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REVISTA SEMANA

SEPTIEMBRE 21 de 2019
EDICION 1951

PORTADA
Elecciones bajo fuego
Tres candidatos a alcaldías asesinados, siete a concejos, más de 40 amenazados y 402
municipios en riesgo de sufrir episodios de violencia política forman la antesala de las
elecciones de octubre. ¿Qué está pasando?

El asesinato de Karina García Sierra, candidata liberal a la Alcaldía de Suárez (Cauca),


conmocionó al país hace unas semanas. No solo por la sevicia, sino porque su muerte
terminó rompiendo con la esperanza de realizar unas elecciones locales sin violencia, tal y
como sucedió en 2015. La frustración frente a esa expectativa se selló del todo días después,
cuando también murieron asesinados el candidato del Centro Democrático a la Alcaldía de
Toledo (Antioquia), Orley García, y el conservador Bernardo Betancourt, aspirante a la
Alcaldía de Tibú. Ninguna de esas tres muertes entra en la categoría de ‘hecho aislado’, pues
tras 300 días transcurridos del calendario electoral, en promedio cada tres días asesinan un
líder político, social o comunal. Esos tres ejemplos evidencian una situación dramática. La
Misión de Observación Electoral (MOE) le ha hecho seguimiento a los hechos de violencia
política desde octubre de 2018, cuando se inició la inscripción de cédulas hasta el pasado
27 de julio, al cerrarse la inscripción de candidaturas. Encontró que en ese lapso hubo 43
precandidatos víctimas de violencia, nueve de ellos asesinados. Según las cifras oficiales,
la violencia política no discrimina por partido. En el estudio recientemente publicado por la
Fundación Pares, los políticos opositores ponen el 29 por ciento de las víctimas. Les siguen
con el 26 por ciento los líderes de partidos gobiernistas, con el 18 por ciento los miembros
de partidos independientes y el 27 por ciento no tienen una identidad partidista clara, pues
pertenecen a coaliciones o se presentaron por firmas. Después del 27 de julio, con las
campañas en firme, la situación continuó agravándose. Desde entonces, en menos de dos
meses, 54 candidatos han sido víctimas de violencia política, 37 a alcaldías, 14 a concejos,
dos a gobernaciones y uno a la asamblea. Por si fuera poco, 40 han recibido amenazas, cinco
han sufrido atentados y dos han sido secuestrados: un candidato a la Alcaldía de Alto Baudó
(Chocó) y otro de Potosí (Nariño). Murieron asesinados cuatro candidatos al concejo y tres
candidatos a la alcaldía: en Versalles (Valle del Cauca), Betania (Antioquia), San Jacinto del
Cauca (Bolívar) y Suárez (Cauca) de los partidos Centro Democrático, Cambio Radical, de La
U y Liberal, respectivamente. En total, al sumar los casos de Karina García, Orley García y
Bernardo Betancourt, a mes y medio de las votaciones ya hay más candidatos asesinados
que los cinco que hubo en 2015. En ese año, el registrador de entonces, Carlos Ariel
Sánchez, reconoció que habían tenido lugar las elecciones locales más pacíficas desde 1985.
“Tampoco se puede decir que sean las elecciones más violentas”, asegura Alejandra Barrios,
directora de la MOE, “solo que se rompieron las expectativas de avanzar en unas elecciones
donde los niveles de violencia disminuyeran”.

Fuente: Observatorio de Violencia Política y Social MOE


En el Estado, la Procuraduría y la Defensoría del Pueblo han advertido sobre la gravedad del
problema. De hecho, el mes pasado la segunda emitió una ‘alerta electoral’ con los
municipios en riesgo de sufrir el flagelo de la violencia política. Según la entidad hay 402
municipios en riesgo, de los cuales 176 están en riesgo alto y 78 en riesgo extremo. Los
departamentos de Antioquia, Chocó y Bolívar tienen el mayor número de municipios en
riesgo extremo. Esta ola de violencia llevó al Gobierno a reaccionar a comienzos de la
semana pasada. En rueda de prensa sobre el tema, el presidente Iván Duque planteó la
urgencia de tomar medidas para hacerle frente a la situación. En concreto, le dio 72 horas
a la Unidad Nacional de Protección para quedar “al día” con las solicitudes de escoltas,
carros blindados y otros mecanismos de protección hechas por 565 candidatos en el país.
Actualmente, según esa entidad, ya 1.140 tienen medidas de protección.
Sin embargo, esa es una medida difícil de cumplir. Pablo Elías González, el propio director
de la entidad, dependiente del Ministerio del Interior, había expresado días antes ante el
Congreso que tenía muchas limitaciones presupuestales para establecer nuevos esquemas
de protección y que la unidad “no tiene más carros blindados”.
la violencia volvió a poner en jaque el proceso electoral y que, en esta campaña, el país no
aguanta un muerto más.
¿Qué está pasando?
Al igual que sucedía antes de 2015, en la coyuntura actual no hay una sola causa de
violencia. En época electoral, antes de ese año, solían aumentar los casos de secuestro,
asesinatos y amenazas a candidatos. Y con causas relativamente similares: confrontación
entre actores armados por el control político regional, la contratación local y el control de
las economías ilegales. ¿Por qué entonces se frustró la esperanza de acabar con la violencia
política, la cual se gestó en las elecciones locales y regionales de hace cuatro años? Expertos,
académicos y políticos consideran varias razones de distinto tipo. Algunas tienen que ver
con la naturaleza de la guerra y el conflicto armado colombiano. Otras, con dinámicas del
entorno global y fronterizo. Y un tercer grupo, con la esencia de las reglas de juego
informales que han ido afianzándose en la política colombiana. En cuanto a las que tienen
que ver con las mutaciones del conflicto, la firma del acuerdo de paz con las Farc, marca la
principal diferencia entre 2015 y 2019. Este acuerdo ha sido fundamental para disminuir
homicidios y mejorar los indicadores de violencia. Pero paradójicamente y no como
consecuencia del mismo, después de suscrito la violencia política se ha reciclado en nuevas
confrontaciones. En 2015 las Farc, entonces todavía un grupo guerrillero, se encontraban
concentradas en ‘zonas veredales y campamentarias’ a la espera de la firma del acuerdo de
paz. La estructura de mando de esa organización era jerárquica, y no se contemplaba la
posibilidad de que grupos disidentes no se montaran al bus del acuerdo o que, después de
firmado, no se sometieran a él. Casi al mismo tiempo en que se concentraban las Farc, en
2015, comenzó en Ecuador la fase exploratoria para construir una agenda de diálogo entre
el Gobierno colombiano y el ELN, que se concretó un año después. Si bien se trató de otro
intento de diálogo fallido con el ELN, mientras hubo perspectivas de negociar, este grupo
redujo la intensidad de sus ataques. Esos dos factores incidieron en que, en 2015, la
violencia electoral relacionada con el conflicto disminuyera. Pero desde 2017 comenzaron
a tomar fuerza otros aspectos que reversaron esa tendencia e hicieron que en 2019 ese
flagelo volviera a tomar impulso. El principal de ellos tiene que ver con la disputa entre
grupos armados –ELN, EPL, bacrim y neoparamilitares– por el control en los territorios
antiguamente dominados por las Farc. Los violentólogos coinciden en afirmar que, como
era previsible, el Estado tardó mucho en llegar a los lugares dominados por la guerrilla
marxista antes de la firma del acuerdo. Y eso dio lugar a un vacío de poder que otros actores
aprovecharon. “En el contexto de ese vacío de poder, puede decirse que, de alguna manera,
estamos volviendo a escenarios antiguos del conflicto armado, en los que varios grupos se
pelean por las rentas ilegales de territorios como el sur de Córdoba, Catatumbo o el norte
del Cauca. Y como consecuencia, ese conflicto repercute en la campaña electoral”, anota la
directora de la MOE. Los actores ilegales que se toman esos espacios son de diferente
orden pero comparten varias características: se alimentan del narcotráfico, y más que una
estructura de mando centralizada, operan federados pero de manera aislada en el ámbito
local. Por eso sus efectos se sienten más en las elecciones regionales que en las legislativas.
Eso ocurre con las disidencias que no entraron al acuerdo de las Farc, con varios frentes del
ELN, con el EPL –que además inició una etapa de expansión– y con las bacrim. Y además con
las organizaciones neoparamilitares que, además del narcotráfico, existen para hacerle
oposición armada a las acciones de restitución de tierras y de exterminio de
excombatientes, entre otras. Por ahora no parece haber salidas claras para lograr que
Colombia vuelva a tener la esperanza de disminuir los indicadores de violencia política.
Otros expertos insisten, también, en que el gobierno de Iván Duque dio señales ambiguas
frente a ejes centrales del acuerdo, como la justicia transicional. Y dicen que eso llevó a
excombatientes de las Farc de rango medio, altamente ideologizados, a desertar y a volver
a entrar en las dinámicas de la violencia, incluida la política. “La insistencia en las objeciones
a la JEP envió el mensaje de un Gobierno poco comprometido con el acuerdo. Ha habido
problemas para manejar una transición que requería un manejo con pinzas”, anota la
periodista María Teresa Ronderos, quien durante años ha investigado el tema del ‘reciclaje’
de las violencias. Según la Defensoría del Pueblo, las disidencias de las Farc están en 123
municipios donde hay un alto riesgo de violencia política, los neoparamilitares están en 114,
el EPL en 16, el ELN en 148 y las Autodefensas Gaitanistas de Colombia en 213.
Después de anunciar que el Ejército dio de baja al asesino de Karina García, el presidente
Duque dio 72 horas a la UNP para proteger a todos los candidatos que la requieran. A todo
lo anterior se suma la complejidad de otros factores que dependen del entorno. Para
comenzar, está la realidad de lo que sucede en Venezuela. “La ruptura total de relaciones
creó las condiciones para que ese país se volviera un santuario de distintos grupos”, anota
el investigador Francisco Gutiérrez. Así quedó en evidencia hace menos de un mes, cuando
Iván Márquez, Jesús Santrich y otros que le incumplieron al acuerdo de paz anunciaron su
decisión de volver a las armas. En todo el territorio venezolano hay campamentos del ELN,
del EPL y de las disidencias de las Farc. Como reveló SEMANA, estos grupos no solo se
preparan militarmente, sino que entrenan a las milicias y a los llamados colectivos en
tácticas y estrategias de guerra. La libertad de actuación que les permite el régimen de
Nicolás Maduro les facilita llenar sus arcas con millones de dólares, provenientes de
actividades que van desde el narcotráfico hasta la explotación ilegal de minerales, pasando
por el cobro de cuotas por extorsiones y secuestros. Si bien no es clara aún la relación entre
los grupos que se encuentran en Venezuela y la violencia política, evidentemente la
perspectiva de un ‘refugio seguro’ alimenta la posibilidad de tener redes ilegales en
Colombia. El caldo de cultivo de la violencia política se ve enriquecido por el nuevo aire
que ha tomado el narcotráfico. Este negocio, a pesar de la disminución en mil hectáreas
cultivadas con coca entre 2017 y 2018, es cada vez más rentable. En 2015 el kilo de coca en
regiones productoras se vendía a 1.500 dólares que equivalían a 3.800.000 pesos. Hoy esa
misma suma equivale a casi 5 millones de pesos. El mismo aumento en la rentabilidad
sucedió con el contrabando y con la minería ilegal. De ahí que cualquier candidato que
incorpore en su discurso la lucha contra las mafias resulte hoy más incómodo para estas.

Fuente: Elaboración PARES


Finalmente, entre los motivos por los que se rompió la tendencia descendente de la
violencia política hay varios de origen político y electoral. El primero de ellos tiene que ver
con el alto costo de las campañas a corporaciones públicas. En el caso de concejos y
asambleas, la opción del voto preferente ha encarecido la competencia. A eso se suma que
financiar legalmente las campañas resulta cada vez más difícil pues, según los políticos, el
escándalo de Odebrecht atemorizó a empresarios legales. Muchos de los que antes les
daban plata a los políticos, ahora no quieren donar ni una camiseta. Una campaña en
Colombia es muy costosa, pero para ciertos políticos profesionales obtener una
gobernación o una alcaldía puede resultar altamente rentable. La obsesión por controlar las
rentas territoriales y la contratación hace que la violencia se convierta en muchos casos en
el mecanismo para llegar a gobernar a manera de negocio. “En estas elecciones se está
abriendo un conflicto por el poder local asociado a la necesidad de tener controles
territoriales a los mercados ilícitos. Uno de los más rentables es la corrupción local”, señala
el académico Alejandro Reyes. Con él coincide Ariel Ávila, subdirector de Pares, para quien
a las razones anteriores hay que sumar que el acuerdo implicó una apertura democrática
en la que las antiguas Farc entraron en la escena con su propio partido y la izquierda
empoderó sus banderas; “La violencia es hoy una forma de competencia política”. Atizan
esta competencia la radicalización, la pérdida de ideologías, las noticias falsas y la
estigmatización. Por ahora no parece haber salidas claras para lograr que Colombia vuelva
a tener la esperanza de disminuir los indicadores de violencia política, como hace cuatro
años. El presidente ha situado parte de la responsabilidad en la Unidad Nacional de
Protección y su trabajo conjunto con las Fuerzas Militares. Sin embargo es claro que en
Colombia no hay escoltas ni chalecos blindados para tanta gente. En total, hay 117.822
candidatos. El Gobierno aprobó a finales de 2018 el Plan Nacional de Garantías electorales
y el 8 de julio presentó el Plan Ágora. Según la ministra del Interior, Nancy Patricia Gutiérrez,
esta estrategia de alcance nacional busca garantizar transparencia y seguridad en las
elecciones a partir de coordinar los partidos, la justicia, la sociedad civil y los organismos de
control. “El Gobierno ha activado los mecanismos necesarios para la seguridad de quienes
están en actividad política”, aseguró a SEMANA la Ministra. El registrador, Juan Carlos
Galindo, adelanta una campaña para combatir la guerra sucia en las redes sociales. En este
campo la moderación en el lenguaje de las elites, es crucial ya que, en muchos casos, las
agresiones verbales mediáticas se convierten en gasolina para la violencia en los territorios.
Inmediatamente después del anuncio de Santrich, Márquez y su banda, el consejero para
la Estabilización, Emilio Archila, visitó los espacios territoriales de capacitación y
reincorporación (ETCR) en donde se encuentran concentrados buena parte de los
desmovilizados y los animó a seguir cumpliendo el acuerdo. La semana pasada, el
presidente Duque hizo lo mismo. Esas acciones envían un mensaje de compromiso estatal,
crucial para que los desmovilizados jugados por la paz sigan en el proceso. La lucha contra
la violencia política requiere alternativas más creativas y estratégicas que populistas o
inmediatas. Algunos congresistas proponen, por ejemplo, nombrar alcaldes militares en
municipios en riesgo. En otras ocasiones esa salida no ha dado resultados. En contraste,
Gobierno, actores políticos y sociedad civil deben seguir buscando estrategias para luchar
en el largo plazo contra los motores de esta violencia, el narcotráfico, la corrupción y el alto
costo de las campañas. Eso pasa por lograr que el Estado llegue a las regiones antes copadas
por las Farc y les quite terreno a disidencias y nuevos actores armados. Y para atajar el
problema debe avanzar la eficiencia en la puesta en marcha de los Programas de Desarrollo
con Enfoque Territorial (PDET) y de las Zonas de Intervención Integral propuestas por el
Gobierno para llevar el Estado a los lugares más violentos. Finalmente, romper las causas
de la violencia política también pasa por diseñar una política exterior clara y estratégica
frente al entorno fronterizo. Las acciones diplomáticas deben ser cuidadosas y pensadas,
para no profundizar los riesgos que ya implican las actuales relaciones con Venezuela.
Volver a indicadores de violencia electoral previos a 2015 implica no pocos retos. Cumplirlos
requiere esfuerzos de la sociedad civil, de los partidos y de todas las ramas del Estado. Es
claro que la violencia volvió a poner en jaque el proceso electoral y que, en esta campaña,
el país no aguanta un muerto más.
Duque regresa a Naciones Unidas
El mandatario colombiano, Iván Duque, viaja a Estados Unidos con el propósito de
consolidar una gran alianza con su colega Donald Trump para combatir la guerrilla, el
narcotráfico y el autoritarismo en Venezuela.

Las visitas de los presidentes colombianos a la Asamblea General de la ONU, en el otoño del
hemisferio norte, son un rito trascendental para presentarle a la comunidad internacional
las claves de la política exterior. Generalmente, los mandatarios entregan en la sede de
Nueva York su visión sobre las relaciones entre el país y la comunidad de naciones. La
próxima semana el presidente Iván Duque viajará a esa ciudad y, aunque lo hace con el
propósito de atender compromisos multilaterales en la ONU, llevará mensajes claves para
la Casa Blanca de Donald Trump. La cita en septiembre es una rutina anual, pero en esta
ocasión todo es diferente. Si bien conserva la costumbre de presentar en sociedad la
posición diplomática del país, ahora hay elementos políticos que concentran la atención de
los medios diplomáticos y periodísticos. A simple vista, la fotografía de Iván Duque y Donald
Trump indica un giro frente a lo que significaron los años de Juan Manuel Santos y Barack
Obama. En el último año y medio, con la llegada de ambos a la presidencia de sus países, se
produjo un cambio ideológico notable. Santos y Obama, los dos premios Nobel de Paz, se
jugaron por el proceso de negociación para superar el conflicto interno. Duque y Trump son
escépticos y valoran la mano dura frente a la guerrilla. Curiosamente, Santos-Obama y
Duque-Trump coincidieron en sus respectivas presidencias con posiciones que convergían
con las de su contraparte. La relación Duque-Trump se facilita por coincidencias políticas e
ideológicas, de la misma manera que fluyó la de Santos y Obama en el proceso de paz. No
importa que haya momentos políticos diferentes en cada país, ni que la negociación entre
los Gobiernos colombianos y la guerrilla de las Farc haya tenido rumbos tan diferentes bajo
los mandatos de Santos y Duque. La aproximación ideológica de los Gobiernos determina,
con otros factores, cómo el conflicto interno puede afectar la relación bilateral. El otro
tema es Venezuela. La triangulación en las relaciones entre Bogotá, Caracas y Washington
no es un fenómeno nuevo. Siempre ha habido algún tipo de vaso comunicante. Pero en los
últimos tiempos, esa realidad ha asumido nuevas dimensiones. Los Gobiernos de Hugo
Chávez y Nicolás Maduro aportaron a los diálogos del Gobierno de Juan Manuel Santos con
las Farc. Probablemente, sin la presencia de Chávez, nunca habría sido posible dialogar en
La Habana. Al presidente Duque le ha tocado enfrentar un escenario más complejo, en el
que es evidente la cercanía entre el Gobierno de Cuba y la disidencia de las Farc. Si en la era
de Santos los diálogos con la guerrilla aplacaban las relaciones bilaterales, en la de Duque
las dificultades en el proceso de paz –agravadas por la disidencia de Iván Márquez–
dificultan una relación diplomática bilateral como la que hubo en los últimos años. Los
desafíos no solo surgen de Bogotá y Caracas. La presencia de Donald Trump en la Casa
Blanca implica una política exterior de mano dura que retoma elementos de la Guerra Fría
y revive el discurso de los años sesenta, y por lo tanto contribuye a complicar las relaciones
en la subregión. La semana pasada salió del Gobierno John Bolton, el consejero de
Seguridad Nacional, quien dejó su cargo en medio de críticas a la política exterior de su jefe.
Se cuidó, eso sí, de respaldar la posición crítica de Trump hacia el Gobierno de Caracas. Sin
embargo, desde hace mucho tiempo –¿o acaso por primera vez?– no se veía un panorama
de tanta tensión simultánea entre Caracas, Bogotá y La Habana. Ni siquiera en los años de
la Guerra Fría, cuando la gran mayoría de los países de la región estaban alineados con
Washington en la batalla anticomunista. El contexto hemisférico tampoco favorece la
cooperación. Hay divisiones profundas sobre los temas de mayor importancia y respecto a
la manera de construir mecanismos de trabajo conjunto. Ninguna de las instituciones que
han ejercido liderazgo en la época de la Guerra Fría tiene un nivel de actividad y credibilidad
como en los años sesenta y setenta. Para tratar el tema de Venezuela, el lunes próximo está
agendada una reunión del Tiar (Tratado Interamericano de Asistencia Mutua), un órgano
asociado a la Guerra Fría y a la competencia contra la expansión comunista, y en desuso
desde hace tiempo. Ya se perciben las dificultades para generar consensos y puntos de
convergencia. Estados Unidos, Colombia, Canadá y Brasil mantienen su esperanza en ese
instrumento, pero otros países –Uruguay, Panamá, Perú, Trinidad y Tobago– tienen
posiciones críticas. El consenso pinta esquivo. Y está, nuevamente, el poder destructivo
del narcotráfico. Incluso entre Colombia y Estados Unidos –aliados naturales frente al
tema– se han presentado rencillas y tensiones por manifestaciones duras del Gobierno
Trump sobre la falta de cooperación de su colega Iván Duque en la lucha contra las drogas.
Que se debilite el eje Bogotá-Washington en la política contra el narcotráfico pone en tela
de juicio la cooperación multilateral en los grandes asuntos de la región. El momento es
complejo. El viernes presentó sus credenciales en Bogotá el nuevo embajador, Philip S.
Goldberg, quien tuvo que esperar dos años para lograr que el senado de su país lo
confirmara. No tiene una tarea fácil: debe coordinar posiciones sobre Venezuela, disminuir
la exportación de cocaína a Estados Unidos –en un punto récord–, mantener el apoyo de su
país al proceso de paz con las Farc a pesar de su desprestigio, y sostener tendencias
positivas en el comercio y en la inversión. Demostrar, en una palabra, que a pesar de los
problemas que vienen enfrentando, Bogotá y Washington pueden todavía ser grandes
aliados en la región.
País escoltado: los costos de la violencia política en Colombia
Con un costo de más de 2.500 millones de pesos diarios, cerca de 7.400 colombianos
tienen escoltas. Entre ellos, más
de 500 candidatos a las próximas
elecciones.
Tenemos que dejar al día, en las
próximas 72 horas, todas las
solicitudes de protección
recibidas hasta la fecha”. Esta fue
la orden y el plazo que el lunes 16
de septiembre le dio el
presidente Iván Duque a la
Unidad Nacional de Protección
(UNP) para que esa entidad entregue esquemas de protección, vehículos y escoltas a más
de 500 candidatos a Gobernaciones y Alcaldías. El primer mandatario hizo su anuncio en
medio de la zozobra generada en las últimas semanas por el asesinato de siete candidatos
en varias regiones del país y por el incremento de amenazas contra decenas de aspirantes
a cargos de elección popular para las elecciones de octubre. El día señalado por Duque la
UNP había cumplido con la entrega de esquemas para 565 candidatos de 130 partidos
diferentes. “Entonces ya habían llegado otras 1.100 peticiones nuevas de candidatos para
solicitar esquemas, por lo que en primer lugar debemos pedirle ayuda a los partidos para
que nos digan ellos mismos –que conocen sus candidatos y regiones– cuáles son los más
relevantes y urgentes. Hay 117.000 candidatos, y obviamente no podemos protegerlos a
todos”, explicó a SEMANA el director de la UNP, Pablo Elías González.

Fuente: Unidad Nacional de Protección-Ministerio del Interior


De acuerdo con los estimativos de esa entidad, el ritmo de solicitud de medidas de
protección de candidatos podría llegar los 3.000 para mediados de octubre. El asunto sin
duda está desbordado. Con los hombres y carros entregados la semana pasada, la entidad
llegó a la escandalosa cifra de 7.571 colombianos con escoltas, lo que implica una flota de
más de 4.000 vehículos y 5.900 hombres destinados a garantizar su integridad. Esto tiene
un costo diario de 2.500 millones de pesos, lo que representa cerca de un billón por año. Lo
anterior es solo lo que debe destinar la UNP, sin contar a otras entidades. Pero mientras se
deben hacer grandes esfuerzos para buscar recursos y proteger a quienes están en riesgo,
periodistas, políticos, exmagistrados y exfuncionarios públicos, entre otros, presionan y
mueven palancas para mantener grandes y numerosos esquemas que realmente no
necesitan.

Fuente: Unidad Nacional de Protección-Ministerio del Interior

Relaciones al rojo entre Colombia y Venezuela


Los dos países se encuentran en su peor momento. Sin embargo, durante más de 200 años
ningún conflicto entre los dos países ha terminado en guerra. Siempre el diálogo ha
imperado. ¿Será posible que también ocurra esta vez?

Lo que comenzó como una mala


casualidad se ha ido convirtiendo
en una creciente tormenta que ha
exacerbado los odios y temores
entre Colombia y Venezuela. Hace
dos semanas empezaron a circular
en el vecino país un par de fotos en
las que aparece el presidente
interino Juan Guaidó en compañía
de un par de líderes de la banda Los Rastrojos. La publicación de las fotos en los medios
colombianos desató varias polémicas en el país. Pero del lado venezolano han servido de
combustible para incendiar aún más las tensas relaciones. El primero que las dio a conocer
fue Diosdado Cabello, la mano derecha de Nicolás Maduro, en un programa de televisión
que él presenta. Diez días después, Wilfredo Cañizares, un investigador en temas de
derechos humanos en Norte de Santander, las publicó en su cuenta de Twitter. Y entonces,
cuando se viralizaron, comenzó la tormenta para Guaidó. Al lado de Guaidó salen alias
Menor y alias Brother. El primero habría llegado a ser el jefe máximo de Los Rastrojos, y el
segundo, jefe de finanzas. A ambos los capturaron las autoridades colombianas en junio
pasado. Según Cañizares, ellos y su banda ayudaron a entrar a Guaidó por una de las trochas
ilegales para que asistiera al concierto Venezuela Live Aid, el 23 de febrero. Guaidó no
cuestionó la autenticidad de las fotos y se limitó a decir que cuando se las tomaron no sabía
quiénes eran los hombres que, como muchos otros, ese día le pidieron una fotografía. Esta
semana, Cabello mostró una nueva foto que siembra más dudas sobre la versión. En esta,
Guaidó aparece montado en una camioneta conducida por un supuesto ‘rastrojo’. Sin
embargo, las autoridades no han verificado la identidad del presunto delincuente. Pero el
Gobierno colombiano ha sido cuestionado en este episodio, tanto por su falta de control en
la frontera, como por el hecho de que soldados de la Guardia Presidencial recibieron con
honores a Guaidó ese mismo día, poco después de haberse tomado las fotos con los
‘rastrojos’. Nicolás Maduro y su círculo tomaron estas y otras acciones como una
confirmación de la vieja teoría que desde Colombia se está gestando una invasión a
Venezuela. De lado y lado, voces guerreristas llaman a una confrontación. Si bien la actual
crisis tiene ciertos elementos que preocupan, las relaciones entre Venezuela y Colombia
nunca han estado exentas de problemas causados por la política interna de los dos, de
rupturas y de llamados a la guerra. Durante más de dos siglos de vida independiente,
además de los asuntos fronterizos, la política interna de los dos países ha causado
importantes conflictos. Esas desavenencias comenzaron unos años antes de que la Gran
Colombia se disolviera en 1830. Durante la década de 1820, los granadinos empezaron a
sentir un resentimiento contra los venezolanos debido a que 9 de las 12 intendencias
(especie de gobernaciones en las que se dividió el Estado surgido de la Constitución de
Cúcuta) estaban en manos de próceres del vecino país. Como explica el historiador
Armando Martínez, salvo Antioquia y Santa Fe, militares de Venezuela gobernaban el
antiguo territorio de la Nueva Granada. A esa molestia se sumó la enemistad entre Francisco
de Paula Santander y José Antonio Páez, y entre Santander y Simón Bolívar. Al disolverse
la Gran Colombia, la confrontación entre granadinos y venezolanos aumentó debido al
establecimiento de las fronteras y a la deuda externa contraída por Bolívar para financiar
sus expediciones militares para independizar el resto del continente. Pero la gota que
rebosó el vaso cayó con el golpe militar que el general venezolano Rafael Urdaneta,
apoyado por el Batallón Callao, le dio al presidente de la Nueva Granada Joaquín Mosquera.
Las tropas del occidente del país se levantaron y marcharon contra el usurpador y lo
derrotaron. La paz se selló en la Convención de Juntas de Apulo en 1831, con el acuerdo de
que los militares venezolanos regresaran a su país. Durante las guerras civiles del siglo XIX,
ocurridas a lado y lado de la frontera, las tensiones entre ambos países aumentaron,
particularmente entre 1885 y 1903. En la confrontación de 1885, que acabó con el
federalismo en Colombia, el nuevo gobierno conservador siempre se quejó del apoyo que
los liberales del estado Táchira le prestaron al radicalismo liberal colombiano. Esas
tensiones escalaron en 1895, cuando en la guerra civil de ese año el gobierno regenerador
de Colombia acusó a los liberales de organizar el levantamiento en Venezuela y de
aprovisionarse en ese territorio de armas y pertrechos. El año de 1899 fue particularmente
complejo. Cipriano Castro inició desde Cúcuta el levantamiento en Venezuela contra el
gobierno de Ignacio Andrade, que se conocería como la Revolución Liberal Restauradora.
Una vez en el poder, Castro apoyó secretamente al Partido Liberal colombiano durante la
guerra de los Mil Días. Por su parte, el gobierno conservador colombiano le dio asilo al
general Carlos Rangel Garbiras, principal opositor al dictador venezolano, y apoyó su intento
de invasión que partió de Colombia en busca de derrocar a Castro. En San Cristóbal, las
fuerzas del gobierno venezolano en las que participó el colombiano Rafael Uribe Uribe
derrotaron a Rangel. El incidente causó la ruptura de relaciones entre las dos naciones e
incluso se llegó a hablar de una guerra entre ellas. Luego de este ciclo de tensiones, las
relaciones entre Colombia y Venezuela mejoraron. En el siguiente medio siglo se resolvieron
la mayoría de los conflictos limítrofes y el comercio bilateral comenzó a crecer lentamente.
Pero quedó pendiente la delimitación en las aguas en el golfo de Coquivacoa, que el 9 de
agosto 1987 causó la crisis de la corbeta Caldas. Debido a la incursión de ese buque
colombiano cargado de misiles en aguas no delimitadas, Venezuela movilizó sus fuerzas
navales. Durante 10 días la tensión entre los países llegó al límite de una confrontación
armada. Este incidente tuvo algo positivo: luego de las negociaciones, la integración
comercial y política aumentó como nunca antes, y las relaciones fueron bastante buenas
hasta la llegada de Álvaro Uribe y de Hugo Chávez. Debido a las posiciones ideológicas
antagónicas y al supuesto apoyo de Chávez o, por lo menos, su tolerancia ante la presencia
de grupos guerrilleros en Venezuela, las relaciones políticas entre ambas naciones se
resquebrajaron rápidamente. Hubo un corto intervalo, durante el gobierno de Santos,
cuando el país vecino fue garante de los acuerdos de paz con las Farc. Pero las relaciones
volvieron a desestabilizarse hasta llegar al punto en el que ahora se encuentran, cuando no
hay ningún canal diplomático activo. Para el excanciller Julio Londoño Paredes la situación
actual es, tal vez, la más complicada en la historia de las dos naciones. Primero, por la inédita
oleada migratoria de venezolanos a Colombia, cuya presencia y demandas sociales,
económicas, de salud, educación, vivienda o trabajo se sienten ya no solo en la frontera,
sino en gran parte del país. Segundo, por la compleja situación de seguridad, ilegalidad y
conflictividad social de la frontera, en especial en el Catatumbo, donde los gigantescos
cultivos de coca, cuyo producto final sale por Venezuela, se han convertido en una fuente
de conflicto entre grupos armados y carteles. A esto se suma el contrabando, la minería y
las rentas ilegales. Un tercer punto expone aún más a Colombia: que ahora aparezca como
el gran aliado de Donald Trump contra el gobierno de Nicolás Maduro. Eso le da municiones
a Maduro para denunciar “imperialismo”, lo que exacerba aún más el ambiente bélico. Una
confrontación militar sería desastrosa para el país, pues pese a la crisis económica y a las
dificultades de Venezuela, esta tiene un mayor poderío militar. Y nada garantiza que la
actual Casa Blanca, conocida por su volubilidad, cumpla sus anuncios de defender a su
aliado. Debido a las posiciones ideológicas antagónicas y al supuesto apoyo de Chávez a
grupos guerrilleros en Venezuela, las relaciones políticas entre ambas naciones se
resquebrajaron rápidamente. Hubo un corto intervalo, durante el gobierno de Santos,
cuando el país vecino fue garante de los acuerdos de paz con las Farc. Y un último factor
es la presencia del ELN, de las Farc y de otros grupos armados en territorio venezolano, que
ha servido para aumentar el miedo y elevar los ánimos bélicos de algunos sectores en
Colombia. Algunos incluso han planteado desarrollar acciones militares al otro lado de la
frontera para capturar o dar de baja a Iván Márquez o a Santrich. Varios de los expertos
consultados por SEMANA consideran que quienes piensan en confrontaciones y batallas
militares contra Venezuela no solo son irresponsables, sino que desconocen la historia entre
las dos naciones. Así lo plantea el historiador Álvaro Tirado Mejía, quien advierte que la
solución es hablar y abrir canales, diplomáticos o secretos, para negociar. Uno de los más
activos ha sido el propio Londoño, hoy decano de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones
Internacionales de la Universidad del Rosario. En una columna publicada en semana.com
recordó el Tratado de No Agresión, Conciliación, Arbitraje y Arreglo Judicial firmado por los
dos países el 12 de diciembre de 1939, que está plenamente vigente así acumule polvo en
los anaqueles de las cancillerías. Este instrumento establece solemnemente que los dos
países “se comprometen a no recurrir en ningún caso a la guerra ni a ejercer ningún acto de
agresión de la una contra la otra”. Igualmente, que las controversias “de cualquier
naturaleza o que por cualquier causa surjan entre ellas y que no hayan sido posible resolver
amigablemente por los medios diplomáticos ordinarios” deben someterse a los
procedimientos establecidos en el Tratado, que reflejaba “los últimos votos del Padre de la
Patria”.

Los sigilosos pasos del abogado de Álvaro Uribe


El enigmático abogado del expresidente
Álvaro Uribe, Diego Cadena, tendrá que
rendir testimonio en la Corte Suprema este
lunes. Entre otras cosas, deberá referirse a
varias interceptaciones y explicar cómo
supo de los actos reservados de la
investigación. Diego Cadena, abogado de
Álvaro Uribe, rendirá testimonio ante la
Corte Suprema el 23 de septiembre Diego
Cadena tiene tres investigaciones abiertas por los presuntos delitos de tráfico de
influencias, simulación de investidura y obstrucción a la justicia. El 2 de junio de 2018, a las
7:18 de la noche, el joven abogado Diego Cadena y el expresidente Álvaro Uribe sostuvieron
una inquietante conversación telefónica que grabó el CTI de la Fiscalía. La Corte Suprema
de Justicia, en investigación reservada, había ordenado interceptar a Cadena porque
extrañamente este abogado, sin ser apoderado de Uribe, estaba recorriendo prisiones
dentro y fuera del país para obtener testimonios que terminaban remitidos a los despachos
de los magistrados. Y el testigo clave contra el expresidente, Juan Guillermo Monsalve,
había alertado a la corte de que Cadena, supuestamente, lo estaba presionando para que
se retractara. La llamada en cuestión importa por varias razones. En esa conversación el
abogado le informó al expresidente que una magistrada auxiliar de la Corte Suprema,
Sandra Yepes, había visitado “hoy sábado en la tarde” al paramilitar y testigo Carlos Enrique
Vélez, preso en la cárcel de Palmira. “Presidente, regularmente la corte opera de lunes a
viernes por eso le dije yo en el mensaje ¿hoy sábado la corte visitando a este señor?”. Y
Uribe le preguntó: “¿Pueden estar en qué?”. A lo que Cadena respondió: “Presidente, están
buscando pruebas pero están trabajando demasiado rápido porque un sábado yo nunca he
visto en los años que llevo de ejercicio profesional que la corte vaya a hacer una diligencia
un sábado, por Dios, de pronto en el exterior sí pero en el país no”. En la llamada, Cadena
dice explícitamente que Vélez le dio la información que le trasmite a Uribe. Pero resulta
curioso, y hasta misterioso, que para ese momento ningún magistrado auxiliar había
hablado con Vélez ni lo había visitado, mucho menos un sábado. Sí es cierto el nombre de
la funcionaria, Sandra Yepes, en ese momento auxiliar del magistrado José Luis Barceló,
presidente de la Corte Suprema e instructor de la investigación. ¿Cómo podía saber Vélez,
preso en Palmira, que realmente esa persona estaba investigando el caso? En el diálogo
Uribe preguntó insistentemente al abogado: “¿Y qué orientación tendrá esa magistrada
auxiliar?”. A lo que Cadena le respondió: “Presidente, el señor no informa absolutamente
nada más, simplemente anotó el nombre de la magistrada. No tengo conocimiento de ella…
Pero ya investigué y sí trabaja en la corte, estoy averiguando de dónde es…”. Este lunes,
cuando Cadena comparezca ante la Sala de Instrucción de la corte para rendir su testimonio,
buena parte de los interrogantes girarán en torno al nombre del testigo Vélez y a la llamada
del 2 de junio de 2018. Una pregunta clave será si fue realmente Vélez quien le mencionó a
la magistrada auxiliar cuando la visita a la cárcel nunca existió. “Presidente, el señor no
informa absolutamente nada más, simplemente anotó el nombre de la magistrada. No
tengo conocimiento de ella… Pero ya investigué y sí trabaja en la corte, estoy averiguando
de dónde es…”. Solo dos meses después de esa llamada, el 24 de julio de 2018, la corte
notificó a Uribe de la apertura formal de investigación en su contra, y allí mismo lo citó a
rendir indagatoria por presunta manipulación de testigos. La fecha es muy recordada por la
reacción inmediata del expresidente. “La honorable Corte Suprema me ha llamado a
indagatoria, me siento moralmente impedido para actuar como senador y al mismo tiempo
adelantar mi defensa. Por lo anterior renuncio al Senado de la República”, dijo Uribe por
Twitter. Tras esto el abogado Jaime Granados, este sí apoderado del expresidente en la
corte, acudió al Palacio de Justicia para recibir copia del auto y de los respectivos anexos del
expediente. Se supone que solo en ese momento la defensa del exmandatario conoció las
evidencias, incluyendo miles de interceptaciones y seguimientos. Pero las propias labores
de investigación del CTI sobre Diego Cadena indican que este tenía información del trabajo
reservado de la corte desde mucho antes. En Bogotá y Cali los investigadores, con audios
y trabajo de campo, les siguieron los pasos a Cadena y establecieron que el joven abogado
le reveló al expresidente Uribe que las autoridades les hacían interceptaciones y
seguimientos. Efectivamente, la corte tenía monitoreada una línea del expresidente y las
de varios de sus asistentes, además de la del propio Cadena. “Se infiere que quien dio la
información a Álvaro Uribe y a Fabián (asistente del expresidente) respecto a la intervención
de las líneas telefónicas del señor Uribe y las de su núcleo fue el abogado Diego Cadena”,
dice un analista del CTI en un informe de resultados del 8 de junio de 2018 dirigido a la
corte. En el expediente hay innumerables registros de Cadena de visita en cárceles en el
país y el extranjero para hablar con narcos presos, algunas veces en compañía de agentes
de la DEA. El abogado tiene muchos contactos en la embajada de Washington en Bogotá, y
pasa la mitad del tiempo en Estados Unidos, a donde se desplaza en su avión privado. Como
abogado se especializa en convenir entregas y sometimientos de narcos a la justicia gringa.
En síntesis, las evidencias parecen señalar que mientras que la corte investigaba bajo
reserva, Cadena adelantaba su propia contrainvestigación. En Bogotá y Cali los
investigadores, con audios y trabajo de campo, les siguieron los pasos a Cadena y
establecieron que el joven abogado le reveló al expresidente Uribe que las autoridades les
hacían interceptaciones y seguimientos. Dentro de las labores de investigación del CTI
también figura un seguimiento a Cadena el 20 de marzo de 2018 en Bogotá. Ese día el
abogado visitó al testigo Juan Guillermo Monsalve en la cárcel y luego fue al Hotel
Tequendama para reunirse con el expresidente Uribe. En el parqueadero del lugar se
encontró con varias personalidades del Centro Democrático, como Francisco Santos y el
senador Ciro Ramírez (ver fotos). “Ese día yo fui al Hotel Tequendama y me reuní con Uribe
en el piso octavo, le llevé un mensaje de Monsalve”, le explicó Cadena a SEMANA. Según
el abogado, Monsalve envió tres razones al expresidente: 1) Que le ofrecía excusas por
haber hecho falsas declaraciones contra él y su familia. 2) Le solicitó seguridad porque
anticipaba que al retractarse tendría muchos enemigos peligrosos. 3) Finalmente, le pidió
que el ganadero antioqueño Juan Guillermo Villegas, amigo común, le confirmara que
Cadena era apoderado del expresidente para hacerle entrega de su carta de retractación.
“Uribe –dice Cadena– respondió: ‘Dígale que no hay ningún problema, que solo le pido que
diga la verdad, que haga todo por encima de la mesa y que le pida la seguridad a la corte’”.
El abogado también asegura que en ese momento Uribe tomó un teléfono y llamó a Villegas
para enviar el aval del abogado. Cadena insiste en que Monsalve estaba tratando de
hacerlo caer en una trampa para dar la impresión de que estaba forzando su retractación
ante la corte. Hasta hace unas semanas la versión de Monsalve era el único problema en
ese sentido. Pero el paramilitar Carlos Enrique Vélez –mencionado en la interceptación del
2 de junio– pasó por el estrado e hizo una declaración explosiva. Aseguró, con recibos en
mano, que el abogado Cadena le hizo varios giros a cambio de obtener un testimonio
favorable al expresidente Uribe. El CTI le siguió los pasos a Cadena. En un video quedó el
registro de una reunión en el Hotel Tequendama. Al llegar se encuentra con el senador Ciro
Ramírez y con Francisco Santos. El abogado llevará este lunes a la corte una serie de
elementos para tratar de desvirtuarlo. Cadena dice que Vélez inicialmente le dio un
testimonio espontáneo en el que aseguró que el senador Iván Cepeda ofreció beneficios a
presos para que incriminaran a Uribe, y que varios paras se montaron en ese bus. El
abogado admite que le dio pequeños aportes, de cerca de 200.000 pesos, a Vélez para los
gastos de llamadas a fin de que el preso contactara a otros paramilitares que podría dar
testimonio. Y que en un momento, como ayuda humanitaria, le giró 2 millones de pesos,
pero para auxiliar a un hijo pequeño de Vélez que estaba moribundo en una clínica. “Yo
sabía que eso era delicado y podía ser un problema, por eso me asesoré. Di la instrucción
de ir a una notaría y dejar en declaración todo con los chats y demás elementos que
evidencian que se trató de un auxilio humanitario”, dice Cadena. El abogado recalca que
también por orden suya nunca hubo plata en efectivo sino giros “para que de todo quedara
la estela”. SEMANA también le preguntó al abogado cómo supo que la corte estaba
monitoreando al expresidente Uribe y su entorno laboral cuando se adelantaba la
investigación bajo reserva. Al cierre de esta edición Cadena no había respondido. El
abogado prefiere entregar esas explicaciones ante los magistrados.

Exportaciones de bombas y fusiles ponen a Colombia en el mercado mundial de armas


Colombia acaba de concretar sus mayores exportaciones de armamento en la historia.
Miles de fusiles para combatir las amenazas transnacionales en Guatemala y bombas para
la guerra de Emiratos Árabes contra Isis marcan su ofensiva en el mercado bélico
internacional.
Colombia
acaba de hacer
una de las
mayores ventas
de armas de su
historia.
Indumil, la
estatal a cargo
de la
producción
bélica, enviará
a Guatemala
8.000 fusiles
Galil SAR Córdova 13, calibre 5,56x45 milímetros. Cada uno vale aproximadamente 1.290
dólares, lo que significa que se trata de un negocio que ronda los 10 millones de dólares,
una cifra casi inédita en las exportaciones de armas del país. Detrás de la transacción hay
todo un movimiento de esa industria colombiana para posicionarse a nivel internacional en
el mercado de la defensa. El arsenal vendido por Indumil no es poca cosa. Las Farc, por
ejemplo, entregaron menos que eso en su proceso de desarme, en el que pusieron 6.177
fusiles a disposición de Naciones Unidas. Y aunque la fecha del embarque de los Galil a
Guatemala no se conoce por motivos de seguridad, se sabe que saldrán desde el puerto de
Cartagena en un buque designado por el gobierno del país centroamericano. Este es el
Galil, un fusil creado en Israel y perfeccionado durante años en Colombia. Indumil acaba de
venderle 8.000 unidades a Guatemala. Bomba MK 81 como las que Indumil vendió a los
Emiratos Árabes, interesados en armarse para combatir a Isis. También venden explosivos
mineros. El negocio forma parte de un convenio firmado en Bogotá entre el general Luis
Miguel Ralda, ministro de Defensa de Guatemala, y el almirante Hernando Wills Vélez,
gerente de Indumil. Los guatemaltecos no compraban un arsenal así desde 1978 y, según
explicaron fuentes de ese gobierno, lo hacen para atender las actuales amenazas del crimen
transnacional como el narcotráfico, el terrorismo y el tráfico de personas. Pero la
transacción también implica un hito para la industria militar colombiana. De hecho, la
fabricación de esos fusiles es uno de los mayores logros internacionales de Indumil. Los
Galil terminaron por convertirse en el arma principal de la infantería colombiana desde que
empezaron a llegar a finales de los años noventa desde Israel,donde los concibieron. Y
Colombia, uno de sus mayores usuarios en el mundo, durante años tuvo que comprarlos al
país de origen. Pero a comienzos de la década pasada Israel dejó de producir esos fusiles y
Colombia, por el contrario, siguió trabajando por mejorarlos hasta el punto en que Indumil
empezó a venderles repuestos a los propios israelíes. Los nuevos modelos del fusil, como
los vendidos a Guatemala, tienen ya el sello local, pues buena parte de sus piezas han
recibido mejoras importantes. La exportación de ese arsenal a Guatemala no es un negocio
aislado. De hecho, Colombia negoció hace poco su mayor venta en la historia. Se trata de
un contrato con Emiratos Árabes celebrado en 2017 y hecho efectivo el año pasado. Indumil
recibió 22,4 millones de dólares por la venta de bombas MK 81 de 250 libras y MK 82 de
500 libras, lanzables desde aviones. Ese país se ha convertido, a punta de petrodólares, en
uno de los mayores importadores de armas del mundo, y su interés por ese tipo de munición
de fabricación colombiana surgió a partir de la guerra con Estado Islámico o Isis y los
conflictos con algunos de sus vecinos de Oriente Medio. El negocio fue tan grande para lo
acostumbrado por Indumil, que representó el 95 por ciento de sus ingresos por
exportaciones durante 2018. Hizo otras 15 ventas a Paraguay, Surinam, Israel y Estados
Unidos, que apenas sumaron 1,1 millones de dólares. El negocio con los Emiratos Árabes
impulsó las exportaciones bélicas colombianas a su punto máximo, 68.000 millones de
pesos, frente a los 8.400 de 2017. Sumando los cuatro años anteriores, esos ingresos no
alcanzan ni a la mitad de lo logrado el año pasado. Y con la reciente venta de los fusiles a
Guatemala, Indumil podría conseguir un resultado similar este año. Esas ventas
internacionales de armas contrastan con los resultados a nivel interno. El presupuesto del
sector defensa ha caído en los últimos años y las Fuerzas Armadas, motivadas por el
desescalamiento del conflicto tras la firma del acuerdo de paz con las Farc, disminuyen cada
vez más sus compras. Por ejemplo, según los informes financieros de Indumil, mientras que
en 2014 el Ejército hizo compras por 72.000 millones de pesos, el año pasado solo llegó a
14.000 millones. La Fuerza Aérea, que en 2014 compró 7.600 millones de pesos, compró
1.187 en 2018. Es decir, las ventas de productos militares a nivel interno han dejado un
hueco que se ve compensado con las recientes exportaciones.

Histórico Exportaciones 2014-2018


La estrategia de internacionalizar las armas hechas en Colombia empezó a tomar vuelo en
el último quinquenio, a la par que avanzaban las negociaciones con las Farc. Hacia 2015 y
2016, por ejemplo, emisarios del jeque Jalifa bin Zayed Al Nahayan y del rey Salmán bin
Abdulaziz, los monarcas de Emiratos Árabes y Arabia Saudita, respectivamente, visitaron la
fábrica de municiones Santa Bárbara, en Sogamoso, una de las tres de Indumil. En la Antonio
Ricaurte, en Sibaté, hacen explosivos, y en la José María Córdova, en Soacha, fabrican
armas. En su informe de gestión de 2018, Indumil dejó clara la estrategia. “La empresa se
enfocó en posicionar a la Industria Militar Colombiana en el exterior, buscando diversificar
las relaciones, tanto comerciales como bilaterales, con el fin de llegar a nuevos mercados”.
Para eso, habrían establecido contactos con al menos 15 embajadas colombianas en el
exterior, entre las que están las de Estados Unidos, Bélgica, Francia, Turquía, India, Corea
del Sur, Kenia y Sudáfrica. Indumil ha contactado con al menos 15 embajadas en América,
Asia, Europa y África para expandir el negocio. El negocio internacional de la guerra se
perfila, entonces, como el área más prometedora de Indumil. Pese a que la empresa tiene
en la fabricación de armas su línea más conocida, su verdadero negocio ha estado en la
minería y la infraestructura. De hecho, de los 585.000 millones en ingresos que la estatal
tuvo el año pasado, solo el 15 por ciento corresponde a productos militares. En ese periodo,
a Indumil le entraron 250.000 millones de pesos por vender emulsiones y materiales como
el Anfo a 19 empresas como Cemex o Argos, que lo usan para explotar canteras o para la
minería a cielo abierto. Los negocios con el sector de la infraestructura, por ejemplo, les
significaron 42.500 millones de pesos, impulsados por el comienzo de nuevas concesiones
viales de cuarta generación, especialmente en Antioquia. Eso sí, los recientes negocios de
Indumil son apenas los primeros pequeños pasos en un mercado muy lucrativo a nivel
global. El hecho de que Colombia hoy esté desarrollando y modernizando los Galil, por
ejemplo, abre una ventana de oportunidad. Los cuerpos policiales en México, Costa Rica u
Honduras, y los militares de Portugal y Sudáfrica aún utilizan estos fusiles. Lo cierto es que
ahora hay bombas colombianas que estallan en Oriente Medio, en una de las zonas más
‘calientes’ el mundo. Y pronto habrá fusiles colombianos en la lucha contra el crimen en
Centroamérica.

“El cannabis medicinal debe desmitificarse”


El 3 de octubre tendrá lugar en Bogotá el foro ‘Discusiones éticas en torno al cannabis
medicinal’. Foros Semana habló con Martha Edith Oyuela, vicepresidenta de Salud de
Khiron, sobre el panoramade esta industria en el país y los principales mitos alrededor de
estas nuevas terapias alternativas.
Foros Semana: ¿Cuáles son los principales beneficios del cannabis medicinal?
Martha Edith Oyuela: El cannabis medicinal es una planta ancestral cuyos beneficios se
conocen incluso desde antes de Cristo, los cuales, con el paso del tiempo, se han podido
implementar en la medicina basada en la evidencia. Los principales beneficios están
enfocados en el tema del dolor crónico, la epilepsia refractaria, trastornos de ansiedad y
vómito posquimioterapia, y en el manejo de síntomas en enfermedades como el Parkinson,
la esclerosis lateral amiotrófica (ELA) y muchas más. Es importante aclarar que es
fundamental fortalecer la investigación sobre esta alternativa terapéutica para ampliar su
gama de beneficios.

F.S.: ¿Quiénes no deberían hacer uso del cannabis medicinal?


M.O.: El cannabis medicinal se usa como coadyuvante; es decir, que acompaña la terapia
que ya está usando el paciente. Como todo medicamento, tiene unas precauciones y unas
recomendaciones que dependen mucho de la patología, la edad y el estado general del
paciente; sin embargo, el cannabis medicinal tiene un perfil de seguridad muy grande y no
existen contraindicaciones absolutas para su uso. Eso sí, debe usarse con precaución y
seguimiento juicioso por parte de un especialista en trastornos de ansiedad bipolar,
psicosis, arritmias e hipertensión arterial.

F.S.: ¿Por qué después de suficiente evidencia científica sigue habiendo tabús sobre el uso
del cannabis medicinal?
M.O.: En Colombia, debido a nuestra historia y a intereses económicos y políticos, hay
mucha resistencia desde diferentes sectores. El tema final de discusión es cómo podemos
trabajar en conjunto para que no existan esas barreras y que las personas puedan
beneficiarse de una alternativa terapéutica como esta. Es clave que el cannabis sea prescrito
por especialistas que hayan recibido educación de alta calidad, que puedan hacer
seguimiento y administrar las dosis de sus pacientes. Pero al final la discusión es ética: si es
claro que hay personas que necesitan esta alternativa terapéutica y en muchos países ya se
está usando, ¿por qué no puede suceder lo mismo en Colombia? ¿Cómo lograr que
pacientes que padecen enfermedades cuyos síntomas deterioran su calidad de vida puedan
aliviarse? Los detractores del cannabis medicinal pueden poner a la gente en contra
mencionando mitos. Hay que desmitificar con argumentos médico-científicos y medicina
basada en la evidencia. Existen situaciones tan complicadas como la epilepsia refractaria en
niños que convulsionan muchas veces al día, que pueden ser tratados con cannabis como
coadyuvante.

F.S.: ¿Cómo asegurarse de que el uso del cannabis medicinal no genere una crisis como la
que se vive con el uso de opioides en Estados Unidos?
M.O.: Lo primero que hay que trabajar en torno a cualquier alternativa terapéutica es la
educación. Es fundamental en todos los profesionales de la salud, en las personas que lo
van a recibir, en las familias que acompañan a los pacientes y en la comunidad en general.
Existe, además, un tema de responsabilidad ética desde la industria, de hacer seguimiento
a los pacientes y a los médicos prescriptores para lograr un uso seguro. En relación con el
uso de opioides, el cannabis medicinal es una alternativa contra el dolor crónico, con
menores efectos secundarios, más segura y menos costosa.

F.S.: ¿Y cómo asegurar que así suceda?


M.O.: Es un trabajo entre todos los actores: industria, comunidad, entes gubernamentales,
profesionales de la salud, universidades, etc., para asegurar que toda la ruta, desde la planta
hasta que llegue al destinatario final, sea segura.

F.S.: Después de varios años de aprobar la Ley para el uso del cannabis medicinal en el país,
¿por qué no se ha logrado que esta industria despegue?
M.O.: La industria ha despegado y ha crecido. Lo que no hemos logrado es conseguir su
propósito superior: que las personas que lo necesiten lo puedan usar. Necesitamos mucha
voluntad política y trabajo mancomunado, principalmente desde el Gobierno y el Ministerio
de Salud, para articular los diferentes intereses teniendo presente que hay muchas
personas que necesitan esta opción. Adicionalmente, que genere puntos de control en toda
su ruta para asegurar un uso seguro. El compromiso se evidenciará el día que tengamos el
primer paciente en Colombia que pueda beneficiarse.

Conozca más de este foro en www.forossemana.com


Fecha: jueves, 3 de octubre
Lugar: Bogotá, Hotel JW Marriott (calle 73 # 8-60)
Hora: de 7:00 a.m. a 12:30 p.m.

ENTREVISTA

“Las noticias falsas son hoy un grave riesgo electoral”: Juan Carlos Galindo

El registrador habla de los desafíos en las elecciones regionales ante el aumento de la


violencia y la desinformación en redes sociales.
Registrador Juan Carlos Galindo habla de las elecciones regionales y fake news Juan Carlos
SEMANA: El 27 de octubre usted vivirá sus últimas elecciones como registrador. ¿Cuántas
ha hecho en estos cuatro años?
Juan Carlos Galindo: Muchas más de las que se podrían imaginar. Comencé con las
elecciones regionales en 2007 cuando fui registrador por primera vez, luego vinieron el
plebiscito, las elecciones de Congreso, las consultas interpartidistas, las dos vueltas de la
elección presidencial, la consulta anticorrupción. A eso, hay que sumarle las elecciones
atípicas, que han sido 43 en estos 4 años, y que tienen que ver con la elección de
mandatarios cuando se produce vacante absoluta de cargos de alcalde y gobernador, por
destitución o renuncia. Han sido más de medio centenar de procesos electorales y el 5 de
diciembre culmina mi periodo.

SEMANA: ¿Cuál es la magnitud de lo que se vive en esas elecciones regionales?


J.C.G.: Estas son las elecciones más complejas, desde el punto de vista logístico. Son 3.306
elecciones un mismo día: 32 de gobernadores, 32 de asambleas, 1.101 de alcaldes, 1.101
de concejos y 1.040 de JAL. Son complejas porque cada una de estas elecciones tiene sus
propios tarjetones, sus propios formularios E14, así como la infraestructura de sistemas
necesaria para el preconteo, el escrutinio y la digitalización de los documentos. En octubre
habrá 117.830 candidatos, el mayor número de mesas de votación hasta el momento
108.300 y 11.590 puestos de votación. Vamos a imprimir cerca de 179 millones de tarjetas
electorales.

"La gente comparte las noticias falsas un 70 por ciento más que las reales".

SEMANA: Tristemente en el país persisten riesgos muy grandes para estas elecciones. La
Misión de Observación Electoral registró 53 candidatos víctimas de violencia política: 39
amenazados, 2 secuestrados, 5 víctimas de atentados y 7 asesinados. ¿Cómo enfrentar
esto?
J.C.G.: Sí, es muy triste constatar los problemas de violencia que estamos viviendo. Las
elecciones son un proceso de Estado, en el que participan todas las autoridades públicas.
La labor de la Registraduría es logística: disponer los medios para que los ciudadanos
puedan sufragar, para que los votos puedan consolidarse, y para divulgar los resultados.
Pero la Policía Nacional y las Fuerzas Militares deben atender la seguridad y la protección
de las personas. El presidente ha dado las instrucciones a todas las autoridades
gubernamentales y a los organismos de seguridad para que permanentemente estén
atentos y protejan a candidatos, campañas e infraestructura electoral. De otro lado,
obviamente un proceso electoral de autoridades territoriales genera mucha discusión
política,pero hago un llamado para que aceptemos esta invitación electoral y participemos
con todo respeto y consideración.

SEMANA: Cada elección debe implicar enormes desafíos. ¿Cómo siente que ha cambiado la
política en estos años?
J.C.G.: No quisiera hablar de la política, pero sí le puedo contar cómo han cambiado los
procesos electorales, porque trabajo en estos temas desde mucho antes de ser registrador.
En las elecciones de 2002, yo era procurador delegado ante el Consejo de Estado y
presentamos una demanda de nulidad de la elección de Senado de la República, y se
anularon miles de votos. Lo cuento para explicarle que desde esa época y hasta hoy ha
habido un giro total. Antes las elecciones no se controlaban porque no existía ni la
conciencia sobre la importancia del control por parte de las autoridades, ni tampoco la
tecnología para combatir los carruseles, los votos cantados y todas esas maniobras para
alterar fraudulentamente los resultados. Eso ya no pasa. Hoy hay muchísimos ojos en el
proceso, muchos mecanismos de control y una gran cantidad de información en manos de
las campañas y de los ciudadanos.

SEMANA: ¿Qué ha permitido este giro?


J.C.G.: El verdadero cambio lo trajo la tecnología. Hoy existen sistemas que permiten
reportar en tiempo real cómo se desarrollan las jornadas. Se digitalizan todos los
documentos electorales. Para octubre vamos a tener una mejora muy sustancial. Por
primera vez, vamos a digitalizar el formulario E-14 de claveros, el que se utiliza en los
escrutinios. Se podrán confrontar las imágenes de los dos ejemplares, el de delegados y el
de claveros. Los partidos y movimientos políticos contarán, en tiempo real, con la
información del desarrollo de los escrutinios, con la información del mesa a mesa. Antes
este proceso se hacía proyectando un video beam con los representantes de los partidos, y
esto va a facilitar mucho el trabajo de los escrutadores y del control ciudadano.

SEMANA: La tecnología es un arma de doble filo. Por un lado, son entendibles esas mejoras
en el proceso, por el otro las redes sociales hoy también impactan de manera negativa la
democracia. ¿Lo siente así?
J.C.G.: Sí, desde este punto de vista el cambio ha sido muy grande. Hoy la desinformación y
las noticias falsas constituyen un verdadero riesgo electoral. Una información errada puede
poner en riesgo el proceso, porque en muchos casos lo que se busca es crear pánico y
desconfianza en las instituciones. Entonces, una alerta falsa en redes sociales puede
conducir a que en la vida real exista el riesgo de que, por ejemplo, la gente termine
quemando los tarjetones, las mesas de votaciones, los tarjetones, que no vote, etcétera.
Nosotros nos tomamos muy en serio esas noticias falsas, por eso tenemos un programa
#verdadelecciones2019, que entre otras cosas utiliza un sistema de inteligencia artificial
para monitorear las conversaciones de redes que pueden tener este tipo de
desinformación, y que nos permitirá corregir los falsos contenidos y difundirlos nuevamente
por las redes. En la propia página web de la Registraduría se podrán verificar las noticias
falsas y la información verdadera del proceso electoral.

"En octubre habrá 117.830 candidatos y 108.300 mesas, el mayor número hasta el
momento".

SEMANA: ¿Ese riesgo está medido hoy?


J.C.G.: Es muy difícil de medir con anticipación. Esos mensajes pueden crecer como espuma
y crear dificultades de gobernanza. Este año, un estudio de MIT comprobó que la gente
comparte las noticias falsas un 70 por ciento más que las reales y que viajan seis veces más
rápido. Nosotros eso lo hemos vivido. En el plebiscito, por ejemplo, comenzó a circular una
información falsa sobre unos supuestos esferos borrables que se iban a utilizar para alterar
los resultados. Salía un señor mostrando que con un secador se podía correr la tinta en los
tarjetones. Eso era no solo falso, sino absurdo porque habría implicado que en cada puesto
de votación hubiera un secador, pero en su momento hizo mucho daño. Por
eso,impulsamos la firma de un Pacto Ético por la Información, que fue suscrito por los
directores de todos los partidos y movimientos políticos, en el cual se comprometieron a la
lealtad informativa.

SEMANA: Las autoridades y en especial la justicia tiene hoy cómo identificar a quienes
promueven este tipo de información para afectar las elecciones de manera fraudulenta?
J.C.G.: Combatir esa amenaza no es un trabajo solo de las autoridades electorales. También
es una responsabilidad de los mismos protagonistas de la política, de cómo desde las
campañas se lucha contra la manipulación fraudulenta de los electores. Nosotros, a su vez,
trabajamos de manera coordinada con la Fiscalía y la Policía para alertar sobre estos hechos,
y para que en forma inmediata se adelanten las pesquisas respectivas y se castigue a los
responsables. Y tenemos un trabajo muy sólido para atacar los riesgos de ciberataques. La
registraduría tiene sus propios sistemas de seguridad y defensa, pero también coordinamos
un Puesto de Mando Unificado con las autoridades de inteligencia y de seguridad del
Estado, para neutralizar cualquier amenaza en este frente.

SEMANA: Las plataformas tecnológicas, Facebook y Twitter, han anunciado que también
hacen acciones para proteger el proceso. ¿De qué se tratan?
J.C.G.: Logramos la firma de unos memorandos de entendimiento para este proceso con las
plataformas de redes sociales. Facebook, Twitter y Google firmaron un código de buenas
prácticas con la Comisión Europea que busca evitar que esas plataformas terminen siendo
vehículos para diseminar falsedades, en especial en elecciones. A propósito de esa
experiencia tendremos un trabajo coordinado con ellas para combatir este flagelo, que hoy
constituye un verdadero riesgo electoral.

SEMANA: Algunas voces de la política suelen decir siempre antes de elecciones que se
cierne un fraude. ¿Usted está tranquilo con eso?
J.C.G.: Sí. la Registraduría Nacional del Estado Civil ha venido fortaleciendo el proceso
electoral en sus diferentes fases y acciones, lo que ha permitido brindar escenarios
democráticos. En las pasadas elecciones, algunos partidos y grupos de ciudadanos pidieron
que existiera una auditoría internacional de los software que utiliza la Registraduría.
Recordemos que no es un software, que son 15 software y aplicativos que se usan. Para
estas elecciones territoriales trabajamos con el Instituto Interamericano de Derechos
Humanos con sede en Costa Rica y su Centro de Asesoría y Promoción Electoral IIDH/Capel.
Ellos conformaron un equipo de ingenieros de sistemas de las principales autoridades
electorales de América Latina, que están evaluando la funcionalidad y seguridad de los
sistemas. Han venido dos veces al país, para examinar el desarrollo de los programas, sus
pruebas, asistirán a los simulacros preparatorios y estarán presentes en las votaciones. Se
reunirán con la MOE, con los auditores de los partidos y movimientos políticos. Por otro
lado, voy a cerrar mi paso por la Registraduría dejando las certificaciones de calidad de los
procesos electorales, respecto de la norma de calidad ISO 9001/2015 y la TS 54001/2019,
con Icontec y con el Organismo Internacional de Acreditación Electoral (IAB).

SEMANA: Ya que hablamos del fin de su periodo, cuéntenos qué sabe de su reemplazo?
J.C.G.: Yo respeto el proceso que están llevando a cabo las altas cortes para esta designación
y por esa misma razón, no me pronuncio ni participo en ese procedimiento. Espero que
elijan a la persona más apropiada, que siga liderando los destinos de la Registraduría
Nacional del Estado Civil y fortaleciendo la institución que es pilar de la democracia en
Colombia.

OPINION

Daniel Coronell
Abogánster
–Yo te digo que tengo varias profesiones. De día abogado, de noche abogánster –afirma
el apoderado del senador Uribe.
Este lunes la sala de instrucción de la Corte Suprema de Justicia recibirá el testimonio de
Diego Javier Cadena Ramírez. Cadena ha sido abogado de varios narcotraficantes como alias
Don Diego, alias Don Mario y Diego Rastrojo. Es conocido por su habilidad para conseguir
en las cárceles –de Colombia o de Estados Unidos– videos y cartas para beneficiar a sus
clientes o perjudicar a sus detractores. Fue él quien trajo desde la prisión una carta de Víctor
Patiño Fómeque a favor de la actual gobernadora del Valle Dilian Francisca Toro. También
patinó otra misiva de alias Gordo Lindo para amparar a Santiago Uribe Vélez.
Cadena es abogado de Álvaro Uribe y ha sido el hombre clave para el reclutamiento de
testigos, a su favor, en el caso que la Corte sigue contra el senador por los presuntos delitos
de soborno y fraude procesal.
En una de las interceptaciones, legalmente ejecutada por funcionarios judiciales, el
abogado Cadena habla de sí mismo con una amiga. En la llamada señala que tiene varias
ocupaciones:

–Ayer andaba en mis labores de agricultor –señala Diego Cadena.

–Ah, bien –responde su amiga–, eso está muy bien.

–Yo te digo que tengo varias profesiones. De día abogado, de noche abogánster –afirma el
apoderado del senador Uribe–. Un día a la semana, dos días a la semana, agrónomo.

–De noche ¿qué? –pregunta la interlocutora.

–Abogánster –reitera Diego Cadena mientras se ríen de la autodefinición.


–Yo te digo que tengo varias profesiones. De día abogado, de noche abogánster –afirma el
apoderado del senador Uribe.

El auto de la Corte Suprema que fija la fecha de indagatoria al senador Uribe también señala
que existen tres procesos en marcha contra el abogado Cadena: el primero, en la Fiscalía
segunda delegada ante el Tribunal de Bogotá por el presunto delito de tráfico de influencias.
El segundo, en la Fiscalía tercera ante el Tribunal de Bogotá por el presunto delito de
simulación de investidura o cargo. Y el último, en la Fiscalía séptima delegada ante ese
tribunal por presuntos delitos contra la recta y eficaz administración de justicia.

El senador Uribe ha desatado una intensa campaña mediática y política llena de entrevistas
favorables y anunciadas manifestaciones para tratar de atemorizar a los magistrados que
deben tomar una decisión en derecho y libre de presiones. Su febril actividad no ha podido
borrar las razones por las cuales debe responder y que quedaron escritas en el llamamiento
a indagatoria de la Corte Suprema:
“En la actualidad, el senador Uribe Vélez continúa utilizando los servicios del abogado Diego
Javier Cadena Ramírez, quien, con la colaboración de otras personas, ha contactado en
diferentes cárceles –y por fuera de ellas– a exmiembros de grupos paramilitares para que –
a cambio de favores jurídicos y al parecer dinero– elaboren escritos y videos a favor del
senador Álvaro Uribe Vélez y de su hermano Santiago”.
Uno de esos exparamilitares es Carlos Enrique Vélez, quien ya le dijo a la Corte que había
recibido pagos de Diego Cadena. El abogado no niega que le haya dado plata al testigo, pero
sostiene que lo hizo como un “acto humanitario”.

Este hombre de buen corazón también le ofreció a Juan Guillermo Monsalve, el testigo
contra Uribe preso en la cárcel La Picota, que le elaboraría –sin ningún costo– un recurso
de revisión de su condena. La oferta generosa tuvo lugar el mismo día en que le decía que
no quería presionarlo:

–Una pregunta, Juan Guillermo, que se acaba el tiempo. Entiendo todo lo que usted dice y
no quiero que tenga el mínimo grado de presión –dice Cadena grabado por el testigo–.
Entonces le hago una pregunta a usted. En el tiempo, mañana por la mañana, tendríamos
que hacerlo ahora. Al menos para abrir un poquito la puerta, algo cortico: Yo, Juan
Monsalve, estoy dispuesto a esclarecer unos hechos…

–No, doctor, ¿después de que yo firme eso qué? –cuestiona Monsalve–. No… le pregunto
al doctor.

La paciencia del doctor Cadena se agotó unos minutos después y estalló con esta
afirmación, también grabada y disponible en el expediente:

“Lo que yo digo es… redactemos el hijueputa documento. Si no, yo vengo mañana. Mañana
a primera hora presento el recurso. Eso es importante. La más importante de todas las
declaraciones que hizo falta. Llevo cuatro… Las tengo ahí afuera en la camioneta”.
Esta es la clase de persona, y de abogado, que el lunes presentará su testimonio ante la
Corte Suprema de Justicia. Los magistrados deben determinar si incurrió en esas conductas
solamente por su propia iniciativa.

María Jimena Duzán


Los que van a ganar
Así está la política en Colombia. Convertida en un ejercicio feudal, con un claro talante
mafioso, en donde las ideas terminaron siendo subversivas y donde el disenso es visto como
un pecado que se paga caro.
A no ser que ocurra un milagro, las elecciones del 27 de octubre las van a ganar los
poderosos clanes que se tomaron por asalto la política en varias regiones del país.
En el departamento del Atlántico, el clan Char, en el poder desde hace 12 años, va a poner
alcalde y gobernadora. A pesar de que a Alex Char, se le relaciona con el escándalo de
Odebrecht y con el de la Triple A, su toque de Midas sigue inalterable y la Fiscalía sigue sin
investigar los cabos sueltos que podrían exponerlos. Los Char a su vez son aliados del clan
de los Cote en el Magdalena, cuyo pasado pecaminoso por la parapolítica poco les ha hecho
mella, porque están a punto de poner al próximo gobernador.
Los hilos de poder que se manejan desde Charlandia llegan hoy hasta el departamento de
Córdoba, en donde también es muy probable que pongan gobernador. Si todos estos
candidatos ganan en octubre, el gran triunfador de estas elecciones podría ser el clan Char
que anda en la tarea de posicionar a Alex Char como su candidato a la Presidencia de la
República. Para eso es el poder en los clanes: para imponer su sangre y su descendencia. La
política se nos volvió feudal, sin remedio.
En Sucre, el cuestionado Yahir Acuña puede ser elegido como nuevo gobernador, pese a
que tiene una investigación abierta por parapolítica. Su clan está integrado hoy por su
esposa Milena Jarava, actual representante a la Cámara por el PIN, otro de esos partidos
que se han convertido en negociantes de avales.
En los clanes, la unión se hace en torno al parentesco y no a las ideas y se privilegia la
sujeción y el silencio a la transparencia y el debate público. Se siente el tufillo mafioso: la
democracia y la posibilidad de disentir no son mayor dogma en los clanes y los que se
atreven a cuestionarlos, no son bienvenidos.
Ese es también el caso del clan de los Gnecco en el Cesar, dominado por la figura estelar de
Cielo Gnecco: ellos, los Gnecco, también van a poner al próximo gobernador y alcalde. Sus
estrechos vínculos con la parapolítica no les pesan, ni tampoco el hecho de que su primo el
exgobernador Kiko Gómez esté desde la cárcel intentando poner al próximo gobernador de
La Guajira, pese a que fue condenado por homicidio a pagar 55 años.
Los Gnecco han corrido con mejor suerte que su primo: son un clan intocable, con un
tremendo poder en el Congreso: tienen a un familiar en el Senado y a varios representantes
en la Cámara y siguen creciendo sin que haya cómo atajarlos. En Bolívar, el clan liderado
por Vicente Blel, condenado por parapolítica, va a poner a su hijo de gobernador. Ya tiene
a su hija en el Senado, dirá que solo le falta un hijo de gobernador. Para eso son los clanes.
Para darle puesto a la familia.
En el Valle del Cauca, la otra gran intocable, doña Dilian Francisca Toro, va a poner al
próximo gobernador. Para no hablar del Guaviare donde el actual gobernador, Nevio
Echeverry Cadavid, a quien muchas voces en el Guaviare señalan de ser el responsable de
la tala del bosque amazónico y del acaparamiento de tierras, va a poner también al nuevo
gobernador. Tal es su poder que cualquiera que gane estaría apoyado por él. Es el gran
poder político en esa puerta de entrada del Amazonas. Un hombre temido, que a pesar de
que tiene denuncias en la Fiscalía, ninguna ha prosperado hasta ahora. Otro tanto sucede
en Caldas donde la Coalición de toda la vida, basada en la corrupción y las prebendas, va a
poner al nuevo gobernador.
Así está la política en Colombia. Convertida en un ejercicio feudal, con un claro talante
mafioso en donde las ideas terminaron siendo subversivas y en donde la libertad de opinión
y el disenso son vistos como un pecado que se cobra caro.
Los culpables de esta debacle somos todos: la justicia que no se atreve a tocarlos, la
sociedad que no los castiga y los que deciden no votar, por considerar que su voto no
cambia nada.
Todos somos culpables de este desastre. Por eso hay que encontrar de nuevo el valor del
voto, de la democracia, del disenso y de las libertades. Y ojo: mientras en las altas esferas
se pelean uribistas y antiuribistas, los verdaderos poderes, que son estos clanes políticos,
se están apropiando del país. Pongámonos serios y leamos bien esta Colombia de hoy,
porque el palo no está para cucharas.

Vicky Dávila
Soy decente
Quiero dejar constancia de que he recibido noticias creíbles que dicen que se avecina una
gran campaña de desprestigio en mi contra. Sé de dónde viene, pero no temo; no tengo
nada que esconder.
Aunque me dicen Vicky, me llamo Victoria Eugenia Dávila Hoyos. Tengo 46 años, soy de
Buga, católica –no fanática–, respetuosa de otras creencias, confío en que Dios no me
abandona. No quiero convencerlos de que soy la mejor periodista; son ustedes los que
deben juzgar la calidad de mi trabajo. Decidí escribir esta columna porque ahora en
Colombia los periodistas estamos permanentemente bajo sospecha. Sé que la corrupción
también ha tocado el periodismo, pero estoy segura de que la mayoría de colegas actúa con
rectitud, muchos exponiendo sus vidas, siendo injustamente perseguidos, difamados y
amenazados; otros jamás serán tocados por autoridad alguna porque están blindados por
el poder. En lo que a mí corresponde, me han dicho que estoy al servicio de las mafias; que
soy guerrillera o paramilitar, corrupta, prepago; que estoy al servicio del petrismo; que mi
patrón es Uribe; que soy una tibia solapada, y muchas cosas más. Permítanme, pero vengo
a hacer una defensa de mi decencia. Sí, soy decente y me he empeñado en ello desde que
tengo recuerdos.
No tengo precio, jamás lo he tenido ni lo tendré. Eso sí, tengo mis convicciones y las
defiendo limpiamente. No creo tener la verdad revelada, ni saco del llavero o descalifico al
que no piensa como yo. No hago cálculos, soy frentera. Siempre he vivido de mi salario
como periodista. Aunque no creo que hacer empresa sea malo, quiero que sepan que no
soy accionista de ningún medio ni tengo oficina de asesorías o de producción, tal vez eso
hable mal de mí y me obligue a decir que soy una fracasada, sin ideas. No lo sé.
No les debo a los políticos, puedo mirar a los ojos a los presidentes y expresidentes de este
país porque solo he recibido de ellos entrevistas, lo propio de mi trabajo, y eso que en
Gobiernos como este, el presidente no me ha dado ni una sola desde que se posesionó;
llevo un año pidiéndola.
Creo en la autoridad. No apoyo ni justifico la lucha armada, sea de izquierda o de derecha.
No pertenezco a ningún circulito social ni periodístico, no soy coctelera ni compinchera; soy
respetuosa de mis colegas y tengo cariño sincero, en especial por los que han estado a mi
lado en los momentos más difíciles. Soy grata con ellos y lo seré siempre.
No he hecho comerciales; aunque me han ofrecido sumas millonarias durante mi carrera,
uno de mis jefes me enseñó que eso podría darme plata pero quitarme credibilidad. Pagué
la casa en la que vivo a cuotas y cuando me quedé sin trabajo, tuve que extender el crédito
por dos años más. He sido cautelosa en el manejo del dinero y lo he compartido con mi
familia; he tenido la fortuna de que me paguen bien por hacer lo que más me apasiona y
me gusta, por eso me sorprendo cuando veo funcionarios “emprendedores” que están
millonarios con salarios que ni en sueños les permitirían amasar tales fortunas.
Quiero dejar constancia de que he recibido noticias creíbles que dicen que se avecina una
gran campaña de desprestigio en mi contra. Sé de dónde viene, pero no temo; no tengo
nada que esconder.
No tengo contratos, puestos o cuotas burocráticas. Mi mamá es ama de casa, tengo cuatro
hermanos: un periodista, un músico y dos psicólogos, y hasta hoy ninguno de ellos ha
trabajado con el Estado.
Tengo fama de brava. No soy lagarta y aunque algunos no me pasan, siento que son muchos
más lo que me aprecian. Soy malhablada, apasionada, aguda en mis entrevistas,
persistente, popular; valoro el cariño de la gente sencilla, amo a los soldados y policías más
humildes de mi país. No tengo apellidos rimbombantes ni represento a una familia de
alcurnia. No tengo amante, nunca me acosté con el jefe para ascender, jamás probé las
drogas ni el cigarrillo y es muy extraño que me tome una copa. No soy mojigata, pero en la
casa me enseñaron el valor de llevar una vida sana y eso les inculco a mis hijos con ahínco.
No juzgo a quienes disfrutan de ese tipo de actividades, pero como periodista me siento
obligada a advertirles, especialmente a los jóvenes, sobre los riesgos que corren.
He entrevistado ladrones, corruptos, matones, violadores, secuestradores y demás, nunca
he hecho pactos con ellos. No he vendido o comprado una noticia, por reveladora que esta
sea. No odio, aunque me señalen de tener ese sentimiento horrendo de los corruptos que
denuncio. Tampoco creo que estemos condenados a amar sin reparo a los poderosos de
este país, solo por ser poderosos.
Mis hijos son mi vida; mi madre y mis hermanos, mis otros amores. Estoy casada con José
Amiro Gnecco Martínez, un hombre bueno que ha soportado los peores ataques por culpa
de mi trabajo y que sin embargo ha guardado un estoico silencio. José estudió Medicina
desde los 16 años; es un gran cirujano, no hace política, no ha cometido delito alguno y
jamás ha sido investigado. Eso me basta. José, usted sabe cuánto lo amo.
Esta soy yo: una mujer normal, con errores y defectos. He sido muy feliz como periodista y
también he llorado como un niño chiquito por el sufrimiento de mi gente, ante las
amenazas, las calumnias y las jugadas del poder para dejarme fuera de combate. Por esta
razón, hoy quiero dejar constancia de que he recibido noticias creíbles que dicen que se
avecina una gran campaña de desprestigio en mi contra, planeada en lujosos restaurantes
bogotanos. Sé de dónde viene, pero no temo; no tengo nada que esconder. A los que piden
mi cabeza les digo que mejor respondan por sus fechorías, pongan la cara y déjenme en
paz. Y por favor, a las esposas histéricas que llaman a hacerles reclamos a mis superiores
por mis publicaciones, les digo que se abstengan; lucen poco democráticas y hacen quedar
pésimo a sus maridos. Disimulen.
Mi respeto siempre a los periodistas decentes, por más sencillos que sean. Mi admiración a
los que no tienen intereses raros o amistades poderosas que los obliguen a guardar silencio.
Malos o buenos periodistas, equívocos o acertados, pero decentes. Seguiré publicando, no
me dejaré silenciar.

Alfonso Cuéllar
Duque en la ONU
Duque tiene un gran reto: multiplicar el apoyo a la difícil situación con Venezuela.
La próxima semana el presidente Iván Duque hablará ante la Asamblea General de las
Naciones Unidas en Nueva York. Es una oportunidad para expresar sus preocupaciones y
oportunidades en política exterior. Es una cita obligatoria para un jefe de Estado.
En el pasado los mandatarios colombianos se dedicaron a temas internos, con un afán de
defender al Gobierno de turno; la política internacional pasó a un segundo lugar. Unos más
que otros. Por ejemplo, en los ocho años de Álvaro Uribe Vélez, la ONU fue un tribunal
nacional, más orientado a los aplausos de los medios criollos. Es explicable el atractivo de
lo doméstico; es territorio conocido para el mandatario. Y en Colombia, que nos creemos el
ombligo del mundo, eso también genera votos a favor.
Es asimismo un espacio para identificar a los aliados y enemigos. En la era de Juan Manuel
Santos, todos los países eran amigos del proceso de paz. Para la ONU, no había un acuerdo
similar y por eso tenía adeptos. Más aún con el papel que le pusieron al Consejo de
Seguridad de las Naciones Unidas en el proceso.
Duque tiene un gran reto: multiplicar el apoyo a la difícil situación con Venezuela. Ese es el
tema central de la política exterior colombiana, que hoy no tiene respaldo unánime en la
comunidad internacional. Lejos de unir, divide a América Latina. La intervención militar
tiene pocos adeptos en la región. Y si bien 12 países votaron por la activación del Tratado
Interamericano de Asistencia Recíproca (Tiar), dos de ellos –Chile y República Dominicana–
fueron claros contra el uso de armas.
Es irónico haber acudido al Tiar, un tratado de escaso uso y con el cual Colombia tiene un
historial conflictivo. En 1982, el país se abstuvo de invocar el Tiar para Argentina en la guerra
de las Malvinas. Con esa posición se ganó el apodo Caín de América Latina. No es claro que
este tratado de más de 70 años sirva para algo, en particular frente a Venezuela.
Parece tener otro fin: satisfacer a Estados Unidos, porque el Tiar incluye múltiples
alternativas, entre ellas la militar.
El papel de ese país es crítico para la política internacional colombiana.
Desde el presidente Julio César Turbay no se había visto una influencia similar. Durante la
administración de Turbay, Colombia actuó como comodín para obstruir el ingreso de Cuba
al Consejo de Seguridad de la ONU. Fue tan eficaz que terminó elegido México.
En 1981 fue capturada una lancha con armas que iban para el M-19. Las armas venían desde
Cuba; de inmediato Turbay rompió relaciones diplomáticas. Lo comparó con Pearl Harbor:
“Es como enviar ministros a Washington cuando al mismo tiempo van a bombardear buques
en Hawái”. El Gobierno de Turbay, como el de Duque, era anticomunista.
En Nicaragua encontraron una feliz coincidencia, a causa de los sandinistas. A pocos meses
de asumir el poder, los sandinistas dijeron que tenían un libro blanco que justificaba su
soberanía sobre San Andrés y Providencia. La reacción de Turbay: viajó con casi todo el
gabinete a las islas para ejercer soberanía e hizo pública su posición anticomunista. En 1982,
la prensa reveló un convenio secreto militar que le hubiera otorgado a Estados Unidos el
derecho a estar presente en la isla. Era un acto agresivo contra Nicaragua.
Afortunadamente, el convenio no fue firmado, pero dejó al descubierto la tendencia política
del Gobierno.
Casi 40 años después nos encontramos en una situación similar: naciones latinoamericanas
en conflicto (Venezuela, Cuba, Nicaragua) con Estados Unidos y Colombia. El saliente asesor
de Seguridad, John Bolton, los apodaba como la troika del mal. Colombia comparte esa
visión: a Nicolás Maduro no lo trata –su interlocutor es Juan Guaidó–, Ortega vota siempre
contra Colombia y con Cuba se acabó la luna de miel.
Esto último es preocupante, aunque alegre a los halcones en Washington. La diferencia con
Cuba nace de no extraditar a los jefes del ELN. Los requiere la justicia colombiana por su
participación en el atentado a la escuela de oficiales en enero. Cuba se ha rehusado al
pedido porque se violaría el protocolo. Algunos conocedores comparten la negativa cubana
–por el acuerdo existente entre los dos países– de permitir a los guerrilleros el libre tránsito
en la isla durante las negociaciones. Al romperse el diálogo, tienen el derecho de salir de la
isla, posición a la que se opone el Gobierno colombiano. El presidente Duque mantiene su
preocupación. Una señal de que en la Casa de Nariño no hay asesores en diplomacia.
El asunto puede agravarse en las Naciones Unidas, donde las solicitudes se hacen con tacto.
Si Duque toca el tema en la Asamblea, podría haber consecuencias infortunadas para las
relaciones diplomáticas de los dos países.
Lo que no puede olvidar Duque es la crisis venezolana. Ese debe ser el foco del discurso,
porque Colombia es víctima. Allí se pueden recoger aliados y buenas motivaciones. Nada
de la disidencia de las Farc. No merecen ser mencionados.
Es, entonces, una demostración de poder, de querer mostrar que Colombia va adelante.

Antonio Caballero
Correrá mucha sangre
“La palabra imprudente –decía Lleras Camargo– del gobernante o de la oposición se
vuelve un garrote en el villorrio, un duelo a machete en el camino rural".
“Correrá mucha sangre”, advierte el violentólogo Ariel Ávila, de Paz y Reconciliación, en una
entrevista con Cecilia Orozco publicada en El Espectador. Habla de la campaña en curso
para las elecciones del 27 de octubre y resume las informaciones escalofriantes que da su
organización en su Tercer informe de violencia y mecánica electoral. De acuerdo con ellas,
todos matan. Los unos y los otros, que son numerosos y variables no solo a escala nacional,
sino en cada región y en cada pueblo. La “mecánica electoral” es la violencia.
“La violencia es otro mecanismo de competencia política en Colombia”, explica Ávila, y
afirma que las docenas de asesinatos de candidatos a concejales, alcaldes y senadores
cometidos en las últimas semanas han sido “instigados y pagados por alguien”: por rivales
de campaña. Porque en la Colombia política casi unánime corrupta de hoy, todos esos
cargos constituyen un botín de piratas. Un jugoso, precioso, pero costoso botín. Señala Ávila
que el costo de las campañas electorales es de tal magnitud que hace casi obligatorio el
saqueo de los dineros públicos por quien resulta elegido para manejarlos. “La (campaña
para la) gobernación en La Guajira o Sucre puede costar dos o tres millones de dólares”,
dice (y añado yo: tanto para quien la gana como para quienes la pierden por quedar de
segundos o de terceros), que equivalen al triple de lo que legalmente gana un gobernador
en sus cuatro años de poder regional. Y eso mismo se repite, guardadas las escalas, en las
alcaldías de pueblos pequeños y de ciudades grandes. Así, un candidato a la alcaldía de
Bogotá tiene derecho a gastar en los tres meses de su campaña la descomunal suma de
4.172 millones de pesos. Entre los cuatro candidatos que cuentan van a echar por el caño
de la publicidad casi 17 mil millones. Como mínimo, si no violan los topes. No creo que en
Bogotá se vayan a mandar a matar los unos a los otros, pero por las sumas
proporcionalmente equivalentes de los 107 municipios que señala como “peligrosos” el
informe de Paz y Reconciliación es muy posible que sí lo hagan los respectivos candidatos
locales, sin temor. La impunidad de los asesinos es casi uno de los derechos humanos que
contempla el desatinado funcionamiento de la justicia en Colombia.Ahora bien, la matanza
puede ser peor si se fomenta desde las alturas.
En 1945, cuando empezaba a desatarse la tremenda violencia liberal-conservadora, el
entonces presidente encargado Alberto Lleras Camargo advertía en un discurso que lo que
en el Parlamento de Bogotá o en los periódicos de las ciudades grandes eran meras
palabras, en los pueblos de Colombia se convertía en balazos. El caudillo conservador
Laureano Gómez amenazaba con “hacer invivible la República” hasta que cayeran los ateos
gobiernos liberales. Hoy, Juan Esteban Constaín, en su libro sobre Álvaro Gómez, minimiza
esa amenaza convirtiéndola en simple charla de pasillos sin consecuencias. ¿Sin
consecuencias? Trescientos mil muertos.
Hoy, el senador Álvaro Uribe Vélez (que ha revelado encontrar inspiración ideológica en los
textos de Laureano Gómez), le grita en el Congreso a su colega parlamentario y adversario
político Gustavo Petro “¡Sicario! ¡Sicario! ¡Sicario!”.
Porque no eran mera “imprudencia”, como cauta o generosamente calificaba Lleras
Camargo las incitaciones a la violencia de los jefes políticos de entonces, de uno u otro
partido. “La palabra imprudente –decía– del gobernante o de la oposición se vuelve un
garrote en el villorrio, un duelo a machete en el camino rural”. Eran deliberada intención
política: incitaban a la violencia para ganar las elecciones.
Como ahora.
Correrá mucha sangre.

Daniel Samper Ospina


Me enamoro con Fajardo
Colombia es una parroquia. Basta observar la foto de la alfombra roja con la que fue recibido
Juan Guaidó en un polvoriento punto perdido de Macondo.
Recuperé las ganas de vivir cuando leí la noticia de que María Ángela Holguín y Sergio
Fajardo se volvieron pareja, y desde entonces creo en el amor, por cursi que parezca; creo
en el amor, creo en los novios; creo en el futuro de esa relación, por más de que no parezcan
una pareja sino una fórmula presidencial, una coalición: la unión final del Partido Verde con
el santismo, una opción de centro tan ganadora como romántica. Falta un padrino costeño
de Cambio Radical.
Pero creo en ellos porque soy fervoroso partidario de la política del amor, incluso antes de
que Petro la inventara (así como también inventó la flauta traversa del niño que se robó el
show en el concierto de André Rieu, para no hablar de la salud pública, la vivienda de interés
social, el fuego y la rueda, incluyendo la María Isabel).
Soy franco: la desesperanza me abrumaba. Colombia es una parroquia. Basta con observar
la fotografía que publicó El Tiempo de la alfombra roja con que fue recibido Juan Guaidó a
comienzos de año, en un polvoriento punto perdido de Macondo, para medir lo que somos.
Pero he acá que, cuando me sentía desfallecer, La W soltó la noticia de que ese “hola, ¿cómo
estás?” de niña del Gimnasio Femenino de la exministra cautivó al líder paisa. Y, a su vez, el
aspecto de universitario de los años noventa de Fajardo –aquellas mechas largas, esos
bluyines de marca, la camisa remangada, el cuaderno Jean Book, en fin, que abraza
recostado en su Sprint mientras espera a que ella salga de clases– causó estragos en el
corazón de la excanciller.
Y, desde entonces, el amor reina por las calles, y también en la radio: ahí está el caso, por
ejemplo, de Miguelito Uribe que, en el programa radial de Vicky Dávila, no tuvo lío en
subirse a una tarima y entonar la canción que le compuso a su esposa: 17 minutos de versos
encendidos sobre aquella mujer a la que le pedía dejar atrás su pasado, contrario a lo que
el propio candidato quiere que hagamos con Bogotá. ¿En qué momento este jovencísimo
Ricardo Arjona de la derecha capitalina cesará en su esfuerzo lírico?, pensaba yo mientras
oía la canción. Si ya la conquistó, ¿a qué seguir entonando el coro por quinta vez? Pero la
composición no terminaba, y cuando varios minutos después, al final cesó la horrible noche,
el propio Miguelito se empeñó en continuar tocando acordeón, y luego sacó una flauta
traversa hecha en PVC en la que sopló una versión de “Colombia tierra querida”, hasta que
Vicky y el propio André Rieu le regalaron una flauta de verdad, y adoptaron un perrito para
él, todo esto a cambio de que hiciera silencio y se bajara del escenario.
Colombia es una parroquia. Basta observar la foto de la alfombra roja con la que fue recibido
Juan Guaidó en un polvoriento punto perdido de Macondo.
Es el amor, que también abunda en la política. Clarita López fue novia de Álvaro Uribe
cuando él era un joven díscolo que tenía viva la culebrita, para decirlo en sus propios
términos. Iba de aquí para allá molestando a la muchacha: “Doctora Clara, vení”, le rogaba.
A veces era amenazante: “Vení o te escribo un poema”. Y cuando los papás de Clarita
lanzaban indirectas nocturnas para que terminara la visita, él les gritaba como si estuviera
en Fusagasugá: “¡Sáquenme, sáquenme! ¡Hagan silencio o los callamos!”
Pero el de Uribe y Clarita fue un amor que no prosperó, a diferencia del de Angélica Lozano
con Claudia López. De noche cada una se cuenta su día; es decir, repiten exactamente lo
mismo:

–Hoy me amarré una pancarta a la cintura y me fui a la calle a recoger firmas, ¿y tú?
–¿Yo? Yo me amarré una pancarta y me fui a recoger firmas a la calle…

Claro, a veces tienen peleas domésticas, naturales en cualquier pareja.

–¿Quién dejó acá esta camiseta verde y este arnés para amarrarse carteles a la cintura?

Y, pese a todo, se rescata el amor: el de Miguelito por su esposa; el de Uribe por Clarita
López. El de Petro por sí mismo.

Me cambio de nacionalidad

Y, claro, el de Fajardo por María Ángela, la pareja del momento. La conquistó en Nuquí,
cuando la llevó a ver ballenas en un paseo familiar.

–¡Mira esas de allá! –exclamó María Ángela emocionada.

–Esas son mis tías Maruja y Marta –le advirtió Sergio–; para ver las ballenas hay que arrancar
en la lancha.

Desde entonces han vivido un romance más caliente que tibio que, permítanme soñar, a lo
mejor acabe en nuevas nupcias.

Imagino una boda por todo lo alto. Los novios entrarán a la iglesia pisando la alfombra roja
que el Gobierno desplegó en la frontera, previa lavada en Classic. La novia irá vestida del
color del voto de él: de blanco, en un hermoso vestido comprado en una boutique de Silvia
Tcherassi atendida por el presidente Duque en persona. Él se pondrá sus bicicleteros
negros. Petro se quejará por Twitter de que no lo invitaron. El cura lanzará la pregunta
solemne:

–¿Acepta por esposa a esta mujer?

Fajardo responderá con su numeral de siempre:

–#SePuede.

Y sellarán una unión tan larga como la balada que Miguelito le compuso a su esposa.
CONFIDENCIALES

Chávez, ¿narcopresidente?

Por primera vez la justicia norteamericana acusó al fallecido Hugo Chávez de narcotráfico.
Un juez de Nueva York, en una solicitud de extradición, presentó pruebas de que Chávez se
habría reunido tanto con Diosdado Cabello como con Iván Márquez entre 2005 y 2008 para
coordinar operaciones conjuntas de narcotráfico. El documento curiosamente alega que el
presidente venezolano no tenía el propósito de enriquecerse sino de “envenenar” al pueblo
de Estados Unidos, país que consideraba su mayor enemigo. A pesar de eso, acordaron que
las utilidades se dividirían por mitad entre los militares venezolanos y las Farc. También
habrían acordado en esa misma reunión que Chávez financiaría las armas de las Farc.

¿Por qué Trump despidió a Bolton?

Tan pronto Trump destituyó a su asesor de seguridad John Bolton, muchos interpretaron la
movida como un cambio de estrategia frente a los excesos de la política guerrerista del
funcionario. Dijeron que esa política no había funcionado y que se requería un enfoque más
pragmático para muchos países incluyendo Venezuela. Un trino de Trump de esta semana
desvirtuó esa interpretación. Esta fue la frase que publicó el presidente en su cuenta de
Twitter: “En realidad mi posición frente a Venezuela y especialmente frente a Cuba es
mucho más radical que la de John Bolton. Él me estaba trancando.”

¿Quién podría reemplazar a John Bolton?

El reemplazo de John Bolton como asesor de seguridad nacional ha creado mucha


expectativa. No solo en Colombia sino en el mundo pocos habían oído el nombre de Robert
O’Brien. Da la casualidad de que un colombiano tiene cercanía con él, justamente el
embajador en Estados Unidos, Pacho Santos. Con motivo del prolongado y complejo
proceso de solicitud de asilo de Andrés Felipe Arias, Pacho se reunió varias veces con
O’Brien y hoy hay una buena química entre ambos. Para Colombia es útil que el embajador
en Washington tenga acceso al asesor de seguridad nacional de ese país.

¿A qué se dedica el exfiscal Néstor Humberto Martínez?


Néstor Humberto Martínez está dedicado a preparar demandas penales contra los que le
dieron palo cuando estaba en la Fiscalía. En esta lista están Armando Benedetti, Gustavo
Petro, Jorge Enrique Robledo, Cecilia Orozco y Gonzalo Guillén. A Benedetti ya le ganó el
pulso y este tuvo que retractarse. Además de esas demandas en los próximos días Martínez
lanzará un libro que promete encender una fuerte polémica. Se trata de un recuento de los
dos procesos de paz con las Farc en los que participó: el de Pastrana como ministro del
Interior y el de Santos como superministro. Se ha filtrado que frente a sus críticos no deja
títere con cabeza.
Colombia en el último puesto

Picodi publicó un estudio sobre cuántos días de trabajo se requieren para que una persona,
con un sueldo promedio, pueda comprar el último iPhone, que vale 4.439.900 pesos. Hizo
la medición en 45 países y Colombia quedó en el último lugar. Los 5 que requieren el menor
número de días de trabajo para obtener ese celular son Suiza, con 4,8 días; Estados Unidos,
5,2; Luxemburgo, 6,7; Australia, 7,1 y Noruega 7,7 días. En los últimos puestos quedaron
Montenegro,con 48,5; México, 54,2; India,66,7; Tailandia,67,8 y Colombia, 89,7 días. Por lo
general, Venezuela tenía ese lamentable puesto, pero la excluyeron porque, dada su
situación, tomaría no días, sino años comprar ese teléfono.

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