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SEMINARIO DE ORACIÓN, INTERCESIÓN Y GUERRA ESPIRITUAL- I.D.E.A.

“Impartiendo autoridad y poder”

Primera parte: Conocer el lugar espiritual como hijos de Dios, la


autoridad que heredamos y nuestro deber como tales.

“Te pondrá Jehová por cabeza, y no por cola; y estarás encima solamente, y no
estarás debajo, si obedecieres los mandamientos de Jehová tu Dios, que yo te
ordeno hoy, para que los guardes y cumplas”... (Dt 28:13)
“Y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las
cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en
todo”. (Ef 1:22-23)
“Y si hijos, también herederos; Herederos de Dios y coherederos con Cristo”... (Ro
8: 17)
“Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido
por Dios”...(1 Pe 2: 9)

El accionar nuestra fe, creer en lo que Dios nos dice, poner en práctica cada día
su palabra, es la actitud que nos permite vivir como hijos de Él. Pero es primordial
que conozcamos ese lugar de herederos.
«Adopción» en el NT no significa lo que típicamente denota hoy en día, recibir a
un niño dentro de una familia como miembro legal de ella. El significado literal de
la palabra griega es «colocar como hijo», tomar a un menor (bien sea en la familia
o afuera) y hacerlo el legítimo heredero. Cada creyente es un hijo de Dios por
nacimiento y heredero de Dios por adopción.

“Despiértate, despiértate, vístete de poder, OH brazo de Jehová; despiértate como


en el tiempo antiguo, en los siglos pasados. ¿No eres tú el que cortó a Rahab, y el
que hirió al dragón?¿No eres tú el que secó el mar, las aguas del gran abismo; el
que transformó en camino las profundidades del mar para que pasaran los
redimidos?”...
(Isaías 51: 9-10)
“Despierta, despierta, vístete de poder, OH Sion; vístete tu ropa hermosa, OH
Jerusalén, ciudad santa; porque nunca más vendrá a ti incircunciso ni inmundo.
Sacúdete del polvo; levántate y siéntate, Jerusalén; suelta las ataduras de tu
cuello, cautiva hija de Sion”...
(Isaías 52: 1-2)

El mismo poder delegado por Dios a nuestros Padres de la fe en el pasado es el


mismo que hoy se encuentra disponible para nosotros. Pero para esto debemos
salir del sueño en que estamos sumergidos. Es nuestro deber como sus hijos que
cumplamos el papel que nos corresponde aquí en la tierra. Dios dice que
“despertemos”, que “nos sacudamos del polvo” y que nos “vistamos de la ropa
hermosa” que preparó para nosotros.
¡Despertemos! ¡Oremos, clamemos, intercedamos, guerreemos, tomemos la tierra
que ya nos entregó el Señor con su victoria!
¡Brazo de Jehová!: A través de la sangre de Cristo recibimos la autoridad,
ejecutamos aquí en la tierra el mandato de Dios, su voluntad, somos el medio, el
canal por el cual Dios obra. Debemos estar dispuestos para esta empresa.
¡Vístete tu ropa hermosa, Jerusalén, ciudad Santa!: También es nuestro deber
cada día presentarnos delante de Dios en oración para que Él nos “vista”, con su
presencia, la presencia de Dios en nuestras vidas es lo que hace la diferencia con
el resto del mundo.

“Oídme, los que seguís la justicia, los que buscáis a Jehová. Mirad a la piedra de
donde fuisteis cortados, y al hueco de la cantera de donde fuisteis arrancados.
Mirad a Abraham vuestro padre, y a Sara que os dio a luz; porque cuando no era
más que uno solo lo llamé, y lo bendije y lo multipliqué (Isaías 51:1)

¡Mirad a la piedra de donde fuisteis cortados!: Abraham y Sara padres de nuestra


fe, ascendencia y descendencia, esas bendiciones son las que hoy les pertenecen
a los hijos de Dios y nosotros debemos tomarlas, ya que las mismas se extienden
hacia nuestra heredad.
¡Sacudámonos del polvo!: Así como algo, cuando no se usa por mucho tiempo, se
puede encontrar lleno de polvo, así estamos cuando perdemos de vista el objetivo
de la oración, de la intercesión y de la guerra espiritual diaria, estamos llenos de
polvo. Pablo mismo nos insta (pide) en 1 Tes 5:17 que “oremos sin cesar”.

“Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente,
anda alrededor buscando a quien devorar” (1 Pe 5: 8)

¡Sed sobrios y velad!: Aquí Pedro nos pide que seamos templados, sencillos y
vigilantes custodios sobre las artimañas del diablo, con discernimiento sobre toda
situación. Este discernimiento solo proviene de cuán cerca estamos diariamente
del Señor para que Él nos guíe hacia toda oración de victoria.

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Segunda Parte: Lo que Dios dice acerca de cómo debemos estar


espiritualmente delante de Él, para la batalla.

...“Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día
malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros
lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el
apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, conque
podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la
salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; orando en todo
tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda
perseverancia y súplica por todos los santos”... (Ef 6: 13-18)
Esta armadura está preparada para que podamos resistir todos los ataques del
enemigo. Debemos asegúranos de usar la armadura completa diariamente, ya
que si lo hacemos parcialmente tendremos áreas desprotegidas (Lc 12.1–5).
Jesús nos advierte sobre esa clase de insensatez (Mt 7.26–27).
Esta armadura es la actitud del cristiano frente a la vida misma, ya que deberá
alinear la voluntad de Dios con su estado carnal.

La verdad: La verdad es lo que mantiene la armadura en su lugar. Si no tenemos


un dominio firme de la verdad, nuestra armadura tendrá “huecos” (desprotección)
que se presentarán como un blanco fácil para que el enemigo ataque.

La justicia: «Vestidos con la coraza de justicia», la coraza protege sus partes


vitales. También se la menciona como la coraza de fe y amor (1 Ts: 5.8), el
cumplimiento de toda la Ley (y por lo tanto la justificación) es el amor (Mt 22: 37–
40); y que la entrada en el Reino es sólo por la fe que obra justicia (Ro 10: 4–10).
Solo la fe y el amor hacen que entendamos el sacrificio de Cristo por nuestros
pares, y por lo tanto dejemos al Señor que obre en cada error cometido contra
nosotros.
“Entonces respondió y me habló diciendo: Esta es palabra de Jehová a Zorobabel,
que dice: No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de
los ejércitos”. (Zac 4:6)

Calzados anunciando el evangelio de la Paz: El evangelio de la paz es el


calzado del guerrero. Es el elemento que lo mantiene firme (apresto)
«¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian
buenas nuevas!» (Ro 10.15). Cuando avancemos en el terreno del enemigo
debemos estar calzados con esta firmeza, sino estaremos en desventaja, porque
no anunciar el evangelio es un pecado de omisión, estaremos descalzos y por lo
tanto nos lastimaremos y no podremos seguir avanzando.

El escudo de la fe: Los ataques del enemigo traerán desaliento y


desmoralización. La fe nos proporciona protección contra dichos ataques
apagando el fuego del enemigo. No debemos nunca basar nuestra fe en nuestras
propias fuerzas, sino que el escudo de la fe debe estar en Dios y en su poder para
vencer al que nos quiere ver muertos. (Pr 3.5–8).

El yelmo de la salvación: La salvación es el yelmo que protege nuestra cabeza.


incluye la renovación de nuestras mentes (Ro 12: 1–2). Los pensamientos se
encuentran en nuestra cabeza, los ojos, la boca y nuestros oídos están allí
también. Aquí se desarrolla la “actividad” o “las “influencias” del mundo, satanás y
sus huestes o la comunicación de nuestro Dios con nosotros.
Los ojos y oídos son los medios por los que recibimos toda clase de información, y
la boca es la que comunica a otros lo que queremos hacer saber y de ella pueden
salir palabras de poder, derrota, ánimo, desánimo, bendiciones, maldiciones, etc..
Debemos desarrollar a través de la guía del Espíritu Santo la sensibilidad a todo lo
que estamos expuestos y así frenar toda influencia que no esté en concordancia
con la voz o con lo que quiera Dios que nuestra mirada vea.
El yelmo era, en la antigüedad, el elemento que preservaba a las personas de una
“muerte segura”. Solo una vida entregada a Dios, y la dirección a través de su
Espíritu Santo, es la que nos da la capacidad para determinar qué pensamientos
son los nuestros, los de Dios y los del enemigo.

... “porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios
para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se
levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la
obediencia a Cristo,”...(2Cor 10:4-5)
Pablo dice:- “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto,
todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay
virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad”-.

Las “fortalezas”, de las que habla Dios en su palabra, son aquellos pensamientos
que se han establecido en: nuestra niñez, adolescencia o madurez. Son ataduras
que el diablo ha ido haciendo a través de circunstancias particulares (obsesiones,
miedos, abusos, vicios, falta de perdón, rencor, lo que miramos, lo que
escuchamos, etc.. ¿Cómo conocemos estas ataduras?, porque se contraponen a
la palabra de Dios. Debemos ir soltándolas, está en nosotros en querer dejar que
el Espíritu Santo empiece a hacer de nosotros “nuevas criaturas”. Las ataduras te
exponen a la acusación constante de Satanás hacen que quedes trabado en el
pasado, y te impide avanzar.
“Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el
poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido
lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de
nuestro Dios día y noche”. (Ap 12: 10)

La espada aguda de dos filos: la palabra de Dios:


Esta es nuestra arma principal es la más filosa, cuyo filo no puede ser desgastado
por el tiempo ni por el uso. Empuñar esta poderosa espada no sólo derrota al
enemigo sino que además fortalece y dirige al guerrero (Sal 119:105). También
debemos guardar la palabra dentro de nuestros corazones a fin de impedir que el
enemigo nos haga cautivos (Sal 119:11).
“Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de
dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos,
y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Heb: 12)
Aquí el Señor nos dice que su palabra “parte el alma”, quiebra hasta nuestras
intenciones, quedamos desnudos delante de Él.
“Entonces el diablo le dijo: Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta
en pan. Jesús, respondiéndole, dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre,
sino de toda palabra de Dios” (Lc 4: 3-4)
La palabra de Dios es la que en el tiempo de la tentación de Jesús, el mismo
Señor la presentó como su arma principal, en este pasaje el Señor deja la
enseñanza de la guerra espiritual personal.

“Orando en todo tiempo con toda oración y súplica por todos...


Si hemos desarrollado el “hábito” o práctica de la oración, será esta una reacción
natural a todo lo que pueda pasar al cristiano. Alguno se preguntará: Que pasa si
me encuentro ante una situación de emergencia?, ¿no debería llamar primero al
hospital?. Que encrucijada!, pero esta es la manera que debemos vivir. Jesús nos
escucha cuando esta comunicación es como respirar en los cristianos, por lo que
sacamos en conclusión que: está bien que vallamos al hospital ante cualquier
emergencia, pero camino allí oraremos.
Debemos desarrollar la sensibilidad a la voz del Espíritu Santo para ser guiados
por el Señor a toda victoria.

Ahora bien, hemos visto nuestro lugar espiritual, la autoridad heredada a través de
la victoria del Señor Jesús en la cruz y como debemos presentarnos diariamente
frente a Dios. ¿Por qué nos privilegió con su poder y autoridad?

“Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra
potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes
espirituales de maldad en las regiones celestes” ( Ef 6:12)
“Mi pueblo fue destruido porque le faltó conocimiento” (Oseas 4:6)
“Oíd palabra de Jehová, hijos de Israel, porque Jehová contiende con los
moradores de la tierra; porque no hay verdad, ni misericordia, ni conocimiento de
Dios en la tierra” (Oseas 4:1)

Es nuestro deber escudriñar (investigar), introducirnos diariamente en nuestra


realidad como hijos de Dios. El conocimiento que su palabra nos da y la
revelación a través de su Espíritu Santo, son el sustento imprescindibles para la
vida de todo cristiano. Este conocimiento del que habla Dios solo se consigue
“comiendo de su rollo”, no ignorando las “maquinaciones” de Satanás. Y solo a
través de la oración podemos acceder a las victorias.
Existen diferentes tipos de oración, pero estas se pueden resumir en tres grupos
principales; 1) La personal (la oración), 2) Por otros (Intercesión), 3) La de guerra
(Guerra Espiritual).

“para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros; pues no ignoramos sus
maquinaciones” (2 Co 2:11)

Conocer dichas maquinaciones (tretas, intrigas, ardides, etc) nos ayuda a frustrar
sus planes contra nosotros mismos y la iglesia de Dios. No debemos atrevamos a
ser ignorantes de estas maquinaciones de Satanás contra nuestras iglesias y
nuestra vida espiritual, porque como ya lo hemos visto antes, es un deber de todo
cristiano “entender” el ambiente espiritual. Una de las principales armas del
Diablo, o la principal, es el engaño.

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Tercera Parte: La oración, la intercesión y la guerra espiritual.


ORACIÓN:

“Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel


que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá” (Mt 7:7)

La oración es el medio de comunicación por el cual podemos hablar con Dios, es


la relación reestablecida entre Dios y los hombres a través de la expiación de los
pecados hecha por el Señor Jesús, además se ser la forma de transmitir a Dios
todas nuestras inquietudes, deseos, peticiones, alabanza, etc.. Es el momento
más importante en la vida de todo cristiano, porque es la vida misma espiritual, si
no vivimos en una actitud de oración Él no puede comunicarnos su voluntad,
propósito, alertarnos, etc..
Pero debemos “practicar” diariamente el “hábito maravilloso” de la oración, ya que
si no tuviéramos oídos sería imposible que recibiéramos lo que nos transmite el
medio en que vivimos. Así, si no tenemos desarrollados nuestros oídos
espirituales no podríamos percibir lo que Dios quiere para nosotros, y esto se
logra solamente a través de la sensibilidad a la voz del Espíritu Santo.

“Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de
pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por
nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es
la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los
santos” (Ro 8: 26-27)

Es importante que para cada oración seamos guiados por el Espíritu Santo. En
este pasaje de Romanos, Pablo nos demuestra que Dios conoce todas nuestras
aflicciones y que Él nos ayuda a “pedir como conviene”.

Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea
tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la
tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas,
como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en
tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por
todos los siglos. Amén. (Mt 6: 9-13).

Este es el modelo de oración por excelencia que el Señor Jesús nos dejó, en el
cual están cubiertas todas nuestras expectativas diarias. El mismo no se limita a
un “rezo” común sino que es el patrón de oración que nos permite explayarnos en
las diferentes direcciones que debe cubrir nuestro devocional diario: oración de
entrega, de alabanza, de consagración, de arrepentimiento, de gracias, de
cobertura, de reconocimiento.

INTERCESIÓN:
¿Qué es interceder? En el diccionario Lexis 22 de la Real Academia Española la
definición es:
“Del latín intercedere // Rogar o mediar por otro para alcanzarle una gracia o
librarle de un mal”.
Por lo tanto deducimos que intercesión es la mediación, ya sea personal o a
través de una plegaria, de una persona, o grupo de personas, que claman o
ruegan a favor de otro, para que una dictamen, bueno o malo, sea modificado.
Desde el punto de vista de Dios, en la Biblia, existen varios modelos hombres y
mujeres que gozaron del privilegio de interceder a favor de otros, pero el mayor de
ellos fue nuestro Señor Jesús, el fue el único mediador entre Dios y los hombres.
Entonces ¿cuál sería nuestro papel como intercesores si el Señor está mediando
en la actualidad por nosotros?
Es que los intercesores vinculan la misericordia de Dios con la necesidad humana.
debemos “practicar” diariamente el “hábito maravilloso” de la oración.
¿Qué es Misericordia?:
El diccionario Lexis 22 dice: “Virtud que inclina el ánimo a compadecer las
miserias ajenas y a tratar de aliviarlas // Atributo de Dios.
Déjeme que le explique esto: El mundo está en tinieblas y no puede ver de dónde
viene la luz de Dios para encontrar el camino que lo lleve hacia Él, solo ve una
vaga claridad y hasta a veces, no ve ninguna luz.
Si Ud. Manejó alguna vez a través de una densa tiniebla sabe que debe usar las
luces rompe nieblas, ya que de otra manera no puede saber qué hay delante
suyo, y si ve luces solo las ve borrosamente. Así está la gente hoy, en densas
nieblas buscando una respuesta, un camino de retorno, un sentido a su vida, y
solo aquellos que estén dispuestos a clamar por ellos por misericordia, por amor,
ese amor y misericordias que caracterizó al Señor Jesús, serán los encargados de
disipar, a través de sus oraciones, esas tinieblas para que los que están en
confusión retornen al seno del Señor.

“Busqué entre ellos hombre que hiciese vallado y que se pusiese en la brecha
delante de mí, a favor de la tierra, para que yo no la destruyese; y no lo hallé”.
(Ez 22.30)

Dios busca intercesores con estas características, que se coloquen en la


«brecha», que cierren la puerta a los intrusos y clamen por la entrada a las
bendiciones de Dios.

“Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no


conoces” (Jer 33:3)

Para poder clamar por otros de la manera en la que está hablando en este pasaje
Dios, es necesario que en nosotros esté el amor de Jesús, hacia Él y hacia
nuestro prójimo, una plena sinceridad y una plena confianza que Dios nos está
escuchando, esto se llama fe.

“Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor


nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y
con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal
mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
No hay otro mandamiento mayor que éstos”. (Mr 12: 29-31)

Este amor es el que nos permite orar por otros a pesar de sus fallas.

“Y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en


nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Ro 5: 5)

Solo a través de este amor podremos entender lo que Dios siente por la
humanidad, este amor será dado solo a aquellas personas que estén dispuestas a
morir (perdonar, llorar con los que lloran, sufrir con los que sufren, etc.),

“Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y


buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré
desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra” (2Cr 7:14)

Y a defender, delante de Dios, a las que aún están en oscuridad, depende de


nosotros la pasión por sus almas.
A continuación algunas citas bíblicas que les servirán de referencia, ya que estas
personas se encontraban en diferentes circunstancias y ante diferentes
problemas. Cada una es un ejemplo de cómo enfrentar cada caso y no son los
únicos casos ya que hay muchos más, depende de Ud. escudriñar la palabra y
descubrirlos, ya que el Señor verá su interés y no solo traerá su palabra sino que
con ella vendrá la revelación:
Daniel intercede por su pueblo Dn 9: 3, 18-19; 10: 12;
La reina Ester intercede por su pueblo Est Cap.4 y 5;
Abraham por Sodoma y Gomorra Gn 18: 16-33;
el clamor del pueblo de Nínive Jon 3: 1-10.
Estos hombres y mujeres han sido el medio por el cual a través de su clamor,
Dios cambió su dictamen.

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GUERRA ESPIRITUAL:

A partir de su destierro del Jardín del Edén, el ser humano ha tenido que pelear
por lugares geográficos para establecerse y poseer su propia tierra, esto solo era
posible a través de conquistas.
Desde el principio de la humanidad, las guerras han sido uno de los medios por el
cual el hombre desarrolló estrategias para dichas conquistas y aún hoy siguen
vigentes, se ha perfeccionado en la forma, poder, adiestramientos, etc., quizá
también no sea tan abiertamente, entre bombas y destrucción, pero sí en métodos
silenciosos como las armas químicas.
Cada país, cuenta con armamentos que utiliza según su criterio o tendencia:
conquista, defensa, neutralismo.
Cada nación se ha provisto de las más sofisticadas armas de acuerdo a su
idiosincrasia, herencia o costumbre y ha permanecido en dicha posición hasta
nuestros días.
Así también se extiende esto a nuestra supervivencia diaria: lograr un empleo,
regateo en compras, defensa de nuestros derechos, etc.,
Por lo que podemos concluir que las guerras serían una forma de supervivencia y
aún una forma de vida diaria.
Podríamos clasificarlas en tres grandes grupos:

1) de conquista: (métodos de inteligencia, persuasiva, agresiva, violenta o


mortal )
2) de defensa: (conservación, apoyo, sostén, custodia, atención)
3) neutral: (diplomática, lateral, independiente, imparcial, secundaria, fría)

Ahora bien, si el hombre hubiera sido neutral, ni conquista ni se defiende, habría


muerto en medio de los peligros en que se encontraba fuera del Jardín del Edén
ya que por su posición no tenía que hacer nada.
Y si su actitud hubiera sido solo de defensa se hubiera quedado al lado del Jardín
del Edén, porque los peligros a los que estaba expuesto, no le permitirían
arriesgar el poco armamento que tenía, si es que lo tenía, y si lo tenía en poco
tiempo quedaría sin reservas, llegaría su final, sin haber podido siquiera ver la
tierra prometida.
Entonces el punto sería el de la conquista, y fue el único que se utilizó, pero en
este vemos que el hombre debe tener no solamente armamentos: si no también
preparación física y mental, cada conquista tiene diferentes características y
procedimientos para poseer lo que se desea o necesita, una tierra, lugar, tomar lo
que es suyo, pelear por sus intereses, etc., para esto debe pelear, derramar
sangre y hasta a veces morir:

“Si corriste con los de a pie, y te cansaron, ¿cómo contenderás con los caballos?
Y si en la tierra de paz no estabas seguro, ¿cómo harás en la espesura del
Jordán?” (Jer 12:5)

Esta respuesta de Dios a Jeremías por su queja, a causa de aquellos que se


levantaban contra él, es el vivo exponente de nuestra preparación como soldados
para una guerra
Así exactamente es en el aspecto espiritual. Debemos pelear diariamente las
batallas que se nos presenten, en lo personal, para luego conquistar todos los
lugares que entregó Dios a sus hijos:
En este pasaje vemos tres etapas de luchas espirituales por las que debemos
pasar. La primera son personas o circunstancias que poseen características
similares a nosotros o al medio en que vivimos, que nos pueden desanimar, pero
¿cómo es esto si es en el ámbito espiritual?

Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra
potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes
espirituales de maldad en las regiones celestes”. (Ef 6: 12)
Aquí Pablo nos exhorta a no pelear con las personas: jefes, hermanos, líderes,
pastores, parientes, situaciones, formas de contestación, formas de carácter, etc.,
porque el nivel de lucha es espiritual, nuestra batalla debe ser librada contra los
poderes de las tinieblas, contra las maquinaciones del diablo en los pensamientos
de las personas.Y si ocurriera que no nos damos cuenta contra que peleamos, no
podríamos pasar a la siguiente etapa, ya que, no dimos bien este primer examen.
¿Porqué examen?, porque no podemos pasar a la segunda etapa en donde las
características son más tenaces. Cada éxito en la batalla espiritual diaria que
libramos, la que nos libra de los rencores, disensiones, peleas, discordias, celos,
envidia, odios, bronca, nos da la autoridad sobre cada error, falla, pecado,
naturaleza, etc., la que parecería que serían más resistentes. Dios está hablando
de

“Mi siervo Moisés ha muerto; ahora, pues, levántate y pasa este Jordán, tú y todo
este pueblo, a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel. Yo os he entregado,
como lo había dicho a Moisés, todo lugar que pisare la planta de vuestro pie.
Desde el desierto y el Líbano hasta el gran río Eufrates, toda la tierra de los heteos
hasta el gran mar donde se pone el sol, será vuestro territorio. Nadie te podrá
hacer frente en todos los días de tu vida; como estuve con Moisés, estaré contigo;
no te dejaré, ni te desampararé”. (Jos 1: 2-5)

Anteriormente vimos el lugar que ocupamos espiritualmente, la autoridad, el deber


como hijos de Dios, nuestro estado espiritual para batallar (la armadura), las llaves
para entrar en la presencia de Dios, ahora veremos con qué armas nos armó el
Señor Jesús para pasar por la “espesura del Jordán”, el paso previo antes de
tomar la tierra.

La espesura del Jordán representa las tinieblas a las que tenemos que
enfrentarnos,

NUESTRAS ARMAS ESPIRITUALES:

El nombre de Jesús, sinónimo de autoridad

“Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre
todo nombre” (Fil 2: 9-10)
“He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza
del enemigo, y nada os dañará” (Lc 10: 19)

La autoridad en Su Nombre requiere de santidad y obediencia.


El grado de autoridad en nosotros será determinado por las victorias personales
sobre el pecado y por nuestro estado de santidad.

“Porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo” (1Pe 1:16)
El Espíritu Santo: dirección y fortaleza

“Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el


Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré” (Jn 16:7)
“Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él
os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho”(Jn 14: 26)
“Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no
hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber
las cosas que habrán de venir” (Jn 16: 13)

La promesa de ser investidos del poder y la dirección del Espíritu Santo se cumple
en el día de Pentecostés

“Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me
seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la
tierra” (Hc 1: 8)

Dios nos capacitará para pelear las batallas diarias, las cuales no se presentarán
siempre con las mismas características, Él nos guiará hacia su verdad y así
sabremos discernir cada circunstancia por la que estemos atravesando.

La Palabra de Dios: Firmeza y confianza

Como ya hemos dicho anteriormente, el mismo Jesús libró una batalla feroz en
sus cuarenta días en el desierto, antes de principiar su ministerio.
Él recibió primero el bautismo en el Espíritu Santo, fue investido de poder:

“Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le
fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía
sobre él” (Mt 3: 16)

luego fue llevado directamente a enfrentar a su enemigo:

“Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al
desierto por cuarenta días, y era tentado por el diablo. Y no comió nada en
aquellos días, pasados los cuales, tuvo hambre” (Lc 4: 1-2)

El Señor Jesús utilizó la Palabra de Dios como su artillería, para los hijos de Dios
su Palabra en nuestros corazones es el arma más poderosa que existe en la
tierra, no hay nada comparable a ella, Pablo la describe “la espada aguda de dos
filos”, no hay nada comparable a ella, por ella fue hecha la luz (Gn 1:3), el
firmamento (Gn 1: 6), la vegetación (Gn 1: 11), las estrellas (Gn 1: 14), los seres
vivientes (Gn 1: 20). Dios mismo es la palabra viviente YHV (Yo Soy el que Soy):

“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era
en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo
que ha sido hecho, fue hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los
hombres” (Jn 1: 4)

El evangelio de Juan describe la fuerza poderosa

“Jesús, respondiéndole, dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino
de toda palabra de Dios” (Lc 4: 4)
“Respondiendo Jesús, le dijo: Vete de mí, Satanás, porque escrito está: Al Señor
tu Dios adorarás, y a él solo servirás” (Lc 4: 8)
“Respondiendo Jesús, le dijo: Dicho está: No tentarás al Señor tu Dios” ( 4: 12)

después de ese tremendo enfrentamiento entre el bien y el mal el Señor volvió en


el poder del Espíritu

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4ta. Parte:
Charlas sobre intercesión y guerra espiritual para nuestros hijos.
Orientación a padres:
¿Qué tipo de espejo soy?, ¿qué reflejo?

En éstos últimos años hemos visto avanzar a pasos agigantados todo tipo de
información a través de medios como: Internet, televisión, radio, etc., siendo un
bombardeo constante de información a nuestra mente anhelante de conocimiento.
Quizá, en otras épocas, hubiéramos sido nosotros, los padres, los que
pusiésemos límite a lo visual, o a todo lo que nuestros hijos les llegare a la mano,
como oyentes o espectadores: diarios, revistas, dibujos, música, etc..
En la actualidad es imposible de controlar lo que ellos reciben fuera del ámbito
familiar.
Si bien nosotros podemos regular lo que ven o reciben en nuestros hogares, están
“libres” a toda información fuera de él.
Dios muchas veces nos ha dicho cómo guiar a nuestros hijos. El pasaje de
Proverbios 22: 6, habla de instruirlo ya que cuando fuere viejo no se apartará del
camino, de la instrucción.
Esta sección trata de lo que nosotros los padres reflejamos.
El espejo tiene diferentes características: puede ser de una perfecta definición y
calidad donde uno puede apreciar cada imperfección o virtud, o puede ser opaco
y borroso don no podríamos ver con claridad los defectos o las virtudes.
Así muchas veces somos los padres, pretendemos que la ley se cumpla en ellos a
la perfección, cuando nosotros todavía no pudimos lograrlo.
Hemos visto cómo padres cristianos, sumidos en sus propias tareas, asuntos,
sean seculares o eclesiásticas, han perdido de vista el crecimiento de la palabra
de Dios en sus hijos.
La tarea de enseñar a nuestros hijos es un “trabajo de hormiga”, es un “gota a
gota se orada la piedra”, es discernir constantemente ¿qué les pasa?, ¿Por qué
están así? Es ser sensibles a sus penas, temores, fracasos y aciertos.
Debemos ocuparnos de ellos, porque, aunque nos digan ¡ya soy grande!,
necesitan que les proporcionemos el límite, el freno, que les permite percibir
nuestro interés hacia ellos.
Este límite es un ¡te necesito! Silencioso y constante.
Es compartir tiempo con ellos, momentos de oración, de ocuparnos cuando
existen frustraciones, anhelos, de dialogar sobre los pensamientos que les
producen tentaciones, dudas, temores, etc.,
Los padres tenemos la capacidad y la autoridad dada por Dios, como tales, para
ministrar cada día a nuestros hijos, pero eso también depende de lo que
reflejemos nosotros: si realmente, como cristianos, somos ejemplo de que “lo que
decimos, eso hacemos”.
Los hijos tienen la tendencia de “juzgar” a sus padres y por lo tanto emiten juicio
sobre nuestra conducta permanentemente. No nos olvidemos que los hijos
idealizan a los padres, por este motivo, nunca nos podemos equivocar, para ellos
somos perfectos.
Cuando esa perfección se ve minada de errores que cometemos, cuando eso que
profesamos o predicamos no lo podemos aplicar a nosotros, se pierde la autoridad
y dejamos de ser ejemplo.
Y no estamos hablando de ser ejemplo solo en cumplimiento, responsabilidad,
aseo, etc., sino en una vida íntegra, donde ellos puedan ver tanto el siervo o
sierva del Señor, en el mismo nivel de padres.
Mucho se ha escrito o hablado sobre la “guerra espiritual”, pero nosotros hoy
presentamos el lado profundo de dicha guerra, el que no se vé, el que está muy
dentro nuestro, aquel que es de tejido resistente, y forma telarañas poderosas de
las cuales muchas veces no podríamos salir.
Las maquinaciones diabólicas del diablo son estas telarañas. Ellas, como son
invisibles, le permiten atrapar a sus presas “a piachere”, el solo hecho de que
nuestros hijos descubran que no hemos sido íntegros en nuestra manera de vivir,
es una puerta abierta para todo tipo de cuestionamientos.
Las batallas espirituales se libran cada día, hora, minuto y segundo de nuestro
paso por esta tierra, esto es una forma de vida, por eso, cada asunto que surja o
les competa a nuestros hijos, será resuelto dependiendo de nuestra imagen,
sabiduría y madurez, con que se encare cada tema.
Jesús, en el pasaje de Mateo 13: 18-23, nos habla de la parábola del sembrador,
es nuestro deber diario saber cómo se encuentra la semilla que alguna vez hemos
sembrado en sus corazones, en qué nivel de entendimiento se encuentra la
palabra de Dios y si la aplican a su vida.
Es en la adolescencia donde veremos el resultado de nuestra instrucción dada..
Nuestros hijos son la continuidad de nuestra heredad espiritual y por ende
Satanás no quiere que ellos sean una “heredad bendita por Dios”, por eso hemos
hablado anteriormente de que es una “guerra espiritual” diaria como forma de
vida.
Es necesario, también, que podamos visualizar cuadro completo: desde cuándo el
diablo quiere coartar el camino de la bendición de nuestra heredad en la tierra, a
causa de la caída del hombre y la promesa de restauración de Dios::
En el pasaje de Génesis 3: 15, se ve la primera alusión del nacimiento del Mesías,
la primera promesa de restauración del hombre. Sería el vientre de la mujer la que
daría a luz la bendición y por ende la causa de destrucción eterna de Satanás.
satanás, a través de la tergiversación de la palabra de Dios, quiso destruir los
planes que tenía preparado Dios para la humanidad. (Gn 3: 2-7)
La mujer cumple el rol más importante en ésta etapa de la humanidad, ya que fue
puesta como compañera “idónea” del hombre (Gn 2: 18). Por lo que satanás
querrá destruirla para que no haya descendencia bendita y para que no gobierne
su casa con sabiduría (Prov 31: 10-31).
En el pasaje de Génesis 4: 8, vemos cómo satanás quiso destruir la heredad del
hombre con la muerte de Abel, pero Dios ya tenía el reemplazo, este sería Set
(Gn 4: 25-26).
Dios cumple su promesa de bendición sobre nuestra heredad, desde Abel,
pasando por la primer promesa de la descendencia en Génesis 18: 13, de
multiplicación de la heredad por su fe en Génesis 22: 2-18, hasta Jesucristo,
porque digo hasta el Señor Jesús, porque con el Señor se rompen todas las
maldiciones que pesaban sobre el hombre.
Pero esto no quiere decir que satanás nos dejará tranquilos, el tratará, por todos
los medios, desde los más sutiles, hasta los más visibles de apartar, no solo a
nuestra heredad, del camino, sino también a nosotros, porque esto es lo único que
nos puede hacer.
Padres recuerden:
Si dejáramos las puertas sin llave o abiertas, salteadores y ladrones entrarían en
nuestro hogar y nos desvalijarían, así el ladrón vino para robar matar y destruir...
Cerremos las puertas abiertas que tengamos nosotros y aún en la relación padre-
hijo.
Hagámosle frente, se trata de nuestra heredad, si hay que empezar por nosotros...
¡empecemos!

...JESUCRISTO VINO A DESHACER LAS OBRAS DEL DIABLO.

DIOS LES DE ENTENDIMIENTO Y SABIDURÍA.

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