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CRONISTAS INDIOS

JUAN SANTA CRUZ PACHACUTI SALCAMAYHUA.


Fue natural de Santiago de Hanan Guaygua y Hurin Guaygua Canchi de Urcosuyu,
entre Canas y Canchis Collasuyo. Descendiente de los caciques de dicha región. Hijo
de Diego Felipe Condorcanqui y de doña María Guayrotari, recalcando que todos
sus antepasados paternos y maternos fueron bautizados en la fe católica.
En 1613 escribió su Relación de Antigüedades de este reino del Perú, crónica que
narra la historia de los Incas hasta la conquista. Lo que diferencia a Pachacuti de
otros cronistas es su mentalidad. Si bien es un hombre andino cristianizado, su
narración mantiene las estructuras lingüísticas quechuas.
Inclusive los pocos dibujos que posee esta crónica muestran la forma andina
"geométrica" no figurativa de concebir al mundo.
“La crónica de Santa Cruz Pachacuti es la traducción al español de los cantares
históricos del pueblo incaico, sobre las hazañas de sus monarcas. El mismo dice, en
la introducción de su libro, que trasmite "las historias, barbarismos y fábulas del
tiempo de las gentilidades" que escuchó siendo niño. Consta por su misma crónica
que los cantares épicos del ejército Inca que componían las «loas» de las batallas
en la región colla. Santa Cruz era Collagua de Canchis y de familia noble de la
región. Cada capítulo de su crónica es un cantar sobre la vida de un Inca. Diez
cantares dan diez capítulos.
La crónica de Santa Cruz Pachacuti es la traducción al español de los cantares
históricos del pueblo incaico, sobre las hazañas de sus monarcas. El mismo
dice, en la introducción de su libro, que trasmite "las historias, barbarismos y
fábulas del tiempo de las gentilidades" que escuchó siendo niño. Consta por
su misma crónica que los cantares épicos del ejército Inca que componían las
«loas» de las batallas en la región colla. Santa Cruz era Collagua de Canchis y
de familia noble de la región. Cada capítulo de su crónica es un cantar sobre
la vida de un Inca. Diez cantares dan diez capítulos.
La técnica del canto épico está palpable en todo el libro y lo que se advierte
en Santa Cruz Pachacuti es la exageración de los hechos, y es ello
precisamente que le quita la veracidad de los hechos, debido a la fidelidad
del autor al texto poético que traslada. No son sólo los himnos religiosos de
los Incas, intercalados en su relato los que trasmiten esta impresión, aunque
estos sean también una huella de los poemas primitivos.
Jiménez de la Espada se refirió despectivamente a la calidad literaria de la
obra, hablando de la «algarabía indiana» en su estilo y de su prosodia y
sintaxis mal utilizadas, pero cabía también haber reparado en sus bellezas
literarias de primera mano. Bastaría citar el apóstrofe de Inca Yupanqui, que el
autor transcribe en quechua: "Cusco, capacpac churacllay yanapauay
maypimcanqui" (Cusco, tú que sólo al potente puedes sustentar, ¿dónde
estás? ayúdame), las apariciones de personajes misteriosos como el monstruo
que aparece cuando la invasión Chanca, "bestia de media legua de largo", la
del mancebo que anuncia su triunfo a Viracocha o el que entrega un libro (sic)
a Pachacútec y desaparece, pero sobre todo los capítulos finales relativos a
Huayna Cápac y Huáscar.
Algunas de las escenas poéticos son las siguientes: el resentimiento de los
orejones con Huayna Cápac, semejante a la cólera de Aquiles, el episodio de la
laguna de Yahuarcocha con su "sauce temerario" y la partida de Huayna Cápac
de Pasto, quien "da rayos a los pies", cercado de agüeros y de visiones de
fantasmas que le anuncian la peste y, por último, la muerte del Inca, como de
cuento oriental por el maleficio de una mariposa encerrada en una caja traída
por un mensajero divino. El cantar de Huáscar abunda también en diálogos
apóstrofes como el de "Cocahacho ysullaya" (bastardo comedor de coca), los
lamentos de Huáscar y su castigo por haber pecado contra las huacas y las
vírgenes del Sol, de pura procedencia épica. Los 7 millones de hombres que se
enfrentan en la batalla de Uttscupampa no son invención del autor, sino
transcripción del poema, el que recurría, como todo canto épico, al método
amplificador de la leyenda.”
TITU CUSI YUPANQUI

Titu Cusi Yupanqui o Titu Cussi Yupangui Cuzco, 1526 - Vilcabamba, 1570 ,
monarca inca del siglo XVI en el Reino de Vilcabamba. (1563 - 1570). Hijo
natural de Manco Inca, a la salida de su hermano Sayri Túpac del
Vilcabamba al aceptar las condiciones ofrecidas por los españoles y
renuncia al trono, circunstancias que obligo a Titu Cusi Yupanqui asumir el
liderazgo en el reino de Vilcabamba, reducto inca que comprendía la
propia ciudad de Vilcabamba así como las localidades de Vitcos y Rangaya.
El Inca permitió que entrasen a Vilcabamba algunos frailes para adoctrinar
a los indios (Tratado de Acobamba ). El primero en entrar fue Fray Antonio
de Vera, en el pueblo de Carco (1567). Al año siguiente Titu Cusi solicitó
ser bautizado por el fraile principal del Cusco y enviaron al prior de los
agustinos fray Juan de Vivero, quien le bautizó el 28 de agosto de 1568,
"día del glorioso doctor San Agustín", recibiendo el nombre de Diego de
Castro. Quedó en Vilcabamba el padre Marcos García, quien debía
adoctrinar a los aborígenes del lugar, este religioso escribió a solicitud de
Titu Cusi un memorial o "Instrucción al Gobernador García de Castro" que
tiene el carácter de crónica. El Inca murió de una pulmonía y los indios
mataron entre grandes suplicios al padre agustino Diego Ortiz,
inculpándole de haberlo envenenado, además no supo curarle primero ni
resucitarle después.
La Instrucción recuenta los agravios hechos por los conquistadores
españoles a Manco Inca en el Cusco principalmente por los hermanos de
Pizarro, en ausencia de éste. El hijo de Manco Inca rinde justicia al
conquistador del Perú, cuando, después de relatar las tropelías sufridas por
su padre, escribe: "Entienda el que esto leyere que cuando estos negocios
pasaron de dar la coya a la prisión de las cadenas y grillos el Marqués don
Francisco Pizarro ya era ido a Lima y a la sazón no estaba en el Cuzco y por
eso, no piense naide que en todo se halló".
La crónica de Titu Cusi es particularmente interesante para reconstruir el
sitio o cerco del Cusco por Manco II y la etapa de los Incas de Vilcabamba
(1536).
Relata también la captura de Atahuallpa recogiendo la versión cusqueña
contraria a aquel Inca, enemigo y destructor de su raza.
Su testimonio no es muy seguro desde el punto de vista cronológico, como
hombre que no supo escribir y confió todo a la memoria.
La acción de su padre Manco II es hiperbolizada en muchas partes,
principalmente en los sucesos anteriores a la insurrección, en que Titu Cusi
Yupanqui pretende hacer creer que Manco II gobernaba en el Cusco como
heredero primogénito de Huayna Cápac, en lugar de Huáscar. Otros sucesos
y nombres son confundidos, como los de Soto y el violador de Inguil que no
fue Gonzalo Pizarro sino Juan Pizarro. El fraile (Marcos García) redactor de
la crónica interpone también su personalidad, haciendo pronunciar a cada
rato, a Manco Inca, arengas que son verdaderas homilías y que comienzan
invariablemente con este vocativo: "Muy amados hijos y hermanos míos".
Sin embargo de esto, hay algunos atisbos e impresiones directas del
espíritu indio frente a los españoles o viracochas. Así, cuando dice, para
describir a los conquistadores, que eran hombres barbados que hablaban a
solas con unos paños blancos para decir que leían, que iban sobre animales
que tenían los pies de plata y que eran dueños de algunos illapas o truenos.
FELIPE GUAMAN POMA DE AYALA
(Felipe Guamán o Huamán Poma de Ayala; San Cristóbal de Suntuntu, 1534 -
Lima, 1615) Cronista Indigena. Dedicado a la enseñanza de la lengua castellana a
los indígenas, es autor de una Nueva crónica (1600), compendio de la historia
preincaica del Perú, y de su continuación, Buen gobierno (1615), muestra las
injusticias que los encomenderos y los funcionarios de la corona infligían a los
indios. Concebida como una monumental carta al rey de España Felipe II, la obra
está ilustrada con dibujos del mismo autor.
Por las noticias autobiográficas contenidas en la Nueva Crónica y Buen Gobierno
se sabe que era hijo de Gusmán (o Huamán) Malqui de Ayala y de Juana Curi
Ocllo, hija menor del Túpac inca Yupanqui. Descendía por lo tanto de los nobles
de Huánuco, señores de Chinchaysuyo anteriores a los mismos incas. Fue
educado por su hermano mestizo el padre Martín de Ayala, quien debió de
iniciarle en los estudios clásicos, y trabajó probablemente en la administración.
Desempeñó cargos directivos en los hospitales de Cusco y Huamanga, y estudió
al parecer en estas dos ciudades.
En 1594 o 1595 fue detenido y desterrado por el corregidor de Lucanas, Antonio
de Monroy. De esta suerte el escritor inició una larga serie de viajes que se
prolongó durante unos veinte años y que le permitirían recoger abundante
información para su obra; finalmente, en 1613, volvió a Huamanga e hizo valer sus
derechos al puesto de cacique de la provincia. Atacó además la política del
corregidor, por lo que fue nuevamente expulsado. Se dirigió entonces a Lima, con
la intención de presentar su Nueva crónica y buen gobierno al virrey.
Perdido durante siglos, el manuscrito de Nueva crónica y buen gobierno fue
encontrado en 1908 en la Biblioteca Real de Copenhague por Richard
Pietschmann, quien lo presentó a la comunidad científica internacional en 1912.
Se cree que hubo de ser redactado entre 1567 y 1615, y en su mayor parte entre
1612 y 1615. En 1936 fue publicado en edición facsimilar al cuidado de Paul Rivet y
con una introducción escrita por Richard Pietschmann. El médico y arqueólogo
peruano Julio C. Tello ensalzó inmediatamente su importancia incomparable: "No
existe libro alguno escrito en este período que pueda competir con él en riqueza
de información, clarividencia y valentía del autor para enjuiciar los
acontecimientos de su tiempo".
El título de Nueva crónica y buen gobierno resulta claramente expresivo de
las intenciones del autor: nueva crónica alude a que trae una óptica
diferente a las de las crónicas existentes, nunca escritas por indios; y buen
gobierno es una denuncia al mal gobierno del virreinato de esos años, en
claro contraste con las instituciones prehispánicas, pero también con las
creencias cristianas y los ideales utópicos del humanismo europeo. Su
objetivo central es en efecto ofrecer lo que Wachtel llamó la "visión de los
vencidos". Conectado a él, opera el designio de enaltecer lo que realizó en el
pasado el hombre andino y de instar a su participación digna y efectiva en
un gobierno realmente justo y acorde con el mensaje evangélico: sueña con
un rey propio para el Perú, aunque jerárquicamente inferior al rey de
España, señor de todo el globo terráqueo. Guaman Poma de Ayala adopta,
como Bartolomé de las Casas, una firme actitud "indianista" e "incaica", la
cual, según advierte Estuardo Núñez, revela un vivo espíritu de rebelión y de
justicia, y constituye una franca defensa de los indígenas.
Presentada como una larguísima carta al rey de España, la Nueva crónica
reelabora el género cronístico hasta extremos no conocidos, con la libertad
propia de un hombre de gran mestizaje de lecturas y creencias como es
Felipe Guamán Poma de Ayala. Consta de más de mil páginas, embellecidas
por numerosos e ingenuos dibujos, interesantes por sus trajes y por la
presencia de símbolos y perspectivas que expresan la cosmovisión andina.
Produce la impresión de una síntesis enciclopédica que buscara hilvanar en
un solo texto lo que hacían por separado las crónicas, los informes, las
demandas de justicia, los tratados sobre política y sobre evangelización, e
incluso las utopías al gusto de humanistas.
La obra resulta de excepcional valor por las noticias que ofrece respecto de
la vida anterior al período incaico, el folklore y las tradiciones y narraciones
de la época precolombina. La parte más importante del libro, en el cual
alternan poesías y cantos en pura lengua quechua (cantos y poesías de
amor, para la danza, para la caza, para la recolección del maíz), se refiere
ante todo a la historia de la época inca y a la de los primeros años de la
invasión española.
El autor da la biografía de cada emperador y de sus mujeres, narra sobre
cada régimen, de las leyes, de las condiciones en que vivían los súbditos,
de la religión, de las fiestas y de las indumentarias de un pueblo que había
alcanzado un admirable grado de civilización y de cultura. Guamán Poma
de Ayala conoce también a los protagonistas y las noticias referentes a los
acontecimientos que se sucedieron en el Perú después de la llegada de
Francisco Pizarro y de los conquistadores. Dejando de lado las posibles
incoherencias históricas, la crónica de Poma de Ayala proporciona nuevos
datos sobre el pasado andino y refleja una visión descarnada de la
sociedad colonial organizada en Perú.
Felipe Guaman Poma se expresa en una lengua que algunos críticos han
calificado de bárbara. La Nueva crónica y buen gobierno está escrita en
una prosa híbrida (la cual será reclamada, tres centurias después, por
Gamaliel Churata como mestizaje idiomático a desarrollar) que inserta en
el español vocablos y recursos idiomáticos del quechua, el aymara y el
dialecto del Chinchaysuyo: maraña verbal que congenia con el
sincretismo que intenta entre las creencias andinas y la cultura europea y
cristiana. Su escritura trasluce las modulaciones de un escritor bilingüe
que habla la lengua del colonizador, pero no quiere abandonar del todo la
propia. Es probable también que el autor reflejara la lengua oral de su
tiempo, la que hablaba la enorme masa de analfabetos que formaban la
sociedad indígena. Guamán Poma es, sin embargo, un hombre ilustrado
que no desconocía la tradición y el estilo de las crónicas hispánicas. La
mezcla de registros da a su obra ese tono distanciado y extraño que tanto
ha cautivado a sus críticos y lectores.

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