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SEA – Lenguaje

Introducción lectura académica


Prof. Jhonatan Gómez Rodríguez
Universidad Industrial de Santander

¿Por qué los colombianos leen tan


poco?
Según un estudio realizado por Colciencias, los estudiantes universitarios
colombianos no leen bien, escriben mal y comprenden, por supuesto,
escasamente lo que leen.

Para un país que sueña con alcanzar la paz, resulta sumamente grave que los espacios que
pierden las bibliotecas los estén ganando las cantinas. Mientras que los índices en la venta
de libros disminuyen en todo el territorio nacional y las visitas a las librerías vienen
sufriendo fracturas, las embotelladoras de bebidas alcohólicas han duplicado en los últimos
años la venta de sus productos. Según una nota del 4 de septiembre del 2012 publicada en
Portafolio, “Bavaria reportó […] durante la reunión de accionistas, ventas netas
consolidadas en el primer semestre del año por 2,25 billones de pesos, con un aumento de
8,4 % respecto a igual periodo del 2011, cuando totalizaron 2,07 billones de pesos”.

Pocos meses antes de que Bavaria diera su parte de victoria, el Centro Regional para el
Fomento del Libro en América Latina y el Caribe divulgó un informe nada alentador para
los escritores del país ni mucho menos para el negocio editorial: el 67 % de los
colombianos no lee y dos de cada 10 compran 1.6 libros por año a pesar de que la Cámara
Colombiana del Libro invierte alrededor de 2.500 millones de pesos para promover e
incentivar la lectura, según lo expresado por su presidente Enrique González Villa. No
obstante, para el Ministerio de Cultura la cifra para el presente año es alentadora, pues
pasamos de consumir 1.6 libros al año a 1.9.

Las razones por las cuáles en Colombia no existe el hábito por la lectura, como si se viene
dando en países de la región como Brasil, Argentina y, en menor proporción pero con
tendencias a la alza, como Chile y Ecuador, son múltiples y variadas. Algunos estudiosos
del tema le atribuyen el fenómeno al elevado costo de los libros, que en los últimos años se
ha disparado ostensiblemente y el salario del colombiano promedio no alcanza siquiera para
satisfacer las necesidades que representa la canasta básica familiar.

La apuesta por el avance de las nuevas formas de comunicación ha sido para algunos el
palito en la rueda de esta lucha. La masificación del computador, como lo asegura el
novelista Óscar Collazos en uno de sus artículos de opinión, en vez de solucionar el
problema “fue la circunstancia tecnológica que lo agravó”, pues la puesta en escena de
programas que corrigen los errores ortográficos ha llevado a los estudiantes de hoy a tirar
por la ventana la normatividad que regula la escritura. De ahí que no tengan idea de dónde
empieza ni dónde termina una oración, dónde va el punto ni mucho menos la coma o, en el
peor de los casos, cuáles palabras se les marca la tilde y cuáles no.

Consultado 10 de agosto de 2019. Recuperado de: https://www.semana.com/opinion/articulo/los-colombianos-leen-
poco-opinion-joaquin-robles/360609-3?fbclid=iwar1o37aywjnco7ojmwtlbaxgozqqje5ti7k9rif03su4atkcjvt_kfel6bc
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Introducción lectura académica
Prof. Jhonatan Gómez Rodríguez
Universidad Industrial de Santander

El internet, sin duda, le dio sus puntadas al problema. Y Wikipedia, al igual muchas otras
enciclopedias virtuales y numerosos portales, contribuyeron a crear nuevas aristas de un
mal que ha cobrado muchas víctimas y que hoy se ha constituido en una peste que las
universidades del país intentan contrarrestar con cursos regulares de formación escritural. 

Si es cierto que tanto la lectura como la escritura son dos procesos diferentes, también es
cierto que ambos conforman ese río que desembocará en la creación de textos, tanto
académicos como literarios. Pero a la falta de herramientas conceptuales y teóricas que les
permitan a los estudiantes enfrentar sin temor la hoja en blanco, su instinto de
supervivencia, producto de las malas prácticas académicas y la viveza indígena, los ha
llevado a cruzar la línea de la ética sin importarles violar los derechos de autor y entrar en
el deshonesto y peligroso terreno del plagio, dándole vida a la popular corriente del ‘copia y
pega’.

Para algunos profesores de la Universidad Sergio Arboleda de Bogotá, el principal


problema que enfrentan los estudiantes que ingresan a las aulas universitarias es la carencia
de las competencias lingüísticas necesarias para comprender un texto académico y
reproducirlo, tanto en su aspecto oral como escritural. Para otros, las razones del por qué
esto se presenta radica en la baja formación y la poca importancia que se le da al problema
en la secundaria, pues los docentes en general terminan dándole más importancia a lo que
se dice y no al cómo se dice.

Para los menos optimistas, el problema es sumamente grave en todos los aspectos de la
educación superior del país, ya que, como se desprende de un informe publicado por el
diario El Tiempo, resultado de un estudio realizado por Colciencias y las universidades
Javeriana y del Valle, los estudiantes universitarios colombianos no leen bien, escriben mal
y comprenden, por supuesto, escasamente lo que leen. Por otro lado, los artículos
científicos y periodísticos, los informes de investigación y los textos de literatura no hacen
parte de ese abanico de prioridades que deben cristalizar las bases de su formación
académica como futuros profesionales. La conclusión es aterradora: el 82 % de nuestros
estudiantes universitario sólo tienen como lecturas prioritarias los apuntes de clase. Es
decir, aquellos que consignan en sus libretas de las distintas asignaturas que reciben.

Particularmente, creo que el problema que presenta la educación colombiana en este


aspecto es mucho más complejo y profundo de lo que a simple vista parece. No olvidemos
que Colombia es un país con una extensa tradición oral, que a lo largo de estos dos últimos
siglos fue la base de nuestro aprendizaje, que nuestra cultura no tiene sus puntales en la
letra impresa sino en la palabra articulada, y que sólo hasta ahora empezamos a salir de ese
letargo de analfabetismo que nos ha tenido amarrados a la tradición de nuestros ancestros.
De ahí quizá la afirmación de Jorge Orlando Melo en su artículo publicado en la revista El
Malpensante donde afirma que “el 90 % de los colombianos siguen siendo funcionalmente
analfabetas”.
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Prof. Jhonatan Gómez Rodríguez
Universidad Industrial de Santander

Lo anterior se da porque “mientras [que] en Europa una gran parte de la población se había
acostumbrado a usar el libro para educarse, informarse o divertirse, y al llegar los medios
audiovisuales pudo conservar buena parte de sus hábitos de lectura, en Colombia la gente
se acostumbró a informarse y divertirse mediante el radio o el televisor, sin que se
desarrollaran la infraestructura cultural y los hábitos de uso del tiempo libre ligados al
libro”.

Las reacciones que se produjeron en los medios de comunicación y en las redes sociales por
la renuncia en el 2011 del profesor Camilo Jiménez de su cátedra de periodismo en la
Javeriana, supuestamente porque sus estudiantes no pudieron redactar con eficacia un
resumen, abrió un profundo debate sobre la enseñanza en Colombia y dejó claro que las
ciencias humanas siguen siendo el patito feo del proceso educativo. Quizá eso explique lo
que Jorge Orlando Melo califica, en otras palabras, de alfabetización a medias de nuestros
educandos y nos dé una respuesta del por qué en el pénsum académico dejó de ser
importante conocer la historia del país.

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