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Resumen Parcial:

TEXTO Nº 48

El contagio autoritario. Los años sesenta.

Olivier Dabene: Durante los años sesenta (1960-1968) la interdependencia política se manifiesta
en una ola de golpes de estado (doce en total) que actúan sobre gobiernos en su mayor parte
elegidos en diez países diferentes.

La sincronización vertical de las coyunturas nacionales? Convergencia y difusión mezclan


nuevamente sus efectos. Sin duda las repercusiones de la revolución cubana incitan a hablar,
como para el período precedente de transmisión mundial de coyuntura (TMC). Las ondas de
shock de la revolución cubana se hacen especial- mente sentir en el continente americano y
desde este punto ele vista, convendría sin duda hablar mejor de transmisión internacional de
coyuntura (TTC).

En los países afectados se producen golpes de estado "preventivos", destinados a impedir la


propagación de la revolución, Una TIC por su parte, produce más bien la difusión, los países se
copian unos a otros. La doctrina de la seguridad nacional, que algunos piensan que fue
inventada por los militares franceses en Argelia- (1954-1962) se difunde en todos los Estados
Mayores por intermedio de la Escuela de las Américas. Los Estados Unidos, en efecto, juegan
un rol esencial a la vez en esta revisión estratégica y en la propagación de un clima
contrarrevolucionario.

Simultáneamente, hay convergencia y difusión. Respecto a esta última, la influencia del


centro (EEUU) había sido determinante en la coyuntura de posguerra. A partir de los 70, hay
contagio de prácticas y concepciones, en el continente sin que un centro de difusión sea
claramente identificable. Por lo tanto, hay efectos de la involución cubana en la modificación de
las relaciones interamericanas e intentos de exportación de la revolución y contrarrevolución.
Luego serán analizadas las respuestas en los países concernidos. Aparecerán naturalmente las
diferencias entre ellas. El contagio no supone una completa homología de evolución de los
regímenes. Cada dinámica importada se arraiga sobre una trayectoria nacional, a la que afecta, a
imagen de un campo magnético desviando la curva de partículas en movimiento. Aunque se
constatará en un tercer y último tiempo, que todos los regímenes militares, por simetría con la
experiencia cubana se proclaman revolucionarios. El contagio autoritario de los años sesenta se
manifiesta a la vez por una ruptura de los órdenes políticos y por una modificación de la
naturaleza de esos órdenes.

Ola revolucionaria y ola contrarrevolucionaria

En referencia a las consecuencias de la Revolución cubana.

En primer lugar, hay un proceso doble proceso de propagación: Una exportación del
modelo revolucionario castrista y en paralelo, una contrarrevolucionaria, bajo las
administraciones de Kennedy y Johnson; a lo largo de todo el continente. En efecto, los Estados
Unidos y las elites latinoamericanas adoptaron las medidas preventivas, contra el peligro
revolucionario ( que estaba casi ausente) como pretexto para el ejercicio de un régimen político
autoritario.
La exportación de la revolución cubana

La red de solidaridad internacional con la revolución cubana se- crea antes de la victoria de
Fidel Castro. Es necesario recordar en efecto, que numerosos dictadores de derecha venían de!
fracasar y que todos ellos se habían beneficiado del apoyo de los Estados Unidos en razón de
sus buenos servicios en su lucha contra el comunismo. Los demócratas del todo el continente
fueron consolidados. La revolución cubana les daría motivos suplementarios para proseguir la
lucha.

Una cruzada continental por la democracia debía ser emprendida con respecto a algunos
regímenes particularmente puestos en el blanco, especialmente el de Trujillo en República
Dominicana o el de Somoza en Nicaragua. Luego, durante el año 1959, las relaciones entre
Cuba y Estados Unidos se deterioran rápidamente, mientras que comienza simultáneamente un
acercamiento de la isla a la URSS.

Esie combate por la democracia, que asocia diversos países latinoamericanos detrás de Cuba y
Venezuela dura poco. La amistad entre Cuba y los gobiernos progresistas de América Latina
declina rápidamente. Los dirigentes reformistas temen a la vez aparecer timoratos, comparados
con el radicalismo cubano y ser las víctimas de una reacción de los sectores conservadores
asustados por el peligro comunista. En todas partes, los reformistas se ven desbordados Sobre su
izquierda por los partidarios de la solución cubana. Castro es sospechoso (sin razón) de
provocar estas escisiones y sus mejores aliados comienzan a desear su aislamiento. La reacción
de Castro es considerar que la solidaridad democrática latinoamericana ha terminado. Se acerca
más a la URSS y luego del episodio de la Bahía de Cochinos (17 de abril de 1961) se declara
marxista leninista.

A fines del año 1961, Cuba comienza a aportar su sostén a todos los movimientos
revolucionarios acaecidos en el continente.

En Venezuela el M1R y el partido comunista son abiertamente impulsados a recurrir a la lucha


armada, lo que provoca una ruptura de las relaciones diplomáticas. En 1962, durante la octava
reunión de los ministros de asuntos extranjeros americanos en Punta del Este, Cuba es excluida
de la OEA. Luego de la crisis de los misiles de octubre de 1962, Fidel Castro multiplica las
iniciativas para exportar la revolución.

Esta empresa de exportación es facilitada ampliamente por la concepción castrista de la


revolución. No se trata de movilizar pueblo entero contra un régimen, tampoco es cuestión de
impulsar' o suscitar una movilización de masas. La revolución debe ser una victoria militar que
es continuación de una guerra de guerrillas. Esta debe ser la victoria de una vanguardia sobre un
Estado en manos de una burguesía ligada al imperialismo. Exportar la revolución consistía
entonces en crear focos revolucionarios en los otros países que funcionarían como otros tantos
desencadenantes. Así el legendario Che, quería sembrar Vietnam en el mundo entero.

Esta empresa de exportación fue un fracaso. No hubo jamás otra Cuba y no hubo otras guerrillas
de tipo castrista, incluso sí Cuba llegó a ser rápidamente un centro mundial de entrenamiento
para todos los movimientos revolucionarios del mundo (aquí analiza los casos de Venezuela y
de Bolivia, Argentina, Colombia, Uruguay y Perú).

En suma, la exportación del modelo castrista tiene poco éxito en América Latina. Castro
despliega sin embargo una intensa actividad internacional probablemente para buscar otros
campos más fértiles. En enero de 1966 reúne en la Habana una Conferencia Internacional para
las fuerzas revolucionarias surgidas de tres continentes: Asia, África y América Latina. La
Conferencia Tricontinental o Conferencia de Solidaridad de los Pueblos de África, Asia y
América Latina (OSPAAAL) se crea y su sección latinoamericana toma el nombre significativo
de OLAS (Organización Latinoamericana de Solidaridad) simbólicamente las olas
revolucionarias que debían sumergir al continente, aunque esas iniciativas resultaron
verdaderamente contraproducentes. Deseando ver acercarse a todos los antiimperialistas del
mundo, Castro llega especialmente a consolidar un frente revolucionario anticubano. Su
voluntad de aportar un sostén a todos los insurrectos del continente le da argumentos a todos los
adversarios de las reformas.

En 1967, la muerte de Guevara marca un viraje. Simboliza el fracaso de la exportación de la


revolución, Cuba entra entonces en el rango de la ortodoxia comunista.

Mientras que el activismo de Castro había provocado una crispación autoritaria, el repliegue
cubano tuvo por efecto una progresión del reformismo en América Latina. Corresponde (y
contribuye) al comienzo de una era de distensión que conduce a los Estados Unidos a
desinteresarse por América Latina. Este nuevo margen de libertad es aprovechado por los
militares que han encontrado el impulso nacionalista y reformista del comienzo del siglo. Entre
1968 y 1972 tiene lugar una serie de golpes de estado reformistas.

MarchesI:

A fines de los 70, en Uruguay, Enrique Lucas integró la guerrilla urbana del Movimiento de
Liberación Nacional Tupamaros (MLNT). Hizo uso de su recurso constitucional y se exilió en
el Chile de Allende (1972) Allí participó en las movilizaciones organizadas por el Movimiento
de Izquierda Revolucionaria (MIR). Luego del golpe de Estado escapó a la Argentina. Después
de una pequeña estadía en Cuba, se integró a las actividades que la Junta de Coordinación
Revolucionaria (JCR) estaba desarrollando en Buenos Aires. Sin embargo, en el marco de una
fuerte crisis interna del MLNT, Lucas decidió abandonar su organización y sumarse a miembros
del Ejército de Liberación Nacional (ELN) boliviano que desde Argentina estaba organizando
un plan insurreccional, en reclamo al retorno del general Torres a Bolivia.

La exportación de la contrarrevolución

La reacción de los Estados Unidos ante la revolución cubana fue de dos órdenes. Un aspecto de
seguridad en primer término consistente en reforzar los aparatos de represión policiales y mili-
tares a fin de hacer frente a lo que es presentado como el peligró comunista; una dimensión
política luego, que consiste en eliminar el mantillo sobre el que puede prosperar el castro-
comunismo ¿aponiendo reformas y forzando a los países a democratizarse.

Este segundo aspecto fue el más espectacular en la medida que Kennedy lo consideraba
prioritario. Aunque no olvida jamás el primero, toma sus funciones el 20 de enero de 1961,
pronuncia su discurso anunciando la Alianza para el Progreso el 13 de marzo de 1961, y el
intento de desembarco en la Bahía de Cochinos (que aprobó) tiene lugar el 17 de abril de 1961.
Aunque nuevamente, sería erróneo considerar que la Alianza para el Progreso no fue más que
una reacción ante la revolución cubana. La idea de una asistencia masiva a Latinoamérica estaba
presente en todos los espíritus desde que los europeos se habían beneficiado con el plan
Marshall.

Aunque sería completamente falso considerar que habría existido una Alianza para el Progreso
sin la revolución cubana. A fin de evitar que la revolución se propague, se trataba de suprimir
todo motivo de insatisfacción entre los latinoamericanos. Las ambiciones son entonces
inmensas ya que las condiciones de vida deben ser mejoradas y las estructuras políticas
modernizadas. Se trata de emprender una verdadera revolución en frío. El diagnóstico había
sido bien establecido y la voluntad central de luchar contra las desigualdades es manifiesta. Así,
la insistencia sobre la importancia de las reformas agrarias da un carácter audaz y casi radical al
programa.

Sin duda el desafío planteado era que los cambios económicos desembocaran naturalmente
sobre la democratización, o acompañaran armoniosamente los esfuerzos realizados en este
ámbito.

Se revela rápidamente que la realidad es rebelde a toda simplificación y no se demora en hablar


de un fracaso de la Alianza pará el Progreso. Las reformas fiscal y agraria' encuentran una
furiosa oposición de las burguesías latinoamericanas. Incluso en los Estados Unidos, los policy
makers no están persuadidos de su legitimidad. ¿La reforma agraria no contribuirá a ser la cuna
del comunismo?

Aunque el fracaso más espectacular de la Alianza para el Progreso se sitúa en el plano político.
Mientras que el objetivé declarado consiste en favorecer la eclosión de regímenes democráticos,
nueve golpes de Estado tienen lugar en los cinco primer años de puesta en marcha del programa,
contra los presidenta civiles legalmente elegidos. Frente a esta violación del espíritu de la
Alianza, la reacción de los Estados Unidos es en primer lugar vacilante, luego evoluciona de
una franca oposición a un sincero apoyo.

Cuidadosa de exportar su modelo democrático, América del Norte ha privilegiado siempre la


estabilidad política y la defensa de sus intereses en detrimento de la naturaleza de los regímenes
políticos. Los militares latinoamericanos aparecen como la muralla más segura contra la
expansión castro-comunista y después de todo, probablemente encarnen una necesidad previa, a
fin de expurgar a las sociedades.

El proyectó que la administración Kennedy había nutrido para estas sociedades también conoce
un fracaso que no hace más que reforzar la aceptación de la opción militar. El reformismo que
predicaba Kennedy no llega casi a implantarse. Los sectores de centro izquierda, sobre los que
apostaba la administración demócrata son debilitados en este momento por años de lucha contra
las dictaduras. Por su parte, las fuerzas conservadoras y la izquierda no escatiman sus críticas
respecto a los programas de reforma juzgados excesivamente radicales por los primeros e
insuficientemente revolucionarios por la segunda.

Dos países, Chile y Perú, habrían podido constituir ejemplos de puesta en marcha de la filosofía
reformista de la Alianza para e] progreso. Su fracaso simboliza el naufragio de la gran idea dé
Kennedy. Acá Dabene analiza el fracaso del reformismo en Chile.

Los golpes de estado preventivos


Es excesivo plantear que todos los golpes de estado en América Latina durante los años sesenta
son reacciones a la revolución cubana. Sin duda ella crea un clima continental tenso, en el que
todo intento de reforma o toda alianza con la izquierda son proscriptas, aunque los golpes de
estado son también debidos a las evoluciones internas propias de cada país. Cada caso presenta
una configuración dinámica particular de elementos de difusión. Sin embargo, en todos los
países afectados, la revolución cubana está evidentemente en la cabeza de los militares que
usurpan el poder. Todos declaran querer comprometerse en la vía de una revolución controlada.

Argentina y Brasil: dinámica de convergencia y difusión

Países andinos: En los países andinos, se encuentran tendencias similares. Perú experimenta
las más grandes dificultades para integrar todas las fuerzas partidarias al sistema político. Los
militares lanzan una revolución de naturaleza totalmente diferente a la de Argentina y Brasil. En
Ecuador y Bolivia la agitación social, el reformismo y nacionalismo motivan la intervención de
los militares.

América Central y el Caribe: En América Central y el Caribe, las ondas de choque de la


revolución cubana se hacen sentir de manera más directa (analiza los casos de El salvador,
Guatemala, Honduras, Panamá, República Dominicana).

Revolución y reformismo militar

El contagio autoritario de los años sesenta introduce un cambio cualitativo importante en la


configuración de los regímenes de dominación militar. Sin duda no es inútil para apreciar la
amplitud de este cambio, recordar la gran diversidad de regímenes militares que conoció
América Latina. Alain Rouquié distingue ocho modelos de régimen militar.

Los regímenes militares provisorios son gobiernos que desde su instalación se anuncian como
transitorios. Se concibe entonces que no sean más que previos a una transición política o que no
hagan, más que acelerar una alternancia en el poder.

Los regímenes surgidos de golpes de estado de los años sesenta y setenta tienen todos
"intenciones constituyentes". En pleno período de guerra fría se trata de oponerse a todo desvío
reformista y alinearse sobre el anticomunismo predicado por los Estados Unidos que hace frente
al desafío castrista.

Si se toma como criterio de orden político no la intención de reformar las instituciones, sino la
imposición de la cultura política, «constata que el militarismo reiterativo está fuertemente
extendido en América Latina. Concierne esencialmente a los países donde la intervención de los
militares en la vida política es un dato estructural de los procesos políticos. Estos países se
caracterizan por una gran inestabilidad política. La influencia estable de los militares sobre el
Estado, es más específica sin duda del militarismo latino, americano que los golpes de estado
aislados y devastadores. A la inversa, ciertos países se han caracterizado durante mucho tiempo
por una tradición de estabilidad democrática. Cuando el militarismo irrumpe es propiamente
catastrófico.

Si se dejan de lado los casos de gobiernos militares provisorios y del .militarismo catastrófico,
que conciernen a un pequeño número de países, la mayoría de los casos pertenece ya sea a la
categoría de los gobernantes que tienen intenciones constitucionales, o a la del militarismo
reiterativo, aunque no obligatoriamente a las dos a la vez. Algunos gobiernos militares son
auténticos caretakers, lo que significa que ponen orden en la casa sin ambicionar
reacondicionarla completamente. Otros vuelven regularmente a los asuntos para modificar
sustancialmente te las reglas del juego. Sobre este plano, también los años sesenta introducen
una ruptura, con una multiplicación repentina de los regímenes con intenciones constituyentes.

Los criterios socioeconómicos permiten también hacer útiles distinciones. Se trata


esencialmente de tomar en cuenta los modelos de desarrollo puestos en marcha por los
regímenes autoritarios, El modelo patrimonial de las dictaduras familiares ha conocido ilustres
encarnaciones.

El modelo de reformismo pasivo es interesante en más de un aspecto. Se asocia frecuentemente


sin motivo, militarismo y conservadurismo. En los años sesenta, en respuesta al desafío de la
revolución cubana y como al comienzo del siglo, una serie de golpes de estado se muestran
decididamente reformistas y nacionalistas. Estas experiencias de "revolución desde arriba" han
sido en general decepcionantes y han agravado los males que se consideraba debían eliminar.
Las sociedades se encontraron polarizadas, agravando la inestabilidad política. Los regímenes
burocráticos desarrollistas o "burocrático autoritarios" se fijan como objetivo el despegue
industrial por todos los medios. Para eso las actividades económicas deben estar liberadas de
presiones políticas y sociales.

Los niveles de endeudamiento que han provocado estas experiencias han gravitado fuertemente
en su futuro. Finalmente los regímenes terroristas y neoliberales han tenido por ambición una
restructuración de la sociedad, en virtud de los dogmas neoliberales. Aliaron para ello la
violencia del terrorismo de estado con la de las medidas radicales inspiradas por la ortodoxia
liberal. Sin duda, estos regímenes que se encuentran en los años.

E1 clima anticomunista, especie de tiempo mundial antidemocrático, incide pesadamente sobre


todas las experiencias nacionales. Existe sincronización de las coyunturas nacionales. Esta
afecta el tipo de régimen aunque también, más precisamente, la configuración del orden político
dominado por los militares.

Es evidente que cada país posee su propia trayectoria. El señalar los fenómenos de
interdependencia no dispensa entonces del examen de las historias propias de cada país.

Marchesi:

Desde los sesentas, como consecuencia de la gradual convergencia de los procesos políticos que
el contexto de la guerra fría impuso sobre las políticas nacionales, el cono sur tendió a adquirir
una trayectoria política común: polarización política y social, dictaduras, transiciones, nuevas
democracias, luchas de memorias. Más allá de particularidades nacionales podemos identificar
múltiples formas en la que diversos actores, a través de la región, han empleado discursos y
prácticas comunes, y se han sentido parte de proyectos que trascendieron las fronteras
nacionales. En ese contexto los intercambios transnacionales resultaron evidentes para cualquier
analista de la región; sin embargo estos procesos políticos han tendido a ser mayoritariamente
explicados en términos nacionales. A través del análisis de una red regional de organizaciones
armadas de izquierda llamada la Junta de Coordinación Revolucionaria (JCR) -integrada por el
Partido Revolucionario de los Trabajadores- Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP) de
Argentina, el Ejército de Liberación Nacional (ELN) de Bolivia, el Movimiento de Izquierda
Revolucionaria (MIR) de Chile y el Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros (MLNT)
de Uruguay- el presente artículo busca contribuir a pensar el fenómeno de la izquierda armada
más allá de fronteras nacionales. Los intercambios de dicha izquierda armada en el cono sur
tendieron a acelerarse a partir de la llegada de Ernesto Guevara a Bolivia y tendieron a reducirse
a partir del golpe de Estado de 1976 en Argentina. A lo largo del período, una experiencia
compartida de exilio regional relacionada con crecientes niveles de coordinación represiva a
nivel continental promovió la circulación de militantes e ideas en la región. El artículo
describirá los principales momentos en la trayectoria de este intento organizativo de la izquierda
armada regional utilizando tres tipos de fuentes. La documentación interna y pública de la Junta
de Coordinación Revolucionaria y sus organizaciones miembros será contrastada con la
información de algunos archivos estatales de la región (DIPBA de la Argentina, Archivo del
Terror de Paraguay) y de Estados Unidos (National Archives), y el abundante corpus de trabajos
de corte testimonial o periodístico

Aunque antes de 1967 existieron ciertos intentos armados, este año marcó un quiebre en las
expectativas de los militantes de la «nueva izquierda» acerca de las posibilidades de iniciar un
proceso revolucionario en el cono sur. La circulación de noticias acerca del arribo de Ernesto
Guevara a Bolivia en 1966 y la primera conferencia de la Organización Latinoamericana de
Solidaridad en Cuba en 1967 ambientaron esperanzas y reforzaron los lazos entre aquellos
interesados en el impulso de la revolución en el cono sur. En 1966 los Tupamaros, aún una
pequeña organización, discutieron la posibilidad de abandonar la lucha armada en Uruguay e
irse a Bolivia. Otro grupo de militantes uruguayos del Movimiento Revolucionario Oriental
también se entrenaron militarmente para ir a pelear a Bolivia (Fernández Huidobro, 1986;
Leicht). Al mismo tiempo que Guevara comienza su guerrilla, en Chile y Argentina se creaban
dos organizaciones con el mismo nombre que su grupo: ELN (FAR; Pérez; Quiroga Zamora). El
objetivo de ambos grupos fue preparar la retaguardia para el ELN boliviano. Asimismo, un
grupo de militantes del PRT inició por primera vez entrenamiento militar con el objetivo de
trasladarse a Bolivia (Gorriaran Merlo). Sin embargo gran parte de dichos intentos fueron
frustrados por la corta duración de la campaña de Guevara. Paradójicamente, el fracaso militar
del Che reforzó la voluntad de esos nuevos grupos a continuar su lucha y a optar por la lucha
armada en sus propios países. La principal conclusión de dicha experiencia fue continuar su
estrategia de lucha continental y emular el modelo de militancia que Guevara representaba,
marcado por la entrega, el sacrificio, y el voluntarismo. Veladamente, se admitía que la
campaña del Che mostró el agotamiento de la estrategia del foco rural que se había venido
aplicando desde la revolución cubana. En este sentido estos militantes del cono sur emergieron
en el panorama de las izquierdas revolucionarias latinoamericanas innovando en las tácticas de
lucha armada que se habían desarrollado hasta el momento, intentando adecuarse a las
características geográficas y socio demográficas de los países del cono sur. En julio de 1967,
simultáneamente a que la campaña del Che mostraba signos de agotamiento, la primera
conferencia de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS) estaba teniendo lugar
en La Habana. Esta conferencia se presentaba como una continuación de la conferencia
tricontinental de la Organización de Solidaridad de los Pueblos de África, Asia y América
Latina (OSPAAL)

Dabene1960-1968: ola de golpes de estado en países de LA sobre gobiernos generalmente elegidos  Las
repercusiones de la revolución cubana hacen pensar en una transmisión internacional de coyuntura Difusión.
Los países se copian unos de otros  Los militares adoptan una nueva concepción de su rol estratégico. De
responsables de la seguridad exterior de su país, llegan a ser los garantes del orden interior. Se difunde en todos
los Estados Mayores por intermedio de la Escuela de las Américas. Los Estados Unidos, en efecto, juegan un
rol esencial en esta revisión estratégica y en la propaganda de un clima contrarrevolucionario  Es apropiado
hablar de contagio en la medida que se ve que cierto número de prácticas y de concepciones viaja en el
continente  Consecuencias de la revolución cubana de 2 tipos: tendencia a la exportación del modelo
revolucionario castrista en todo el continente y una exportación de la contrarrevolución bajo la administración
de Kennedy y Johnson: 2 OLAS SE PROPAGAN SIMULTANEAMENTE  Dabene dice que la revolución
cubana es el desenlace inicial de este doble proceso pero NO se puede plantear que la revolución se propagó y
que los EEUU lanzó la ofensiva contrarrevolucionaria. En muchos casos el peligro revolucionario estaba casi
ausente y no ha servido más que como pretexto para la puesta en marcha de un régimen político autoritario.

1959-1960: se constituye por iniciativa de Castro un bloque democrático latinoamericano interesado en


combatir a los dictadores y muy crítico con respecto a la actitud (a menudo complaciente) de EEUU  Esto
dura poco: la amistad entre Cuba y los gobiernos progresistas de LA declina rápidamente  Los dirigentes
reformistas temen ser emparentados con la radicalidad de Cuba y ser víctimas de una reacción de los sectores
conservadores asustados por el peligro comunista  Castro considera que la solidaridad democrática
latinoamericana ha terminado y se acerca más a las URSS  1961: Cuba comienza a aportar su sostén a todos
los movimientos revolucionarios acaecidos en el continente  Esta empresa de exportación estuvo facilitada
ampliamente por la concepción castrista de la revolución: no se trata de movilizar un pueblo entero contra un
régimen, tampoco se trata de impulsar una movilización de masas. La revolución debe ser una victoria militar
que es continuación de una guerra de guerrillas. Exportar la revolución consistía en crear focos revolucionarios
en los otros países  La exportación del modelo castrista tiene poco éxito en LA. Castro despliega una intensa
actividad internacional para buscar campos más fértiles. Deseando acercarse a todos los anti-imperialistas del
mundo, Castro llega a consolidar un frente revolucionario anticubano: su voluntad de aportar un sostén a todos
los insurrectos del continente le da argumentos a todos los adversarios de las reformas.

1967  La muerte de Guevara marca un viraje: simboliza el fracaso de la exportación de la revolución  Cuba entra en el
rango de la ortodoxia comunista.

Mientras que el activismo de Castro había provocado una crispación autoritaria, el repliegue cubano tuvo por efecto una
progresión del reformismo en LA. Corresponde al comienzo de una era de distensión que conduce a los EEUU a desinteresarse
por LA. Este margen de libertad lo aprovechan los militares  1968-1972: ola de golpes de estado reformistas.

Reacción de EEUU frente a la revolución cubana: 1) reforzó los aparatos de represión policiales y militares a fin de hacer frente
a lo que es presentado como el peligro comunista y 2) eliminó la posibilidad de que pueda prosperar el castro-comunismo
imponiendo reformas y forzando a los países a democratizarse, aspecto considerado prioritario por Kennedy  Alianza para el
Progreso  A fin de que la revolución se propague, se trataba de suprimir todo motivo de insatisfacción entre los
latinoamericanos: las condiciones de vida deben ser mejoradas y las estructuras políticas modernizadas  El fracaso más
grande de la Alianza fue político. Mientras que el objetivo que el objetivo declarado consistió en favorecer la eclosión de
regímenes democráticos, nueve golpes de Estado tienen lugar en los primeros cinco años contra presidentes elegidos
democráticamente. La reacción de EEUU es al principio vacilante, luego evoluciona de una franca oposición a un sincero
apoyo  Actitud frente a otros golpes de estado: oscila entre una benevolencia tolerante y una oposición moderada  Los
militares latinoamericanos aparecen como la muralla más segura contra la expansión castro-comunista.

Chile  1964: gana el demócrata Frei. Ofrece las condiciones aptas para el reformismo. Inspirado en la doctrina social de la
Iglesia Católica, Freí anuncia que quiere deducir las desigualdades y modernizar la economía, gracias a una reforma agraria, un
apoyo de la industria y la promoción de las exportaciones  Intento de erigir a la democracia cristiana como alternativa de la
izquierda. Sostén de los EEUU, que financian la campaña de Frei  Las reformas se ponen en práctica y con cierto éxito  La
oposición a las reformas en constante: el clima social no tarda en deteriorarse: los grandes propietarios terratenientes se oponen
a la reforma agraria y cuando el gobierno se esfuerza por atenuar sus efectos, son las organizaciones campesinas y la izquierda
las que lo presionan  La democracia comienza a retirar su apoyo. El gobierno corteja entonces a las categorías sociales
desfavorecidas provocando una multiplicación de demandas que no está en condiciones de satisfacer  El fracaso del
reformismo explica la naturaleza más radical de las reformas encaradas por los socialistas chilenos en 1970 y la amplitud de la
reacción autoritaria en 1973.
Argentina y Brasil

En los dos países el período está marcado por la llegada al poder de militares que lanzan una “revolución”. En los dos casos, los
golpes de estado no están solamente destinados a restablecer grandes equilibrios sino a transformar las sociedades // Argentina
busca en esos años una fórmula imposible de democracia sin peronismo. Los militares han expulsado a Perón del país y en
1955 buscan reconstruir la democracia sobre nuevas bases  1958: Arturo Frondizi  Adopta un discurso nacionalista y
populista capaz de seducir a los peronistas. Su política económica desilusiona rápidamente al electorado  Situación
contradictoria: desea acelerar la industrialización aunque debe afrontar una situación económica difícil y aplicar un tratamiento
de shock recomendado por el FMI. Los resultados son estimulantes. Crecimiento, desciende la inflación y aparecen nuevas
industrias  Costo social importante: disminuye el poder de compra de los trabajadores: numerosas huelgas. La autorización de
la explotación del petróleo argentino por las compañías extranjeras indispone a los militares nacionales 1962: ganan los
peronistas. Estos resultados son inaceptables por los militares que deponen a Frondizi y vuelven a prohibir al peronismo 
1963: Illia. Su ascenso a la presidencia estuvo marcado por la proscripción del peronismo y de su líder  Illia estaba lejos de
ser un revolucionario o implementar reformas sociales y de política exterior como las que puso en práctica Goulart en Brasil.
Sin embargo: propuestas económicas nacionalistas, cierta resistencia a las imposiciones del FMI, atención prioritaria al
mercado interno, denuncia y anulación de los contratos petroleros firmados por Frondizi (9 de empresas de EEUU)  Su
gobierno debió navegar en aguas agitadas donde a las acentuadas presiones de la diplomacia norteamericana se sumaba la
posición decididamente favorable a intervención en los altos mandos de las Fuerzas Armadsas (entre ellos, Onganía) y la
intensa movilización estudiantil y popular en contra de la “Fuerza Interamericana” de la OEA, un organismo creado para
justificar la presencia de los marines estadounidenses en República Dominicana  1966: golpe de estado que no tiene nada de
provisional. Onganía proclama el inicio de “la revolución argentina” e implanta un nuevo tipo de régimen que luego es
calificado de burocrático-autoritario; toda vida partidaria es interrumpida, congelamiento de salarios durante 2 años, intervino
violentamene en la UBA, persiguió a la militancia política y sindical Onganía se muestra incapaz de suscitar apoyos políticos
para su programa económico. Radicales y peronistas permanecen firmes en la oposición y la escena política aparece
peligrosamente polarizada  1971: Levingston. Legaliza el peronismo y permite el retorno de Perón al país.

Brasil 1956: la elección de Kubitschek de Oliveira marca un giro importante  Logra movilizar a los brasileros alrededor de
la modernización del país. El desarrollismo hace progresar al país a un ritmo del 10% anual, al precio de un endeudamiento
público considerable. Su sucesor, Quadros, debe afrontar una situación delicada  1961: renuncia y sube Goulart  Los
militares lo acusan de estar muy cerca de la izquierda, razón por la cual imponen un régimen parlamentario (en lugar del
régimen presidencialista) destinado a debilitar al presidente. Goulart se muestra incapaz de poner en marcha medidas de
estabilización La vida política se polariza y el presidente se apoya progresivamente en la izquierda. El intento de Goulart de
movilizar los campesinos autorizándolos a formar sindicatos es amenazante para los grandes propietarios terratenientes.
Además le otorga el voto a los analfabetos (lo que incluye a la mayoría de campesinos) 1961-1964: situación
extremadamente tensa. Buscando resolver la crisis Goulart la agrava  Goulart hace un llamado a las masas en Rio: con el
ejemplo reciente de la revolución cubana, este llamado es visto como una amenaza directa por el ejército que teme por su
supervivencia. La idea del presidente consiste en realizar una demostración de fuerza a fin de presionar al Congreso. 2 días
después presenta una serie de reformas que comprenden una reforma agraria y nacionalizaciones. Visualiza también reformas
en la constitución y legalizar el partido comunista  La movilización populista de los campesinos y obreros comenzada por
Goulart hace temer una amplia alianza de clases que se levante contra las estructuras sociales dominantes 1962: las
autoridades de EEUU aprobaron un acuerdo de asistencia financiera pero advirtieron que todo nuevo aporte quedaba sujeto a la
aplicación de un duro programa de estabilización. El gobuerno de EEUU pasó a utilizar el “arma” financiera para condicionar y
forzar la modificación de las políticas de Goulart  EEUU intervino en las elecciones parlamentarias y estaduales de 1962.
Kennedy invirtió en obras públicas que favorecieran la imagen de candidatos enfrentados a Goulart  Designación de Araujo
Castro al frente de las Relaciones Exteriores  La diplomacia de EEUU alentaba maniobras objetivamente golpistas desde
dentro del gobierno 1964: los militares se sublevan con el apoyo de los EEUU, muy críticos de la desviación de izquierda de
Goulart  Asume Castello Branco: ni siquiera él sería un incondicional de las políticas liberales recomendadas por los
organismos financieros internacionales, ni de los lineamientos que el Departamento del Estado promovía en la política exterior
de los estados latinoamericanos.

OCHO MODELOS DE RÉGIMEN MILITAR

Regímenes militares provisorios: son gobiernos que se anuncian como transitorios

Regímenes militares constituyentes: en el marco de la Guerra Fría tratan de oponerse a todo desvío reformista y alinearse sobre
el anticomunismo predicado por EEUU
Militarismo reiterativo: concierne a los países donde la intervención de los militares en la vida política es un dato estructural de
los procesos políticos. Estos países se caracterizan por una gran inestabilidad política

Militarismo catastrófico: es al revés, países que han tenido muchos años de estabilidad e irrumpe un golpe militar

Dictaduras familiares: la ambición de estos regímenes es el enriquecimiento personal de la familia en el poder

Reformismo pasivo: se asocia militarismo y conservadurismo. En los años sesenta, como respuesta a la revolución cubana,
muchos golpes se muestran reformistas y nacionalistas

Regímenes burocráticos desarrollistas: se fijan como objetivo el despegue industrial. Para eso las actividades económicas
deben estar liberadas de presiones políticas y sociales

Regímenes terroristas neoliberales: llegan por ambición de reestructurar la sociedad, en virtud de los dogmas neoliberales.
Aliaron para ello la violencia del terrorismo de estado con la de las medidas radicales inspiradas por la ortodoxia liberal

“La reforma del Estado como cuestión política” de Carlos M. Vilas

El Estado es la unidad suprema de decisión respecto de la población de un territorio, y


este carácter deriva de su monopolio de la coacción física y de la emisión de dinero. Su
contenido y sentido, la orientación con que puede ser ejercida la coacción, las fuentes de
legitimidad y los modos en que se expresan dependen de la matriz de relaciones de poder en la
sociedad, que responde a su vez a una cambiante y compleja articulación entre factores internos
o nacionales y factores transnacionales. Su puede ver al Estado como el espacio político
institucional para el procesamiento y transacción de los conflictos entre actores. Esta dimensión
es en sí misma un recurso de poder: la ideología dominante a través de sus múltiples agencias y
el aparato legal administran el ingreso y por ende dictaminan acerca de la legitimidad. Al
tiempo, existe en el Estado un coeficiente de instrumentalidad, ya que él es institucionalización
de un poder que se deriva de un diseño macroeconómico y macrosocial de supraordinación y
subordinación de clase, y lo refuerza. Esto es un recurso de poder y existe siempre un sesgo
político de clase en los estados capitalistas: en este momento (el artículo es de 1997) es un sesgo
hacia las fracciones financieras del capital.
Aunque el Estado moderno surge de la separación, clásica en el capitalismo, entre lo
político y lo económico (la dominación y la explotación), tal separación no es irreversible. En
épocas de crisis esa brecha se reduce considerablemente, achicándose la “autonomía relativa”
del Estado y acentuándose su papel como recurso de poder de ciertos grupos. Para estos actores
apropiarse de las políticas y el poder del Estado es tan importante como apropiarse de los
recursos del mercado.

Reformas del Estado y relaciones de poder


La reforma del Estado surge a mediados de los 80 como uno de los puntos centrales en
la reestructuración de las economías y sociedad latinoamericanas, a partir de la reconfiguración
de la economía mundial y la crisis regional. Esta reforma debe enfocarse ante todo en su sentido
político, en lo que tiene de efecto de los cambios en las relaciones de poder entre actores
sociales y económicos. La institucionalización estatal y la capacidad para recurrir a la violencia
de estado convierten al nuevo poder económico y social en poder político.
Los cambios de la reforma del Estado implican profundas transformaciones en las bases
sociales y una reestructuración de las relaciones entre estados, mercados y sociedades. Las
modificaciones de las relaciones de poder entre actores alcanzan expresión política estatal. El
Estado es adaptado al nuevo escenario y actúa para institucionalizarlo. El poder político del
Estado es puesto en función de intereses y objetivos distintos a los anteriores, pued en una
matriz social, económica, espacial y poblacional transformada, el cambio en los intereses y
actores obliga a cambios en las políticas. Estamos en presencia de una situación de viraje de un
estilo de acumulación a otro, de cambio en la matriz de relaciones de poder en respuesta a una
crisis orgánica, y la reforma del Estado puede ser vista como el intento de poner fin a esta crisis
por parte de las fracciones más globalizadas del capitalismo latinoamericano.
El neoliberalismo presenta a la reforma como resultado de la debacle del populismo,
que sería el responsable finalmente de la crisis. Pero, por un lado, el estado populista había
entrado en crisis un par de décadas antes, y por el otro, lo que hace esta tesis es ocultar que el
estado populista fue un estado capitalista, que funcionó con éxito realizando las funciones de
todo estado capitalista respecto del capital: acumulación, integración, seguridad, legitimación.
Fue un estado que promovió la acumulación de capital de una determinada burguesía, y que, por
la orientación predominante de esa burguesía, se permitió integrar importantes sectores de clase
media y trabajadores como ciudadanos, aunque con fuerte manipulación clientelar. Sus
limitaciones y su agotamiento final tuvieron que ver con su base social y su entorno externo, es
decir, con las cambiantes articulaciones de poder internas y externas y su articulación. Por otro
lado, el autor señala que, si bien durante los gobiernos populistas la situación de los trabajadores
era mejor que la actual, eso significaba también una subordinación política de estos a la lógica
de acumulación de capital. Es decir que su situación estuvo limitada a las necesidades y
requerimientos de ciertas fracciones del capital. Cuando los reclamos de los trabajadores
tuvieron un sesgo más político el espacio de las movilizaciones se redujo, no pudieron
sostenerse los logros pasados y la ideología de la armonía orgánica cedió paso a teorías de
seguridad nacional y contrainsurgencia. En varios países el autoritarismo fue la respuesta ante la
conjugación de una crisis económica de acumulación, una crisis social de legitimación y una
crisis política de representación. A este momento del capitalismo pertenecen los desajustes
fiscal-financieros que integran la justificación de la política neoliberal: un momento de
condensación y manifestación abierta de los conflictos trabajo-capital y economía global-
mercado nacional.
Se pueden destacar tres características propias de este momento: 1) se registra un nuevo
avance que opera en escala global en detrimento de los actores nacionales. El mercado interno
cede ante el mercado internacional, es más relevante la circulación de los valores que el origen
de los mismos. 2) hay una clara victoria de los actores que se apoyan en la economía financiera
y especulativa respecto de quienes opera en la economía real. 3)se registra una victoria del
capital frente a la fuerza de trabajo, y esta victoria no es solo económica sino también política.
Estamos en presencia entonces de un nuevo tipo de acumulación de capital que a través
de la conversión de procesos productivos complejos en secuencias sencillas que conducen a una
de-calificación de la fuerza de trabajo y a una fácil rotación de la misma, contribuye a la
exclusión social de un gran número de personas. La inversión social, la masa salarial, deja de
ser vista como condición para la realización del excedente por vía del consumo de los
asalariados, para ser vista como gasto que puede y debe ser recortado. La ideología dominante,
los medios de comunicación y las políticas de Estado actúan para consolidar la unidad de la
clase capitalista mientras se descompone la clase trabajadora, a su vez, el cambio del derecho
laboral por el derecho mercantil común termina con muchas de las conquistas laborales del
pasado.

“¿Qué se reforma en el Estado?”


1) Los elementos materiales del Estado:
Población: en términos sociales hay que destacar el empobrecimiento de segmentos
crecientes de personas y el agravamiento de las desigualdades. Inciden en ello factores
económicos de alcance general pero también las políticas estatales de adaptación pasiva a las
desigualdades tradicionales y nuevas, como por ejemplo el compromiso de pagar la deuda
externa en los términos fijados por organismos financieros multilaterales, con la consabida
contracción de las partidas presupuestarias destinadas a la prestación de ciertos servicios básicos
y al mantenimiento de infraestructura económica y social, que han funcionado siempre como
mecanismos integradores. Esta retracción del estado lo que hace es dejar cada vez sectores más
amplios de población en sus márgenes, y la articulación de estos excluidos tiende a expresarse
ante todo por la vía de comportamientos vistos como antisociales.
La exclusión social, promovida institucionalmente, es entonces la variable de ajuste del
nuevo esquema de acumulación, esta gente ya no es reserva de nada, es simplemente gente que
sobra. Este efecto de exclusión obedece a una racionalidad sistémica, ya que el sistema anterior
estimuló el crecimiento demográfico y mejoró la esperanza de vida de los sectores trabajadores,
y el viraje actual hace caer estas mejoras, haciendo caer las expectativas de progreso.
Territorio: la privatización de la infraestructura económico-social y la contracción de
los presupuestos de inversión pública generan un efecto de retirada del estado respecto de
amplias áreas de su territorio, que adquieren la fisonomía de espacios vacíos de autoridad
pública. El anterior estilo extensivo de desarrollo había significado la presencia cada vez mayor
de estado, en esta nueva etapa el terreno cedido por el estado es apropiado por actores
particulares en un proceso de fusión entre poder político y poder económico, y organismos
estatales como policía, tribunales o administraciones locales pasan a ser circuitos de poder
“perversamente privatizados”. A su vez, el deterioro de las condiciones de vida está generando
en varias metrópolis hoyos negros de ingobernabilidad en áreas determinadas, que no sólo dan
cuenta de un desplazamiento espacial sino también de un cambio sociodemográfico: antes
aquellos cinturones de pobreza eran el espacio de la cotidianeidad de trabajadores nuevos, estos
nuevos hoyos son el hábitat de un número creciente de los underclass de las posmodernidad
latinoamericana.
2) El poder del Estado.
2.1) Pérdida de autonomía respecto de las fracciones hegemónicas del capital.
En el neoliberalismo el estado interviene a favor de los grupos mejor articulados a los
procesos de globalización para fortaleces su posición en el mercado y promover sus intereses y
objetivos, ya que una nueva matriz de poder en el mercado no surge sólo por la acción de las
fuerzas del mercado, sino que necesita de la intervención directa del poder estatal. La pérdida de
autonomía del estado se advierte de varias maneras:
a) Instrumentalización abierta del estado en función de los intereses de las fracciones
financieras y especulativas del capital que conducen los procesos de acumulación. El estado
convierte en asuntos de prioridad pública el lenguaje, los objetivos y las prioridades privadas del
capital financiero, asumiendo su punto de vista como única manera de encarar la crisis. Esta
simbiosis de estado y poder económico plantea la vuelta a la concepción de estado de los inicios
del capitalismo: el estado como atributo de los propietarios y como defensa de la propiedad.
b) crisis de los modos previos de mediación clase/estado: en primer lugar, se advierte
una creciente incorporación de grandes empresarios a la gestión del estado y las funciones de
gobierno. La separación capitalista entre dominación política y explotación económica, se
traduce institucionalmente en la existencia de una burocracia pública más o menos
profesionalizada, cuyo poder deriva de sus operaciones de las instituciones, procesos y recursos
estatales. Esto tiene dos aspectos particulares, uno es su magnitud a nivel continental, en el que
la relación clase/estado ya no aparece mediada por los partidos políticos, y el otro es que la
corporativización empresarial de la alta política se da en escenarios de democracia electoral y de
vigencia de representación política.
En segundo lugar, se ve que el mayor involucramiento directo de las elites
empresariales en la gestión estatal tiene lugar junto al retroceso de las organizaciones sindicales
en el diseño de políticas económicas y en la gestión del mercado de trabajo. Ahora son
exclusivamente el mercado y el capital los que deciden las condiciones de los trabajadores.
En tercer lugar, la integración directa de miembros de la clase en la primera línea de las
instituciones estatales y la movilización de los recursos públicos en función de intereses de esa
clase, lleva a replantear la cuestión de la apropiación privada de recursos públicos que se
encuentra en el centro del debate sobre la corrupción.
En cuarto lugar, se ve un desplazamiento del tratamiento de los temas más relevantes
de la agenda estatal, desde las instancias institucionales de la política representativa, a los
ámbitos reclusos de la administración central. En virtud del conflicto entre mayorías ciudadanas
e intereses minoritarios se procede al vaciamiento de contenido efectivo de los mecanismos de
discusión y decisión democrática. El aumento de la pobreza, la profundización de desigualdades
sociales y la fragmentación de intereses, conducen entonces a la crisis de representación
partidaria y parlamentaria.
2.2 La soberanía del estado
Pueden señalarse varios aspectos:
a) Las condicionalidades impuestas por las agencias financieras y por los inversores
limitan el ejercicio de las funciones soberanas del estado en el terreno de la economía, las
finanzas y el comercio. La expresión más clara de esto es la autonomización de la banca central
o su reducción a mera caja de conversión. La creación de moneda se transfiere a agencias
multilaterales y sus políticas se convierten en lineamientos de política estatal. La relación de
representación política se desplaza entonces, y se deja de vincular al estado con su ciudadanía,
para vincularlo con la comunidad financiera internacional y los segmentos más globalizados de
la población nacional.
b) la soberanía es cuestionada por el avance de los grandes actores del mercado
c) la formación de bloques comerciales regionales, áreas de libre comercio, mercados
comunes, etc. que implican la delegación de atribuciones y funciones privativas de los estados a
cuerpos y entidades supra-estatales.
d)el repliegue espacial del estado que implica que un conjunto de funciones públicas,
como seguridad y recaudación, queden en manos de grupos privados.
e) la privatización espontánea de espacios y funciones del dominio público del estado.
2.3 La organización del poder
Esta reforma del estado incluye un cierto énfasis en la descentralización administrativa,
con la consecuente revalorización del federalismo y el municipalismo, sin embargo esta
descentralización ha tendido a ejecutarse más en materia de política social que en otras áreas de
gobierno, más en la ejecución de proyectos que en el diseño de políticas, más como una forma
de ahorrar recursos que de ampliar la participación, más para los amigos que para el resto. Es
también importante resaltar el desarrollo desigual de la reforma estatal en las distintas ramas de
la función de gobierno. Así, la modernización sólo ha alcanzado a la rama ejecutiva, y esto tiene
su lógica si vemos que las decisiones en materia política y económica se toman ahora al margen
del legislativo, o son convalidadas por parlamentos dóciles.
3. El sentido de la intervención estatal
A través de la desregulación asimétrica y el manejo sesgado de instrumentos de política
financiera, económica y comercial el estado crea condiciones preferenciales para la rápida
circulación de capital financiero. Deja de funcionar entonces como un filtro entre las economías
nacionales y el sistema global y actúa favoreciendo la globalización financiera y sacando
ventaja de ella para actores instalados. Se trata de abrir a la acumulación trasnacional de capital
los espacios económicos nacionales. El estado compensa a nivel micro y excluye a nivel macro,
pareciendo no entender aquello de que el trato igual a los desiguales es fuente de desigualdad e
injusticia. El estado apoya y estimula la acumulación del capital financiero trasnacional
principalmente a través de la desregulación financiera y comercial, el ajuste y la precarización
laboral.

4. Redefinición de lo público y lo privado


La reforma del estado legitima e intitucionaliza como de carácter público los intereses
de determinados actores, al mismo tiempo que expulsa de la esfera pública los de otros.
5. El pacto social: ¿reformulación o ruptura?
Cuando las desigualdades alcanzan niveles extremos, la ciudadanía se degrada, la
exclusión de las satisfacciones básicas implica un deterioro del acceso a la información que todo
ciudadano debe tener para tomar decisiones racionales (sólo se puede pensar en lo inmediato).
En este ámbito de deterioro social el ciudadano regresa a la condición de súbdito o de cliente,
los partidos y la política funcionan como mecanismos de agregación de voluntades individuales,
como dispensadores de favores y servicios (clientelismo), por ende el voto se convierte en un
acto ritual o en moneda de intercambio.
Todo estado se basa en un sistema de reciprocidades: la gente acepta limitaciones a
cambio de a otras cosas materiales o simbólicas valiosas. El concepto de legitimidad se vincula
a este sistema. La exclusión social rompe con este sistema, rompiendo así el pacto social
implícito. Estamos en presencia entonces de la disolución del pacto social y su sustitución por
una imposición política en la que los grupos dominantes se comportan más como
conquistadores que como dirigentes, donde no hay participación sino subordinación, puro
reforzamiento de la subalteridad.
TEXTO 29: ANSALDI – TIERRA EN LLAMAS

ACLARACION INICIAL: el autor hace un recorrido por las condiciones generales contextuales
a las cuales se enfrenta América Latina en la década del 30. Hace también alusión a
muchísimos particularismos característicos en cada uno de los países. Yo hice un resumen con
las características generales del continente, y algunas cuestiones particulares cuando fue
necesario. Si consideran que falta o falla algo, vuelvan al texto original.

El año 1930 es, paradigmáticamente, expresión simbólica de crisis en América Latina. La crisis
económica del centro del sistema capitalista-la de 1929-, se suelda en la región en su propia
crisis económica-la del agotamiento del modelo primario exportador- y con las que se producen
en e! plano de la política -crisis de dominación- y de la cultura, campo éste en el cual, en buena
medida, lo es de los valores del liberalismo.

La década de 1930, a su vez, es pródiga en acontecimientos políticos resonantes, expresión de


intentos de transformación de distinto tenor: las insurrecciones aprista en Trujillo (Perú),
paulista (Brasil). Son también los años de la efímera República Socialista (1932) y de los
gobiernos del Frente Popular (desde 1938 hasta 1947) en Chile. De la dictadura terrorista (1933-
1938) y la Revolución de enero (1935), en Uruguay. Del triunfo presidencial de José María
Velasco Ibarra y su destitución por un golpe de Estado (1934-1935), en Ecuador. En .México,
Lázaro Cárdenas profundiza la reforma agraria y realiza la primera experiencia populista
latinoamericana. Se instauran las dictaduras autocráticas de Jorge Ubico (Guatemala), Carlos
Andino (Honduras), Somoza (Nicaragua), Hernández Martínez (El Salvador) y Trujillo
(República Dominicana). Bolivia y Paraguay se enfrentan en la guerra del Chaco (1932-1935), y
tras la derrota, en el primero de estos países se vive la experiencia del llamado socialismo
militar. Otros dos países, Colombia y Perú van también a la guerra, la de Leticia, mucho menos
intensa. Toda América Latina se conmueve.

Este es un panorama general de 1930 se enfatizan tanto las líneas de ruptura como de
continuidad (Ansaldi dice: no se pueden considerar estos cambios como revolucionarios, pero
tampoco hay que minorizarlos). Interesa, asimismo, contribuir a aventar el estereotipo, la
creencia generalizada, casi devenida sentido común, según la cual 1930 marca, una fecha de
corte entre el modelo primario exportador y la industrialización por sustitución de
importaciones, en lo económico, y la dominación oligárquica y el populismo, en lo político.

Acá de repente Ansaldi corta con lo que está desarrollando, y dice que va a retomar el concepto
de Crisis: Las crisis son momentos o estados transitorios, son parte de un proceso, esto es, de un
desarrollo y, por tanto, tienen un desenlace, si bien no hay un patrón de duración previsible. En
una situación de crisis se expresan contradicciones y rupturas, tensiones y desacuerdos, de una
intensidad tal que los actores vacilan respecto de las decisiones a tomar, al tiempo que las
normas, reglas y las instituciones hasta entonces existentes dejan de ser observadas y
reconocidas, en mayor o menor medida, llegando, en el límite, a ser concebidas como un
obstáculo para el desarrollo de [a sociedad, al tiempo que las nuevas propuestas no terminan de
ser elaboradas o, estándolo, asumidas como eficaces y/o pertinentes- Así, las grandes crisis
definen momentos históricos en los cuales, como decía Antonio Gramsci, lo viejo no termina de
morir y lo nuevo no termina de nacer. Y esta ambigüedad e irresolución ponen de relieve a ese
componente fundamental de toda crisis que es el tiempo.

Las crisis son fenómenos históricos usuales, mas la conjunción o soldadura de crisis económica,
social y política no lo es tanto. Menos frecuentes aún son las crisis de mayor intensidad, las que
Gramsci llamó crisis orgánicas y definió en estos términos: "En cierto momento de su vida
histórica, los grupos sociales se separan de sus partidos tradicionales, esto es, los partidos
tradicionales con una forma organizativa dada, con los determinados hombres que los
constituyen, los representan y los dirigen ya no son reconocidos como expresión propia de su
clase o fracción de clase. Cuando estas crisis se verifican, la situación inmediata deviene
delicada y peligrosa, porque el campo queda abierto a las soluciones de fuerza, a la actividad de
potencias oscuras representadas por hombres providenciales o carismáticos. La característica
esencial de las crisis orgánicas es la de ser crisis de hegemonía. Es una crisis de autoridad de la
clase dirigente, que deviene sólo dominante, y de su ideología, de la cual las clases subalternas
se escinden. En una situación tal, argumenta Gramsci, los partidos políticos tradicionales se han
tornado "anacrónicos" y se encuentran separados de las masas, suspendidos en el vacío. Hay,
pues, una ruptura entre representantes y representados.

En una crisis orgánica, la capacidad de reacomodamiento de la clase dirigente o dominante es


mayor y más rápida que la de las clases subalternas. La crisis orgánica también puede
resolverse, si bien menos frecuentemente, por la iniciativa política directa de las clases
subalternas. Pero igualmente puede ocurrir que no se genere una solución orgánica sino una
tercera, la del jefe carismático.

En los años 1930 hay crisis económica, social, crisis política, de valores, soldadura de dos o más
de ellas y hasta crisis orgánica. La crisis política es, en la mayoría de los casos más de
dominación que de hegemonía.

El huracán del jueves negro

La crisis desatada en 1929, según bien se sabe, arrasa no sólo con la economía norteamericana,
sino que afecta a todo el sistema capitalista a escala mundial. El comercio y la producción caen;
el sistema financiero se derrumba en 1931. En América Latina, sus efectos son devastadores, un
verdadero huracán, agravados porque a la crisis económica se suma, como se ha dicho al
comienzo, la crisis política. Al respecto, el "signo más clamoroso" del impacto de la economía
en la política es "el derrumbe, entre 1930 y 1933, de la mayor parte de las situaciones políticas"
consolidadas en el precedente período. En los años más severos de la Depresión, en la mayoría
de los países latinoamericanos se produce el acceso al poder de grupos o individuos que no lo
detentaban cuando se desata la crisis.

El comienzo de la Primera Guerra Mundial marca, en efecto, un punto de inflexión en la historia


del capitalismo, con la declinación del predominio de Gran Bretaña y el patrón oro. Varios
síntomas son perceptibles, incluso antes del primero de esos años, como en el caso del cambio
de los flujos de comercio e inversión. Si bien la Depresión comienza en 1929 y surte efectos
inmediatos en América Latina, algunas señales previas habían llegado a ésta: el vertical
aumento de los precios de las mercancías; el exceso de demanda del crédito y el alza de los
tipos de interés; la fuga de capitales como también la disminución, por igual razón, de nuevos
flujos de capital. Empero, tales señales no fueron tenidas en cuenta. Así, cuando la crisis se
expande y los precios de las materias primas latinoamericanas caen espectacularmente, ningún
país de la región queda a salvo. Justamente, la correa de transmisión de la crisis del centro
capitalista a América Latina es, en opinión de Carlos Díaz Alejandro el deterioro de los
términos de intercambio, es decir, la mayor caída de los precios, en dólares, de las exportaciones
latinoamericanas de materias primas respecto de los precios de las importaciones industriales
desde los países centrales.

Las economías más afectadas son las de los países que sufren tanto la caída de tos precios de sus
materias primas, cuanto la de los volúmenes exportados (Bolivia, Chile y México). También
Cuba debería incluirse en el grupo de los países más afectados. Un segundo grupo de economías
afectadas por la crisis, en este caso, modestamente está formado por Argentina, Brasil, Ecuador,
Perú y toda América Central, mientras Colombia (café), Venezuela (petróleo) y República
Dominicana (azúcar) constituyen casos excepcionales de economías poco afectadas en materia
del quantum exportado. Empero, ningún país latinoamericano escapa a la depresión de 1930 si
bien el impacto es variable. La combinación más desastrosa es la producida por “un alto nivel
de apertura, un gran descenso del precio de las exportaciones y una disminución abrupta del
valor de las mismas". De allí, entonces, que Chile y Cuba resulten los casos más agudos. Los
precios de las materias primas exportadas se recuperan recién en 1936-1937, para volver a caer
durante los dos años siguientes. Ahora bien, como los precios de las mercancías importadas se
mantienen muy bajos, los términos netos del intercambio mejoran desde 1933 hasta 1939. Los
países latinoamericanos, en razón de la crisis, enfrentan dos desequilibrios: 1) el desajuste
externo generado por las caídas de los ingresos de la exportación y el flujo de capital; 2) el
desajuste interno provocado por la contracción de los ingresos fiscales y, en consecuencia, el
déficit presupuestario, no factible de ser saldado mediante recursos externos. Conexa a ambos
desajustes se encuentra la situación monetaria, tornada clave cuando Estados Unidos y Gran
Bretaña deciden abandonar el patrón oro. Tal decisión obliga a los gobiernos de la región a
manipular el tipo de cambio. Algunos optan por vincular sus respectivas monedas nacionales al
dólar estadounidense; otros devaluar sus monedas; otros se orientan a la vinculación de sus
monedas a la libra esterlina; otros optan por vincularlas con el dólar. En los demás casos, la
resistencia a adoptar un genuino régimen flotante de tipos de cambio, la mayoría de los países
debe optar por otras medidas, tales como el control de cambio y un sistema de racionamiento de
las importaciones no basado en el precio. Así, el incremento de los aranceles hace subir
abruptamente el precio final de los bienes provenientes del exterior y contribuye a alentar el
reorientamiento del gasto hacia los sustitutos internos. La imperiosa necesidad de reducción del
déficit presupuestario lleva a los gobiernos a subordinar a este objetivo el pago de las deudas
internas y externas. Empero, cabe acotar respecto de este caso, tales concesiones no implican
mejoras en la situación de dependencia; por el contrario, ella se redefine fuertemente en favor
de la metrópolis económico-financiera. En términos del PBI, la recuperación de las economías
latinoamericanas comienza después de 1931-1932. La mayoría de los Estados impulsa políticas
intervencionistas, reguladoras de los precios y la comercialización de los productos rurales,
como también de las tarifas de los servicios públicos. Asimismo, la creación y/o el
fortalecimiento de organismos estatales dedicados al otorgamiento de créditos, los cuales
favorecen la construcción de viviendas y obras públicas, el crecimiento de la agricultura y de la
industria. La promoción de los medios de transporte automotor, en desmedro de los
ferrocarriles, potencia la constricción de nuevas carreteras pavimentadas. También aparece o se
expande el transporte aéreo. El pasaje del ferrocarril al automotor es inseparable de la lucha
entre el imperialismo británico y el norteamericano. Nuevos caminos, facilidades crediticias y,
en el caso de México, la construcción de obras de riego contribuyen a una expansión del
capitalismo en la agricultura. En Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, México, Perú y
Venezuela se asiste a una importante intervención del Estado, expresada en la creación de
organismos específicamente dedicados a la regulación de la comercialización de productos
primarios y/o a la promoción de producciones industriales a gran escala y con maquinaria
moderna. En algunos casos el Estado se convierte también, en propietario de medios de
producción, especialmente en sectores de infraestructura e industriales productores de acero,
armas y otros insumos necesarios para la defensa militar, circunstancia que potencia la
participación de las FFAA.
A partir de esta situación explicada por el autor, propone ahora analizar brevemente las
características de la ISI y de la ASÍ (agricultura por sustitución de importaciones). La ISI es
señalada como un proceso generado por la crisis de 1929 y sus secuelas, sin embargo se ha
demostrado que ya se habría iniciado antes de los 30. La ISI de los treinta es, al menos en
América del Sur, más intensiva en fuerza de trabajo que en capital y que forman parte de ella
muchas pequeñas y medianas empresas, de propiedad de capitales nacionales, si bien se
producen casos de inversión directa por parte de empresas extranjeras.

Acá el autor presenta todo un debate respecto a si la ISI es previa a 1930, o consecuencia de la
crisis: Analiza la Argentina tratando de ver si la condición de existencia de la ISI, así como
Brasil, Colombia, Cuba, Chile, México, Perú, intentando demostrar que en general, existían
estructuras previas a la crisis de 1929 que permitieron la puesta en práctica de la ISI hasta su
consolidación plena en la década del 50 o 60. Continúa el autor En síntesis, puede decirse que
la ISI es un proceso generador de cambios significativos en la composición industrial en buena
parte de los países de la región. Si bien la producción fabril de textiles y alimentos elaborados
sigue siendo dominante, nuevos sectores industriales comienzan a pesar en las economías
nacionales: bienes de consumo duraderos, químicos, farmacéuticos, papel, metales. El mercado
de bienes industriales se diversifica, al tiempo que se tornan más complejas las relaciones
interindustriales. Empero la magnitud de tales cambios no debe exagerarse. Los límites del
crecimiento industrial se refuerzan por la actitud de las burguesías, las cuales se orientaron, en
un contexto de tener mercados internos protegidos, en la dirección facilista de la ganancia
inmediata, despreocupándose de llevar adelante acciones tendentes a superar sus insuficiencias
e ineficiencias y a proyectarse, competitivamente, en el mercado externo. La baja productividad
de la industria se explica por escasez de electricidad, falta de fuerza de trabajo c es una
categoría que designa una forma de organización y ejercicio de dominación política de clase. Se
caracteriza por su base social angosta, el reclutamiento cercado de quienes cumplen funciones
en el Estado y gobierno, basado en criterios de apellido o linaje, tradición, familia y parentesco,
prestigio, amistad, dinero, 3) exclusión de los disidentes o de la oposición considerada radica! o
peligrosa y cooptación de los individuos (transformismo molecular) o grupos potables,
moderados o asimilables (transformismo orgánico), 4) combinación de centralización y
descentralización en el ejercicio de] poder, mediante clientelismo, burocracia y mecanismos de
control intraoligárquico, 5) mecanismos de mediaciones y de lealtades familiares o grupales-
personales, más que partidarios y formato de representación de notables, 6) autoritarismo,
paternalismo, clientelismo, y verticalismo, 7) autopercepción positiva de la condición de
naturalmente elegidos para ejercer el gobierno de los hombres y la sociedad, 8) limitación
efectiva del ejercicio de los derechos políticos de sufragio, de elegir y-de ser elegido, 9)
predominio de la dominación (coacción) sobre la dirección (consenso, hegemonía), no reducido
a la coerción o violencia física, pues ésta va acompañada de una constante, cotidiana violencia
simbólica, 10) frecuente organización del Estado como Estado capturado, lo que se traduce
entre otras consecuencias, en un Estado central, más que nacional, cuestión ésta que debe
conectarse con 11) la definición de un pacto oligárquico que expresa ciertos tipos de relaciones
interregionales.
En la dominación oligárquica, en términos generales, la concentración del poder en un núcleo
pequeño de personas es muy alta, mas el espacio de aplicación de ese poder es reducido. De allí
la necesidad de "articular poder central y poderes locales. Se trata, entonces, de una estructura
piramidal en la cual cada nivel dispone de capacidad de dominio altamente concentrada y de
alcance limitado, variable según la posición que se ocupa en tal pirámide.
Esa forma de ejercer la dominación política de clase entra en crisis en buena parte de América
Latina. Las crisis políticas nacionales toman salidas diferentes, pero ninguna de ellas permite
establecer que el populismo como forma política de la dominación de clase, aparece en
América Latina, como una obligada o lineal secuencia cronológica que sucede a la oligarquía.
Populismo, en los términos de Weffort, es el surgimiento político de las masas en las
condiciones creadas por la crisis de la dominación oligárquica y de la democracia liberal, siendo
a la vez expresión de la debilidad de los nuevos grupos dominantes, en una coyuntura de
desarrollo autónomo relativo y de las particularidades de la urbanización es industrialización en
países agrarios y dependientes. Más específicamente, como define el propio Weffort, un sistema
populista es una estructura institucional de tipo autoritario y semicorporativa, orientación
política de tendencia nacionalista e industrialista, composición social policlasista más con apoyo
mayoritario de las clases populares.
El populismo latinoamericano es una experiencia observable, históricamente, en el México
cardenista, el Brasil varguista y la Argentina peronista.
Campo de Marte
La década de 1930 es, entre otras cosas, una década de notable ejercicio de la violencia. No sólo
en América Latina sino en varios lugares del mundo. Buenas pruebas de ello son la llamada
Guerra Civil en España (1936-1939), la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y la
“descampenización” en la Union Sovietica, que se suma al genocidio de los ucranianos
ejecutados por el régimen stalinista. GUERRA como fracaso de la POLÍTICA, así como su
continuación por otros medios.
Aquí analiza diferentes conflictos dados en el periodo: Guerra del Chaco, el conflicto entre Perú
y Colombia, Uruguay, Costa Rica, México, así como otros cuantos ejemplos que recorren toda
América Latina.
No deja de ser significativo que la coyuntura caracterizada por el pasaje de amplias masas,
sobre todo urbanas (o rurales recientemente urbanizadas) muestre también una nada desdeñable
acción colectiva agraria que toma la forma de bandidismo social o bien la de mesianismo o
milenarismo.
Los desafíos planteados por las crisis de los años 1930 no han de encontrar las respuestas
esperadas y/o deseadas por muchos de sus principales protagonistas. Las propuestas mejor
elaboradas o más programáticas, como las de la revolución socialista, la instauración de
regímenes fascistas o la consumación finalmente realizable de liberalismo económico y
democracia política, concluyen en fracasos. Las experiencias reformistas de estos años muestran
la reticencia de las burguesías latinoamericanas. La inestabilidad política y la creciente
participación de sectores de clase media (básicamente, universitarios) y de trabajadores y
campesinos en el conflicto han de definir el cuadro general de América Latina de ahí en más. En
tal cuadro, no es un dato menor la larga persistencia de dictaduras autocrático-militares. La
tierra en llamas de los años 1930 reavivará el fuego a partir de los años 1950 -Revolución
Nacional Boliviana, triunfante; Revolución Guatemalteca, derrotada- y, sobre todo, 1960, a
partir de la experiencia social y políticamente más radical en América Latina, la de Revolución
Cubana.

TEXTO Nº 64

TRANSICION Y LUCHA DE CLASES EN NICARAGUA

Nuñez Soto

A pesar de que las relaciones sociales de producción que explican el proceso que nos ocupa se
encuentran en el interior de la formación social nicaragüense, es necesario sin embargo incluir
las relaciones de cambio que existen entre este país y los países que controlan el mercado
mundial, dentro del cual también se realizan las mercancías de las economías periféricas. Desde
que la circulación de mercancías se convierte en el punto de partida del funcionamiento ca-
pitalista, es obligado tener al mercado como referencia incluso de las propias relaciones de
producción que se desarrollan en el proceso inmediato de producción. Las relaciones de cambio,
nacional o internacional, son parte de las relaciones sociales de producción; enfrentan intereses
opuestos y establecen mecanismos de diferenciación. Difícilmente podríamos nosotros abstraer
del mercado mundial una economía cuya lógica de existencia no es otra que servir a dicho
mercado, en detrimento precisamente de su propio mercado interno.

Históricamente estos países nacen como colonias de los países, europeos y su realización como
nación no se hace solamente contra una estructura de dispersión feudal, tal como aconteció en
los países centrales, sino que la formación del Estado-nación periférico se lleva a cabo a través
de un proceso de independencia política. Las revoluciones burguesas fueron aquí revoluciones
anticolonialistas, aunque por supuesto tuvieron también un contenido de clases entre intereses
radicados dentro de las propias colonias.

Hoy que las naciones periféricas se encuentran subordinadas a un mercado controlado por los
intereses nacionales del imperialismo norteamericano, la revolución pasa necesariamente por la
independencia económica con respecto a los intereses metropolitanos. Es por ello por lo que las
revoluciones del tercer mundo nacen como movimientos de liberación nacional y por lo que sus
primeras transformaciones tienen un contenido y un cuestionamiento hacia afuera,
especialmente en el campo de las nacionalizaciones.

Las relaciones de cambio en el mercado mundial tampoco podrían existir sin el apoyo de la
coerción política internacional. De la misma manera que la existencia; política del colonialismo
o del imperialismo constituyó uní necesidad económica para los países del centro, la
independencia política de los países periféricos conlleva ahora una ruptura de las relaciones
internacionales de intercambio subordinado. La dependencia y la independencia políticas son
pues también parte de las relaciones sociales de producción, especialmente ahora en que las
relaciones del mercado están cada vez más subordinadas al funcionamiento de los monopolios y
del capital financiero.

De la misma manera que no es posible mantener un modelo nacional capitalista de explotación


económica sin un aparato político de dominación, tampoco es posible establecer un modelo
mundial imperialista de apropiación de excedentes nacionales sin un sistema político de
dominación imperial. Por eso también la toma del poder dentro de un proceso revolucionario
de lucha entre intereses, internos y externos, implica necesariamente una ruptura política, y por
lo tanto económica, con el imperialismo. Asimismo, la ruptura con el imperialismo se convierte
automáticamente hoy en día en una ruptura con los regímenes internos que lo hacen posible;
romper con uno es romper con los otros, y los movimientos de liberación nacional se desdoblan
inmediatamente en movimientos de liberación social.

Se está hablando de una revolución política que no excluye la transformación socioeconómica


sino que la precede y forma parte de ella. Igualmente planteamos la preponderancia que tiene el
factor económico como detonante de la crisis interna del modelo agroexportador. Finalmente se
ve el grado de identidad que adquiere toda la región centroamericana, en la cual se encuentra
Nicaragua.

LA CARACTERIZACION DE LA SOCIEDAD NICARAGUENSE

Independientemente de que la sociedad nicaragüense y la revolución sandinista sean una


sociedad y una revolución Contra un orden que desborda sus fronteras, quienes hacen en última
instancia la revolución son las fuerzas internas de la propia sociedad y, además, en condiciones
históricas y sociales concretas.

A grandes rasgos podríamos decir que en el presente siglo la historia de Nicaragua es la lucha
entre los intereses nacionales y los intereses políticos y económicos del imperialismo norte-
americano.

Una historia colonizada e imperializada

La historia de Nicaragua ha estado acompañada desde sus inicios por los intereses de los países
y clases dominantes europeos. La economía nicaragüense se activa y reactiva frente a la
demanda del mercado externo sin que el crecimiento logre desarrollar un mercado interno capaz
de liberar su dependencia estructural de los países centrales y del intercambio desigual en el
comercio internacional.

A partir de 1821 se independiza de España y se vincula al mercado capitalista mundial bajo la


hegemonía de Estados Unidos. Durante los siglos XVIII y XIX es presa de muchas
intervenciones por parte de - Inglaterra y Estados Unidos, que disputaban a España la
hegemonía sobre el Mar Caribe. En el siglo XX Estados Unidos tiene la hegemonía total sobre
Nicaragua y, a petición de uno de los dos partidos que se repartían el poder, intervino cuantas
veces quiso. A principios de este siglo, diferentes movimientos de carácter patriótico y
nacionalista, entre los que sobresalen el de Benjamín Zeledón y el de Augusto César Sandino,
levantaron la bandera del antiintervencionismo y antiimperialismo hasta lograr en 1937 el retiro
definitivo de los marines norteamericanos. A partir de entonces, y amparado por el gobierno de
Estados Unidos, gobierna en Nicaragua el régimen de la familia Somoza, que mantuvo su
dictadura hasta 197.9, año del triunfo revolucionario sandinista. El Estado nacional surgió de la
independencia nace, al igual que las clases sociales dominantes, con una gran dependencia hacia
Estados Unidos de América, y con el papel de coadyuvar a implantar el capitalismo.

Una nación dividida y parcelada

La nación nicaragüense es un esfuerzo histórico hacia adentro y hacia afuera por construir una
identidad hasta ahora mediatizada por intereses externos. La diferenciación entre clases sociales
estuvo siempre acompañada por una diferenciación étnica, y ambas condicionadas por la
intervención y penetración económica y cultural de las potencias coloniales. Incluso el mercado
interno pasa primero por las metrópolis antes de pretender vincular la propia economía. Las
unidades familiar-es artesana- les y campesinas producen y se reproducen sin descomponerse,
subordinadas a la lógica de la reproducción capitalista de los países y clases dominantes del
centro industrial. A pesar de la concentración de la riqueza en una minoría, su economía sigue
siendo una economía parcelada en miles de pequeñas fincas campesinas que se concentran y se
desconcentran al ritmo de la herencia y de las necesidades de la mercantilización de la tierra y el
trabajo.

El mercado interno no ha podido homogeneizar una realidad demasiado diferenciada, tanto que
bien podría hablarse de tres países diferentes.

La región de la costa del Pacifico En sus principales ciudades se asentaron siempre las clases
dominantes y dirigentes, de igual manera su poder político-militar, sede también del grueso de
la pequeña burguesía y de los trabajadores asalariados. En esta región está situada Managua,
capital de la república, ciudad donde vive actualmente más de la tercera parte de la población
del país.

Esta parte del país constituyó el ámbito socioeconómico fundamental de la insurrección popular
sandinista, y actualmente todavía constituye la principal base social de apoyo a la revolución.

La región centro-norte de la montaña En dicha región se encuentra la mayoría del


campesinado, que durante la insurrección participó brindando apoyo a las actividades
guerrilleras del Frente Sandinista de Liberación Nacional, pero sin un involucramiento masivo
en el proceso insurreccional.

La región de la costa del Atlántico Existe en la Costa Atlántica una tradición histórica' de
autonomía en relación al resto de Nicaragua y de fuertes vínculos con el Caribe y la cultura
anglosajona,

Una economía temporal y campesina Las actividades económicas principales de Nicaragua


han sido la agricultura y la ganadería, explotadas bajo un modelo agro- exportador cuyos rasgos
fundamentales son la temporalidad y el mantenimiento de una economía campesina. La
producción y reproducción de sus excedentes no le ha permitido a esta economía alcanzar un
crecimiento y desarrollo autosostenido; el drenaje de excedentes ha sido la constante que
durante siglos ha bloqueado un proceso de acumulación propio. La decisión de cuánto y cómo
reinvertir los excedentes siempre se tomo fuera de sus fronteras y en un grado mayor al de
cualquier otra nación del centro. Esto contribuyó a configurar una estructura económica
dependiente financiera y tecnológicamente de los países industrializados.

Desde el punto de vista socioeconómico, Nicaragua presenta los rasgos de una sociedad
agroexportadora, con un movimiento simultáneo de proletarización y campesinización, un
pronunciado sector terciario que a diferencia de los países industrializados no es un indicador de
su desarrollo sino más bien otro rasgo de su dependencia y atraso, y con una tendencia hacia la
urbanización improductiva. La mayor parte del sector agropecuario es campesino o de fuerza de
trabajo obrero-campesina.

El somocismo había casi agotado la superficie apropiada para cultivos permanentes y la frontera
agrícola avanzaba a pasos agigantados. El crecimiento del sector terciario produjo una
urbanización sin industrialización que contribuyó a atrofiar el funcionamiento de la economía
nicaragüense.

El panorama económico de la sociedad nicaragüense muestra las siguientes actividades:

 Un espacio campesino mayoritario produciendo alimentos básicos (maíz, fríjol,


cuajada) y reproduciendo en economía familiar el grueso de la fuerza de trabajo que
necesita el capitalismo agroexportador. Este sector asiste como asalariado temporal a
las plantaciones de algodón, café, azúcar y otros; fue confinado a las peores tierras del
país, y subsiste con una técnica demasiado atrasada de despale migratorio y periférico.
 Un espacio agroexportador de medianos y grandes productores que se dedica a la
actividad central de producción agrícola comercial para el mercado exterior; ocupa las
mejores tierras del país y en su desarrollo logró acceder al procesamiento de los
productos de agro exportación, dividiéndose el trabajo entre burgueses productivos
ligados a la agroindustria y campesinos ricos ligados más a la producción intensiva de
los mismos productos.
 Un espacio urbano dedicado fundamentalmente a las labores : de servicios que apoya las
actividades de exportación e importación de la economía agroexportadora. Esta
urbanización y terciarización, incrementadas por la emigración del campo a la ciudad y
por la escasa industrialización, ha conducido al país a desarrollar más las actividades de
consumo improductivo que las de producción.
En conclusión podemos afirmar que la sociedad nicaragüense ha sido una sociedad periférica en
la que las principales relaciones sociales de producción se distribuyen en: relaciones de cambió
con el mercado capitalista mundial y relaciones internas en proceso de funcionabilidad para el
capitalismo mundial. Esta situación ha impedido una verdadera acumulación originaria dentro
de la formación social nicaragüense, es decir, disociación total del trabajador con los medios de
producción existentes, concentración de las fuerzas productivas en general, generalización de
las relaciones capitalistas, separación total de la agricultura y la industria, proletarización fuerza
de trabajo, reinversión orgánica permanente de los excedentes producidos en nuestra formación
social, formación de un mercado interno propio, y por lo tanto la consolidación de un Estado-
nación.

CRECIMIENTO Y DEPENDENCIA DEL MAE

Efectivamente, después de la segunda guerra mundial la economía nicaragüense conoció un


auge sustancial debido a la exportación de productos primarios producidos en el marco de
relaciones capitalistas de producción y de formas campesinas subordinadas al capital
agroexportador. El Estado somocista funcionó como intermediario entre el mercado mundial y
los productores nicaragüenses, creando las condiciones generales de la producción; de igual
manera garantizó a los capitalistas extranjeros la colocación de su capital y una buena tasa de
ganancia con base en la renta diferencial que estos productos tenían en el mercado externo, y en
una mano de obra barata.

Una de las principales características del modelo agroexportador es su dinamismo, estimulado


por la demanda externa y por las extraordinarias condiciones de reproducción de la fuerza de
trabajo local. Esta reproducción fue responsabilidad del campesinado a través de su
autoexplotación, y en general del pueblo nicaragüense a través de los impuestos y del
endeudamiento de la nación que año con año pagaba toda la población. Los mismos indicadores
del crecimiento miden la dependencia comercial, financiera y tecnológica al capital norteameri-
cano. La dependencia económica conllevó a una dependencia política que mantuvo y sostuvo a
la dictadura militar durante, 50 años.

Crecimiento y dependencia condicionaron un modelo económico que a pesar del incremento


anual no evitó la pauperización de la mano de obra en general y teniendo que recurrir a la
institucionalización de una dictadura militar represiva que compensaba las limitaciones del
insuficiente mercado interno y por ende de - la sociedad civil para disciplinar a la fuerza de
trabajo.

El modelo de crecimiento agropecuario de la posguerra


Nicaragua, al igual que los demás países centroamericanos, inicia después de la segunda guerra
mundial un periodo de miento (1950-1980) que, antes de agotarse, pasa por tres mornentos
claramente diferenciados.

1950-1960: crecimiento basado en la agro-exportación de productos primarios;

1960-1978: crecimiento basado en la agro-exportación de productos primarios y en el


dinamismo de una producción manufacturera sustituidora de importaciones;

1979-1934: recesión de la producción dentro de un marco de transformaciones sociales y


agresión externa.

La economía nicaragüense se vincula al mercado mundial a través de productos primarios


mínimamente procesados. El carácter agroexportador y dependiente que tuvo durante los
períodos señalados puede ilustrarse por el peso que las exportaciones de origen agropecuario
tienen en las exportaciones tota- r les. Aun en el período de mayor dinamismo de la producción
industrial (1960-1975), el porcentaje de la exportación agropecuaria pasa del 50%.

''El crecimiento.se llevó a cabo fundamentalmente en la agricultura donde el área cultivada,


incluyendo la de pastos, mantuvo .uno de los crecimientos más altos de América Latina. Una
parte de la expansión de la superficie agrícola corresponde a productos agroexportables y otra a
productos de consumo in- temo, destinándose estos últimos a la reproducción de la fuerza de
trabajo y de la población en su conjunto. El régimen político imperante fomentó la expansión
productiva mediante un amplio programa de créditos destinado fundamentalmente a las
empresas capitalistas.

Entre 1960 y 1070 las exportaciones crecieron a una tasa acumulativa anual de 11,5%
constituyéndose en el principal impulsor del dinamismo de la economía. A partir de 1960
cuando el déficit comercial comienza a impactar el modelo de crecimiento agropecuario.

Una serie de reformas conocidas como el proyecto de Mercormún vinieron en su auxilio, y el


modelo se refuerza lleudo a cabo un sinnúmero de inversiones manufactureras que je
imprimieron mayor dinamismo a la economía. El período de sustitución de importaciones se
acompañó no solamente de un alto crecimiento de la producción manufacturera, sino también de
una gran emigración del campo hacia las ciudades.

Sin embargo, el crecimiento industrial se hizo a costa de desembolsar un monto considerable de


divisas para importar materias primas de una industria que no puede vivir sin el suministro de
bienes provenientes de los países industrializados, especialmente de Estados Unidos.

En cuanto al crecimiento agropecuario podemos afirmar que independientemente de los precios


internacionales, tanto de importación como de exportación, los recursos internos de la agri-
cultura estaban llegando al final de su bonanza. A finales del período somocista, la agricultura y
la ganadería (que usaba tierras agrícolas) habían llegado a utilizar ampliamente todas estas
tierras, lo que hizo que, ante precios internacionales deprimidos, la recesión agrícola fuera una
cuestión inevitable considerando que a esa altura quedaban sólo las tierras marginales para
seguir expandiendo la agricultura y la ganadería de exportación.

Lo mismo puede decirse de la agricultura y ganadería campesina, que durante el período 1950-
1980 utilizó las tierras de la frontera agrícola en un proceso ininterrumpido de migración ó
colonización espontáneas o planificadas. Esta situación estaba agotando los recursos a razón de
100 mil hectáreas por año. Este avance de la frontera agrícola y de la emigración campesina
hacia el Atlántico retiraba progresivamente fuerza de trabajo;, y alimentos de los espacios
agroexportadores, lo que repercutía en una de las condiciones de la bonanza del modelo, a
saber, el papel de la economía campesina en la reproducción de la fuera de trabajo del
capitalismo agroexportador. La frontera agrícola llegó a colindar prácticamente con el litoral
Atlántico y con los dominios de las comunidades indígenas, que tuvieron que refugiarse en las
costas del Océano Atlántico ante el empuje de los campesinos mestizos.

La reforma agraria somocista se inicia en 1963 destinando 5 millones ele hectáreas a disminuir
los conflictos. En otras palabras, las contradicciones del propio modelo lo estaban llevando a su
fin. El campesino era expulsado por el empuje capitalista de maximizar sus ganancias buscando
las mejores tierras, situación que se agudizaba cuando bajaban los precios de los productos de
agroexportación. Por otro lado se obligaba al campesinado a roturar más tierras en la frontera
agrícola para beneficio del terrateniente y para la reproducción de la familia rural. El resultado
lógico de tal situación fue que el ¡capital, en busca de mayores ganancias, alejaba cada vez más
la fuente de su propia riqueza: la fuerza de trabajo temporal campesina. Los obreros campesinos
tenían cada vez más dificultad para reproducirse con un salario temporal, es decir parcial, y los
campesino-obreros mayor dificultad para usufructuar las parcelas que durante un tiempo los
mantenían.

La dependencia externa de la economía nicaragüense

A pesar del crecimiento agrícola e industrial, la economía nicaragüense dependió, desde su


nacimiento como economía vinculada al mercado capitalista mundial, de la demanda y oferta
externas y, por lo tanto, de las necesidades y vaivenes del comercio mundial. Mientras más
crecía, más se enajenaba al mercado externo, sin que dicho crecimiento tuviera efectos
significativos en el desarrollo del mercado interior. El sector exportador tenía toda la prioridad
para el sistema socioeconómico y para el régimen político imperantes.

A partir de 1956, año del ajusticiamiento de Anastasio Somoza García, primero de la dinastía
somocista, y sobre todo en la década de los sesenta, el saldo comercial acusa una tendencia
negativa permanente, y comienza para esta economía el círculo vicioso de recurrir al
financiamiento externo para cubrir déficit.

Se producía para el mercado exterior, y con las divisas generadas se atendía la importación de
insumos requeridos por la producción comercial. La generación de divisas se convirtió en una
necesidad no solamente para la producción misma sino también para el consumo ya que el
proceso de sustitución de importaciones no logró impedir los desequilibrios materiales internos.
Obviamente, los balances comerciales negativos indujeron al endeudamiento externo como
condición del modelo.

En 1978, a finales del régimen somocista, el servicio de la deuda pública externa


(amortizaciones e intereses) alcanzaba ya él; 75% de los desembolsos y el 15% de las
exportaciones de ese mismo año, con una estructura de comercio donde la tercera parte de las
importaciones provenían de Estados Unidos y más de la mitad de compañías norteamericanas
ubicadas en Estados Unidos y en Centroamérica. Es evidente que la dependencia externa hacía
imposible incluso seguir manteniendo el mismo esquema de dependencia, sobre todo en
momentos en que la demanda externa comenzaba a decrecer y los préstamos internacionales a
refluir.

Miseria y explotación durante el somocismo

Si bien el crecimiento fue sostenido en todo el período los efectos fueron desiguales para la
población del país. El sector empresarial agroexportador fue mejor atendido que la economía
campesina que se mantuvo sumida en la pobreza y la explotación. A medida que la agricultura
de exportación avanzaba, el campesinado era desplazado de las mejores tierras del Pacífico
hacia la frontera agrícola del centro-norte y del Atlántico por los mecanismos del mercado y por
la Guardia Nacional de Somoza.

Se trata de una economía campesina donde, no solamente por su composición sino también por
las necesidades del propio modelo para proveer su reproducción, la tierra se concentraba cada
vez más en manos de terratenientes y capitalistas a costa de la marginación del campesinado,
que se refugiaba en las peores tierras del país. El acaparamiento de tierras por parte de los
terratenientes también tenía sus contradicciones para el propio modelo: por un lado era
necesario para explotar a las familias campesinas ya que los terratenientes eran los agentes
directos del capital para disciplinar y extraer excedentes del campesinado a través de la renta en
trabajo, especie o dinero; pero por otro lado gran parte de los excedentes producidos por las
plantaciones capitalistas de agroexportación iban a parar a manos de los terratenientes.

A lo largo del período, a medida que se multiplicaban las familias campesinas, productos de la
herencia y el parcelamiento, menos tierra poseían y más deudoras eran de los terratenientes y de
los patrones.

El algodón llego a representar el eje central del modelo del MAE. Los algodoneros entonces
fueron los capitalistas más beneficiados por el modelo.

Durante todo este periodo los grandes empresarios siempre fueron habilitados por la banca
nacional, en cambio los campesinos tenían que recurrir a todas las formas de mediería,
aparcería, colonato, a fin de acceder a medios que no poseía: tierra, bueyes o dinero en efectivo.
Mientras que a los capitalistas se les financiaba la mitad de su producción, a los campesinos
apenas les habilitaba un poco más del 10%.

En pleno apogeo del modelo agroexportador, el ingreso del crecimiento apuntado excluía a la
gran mayoría del campesinado y lo pauperizaba en forma absoluta y relativa. Diez años después
(en 1971) los trabajadores por cuenta propia y los asalariados tenían un ingreso per cápita hasta
100 veces inferior a los patrones, siendo los primeros la mayoría y los segundos la minoría de la
población en el campo.

Al final del periodo, las propias instituciones comenzaron a hacerse eco de las condiciones de
miseria existentes en el campo.

A estas condiciones sociales se superponían iguales condiciones de trabajo: el atraso


tecnológico mantenía aún la siembra al boleo, arado de espeque, rendimientos en maíz y frijol
diez veces menores que en las grandes empresas capitalistas y una pérdida poscosecha del 30%
por falta de condiciones tecnológicas de almacenamiento.

Como conclusión podemos afirmar que, desde el punto de vista económico, el capitalismo en
Nicaragua tuvo una matriz agroexportadora, en donde la totalidad está constituida funda-
mentalmente por las relaciones sociales de producción de la actividad agropecuaria, por las
relaciones de intercambio entre el campo y la ciudad, así como por las relaciones de cambio con
el mercado mundial; que el crecimiento económico sostenido se basó en una combinación de
acumulación intensiva en capital para las empresas agropecuarias y acumulación intensiva en
mano de obra para las unidades de producción campesina; que la principal fuerza y debilidad al
mismo tiempo del modelo estuvo siempre en la dependencia comercial, financiera y tecnológica
de los mercados capitalistas externos; que el régimen represivo así como la miseria y
explotación social 'generadas por el modelo se desarrollaron simultáneamente amparados por la
dinámica del crecimiento económico, organización político- social que duraría lo que durara
dicho crecimiento.

CRISIS Y REVOLUCION

La principal hipótesis que se maneja es que la matriz explicativa de la crisis está en la naturaleza
misma del modelo agroexportador, matriz que fue trastocada precisamente por el sector mismo
que la oxigenó durante cinco décadas y que finalmente, por razones externas e internas, des-
embocó en una crisis revolucionaria. Desde el punto de vista económico encontramos un
agotamiento del modelo agroexportador por estrangulamiento del sector externo, depresión eco
nómica, diferenciación en la ganancia interburguesa y deterioro del nivel de vida del pueblo
nicaragüense. Desde el punto de vista político encontramos una pérdida de legitimidad del régi-
men somocista, debilitamiento de la hegemonía imperialista en la región centroamericana,
descontento de las masas populares urbanas y cuestión amiento político-militar encabezado por
un frente de masas que enarboló una bandera de liberación nacional y de democracia
participativa y pluralista.

Asimismo querernos mostrar que la economía y la sociedad nicaragüenses son parte de una
totalidad regional ligada al funcionamiento político y económico centroamericano, donde con-
vergen en lucha los intereses del imperialismo y de los pueblos de la región. Es como si
Nicaragua fuera una provincia, tal como lo fue en el pasado, en el interior de la formación social
centroamericana. La crisis económica y política que padece la estructura imperialista de
explotación y de dominación en el Caribe no podría entenderse sin la revolución sandinista, de
la misma manera que ésta tampoco puede entenderse en su origen y desarrollo sin conocer el
espacio social circundante.

Las mismas tendencias económicas de la crisis que presentamos para el caso de Nicaragua se
muestran claramente en la Mayoría de los países centroamericanos, aun sin que hayan conocido
estallidos insurreccionales parecidos. Se percibe pues el agotamiento del modelo
agroexportador, y dicho agotamiento .comienza precisamente en el aspecto externo de su
totalidad económica debido también al estrangulamiento de sus balances comerciales y
financieros, a la recesión de sus economías, al deterioro de los ingresos de todas las clases
sociales, al descontento popular y al cuestionamiento de la política norteamericana.

La revolución sandinista

Este movimiento se manifiesta como una revolución política que aparece en el momento en que
el modelo de crecimiento de la posguerra alcanza su mayor desarrollo y da las primeras
muestras de su agotamiento. Lo que se requiere es conocer los elementos económicos y
políticos que causaron la crisis estructural del modelo y permitieron la ruptura de alianzas del
bloque en el poder, así como la naturaleza (también económica y política) que permitió que la
correlación de fuerzas fuera favorable al proyecto revolucionario. Si la revolución se inserta
dentro del campo de la lucha de clases, encona-amos la dilucidación del dilema. Y lo que
observamos en Nicaragua a partir del terremoto de 1972, y más fuertemente a partir de 1975,
cuando se rompe definitivamente el proceso de crecimiento, es la incapacidad del régimen
somocista para continuar gobernando dentro de un contexto donde la asfixia del sector externo
nicaragüense vulneró estructuralmente el sistema de alianzas de las clases dominantes,
terratenientes, comerciantes, financistas y burguesía productiva agroindustrial: sin consenso
suficiente ni fórmulas económicas que le permitieran reformar y enrumbar el proyecto y frente a
un cuestionamiento político-militar que con banderas democráticas y revolucionarias levantó a
toda la nación contra la dictadura.

Frente a quienes piensan que "no hubo crisis económica, sino que .hubo revolución, habría que
recordar que en momentos de crecimiento, y mucho más en períodos recesivos, la con elación
de fuerzas en cuanto a la distribución de los excedentes aporta la base material del
cuestionamiento no solamente en la contradicción entre el pueblo y la burguesía, sino en el inte-
rior mismo de la propia burguesía. Estos síntomas comienzan r rimero en 1972 con el terremoto
(crecimiento de la discordia), y a partir de 1975 con la fase recesiva de la economía
nicaragüense a pesar de las apariencias estadísticas, tal como exponemos a continuación.

Las contradicciones entre el capital productivo agroexportador y manufacturero, por un lado, y


el capital comercial especulativo nacional e internacional, por el otro, alimentaron un
cuestionamiento no solamente de los sectores populares urbano-rurales sobre quienes recaían
fundamentalmente los efectos de la depresión, sino también de los sectores urbanos medios e in-
cluso de la propia burguesía productiva, que durante los últimos años apoyó el tras tocamiento
del régimen somocista.

La burguesía productiva sintió inmediatamente los efectos de la crisis del sector externo y
resintió los embates del capital especulativo que bajo el amparo del régimen somocista drenaba
afín más los excedentes que antes todos captaban.

El primer momento en la ruptura de alianzas del bloque en el poder se remonta a 1972, año del
terremoto de la ciudad de Managua. El negocio de la reconstrucción fue monopolizado por la
burocracia militar y civil del aparato de la dictadura somocista, lo que comenzó a resentir
hondamente la burguesía productiva industrial.

Además, desde el punto de vista político, Anastasio Somoza, jefe de las fuerzas armadas,
asumió la presidencia de una comisión de Emergencia que se formó a raíz del terremoto, lo que
en la práctica significó un golpe de Estado al ejecutivo representado por un triunvirato civil y
una causa más de resentimiento a la oposición burguesa que aspiraba desde entonces un
recambió cívico de la dictadura militar somocista. Ya en 1974 comenzaron las protestas
públicas del sector privado sobré lo que ellos consideraban como "anomalías del régimen".
A partir de 1975 la economía comienza a mostrar sus fallas estructurales. Existe la opinión de
que los últimos años del somocismo fueron de bonanza económica a juzgar por las cuentas
externas del balance comercial. En realidad lo que pasó fue que el somocismo disminuyó
drásticamente las importaciones en los últimos años; aprovechando además la subida de precios
de exportación. Efectivamente, antes de partir, el dictador ordenó una matanza indiscriminada
de reses. Mientras la dictadura recurre a un financiamiento cada vez más difícil y comprometido
con la banca privada comercial, lo contribuye a enajenar mucho más la solvencia financiera del
país, la burguesía no solamente deja de invertir sino que empieza a sacar su capital del país.
Llegó un momento en que los recursos externos ya ni siquiera entraban a auxiliar la economía,
en gran parte porque entraban en armas para redimir la guerrilla, y en parte porque quedaban en
cuentas corrientes externas de los somocistas, además de que otra cuota, no menos significativa,
correspondía a los exportadores e importadores privados que aseguraban su dinero dejándolo
fuera. Un segundo momento en el resquebrajamiento de la política de alianzas se da en los
últimos años, cuando Somoza decide, imponer un impuesto directo a los productos de
agroexportación aduciendo el aumento de precios de tales productos, lo que provocó una nueva
protesta de parte de la oposición burguesa, tanto en el nivel gremial como en el político.

Durante dos décadas y media esta misma burguesía se benefició del crecimiento económico, sin
importarle la diferenciación social inherente. Y ahora que la crisis internacional golpeaba
diferenciadamente a la estructura interburguesa, apelaba a su última instancia, el gobierno de
Estados Unidos, arrinconada entre un sistema que no conocía ni cuestionaba y un pueblo que
comenzaba a resolver revolucionariamente las desigualdades de toda la sociedad. Para ella la
culpa recaía exclusivamente en el régimen de Somoza y la solución exclusivamente en el régi-
men de Cárter, que a pesar de las críticas al régimen somocista por la violación de los derechos
humanos, en los meses de la insurrección final, en mayo de 1979, concedió un préstamo de £0
millones de dólares a través del Fondo Monetario Internacional.

En los últimos dos años del somocismo la burguesía se sumó a las diferentes huelgas
convocadas por el FSLN, vacilando siempre entre sus intereses inmediatos golpeados
fuertemente por la dictadura somocista y sus intereses estratégicos amenazados por un pueblo y
una vanguardia cada vez más beligerantes e independientes de la oposición tradicional. Las
clases medias, sector mayoritario en la sociedad nicaragüense, desempeñaron un papel
preponderante en la lucha por la democracia y la soberanía en contra de la dictadura somocista.

Los trabajadores de la construcción, de las fábricas y de las plantaciones agroexportadoras


fueron captados por el FSLN y especialmente en los últimos años se sumaron a las protestas por
el derrocamiento de la dictadura; en décadas anteriores al triunfo fueron organizados por
movimientos socialistas y comunistas dentro de un contexto sindicalista y reivindicativo.

Los campesinos tuvieron un papel significativo como apoyo a la guerrilla rural del Frente
Sandinista, sobre todo a lo que luego se llamó la tendencia de la Guerra Popular Prolongada del
FSLN.

Somoza y la dictadura somocista aparecían para todas las clases sociales como el blanco de
todas las limitaciones y de todas las contradicciones.

En esta situación, el FSLN encabezó un movimiento antisomocista que aglutinaba a todos los
sectores del país que en los últimos dos años se encontraron sin espacio político para protestar
contra el régimen o para mostrar sus inquietudes, lo que ellos consideraban una situación
insoportable que ameritaba una nueva concertación social en el seno de la sociedad
nicaragüense. El FSLN tuvo la visión y la capacidad de poder conjuntar la lucha armada contra la
represión dictatorial con la lucha interna de la sociedad civil. Durante los últimos años el FSLN
emprendió una política de alianzas amplias de contenido democrático y antidictatorial a través
del Frente Patriótico Nacional (FPN) que agrupaba a todas las fuerzas social les antisomocistas, a
través del Movimiento Pueblo Unido (MPU) que agrupaba a todas las fuerzas de izquierda del
país. De esa manera, la lucha de liberación nacional se hacía inseparable de una lucha nacional
democrática. Sin embargo, a medida que las alianzas se hacían más amplias y más
democráticas, a medida que se hacía cada vez más necesario levantar a todo el pueblo contra la
guardia nacional, en esa misma medida se trabajaba y se garantizaban las tareas político-
militares y la hegemonía popular del movimiento. La unidad político-militar dentro del
sandinismo fue una de esas garantías; a la par de la unidad amplia se unieron también en los
últimos años las tres tendencias del FSLN (Guerra Popular Prolongada,. Tendencia Proletaria,
Terceristas o Insurreccionales). La consigna "Toda 1a nación contra la dictadura" pone £in al
sectarismo y sintetiza la estrategia de lucha insurreccional del FSLN para derrocar a la
dictadura”.

Acá, Núñez Soto hace una reseña sobre las vicisitudes que tuvo la lucha de clases en el último
quinquenio de la dictadura (página 65, no me pareció relevante, pero si quieren búsquenlo).

El movimiento de julio contra la dictadura tuvo un carácter democrático en su contenido y en


sus reivindicaciones, fue popular por la forma de la lucha y antiimperialista en su contenido y en
su tendencia. El principal sujeto social de la insurrección fue sin duda alguna lo que nosotros
llamamos las masas proletarizadas, es decir, todos aquellos sectores desarraigados del campo y
de la ciudad, proletarizados en sus orígenes, abandonados colectivamente en los intersticios
urbanos del campo y la ciudad, y sin una situación de clase definida por completo.

Estos sectores marginados en lo económico y reprimidos en lo político, abrazaron finalmente la


bandera rojinegra del Frente Sandinista dispuesto a dirigirlos en una lucha a muerte por la
justicia social y por la libertad. Decimos masas proletarizadas porque sin tener una ubicación de
clase fija luchan incluso por constituirse en sujetos sociales propiamente tales, es decir, por
llegar a ser clases determinadas en vez de obreros parciales, campesino^ sin tierra o
desempleados sin ingresos Alrededor de esta naturaleza de clase es que cobra presencia lo que
nosotros denominamos "tercera fuerza", es decir, jóvenes, estudiantes, sectores cristianos, amas
de casa y pobladores, familiares del desarraigo y de los desarraigados citados anteriormente
(masas semiproletarizadas).

La expresión político-militar de la insurrección se manifestó por un movimiento envolvente de


jóvenes de entre 12 y 20 años que realizaron la labor más productiva hasta entonces de su
generación: construir miles de barricadas calle por calle hasta cercar los cuarteles de la Guardia
Nacional del dictador, apoyados por el pueblo que en cada casa y. en cada barrio les servía de
retaguardia, a la vez que recuperar la expresión de la riqueza concentrada en las haciendas,
fábricas, supermercados, bodegas, etc., que encontraban a su paso.

El ejército en cambio se refugió en lo único que le quedaba, en los cuarteles militares,


esperando el asalto final de millones de jóvenes que finalmente tomaron por asalto la última
expresión de autoridad que le quedaba a la dictadura miliar somocista.

El agotamiento regional del modelo agroexportador


También se afirma que el modelo económico del somocismo aun no estaba agotado. Sin negar
que el movimiento insurreccional profundizó la crisis económica del somocismo y ha reper-
cutido en la profundización de la crisis económica de la región centroamericana, hay evidencias
de que las brechas materiales financieras, junto a la caída de la demanda externa y a la
restricción del flujo financiero internacional, generan una recesión generalizada en el área
centroamericana sin que el mercado interno tenga la capacidad de reactivar la economía, a
menos que altere los parámetros del modelo agroexportador anterior así como el régimen
político con el cual se ha gobernado hasta ahora. A finales de la década de los setenta, el resto
de países Centroamericanos que no han sufrido una insurrección como la de Nicaragua también
presentan los mismos síntomas económicos de la crisis. La transformación de la crisis
económica en crisis política y en revolución dependerá de la capacidad de respuesta del régimen
imperante para no resquebrajar su política de alianzas en el poder, y de la respuesta
revolucionaria para cuestionar política y militarmente el régimen establecido. En el caso de
Nicaragua, el crecimiento de los últimos años no esconde la artificialidad de una actividad que
desde 1970 comenzó a ser sostenida con financiamiento internacional, ni el resquebrajamiento
de las alianzas de un modelo que estaba agotando sus recursos: tierra apta, frontera agrícola,
fuerza de trabajo, y otros.

A partir de 1980 y sobre todo en el quinquenio que sigue a la revolución sandinista, el deterioro
de los términos de intercambio continuó fustigando el balance externo de las economías
centroamericanas.
La caída de la demanda externa es una variable que las economías centroamericanas no
controlan pero sí padecen. En lo que concierne al comercio entre los países de Centra América,
se observa una disminución del mismo a partir de 1978.

La relación de precios de intercambio entre 1977 y 1980 bajó en un 50% y continúa siendo
desfavorable no sólo para Nicaragua sino también para el resto de los países centroamericanos.
El funcionamiento básico de estas economías depende de una cantidad estimable de divisas para
importar lo necesario, al menos para su reproducción simple, y éstas sólo pueden obtenerse por
dos vías, a saber, las exportaciones y el financiamiento externo.

Con unos términos de intercambio en franco deterioro, el balance comercial de las economías
centroamericanas no podría mostrar más que la tendencia negativa y la recurrencia al
financiamiento externo.

Cada día que pasa las economías centroamericanas asisten a un esquema recesivo a lo interno y
se hipotecan hasta en lo que no tienen con la banca internacional; pagan un tributo por
mantenerse den ero de la hegemonía del mercado capitalista mundial. El pago de intereses
comienza a entregar una parte cada vez más sustantiva de las exportaciones centroamericanas.

En el período 1980-1984 y a pesar del flujo financiero de los primeros años, así como de una
mejoría relativa en cuanto a los términos de intercambio y al poder de compra de las
exportaciones, la disminución del déficit comercial, la incapacidad de pago, el descenso del
producto interno bruto y todas las actividades internas continúan mostrando un panorama
recesivo. Frente a los niveles de la crisis alcanzados al iniciarse la década de los ochenta, los
sectores políticos de la burguesía local y especialmente el gobierno norteamericano están
enfrascados en responder, con una serie de medidas de política económica y de ajustes, a fin de
paliar las contradicciones políticas. Desde el punto de vista económico, las recetas del Fondo-
Monetario Internacional (FMI) apuntan a recuperar un balance comercial positivo restringiendo
las importaciones y de los gastos sociales del gobierno en general e incentivando las ex-
portaciones a través del estímulo a la empresa privada nacional y del capital extranjero.

No es solamente de regímenes dictatoriales o de conflictos revolucionarios, sino que la


problemática está incrustada ene corazón mismo del modelo capitalista agroexportador.

Desde el punto de vista político existe en Centroamérica un fuerte movimiento de recambio, de


dictaduras militares a gobiernos civiles elegidos en sufragio universal, con el fin de distender la
situación y buscando cómo recomponer las viejas fianzas de los sectores oligárquicos
dominantes. Mientras tanto, el bienestar social sigue deteriorándose y la población continúa
presionando por un cambio de estructuras que le permita salir de la miseria en que vive.

El contexto centroamericano de la revolución sandinista

La hegemonía estadounidense en la región centroamericana, establecida a partir del


desplazamiento de Inglaterra en el siglo pasado, comienza a ser impugnada en este siglo por la
ludia revolucionaria de los pueblos de la región. Es con la revolución cubana y el movimiento
guerrillero de las últimas tres décadas con los que comienza el primer cuestionamiento serio de
la hegemonía norteamericana en él Caribe.

Desde el punto de vista económico, la respuesta de Estados Unidos no se hizo esperar. En 1960
el reformismo instrumentó el programa de la Alianza para el Progreso, que aunque permitió
continuar con el crecimiento económico latinoamericano, no resolvió las causas estructurales de
una situación crítica y explosiva en la región. Desde el punto de vista político, Estados Unidos
acompañó las reformas económicas de un vasto programa de contrainsurgencia y el
fortalecimiento de los regímenes militares locales de la región. La hegemonía norteamericana
mantiene su posición de recurrir a la fuerza directa en caso de incapacidad de los regímenes
locales para sofocar las contradicciones entre el capital y el trabajo. De la misma manera que
mostró a los pueblos de la región que la lucha por cambiar el orden interno, ayer como hoy,
pasa también por la lucha contra los intereses del imperialismo.

En 1968 y después del fracaso de la guerrilla rural en América Latina, el movimiento latino-
americano contra los intereses yankis recupera la iniciativa a través de movimientos
democráticos y nacionalistas, que van desde la toma del poder por militares progresistas,
victorias electorales de candidatos populares radicales, hasta la combinación de guerrillas
rurales con insurrecciones populares urbanas.

El cuestionamiento popular y la pérdida de hegemonía de Estados Unidos en la región alcanza


en esta década su mayor expresión con el triunfo de la revolución popular sandinista de 1979 en
Nicaragua y en las actuales luchas revolucionarias de El Salvador y Guatemala. La revolución
sandinista ciertamente contribuye a profundizar la lucha de clases en Nicaragua y en el resto de
los países de la región, asimismo profundiza la crisis del modelo capitalista de agroexportación.
De igual manera que la reacción del gobierno norteamericano y de los gobiernos locales
centroamericanos que apoyan las hostilidades contra Nicaragua profundiza una lucha de clases,
que están interesados en detener. Las reformas democráticas al sistema político a través de las
elecciones para sustituir a las dictaduras militares en Guatemala, El Salvador, Honduras y
'Panamá, son producto también de la revolución de julio en Nicaragua. Al estar huérfanas de
reformas económicas, estas reformas políticas más bien abren un espacio para la convocatoria y
"la protesta en el seno de la sociedad civil e inhabilitan a los distintos gobiernos de la región
para lanzar sus pueblos en contra de la revolución nicaragüense, como actualmente se lo
proponen.

Como conclusión podemos afirmar que la revolución sandinista aparece al final del período de
crecimiento económico del modelo somocista; que la organización político-social del capi-
talismo y del somocismo no fue capaz de enfrentar la crisis de crecimiento del modelo por la
fisura tanto en el bloque de alianzas interburguesas como en el consenso general del pueblo
nicaragüense que el agotamiento del modelo agroexportador así como del régimen dictatorial e
imperial que lo sustentaba se expresa con más radicalidad en Nicaragua pero no está ausente en
el resto de Centroamérica; que la revolución política sandinista es a la vez consecuencia y causa
de dicho agotamiento, sin que sea posible separarse los factores económicos de los políticos.

LAS MASAS EN NOVIEMBRE. RENE ZAVALETA MERCADO.

Tocqueville escribió que “no es en el ejército donde debe buscarse el remedio a los vicios del
ejército sino en el país”. Esto parecía decir que hay un anhelo de castigo en el que lo recibe, a la
manera de los discursos actuales de la microfísica del poder. Es mucho pedir a un país como
Bolivia que se declara además culpable de lo que sus militares han hecho y no lo es menos que
no se pueda evitar un sentimiento de escarnio cuando se delibera acerca de esa historia.

El rencor no conoce ni aun cuando sea él mismo legítimo.


Tiene una relación de intensidad con el estado. El ejército culpable aparente de este complejo de
situaciones, es como la síntesis del estado. Mas si ello puede ocurrir es porque el estado mismo
es la síntesis de la sociedad.

El ejército es la síntesis connotada del estado y el estado la síntesis connotada de la sociedad. El


principio de la connotación es la base de todo el razonamiento de la política. El ejército, la
necesidad final o fondo arcaico del estado; el estado, el límite dentro del que se permite existir a
la sociedad: la sociedad, la ley del estado, el estado la ley de la sociedad. Ninguna institución
encara de un modo tan trágico, épico y enfermo la razón de estado o irresistibilidad como el
ejército.

CIRCUNSCRIPCION DEL ASUNTO

Nos interesa sobre todo el ejército como quid de la clase dominante y las masas, o sea que es la
historia de la enemistad.

La razón reaccionaria como explicación del mundo existe lo mismo que la nuestra y la
superioridad de una o de la otra es algo que debe probarse.

Aprender a mandar es quizá el problema más profundo que debe encarar en cualquier época
toda clase que quiere ser libre.

Intentaremos un razonamiento acerca de la crisis de fines de 1979 en Bolivia, que es en verdad


el tema central por cuanto se refiere a un momento crucial de la autodeterminación nacional-
popular ; acerca de la crisis misma como núcleo preeminente del conocimiento de una sociedad
atrasada; de la hegemonía no socialista o hegemonía pobre de la clase obrera; de la
transformación del instinto clásico de la autodeterminación en democracia representativa
convertida en una ambición de masa; en fin, de las dificultades de la representación de la
democracia en una formación abigarrada, de las etapas dentro del estado nacionalista
revolucionario o de 1952, y de la inserción de lo que hemos llamado mediación prebendal en el
proceso de constitución de un estado nacional. Es necesario todo esto todavía para contradecir la
reaccionaria teoría que aspira a segregar países inteligibles y países no inteligibles.

TEORIA DEL GOLPE DE ESTADO

El eje factual de una discusión. En lo aparente debería estar dado por el golpe militar del 17 de
julio de 1980 con el cual el ejército, con el general Luis García Meza en su mando, se hizo del
poder y negó del modo más radical entre todos los posibles resultados de una elección general
en la que Hernán Siles Zuazo, había obtenido las condiciones necesarias para proclamarse
mayoritario.

Tratábase de la agresión más despótica, literal y cruda no digamos a la democracia


representativa sino al sentido republicano más elemental.

Lo que ocurrió en los magníficos días temibles de noviembre de 1979, nueve meses antes de
esta fecha fue en cambio una crisis social y no una mera adversidad de la democracia
representativa. Después de las masas de noviembre, el golpe de agosto era ineluctable. Es ésta
una premisa primaria respecto a todo el discurso posterior.

En esta sociedad golpe de estado es una suerte de costumbre colectiva, o es la manera que
adoptan el cambio político y la sucesión en el poder en Bolivia.
El golpe de estado retiene una suerte de incertidumbre propia de los acontecimientos
inconfutables, cuando no el cariz de un hábito social.

La forma abigarrada y desigual de la sociedad impide en gran medida la eficacia de la


democracia representativa como cuantificación de la voluntad política.

Si lo que se prepara en Bolivia es un pacto democrático o una revolución social.

Bolivia, en este sentido, no tiene una Constitución ni podría tenerla.

Un golpe de estado desencadenó la insurrección de abril de 1952 y un golpe de estado puso fin
al proceso de la Revolución Nacional iniciado por esa insurrección, que fue como un noviembre
convertido en abril. El acto de masas que fue la huelga de hambre en 1977 puso término a la
dictadura de Bánzer mediante el golpe que indujo y otro golpe como éste sepultó la impostura
de Pereda, que la había sustituido. Golpe también fue el de García Meza que rompió la breve
fase del auge democrático representativo que se había iniciado con aquella memorable huelga
de hambre de las mujeres mineras.

LA CRISIS COMO METODO

Mientras la democracia representativa no expresa aquí sino circunstancias o islas de la voluntad


social y en tanto el golpe de estado, cualquiera que sea, no significa por sí mismo casi nada, en
cambio la crisis es la forma clásica de la revelación o reconocimiento de la realidad del todo
social.

La crisis se postula como el fenómeno o la exterioridad de sociedad que no tiene la posibilidad


de una revelación cognitiva empírico-cotejable, sociedades que requieren una asunción sintética
de conocimiento.

Si se dice que Bolivia es una formación abigarrada es porque en ella no sólo se han superpuesto
las épocas económicas sin combinarse demasiado, como si el feudalismo perteneciera a una
cultura y el capitalismo a otra y ocurrieran sin embargo en el mismo escenario o como si
hubiera un país en el feudalismo y otro en el capitalismo, superpuestos y no combinados sino en
poco.

Tenemos verdaderas densidades temporales mezcladas no sólo entre sí del modo más variado,
sino que también con el particularismo de cada región porque aquí cada valle es una patria.

No es sólo la escasez de estadísticas confiables lo que dificulta el análisis empírico en Bolivia


sino la propia falta de unidad convencional del objeto a estudiar.

Hay una medida en que el sentimiento de la identidad es la prueba de que la identidad existe. La
gravedad que tiene la pérdida del litoral por ejemplo no consiste en el territorio ni en el
excedente que generó sino en la amputación de la lógica espacial de esta unidad, su congruencia
ecológica. Los acontecimientos han producido las premisas inconscientes de la unificación y en
esto es natural no concebir la nación como un mercado. El problema radica en que la
intersubjetividad existe antes de las premisas materiales de la intersubjetividad.

La crisis es la forma de la unidad patética de lo diverso así como el mercado es la concurrencia


rutinaria de lo diverso. El tiempo mismo de los factores (y principal diferencia entre un modo de
producción y otro es la calidad del tiempo humano) no actúa de un modo continuo y
confluyente sino en su manifestación crítica.
El único tiempo común a todas formas es la crisis general que las cubre o sea la política. La
crisis por tanto no sólo revela lo que hay de nacional en Bolivia sino que es en sí misma un
acontecimiento nacionalizador: los tiempos diversos se alteran con su irrupción. Tal es el
principio de la intersubjetividad.

El conocimiento crítico de la sociedad es entonces una consecuencia de la manera en que


ocurren las cosas.

Cada sociedad produce un conocimiento (y una técnica) que se refiere a sí misma.

LA MULTITUD EN AUGE

Con un aborrecimiento radical por las formas, por lo parlamentario y lo jurídico, Natusch se
refugió en el Palacio Quemado mientras sus hombres cumplían la doctrina para la que habían
sido preparados sobre todo en Panamá.

Lo que se produce en noviembre de 1979 en realidad es una asonada de la multitud, un


aquelarre de la muchedumbre. El actor es el pueblo de La Paz.

La COB convoca entonces a la huelga general. Esto mismo tiene ya su propia profundidad. Es
la primera huelga general obrera que se hace en defensa de la democracia representativa.

Es también la primera vez que el campesinado como un todo se pronuncia por el apoyo a la
huelga general obrera o sea que se trata ya de un eje de constitución de la multitud, si se quiere,
de un bloque histórico. Es la recomposición de la alianza de 1952. No hay antecedentes en
América Latina de un apoyo rural de tal carácter a una forma urbana típica como es la huelga.

Se produce la incorporación de los métodos políticos de la lucha agraria clásica al patrón


insurreccionalista de la clase obrera. La ocupación del territorio demostraría entonces quiénes
son los amos reales y quiénes son los ocupantes militares del país o sea que el acoso representa
aquí no sólo la transformación de la cantidad en calidad, que es retórica, sino la reducción del
estado a su verdad final, que es la territorial.

En la teoría de la fuerza de masa, es obvio que es un caso de interpelación proletaria sobre


grandes masas precapitalistas.

La revuelta de la multitud, conmovida de una manera no quiliástica sino programática, porque


la interpelación es proletaria, cancela el último proyecto viable de carisma militar y es probable
que también, el propio método precapitalista del golpe de estado o sea la inducción no
verificable del poder.

Las masas, que habían sido siempre clandestinas componen su asonada ahora bajo el lábaro de
la democracia representativa que se incorpora a su memoria de masa o acumulación en el seno
de la clase.

La masa se ha constituido en torno a la interpretación proletaria.

La crisis de noviembre es sin duda el mayor acto separatista de las masas fundamentales con
relación al molde hegemónico del estado de 1952. Los bolivianos temen mucho al término
separatismo porque son separatistas en general. El acto fundamental de este estado, fue la
universalización del ideologuema nacionalista revolucionario.
Esto se vio claro en las tres elecciones de los setenta. El único vencedor incuestionable fue el
nacionalismo revolucionario, que es como la ideología general.

Es cierto que en Bolivia se es nacionalista revolucionario incluso cuando no se sabe que lo es;
con todo, la trágica aventura a la que se lanzó Natusch, acompañado por 3 o 4 doctores
corruptos, iba a desatar un verdadero acto de ruptura ideológica y de restauración de la multitud.

La política misma está ahora obsoleta porque hay una nueva multitud.

La crisis de noviembre reprodujo de una manera casi física los términos constitutivos tanto de la
historia nacional-popular del país como los recuerdos más conservadores de la clase dominante
o sea que cada uno de los polos recordó su historia, como si lo de hoy no fuera sino la
obligación de lo que dormía en el pasado.

Desde otro punto de vista, la crisis de noviembre manifiesta las imposibilidades centrales del
estado boliviano aun después de su enriquecimiento conceptual posterior a ese momento. El
atávico pavor al alzamiento o sea la idea latente de que la indiada carga.

Si los obreros salen un día de su clausura corporativista será en el desarrollo de una propuesta
surgida del movimiento campesino.

COMEDIAS POLITICAS Y ELECCIONES GENERALES

La mediocridad del alma se convirtió con Bánzer en un sistema político.

Siles Zuazo, como candidato de la coalición a la que se dio el nombre de Unidad Democrática
Popular (UDP) triunfó en las elecciones convocadas por Bánzer en 1978, por Padilla en 1979 y
por Gueiler en 1980.

Siles Zuazo representa entonces un decisivo cruce de caminos. Por un lado, a diferencia del
hombre que era él mismo poco antes, asumía ahora que los obreros y los militares son las
fuerzas estratégicas fundamentales. No se trataba sólo por tanto del quantum electoral, en el que
el MNR podía confiar, sino de la cualidad de esa victoria: Siles pareció comprender que excluir
al lado proletario del pacto democrático no induciría sino a repetir en pocas semanas lo que
había ocurrido con el MNR en doce años y esto es lo que explica su alianza con los comunistas.
La suma entre estas fuerzas, las del populismo clásico y los núcleos obreros a la que se debe
añadir una verdadera corriente generacional (el MIR) y la forma política que sobrevive de los
intentos guerrilleros de la década anterior, genera un bloque invencible, al menos en lo electoral.
La UDP configura una novedad considerable en lo que se puede llamar el saber político local.

La consistencia con que actuó el movimiento campesino sobre todo el aymara y en el


departamento de La Paz, tanto con relación a las 3 elecciones como respecto a la crisis social de
noviembre, es un verdadero viraje de la sociedad boliviana.

El campesinado, que había sido la base de la forma militar posterior a 1964 es ahora la novedad
esencial en el periodo. La Paz misma es una de las zonas más poderosas del país por el concepto
que se elija.

El grado en que el nacionalismo revolucionario había perdido su imputación de masa y era en


cambio un lip service o ideología de emisión en manos de quienes no creyeron en él nunca se
vio claro con Bánzer.
No se puede saber en qué medida el katarismo fue una respuesta inmediata a esta verdadera
provocación del banzerismo que veía con ánimo tan suelto el racismo oficial y el nacionalismo
revolucionario como ideas compatibles, aunque esto es algo más complejo.

La Paz, como región misma, se mostraba como una zona en rebelión contra el estado de 1952 en
cuanto tal.

LA DISOLUCION HEGEMONICA DE 1952

Una hegemonía nunca existe de una vez y para siempre. Mientras en 1952 el MNR no
necesitaba esforzarse para alcanzar con su hegemonía a todo el país ahora era una hegemonía, la
del nacionalismo revolucionario, con una larga historia. Las hegemonías envejecen y ésta tendía
en lo particular a hacerlo porque se trata de una historia nacional de ciclo corto.

El separatismo o sea la escisión en sentido de un cierto desacatamiento en el consenso respecto


al fuero de irresistibilidad del estado o soberanía era aquí una evidencia, como ocurre en todos
los casos en que se ingresa a una fase de disolución de la forma estatal. El replanteamiento de la
cuestión territorial no podía sino trasladar el principio de la autodeterminación a las regiones.

Paz Estensoro pensaba en el NR como en algo dotado de un jefe para siempre y que debía
existir y mandar en la forma en que había existido siempre, aunque aceptando a todos los que
habían pasado por ahí. Puesto que a veces el acierto viene de la dificultad, Siles, en su rivalidad
mortal con Paz, captó de inmediato que la lucha política atravesaba al propio NR, lo cual lo
sabía Lechín desde hacía muchos años por instinto corporativo. Siles entonces viola una regla
de la hegemonía como totalización porque piensa en el triunfo del NR a través de la alianza con
los sectores que no eran nacionalistas revolucionarios. Siles por tanto suponía que el
nacionalismo revolucionario debía dividirse de un modo moral y formular un nuevo bloque en
el que tuviera superioridad pero no monopolio.

El MIR a su turno, creía en el nacionalismo revolucionario pero postulaba de hecho que su


salida consistía en el advenimiento de una nueva clase política para administrarlo, o sea que el
MIR creía en el MIR pero dentro del estado de 1952.

La división principista dentro del nacionalismo revolucionario contenía nada menos que la
propia división del estado de 1952.

Las cartas estaban mostrando, en todo caso, la decadencia a la vez inconclusa y sin atenuantes
de la eficacia factual del estado de 1952.

LA CUESTION DEL FRAUDE

Ante la primera victoria de Siles, Bánzer y Pereda no atinaron sino a la organización de un


fraude propalado y global. Esto mismo, en una condición en la que ya no se tenía ni siquiera la
capacidad para un fraude verosímil.

La única elección con voto universal que adquirió una forma verificable, con la lógica de un
mercado político moderno, fue la que ganó Siles en 1980 y es lo que agrava el salvajismo del
golpe de García Meza. Se ha dicho por eso que el MNR, después de haber conquistado de
verdad al pueblo, lo sobornó de inmediato o sea que aquí el transformismo no servía sino para
disfrazar a la realidad con la cara de sí misma pero con tonos más intensos.

Siles Zuazo lo tenía todo, todo menos el ejército.


La UDP fue como un parásito del estruendo campesino y obrero, algo así como la traducción de
la rebelión plebeísta en un paramento institucional que tenía un sabor todavía muy doctoral y en
último término señorial sin vuelta.

La masa despliega lo que aquel voto contenía, su virtualidad insurreccional porque en efecto la
ocupación de los caminos y la asunción territorial, el cerco de las aldeas, son la insurrección del
que no tiene armas.

No se quiso vencer porque aquellas condiciones señalaban ya la negación del espíritu del
nacionalismo revolucionario, la superstición del estado, a lo que en el fondo todavía pertenecían
todos. Era, por tanto, preferible tragarse un 78 que vencer con un 79.

LES GRANDES MENOEUVRES

Pereda protestó con un buen humor inaudito contra el fraude que lo había elegido a él mismo.
Derrocó a Bánzer y resolvió por ende ser uno más de los presidentes de facto de Bolivia.

Padilla encabezó un movimiento militar más decoroso que heroico, de protesta. En una de esas
operaciones administrativas que los militares bolivianos siguen pensando que es un golpe de
estado, Padilla despidió por tanto a Pereda con bastante urbanidad. Convocó entonces en 1979 a
una nueva elección general.

Padilla hizo un fraude amortiguado en favor del viejo caudillo tarijeño. El descenso electoral del
nombre de Paz Estensoro había sido sin embargo tan grande que ni aun así pudo vencer a Siles,
lo cual fue un verdadero percance mayor.

A Paz Estensoro, como hombre próximo a Busch y ministro de Villaroel, habían invocado los
combatientes de la insurrección de abril.

Desde la prensa nacional hasta la iglesia, todos los aparatos ideológicos de la reacción, habían
inculcado a las almas simples que los comunistas querían despojarles del pegujal.

El comando oligárquico decidió que Paz Estenssoro tenía todas las ventajas de Bánzer y
ninguna de sus deficiencias, que poseía las condiciones para derrocar la inclinación, que se
pensaba ocasional, de los campesinos. Nada de esto obstó a que Siles Zuazo repitiera su victoria
seguido esta vez de cerca por Paz Estenssoro.

Padilla quería obtener mucho a un precio bajísimo. Buscó por tanto la falta elección de Paz
Estenssoro.

La clase política logró un penoso acuerdo en torno a Walter Guevara Arce, político constitutivo
del nacionalismo revolucionario de buen prestigio intelectual.

Guevara ayudó a que cuajara la conjuración de la asociación más propiamente castrense cuyo
jefe de camada era Natusch.

Si las masas vetaron con éxito a Natusch, éste se llevó al menos la cabeza de Guevara en su
estampida. De allí surgió un nuevo interinato de remplazo de Lidia Gueiler, dirigente femenina
también tradicional del NR que, con la lección aprendida de la peripecia de Guevara, ya no
intentó ser independiente en nada. Eso tampoco sirvió de mucho porque las cosas estaban
predeterminadas.
El país llegó así, con el ejército desacatado sin tapujos, a la tercera elección del ciclo
democrático que, tras el costo enorme del deterioro de la credibilidad política y los muertos de
noviembre, fue sin embargo quizá la única elección verificable al mínimo entre todas las que se
han realizado bajo el imperio del voto universal en Bolivia. La victoria de Siles Zuazo, de la
UDP y de la izquierda en su conjunto no conoció atenuante porque no había discusión posible
sobre si se había obtenido o no el 50% requerido.

No pasaron muchas semanas, sin que las fuerzas armadas ejecutaran el golpe de estado que
García Meza había anunciado de modo tan taxativo.

DISCUSION SOBRE LA DEMOCRACIA

Si consideramos la democracia como materialidad, es decir, el grado de igualdad que tienen los
hombres pero no en el cielo de la ley ni en su autorrepresentación sino en su carnalidad, su
consumo social y su ser cotidiano, es una petición de principio que ni ahora mismo, tantos años
después de la revolución democrática, ni nunca en el pasado, Bolivia ha sido un país
democrático.

Esta es la patria de la injusticia social, y, si no fuera por sus masas, sería mejor que no existiera
Bolivia. Sociedades como Bolivia, Perú y algunas más están condenadas entre otras cosas por la
depravación de la desigualdad entre sus propios hombres.

En 1952, y esto como implantación del estilo de la plebe en acción o sea de la lógica
tumultuaria a la revolución burguesa, se inicia un proceso en cierto grado sustantivo de
democratización social. Es un proceso penosísimo cuya premisa está dada por los conceptos de
individuo (individuo jurídicamente libre) y de organización.

El auge de la proclama democrático-representativa del periodo del que hablamos es una


consecuencia de la instalación en masse de ambos conceptos en la historia de Bolivia. La
premisa de esta composición es la distribución de la tierra.

El principio organizativo es la condición para la construcción del mercado. Por eso se ha


hablado de la construcción represiva del mercado.

No era posible una construcción espontánea del mercado: sin el fusil y el sindicato o sea sin los
elementos de la represión corpuscular en las manos mismas de la masa, la obstrucción del
mercado habría inutilizado la propia distribución de las parcelas y su reivindicación jurídica.

Sin organización, no era posible el mercado ni aun en la escala por cierto módica en que existió.

Hubo a partir de 1952 una reforma limitada pero real de la ceremonia señorial en las costumbres
lo cual implica una cierta transformación ideológica.

Con la cabeza apenas transformada de sus padres, los hijos se aficionaron a cierto esnobismo
populista.

El episodio importante consiste en la adopción de la democracia representativa al acervo


político o a las acumulaciones hegemónicas de las masas. Esto es lo decisivo del período 1978-
1980. No es algo que ocurra en el vacío. Ocurra fundándose en los pródromos sociales
otorgados por la democratización real iniciada por las reformas del 52.
Sería ilusorio sin remedio sostener que existe una tradición democrática entre las masas
bolivianas. Todo lo contrario.

Las horas democráticas son, para las masas y su memoria, Busch, Villarroel, dictados ambos o
al menos gobiernos de facto como el que de manera tan significativa resolvió ser el MNR que,
aunque fundaba la legitimidad en una victoria en las urnas,desechó no obstante todo lo que no
fuera su propio poder después de la victoria armada, sobre todo el Parlamento que, fue
desconocido por un acto de las masas.

Allá donde la democratización social es débil o nula, la democracia representativa llega sin
embargo, sobre la base de aquélla, a imponerse como un ideal de las masas.

Se debe diferenciar la libertad como adquisición inherente o incorporación al temperamento, es


decir, entenderla como el equivalente a la independencia personal en el plano grupal, de la
libertad como estatuto verificable del poder o sea como ejercicio de la introducción racional de
la autodeterminación en la formulación del estado. En cuanto a la relación de ambas con la
democratización real o social es un tema que no obstante su sustantividad es algo que no existe
sino referido a cada caso.

El decurso del estado de 1952 muestra una creciente confiscación de la libertad popular o sea de
su autodeterminación como masa, de aquello que es lo que en su ultimidad se piensa en Bolivia
como el dogma democrático. Es un proceso que no hizo sino proseguirse desde Paz y Siles hasta
Barrientos y Bánzer. La historia del estado de 1952 es la historia de las mutilaciones a la
autodeterminación popular aunque es verdad que el momento más amplio de la
autodeterminación de toda la historia del país es el momento constitutivo del estado de 1952.

Eso que llamamos la clase para si es algo que puede ocurrir o no, según la naturaleza de los
actos de los hombres aunque es cierto que es imposible al margen de su marco estructural. La
historia de la clase es por tanto parte de su medio compuesto. La integración de la democracia
representativa a este brillantísimo acervo de la memoria de clase es quizá el mayor logro de la
república.

Ahora en 1978, la forma partidaria adquiría una relativa validación. La democracia, en cualquier
forma, se convierte en una bandera de las masas, de masas que se habían educado en el
vilipendio de ella.

Pero no ocurre lo mismo con la burguesía. Si es verdad que, la democracia representativa es un


acto de estado en sentido de que es el conocimiento necesario para reajustar una superestructura
que tiende a la estasis a una base económica cuya ley o fatalidad es la reproducción ampliada,
habría sido lógico que la burguesía estuviera interesada, al menos en su enunciación, en la
inserción de tal método en los usos del estado burgués de 1952. Aqeuí nos encontramos con un
doble desarreglo: por un lado, con una burguesía, que no tiene que ver tanto con el estado de
1952 como con su ocaso; por el otro, con que lo que llamamos la burguesía boliviana es en
realidad su viejo núcleo oligárquico ahora con maneras de mesa burguesa pero con muy pocas
ideas burguesas en su cabeza.

El descreimiento de esta clase en la democracia proviene de su fracaso en ella. Sin duda alguna
prefiere, la vía más céntrica del golpe de estado.

En estas condiciones, la inestabilidad política es inevitable.


Los episodios de noviembre dan material abundante acerca de las posibilidades y las
imposibilidades de la democracia representativa en Bolivia lo cual quizá equivale a decir que las
activas masas de noviembre fueron, como concentrado de la historia, más importantes que las
tres elecciones en su conjunto.

CLASE DOMINANTE, IDEOLOGIA DOMINANTE

En noviembre de 1979, la huelga general obrera se convierte de inmediato en la huelga política


de todo el pueblo en un desplegamiento hegemónico muy considerable. Esto conlleva la
paralización de la producción general y la ocupación del territorio lo cual significaba la
confrontación entre el triunfo desarmado del pueblo y la derrota armada del ejército.
Noviembre es pues el compendio de la circulación hegemónica en Bolivia. Las elecciones, no
obstante ser tan reveladoras, sólo son los aprestos hacia noviembre y, las de junio posterior, su
consecuencia. El golpe de García Meza, entre tanto, es sólo la exacerbación pantagruélica de la
sombría ilusión de Natusch.

Tras la claudicación de la burocracia civil del estado en 1964, burocracia que gobernaba la
autonomía relativa que había emergido del auge de masas de 1952, y el deslizamiento del poder
hacia el lado militar de la burocracia, tras el desmoronamiento sucesivo de las mediaciones
alzadas en 1952 con relación a la clase obrera y, al final, con Bánzer, de las mediaciones hacia
los campesinos, tras, en suma la pérdida universal de la letra de su legitimación, sin duda
estamos ante un aparato que se ha replegado a su fase de emergencia, que es el ejército o sea su
espíritu en estado puro.

El ejército no puede conseguir como apoyo sino a los gerentes neoburgueses con Bánzer. El
estado de 1952 se ha escogido a su último reducto. Para esto, importa ya poco qué es lo que los
oficiales piensan sobre 1952. Son el recurso final de algo a lo que ni siquiera aman ni
comprenden. La historia de Bolivia, al menos a partir de los cuarenta, es eso, un duelo entre el
ejército y la clase obrera.

La clase obrera es todavía incapaz de su propio proyecto o alcance hegemónico pero no hay un
solo proyecto democrático que pueda plantearse al margen de la clase obrera.

Las fragmentaciones o desgarramientos del bloque dominantes se expresan en la participación


de sectores democrático-burgueses en la forma que adopta el partido popular.

Que Paz Estenssoro o Guevara se presentaran como el rostro civil de ese bloque o que Bánzer
postulara un poder militar avalado y designado por los civiles y además un programa mucho
más reaccionario, nada de esto podía significar que la última ratio de los tres dejara de ser el
ejército.

Todos confluían en el espíritu del estado de 1952.

La clase obrera podía existir al margen de la UDP, pero la UDP no sería la UDP sin la clase
obrera.

Lo que califica como democrático o no a un proyecto, es la opinión o recepción de los


proletarios. Esto es una ley en Bolivia: donde no hay consenso obrero, no hay legitimación. El
grado de la autonomía proletaria dentro de la alianza de clases es también la medida en que ella,
la alianza, es democrática.
La clase obrera a su turno había aprendido del momento de su sociedad clasista que la única
manera de ser ella misma era el serlo en medio del pacto democrático.

Bolivia había sido desde siempre un país de los señores y nadie ni en la izquierda ni en la
derecha, como no fuera la plebe pura en su rabia más cerrada, pensaba que tal cosa pudiera
cambiar en lo esencial. Los pueblos miran a veces como su libertad a lo que suele no ser sino
una disputa de remplazo entre las estirpes de sus amos.

Así de lejos estaba, en el mismo momento del auge de las masas la redención de los indios de
Bolivia.

EL EJERCITO DE 1952

Hay siempre dos ejércitos dentro de cada uno, una suerte de esquizofrenia propia de la
institución. Hay, en efecto, el ejército de la centralización y de la nacionalización: es el ejército
el que debe sentir los aspectos nacionales que preexisten a la nación o que están detrás del
particularismo, tan de la entraña de esta tierra, y de la visión corporativa del mundo. De otro
lado, el ejército clásico, cuya razón de base es el miedo de la noche triste. La función de este
ejército es resistir el cerco de los indios.

En la historia concreta de este ejército, el de 1952, no cabe sino sorprenderse por la corta
escuela que dejaron los rasgos villarroelistas de Ovando y Torres.

De la práctica del terror se pasa sin remedio a la gratificación por el terror. Es un ejército
entrenado por lo que, sin rigor, podemos llamar la doctrina norteamericana. Los oficiales que
ahora aparecen como comandantes, están ya en las matanzas obreras de 1965 y 1966, que son
un plan premeditado, una celada tendida al proletariado minero con fines de ejemplarización y
aislamiento político.

Las circunstancias son siempre las mismas.

El propio golpe militar de noviembre de 1964, que inaugura la era castrense de la que no hemos
salido aún, empieza con la aniquilación por ametrallamiento aéreo de al menos un centenar de
milicianos movimientistas en el cerro de Laikacota, en La Paz.

Los aparatos paramilitares son hoy parte de la doctrina de seguridad nacional en América
Latina.

Tampoco esto es algo que carezca de historia previa en el país.

A la formación represiva del ejército se suma entonces el terror paramilitar y los métodos de
julio concluyen en la ejecución de lo que se puede llamar el terror cupular.

Bolivia contenía al mismo tiempo grandes masas activas y también reflejos estáticos profundos.
Las estructuras sociales, incluso la boliviana, suelen ser más conservadoras de lo que parecen y
hay siempre un poderoso conjunto de medios reaccionarios en cada país. En este caso, la propia
revolución democrática había ido concediendo los medios para el montaje del aparato que actuó
sin éxito con Natusch y con éxito con García Meza.

QUIROGA SANTA CRUZ


La pasión y la muerte de Quiroga Santa Cruz son por eso tan reveladoras por todo concepto.
Con el rango que le daba el ser el mejor orador de su tiempo, Quiroga asumió una peligrosa
certeza en la impugnación del sistema prebendario que se desarrolló en su forma más general
con Bánzer.

Fue el denunciante más insobornable y poderoso de este tiempo aciago.

El desenfado absoluto con que actuaron tan al desnudo García Meza y todo el extremismo
militar era la prueba del nivel de no retorno al que había llegado la política y de la impotencia
de la sociedad civil ahora sí ocupada por su propio estado.

Todo el sistema de Bánxer se fundaba en la corrupción en diversas formas, es decir, en la


prebendalización del sistema estatal.

El propio MNR había convertido al capitalismo de estado en el métido de la acumulación


originaria de la recomposición burguesa.

Es lo que se llama el camino extraeconómico de la acumulación y en esto Bánzer no hizo más


que generalizar el método hasta dejar el mayor endeudamiento de la historia del país. Bánzer era
consciente de lo que hacía y también de sus propios negocios.

Quiroga estaba revelando en su persona la ruptura de la clase dominante.

La contribución de Bánzer radicó por tanto en la construcción de una cierta nueva identidad
para el estatus de lo militar.

Para nadie es legítimo enjuiciar al ejército, el ejército debe ser considerado para todo fin
intocable, los oficiales en general son intocables y cada uno de los oficiales debe ser intocable
porque ellos son los portadores del espíritu del estado. Quiroga por tanto era el menos indicado
para romper este principio y Bánzer el menos llamado para comenzar el juicio a la corporación.

Esta era en fin de cuentas la única manera de hacer lo que se llama en psicología un acto de
supresión.

La patria es el orden de cosas que existe; la patria es, entonces, el estado de 1952 en la forma en
que existe hoy. Actuaron pues en torno a esta razón final y ella sirvió para exorcizar todo.

No sancionar a Quiroga habría equivalido a la aceptación de que el ejército y los militares que
por él mandan son también parte de un mundo laico, de un mundo enjuiciable.

Los hombres del reconstruido bloque dominante habían derrochado aquel excepcional margen
de legitimidad que había dado al estado que generó la revolución democrática en 1952

Hacia mediados de 1980, que se llevaban ya 16 años en que el ejército buscaba una solución
militar para un problema que no era militar.

Puestos en el monopolio del poder desde 1964 y aun antes de ello, adoptaron una visión
corporativa de las cosas o sea que se dieron al hábito de pensar más en el destino de los
militares en la nación que en la influencia de la suerte de la nación sobre el ejército.

La sociedad acallada fermentaba su desquite, acumulaba reclamos que nadie podía ver porque
se había suprimido la lógica de la visibilidad social. Cuando por cualquier razón, en este caso
por la erosión política de Bánzer, la sociedad civil podía expresarse, lo hacía de un modo
cataclísmico. En esa instancia, el estado carecía de las mediaciones correspondientes.

Estamos ante el crepúsculo del partido de 1952, del estado de 1952 y quizá también de la propia
ideología de 1952, aunque ésta es, como es usual, lo más persistente.

Es un estado que no vive hoy de consenso, sino de la prebenda estampada en un excelente


concreto que debe practicar la violencia política o perecer.

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