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¿Qué quiero ser y con quién lo quiero compartir?
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Como bien dice Alfredo Fierro, la personalidad no nace, se hace, y durante este
proceso de construcción o desarrollo de la misma intervienen diferentes motivos
que llevan a que ésta se realice con o sin conflictos. Por ello Erikson plantea que
la identidad es una diferenciación social inconfundible que hace al individuo único
y auténtico, pero es algo que los adolescentes no pueden comprender porque son
demasiado vulnerables y se dejan llevar por el consumismo pues necesitan
experimentar y buscar algo que más se les asemeje o por lo menos ellos lo creen
así, asumiendo de esta manera una personalidad real o ideal (Harter, Susan) ± y
todo individuo ha pensado en por lo menso una-, aunque se sabe que es un
momento evolutivo de su propia búsqueda y , si se llegara a notar una crisis de
identidad es normal, puesto que la identidad de todo individuo siempre se ve
influenciada factores familiares, sociales, comerciales, etc. El adolescente suele
ser más endeble y por ello se le dificulta diferenciar sus preocupaciones mentales
y comienza a crearse una audiencia imaginaria, porque falsamente cree que los
demás están tan preocupados por su conducta y su aspecto como lo están ellos
mismos, es cierto que están a expensas de caer en esta audiencia pero, no solo
se da durante esta etapa de la vida, aun cuando se es adulto, de una u otra
manera siempre se está a expensas de lo que piensen o digan los demás de uno.
Los diferentes estados de identidad suelen ser más acertados porque, cada
adolescente vive y piensa de manera muy distinta, aunado a que intervienen
algunos factores antes mencionados, entonces ±citando a Anita Woolfolk- ³se
refiere a la organización de las pulsiones, habilidades, creencias e historia del
individuo en una imagen coherente de sí mismo´, solo que algunos adolescentes
sufren de una exclusión de su identidad, y no son ellos los que intervienen en sus
decisiones, otros tienen una dispersión de su identidad y les causa confusión
respecto a quién es y qué desea, una más es la moratoria en donde deja de hacer
elecciones debido a que no ha podido encontrar algo que lo haga ser único, por lo
menos lo cree así, por último, que es la más conveniente es la adquisición de la
identidad, que luego de considerar verdaderas opciones el individuo toma
decisiones y trata de realizarlas. Si bien es una etapa de la vida un tanto difícil,
como sociedad, debería evitarse catalogar a los jóvenes negativamente, y quizá si
se buscaran alternativas para que su desarrollo fuera más óptimo sería un mejor
ejemplo de convivencia y se evitarían representaciones dominantes y habría una
mejor comunicación y entendimiento con una representación alternativa (Lutte,
Gerard)
Los factores que anteriormente mencionamos además de influir en la
conformación de la identidad del adolescente también repercuten en su imagen
frente a la sociedad, la alternativa que los jóvenes tienen para enfrentar de una
forma que hace parecer menos complejo el proceso de aceptación del mundo
adulto; es formar grupos de pares con los mismos gustos y objetivos, todo esto lo
observamos en lo que se conoce como culturas juveniles (Feixa, Carles 1998) , al
hablar de estas; hablamos de las experiencias sociales de los jóvenes, suelen ser
expresadas de forma colectiva, mediante la construcción de estilos de vida
distintivos, localizados frecuentemente en el tiempo de ocio de los jóvenes, en un
sentido más restringido se define como la aparición de microsociedades juveniles,
en los cuales intervienen grados significativos de autonomía con respecto a las
llamadas instituciones adultas, esto básicamente tiene sus orígenes en los países
occidentales tras la segunda guerra mundial; esto trajo consigo grandes procesos
de cambio social, económico, educativo, laboral e ideológico ±citando a Hall &
Jefferson se trata de una condición transitoria: los jóvenes pasan a ser adultos-,
también nos mencionan que nuevas generaciones de jóvenes remplazan a los que
han pasado a ser adultos y así sucesivamente, esto es considerado m
que se cura con el tiempo y es utilizado para menos preciar la cultura
de los jóvenes. Lutte nos menciona que en condiciones desiguales de poder y
recursos, determinado grupo de jóvenes han sido capaces de de mantener niveles
de autoafirmación considerables. Halle & Jefferson hablan acerca de la
articulación social, la cual se aborda desde tres escenarios: el primero es
, en este escenario predominan la distribución de poder
cultural, es decir, la relación de los jóvenes con la cultura dominante, esta
mediatizada en instancias en las cuales ese poder se suele transmitirse y
negociarse (escuelas, ejercito, sistemas productivos , órganos de control social); el
segundo es
, en este escenario se consideran las grandes
culturas, es decir, las definidas por identidades étnicas y de clase, en el seno
donde se desarrollan dichas culturas juveniles; no se limitan a la relación entre
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, sino más bien en la relación de un conjunto mas amplio de
relaciones cotidianas con miembros de generaciones diferentes; el tercer
escenario es
aquí principalmente intervienen las
experiencias específicas que los jóvenes van adquiriendo a través del seno de
instituciones, como ejemplos tenemos a la escuela, el trabajo, etc. y espacios
parentales como son la familia y el vecindario, pero lo que más influye son los
espacios de ocio(la calle, bailes y establecimientos de diversión), debido a que va
identificándose con determinados comportamientos y valores, diferentes a los
establecidos en el mundo adulto. ±Wulf en una perspectiva etnográfica es útil el
concepto de microcultura, describe el flujo de significados y valores manejados por
pequeños grupos de jóvenes en la vida cotidiana- un ejemplo claro serían las
llamadas , surgidas de sectores urbanas populares. Las culturas juveniles
son vistas como fenómenos exclusivamente masculinos, ya que la juventud ha
sido definida en algunas sociedades como un proceso de emancipación de la
familia de origen y de articulación de una identidad propia identificada e
identificada en el mundo público y/o laboral; debido a que la reclusión femenina
solo se basa en estar dentro de las labores domésticas sin salir a la calle ni a
lugares de ocio (lugares privilegiados para las culturas juveniles).
Conclusión
La adolescencia es una etapa que se encuentra llena de cambios, físicos,
emocionales, sociales, cognitivos, etc. Lo que ocasiona que la convierta en una de
las etapas más difíciles del desarrollo humano, la forma de vivir la adolescencia
depende en gran medida del contexto y de las relaciones familiares, cada
determinado grupo de adolescentes vivirá su adolescencia adaptándose a su
medio a través de la conjunción de diferentes elementos, para hacer más
llevadero este proceso es común que los chicos prueben pertenecer a culturas
juveniles o solo adopten ciertas características de todas estas culturas, los jóvenes
viven con un pensamiento constante de que el mundo se encuentra en su contra y
que las reglas establecidas lo único que hacen es contradecir y limitar sus deseos.
Bibliografía:
Erikson, Erik (1993), ³Las ocho edades del hombre´ e ³Introducción a la parte
cuatro´, en Infancia y sociedad, Buenos Aires, Ediciones Hormé, pp. 222-247 y
251-257.
Feixa, Carles (1998), ³De las culturas juveniles al estilo´ y ³Las culturas juveniles
en México´, en El reloj de arena. Culturas juveniles en México, México, SEP-
Causa Joven (JOVENes, 4), pp. 60-73 y 94-111.
Fierro, Alfredo (1997), ³Identidad personal´, en Eduardo Martí y Javier Onrubia
(coords.), Psicología del desarrollo: el mundo del adolescente, Barcelona,
ICE/Horsori (Cuadernos de formación del profesorado. Educación secundaria, 8),
pp. 88-94.
Harter, Susan (1997), [³Desarrollo de la personalidad y de la identidad´ y
³Formación de la identidad´] ³Self and identity development´ y ³Identity
Formation´, en S. Shirley Feldman and Glen R. Elliott (eds.), At the threshold. The
developing adolescent, EUA, Harvard University Press, pp. 352-368, 375-387.
Marcial, Rogelio (1996), ³Identidad cultural´, en Desde la esquina se domina,
Zapopan, El Colegio de Jalisco,
Woolfolk, Anita E. (1999), ³La obra de Erikson´, en Psicología educativa, María
Elena Ortiz Salinas (trad.), 7a ed., México, Prentice Hall, pp. 66-67, 69-73.