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Existe una amplia y probada tradición en los estudios sobre la ciudad que parten de
una matriz cultural o socio-simbólica en ubicar los procesos que estudian en algún
ámbito localizado del entorno urbano. En este tipo de trabajos el énfasis en el barrio, la
unidad habitacional o la colonia de residencia es persistente ya que forma parte de una
estrategia metodológica para abordar diversas facetas de la intensa vida social que se
gesta alrededor del espacio habitado y al mismo tiempo para dar cuenta de las trans-
formaciones del entorno metropolitano desde un lugar privilegiado.
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Bibliografía
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El tema del habitar —dentro del cual se ubica este trabajo— se puede considerar
bajo la visión heideggeriana que lo plantea como una condición esencial del ser hu-
mano, la de estar siempre vinculado a un territorio. El vínculo con el territorio se
concreta en el arraigo, es decir que es un lazo de pertenencia respecto al territorio
(Heidegger, 1986). También es importante observar que este vínculo implica más la
inmovilidad espacial que la movilidad. La inmovilidad resulta de las raíces del indivi-
duo en un territorio y le da la esencia al habitar. Para Heidegger, se habita de manera
«enraizada». En cambio, se puede construir una casa en un territorio con el cual no
hay vínculo previo, ni raíces. Su visión nostálgica de las sociedades modernas preci-
samente se fundó en que en ellas el construir una casa sin arraigo sustituye al habitar
enraizado (Heidegger, 1982). Esta forma de entender el habitar está necesariamente
asociada al concepto de territorialidad. Es un lugar común en las diversas concep-
tuaciones de la territorialidad afirmar que ésta siempre implica la relación o el víncu-
lo del sujeto con el territorio. Es por esto que nuestro acercamiento al habitar será
por la vía de la territorialidad.
Así, en este trabajo se aborda el problema de la territorialidad en el contexto
metropolitano, entendida como la relación del individuo con el espacio que habita,
es decir como una forma de habitar. La heterogeneidad metropolitana permite hallar
muy diversas territorialidades. En esta ocasión se analiza la territorialidad a través
de un discurso femenino que habita la periferia oriental de la ciudad de México, más
concretamente Valle de Chalco. Un rasgo característico de este tipo de territorialidad
es que integra significados aparentemente contradictorios, como son la «agorafobia»
y el «confinamiento territorial», con el «control del territorio» y aun la forma arcaica
según la cual el territorio es el lugar del «encuentro festivo» con el otro. Las tres
primeras modalidades, en nuestro análisis vienen a representar formas «modernas»
del habitar. Aunque el carácter moderno no se debe a lo que ya observaba Heidegger
de la falta de pertenencia, sino a que en el vínculo con el territorio está tejido el poder.
De esta forma, en una primera parte discutimos el concepto de territorialidad a
partir de tres ángulos convergentes: la territorialidad como la relación del individuo
con el territorio, la territorialidad situada y la territorialidad multiescalar. En la se-
gunda parte presentamos la particular territorialidad de género hallada en una na-
1. Agradezco la colaboración de Raúl Romero Ruiz en el trabajo de campo y también los comentarios muy opor-
tunos de Daniel Hiernaux a la versión previa.
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1. Un acercamiento a la territorialidad
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4. Esto entra dentro de lo que la fenomenología ha analizado como el ejercicio del «pareo». Con relación al pareo
conviene recordar que Husserl propuso un mecanismo de estructuración inherente a la conciencia que consiste en
la capacidad de conectar acontecimientos temporalmente con el objeto de crear secuencias temporales. Así, se
establecen conexiones continuas entre cosas que objetivamente están separadas. La mente construye unos ejes
espacio-temporales que permiten que el mundo cobre objetividad espacial y temporal. Este procedimiento de la
conciencia constituye el «pareo» y se sustenta en una suerte de analogía. En última instancia, los actores construyen
la sociedad a través de estos procedimientos que permiten conectar e integran un mundo inconexo.
5. Entendemos la singularidad como el cruce entre lo particular de una biografía y lo social, es decir, la forma que
toma lo social cuando es apropiado por un individuo.
6. Nos referimos a la propuesta de Goffman según la cual la sociedad puede entenderse como la representación de
una obra de teatro: esto implica pensar a la sociedad como infinitas situaciones definidas por una espacio-temporalidad
específica, en la cual los individuos son actores que representan papeles, construyen escenarios, utilizan recursos escénicos
para darle más fuerza a sus representaciones —a fin de convencer a los otros de su papel— como son las máscaras,
utilizan recursos complementarios, como el decorado, el propio trabajo facial y corporal. Y todas estas situaciones
siempre tienen varios frames que dictan el tono de lo que se debe hacer o cómo interpretar lo que hacen los otros.
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8. De manera muy escueta recordamos que Valle de Chalco constituye un territorio de unos 40 kilómetros cuadra-
dos que empezó a fraccionarse ilegalmente en la segunda mitad de los setenta y en sólo dos décadas (ochenta-
noventa) ha albergado a medio millón de habitantes en lo que fueron tierras rurales, siendo casi todos ellos
autoconstructores excluidos de los mecanismos formales de acceso a la vivienda. Sin duda, la magnitud del fenóme-
no junto con la velocidad del proceso de expansión urbanas fueron decisivas para su rápida incorporación al discurso
coloquial sobre la ciudad. Sus habitantes son sujetos con trayectorias biográficas de alta movilidad territorial. Algu-
nos de ellos han iniciado el desplazamiento de la residencia en áreas rurales, continuándolo en la ciudad de México.
Otros, hijos de migrantes de origen rural pero ellos mismos originarios de la ciudad, se han desplazado reiterada-
mente dentro de la ciudad en busca de mejores condiciones de vida. Para más información sobre el contexto local:
Hiernaux, Lindón y Noyola, 2000.
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En esta narrativa femenina reconstruimos tres escenarios que dan cuenta de dife-
rentes formas de significar el espacio y relacionarse con él: en el primero se presenta
la experiencia de vivir el espacio público, más concretamente las calles de la propia
colonia, en el sentido de lo que Sylvia Ostrowetsky (2001: 151) ha denominado el
«encuentro afuncional de la festividad». Conviene aclarar que lo afuncional se plan-
tea en el sentido de que no se trata de ninguna de las funciones que cierto urbanismo
«distante» reconoce como esenciales: residir, trabajar, circular. Aunque desde otro
punto de vista la fiesta cumple una importante función en términos del tejido social
y de la vida cotidiana.
En el segundo escenario la territorialidad aparece bajo la experiencia de la agora-
fobia y el confinamiento en la propia colonia y en el entorno de la misma. Y por
último, en el tercer escenario, que corresponde al momento más actual de la biogra-
fía, la experiencia del espacio toma el sentido del control, la mujer controla tanto el
territorio como a los otros que se mueven en ese espacio público.
Este escenario se montaba en distintas fechas festivas, como por ejemplo las
fiestas patrias o las fiestas navideñas: nuestra narradora, adolescente, acompaña-
da de sus hermanas, organizaba la fiesta e invitaba a los jóvenes vecinos y a sus
familias a participar en la convivencia comunitaria. La fiesta se iniciaba cuando
sacaban afuera de la casa de sus padres —a la calle— un amplificador que conec-
taban a una batería de automóvil, ya que no tenían corriente eléctrica. Algunos
vecinos se iban acercando y ofrecían otros equipos de música complementarios
con los cuales se iba armando el «decorado musical».9 Para completar el decora-
do festivo, nuestra narradora y sus hermanas sacaban a la calle una estufa y co-
menzaban a preparar comida que irían vendiendo a los asistentes. El decorado
festivo se completaba con fogatas que sustituían la falta de luz eléctrica, y una vez
así realizado todo este montaje escénico se iniciaba el baile, la convivencia, la
fiesta: se hacía «la lunada».
En este típico escenario de fiesta popular callejera se pueden distinguir los tres
elementos más fuertes del decorado: la estufa, la fogata y la música. Los dos prime-
ros se podrían entender como un desdoblamiento moderno del fogón o el «fuego»,
que ilumina y permite preparar los alimentos, al mismo tiempo que expresa la vida
privada. El tercer elemento, la música, parecería representar la parte que ritualiza el
encuentro y que introduce y da fuerza a lo comunitario dentro de la vida privada.
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10. De aquí en adelante, se usará la expresión «afuncional» no para negar la funcionalidad social de la fiesta sino
precisamente para destacar que su función principal no debe entenderse bajo la lógica modernista y racional del
circular, trabajar y residir.
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[...] por la misma gente que viene de otros lugares, uno no sabe con que mañas vienen,
entonces te vas cuidando, en vez de vivir más tranquilamente, porque se va poblando,
no, vive uno más a la defensiva porque uno no sabe que gente viene o de dónde viene,
entonces ahí se rompe la relación, entonces ahora el mismo medio de la pobreza, la
inseguridad, hace a uno ser más renuente a la convivencia.
11. Ésta es otra forma de referir a lo «singular» en el sentido más arriba señalado.
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Con este antecedente, que opera como una condición necesaria para el escenario
siguiente, la narrativa va montando el escenario en cuestión de la siguiente forma:
En una de esas ocasiones, cuando estaba yo ahí trabajando, el viejo ese se equivocó
de ruta, el del camión, decía que iba a entrar para la colonia Guadalupana, y no, se
fue por otro lado, se fue por atrás, nos fue a dejar al fondo de la colonia y yo tuve que
caminar desde allá hasta la casa, de polo a polo y ahí venía un viejo atrás de mí, no,
«¿pues, adónde vas?», esa vez fue en tiempo de lluvias, cuando brinco el charco, el
viejo me agarra por detrás, me tapa la boca y me jala hacia un lugar, el Valle estaba
sin luz, sin nada, y me jaló para atrás, me jaló ahí bien feo, me quitó mi bolsa, lo que
quería era robarme, pero en ese momento sí me dio mucho miedo, yo empecé a
gritar, pero a esas horas, eran como las doce de la noche, que yo venía de trabajar, y el
viejo me agarra así por atrás, en ese momento dices, «éste ya va a hacer algo aquí
conmigo, no nada más me va a...» y pues ni modo y ya me empecé a pelear con el
viejo, porque no era ni muy grande, estaba así como a mi nivel, me empecé a pelear
con el viejo ese y si, nos dimos de trancazos, entonces ya lo único fue que me arrebató
la bolsa y se echó a correr, y entonces sale por ahí un señor con un palo y un mucha-
cho: «¿qué pasó?», «no pues, ya me acaban de asaltar», «pues ¿adónde vives mu-
chacha?, ¿qué andas haciendo a esta hora aquí?»... como si la culpable fuera yo, si yo
venía de trabajar, ya pues, me fui a la casa... Llego, supuestamente mis papás estaban
preocupados, pero en vez de decir «hija», no, dicen: «Es bien tarde, ¿qué andas ha-
ciendo a estas horas?». Yo lo único que quería en ese momento es que me abrazaran
y dijeran..., cuando yo les dije «es que me acaban de asaltar y de jalar y espantar», que
me abrazaran y me dijeran «hija, pues ya no...». Pero, no, lo único que me dijeron «Es
bien tarde, qué andas haciendo a estas horas en la calle?». Son cosas bien feas, a lo
mejor no tuviera yo que pasar esto si mis padres me hubieran dado escuela, si hubie-
ra tenido un mejor empleo y no tuviera que andar a esas horas de la noche en un
trabajo. Duré semanas en que parecía muerta en vida, porque andaba toda pálida, me
empezó a dar miedo salir a la calle, son los riesgos... son los riesgos porque en otra
ocasión asaltaron el camión y el viejo ese, igual, con la pistola en mano, aquí me puso
la pistola y metiéndome la mano por todos lados, entonces es cuando te entra el
rencor y dices, ¿por qué tengo que pasar por este tipo de cosas?, porque es bien feo,
cierras los ojos y te acuerdas del viejo ese asaltando, manoseando...
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Venía de la escuela, tenía que traer todo lo que me encargaban de allá, la leche, las
tortillas, todo..., venía bien cansada, recuerdo que ese día me tocó deportes, venía ren-
dida y cargando mi morral, un morral bien feo, con los útiles, las latas de leche, mis dos
kilos de tortillas bien calientes y el solazo, cuando ya venía yo a la subida del puente, ya
viene el camión, me echo a correr, se me atraviesa un viejo [nuevamente, la figura mas-
culina ligada a agresión], o sea chocamos, vuelan las latas por lo que ahora es la vía
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En la misma narrativa están las piezas para reconstruir este tercer escenario que
presentamos, y que resulta altamente significativo con relación a la territorialidad.
Este escenario corresponde a experiencias más actuales en la biografía de la narra-
dora y sobre todo posteriores a las de los escenarios anteriores. Igual que los dos
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[...] Pero como no me alcanzaba el dinero que me pagaban como secretaria en la Delega-
ción, me tenía que ir de vigilante en las noches... porque estaba dada de alta en la Corpo-
ración de aquí de Chalco, entonces como no había armas, porque aquí no te dan armas,
ni uniforme ni nada, mi única arma era un gas... Otra que nos dicen que ahí mismo atrás
de la colonia, donde está muy feo, porque aun en las colonias hay diferencia, las calles y
eso, dicen que allá atrás hay una casa adonde se juntan unos rateros, te dicen que por
allá hay una bandita de ladrones y ya sabemos donde están, entonces hablan por el
radio y dicen que ya los habían localizado y que nos tocaba ir ahí, yo, mis funciones
como secretaria terminaban a las siete de la noche, a partir de las siete empezaban mis
funciones de vigilante hasta el día siguiente a las ocho de la mañana, y ya nos dijeron
que teníamos que ir y ahí vamos y sí, sí dimos con la casa, con los delincuentes y salie-
ron, no hubo problema, ya los llevábamos asegurados, cuando se detienen a personas
hombres siempre los llevas del pantalón de atrás, cuando no llevan esposas, y los jalas
del pantalón, eso es porque si quieren correr, pues no, porque con el mismo pantalón se
les presionan las cuestiones ocultas y los inmovilizas, entonces, al darles el tirón del tiro
del pantalón los sacas porque pues, llevan la dolencia enfrente, entonces no, no hacen
nada. Eran tres y nosotros éramos tres también, dos hombres y yo, entonces nos tocaba
uno a cada quien llevarlo. Ellos iban así, muy sumisos, ya íbamos en la Avenida de las
Torres, en eso uno de ellos se voltea y lo descuenta al policía, se empiezan a pelear y
después el otro delincuente, se surte al otro y el tercero también, me descuenta. Enton-
ces, el único policía que en ese tiempo usaba arma y hasta se le trabó porque ya estaba
bien oxidada y fea, no teníamos ninguna instrucción de defensa, pero únicamente el
instinto es el que te hace reaccionar, pues ya el mugre viejo me tenía bien pescada, si ya
me tenía colgada, en ese momento reacciono, saco el gas y le arrojo el gas en la cara y
me suelta porque luego, luego, empieza a decirme un montón de maldiciones y a chillar
y eso arde pero, te arde como si te hubieran tallado con chile... Pues, sí, yo reacciono, a
lo mejor tengo más capacidad de reacción que los hombres, le rocié el gas en los ojos,
cae tirado y el otro malviviente estaba sobre los dos policías o sea así en bolita y voy, y
veo ¿a quién le doy?, ¡ah!, pues éste es el malo, no y le echo el gas también en los ojos y
empieza a gritar, y voy con el tercero y también el gas, y es un arrastradero de viejos ahí
de gas. Pues otra vez los agarramos, pues ya los sacamos de combate y ya los presenta-
mos y mis compañeros me decían, ahora si nos salvaste porque ya estaban sobre noso-
tros, pero te digo en ese momento lo único que sabes es que tu vida depende de lo que te
puedas defender porque nadie te va a defender...
El espacio público, las calles, se presenta como un territorio peligroso pero que
ya no genera pánico ni sentido de vulnerabilidad porque es controlado por la na-
rradora. Espacialmente, el escenario se ubica nuevamente en las calles de la propia
colonia; y temporalmente corresponde a las noches, precisamente ésa es la misma
temporalidad que anteriormente vivió con pánico y con conciencia de su fragili-
dad. En este escenario, la narradora aparece desarrollando actividades de vigilan-
cia nocturna y como parte de estas tareas se ve obligada a interactuar cotidiana-
mente con distintos delincuentes y sujetos peligrosos. En las diversas interacciones,
ella termina siempre controlando a los sujetos, en principio gracias a su astucia
para actuar de la manera más pertinente en cada situación. Incluso, se construye
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12. También hay algunas referencias a mujeres delincuentes en otros escenarios, no analizados en esta ocasión.
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5. Notas finales
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1. Signorelli plantea que para el caso italiano, y nosotros podríamos añadir que sucede lo mismo en el caso mexica-
no, estas tres modalidades de asentamientos residenciales periféricos plantean diferencias no sólo con base a criterios
socioeconómicos, sino también de orden cultural vinculadas al diseño de los apartamentos, de los edificios y de las
propias colonias. Así, mientras que en el caso de las colonias para sectores medios y altos, arquitectos y habitantes
pertenecen al mismo sector social y cultural, y en las colonias populares de autoconstrucción los habitantes son
arquitectos de sí mismos; en el caso de las que denomina colonias de construcción social hay una distancia considera-
ble entre arquitectos y habitantes en términos tanto de pertenencia de clase como de referencias culturales. «No existe
por lo tanto ninguna mediación; en el momento en que el habitante entra en la que será su casa, encuentra incorporada
en ella (en la tipología, en la morfología, en los criterios de distribución, en los contactos con el exterior, y así sucesiva-
mente) una cultura que no es la suya». Esta realidad, señala la autora, ofrece al antropólogo (y podemos añadir al
investigador urbano en general) motivos de reflexión y de investigación de notable importancia (Signorelli, 1999: 58).
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2. Por el tamaño de los conjuntos y el número de viviendas construidas, las empresas que han tenido mayor
participación en el Estado de México son Consorcio ARA, SARE Grupo Inmobiliario, Grupo SADASI y Corporación
GEO. Su actuación se dio en los años noventa básicamente en los municipios de Ixtapaluca, Cuautitlán, Ecatepec,
Coacalco, Atizapán de Zaragoza, entre otros. E. Maya y J. Cervantes (2002b).
3. Un elemento fundamental de estas nuevas empresas inmobiliarias privadas es el aspecto financiero, ya que este
modelo contempla la participación, además de la banca privada, de las distintas instituciones de vivienda tales como
FOVI, INFONAVIT, FOVISSSTE y las sociedades hipotecarias conocidas como SOFOLES (Sociedades Financieras
de Objeto Limitado).
4. Para Amalia Signorelli, la cultura de los usuarios y del proyectista son diferentes: «…se trata de dos concepcio-
nes diversas, de dos modos radicalmente diversos de concebir y valorar la casa, el barrio, el espacio; quizá el mundo»
(1999: 61). Por ello, añade Signorelli, la historia de la vivienda pública italiana ha sido la historia de un malestar social
transformado y transferido, pero jamás resuelto. Nosotros creemos que en el caso mexicano y particularmente en el
diseño de los llamados centros urbanos, los arquitectos han sabido interpretar las aspiraciones de los sectores popu-
lares y medios, ofreciendo un diseño que plasma valores de ascenso social y, por qué no, de ruptura con los estigmas
que ha tenido la vivienda de interés social.
5. Para estos autores el desarrollo acelerado de las periferias metropolitanas no es sólo resultado de fuerzas
económicas ni efecto único de los procesos especulativos, en él también intervienen los motivos personales y las
utopías individuales como es el ideal de vida suburbano (Hiernaux y Lindón, 2002).
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6. Ixtapaluca, al igual que otros municipios periféricos a la ZMCM ha sido objeto por parte del mercado inmo-
biliario de fuertes inversiones destinadas a la producción de vivienda de interés social y popular. Para tener una
idea de la magnitud de la dinámica demográfica de Ixtapaluca, baste señalar que antes de 1995 este municipio
registraba tasas de crecimiento menores al 5 %, sin embargo entre 1995 y 2000 se da un boom poblacional cuando
crece, según los datos censales, a una tasa por encima del 10 %. No obstante que Ixtapaluca registró la tasa más
alta de crecimiento de todos los municipios metropolitanos, varios de los desarrollos habitacionales privados de
este municipio para el año 2000 aún no estaban terminados y empezaban a habitarse. Es el caso de San Buenaven-
tura, en el cual para esa fecha apenas estaba poblada la 1.ª de 6 secciones.
7. El Consorcio Ara es una de las empresas inmobiliarias más importantes, funciona desde hace más de 20 años y
ha desarrollado proyectos en el Distrito Federal, en los municipios metropolitanos del Estado de México, en Querétaro,
Veracruz, Puebla, Baja California, Ciudad Juárez, Quintana Roo y Guerrero. Los desarrollos del Consorcio Ara varían
en tamaño y se integran desde 50 hasta 20.000 viviendas de uno o dos niveles, con dos o tres recámaras, algunas de
ellas con posibilidad de crecimiento.
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8. Para Anderson (citado por Safa, 1998: 49) la identidad del lugar de residencia existe sobre todo en la mente de la
gente y no como una realidad geográfica claramente delimitada, aunque se objetive en edificios, calles, parques y en
instituciones públicas y privadas que regulan la vida social.
9. La encuesta se distribuyó en las seis secciones del conjunto bajo el método de cuotas. En el momento en que se
aplicó la encuesta, la Sección 6 se encontraba en proceso de ocupación. La encuesta fue levantada en el mes de abril
de 2002 por el equipo del Posgrado de Arquitectura de la UNAM.
10. La tradición cualitativa da prioridad a la narración y a la subjetividad, contextualizando las experiencias e inter-
pretándolas teóricamente. Así, a través de las entrevistas en profundidad, a manera de relatos de vida, se buscó conocer
la experiencia de las familias de San Buenaventura, los motivos por los que llegaron ahí, las características de su
residencia anterior, su vida cotidiana en los nuevos espacios, la identificación con el lugar y sus expectativas habitacionales.
11. Las narrativas se construyen a partir de una conversación que se crea conjuntamente en una relación cara a
cara. Con ella se busca reivindicar la experiencia humana, es decir, lo subjetivo como fuente de conocimiento y el
relato de los diferentes actores como punto de referencia para construir ese conocimiento social (Ascanio, 1995: 214).
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A escasos tres años de iniciada su ocupación, cuando uno recorre las calles de San
Buenaventura, aprecia una transformación importante del espacio urbano. La cons-
titución del Régimen de Propiedad en Condominio señala que las viviendas estarán
destinadas exclusivamente al uso habitacional, por lo que queda prohibida cualquier
modificación o cambio de uso del suelo.12 El Manual del Propietario ARA apunta
claramente que modificar la vivienda equivale a violar lo dispuesto en el Código Civil,
y con ello, en caso de contar con financiamiento, éste podría incluso perderse (Con-
sorcio Ara, s/f.: 4). No obstante, a pesar de la normatividad, la vida cotidiana, las
necesidades que ésta tiene consigo, la situación económica y principalmente la for-
ma en que la gente usa y se apropia de los espacios, han incidido en una transforma-
ción muy importante de las viviendas y del paisaje urbano.13
Por un lado, es fácil observar cómo la gente, violando los reglamentos, ha ampliado
sus viviendas como respuesta al reducido tamaño de los espacios privados. En este
proceso, el ser propietarios de su casa, facilita a la familia invertir en adaptaciones y
modificaciones que le permitan una vida más cómoda; esto, sin duda alguna, es un
factor que propicia el arraigo de la población a su espacio habitacional.
Otro tipo de modificaciones muy frecuente es el instalar un negocio en la vivienda.
Esto es consecuencia de la falta de equipamiento comercial y de servicios, los cuales,
en el diseño original del centro urbano, no fueron contemplados. Como es de esperarse,
las primeras secciones, que son las que se poblaron primero, están mejor surtidas ya
que más viviendas han instalado comercios. En contraste, en las zonas de reciente
ocupación, no hay prácticamente dónde hacer las compras. Esto se traduce en que sólo
3 de cada 10 familias hace su mandado en San Buenaventura, y para proveerse de lo
cotidiano las mujeres tienen que realizar grandes desplazamientos hacia las zonas mejor
abastecidas. Así lo señala una señora de la 4.ª sección:
12. Es importante señalar que algunas viviendas, particularmente las del prototipo CX-18.00-3R y DX-9X15-3R
están diseñadas para «crecer», es decir para añadírseles una o dos recámaras, sin que el diseño original se vea
afectado y sin que pierda su seguridad, ni estabilidad. Para ello, las personas que adquirieron estos prototipos de
vivienda progresiva deben seguir una serie de pasos: desde asesorías con profesionales de la construcción, hasta la
solicitud del visto bueno de la Institución que otorgó el crédito y la licencia de ampliación ante el municipio.
13. Todas las viviendas de San Buenaventura se encuentran bajo el régimen de condominio, es decir, las personas
al ser propietarias de su casa tienen derecho exclusivo sobre ella y a su vez son copropietarios de las partes comunes
del conjunto urbano. El Reglamento de Condominio y Administración plantea entre sus objetivos el de regular el uso
de las viviendas y áreas comunes estableciendo los derechos y obligaciones de los propietarios. Así, el reglamento
señala que las viviendas, las áreas comunes, los jardines vecinales, los andadores y estacionamientos no se podrán
utilizar para abrir comercios fijos o semifijos, ni puestos ambulantes, oficinas, escuelas o cualquier otro fin diferente
al de casa-habitación o al uso dispuesto por la autoridad en las áreas comunes. El Reglamento del Condominio
también señala que no se podrán modificar las fachadas de las viviendas en cuestión de diseño, materiales, textura o
color, ni se podrá construir en el área de copropiedad (artículo 73). Tampoco se permite ningún tipo de construcción
ni ampliación en la parte del frente de las viviendas ya que es exclusivamente para estacionamiento, ni levantar
bardas y muros (artículo 80). Además para no modificar la imagen del condominio ni romper la armonía arquitectó-
nica de las casas, el reglamento señala que el condómino que instale protecciones en las viviendas, deberá apegarse
a los diseños de herrería propuestos por el Consorcio Ara, los cuales siempre serán en color negro (artículo 81).
(Consorcio Ara, s/f)
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No obstante, para las personas pareciera que el paisaje es lo que menos importa, lo
realmente relevante es estar bien aprovisionadas. Esta situación, como se aprecia en el
testimonio anterior, genera una segmentación no sólo imaginaria, sino también real
del territorio, propiciando un espacio fuertemente segregado:
Aquí hay más centros recreativos, hay casa de la cultura, hay canchas, la escuela está
aquí a la vuelta. Aparte, [en] el lugar donde me tocó vivir también venden, hay comercios,
a los de hasta atrás les queda todo más retirado [Señora, 3.ª Sección].
Destinar una parte del espacio habitacional para instalar un comercio sin duda
alguna agrava las ya de por sí pequeñas dimensiones de la vivienda y promueve el
hacinamiento. Generalmente esta actividad la llevan a cabo en la sala-comedor restán-
dole a la vivienda este ámbito de convivencia y rompiendo la intimidad de la familia:
[…] Yo más bien quiero abrir hacia la avenida mi tienda y poner una cortina, pero no he
podido, el municipio no está dando permisos. Para poner esta tienda no pedí permiso,
¡nadie pide permisos aquí! Hay mucha gente que va a tener buenas multas pues abrieron
aquí a la calle, hicieron modificaciones y ésta es una zona habitacional que no es para
negocio. Supuestamente la compañía está dejando unos espacios, no sé si son de ellos o
al construirlos los venden… [Señor, 6.ª Sección 5, tiene una tienda en su casa y un taller
en el patio trasero].
40
Como ya señalamos, los vecinos y las relaciones de vecindad son elementos centra-
les del espacio habitacional y de la conformación de un lugar. El uso que las personas
hacen del espacio urbano, los recorridos cotidianos para ir a trabajar, para ir a la es-
cuela, para ir de compras o simplemente para jugar y pasear, y las relaciones que esta-
blecen con los demás habitantes, constituyen factores que cimientan la pertenencia a
su área residencial.
En general las familias de San Buenaventura califican de bueno el ambiente que
existe entre los vecinos. Aquí el problema reside en identificar a qué se refieren cuando
hablan de un «buen vecino» o qué significa un ambiente vecinal aceptable.15 Se sabe
que la vecindad no implica forzosamente el ser amigos y frecuentarse, sino que ésta se
teje a partir de la sensación de residir juntos y se manifiesta en diversos rituales como
los saludos, las miradas, los gestos. Para muchos, además, más que ser amigos, es más
importante mantener cierta distancia y respetar la vida privada de los demás y con ello
la propia intimidad.
En el tipo e intensidad de las relaciones vecinales, el diseño del espacio habitacional
constituye un elemento fundamental:
[…] No es lo mismo vivir en departamento que en casa ¿no?… Aquí tienes más espacio,
no tienes mucho que convivir con los vecinos [Señora, 3.ª Sección].
Las relaciones con los vecinos son buenas, aunque ni siquiera tenemos representante de
cuadra… cada quien está en su casa, como son individuales… es más privado. Yo tengo
contacto con ellas [mis vecinas] por la tienda, tengo que cobrar, y no tengo problemas
[Señora, 3.ª Sección, tiene una tienda].
14. Amalia Signorelli apunta que para el arquitecto la valoración de las construcciones se da en términos funciona-
les, para el usuario en términos relacionales: «si para el primero, el espacio construido es el espacio de las funcio-
nes, para el segundo es el espacio de las relaciones» (1999: 64). Nosotros añadiríamos que para el arquitecto es el espacio
de la estética y el color, mientras que para el usuario es el espacio que se requiere marcar, diferenciar y usar.
15. De acuerdo a los datos que arroja la encuesta, sólo 2 de cada 10 personas frecuenta a sus vecinos y 7 sólo
los saludan.
41
Casi no convivimos nadie con nadie, porque todavía no está bien habitada y las
pocas veces que nos vemos, nada más son para las juntas: «buenos días», «buenas
tardes», o sea, no tenemos mucho contacto con ninguno, nadie se mete con nadie
[Señora, 4.ª Sección].
Se sabe que la manera en que se usa el espacio urbano varía también según la
edad, el género y el tipo de actividad que las personas llevan a cabo en él.17 Así, por
ejemplo, las mujeres y los niños son los que permanecen más tiempo en la unidad y
hacen un uso más intenso de estos espacios, ya que buena parte de su vida cotidiana
y de sus contactos sociales suceden ahí. En cambio, en el caso de los hombres o de los
jóvenes mayores, su vida social se encuentra en otra parte y prácticamente están sólo
los fines de semana, y por lo mismo, la idea que se forman de su espacio habitacional
es a través de las mujeres y los niños. La vida del barrio, en consecuencia, gira en
torno a las personas que están intensamente comprometidas en él y que participan
menos en otros dominios o ámbitos de la vida urbana (Hannerz, 1986: 295):
Mi papá se lleva bien con los vecinos, para evitarse problemas «buenos días». La que sí
anda ahí con las vecinas es mi mamá [Niño de 10 años, 6.ª Sección].
Es importante señalar que el uso que se le hace del territorio no es sólo diferente
por género y generación, sino de menor dimensión, es decir, la movilidad de las muje-
16. Aunque hay diferentes prototipos de vivienda, en general se trata de predios sumamente pequeños, por poner
unos ejemplos: el prototipo CX-12-2RM está desplantado en un lote tipo cuádruplex de 12 m de frente por 15 m de
fondo, con una superficie de 180 m2. Hay dos viviendas en la planta baja y dos en la planta alta, con una escalera
circular al frente para su acceso. Otro ejemplo: el prototipo DX-9X15-3R está desplantado en un lote tipo dúplex de 9
mts. de frente por 15 de fondo, con una superficie de 135 m2. En este prototipo, las viviendas están construidas en dos
plantas. Como puede observarse, los espacios para estacionar los automóviles son muy pequeños, generando fuertes
conflictos entre los vecinos por el uso de estos espacios.
17. Vemos la ciudad en general y al espacio habitacional en particular a través de lo que somos, cada quien otorga
al espacio su propio sentido. Es decir, la forma de dar significado al territorio tiene que ver con la experiencia perso-
nal, la trayectoria habitacional del individuo, los motivos por los que se eligió la vivienda y en general la forma en que
se le valora en función de esa carga personal.
42
Lo que más me gusta de San Buenaventura son las chavas. Lo que no me gusta es que no
hay mucho espacio donde jugar. En las juntas que hacen los vecinos dicen que no pode-
mos jugar futbol aquí dentro de la cerrada, luego aquí cerca, no hay canchas, tienes que
ir hasta allá abajo. Ahorita estamos jugando aquí porque estamos de vacaciones y los
vecinos están trabajando [Niño de 12 años, 6.ª Sección].
18. Es importante señalar que dentro de las últimas modificaciones en la manera de operar del INFONAVIT, está
el proporcionar los créditos para que los beneficiarios «seleccionen» la vivienda que deseen (y que por supuesto sea
accesible). Así podemos afirmar que San Buenaventura es una espacio escogido por sus habitantes para vivir, y esto
se relaciona con una serie de aspiraciones que las familias encuentran satisfechas en este espacio. El ser un espacio
seleccionado se va a vincular con la manera en que la gente se va a relacionar con el territorio y a construir arraigos.
43
En cuanto a transporte, ahí está el relajo. Para llegar al Aeropuerto, para irse por la
Zaragoza tienes que caminar un buen... como unas 8 cuadras, porque si los esperas aquí
en la esquina, ya vienen todos llenos. Pasan puras combis. De aquí al Aeropuerto te
cobran $10 por persona. Nosotros contamos con auto particular, esto nos ayuda un po-
quito, porque hay que pagar casetas, si se quiere uno ir rápido. Si se quiere uno ir dando
vueltas, pues no paga casetas pero pierde más tiempo [Señora, 4.ª Sección].
Mi esposo trabaja en Balderas, hace hora y media, se va en pesero… no se lleva la camio-
neta porque gasta mucho más en gasolina que en un peserito ¿no? De aquí para allá
donde está la base son $3,50, luego toma un pesero que va al metro Aeropuerto y son $10,
luego se mete al metro, $2, y ya sale al metro Balderas. $15,50 de ida y $15,50 de regre-
so... y a esto le sumamos el tiempo perdido [Señora, 4.ª Sección].
Pero esto no es igual para todos los miembros de la familia, como ya señalamos
antes, la mujer y los hijos se trasladan en menor medida a la ciudad ya sea para
trabajar o estudiar, y estos viajes son a distancias más cortas (básicamente a Izta-
palapa y en el Estado de México a Chalco o dentro del municipio de Ixtapaluca)
gastando un promedio por persona de 650 pesos mensuales (considerando sólo
cinco días de la semana).20
De esta forma, el emplazamiento de San Buenaventura y el alto costo del traslado
a la ciudad, genera un mayor aislamiento de las familias ya que sale muy caro viajar
padres e hijos los fines de semana para visitar a familiares y amigos, rompiendo o
debilitando con ello las redes de amistad y de parentesco que tenían en su vivienda
anterior. Por lo mismo, la salida a la ciudad se limita sólo a aquello que es necesario
como trabajar y estudiar, en este sentido son los hombres los que preferentemente lo
hacen, mientras que la mujer y los niños permanecen en casa todo el día:
Al alto costo económico que implica vincularse con la ciudad hay que agregar el
tiempo que se necesita invertir en los traslados, el cual asciende en promedio a dos
44
Yo vivía hasta la salida a Cuernavaca, de hecho mi trabajo está allá, pero no importa… A
mi trabajo hago fácil dos horas, dos horas y media por la mañana, igual por la tarde.
Salgo a las 4 de la mañana de mi casa y regreso a las 5 de la tarde más o menos… La
desventaja para mí, es lo retirado. Las ventajas son para mi familia, pues que todo está
aquí y un poquito alejados del ruido y de todo eso [Señor, 6.ª Sección].
La evaluación que la gente hace de su vivienda y del conjunto depende de qué tanto
estos elementos se aproximan a sus anhelos y aspiraciones y al modo de vida que cifran
en ellos. Para muchas familias el cambio de residencia significó la oportunidad de
mejorar sus condiciones de vida al pasar de un departamento a una casa sola y ade-
más, lo más importante, a una vivienda propia:
Nosotros vivíamos en Villa Coapa, teníamos un departamento que era propio, nos veni-
mos para acá porque mi esposo se sacó la casa por el INFONAVIT… ¿que si mejoré?…
pues de vivir en un departamento, o sea aunque la zona está super bien, también estaba
super bien allá, pero pues no es lo mismo vivir en departamento que en casa [Señora, 3.ª
Sección].
Por lo mismo, para algunos no importan las reducidas dimensiones de las vivien-
das, sino el diseño y la posibilidad de llegar, a partir de ella, a alcanzar un estilo de vida
de «más categoría», es decir, un ascenso social:
Antes vivíamos en Neza, era la casa de mis papás… [nos cambiamos para acá] porque
nos otorgaron el crédito y no hay como tener algo propio. El nivel de vida aquí es mucho
mejor… En primera, porque el nivel económico es un poquito más elevado, o sea te das
cuenta en todo, el tipo de gente que vive aquí… Toda la gente es decente… hay un poquito
21. El 36 % hace menos de una hora y media, el 45 % invierte de una hora y media a tres horas, pero hay aun un
19 % que requiere más de tres horas para ir y regresar.
45
Reflexiones finales
Las empresas inmobiliarias privadas que en la década de los noventa han planteado
una periferia diferente a la registrada en otros momentos, han sabido plasmar en el
diseño de los Centros Urbanos las aspiraciones y anhelos de la población, que en la
búsqueda no sólo de un mejor nivel de vida sino fundamentalmente de un patrimonio
para la familia busca estos espacios que le ofrecen los valores del habitar de clase
media y con ello el ascenso social siempre anhelado.
Sin embargo, el ritmo y las necesidades de la vida cotidiana han resignificado un
espacio que se caracterizó por ser planificado y ordenado, transformando no sólo la
fisonomía del lugar sino fundamentalmente la forma en que la población se apropia de
estos espacios, los usa y los simboliza. Así, el espacio habitacional de San Buenaventu-
ra se penetra del sentido y significado que le asignan sus habitantes, y en este proceso
de producción de nuevas espacialidades convergen diferentes racionalidades que no
siempre son las esperadas por los promotores y constructores de vivienda.
A nivel social, entre los efectos que tiene el diseño del conjunto que contempla
viviendas independientes está el propiciar relaciones vecinales con mayor distancia
tanto física como social. Para las familias, éste es un elemento que les permite más
privacidad e independencia y con ello relaciones vecinales menos tensas, lo que consti-
tuye un factor importante de satisfacción con su vivienda.
No obstante, por tratarse de una comunidad en plena gestación, sólo es posible
identificar ciertos espacios (como las calles cerradas) en donde los vecinos se están
46
22. Para Safa, en el análisis de las identidades vecinales se pueden identificar dos niveles: el primero como expe-
riencia del sujeto y como símbolo colectivo de identificación-diferenciación, es decir la identidad vecinal como es-
pacios con significado para las personas y los grupos, en los que se manifiestan no sólo acuerdos, sino fundamentalmente
tensiones generadas por los diferentes significados que las personas le otorgan. El segundo nivel es el que refiere a la
identidad vecinal como arena social donde se definen los diferentes actores que luchan y se organizan por la apropia-
ción del territorio, es decir, la manera como los vecinos se movilizan y negocian las condiciones de su área residencial
(Safa, 1998: 29).
47
Bibliografía
48
49
1. Hoy en día, la definición de la pobreza forma parte de un debate. En los últimos meses de 2002 se ha discutido
en torno al tipo y número de pobres y miserables que sobreviven en el territorio mexicano. El aparato de Estado, sus
agencias e instituciones han construido un escenario y una medida adecuada a sus concepciones y a sus políticas
públicas; por su parte, académicos, organizaciones sociales y actores de la oposición política han confrontado y
contraargumentado los números, los pronósticos y las aplicaciones pragmáticas que resultan de las políticas de
gobierno. Las distintas estimaciones del orden de millones y que tienen que ver con muchos factores, entre otros: los
métodos de análisis y de medición, la pertinencia de viejas y nuevas políticas públicas, las agendas electorales regio-
nales y nacionales, los compromisos gubernamentales hacia entidades internacionales, o bien, las variadas
reinterpretaciones sobre la historia reciente y del supuesto desarrollo económico y social heredado por los regímenes
priístas. De la información que circula, de los debates generados y de las verdades inocultables, lo que queda claro es
que las condiciones de vida de la gran mayoría de la población mexicana, ya no sólo las que corresponden a los
habitantes mestizos del campo y a las poblaciones indígenas (los pobres en situación más crítica), sino también de la
mayor parte de los moradores de las ciudades son real y efectivamente de pobreza y que se manifiestan en las varias
dimensiones —y no sólo en lo económico— que esta categoría social comprende. La controversia y la disputa concep-
tual para delimitar la pobreza absoluta de la relativa, así como para ponerse de acuerdo en qué consisten las «nece-
sidades» vitales que se deben satisfacer para superar la línea de la pobreza es una cuestión no solucionada. La
definición de los contenidos de la canasta básica alimentaria está en debate permanente. Sin embargo, la masa de
pobres aumenta año con año y los grados de pobreza se agudizan, de modo tal que hoy alrededor de 57,3 millones de
mexicanos están pobres, y aproximadamente 1,3 millones de pobres han aumentado en los dos últimos años según
estimaciones de analistas y expertos (véase Boltvinik, 1998 y 2002).
51
2. El proyecto de investigación «Crisis, malestar y proyectos de vida. Relatos de familia en México, 1980-2000»
es coordinado por la Dra. Patricia Safa B. y forma parte de un proyecto más amplio dirigido por el Dr. Germán
Pérez F. intitulado «Sociedad y Sistemas. Los efectos subjetivos de la modernización en México» (2002). En el
proyecto sobre relatos de vida de familias en situación de crisis participaron 8 entrevistadores que viven en las
cinco ciudades de estudio y que mantienen una relativa cercanía con las 22 familias estudiadas. En la ciudad de
Chihuahua participaron Elizabeth Herrera Martínez y Guadalupe Sapién Simental, Desarrollo Psicológico, Edu-
cativo y Social, S.C. (CRECER); en el Distrito Federal, Patricia Ramírez Kuri (FLACSO); en Guadalajara, Teresa
Cárdenas (antropóloga), Cintia Castro (alumna de la Maestría en Antropología Social del CIESAS en Occidente),
Renée de la Torre (CIESAS en Occidente) y Regina Martínez (CIESAS); en Oaxaca, Alejandra Safa (trabajadora
social) y en Mérida, Emilio Fierro Ferráez.
52
53
Las nueve familias de los sectores populares hablaron de la vivienda como un pro-
blema difícil con el que han tenido que lidiar en el pasado, o una de las causas de sus
principales carencias y deseos en la actualidad. Fue un tema que se convertió en la
ocasión no sólo para recordar sino para ordenar por períodos y resignificar el ayer.
En las narrativas de seis5 de estas familias encontramos tres tipos de patrones habi-
tacionales:
5. Tres de las nueve familias se dejan de lado por: dos de ellas viven en poblados rurales. Una de ellas en la Sierra
Juárez en Oaxaca en una vivienda que se encuentra en o cerca de los terrenos de cultivo con base a un patrón disperso
de asentamiento; la tercera familia que vive en Progreso habita una casa que le prestan las personas que lo contrata-
ron para cuidar las casas de verano. En estos tres casos, la vivienda no es en este momento un problema.
54
• Una familia que vive en el Distrito Federal. Por el ciclo vital, consolidada, ya que la
madre tiene casi 50 años. Inés, ahora viuda, tiene un terreno en Santo Domingo de los
Reyes, Coyoacán, que sus suegros invadieron a principios de los años setenta. Ella
llegó a vivir a la colonia de recién casada. Ahora, su hijo también construyó en ese
terreno que invadió su familia.
• La segunda familia vive en la ciudad de Oaxaca. Ella tiene 38 años y el esposo
40. Tienen dos hijos adolescentes. Construyeron una casa en un terreno que adquirie-
ron por invasión en los noventa. A partir de los ochenta, la alternativa de invasión de
terrenos fue cada vez más difícil en las grandes ciudades. Esto no ha sido así en las
ciudades medias.
En estos casos de familias con vivienda, destaca que si bien los padres son migran-
tes, los hijos ya nacieron o llegaron muy pequeños a las metrópolis. Esta segunda gene-
ración, urbana desde pequeños, sólo pudo acceder a la vivienda porque vive o constru-
ye en el terreno de los padres. Es decir, cuando la invasión dejó de ser una alternativa
viable y ante la ausencia de programas de vivienda destinados a apoyar a los sectores
más desfavorecidos la estrategia adoptada por ellos ha sido el aumento de la densidad
demográfica por terreno o vivienda.
55
Para todos ellos, tener o no una vivienda les sirve para valorar el bienestar fami-
liar. Por un lado, la vivienda forma parte de los procesos sociales más amplios y
objetiva la posición de las personas en la estructura social. Pero, también, es una
manifestación de la cultura que se usa para establecer las jerarquías y las normativi-
dades que definen, por ejemplo, quién sí y quién no puede pasar a formar parte de la
familia extensa y construir en el mismo terreno (véase Duncan, 1985: 136-137). Este
punto de partida —sujetos socialmente posicionados y culturalmente orientados—
fue central para el análisis de las experiencias y significados que la vivienda tiene
para ellos.
Aunque todas las familias existentes en México tienen necesariamente «algo» donde ha-
bitar, una proporción importante de la población lo hace en lugares insalubres y en con-
diciones de hacinamiento que en muchos casos se pueden considerar infrahumanas. Es
difícil definir qué se considera como insalubre o «indigno»; es un concepto que varía en
el espacio y en el tiempo —las viviendas insalubres de hoy podrían haber sido aceptables
el siglo pasado— por lo que las estimaciones de las necesidades presentes de vivienda
pueden ser tan variadas como variados sean los estándares mínimos considerados [Gar-
za y Schteingart 1978: 12].
6. Cfr. M. Schteingart (2000), «Evolución reciente de la situación habitacional», Demos, n.º 13, Carta demográfica
sobre México 2000, UNAM, pp. 26-27.
56
9,00%
8,00%
7,00%
6,00%
5,00%
4,00%
3,00%
2,00%
1,00%
0,00%
1965 1970 1975 1980 1985 1990 1995 2000 2005
57
70,0%
60,0%
50,0%
40,0%
30,0%
20,0%
10,0%
0,0%
1970 1980 1990 2000
69,1% 58,6% 34,0% 47,3%
58
100%
90%
80%
70%
otros
60%
Embarro/lámina
50%
Madera
40% Ladrillo
30% Adobe
20%
10%
0%
1929 1950 1960 1970 1980 1990 2000
Los datos anteriores nos podrían permitir afirmar que las condiciones de vivienda en
México han mejorado cualitativamente en los últimos treinta años. Pero a pesar de que
haya disminuido el número de familias sin vivienda, todavía el 3,39 % de las familias no
la tienen, y de las que sí tienen, casi la mitad de las casas cuentan con uno o dos cuartos
y el 20,6 % se construyeron con materiales ligeros. Estos datos cambian por entidad
federativa. En Oaxaca, por ejemplo, casi la mitad de las viviendas están construidas con
materiales ligeros y casi el 30 % de las viviendas en Chihuahua son de adobe:
Materiales ligeros,
EF naturales y precarios Materiales sólidos No especificó
1990 2000 1990 2000 1990 2000
País 29,9 20,6 69,5 78,9 0,6 0,5
Chihuahua 48,4 32,0 51,1 67,5 0,5 0,5
DF 3,1 1,8 96,0 97,5 0,9 0,7
Jalisco 20,2 12,1 79,2 87,3 0,6 0,6
Oaxaca 62,0 47,5 37,5 52,1 0,5 0,4
Yucatán 22,0 15,1 77,6 84,5 0,4 0,4
FUENTE: Anuario de Estadísticas por Entidad Federativa, INEGI, 2002: 83 y 84.
100,0%
80,0%
60,0% Lámina
Embarro
40,0%
Madera
20,0% Adobe
Ladrillo
Madera Ladrillo
0,0%
País
Chih.
Lámina
DF.
Jal.
Oax.
Yuc.
59
Distrito
Chihuahua Federal Jalisco Oaxaca Yucatán
Radio o
radiograbadora 88,1 94,2 90,4 71,7 78,8
Televisión 90,2 96,8 93,9 57,0 82,9
Videocasetera 49,2 61,1 49,5 17,5 28,2
Licuadora 83,1 95,0 90,1 55,4 62,0
Refrigerador 85,2 85,6 84,0 37,6 58,1
Lavadora 72,7 69,3 70,8 17,8 52,0
Teléfono 42,0 66,0 47,7 12,1 28,3
Calentador de agua 68,0 73,7 59,4 12,2 20,2
Automóvil 59,9 38,8 42,4 11,7 23,4
Computadora 9,9 21,5 11,9 2,8 7,7
FUENTE: INEGI, Anuario Estadístico, 2001: Chihuahua: 115; Distrito Federal: 107; Jalisco: 126;
Oaxaca: 210; Yucatán: 88.
Si bien la radio y la televisión son bienes que se han generalizado, en Oaxaca sola-
mente el 57 % de la población tiene televisión y el 72 % radio. Casi el 60 % de las familias
de Chihuahua poseen un coche y en Oaxaca solamente el 12 %. El Distrito Federal es la
zona donde más hogares tienen teléfono, licuadora, refrigerador o calentador de agua. El
porcentaje de viviendas que tienen una computadora es mayor en la ciudad de México
que en Oaxaca o Yucatán. También sería importante analizar las diferencias al interior
de las mismas Entidades Federativas o en las mismas ciudades. Esto es especialmente
relevante para comparar la accesibilidad y/o calidad de los servicios urbanos:
60
61
62
Amos Rappaport (1985) señala que la casa tiene una gran importancia tanto econó-
mica y social como afectiva. El hogar es un lugar donde ocurren actividades de la vida
diaria significativas y con fuerte carga simbólica. Es un microcosmos que expresa la
manera como se vive y el tipo de relaciones sociales que se establecen entre los miem-
bros que la habitan, los parientes y los vecinos (véase también Saegert, 1985: 292). Una
casa se convierte en hogar porque responde a las preferencias y elecciones de las perso-
nas que lo habitan. Ciertamente, los pobres tienen menores alternativas para elegir el
lugar donde vivir. Sus relatos, si bien nos muestran historias parecidas a las de los
«otros» semejantes, su particularidad permite analizar la diversidad en la homogenei-
dad como lo son sus historias de vida.
Para doña Chela, la vivienda se relaciona con su historia migratoria:
[...] tengo 56 años... [nací] en San Cristóbal de la Barranca, Jalisco... me trajeron cuan-
do tenía 14 años... mi mamá no estaba a gusto allá en el pueblo, ella quería que nos
viniéramos para acá, porque no quería que viviéramos en el rancho... mi papá vendió
todo... teníamos dos casas y un rancho y una huerta grande... mi papá tenía una mo-
lienda de caña y todo vendió, todo... nos quedamos sin nada... A los 22 me casé [con
Juan] que vino de Oaxaca con un hermano... [primero] me llevó a un pueblito cerca de
63
[...] llegamos [aquí] por mi abuelita, ella pertenecía a una asociación de colonos, un
congreso... no sé cómo se llama, de la Ruiz Cortínez; entonces a ella le ofrecieron un
pedazo de predio... mi papá le ayudó a hacer unos cuartos y como estaba muy solita...
le dijo a mamá que se viniera para acá... tenía yo como seis meses de edad... Mi papá
tenía que hacer faena para emparejar, porque era puro empedrado, no entraban ca-
rros, no entraba nada, no había agua, no había luz y eran puros empedrados [Adela,
colonia Ajusco].
En los dos casos, la carencia de servicios están presentes en los relatos como auto-
reconocimiento de su posición social. Es un pasado que muestra las dificultades que
pasaron para poder poseer una casa en donde se destaca lo inhóspito de los espacios
pero que, gracias a su trabajo, se convirtió en un lugar vivible:
[...] los domingos se juntaban todos los que tenían terreno y se ponían a quitar la piedra,
a rellenar, para ir haciendo los caminos, para después, ora’si con el tiempo, fue que me-
tieron el agua, había que acarrearla bastante lejos... tendría unos diez años cuando ya
jalaron los tubos, todos se cooperaron, cada quien pagó sus tramos de tubo para jalar el
agua... la luz no... el drenaje ya fue muchos años después... 15, 16 años después... por
parte de la Delegación... no había apoyo, era nada más entre los mismos habitantes que
se reunían, los domingos hacían sus juntas... para mejorarla... y muchos años después
fue que se regularizaron [los terrenos]... cuando falleció mi abuelita mi mamá empezó a
arreglar los papeles... en el 2001 recibió las escrituras. [...] fueron años de mucho traba-
jo... en cuestión de que eran casas de pura piedra, con lámina de cartón, eran calles todas
llenas de piedra... nosotros salíamos a jugar a la calle, no había carros que interrumpie-
ran nuestros juegos... [Adela, colonia Ajusco].
Estos relatos hablan no sólo del aspecto físico y material de la vivienda sino de la
manera como se construyen los significados sobre el pasado a la luz de las expectativas
en el presente:
[...con mis papás] nosotros estábamos tan limitados, éramos de la clase medio bien baja,
o sea bajísima, porque vivíamos... en unas casas que estaban hechas con tablas de made-
ra y techadas con lámina de cartón...en donde mis papás cuando llovía, nos juntaban a
todos en una cama y nos echaban un plástico arriba para que no nos mojáramos. Gracias
64
Para los sectores populares, la vivienda es una aventura familiar. Hoy en día, sin
embargo, este arreglo cultural ya no es del todo satisfactorio para los más jóvenes. Las
relaciones de familia, supuestamente solidarias, algunas veces también se viven como
poco satisfactorias y problemáticas. Ser parte de una familia extensa (el 32 % de las
familias entrevistadas), una práctica bastante común entre los sectores populares, una
fórmula especialmente útil para enfrentar la pobreza, en algunas ocasiones se torna en
una experiencia problemática y de conflicto:
Mi suegra se enojaba mucho conmigo. Decía que yo no quería tenerlos [a los hijos]. Yo
sufrí mucho, mucho, mucho. Por eso cuando nos venimos yo ya no tenía ganas de ir a
verla, para nada. Se murió y yo no sentí y dije: «que Dios la haiga perdonado». Yo no sentí
tristeza. Yo no sentía nada. Es que si una persona es mala contigo cómo vas a sentir tú.
Yo sentía odio por ella [p. 21].
En el caso de las familias de origen indígena, «vivir en familia», una práctica san-
cionada por la tradición y la costumbre, cuando se transgreden las normas vigentes, la
intolerancia y el rechazo se manifiestan abierta y cotidianamente:
Es que mis hermanos como que casi no me quieren ver aquí [Ramona] [Comentarios de
Regina Martínez, entrevistadora: Ramona tiene problemas con sus hermanos pues, a
pesar de que está casada y tiene cuatro hijos, sigue viviendo con su madre, contravinien-
do el patrón de virilocalidad otomí. Sus suegros viven en Santiago y por esa razón ella no
se ha ido a vivir a su casa].
Vivir en familia extensa es una práctica común entre los sectores populares pero
más común, en este estudio, en Oaxaca que en Chihuahua. En las grandes ciudades, es
la opción para conseguir un terreno sobre todo cuando su origen fue la invasión. En
estos casos, la división del espacio, en algunos casos casi más simbólica que real, es
necesaria para delimitar la responsabilidad en el gasto, el quehacer o la elaboración de
la comida:
[...la casa] es propiedad de mis papás... lo único que compartimos es el baño... yo tengo
mi cocina... mis cuartos... mis papás tienen aparte su cocina, aparte su recámara y son
independientes todos... el patio es chiquito pero todos los usamos, el lavadero también,
para tender la ropa... ora sí que la cocina y las recámaras... es independiente, nada más.
[...] ahorita estamos intentando conseguir un terreno para nosotros, poder tener una
casa, un lugar donde nadie nos moleste ni nos diga cuando te vas, [o que] estás de más
aquí... estamos viendo la posibilidad de tener algo propio, algo para nosotros, para mis
hijos, ya que de menos ellos tengan un lugar donde nadie los va a sacar, donde van a
poder jugar o hacer lo que quieran porque va a ser su casa, sin que los estén regañando...
[Adela, colonia Ajusco]
Los relatos selectos de estas familias mexicanas que viven en las grandes ciudades,
son breves alientos de historias referidas a los espacios y a los lugares donde viven.
Enmarcadas las historias en situaciones de clara dificultad, de las que tienen que partir
del punto cero para iniciar la construcción que se prolongará por muchos años de la
vivienda deseada y autoconstruida. Adela en la búsqueda de un espacio propio donde
65
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67
Introducción
Tal vez sea un lugar común afirmar que el crecimiento de la ciudad de México ha
integrado a su paso pueblos y barrios originarios, previamente asentados en el territo-
rio de la cuenca, desde hace siglos. Sin embargo, esta afirmación nos conduce a pre-
guntarnos ¿de qué manera se da esa integración y qué consecuencias tiene ello en las
formas de organizar y concebir el mundo urbano de estas poblaciones?, ¿cómo se
integran los tiempos y espacios locales al tiempo y al espacio metropolitano?, ¿qué
elementos inciden en la construcción de las identidades locales?
Cada grupo social recurre a distintas estrategias para producir y recrear sus refe-
rentes identitarios, con resultados distinguibles en cuanto a los procesos de construc-
ción de ciudadanía, a las formas de organización y de participación y en la manera de
resolver los problemas cotidianos a nivel local o frente al gobierno.
Las estrategias de supervivencia social y cultural que utilizan van a depender de
diversos factores: la composición étnica, la estructura económica y laboral, el mo-
mento histórico en que se genera la urbanización, la consolidación del grupo, las
estrategias de integración a la metrópoli, la conservación del territorio, la capacidad
de recreación de la memoria colectiva y la existencia o no de un proyecto de futuro,
entre otros.
Tomando como ejemplo al barrio de La Fama1 en la delegación Tlalpan de la ciudad
de México, me interesa explorar la manera en que este grupo social de origen obrero
conforma estrategias específicas para conservar, dentro de las posibilidades que el de-
sarrollo urbano permite, lo que ellos denominan el barrio.
Parto de la idea de que la reproducción cultural de nuestra sociedad se hace posible
en función del uso, la organización y el control que se ejerce sobre el tiempo y el espa-
cio social. Es decir, a la manera concreta y cotidiana en que los grupos sociales orde-
nan y consumen su tiempo y su espacio (Aguado/Portal 1992). Pero esta reproducción
cultural está articulada a la memoria colectiva, a los imaginarios sociales y a las identi-
ficaciones históricamente construidas.
1. El barrio de La Fama está ubicado en la delegación de Tlalpan al sur de la ciudad y es uno de los 11 barrios de
Tlalpan, el cual tiene un origen obrero que data de 1831 cuando se funda la fábrica textil La Fama Montañesa, una
de las primeras fábricas de la cuenca.
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70
Este centro histórico fundamental para sus habitantes hoy ya no tiene práctica-
mente ningún marcaje que así lo indique: es una calle pavimentada llamada La Fama
que, perpendicular al Ayuntamiento, se ensancha al pasar al frente del casco de la
fábrica y a la nueva iglesia barrial, construida en los sesentas, que conmemora a la
Virgen de la Concepción.
© María Ana Portal
La plazuela hoy
71
[...] Y en la tarde ya se iba uno para la plazuela; mi papá tenía una «jazz»,3 él decía que
era una «jazz» y tenía como unos catorce músicos o quince por ahí, así, y el que era
director de la banda se llamaba Pepe Brito, él fue su maestro de mi papá, porque mi
papá estudió música desde cuando él iba a la escuela a primer año, su papá lo mandaba
a estudiar en la tarde música y conforme iba avanzando en la primaria avanzaba tam-
bién en lo de música. Así es de que cuando el señor Pepe Brito se retiró, mi papá siguió
con la «jazz».
En todas las entrevistas realizadas durante el trabajo de campo que realizo desde
hace más de un año en el barrio, la plazuela es situada como un lugar especial y junto
con el Parque Fuentes Brotantes se constituyen en un eje fundamental de la vida
cotidiana.
Espacio y el territorio4 aparecen aquí como ámbitos centrales del arraigo identitario.
En este sentido, el territorio no es sólo una determinante geográfica para los habi-
tantes del barrio, es fundamentalmente una construcción histórica y una práctica
cultural significativa,5 que se arraiga a la memoria a partir de sucesos articulados a
afectos y experiencias individuales.
Esto nos permite pensar que el espacio —visto desde la antropología— se refiere
fundamentalmente al contenido simbólico que los grupos sociales le asignan, pero
también a las prácticas que sobre él, y en él, desarrollan. El espacio se debe recuperar
no sólo en la dimensión física, sino también en la dimensión simbólica de su historia.
Una sin la otra no tiene sentido.
Una tercera dimensión es la política, es decir, el espacio es una «producción» colec-
tiva inscrita en el campo del poder por las relaciones que pone en juego.
2. Entrevista realizada por María Elena Padrón Herrera el 18 de agosto de 2001 a la Sra. Sofía Rojas, habitante
originaria del barrio de 70 años aproximadamente.
3. Se refiere a una banda de música que tocaba jazz.
4. Una de las definiciones más claras sobre este tópico es la propuesta por Gilberto Giménez cuando nos plantea
que el territorio es «el espacio apropiado y valorizado —simbólica e instrumentalmente— por los grupos humanos
[...] El espacio entendido aquí como una combinación de dimensiones [...] incluidos los contenidos que las generan y
organizan a partir de un punto imaginario». Para él, el espacio sería la materia prima del territorio, la realidad
material preexistente a toda práctica y a todo conocimiento; una suerte de «prisión originaria». El territorio es «el
resultado de la apropiación y valorización del espacio mediante la representación y el trabajo, una «producción» a
partir del espacio inscrita en el campo del poder por las relaciones que pone en juego; y en cuanto tal se caracterizaría
por su «valor de cambio» (Giménez, 2000: 22).
5. Cuando hablo de práctica cultural no estoy hablando en el sentido metafórico del término, sino en el sentido de
la construcción de una territorialidad que se efectúa a partir de la apropiación simbólica y física de un territorio,
constituyéndolo en un espacio cultural.
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6. Hasta 1963 todavía oficialmente era conocido como Tlalpam, vocablo que después se modificó a Tlalpan, como
lo conocemos hoy.
73
[…] el señor éste era un español y le pegó a un trabajador. Estábamos inconformes. Allí
mismo en la plazuela ya habíamos hablado de las reglas para los trabajadores, pero ese
señor era un señor grande. Ya estábamos listos para entrar; la plazuela estaba así llena de
obreros. Éramos 500 trabajadores en la mañana. Silbaba la fábrica para entrar pero no
entramos, rápido se corrió la voz de que no íbamos a entrar porque íbamos a defender al
compañero. Le decía de apodo «chivero» al administrador. Y efectivamente silbó la fábri-
ca y nadie entró. Entonces vienen los delegados. El que salió a la puerta no sabía hablar
[...] había uno en cada departamento. Salió a la puerta y preguntó: ¿por qué no quieren
trabajar?, ¿qué paso? Pues no entramos sencillamente porque el señor se tomó el atrevi-
miento de pegarle a un trabajador y usted lo sabe perfectamente mejor que nosotros que
antes sí, nos trataban mal, pero ya no, en estos tiempos ya no. Pero le vamos a decir que si
este señor sigue de administrador, nosotros nos vamos a encargar de sacarlo. Que venga el
Secretario General —que era Dionisio Sánchez que nada más le decíamos el General—
para que él ponga el remedio. Cuando él llego le repetimos la acción por la que estamos
inconformes. El Sr. Sánchez dijo que iba a hablar con el Sr. Miracle para que nos dé
solución. [...] le dieron 24 horas para que se fuera y sí, se fue.7
La Iglesia de La Fama
7. Fragmento de entrevista realizada por María Ana Portal en junio de 2002 a Tranquilino Sandoval, ex obrero
textil de 76 años.
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8. Este barrio todavía hoy existe en el área que va de la fábrica hacia Insurgentes por la calle de Trabajo.
9. Ello representó sólo una parte del conflicto, ya que éste tenía aristas diversas: el cierre y liquidación ilegales de
la empresa por los usufructuarios de la misma (ya que en 1925, al morir la dueña intestada, la empresa fue concesionada
a otros empresarios en lo que el conflicto legal se resolvía), aumentos salariales, prestaciones y algunos otros motivos
que permanecen a oscuras hasta hoy y que se relacionan con las cuotas de poder de la clase gobernante de esa época.
75
La vinculación no estaba dada sólo por la proximidad física del lugar, ya que tanto
la fábrica como el barrio ocupan una de las laderas de la cañada que constituye al
parque, sino porque era parte de la vida cotidiana del barrio. Allí las mujeres lavaban la
ropa en los ríos que emanaban del manantial, los niños salían a jugar, los novios se
cobijaban en sus rincones, se celebraban fiestas y se paseaba los domingos. Sofía Rojas
recuerda nostálgica:
[...] ¡cómo disfrutábamos de lavar eh! Venía el agua con tanta fuerza que echábamos las
sábanas o lo que laváramos así ijj, y como que el agua se la llevaba y ya nomás las jalábamos,
como mi papá nos traía piedras de cantera, pues nuestros lavaderos eran bien grandotes;
no, ¡disfrutábamos mucho de estar viviendo ahí junto al agua!
76
Ahora bien, para encontrar el sentido más completo de los referentes identitarios,
al territorio se le tienen que articular los diversos ritmos de la vida barrial. Así, espacio
y tiempo son la materia prima de la memoria.
2. El tiempo barrial
[...] mi mamá se acordaba mucho de un señor que dice que se llamaba don Juanito, dice
que ella como a los siete meses de que llegó aquí a la fábrica, que entonces era La Fama
Montañesa. Dice , llegaron a Contreras a trabajar, porque ellas se vinieron de Guadalajara,
porque les dijeron que pagaban muy buen dinero y entonces este, dice llegamos a
Contreras, porque ahí había muchos paisanos que nos metieron a la fábrica, después de
ahí empezaron otros paisanos, ¡no váyanse a La Fama Montañesa, allá pagan más! Y por
eso mi mamá se vino para acá. Entonces dice que cuando ella tenía 7 meses trabajando
aquí, un señor que se llamaba Juanito andaba bien contento y que iba y le decía, mire
morena, ¡fíjese, ya vamos a dejar de trabajar el día domingo! Dice, ¿pero cómo? Dice. Sí,
dice, ya se logró que nos den un día de descanso. Y dice y como a las cuatro semanas de
que él me anunció que ya íbamos a dejar de trabajar los domingos, ese día domingo que
ya no íbamos a trabajar, ese día se murió don Juanito, dice y me dio mucha tristeza, dice,
porque tanto gusto que tenía porque ya no iba a trabajar, ya estaba grande el señor, ya
estaba muy grande, tanto gusto que tenía y no lo logró, ya no lo disfrutó.
[...] ya cuando mis papás trabajaron salían el sábado como a la una y media; todos los
días trabajaban de siete a tres y media, y este, el sábado se trabajaba de las siete a la una
y media, y este, y entonces dice mamá dice, no pus si la fábrica hubiera seguido trabajan-
do, hubiéramos logrado muchas cosas [...] [Sra. Sofía Rojas].
El silbato de la fábrica —más que los relojes— era lo que daba consonancia al
quehacer de todos sus habitantes. Las familias se organizaban según los horarios im-
puestos por ella: de comida, de descanso, de sueño, etc. Estos tiempos eran los tiempos
de la socialización. Por ejemplo, ir a llevarle al marido, a la hermana o a la madre la
77
10. Entrevista realizada por Mario Camarena y María Ana Portal en junio de 2002 a la Sra. Marta Espinosa,
habitante del barrio, hija de madre y padre obreros.
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Y este, así nos fuimos pasando la vida, pero luego vino la huelga y los obreros se dividie-
ron, se dividieron todos, siendo tan amigos y todo eso, ya después había muchas renci-
llas, en ese lapso de los cuatro años que hubo cinco de huelga, hubo hasta muertos, de los
bandos, ora si que se apasionaban por el partido en que tenían. Pero casi todos fueron del
otro lado, del lado contrario a mi papá. Mi papá fue líder de uno, de un partido y Dionisio
Sánchez fue del otro, pero fue una cosa muy fea, porque acabó con la unidad de todos los
obreros y cuando se volvió a echar a andar la fábrica, todos los leales que eran de Dionisio
Sánchez, sufrieron la desilusión de que poco a poco los fue sacando de la fábrica; él trajo
mucha gente de Puebla a trabajar y sacó a todos los que eran de su partido, entonces sí
reconocían lo que le habían hecho a mi papá y todo decían ¡ah caray dice, que mala cosa
le hicimos a Roberto! Pero a mi papá le hicieron mucho daño esas cosas, esas cosas que
hubo y sobre todo la división de las personas, ¿no? Pero después, ora sí que con el paso
de los años el líder buscaba a mi papá, pero primero sufrimos mucho, porque este hom-
bre trataba de tenderle emboscadas a mi papá para matarlo, sí y este, hasta que mi papá
habló con él. Pero una vez recuerdo que mi papá ya se iba a trabajar, teníamos una que
era ventana ahora es puerta, era una ventanita y no había casas, ya para allá no había
casas estaba todo el campo y oí que dijo mi mamá, ah, dijo mi papá, sabes que Nata dice,
como que hay unos hombres ahí atrás dice, donde era el tiradero de la fábrica, porque
ahorita que me asomé vi como que alguien se agachó y le dijo mi mamá no salgas; no
dice sí tengo que salir, por qué no, nomás enciérrate y mi hermano era chico, todos
éramos chicos todavía. Dice mi mamá no vayas, dice no, no tengo que hacer frente y este
sí se veía que lo andaban cazando a mi papá. Porque él —Dionisio— ganó como quien
dice a la mala, a la mala, porque cuando había recuentos, cuando iban a la secretaría del
trabajo para recuentos, él acarreaba mucha gente que no era obrera y luego llevaban
hijos de obreros eran chiquillos como nosotros; pero ganaron como quien dice a la mala.
El ritmo barrial también pasa por los tiempos cíclicos, muchos de los cuales están
marcados por fiestas y rituales tanto religiosos como cívicos: la celebración de la Patro-
79
3. Memoria barrial
A través del espacio significado y a los diversos planos temporales, se evocan los
recuerdos, anclados a la vez a la experiencia individual y a la colectiva construyéndose
la memoria.
En este marco es importante distinguir la memoria de la historia. La memoria
no debe confundirse con la historia —como tradicionalmente se ha caracterizado.
Para Halbwachs (1950) la historia ordena cronológicamente en períodos y secuen-
cias, se recopila en libros, se sitúa fuera y por encima de los grupos sociales; es un
ordenamiento fragmentado que responde a una necesidad didáctica de esquemati-
zación en la cual cada período es visto como un todo. Es una suerte de memoria
universal que se escribe y se archiva para no tener que recordarla. Frente a ello, la
memoria colectiva es una forma particular de hacer historia. Es una forma creativa
—no necesariamente cronológica— en que los grupos sociales ordenan su expe-
riencia, la recuerdan y la transmiten (Luis Villoro, 1994), siendo la tradición oral la
vía para hacerlo.
Ahora bien, aunque aparentemente fragmentada y multideterminada, esta cons-
trucción no es incoherente o azarosa; tiene un sentido cultural y está entrelazada con
territorios y tiempos específicos.
80
11. Para la década de los cincuenta, esta lógica de crecimiento demandó nuevos servicios pero también nuevas y
más modernas formas de transportación. El automóvil se instauró como el modelo de transporte ideal y con ello la
ciudad comenzó a pavimentarse hacia nuevas rutas. El trazo de éstas no sólo llevó la ciudad a los puntos más alejados
de la cuenca, sino que modificó de manera irreversible los territorios locales. Tal es el caso de avenidas como Insur-
gentes, Calzada de Tlalpan, Ayuntamiento, Corregidora y más tardíamente el Periférico Sur, en la zona de estudio.
81
Entender la relación entre espacio, tiempo y memoria tiene una dimensión política
que me interesa destacar aquí.
Actualmente —y a pesar de las carencias y tensiones existentes en el barrio que nos
harían suponer organizaciones para regularizar las viviendas, mejorar servicios o pro-
teger el territorio— el eje de acción más importante es el eje de lo cultural. Un ejemplo
de ello fue la exposición fotográfica que en agosto de 2002, tras cuando menos diez
meses de trabajo por parte de un grupo de vecinos del barrio de La Fama, organizados
en el llamado Colectivo Cultural Fuentes Brotantes, se realizó en la Dirección de Inves-
tigaciones Históricas del INAH, ubicada el centro de Tlalpan.12
Las personas que forman el colectivo constituyen un grupo muy disímbolo de habi-
tantes del barrio de La Fama, de edades y perfiles laborales muy variados, pero cuya
característica fundamental es que no son obreros, aunque en su mayoría son hijos o
nietos de los antiguos obreros de la fábrica.13 Entre ellos, hay el interés explícito de
reconstituir la historia local como mecanismo para conocerse, para comprender quié-
nes son y difundirlo.
El proceso de auto-investigación fue sumamente rico, ya que lograron convocar a
algunos de los viejos obreros y a sus familias, organizando, a lo largo de varios meses,
una suerte de tertulias, que se realizaban los domingos por la tarde, en donde se narra-
ban las experiencias en la fábrica y las formas de vida que ellas provocaban en la coti-
dianidad de sus habitantes.
Las temáticas que emergieron de estas reuniones fueron amplísimas: la vida co-
tidiana en el barrio, los procesos laborales, el sindicalismo y sus líderes, la vida
amorosa, la moral, la relaciones entre géneros, el cortejo, el problema de la vivien-
da y el agua, los deportes, los músicos y las fiestas, y la relación con otros barrios,
entre otros.
Al mismo tiempo que se rescataban los recuerdos a través del relato, los involu-
crados lograron compilar más de 300 fotografías propiedad de las familias del barrio
y algunos objetos: certificados, credenciales de los trabajadores, pedazos de telares,
12. En este proyecto, participamos el Dr. Mario Camarena, investigador del INAH, y yo, jugando el papel, por
petición del Colectivo 17, de asesores externos.
13. Es importante referir que hubo un primer proyecto, también encabezado por Mario Camarena, en la década
de los ochenta, con obreros de la fábrica, los cuales querían, a partir de la metodología que brinda la historia oral,
reconstruir su historia como obreros textiles. Muchos de los participantes de este primer grupo eran padres o parien-
tes de los que hoy forman el Colectivo Cultural Fuentes Brotantes.
82
14. La sesión inaugural fue grabada en video, aunque las visitas cotidianas no.
15. Es importante señalar que las fotografías marcaron la lógica del trabajo ya que en aquella época sólo se
fotografiaron eventos «importantes» para la familia. No se contaba con cámaras portátiles que hacen más flexibles
las tomas, y que permiten fotografiar espacios y momentos no festivos.
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Bibliografía
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85
Presentación
1. Introducción
1. El presente trabajo es parte de una investigación realizada con apoyo de una beca CLACSO/ASDI en el año
2001, dentro del concurso «Culturas e identidades en América Latina y el Caribe»; agradezco los comentarios realiza-
dos por Ricardo Spaltenberg dentro del marco de dicho proyecto. Asimismo agradezco el apoyo desinteresado de
Julio y Carlos, seminaristas Claretianos de Tlalpan, quienes hicieron posible en gran medida el desarrollo del trabajo
de campo. Asimismo a los chavos que permitieron mi «intromisión» temporal en sus encuentros, especialmente a
Fidel, Liliana y su familia y Mayra.
87
2. La metodología contempló diversas etapas, aplicación de técnicas y análisis de distintos materiales. Por una
parte, la revisión bibliográfica y hemerográfica para el estado de la cuestión en los diversos tópicos de interés, tanto
en términos de teoría, como de metodología y estudios de jóvenes en México. A su vez, se consultaron algunas fuentes
secundarias para reconstruir el contexto socioeconómico y de infraestructura de la Delegación de Tlalpan y la Colo-
nia de estudio.
Lo central en la investigación fue la utilización de metodología cualitativa, orientada a desentrañar los significa-
dos y a comprender la subjetividad de los actores. Dentro de este enfoque, se usaron diversas técnicas y se aplicaron
a distintos sujetos: se desarrollaron cuatro entrevistas semi-estructuradas a informantes clave cercanos a la banda,
pero no miembros de la misma (dos jóvenes del barrio y dos seminaristas claretianos vinculados con la banda). A su
vez se realizaron tres encuentros con tres jóvenes pertenecientes a la banda —uno o dos por encuentro— en los que
se desarrollaron tres entrevistas en profundidad. Una parte muy importante del trabajo de campo se orientó al
desarrollo de la observación directa, a partir de los encuentros que se llevaban a cabo con la banda en su lugar de
reunión en la calle, por las noches. Dichas observaciones fueron apuntadas en un cuaderno de campo. Finalmente,
además de la observación, se llevaron a cabo conversaciones no grabadas a partir de los intereses del estudio, en los
encuentros que se tuvieron con el grupo —en total diez encuentros.
88
Distintos autores que han analizado las agrupaciones de jóvenes en México señalan
la década de los ochenta como un hito en su desarrollo. Desde aquellos años, es posible
establecer la proliferación de dos fenómenos característicos en México: la emergencia
de los Cholos en la frontera norte y la existencia de los Chavos Banda, principalmente
vinculados a la capital del país.
Con respecto a los primeros, éstos se relacionan directamente con la cultura de la
frontera norte de México, manifiestan un carácter sincrético, mestizo, mezcla de
vestimentas y gustos musicales a veces irreconciliables (Feixa, 1998: 101). Valenzue-
la (1988: 56) señala que los cholos comienzan a aparecer desde mediados de la déca-
da del setenta y lo atribuye a un sinnúmero de factores: crisis económica, devalua-
ción de la moneda, deterioro del nivel de vida de la población popular fronteriza,
migración y transculturación, desempleo, desplazamiento de fuerza de trabajo mexi-
cana en EE.UU. por la recesión económica y el contacto cotidiano que se establece en
la frontera.
En cuanto a las bandas, es claramente el grupo juvenil más estudiado en el país.
Al respecto, Urteaga (2000) señala que se han sucedido tres momentos en el desarro-
llo de dichos trabajos: el primero —en términos sintéticos— remite a los orígenes de
las bandas, su caracterización y definición y las relaciones con otros actores —Esta-
do, sistema—; el segundo releva la diversidad de la juventud popular urbana y el
tercero se caracteriza por la existencia de dos tipos de temáticas: aquellas que anali-
zan la constitución de las identidades en las bandas y las que abordan el sujeto desde
una perspectiva globalizadora.3 Para ver con más detalle un estado del arte en rela-
ción a las temáticas y enfoques utilizados en el estudio de las culturas juveniles,
véanse Urteaga (2000), Feixa (1998).
Con respecto a la composición social de estos grupos se destaca su carácter urbano
y popular. Al respecto, Valenzuela señala que en las bandas y barrios se organizan
muchachos proletarios cuyas edades oscilan entre los 10 y los 29 años y cuya organiza-
ción se da fundamentalmente dentro de un contexto geográfico (Valenzuela, 1988: 218).
3. Para ver con más detalle un estado del arte en relación a las temáticas y enfoques utilizados en el estudio de las
culturas juveniles, véanse Urteaga (2000), Feixa (1998).
89
4. Ésta ha tenido un acelerado poblamiento en los últimos decenios. En 1950, por ejemplo, contaba con 1 % del
total de la población del Distrito Federal; para 1995 era asentamiento de 7 % de dicho total, con una tasa de creci-
miento acumulado de 4,13 para el período 1950-1995. Cabe señalar además que Tlalpan es la más extensa de las 16
delegaciones que la conforman. Durante 1970-1990 presentó un significativo crecimiento en la urbanización de su
superficie, integrando casi dos mil hectáreas a dicho proceso. Son susceptibles de presión por asentamientos urba-
nos 25.476 ha más, con una densidad poblacional de 110 personas por ha (en suelo urbano), con la particularidad de
que este proceso ocurre en áreas de reserva ecológica.
5. Uno de los pocos estudios que, sin embargo, realiza un análisis de la cuestión cultural es el trabajo de María Ana
Portal: Ciudadanos desde el pueblo: identidad urbana y religiosidad popular en San Andrés Totoltepec, Tlalpan, D.F.,
CONACULTA-UAM, Iztapalapa, 1997.
6. La población actual de la colonia es de cerca de 8.000 habitantes. Con base en una muestra del 20 % de las
familias que habitan en la zona, la ONG COPEVI (1998) señala que el 45,17 % de las personas tiene entre 11 y 30 años.
90
Como señalamos, el enfoque desde el cual nos interesó analizar la banda fue
desde su caracterización como grupo informal. Al repecto podemos señalar que la
aprehensión de los grupos informales son parte constitutiva de las sociedades. Para
algunos autores, su existencia es central en el desarrollo de agrupaciones más for-
malizadas.8
En la actualidad, dichas formas agregativas mantienen su importancia y distin-
tos autores se han orientado a su estudio, particularmente aquellos que ven en los
tiempos actuales una proliferación de dichos grupos como consecuencia de los pro-
cesos de modernización y modernidad desarrollados en las sociedades. La prolifera-
ción de este tipo de agrupaciones se puede vincular a dos hipótesis: la presencia en
la actualidad de procesos de fragmentación y diferenciación social, a partir de la
cual se postula que la existencia de múltiples agrupaciones sería una consecuencia
nociva y anómica de los cambios sociales. Por otra parte, se rescata el papel que
dichos grupos juegan en la constitución de las identidades, en un contexto de cri-
sis de los referentes históricos que daban sentido a las mismas, rescatando y revalo-
rando su papel como alternativas dinámicas y creativas que permiten la reproduc-
ción de la grupalidad.
En este último sentido, una cuestión que ha sido resaltada en la constitución de los
grupos informales es la existencia del comportamiento solidario y la búsqueda de re-
cursos y satisfacción de necesidades al interior del mismo. El comportamiento solida-
7. Con base en la observación directa, así como en una encuesta realizada en la colonia por parte de la ONG
COPEVI en 1998, es posible detectar algunas variables que permiten caracterizar a Mesa de los Hornos como pobre.
Uno de los rasgos que sobresalen es la irregularidad de la propiedad en el sector, lo que conlleva a su vez una falta
de habilitación de servicios básicos: agua, drenaje, electricidad, deficiencia en la construcción, entre otros. Del total
de familias encuestadas (20 % de las familias de la colonia) el 59 % declara que su propiedad no es escriturada. En
cuanto a las formas de acceso al suelo, el 15 % de las familias señalan que fue por invasión, el 26 % por compra y el
36 % por reordenamiento urbano. Con respecto a los servicios, el 18 % no cuenta con servicio de agua; el 21 % no
tiene servicio de drenaje; el 18 % no cuenta con electricidad. El 68 % de las viviendas encuestadas cuentan con muros
de tabique y el 50 % con techos de lámina de asbesto, cartón o zinc.
En relación a las actividades económicas, el 49 % de los jefes de familia encuestados se declara asalariado —es
decir, con un ingreso fijo— y el 50 % declara no tener un salario permanente. De las familias encuestadas, el 22,7 %
reconoce realizar alguna actividad económica al interior de la vivienda —comercio, servicios.
El 19 % de las familias recibe un ingreso mensual de hasta un salario mínimo; el 20 %, entre 1 y 3; el 20 %, de 3 a
5 y el 7 %, más de 5.
Otra variable indicativa de las malas condiciones de vida, en este caso de hacinamiento, es que la mayor parte de
los hogares encuestados (75,51 %) declarar tener un número de 2 familias por vivienda y el 16,3 %, de 3. En este
mismo sentido, más del 60 % de los hogares encuestados, señalan un promedio de 5 personas o más por vivienda.
8. Al respecto, Eric Wolf (1980: 20) señala: «Se observa […] que el sistema institucional de poderes económicos y
políticos coexiste o se coordina con diversos tipos de estructuras no institucionales, intersticiales, suplementarias o
paralelas a él […] A veces, estos grupos se adhieren a la estructura institucional como los moluscos […] Otras veces,
las relaciones sociales informales producen el proceso metabólico necesario para que funcionen las instituciones
oficiales…».
91
4. Características de la banda
Con base en los relatos recogidos a través de las entrevistas y encuentros con la
banda, fue posible ir reconstruyendo parte de su historia y composición. Algunos seña-
lan que su nombre es Loco’s Boys, el cual fue puesto por algún miembro que ya no está.
En la actualidad, la banda se compone de alrededor de veinte integrantes, aunque
por lo regular, de acuerdo a lo observado, se juntan en promedio diez. Las edades
fluctúan entre los 15 y los 30 años. La mayor parte son hombres.
En general los chavos realizan trabajos esporádicos, eventuales e informales: ayu-
dantes de camioneros, ayudantes de albañil, ayudantes de plomero. Sólo algunos tie-
nen trabajo estable con horario, salario fijo y permanencia en establecimientos comer-
ciales (supermercados, gasolinerías). Las mujeres de la banda que han trabajado también
desarrollan trabajos ocasionales, una señaló haber laborado en una gasolinería; otras
actividades que realizan son trabajos «en casa», es decir, aseo y limpieza y también
cuidado de niños en casas de otros sectores de la delegación.
Muy pocos jóvenes estudian, y de los conocidos, sólo dos mujeres lo hacían, pero
habían abandonado los estudios por problemas en la escuela, de donde habían sido
expulsadas. De los hombres, ninguno de los entrevistados en la actualidad estudiaba,
aunque habían hecho algunos años de primaria.
Las familias de donde provienen en general viven en la colonia; algunas han migra-
do de otras delegaciones o colonias del D.F. a Mesa o de otros estados de la república.
92
93
9. Goffman plantea la existencia de tres tipos de estigma: las abominaciones del cuerpo, los defectos del carácter
del individuo y los tribales (Goffman, 1970).
10. La estigmatización hacia el grupo se demostró en un episodio contado por una de las chavas, del cual periodis-
tas les hicieron un reportaje a partir de una denuncia hecha por una vecina, en la que señalaba la dificultad de los
taxistas para entrar a la colonia debido a los asaltos y robos realizados por la banda.
94
a) Clase
95
[...] También ellos, los del Pedregal (sector considerado de mayor nivel social que Hor-
nos), los que nos juntamos ahí en Pedregal, también se molestan de que les hablemos a
ellos, dicen que «pinche mugrero»... Dicen «no se junten con ellos porque les van a pegar
la mugre»... [Liliana, 15 años].
Y otra agrega:
Que no se bañan, que andan bien mugrosos y que nosotras andamos ahí... [Mayra,
19 años].
[...] nadie, nadie de otras colonias quiere a Hornos, nadie, por lo mismo que dicen que
puro mugroso aquí, que no se bañan, y si siempre cuando es la feria de aquí de Hornos,
nadie de Pedregal sube, ni de Tlalcoligia, ni de Tepechimilco, como lo mismo de aquí no
bajan a otras colonias, o de repente si bajan pero hacen sus riñas ¿no?, se empiezan a
pelear colonia con colonia, entonces nadie lo quiere al Horno [Liliana, 15 años].
b) Comunidad
96
[...] como él [hermano] yo creo que nunca ha ido caminando, bueno no ha ido con noso-
tros y como ya le hablamos, y este año se puede ir con nosotros, y él ya se siente... como
si le diéramos un ejemplo a él de que vaya caminando a la Villa, y ya [...] podría seguirse
eso, ¿no? Que él se lo permitiera a otros personas y así... [Liliana, 15 años].
c) Generación
Nosotros nos juntamos... o sea las chavas son las que no se juntan con nosotros, conoce-
mos a demasiadas, pero ya en el baile es donde nos encontramos todos y ya... ahí nos
juntamos todos en el baile, ya los chavos y las chavas y ya dado caso serían más chavas.
[Fidel, 20 años].
Para las mujeres, el baile y las fiestas son actividades centrales que las definen
como parte de la banda, a su vez son las instancias donde encuentran un sentido y
pertenencia colectiva. La participación de las mujeres en estas actividades repre-
senta además la posibilidad de acceder a una experiencia de disfrute, de desinhibi-
ción, a la vez que de compartir. Representa también la posibilidad de acceder a un
mundo y un espacio distinto al doméstico, «salir de la casa». Las que no salen son
«chicas de su casa» e ir en contra de eso representa una ruptura a las concepciones
tradicionales sobre las jóvenes, que para las mujeres entrevistadas es una distin-
ción fundamental.
Esta tensión entre el deber ser femenino y lo que ellas quieren ser, a veces se expresa
en las relaciones de pareja que mantienen con los hombres, dentro o fuera de la banda,
lo que genera conflictos en tanto que algunos de ellos pretenden que al establecer una
relación, dejen ese contacto con el «exterior» y se adapten a cumplir un rol tradicional:
P: ¿Ustedes han tenido novios dentro de la banda? ¿Ustedes sienten que cambia la rela-
ción por ejemplo con sus amigas o sus amigos cuando están de novias con alguno?
97
5.3. Sociabilidad
P: ¿Qué es cotorrear?
R: Que nos quedábamos de ver todos los chavos... nos quedábamos de ver lo que es aquí
el consultorio médico, a la tienda que está enfrente y ahí todos nos juntábamos. A las 7 de
la noche, nos quedábamos de ver todos y nos íbamos a bailes, andábamos ahí cotorrean-
do, tomábamos... y hasta sí... como estaba chava, nos metíamos a las 3, 4 de la mañana...
[Mayra, 19 años].
El cotorreo se realiza por parte de algunos entre diferentes grupos y bandas perte-
necientes a distintos sectores de la ciudad y grupos sociales, aunque dentro de un
mismo espectro social, es decir, sin producirse realmente un contacto con grupos muy
distantes en términos socioeconómicos. Sin embargo, pertenecer a distintas bandas,
puede permitir la ilusión de la movilidad y el contacto con otros sectores sociales,
además del acceso a recursos materiales, como se verá más adelante.
A continuación se desarrollan dos vectores que refuerzan el sentido de pertenencia
e identidad banda, la relación del grupo con el espacio y el tiempo.
98
Como han destacado otros autores (Alarcón, Henao y Montes, 1986; Valenzuela,
1988), uno de los elementos centrales en la constitución de la identidad colectiva y que
aparece claramente en el caso de la banda analizada es la dimensión espacial. Ésta se
constituye en un elemento básico en la construcción de una identidad social, no sólo en
términos objetivos y materiales, sino también en términos simbólicos. El hecho básico
de compartir un espacio permite la construcción, permanencia, reproducción y reco-
nocimiento de la grupalidad, en tanto establece límites específicos que marcan la dife-
rencia entre el colectivo y los «otros». Estas marcas, a su vez, se refieren al aspecto
concreto y simbólico, constituyendo una espacialidad propia de determinada identi-
dad social. El espacio se constituye en un territorio dotado de una gran carga afectiva,
emotiva, simbólica, a partir de la experiencia de compartir diversas vivencias en él.
En el caso analizado, la cuestión del espacio aparece central. Tanto los miembros
de la banda como los externos reconocen perfectamente el lugar de reunión de los
chavos: en «los tubos». Este lugar correspondería a lo que Alarcón, Henao y Montes
(en Urteaga, 2000: 466), denominan el suelo, es decir, el lugar de reunión, el cual se
ubica en una de las calles principales de entrada en la colonia, cerca de la parroquia,
al lado de un puesto de venta de hamburguesas, donde hay un pequeño techo que
permite guarecerse en caso de lluvia; además de tener luz eléctrica. Es un lugar desde
el cual se puede ver el transitar de ida y vuelta de las personas que habitan la colonia.
Se encuentran amontonados tubos de concreto para drenaje, de ahí el nombre de
«los tubos».
El lugar sin embargo es más que ese punto en el espacio, el control de ellos se da en
un radio más amplio que puede ser lo que Alarcón, Henao y Montes (en Urteaga, 2000:
466) denominaron dominio y que permite la movilidad y el cambio de lugar específico.
En el tiempo del trabajo de campo, dentro de un radio, los chavos cambiaban de lugar
para reunirse, tanto en conjunto como en los distintos grupos en los cuales a veces se
dispersaban. El espacio que controlan, entonces, es reconocido por ellos y por los habi-
tantes del barrio como su lugar, permitiéndoles una referencia concreta. A su vez, posi-
bilita de alguna manera la vinculación y el reconocimiento de las actividades de los
otros: vecinos, otros chavos, otras bandas.
La relación de la banda con el espacio toma diversas dimensiones y tiene signifi-
cados a veces contradictorios. Por una parte posibilita la existencia de la banda y de
las reuniones cotidianas de la misma. Aunque se producen reuniones en otros luga-
res para actividades específicas, como bailes, fiestas, procesiones de las que hemos
dado cuenta, la identidad banda se vincula a la calle y al barrio. Esta disposición
espacial permite la relación entre sí y con otros —conocidos, parientes, amigos, veci-
nos— que pasan por allí o que van a verlos, es una referencia casi siempre segura de
su localización.
Así como permite la sociabilidad y el contacto entre ellos, también se produce con
otros, lo cual no siempre es pacífico. De hecho muchas riñas son a partir de la invasión
de su territorio por parte de otros grupos. La banda controla no sólo el lugar de re-
unión, sino un radio más amplio de movilidad.
La relación con el espacio también permite otras actividades además del cotorreo y
las riñas, es el lugar donde se hacen las fiestas y se instalan los «sonidos».
99
11. Como plantea Bourdieu (1999) al referise a los guetos en EE.UU., son lugares que se definen fundamentalmen-
te por la ausencia: del Estado y todo lo que deriva de éste; la policía, la escuela, las instituciones sanitarias, las
asociaciones, entre otros. Aunque en este caso la ausencia no es total, podemos denominarlo un lugar de carencia, en
el sentido de que aunque ocasionalmente exista presencia de alguno de los actores antes señalados, ésta es eventual
y en ocasiones de muy mala calidad.
100
[...] tenía yo 13 años, cuando me trajo aquí... yo vivía en Volcanes antes y él me dijo: «Te
invito a una fiesta a Hornos...», y subí, esa vez subí, me presentó a varios de sus amigos
y me empezó... o sea me gustó como cotorreaban y todo y empecé a subir por él y
cuando me fui a Tlalcoligia, tengo una amiga que también de repente luego ya sube a
cotorrear aquí, se llama Adriana, este... y ella conocía a los de Tlalcoligia, y ella me los
presentó, entonces también así ya empecé a salir con ella y fui conociendo a los chavos
de Tlalcoligia y por eso empecé a cotorrear con ellos, y en San Pedro por otra amiga, o
sea así, yo creo que es una cadena... mi amiga es de aquí de Hornos, pero le gusta ir ahí
a San Pedro, ahí con sus amigos, así como nosotros y ya me los presentó, y ahí ya este...
así es como yo creo nos vamos allegando a Tlalcoligia, como Liliana también cotorrea-
ba aquí, yo me la llevé a ella a Tlalcologia, le presenté a los chavos que me habían
presentado a mí y así... es una cadenita que yo creo que se va haciendo, de que él puede
conocer a otra amiga y la lleva allá abajo o la subimos, como a Adriana y a Nancy, ellas
son de Tlalpan, y nosotros las subimos a cotorrear aquí a Hornos, también les gustó y
estuvieron aquí... [Mayra, 19 años].
Así, el cotorreo se puede llevar a cabo en diferentes bandas, lo que facilita el conoci-
miento de muchas personas en distintos lugares, posibilitando la ampliación de su
capital social12 y recursos simbólicos, que a su vez permitirán un mayor acceso a recur-
sos materiales y afectivos. En efecto, el acceso a distintos grupos y la permanencia
temporal en uno y otro posibilita a las jóvenes el acceso a recursos materiales, princi-
palmente dinero que destinan a sus gastos personales y que en el contexto de falta de
trabajo y poco apoyo familiar, es muy significativo para ellas, tanto en términos objeti-
vos —permitiéndoles cubrir necesidades particulares—, como en un sentido simbóli-
co, en tanto se significa como un comportamiento solidario y desinteresado. Una de las
jóvenes que tiene un bebé señala que sus amigos le dan dinero para su hija, para la
compra de pañales, comida y otras necesidades:
[...] y ahorita no estoy trabajando y mis amigos son los que compran leche, pañales,
agua, Gerber, todo lo que necesita mi hija, mis amigos, por eso o sea, yo digo que si
fueran otros chavos, o sea diría «a mí me vale madres», no es mi hijo, o sea, «arréglatelas
como puedas». Pero no, incluso a veces me preguntan, que si tienes pañales, digo no
pues no tiene y ya van y le compran, o luego yo les digo «préstenme para los pañales de
mi hija», y nunca se han negado, nunca me han dicho no, siempre «para tu hija lo que
quieras», entonces por eso yo valoro mucho esas amistades, porque como esas muy
pocas, al contrario, yo creo que hay amigos que dicen: «Ay, vámonos a cotorrear, no
llegues a tu casa dos, tres días, nos quedamos a chupar, a drogarnos», no, al contrario,
«vamos a comer», y luego no queremos comer, y dicen «hay por eso están bien pinches
12. Bourdieu (1995: 82) distingue tres tipos fundamentales de capital: económico, cultural y social. A éstas agrega
el simbólico, «...que es la modalidad adoptada por una u otra de dichas especies cuando es captada a través de las
categorías de percepción que reconocen su lógica específica o [...] que desconocen el carácter arbitrario de su pose-
sión o acumulación». El capital cultural existe bajo tres formas: incorporado, objetivado e institucionalizado. «El
capital social es la suma de los recursos, actuales o potenciales, correspondientes a un individuo o grupo, en virtud de
que éstos poseen una red duradera de relaciones, conocimientos y reconocimientos mutuos más o menos
institucionalizados, esto es, la suma de los capitales y poderes que semejante red permite movilizar.»
101
La valoración que se hace de los amigos se relaciona en este sentido también con
una actitud de respeto y cuidado hacia ellas, lo cual se refleja no sólo en el hecho de
darles ocasionalmente dinero, sino también alimentarlas, invitarlas a salir y pagar su
consumo, comprarles ropa:
[...] se portan buena onda, nos respetan mucho, eso no es de que nos inviten así que nos
digan, «no pues vamos a tomar o a drogarnos», no ellos vienen por nosotros y nos llevan
a comer, dicen que estamos bien flacas y agarran y vienen en la noche o así en el día, y
pues vamos a comer o a cenar... [Liliana, 15 años].
En este aspecto se nota ambigüedad entre las chavas. Por una parte reconocen y
tienen afecto e identificación con la colonia Hornos y con los chavos de la banda; sin
embargo, también tienen disputas y conflictos por pertenecer a una colonia popular, lo
que se manifiesta en la ilusión que les hace salir con chavos de otras colonias conside-
radas de mejor nivel social.
La alternancia con distintos grupos de amigos y bandas permite a las mujeres no
«agotar» a un grupo en particular. En ese sentido existe una solidaridad táctica y tam-
bién estratégica, en tanto se suplen carencias y necesidades de diverso tipo a través de
la pertenencia a distintas agrupaciones informales.
Socialmente, sin embargo, entre las vecinas y parte de la comunidad dicho compor-
tamiento se estigmatiza y es sancionado a través del «chisme» y las habladurías, que
las señalan como «putas». Frente a esto el discurso de las chavas es de resentimiento,
pero también de crítica a su entorno social y familiar, el cual consideran cínico debido
a que la existencia de problemas como el embarazo adolescente, alcoholismo, droga-
dicción, delincuencia, etc., no es reconocida ni criticada.
Por otra parte, así como existe el contacto y la relación con otras bandas y grupos
de amigos, ocasionalmente los chavos tienen vínculos con instituciones diversas, ubi-
cadas principalmente en el ámbito privado. Una de éstas es la Iglesia, con la cual man-
tienen una relación informal, pero que para algunos de ellos es significativa. Si bien no
participan en misa o en los rituales formales, mantienen contacto con algunos semina-
ristas claretianos, y por iniciativa de éstos y también de los chavos han desarrollado
algunas actividades de inserción en la comunidad. Particularmente esto se refleja en
dos cuestiones: la solicitud de pintar la capilla una vez al año antes de las fiestas de la
colonia, actividad que costean con su dinero y que se disputan con otras bandas del
lugar, y la participación que hicieron hace un tiempo en esas fechas en la Pastorella
(representación teatral de algún pasaje bíblico).
Otras instituciones con las que mantienen contacto son las «granjas» señaladas
más arriba, las cuales son casas donde se internan los chavos con el objeto de desin-
toxicarse del activo. Las incursiones a éstas son más o menos voluntarias y son centros
que en general están dirigidos también por agrupaciones religiosas.
102
Como señalamos desde un inicio, más que conclusiones terminantes, en estos co-
mentarios finales nos interesa desarrollar algunas hipótesis en torno a la mirada de la
banda de jóvenes como grupos informales.
Nos parece que la banda de jóvenes, en tanto grupo informal propio de las socieda-
des actuales, puede cumplir con una serie de funciones en términos individuales y
colectivos. Como plantéabamos, a partir de la participación en dicha agrupación los/as
jóvenes acceden a una serie de recursos simbólicos, sociales y materiales, los cuales
teóricamente deberían ser provistos por otras instancias o relaciones sociales: la fami-
lia, el mercado de trabajo, el Estado. Sin embargo, frente a los procesos de achicamien-
to y retiro del Estado, con el consiguiente debilitamiento de las políticas sociales, ade-
más de las condiciones de precariedad y falta de empleo, se produce la búsqueda en
este tipo de grupos de satisfacción de necesidades y acceso a recursos que no es posible
resolver por otras vías.
Además de los recursos materiales, se encuentran los que llamamos simbólicos y
sociales. Los primeros son importantes de desarrollar por las necesidades de construir
una identidad individual y colectiva, así como un sentido de pertenencia tanto a nivel
local/territorial y de anclaje a un espacio. Los recursos sociales son fundamentales en
la «localización» en términos sociales, dentro de la estructura social en un sentido
simbólico. Las relaciones en el interior de la banda, así como con el resto de bandas y
grupos de la colonia y de otros sectores, permiten el acceso a dichos recursos.
Otra cuestión que es posible hipotetizar es que la pertenencia a alguna banda como
grupo informal que provee de recursos sociales, materiales y simbólicos —los cuales
no necesariamente deben ser provistos en su conjunto, sino que pueden accederse a
uno o más de éstos— se puede dar en ocasiones paralelamente a la relación temporal o
permanente ya sea con otras bandas, pero también con otro tipo de grupos e instancias
más o menos formalizadas y novedosas que apoyan a los jóvenes: Iglesia, grupos de
Alcohólicos Anónimos, entre otros, que pueden reforzar y/o complementar la satisfac-
ción de sus necesidades.
En estos recorridos es posible detectar en este caso la mayor movilidad por parte de
las mujeres hacia otros grupos de amigos o bandas, mientras que los hombres se rela-
cionan más con las instancias formales que se acercan a ellos. Pareciera que son las
mujeres quienes tienen una mayor movilidad espacial y social que los chavos en esta
búsqueda aunque, como todo lo planteado hasta aquí, necesitaría de una mayor pro-
fundización y del estudio de un mayor número de casos. A su vez, al no desarrollar una
actividad laboral en el momento del estudio, las mujeres priorizaban por la búsqueda
de recursos materiales, subordinada a los de tipo simbólico.
103
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104
Introducción
105
106
107
1. Las cifras de población y superficie corresponden al Perímetro Histórico y se presentan con el diagnóstico de la
problemática social y urbana, en Greene y Hernández, 2003 y Ramírez Kuri, 2003. El perímetro delimita una super-
ficie menor a la que corresponde a las diez AGEBS completas que comprenden las localidades que integran este
Centro Histórico y que en su conjunto registraron una disminución de 33.054 habitantes en 1990 a 28.192 en el año
2000 (INEGI, 2000).
108
[…] yo nací aquí en 1954 fui aquí a la escuela aquí, entonces puedo darme cuenta del
deterioro del centro, se cerraron varias partes del parque se extendió, cosa que no estuvo
tan mal porque se quitó el paso a los coches, tiraron una cantidad de árboles y esos
jardines «de Versalles» que pusieron ahí en las plazas son totalmente falsos al carácter
original de Coyoacán, además, está muy sucio.3
[…] vivo en la calle de Bruselas desde hace 23 años, y en ese transcurso he visto como
se han tirado pequeñas vecindades que le dan vida de barrio, que están los chavos
jugando afuera, las señoras platicando en la puerta y de esos se hacen casas grandes.
Las tienditas de la esquina se cierran se hace una oficina, todo esto debilita la persona-
lidad de barrio. Mi colonia es ahora una zona exclusiva, sale uno a la calle y no hay esta
2. Entre éstos, se encuentran el barrio de San Lucas, San Francisco, el Niño Jesús, el pueblo de Los Reyes y la
Candelaria, Santa Úrsula y San Francisco Culhuacán.
3. Entrevista a residente de la Colonia del Carmen, S.I., 2001.
109
Los fenómenos y tendencias que se viven en este lugar (compartidos con el Centro
Histórico de la ciudad de México y con las delegaciones centrales del Distrito Federal),
han transformado la estructura social urbana. Un primer fenómeno se expresa en la
tendencia al despoblamiento, al predominio de población residente adulta y femenina,
y a la disminución de población joven e infantil. En la década que abarca de 1990 a
2000 se registró una disminución de aproximadamente 20 % de habitantes en el perí-
metro histórico. Esta tendencia tiene que ver tanto con factores socio-económicos aso-
ciados a cambios en la estructura familiar y en las necesidades de vivienda, como con
las políticas urbanas que trazan los lineamientos para la organización y preservación
del espacio social. Un efecto directo de estos factores, es el debilitamiento de la voca-
ción habitacional que se expresa a través la disminución de viviendas y del espacio
destinado para habitar, que tiende a ser reemplazado por actividades comerciales y de
servicios. Para los habitantes estos cambios en el uso del suelo urbano asociados a la
manera «ilegal y antirreglamentaria» como se llevan a cabo, representan el problema
principal que altera la manera como se relacionan con el lugar y enfatiza las tendencias
al su deterioro como espacio patrimonial,
[…] el cambio de uso de suelo de habitacional a uso de oficinas o comercial que trae
como resultado el cambio general del todo uso dominante de la colonia y por tanto afec-
ta… las características que hacen que a uno le guste vivir en esta colonia… y bueno, la
inseguridad. 5
4. Ibíd., 2001.
5. Entrevista a residente miembro del Comité Vecinal de la Colonia del Carmen, A.V., 1999.
6. Entrevista a residente miembro de asociación de vecinos del Barrio de Sta. Catarina, G.G., 1998.
110
7. Ibíd., 2001.
8. Residente miembro de asociación vecinal del Barrio de la Concepción, 1998
9. En este 40 % se inscriben los grupos medios (22 %), medios-altos (11 %) y altos (7 %). El 9 % de la población
ocupada no especificó nivel de ingreso. Datos correspondientes al año 2000 obtenidos del procesamiento de cifras
obtenidas por AGEB a través del Sistema de Consulta para Análisis de Información (SCAI), INEGI, XII Censo Gene-
ral de Población y Vivienda, 2000.
111
[…] la gente que ha vivido toda la vida aquí en la colonia, lo digo porque hay que hablar
con honestidad, que por ejemplo tienen casas muy grandes, no les permite la normatividad
subdividir. Hay algunas otras que están catalogadas por el INAH que ni siquiera se pue-
den demoler o hacerles alguna otra cosa. Son personas que quisieran poner no sé, un
café o quisieran poner algún negocillo para ayudarse pues no lo pueden poner, esto si tú
sigues los trámites que como gente decente, entonces hay algunas personas a las que
—la normatividad— les afecta económicamente.10
[…] los nuevos coyoacanenses… son gente que viene a vivir a Coyoacán con la idea de
que este es un barrio especial, un barrio esnob… un lugar de escenografía, estático
donde no se moleste y no se perturbe donde si se pone una tiendita, donde se venden
refrescos es malo, porque eso afea la idea del Coyoacán glamoroso… los que hemos
vivido aquí no pensamos así de Coyoacán. Pensamos que es un barrio… con caracterís-
ticas muy especiales pero debe haber vida de barrio, tiendita en la esquina, panadería
en la esquina…11
112
A partir de unos cinco años para acá es impresionante, sobre todo lo que son cafeterías y
comida rápida. El comercio informal… también, te venden de todo, zapatos, tatuajes,
etc. Se sabe, yo no tengo la prueba, de que circula droga, que todo mundo puede conse-
guir ahí, lo cual no he averiguado porque no me interesa…13
113
Afecta los fines de semana porque no se puede circular… la gente en lugar de venir al
comercio establecido se van allá por la novedad de que ahí están y pueden encontrar
cosas más baratas porque no pagan impuestos...15
Supuestamente el área de la «placita» de aquí del centro de Coyoacán era para artesanos,
pero desafortunadamente no nada más son artesanos, hay otro tipo de negocios y la
verdad es una cosa horrible venir el sábado y domingo y no poder caminar… Yo no
tendría problema porque estuvieran en la plaza los reales artesanos como era antes,
porque es bonito ver la artesanía, pero yo insisto, no es posible que eso haya crecido
tanto… tú no puedes convivir bien con alguien, si está esto de una forma que no puedes
caminar…16
Si bien hay posiciones que reconocen que tienden a resolverse problemas apre-
miantes como la seguridad y los servicios, perciben escasos cambios en el mejoramien-
to de la calidad del Centro Histórico. Esta visión que comparten con los habitantes ha
derivado por una parte en demandas que plantean respetar a los comercios existentes
y limitar la expansión del comercio formal e informal. Por otra, en posiciones que
plantean la erradicación de la informalidad:
114
115
Empecé a trabajar en esta plaza desde 1978, a raíz de un movimiento sindical que hubo
entre la Anda y el SAI… entonces como una mera necesidad de crear fuentes de trabajo,
a mí se me ocurrió que la calle podría funcionar, yo soy un actor profesional y, pues me
fui a hacer pantomima… resultó todo un éxito… estuve en la Zona Rosa casi ocho años y
aquí llevo más de veinte…19
18. En ésta se ubican el edificio Casa de Cortés, sede de los poderes político-administrativos de la delegación, y
el Templo y Ex Convento de San Juan Bautista, donde se desarrollan actividades de carácter ritual. Las dos repre-
sentaciones monumentales introducen formas de sociabilidad que convocan a comunidades locales, de la delega-
ción y de la ciudad.
19. Entrevista a Gogó, 2002.
116
En Coyoacán llevo catorce años... Bueno, me tocó ver cómo se ha volcado la masa aquí en
Coyoacán… los sábados no venían a trabajar mis compañeros, porque no había gente, y la
gente que veías pasear eran los vecinos de Coyoacán. Por lo tanto veías a gente famosa
aquí... El Parnaso con su tendencia intelectual; veías a los intelectuales de café haciendo
la revolución desde el café, como dicen. Sí, me tocó una plaza típica de domingo, a la que
venía gente de los barrios de alrededor a placear…20
La Plaza Hidalgo representó para estos actores un lugar para desarrollar y difundir
un espectáculo artístico interactivo con un público selectivo. El cambio, además de
incrementar los recursos que obtenían, significó alejarse de las disputas violentas por
el uso del espacio en otros lugares públicos de la ciudad:
Hasta que por una bronca, un pleito de golpes, pues uno de mis compañeros de aquí de la
plaza Moisés, me dice «vámonos a Coyoacán» y le digo «órale». La primera vez que llego
me gano un super billete; yo así, fascinado llego a mi casa y digo «no, pues ya tengo otra
plaza», y desde ahí ya jamás regresé a trabajar a La Alameda, jamás regresé… Yo ya sabía
de Coyoacán, que estaban los mejores y que no sé qué, gente experimentada... trabajando
sólo había otros tres... Gogó que fue uno de los mejores mimos de la Zona Rosa en la calle,
y... estaba Pactú, Gabriel, después Moisés y yo, nada más… hasta el 91...21
Para estos actores el lugar que ocupan en la plaza es un espacio propio que repre-
senta es la extensión y reconocimiento de lo que son. Frente a las transformaciones
ocurridas en la última década se distingue por un lado, la crítica a la masificación que
asocian con el crecimiento excesivo del comercio informal, refiriéndose a este fenóme-
no como «violencia visual»:
No violento, pero... violento de manera visual: de repente ves tanta gente, tantos puestos.
O sea, ¿qué tiene que hacer en una plaza pública un puesto de ropa para perros?22
Por otro, la defensa y la disputa por el lugar de trabajo, frente a otros grupos que
consideran intrusivos en lo que consideran el «espacio que hemos conquistado,
que hemos ganado».23 Así, defienden el lugar de otros mimos que pueden provocar la
«alamedización» del Centro Histórico de Coyoacán,
[...] o sea, lo que menos queremos es que se «alamedice» Coyoacán… que llegue toda la
banda de mimos que quieren trabajar en Coyoacán, pero están chupando, ahí en su
mochila, están metiéndose cosas... se queman, ¿no?24
[…] Ha habido veces en que no te dejan trabajar, te intimidan: una vez nos pusieron una
patrulla, y no la quitaban, no la quitaban, hasta que la gente comenzó a mover la patrulla.
117
Defienden el lugar que asumen propio, del uso que hacen las compañías televisivas
quienes partir del pago de un permiso imponen el poder de su presencia en esta plaza
pública:
Eso fue justo cuando empezó todo el rollo de masividad aquí en Coyoacán, por el ochen-
ta y nueve, noventa… llegó uno de estos programas de Televisa que se llaman «Mi ba-
rrio»; avisaron en televisión que iba a haber el programa… en vivo y en una plaza, y se
puso... La capacidad de convocatoria que tienen es tremenda. Entonces un día llegamos
y nuestro lugar de trabajo era el estacionamiento de los camiones de Televisa. Y Tv Azte-
ca hace lo mismo. Llegan y les vale madres, porque pagan un permiso, pagaron un precio
para poder utilizar la plaza... La última vez yo me aventé un tiro con un tipo, al que le
digo: «oye, ¿sabes qué?, ¿por qué no te haces un poquito para adelante esta camioneta,
trabajamos todos felices y contentos…26
Con las delegaciones siempre hemos tenido problemas… quieren regular, pero el mal que le
han hecho a Coyoacán… todas las autoridades que han pasado desde que yo estoy, es meter
más puestos y más puestos y más puestos, y ahorita es un muladar Coyoacán. Te venden de
todo… porque llega gente a vender, y la obligación de un inspector de la vía pública —y digo,
no son declaraciones que me de miedo decir, siempre se los hemos dicho— es de decir
«orden, aquí no hay nada, es peatonal». Entonces llega el corrupto, le da una lana, y el co-
rrupto la acepta. Es el juego y es irreversible… Sí: «ahorita le caigo con una lana»… [ibíd.].
[…] ya creamos una coordinadora Artistas a Cielo Abierto para defendernos más; a pesar
que nos digan que somos unos caciques, que esto, que el otro... pero la verdad es que en
Coyoacán... bueno, el cincuenta por ciento de los espectáculos son de buena calidad...
Hay cosas que se dan bien acá… 27
Pero esta organización se escindió, quedando fuera de ésta grupos que presentan
espectáculos en la Plaza Centenario y que generan formas de sociabilidad con las que los
primeros no están de acuerdo, y que han generado inconformidad en la sociedad local:
118
Para estos actores las transformaciones en los usos y prácticas de las plazas ha
ocurrido de manera simultánea a los cambios de espectadores. Frente a esto, destacan
que si bien básicamente la relación con el espectador continúa definiéndola como
«accidental e interactiva», afirman que «el público ya no es tan exigente, tampoco muy
culto».29 Para ellos el lugar ha perdido los atributos que inicialmente los motivaron a
incorporarse a la vida social y cultural.
Plaza Hidalgo
119
Plaza Centenario
Distintas realidades urbanas se hacen visibles en estas plazas públicas que convo-
can con su oferta comercial, socio-cultural y de servicios, a grupos medios y a sectores
populares de la ciudad. Estos lugares comunes son elementos activos en el desarrollo
de formas de vida pública que expresan, encuentro y separación de identidades distin-
tas: clases, etnias, género, culturas, sub-culturas, familia y religión. Un elemento co-
mún que las cruza es el uso del espacio como un recurso en disputa que por su centra-
lidad se vuelve estratégico para que distintos actores luchen por el control para llevar a
cabo prácticas sociales y económicas. Éstas expresan demandas y necesidades de los
habitantes de la ciudad de lugares públicos abiertos, proveedores de alternativas de
120
121
30. Los artesanos y comerciantes —de acuerdo con cifras oficiales—, ascienden actualmente a 517 personas
aproximadamente que obtienen recursos de las actividades que realizan en estos lugares. Estos representan cerca del
14 % del total en la delegación y se concentran principalmente en la Plaza Centenario, aunque recientemente se
observa la proliferación de puestos en la Plaza Hidalgo. Distribuidos en puestos semifijos, atendidos por una o más
personas —dueños, familiares y/o empleados—, estos actores en su mayoría se encuentran agrupados en veintiún
organizaciones civiles.
31. Información proporcionada por la Delegación Coyoacán, 2002.
122
Para estos actores las plazas son «lugares recreativos donde la gente tiene acceso
sin costo alguno» y algunos consideran positiva la transformación de este lugar en
centro turístico y en lo que definen como espacio «de esparcimiento y atracción para
miles de familias nacionales y extranjeras». Sin embargo, al representarse como arte-
sanos y promotores de artesanías, se distinguen de los otros actores de la informalidad,
tanto de los «ambulantes», denominación que consideran despectiva hacia ellos, como
de la «nueva informalidad» frente al cual asumen una posición crítica. Al hablar de las
transformaciones de estos lugares públicos, destacan la «invasión» sistemática de «nue-
vos comerciantes informales», la corrupción de inspectores en vía pública, la elevada
afluencia de visitantes que asocian con el deterioro de las plazas, la «penetración de
giros ajenos a lo artesanal» y, en el caso de la Plaza Hidalgo, la constante «instalación
de ferias y romerías». Al diferenciarse de otros actores y defender su posición, argu-
mentan que la introducción de bares «disfrazados de restaurantes» con fines lucrati-
vos, está asociada a los problemas de inseguridad y violencia, de alcoholismo y droga-
dicción en los jóvenes que asisten a las plazas en fines de semana. Consideran que estos
cambios son negativos y que han sido fomentados por las autoridades.33 Reconocen
que la proliferación de comercio formal e informal es un problema que afecta a vecinos
y usuarios particularmente en la Plaza Centenario. Pero afirman que son los comer-
ciantes establecidos, quienes restringen el uso peatonal además de que «pagan muy
poco» por el espacio abierto que ocupan.34 En el discurso de estos actores en torno a los
problemas del Centro Histórico, se distingue la construcción de una visión sustentada
en la crítica hacia los intereses y acciones de los gobiernos previos a quienes reclaman
la ausencia de proyectos socialmente incluyentes. Entre estos grupos organizados al-
gunos han adquirido una posición dominante en el espacio público, sustentados en
distintos antecedentes de acuerdos formales e informales con autoridades e instancias
locales. Esto no obstante que, en muchos casos, ya no son necesariamente los que
llegaron originalmente, ni predomina en sus actividades la promoción de la tradición
artesanal como productores directos.
En contraste con esta posición, está aquella representada por algunos grupos de
«nuevos comerciantes informales» que se establecieron en el curso de la segunda mi-
tad de los noventa. Destaca entre éstos, la perspectiva de los jóvenes que no se definen
como artesanos, afirman no pertenecer a organizaciones de perfil partidista sino a
agrupaciones independientes y reconocen tener actividades comerciales en otros luga-
res de la ciudad:
[…] es que nosotros no somos ni queremos ser artesanos o sea, es un generación aparte,
con problemas aparte y la nuestra es otra cosa... casi todos o ya compran las cosas o
venden cualquier cosa... y ya más de uno también vende ropa.35
123
La diferencia que hay con las personas... que tienen su lugar en las plazas [es que] ya
tienen muchísimo tiempo trabajando aquí en Coyoacán, con organizaciones que perte-
necen a diferentes partidos... la Plaza Centenario está dividida en los tres partidos más
fuertes PRI, PRD y PAN que se reparten los espacios... nosotros que somos una organiza-
ción independiente pues, a la goma...36
[...] dice la delegación que los vecinos y visitantes no nos quieren aquí porque alteramos
el orden... pero la gente viene a comprar... entonces como que es así como un pretexto y
una mentira... la burguesía de Coyoacán cree que el Jardín Centenario es para su esparci-
miento particular, ¿no?... no están enterados de que es una plaza pública... al principio
nos decían que porque no éramos artesanos, que porque no creábamos, y nos la hacían
así cansada…37
En esta perspectiva, que enfatiza las diferencias socio-económicas existentes entre los
residentes y los comerciantes jóvenes, se distingue el reclamo hacia las autoridades por no
atender sus demandas y hostilidad hacia los primeros por considerar que juegan un papel
relevante en las decisiones públicas. Destacan que la posición de las instancias locales es
de apoyo a los derechos de los residentes, mientras que desconocen los que les correspon-
den a ellos, que están asociados a la búsqueda de formas alternativas de trabajo.
[…] la delegación dice: tú aquí tendrás 10 años pero los vecinos pagan predio, luz y agua y
tienen su casa antes de que tú llegaras. Y, eso es un pendejismo porque todos tenemos
derecho a trabajar y a ocupar los espacios de nuestro país no estamos afectando a nadie.38
124
[...] dicen que aquí es donde se distribuye droga donde se consume y que nosotros somos
los que incitamos a los visitantes a que lo hagan, en los espacios que ocupamos, pero... los
vendedores de droga vienen y se sientan en las bancas y andan distribuyendo por todas
partes... todo es sobre los comerciantes, porque ellos son los jóvenes, ellos son los que
andan vestidos raros, los que traen el pelo pintado, los que se visten de extraña manera
entonces ellos son los que venden y distribuyen...40
Las prácticas sociales de estos actores están inscritas en redes sociales informales
con las que mantienen relaciones de identificación, de pertenencia y de cooperación. A
través de éstas, construyen estrategias de sobrevivencia que contribuyen a la reproduc-
ción social de su condición marginal frente a las alternativas escasas o inexistentes
para modificar sus trayectorias de vida. La condición social, económica y cultural de
estos jóvenes, enfatiza las tendencias a su exclusión de la sociedad local pero también
de los actores de la informalidad, no obstante que éste es el mundo social en el que se
inscriben. Esta situación los hace proclives a vincularse a actividades ilegales y a redes
sociales negativas. Por una parte, expresa formas de disolución social inscritas en con-
textos sociales y locales distintos al del Centro Histórico, dentro y fuera de la delega-
ción Coyoacán. Pero, al reproducirse en estos espacios públicos centrales hacen visi-
bles algunos de los fenómenos de segregación y fragmentación social que caracterizan
a la sociedad urbana. Por otra, esta situación que no es exclusiva de este Centro Histó-
rico ni de la delegación, sino de la ciudad, plantea a las instituciones y a la sociedad
desafíos asociados a la necesidad de políticas sociales y culturales orientadas a la crea-
ción de espacios de inclusión que generen oportunidades de trabajo y empleo, y alter-
nativas a las inquietudes, demandas y necesidades de estos actores sociales.
En la ciudad de lugares que enmarca los aspectos tratados en este artículo, el espa-
cio público es el escenario de convergencia de experiencias y significados múltiples.
Esto lo constituye como un lugar privilegiado para acercar la mirada a la vida social,
39. Ibíd.
40. Ibíd.
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128
129
Introducción
No será redundante decir que una buena parte de las ciencias sociales tienen un
acervo de lugares comunes a los cuales recurren tanto estudiosos como profanos en
momentos de automatismos analíticos (explicaciones rápidas, entrevistas a los me-
dios, interpretaciones generales, etc.). Una de estas recurrencias veloces se ejerce en
relación con el uso de imágenes en la investigación social. El lugar socorrido sería
probablemente así: es importante considerar lo visual como parte de los estudios
sociales, es preciso dotar de un contexto y un discurso elocuente a aquello que deci-
mos sobre el mundo social, sin embargo el cómo integrar tal dimensión visual a
disciplinas tradicionalmente forjadas desde la argumentación y el análisis de textos
escritos es algo aún impreciso y difícil. Los motivos de esto, por citarlos de manera
rápida, bien podrían ser: dispersión en el campo de lo visual, es decir, inexistencia de
un conjunto de acuerdos sobre el ámbito metodológico de la investigación basada en
imágenes, y por otro lado, y tal más profundo, la distancia entre lenguajes (Prosser,
2002), es decir, de qué manera argumentar textualmente, verbalmente, sobre la rele-
vancia de las imágenes cuando ellas suelen poseer otra lógica, otra textura analítica,
en donde sus mecanismos expresivos discurren por senderos distintos a la argumen-
tación meramente racional, ya que en muchos casos está presente una expresividad
afectiva e imaginaria.
Otra dimensión del tema tiene que ver con una suerte de distribución social o
empresarial del trabajo, en donde la academia y la cultura universitaria hace de la
palabra escrita su forma privilegiada de construcción de conocimiento y de recono-
cimiento social, y son los medios de comunicación quienes hacen de la creación y
circulación de imágenes su marca de distintividad. La palabra reflexiva pertenecería
al ámbito de la academia y la puesta en escena de la imagen se ubica, en términos
generales, en el dominio de las empresas comunicativas. Es posible ubicar una di-
mensión intermedia y reflexiva ahí donde los investigadores analizan las condiciones
de uso y apropiación de medios e imágenes, al tiempo que los medios, principalmen-
te escritos, se ocupan por ubicar y reseñar los contenidos y las implicaciones de los
medios audiovisuales.
Como una forma de explorar otras rutas distintas al binomio imagen analizada/
imagen mercancía, se quiere abordar en este trabajo las posibilidades del registro foto-
gráfico para el análisis de la experiencia metropolitana, en referencia particular a aquellos
lugares o tipos de lugares en la ciudad de México mencionados a partir de una encues-
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En una entrevista el sociólogo urbano Richard Sennett (1995) propone que cami-
nar por la ciudad conlleva una especie de atención flotante, es una suerte de deambu-
lar no sólo por las calles, sino también atravesar rumbos de la misma conciencia, y
que atiende aquello que se le presenta como interesante. De manera semejante, el
neurólogo Oliver Sacks (2004) en una nota a pie de página al hablar de alguno de sus
casos clínicos comenta que la actividad cerebral mientras se camina es semejante a
la del sueño. Reunir este par de referencias crea una idea sugerente, a saber, la de la
ciudad vista desde una suerte de ensoñación móvil, en un continuo diálogo entre el
paseante, el paseo y lo que se ofrece a los sentidos: un caminar mirando hacia aden-
tro y hacia afuera.
Desde esta perspectiva habitar la ciudad significaría, entre otras cosas, dar cuen-
ta de la manera en que se está en el ámbito de lo visible desde los trayectos, recorri-
dos y puntos de referencia conformados a través del tiempo en la memoria personal
y social. Existen los recorridos personales, cotidianos, inevitables, que van formado
imágenes desde lo local a lo metropolitano, que suelen estar asociados a miradas ya
establecidas por la misma rutina. Se conjuga aquí lo instrumental (cómo llegar con
más rapidez o más comodidad) con los puntos de referencia personales: saludos
breves, lectura de rostros o periódicos, escucha del radio en el auto o transporte
público, etc.
Al parejo de los recorridos personales hay otros que podríamos llamar los recorri-
dos mentales, tal vez imaginarios, que tienen que ver con la evocación de la ciudad en
su conjunto, y que para realizarse ponen en juego trayectos selectivos de lo relevante y
lo significativo. Las líneas de este mapa mental no son todas del mismo material, están
aquellas que buscan guiar un recorrido y son las que representan una calle, una viali-
dad, o el trayecto de un medio de transporte cualquiera. Otras líneas, o tal vez áreas, o
sombras, representarían dimensiones afectivas, simbólicas y sensoriales en relación
con estos espacios. Agrado, desagrado, sensaciones olfativas, térmicas, velocidad o len-
titud, cabrían en este espectro de lo no instrumental y que sin embargo están en rela-
ción con él, al permitir la evaluación de ciertas rutas, privilegiándolas sobre otras o al
dotar de características peculiares a las usadas.
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3. Imágenes parlantes
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El color
Una primera aproximación a la idea de textura resulta desde el color, ya que evoca
tanto la dimensión cromática como la del significado. La consistente evocación del
color gris para caracterizar la ciudad fue traducida en imágenes de la siguiente forma.
Es el gris. Hay un gris horizonte que es el de la ciudad vista de conjunto desde una
idea y toma panorámica. La textura sería la de algo lechoso, algodonoso, y sin embar-
go al buscar el gris urbano, lo recuperado por la cámara en el caso del Centro Histó-
rico fueron mayoritariamente tonos rojizos, piedra y reflejos de luz. La ciudad vista
desde lo alto posee múltiples tonalidades, sin embargo es el color del cielo, lo que
está encima de ella, lo que dota a la ciudad de un rasgo para la conformación de su
identidad.
El otro gris que emerge en las fotografías es el del material en crudo, el tabicón,
de la vivienda popular en la periferia oriente de la ciudad de México, un color que no
está en el aire, sino en los muros. Es el color generado desde la experiencia de quien
recorre la ciudad desde la visibilidad que le da la condición de peatón, formándose
así una idea de todo el entorno operando a la manera de la metonimia, donde una
parte representa al todo.
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Indios verdes
1. Nombre con el que se conocen las estatuas, presuntamente de Tízoc y Ahuízotl, séptimo y octavo gobernantes de
la ciudad de México-Tenochtitlan, obra de Alejandro Casarín. Las estatuas han cambiado de ubicación en varias ocasio-
nes. Hacia 1892 estaban en el pueblo de Jamaica, sobre el canal de la Viga. De ahí pasaron al Paseo de la Reforma y, ya
en el siglo XX, a la glorieta que se llamó de Indios Verdes, en Insurgentes Norte, donde comenzaba la carretera México-
Pachuca. En los años setenta fueron desplazados hasta el punto donde ahora se encuentran, cerca de la estación de
Metro llamada Indios Verdes. Fuente: http://es.geocities.com/mextokiak/Monumentos_y_esculturas.html
140
Cuerpos, contacto
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143
Daniel Hiernaux-Nicolas
Introducción
Este ensayo se presenta como una reflexión sobre el consumo en las sociedades
modernas, particularmente con relación al tipo de actividades realizadas por los tran-
seúntes en su deambular por los espacios especializados de comercio. Son escasos los
trabajos que analizan esta temática desde una perspectiva sociogeográfica.
A partir del nuevo auge de los escritos de Walter Benjamin, pudiera parecer bastan-
te cómodo usar la voz francesa intraducible de flâneur para calificar el transeúnte en
los centros comerciales o en espacios similares. Nuestra hipótesis es que esta propues-
ta es errónea, ya que el transeúnte actual dista mucho de poder ser identificado con el
flâneur benjaminiano, hipótesis que trataremos de demostrar en este ensayo. Como lo
detallaremos adelante, la voz de flâneur encierra un fuerte contenido histórico, relacio-
nado con el momento de eclosión del capitalismo industrial y sus efectos sobre el con-
sumo y los espacios del mismo.1
No existe ninguna duda con respecto al hecho de quien elevó el personaje de flâ-
neur2 a nivel de una categoría social: indiscutiblemente es Charles Baudelaire como
bien lo ha demostrado Walter Benjamin (Benjamin, 1979).
Después de la revolución francesa, se asistió a una gigantesca exhibición de la bur-
guesía: al resultar victoriosa sobre la revuelta popular y por encima de la antigua aris-
tocracia, ésta empezó a exhibir su riqueza, a hacerse visible en los espacios públicos,
1. En un trabajo reciente, Beatriz Sarlo sostiene una posición que compartimos plenamente: afirma que en los
estudios culturales se oye «...un murmullo donde las palabras flâneur y flânerie se usan como inesperados sinónimos
de prácticamente cualquier movimiento que tenga lugar en los espacios públicos... la lectura de Benjamin... ha pro-
ducido une especie de erosión teórica que carcome la originalidad benjaminiana hasta los límites de la completa
banalización» (Sarlo, 2000: 78-79).
2. Sarlo define el flâneur como «...ese paseante urbano, consumidor, neurasténico y un poco dandy que, para
Benjamin sintetiza una idea: la del anonimato en la ciudad moderno y en el mercado, espacios donde se imponen
nuevas condiciones de experiencia» (Sarlo, 2000: 47).
145
3. Los pasajes son estructuras especulativas que atraviesan manzanas, ofreciendo un paso protegido por techo de
vidrio entre boutiques, hoteles, restaurantes, etc., asemejándose, por lo pronto en la forma general, a las galerías de
los centros comerciales. Para una presentación detallada de la historia de los pasajes y de la evolución de los espacios
de consumo, consultar, Hiernaux, 2001.
146
Quizás la cita que mejor explica la esencia del flâneur es la siguiente: «en esos tiempos,
los pasajes todavía estaban de moda y el flâneur se escapaba allá al espectáculo de los
vehículos que no admitían la competencia del peatón. El transeúnte que se hunde en la
masa existía ya, pero se podía aun encontrar el flâneur que buscaba espacios libres y no
quería dejar la vida privada. Va ocioso como un hombre que tiene una personalidad;
protesta así contra la división del trabajo que transforma las personas en especialistas.
Protesta igualmente contra su actividad industriosa. Hacia 1840, fue de buen tono por un
tiempo pasear tortugas en los pasajes. El flâneur se deleitaba en seguir el ritmo de su
andar. De ser seguida (su actitud), el progreso hubiera tenido que aprender ese paso. De
hecho no es el que tuvo la última palabra sino [Charles] Taylor que impuso el eslogan
«Guerra al flanear» [Benjamin, 1979: 81].
4. «En 1839 era elegante llevar una tortuga cuando se iba paseaba. Lo anterior da una idea del ritmo de la flânerie
en los pasajes.» (Benjamin, 1989: 441.)
5. «Flanear no es suspender el tiempo pero acomodarse con él sin que nos empuje. Implica la disponibilidad y
finalmente que no queramos ya tomar el mundo por asalto. Las mercancías las contemplamos sin por ello tener
necesariamente el deseo de comprarlas. Las caras las miramos con discreción y no buscamos atraer su atención.
Avanzar libremente, lentamente en una ciudad con prisa, sólo otorgar valor a la maravilla del instante en una socie-
dad mercantil, suscita mi simpatía.» (Sansot, 1998: 33.)
147
6. «...lo que el espectáculo moderno ... [es]... ya esencialmente: el reino autocrático de la economía mercantil que
accedió a un estatuto de soberanía irresponsable, y el conjunto de las nuevas técnicas de gobierno que acompañan
este reino» (Debord, 1992: 14).
148
Como bien lo señaló Benjamin, el flâneur fue un personaje marcado por su época, y
reducido a desaparecer con ella. Mencionábamos la evolución de los espacios comer-
ciales en el siglo XIX: los pasajes tuvieron dos épocas de gloria, la segunda durante la
Restauración, obviamente un momento decisivo para la recrudescencia de la búsque-
da de la apariencia, el lujo y la representación.
La decadencia de los pasajes y las galerías cubiertas fue parte de la evolución econó-
mica, de tal suerte que de espacios de moda, se tornaron espacios de rechazo. Siegfried
Kracauer7 señaló al respecto que «...todo lo que se tenía a distancia... (de la vida bur-
guesa)..., sea porque se consideraba impresentable o contrario a la visión oficial del
mundo, encontró refugio en los pasajes» (Kracauer, 1995: 37). Agregó: «Lo que unía los
objetos del pasaje de los Tilos y les daba a todos su misma función, era su posición
retraída de la fachada burguesa» (Kracauer, 1995: 41) Así, los pasajes se volvieron el
refugio de la prostitución, de las tiendas de antigüedades, filatelistas, libroviejeros,
museos de cera, etc. Lo viejo, obsoleto, indecente reunido en un espacio «refugio», un
espacio dedicado a la memoria.
Su lento desaparecer se debe, en buena medida, a la fuerza de las transformaciones
económicas, y particularmente a la capacidad de algunos comerciantes para imponer
una nueva forma de organizar las ventas.
En cierta forma es válido afirmar que es el espíritu mercantil quien influyó en
ciertos cambios de las formas de producción, mismas que estaban latentes a través de
la evolución tecnológica pero que sólo se pudieron volverse reales a partir de la apari-
ción de una demanda que las sostuviera y las haría obligatorias.
La producción textil es el ejemplo más evidente de este revolución productiva que
se logró en pocos años, a partir de una forma de comercialización cambiante que tuvo
sus efectos aguas arriba sobre la oferta: la aceleración de la producción a través de la
adopción de las nuevas tecnologías, el aumento de las cadencias productivas, la racio-
nalización de todos los procesos en la orientación propuesta por Charles Taylor, todo
ello condujo a una baja de precios y a posibilitar la oferta masiva.
De esta manera no sólo sería indispensable reorganizar el sistema comercial, sino
también los espacios dedicados a esa función. Los pasajes tenían entonces que perder
7. Amigo de Benjamin que compartió su interés por los pasajes. El texto que citamos aquí nos parece tan ilustra-
dor como el trabajo de Louis Aragon sobre el pasaje de la Ópera, que fungió como estimulante para el arranque del
trabajo de Benjamin sobre los pasajes. Para más detalles, véase Hiernaux, 2001.
149
8. Leach (1994) analiza claramente la historia de esta evolución de una sociedad puritana a una sociedad del
deseo, en el caso norteamericano.
150
Sin embargo, no podemos afirmar que con las tiendas departamentales se ha re-
suelto totalmente esta transformación del consumidor en objeto de consumo. El em-
brión de este proceso observable en las restricciones impuestas al flâneur, es decir el
aumento de la cosificación del consumidor y la homogeneización de sus comporta-
mientos a través del condicionamiento impuesto por la organización comercial, ya
estaba en curso durante el auge de las tiendas comerciales, pero adquirirá su clímax
con la aparición del centro comercial.
Lo anterior debe ser entendido a partir de la desacralización de la mercancía y de
los espacios en los cuales se han ofrecido. Como ya lo señalabamos en un trabajo
anterior (Hiernaux, 2001), la desacralización es el resultado del proceso de desencan-
tamiento del mundo señalado por Max Weber y recalcado recientemente por George
Ritzer (2000). La taylorización de las actividades comerciales, obedeció al hecho de
que es a partir del consumo que se definían los niveles de producción y no lo contrario.
Mientras que muchos autores piensan que la producción es el elemento decisivo de
transformación de las sociedades, siguiendo a Baudrillard afirmamos que el consumo
es, por lo menos en el siglo XX, uno de los motores esenciales de los procesos de acu-
mulación y de la evolución de los modos de vida.
151
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9. La discusión privado público no es aceptable sólo en los términos legales que suelen ser usados para definirla.
Es preciso introducir la percepción subjetiva de lo público y lo privado, que indudablemente ha evolucionado a lo
largo de la historia de dos siglos de capitalismo. Cuando Benjamin señaló que para el flâneur el espacio del pasaje
cubierto es como su residencia, evidenció que es la sensación de anonimato la que permitía esa apropiación indi-
vidual. En un centro comercial, la existencia de reglas precisas aunque no difundidas, es lo que impide esta apro-
piación individual (privada) porque impera el carácter privado de la propiedad jurídica. No puede darse una
apropiación privada de un espacio fuertemente privatizado, pero sí de un espacio privado de carácter fuertemente
público, como fue el caso de los pasajes parisinos decimonónicos.
153
Bibliografía
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155
Tu es partie, tu es partout1
HENRI BOSCO
GASTON BACHELARD
En este texto presentaré una propuesta metodológica para el análisis del espacio y
la ejemplificaré, muy sucintamente, con algunas prácticas y representaciones que se
realizan en él, a través de sus usos en seis espacios distintos y distantes: 1) la elabora-
ción de mapas; 2) los cambios de residencia urbana en Quebec; 3) el proceso de pro-
ducción simbólica e identitaria en el «barrio bravo» de Tepito, como una forma de
«situar el mal»; 4) los itinerarios juveniles y las marcas de los lugares que dialectalizan
el consumo cultural juvenil en Santiago de Chile como un ejercicio de «glocalización»;
5) los rituales contra la suciedad en el Perú, como una manera de tatuar la ciudad;
y 6) los performances de las Madres la Plaza de Mayo y los HJOS en la Argentina, en un
trabajo incesante de la imaginación sobre la memoria y la producción de rituales y
lugares identitarios.
Iniciaré diciendo que entre el espacio y nosotros se establece una relación semejan-
te a la que describe Clifford Geertz cuando habla de la relación de la araña con su tela:
lo configuramos y nos configura. En este sentido somos actores en una doble significa-
ción: el espacio nos dice qué se nos permite —o prohíbe— hacer en determinado lugar
y también que nosotros contribuimos a su estructuración. Este proceso interacción
puede desarrollarse de maneras múltiples, y se estructura, en su naturaleza y abarcati-
vidad, a través de los niveles siguientes, que inicialmente nombro como: del dispositi-
vo, sistémico y simbólico-cosmogónico.
157
Estos tres niveles se concretan en periodos históricos y la forma territorial que les
corresponde, así como en las prohibiciones y permisiones ejercidas por el poder para
emplazar y controlar los desplazamientos. También dialogan de múltiples maneras
con la tecnología, entre las que sobresalen los automotores y de la información, que
inscriben en nuestros cuerpos lo que Virilio llama la velocidad ambiente, que nos per-
mite leer —y vivir— el espacio de múltiples maneras.
La evocación y el dibujo así como el viaje, a pie o manejando el automóvil, ponen en
acción al dispositivo y el sistema, mientras que el viaje en autobús puede «realizar»
2. Es muy importante el papel de la socialización temprana, las actividades tendientes a la coordinación visomotora,
entre otras.
3. Ver, por ejemplo, las distancias íntima, personal, social y pública que desarrolla Edward T. Hall (1991).
4. Para ésta y las siguientes definiciones de los niveles, ver mi tesis de doctorado, Identidades, imaginarios y
símbolos del espacio urbano: Quebec, La Capitale, UAM-I, 2002.
5. El mapa de un país —sistémico por excelencia— en época de guerra o de fiebre nacionalista puede deve-
nir mítico.
6. Mediante el mecanismo simbólico que concretiza lo distante, ausente o difícil de referir.
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7. Sería conveniente explorar cómo a veces la velocidad provoca más la funcionalidad en el uso del espacio o en
otras ocasiones, cuando el sujeto es asaltado por rememoraciones e imaginaciones, se activa con mayor intensidad el
nivel cosmogónico.
8. Bárbara Beck, «El laberinto enmascarado», La Jornada Semanal, n.º 137, 26 de enero de 1992, p. 26.
159
El mundo sin mapa no tiene contorno, no tiene límite, ni forma, ni dimensión [...]. El
mapa invita a mirar y a pensar eso que no hemos visto ni pensado cuando miramos el
espacio real [porque] el mapa es mediación [y] por esa función instrumental, porta lo
infinitamente grande y distante a nuestra mirada y nuestro pensamiento, de la misma
forma que un microscopio o un telescopio que hacen retroceder los límites de la percep-
ción y de la ciencia [Jacob, 1992, cit. en Mottet, 1997: 12].
9. Obviamente su plasmación es diferencial, tanto por el espacio que se pretende abarcar en el dibujo, como por el
escolar de quien lo hace.
10. Respecto a este punto ver Anderson (2005).
160
Por otro lado, las personas también utilizan diversas contextualizaciones y referen-
cias gráfico-lingüísticas para ubicar y ubicarse, por ejemplo, cuando dan direcciones
personales para invitar a sus casas: el mapa mental y/o el diseñado en un papel impro-
visado (una servilleta, por ejemplo), ancla en lugares y rutas, toma determinados sig-
nos urbanos emergentes: un centro comercial, una autopista, una calle o un edificio
singular. La amplitud y los detalles de la referencia estarán condicionados tanto por la
pregunta «¿de dónde vienes?», como por la (in)significancia de los lugares del entorno
al que uno pretende ir, lo que a su vez condicionará la facilidad o las dificultades para
llegar. Esto nos remarca que la ciudad se observa desde varios puntos —de vista—, es
decir, desde las posiciones de la «mirada» que orienta el desplazamiento (sígnico y
físico). Esos puntos pertenecen a un paradigma, a un capital urbano, pero también a
los sintagmas específicos que cada uno elabora para orientarse. Entregar nuestra di-
rección a quien nos visita nos enfrenta con un problema de emplazamiento de nuestro
microentorno en el contexto inmediato y mediato de la ciudad. Nos ubicamos en ese
mundo y allí desplegamos el nivel sistémico, que puede acompañarse de referencias
queridas, de recuerdos, de repulsiones.
Los mapas mentales ponen en orden y donan un esquema de inteligibilidad al espa-
cio y establecen una articulación determinada (variable según la biografía de los habi-
tantes) con la ciudad. En las relaciones de traslado o transportación, las representacio-
nes personales ceden con mayor facilidad a las representaciones oficiales, porque su
carácter totalizador y su mayor «analogía» con el espacio físico favorecen su manejo
instrumental, mientras que el mapa de las rememoraciones se desvía por caminos más
particulares y establece relaciones temporales «menos lógicas» —tiempos emotivos
que alargan o acortan la distancia—, jugando con los «estratos» de la ciudad que la
memoria «almacena».
Estos mapas construyen su sentido instrumental y expresivo mediante las nomina-
ciones y relatos: a un lugar o una referencia le corresponde un nombre; a un itinerario,
el relato que los articula; es decir, configura lugares y recorridos, referencias, itinera-
rios y trayectorias —en su sentido biográfico. Por ello, es necesario observar las formas
de nominar las calles —además de las cargas semánticas que la memoria de los afectos
le adjunta—, los lugares públicos, así como los espacios que el poder y los habitantes
remarcan o esconden y que son dignos de celebración, olvido o escarnio. Éste es un
juego diverso entre la nominación oficial y los sobrenombres del uso y la fantasía de los
urbícolas, en el que podemos observar la imbricación entre los niveles del espacio; que
puede expresarse en la posibilidad de que un distraído flaneur borre la Historia con sus
propias historias.
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11. Si se pide dibujar el DF, es posible que la mayoría de la gente empiece a hacerlo desde la «forma» que dona el
especie de logotipo («piña»), mientras que en Quebec, se parte de la forma del centro histórico o de las autopistas o
de los lugares más próximos a la residencia: la ciudad no tiene una forma que la anticipa, mientras que el DF sí, quizá
aquí para dominar la angustia de que en realidad ya no tiene forma o nunca se detiene en una.
12. La emergencia de la violencia en algún otro punto de la ciudad tendrá el efecto de expandirlo, como parece
sugerir el tratamiento que Televisa dio a la ejecución de una familia —de siete miembros— en la Delegación de
Tlalpan el 16 de noviembre de 2002.
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13. Jesús Sánchez Ramírez, «Tepito amotinado; ridículo político», La Prensa, 17 de noviembre de 2000.
14. Claro que el proceso no es visto por todos de la misma manera. Por ejemplo, los operativos, son considerados
por algunos periodistas como «acciones espectaculares con fines de propaganda». En esta misma dirección apunta la
opinión de una tepiteña: «Ya ni la chingan joven, arman esto pa’ que la policía se luzca en la tele» (Lucía). Aunque
habría que considerar que ese operativo se dirige hacia un imaginario para reactivarlo, fortalecerlo o para utilizar ese
«capital» simbólico como un espacio desde donde quiere hablar la autoridad, desde una aparente fortaleza que ella
toma para potenciarse: sitúa el mal para constituirse en autoridad, precisamente, aunque los resultados no siempre
son los que esperan.
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19. La prensa indicaba: «Mil 200 policías fueron necesarios para sofocar el motín más grande que se ha registrado
en la historia moderna de México, que creció inesperadamente y colocó al gobierno del Distrito Federal en una de las
situaciones más delicadas que ha enfrentado» (Milenio, 17 de noviembre de 2000).
20. Enrique Calderón, «¿Ciudad de esperanza?», La Jornada, 18 de noviembre de 2000.
21. Habría que matizar, porque el poder expansivo del trabajo simbólico amenaza siempre con el proceso contra-
rio: la expansión.
22. «De la mugre de la dictadura y de la corrupción en las instituciones gubernamentales».
23. Se fue incrementando su número conforme pasaba el tiempo, cientos de banderas formaban hileras rojiblancas
que «iluminaban la esperanza».
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24. www.cimac.org.mx
25. Alude, en connotaciones histórico-mitológicas a la antigua división del imperio incaico en cuatro suyos o
regiones. Connotaba la totalidad del universo, pues se consideraba al Cuzco como su centro.
26. Estos actos no se realizan para sus participantes solamente, sino albergan la esperanza de proyectarla al país
y al mundo, aun cuando esta proyección tenía la limitante del control gubernamental de la prensa.
27. Distintas organizaciones iban llenando la «agenda» de varios lugares públicos: prácticamente no había día que
no estuviera ocupada la Plaza de Armas por algún tipo de protesta ritualizada; de esta forma, se iba conformando un
nuevo cronograma para las actividades de la ciudad central, aunque también en la periferia se realizaban actos
similares. Significaba también la creación de lugares arrancados al poder, más aún, en el centro simbólico del poder.
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28. No olvidemos que estos actos de protesta se realizan en la Plaza de Armas, frente a Palacio de Gobierno, que
es donde despacha el presidente.
29. No solamente se produjo una elipsis lingüística, sino también se los representó en bulto, ya sea como un
hombre con dos cabezas o como un hombre pero que tiene en la única cabeza dos rostros, ubicando el segundo en el
cráneo. Nótese en la condición adjetivada del sustantivo «Fujisinos»: no solamente expresa su imbricación sino
fundamentalmente su extrañamiento radical que se encarga a la ambivalencia de las dos sílabas finales de Montesinos
que debe leerse también, por metonimia conceptual, como asesinos.
30. El bloque «Primero Justicia» organiza el ritual de lavar la bandera el 11 de abril del 2002 en Caracas, y expresa,
por voz del diputado Julio Borges que lo hacen «en desagravio a las víctimas del 11 de abril […] porque en un país
donde se irrespeta el estado de derecho y la justicia, se ensucia la patria, deshonra la historia, se mancha la
venezolanidad». Por otro lado, el Centro de Regulación, Normas y Regulación de la Comunicación del Paraguay
constituyó el 6 de septiembre (2002) como el «día de la vergüenza» en repudio por el estado de corrupción imperante
en ese país y llamó a la población a lavar la bandera. Semanas atrás, Paraguay había sido clasificado como el país más
corrupto de Latinoamérica, y tercero a nivel mundial. «(Ese día) limpiaron banderas como señal de compromiso, los
ciudadanos lavarán la cara del País» (www.abc.com.py).
168
La historia de los desaparecidos en Argentina nos muestra cómo los hechos que
acontecieron son proyectados en el tiempo a las nuevas generaciones y en sus diferen-
tes escenificaciones, ritualizaciones y relatos demarcan el espacio de la ciudad recons-
truyendo la relación que sus habitantes tienen con él: la memoria de esta manera se
provee de asideros para realizarse en los sentidos que en estos procesos se reconstru-
yen e imaginan
Aquí el trabajo de constitución de los lugares se realiza proyectivamente, aun
cuando se utiliza la memoria como emblema. Este proceso permite resignificar los
hechos y personajes e investirles de significados en un trabajo de simbolización que
articula espontaneidad e intención. Una de sus características principales es la de
constituirse en fuente de nuevas emisiones de sentido, de emosignificaciones inéditas
31. En el último año de la dictadura fuji-montesinista, un periodista que accedió a uno de los primeros «vladi-
videos» casi sufre la amputación de sus manos. Las huellas que dejó el serrucho en su muñeca fueron motivo de burla
por parte de la prensa oficialista, quien dijo que él se había ocasionado la herida.
32. Esta sección se basa principalmente en dos trabajos: «El espectáculo de la memoria: trauma, performance y
política» de Diana Taylor, 1999 (www.hemi.ps.tsoa.nyu.edu) e «Hijos de desaparecidos, hijos de la memoria para el
futuro» de Luzmila da Silva Catela (Sincronía, primavera, 1999).
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33. El misterio tiene la paradójica capacidad o poder de reducir o expandir el espacio: el otro lado, lo desconocido
crece o se empequeñece en función de la imaginación, el miedo o la esperanza.
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El mismo periodista relata sus efectos: «Fue demasiado para él, que apretó la man-
díbula y aguantó lleno de bronca, acaso también con dolor, hasta (que) algo de adentro
le dijo basta y se paró para abandonar la sala (Taylor).
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Bibliografía
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I. Presentación
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1. Para una mejor comprensión del espacio, espacio urbano y espacio público hemos tomado como referencia a
Arendt (1961); Habermas (1993); Joseph (1992); Sennet (1979); Tomas (2001a); Ghorra-Gobin (2001a y b); De Certeau
(1990); Tamayo (1998); Harvey (2000, 1996); Augé (1996); Soja (1996, 1989), entre otros.
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3. Podemos incluso asociar este modelo a los análisis semióticos de Saussure, Hjemslev y Gottdiener (Cfr. Gottdiener,
1995) a partir de los cuales se establece una estrecha vinculación entre significante y significado, objeto y sujeto,
expresión y contenido, y así, la relación entre formas urbanas y formas ideológicas.
180
4. A partir de este momento, las principales referencias hechas en este apartado sobre el análisis situacional y la
experiencia de la Escuela de Manchester son tomadas del libro de Ulf Hannerz (1986), Exploración de la ciudad,
capítulo IV, «Perspectiva desde el Copperbelt», a menos que se indique lo contrario. Además de la edición en español,
véase la versión en francés L’exploration de la ville publicado por Editiones de Minuit.
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5. Habría que decir que hay distintas formas de aplicación de los estudios de caso, que se clasifican en «Apt
Illustration», «The Extended Case» y el propiamente «Situational Analysis». Véase, al respecto de los estudios de caso
ampliados, el libro de Feagin, Orum y Sjoberg (1991), A case for the Case Study. Además, para una revisión crítica de
este libro, véase «El estudio de caso como caso», de Jorge Ortiz Segura (1994), en Anuario de Estudios Urbanos, n.º 1,
Universidad Autónoma Metropolitana, Azcapotzalco.
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a) Explorar y seleccionar una situación, lo que significa definir las actividades y los
comportamientos que parecen importantes al investigador y describir con detalle las
características del lugar, de los actores, de las actividades y de las interacciones.
b) Articular los puntos de vista cognitivos de los actores, indagando acerca de las
percepciones y significados de la situación. Cuando éstos son compartidos entre algu-
nos de los actores involucrados se tiene una representación social, diferenciándola de
la percepción individual. Una representación social identifica y organiza distintos sig-
nificados construidos y compartidos que los actores colectivos tienen sobre una misma
situación social.
c) Aplicar el contexto cultural, es decir, abstraer y analizar el evento dentro de
los parámetros contextuales. Muy importante es señalar las especificidades del con-
texto que estarán en función de la situación particular. Los datos que le dan conte-
nido al contexto pueden estar basados en estudios conducidos por otras disciplinas
(Mitchell, 1987).
184
A partir de lo que Mitchell definió como el método para aislar eventos de su contex-
to social más amplio, cuyo objetivo fuese facilitar el análisis lógico y coherente de tales
situaciones, la investigación de la danza kalela fue resultado, sobre todo, de valorar la
importancia del contexto:
Empiezo por una descripción de la danza Kalela —dice Mitchel— y luego relaciono los
rasgos dominantes de la danza con el sistema de relaciones entre los africanos del
Copperbelt. Para hacer eso, debo en cierta medida, tomar en cuenta el sistema general de
las relaciones entre blancos y negros en Rodesia del Norte. Como trabajo hacia fuera, a
partir de una situación social específica en el Coppertbelt, todo el tejido social del territo-
rio queda por lo tanto incluido. Sólo cuando este proceso se ha seguido hasta su conclu-
sión, podemos regresar a la danza y apreciar plenamente su significación [Mitchell, cita-
do en Hannerz, 1986: 155].
Clyde Mitchell observó la danza Kalela varias veces y las comparó entre sí. Bailada
por un grupo de danzantes del pueblo Brisa en Luanshya, la representación se esceni-
ficaba en una plaza pública de la ciudad, el domingo a mediodía.
La danza estaba constituida por un tambor, con el cual se cantaban canciones
compuestas por el director del grupo. Las canciones se referían a las características
de la vida en la ciudad, sobre la diversidad étnica, las virtudes de la tribu origina-
ria de los danzantes y la belleza de su tierra natal. La letra ridiculizaba a otros grupos
étnicos y sus costumbres. Los miembros del grupo usaban vestimenta muy limpia,
planchada y con zapatos lustrosos. Uno iba como «doctor», de traje blanco con una
6. Para Hannerz, el estudio de Gluckman es similar al uso que Clifford Geertz hace en «The social history of an
Indonesian Town», en 1965. Así nos parece también en el estudio sobre «La pelea de gallos», en Bali por el mismo
Geertz, donde realiza un trabajo de etnografía densa (Cfr. Geertz, 1990). No obstante, consideramos que este trabajo
en Bali se asocia más al que Mitchell realizó en la danza Kalela, que implica observar el mismo evento repetidas
veces. En su caso Geertz observa la pelea de gallos en varias ocasiones.
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Otra visión, que refleje rigurosamente la situación de descomposición del régimen, de las
características de los otros partidos políticos, de la forma en que los ciudadanos
los perciben y de la sensibilidad política de la ciudadanía ante los fenómenos recientes,
así como la narración del proceso de construcción de las identidades colectivas, es valer-
se del análisis situacional, con el cual examinamos de cerca el comportamiento político
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7. Cfr. Snow, et al. (1986; además D. Cress y D. Snow, 2000; Snow, 2001). Como dijimos anteriormente, Snow
explica los frame alignments o marcos interpretativos siguiendo el concepto de Goffman.
191
En segundo lugar, los actores observados son individuos o grupos que participan
directa o indirectamente en la situación seleccionada. Lo importante no es únicamen-
te describir el comportamiento y el sentido que sugieren sus acciones visibles, sino
escudriñar en los significados que los propios actores sociales le atribuyen a la situa-
ción. En ese sentido la realización de entrevistas abiertas es primordial. Éstas las
hemos clasificado en entrevistas «fugaces» o informales, y a profundidad. Las entre-
vistas «fugaces» son preguntas abiertas que se solicitan aleatoriamente a los asisten-
tes del evento en una forma rápida, para conocer sus impresiones inmediatas. Las
entrevistas a profundidad se realizan a informantes clave, generalmente después del
acontecimiento, seleccionados con base en la información significativa que pueda
uno obtener de ellos sobre el evento, y que permite comprender y explicar mejor la
situación en su contexto. Estas entrevistas pueden realizarse con la técnica conocida a
partir de un guión flexible o por medio de mostrar fotografías alusivas. Asimismo, se
efectúa el análisis de crónicas periodísticas, de analistas políticos y líneas editoriales
de distintas fuentes sobre el significado de la situación y sus repercusiones a través de
un estudio detallado de fuentes hemerográficas, así como el análisis de encuestas
de opinión. Ello permite recabar información detallada desde otros enfoques que com-
plementan la visión general de la situación en estudio. La objetividad analítica del
trabajo depende de qué tan extendidas estén las interpretaciones al interior de un
discurso que se comparte por un número dado de individuos.
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V. Consideraciones finales
Como podemos darnos cuenta, el uso que le damos al método del análisis situacio-
nal es uno sui generis. Es decir, no hemos intentado siquiera aplicar escrupulosamente
la exposición de la Danza Kalela de Clyde Mitchell, o la de otros miembros de la llama-
da Escuela de Manchester, sino más bien hemos hecho una interpretación epistemoló-
gica de dicha metodología y una reconciliación, ajustada si se quiere, a las condiciones
de México, América Latina y de las manifestaciones públicas en particular.
En realidad, con el análisis situacional hemos combinado el estudio del espacio
observado e interpretado, así como la cronología de acciones colectivas. Pero, lo que
nos interesa destacar, cuando menos, es comprender la relación existente entre espacio
y comportamiento; y del uso de métodos triangulados que permiten acercar el despego
existente entre sistema y mundos de vida, entre la objetividad y la subjetividad de la
realidad urbana y política, entre los aspectos globales y las experiencias locales.
Todo nuestro esfuerzo, ciertamente, se orienta en recabar información cuantitativa
y cualitativa, y un intento de ubicarla en términos del espacio, de los actores, de la
situación y temporalidad de los eventos, y sobre todo, del contexto.
La necesidad de establecer una alternativa a las visiones exageradamente estructu-
ralistas donde existen las relaciones sin actores sociales, así como a las del polo opues-
to, los estudios microcósmicos donde existen sujetos pero sin relaciones sociales, nos
llevaron a aplicar una metodología que no puede comprenderse como si fuese un mé-
todo único. Aun así, desde posiciones pragmáticas la crítica a nuestro trabajo se ha
centrado en un supuesto énfasis en la etnografía, que no permite entender situaciones
de poder y de conflicto, y nos hace parecer subjetivistas en nuestro análisis. Por otro
lado, la crítica puede aparecer como una falta de profundidad en el análisis interaccio-
nista, al arriesgar la conexión de eventos locales con explicaciones más universales y
aventurar generalizaciones.
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