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El caminar cristiano: Gran gozo, a pesar

del dolor y el sufrimiento

Por Joseph Tkach

La vez pasada escribí acerca de abrazar las grandes y preciosas promesas de Dios, para
que así podamos continuar caminando en el gozo de la salvación aun cuando
experimentamos dolor y tribulación. Fe es creer en Dios, creer que lo que Dios dice es
cierto y que él cumplirá sus promesas. Esto implica entendimiento de los hechos,
nuestra respuesta emocional hacia esos hechos y las decisiones que tomemos como
resultado. Nuestra confianza en las promesas de Dios define nuestro camino de vida.

El gran gozo de Pablo

El apóstol Pablo tenía muchas penas y persecuciones, pero él también tenía mucho
gozo. En Romanos 8 vemos que la esperanza y la confianza dominaba su perspectiva en
la vida. Aunque los hijos de Dios puedan quejarse internamente, también esperamos
ansiosamente para que nuestros cuerpos sean liberados de este mundo de decadencia.
"Fuimos salvos con esperanza; pero una esperanza que se ve no es esperanza, pues
¿quién sigue esperando lo que ya ve? Pero si esperamos lo que no vemos, con
perseverancia lo aguardamos" (vers. 24-25).

Pablo tenía confianza en que Dios completaría su obra de redención, y que cuando el
Regente más poderoso del universo está trabajando para nosotros, absolutamente nada
nos puede separar de su deseo de hacer el bien en nuestras vidas (vers. 36-39). Aun
nuestras persecuciones serán parte de ese camino, en la sabiduría de Dios, y nos guiarán
a aprender obediencia y perseverancia, y a desarrollar carácter (Romanos 5:3-4;
Santiago 1:2-4).

Pablo nos cuenta algunos de sus sufrimientos en 2 Corintios 6: "Más bien, en todo nos
presentamos como ministros de Dios: en mucha perseverancia, en tribulaciones, en
necesidades, en angustias, en azotes, en cárceles, en tumultos, en duras labores, en
desvelos, en ayunos" (vers. 4-5).

Fue una vida miserable en esos aspectos, pero aún así fue un sufrimiento que Pablo
aceptó gustosamente. Fue una decisión que podría considerarse tonta si no hubiera sido
por la confianza de Pablo en la futura resurrección de gloria. "¡Si sólo en esta vida
hemos tenido esperanza en Cristo, somos los más miserables de todos los hombres!" (1
Corintios 15:19).

Sin embargo, por el hecho de tener esperanza en Cristo para una gloria futura, nuestras
decisiones en la vida tienen perfecto sentido. Estamos dispuestos a dejar placeres vacíos
temporeros porque vemos las riquezas y los placeres eternos que Cristo nos ofrece. A
aquellos que no pueden ver lo eterno, les parece tonto el dejar los placeres temporales
de este mundo. Pero para nosotros, no hay comparación. Lo podemos considerar todo
para el gozo que tenemos en Cristo.

Fe que trasforma

Muchos cristianos hacen grandes sacrificios para servir a Cristo. Esos sacrificios son en
realidad evidencia de que esos cristianos creen en la futura gloria.

La fe afecta la manera en que vivimos. Hay aspectos en nuestras vidas que


sencillamente no tienen sentido para el mundo secular, ciertas cosas que no se pueden
explicar en el contexto de los valores de esta era. Cuando creemos en Cristo, tomamos
nuestra cruz y lo seguimos, y esa vida de servicio es incomprensible para el mundo.
Jesús les ha mostrado a los hijos de Dios que la verdadera recompensa viene por medio
del sacrificio, que la verdadera exaltación viene por medio de la humildad y que el
verdadero gozo viene por medio de la persecución. Este es el camino que sólo se puede
seguir por medio de la fe en nuestro Salvador; es el camino que el mundo no conoce.

Para los cristianos, la vida tiene sufrimientos, pero ellos tienen razones para regocijarse.
Pablo experimentó grandes sufrimientos, pero él también pudo escribir: "Doy gracias
siempre a mi Dios, haciendo mención de ti en mis oraciones" (Filipenses 4:4), ¡y él
pudo escribir eso desde la prisión!

Esta vida es una mezcla de sufrimiento y gozo, y Pablo ilustró esto en su propia vida:
"Por honra y deshonra, por mala fama y buena fama; como engañadores, pero siendo
hombres de verdad; como no conocidos, pero bien conocidos; como muriendo, pero he
aquí vivimos; como castigados, pero no muertos; como entristecidos, pero siempre
gozosos; como pobres, pero enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, pero
poseyéndolo todo" (2 Corintios 6:8-10).

¿Qué le permitió a Pablo vivir una vida con tantas paradojas? Fue la fe en el Dios
amoroso que tiene las riendas del futuro en sus manos. Fue una fe que hizo todos sus
sacrificios algo de valor. El sacrificio es parte de una vida significativa. El camino del
mundo es vivir primeramente para tener comodidad, prosperidad y seguridad. Dios nos
llama a algo infinitamente más significativo que eso, él nos llama a una vida de
sacrificio por otros, y la paradoja es que "el que quiera salvar su vida la perderá, y el
que pierda su vida por causa de mí la hallará" (Mateo 16:25).

Jesús ha abierto la ventana a lo eterno y nos ha invitado a mirar. Más que eso, él ha
abierto la puerta al reino de nuestro Padre y nos ha invitado a dejar lo que significa tanto
en este mundo y a entrar en la verdadera vida de la era que ha de venir: "Pues, ¿de qué
le sirve al hombre si gana el mundo entero y pierde su alma? ¿O qué dará el hombre en
rescate por su alma? Porque el Hijo del Hombre ha de venir en la gloria de su Padre con
sus ángeles, y entonces recompensará a cada uno conforme a sus hechos" (Mateo 16:26-
27).

Una nueva perspectiva

Jesús nos presenta una nueva perspectiva del significado de la vida que es audaz y aun
radical. El sacrificio y la bendición no son necesariamente contradictorios. Es muy
posible tener los dos. Aun aquellos que no conocen a Cristo entienden el principio de
dejar una cosa para obtener otra mejor en el futuro. Sembramos semillas en la tierra para
luego recoger fruto.

Mientras más tiempo pasemos con Jesús, caminando en el camino del reino eterno, más
claramente veremos las cosas de este mundo por lo que son, imitaciones débiles o
distracciones peligrosas.

A medida que crecemos en compañerismo con Jesús, más confiados somos de los
tesoros eternos y menos nos preocupamos acerca de las posesiones materiales que
tenemos ahora. La fe nos cambia para que ya no vivamos nuestra vida para nosotros
mismos, sino para aquel que nos salvó (2 Corintios 5:15).

La vida de fe cambia nuestras prioridades. Por eso es que el pueblo de Dios es generoso.
Los hijos de Dios son buenos mayordomos en lo que él les da y se regocijan en utilizar
sus bendiciones para construir su reino. No importa si es tiempo, energía, bienes o
dinero, el pueblo de Dios da alegremente y comparte sus bendiciones materiales porque
vive para servir a Cristo.

Por eso es que también el pueblo de Dios perdona y acepta a otros. Ellos les dan a otros
lo que Dios les ha dado a ellos, perdón y aceptación. Ellos aman, perdonan y aceptan a
otros porque Jesús los ama, los perdona y los acepta a ellos.

Por medio de una vida de fe, Jesús vive en nosotros y nosotros en él. Nos podemos
regocijar en nuestro sufrimiento porque eso complació a Jesús para sufrir por nosotros,
para salvarnos de nuestros pecados. ¡Gloria sea a Dios, quien comparte todos sus bienes
con nosotros!

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