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28 de Marzo de 2020
El maltrato dentro del entorno familiar es muy común en nuestro país. Quiero afirmar que la
violencia es un problema de salud pública, dada su extensión, magnitud y consecuencias y afecta de
manera desproporcionada a las mujeres, a los niños y a los adolescentes. La violencia constituye un
indicador de salud pública de una sociedad. Según la OMS, se define a la violencia como “el uso
intencional de la fuerza o poder físicos, amenazante o real, en contra de uno mismo, de otra persona
o en contra de un grupo o comunidad, que resulte en heridas, muerte o daño sicológico, disfunciones
o privaciones”.
Cualquier tipo de abuso de poder de parte de un miembro de la familia sobre de otro, de manera
repetitiva es considerado violencia. Ello incluye maltrato físico o sicológico. En este distanciamiento
social, al que nos ha sometido el COVID-19, la convivencia familiar es un tema delicado para algunas
familias. El hacinamiento, el impacto económico familiar y la propia personalidad de los integrantes
de la familia son factores que pudieran derivar en situaciones de riesgo durante esta emergencia
sanitaria.
Hace unos días leí que organizaciones alemanas advertían sobre un posible aumento en los casos de
abusos infantiles y violencia doméstica, después de que Angela Merkel pidió a su población
mantenerse en casa. Para muchos niños, la escuela es un lugar para aprender. Para otros, expuestos
a situaciones inseguras o abusos en su entorno, es un sitio seguro. Según datos oficiales, en Alemania
hubo 4 mil casos de abuso infantil en 2018. La cifra de abusos sexuales infantiles en ese país fue: 14
mil. En México, cada año más de 4 millones y medio de niñas y niños son víctimas de abuso sexual,
país que según la OCDE tiene el primer lugar mundial en estos delitos.
De acuerdo con un estudio del Consejo Ciudadano de la CDMX, los principales agresores sexuales de
los niños son familiares, luego maestros y después sacerdotes: 30% abuelos o padrastros; 13%, tíos;
11%, padres biológicos; 10%, primos; 8%, vecinos; 7%, maestros, y 3%, hermanos. A pesar de estar en
este lastimoso primer lugar, México tiene los presupuestos más bajos para combatir este grave
problema, ya que sólo uno por ciento de los recursos para la infancia está destinado a la prevención y
protección del abuso sexual y la explotación, según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia
(Unicef).
La violencia de género en estas semanas ha tenido el mismo patrón. Para muchas mujeres su propio
hogar no es un lugar seguro. Según las autoridades sanitarias, el distanciamiento social es la forma
más eficaz para reducir el número de contagios de COVID-19, que hasta el 24 de marzo afectaba a
más de 400 mil personas en más de 160 países. Sin embargo, este confinamiento también está
dejando en evidencia otra realidad: la de las mujeres que sufren violencia y durante estos días tienen
que estar encerradas con su agresor.
ONU Mujeres alertó en un informe que en este contexto de emergencia aumenta la violencia
doméstica contra mujeres y niñas debido a las tensiones en el hogar. En muchos casos, las mujeres
no pueden salir o no pueden llamar por teléfono de forma segura para alertar a las autoridades de su
situación. No obstante, la Secretaría de Salud Federal anunció el jueves pasado que a través del
número telefónico 911 se atenderá a las mujeres que sufren violencia de género.
Pero, en un país donde 10 mujeres son asesinadas diariamente se requiere de un plan de
contingencia más enérgico para controlar y minimizar estos riesgos desde un enfoque de derechos
humanos. La directora del Centro Nacional de Equidad de Género y Salud Reproductiva invitó,
también, a quienes sean testigos de abusos o de este tipo de maltratos a reportarlo al número de
emergencias a fin de asistir a las familias afectadas. El análisis de la violencia debe partir de la base
de que se trata de un fenómeno predecible y, por lo tanto, prevenible.
La otra pandemia: violencia en el hogar en
tiempos de cuarentena
PNUD junto a los gobiernos locales empiezan iniciativa contra la violencia y la
desigualdad de género durante el confinamiento para frenar la COVID-19
Los efectos de la COVID-19 han hecho aún más evidentes las desigualdades en el mundo, entre ellas,
las de género. Para muchas mujeres y niñas la violencia doméstica es una amenaza que se agrava en
estos tiempos de aislamiento. Por esto, desde el PNUD en alianza con los gobiernos locales en Lima
estamos respondiendo a esta pandemia en clave de género para atender y proteger a las víctimas
potenciales.
El Estado peruano está liderando importantes esfuerzos para frenar esta violencia doméstica durante
la crisis sanitaria. A 23 días de que decretase el estado de emergencia, atendió más de 8000 llamadas
a través de la Línea 100, unas 360 llamadas cada día. Además, trasladó a 36 personas a hogares de
refugio temporal y atendió a 43 mujeres víctimas de violencia sexual, 27 de ellas —más de la mitad—
eran niñas. Sin embargo, la acción de los gobiernos locales también resulta indispensable y por
mucho necesaria.
Desde el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en alianza con las
Municipalidades de Lima, San Juan de Miraflores y Villa El Salvador estamos implementando una
iniciativa para llegar adentro de los hogares de las familias de estos tres distritos durante la crisis, con
mensajes y acciones de sensibilización para prevenir la violencia y promover la igualdad.
No es fácil en este contexto de aislamiento llegar con información respecto a temas que involucran la
privacidad del hogar. Sin embargo, estamos encontrando diferentes caminos.
Uno de estos son las canastas de víveres que las municipalidades entregan con el presupuesto
transferido por el gobierno central. Estas canastas están llevando mensajes sobre violencia basada en
género, responsabilidades compartidas, masculinidades y maternidades sanas, los cuales también se
dirigirán a través de las redes comunitarias preexistentes en cada distrito.
Otro camino son los actores que están en la primera línea de la respuesta frente
esta pandemia: las recolectoras y los recolectores de residuos sólidos y la Policía
Nacional del Perú.
Aunque son muchas veces invisibilizados, ambos actores tienen un rol esencial
en las dinámicas de nuestras ciudades y mantienen un vínculo con las familias en
cuarentena. Por tanto, son estratégicos para llegar con los mensajes a estos
hogares, permitiendo que este modelo sea replicable en otros gobiernos locales
durante la cuarentena.
Tanto las recolectoras y los recolectores como la Policía Nacional del Perú serán
fortalecidos y sensibilizados en enfoque de género, y para brindar información
sobre los servicios de atención frente a la violencia doméstica. De este modo, los
camiones recolectores se transformarán en vehículos de comunicación a la
ciudadanía. En tanto, las comisarías de cada sector operarán un protocolo de
visita casa por casa, de acuerdo con el seguimiento georreferenciado de las
medidas de protección.
I. Introducción
La violencia contra las mujeres en nuestro país es un tema del día a
día como resultado de la desigualdad de género imperante en
nuestra sociedad. Sin embargo, ante situaciones de caos y
emergencia, las desigualdades se acentúan y esto puede
desencadenar en el incremento de los episodios de violencia. Ante la
situación de emergencia que viven muchos países producto de la
pandemia producida por el virus COVID-19, la violencia contra las
mujeres no ha pasado desapercibida, presentándose un incremento
en el pedido de auxilio de miles de mujeres alrededor del mundo. El
Perú no es ajeno a esta realidad dado que la violencia contra las
mujeres es un problema que ha venido en incremento en los últimos
años. En atención a las cifras del Ministerio de la Mujer y Poblaciones
Vulnerables, en 2019 se atendieron 166 casos de feminicidio y 404
tentativas de feminicidio [1], además de las miles de denuncias por
violencia intrafamiliar que incluyen maltrato físico, psicológico entre
otros. En lo que va del año 2020, durante enero y febrero se han
detectado 32 casos de feminicidio y 120 casos de tentativa de
feminicidio [2], siendo que en su mayoría éstas se han perpetrado
en el domicilio de la víctima o el domicilio común y dentro de una
relación de convivencia o conyugal.
II. Conviviendo con el agresor
Actualmente, a raíz de la limitación al ejercicio del derecho a la
libertad de tránsito de las personas [3], como forma de detener la
propagación del virus, a partir del 16 de marzo en el Perú se vive
una situación de cuarentena dentro del propio hogar [4]. El hogar
es el lugar más seguro para evitar el contagio y la propagación del
virus, pero no lo es para las mujeres que conviven con un agresor o
potencial agresor. Como lo señala ONU Mujeres, en contextos de
emergencia aumentan los riesgos de violencia contra las mujeres y
niñas, especialmente por violencia doméstica.
Como evidencia de ello, la línea 100 del Ministerio de la Mujer y
Poblaciones Vulnerables ha sido el medio más utilizado por las
víctimas para el pedido de auxilio, habiendo recibido alrededor de
5,438 llamadas por violencia contra la mujer. Asimismo, se han
atendido 43 casos de violación, siendo que de ellos, 27 fueron
perpetrados contra menores de edad dentro de su propio hogar [5].
En estas cifras no se están considerando las zonas rurales o
amazónicas alejadas que no tienen alcance a este canal, por lo que
debemos entender que la cifra real es mucho mayor y se encuentra
invisibilizada. Cabe señalar también que desde el inicio de la
cuarentena se han presentado 4 casos de feminicidio, siendo que
uno de ellos tuvo como víctima a una menor de edad quien fue
previamente violada por su vecino [6].
Nos encontramos entonces frente a una situación real de violencia
que está ocurriendo dentro de este periodo de Emergencia Nacional
y que requiere un abordaje específico dada su gravedad y forma de
manifestarse, teniendo en cuenta que adquiere fuerza dentro del
periodo de cuarentena de la población. En estos momentos
convergen diferentes factores como: la incertidumbre por la salud
pública, la ausencia de trabajo, aunado a las necesidades
económicas, la presencia de los hijos en el hogar, lo que genera
tensión en las personas. Estos factores se agravan si le sumamos la
limitación del derecho a la libertad de tránsito y la inmovilización
obligatoria dentro de los días dispuestos por el gobierno, lo que se
presta para que el agresor ejerza un mayor control sobre la víctima.
Máxime si ya se encuentra aislada de otras personas como
familiares o amistades que pueden ser su ruta de escape ante la
violencia, así como de los demás recursos para pedir ayuda.
Considerando que en ciertos casos puede, incluso, encontrarse
incomunicada para acceder a los canales de atención dispuestos por
el MIMP.
Por otro lado, si analizamos con detenimiento el artículo 4 del D.S.
N.° 044-2020-PCM y sus ampliaciones, tenemos una serie de
desplazamientos que sí están permitidos durante el Estado de
Emergencia, como son la compra de alimentos, medicamentos,
asistencia a centros de salud, prestación laboral en servicios
esenciales, retorno a la residencia habitual, la asistencia y cuidado
de personas vulnerables, las entidades financieras, bancarias, de
seguros o pensiones, entre otros. Sin embargo, no se hace mención
expresa al desplazamiento a la Comisaría o establecimientos de
auxilio ante casos de violencia de género. No puede considerarse
dentro del literal m) referido a actividades análogas por caso fortuito
o fuerza mayor, dado que la violencia de género es un problema
latente y recurrente en nuestro país, además que su incremento se
vio reflejado en los países que presentaron la pandemia antes que
Perú. Esta situación de violencia se agrava aún más, durante los
días y horarios de inmovilización social obligatoria, por el cual queda
prohibida la circulación de personas fuera del domicilio, donde las
excepciones son similares y no se incluye ninguna disposición
expresa a los casos de violencia contra la mujer.
Definitivamente el problema de la violencia contra las mujeres se
encuentra fuera y dentro de casa. Este tipo de violencia no se
detiene ni se reduce con la orden de inamovilidad, como si ha
sucedido con la delincuencia en las distintas regiones del país donde
se ha reducido considerablemente [7], por lo que no es posible
generalizarla ni compararla con la violencia común producto de la
delincuencia.
III. Disposiciones de protección implementadas por el
Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables - MIMP
Como hemos señalado, el Decreto Supremo no aborda un punto en
específico en casos de violencia de género, así como tampoco
ninguno de los literales se ajusta a dicha situación. Sin embargo, la
respuesta a esta problemática se ha dado por parte del MIMP a
través del Programa Nacional para la Prevención y Erradicación de la
Violencia contra las Mujeres e Integrantes del Grupo Familiar –
AURORA.
De acuerdo con lo informado, los canales de atención contra la
violencia permanecen activos las 24 horas durante el Estado de
Emergencia [8], a esto nos referimos con la Línea 100 y los hogares
de refugio temporal. La Línea 100 como hemos señalado viene
siendo la vía más utilizada dentro de estos tiempos de cuarentena,
dado su fácil acceso por teléfono móvil, fijo o público sin costo
alguno. A través de este medio el pedido de auxilio es atendido por
profesionales especializados que brindan orientación a las víctimas y
ante casos de riesgo moderado o severo se habilita el Servicio de
Atención Urgente. Asimismo, como señaló en entrevista la directora
de AURORA Nancy Tolentino Gamarra, a través de la llamada a la
línea 100, el pedido de auxilio se canaliza con el patrullaje de la
Policía Nacional más cercana, atendiendo al nivel del riesgo de la
víctima. Aunado a ello, los Hogares de Refugio Temporal continúan
recibiendo a las mujeres víctimas de violencia que se encuentren en
nivel de riesgo moderado y severo, que sean derivadas por los
profesionales previa atención por la Línea 100 o por la Policía
Nacional. Cabe señalar que como medida de prevención de la
violencia se ha implementado el servicio de acompañamiento
psicológico, también a través de la Línea 100, donde se ofrece
orientación y consejería psicológica para la prevención de conductas
de riesgo y manejo de crisis.
Por lo visto, las medidas de prevención y atención en casos de
violencia contra las mujeres están previstas, sin embargo, vemos
que principalmente operan a partir del pedido de auxilio realizado a
la Línea 100 y luego de ello se articula la respuesta, ya sea la
consejería psicológica o la atención urgente y derivación al refugio
temporal. Pero, si bien este canal es de fácil acceso, tampoco se
puede afirmar que está al alcance de todas las mujeres a nivel
nacional, pues en ciertas localidades alejadas, pueblos rurales o de
la Amazonía, la situación no es la misma que en las ciudades o en la
capital. Así también se debe tener en cuenta que la mujer víctima
puede encontrarse incomunicada y reducida por su propio agresor,
sin tener alcance a un teléfono.
De otro lado, son solo 14 los hogares de refugio temporal a la fecha
a nivel nacional, por lo que tendremos lugares donde no exista este
servicio o no tenga la disponibilidad, en atención a la cantidad de
casos que se vienen presentando. Así también dada la situación de
cuarentena se debe tener especial cuidado en la calificación de los
casos como de riesgo moderado o severo, considerando que la
víctima está aislada con su agresor o potencial agresor, no se puede
esperar a que sea atacada físicamente de manera grave para
atender el pedido y separarla del agresor, porque este tiempo puede
costarle la vida e incluso la de sus hijos.
Estas medidas se encuentran publicadas en la cartilla de
orientación [9] elaborada por el PNUD en colaboración con el MIMP,
donde también se hace mención expresa a la posibilidad de
desplazamiento hacia la Comisaría, Fiscalía de turno o Poder Judicial
para la denuncia directa por violencia, pese a que ello no se indica
en el Decreto Supremo, sin embargo, teniendo en cuenta el
transporte público limitado, este medio también se queda corto.
En ese sentido, urge una atención específica a esta problemática a
través de una respuesta del gobierno por el cual se disponga un plan
de contingencia contra la violencia de género producida durante la
cuarentena por motivo del COVID-19, que conlleve el trabajo
articulado de los diferentes sectores y de la Policía Nacional. Que se
fortalezca el servicio de atención urgente a nivel nacional y el
aumento de la capacidad de las casas de refugio temporal,
adecuando el protocolo de actuación a las circunstancias actuales de
cuarentena donde el riesgo es mucho mayor que en circunstancias
comunes de libre desplazamiento. Considerando la aplicación de
canales de atención específicos para llegar a las zonas alejadas
donde la comunicación telefónica puede encontrarse limitada, en
apoyo de los gobiernos locales entre otras autoridades.
De esta manera vemos que resulta necesario que toda medida
adoptada por el Gobierno tenga en cuenta dos elementos
importantes. En primer lugar la perspectiva de género, atendiendo a
la desigualdad que pre existe entre mujeres y hombres, así como
sus particularidades. Dado que las disposiciones que se aborden
durante el Estado de Emergencia les afectan de distinta manera,
como ya lo hemos visto en la situación de una mayor exposición de
las mujeres frente a la violencia, así como el acceso más limitado a
los canales de ayuda, de modo que las disposiciones se articulen
para un mismo fin sin provocar una mayor desigualdad o acentúen
la discriminación. Así también se debe atender a la
interseccionalidad, es decir que se tomen en cuenta las diferentes
categorías de discriminación que recaen sobre las mujeres, tales
como su condición socioeconómica, su condición de mujer con
discapacidad, su raza o etnia, su condición de indígena o rural, su
condición de migrante, entre otros, y que en razón de ello no todas
las mujeres presentan las mismas estructuras que originan la
desigualdad, por lo que se debe atender no solo el efecto de la
discriminación sino también a los factores que están en la base de
las desigualdades [10]. De ahí la necesidad de coordinar diferentes
canales de prevención y atención de la violencia dadas las
circunstancias específicas de cada grupo, porque no todas las
mujeres viven bajo las mismas condiciones en el Perú.
La violencia dentro del hogar ha sido históricamente invisibilizada,
bajo la premisa que el Estado no debe entrar en la vida privada,
pero los hogares ya no son más espacios privados ajenos a la labor
del Estado para erradicar la violencia contra las mujeres. El Estado
tiene el deber de velar por el cumplimiento del respeto de los
derechos incluso en el ámbito privado y brindar la atención
necesaria para prevenir, atender y sancionar los casos de violencia.
En los últimos años el periodismo negocios ha hecho propio el tema de la importancia de las
mujeres en los puestos clave de las organizaciones, pero el Covid-19 vino a recordar que no es
solamente en las empresas donde hay mucho por hacer en temas de inclusión y equidad, sino
en el propio núcleo familiar.
Desde México hasta Argentina se viene reportando desde marzo pasado la manera en que se
incrementa la violencia familiar contra las mujeres. En México, por ejemplo, la violencia
intrafamiliar creció 120% desde que se anunció la emergencia del Covid-19 a la fecha, de
acuerdo con información de la Secretaría de Gobernación (basada en llamadas de auxilio
reportadas al sistema de atención 911). El 66% se trataría de violencia física y 24%
psicológica.
En Argentina, las denuncias por violencia de género durante la cuarentena por la pandemia
aumentaron 40%, y se cuentan alrededor de 20 feminicidios en ese mismo lapso de tiempo.
Un dato revelador: en 45% de los casos el asesino fue su pareja.
Los motivos de este incremento de violencia contra las mujeres que recorre Latinoamérica se
adjudica al confinamiento de las personas como medida de protección contra la pandemia,
pero se relaciona directamente al alcoholismo de hombres, a la frustración económica y a la
incertidumbre laboral. Dos aspectos más a considerar. La reducción de la actividad económica
afecta en primera instancia a las trabajadoras informales y al mismo tiempo induce a una
mayor migración irregular de las mujeres y niñas, generando con ello mayores riesgos de
protección asociados como la trata.
“Para muchos, permanecer a salvo consiste en cerrar puertas y ventanas, y evitar lugares
peligrosos. Para otros, no hay escapatoria, porque la amenaza de la violencia está detrás de
esas puertas, oculta a los ojos de los demás”, apuntaba tiempo atrás la exdirectora de la OMS,
la noruega Gro Harlem Brundtland.
Como el Covid, la violencia contra mujeres es silencioso, solo que de ésta no se escapa, como
menciona Gro Harlem, guardándose en el hogar, por el contrario, se vuelve más peligroso en
cuanto más tiempo las mujeres pasan en él.
Al igual que la pandemia que se enfrenta, el Estado debe considerar a la violencia familiar
parte de la agenda primordial a atender. Es relevante tener datos disponibles, más refugios y
protocolos específicos; además, organismos como ONU Mujeres sugieren “apoyar a las
organizaciones y redes de mujeres, y capacitar a la policía en este trabajo”.
Recordemos una cosa: la violencia que se ejerce contra las mujeres en el hogar no solo afecta
a ellas, sino también a los niños y niñas que pueden estar presentes en esas situaciones. Si esas
generaciones son por las que los gobiernos dicen trabajar más, deberían mostrar más
preocupación por su futuro, a partir de cuidarlas en el presente.
Twitter: unaum
Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente
independientes de la postura y la línea editorial de Forbes Centroamérica.
Esta guía, al igual que hace el gobierno peruano, recuerda que los servicios
de denuncia de violencia de género siguen activos por los canales habituales:
el teléfono de asistencia, los teléfonos de denuncia, la posibilidad de acudir a
centros de refugio temporales, la asistencia legal, etc. Incluso recuerdan
ambas guías que, ante una situación de amenaza inminente, la salida del
domicilio está justificada. Ambas iniciativas políticas incluyen la apertura de
canales de asistencia psicológica que no existían o, en caso de existir, se han
reforzado, como es el caso peruano, que ha incrementado el personal
psicológico en los Centros de Emergencia de la Mujer.
A modo de reflexión, dos cuestiones: en primer lugar, queda patente que las
respuestas desde las políticas públicas se están olvidando de algunas
mujeres que, por una situación de mayor vulnerabilidad, no acuden a los
servicios sociales institucionalizados, entre las que se encuentran las
migrantes en situación de irregularidad y las mujeres sin hogar. Mientras
sigamos tratando la violencia de género sin un enfoque interseccional nos
seguiremos olvidando de muchas mujeres. En segundo lugar, queda que
repensemos qué otras medidas pueden habilitarse desde las políticas
públicas y también desde la sociedad civil que pongan el foco en los hombres
agresores o potenciales agresores. Busquemos que no siempre toda la
responsabilidad recaiga en la víctima.
[1] ¿Por qué violencias en plural? La violencia contra las mujeres, en sus múltiples formas,
constituye una violación de los derechos humanos de las libertades fundamentales según la
Asamblea General de las Naciones Unidas en la Declaración sobre la eliminación de la
violencia contra la mujer (DEVAW), Resolución 48/104 de 20 de diciembre de 1993,
cuadragésimo octavo periodo de sesiones.
[2] ONU MUJERES, Atender las necesidades y el liderazgo de las mujeres fortalecerá la
respuesta ante el COVID-19, disponible en el siguiente
enlace: https://www.unwomen.org/es/news/stories/2020/3/news-womens-needs-and-
leadership-in-covid-19-response, consultado 06/04/2020.
(*) La investigadora – con estancia en Idehpucp – es graduada en Derecho por la Universidad
de Salamanca (2015), Máster en Estudios de la Unión Europea por la misma Universidad (2017)
y Máster Oficial de Abogacía por la Universidad de Sevilla (2019), en la que actualmente cursa
estudios de Doctorado en Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales.
Además, tiene formación especializada e interdisciplinar en Violencia de Género por la
Universidad Carlos III de Madrid (2018) y en Metodologías de Género por el Institute for
Training and Research of United Nations (2018).
Existen realidades que nos resistimos a ver o atender mientras no nos alcanzan. En
Perú, como en otros países, la llegada del Covid 19 nos ha recordado la importancia
de no desatender problemas como la violencia.
En la primera quincena del aislamiento social la línea 100 del Ministerio de la Mujer y
Poblaciones Vulnerables (MIMP) recibió cerca de 2800 llamadas denunciando violencia en
el hogar. Seiscientas de estas llamadas fueron realizadas por niñas, niños y adolescentes.
NUEVA YORK, 9 de abril de 2020 – “En estos momentos, el mundo está unido en
una batalla común contra un enemigo invisible. Sin embargo, mientras centramos
toda nuestra atención en encontrar el modo de evitar o tratar la COVID-19, estamos
dejando a un lado las graves consecuencias –las repercusiones ocultas— a las que
tendremos que hacer frente mucho después de la presente pandemia. Eso debe
cambiar.
“Los niños y los jóvenes, además de estar contrayendo la COVID-19, son algunas de
las víctimas a las que más duramente afectará el virus. Si no actuamos de inmediato
para abordar las consecuencias que la pandemia tendrá sobre los niños, el eco de la
COVID-19 causará daños permanentes en nuestro futuro común.
“Según nuestros análisis, el 99% de los niños y los jóvenes menores de 18 años de
todo el mundo (2.340 millones) vive en alguno de los 186 países en los que se han
impuesto distintas formas de restricción a los desplazamientos debido a la COVID-
19. Además, el 60% de todos los niños vive en alguno de los 82 países que se
encuentran en aislamiento total (7%) o parcial (53%), lo que equivale a 1.400
millones de jóvenes.
“Sabemos que en cualquier situación de crisis los jóvenes y los más vulnerables
sufren de manera desproporcionada. Esta pandemia no es una excepción. Es
responsabilidad de todos evitar el sufrimiento, salvar las vidas y proteger la salud de
cada niño. Asimismo, debemos asegurarnos de que las decisiones relacionadas con
las medidas de control, además de tener en cuenta los riesgos, se basan en pruebas
de calidad para minimizar y evitar los daños colaterales y garantizar que haya
medidas de mitigación para que los daños no sean permanentes.
“Los países y las comunidades de todo el mundo deben trabajar juntos para abordar
esta crisis. Como hemos aprendido con gran dolor en los últimos dos meses, hasta
que no haya una vacuna, el coronavirus seguirá suponiendo una amenaza para
todos los habitantes del mundo. Debemos actuar de inmediato para fortalecer los
sistemas de salud y otros servicios sociales dirigidos a los niños si queremos
responder a las prioridades de desarrollo mundial en todos los países.
“Asimismo, es más importante que nunca que nos protejamos a nosotros mismos y a
los demás cuidando nuestra higiene y lavándonos bien las manos. Sin embargo,
las instalaciones básicas de agua, saneamiento e higiene siguen estando fuera del
alcance de muchos niños. En todo el mundo, el 40% de la población (3.000 millones
de personas) siguen sin contar con agua e instalaciones básicas para lavarse las
manos con jabón en su hogar, una cifra que representa nada menos que tres
cuartas partes de la población de los países menos adelantados. Hagamos que cada
hogar, cada escuela y cada centro de salud disponga de los medios para ofrecer un
entorno higiénico y saludable.
“En materia de educación, toda una generación de niños ha debido interrumpir sus
estudios. El cierre de escuelas a nivel nacional ha interrumpido la educación de más
de 1.570 millones de estudiantes (un 91%) de todo el mundo. Por la experiencia de
anteriores aislamientos, sabemos que los niños (y especialmente las niñas) en edad
escolar que no van a la escuela durante largos periodos de tiempo tienen muchas
menos probabilidades de regresar cuando se reanudan las clases. El cierre de las
escuelas también elimina el acceso a programas de nutrición escolares y, con ello,
dispara las tasas de malnutrición. El aprendizaje y el potencial de toda una
generación de estudiantes podrían verse perjudicados. Es más urgente que nunca
que reforcemos nuestros compromisos y nuestras inversiones en materia de
educación.
“Por anteriores crisis de la salud, sabemos que los niños están más expuestos al
peligro de ser víctimas de explotación, violencia y abuso cuando cierran las
escuelas, se interrumpen los servicios sociales y se restringen los desplazamientos.
Por ejemplo, el cierre de las escuelas durante el brote del ébola en África Occidental
de 2014 a 2016 contribuyó al repunte del trabajo infantil, el abandono, el abuso
sexual y los embarazos de adolescentes. Además, la forma de violencia más común
a la que se enfrentan los niños tiene lugar en el hogar. En una mayoría de países,
más de dos de cada tres niños son víctimas de castigos violentos por parte de sus
cuidadores. ¿Qué pasa cuando esos niños no pueden irse de su casa y se
encuentran aislados de sus maestros, sus amigos o los servicios de protección? Y
mientras millones de niños recurren a la tecnología digital para conectarse con el
mundo exterior, ¿cómo nos aseguramos de que están a salvo del peligro y de las
potenciales consecuencias dañinas de internet? Es fundamental que haya un
movimiento social para erradicar la violencia y el abuso de niños similar al
movimiento que pretende eliminar la violencia que sufren las mujeres. Cuanto antes
nos pongamos en marcha, antes podremos mejorar el mundo.
En el Perú podemos decir que 9 millones 652 mil niñas, niños y adolescentes, están confinados
en casa (50,5%, o sea 4 millones 878 mil hombres y 49,5%, 4 millones 774 mil mujeres) 1.
El aislamiento en el hogar puede afectar negativamente el bienestar, desarrollo y la protección
de sus derechos. La Defensoría del Pueblo, junto con el Colectivo Interinstitucional por los
Derechos de la Niñez y Adolescencia, hace un llamado a proteger los derechos a la salud,
educación, participación, y prevenir la violencia, así como tomar medidas en la post cuarentena,
desarrolla un conjunto de recomendaciones al gobierno central, regional y local.
En salud
Difundir y promover las medidas preventivas ya conocidas como el lavado de manos, cubrirse la
boca al estornudar o toser, el distanciamiento físico entre personas. Considerar las necesidades
específicas de cada población: indígenas, no indígenas, rurales, urbanos, personas con
discapacidad, en las acciones de información y prevención.
En educación
Asegurar que todas las niñas, niños y adolescentes tengan acceso a recursos educativos
ofrecidos por el MINEDU. Incluir en los contenidos pedagógicos recursos para la contención
emocional, autocuidado, prevención del COVID 19 y prevención de la violencia. Difundir los
teléfonos de emergencia para casos de violencia. Incorporar orientación sobre la protección de la
violencia cibernética y los peligros en internet.
Promover desde el currículo educativa, con miras al 2021, el aprendizaje de la resiliencia para
adaptarse a situaciones nuevas y de emergencia, y cultivar la empatía y preocupación por el
bien común.
Incluir medidas para enfrentar los problemas de violencia y seguridad ciudadana. La violencia
contra la niñez (violencia sexual, física, psicológica, trata de personas, explotación sexual).
Adecuación y activación de los servicios y rutas de atención y protección como los CEM,
Demunas, comisarías, Unidades de Protección Especial (UPES), juzgados y fiscalías, así como
fortalecer los Centros de Acogida Residencial para niñas, niños y adolescentes, albergues para
mujeres, adultos mayores y personas con discapacidad, en situación de abandono.
Informar y orientar a la comunidad sobre los servicios para denunciar casos de violencia física,
psicológica y sexual, atención de situaciones de riesgo y desprotección familiar, las casas refugio
para víctimas y los procedimientos que deben seguir para denunciar y pedir ayuda.
Difundir las líneas de emergencia: Línea 100 para casos de violencia, Línea 1810 para casos de
riesgo y desprotección familiar, Línea 1818 para denunciar casos de trata de personas, Línea
105 de la PNP.
Opinión y participación
Garantizar el ejercicio del derecho a la participación y a la opinión de las niñas, niños y
adolescentes en todos los espacios en los que se desenvuelve (escuela, familia y comunidad,
centros de acogida residencial, centros juveniles, o instituciones educativas) sobre las decisiones
que se decidan para la prevención y protección frente al virus. Ayudarlos para que puedan
encontrar maneras positivas de expresar sus sentimientos, como el temor y la tristeza.
Fomentar la división de las tareas en el hogar con igualdad entre varones y mujeres, para evitar
la sobrecarga de trabajo doméstico para las niñas y mujeres.
Recoger las percepciones de los niños, niñas y adolescentes sobre las repercusiones
secundarias en sus vidas, en sus familias, en la escuela y sus planes a futuro, y hacerla conocer
a las autoridades regionales y locales, de las escuelas y dirigentes de la comunidad para que
tengan en cuenta sus necesidades en las políticas de respuesta a la emergencia.
Descarga aquí: Recomendaciones para la protección de los derechos de las niñas, niños y los
adolescentes frente al impacto del Coronavirus en el Perú
[1] Según estimaciones y proyecciones de población efectuadas por el INEI al 30 de junio de
este año. Consultado http://m.inei.gob.pe/prensa/noticias/peru-tiene-una-poblacion-de-9-
millones-652-mil-ninas-ninos-y-adolescentes-al-primer-semestre-del-presente-ano-11909/
Devastador impacto del COVID-19 para
niños y niñas
Los gobiernos deberían mitigar los daños y proteger a los más vulnerables
“Los riesgos que genera la crisis del COVID-19 para la infancia son
inmensos”, destacó Jo Becker, directora de promoción de derechos
de niños y niñas de Human Rights Watch. “Los gobiernos deben
responder con urgencia adoptando medidas que protejan a los niños
y las niñas durante la pandemia, y también evaluando cómo
cerciorarse de que las acciones que realicen ahora contribuyan a
asegurar en la mayor medida posible los derechos de la infancia una
vez terminada la crisis”.
El maltrato infantil
también es un virus que
se agrava con la
pandemia COVID 19
Día Internacional de la Lucha Contra el Maltrato
Infantil
25 de abril de 2020
Existen otras situaciones, que también comprometen la vida de los niños y niñas
que se vienen incrementando como consecuencia de las respuestas brindadas en el
marco del COVID 19, que sin embargo aún permanecen en silencio. El maltrato
contra la niñez y adolescencia puede ser tan o más letal que un virus. Abusos
físicos, sexuales, emocionales o abandono, son algunas de las formas de maltrato
que marcan la vida de millones de niños y niñas en todo el mundo.
1. Adopten todas las medidas que sean necesarias y efectivas para poner
fin al maltrato contra los niños y niñas que permita cumplir la meta 16.2
de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible que incluye poner fin al
maltrato, la explotación, la trata y todas las formas de violencia y tortura
contra la niñez y la adolescencia. En el marco de la presente pandemia,
asegurar que las respuestas incluyan de manera efectiva las medidas
necesarias para tal fin, incluyendo adoptar medidas de prevención del abuso
y violencia intrafamiliar, facilitando el acceso a los medios de denuncia y
actuando con la debida diligencia ante las denuncias realizadas.
2. Fortalezcan, o impulsen en donde así sea necesario, los Sistemas
Nacionales de Protección a la Niñez y Adolescencia para una adecuada
atención a los niños y niñas, entre otras medidas, el fortalecimiento
institucional, técnico, financiero y operativo donde se garantice, desde un
enfoque de derechos y género, el desarrollo de acciones de prevención y
respuesta a las víctimas. Estableciendo una respuesta integral que incluya
estrategias que aseguren que las medidas establecidas para la pandemia sean
coordinadas, complementarias y universales. Las instancias de prevención y
protección de nivel municipal deben ser considerados servicios esenciales
mientras dure la cuarentena.
3. Desarrollen y aseguren el cumplimiento efectivo de los distintos
protocolos de atención a los niños, niñas y adolescentes víctimas de
maltrato que garantice la restitución inmediata de sus derechos, el
acompañamiento psicosocial de calidad y el fortalecimiento del medio
familiar, escolar y comunitario. Asegurando que las restricciones actuales
debidas a la pandemia no comprometan ni debiliten lo establecido en los
mismos, definiendo los servicios básicos de protección infantil como
esenciales y asegurando que sigan funcionando y accesibles.
4. Disminuyan las desigualdades sociales y de género que hacen que las
niñas y las adolescentes se encuentren en una situación de especial
vulnerabilidad a situaciones de maltrato u otras formas de violencia.
Garantizando que, durante la situación actual de excepción, se cuenten con
protocolos de identificación, derivación, atención y coordinación suficientes
para proteger y dar respuesta inmediata a niñas y adolescentes sobrevivientes
de violencia, que en la mayoría de los casos conviven con su victimario, lo
que dificulta el acceso a medios de denuncia.
5. Desarrollen acciones para la protección especial a niños y niñas en
contextos de movilidad humana, conflictos armados, privados del
cuidado parental, privados de libertad, con discapacidad o
pertenecientes a pueblos originarios, siendo circunstancias especialmente
difíciles, en las cuales, se incrementan los factores de riesgos de maltrato u
otras formas de violencia. Garantizando de esta manera que las medidas
establecidas no permiten dejar ninguna niña o niño atrás.
6. Apoyen a las familias como espacios primarios de protección a niños y
niñas que les permita asumir un rol afectivo, formativo y protector en la
crianza y educación. Para ello, es necesario desarrollar programas y servicios
de prevención que contribuyan fortalecer las capacidades parentales y
modificar normas sociales o patrones culturales que fomentan la violencia
contra niños y niñas como una forma de relación.
7. Incorporen a la sociedad civil para que pueda asumir un rol protagónico
en la protección de los niños y niñas a través de acciones e iniciativas
conjuntas de prevención, difusión, denuncia y acompañamiento a niños y
niñas víctimas de maltrato. Permitiendo en el actual contexto la creación de
salvoconductos que habilitan la intervención en acciones de emergencia e
involucrando a las OSC en los espacios de análisis, diseño y toma de
decisiones relativas a la pandemia.
8. Promuevan espacios de participación y escucha activa a los niños y
niñas, donde puedan expresar con libertad sus ideas, opiniones y puntos de
vista y ejercer una ciudadanía activa para dar a conocer sus preocupaciones,
formular propuestas y exigir el cumplimiento de sus derechos. Los niños y
niñas son agentes de cambio, protagonistas de su vida en su familia y
comunidad y es con ellas y ellos que, sin duda, podremos combatir esta crisis
global.
Pero no debemos olvidar una lección clave sobre el ébola aprendida por la
comunidad humanitaria internacional: esta crisis de salud pública estuvo
acompañada por picos de abuso, explotación sexual, matrimonios forzados,
trabajo infantil y otras formas de violencia contra la infancia. Efectos de una
epidemia a los que no se prestó la atención necesaria.
A través del trabajo para apoyar a las comunidades afectadas por el brote de
ébola en el este de la RDC, una región que ya está atrapada en un círculo
vicioso de conflicto y violencia, hemos sido testigos de la separación de
menores de sus familias, la pérdida de cuidadores, el estigma y la interrupción
de actividades cotidianas como la escuela y jugar con amigos. Los niños con
los que hemos podido hablar durante este tiempo expresaban que se sentían
tristes, aislados y estresados como resultado de este proceso.
"Siempre estoy muy triste porque es papá quien hacía todo por nosotros,
pagaba las tasas escolares y solía traernos comida y ropa. Pero no sabemos
cómo sobrevivir hoy en día", dijo Happy, de 10 años.
“Siempre estoy muy triste porque es papá quien hacía todo por
nosotros, pagaba las tasas escolares y solía traernos comida y ropa.
Pero no sabemos cómo sobrevivir hoy en día". — Happy, 10 años.
Las investigaciones a lo largo de los años muestran que la educación puede
dar a los niños una sensación de seguridad, normalidad y esperanza para el
futuro; que es un factor poderoso para prevenir el matrimonio infantil y otras
formas de violencia. Además, que las escuelas son una plataforma esencial
para que los niños aprendan sobre sus derechos; y que es crucial para
fomentar la cohesión social y promover la paz y la reconciliación. Asimismo,
los maestros a menudo pueden ser el primer punto de contacto para los niños
que sufren violencia y pueden denunciar o hacer referencias a los sistemas de
protección infantil cuando han experimentado violencia.
Por tanto, podemos decir que sí, la Covid-19 sí afecta a los niños. No
podemos permitirnos esperar o tratar el riesgo de violencia contra ellos como
una preocupación secundaria. Los impactos en ellos serán inmediatos y su
coste demasiado alto.