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MADAME BLAVATSKY SOBRE METAFÍSICA INDIA

[The Spiritualist, Londres, 22 de marzo de 1878, páginas 140-141]

Señor,

Dos guisantes en la misma vaina, son el símbolo tradicional de la semejanza


mutua, y el tradicional símil me asaltó cuando leí las cartas gemelas de nuestros dos
asaltantes enmascarados en su periódico del 22 de febrero. En sustancia son tan
idénticas que uno supondría que la misma persona las ha escrito simultáneamente
usando ambas manos, como Paul Morphy jugará con usted dos partidas de ajedrez, o
Kossuth dictará dos cartas a la vez. La única diferencia entre estas dos cartas –
colocadas una al lado de la otra en la misma página, como dos bebés en una cuna – es,
que “la de el Maestro en Artes (Cantab.)” es breve y cortés, mientras que la de
“Scrutator” es prolija e incivil.
Por una extraña coincidencia estos dos tiradores con puntería disparan desde
detrás de sus seguras murallas un tiro a un cierto “erudito ocultista” sobre la cabeza del
señor C. C. Massey, que citó algunas de las opiniones de esa persona, en una carta
publicada el 10 de mayo de 1876. Ya sea con ironía o de otra manera, ellos arrojan las
opiniones de este “erudito ocultista” a las cabezas del Coronel Olcott y la mía, como si
fueran proyectiles que nos derribarían completamente. Ahora bien, el “erudito ocultista”
en cuestión no es una pizca más, o menos erudito que vuestra humilde servidora, por la
muy simple razón de que somos idénticos. Los extractos publicados por el señor
Massey, con permiso, estaban contenidos en una carta mía a él. Además, la tengo ahora
delante, y, salvo una errata sin importancia, no encuentro en ella una palabra que
deseara cambiar. Lo que se dice ahí lo repito ahora sobre mi propia firma – las teorías
de 1876 no contradicen las de 1878 en ningún aspecto, como procuraré demostrar,
después de indicar al lector imparcial el tembloroso terreno sobre el que permanecen
nuestros dos críticos. Sus argumentos contra la Teosofía – ciertamente los de Scrutator –
son como un musgo verde, que muestra una aterciopelada alfombra verde, sin raíces, y
con una profunda ciénaga debajo.
Cuando una persona entra en una controversia con una firma ficticia, debería ser
doblemente cauto, si evitara la acusación de abusar de la oportunidad de la máscara para
insultar a sus oponentes con impunidad. ¿Quién o qué es Scrutator? Un clérigo, un
medium, un abogado, un filósofo, un físico (ciertamente no un metafísico) ¿o qué?
¿Quién sabe? Él parece caracterizarse por el sabor de todo, y aún así no favorecer a
ninguno. Aunque sus argumentos están todos entrelazados con frases citadas de nuestras
cartas, sin embargo en ningún caso nos critica meramente por lo que es escrito por
nosotros, sino lo que piensa que podemos haber querido decir, o lo que las frases
podrían implicar. Trazando sus deducciones, entonces, lo que existía solo en las
profundidades de su propia consciencia, él inventa frases, y fuerza construcciones sobre
las que procede a verter su ira. Sin pretender ser en lo más mínimo personal – porque,
aunque propaga “absurdos” con la “mayor insolencia”, me sentiría apenada y
avergonzada de ser tan impertinente como es “Scrutator” con nosotros – aunque, de
ahora en adelante, cuando vea a un perro persiguiendo la sombra de su propio rabo,
pensaré en su carta.
En mis dudas en cuanto a lo que el atacante podría ser, invoqué la ayuda de
Webster para darme una posible pista con el pseudónimo. “Escrutador”, dice el gran
lexicógrafo, “es alguien que escruta”, y “escrutinio” deriva del Latín scrutari, “buscar
incluso en los harapos”; el propio término scrutari tiene un origen griego, que significa
“basura, desperdicios”. En este último análisis, además, debemos considerar el
pseudónimo, muy aplicable a su carta del 22 de febrero, pero muy desafortunadamente
para él, porque en el mejor de los casos hace de él una especie de retrete, investigando
en el montón de polvo del lenguaje unos pocos adjetivos duros que arrojarnos. Repito
que, cuando una crítica anónima acusa a dos personas de “imputaciones calumniosas”
(el mero reflejo de su propia imaginación), y de “absurdos inconmesurables”, él debería,
al menos, asegurarse (1) de que ha entendido profundamente lo que él está encantado en
llamar las “enseñanzas” de sus adversarios; y (2) que su propia filosofía es infalible.
Puedo añadir, además, que cuando un crítico se permite llamar a las opiniones de otras
personas – aún ni medio digeridas por él mismo – “absurdos inconmesurables,” debería
ser muy cuidadoso al introducir como argumentos en la discusión absurdos sectarios
mucho más “inconmesurables” y que no tienen nada que ver con la ciencia o la
filosofía.

Yo supongo [argumenta seriamente “Scrutator”] que el cerebro de un bebé es


suave, y una herramienta muy inadecuada para la inteligencia, de lo contrario Jesús no
podría haber perdido Su inteligencia cuando él tomó el cuerpo y el cerebro de un bebé
[¡!!????]

Lo absolutamente opuesto a Oliver Johnson evidentemente, este bebé-Jesús de


“Scrutator”.
Tal argumento podría venir a reforzar una discusión entre dos sectas dogmáticas
en conflicto, pero si se busca “incluso hasta en los harapos”, no parece sino la “mayor
insolencia” – usando la propia expresión halagadora de “Scrutator” – emplearlo en un
debate filosófico, ¡como si fuera un hecho demostrado científica o históricamente! Si yo
rehusé, desde el principio, discutir con nuestro amigo “El Maestro en Artes (Oxon)”, un
hombre al que estimo y respeto como a pocos en este mundo, sólo porque él expresó un
“dogma cardinal”, ciertamente no perderé el tiempo en debatir de Teosofía con un
Cristiano andrajoso, cuyas facultades “escrutadoras” no le han ayudado más allá de la
aceptación del último de los Avatares del mundo, en todo el significado de su nada
filosófica carta sin relevancia, sin siquiera sospechar su significado simbólico. Hacer
desfilar en un potencial debate filosófico los explotados dogmas de cualquier iglesia, es
lo más ineficaz, y demuestra, en el mejor de los casos, una gran pobreza de recursos.
¿Por qué no dirige “Scrutator” sus refinados insultos, ex cathedra, a la Sociedad Real,
cuyos miembros condenan a la aniquilación a todo ser humano, Teósofo o Espiritualista,
puro o impuro?
Con aplastante ironía él habla de nosotros como “nuestros maestros”. Ahora
bien, recuerdo haber inequívocamente afirmado en una carta previa que nosotros no nos
hemos ofrecido como maestros, sino que, por el contrario declinamos cualquier oficio
similar – cualquiera que pueda ser el superlativo panegírico de mi estimado amigo, el
señor O’Sullivan, que no sólo ve en mí “una sacerdotisa Buddhista”, (¡) sino que, sin
una sombra de garantía de hecho, ¡me acredita la fundación de la Sociedad Teosófica y
sus Ramas! Si hubiera estado el Coronel Olcott la mitad de “psicologizado” como cierto
periódico Espiritualista Americano establecía, él hubiera seguido mi consejo y hubiera
rehusado hacer públicas nuestras “opiniones”, incluso aunque hubiera sido tanto y tan a
menudo importunado en diferentes partes. Con característica testarudez, sin embargo, él
siguió su propio camino, y ahora cosecha la consecuencia de haber arrojado su bomba
en un nido de avispas. En vez de serle proporcionada la oportunidad de un tranquilo
debate, no obtenemos sino insultos, pura y simplemente – la única arma de los
partisanos. Bien, hagamos lo mejor de ello, y unamos a nuestros oponentes en “hacer
harapos” la cuestión. El señor C. C. Massey entra a por su porción, también, y, aunque
es adecuado para ser un líder él mismo, ¡es dado por “Scrutator” un jefe!

Ninguno de nuestros críticos parece entender nuestras opiniones (o la suya


propia) tan poco como “Scrutator”. Él malinterpreta el significado de Elementario, y
hace una triste confusión de espíritu y materia. Oigámosle decir que un Elementario

es un término recién inventado y mal definido... ¡no hace ni dos años!

Esta frase sola demuestra que se fuerza en la discusión, sin ninguna comprensión
de la materia en discusión. Evidentemente, él no ha leído a los Cabalistas medievales ni
a los modernos. Henry Khunrath es tan desconocido para él como el Abad Constant.
Dejémosle ir al Museo Británico, y preguntar por el Amphitheatrum Sapientae Aeternae
de Khunrath. Él lo encontrará en él grabados ilustrativos de las cuatro clases de espíritus
elementarios, como se ven durante la evocación de la magia ceremonial por el Mago
que levanta el Velo de Isis. El autor explica que estos son hombres viciosos
desencarnados, que se han separado de sus espíritus divinos, y convertido en bestias.
Después de leer este libro, “Scrutator” puede provechosamente consultar Éliphas Lévi,
al que encontrará usando las palabras “Espíritus Elementarios” por todo su Dogme et
Rituel de la Haute Magie, en ambos sentidos en los que los hemos empleado. Este es
especialmente el caso donde (Volumen I, página 262 y siguientes) él habla de la
evocación de Apolonio de Tyana por él mismo. Citando a las mayores autoridades
Cabalísticas, él dice:

Cuando un hombre ha vivido bien, el cadáver astral se evapora como incienso


puro, al ascender hacia las regiones superiores; pero si un hombre ha vivido en el
crimen, su cadáver astral, que le mantiene prisionero, busca de nuevo los objetos de
sus pasiones y deseos para continuar su vida terrena. Atormenta los sueños de las
chicas jóvenes, se baña en el vapor de la sangre derramada, y se revuelca por los
lugares donde los placeres de su vida revoloteaban; observa sin parar los tesoros que
poseía y enterró; malgasta a sí mismo en dolorosos esfuerzos de hacerse para sí mismo
órganos materiales [materializarse a sí mismo] y vivir de nuevo. Pero las estrellas lo
atraen y lo absorben; pierde gradualmente su memoria, se debilita su inteligencia, todo
su ser se disuelve... El infeliz miserable pierde así sucesivamente todos los órganos que
servían a sus pecaminosos apetitos. Entonces [este cuerpo astral, esta “alma”, este
todo lo que queda del hombre que una vez estaba vivo] muere una segunda vez y para
siempre, ya que pierde su personalidad y su memoria. Las almas que están destinadas a
vivir, pero que aún no están completamente purificadas, permanecen por un período de
tiempo más largo o más corto cautivos en el cadáver astral, donde son refinados por la
luz ódica, que busca asimilarles a ella misma y disolverles. Es para librarse ellos
mismos de este cadáver que las almas sufrientes a veces entran en los cuerpos de
personas vivas, y permanecen allí por un tiempo en un estado que los Cabalistas
denominan embrionario [embryonat]. Estos son los fantasmas aéreos evocados por la
necromancia [y puedo añadir, los “espíritus materializados” evocados por la
inconsciente necromancia de incautos médiums, en los casos en que las formas no son
transformaciones de sus propios dobles]; estos son larvae, substancias muertas o
moribundas con las que uno se pone en compenetración.

Lévi dice además (obra citada, página 164):


La luz astral está saturada de almas elementarias... Sí, sí, estos espíritus de los
elementos existen. Algunos vagando en sus esferas, otros tratando de encarnarse ellos
mismos, otros, de nuevo, ya encarnados y viviendo sobre la tierra; estos son hombres
viciosos e imperfectos.

Y a la vista de este testimonio (¡que él puede encontrar en el Museo Británico, a


dos pasos de la oficina del The Spiritualist!) de que desde la Edad Media los Cabalistas
han estado escribiendo sobre elementarios, y su potencial aniquilación, ¡¡“Scrutator” se
permite procesar a los Teósofos por su “insolencia” al imputar sobre los Espiritualistas
un “término recién inventado y mal definido” que “no tiene ni dos años”.!!
En verdad, podemos decir que la idea es más antigua que el Cristianismo, porque
es encontrada en los antiguos libros Cabalistas de los Judíos. En los tiempos antiguos
ellos definieron tres tipos de “almas” – las hijas de Adán, las hijas de los ángeles, y las
hijas del pecado; y en el libro de La revolución de las Almas son mostrados tres clases
de “espíritus” (como distintos de los cuerpos materiales) – los espíritus cautivos, los
errantes y los libres. Si “Scrutator” estuviera familiarizado con la literatura de la Cábala,
él sabría que el término elementario se aplica no sólo a un principio o parte
constituyente, a una sustancia primaria elementaria, sino que también encarna la idea
que expresamos por el término elemental – que se refiere a los cuatro elementos del
mundo material, los primeros principios de los ingredientes primarios. La palabra
“elemental” según la define Webster, no era corriente en la época de Khunrath, pero la
idea era perfectamente entendida. La distinción ha sido hecha, y el término adoptado
por los Teósofos por el bien de evitar la confusión. ¡Los agradecimientos que
obtenemos son ser acusados de proponer, en 1878, una teoría diferente de los
“elementarios” de la de 1876!
¿Algo de lo aquí afirmado, ya sea por nosotros mismos, o Khunrath, o Lévi,
contradice la afirmación del “sabio ocultista” de que:

Cada átomo, no importa donde se encuentre, está imbuido de ese principio vital
llamado espíritu... Cada grano de arena, igual que el más diminuto átomo del cuerpo
humano, tiene su chispa latente inherente de la luz divina?

En lo más mínimo. “El Maestro en Artes (Cantab.)” pregunta, “¿Cómo entonces,


puede un hombre perder esta luz divina, en parte o completamente, como norma
después de la muerte, si hasta el más diminuto átomo del cuerpo humano tiene su chispa
latente inherente de la luz divina”? Poniendo en cursiva algunas palabras, como se ve
arriba, pero omitiendo enfatizar la única palabra importante de la frase, es decir,
“latente”, que contiene la clave de todo el misterio. En el grano de arena y en cada
átomo del cuerpo humano material, el espíritu está latente, no activo; de ahí, no siendo
sino una correlación de la luz más superior, algo concreto comparado con lo puramente
abstracto, el átomo está vitalizado y energizado por el espíritu, sin estar dotado de
consciencia. Un “grano de arena, así como el más diminuto átomo”, está ciertamente
“imbuido de aquel principio vital llamado espíritu”. Así lo está cada átomo del cuerpo
humano, ya sea físico o astral, y así todo átomo de ambos, siguiendo la ley de la
evolución, ya sea materia objetiva o semi-concreta tendrá que permanecer eterna a
través de los infinitos ciclos, indestructible en sus componentes primarios, elementarios.
¿Pero “el Maestro en Artes (Cantab.) por todo eso, dirá que un grano de arena o un
trozo de uña humana, son conscientemente inmortales? ¿Pretende que le entendamos
como creyendo que una parte fraccional, como fracción, tiene los mismos atributos,
capacidades, y limitaciones que el todo? ¿Dice que porque los átomos de un trozo de
uña son indestructibles como átomos, por consiguiente el cuerpo, del que la uña
formaba parte, es por necesidad, como un todo consciente, indestructible e inmortal?
Nuestros oponentes repiten las palabras Trinidad, Cuerpo, Alma, Espíritu, como
podrían decir el gato, la casa y el habitante irlandés de la misma – tres cosas
perfectamente distintas. Ellos no ven que, distintas como puedan parecer las tres partes
de la trinidad humana, no son en realidad sino correlaciones de la esencia eterna una –
que no es esencia; pero desafortunadamente el idioma inglés no tiene una expresión
adecuada, y, aunque no lo ven, la casa, el físico irlandés y el gato son, en último
análisis, uno. Verdaderamente comienzo a sospechar que ellos imaginan que el espíritu
y la materia son dos, ¡en vez de uno! Verdaderamente dice Vishnu Bawa Brahmachâri,
en uno de sus ensayos en Marathi (1869) que

La opinión de los Europeos de que la materia es “Padârtha” (un equivalente


del “pada” o palabra “Abháva”, es decir, Ahey, compuesta de dos letras, “Ahe”
significando es, y “nahin”, que significa no), ¡mientras que “Abhâva” no sea
“Padârtha” está estúpidamente equivocada!

Kant, Schopenhauer y Hartmann parecen haber escrito para nada, y Kapila será
pronto declarado un anticuado ignorante. Sin en absoluto alinearme bajo la bandera de
Schopenhauer, que mantiene que en realidad no hay ni espíritu ni materia, aún así debo
decir que si él hubiera sido estudiado, la Teosofía sería mejor comprendida.
¿Pero puede uno realmente discutir ideas metafísicas en un idioma Europeo? Lo
dudo. Decimos “espíritu”, ¡y contemplemos, a qué confusión conduce! Los europeos
dan el nombre espíritu a algo que ellos conciben como separado de la organización
física, independiente de la existencia corpórea, objetiva; y también llaman espíritu a la
esencia vaporosa y al alcohol. Además, el periodista de Nueva York que definió un
Espíritu materializado como “whiskey congelado”, tenía razón, a su manera. Un
vocabulario copioso, de verdad, ¡que no tiene sino un término para Dios y para el
alcohol! Con todas sus bibliotecas de metafísica, las naciones europeas ni siquiera han
llegado al problema de inventar palabras apropiadas para dilucidar las ideas metafísicas.
Si lo hubieran hecho, quizás un libro de cada mil habría bastado para instruir realmente
al público, en vez de haber la actual confusión de palabras, inteligencia oscura, y la
completa ocultación de los Orientalistas, que expondrían su filosofía en inglés. Mientras
que, en este idioma, no encuentro sino una palabra para expresar, quizás, veinte ideas
diferentes, en los idiomas Orientales, especialmente el sánscrito, hay veinte palabras o
más para presentar una idea en sus varias tonalidades de significado.
Somos acusados de propagar ideas que sorprenderían al Buddhista “medio”.
Concedido, y añadiré liberalmente que el Brahminista “medio” podría quedarse igual de
atónito. Nunca dijimos que fuéramos o Buddhistas o Brahministas en el sentido de sus
teologías exotéricas populares. Buddha, sentándose en su loto, o Brahmâ, con cualquier
número de brazos debido a malformaciones congénitas, nos atraen tan poco como la
Madonna Católica, o el Dios personal Cristiano, que nos contempla desde los muros y
techos de la catedral. Pero ni Buddha ni Brahmâ representan para sus respectivos
adoradores las mismas ideas que estos iconos católicos, que contemplan como
blasfemos. En este particular, ¿quién se atreve a decir que la Cristiandad, con su
jactanciosa civilización, ha superado el fetichismo de los habitantes de Fiji? Cuando
vemos a Cristianos y Espiritualistas hablando tan petulantemente y confiadamente
sobre Dios y la materialización del “espíritu”, deseamos que pudieran ser obligados a
intercambiar un poco sus ideas con las reverentes ideas de los antiguos Aryas.
Nosotros no escribimos para Buddhistas “medios”, o gente media de ninguna
clase. Pero estoy muy deseosa de encontrarme con cualquier Buddhista o Brahmán
educado tolerantemente contra los mejores metafísicos de Europa, para comparar
opiniones sobre Dios y la inmortalidad del hombre.
La definición abstracta primordial de esto – llamadlo Dios, fuerza, principio, lo
que queráis – continuará siendo un misterio para la Humanidad, aunque alcanza a su
más alto desarrollo intelectual. Las ideas antropomórficas de los Espiritualistas en lo
que concierne al espíritu son una consecuencia directa de las concepciones
antropomórficas de los Cristianos hacia su Deidad. Tan directamente es uno la
consecuencia del otro, que el argumento más hábil de “Scrutator” contra la dualidad de
un niño y la inmortalidad potencial es citar que “Jesús que aumentó en sabiduría al
incrementarse su cerebro”.
Los Cristianos llaman a Dios un Ser Infinito, ¡y a continuación le dotan de todos
los atributos finitos, como el amor, la ira, la benevolencia, la clemencia! Le llaman a Él
Todo Misericordioso , y predican la condenación eterna para tres cuartas partes de la
humanidad en todas las iglesias. Todo Justo, y los pecados de este breve espacio de vida
no pueden ser expiados ni siquiera por una eternidad de agonía consciente. Ahora, por
algún milagro de descuido, entre miles de traducciones erróneas en las “Sagradas”
Escrituras, la palabra “destrucción”, el sinónimo de aniquilación, fue traducido
correctamente en la versión del rey Jaime, y ningún diccionario puede traducirlo ni por
condenación ni por tormento eterno. Aunque la Iglesia sofocó consistentemente a los
“destruccionistas”, todavía la voluntad imparcial apenas negará que se acercan más que
sus perseguidores a creer lo que Jesús enseñó y que es consistente con la justicia, al
enseñar la aniquilación final del malvado.
Para concluir, entonces, nosotros creemos que no hay sino un principio
indefinible en todo el universo, que siendo completamente incomprensible por nuestros
intelectos finitos, preferimos dejarlo sin debatir que blasfemar su majestad con nuestras
especulaciones antropomórficas. Creemos que todo lo que ha sido, ya sea material o
espiritual, y todo lo que pueda tener existencia, realmente o en potencia en nuestro
idealismo, emana de este principio. Que todo es una correlación de una u otra forma de
esta Voluntad y Fuerza; y por tanto, al juzgar sobre lo invisible por lo visible, basamos
nuestras especulaciones sobre las enseñanzas de las generaciones de sabios que
precedieron a la Cristiandad, fortificada por nuestra propia razón.
Ya he ilustrado la incapacidad de algunos de nuestros críticos de separar las
ideas abstractas de los objetos complejos, al poner como ejemplos el grano de arena y el
trozo de uña. Ellos rehúsan comprender que una doctrina filosófica puede enseñar que
un átomo imbuido de luz divina, o una porción del gran Espíritu, en su fase latente de
correlación, pueda, a pesar de su parecido recíproco y relaciones con el uno todo
indivisible, ser todavía completamente deficiente en auto-consciencia. Eso es sólo
cuando este átomo, magnéticamente atraído por los átomos cercanos, que ha servido en
un estado previo para formar con él algunos objetos menos complejos, es transformado
finalmente, tras inacabables ciclos de evolución, en un HOMBRE – la cumbre del
perfeccionado ser, intelectual y físicamente, sobre nuestro planeta – en conjunción con
ellos se convierte, como un todo, en un alma viva, y alcanza el estado de autoconciencia
intelectual. “Una piedra se convierte en una planta, una planta en un animal, un animal
en un hombre, y un hombre en un espíritu, dicen los Cabalistas. Y aquí de nuevo, está la
desdichada necesidad de traducir la palabra “espíritu” por una expresión que signifique
un hombre transparente, o más bien etéreo, celestial – algo diametralmente opuesto al
hombre de materia, aún así un hombre. Pero si un hombre es el la cumbre de la
evolución sobre la tierra, ¿qué es él en las etapas iniciales de las siguientes existencias –
ese hombre que, en el mejor de los casos, incluso cuando él supuestamente ha servido
como habitáculo para el Dios Cristiano, Jesús, se dice por San Pablo que ha sido “hecho
un poco inferior que los ángeles”? ¡Pero ahora tenemos a todo espectro astral
transformado en un “ángel”! No puedo creer que los estudiantes que escriben para
vuestro periódico – y hay algunos de gran inteligencia y erudición que piensan por sí
mismos, y cuya ciencia exacta les ha enseñado que ex nihilo nihil fit; que saben que
cada átomo del cuerpo humano ha estado evolucionando en imperceptibles gradaciones,
de formas más bajas a más altas, a través de los ciclos – aceptan la doctrina
anticientífica e ilógica de que quitarle la cáscara simplemente al hombre astral le
transforma en un espíritu celestial y en un “ángel” guía.
En opinión Teosófica un espíritu es un rayo, una fracción del todo; y el
Completo ser Omnisciente e Infinito, su fracción debe tomar parte, en cierto grado, de
los mismos atributos abstractos. El “espíritu” del Hombre debe convertirse en la gota
del océano, llamada “vara-Bhava” – “el yo soy un cuerpo, junto con el universo mismo”
(Yo estoy en mi Padre, y mi Padre está en mí), en vez de seguir siendo sólo el “Jiva-
Bhava”, el cuerpo sólo. Él debe sentirse no sólo una parte del Creador, Preservador y
Destructor, sino parte del alma de los tres, el Parabrahma, que está por encima de estos,
y es el Espíritu vitalizante, energizante y siempre presente. Él debe entender
completamente el sentido de la palabra “Sahajânanda”, ese estado de perfecta felicidad
en el Nirvâna, que sólo puede existir por Él, que se ha hecho coexistente con “el tiempo
actual sin forma y sin acción”. Este es el estado llamado “Vartamana”, o el “Siempre
Inmóvil y Presente”, en el cual no hay ni pasado ni futuro, sino una infinita eternidad
del presente. ¿Cuál de los “espíritus” controladores, materializados o invisibles, han
mostrado algún signo de que pertenezcan a la clase de espíritus reales conocidos como
los “Hijos de la Eternidad”? ¿Ha sido el más elevado de ellos capaz de decir incluso
tanto como nuestro Divino Nous puede susurrarnos en momentos cuando viene el
destello de repentina predicción? Las “inteligencias” honestas comunicativas a menudo
responden a muchas preguntas: “No sabemos, esto no nos ha sido revelado.” Esta
misma admisión demuestra que, mientras en muchos casos en su camino hacia el
conocimiento y la perfección, aún no son sino “espíritus” embrionarios, sin desarrollar;
ellos son inferiores incluso a algunos Yogis vivos que, a través de la meditación
abstracta, se han unido ellos mismos con su Brahmâ individual, su Âtman, y por lo tanto
han superado el “Ajñâna”, o falta de ese conocimiento en cuanto al valor intrínseco del
“yo” de uno mismo, el Ego, o el ser uno mismo, tan recomendado por Sócrates y el
mandato Délfico1.
Londres ha sido a menudo visitado por Hindúes altamente intelectuales y
educados. No he oído de ninguno que profese una creencia en “espíritus materializados”
– como espíritus. Cuando no está contaminado con el Materialismo, a través de la
desmoralizante asociación con los Europeos, y cuando está libre del sectarismo
supersticioso, ¿cómo contemplaría uno de ellos, versado en los Vedânta, estas
apariciones del círculo? Las probabilidades son que, tras asistir a los espectáculos de los
médiums, él diría: “Algunos de estos pueden ser los supervivientes de las inteligencias
de hombres desencarnados, pero no son más espirituales que el hombre medio. Ellos
carecen del conocimiento del ‘Dhyânânta’, y evidentemente se encuentran en un estado
crónico de Mâya, es decir, poseídos de la idea de que ‘ellos son aquello que no son’. El
‘Vartamana’ no tiene significado para ellos, ya que ellos no son conocedores sino del
‘Vishama’ [aquello que, como los números concretos en las matemáticas mixtas, aplica
a aquello que puede ser numerado]. Como mortales simples e ignorantes, consideran la
sombra de las cosas como la realidad, y viceversa, confundiendo la verdadera luz de los
‘Vyatireka’ con la falsa luz o falsa apariencia – el ‘Anvaya’... ¿En qué aspecto, pues,
son ellos más elevados que el mortal medio? No, ellos no son espíritus, ni ‘Devas’,...
ellos son ‘Daysus’ astrales.
Por supuesto, todo esto le parece a “Scrutator” “absurdos inconmesurables”,
para, desafortunadamente, pocos metafísicos llovidos de los cielos Occidentales.
Además, mientras nuestros oponentes Ingleses sigan con sus ideas semi-Cristianas, y no
sólo ignoren la antigua filosofía, sino los mismos términos que emplea para presentar
ideas abstractas, siempre y cuando estemos forzados a trasmitir estas ideas de una forma
general – particularmente siendo impracticable sin la invención de palabras especiales –
será de poco provecho promocionar la discusión en mayor escala. Sólo nos haríamos
repugnantes al lector general, y recibiríamos de otros anónimos escritores tales poco
convincentes cumplidos como con los que “Scrutator” nos ha favorecido.

H.P.BLAVATSKY

Nueva York, 7 de marzo de 1878.


NOTAS
1.- En el frontispicio del templo de Delfos estaba escrita la siguiente frase: “Hombre,
conócete a ti mismo”. – Traductor.

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