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El ataque japonés a Pearl Harbor en 1941 cambió el curso de la Segunda Guerra Mundial al meter a Estados Unidos en el conflicto. Japón se expandió territorialmente en Asia en las décadas anteriores para obtener recursos, enfrentándose a la resistencia de China y eventualmente de Estados Unidos. A pesar de las negociaciones diplomáticas, las tensiones entre Japón y Estados Unidos aumentaron, llevando finalmente al ataque japonés sorpresivo en Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941.
El ataque japonés a Pearl Harbor en 1941 cambió el curso de la Segunda Guerra Mundial al meter a Estados Unidos en el conflicto. Japón se expandió territorialmente en Asia en las décadas anteriores para obtener recursos, enfrentándose a la resistencia de China y eventualmente de Estados Unidos. A pesar de las negociaciones diplomáticas, las tensiones entre Japón y Estados Unidos aumentaron, llevando finalmente al ataque japonés sorpresivo en Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941.
El ataque japonés a Pearl Harbor en 1941 cambió el curso de la Segunda Guerra Mundial al meter a Estados Unidos en el conflicto. Japón se expandió territorialmente en Asia en las décadas anteriores para obtener recursos, enfrentándose a la resistencia de China y eventualmente de Estados Unidos. A pesar de las negociaciones diplomáticas, las tensiones entre Japón y Estados Unidos aumentaron, llevando finalmente al ataque japonés sorpresivo en Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941.
de Exteriores japonés en 1941, el ataque japonés a la base naval de EE.UU. en Pearl Harbor, del que hoy se cumplen 75 años. Una agresión que cambió el curso de la Segunda Guerra Mundial –metió a un Estados Unidos aislacionista en el conflicto- y que, desde la perspectiva oriental, rompió con la dinámica de la historia en Asia.
Precisamente desde la perspectiva nipona, el germen del ataque a Pearl se
encuentra diez años antes, con la invasión japonesa de China que terminó generando el estado-satélite de Manchukuo. El crac del 29 afectó también a Japón, cuya población se entregó a los militares y a la solución que proponían: la expansión territorial mediante la guerra para nutrirse de materias primas. Manchukuo fue la cabeza de puente en la Asia continental, legitimizada por la presencia de Pu Yi, antiguo emperador de China, y que sirvió como base de expansión hacia el sur: desde la Indochina francesa, hasta la Malasia británica o las Antillas holandesas. Es decir, hacia las colonias que la convulsa Europa de los años 30 había dejado en estado de semiabandono.
Para 1940, la expansión continental de Japón le convertía en un aliado estratégico
dentro de un conflicto que ya se adivinaba global. Tras comprometerse a no agredir a la URSS, Tokio se sumó al eje Berlín-Roma en el Pacto Tripartito firmado el 27 de septiembre de 1940, que concedía a Japón la primacía territorial en Asia. Y fue en ese momento cuando Estados Unidos sintió la amenaza. Con la URSS preocupada por su frente europeo, la expansión en el Pacífico –en el continente el rival era China- del Imperio Japonés solo encontraba una posible resistencia: la de Washington.
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El aislacionismo estadounidense
Estados Unidos, dentro de la presidencia de Franklin D. Roosevelt –y
probablemente a su pesar- había optado por el aislacionismo. FDR había fracasado a la hora de convencer al Congreso para prestar ayuda a la República española en 1938 y se había comprometido –en septiembre de 1940: es decir, en plena campaña por la reelección- a no enviar a norteamericanos a luchar en el extranjero. De esta forma, la Casa Blanca trató de frenar a los japoneses por la vía de la sanción, fundamentalmente al combustible. La respuesta de Tokio fue no cejar en su empeño expansionista, a pesar de estar labrándose un nuevo enemigo.
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No obstante, a lo largo de 1941 Japón y Estados Unidos negociaron un posible acuerdo que pusiese fin a la tensión y al bloqueo comercial. El pacto, dibujado en noviembre de aquel año, se encontró con un escollo insalvable: Chiang Kai-shek. Aunque el acuerdo llevaba a Japón a retirarse de Indochina, a reducir su presencia militar en el continente asiático y abría la puerta a que Tokio abandonase el Triple Eje, reconocía la existencia de Manchukuo, algo que el líder nacionalista chino no estaba dispuesto a tolerar. Una serie de confusiones diplomáticas en torno a lo acordado –y que concluyeron en la Nota Hull, un punto casi final de las conversaciones entre Tokio y Washington- llevó a la ruptura de las negociaciones.
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