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ORIGEN DE LA AGRICULTURA
Hoy día, se sabe que el origen de la agricultura fue un proceso gradual y paulatino, sin
embargo, existen muchas interrogantes acerca de cómo y por qué comenzó a
adoptarse la agricultura como la forma principal de subsistencia humana, lo que ha
llevado al desarrollo de distintas hipótesis en base a los distintos hallazgos en
diferentes partes del mundo.
La agricultura se originó en regiones tropicales o subtropicales montañosas o
montañosas que, en el momento de la domesticación, habrían sido ricas en recursos
naturales. Hay al menos seis centros de domesticación en el mundo (Mesoamérica, los
Andes, el sudoeste de Asia, Etiopía y el Sahel, el sur de China y el sudeste de Asia),
cada uno de los cuales produjo al menos una fuente domesticada de carbohidratos y
proteínas, como un grano y un frijol [Gepts, 2004].
Para explicar el origen de la agricultura, se ha partido de diversos modelos para poder
explicar la transición de cazadores-recolectores a la producción de alimentos.
MacClung y Zurita (2000) destacan 3 principales factores:
1) Factores culturales
2) Características del medio ambiente
3) Cambios genéticos en las plantas
Diversos autores han propuestos teorías para explicar este fenómeno, Childe,
desarrolló la “Teoría del Oasis” que propone un cambio climático que tuvo repercusión
en la flora y fauna, que se concentró en este oasis propiciando que el hombre
estableciera relaciones simbióticas con estos organismos para su supervivencia. La
propuesta de Binford, menciona que, durante el periodo de cazadores recolectores, se
mantuvo un equilibrio entre naturaleza y humano, pero al haber un cambio demográfico
que aumento la población, se rompió el equilibrio, es decir, que el alimento no
alcanzaría para todos, lo que hizo necesario la búsqueda de otro modo de adquirir el
alimento para sobrevivir, el cual fue la agricultura [McClung y Zurita, 2000].
Otra teoría con un enfoque evolucionista, es la propuesta por Rindos, que argumenta,
que la domesticación resulta de la coevolución entre las plantas y el hombre, divide a la
domesticación en tres modos: la incidental, la especializada y la agrícola.
La primera se refiere a la relación existente entre una sociedad no agrícola y las plantas
silvestres que sirven de alimento, de esta manera las plantas se enfrentan a un proceso
selectivo hecho por el hombre, lo que propicia cambios en sus rasgos que hacen que
sean más aptas para el consumo humano.
La domesticación especializada es el segundo paso de este proceso, donde la relación
co-evolutiva entre las plantas seleccionadas y el hombre pasa a otro nivel, debido a que
el hombre de manera inconsciente comienza a dispersar esta vegetación, con el paso
del tiempo estas plantas se vuelven más comunes en establecimientos humanos y el
hombre comienza a protegerlas, desarrollando una relación simbiótica. Esta cercanía
ejerce otra presión selectiva sobre las plantas que afecta a su ciclo de vida, creando así
una estacionalidad en los productos alimenticios que brindan.
Por último, la domesticación agrícola es la interacción de la conducta humana con
tendencias evolutivas de las plantas, lo que se refiere a que el hombre comienza a
manipular el crecimiento de esta mediante cuidados o procesos para un mejor
desarrollo, y a su vez, busca la domesticación de más plantas que sean de provecho
para el consumo [McClung y Zurita, 2000].
A manera de resumen, retomando dos importantes hipótesis, en la Figura 1 se
presentan las posturas de ambas escuelas, así como la relación y conclusiones que
pueden retomarse de ambas. En ellas se enfatiza el desarrollo de la co-dependencia
entre plantas, animales y la actividad humana. Esto puede haber contribuido a la
domesticación de la planta si las condiciones ambientales o materiales (o ambas)
promovieron la innovación en la adquisición de alimentos [Mannion, 1999].
La domesticación de las plantas es un proceso de gran importancia para los cambios en
las sociedades antiguas e incluso hasta en nuestros días. La extinción de la fauna
pleistocénica dio lugar a un cambio en la dieta alimenticia de los pobladores, y ante la
ausencia de grandes animales y otros difíciles de domesticar, sin tomar en cuenta el
perro (Canis familiaris) y el guajolote (Meleagris gallopavo), las plantas fueron unos de
los principales productores de alimentos. Las transformaciones del clima influyeron en
la vegetación silvestre y la relación co-evolutiva entre las plantas y el hombre, ambos
aspectos propiciaron esta domesticación [McClung, et al., 2001].
Existe una considerable cantidad de evidencia arqueológica y paleobotánica que indica
dónde ocurrió la domesticación de la planta.
La identificación de los llamados centros de domesticación de plantas se realizó
inicialmente por el botánico ruso Nikolai Vavilov en la década de 1930. El sugirió que es
probable que los centros de domesticación coincidan con aquellas áreas caracterizadas
por una gran diversidad de cultivos, es decir, regiones en las que hay muchas fuentes
potenciales de alimentos vegetales y donde los parientes silvestres de las especies
domesticadas son abundantes. Aunque se puede considerar un argumento simplista, la
verdad es que un suministro abundante de alimentos silvestres puede haber alentado la
adopción de estilos de vida sedentarios por parte de cazadores-recolectores y luego,
cuando las condiciones cambiaron por cualquier razón la agricultura pudo haber
sucedido. Los principales lugares de origen son: el sudoeste de Asia, el sudeste de
Asia, Mesoamérica, la zona tropical de los Andes, África subsahariana y noreste de
América del Norte, y posiblemente el sur de los Andes, el Cuerno de África y el sureste
peninsular de Asia [Mannion, 1999].
West (1964) plantea que Mesoamérica y Centroamérica son áreas de gran diversidad
ambiental y ecológica. En términos muy generales, se pueden distinguir tres regiones
naturales, que incluyen varias subdivisiones que exhiben características particulares
que fueron significativas para desarrollos culturales y socioeconómicos prehispánicos
específicos [Citado en McClung de Tapia 1992].
I. Tierras secas extratropicales y áreas subhúmedas adyacentes del norte de México.
2. Frescas tierras altas tropicales, incluyendo la Sierra Madre Occidental y la Oriental de
México.
3. Cálidas tierras bajas tropicales de México y América Central.
Sin embargo, el límite norte del área de cultura, tal como lo definió Kirchoff para el siglo
XVI, formó una importante división ecológica basada en el potencial de la agricultura de
lluvia al sur, con la excepción de zonas desérticas específicas y el predominio de
grupos de cazadores-recolectores al norte.
La frontera sur separó a los grupos agrícolas con diferentes tradiciones culturales y
diversos niveles de desarrollo sociopolítico y económico. Al noreste de la línea Nicoya-
Vlua (el lado del Caribe) hay extensas llanuras costeras caracterizadas por altas
temperaturas y precipitaciones y dominadas por la vegetación de la selva tropical. Al
suroeste (el lado del Pacífico) hay un paisaje quebrado con valles altos, mayor
variabilidad climática en términos de temperatura y lluvia, y una estación seca
prolongada en ciertas áreas.
La hipótesis de "La era del cultivo incipiente", que establece que el Maíz, Frijoles y la
Calabaza, llegaron a ser domesticadas en diferentes momentos y en diferentes
regiones de México, y que hubo un período de transición de 5,000 o más años entre
depender de la alimentación y depender de la agricultura. En la década de 1970, los
arqueólogos sabían más o menos en qué orden aparecían los domesticados en
diferentes regiones de México, pero no sabían por qué la agricultura comenzó a
practicarse con estas plantas [Flannery 1973].
Las plantas que pertenecen al género Cucurbita (calabaza) son los primeros
domesticados conocidos en Mesoamérica. Al menos dos especies fueron domesticadas
por separado en Mesoamérica, y C. pepo fue domesticado por separado tanto en
Mesoamérica como en el sudeste de Norteamérica [Flannery 1973]. La calabaza
prospera en condiciones más húmedas, que estaban presentes en el Holoceno
temprano. Durante el proceso de domesticación, la morfología del pedúnculo de la
calabaza cambió y el tamaño de la semilla aumentó [McClung de Tapia 1992].
Las principales plantas domesticadas en Mesoamérica hoy en día son el maíz, los
frijoles, la calabaza, los pimientos y el aguacate.
Tanto el maíz como la calabaza se domesticaron por primera vez en el sur de México.
La calabaza se extendió al norte de México hace 6,300 años, y ambos domesticados
llegaron al suroeste de Estados Unidos hace 3,500 años. El frijol común fue
probablemente domesticado al norte del maíz y la calabaza. Los tres domesticados se
dispersaron a diferentes velocidades en todo México, con el maíz moviéndose más
rápido que la calabaza [Landon 2008].
FRIJOL
Aunque el frijol común silvestre se encuentra ampliamente distribuido en Mesoamérica,
todavía no se ha encontrado en sitios arqueológicos arcaicos. El análisis molecular de
diversas especies de Phaseolus revela que las poblaciones silvestres de frijol común
más semejantes a los cultivos actuales se localizan en un área claramente definida en
el occidente del país, en el estado de Jalisco. Kaplan atribuye a los métodos de
cosecha la baja representación de frijoles en el registro arqueológico. Sin embargo, hay
evidencia de recolección de otras especies silvestres; ejemplares del ayocote, ancestro
de la variedad actualmente domesticada, fueron halladas en contextos arqueológicos
fechados aproximadamente en 7000-5500 años a.C. en la región de Ocampo,
Tamaulipas [McClung y Zurita, 2000].
El género Phaseolus, de origen americano, cuenta con más de 70 especies silvestres
de las cuales cinco han sido llevadas a domesticación, Phaseolus vulgaris L.,
Phaseolus acutifolius A. Gray, Phaseolus coccineus L., Phaseolus lunatus L. y
Phaseolus dumosusMacfady. El síndrome de domesticación en el género Phaseolus y
en general en las leguminosas consiste en rasgos como la presencia de vainas menos
dehiscentes, incremento en el tamaño de las semillas, pérdida de la dormancia e
incremento en la variabilidad morfológica de las semillas [Casas, 2001].
La característica más representada en el registro arqueológico como posible indicador
de domesticación, es el aumento en el tamaño de la semilla. Tales cambios tuvieron
lugar durante el periodo en el cual la recolección o cultivo incipiente se combinaba con
el almacenamiento de la semilla, permitiendo así la operación de la selección natural
sobre el sistema poligénico existente [McClung y Zurita, 2000].
CONCLUSIONES
Dentro de las teorías analizadas se ha relacionado mucho el clima como factor
importante para que la agricultura pudiera proliferar. Podemos plantearnos que se debió
a un proceso multifactorial, donde los humanos modificaron mucho de su entorno para
fortalecer una relación simbiótica perdurable y la práctica de la agricultura modifico
mucho de las organizaciones internas de un grupo, así como el factor geográfico y
climático fungió parte de todo este proceso. Aunque los conocimientos fueron
creciendo, no precisamente se puede relacionar una falta de conocimiento complejo
previo a la agricultura sobre la vegetación con la cual interactuaban en una
organización cazadora- recolectora.
La agricultura significó un cambio en la relación de intervención de los recursos, ya que
se generó una relación más estrecha de codependencia y coevolución, la
domesticación y la selección artificial de varias plantas vino de la mano, más adelante la
incorporación de animales en los procesos de cultivo. Una relación simbólica entre
cultivos y consumo de estos es latente como es el caso en Mesoamérica con el maíz y
otros cultivos, que tuvieron un impacto importante en algunas prácticas culturales, en
varios artículos hacen alusión del uso de maíz dentro del consumo como bebida y no
como un alimento base en la población como fue posteriormente. Esto nos puede
hablar de lo diverso que pudo llegar a ser el cultivo de plantas y la domesticación de las
mismas, que pudieron tener muchas funciones más allá de las que actualmente
perduran o inferimos.
La conservación de los materiales orgánicos es un problema constante en todo trabajo
arqueológico. En México algunos trabajos de este tipo son a través de proyectos de
salvamento o rescate arqueológico, donde un registro estrictamente metódico y
detallado ayudará a obtener la información necesaria para estudiar y comprender el
contexto ambiental y asentamiento de los primeros hombres en América.
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