La accesibilidad como medio de equidad para la salud
Karla Teresa Rojas Moreno
El espacio urbano se considera el principal lugar de acumulación de capital, a través del proceso de producción, distribución y consumo; pero también es considerado el lugar donde existe una mayor proporción de población que puede encontrarse en condiciones de pobreza con rápida tendencia al aumento (Fay, 2005 ). De manera que, la incorporación diferenciada de capital en el territorio, en conjunto con las características y expectativas de los objetos que contiene (entre ellos la población), generan una jerarquía que acentúa aún más las diferencias socioeconómicas (Haesbaert, 2012). La exclusión de bienes públicos de manera absoluta o relativa es considerada por Graffmeyer (1996), como una forma de segregación. Cuando es de manera absoluta se puede tener una base territorial, en la que la población reside en áreas no cubiertas por el servicio o por los medios de transporte cotidiano hacia esas áreas. En este sentido, destaca la gestión diferenciada de la distancia con base en el acercamiento o alejamiento del otro (Arellano, 2011), ya que, lleva a los grupos pobres a sustituir tiempo por costo (Harvey y Arenas, 1977; Schteingart, 2002). Dicho aislamiento es un obstáculo para acumular los activos necesarios para dejar la pobreza. Es así que, con frecuencia la falta o deficiencia en el acceso a bienes producidos por el estado en la ciudad aumenta la vulnerabilidad de las personas que ya presentan algún tipo de carencia, abocándolas a un empobrecimiento y exclusión, que repercute en sus libertades para ejercer sus derechos humanos fundamentales y las excluye. Al mismo tiempo la población de menor estrato en áreas urbanas, presenta más inequidad en la salud (Mendoza y Béria, 2001); como resultado de los estilos de vida adoptados en los que, se ven forzados a ocuparse en actividades de mayor esfuerzo físico y riesgo, o a permanecer bajo condiciones de desempleo, en las cuales predominan los ingresos bajos; así mismo las características de la vivienda y sus servicios tienden a ser precarias (Curtis, 2003). De manera que, ante la ausencia de acceso a servicios de salud con equidad y calidad, se genera un ciclo de empobrecimiento, puesto que, la privación de una necesidad básica conlleva al desorden gradual de algún otro satisfactor. Así los servicios de salud, se consideran no solo una condición de equidad, sino un derecho para todas las personas, de acuerdo con el tratado adoptado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1966 y puesto en vigor en 1976 en el que se reconoce el derecho de toda persona a disfrutar “del más alto nivel posible de salud física y mental” (Fajardo-Dolci, Gutiérrez y García-Saisó, 2015). Espacialmente la desigualdad en el acceso a la salud puede ser vista como parte de las geografías del poder; ya que la elección de la localización de bienes y servicios asociados a la salud por grupos específicos implica el control de recursos, territorialidad y vigilancia sobre los medios que generan capacidades (Curtis, 2003). En este sentido, en la accesibilidad física se contemplan las barreras geográficas entre las que se encuentran: distancia, transporte, tiempo de traslado y costo. Así, este tipo de accesibilidad se convierte en el indicador de oportunidades espaciales, a través de la disponibilidad de tiempo promedio para el desarrollo de actividades en los equipamientos de salud, incluyendo en este la localización de la población, el resto de actividades que esta debe llevar a cabo, así como el traslado a estos (Fajardo-Dolci et al., 2015; Pitarch, 2015).
En el caso de la accesibilidad espacial, en la búsqueda de la distribución
óptima se han formulado distintos modelos de medición, los cuales se pueden subdividir de la siguiente forma (Garrocho y Campos, 2006:356-360):
Modelo de gravedad o de separación espacial: considera la interacción
entre las localizaciones que son ponderadas por el efecto de fricción de la distancia, como funciona en el modelo de Newton. Esta estima el promedio de recorridos de todas las zonas de origen a todos los puntos de destino. Modelo de la minimización de costos de traslado o de oportunidades acumulativas: Las medidas del costo de traslado toman en cuenta únicamente la media de la distancia o tiempo entre cada origen y destino. Modelo con objetivo de cobertura: En este se define un área de influencia y un coeficiente binario que es usado para identificar las facilidades que son incluidas con la distancia crítica de cada punto de demanda. Modelo de distancia mínima: Se define simplemente como el mínimo de distancia entre cada punto de origen y la cercanía al equipamiento. Modelo de interacción espacial: En este la oferta aparece como un factor de atracción espacial y los costos adoptan una medida continua con un umbral discreto. Modelo de utilidad: Esta deriva de la microeconomía e identifica la utilidad individual percibida que reporta cada unidad de servicio a cada usuario. Para un individuo n, la accesibilidad es definida como el valor esperado de la utilidad máxima entre todas las alternativas de destino j en el grupo de destinos C. Modelos sociotemporales: estos modelos son recientes y contemplan como elemento central en la estimación de accesibilidad, las restricciones temporales de los individuos para realizar ciertas actividades o proyectos. Al respecto se presentan tres tipos de restricción, las de capacidad que se asocian a limitaciones del desempeño humano; las de sincronía cuando la persona necesita estar en dos sitios específicos al mismo tiempo y las de autoridad que por un mandato no permiten realizar la actividad en ciertos momentos del día.
La evolución de las variables de los modelos mostrados ha respondido a
intereses específicos de cada época de distribución, por ejemplo, se identifica que en los primeros modelos solo se busca la relación tiempo, distancia y costo de forma simple; mientras que en los modelos sociotemporales se contempla la dinámica del individuo al considerársele un cliente potencial del servicio y en los de utilidad variables asociadas a la calidad. Por lo tanto, el grado de aplicación de estos modelos en la normativa actual dependerá de la actualización de la misma.
Bibliografía
Fay, M. (2005). The Urban Poor in Latin America. In M. Fay (Ed.), The urban poor in latinamerica (p. 266). Washington, D.C.: The World Bank.
Haesbaert, R. (2012). A Global Sense of Place and Multi-territoriality. In Spatial
Politics (pp. 146–157). John Wiley y Sons, Ltd.
Garrocho, C., y Campos, J. (2006). Un indicador de accesibilidad a unidades de
servicios clave para ciudades mexicanas: fundamentos, diseño y aplicación. Economía, Sociedad y Territorio, VI, 61. Retrieved from http://core.kmi.open.ac.uk/download/pdf/5767109.pdf
Graffmeyer, Y. (1996). La segregation spatiale. París: Paugman.
Arellano, S. G. (2011). Ciudad desigual: diferenciación socioresidencial en las
ciudades mexicanas. Universidad Autónoma Metropolitana-Cuajimalpa.
Harvey, D., y Arenas, M. G. (1977). Urbanismo y desigualdad social. Siglo XXI.
Schteingart, M. (2002). La división social del espacio en las ciudades. Perfiles
Latinoamericanos, 19, 13–31.
Mendoza-Sassi, R., y Béria, J. U. (2001). [Health services utilization: a systematic
review of related factors]. Cadernos de Saúde Pública, 17(4), 819–832.
Curtis, S. (2003). Health and Inequality: Geographical Perspectives. SAGE
Publications.
Fajardo-Dolci, G., Gutiérrez, J. P., y García-Saisó, S. (2015). Acceso efectivo a los
servicios de salud: Operacionalizando la cobertura universal en salud. Salud Publica de Mexico, 57(2), 180–186.