nina, ha destacado


la importancia de esta alianza con el PNUD y que sea implementada en su
jurisdicción, donde los índices de violencia familiar y los feminicidios son
preocupantes, especialmente en estos momentos tan difíciles que atravesamos.

A esta intervención integral se suma el apoyo del PNUD a la Municipalidad


Metropolitana de Lima para la implementación de un albergue para mujeres
víctimas de violencia, a través de asistencia técnica y el vínculo con la empresa
privada.

La participación e involucramiento de la comunidad es clave para una respuesta


eficaz e integral frente a la violencia y la desigualdad de género sobre todo en
estos tiempos. Hoy hemos iniciado con las familias en los distritos de Lima, San
Juan de Miraflores y Villa El Salvador. En futuro muy próximo esperamos sumar
más gobiernos locales por la igualdad.
Violencia contra las mujeres en tiempos de cuarentena
María-Pía Guadalupe Díaz Díaz|  14737Martes, 21 de Abril de 2020

En el contexto del COVID-19, la autora advierte la necesidad de que las medidas


legislativas adoptadas por el Gobierno incorporen la perspectiva de género y la
interseccionalidad para prevenir y sancionar la violencia contra las mujeres; más aún
cuando la misma se está acentuando durante el periodo de cuarentena.

I. Introducción
 
La violencia contra las mujeres en nuestro país es un tema del día a
día como resultado de la desigualdad de género imperante en
nuestra sociedad. Sin embargo, ante situaciones de caos y
emergencia, las desigualdades se acentúan y esto puede
desencadenar en el incremento de los episodios de violencia. Ante la
situación de emergencia que viven muchos países producto de la
pandemia producida por el virus COVID-19, la violencia contra las
mujeres no ha pasado desapercibida, presentándose un incremento
en el pedido de auxilio de miles de mujeres alrededor del mundo. El
Perú no es ajeno a esta realidad dado que la violencia contra las
mujeres es un problema que ha venido en incremento en los últimos
años. En atención a las cifras del Ministerio de la Mujer y Poblaciones
Vulnerables, en 2019 se atendieron 166 casos de feminicidio y 404
tentativas de feminicidio [1], además de las miles de denuncias por
violencia intrafamiliar que incluyen maltrato físico, psicológico entre
otros. En lo que va del año 2020, durante enero y febrero se han
detectado 32 casos de feminicidio y 120 casos de tentativa de
feminicidio [2], siendo que en su mayoría éstas se han perpetrado
en el domicilio de la víctima o el domicilio común y dentro de una
relación de convivencia o conyugal.
 
 
II. Conviviendo con el agresor
 
Actualmente, a raíz de la limitación al ejercicio del derecho a la
libertad de tránsito de las personas [3], como forma de detener la
propagación del virus, a partir del 16 de marzo en el Perú se vive
una situación de cuarentena dentro del propio hogar [4]. El hogar
es el lugar más seguro para evitar el contagio y la propagación del
virus, pero no lo es para las mujeres que conviven con un agresor o
potencial agresor. Como lo señala ONU Mujeres, en contextos de
emergencia aumentan los riesgos de violencia contra las mujeres y
niñas, especialmente por violencia doméstica.
 
Como evidencia de ello, la línea 100 del Ministerio de la Mujer y
Poblaciones Vulnerables ha sido el medio más utilizado por las
víctimas para el pedido de auxilio, habiendo recibido alrededor de
5,438 llamadas por violencia contra la mujer. Asimismo, se han
atendido 43 casos de violación, siendo que de ellos, 27 fueron
perpetrados contra menores de edad dentro de su propio hogar [5].
En estas cifras no se están considerando las zonas rurales o
amazónicas alejadas que no tienen alcance a este canal, por lo que
debemos entender que la cifra real es mucho mayor y se encuentra
invisibilizada. Cabe señalar también que desde el inicio de la
cuarentena se han presentado 4 casos de feminicidio, siendo que
uno de ellos tuvo como víctima a una menor de edad quien fue
previamente violada por su vecino [6].
 
Nos encontramos entonces frente a una situación real de violencia
que está ocurriendo dentro de este periodo de Emergencia Nacional
y que requiere un abordaje específico dada su gravedad y forma de
manifestarse, teniendo en cuenta que adquiere fuerza dentro del
periodo de cuarentena de la población. En estos momentos
convergen diferentes factores como: la incertidumbre por la salud
pública, la ausencia de trabajo, aunado a las necesidades
económicas, la presencia de los hijos en el hogar, lo que genera
tensión en las personas. Estos factores se agravan si le sumamos la
limitación del derecho a la libertad de tránsito y la inmovilización
obligatoria dentro de los días dispuestos por el gobierno, lo que se
presta para que el agresor ejerza un mayor control sobre la víctima.
Máxime si ya se encuentra aislada de otras personas como
familiares o amistades que pueden ser su ruta de escape ante la
violencia, así como de los demás recursos para pedir ayuda.
Considerando que en ciertos casos puede, incluso, encontrarse
incomunicada para acceder a los canales de atención dispuestos por
el MIMP.
 
Por otro lado, si analizamos con detenimiento el artículo 4 del D.S.
N.° 044-2020-PCM y sus ampliaciones, tenemos una serie de
desplazamientos que sí están permitidos durante el Estado de
Emergencia, como son la compra de alimentos, medicamentos,
asistencia a centros de salud, prestación laboral en servicios
esenciales, retorno a la residencia habitual, la asistencia y cuidado
de personas vulnerables, las entidades financieras, bancarias, de
seguros o pensiones, entre otros. Sin embargo, no se hace mención
expresa al desplazamiento a la Comisaría o establecimientos de
auxilio ante casos de violencia de género. No puede considerarse
dentro del literal m) referido a actividades análogas por caso fortuito
o fuerza mayor, dado que la violencia de género es un problema
latente y recurrente en nuestro país, además que su incremento se
vio reflejado en los países que presentaron la pandemia antes que
Perú. Esta situación de violencia se agrava aún más, durante los
días y horarios de inmovilización social obligatoria, por el cual queda
prohibida la circulación de personas fuera del domicilio, donde las
excepciones son similares y no se incluye ninguna disposición
expresa a los casos de violencia contra la mujer.
 
Definitivamente el problema de la violencia contra las mujeres se
encuentra fuera y dentro de casa. Este tipo de violencia no se
detiene ni se reduce con la orden de inamovilidad, como si ha
sucedido con la delincuencia en las distintas regiones del país donde
se ha reducido considerablemente [7], por lo que no es posible
generalizarla ni compararla con la violencia común producto de la
delincuencia.
 
 
III. Disposiciones de protección implementadas por el
Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables - MIMP
 
Como hemos señalado, el Decreto Supremo no aborda un punto en
específico en casos de violencia de género, así como tampoco
ninguno de los literales se ajusta a dicha situación. Sin embargo, la
respuesta a esta problemática se ha dado por parte del MIMP a
través del Programa Nacional para la Prevención y Erradicación de la
Violencia contra las Mujeres e Integrantes del Grupo Familiar –
AURORA.
 
De acuerdo con lo informado, los canales de atención contra la
violencia permanecen activos las 24 horas durante el Estado de
Emergencia [8], a esto nos referimos con la Línea 100 y los hogares
de refugio temporal. La Línea 100 como hemos señalado viene
siendo la vía más utilizada dentro de estos tiempos de cuarentena,
dado su fácil acceso por teléfono móvil, fijo o público sin costo
alguno. A través de este medio el pedido de auxilio es atendido por
profesionales especializados que brindan orientación a las víctimas y
ante casos de riesgo moderado o severo se habilita el Servicio de
Atención Urgente. Asimismo, como señaló en entrevista la directora
de AURORA Nancy Tolentino Gamarra, a través de la llamada a la
línea 100, el pedido de auxilio se canaliza con el patrullaje de la
Policía Nacional más cercana, atendiendo al nivel del riesgo de la
víctima. Aunado a ello, los Hogares de Refugio Temporal continúan
recibiendo a las mujeres víctimas de violencia que se encuentren en
nivel de riesgo moderado y severo, que sean derivadas por los
profesionales previa atención por la Línea 100 o por la Policía
Nacional. Cabe señalar que como medida de prevención de la
violencia se ha implementado el servicio de acompañamiento
psicológico, también a través de la Línea 100, donde se ofrece
orientación y consejería psicológica para la prevención de conductas
de riesgo y manejo de crisis.
 
Por lo visto, las medidas de prevención y atención en casos de
violencia contra las mujeres están previstas, sin embargo, vemos
que principalmente operan a partir del pedido de auxilio realizado a
la Línea 100 y luego de ello se articula la respuesta, ya sea la
consejería psicológica o la atención urgente y derivación al refugio
temporal. Pero, si bien este canal es de fácil acceso, tampoco se
puede afirmar que está al alcance de todas las mujeres a nivel
nacional, pues en ciertas localidades alejadas, pueblos rurales o de
la Amazonía, la situación no es la misma que en las ciudades o en la
capital. Así también se debe tener en cuenta que la mujer víctima
puede encontrarse incomunicada y reducida por su propio agresor,
sin tener alcance a un teléfono.
 
De otro lado, son solo 14 los hogares de refugio temporal a la fecha
a nivel nacional, por lo que tendremos lugares donde no exista este
servicio o no tenga la disponibilidad, en atención a la cantidad de
casos que se vienen presentando. Así también dada la situación de
cuarentena se debe tener especial cuidado en la calificación de los
casos como de riesgo moderado o severo, considerando que la
víctima está aislada con su agresor o potencial agresor, no se puede
esperar a que sea atacada físicamente de manera grave para
atender el pedido y separarla del agresor, porque este tiempo puede
costarle la vida e incluso la de sus hijos.
 
Estas medidas se encuentran publicadas en la cartilla de
orientación [9] elaborada por el PNUD en colaboración con el MIMP,
donde también se hace mención expresa a la posibilidad de
desplazamiento hacia la Comisaría, Fiscalía de turno o Poder Judicial
para la denuncia directa por violencia, pese a que ello no se indica
en el Decreto Supremo, sin embargo, teniendo en cuenta el
transporte público limitado, este medio también se queda corto.
 
En ese sentido, urge una atención específica a esta problemática a
través de una respuesta del gobierno por el cual se disponga un plan
de contingencia contra la violencia de género producida durante la
cuarentena por motivo del COVID-19, que conlleve el trabajo
articulado de los diferentes sectores y de la Policía Nacional. Que se
fortalezca el servicio de atención urgente a nivel nacional y el
aumento de la capacidad de las casas de refugio temporal,
adecuando el protocolo de actuación a las circunstancias actuales de
cuarentena donde el riesgo es mucho mayor que en circunstancias
comunes de libre desplazamiento. Considerando la aplicación de
canales de atención específicos para llegar a las zonas alejadas
donde la comunicación telefónica puede encontrarse limitada, en
apoyo de los gobiernos locales entre otras autoridades.
 
De esta manera vemos que resulta necesario que toda medida
adoptada por el Gobierno tenga en cuenta dos elementos
importantes. En primer lugar la perspectiva de género, atendiendo a
la desigualdad que pre existe entre mujeres y hombres, así como
sus particularidades. Dado que las disposiciones que se aborden
durante el Estado de Emergencia les afectan de distinta manera,
como ya lo hemos visto en la situación de una mayor exposición de
las mujeres frente a la violencia, así como el acceso más limitado a
los canales de ayuda, de modo que las disposiciones se articulen
para un mismo fin sin provocar una mayor desigualdad o acentúen
la discriminación. Así también se debe atender a la
interseccionalidad, es decir que se tomen en cuenta las diferentes
categorías de discriminación que recaen sobre las mujeres, tales
como su condición socioeconómica, su condición de mujer con
discapacidad, su raza o etnia, su condición de indígena o rural, su
condición de migrante, entre otros, y que en razón de ello no todas
las mujeres presentan las mismas estructuras que originan la
desigualdad, por lo que se debe atender no solo el efecto de la
discriminación sino también a los factores que están en la base de
las desigualdades [10]. De ahí la necesidad de coordinar diferentes
canales de prevención y atención de la violencia dadas las
circunstancias específicas de cada grupo, porque no todas las
mujeres viven bajo las mismas condiciones en el Perú.
 
La violencia dentro del hogar ha sido históricamente invisibilizada,
bajo la premisa que el Estado no debe entrar en la vida privada,
pero los hogares ya no son más espacios privados ajenos a la labor
del Estado para erradicar la violencia contra las mujeres. El Estado
tiene el deber de velar por el cumplimiento del respeto de los
derechos incluso en el ámbito privado y brindar la atención
necesaria para prevenir, atender y sancionar los casos de violencia.
 
 

[*] María-Pía G. Díaz Díaz es maestranda del Máster en Estudios


Interdisciplinares de Género en la Universidad de Salamanca (España).
Becaria por la Universidad de Salamanca (España). Ha cursado el Máster
en Derecho Constitucional en la Universidad de Sevilla (España). Miembro
de la Asociación de Derecho Público Comparado y Europeo (Italia).
[1] Estadísticas del Programa Nacional para la Prevención y Erradicación
de la Violencia contra las Mujeres e Integrantes del Grupo Familiar –
AURORA, “Resumen estadístico feminicidio y tentativas 2019”.
Recuperado en: https://www.mimp.gob.pe/contigo/contenidos/pncontigo-
articulos.php?codigo=33, acceso: 8 de abril de 20202.
[2] Ibídem, “Resumen estadístico feminicidio y tentativas 2020”.
[3] Dispuesta por el gobierno peruano mediante D.S. N.º 044-2020-PCM
y sus ampliaciones.
[4] Salvo para la prestación y acceso a los servicios y bienes esenciales
como lo indica la misma norma.
[5] De acuerdo con la información contenida en el especial “El call-center
que atiende casos de violación en cuarentena”, escrito por Juan Pablo
León Almenara para El Comercio. Recuperado
en: https://especiales.elcomercio.pe/?q=especiales/violaciones-en-
cuarentena-ecpm/index.html, acceso: 8 de abril de 2020.
[6]“Cuatro feminicidios en cuarentena: Arequipa, Huánuco, Junín y
Callao”. Recuperado en: https://manoalzada.pe/feminismos/cuatro-
feminicidios-en-cuarentena-arequipa-huanuco-junin-y-callao, acceso: 9 de
abril de 2020.
[7] “El índice de delincuencia disminuyó en 84% durante la cuarentena
por coronavirus”. Recuperado en: https://canaln.pe/actualidad/indice-
delincuencia-bajo-84-durante-cuarentena-coronavirus-n409383, acceso: 8
de abril de 2020.
[8] “MIMP: Servicios de atención a víctimas de violencia se activarán
durante Estado de Emergencia”, Programa Nacional para la Prevención y
Erradicación de la Violencia contra las Mujeres e Integrantes del Grupo
Familiar – AURORA. Recuperado
en: https://www.gob.pe/institucion/aurora/noticias/109542-mimp-
servicios-de-atencion-a-victimas-de-violencia-se-activaran-durante-
estado-de-emergencia, acceso: 9 de abril de 2020.
[9] Ver en: http://www.mimp.gob.pe/files/cartilla-pnud-victimas-covid-
19.pdf, acceso: 9 de abril de 2020.
[10] Expósito Molina, Carmen, “¿Qué es eso de la interseccionalidad?
Aproximación al tratamiento de la diversidad desde la perspectiva de
género en España”, Grupo de Investigación Multiculturalismo y Género de
la Universidad de Barcelona.
Mujeres de Latam: Víctimas del Covid-19 y
violencia familiar
Una doble ‘pandemia’ es la que sufren las mujeres de la región, pues a la par del
virus que azota al mundo, se enfrentan a una oleada de violencia física y
psicológica sin precedentes. Ante ello, el Estado tiene un doble reto.

En los últimos años el periodismo negocios ha hecho propio el tema de la importancia de las
mujeres en los puestos clave de las organizaciones, pero el Covid-19 vino a recordar que no es
solamente en las empresas donde hay mucho por hacer en temas de inclusión y equidad, sino
en el propio núcleo familiar.

Desde México hasta Argentina se viene reportando desde marzo pasado la manera en que se
incrementa la violencia familiar contra las mujeres. En México, por ejemplo, la violencia
intrafamiliar creció 120% desde que se anunció la emergencia del Covid-19 a la fecha, de
acuerdo con información de la Secretaría de Gobernación (basada en llamadas de auxilio
reportadas al sistema de atención 911). El 66% se trataría de violencia física y 24%
psicológica.

En Argentina, las denuncias por violencia de género durante la cuarentena por la pandemia
aumentaron 40%, y se cuentan alrededor de 20 feminicidios en ese mismo lapso de tiempo.
Un dato revelador: en 45% de los casos el asesino fue su pareja.

Los motivos de este incremento de violencia contra las mujeres que recorre Latinoamérica se
adjudica al confinamiento de las personas como medida de protección contra la pandemia,
pero se relaciona directamente al alcoholismo de hombres, a la frustración económica y a la
incertidumbre laboral. Dos aspectos más a considerar. La reducción de la actividad económica
afecta en primera instancia a las trabajadoras informales y al mismo tiempo induce a una
mayor migración irregular de las mujeres y niñas, generando con ello mayores riesgos de
protección asociados como la trata.

“Para muchos, permanecer a salvo consiste en cerrar puertas y ventanas, y evitar lugares
peligrosos. Para otros, no hay escapatoria, porque la amenaza de la violencia está detrás de
esas puertas, oculta a los ojos de los demás”, apuntaba tiempo atrás la exdirectora de la OMS,
la noruega Gro Harlem Brundtland.

Como el Covid, la violencia contra mujeres es silencioso, solo que de ésta no se escapa, como
menciona Gro Harlem, guardándose en el hogar, por el contrario, se vuelve más peligroso en
cuanto más tiempo las mujeres pasan en él.

Al igual que la pandemia que se enfrenta, el Estado debe considerar a la violencia familiar
parte de la agenda primordial a atender. Es relevante tener datos disponibles, más refugios y
protocolos específicos; además, organismos como ONU Mujeres sugieren “apoyar a las
organizaciones y redes de mujeres, y capacitar a la policía en este trabajo”.

Me detengo en este último punto, al considerarlo fundamental. Hace aproximadamente 10


años me invitaron a participar en una investigación de protocolos a las mujeres violentadas en
una provincia de México. El estudio arrojó varias situaciones, como el hecho de que, por
ejemplo, las mujeres que habían sido violadas muchas veces eran atendidas por policías
hombres inmediatamente después del acto de violencia, y no por mujeres (generando mayor
daño psicológico a las mujeres, pues lo que menos desean es que se les acerque un hombre en
ese momento). Las mujeres agredidas no eran acompañadas hasta el ministerio público por la
policía ni ésta se esperaba a regresarlas a una casa de resguardo. Y si se informaba
telefónicamente de que una mujer estaba siendo agredida en su hogar, la policía se limitaba a
tocar la puerta, y si el agresor decía que no pasaba nada, simplemente la policía se iba.

En países europeos, a diferencia de Latinoamérica, existen protocolos muy importantes en el


tema de trato a las mujeres violentadas que bien podrían ser replicables o adaptables a la
realidad latinoamericana, pero para ello el Estado tiene que poner manos a la obra y ver esta
situación como una emergencia que hay que atender ya (el coronavirus puede disminuir sus
efectos después del día 40, la violencia familiar genera daños a la familia de por vida).

Recordemos una cosa: la violencia que se ejerce contra las mujeres en el hogar no solo afecta
a ellas, sino también a los niños y niñas que pueden estar presentes en esas situaciones. Si esas
generaciones son por las que los gobiernos dicen trabajar más, deberían mostrar más
preocupación por su futuro, a partir de cuidarlas en el presente.

*El autor es periodista de negocios de Latam

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independientes de la postura y la línea editorial de Forbes Centroamérica.

Violencia de género y Covid-19:


Las respuestas de Perú y España
Resulta certero afirmar que las respuestas estatales ante la crisis del Covid-19
han de cubrir las necesidades de protección hacia las personas más
vulnerabilizadas.

En esta situación de confinamiento ha habido una exigencia superior que los


Estados han solicitado a las mujeres supervivientes de violencia de género:
#quédateencasa. Dicha exigencia se torna inhumana teniendo en cuenta que
la casa es el lugar de mayor peligro dado que es ahí donde la víctima convive
con su agresor. En este sentido, ONU Mujeres ya alertó de la mayor
vulnerabilidad y peligrosidad de las violencias[1] contra las mujeres durante el
confinamiento[2].

En las declaraciones de la Ministra Gloria Montenegro del pasado 1 de abril


advirtió que la línea 100 había registrado 5418 llamadas hasta el 31 de marzo.
De esa cifra, 538 eran de mujeres en situación de agresión grave, de entre
ellas, un total de 25 habían necesitado acudir a centros de refugio temporales.
Por su parte, en España, donde el estado de alarma se decretó el pasado 14
de marzo, desde esa fecha hasta el 29 de marzo, las llamadas al 016 se han
elevado un 269%.

¿Qué se ha ofrecido desde la política pública?

El Estado, garante del bienestar de sus ciudadanas, ha de estar a la altura de


sus propias exigencias y otorgar una respuesta certera y eficaz a las mujeres
que están sufriendo violencia de género. Abordando la respuesta estatal en
términos comparativos, tanto en España como en Perú, cuyos estados de
alarma y excepción se decretaron prácticamente a la vez, se han mantenido
las líneas de denuncia telefónica, la línea 100 para el caso peruano, y el 016
en España.

El Estado peruano presentó la “Cartilla de orientación para casos de violencia


hacia las mujeres e integrantes del grupo familiar durante el Covid-19”.  Entre
las medidas generales contra la violencia de género, la directora del Programa
Nacional para la Prevención y Erradicación de la Violencia contra las Mujeres
e Integrantes del Grupo Familiar – AURORA ha explicado que el sistema de
denuncias no se ha interrumpido, por lo que la policía continúa disponible para
la recepción de denuncias.

En el caso español, el Ministerio de Igualdad publicó la “Guía de actuación


para las mujeres que estén sufriendo violencia de género en situación de
permanencia domiciliaria derivada del estado de alarma por Covid-19”, donde
diferencia: situaciones de asistencia general; en caso de vivir con el agresor;
si no viven con el agresor y/o si tienen hijas, hijos, hijes en común.

Esta guía, al igual que hace el gobierno peruano, recuerda que los servicios
de denuncia de violencia de género siguen activos por los canales habituales:
el teléfono de asistencia, los teléfonos de denuncia, la posibilidad de acudir a
centros de refugio temporales, la asistencia legal, etc. Incluso recuerdan
ambas guías que, ante una situación de amenaza inminente, la salida del
domicilio está justificada. Ambas iniciativas políticas incluyen la apertura de
canales de asistencia psicológica que no existían o, en caso de existir, se han
reforzado, como es el caso peruano, que ha incrementado el personal
psicológico en los Centros de Emergencia de la Mujer.

Una cuestión común en ambas políticas de estos dos gobiernos es el llamado


que hacen a la ciudadanía en general, apelando al sentido de
corresponsabilidad para que, en caso de tener conocimiento de una situación
de violencia de género, denuncien. Merece la pena recordar que la violencia
de género no es un asunto privado, sino un problema social y universal de
violación sistemática de los derechos humanos de las mujeres. Por lo que la
sociedad entera está en la obligación de sentirse interpelada y actuar, en la
medida de sus posibilidades, para erradicar esta violencia.

¿Qué está aportando la sociedad civil?


En este sentido, la sociedad civil, y más concretamente, el movimiento
asociativo feminista, en toda su pluralidad, han dado una respuesta inmediata
desde el inicio del estado de alarma y emergencia en ambos países. En
situaciones de emergencia de este calado, se hace patente cómo los brazos
del Estado son más lentos en las ejecuciones, y en esos vacíos, la sociedad
civil organizada irrumpe para cubrir la ausencia y dar algo de certidumbre a
las infinitas cuestiones a las que se enfrentan las mujeres que están en la
lucha por sobrevivir la violencia de género, con un mensaje claro:
#Noestássola.

Algunas de estas acciones, en Perú, han venido de la denuncia de la


Coordinadora Nacional de los Derechos Humanos al gobierno para
el fortalecimiento de la línea 100. También colectivos feministas en la ciudad
de Lima están atendiendo llamadas de mujeres que están sufriendo violencia
de género para prestar acompañamiento durante el proceso de denuncia. En
España, desde la Universidad, un grupo interdisciplinario de profesoras han
lanzado SOTERIA, un plan de seguridad individualizado para víctimas de
violencia de género en situación de confinamiento.

Como conclusión, si bien es imprescindible que los sistemas de atención


estatal se mantengan, estos pueden ser fortalecidos a través de una mayor
articulación con las iniciativas de sociedad civil, y tomando en consideración
las situaciones que incrementan la vulnerabilidad de las mujeres.

A modo de reflexión, dos cuestiones: en primer lugar, queda patente que las
respuestas desde las políticas públicas se están olvidando de algunas
mujeres que, por una situación de mayor vulnerabilidad, no acuden a los
servicios sociales institucionalizados, entre las que se encuentran las
migrantes en situación de irregularidad y las mujeres sin hogar. Mientras
sigamos tratando la violencia de género sin un enfoque interseccional nos
seguiremos olvidando de muchas mujeres. En segundo lugar, queda que
repensemos qué otras medidas pueden habilitarse desde las políticas
públicas y también desde la sociedad civil que pongan el foco en los hombres
agresores o potenciales agresores. Busquemos que no siempre toda la
responsabilidad recaiga en la víctima.
[1] ¿Por qué violencias en plural? La violencia contra las mujeres, en sus múltiples formas,
constituye una violación de los derechos humanos  de las libertades fundamentales según la
Asamblea General de las Naciones Unidas en la Declaración sobre la eliminación de la
violencia contra la mujer (DEVAW), Resolución 48/104 de 20 de diciembre de 1993,
cuadragésimo octavo periodo de sesiones.
[2] ONU MUJERES, Atender las necesidades y el liderazgo de las mujeres fortalecerá la
respuesta ante el COVID-19, disponible en el siguiente
enlace: https://www.unwomen.org/es/news/stories/2020/3/news-womens-needs-and-
leadership-in-covid-19-response, consultado 06/04/2020.

 
(*) La investigadora – con estancia en Idehpucp – es graduada en Derecho por la Universidad
de Salamanca (2015), Máster en Estudios de la Unión Europea por la misma Universidad (2017)
y Máster Oficial de Abogacía por la Universidad de Sevilla (2019), en la que actualmente cursa
estudios de Doctorado en Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales.
Además, tiene formación especializada e interdisciplinar en Violencia de Género por la
Universidad Carlos III de Madrid (2018) y en Metodologías de Género por el Institute for
Training and Research of United Nations (2018).
Existen realidades que nos resistimos a ver o atender mientras no nos alcanzan. En
Perú, como en otros países, la llegada del Covid 19 nos ha recordado la importancia
de no desatender problemas como la violencia.

Los bonos económicos y el reparto de canastas de víveres para las familias en


situación de pobreza contribuyen a paliar el impacto del aislamiento, pero no
resuelven la exposición de niñas, niños y adolescentes a un mal que incluso se ha
incrementado en estos días: la violencia familiar.

En la primera quincena del aislamiento social la línea 100 del Ministerio de la Mujer y
Poblaciones Vulnerables (MIMP) recibió cerca de 2800 llamadas denunciando violencia en
el hogar. Seiscientas de estas llamadas fueron realizadas por niñas, niños y adolescentes.

No es novedad que la violencia en el Perú cobra y afecta muchas vidas. Solo en


2019 se registraron 168 feminicidios y más de 40 menores de edad quedaron
huérfanos como consecuencia de estos

Las cifras reportadas por el MIMP resultan doblemente preocupantes. Primero,


porque se trata de un sub registro, porque la gran mayoría de víctimas no denuncia
los maltratos. Segundo, porque el estrés originado por el confinamiento suele
degenerar en violencia contra niños, niñas, adolescentes y mujeres. Esta curva no
descenderá por sí sola.

Las acciones de prevención y respuesta a la violencia que se realizan día a día


desde las Defensorías Municipales del Niño y Adolescente (DEMUNA); los Centros
de Emergencia Mujer (CEM) y las Unidades de Protección Especial (UPE) no solo
deberían reactivarse al 100%, sino que deberían reforzarse.

Los servicios de protección resultan esenciales siempre. Considerarlos así implica


garantizar a cada uno de sus operadores las mismas condiciones de seguridad y las
bonificaciones extraordinarias que se están otorgando a los servidores públicos que
están atendiendo la emergencia por COVID 19.

Recordemos que la violencia no está solo en la casa y se manifiesta de distintas


formas. Chicas y chicos pueden encontrarla en la esquina de un mercado
ofreciéndoles alternativas para salir de la pobreza, o en la casa de un vecino o
vecina que los sabe vulnerables. Por eso es vital la permanente prevención. 
Igualmente, tengamos en cuenta que para niñas, niños y adolescentes no es fácil
tomar la decisión de denunciar a quienes los violentan, por lo que es vital que
encuentren rápida respuesta cuando deciden hacerlo.
Es importante que en este contexto no dejemos sin protección a las chicas y chicos
migrantes. Su seguridad alimentaria peligra día a día porque sus familias no están
recibiendo asistencia económica, la pobreza de su entorno los expone a la trata y la
explotación laboral y sexual, y el estrés familiar a la creciente violencia.

Definitivamente, la agenda de la protección no resiste postergaciones. Necesitamos 


que el estado redoble sus esfuerzos y considere los servicios de protección tan
esenciales como lo servicios de salud o los de seguridad. Necesitamos en pie a
cada uno de sus operadores. Solo con su participación podremos proteger a las
niñas, niños y adolescentes del virus de varias caras: la violencia.

Declaración de Henrietta Fore, Directora Ejecutiva de UNICEF

NUEVA YORK, 9 de abril de 2020 – “En estos momentos, el mundo está unido en
una batalla común contra un enemigo invisible. Sin embargo, mientras centramos
toda nuestra atención en encontrar el modo de evitar o tratar la COVID-19, estamos
dejando a un lado las graves consecuencias –las repercusiones ocultas— a las que
tendremos que hacer frente mucho después de la presente pandemia. Eso debe
cambiar.

“Los niños y los jóvenes, además de estar contrayendo la COVID-19, son algunas de
las víctimas a las que más duramente afectará el virus. Si no actuamos de inmediato
para abordar las consecuencias que la pandemia tendrá sobre los niños, el eco de la
COVID-19 causará daños permanentes en nuestro futuro común.

“Según nuestros análisis, el 99% de los niños y los jóvenes menores de 18 años de
todo el mundo (2.340 millones) vive en alguno de los 186 países en los que se han
impuesto distintas formas de restricción a los desplazamientos debido a la COVID-
19. Además, el 60% de todos los niños vive en alguno de los 82 países que se
encuentran en aislamiento total (7%) o parcial (53%), lo que equivale a 1.400
millones de jóvenes.

“Sabemos que en cualquier situación de crisis los jóvenes y los más vulnerables
sufren de manera desproporcionada. Esta pandemia no es una excepción. Es
responsabilidad de todos evitar el sufrimiento, salvar las vidas y proteger la salud de
cada niño. Asimismo, debemos asegurarnos de que las decisiones relacionadas con
las medidas de control, además de tener en cuenta los riesgos, se basan en pruebas
de calidad para minimizar y evitar los daños colaterales y garantizar que haya
medidas de mitigación para que los daños no sean permanentes.

“Esto comienza por resistir a la tentación de restarle prioridad a las inversiones en


nuestro futuro ante la amenaza de una recesión mundial. Si aumentamos ahora las
inversiones en educación, protección infantil, salud, nutrición y agua y saneamiento
contribuiremos a minimizar los daños ocasionados por esta crisis, así como a evitar
que se produzcan otras crisis en el futuro. El mundo volverá a funcionar y, cuando
esto ocurra, el grado de resiliencia de los sistemas de salud más débiles servirá de
indicador de cómo gestionaremos otras amenazas en el futuro.

“Los países y las comunidades de todo el mundo deben trabajar juntos para abordar
esta crisis. Como hemos aprendido con gran dolor en los últimos dos meses, hasta
que no haya una vacuna, el coronavirus seguirá suponiendo una amenaza para
todos los habitantes del mundo. Debemos actuar de inmediato para fortalecer los
sistemas de salud y otros servicios sociales dirigidos a los niños si queremos
responder a las prioridades de desarrollo mundial en todos los países.

“Esta semana, UNICEF publicará el Programa de Acción mundial para proteger del


peligro a los niños más vulnerables. El programa tiene seis pilares: 1) Proteger la
salud de todos los niños; 2) Llegar a los niños vulnerables para proporcionarles
agua, saneamiento e higiene; 3) Facilitar el aprendizaje de los niños; 4) Ayudar a las
familias a cubrir sus necesidades y cuidar a sus hijos; 5) Proteger a los niños de la
violencia, la explotación y el abuso; 6) Proteger a los niños refugiados, los migrantes
y los afectados por un conflicto.

Si no se adoptan medidas urgentes, esta crisis de la salud amenaza con convertirse


en una crisis de los derechos de los niños. Solo si trabajamos juntos podremos
lograr que millones de niñas y niños permanezcan sanos, protegidos y sigan
recibiendo una educación.

“En materia de salud, la COVID-19 tiene el potencial de sobrecargar los débiles


sistemas de salud de los países de ingresos medios y bajos, así como de socavar
muchos de los avances conseguidos en materia de supervivencia infantil, salud,
nutrición y desarrollo en las últimas décadas. No obstante, muchos sistemas
nacionales de atención de la salud ya funcionaban con dificultad. Antes de la crisis
de la COVID-19, el 32% de los niños de todo el mundo que presentaban síntomas
de neumonía no podían acudir a un profesional sanitario. ¿Qué pasará cuando la
COVID-19 nos sacuda con toda su fuerza? Ya se están produciendo interrupciones
en los servicios de inmunización, lo cual supone un problema cuando hay brotes de
enfermedades para las que sí existe una vacuna, como la poliomielitis, el sarampión
y el cólera. Muchos más recién nacidos, niños, jóvenes y mujeres embarazadas
podrían morir de causas no relacionadas con el coronavirus si los sistemas
nacionales de atención de la salud, que ya están al límite de sus capacidades, se
sobrecargan por completo. Del mismo modo, se están interrumpiendo o
suspendiendo numerosos programas de nutrición, al igual que muchos programas
comunitarios para la detección temprana y el tratamiento de niños con desnutrición.
Debemos actuar de inmediato para preservar y fortalecer los sistemas de salud y
alimentación de cada uno de los países.

“Asimismo, es más importante que nunca que nos protejamos a nosotros mismos y a
los demás cuidando nuestra higiene y lavándonos bien las manos. Sin embargo,
las instalaciones básicas de agua, saneamiento e higiene siguen estando fuera del
alcance de muchos niños. En todo el mundo, el 40% de la población (3.000 millones
de personas) siguen sin contar con agua e instalaciones básicas para lavarse las
manos con jabón en su hogar, una cifra que representa nada menos que tres
cuartas partes de la población de los países menos adelantados. Hagamos que cada
hogar, cada escuela y cada centro de salud disponga de los medios para ofrecer un
entorno higiénico y saludable.

“En materia de educación, toda una generación de niños ha debido interrumpir sus
estudios. El cierre de escuelas a nivel nacional ha interrumpido la educación de más
de 1.570 millones de estudiantes (un 91%) de todo el mundo. Por la experiencia de
anteriores aislamientos, sabemos que los niños (y especialmente las niñas) en edad
escolar que no van a la escuela durante largos periodos de tiempo tienen muchas
menos probabilidades de regresar cuando se reanudan las clases. El cierre de las
escuelas también elimina el acceso a programas de nutrición escolares y, con ello,
dispara las tasas de malnutrición. El aprendizaje y el potencial de toda una
generación de estudiantes podrían verse perjudicados. Es más urgente que nunca
que reforcemos nuestros compromisos y nuestras inversiones en materia de
educación.

“El impacto socioeconómico de la COVID-19 afectará especialmente a los niños


más vulnerables del mundo. Muchos ya viven en situación de pobreza y las
consecuencias de las medidas de respuesta a la COVID-19 amenazan con agravar
aún más sus dificultades. Mientras millones de madres y padres luchan para
mantener sus medios de vida y sus ingresos, los gobiernos deben ampliar las
medidas de protección social: proporcionar redes de seguridad social y
transferencias de efectivo, proteger los puestos de trabajo, ayudar a los
empleadores a dar apoyo a las madres y los padres trabajadores y dar prioridad a
las políticas que conectan a las familias con servicios fundamentales de atención de
la salud, nutrición y educación.

“Por anteriores crisis de la salud, sabemos que los niños están más expuestos al
peligro de ser víctimas de explotación, violencia y abuso cuando cierran las
escuelas, se interrumpen los servicios sociales y se restringen los desplazamientos.
Por ejemplo, el cierre de las escuelas durante el brote del ébola en África Occidental
de 2014 a 2016 contribuyó al repunte del trabajo infantil, el abandono, el abuso
sexual y los embarazos de adolescentes. Además, la forma de violencia más común
a la que se enfrentan los niños tiene lugar en el hogar. En una mayoría de países,
más de dos de cada tres niños son víctimas de castigos violentos por parte de sus
cuidadores. ¿Qué pasa cuando esos niños no pueden irse de su casa y se
encuentran aislados de sus maestros, sus amigos o los servicios de protección? Y
mientras millones de niños recurren a la tecnología digital para conectarse con el
mundo exterior, ¿cómo nos aseguramos de que están a salvo del peligro y de las
potenciales consecuencias dañinas de internet? Es fundamental que haya un
movimiento social para erradicar la violencia y el abuso de niños similar al
movimiento que pretende eliminar la violencia que sufren las mujeres. Cuanto antes
nos pongamos en marcha, antes podremos mejorar el mundo.

“Durante la respuesta a la COVID-19 tampoco podemos olvidarnos de los niños que


viven en mitad de una crisis humanitaria. Ya se sabía que 2020 iba a ser el año en
el que más gente que nunca iba a necesitar asistencia humanitaria, y las
vulnerabilidades de los niños que viven en países afectados por crisis persistirán e
incluso se agravarán por las consecuencias de esta pandemia, exponiéndolos a un
doble peligro. El Secretario General ha lanzado un plan de respuesta humanitaria
mundial para la COVID-19. Es responsabilidad de la comunidad mundial trabajar
juntos para ayudar a los niños más vulnerables, los que han tenido que abandonar a
sus familias y sus hogares, para defender sus derechos y protegerlos de la
transmisión del virus.

“Por último, defender a los niños en tiempos de crisis significa garantizar la


disponibilidad y la accesibilidad de suministros vitales como medicinas, vacunas y
otros productos para el saneamiento y la educación. El actual brote de COVID-19
está ejerciendo presión sobre la logística y la producción de los fabricantes a nivel
mundial, y estamos trabajando con las empresas en la producción y la adquisición
de productos esenciales teniendo en cuenta al mismo tiempo una distribución justa.
Queremos ayudar a los países –sobre todo a aquellos cuyos sistemas de salud
están sobrecargados– a tener un acceso equitativo a los suministros necesarios
para combatir la COVID-19. También debemos garantizar que las restricciones a los
viajes, las prohibiciones a las exportaciones y la presión actual sobre las
capacidades de producción no nos impidan obtener y distribuir suministros
esenciales para respaldar nuestras intervenciones en programas de salud,
educación, agua y saneamiento, así como en defensa de nuestra respuesta
humanitaria.

“En este periodo de aislamiento, al tiempo que atendemos la preocupación


inmediata de proteger nuestra salud y la de nuestros seres queridos, no podemos
dejar a un lado a millones de niños que están en peligro de convertirse en las
víctimas olvidadas de esta pandemia. El aspecto que tenga el mundo y la vida en el
futuro son una responsabilidad de todos en la hora actual.

Medidas para proteger a la niñez y adolescencia


en la pandemia COVID-19
Los niños, niñas y adolescentes en el mundo y en el Perú, están viviendo en aislamiento en esta
pandemia ocasionada por COVID-19, en algunos lugares de forma total y en otros, los estados
está tomando medidas para suavizar la restricción, y permitirles que puedan salir unas horas a
algún parque.

En el Perú podemos decir que 9 millones 652 mil niñas, niños y adolescentes, están confinados
en casa (50,5%, o sea 4 millones 878 mil hombres y 49,5%, 4 millones 774 mil mujeres) 1.
El aislamiento en el hogar puede afectar negativamente el bienestar, desarrollo y la protección
de sus derechos. La Defensoría del Pueblo, junto con el Colectivo Interinstitucional por los
Derechos de la Niñez y Adolescencia, hace un llamado a proteger los derechos a la salud,
educación, participación, y prevenir la violencia, así como tomar medidas en la post cuarentena,
desarrolla un conjunto de recomendaciones al gobierno central, regional y local.

En salud
Difundir y promover las medidas preventivas ya conocidas como el lavado de manos, cubrirse la
boca al estornudar o toser, el distanciamiento físico entre personas. Considerar las necesidades
específicas de cada población: indígenas, no indígenas, rurales, urbanos, personas con
discapacidad, en las acciones de información y prevención.

Asegurar el acceso a vacunas y prevención de enfermedades, inmunizaciones, influenza, a


recién nacidos y nacidas. Y estrategias para reducir el riesgo de enfermedades infecciosas como
la polio, sarampión y brotes de pertusis (tos convulsiva). Atención a niñas, niños y adolescentes
con discapacidad, o con otras enfermedades que necesiten continuar con la medicación y
terapias. Y adolescentes que padecen trastornos de la salud mental o tengan tratamientos por
abuso de sustancias.

Garantizar la alimentación, nutrición y salud, con la entrega de una subvención económica y


canasta básica familiar. Incluir en el apoyo a la población migrante venezolana. Abastecer con
alimentos a los centros de acogida residencial, y subsidios.

Mantener el control de crecimiento y desarrollo de niñas y niños, la suplementación alimentaria,


provisión de micronutrientes y monitoreo de consumo de suplemento de hierro en menores.
Continuidad de la atención y prevención de la anemia infantil. Garantizar los servicios de salud
regulares. La atención a mujeres embarazadas, partos seguros y lactancia materna. Continuidad
en la atención de la salud sexual y reproductiva a los y las adolescentes. Asegurar la ruta de
atención en casos de violencia sexual y posibles embarazos. Asegurar el abastecimiento de
agua segura y servicios de saneamiento.

Continuidad en el funcionamiento de los centros de salud mental comunitarios, e implementar


brigadas itinerantes de apoyo a las niñas, niños y adolescentes en albergues. Soporte
terapéutico, psicológico y acompañamiento a las familias, durante y después del aislamiento
social. Considerar el apoyo a niñas, niños y adolescentes con autismo.

En educación
Asegurar que todas las niñas, niños y adolescentes tengan acceso a recursos educativos
ofrecidos por el MINEDU. Incluir en los contenidos pedagógicos recursos para la contención
emocional, autocuidado, prevención del COVID 19 y prevención de la violencia. Difundir los
teléfonos de emergencia para casos de violencia. Incorporar orientación sobre la protección de la
violencia cibernética y los peligros en internet.

Fomentar el cuidado compartido del hogar, con igualdad en la participación de hombres y


mujeres. Atender las necesidades de juego y recreación.
Establecer protocolos para la prevención y monitoreo del contagio del COVID-19 en los centros
educativos, de manera articulada con el MINSA. Garantizar las condiciones de infraestructura y
condiciones sanitarias de los locales escolares, con servicio de agua y servicios higiénicos e
insumos para el aseo (jabón y alcohol). Verificar las condiciones del inicio del año escolar y
funcionamiento del programa Qali Warma. Incorporar acciones de reflexión, apoyo emocional y
psicológico en las escuelas para que niños, niñas y adolescentes. Incluir acciones dirigidas a
docentes, padres y madres.

Promover desde el currículo educativa, con miras al 2021, el aprendizaje de la resiliencia para
adaptarse a situaciones nuevas y de emergencia, y cultivar la empatía y preocupación por el
bien común.

Planificar el cierre de la brecha digital, el gradual acceso a internet y equipos de cómputo en


todos los colegios públicos y capacitar al profesorado en habilidades para el uso de tecnología.

Prevención y protección frente a la violencia


Promover la integración y la comunicación asertiva entre padres, madres, personas cuidadoras.
Así como la crianza positiva y buen trato en la vida cotidiana para combatir la violencia en la
familia y la violencia de género, a través de la igualdad de género, las labores de cuidado del
hogar y de los integrantes de la familia.

Incluir medidas para enfrentar los problemas de violencia y seguridad ciudadana. La violencia
contra la niñez (violencia sexual, física, psicológica, trata de personas, explotación sexual).

Adecuación y activación de los servicios y rutas de atención y protección como los CEM,
Demunas, comisarías, Unidades de Protección Especial (UPES), juzgados y fiscalías, así como
fortalecer los Centros de Acogida Residencial para niñas, niños y adolescentes, albergues para
mujeres, adultos mayores y personas con discapacidad, en situación de abandono.

Informar y orientar a la comunidad sobre los servicios para denunciar casos de violencia física,
psicológica y sexual, atención de situaciones de riesgo y desprotección familiar, las casas refugio
para víctimas y los procedimientos que deben seguir para denunciar y pedir ayuda.
Difundir las líneas de emergencia: Línea 100 para casos de violencia, Línea 1810 para casos de
riesgo y desprotección familiar, Línea 1818 para denunciar casos de trata de personas, Línea
105 de la PNP.

Opinión y participación
Garantizar el ejercicio del derecho a la participación y a la opinión de las niñas, niños y
adolescentes en todos los espacios en los que se desenvuelve (escuela, familia y comunidad,
centros de acogida residencial, centros juveniles, o instituciones educativas) sobre las decisiones
que se decidan para la prevención y protección frente al virus. Ayudarlos para que puedan
encontrar maneras positivas de expresar sus sentimientos, como el temor y la tristeza.

Fomentar la división de las tareas en el hogar con igualdad entre varones y mujeres, para evitar
la sobrecarga de trabajo doméstico para las niñas y mujeres.

Recoger las percepciones de los niños, niñas y adolescentes sobre las repercusiones
secundarias en sus vidas, en sus familias, en la escuela y sus planes a futuro, y hacerla conocer
a las autoridades regionales y locales, de las escuelas y dirigentes de la comunidad para que
tengan en cuenta sus necesidades en las políticas de respuesta a la emergencia.

Fortalecer el funcionamiento de los Consejos Consultivos de Niñas, Niños y Adolescentes y de


los Municipios Escolares como espacios de propuestas en la gestión local y regional y de
vigilancia que incluya el cumplimiento de acciones de prevención de enfermedades y protección
a la niñez y adolescencia.

Fortalecer la participación comunitaria para el control social y la identificación de población que


se encuentra en situación de vulnerabilidad y riesgo.

Descarga aquí: Recomendaciones para la protección de los derechos de las niñas, niños y los
adolescentes frente al impacto del Coronavirus en el Perú
[1] Según estimaciones y proyecciones de población efectuadas por el INEI al 30 de junio de
este año. Consultado http://m.inei.gob.pe/prensa/noticias/peru-tiene-una-poblacion-de-9-
millones-652-mil-ninas-ninos-y-adolescentes-al-primer-semestre-del-presente-ano-11909/
Devastador impacto del COVID-19 para
niños y niñas
Los gobiernos deberían mitigar los daños y proteger a los más vulnerables

Nueva York) – La crisis originado por el COVID-19 podría tener un


profundo y largo impacto negativo en los niños y las niñas de todo el
mundo, señaló Human Rights Watch en un informe divulgado hoy.
Es probable que las consecuencias sean devastadoras, a pesar de que
los niños y las niñas que contraen COVID-19 parecen tener síntomas
menos severos y tasas de mortalidad inferiores a los de otros grupos
etarios.

Más de 1500 millones de estudiantes no están asistiendo a la


escuela. Es probable que la pérdida generalizada de puestos de
trabajo e ingresos y la inseguridad económica en las familias
incremente los niveles de trabajo infantil, explotación sexual,
embarazo adolescente y matrimonio infantil. Las tensiones que
atraviesan las familias, sobre todo aquellas en cuarentena o
confinamiento, están agudizando la incidencia de la violencia
doméstica. Al aumentar la tasa de fallecimientos por COVID-19,
más niños y niñas estarán en situación de orfandad y expuestos a
explotación y abusos.

“Los riesgos que genera la crisis del COVID-19 para la infancia son
inmensos”, destacó Jo Becker, directora de promoción de derechos
de niños y niñas de Human Rights Watch. “Los gobiernos deben
responder con urgencia adoptando medidas que protejan a los niños
y las niñas durante la pandemia, y también evaluando cómo
cerciorarse de que las acciones que realicen ahora contribuyan a
asegurar en la mayor medida posible los derechos de la infancia una
vez terminada la crisis”.

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Un niño se lava las manos con jabón antibacteriano como medida


preventiva contra la COVID-19, en la terminal portuaria Sadarghat,
en Dacca, Bangladés, el 27 de marzo de 2020. © 2020 Zabed
Hasnain Chowdhury/Sipa USA via AP Images

Para muchos niños y niñas, la crisis del COVID-19 implicará que la


educación que reciban será limitada o nula, o que no puedan seguir
el ritmo de avance de sus pares. Más del 91 % de los alumnos de
todo el mundo ahora no están yendo a la escuela, debido al cierre de
estas instituciones en al menos 188 países. La crisis ha puesto de
manifiesto las marcadas disparidades entre los países en materia de
preparación para emergencias, acceso a Internet de niños y niñas y
disponibilidad de materiales de estudio. Si bien ahora han cobrado
preponderancia las plataformas de aprendizaje en línea, numerosas
escuelas públicas no están preparadas para usarlas y no tienen la
tecnología ni los equipos para impartir clases en Internet. En casi la
mitad del mundo no hay acceso a Internet.

Las tensiones adicionales que soportan las familias en relación con


la crisis del COVID-19 –como pérdida de empleos, confinamiento
excesivo y ansiedad por motivos de salud y económicos— agravan el
riesgo de violencia en el hogar, entre parejas como la infligida en
niños y niñas por sus cuidadores. El secretario general de las
Naciones Unidas se ha referido a un aumento global “estremecedor”
de la violencia doméstica vinculada con el COVID-19, y en algunos
países se habría duplicado el número de llamados a líneas de ayuda.
Es menos probable que se detecten casos de abuso infantil durante
la crisis del COVID-19, dado que los organismos de protección
infantil han limitado sus acciones de seguimiento para evitar
propagar el virus y, con el cierre de las escuelas, los docentes tienen
menos posibilidades de identificar signos de maltrato.

Los expertos estiman que la cantidad total de muertes por COVID-


19 a nivel mundial podría llegar a ser de entre 10 y 40 millones de
personas, e indefectiblemente muchos niños y niñas perderán a uno
o ambos padres u otros cuidadores. Los niños huérfanos son
particularmente vulnerables a la trata y otros tipos de explotación,
como explotación sexual, ser obligados a mendigar, vender
productos en las calles y otros tipos de trabajo infantil. Los niños de
mayor edad a menudo abandonan la escuela para ayudar a
mantener a hermanos más pequeños.

Es probable que la recesión económica global generada por la crisis


del COVID-19, incluida la pérdida masiva de puestos de trabajo en
todo el mundo, incremente las tasas de trabajo y matrimonio
infantil. En todo el mundo, se estima que 152 millones de niños y
niñas ya realizaban trabajo infantil antes de la pandemia del
COVID-19, y 73 millones realizaban trabajos peligrosos. Según
algunas investigaciones, hay una estrechar elación entre el trabajo
infantil y las crisis económicas que sufren las familias, como las
debidas a enfermedad, discapacidad o la pérdida del trabajo de uno
de los padres.

La crisis del COVID-19 también acentúa el riesgo de explotación


sexual infantil en Internet. Según indica Europol, diversos socios de
aplicación de la ley han informado una “mayor actividad en línea de
quienes buscan materiales relacionados con abuso infantil” como
consecuencia del COVID-19. Los niños y las niñas pasan más tiempo
en línea a causa del cierre de las escuelas y es probable que el
aislamiento y el confinamiento hagan que se sientan ansiosos o
solitarios y, en esa situación, sean más vulnerables a predadores en
Internet.

Millones de niños y niñas se encuentran detenidos en el sistema de


justicia, en detención por motivos inmigratorios o en orfanatos y
otras instituciones. En muchos establecimientos, los niños y las
niñas están muy cerca unos de otros, y tienen acceso limitado al
agua y el saneamiento, lo cual puede facilitar la propagación de
enfermedades infecciosas como el COVID-19. En estos contextos, el
acceso a servicios médicos básicos también suele ser precario o
insuficiente, y esto expone a los niños a mayores riesgos si se
enferman.

A su vez, millones de niños y niñas refugiados, migrantes o


desplazados internos viven en campamentos hacinados, centros de
acogida informales o en asentamientos clandestinos, donde es
prácticamente imposible cumplir con medidas de prevención
básicas contra el COVID-19, como lavarse las manos regularmente o
practicar el distanciamiento social.
Al desbordarse los sistemas de salud por efecto del COVID-19, es
posible que los niños y las niñas dejen de recibir vacunas o pierdan
el acceso a la atención de la salud esencial para preservar la vida. El
menor acceso a tratamientos durante la crisis del ébola en África
Occidental en 2014-2015 provocó un aumento drástico de las
muertes por malaria, VIH/Sida y tuberculosos, incluso entre niños y
niñas.

Human Rights Watch insta a los gobiernos a adoptar medidas


urgentes para proteger los derechos de los niños y las niñas,
incluidas las siguientes:

 Asignar prioridad a las acciones tendientes a dar continuidad a


la educación de todos los niños y niñas, empleando para ello
todas las tecnologías que estén disponibles;
 Brindar asistencia económica, incluidas las transferencias de
efectivo, a familias de bajos ingresos que serán las primeras
afectadas y las más gravemente golpeadas, para que puedan
satisfacer necesidades básicas sin verse obligadas a recurrir al
trabajo infantil o al matrimonio infantil;
 Reducir al mínimo las perturbaciones en el acceso de niños y
niñas a servicios de atención de la salud esenciales y vitales;
 Intensificar los esfuerzos para identificar a niños y niñas que
hayan quedado huérfanos a causa del COVID-19 y ampliar las
redes de familias extendidas y de acogida;
 Extender la educación pública, las campañas de
sensibilización, los servicios de atención telefónica y otros
servicios para niños y niñas expuestos a riesgos de violencia
sexual en el hogar o explotación sexual en línea;
 Transferir a niños y niñas privados de la libertad a una
situación de cuidados familiares y asegurar medidas adecuadas
de albergue y saneamiento para los niños y niñas refugiados,
migrantes y desplazados internos.

Una respuesta a la crisis del COVID-19 que sea acorde con el


reconocimiento de los derechos no solo mitigará el posible daño que
pueda ocurrir durante la pandemia, sino que además ayudará a los
niños y las niñas en el largo plazo, explicó Human Rights Watch.
Ampliar el acceso a Internet que tienen los niños aumentará de
manera general su posibilidad de consultar información y su
capacidad de organizarse y expresarse.
Las crisis económicas asociadas con el COVID-19 podrían impulsar
a los gobiernos a reaccionar fortaleciendo los derechos económicos y
sociales y las protecciones sociales para las comunidades de bajos
recursos y las familias vulnerables. A largo plazo, estos pasos
pueden mejorar la seguridad alimentaria y reducir las tasas de
pobreza, trabajo y matrimonio entre los niños y las niñas.

“La pandemia del COVID-19 ha puesto al descubierto los graves


desatinos en las protecciones que muchos países dan a los niños y
las niñas, como la atención de la salud y los sistemas de protección
social inadecuados, hacinamiento en establecimientos de detención
y la falta de planes de emergencia para cuando se produce un cierre
masivo de escuelas”, indicó Becker. “Lo que decidan ahora los
gobiernos no solo será crucial para mitigar los perjuicios más serios
de la pandemia, sino además para beneficiar a los niños y las niñas
en el largo plazo”. 

El maltrato infantil
también es un virus que
se agrava con la
pandemia COVID 19
Día Internacional de la Lucha Contra el Maltrato
Infantil
25 de abril de 2020

Hoy celebramos el Día Internacional de la Lucha Contra el Maltrato Infantil en uno


de los momentos más difíciles en la historia de la humanidad, donde una pandemia
por COVID-19 paraliza al mundo, dejando en evidencia la vulnerabilidad de
mujeres y hombres, sin importar edad, nacionalidad o condición social. Todos los
países, en los cinco continentes, se han visto obligados a declarar estados de
emergencia y adoptar medidas sanitarias para contener la propagación de un virus y
preservar la mayor cantidad de vidas.

Existen otras situaciones, que también comprometen la vida de los niños y niñas
que se vienen incrementando como consecuencia de las respuestas brindadas en el
marco del COVID 19, que sin embargo aún permanecen en silencio. El maltrato
contra la niñez y adolescencia puede ser tan o más letal que un virus. Abusos
físicos, sexuales, emocionales o abandono, son algunas de las formas de maltrato
que marcan la vida de millones de niños y niñas en todo el mundo.

La mayoría de las violencias contra niños y niñas ocurren en sus hogares y la


pandemia ha agravado esta situación debido, entre otros factores, a las medidas de
confinamiento implementadas y al aumento del stress psicosocial de las familias. A
esto se suma, la interrupción o el bajo nivel de funcionamiento de los servicios de
protección, dando como resultado una invisibilización del maltrato infantil.

Desde las organizaciones de la sociedad civil en América Latina y El Caribe


alzamos la voz por un mundo libre de violencia contra los niños y niñas. Existe
suficiente bibliografía sobre los efectos negativos del maltrato contra la niñez y
adolescencia, que abarcan desde la muerte o lesiones graves hasta severas
limitaciones en el desarrollo emocional y psicológico, siendo, en este momento, la
familia el espacio donde la violencia está presente y día a día se incrementa en
frecuencia y severidad.

Recordando el Pronunciamiento del Comité de los Derechos del Niño, la


Resolución de la CIDH sobre La pandemia y los Derechos Humanos en América
Latina y el Llamado de los expertos de Naciones Unidas a mitigar los riesgos de
violencia contra niños y niñas hacemos un llamado a los Estados de América Latina
y el Caribe para que:

1. Adopten todas las medidas que sean necesarias y efectivas para poner
fin al maltrato contra los niños y niñas que permita cumplir la meta 16.2
de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible que incluye poner fin al
maltrato, la explotación, la trata y todas las formas de violencia y tortura
contra la niñez y la adolescencia. En el marco de la presente pandemia,
asegurar que las respuestas incluyan de manera efectiva las medidas
necesarias para tal fin, incluyendo adoptar medidas de prevención del abuso
y violencia intrafamiliar, facilitando el acceso a los medios de denuncia y
actuando con la debida diligencia ante las denuncias realizadas.
2. Fortalezcan, o impulsen en donde así sea necesario, los Sistemas
Nacionales de Protección a la Niñez y Adolescencia para una adecuada
atención a los niños y niñas, entre otras medidas, el fortalecimiento
institucional, técnico, financiero y operativo donde se garantice, desde un
enfoque de derechos y género, el desarrollo de acciones de prevención y
respuesta a las víctimas. Estableciendo una respuesta integral que incluya
estrategias que aseguren que las medidas establecidas para la pandemia sean
coordinadas, complementarias y universales. Las instancias de prevención y
protección de nivel municipal deben ser considerados servicios esenciales
mientras dure la cuarentena.
3. Desarrollen y aseguren el cumplimiento efectivo de los distintos
protocolos de atención a los niños, niñas y adolescentes víctimas de
maltrato que garantice la restitución inmediata de sus derechos, el
acompañamiento psicosocial de calidad y el fortalecimiento del medio
familiar, escolar y comunitario. Asegurando que las restricciones actuales
debidas a la pandemia no comprometan ni debiliten lo establecido en los
mismos, definiendo los servicios básicos de protección infantil como
esenciales y asegurando que sigan funcionando y accesibles.
4. Disminuyan las desigualdades sociales y de género que hacen que las
niñas y las adolescentes se encuentren en una situación de especial
vulnerabilidad a situaciones de maltrato u otras formas de violencia.
Garantizando que, durante la situación actual de excepción, se cuenten con
protocolos de identificación, derivación, atención y coordinación suficientes
para proteger y dar respuesta inmediata a niñas y adolescentes sobrevivientes
de violencia, que en la mayoría de los casos conviven con su victimario, lo
que dificulta el acceso a medios de denuncia.
5. Desarrollen acciones para la protección especial a niños y niñas en
contextos de movilidad humana, conflictos armados, privados del
cuidado parental, privados de libertad, con discapacidad o
pertenecientes a pueblos originarios, siendo circunstancias especialmente
difíciles, en las cuales, se incrementan los factores de riesgos de maltrato u
otras formas de violencia. Garantizando de esta manera que las medidas
establecidas no permiten dejar ninguna niña o niño atrás.
6. Apoyen a las familias como espacios primarios de protección a niños y
niñas que les permita asumir un rol afectivo, formativo y protector en la
crianza y educación. Para ello, es necesario desarrollar programas y servicios
de prevención que contribuyan fortalecer las capacidades parentales y
modificar normas sociales o patrones culturales que fomentan la violencia
contra niños y niñas como una forma de relación.
7. Incorporen a la sociedad civil para que pueda asumir un rol protagónico
en la protección de los niños y niñas a través de acciones e iniciativas
conjuntas de prevención, difusión, denuncia y acompañamiento a niños y
niñas víctimas de maltrato. Permitiendo en el actual contexto la creación de
salvoconductos que habilitan la intervención en acciones de emergencia e
involucrando a las OSC en los espacios de análisis, diseño y toma de
decisiones relativas a la pandemia.
8. Promuevan espacios de participación y escucha activa a los niños y
niñas, donde puedan expresar con libertad sus ideas, opiniones y puntos de
vista y ejercer una ciudadanía activa para dar a conocer sus preocupaciones,
formular propuestas y exigir el cumplimiento de sus derechos. Los niños y
niñas son agentes de cambio, protagonistas de su vida en su familia y
comunidad y es con ellas y ellos que, sin duda, podremos combatir esta crisis
global.

Organizaciones socias del Programa de Apoyo a la Sociedad Civil de

Save the Children en América Latina y el Caribe

Otro impacto clave de la COVID-19:


un mayor riesgo de violencia contra
los niños
Si no actuamos ahora para prevenir y responder en medio de la
pandemia, las consecuencias serán desastrosas
Al igual que las familias de todas partes del mundo, mi familia y yo hemos
visto nuestras rutinas habituales completamente trastocadas en las últimas
semanas a causa de la pandemia de Covid-19. Somos relativamente jóvenes
y saludables, por lo que no estamos demasiado preocupados por enfermar
gravemente por el coronavirus, pero tenemos otras muchas preocupaciones:
¿cómo vamos a asegurar que nuestros hijos continúen aprendiendo?
¿Tendremos acceso a los alimentos que necesitamos? ¿Cómo nos veremos
afectados por la recesión económica?
MÁS INFORMACIÓN

 No hay fronteras para las enfermedades (ni para la xenofobia)


 Cuando lavarse las manos no es tan fácil como parece
 Lo que aprendí sobre los incendios forestales australianos viviendo en el desierto del Sahara

A pesar de cómo esta pandemia me afecta directamente, no puedo dejar de


pensar en lo que sucederá a medida que el virus continúe propagándose a
países de bajos ingresos, frágiles o afectados por conflictos; lugares donde
las personas, especialmente los niños, ya viven en situaciones precarias y
difíciles.

Comprensiblemente, ya sea en los países desarrollados o en los lugares más


difíciles del mundo, se prestará mucha atención a si los sistemas de salud
pueden manejar la afluencia de pacientes, si habrá suficientes suministros y
respiradores, y si las pruebas se pueden realizar lo suficientemente rápido
para una detección oportuna. Sin embargo, a pesar de lo cruciales que son
estas preocupaciones, existen otros impactos de la Covid-19 que requieren
atención y acción urgentes, como lo es el aumento del riesgo de violencia
contra los niños.

A medida que los Gobiernos piden a millones de menores que se queden en


casa y cierran escuelas y espacios públicos para contener el brote, los niños,
especialmente los más vulnerables, se enfrentarán a mayores riesgos de
angustia psicológica, violencia y exclusión social.

¿Hemos vivido ya situaciones como esta?


Las crisis como esta pandemia exacerban las vulnerabilidades existentes y
crean otras nuevas. En ninguna parte es esto más cierto que en los contextos
frágiles y afectados por conflictos, los lugares más difíciles para ser un niño.

Las experiencias recientes con el ébola en África occidental y la República


Democrática del Congo (RDC) son ejemplos de los efectos devastadores que
las emergencias de salud pública pueden tener en las comunidades
vulnerables. Los expertos están ahora siguiendo muy de cerca las lecciones
aprendidas del ébola para ayudar en los preparativos y la respuesta que debe
aplicarse frente a la Covid-19, lo que debe incluir asistencia vital para las
organizaciones mundiales de salud.

Pero no debemos olvidar una lección clave sobre el ébola aprendida por la
comunidad humanitaria internacional: esta crisis de salud pública estuvo
acompañada por picos de abuso, explotación sexual, matrimonios forzados,
trabajo infantil y otras formas de violencia contra la infancia. Efectos de una
epidemia a los que no se prestó la atención necesaria.

Las razones de este aumento de la violencia son muchas y están bien


documentadas. Los niños se quedaron solos, separados de sus padres y
cuidadores debido a hospitalización, enfermedad o muerte de estos. Los
sistemas normales diseñados para mantenerlos seguros, ya sean estructuras
de bienestar infantil o mecanismos basados en la comunidad, se debilitaron.
Las medidas de cuarentena hicieron a los pequeños más vulnerables. Las
respuestas de protección infantil se retrasaron o no se integraron lo suficiente.

A través del trabajo para apoyar a las comunidades afectadas por el brote de
ébola en el este de la RDC, una región que ya está atrapada en un círculo
vicioso de conflicto y violencia, hemos sido testigos de la separación de
menores de sus familias, la pérdida de cuidadores, el estigma y la interrupción
de actividades cotidianas como la escuela y jugar con amigos. Los niños con
los que hemos podido hablar durante este tiempo expresaban que se sentían
tristes, aislados y estresados como resultado de este proceso.

"Siempre estoy muy triste porque es papá quien hacía todo por nosotros,
pagaba las tasas escolares y solía traernos comida y ropa. Pero no sabemos
cómo sobrevivir hoy en día", dijo Happy, de 10 años.

La escuela ayuda a mantener a los niños seguros


Como parte de los esfuerzos de los gobiernos para contener la pandemia de
Covid-19, más de 150 países han implementado cierres de escuelas e
instituciones educativas, afectando al 80% de la población estudiantil del
mundo. Escuelas como la de la foto, en Mithapukur, Bangladesh, están
cerradas en un esfuerzo de "aplanar la curva". Pero para muchos niños, los
centros educativos son un medio vital esencial y un entorno protector.

“Siempre estoy muy triste porque es papá quien hacía todo por
nosotros, pagaba las tasas escolares y solía traernos comida y ropa.
Pero no sabemos cómo sobrevivir hoy en día". — Happy, 10 años.
Las investigaciones a lo largo de los años muestran que la educación puede
dar a los niños una sensación de seguridad, normalidad y esperanza para el
futuro; que es un factor poderoso para prevenir el matrimonio infantil y otras
formas de violencia. Además, que las escuelas son una plataforma esencial
para que los niños aprendan sobre sus derechos; y que es crucial para
fomentar la cohesión social y promover la paz y la reconciliación. Asimismo,
los maestros a menudo pueden ser el primer punto de contacto para los niños
que sufren violencia y pueden denunciar o hacer referencias a los sistemas de
protección infantil cuando han experimentado violencia.

Si bien las interrupciones provocadas por la pandemia en los países de


Occidente presentan muchos desafíos prácticos que debemos tener en
cuenta para los estudiantes, cuidadores y educadores, no debemos olvidar
que para muchos niños del mundo, no ir a la escuela es otra amenaza para su
bienestar y protección.
Debemos actuar ahora para proteger a los niños
Si no actuamos ahora para prevenir y responder a la violencia contra los niños
en medio de la pandemia de Covid-19, las consecuencias serán desastrosas.
La violencia es una violación de los derechos de la infancia, afecta
negativamente a su salud y bienestar, limita su potencial y alimenta los ciclos
de mayor violencia y desigualdad de género.

Por tanto, podemos decir que sí, la Covid-19 sí afecta a los niños. No
podemos permitirnos esperar o tratar el riesgo de violencia contra ellos como
una preocupación secundaria. Los impactos en ellos serán inmediatos y su
coste demasiado alto.

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