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Melissa Banegas
ASAMBLEAS ROMANAS
En teoría los distintos comitia ("comicios") eran asambleas que operaban sobre
las bases de la democracia directa, en la que eran todos los ciudadanos
romanos, y no sus representantes electos, quienes ejercían directamente su
derecho al voto; aunque no individualmente, sino agrupados en distintas
categorías sociales (de forma similar al voto por brazos de los parlamentos del
Antiguo Régimen –aunque éstos la representación era por estamentos y no por
riqueza–).
Si se vota por clases, los comicios son Curiata, por curias; si se vota según el
censo y la edad son Centuriata, por centurias: en fin, se les llama Tributa, por
tribus, cuando se vota según el domicilio.
Las asambleas más solemnes eran las llamadas en latín comitia centuriata, en
las que el pueblo se reunía por centurias y las que solo podían convocar los
cónsules, los pretores, los censores, los dictadores y los decemviros,
precediendo antes un decreto del Senado.
Los comicios por curias se reunían todos los días en el Comitium de la gran
plaza. Los de las tribus se juntaban en el campo de Marte, cuando se había de
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proceder a la elección de cónsules, censores y tribunos y en el Comitium o al
Capitolio cuando se trataba de hacer alguna ley o juzgar alguna causa. Los
censores para la prescripción del pueblo lo juntaban en el campo de Marte, pero
sus asambleas ordinarias las tenían en el Templo de la Libertad (Libertas).
El comicio por curias era la más antigua asamblea romana después de los
Comitia Calata. Cada una de las tres tribus antiguas tenía diez curias, y estas a
su vez cien hombres. En total eran entonces tres mil personas que constituían
las curias juntas. Este órgano, en un principio, elegía a los más altos
magistrados, pero posteriormente sólo confirmaba e inauguraba las elecciones
de la asamblea por centurias.
La creación de los comicios centuriados, atribuida al rey Servio Tulio, hizo perder
parte de sus atribuciones a los comitia curiata, que solo conservaron actos
menores y protocolarios, como recibir el juramento de los cónsules.
Desaparecieron lentamente, y a fines del siglo III a. C. ya no constituían ningún
poder. Los comicios centuriados adquirieron las funciones de los curiados.
Elegían cónsules censores y pretores, decidían sobre la guerra y la paz,
legislaban y decidían sobre apelaciones. El auge de los comicios tribunados les
hizo perder parte del poder, conservando la elección de magistrados. Al principio
sus decisiones debían ser refrendadas por el Senado, pero a finales del siglo III
a. C. ese trámite ya no era necesario.
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El voto no se ejercía individualmente, sino que cada uno era contado dentro de
su centuria y determinaba el voto final de cada una de ellas. Inicialmente el total
de centurias era de 193 (lo que, de constar cada una de cien hombres,
significaría un total de 19.300 ciudadanos con derechos políticos, una cifra
compatible con el censo del primer año de la República, que según Dionisio de
Halicarnaso, contó 130.000 habitantes, pero que los estudios de demografía
histórica consideran excesiva). Según su riqueza (medida primero en superficie
agrícola y luego monetariamente en ases –aunque al principio debió usarse el
patrón del "as grande", 1/5 en dinero, se referían a los del tipo llamado "as
pequeño", 1,10 en dinero–) los ciudadanos formaban parte de una centuria u
otra. La correspondencia con la centuria, una unidad militar, se basaba en que
los ciudadanos debían armarse a sí mismos según sus posibilidades
económicas, y de esta manera servir en el ejército (classis) o no hacerlo (infra
classem). A partir de la ley de Apio Claudio (312 a. C.) se abrió la posibilidad de
que personas sin tierras, que se hubieran enriquecido por el comercio, como
podían ser ciertos plebeyos, accedieran a las centurias más elevadas,
incrementando su importancia social y legislativa. A causa de que sólo las
primeras 18 centurias (reservadas a la clase patricia) junto con las 80 siguientes
(reservadas a los que contaban con una riqueza superior a los 100 000 ases)
alcanzaban la mayoría absoluta, las otras centurias, por mucho que
representaran a la mayoría de la población, no llegaban a tener ninguna
trascendencia en el resultado final de las votaciones. Posteriormente (241 a. C.,
con los censores Marco Fabio Buteón y Cayo Aurelio Cotta) se introdujeron
modificaciones en la estructura y número de las centurias, considerando en cada
una de las 35 tribus dos diferentes grupos de edad (senior –entre 17 y 46 años–
y junior –mayores de 46, lo que según Cicerón se hizo para otorgar tanto peso a
los numerosos e inexperimentados jóvenes como a los menos numerosos, pero
más experimentados de mayor edad, presumiblemente con más que perder) y
cinco clases sociales, por lo que había diez centurias por tribu (350) a las que se
sumaban las 18 centurias de los que servían en caballería (equites, con seis
centurias reservadas sólo a los patricios -sex suffragia–17) y 5 centurias de los
ciudadanos más pobres (capiti censi o proletarii), por lo que el total llegaba a 373
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centurias. La votación se ganaba cuando se alcanzaba el número de 187 votos
a favor, para lo que bastaba habitualmente con las centurias de las tres primeras
clases, y en ese momento se dejaba de votar, por lo que las últimas centurias
(que de hecho representaban a la mayoría de la población y, con las reformas
de Mario –107 a. C.–, incluso la mayoría del ejército) en la práctica ni siquiera
llegaban a contar para el resultado final. Durante la dictadura de Sila (82-80 a.
C.), el principal adversario de Mario, se volvió a la "organización serviana"; y
pocos años tras la muerte de Sila, Pompeyo y Craso (cónsules del año 70 a. C.)
deshicieron las reformas constitucionales del dictador y volvieron a la
organización de las centurias de Fabio y Aurelio. No se volvió a alterar la
organización centurial; aunque, en todo caso, la organización política de época
imperial vació de poder y funciones a los comitia.
MONARQUÍA
REPÚBLICA
Los caballeros perdieron el derecho a votar los primeros, que pasó a una de las
tres primeras clases a determinar por sorteo. Los emancipados obtuvieron el
derecho al voto, pero como eran demasiado numerosos y afluían de lugares muy
diversos, más tarde lo perdieron.
Cada clase tenía el mismo número de votos, con lo cual los últimos de cada clase
descendían a la siguiente, o los primeros ascendían a la anterior a fin de
igualarlas. Por ello después de la votación de la tercera clase quedaba
determinada la mayoría.
Los comitia tributa eran convocados y dirigidos por los ediles y tribunos de la
plebe. En los comicios por tribus votaban todos los ciudadanos romanos
considerados ingenui (hombres libres nacidos libres)20 y los domiciliados,
mientras que los no domiciliados y los emancipados, incluidos en cuatro tribus
(de un total de 35) no contaban en las deliberaciones. Todos los ciudadanos
romanos, tanto patricios como plebeyos se distribuían entre 35 tribus para
propósitos administrativos y electorales. La mayoría de la población urbana de
Roma estaba distribuida entre cuatro tribus urbanas, lo cual significaba que, por
mucho que individualmente sus votos fueran muchos más, en el cómputo tenía
mucho más peso la población de las 31 tribus rurales. Al igual que en la asamblea
por centurias, en la asamblea por tribus el voto se agrupaba: uno por cada tribu.
Se reunía convocado por los tribunos de la plebe, que a su vez eran elegidos por
esta asamblea. Su lugar de reunión era el Aventino, fuera del Pomerium, el
recinto sagrado de la ciudad. Algunas fuentes recogen que para las cuestiones
de orden jurídico y administrativo también se reunía en el Foro y en el Capitolio.
El Campo de Marte se usaba para las elecciones en los siglos finales de la
República. También recogen algunas fuentes que celebraba en "el pozo de los
Comitia",21 y que algunos senadores observaban las reuniones plebeyas desde
los escalones de la Curia Hostilia (el edificio donde se reunía el Senado) para,
desde allí, interferir en ellas.
Abog. Melissa Banegas
Pérdida de importancia de los comicios