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VENTANA GENERACIONAL

Agustín Yanguas Alcaide nace en Zaragoza el 14 de noviembre de 1858.


Es probable que el arraigo literario lo adquiera, en parte, de su madre, aficionada a la
creación poética, y de su abuelo, autor de un famoso tríptico sobre los Sitios de
Zaragoza; aunque no se puede olvidar que en el siglo XIX la falta de medios de
comunicación visuales y auditivos dieron relevancia a la literatura como vía de
expresión y comunicación.

En 1887 obtuvo la licenciatura en Derecho y contrae matrimonio al año siguiente,


ejerciendo en un cargo municipal.
En 1898 publicó su primer y último libro «SONETOS», quedando inédito un amplio
manuscrito poético («OTOÑALES») y una recopilación de relatos y artículos,
publicados en su mayor parte en el «Heraldo de Aragón», del que fue colaborador
durante bastantes años.
En 1902 le conceden un premio nacional de poesía por su trabajo sobre la conquista de
Mallorca.
En 1915 fallece su esposa, Josefa Vaissieres, y es a partir de entonces cuando
incrementa su actividad poética.
Su carácter, austero e intimista, contribuyó negativamente a la expansión de su obra
literaria. Murió el 24 de febrero de 1934.

Treinta años más tarde, el 19 de junio de 1964, nace un biznieto suyo, Agustín Yanguas
Marín, que a los 17 años empieza a escribir poesía, desconociendo los antecedentes
literarios de la familia. Cuando descubre la obra de su bisabuelo —no sabemos si para
bien o para mal— recibe un fuerte tirón hacia lo que él llama «la ardua escalada de la
Literatura».

Dos escritores aragoneses, distanciados por más de un siglo, son citados conjuntamente
para mostrarnos su obra literaria (aquí donde el tiempo se hace aún más relativo). Tres
generaciones marcan la diferencia de un estilo y una forma de cultivar el arte escrito,
aunque no haya calibre capaz de medir, con una misma escala, el proceder artístico de
autores de distintas épocas. Por esta razón, se pueden encontrar ciertos anacronismos y
semejanzas, que nada implican sino las distintas influencias sociales y culturales en que
se ve imbuido el escritor. El nombre y apellido anudan a estos autores, como también
los anuda la literatura a través de lazos románticos o una postura clara de concepción
poética. De alguna manera, ésta es una de tantas monedas de caras peculiares, pero
fundidas en un mismo atanor; al igual que el tiempo funde el ayer y el mañana a través
de la historia.

CREEMOS que lo más importante a la hora de «analizar» la obra de un autor es tanto el


resaltar los rasgos peculiares que la conforman cuanto «estudiar» la posible influencia
que en ella hayan podido ejercer las diversas corrientes literarias propias de la época en
la que el autor concibe sus obras. En la obra poética de Agustín Yanguas Alcayde
predominan esencialmente los sonetos, cuya nota más característica es, probablemente,
la gran musicalidad que descubrimos en sus estrofas. Podríamos aplicarles, incluso,
aquella famosa frase del gran autor francés Verlaine que decía: «De la musique avant
toute chose!» —la música ante todo—. De otro lado, no podemos olvidar tampoco el
culto que este autor realiza a la perfección formal, rasgo éste que, unido a un fuerte
carácter intimista, nos hace pensar en una clara influencia modernista aunque con un
profundo arraigo post-romántico, ya que sus versos están cargados de melancolía,
tristeza y nostalgia, claros síntomas del hondo malestar que recuerda la angustia
romántica. Además, y siguiendo con el aspecto formal de su creación, también es cierto
que supo captar, con una cierta maestría las esencias de una dualidad que, a medida que
profundizamos en su obra, se nos presenta con mayor intensidad• nos referimos
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De otro lado, no podemos olvidar tampoco el culto que este autor realiza a la perfección
formal, rasgo éste que, unido a un fuerte carácter intimista, nos hace pensar en una clara
influencia modernista aunque con un profundo arraigo post-romántico, ya que sus
versos están cargados de melancolía, tristeza y nostalgia, claros síntomas del hondo
malestar que recuerda la angustia romántica. Además, y siguiendo con el aspecto formal
de su creación, también es cierto que supo captar, con una cierta maestría, las esencias
de una dualidad que, a medida que profundizamos en su obra, se nos presenta con
mayor intensidad• nos referimos a la síntesis entre la corriente parnasianista -que
concibe a la poesía como un bloque marmóreo a un anhelo claro de perfección en la
forma y en los valores sensoriales- y la simbolista -reflejada por el poeta por su
capacidad de sugerir y por su constante búsqueda de efectos rítmicos-. Podemos decir,
como conclusión de lo anteriormente expuesto, que Agustín Yanguas Alcayde no se
caracterizaba, pues, por las tendencias de la época en que vive, es decir, por la pérdida
progresiva del idealismo romántico en pro del concepto práctico de las cosas y por un
cierto intento de cambio y nueva creación, sino que perduran en él claras influencias de
etapas anteriores. Por otra parte es claro su frecuente tono «cantinero y alegre» que le
lleva en ocasiones a extralimitarse en el uso de la subjetividad, impidiéndole amoldarse
a la realidad y, por tanto, reflejarla con precisión y exactitud Otro claro dualismo que no
escapa a los ojos del lector de su obra es el del «abuso» del altisonante tono modernista
(elevado a sus más altas cimas de valores ornamentales causando, a veces, un cierto
hastío) frente al uso de un lenguaje quizás más llano, natural y precisista. Su intenso
vitalismo se refleja en la sensualidad presente en su poesía, aunque en cierto modo
utiliza con demasiada frecuencia el típico sonsonete romántico, sin que aparezcan
nuevos y variados ritmos más flexibles y armoniosos. En definitiva, su trayectoria es
firme, pero no se aprecia un sustancial cambio en su lirismo ni se percibe una clara
evolución de formas y concepción poéticas. Aunque siempre debemos tener en cuenta
que, como decía otro de los «grandes» de la literatura, Campoamor, «es imposible que
haya mala poesía cuando en ella hay ritmo, rima, conceptos e imágenes» y no podemos
negar que estos elementos los conoce y los desarrolla con gran habilidad y precisión
Agustín Yanguas Alcayde. En contraposición con la obra de su antepasado, la de
Agustín Yanguas. Marín nos revela la evolución conceptual y formal de un autor,
profundizando en la expresión poética, a través de sus más diversas vertientes. Un
carácter dual que fluctúa entre la convicción y el desconcierto, transmitidos en
ocasiones al lector, una búsqueda del perfeccionismo y del equilibrio. Pero pasando
siempre por sus opuestos, son líneas que marcan sin subterfugios su itinerario en su
concepción poética
Quizá lo que sí une a ambos autores, además de la sangre, sea que ambos nos introducen
en un mundo cargado de men-sajes y símbolos, sin olvidar nunca la gran fuerza
subjetiva e intimista que en ellos deposi-tan. En Agustín Yanguas Marín no podemos
hablar de una úni-ca influencia, sino que serían muchas las que habría que des-tacar,
porque muy diversos son los temas tratados y los estilos que nos muestra. Aunque tam-
bién debemos decir que en este autor se aprecia una clara dife-rencia entre su obra
poética y su obra en prosa. Si bien con la primera nos introduce en su mundo de
sentimientos, en la segunda podemos captar clara-mente toda la filos* vital de este
joven escritor. De ello os damos muestra con los textos que hemos seleccionado.
Concluyendo, pues, dos auto-res, dos estilos, dos etapas... El lector, con su propia
recreación, será quien tenga la última e imaginada palabra...

de la revista lapsus calami

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