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LA APARIENCIA DE LA

IGUALDAD DE GÉNERO
EN EL GOBIERNO
MEXICANO
10 junio de 2020

Palma, Raymond Theodore

Dra. de Fays | La Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill


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Con relación al poder femenino en las políticas, el gobierno y la sociedad, México tiene

una historia compleja. Hasta la mitad del siglo XX, las mujeres ni siquiera podían votar. En las

últimas décadas, las reformas políticas para promover la igualdad de género han ayudado a

lograr la paridad política en el congreso nacional. Sin embargo, al examinar los esfuerzos de los

partidos políticos, la actual administración presidencial y la condición de las mujeres en la

sociedad, ese logro parece ser solo una apariencia de igualdad de género. Aunque las reformas

para promover la igualdad de género en la administración han llevado a la representación casi

igual en el poder legislativo federal de México, la igualdad de género es lejos de ser una

prioridad por los partidos políticos o el gobierno mexicano. 

Unos de los derechos más importantes para el poder representativo y social es el sufragio.

En México, no fue hasta 1953 que las mujeres recibieron el derecho al voto en las elecciones

federales. A pesar de este triunfo, el camino hacia el sufragio femenino no fue fácil. La discusión

sobre las mujeres y el derecho al voto empezó en el estado de Yucatán en 1923. El estado

reconoció que las mujeres tenían el derecho a votar y ser votadas para puestos de elección a nivel

municipal y estatal. En las elecciones siguiente, tres mujeres fueron elegidas a la cámara de

diputados estatal y una fue elegida al concejo municipal de la ciudad de Mérida (Virgen).

Aquello representó un gran progreso para el sufragio femenino y los derechos de la mujer, pero

no todo el mundo estaba feliz. El año siguiente, el gobernador de Yucatán, Felipe Cerrillo

Puerto, fue asesinado debido a los desarrollos recientes y las cuatro mujeres tuvieron renunciar

de sus puestos (Virgen). La gloria y el progreso femeninos fueron efímeros y pasarían muchos

años hasta que las mujeres serían elegidas a puestos públicos de nuevo.

Después de casi veinte años más lucha por el sufragio femenino, las mujeres recibieron el

derecho al voto a nivel municipal. Artículo 115 del Diario Oficial de la Federación de México
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(DOF) fue enmendado en 1947 y dio a las mujeres el derecho “de votar y ser votadas” (“Instituto

nacional”). En 1953, de acuerdo con más reformas del DOF, las mujeres se convirtieron en

ciudadanas plenas y recibieron el derecho al voto en todas las elecciones: municipal, estatal y

federal. Se eligieron las primeras mujeres al congreso en 1955 (la siguiente elección) (“Instituto

nacional”). Finalmente, las mujeres habían recibido el derecho al voto; las reformas establecieron

una época nueva y un cambio al panorama político. Sin embargo, debido a la tradición y el

sexismo, las tendencias electorales probaron que el derecho al voto no garantizaba la paridad

política ni la igualdad de género.

Aunque algunas fueron elegidas en 1955, inmediatamente después de las reformas

federales, era difícil para las mujeres ganar representación en puestos públicos. Las primeras

senadoras de la Cámara de Senadores no fueron elegidas hasta 1964, más de una década después

de habían recibido el derecho al voto (México y Instituto). Después de las elecciones de 1955 y

1964, las tendencias incrementaron constantemente, pero despacio. En 1964, solo 4,9 por ciento

de los diputados y 3,4 por ciento de los senadores eran mujeres. Veinte años después, en 1984,

eran 10,5 por ciento y 9,4 por ciento, respectivamente (México y Instituto). Estas tendencias

siguieron y hoy, después de casi 67 años, el congreso federal prácticamente ha logrado la paridad

entre los hombres y mujeres: 48 por ciento de la Cámara de Diputados y 49 por ciento de la

Cámara de Senadores son mujeres (“Declaración: ONU”). Estos porcentajes colocan a México

entre los cinco mejores países en términos de la paridad de género en el congreso federal. Esto

parece impresionante y progresista para las mujeres, pero eso es todo lo que es – apariencia.

México ocupa al lugar 25 en el ranking de la desigualdad de género global, según el Foro

Económico Mundial (“Global” 2020 9). Pocas mujeres ocupan puestos altos a nivel municipal y
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estatal. El falso sentido de progreso de la representación femenina en el congreso federal

demuestra la verdadera falta de poder de las mujeres y los obstáculos duraderos para obtenerlo.

Un gran obstáculo para las mujeres ha sido los partidos políticos. Aún después de que las

mujeres recibieron el derecho al voto, a ellas costaba ganar representación en los congresos

debido a la falta de apoyo de los partidos políticos. Por mucho del siglo XX, México tuvo un

sistema político autoritario de solo un partido, el Partido Revolucionaria Institucional (PRI)

(Beer y Roderic 185). La transición a la democracia fue lenta, pero una serie de reformas en los

años 90 resultó en un proceso electoral más competitivo. En estas reformas se incluían esfuerzos

para incrementar la representación de las mujeres en los congresos. Sin embargo, los partidos

políticos los resistieron y socavaron.

La primera reforma política de género fue en 1993, cuando el Código Federal de

Instituciones y Procedimientos Electorales de 1993 ordenó, en el Artículo 175, a los partidos

políticos “promover… una mayor participación de las mujeres en la vida política del país”

(“1993” 33). Esta medida requirió a los partidos mejorar la representación de las mujeres en

puestos de poder, pero el artículo no estableció ni una proporción específica de mujeres en cada

elecciones ni sanciones para los casos en que los partidos políticos no cumplieran con la regla,

así que los partidos simplemente lo ignoraron. En un intento de abordar este problema, el

COFIPE de 1996 recomendó que los partidos políticos nacionales “no excedan del 70% para un

mismo género” en la selección de sus candidatos (“1996” 50). Esta medida otra vez no incluyó

sanciones explícitas, así que los partidos la ignoraron en gran medida. En estas épocas, la

representación femenina incrementó cada ciclo electoral, pero muchas veces sin ayuda de los

partidos.
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Finalmente, en el 2002, el COFIPE estableció sanciones. El Artículo 3 dijo que no sólo

los partidos “garantizarán” mejor representación de las mujeres, pero si no lo hicieran, el

gobierno los sancionaría con “la negativa del registro de las candidaturas correspondientes”

(“2002” 2). Este fue un gran paso hacia la igualdad de género en el congreso federal. Sin

embargo, otra vez, los partidos resistieron las medidas. Esta vez, los partidos nominaron

candidatas “Juanitas” (Beer y Roderic 186). Las Juanitas eran mujeres quienes, inmediatamente

después de sus elecciones, renunciarían sus puestos públicos para que sus candidatos suplentes,

hombres, las pudieran reemplazar. En 2008, hubo ocho casos de este fenómeno en el Cámara de

Diputados (Beer y Roderic 186). Este problema se abordó en el COFIPE de 2013 con una ley

que mandaba que el candidato y su suplente fueran del mismo género. El COFIPE de 2014

ordenó “la paridad entre los géneros en candidaturas a legisladores federales y locales” y ayudó a

lograr la paridad en el congreso federal de hoy, pero las mujeres todavía enfrentan otros

obstáculos a nivel estatal y municipal (“Con la Paridad”).

La representación femenina a nivel estatal y municipal demuestra la falta duradera de

poder femenino en el gobierno. A pesar de lograr la igualdad de género a nivel federal, solo dos

de 31 gobernadores y 545 de 2400 presidentes municipales son mujeres (Mercado). Este es un

problema porque si hay pocas mujeres en puestos públicos de gran importancia, el pueblo

mexicano pensará que las mujeres no pertenecen en esos puestos de poder (Brennan et al. 38).

Una vez más, los partidos políticos frustran, en una manera estratégica, la igualdad de género y

representación. Los partidos presentan candidatas femeninas en distritos que son casi imposible

de ganar, y cuando no ganan, culpan estas mujeres. Pocas ganan puestos públicos locales, así que

tienen el prejuicio de que no pueden ganar. Esto ilustra que las mujeres no solo tienen que evitar

los distritos imposibles y la culpa, también necesitan luchar por sus cuotas de género que se
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supone que les ayudan. Mientras gobierno federal ha ayudado la representación femenina en los

puestos públicos nacionales, la igualdad de género en otros aspectos es lejos de ser una prioridad.

Las reformas para el congreso federal ilustran el deseo del gobierno para tener mejor

representación femenina. El gobierno federal ha implementado múltiples medidas para lograr la

paridad de género en las tres últimas décadas y empezó un programa de desarrollo de liderazgo

femenino en 2008 usando dos por ciento de los fondos públicos de los partidos políticos (Beer y

Roderic 186). Sin embargo, considerando las condiciones y el estatus de las mujeres en la

sociedad, estas medidas contribuyen a las apariencias más que la verdadera igualdad de género.

México ocupa el lugar 25 en el informe Global de la Brecha de Género 2020 por el Foro

Económico Mundial (“Global…2020” 9). Esto parece bien, considerando que el informe incluye

más de 153 países. Pero, la mejora reciente de la representación política femenina es un gran

factor, ya que México estaba en el lugar 50 y 81 en 2018 y 2017, respectivamente. Estas

estadísticas ilustran la desigualdad duradera entre los hombres y las mujeres en la sociedad

mexicana. Según el Foro Económico Mundial, México ocupa el lugar 124 en la participación

económica y la oportunidad en 2020. En el ranking de 2018 estaba en la posición 122 (“Global…

2018” 13), y en la 124 en 2017 (“Global…2017” 11). Aunque ranking general de México ha

mejorado debido a la representación política femenina, la verdadera desigualdad de género

económica, educativa y social no ha cambiado. En el mercado laboral, la tasa de participación de

las mujeres en edad de trabajar apenas asciende al “43% frente al 77% de los hombres” (Navarro

et al. 127). En términos de educación, casi dos millones de mujeres más sufren con rezago

educativo, “16 millones 528 mujeres… contra 14 millones 566 hombres” (Navarro et al. 126).

En la sociedad, la violencia contra las mujeres es un gran problema también. En México, seis de

cada 10 mujeres han enfrentado “un incidente de violencia” y “41.3% de las mujeres ha sido
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victima de violencia sexual” (“La violencia contra”). En 2019, 3.825 mujeres fueron víctimas de

homicidio, más de 10 cada día (Langner). Como es evidente, hay una gran desigualdad de género

entre los hombres y las mujeres que no ha sido abordado. A pesar de estas tendencias, todavía no

es una prioridad para el gobierno federal de hoy.

Cuando Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ganó la presidencia de México en 2018,

los caminos rurales, un tren Maya, internet para todos y otros proyectos de infraestructura y

económicos eran algunas de sus propuestas, pero ni la igualdad de género ni los asuntos de

mujeres estaban entre ellos (“Las 7 prioridades”). Aunque AMLO cubrió su gabinete con un

número igual de hombres y mujeres y dio la imagen que a él le importa la igualdad de género,

sus políticas han creado una narrativa diferente. Una política que ha perjudicado a los esfuerzos

para la igualdad de género es el desfinanciar el Programa de Estancias Infantiles. Según un

informe de 2017, el programa había ayudado 1.825.394 padres con el cuidado de sus niños. Los

beneficiarios, que eran abrumadoramente mujeres, se beneficiaban con ayuda “34 horas a la

semana para acceder al mercado laboral” (“Ficha de monitoreo”). Dada la expectativa para las

mujeres de ser las cuidadoras primarias para los niños, esa política de limitar los fondos para este

programa no ha ayudado la igualdad económica de género. Otra política que ha afectado las

mujeres es el desfinanciar de refugios públicos para las mujeres víctimas de violencia.

Veintinueve por ciento de los 81 refugios públicos no recibieron dinero después de la primera

parte de 2019 (Romero y González). Esta medida se tomó en una época con mucha violencia

contra las mujeres. En 2019, se reportaron 3.825 asesinatos de mujeres en México. De estos,

1.006 fueron feminicidios, un incremento de 10,3% del año anterior (“¿Por qué paran?”). A pesar

de estas estadísticas, la igualdad de género no recibe mucha atención de la administración

AMLO. Cuando la UNO y UE ofrecieron un programa para ayudar México a abordar la


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violencia contra las mujeres en 2018, al principio AMLO lo rechazó porque el asunto de género

“no era una prioridad” para su administración (Zerega). Estas políticas y acciones federales

ilustran que, para el gobierno y la Administración AMLO, las mujeres son ciudadanos de

segunda clase en la sociedad mexicana.

La representación femenina del congreso federal actual es un gran logro. Sólo tres países

tienen proporciones mejores. Sin embargo, los esfuerzos para obtener la distribución actual no

han sido fáciles. Los partidos políticos han luchado contra las reformas para promover la

igualdad de género en los puestos públicos a cada paso. Ahora, las mujeres enfrenten la

desigualdad de género duradero en casi todos los aspectos de la sociedad y una administración

presidencial que no cree que los asuntos de género deban ser una prioridad. Por lo tanto, aunque

las tendencias recientes han dado la apariencia de la igualdad de género, serán necesarias

políticas nuevas y mejores y una conversación nacional sobre los roles de las mujeres para lograr

la verdadera igualdad de género económica, educativo y social en México.


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Obras citadas

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