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Z AMORA V ELÁZQUEZ I SRAEL I SAAC ◊ Cultura y Personalidad ◊ El Espacio

Psicológico ◊ 09/11/09
El Espacio Psicológico: Pabellón Psiquiátrico
“Del hombre al hombre verdadero, el camino pasa por el hombre loco”

E s probable que desde el hybris (úbris) griego y hasta en el Malleus Maleficarum (1486) se haya venido
gestando el estigma de la enfermedad mental, ya se le atribuía erróneamente a Eurípides el intrincado
aforismo: “Aquel a quien los dioses quieren destruir, primero lo vuelven loco”. La locura y la enfermedad
mental, la primera como parte inherente del ser humano, y la segunda como parte del monólogo modernista
elaborado por los psiquíatras para establecer a la locura como un objeto de estudio médico; ha sido
históricamente un fenómeno temido y poco comprendido, por tanto, aislado y negado de la conciencia social
contemporánea. Sin embargo, el objeto de este trabajo no es solo la locura como tal, si no, el espacio psicológico
que se ha construido a lo largo de los años, para delegar en el a la ‘enfermedad mental’ de nuestra cultura: el
pabellón psiquiátrico.

La sección de un hospital psiquiátrico es un lugar mítico gracias a las construcciones cognitivas que
explican la verdad de la persona loca sin preguntarle, las ideas y creencias sobre los violentos, los bizarros, los
incontrolables y las películas de acción americanas donde el vencido siempre es un loco con recursos, que
acaba balanceando su humanidad dentro de un cuarto acolchonado, blanco como la camisa de fuerza y la
espuma que sale de su boca; sin embargo, otras personas creen que la única diferencia entre la gente que se
encuentra internada en una institución mental y aquellos de nosotros que estamos fuera, es que nosotros somos
la mayoría.

Foucault, en su Histoire de la folie à l'âge classique. Folie et déraison (1961) captura la esencia del poder
y de la mayoría en una relación causal bidireccional, en donde los poderosos deciden quien está loco y quien no.
Afirma “Se libera al loco de las prisiones del orden moral, pero el espacio rigurosamente cerrado en que jugará
su libertad reconquistada será investido por una armazón de conceptos. (...) se lo encierra en un determinismo
natural (...) [y] se constata la presencia objetiva de su culpa, que se vuelve visible a través de sus patologías”, es
esta, sin duda, una región incómoda; para recorrerla es preciso renunciar al confort de las verdades últimas y no
dejarse guiar nunca por lo que podemos saber de la locura. Castro (2004) se atreve y escribe “...el encierro ha
construido la figura del alienado y, sobre esta base, la locura ha sido objetivada como enfermedad mental. La
locura se convierte, así, en la primera forma de objetivación del hombre”.

Las cosas que no son realmente entendidas, son aquellas de que se ignoran sus elementos y su
funcionamiento, como la “mente” humana, y por ello, al no poder “nombrarlas por su nombre”, para conservar la
organización nos vemos obligados a sustituir esos aspectos desconocidos por otros bien sabidos, construyendo
un modelo isomórfico tan complejo como es la metáfora. Los isomorfismos metafóricos al más puro estilo de
Wittgenstein en su Tractatus (1921) pueden observarse claramente en las frases difíciles de descifrar por el
contenido humorístico, y que surgieron para identificar a la locura, expresiones como: “le patina el coco”, “oye
pasos en la azotea”, “se le bota la canica”, “se le van las cabras” o “ya peina la muñeca”; y que caricaturizan con
docta excelencia no más que la localización y paisaje superficial de los trastornos mentales.

Nietzsche mostró que la estructura trágica a partir de la cual se constituye la historia del mundo
occidental no es otra cosa que el rehusamiento, el olvido, la caída silenciosa de la tragedia. Hay una creencia
popular entre los profesionales de la salud mental en la cual el paciente psiquiátrico sufre dos muertes: la
primera, cuando enferma y se da cuenta, al igual que su familia, quienes lo ejecutan desconociéndolo y
recluyéndolo en una institución mental; y la segunda, cuando le llega la muerte biológica 1. Ser internado es una
experiencia difícil entre gritos por las noches, el frío y la confusión entre sueños y realidad, pero ha de ser sin
duda, una usanza de mucho aprendizaje ya que la sección psiquiátrica es un sitio muy complejo, que muchas
veces imprime una necesidad vital para descifrar su dinámica.

El pabellón psiquiátrico se conforma de muchos elementos, sin embargo, es necesario distinguir cinco de
ellos en orden de importancia: Los pacientes, la puerta, la cama, los ‘doctores’ (psiquíatras, psicólogos,
enfermeras) y el pasillo. Los pacientes son la ensalada de síntomas y signos, personalidades y creencias, de
partes sanas y partes enfermas, almas y entes efectivos que viven 24/7 en el pabellón, ellos son humanos. La
puerta es un símbolo, representa de forma ambigua la única cosa que separa al paciente de lo que considera su
‘libertad’ y el encierro en que se encuentra, y a la vez, la cosa que protege al enfermo de los peligros que el

1
En “Ensayo sobre la ceguera” de José Saramago, una mujer quema el manicomio matando a todos los ‘malos’.

yzaakroller@hotmail.com
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‘mundo real’ representa para personas que viven una realidad que no es común y mucho menos afín a la de los
demás, es decir, dentro del pabellón, el loco tiene permiso social para estar loco, para ser un enfermo mental,
para desbordar su maldad incluso más allá de donde su propia locura le requiere. La cama funciona como un
subespacio, imaginaria o alucinatoriamente, pero de naturaleza privada; en la cama el paciente se refugia de la
ofuscación espeluznante que le provoca confrontarse con su propia locura reflejada en la enfermedad mental del
otro, el paciente se acuesta y se cuelga de nuevo su indumentaria de soliloquios y cavilaciones (aparentemente)
desorganizadas, de culpas y nostalgias, cosas que no dice a los demás, ni si quiera a los ‘doctores’. Psiquiatras,
psicólogos y enfermeros se engloban en una sola categoría: la de los que traen puesta una bata blanca. Son,
para algunos pacientes, los que tienen la solución a todos sus problemas, para otros, los desgraciados que no
dejan salir a la calle a comprar un cigarro, ellos son humanos de 8:00 a 16:00 horas. Finalmente, el pasillo, es la
perspectiva. Hay que caminar por el pasillo para ir al baño, para ir a tomar agua, para ir a ver por la ventana
como llueve, y para drenar la ansiedad y la desesperación mediante la dromomanía, y funciona como el espacio
público donde se comunican la razón y la sin-razón, llenándose de palabras y muchas veces de deliciosos ratos
de retórica.

Michelén (2008) cree que en el medio del sereno mundo de la enfermedad mental, el hombre moderno
no comunica más con el loco: hay por un lado el hombre de la razón que delega hacia la locura al médico, no
autorizando así más relación que a través de la universalidad abstracta de la enfermedad; por el otro el hombre
de la locura que no comunica con el otro más que por intermedio de una razón totalmente abstracta, que es
orden, compulsión física y moral, presión anónima del grupo, exigencia de conformidad: no hay lenguaje común.
Sin embargo, la comunicación y la información que corre por el pasillo del pabellón psiquiátrico son legítimas y
hacen indudablemente de éste, un espacio público cual calle. El pasillo siempre se encuentra en movimiento, los
pacientes caminan de un lado a otro, los ‘doctores’ lo recorren varias veces al día con papeles en las manos, los
intendentes y conserjes lo trapean a pesar del flujo incesante de movimiento, palabras, gestos, etc. En un
Bedlam como éste, la soledad y la restricción se aligeran caminando por ‘la calle’ del pabellón, para ir a visitar al
de la cama vecina, o ver quien se encuentra uno mientras camina, o para hacer una llamada telefónica y lograr
que aunque sea su voz salga del lugar, por medio de un cable. La mente de todos en el pasillo es infinita, en
algunos mas sensible, en otros más creativa, pero al fin y al cabo, infinita; y llena ese espacio psicológico.

Éste fascinante lugar, vinculado a la leyenda y la condición indeseable, también tiene una función
simbólica para ‘la mayoría’ de afuera, que es resguardar, contener y desvanecer la peligrosa locura de la
sociedad, el reflejo de la propia miseria del grupo, una racionalización colectiva que empequeñece el miedo de
saber inconscientemente, que solo el 10% de los enfermos mentales se encuentran siendo tratados en un
hospital psiquiátrico.

“Tuve miedo
y me regresé de la locura
Tuve miedo de ser
una rueda
un color
un paso

PORQUE MIS OJOS ERAN NIÑOS

Y mi corazón
un botón
más
de
mi camisa de fuerza

Porque hoy que mis ojos visten pantalones largos


veo a la calle que está mendiga de pasos.”

Poema del manicomio2


Carlos Oquendo de Amat, 1923

2
Se conserva la tipografía y disposición gráfica original del autor.

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BIBLIOGRAFÍA

o CASTRO, Edgardo. (2004) “Locura (Folie, Déraison)”, en Vocabulario de Michel


Foucault, Prometeo editorial, México.
o FOUCAULT, Michel (1961) “Historia de la locura en la época clásica”, 2° edición,
Tomo II, México, Fondo de Cultura Económica
o LAFOFF & JOHNSON (2001) “Metáforas de la vida cotidiana”, Taurus, México.
o MICHELÉN, Sugel (2008) “La locura según Foucault”, Reformado Reformándome,
recuperado de http://reformadoreformandome.wordpress.com/2008/07/05/la-
locura-segun-foucault/
o NIETZSCHE, F. (2001) “Así habló Zarathustra”, Buro Editor, Buenos Aires,
Argentina.
o OQUENDO DE AMAT, Carlos, (1986) "5 Metros De Poemas" Editorial Orígenes,
Madrid, España.
o SARAMAGO, José (1996) Ensayo sobre la Ceguera, Alfaguara, Madrid, España.

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