Vous êtes sur la page 1sur 2

El sistema de evaluación siempre ha sido motivo de debate en las instituciones de educación.

Sin
embargo, en la coyuntura actual, esta discusión se hace más álgida ante el reto de realizar el proceso
de enseñanza y aprendizaje por modalidad de acceso remoto, sin ningún tipo de contacto presencial
debido a la cuarentena nacional en la que nos encontramos.
En esta coyuntura, se han presentado los interrogantes de: si la eliminación de cualquier tipo de
evaluación, o la aplicación inmediata de una evaluación cualitativa y no cuantitativa, podrían
contribuir al desafío actual de la educación. A estas preguntas, por supuesto, la respuesta es que de
ninguna manera estas “soluciones” resuelven el reto pedagógico. Lo anterior, con base en las
siguientes reflexiones:
1. Por encima de cualquier consideración, la evaluación es una oportunidad extraordinaria
para que el estudiante aprenda mientras la desarrolla. Por ello, debe ser vista como un
espacio para el aprendizaje, y no como un proceso para “medir”, “juzgar” e incluso
“sancionar” a una persona por su aprendizaje.
2. En la educación, la evaluación permite obtener la información necesaria para determinar la
brecha existente entre los objetivos de aprendizaje y la realidad de cada estudiante. Por
tanto, debe ser diseñada y desarrollada con los estudiantes, ya que, de lo contrario,
podríamos caer en el error de pensar que la única persona con las competencias necesarias
para evaluar es el profesor, dejando al estudiante como un actor pasivo del acto pedagógico.
La evaluación debe surgir, precisamente, del diálogo entre el profesor y el alumno, para que
así, de común acuerdo, se establezcan los criterios y la metodología adecuada.
3. ¿Profesores y estudiantes tienen la humildad para reconocer y analizar los resultados de la
evaluación? Pareciera que cualquier resultado se puede interpretar por ambas partes como
un error en la exigencia del curso, falta de compromiso de los estudiantes, entre muchos
otros factores que intervienen. Sin embargo, la evaluación es un arte que debe empezar con
una concientización de su impacto, tanto a los profesores como alumnos, y que se debe
realizar con unos criterios técnicos que han sido definidos en la pedagogía hace muchos
años, pero que en muchos escenarios falta llevarlos a la práctica, para poder asegurar su
validez y credibilidad.
4. La evaluación debe ser continua y, de alguna manera, debe pasar inadvertida para los
estudiantes, en la medida en que hace parte de su proceso cotidiano de aprendizaje.
Mantener una evaluación tradicional, muy especialmente al final del proceso educativo,
confunde a los estudiantes y no le aporta a su proceso de aprendizaje.
5. ¿El acceso remoto es un obstáculo para la evaluación? Definitivamente no. En estas
situaciones, la educación debe ser diferente, y esto requiere de una innovación pedagógica.
Debemos evitar la estandarización y poder evaluar el aprendizaje de los estudiantes de
acuerdo con las particularidades de cada uno.
En este orden de ideas, la coyuntura del Covid-19 no puede privar a los estudiantes de la
oportunidad extraordinaria de aprender mientras son evaluados. Por el contrario, es el momento de
prestar más atención a la evaluación, como un medio formativo para los jóvenes, muy necesario en
este escenario marcado por la incertidumbre.
Es importante que toda institución de educación pueda, en unos meses, realizar una metaevaluación,
como un proceso para calificar la evaluación y determinar si realmente nuestros sistemas
tradicionales le están agregando valor al aprendizaje de los jóvenes. Debemos recordar siempre que
ellos (los jóvenes) son los protagonistas en el proceso de enseñanza y aprendizaje, que consiste en
un acto de amor y generosidad por parte de quienes, durante tantos años, han desarrollado su
vocación de servicio a través de la docencia.

Vous aimerez peut-être aussi