Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
1
PRESENTACIÓN
En este marco, se presentan las reflexiones sobre el eje cafetero con el propósito
de cruzar dos preguntas ¿Como nos ven? Y ¿Como nos deben de ver?
2
Respuestas que dan cuenta de tres ejes de desarrollo: el conflicto armado, el
desplazamiento forzado y las voces urbanas de Manizales, Pereira y Armenia.
3
La focalización de la crisis económica y social del eje cafetero tiene su punto de
partida en el quiebre de la estabilidad cafetera “A partir del rompimiento del pacto
cafetero que eliminó los instrumentos y reglas de juego que trazaron los países
productores y consumidores para el manejo del mercado. Lo anterior se tradujo en
que el grano quedó a la deriva en el mercado libre, bajo lo cual la producción
mundial en la década de los 90 creció en un 21% mientras que el consumo sólo
aumentó un 10%, lo que generó la acumulación de inventarios por 67 millones de
sacos” (CRECE 2002. Informe de avance. Manizales). Esta acumulación de
inventario y la limitada demanda impactó de manera negativa la sostenibilidad que
ofrecía el mercado cafetero y de manera más directa, la inversión social orientada
a educación, salud e infraestructura.
4
social y simbólico de las tres capitales departamentales. Manizales, Pereira y
Armenia asisten a nuevas racionalidades violentas; se empoderan sus “actores de
soporte” el sicariato, la delincuencia común, los grupos de limpieza social quienes
disponen de estrategias recurrentes de cobro de cuentas, amenaza, boleteo,
secuestro extorsivo, vacuna económica y humana para expresar un orden de facto
que va tomando fuerza gracias a la organización sistemática de un nuevo estilo de
habitar la ciudad en donde “en ninguna zona, ningún territorio urbano, ninguna
institución o espacio de socialización ha estado por fuera de las turbulencias de la
confrontación que ha alterado enormemente su funcionamiento y valores” (Naranjo
Gloria. Deicy Hurtado. Desplazamiento forzado y reconfiguraciones urbanas.
Algunas preguntas para los programas de establecimiento. En Destierros y
Desarraigos. Codees O.I.M. Bogota marzo 2003. Págs. 271 2-87)
Visto de esta manera, el deterioro provocado por la crisis cafetera para los tres
departamentos y el desastre natural del terremoto del 99 de manera especial para
el Quindío se constituyen en factores estructurantes de la nueva territorialización
del conflicto armado, el desplazamiento forzado y las nuevas voces urbanas
La FARC opera en los tres departamentos y busca controlar la vía al pacífico por
el Chocó y la transversal más importante del país, ante todo el paso de la Línea,
en límites con el Tolima. El E.L.N. busca aumentar su presencia en toda la zona
mientras que tiene una fuerte presencia urbana en Pereira y Manizales a través
del frente Marta Elena Barón. El Ejercito Revolucionario Guevarista y el Ejercito
Popular de Liberación tienen control en zonas del occidente de Risaralda y Caldas
que conectan con Antioquia. Respecto a las autodefensas y paramilitares se
disputan el territorio con la guerrilla, tienen control en la zona montañosa de
Risaralda, Caldas y la zona de la hoya del río la Vieja en el Quindío. Se identifican
con su presencia municipios como Villamaría y Norcasia en Caldas, Marsella,
Mistrató y general el Occidente del Departamento de Risaralda y en el Quindío
Quimbaya, Montenegro y la Tebaida; y además son referencia en algunas de las
comunas de las tres capitales.
5
Todo lo anterior permite precisar que el quiebre de la estabilidad cafetera abrió el
panorama de nuevas dinámicas en la región. La conexión entre el
empobrecimiento de los campesinos cafeteros, la pérdida del protagonismo
político y económico de los Comités de cafeteros, la frágil capacidad del Estado
para sostener el orden de la justicia, la seguridad y la moral social conjuntamente
con la fragmentación de los anclajes comunitarios y la ruptura de los mecanismos
de transmisión cultural produjo, por una parte, un traslado de lealtades y
adhesiones a un “nuevo orden” el cual dispone de prácticas de muerte y amenaza
confundidas y soportadas en discursos de control, seguridad y paz por parte de los
actores legales e ilegales. Y por otra, a un despliegue de nuevas estrategias y
dispositivos de este orden de facto impuesto en donde la coacción es tan
poderosa, que las alternativas existentes son obedecer y someterse, morir o salir
del territorio.
En este punto juega un papel importante “la memoria pública como el sistema de
almacenamiento del orden social” (Douglas Mary. 1996. P.104). Una memoria de
lealtad, adhesión, solidaridad y cooperación que se confunde y se desplaza en la
historia reciente del miedo, la amenaza y la desconfianza; en donde las
generaciones adultas no encuentran las condiciones que garantizan la transmisión
cultural de su experiencia de vida y las nuevas generaciones aprenden esta vida
desde las lógicas de la guerra. Escenarios cotidianos donde se ha trastocado la
fuerza del vínculo societal porque el sentido del otro y el lugar del otro genera
incertidumbre y extrañamiento, movilizando una dinámica emocional hacia el
reconocimiento del otro como enemigo.
6
La tragedia social y el drama humanitario derivado del desplazamiento forzado se
expande de manera vertiginosa por todas las áreas geográficas y sectores
sociales del país. El crecimiento exponencial y territorial de esta problemática ya
tiene un lugar, en los informes oficiales del Estado, en los discursos sociales de
los medios, en los resultados de investigaciones académicas, en los procesos
adelantados por las O.N.G.s y en las conversaciones cotidianas con la población
civil. Una realidad que si bien tiene presencia en la configuración de la memoria
histórica del país, desde la década de los 80 ocupa un lugar transversal en el
desarrollo de la vida cotidiana nacional.
En este escenario y hasta mediados de los 90, el eje cafetero no tenía lugar en
esta problemática. Más aún, su participación en las dinámicas de las violencias y
la guerra irregular se identificaba con la consideración de ser puente y corredor de
tránsito desde Antioquia, Chocó, Magdalena medio, sur y norte del país. Esto
produce la fuerza de un imaginario que excluye la mirada sobre esta región
pretendiendo sobreponerse a la realidad que se registra desde 1996.
El análisis de estos datos produce dos situaciones. Hacia fuera y con relación al
comportamiento nacional, el eje cafetero no se constituye en territorio de
desplazamiento y por ende se encuentra mimetizado y subsumido frente a la
complejidad de esta problemática con relación a otras regiones del país. Esto ha
producido que la participación del eje cafetero en la mirada pública, en la
intervención institucional y el campo de investigación sea bastante limitada y tenga
un incipiente recorrido que se comienza a evidenciar desde el 2002 – año de
crecimiento exponencial bien significativo- que implica producir una especie de
punto de inflexión en el cambio de la perspectiva nacional y los imaginarios
sociales y políticos.
7
Y desde la dinámica interna regional se producen varias situaciones: por una parte
se asiste a un movimiento territorial y espacial que marca una diferenciación entre
los tres departamentos con nuevas formas de relación entre lo rural y lo urbano;
por otra, la respuesta institucional y política es confusa, con desarrollos desiguales
en cada uno de los departamentos pero con un predominio de imaginarios
sociales sobre las personas en condición de desplazamiento como una amenaza
al control del orden público, como un agregado que detona los problemas urbanos,
pero también como un indicador nominal en los planes de desarrollo y planes de
acción de las administraciones departamentales y municipales.
8
comercialización de sustancias psicoactivas, el trafico de personas, la tributación
de jóvenes estudiantes a los circuitos sicariales y delincuenciales, la conformación
de ejércitos de defensa y justicia privada y a el reclutamiento para las
organizaciones bélicas.
9
la exigencia de construir un cotidiano diferente ante la disrupción e interrupción de
los propios. Es la expresión de la sobrevivencia en el contexto de la violación de
los derechos humanos, la fragilidad del ejercicio ciudadano y la vulneración de la
dignidad; pero esta tragedia social le imprime a la ciudad, una dinámica societal de
movimientos y tensiones que perfila escenarios sobre la riqueza de la diferencia, la
evidencia de la exclusión y el marginamiento pero también de la lucha por el
derecho a la ciudad, por ganarse un lugar y no mimetizarse en ella.
Pero si bien han logrado marcar un territorio a partir de una identidad imputada,
mantienen y conservan algunos de sus arraigos culturales. Su inserción en la
ciudad, no le ha borrado aún algunos de sus equipajes culturales. Es evidente que
“Traen consigo su biografía, marcada por las características socioculturales de la
comunidad de procedencia, el papel social que habían cumplido en ella y unas
destrezas sociales y culturales. Es decir, traen sus propias formas de nombrar, de
relacionarse, técnicas para construir sus casas, pautas de crianza, dietas
alimentarías y estrategias de expresión de las más diversas procedencias.”
(Naranjo Gloria, Hurtado Deyci. 2003: 277-278.)
“El Plumón” se caracteriza por ser una zona de asentamiento negro; provenientes
del Chocó y Santa Cecilia en Risaralda, cargan en “un equipaje simbólico” la
memoria cultural de la música y la danza; y con sus aprendizajes ancestrales en
torno a las redes parentales y vecinales logran darle forma a sus nuevos “espacios
de vida”.
10
En primer lugar, Caldas y de manera precisa el oriente caldense ha sido escenario
de desplazamientos masivos, los cuales impactan el registro, en comparación con
los datos de los otros departamentos. A diferencia de Quindío y Risaralda se
identifican tres centros urbanos de recepción Manizales, Samaná y Riosucio; estos
dos últimos recepcionan los habitantes de su respectivo municipio con la
particularidad de presentar retornos “exitosos” o de salir los de Riosucio a Pereira
y los de Samaná hacia Antioquia; sin que se genere una dinámica urbana de
impacto recurrente que transforme la cabecera municipal.
11
Además de aportar, a una dinámica societal, en donde el desplazamiento forzado
genera según Harvey Danilo Suarez “.... un doble movimiento de desorganización
y reordenamiento social, económico, político y cultural. Desordena y ordena,
según lógicas contradictorias, diversos sistemas organizativos en varios niveles:
personal, colectivo, comunitario, institucional, social, gubernamental y estatal.
Desordena, incluso la concepción del tiempo y el espacio con la cual los individuos
interpretan dichos procesos. El destierro y los contextos de exclusión, lo mismo
que el progresivo deterioro del nivel de vida y la estigmatización en las zonas
receptoras, establecen condiciones propicias para que la confianza y los lazos de
solidaridad se diluyan o sean especialmente difíciles de establecer” (2002:94).
BIBILIOGRAFIA.
12