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Por aquella época andaban todos un poco locos con tanto cambio de
tiempo. Los caracoles sacaban sus cuernos al sol para sentir en seguida la
lluvia sobre sus caparazones espirales. Los osos se iban a dormir cuando
hacía frío y antes de que hubieran conciliado el sueño ya estaban muertos
de calor en lo más profundo de su cueva. Todos andaban despistados pero
como no había normas vivían felices en el caos más absoluto.
– ¡No puedes irte tan pronto! Quédate conmigo un par de horas más.
Y el sol, conmovido por la dulzura de la lluvia no pudo negarse. Aquel día
atardeció dos horas más tarde pero nadie dijo nada: en aquel mundo sin
normas todo estaba permitido.
Día tras día, los amantes arañaban horas a la noche hasta que esta
desapareció del mundo. Aquello provocó el mayor caos que se había visto
jamás en aquel mundo de caos. Los animales no conseguían dormir, la
tierra estaba inundada, las flores se morían de calor con tanto sol. Eso por
no hablar de que la luna y las estrellas se habían quedado sin trabajo. Muy
enfadada, la luna comenzó a pedir explicaciones a todos los seres que
vivían en el planeta.
– ¿Se puede saber quien ha organizado semejante lío? Sin noche no hace
falta luna, ni estrellas, ¿a dónde se supone que debo marcharme yo ahora? –
gruñía irritada en lo más alto del cielo.
– ¿No os da vergüenza haber dejado al mundo entero sin noche? – les gritó
indignada.
– Pero esto es un mundo sin normas y aquí todo está permitido – exclamó
orgulloso el sol.
– Claro que sí, siempre que lo que hagamos no moleste a los demás. Y
vuestras aventuras nocturnas perturban a los animales que no pueden
dormir, aturullan a los árboles y a las flores con tanta agua y tanto calor.
Además, ¿qué hay de las estrellas y de mí misma? ¿Qué haremos sin
noche? ¿os habéis parado a pensar un solo segundo qué será de nosotras?
La lluvia y el sol bajaron la cabeza avergonzados. Claro que no habían
pensado en eso. Ellos solo tenían pensamientos para su amor y sus
sentimientos y todo lo demás no importaba. Pero aquello tenía que cambiar.
Fue una época triste aquella. Eso a pesar de que nacieron las estaciones y
los animales y las plantas dejaron de volverse locos con tanto cambio de
tiempo. Sin embargo, todos se sentían un poco culpables por el sol y la
lluvia, separados para siempre.