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Las ciudades, al igual que los estados, fueron ampliándose y multiplicándose a lo largo del
continente, como producto del aumento del comercio, la actividad fabril y el aumento
demográfico.
Los estados modernos poseen entonces ciertas características que los distinguen de sus estados
antecesores de la Edad Media. Éstas son:
Progresiva centralización del poder. El Estado adquiere bajo su órbita la totalidad de las
relaciones sociales, económicas y políticas. Esta órbita entiende tanto el control como la
intervención para dirimir cuestiones y diferencias, no aceptando dentro de su territorio ningún otro
poder equivalente que pueda disputarle esta primacía.
Creciente concentración de funciones en manos de una burocracia profesional. Parte de esta
centralización del poder, que es la primera diferencia, ocurre como consecuencia del crecimiento y
del desarrollo de un tipo particular de gestión. Esta administración se basa en parámetros
“profesionales” e “impersonales”; esto significa que opera en base a códigos y leyes estatuidas con
anterioridad, elaborados sobre criterios de racionalidad para la administración. Quienes llevan
adelante esta tarea son funcionarios que perciben un “salario” y que poseen la idoneidad necesaria
para desempeñar dicha tarea. De esta forma, todas las tareas que se desarrollaban dentro de la
comunidad y que guardaban la forma de una “autogestión”, fueron cediendo lugar a esta nueva
forma de administración.
La primera característica que debemos remarcar es que este tipo de Estado, es una construcción
política y sobre todo, es fruto de un tipo particular de desarrollo histórico. Entonces como dato
fundamental para su estudio debemos recordar en primer lugar, que el Estado moderno está
íntimamente ligado con la “política” y en segundo término, como es producto de un desarrollo
histórico, está siempre sujeto a cambios.
No se habían dado cuenta de que el Leviatán no era el Estado totalitario sino el Estado moderno,
que nace de las cenizas de la sociedad medieval, un cuerpo político que puede encarnarse
históricamente en las más diversas formas de gobierno, entre las cuales no está necesariamente la
autocrática.
Creo, empero, que también respecto a la sustancia hay idea hobbesianas que contribuyeron a
formar mi pensamiento político. Señalo tres: el individualismo, el contractualismo y la idea de paz
a través de la constitución de un poder común, que es el tema sobre el cual existe una relación
continua y fecunda de concordia discors con Bonanate.