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Te j i e n d o d e o t r o m o d o
Para una ecología de saberes feministas son fundamentales los aportes de las
denominadas ‘mujeres de color’, y en nuestro contexto, con un peso particular,
de las mujeres ‘indígenas’ y las afrodescendientes,3 que desde la academia, el
activismo político o su participación cotidiana y de base, están desarrollando
sus propias teorizaciones en torno a los derechos colectivos de sus pueblos y a
los derechos de las mujeres, así como la construcción de nuevos imaginarios en
torno a formas de expresar lo que es la justicia social, de comunicar y visualizar
las ‘eutopías’ que nos sirven como horizontes para trazar nuevos caminos de
resistencias y de rebeldías.
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Así como nos adherimos a las comunidades concretas, a ras de tierra, abajo y
a la izquierda, pensamos también en una comunidad pariversal y pluriversal,5
afincada en la pre-eminencia de las diversidades del ‘Buen Vivir’6 que se asientan
en la riqueza de la vida concreta en contraposición a la expansión sin límite de la
mercantilización de la vida.
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Ese ánimo rebelde y transgresor que compartimos ubica no solo las identidades
construidas por el nacionalismo oficial como objetivos a descolonizar y deconstruir,
sino también otras identidades, como las de género y aquellas que se imponen
a través de la especialización del quehacer humano, dicotomías entre hombres-
mujeres, letrados-legos, académicas-activistas, deseamos desalambrar nuestras
pertenencias, desestabilizar nuestras certezas y afirmaciones.
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Sin embargo, los saberes contenidos en las prácticas de sociabilidad diversas que
caracterizan las formas de organización comunal, dan cuenta de la pervivencia
de esos saberes no hegemónicos, dispersos y en muchos casos desarticulados
y cercados, pero que mantienen vínculos, forman visiones de mundo, delinean
proyectos de futuro y mantienen abierta la posibilidad de rearticular las formas
de sociabilidad desde otros espacios distintos a la dinámica capitalista.7 La
crítica descolonial historiza la mutua constitución de modernidad capitalista
y colonialismo, e incluye como parte de este la construcción obligatoria de
la heteronormatividad sexual, enfatizando los vínculos entre el ámbito de lo
personal y subjetivo, de lo social y cultural normativo. Tratamos entonces de
vincular esferas que normalmente se analizan de manera separada: economía,
formas de acumulación y sexualidades, orden de género, constitución de la
nación, experiencia corporal.
Todo ello estructura, contiene y soporta la diversidad desde donde hoy se construye
y opone una globalización, desde abajo, a la globalización corporativizada que
ocurre en las esferas dominantes. Reivindicamos la capacidad creativa que tienen
los pueblos y los sujetos para interpretar, apropiarse y reinventar identidades,
conocimientos y formas de ser. Es en ese contexto que entendemos y proponemos
la pluriculturalidad como un ejercicio de traducción radical, donde la propia
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cultura se pone en cuestión al ser interpelada por otras, como proceso tendiente
a configurar otra epistemología y otro sentido de reproducción social, dirigido no
solo a preservar el valor de uso y el mundo de la vida, sino tendiente a convertirlo
en el centro de la reproducción social.8
Una de las críticas constantes hacia los feminismos hegemónicos es que muy poco
problematizan las relaciones de poder y de dominación entre mujeres diversas.
Estos poderes se pueden manifestar no necesariamente en formas abiertas de
autoritarismo y de violencia, pueden traducirse como afectos maternales o
posturas tutelares que dan como resultado la minorización de las mujeres
subalternizadas por las condiciones sociales. Por ello esta red tiene también como
reto ser un espacio en que se puedan practicar y construir nuevas relaciones
sociales entre mujeres muy diversas problematizando ––a partir de las distintas
voces–– los dispositivos de la subalternización: los aprendizajes y las prácticas
jerarquizantes, las subjetividades autoritarias, las formas de ‘victimización’, que
limitan un crecimiento sano de los colectivos porque vedan la posibilidad de
hablar con franqueza y de construir a partir de ello. Sin duda, en un proceso como
este no se pueden negar ni desechar las posibilidades de tensión, sino buscar
constantemente mecanismos para trabajar con ellas.
8 En esta dirección es que recuperamos propuestas como las de una ‘modernidad india’, de
Silvia Rivera Cusicanqui, y la idea de modernidades alternativas como las propone Bolívar
Echeverría.
9 ‘Teoría otra’ justamente por no ser reducida a su estructuración científica occidental. Lo
que queremos indicar es la existencia de teoría ahí donde generalmente no se le reconoce.
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Para una descolonización del concepto de género, pensamos como uno de los
referentes, el dispositivo perceptual mesoamericano, donde la omnipresencia de
este es tan incluyente que abarca mucho más que el género vuelto cuerpo de
hombre y de mujer en el sentido restringido que le dan las académicas y feministas
urbanas. Los géneros con así la metáfora raíz del universo cosmológico, y sin
embargo, solo uno de los posibles arreglos duales y fluidos en este pluriverso.
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13 Abrimos aquí nuestro horizonte crítico a los aportes de la crítica de la economía política,
del postestructuralismo, del pensamiento de la complejidad, del psicoanálisis político, así
como a las derivas de la ecología política, de los estudios postcoloniales. También de los
feminismos descentrados, es decir, proponemos una crítica heterodoxa y políglota, porque
no deseamos re-editar esencialismos de ninguna especie.
14 Desarrollado en la obra de Boaventura de Sousa, con otros conceptos fuertes como el de
localismo globalizado, aplicado incluso al feminismo hegemónico.
15 H. Karatari, recuperada por Luis Tapia en el contexto de pensar de manera radical la
posibilidad de existencia [de un estado pluricultural]. La transcrítica da cuenta de lo
mejor de diversas tradiciones culturales en la creación de un nuevo ‘núcleo común’,
que no imponga la totalidad de una cultura sobre otra, sino que vaya generando
nuevas zonas de consenso.
16 S. Zizek.
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