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No quedaba otra opción que levantarse”.

Así justificó Shigenori Togo, ministro


de Exteriores japonés en 1941, el ataque japonés a la base naval de EE.UU.
en Pearl Harbor, del que hoy se cumplen 75 años. Una agresión que cambió el
curso de la Segunda Guerra Mundial –metió a un Estados Unidos aislacionista en
el conflicto- y que, desde la perspectiva oriental, rompió con la dinámica de la
historia en Asia.

Precisamente desde la perspectiva nipona, el germen del ataque a Pearl se


encuentra diez años antes, con la invasión japonesa de China que terminó
generando el estado-satélite de Manchukuo. El crac del 29 afectó también a
Japón, cuya población se entregó a los militares y a la solución que proponían: la
expansión territorial mediante la guerra para nutrirse de materias primas.
Manchukuo fue la cabeza de puente en la Asia continental, legitimizada por la
presencia de Pu Yi, antiguo emperador de China, y que sirvió como base de
expansión hacia el sur: desde la Indochina francesa, hasta la Malasia británica o
las Antillas holandesas. Es decir, hacia las colonias que la convulsa Europa de los
años 30 había dejado en estado de semiabandono.

Para 1940, la expansión continental de Japón le convertía en un aliado estratégico


dentro de un conflicto que ya se adivinaba global. Tras comprometerse a no
agredir a la URSS, Tokio se sumó al eje Berlín-Roma en el Pacto
Tripartito firmado el 27 de septiembre de 1940, que concedía a Japón la primacía
territorial en Asia. Y fue en ese momento cuando Estados Unidos sintió la
amenaza. Con la URSS preocupada por su frente europeo, la expansión en el
Pacífico –en el continente el rival era China- del Imperio Japonés solo encontraba
una posible resistencia: la de Washington.

  Pearl Harbor: Así fue el ataque que cambiaría el mundo


El aislacionismo estadounidense

Estados Unidos, dentro de la presidencia de Franklin D. Roosevelt –y


probablemente a su pesar- había optado por el aislacionismo. FDR había
fracasado a la hora de convencer al Congreso para prestar ayuda a la República
española en 1938 y se había comprometido –en septiembre de 1940: es decir, en
plena campaña por la reelección- a no enviar a norteamericanos a luchar en el
extranjero. De esta forma, la Casa Blanca trató de frenar a los japoneses por la
vía de la sanción, fundamentalmente al combustible. La respuesta de Tokio fue
no cejar en su empeño expansionista, a pesar de estar labrándose un nuevo
enemigo.

  La ‘Nota Hull’, ¿un error de traducción acabó con la diplomacia?


No obstante, a lo largo de 1941 Japón y Estados Unidos negociaron un posible
acuerdo que pusiese fin a la tensión y al bloqueo comercial. El pacto, dibujado en
noviembre de aquel año, se encontró con un escollo insalvable: Chiang Kai-shek.
Aunque el acuerdo llevaba a Japón a retirarse de Indochina, a reducir su
presencia militar en el continente asiático y abría la puerta a que Tokio
abandonase el Triple Eje, reconocía la existencia de Manchukuo, algo que el líder
nacionalista chino no estaba dispuesto a tolerar. Una serie de confusiones
diplomáticas en torno a lo acordado –y que concluyeron en la Nota Hull, un
punto casi final de las conversaciones entre Tokio y Washington- llevó a la
ruptura de las negociaciones.

Era el 26 de noviembre de 1941. Es

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