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CONFERENCIA DE ÉTICA

“…expectativas ligeramente equivocadas…me hace ilusión comunicar… (para) no malgastar la


oportunidad… (no) explicar ninguna cuestión científica (ni) dar una conferencia de divulgación
científica (para) hacerles creer que entienden algo que en realidad no entienden (y así)
satisfacer uno de los más bajos deseos del hombre moderno… la curiosidad superficial…”

Hablar de un asunto de importancia general…

El oyente es incapaz de ver a la vez el camino por el que se le lleva y la meta a


la que conduce.

“La ética es la investigación general acerca de lo que es bueno…” (Moore,


Principia Ethica)

Usar el término ética en un sentido ligeramente más amplio (…) que incluye lo
que considero ser la parte más esencial de lo que generalmente se nomina
estética.

Serie de expresiones más o menos sinónimas (para ver el asunto de la ética)


En las que cada una podría sustituir a la anterior.
Ennumerándolas para producir un efecto de superposición (o “fotografía
colectiva”)
Para ver “la figura de las características típicas que todas ellas tienen en
común”…

1. La ética es la investigación acerca de lo que es bueno.


2. La ética es la investigación acerca de lo que es valioso.
3. La ética es la investigación acerca de lo que es realmente importante.
4. La ética es la investigación acerca del sentido de la vida.
5. La ética es la investigación acerca de lo que hace que merezca la pena vivir.
6. La ética es la investigación acerca de la manera correcta de vivir.

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La observación de todas estas frases apunta hacia una idea general de lo que
trata la ética.
Lo primero que llama la atención es que cada una es usada de hecho en dos
sentidos diferentes:

● Relativo (trivial)
● Absoluto (ético)

Ejemplos:
Esta es una buena silla. (sirve para un propósito predeterminado –la palabra
buena tiene sentido en la medida en que este propósito ha sido fijado de
antemano) :: Este hombre es un buen pianista (puede tocar piezas con un
cierto grado de dificultad, con un cierto grado de destreza) :: Esta es la
carretera correcta (en relación al destino predeterminado).

Estas expresiones no presentan ningún problema difícil o profundo.

No es el modo en que son usadas por la ética.

-“Juega Ud. bastante mal” (suponiendo que yo sepa jugar)


-“Lo sé, estoy jugando mal pero no quiero jugar mejor.”
-“De acuerdo”. (juicio de valor relativo)

-“Se está comportando Ud. espantosamente”


-“Sé que me comporto mal, pero de todos modos no quiero comportarme
mejor”.
-“De acuerdo” (¿!?) (juicio de valor relativo).
-“Tendría Ud. que querer comportarse mejor” (juicio de valor absoluto).

Aunque puede demostrarse que todos los juicios de valor relativo son simples
enunciados de hechos, ningún enunciado de hechos puede ser, o implicar,
un juicio de valor absoluto.

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Si hubiera una persona omnisciente que conociera todos los movimientos de
todos los cuerpos del mundo y todos los estados de la mente de todos los
seres humanos que han existido, y escribiera todo esto en un gran libro, este
libro contendría la descripción completa del mundo. (Este libro del mundo)
contendría todos los juicios relativos de valor y todas las proposiciones
científicas verdaderas que se puedan hacer, pero ningún juicio ético, ni nada
que implicara lógicamente tal juicio. Todos los hechos, y todas las
proposiciones, estarían al mismo nivel. No hay proposiciones que, en un
sentido absoluto, sean sublimes, importantes o triviales. Habría hechos, pero
no ética. Nada que pudiéramos decir o pensar sería tal cosa. No podemos
escribir un libro científico, cuyo objeto pueda ser intrínsecamente sublime, y
que esté por encima de los demás objetos.

“Si un hombre pudiera escribir un libro de ética que fuera realmente un


libro de ética, este libro destruiría a todos los demás libros del mundo
mediante una explosión.”

Nuestras palabras –tal como las usamos en la ciencia- son recipientes


capaces de contener sólo el significado y el sentido naturales. La ética, si
(acaso) es algo, es sobrenatural, y nuestras palabras sólo expresan los
hechos.

En lo que se refiere a los hechos y proposiciones, hay sólo valor relativo.

No tiene sentido hablar de la carretera correcta al márgen del destino


intentado. La carretera absolutamente correcta sería la carretera tal que al verla
todo el mundo tendría, con necesidad lógica, que seguirla, o bien avergonzarse
por no seguirla. El bien absoluto, si es un estado de cosas que se puede
describir, sería el que todo el mundo, habría de producir o sentirse culpable por
no producir.

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Pero este estado de cosas es una quimera.

¿En qué estamos pensando cuando usamos expresiones tales como “bien
absoluto”; “valor absoluto”, etc? Pues bien, (al pensar acerca de esto) es
natural que (evoquemos) situaciones (casos) en los que usaríamos esas
expresiones, como ir de paseo en un buen día de verano… todo lo que
podemos decir se volvería concreto (…) siempre se presentaría la idea de una
experiencia particular (personal) que podría ser descrita como:

● Me asombro de la existencia del mundo.

Y expresada como:

● “¡Qué extraordinario que exista algo!”

O mejor:

● “¡Qué extraordinario que exista el mundo!”

Pero la expresión verbal de estas experiencias es un sinsentido. (Estoy


haciendo un mal uso del lenguaje).

Es decir, tiene sentido decir que me asombro que algo sea el caso, del tamaño
de un perro que es más grande que ninguno que haya visto jamás, de la
existencia de una casa que yo creía demolida, pero no tiene sentido decir
que me asombro de la existencia del mundo, puesto que no me puedo
imaginar que no exista.

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En todas las expresiones éticas y religiosas se da un característico mal uso del
lenguaje. Todas estas expresiones, a primera vista, parecen ser simples
símiles ( o alegorías).

Así, cuando usamos la palabra “bueno o valioso” en un sentido ético, parece


que la usamos en un sentido trivial, como cuando decimos:

● “Ésta es una buena persona”

Parece que la estamos usando en un modo similar a:

● “Éste es un buen jugador de tenis”

ó:

● “La vida de este hombre es valiosa”.

a:

● “Estas joyas son valiosas.”

Pero parece haber alguna especie de analogía.

De la misma forma, los términos religiosos parecen ser usados siempre,


constantemente, como símiles o alegorías:

● “Hemos sido salvados”.

Cuando digo que “estoy a salvo” en sentido ético, parece que estoy diciendo
que estoy a salvo pase lo que pase (aunque en realidad la palabra quiere decir
que hay ciertas cosas que son imposibles de que físicamente me ocurran -no
me pueden extirpar el apéndice dos veces). No tiene sentido decir que estoy a

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salvo pase lo que pase (se trata de otro mal uso de la palabra “a salvo” así
como “existencia” o “asombrarse”).

● “Dios está en todas partes”.

Dios es como un gran ser humano de gran poder, que ha creado al mundo,
cuya gracia tratamos de ganar, etc.

Sin embargo, un símil debe ser símil de algo.


Pero tan pronto intentamos abandonar el símil, aseverando simplemente los
hechos que están tras él, nos encontramos con que no hay tales hechos.

Así, lo que al principio parecía ser un símil, ahora parece ser un sinsentido.

No obstante, tales experiencias les parecen, a quienes las han experimentado,


que de algún modo contienen un valor intrínseco, absoluto.

Pero si digo que son experiencias, no hay duda de que son hechos; han
tenido lugar allí y en aquel momento, han durado un tiempo determinado y en
consecuencia pueden ser descritos.

Por lo tanto, no tiene sentido decir que tienen un valor absoluto.

Se trata de la paradoja de que una experiencia, un hecho, parezca tener


valor sobrenatural.

Consideremos:

● “Me asombra la existencia del mundo”.

O mejor:

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● “Es un milagro que el mundo exista”.

Si un milagro es un hecho todavía no explicado por la ciencia (por el momento,


hemos fracasado en agrupar este hecho junto a otros en un sistema científico)
es un absurdo decir que la ciencia ha demostrado que no existen los milagros;
la verdad es que la manera científica de mirar un hecho es no verlo como
milagro (nada es milagroso en sentido absoluto).

La expresión de asombro ante la existencia del mundo no es una proposición


en el lenguaje, sino sobre el lenguaje; es una expresión de asombro ante la
existencia del lenguaje mismo.
Debido a que:

No podemos expresar lo que queremos expresar.

Porque:

Todo lo que decimos acerca de lo absolutamente milagroso sigue siendo un


sinsentido.

Es decir:

No es que determinadas experiencias parezcan tener un valor absoluto (ético)


porque queramos darle sentido a algo que no lo tiene y decir tonterías
(sinsentido), ni porque lo que queramos expresar es que sí han de tener
sentido (sólo que aún no lo entendemos) sino que:

La carencia de sentido es la esencia misma de todos los enunciados éticos.

Todas las expresiones de valor absoluto carecen de descripción.

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Quien emplea estos enunciados intenta ir más allá del mundo, atentando en
contra del lenguaje (significativo).

Arremete en contra de los límites del lenguaje (de los barrotes de nuestra
jaula).

Y este intento es perecta y absolutamente desesperado.

Lo que dice la ética no añade nada, en ningun sentido, a nuestro conocimiento.

Pero es un testimonio de una tendencia perfectamente respetable.

“A la que no ridiculizaría por nada del mundo”.

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