Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
TESTIMONIOS REALES
Testimonio Número 1:
"Todo empezó cuando era adolescente. Los días que me quedaba a estudiar
hasta tarde comenzaba la pesadilla. No podía acostarme después que el resto de mi
familia, porque me hacía a la idea de que iba a dejar las puertas y la llave del gas
abiertas, que iban a entrar ladrones y nos iban a matar a todos o que iba a explotar la
casa, y que todo sería mi culpa. Entonces daba inicio a un ritual que me consumía.
Revisaba puerta por puerta y chequeaba la llave del gas hasta que me doliera la mano.
Terminaba la ronda y volvía a empezar, una y otra vez, y cada vez que me encaminaba
hacia mi habitación la duda volvía a asaltarme, y otra vez se ponía a andar la rueda.
Rompí tres picaportes y dos llaves del gas en menos de siete meses. Los últimos tiempos
después de ritualizar una o dos horas, cuando sentía que ya no daba más y cuando me
invadía una sensación de irrealidad que creía que no me dejaba razonar, despertaba a
mi hermano para que me confirmara que había cerrado todo. La certeza de que iba a
ocurrir algo terrible era para mí cada vez más fuerte. Me moría de vergüenza, sentía
que me estaba volviendo loca, pero no podía controlarlo”. Ana Laura Q. (30 años).
Con el relato de Ana Laura Q. muchas personas podrían sentirse identificadas.
La que hoy es una mujer adulta y profesional, cuenta los primeros síntomas de lo que
después supo era el Trastorno Obsesivo Compulsivo, una patología que se ubica dentro
del vasto grupo de los trastornos de ansiedad y que ataca, según diversos estudios, a una
de cada 50 personas en todo el mundo.
Pese a que las víctimas del TOC se sientan “únicas”, distantes están de serlo.
De acuerdo a datos difundidos afecta en la misma proporción a hombres y a mujeres y
que si bien puede aparecer en cualquier momento de la vida, suele dar sus primeros
indicios en los albores de la adultez. De todos modos, los médicos advierten que las
estadísticas “no deben tomarse al pie de la letra”. La experiencia del consultorio
demuestra que muchos pacientes con TOC ocultan su problema por temor a ser mal
vistos, dado que ellos mismos son concientes de que sus manías o sus ideas son
absurdas y carecen de sentido. Y esa es, según los profesionales, una de las principales
diferencias entre el trastorno obsesivo compulsivo y las fobias -estrellas por excelencia
de estos tiempos si es que de ansiedad se habla-. “Mientras por la difusión que han
tenido, las fobias comienzan a ser vistas como algo relativamente común o padecido por
muchos, y en tanto, devinieron en patologías con cierto grado de aceptación social, el
TOC tiende a esconderse porque sigue siendo una enfermedad que da vergüenza a quien
la padece”, aseguran los expertos. Lo cierto es que, considerado por la Organización
Mundial de la Salud como una de las 10 enfermedades más invalidantes, el trastorno
obsesivo compulsivo puede llegar a límites que rozan con la irracionalidad para quien lo
observa fuera de la piel de quien lo sufre y es esto precisamente, lo que lleva al enfermo
a ocultarlo.
Testimonio Número 2:
“Yo empecé con el TOC a los 17 años. Íbamos a la bolera con mis amigas y yo
temía conocer a alguien porque me obsesionaba la idea de contagiarme HIV. Fue un
pensamiento que primero me pareció normal, pero después fue cobrando fuerza, hasta
el punto en que no quería que nadie se me acercase. Todas las personas eran amenazas
para mí, todas podían tener SIDA e infectarme, y así me fui aislando. Llegué a no
sentarme en los autobuses y a usar guantes constantemente, porque temía que hubiese
sangre en los pasamanos, o en el asiento, que la sangre traspasara el pantalón y
llegara hasta mi pierna. Si por casualidad me lastimaba alguna parte expuesta del
cuerpo faltaba al trabajo y a la facultad, porque tenía terror de que justo en esa herida
me entrara sangre infectada. Ni hablar de las relaciones sexuales, pasé más de cuatro
años sin tener ningún tipo de contacto físico con nadie, porque el miedo al contagio era
más fuerte que cualquier cosa. En el límite del ostracismo entre en una depresión muy
fuerte, y recién ahí, ante la intervención de mi familia y la consulta con el médico supe
que tenía TOC”, cuenta Mariana P. (27 años).
Testimonio número 3:
Testimonio Número 4:
El TOC es una enfermedad que no tiene mucha difusión pero la tiene mucha
gente. Este trastorno se divide en la obsesión, que es una idea o un pensamiento
desmedido y desproporcionado y las compulsiones o rituales, que son los que alivian y
los que tranquilizan a la persona que teme que se cumpla ese pensamiento obsesivo.
Claro que no siempre que hablemos de una obsesión hablamos de TOC. Nosotros
tenemos dentro del diagnóstico un punto de corte, que puede ser discutible, pero que
indica que para que una persona sea diagnosticada con TOC tiene que pasar al menos
seis meses con los síntomas y debe sumar al menos una hora diaria de rituales. Para que
sea TOC, el trastorno realmente debe interferir en la vida cotidiana, debe limitar y debe
alterar la calidad de vida”, aclara un profesional para evitar falsas alarmas. “Al paciente
con TOC se le aparecen una serie de ideas que van en contra de su marco de valores. Si
bien a todos nos pasa, quien no sufre de TOC tiende a pasar por alto estos
pensamientos, pero un paciente con TOC los sobrestima. Produce un fenómeno que es
la fusión pensamiento-acción. Cree que si piensa algo, eso que piensa pasa al orden de
la realidad, pero esto es una distorsión. El paciente cree que si piensa que la llave del
gas puede estar abierta es porque lo está, hay una confusión entre posibilidad y
probabilidad. Si se le cruza la idea de que podría haber sido gay, por ejemplo, empieza a
ponerse muy ansioso pensando cómo hará para desestimar o sacarse de la cabeza esa
idea de ser gay. Los pacientes TOC son, como todos los pacientes de trastornos de
ansiedad, muy controladores de la incertidumbre, y esto tiene su correlación con
personalidades perfeccionistas y criticistas, que no pueden tolerar ideas contradictorias a
su marco de valores”, asegura el psicólogo Francisco Palacín. Y las palabras del
profesional tienen su correlato en el testimonio de los pacientes, que una vez
recuperados o en tratamiento, pueden contar de qué se trata:
“Cuando nació mi primer hijo mi vida hizo un clic. Comencé a tener una
obsesión por la limpieza muy fuerte por miedo a que el bebé se enfermase de algo
grave. Me angustiaba mucho la sensación de que a mi hijo le pasaría algo terrible.
Entonces baldeaba dos veces por día toda la casa, pasaba lavandina en todos los
muebles y echaba desinfectantes ambientales constantemente, ante la incomprensión de
mi familia. Pero después me pasó algo horrible. Comencé a tener terror de dañar a mi
hijo, de tener un acto de locura y lastimarlo, y esa sola idea me paralizaba.
Pensaba que estaba volviéndome loca, entonces evitaba quedarme sola con él. Fueron
momentos muy difíciles, porque sentía que no se lo podía confiar a nadie, que iban a
encerrarme. Me sentía un monstruo”, cuenta Analía A. (31 años).
El temor a lastimar es otro de los síntomas del TOC. “El obsesivo compulsivo
teme cometer todas las conductas que moralmente están sancionadas. Tiene miedo de
empujar a una embarazada o dañar un ser querido, por ejemplo. Imagina la situación y
la vive con mucha angustia y culpa excesiva. En algún punto el trastorno obsesivo
compulsivo está ligado a la culpa y esto hace que los pacientes teman desarrollar
conductas moralmente incorrectas, pero deben saber que estas ideas no significan en
absoluto que vayan a actuar así. Justamente porque no lo harían nunca se lo imaginan.
Los obsesivos no hacen nada y sienten culpa como si hubieran hecho todo”, explica los
psicólogos.
Según admiten los profesionales, determinar cuál es el verdadero origen del
TOC sigue desatando un debate en el plano de la ciencia. Mientras algunos insisten en
una predisposición genética, otros no la desestiman, pero resaltan la importancia de
factores externos que favorecen al desarrollo de la enfermedad. “Existen varias teorías
acerca del origen del TOC, desde compromisos neuro orgánicos hasta factores
genéticos, como así también particularidades familiares, y algunos cuadros virósicos
que dejan esta patología como secuelas –explicó el médico psiquiatra Eduardo Grande-.
De todos modos también es pertinente resaltar que muchas veces se encuentra en la
historia vital de estas personas antecedentes de la infancia o de la adolescencia
predisponentes, o bien ansiedades, pánico, depresiones, irritabilidad, trastornos de
escolaridad, o de la alimentación, que terminan en TOC”, acota.
A destacar la incidencia que pueden tener los antecedentes familiares o el
contexto de crianza en el paciente que manifiesta los síntomas del trastorno obsesivo
compulsivo, ya que, muchas veces, hay eventos que desencadenan la patología. “Hay
contextos familiares claramente favorecedores para el TOC, como el hecho de que
alguno de los padres haya sufrido algún tipo de trastorno de ansiedad por el cual hayan
señalado ciertas situaciones como catastróficas, o peligrosas y hayan desarrollado la
idea de que hay que controlar determinada cantidad de cosas para sobrevivir. También
hay factores desencadenantes, situaciones de mucha ansiedad, situaciones sociales.