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TEXTO Nº 48
Olivier Dabene: Durante los años sesenta (1960-1968) la interdependencia política se manifiesta
en una ola de golpes de estado (doce en total) que actúan sobre gobiernos en su mayor parte
elegidos en diez países diferentes.
En primer lugar, hay un proceso doble proceso de propagación: Una exportación del
modelo revolucionario castrista y en paralelo, una contrarrevolucionaria, bajo las
administraciones de Kennedy y Johnson; a lo largo de todo el continente. En efecto, los Estados
Unidos y las elites latinoamericanas adoptaron las medidas preventivas, contra el peligro
revolucionario ( que estaba casi ausente) como pretexto para el ejercicio de un régimen político
autoritario.
La exportación de la revolución cubana
La red de solidaridad internacional con la revolución cubana se- crea antes de la victoria de
Fidel Castro. Es necesario recordar en efecto, que numerosos dictadores de derecha venían de!
fracasar y que todos ellos se habían beneficiado del apoyo de los Estados Unidos en razón de
sus buenos servicios en su lucha contra el comunismo. Los demócratas del todo el continente
fueron consolidados. La revolución cubana les daría motivos suplementarios para proseguir la
lucha.
Una cruzada continental por la democracia debía ser emprendida con respecto a algunos
regímenes particularmente puestos en el blanco, especialmente el de Trujillo en República
Dominicana o el de Somoza en Nicaragua. Luego, durante el año 1959, las relaciones entre
Cuba y Estados Unidos se deterioran rápidamente, mientras que comienza simultáneamente un
acercamiento de la isla a la URSS.
Esie combate por la democracia, que asocia diversos países latinoamericanos detrás de Cuba y
Venezuela dura poco. La amistad entre Cuba y los gobiernos progresistas de América Latina
declina rápidamente. Los dirigentes reformistas temen a la vez aparecer timoratos, comparados
con el radicalismo cubano y ser las víctimas de una reacción de los sectores conservadores
asustados por el peligro comunista. En todas partes, los reformistas se ven desbordados Sobre su
izquierda por los partidarios de la solución cubana. Castro es sospechoso (sin razón) de
provocar estas escisiones y sus mejores aliados comienzan a desear su aislamiento. La reacción
de Castro es considerar que la solidaridad democrática latinoamericana ha terminado. Se acerca
más a la URSS y luego del episodio de la Bahía de Cochinos (17 de abril de 1961) se declara
marxista leninista.
A fines del año 1961, Cuba comienza a aportar su sostén a todos los movimientos
revolucionarios acaecidos en el continente.
Esta empresa de exportación fue un fracaso. No hubo jamás otra Cuba y no hubo otras guerrillas
de tipo castrista, incluso sí Cuba llegó a ser rápidamente un centro mundial de entrenamiento
para todos los movimientos revolucionarios del mundo (aquí analiza los casos de Venezuela y
de Bolivia, Argentina, Colombia, Uruguay y Perú).
En suma, la exportación del modelo castrista tiene poco éxito en América Latina. Castro
despliega sin embargo una intensa actividad internacional probablemente para buscar otros
campos más fértiles. En enero de 1966 reúne en la Habana una Conferencia Internacional para
las fuerzas revolucionarias surgidas de tres continentes: Asia, África y América Latina. La
Conferencia Tricontinental o Conferencia de Solidaridad de los Pueblos de África, Asia y
América Latina (OSPAAAL) se crea y su sección latinoamericana toma el nombre significativo
de OLAS (Organización Latinoamericana de Solidaridad) simbólicamente las olas
revolucionarias que debían sumergir al continente, aunque esas iniciativas resultaron
verdaderamente contraproducentes. Deseando ver acercarse a todos los antiimperialistas del
mundo, Castro llega especialmente a consolidar un frente revolucionario anticubano. Su
voluntad de aportar un sostén a todos los insurrectos del continente le da argumentos a todos los
adversarios de las reformas.
Mientras que el activismo de Castro había provocado una crispación autoritaria, el repliegue
cubano tuvo por efecto una progresión del reformismo en América Latina. Corresponde (y
contribuye) al comienzo de una era de distensión que conduce a los Estados Unidos a
desinteresarse por América Latina. Este nuevo margen de libertad es aprovechado por los
militares que han encontrado el impulso nacionalista y reformista del comienzo del siglo. Entre
1968 y 1972 tiene lugar una serie de golpes de estado reformistas.
MarchesI:
A fines de los 70, en Uruguay, Enrique Lucas integró la guerrilla urbana del Movimiento de
Liberación Nacional Tupamaros (MLNT). Hizo uso de su recurso constitucional y se exilió en
el Chile de Allende (1972) Allí participó en las movilizaciones organizadas por el Movimiento
de Izquierda Revolucionaria (MIR). Luego del golpe de Estado escapó a la Argentina. Después
de una pequeña estadía en Cuba, se integró a las actividades que la Junta de Coordinación
Revolucionaria (JCR) estaba desarrollando en Buenos Aires. Sin embargo, en el marco de una
fuerte crisis interna del MLNT, Lucas decidió abandonar su organización y sumarse a miembros
del Ejército de Liberación Nacional (ELN) boliviano que desde Argentina estaba organizando
un plan insurreccional, en reclamo al retorno del general Torres a Bolivia.
La exportación de la contrarrevolución
La reacción de los Estados Unidos ante la revolución cubana fue de dos órdenes. Un aspecto de
seguridad en primer término consistente en reforzar los aparatos de represión policiales y mili-
tares a fin de hacer frente a lo que es presentado como el peligró comunista; una dimensión
política luego, que consiste en eliminar el mantillo sobre el que puede prosperar el castro-
comunismo ¿aponiendo reformas y forzando a los países a democratizarse.
Este segundo aspecto fue el más espectacular en la medida que Kennedy lo consideraba
prioritario. Aunque no olvida jamás el primero, toma sus funciones el 20 de enero de 1961,
pronuncia su discurso anunciando la Alianza para el Progreso el 13 de marzo de 1961, y el
intento de desembarco en la Bahía de Cochinos (que aprobó) tiene lugar el 17 de abril de 1961.
Aunque nuevamente, sería erróneo considerar que la Alianza para el Progreso no fue más que
una reacción ante la revolución cubana. La idea de una asistencia masiva a Latinoamérica estaba
presente en todos los espíritus desde que los europeos se habían beneficiado con el plan
Marshall.
Aunque sería completamente falso considerar que habría existido una Alianza para el Progreso
sin la revolución cubana. A fin de evitar que la revolución se propague, se trataba de suprimir
todo motivo de insatisfacción entre los latinoamericanos. Las ambiciones son entonces
inmensas ya que las condiciones de vida deben ser mejoradas y las estructuras políticas
modernizadas. Se trata de emprender una verdadera revolución en frío. El diagnóstico había
sido bien establecido y la voluntad central de luchar contra las desigualdades es manifiesta. Así,
la insistencia sobre la importancia de las reformas agrarias da un carácter audaz y casi radical al
programa.
Sin duda el desafío planteado era que los cambios económicos desembocaran naturalmente
sobre la democratización, o acompañaran armoniosamente los esfuerzos realizados en este
ámbito.
Aunque el fracaso más espectacular de la Alianza para el Progreso se sitúa en el plano político.
Mientras que el objetivé declarado consiste en favorecer la eclosión de regímenes democráticos,
nueve golpes de Estado tienen lugar en los cinco primer años de puesta en marcha del programa,
contra los presidenta civiles legalmente elegidos. Frente a esta violación del espíritu de la
Alianza, la reacción de los Estados Unidos es en primer lugar vacilante, luego evoluciona de
una franca oposición a un sincero apoyo.
El proyectó que la administración Kennedy había nutrido para estas sociedades también conoce
un fracaso que no hace más que reforzar la aceptación de la opción militar. El reformismo que
predicaba Kennedy no llega casi a implantarse. Los sectores de centro izquierda, sobre los que
apostaba la administración demócrata son debilitados en este momento por años de lucha contra
las dictaduras. Por su parte, las fuerzas conservadoras y la izquierda no escatiman sus críticas
respecto a los programas de reforma juzgados excesivamente radicales por los primeros e
insuficientemente revolucionarios por la segunda.
Dos países, Chile y Perú, habrían podido constituir ejemplos de puesta en marcha de la filosofía
reformista de la Alianza para e] progreso. Su fracaso simboliza el naufragio de la gran idea dé
Kennedy. Acá Dabene analiza el fracaso del reformismo en Chile.
Países andinos: En los países andinos, se encuentran tendencias similares. Perú experimenta
las más grandes dificultades para integrar todas las fuerzas partidarias al sistema político. Los
militares lanzan una revolución de naturaleza totalmente diferente a la de Argentina y Brasil. En
Ecuador y Bolivia la agitación social, el reformismo y nacionalismo motivan la intervención de
los militares.
Los regímenes militares provisorios son gobiernos que desde su instalación se anuncian como
transitorios. Se concibe entonces que no sean más que previos a una transición política o que no
hagan, más que acelerar una alternancia en el poder.
Los regímenes surgidos de golpes de estado de los años sesenta y setenta tienen todos
"intenciones constituyentes". En pleno período de guerra fría se trata de oponerse a todo desvío
reformista y alinearse sobre el anticomunismo predicado por los Estados Unidos que hace frente
al desafío castrista.
Si se toma como criterio de orden político no la intención de reformar las instituciones, sino la
imposición de la cultura política, «constata que el militarismo reiterativo está fuertemente
extendido en América Latina. Concierne esencialmente a los países donde la intervención de los
militares en la vida política es un dato estructural de los procesos políticos. Estos países se
caracterizan por una gran inestabilidad política. La influencia estable de los militares sobre el
Estado, es más específica sin duda del militarismo latino, americano que los golpes de estado
aislados y devastadores. A la inversa, ciertos países se han caracterizado durante mucho tiempo
por una tradición de estabilidad democrática. Cuando el militarismo irrumpe es propiamente
catastrófico.
Si se dejan de lado los casos de gobiernos militares provisorios y del .militarismo catastrófico,
que conciernen a un pequeño número de países, la mayoría de los casos pertenece ya sea a la
categoría de los gobernantes que tienen intenciones constitucionales, o a la del militarismo
reiterativo, aunque no obligatoriamente a las dos a la vez. Algunos gobiernos militares son
auténticos caretakers, lo que significa que ponen orden en la casa sin ambicionar
reacondicionarla completamente. Otros vuelven regularmente a los asuntos para modificar
sustancialmente te las reglas del juego. Sobre este plano, también los años sesenta introducen
una ruptura, con una multiplicación repentina de los regímenes con intenciones constituyentes.
Los niveles de endeudamiento que han provocado estas experiencias han gravitado fuertemente
en su futuro. Finalmente los regímenes terroristas y neoliberales han tenido por ambición una
restructuración de la sociedad, en virtud de los dogmas neoliberales. Aliaron para ello la
violencia del terrorismo de estado con la de las medidas radicales inspiradas por la ortodoxia
liberal. Sin duda, estos regímenes que se encuentran en los años.
Es evidente que cada país posee su propia trayectoria. El señalar los fenómenos de
interdependencia no dispensa entonces del examen de las historias propias de cada país.
Marchesi:
Desde los sesentas, como consecuencia de la gradual convergencia de los procesos políticos que
el contexto de la guerra fría impuso sobre las políticas nacionales, el cono sur tendió a adquirir
una trayectoria política común: polarización política y social, dictaduras, transiciones, nuevas
democracias, luchas de memorias. Más allá de particularidades nacionales podemos identificar
múltiples formas en la que diversos actores, a través de la región, han empleado discursos y
prácticas comunes, y se han sentido parte de proyectos que trascendieron las fronteras
nacionales. En ese contexto los intercambios transnacionales resultaron evidentes para cualquier
analista de la región; sin embargo estos procesos políticos han tendido a ser mayoritariamente
explicados en términos nacionales. A través del análisis de una red regional de organizaciones
armadas de izquierda llamada la Junta de Coordinación Revolucionaria (JCR) -integrada por el
Partido Revolucionario de los Trabajadores- Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP) de
Argentina, el Ejército de Liberación Nacional (ELN) de Bolivia, el Movimiento de Izquierda
Revolucionaria (MIR) de Chile y el Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros (MLNT)
de Uruguay- el presente artículo busca contribuir a pensar el fenómeno de la izquierda armada
más allá de fronteras nacionales. Los intercambios de dicha izquierda armada en el cono sur
tendieron a acelerarse a partir de la llegada de Ernesto Guevara a Bolivia y tendieron a reducirse
a partir del golpe de Estado de 1976 en Argentina. A lo largo del período, una experiencia
compartida de exilio regional relacionada con crecientes niveles de coordinación represiva a
nivel continental promovió la circulación de militantes e ideas en la región. El artículo
describirá los principales momentos en la trayectoria de este intento organizativo de la izquierda
armada regional utilizando tres tipos de fuentes. La documentación interna y pública de la Junta
de Coordinación Revolucionaria y sus organizaciones miembros será contrastada con la
información de algunos archivos estatales de la región (DIPBA de la Argentina, Archivo del
Terror de Paraguay) y de Estados Unidos (National Archives), y el abundante corpus de trabajos
de corte testimonial o periodístico
Aunque antes de 1967 existieron ciertos intentos armados, este año marcó un quiebre en las
expectativas de los militantes de la «nueva izquierda» acerca de las posibilidades de iniciar un
proceso revolucionario en el cono sur. La circulación de noticias acerca del arribo de Ernesto
Guevara a Bolivia en 1966 y la primera conferencia de la Organización Latinoamericana de
Solidaridad en Cuba en 1967 ambientaron esperanzas y reforzaron los lazos entre aquellos
interesados en el impulso de la revolución en el cono sur. En 1966 los Tupamaros, aún una
pequeña organización, discutieron la posibilidad de abandonar la lucha armada en Uruguay e
irse a Bolivia. Otro grupo de militantes uruguayos del Movimiento Revolucionario Oriental
también se entrenaron militarmente para ir a pelear a Bolivia (Fernández Huidobro, 1986;
Leicht). Al mismo tiempo que Guevara comienza su guerrilla, en Chile y Argentina se creaban
dos organizaciones con el mismo nombre que su grupo: ELN (FAR; Pérez; Quiroga Zamora). El
objetivo de ambos grupos fue preparar la retaguardia para el ELN boliviano. Asimismo, un
grupo de militantes del PRT inició por primera vez entrenamiento militar con el objetivo de
trasladarse a Bolivia (Gorriaran Merlo). Sin embargo gran parte de dichos intentos fueron
frustrados por la corta duración de la campaña de Guevara. Paradójicamente, el fracaso militar
del Che reforzó la voluntad de esos nuevos grupos a continuar su lucha y a optar por la lucha
armada en sus propios países. La principal conclusión de dicha experiencia fue continuar su
estrategia de lucha continental y emular el modelo de militancia que Guevara representaba,
marcado por la entrega, el sacrificio, y el voluntarismo. Veladamente, se admitía que la
campaña del Che mostró el agotamiento de la estrategia del foco rural que se había venido
aplicando desde la revolución cubana. En este sentido estos militantes del cono sur emergieron
en el panorama de las izquierdas revolucionarias latinoamericanas innovando en las tácticas de
lucha armada que se habían desarrollado hasta el momento, intentando adecuarse a las
características geográficas y socio demográficas de los países del cono sur. En julio de 1967,
simultáneamente a que la campaña del Che mostraba signos de agotamiento, la primera
conferencia de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS) estaba teniendo lugar
en La Habana. Esta conferencia se presentaba como una continuación de la conferencia
tricontinental de la Organización de Solidaridad de los Pueblos de África, Asia y América
Latina (OSPAAL)
Dabene1960-1968: ola de golpes de estado en países de LA sobre gobiernos generalmente elegidos Las
repercusiones de la revolución cubana hacen pensar en una transmisión internacional de coyuntura Difusión.
Los países se copian unos de otros Los militares adoptan una nueva concepción de su rol estratégico. De
responsables de la seguridad exterior de su país, llegan a ser los garantes del orden interior. Se difunde en todos
los Estados Mayores por intermedio de la Escuela de las Américas. Los Estados Unidos, en efecto, juegan un
rol esencial en esta revisión estratégica y en la propaganda de un clima contrarrevolucionario Es apropiado
hablar de contagio en la medida que se ve que cierto número de prácticas y de concepciones viaja en el
continente Consecuencias de la revolución cubana de 2 tipos: tendencia a la exportación del modelo
revolucionario castrista en todo el continente y una exportación de la contrarrevolución bajo la administración
de Kennedy y Johnson: 2 OLAS SE PROPAGAN SIMULTANEAMENTE Dabene dice que la revolución
cubana es el desenlace inicial de este doble proceso pero NO se puede plantear que la revolución se propagó y
que los EEUU lanzó la ofensiva contrarrevolucionaria. En muchos casos el peligro revolucionario estaba casi
ausente y no ha servido más que como pretexto para la puesta en marcha de un régimen político autoritario.
1967 La muerte de Guevara marca un viraje: simboliza el fracaso de la exportación de la revolución Cuba entra en el
rango de la ortodoxia comunista.
Mientras que el activismo de Castro había provocado una crispación autoritaria, el repliegue cubano tuvo por efecto una
progresión del reformismo en LA. Corresponde al comienzo de una era de distensión que conduce a los EEUU a desinteresarse
por LA. Este margen de libertad lo aprovechan los militares 1968-1972: ola de golpes de estado reformistas.
Reacción de EEUU frente a la revolución cubana: 1) reforzó los aparatos de represión policiales y militares a fin de hacer frente
a lo que es presentado como el peligro comunista y 2) eliminó la posibilidad de que pueda prosperar el castro-comunismo
imponiendo reformas y forzando a los países a democratizarse, aspecto considerado prioritario por Kennedy Alianza para el
Progreso A fin de que la revolución se propague, se trataba de suprimir todo motivo de insatisfacción entre los
latinoamericanos: las condiciones de vida deben ser mejoradas y las estructuras políticas modernizadas El fracaso más
grande de la Alianza fue político. Mientras que el objetivo que el objetivo declarado consistió en favorecer la eclosión de
regímenes democráticos, nueve golpes de Estado tienen lugar en los primeros cinco años contra presidentes elegidos
democráticamente. La reacción de EEUU es al principio vacilante, luego evoluciona de una franca oposición a un sincero
apoyo Actitud frente a otros golpes de estado: oscila entre una benevolencia tolerante y una oposición moderada Los
militares latinoamericanos aparecen como la muralla más segura contra la expansión castro-comunista.
Chile 1964: gana el demócrata Frei. Ofrece las condiciones aptas para el reformismo. Inspirado en la doctrina social de la
Iglesia Católica, Freí anuncia que quiere deducir las desigualdades y modernizar la economía, gracias a una reforma agraria, un
apoyo de la industria y la promoción de las exportaciones Intento de erigir a la democracia cristiana como alternativa de la
izquierda. Sostén de los EEUU, que financian la campaña de Frei Las reformas se ponen en práctica y con cierto éxito La
oposición a las reformas en constante: el clima social no tarda en deteriorarse: los grandes propietarios terratenientes se oponen
a la reforma agraria y cuando el gobierno se esfuerza por atenuar sus efectos, son las organizaciones campesinas y la izquierda
las que lo presionan La democracia comienza a retirar su apoyo. El gobierno corteja entonces a las categorías sociales
desfavorecidas provocando una multiplicación de demandas que no está en condiciones de satisfacer El fracaso del
reformismo explica la naturaleza más radical de las reformas encaradas por los socialistas chilenos en 1970 y la amplitud de la
reacción autoritaria en 1973.
Argentina y Brasil
En los dos países el período está marcado por la llegada al poder de militares que lanzan una “revolución”. En los dos casos, los
golpes de estado no están solamente destinados a restablecer grandes equilibrios sino a transformar las sociedades // Argentina
busca en esos años una fórmula imposible de democracia sin peronismo. Los militares han expulsado a Perón del país y en
1955 buscan reconstruir la democracia sobre nuevas bases 1958: Arturo Frondizi Adopta un discurso nacionalista y
populista capaz de seducir a los peronistas. Su política económica desilusiona rápidamente al electorado Situación
contradictoria: desea acelerar la industrialización aunque debe afrontar una situación económica difícil y aplicar un tratamiento
de shock recomendado por el FMI. Los resultados son estimulantes. Crecimiento, desciende la inflación y aparecen nuevas
industrias Costo social importante: disminuye el poder de compra de los trabajadores: numerosas huelgas. La autorización de
la explotación del petróleo argentino por las compañías extranjeras indispone a los militares nacionales 1962: ganan los
peronistas. Estos resultados son inaceptables por los militares que deponen a Frondizi y vuelven a prohibir al peronismo
1963: Illia. Su ascenso a la presidencia estuvo marcado por la proscripción del peronismo y de su líder Illia estaba lejos de
ser un revolucionario o implementar reformas sociales y de política exterior como las que puso en práctica Goulart en Brasil.
Sin embargo: propuestas económicas nacionalistas, cierta resistencia a las imposiciones del FMI, atención prioritaria al
mercado interno, denuncia y anulación de los contratos petroleros firmados por Frondizi (9 de empresas de EEUU) Su
gobierno debió navegar en aguas agitadas donde a las acentuadas presiones de la diplomacia norteamericana se sumaba la
posición decididamente favorable a intervención en los altos mandos de las Fuerzas Armadsas (entre ellos, Onganía) y la
intensa movilización estudiantil y popular en contra de la “Fuerza Interamericana” de la OEA, un organismo creado para
justificar la presencia de los marines estadounidenses en República Dominicana 1966: golpe de estado que no tiene nada de
provisional. Onganía proclama el inicio de “la revolución argentina” e implanta un nuevo tipo de régimen que luego es
calificado de burocrático-autoritario; toda vida partidaria es interrumpida, congelamiento de salarios durante 2 años, intervino
violentamene en la UBA, persiguió a la militancia política y sindical Onganía se muestra incapaz de suscitar apoyos políticos
para su programa económico. Radicales y peronistas permanecen firmes en la oposición y la escena política aparece
peligrosamente polarizada 1971: Levingston. Legaliza el peronismo y permite el retorno de Perón al país.
Brasil 1956: la elección de Kubitschek de Oliveira marca un giro importante Logra movilizar a los brasileros alrededor de
la modernización del país. El desarrollismo hace progresar al país a un ritmo del 10% anual, al precio de un endeudamiento
público considerable. Su sucesor, Quadros, debe afrontar una situación delicada 1961: renuncia y sube Goulart Los
militares lo acusan de estar muy cerca de la izquierda, razón por la cual imponen un régimen parlamentario (en lugar del
régimen presidencialista) destinado a debilitar al presidente. Goulart se muestra incapaz de poner en marcha medidas de
estabilización La vida política se polariza y el presidente se apoya progresivamente en la izquierda. El intento de Goulart de
movilizar los campesinos autorizándolos a formar sindicatos es amenazante para los grandes propietarios terratenientes.
Además le otorga el voto a los analfabetos (lo que incluye a la mayoría de campesinos) 1961-1964: situación
extremadamente tensa. Buscando resolver la crisis Goulart la agrava Goulart hace un llamado a las masas en Rio: con el
ejemplo reciente de la revolución cubana, este llamado es visto como una amenaza directa por el ejército que teme por su
supervivencia. La idea del presidente consiste en realizar una demostración de fuerza a fin de presionar al Congreso. 2 días
después presenta una serie de reformas que comprenden una reforma agraria y nacionalizaciones. Visualiza también reformas
en la constitución y legalizar el partido comunista La movilización populista de los campesinos y obreros comenzada por
Goulart hace temer una amplia alianza de clases que se levante contra las estructuras sociales dominantes 1962: las
autoridades de EEUU aprobaron un acuerdo de asistencia financiera pero advirtieron que todo nuevo aporte quedaba sujeto a la
aplicación de un duro programa de estabilización. El gobuerno de EEUU pasó a utilizar el “arma” financiera para condicionar y
forzar la modificación de las políticas de Goulart EEUU intervino en las elecciones parlamentarias y estaduales de 1962.
Kennedy invirtió en obras públicas que favorecieran la imagen de candidatos enfrentados a Goulart Designación de Araujo
Castro al frente de las Relaciones Exteriores La diplomacia de EEUU alentaba maniobras objetivamente golpistas desde
dentro del gobierno 1964: los militares se sublevan con el apoyo de los EEUU, muy críticos de la desviación de izquierda de
Goulart Asume Castello Branco: ni siquiera él sería un incondicional de las políticas liberales recomendadas por los
organismos financieros internacionales, ni de los lineamientos que el Departamento del Estado promovía en la política exterior
de los estados latinoamericanos.
Regímenes militares constituyentes: en el marco de la Guerra Fría tratan de oponerse a todo desvío reformista y alinearse sobre
el anticomunismo predicado por EEUU
Militarismo reiterativo: concierne a los países donde la intervención de los militares en la vida política es un dato estructural de
los procesos políticos. Estos países se caracterizan por una gran inestabilidad política
Militarismo catastrófico: es al revés, países que han tenido muchos años de estabilidad e irrumpe un golpe militar
Reformismo pasivo: se asocia militarismo y conservadurismo. En los años sesenta, como respuesta a la revolución cubana,
muchos golpes se muestran reformistas y nacionalistas
Regímenes burocráticos desarrollistas: se fijan como objetivo el despegue industrial. Para eso las actividades económicas
deben estar liberadas de presiones políticas y sociales
Regímenes terroristas neoliberales: llegan por ambición de reestructurar la sociedad, en virtud de los dogmas neoliberales.
Aliaron para ello la violencia del terrorismo de estado con la de las medidas radicales inspiradas por la ortodoxia liberal
ACLARACION INICIAL: el autor hace un recorrido por las condiciones generales contextuales
a las cuales se enfrenta América Latina en la década del 30. Hace también alusión a
muchísimos particularismos característicos en cada uno de los países. Yo hice un resumen con
las características generales del continente, y algunas cuestiones particulares cuando fue
necesario. Si consideran que falta o falla algo, vuelvan al texto original.
El año 1930 es, paradigmáticamente, expresión simbólica de crisis en América Latina. La crisis
económica del centro del sistema capitalista-la de 1929-, se suelda en la región en su propia
crisis económica-la del agotamiento del modelo primario exportador- y con las que se producen
en e! plano de la política -crisis de dominación- y de la cultura, campo éste en el cual, en buena
medida, lo es de los valores del liberalismo.
Este es un panorama general de 1930 se enfatizan tanto las líneas de ruptura como de
continuidad (Ansaldi dice: no se pueden considerar estos cambios como revolucionarios, pero
tampoco hay que minorizarlos). Interesa, asimismo, contribuir a aventar el estereotipo, la
creencia generalizada, casi devenida sentido común, según la cual 1930 marca, una fecha de
corte entre el modelo primario exportador y la industrialización por sustitución de
importaciones, en lo económico, y la dominación oligárquica y el populismo, en lo político.
Acá de repente Ansaldi corta con lo que está desarrollando, y dice que va a retomar el concepto
de Crisis: Las crisis son momentos o estados transitorios, son parte de un proceso, esto es, de un
desarrollo y, por tanto, tienen un desenlace, si bien no hay un patrón de duración previsible. En
una situación de crisis se expresan contradicciones y rupturas, tensiones y desacuerdos, de una
intensidad tal que los actores vacilan respecto de las decisiones a tomar, al tiempo que las
normas, reglas y las instituciones hasta entonces existentes dejan de ser observadas y
reconocidas, en mayor o menor medida, llegando, en el límite, a ser concebidas como un
obstáculo para el desarrollo de [a sociedad, al tiempo que las nuevas propuestas no terminan de
ser elaboradas o, estándolo, asumidas como eficaces y/o pertinentes- Así, las grandes crisis
definen momentos históricos en los cuales, como decía Antonio Gramsci, lo viejo no termina de
morir y lo nuevo no termina de nacer. Y esta ambigüedad e irresolución ponen de relieve a ese
componente fundamental de toda crisis que es el tiempo.
Las crisis son fenómenos históricos usuales, mas la conjunción o soldadura de crisis económica,
social y política no lo es tanto. Menos frecuentes aún son las crisis de mayor intensidad, las que
Gramsci llamó crisis orgánicas y definió en estos términos: "En cierto momento de su vida
histórica, los grupos sociales se separan de sus partidos tradicionales, esto es, los partidos
tradicionales con una forma organizativa dada, con los determinados hombres que los
constituyen, los representan y los dirigen ya no son reconocidos como expresión propia de su
clase o fracción de clase. Cuando estas crisis se verifican, la situación inmediata deviene
delicada y peligrosa, porque el campo queda abierto a las soluciones de fuerza, a la actividad de
potencias oscuras representadas por hombres providenciales o carismáticos. La característica
esencial de las crisis orgánicas es la de ser crisis de hegemonía. Es una crisis de autoridad de la
clase dirigente, que deviene sólo dominante, y de su ideología, de la cual las clases subalternas
se escinden. En una situación tal, argumenta Gramsci, los partidos políticos tradicionales se han
tornado "anacrónicos" y se encuentran separados de las masas, suspendidos en el vacío. Hay,
pues, una ruptura entre representantes y representados.
En los años 1930 hay crisis económica, social, crisis política, de valores, soldadura de dos o más
de ellas y hasta crisis orgánica. La crisis política es, en la mayoría de los casos más de
dominación que de hegemonía.
La crisis desatada en 1929, según bien se sabe, arrasa no sólo con la economía norteamericana,
sino que afecta a todo el sistema capitalista a escala mundial. El comercio y la producción caen;
el sistema financiero se derrumba en 1931. En América Latina, sus efectos son devastadores, un
verdadero huracán, agravados porque a la crisis económica se suma, como se ha dicho al
comienzo, la crisis política. Al respecto, el "signo más clamoroso" del impacto de la economía
en la política es "el derrumbe, entre 1930 y 1933, de la mayor parte de las situaciones políticas"
consolidadas en el precedente período. En los años más severos de la Depresión, en la mayoría
de los países latinoamericanos se produce el acceso al poder de grupos o individuos que no lo
detentaban cuando se desata la crisis.
Las economías más afectadas son las de los países que sufren tanto la caída de tos precios de sus
materias primas, cuanto la de los volúmenes exportados (Bolivia, Chile y México). También
Cuba debería incluirse en el grupo de los países más afectados. Un segundo grupo de economías
afectadas por la crisis, en este caso, modestamente está formado por Argentina, Brasil, Ecuador,
Perú y toda América Central, mientras Colombia (café), Venezuela (petróleo) y República
Dominicana (azúcar) constituyen casos excepcionales de economías poco afectadas en materia
del quantum exportado. Empero, ningún país latinoamericano escapa a la depresión de 1930 si
bien el impacto es variable. La combinación más desastrosa es la producida por “un alto nivel
de apertura, un gran descenso del precio de las exportaciones y una disminución abrupta del
valor de las mismas". De allí, entonces, que Chile y Cuba resulten los casos más agudos. Los
precios de las materias primas exportadas se recuperan recién en 1936-1937, para volver a caer
durante los dos años siguientes. Ahora bien, como los precios de las mercancías importadas se
mantienen muy bajos, los términos netos del intercambio mejoran desde 1933 hasta 1939. Los
países latinoamericanos, en razón de la crisis, enfrentan dos desequilibrios: 1) el desajuste
externo generado por las caídas de los ingresos de la exportación y el flujo de capital; 2) el
desajuste interno provocado por la contracción de los ingresos fiscales y, en consecuencia, el
déficit presupuestario, no factible de ser saldado mediante recursos externos. Conexa a ambos
desajustes se encuentra la situación monetaria, tornada clave cuando Estados Unidos y Gran
Bretaña deciden abandonar el patrón oro. Tal decisión obliga a los gobiernos de la región a
manipular el tipo de cambio. Algunos optan por vincular sus respectivas monedas nacionales al
dólar estadounidense; otros devaluar sus monedas; otros se orientan a la vinculación de sus
monedas a la libra esterlina; otros optan por vincularlas con el dólar. En los demás casos, la
resistencia a adoptar un genuino régimen flotante de tipos de cambio, la mayoría de los países
debe optar por otras medidas, tales como el control de cambio y un sistema de racionamiento de
las importaciones no basado en el precio. Así, el incremento de los aranceles hace subir
abruptamente el precio final de los bienes provenientes del exterior y contribuye a alentar el
reorientamiento del gasto hacia los sustitutos internos. La imperiosa necesidad de reducción del
déficit presupuestario lleva a los gobiernos a subordinar a este objetivo el pago de las deudas
internas y externas. Empero, cabe acotar respecto de este caso, tales concesiones no implican
mejoras en la situación de dependencia; por el contrario, ella se redefine fuertemente en favor
de la metrópolis económico-financiera. En términos del PBI, la recuperación de las economías
latinoamericanas comienza después de 1931-1932. La mayoría de los Estados impulsa políticas
intervencionistas, reguladoras de los precios y la comercialización de los productos rurales,
como también de las tarifas de los servicios públicos. Asimismo, la creación y/o el
fortalecimiento de organismos estatales dedicados al otorgamiento de créditos, los cuales
favorecen la construcción de viviendas y obras públicas, el crecimiento de la agricultura y de la
industria. La promoción de los medios de transporte automotor, en desmedro de los
ferrocarriles, potencia la constricción de nuevas carreteras pavimentadas. También aparece o se
expande el transporte aéreo. El pasaje del ferrocarril al automotor es inseparable de la lucha
entre el imperialismo británico y el norteamericano. Nuevos caminos, facilidades crediticias y,
en el caso de México, la construcción de obras de riego contribuyen a una expansión del
capitalismo en la agricultura. En Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, México, Perú y
Venezuela se asiste a una importante intervención del Estado, expresada en la creación de
organismos específicamente dedicados a la regulación de la comercialización de productos
primarios y/o a la promoción de producciones industriales a gran escala y con maquinaria
moderna. En algunos casos el Estado se convierte también, en propietario de medios de
producción, especialmente en sectores de infraestructura e industriales productores de acero,
armas y otros insumos necesarios para la defensa militar, circunstancia que potencia la
participación de las FFAA.
A partir de esta situación explicada por el autor, propone ahora analizar brevemente las
características de la ISI y de la ASÍ (agricultura por sustitución de importaciones). La ISI es
señalada como un proceso generado por la crisis de 1929 y sus secuelas, sin embargo se ha
demostrado que ya se habría iniciado antes de los 30. La ISI de los treinta es, al menos en
América del Sur, más intensiva en fuerza de trabajo que en capital y que forman parte de ella
muchas pequeñas y medianas empresas, de propiedad de capitales nacionales, si bien se
producen casos de inversión directa por parte de empresas extranjeras.
Acá el autor presenta todo un debate respecto a si la ISI es previa a 1930, o consecuencia de la
crisis: Analiza la Argentina tratando de ver si la condición de existencia de la ISI, así como
Brasil, Colombia, Cuba, Chile, México, Perú, intentando demostrar que en general, existían
estructuras previas a la crisis de 1929 que permitieron la puesta en práctica de la ISI hasta su
consolidación plena en la década del 50 o 60. Continúa el autor En síntesis, puede decirse que
la ISI es un proceso generador de cambios significativos en la composición industrial en buena
parte de los países de la región. Si bien la producción fabril de textiles y alimentos elaborados
sigue siendo dominante, nuevos sectores industriales comienzan a pesar en las economías
nacionales: bienes de consumo duraderos, químicos, farmacéuticos, papel, metales. El mercado
de bienes industriales se diversifica, al tiempo que se tornan más complejas las relaciones
interindustriales. Empero la magnitud de tales cambios no debe exagerarse. Los límites del
crecimiento industrial se refuerzan por la actitud de las burguesías, las cuales se orientaron, en
un contexto de tener mercados internos protegidos, en la dirección facilista de la ganancia
inmediata, despreocupándose de llevar adelante acciones tendentes a superar sus insuficiencias
e ineficiencias y a proyectarse, competitivamente, en el mercado externo. La baja productividad
de la industria se explica por escasez de electricidad, falta de fuerza de trabajo c es una
categoría que designa una forma de organización y ejercicio de dominación política de clase. Se
caracteriza por su base social angosta, el reclutamiento cercado de quienes cumplen funciones
en el Estado y gobierno, basado en criterios de apellido o linaje, tradición, familia y parentesco,
prestigio, amistad, dinero, 3) exclusión de los disidentes o de la oposición considerada radica! o
peligrosa y cooptación de los individuos (transformismo molecular) o grupos potables,
moderados o asimilables (transformismo orgánico), 4) combinación de centralización y
descentralización en el ejercicio de] poder, mediante clientelismo, burocracia y mecanismos de
control intraoligárquico, 5) mecanismos de mediaciones y de lealtades familiares o grupales-
personales, más que partidarios y formato de representación de notables, 6) autoritarismo,
paternalismo, clientelismo, y verticalismo, 7) autopercepción positiva de la condición de
naturalmente elegidos para ejercer el gobierno de los hombres y la sociedad, 8) limitación
efectiva del ejercicio de los derechos políticos de sufragio, de elegir y-de ser elegido, 9)
predominio de la dominación (coacción) sobre la dirección (consenso, hegemonía), no reducido
a la coerción o violencia física, pues ésta va acompañada de una constante, cotidiana violencia
simbólica, 10) frecuente organización del Estado como Estado capturado, lo que se traduce
entre otras consecuencias, en un Estado central, más que nacional, cuestión ésta que debe
conectarse con 11) la definición de un pacto oligárquico que expresa ciertos tipos de relaciones
interregionales.
En la dominación oligárquica, en términos generales, la concentración del poder en un núcleo
pequeño de personas es muy alta, mas el espacio de aplicación de ese poder es reducido. De allí
la necesidad de "articular poder central y poderes locales. Se trata, entonces, de una estructura
piramidal en la cual cada nivel dispone de capacidad de dominio altamente concentrada y de
alcance limitado, variable según la posición que se ocupa en tal pirámide.
Esa forma de ejercer la dominación política de clase entra en crisis en buena parte de América
Latina. Las crisis políticas nacionales toman salidas diferentes, pero ninguna de ellas permite
establecer que el populismo como forma política de la dominación de clase, aparece en
América Latina, como una obligada o lineal secuencia cronológica que sucede a la oligarquía.
Populismo, en los términos de Weffort, es el surgimiento político de las masas en las
condiciones creadas por la crisis de la dominación oligárquica y de la democracia liberal, siendo
a la vez expresión de la debilidad de los nuevos grupos dominantes, en una coyuntura de
desarrollo autónomo relativo y de las particularidades de la urbanización es industrialización en
países agrarios y dependientes. Más específicamente, como define el propio Weffort, un sistema
populista es una estructura institucional de tipo autoritario y semicorporativa, orientación
política de tendencia nacionalista e industrialista, composición social policlasista más con apoyo
mayoritario de las clases populares.
El populismo latinoamericano es una experiencia observable, históricamente, en el México
cardenista, el Brasil varguista y la Argentina peronista.
Campo de Marte
La década de 1930 es, entre otras cosas, una década de notable ejercicio de la violencia. No sólo
en América Latina sino en varios lugares del mundo. Buenas pruebas de ello son la llamada
Guerra Civil en España (1936-1939), la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y la
“descampenización” en la Union Sovietica, que se suma al genocidio de los ucranianos
ejecutados por el régimen stalinista. GUERRA como fracaso de la POLÍTICA, así como su
continuación por otros medios.
Aquí analiza diferentes conflictos dados en el periodo: Guerra del Chaco, el conflicto entre Perú
y Colombia, Uruguay, Costa Rica, México, así como otros cuantos ejemplos que recorren toda
América Latina.
No deja de ser significativo que la coyuntura caracterizada por el pasaje de amplias masas,
sobre todo urbanas (o rurales recientemente urbanizadas) muestre también una nada desdeñable
acción colectiva agraria que toma la forma de bandidismo social o bien la de mesianismo o
milenarismo.
Los desafíos planteados por las crisis de los años 1930 no han de encontrar las respuestas
esperadas y/o deseadas por muchos de sus principales protagonistas. Las propuestas mejor
elaboradas o más programáticas, como las de la revolución socialista, la instauración de
regímenes fascistas o la consumación finalmente realizable de liberalismo económico y
democracia política, concluyen en fracasos. Las experiencias reformistas de estos años muestran
la reticencia de las burguesías latinoamericanas. La inestabilidad política y la creciente
participación de sectores de clase media (básicamente, universitarios) y de trabajadores y
campesinos en el conflicto han de definir el cuadro general de América Latina de ahí en más. En
tal cuadro, no es un dato menor la larga persistencia de dictaduras autocrático-militares. La
tierra en llamas de los años 1930 reavivará el fuego a partir de los años 1950 -Revolución
Nacional Boliviana, triunfante; Revolución Guatemalteca, derrotada- y, sobre todo, 1960, a
partir de la experiencia social y políticamente más radical en América Latina, la de Revolución
Cubana.
TEXTO Nº 64
Nuñez Soto
A pesar de que las relaciones sociales de producción que explican el proceso que nos ocupa se
encuentran en el interior de la formación social nicaragüense, es necesario sin embargo incluir
las relaciones de cambio que existen entre este país y los países que controlan el mercado
mundial, dentro del cual también se realizan las mercancías de las economías periféricas. Desde
que la circulación de mercancías se convierte en el punto de partida del funcionamiento ca-
pitalista, es obligado tener al mercado como referencia incluso de las propias relaciones de
producción que se desarrollan en el proceso inmediato de producción. Las relaciones de cambio,
nacional o internacional, son parte de las relaciones sociales de producción; enfrentan intereses
opuestos y establecen mecanismos de diferenciación. Difícilmente podríamos nosotros abstraer
del mercado mundial una economía cuya lógica de existencia no es otra que servir a dicho
mercado, en detrimento precisamente de su propio mercado interno.
Históricamente estos países nacen como colonias de los países, europeos y su realización como
nación no se hace solamente contra una estructura de dispersión feudal, tal como aconteció en
los países centrales, sino que la formación del Estado-nación periférico se lleva a cabo a través
de un proceso de independencia política. Las revoluciones burguesas fueron aquí revoluciones
anticolonialistas, aunque por supuesto tuvieron también un contenido de clases entre intereses
radicados dentro de las propias colonias.
Hoy que las naciones periféricas se encuentran subordinadas a un mercado controlado por los
intereses nacionales del imperialismo norteamericano, la revolución pasa necesariamente por la
independencia económica con respecto a los intereses metropolitanos. Es por ello por lo que las
revoluciones del tercer mundo nacen como movimientos de liberación nacional y por lo que sus
primeras transformaciones tienen un contenido y un cuestionamiento hacia afuera,
especialmente en el campo de las nacionalizaciones.
Las relaciones de cambio en el mercado mundial tampoco podrían existir sin el apoyo de la
coerción política internacional. De la misma manera que la existencia; política del colonialismo
o del imperialismo constituyó uní necesidad económica para los países del centro, la
independencia política de los países periféricos conlleva ahora una ruptura de las relaciones
internacionales de intercambio subordinado. La dependencia y la independencia políticas son
pues también parte de las relaciones sociales de producción, especialmente ahora en que las
relaciones del mercado están cada vez más subordinadas al funcionamiento de los monopolios y
del capital financiero.
A grandes rasgos podríamos decir que en el presente siglo la historia de Nicaragua es la lucha
entre los intereses nacionales y los intereses políticos y económicos del imperialismo norte-
americano.
La historia de Nicaragua ha estado acompañada desde sus inicios por los intereses de los países
y clases dominantes europeos. La economía nicaragüense se activa y reactiva frente a la
demanda del mercado externo sin que el crecimiento logre desarrollar un mercado interno capaz
de liberar su dependencia estructural de los países centrales y del intercambio desigual en el
comercio internacional.
La nación nicaragüense es un esfuerzo histórico hacia adentro y hacia afuera por construir una
identidad hasta ahora mediatizada por intereses externos. La diferenciación entre clases sociales
estuvo siempre acompañada por una diferenciación étnica, y ambas condicionadas por la
intervención y penetración económica y cultural de las potencias coloniales. Incluso el mercado
interno pasa primero por las metrópolis antes de pretender vincular la propia economía. Las
unidades familiar-es artesana- les y campesinas producen y se reproducen sin descomponerse,
subordinadas a la lógica de la reproducción capitalista de los países y clases dominantes del
centro industrial. A pesar de la concentración de la riqueza en una minoría, su economía sigue
siendo una economía parcelada en miles de pequeñas fincas campesinas que se concentran y se
desconcentran al ritmo de la herencia y de las necesidades de la mercantilización de la tierra y el
trabajo.
El mercado interno no ha podido homogeneizar una realidad demasiado diferenciada, tanto que
bien podría hablarse de tres países diferentes.
La región de la costa del Pacifico En sus principales ciudades se asentaron siempre las clases
dominantes y dirigentes, de igual manera su poder político-militar, sede también del grueso de
la pequeña burguesía y de los trabajadores asalariados. En esta región está situada Managua,
capital de la república, ciudad donde vive actualmente más de la tercera parte de la población
del país.
Esta parte del país constituyó el ámbito socioeconómico fundamental de la insurrección popular
sandinista, y actualmente todavía constituye la principal base social de apoyo a la revolución.
La región de la costa del Atlántico Existe en la Costa Atlántica una tradición histórica' de
autonomía en relación al resto de Nicaragua y de fuertes vínculos con el Caribe y la cultura
anglosajona,
Desde el punto de vista socioeconómico, Nicaragua presenta los rasgos de una sociedad
agroexportadora, con un movimiento simultáneo de proletarización y campesinización, un
pronunciado sector terciario que a diferencia de los países industrializados no es un indicador de
su desarrollo sino más bien otro rasgo de su dependencia y atraso, y con una tendencia hacia la
urbanización improductiva. La mayor parte del sector agropecuario es campesino o de fuerza de
trabajo obrero-campesina.
El somocismo había casi agotado la superficie apropiada para cultivos permanentes y la frontera
agrícola avanzaba a pasos agigantados. El crecimiento del sector terciario produjo una
urbanización sin industrialización que contribuyó a atrofiar el funcionamiento de la economía
nicaragüense.
Entre 1960 y 1070 las exportaciones crecieron a una tasa acumulativa anual de 11,5%
constituyéndose en el principal impulsor del dinamismo de la economía. A partir de 1960
cuando el déficit comercial comienza a impactar el modelo de crecimiento agropecuario.
Lo mismo puede decirse de la agricultura y ganadería campesina, que durante el período 1950-
1980 utilizó las tierras de la frontera agrícola en un proceso ininterrumpido de migración ó
colonización espontáneas o planificadas. Esta situación estaba agotando los recursos a razón de
100 mil hectáreas por año. Este avance de la frontera agrícola y de la emigración campesina
hacia el Atlántico retiraba progresivamente fuerza de trabajo;, y alimentos de los espacios
agroexportadores, lo que repercutía en una de las condiciones de la bonanza del modelo, a
saber, el papel de la economía campesina en la reproducción de la fuera de trabajo del
capitalismo agroexportador. La frontera agrícola llegó a colindar prácticamente con el litoral
Atlántico y con los dominios de las comunidades indígenas, que tuvieron que refugiarse en las
costas del Océano Atlántico ante el empuje de los campesinos mestizos.
La reforma agraria somocista se inicia en 1963 destinando 5 millones ele hectáreas a disminuir
los conflictos. En otras palabras, las contradicciones del propio modelo lo estaban llevando a su
fin. El campesino era expulsado por el empuje capitalista de maximizar sus ganancias buscando
las mejores tierras, situación que se agudizaba cuando bajaban los precios de los productos de
agroexportación. Por otro lado se obligaba al campesinado a roturar más tierras en la frontera
agrícola para beneficio del terrateniente y para la reproducción de la familia rural. El resultado
lógico de tal situación fue que el ¡capital, en busca de mayores ganancias, alejaba cada vez más
la fuente de su propia riqueza: la fuerza de trabajo temporal campesina. Los obreros campesinos
tenían cada vez más dificultad para reproducirse con un salario temporal, es decir parcial, y los
campesino-obreros mayor dificultad para usufructuar las parcelas que durante un tiempo los
mantenían.
A partir de 1956, año del ajusticiamiento de Anastasio Somoza García, primero de la dinastía
somocista, y sobre todo en la década de los sesenta, el saldo comercial acusa una tendencia
negativa permanente, y comienza para esta economía el círculo vicioso de recurrir al
financiamiento externo para cubrir déficit.
Se producía para el mercado exterior, y con las divisas generadas se atendía la importación de
insumos requeridos por la producción comercial. La generación de divisas se convirtió en una
necesidad no solamente para la producción misma sino también para el consumo ya que el
proceso de sustitución de importaciones no logró impedir los desequilibrios materiales internos.
Obviamente, los balances comerciales negativos indujeron al endeudamiento externo como
condición del modelo.
Si bien el crecimiento fue sostenido en todo el período los efectos fueron desiguales para la
población del país. El sector empresarial agroexportador fue mejor atendido que la economía
campesina que se mantuvo sumida en la pobreza y la explotación. A medida que la agricultura
de exportación avanzaba, el campesinado era desplazado de las mejores tierras del Pacífico
hacia la frontera agrícola del centro-norte y del Atlántico por los mecanismos del mercado y por
la Guardia Nacional de Somoza.
Se trata de una economía campesina donde, no solamente por su composición sino también por
las necesidades del propio modelo para proveer su reproducción, la tierra se concentraba cada
vez más en manos de terratenientes y capitalistas a costa de la marginación del campesinado,
que se refugiaba en las peores tierras del país. El acaparamiento de tierras por parte de los
terratenientes también tenía sus contradicciones para el propio modelo: por un lado era
necesario para explotar a las familias campesinas ya que los terratenientes eran los agentes
directos del capital para disciplinar y extraer excedentes del campesinado a través de la renta en
trabajo, especie o dinero; pero por otro lado gran parte de los excedentes producidos por las
plantaciones capitalistas de agroexportación iban a parar a manos de los terratenientes.
A lo largo del período, a medida que se multiplicaban las familias campesinas, productos de la
herencia y el parcelamiento, menos tierra poseían y más deudoras eran de los terratenientes y de
los patrones.
El algodón llego a representar el eje central del modelo del MAE. Los algodoneros entonces
fueron los capitalistas más beneficiados por el modelo.
Durante todo este periodo los grandes empresarios siempre fueron habilitados por la banca
nacional, en cambio los campesinos tenían que recurrir a todas las formas de mediería,
aparcería, colonato, a fin de acceder a medios que no poseía: tierra, bueyes o dinero en efectivo.
Mientras que a los capitalistas se les financiaba la mitad de su producción, a los campesinos
apenas les habilitaba un poco más del 10%.
En pleno apogeo del modelo agroexportador, el ingreso del crecimiento apuntado excluía a la
gran mayoría del campesinado y lo pauperizaba en forma absoluta y relativa. Diez años después
(en 1971) los trabajadores por cuenta propia y los asalariados tenían un ingreso per cápita hasta
100 veces inferior a los patrones, siendo los primeros la mayoría y los segundos la minoría de la
población en el campo.
Al final del periodo, las propias instituciones comenzaron a hacerse eco de las condiciones de
miseria existentes en el campo.
Como conclusión podemos afirmar que, desde el punto de vista económico, el capitalismo en
Nicaragua tuvo una matriz agroexportadora, en donde la totalidad está constituida funda-
mentalmente por las relaciones sociales de producción de la actividad agropecuaria, por las
relaciones de intercambio entre el campo y la ciudad, así como por las relaciones de cambio con
el mercado mundial; que el crecimiento económico sostenido se basó en una combinación de
acumulación intensiva en capital para las empresas agropecuarias y acumulación intensiva en
mano de obra para las unidades de producción campesina; que la principal fuerza y debilidad al
mismo tiempo del modelo estuvo siempre en la dependencia comercial, financiera y tecnológica
de los mercados capitalistas externos; que el régimen represivo así como la miseria y
explotación social 'generadas por el modelo se desarrollaron simultáneamente amparados por la
dinámica del crecimiento económico, organización político- social que duraría lo que durara
dicho crecimiento.
CRISIS Y REVOLUCION
La principal hipótesis que se maneja es que la matriz explicativa de la crisis está en la naturaleza
misma del modelo agroexportador, matriz que fue trastocada precisamente por el sector mismo
que la oxigenó durante cinco décadas y que finalmente, por razones externas e internas, des-
embocó en una crisis revolucionaria. Desde el punto de vista económico encontramos un
agotamiento del modelo agroexportador por estrangulamiento del sector externo, depresión eco
nómica, diferenciación en la ganancia interburguesa y deterioro del nivel de vida del pueblo
nicaragüense. Desde el punto de vista político encontramos una pérdida de legitimidad del régi-
men somocista, debilitamiento de la hegemonía imperialista en la región centroamericana,
descontento de las masas populares urbanas y cuestión amiento político-militar encabezado por
un frente de masas que enarboló una bandera de liberación nacional y de democracia
participativa y pluralista.
Asimismo querernos mostrar que la economía y la sociedad nicaragüenses son parte de una
totalidad regional ligada al funcionamiento político y económico centroamericano, donde con-
vergen en lucha los intereses del imperialismo y de los pueblos de la región. Es como si
Nicaragua fuera una provincia, tal como lo fue en el pasado, en el interior de la formación social
centroamericana. La crisis económica y política que padece la estructura imperialista de
explotación y de dominación en el Caribe no podría entenderse sin la revolución sandinista, de
la misma manera que ésta tampoco puede entenderse en su origen y desarrollo sin conocer el
espacio social circundante.
Las mismas tendencias económicas de la crisis que presentamos para el caso de Nicaragua se
muestran claramente en la Mayoría de los países centroamericanos, aun sin que hayan conocido
estallidos insurreccionales parecidos. Se percibe pues el agotamiento del modelo
agroexportador, y dicho agotamiento .comienza precisamente en el aspecto externo de su
totalidad económica debido también al estrangulamiento de sus balances comerciales y
financieros, a la recesión de sus economías, al deterioro de los ingresos de todas las clases
sociales, al descontento popular y al cuestionamiento de la política norteamericana.
La revolución sandinista
Este movimiento se manifiesta como una revolución política que aparece en el momento en que
el modelo de crecimiento de la posguerra alcanza su mayor desarrollo y da las primeras
muestras de su agotamiento. Lo que se requiere es conocer los elementos económicos y
políticos que causaron la crisis estructural del modelo y permitieron la ruptura de alianzas del
bloque en el poder, así como la naturaleza (también económica y política) que permitió que la
correlación de fuerzas fuera favorable al proyecto revolucionario. Si la revolución se inserta
dentro del campo de la lucha de clases, encona-amos la dilucidación del dilema. Y lo que
observamos en Nicaragua a partir del terremoto de 1972, y más fuertemente a partir de 1975,
cuando se rompe definitivamente el proceso de crecimiento, es la incapacidad del régimen
somocista para continuar gobernando dentro de un contexto donde la asfixia del sector externo
nicaragüense vulneró estructuralmente el sistema de alianzas de las clases dominantes,
terratenientes, comerciantes, financistas y burguesía productiva agroindustrial: sin consenso
suficiente ni fórmulas económicas que le permitieran reformar y enrumbar el proyecto y frente a
un cuestionamiento político-militar que con banderas democráticas y revolucionarias levantó a
toda la nación contra la dictadura.
Frente a quienes piensan que "no hubo crisis económica, sino que .hubo revolución, habría que
recordar que en momentos de crecimiento, y mucho más en períodos recesivos, la con elación
de fuerzas en cuanto a la distribución de los excedentes aporta la base material del
cuestionamiento no solamente en la contradicción entre el pueblo y la burguesía, sino en el inte-
rior mismo de la propia burguesía. Estos síntomas comienzan r rimero en 1972 con el terremoto
(crecimiento de la discordia), y a partir de 1975 con la fase recesiva de la economía
nicaragüense a pesar de las apariencias estadísticas, tal como exponemos a continuación.
La burguesía productiva sintió inmediatamente los efectos de la crisis del sector externo y
resintió los embates del capital especulativo que bajo el amparo del régimen somocista drenaba
afín más los excedentes que antes todos captaban.
El primer momento en la ruptura de alianzas del bloque en el poder se remonta a 1972, año del
terremoto de la ciudad de Managua. El negocio de la reconstrucción fue monopolizado por la
burocracia militar y civil del aparato de la dictadura somocista, lo que comenzó a resentir
hondamente la burguesía productiva industrial.
Además, desde el punto de vista político, Anastasio Somoza, jefe de las fuerzas armadas,
asumió la presidencia de una comisión de Emergencia que se formó a raíz del terremoto, lo que
en la práctica significó un golpe de Estado al ejecutivo representado por un triunvirato civil y
una causa más de resentimiento a la oposición burguesa que aspiraba desde entonces un
recambió cívico de la dictadura militar somocista. Ya en 1974 comenzaron las protestas
públicas del sector privado sobré lo que ellos consideraban como "anomalías del régimen".
A partir de 1975 la economía comienza a mostrar sus fallas estructurales. Existe la opinión de
que los últimos años del somocismo fueron de bonanza económica a juzgar por las cuentas
externas del balance comercial. En realidad lo que pasó fue que el somocismo disminuyó
drásticamente las importaciones en los últimos años; aprovechando además la subida de precios
de exportación. Efectivamente, antes de partir, el dictador ordenó una matanza indiscriminada
de reses. Mientras la dictadura recurre a un financiamiento cada vez más difícil y comprometido
con la banca privada comercial, lo contribuye a enajenar mucho más la solvencia financiera del
país, la burguesía no solamente deja de invertir sino que empieza a sacar su capital del país.
Llegó un momento en que los recursos externos ya ni siquiera entraban a auxiliar la economía,
en gran parte porque entraban en armas para redimir la guerrilla, y en parte porque quedaban en
cuentas corrientes externas de los somocistas, además de que otra cuota, no menos significativa,
correspondía a los exportadores e importadores privados que aseguraban su dinero dejándolo
fuera. Un segundo momento en el resquebrajamiento de la política de alianzas se da en los
últimos años, cuando Somoza decide, imponer un impuesto directo a los productos de
agroexportación aduciendo el aumento de precios de tales productos, lo que provocó una nueva
protesta de parte de la oposición burguesa, tanto en el nivel gremial como en el político.
Durante dos décadas y media esta misma burguesía se benefició del crecimiento económico, sin
importarle la diferenciación social inherente. Y ahora que la crisis internacional golpeaba
diferenciadamente a la estructura interburguesa, apelaba a su última instancia, el gobierno de
Estados Unidos, arrinconada entre un sistema que no conocía ni cuestionaba y un pueblo que
comenzaba a resolver revolucionariamente las desigualdades de toda la sociedad. Para ella la
culpa recaía exclusivamente en el régimen de Somoza y la solución exclusivamente en el régi-
men de Cárter, que a pesar de las críticas al régimen somocista por la violación de los derechos
humanos, en los meses de la insurrección final, en mayo de 1979, concedió un préstamo de £0
millones de dólares a través del Fondo Monetario Internacional.
En los últimos dos años del somocismo la burguesía se sumó a las diferentes huelgas
convocadas por el FSLN, vacilando siempre entre sus intereses inmediatos golpeados
fuertemente por la dictadura somocista y sus intereses estratégicos amenazados por un pueblo y
una vanguardia cada vez más beligerantes e independientes de la oposición tradicional. Las
clases medias, sector mayoritario en la sociedad nicaragüense, desempeñaron un papel
preponderante en la lucha por la democracia y la soberanía en contra de la dictadura somocista.
Los campesinos tuvieron un papel significativo como apoyo a la guerrilla rural del Frente
Sandinista, sobre todo a lo que luego se llamó la tendencia de la Guerra Popular Prolongada del
FSLN.
Somoza y la dictadura somocista aparecían para todas las clases sociales como el blanco de
todas las limitaciones y de todas las contradicciones.
En esta situación, el FSLN encabezó un movimiento antisomocista que aglutinaba a todos los
sectores del país que en los últimos dos años se encontraron sin espacio político para protestar
contra el régimen o para mostrar sus inquietudes, lo que ellos consideraban una situación
insoportable que ameritaba una nueva concertación social en el seno de la sociedad
nicaragüense. El FSLN tuvo la visión y la capacidad de poder conjuntar la lucha armada contra la
represión dictatorial con la lucha interna de la sociedad civil. Durante los últimos años el FSLN
emprendió una política de alianzas amplias de contenido democrático y antidictatorial a través
del Frente Patriótico Nacional (FPN) que agrupaba a todas las fuerzas social les antisomocistas, a
través del Movimiento Pueblo Unido (MPU) que agrupaba a todas las fuerzas de izquierda del
país. De esa manera, la lucha de liberación nacional se hacía inseparable de una lucha nacional
democrática. Sin embargo, a medida que las alianzas se hacían más amplias y más
democráticas, a medida que se hacía cada vez más necesario levantar a todo el pueblo contra la
guardia nacional, en esa misma medida se trabajaba y se garantizaban las tareas político-
militares y la hegemonía popular del movimiento. La unidad político-militar dentro del
sandinismo fue una de esas garantías; a la par de la unidad amplia se unieron también en los
últimos años las tres tendencias del FSLN (Guerra Popular Prolongada,. Tendencia Proletaria,
Terceristas o Insurreccionales). La consigna "Toda 1a nación contra la dictadura" pone £in al
sectarismo y sintetiza la estrategia de lucha insurreccional del FSLN para derrocar a la
dictadura”.
Acá, Núñez Soto hace una reseña sobre las vicisitudes que tuvo la lucha de clases en el último
quinquenio de la dictadura (página 65, no me pareció relevante, pero si quieren búsquenlo).
A partir de 1980 y sobre todo en el quinquenio que sigue a la revolución sandinista, el deterioro
de los términos de intercambio continuó fustigando el balance externo de las economías
centroamericanas.
La caída de la demanda externa es una variable que las economías centroamericanas no
controlan pero sí padecen. En lo que concierne al comercio entre los países de Centra América,
se observa una disminución del mismo a partir de 1978.
La relación de precios de intercambio entre 1977 y 1980 bajó en un 50% y continúa siendo
desfavorable no sólo para Nicaragua sino también para el resto de los países centroamericanos.
El funcionamiento básico de estas economías depende de una cantidad estimable de divisas para
importar lo necesario, al menos para su reproducción simple, y éstas sólo pueden obtenerse por
dos vías, a saber, las exportaciones y el financiamiento externo.
Con unos términos de intercambio en franco deterioro, el balance comercial de las economías
centroamericanas no podría mostrar más que la tendencia negativa y la recurrencia al
financiamiento externo.
Cada día que pasa las economías centroamericanas asisten a un esquema recesivo a lo interno y
se hipotecan hasta en lo que no tienen con la banca internacional; pagan un tributo por
mantenerse den ero de la hegemonía del mercado capitalista mundial. El pago de intereses
comienza a entregar una parte cada vez más sustantiva de las exportaciones centroamericanas.
En el período 1980-1984 y a pesar del flujo financiero de los primeros años, así como de una
mejoría relativa en cuanto a los términos de intercambio y al poder de compra de las
exportaciones, la disminución del déficit comercial, la incapacidad de pago, el descenso del
producto interno bruto y todas las actividades internas continúan mostrando un panorama
recesivo. Frente a los niveles de la crisis alcanzados al iniciarse la década de los ochenta, los
sectores políticos de la burguesía local y especialmente el gobierno norteamericano están
enfrascados en responder, con una serie de medidas de política económica y de ajustes, a fin de
paliar las contradicciones políticas. Desde el punto de vista económico, las recetas del Fondo-
Monetario Internacional (FMI) apuntan a recuperar un balance comercial positivo restringiendo
las importaciones y de los gastos sociales del gobierno en general e incentivando las ex-
portaciones a través del estímulo a la empresa privada nacional y del capital extranjero.
Desde el punto de vista económico, la respuesta de Estados Unidos no se hizo esperar. En 1960
el reformismo instrumentó el programa de la Alianza para el Progreso, que aunque permitió
continuar con el crecimiento económico latinoamericano, no resolvió las causas estructurales de
una situación crítica y explosiva en la región. Desde el punto de vista político, Estados Unidos
acompañó las reformas económicas de un vasto programa de contrainsurgencia y el
fortalecimiento de los regímenes militares locales de la región. La hegemonía norteamericana
mantiene su posición de recurrir a la fuerza directa en caso de incapacidad de los regímenes
locales para sofocar las contradicciones entre el capital y el trabajo. De la misma manera que
mostró a los pueblos de la región que la lucha por cambiar el orden interno, ayer como hoy,
pasa también por la lucha contra los intereses del imperialismo.
En 1968 y después del fracaso de la guerrilla rural en América Latina, el movimiento latino-
americano contra los intereses yankis recupera la iniciativa a través de movimientos
democráticos y nacionalistas, que van desde la toma del poder por militares progresistas,
victorias electorales de candidatos populares radicales, hasta la combinación de guerrillas
rurales con insurrecciones populares urbanas.
Como conclusión podemos afirmar que la revolución sandinista aparece al final del período de
crecimiento económico del modelo somocista; que la organización político-social del capi-
talismo y del somocismo no fue capaz de enfrentar la crisis de crecimiento del modelo por la
fisura tanto en el bloque de alianzas interburguesas como en el consenso general del pueblo
nicaragüense que el agotamiento del modelo agroexportador así como del régimen dictatorial e
imperial que lo sustentaba se expresa con más radicalidad en Nicaragua pero no está ausente en
el resto de Centroamérica; que la revolución política sandinista es a la vez consecuencia y causa
de dicho agotamiento, sin que sea posible separarse los factores económicos de los políticos.
Tocqueville escribió que “no es en el ejército donde debe buscarse el remedio a los vicios del
ejército sino en el país”. Esto parecía decir que hay un anhelo de castigo en el que lo recibe, a la
manera de los discursos actuales de la microfísica del poder. Es mucho pedir a un país como
Bolivia que se declara además culpable de lo que sus militares han hecho y no lo es menos que
no se pueda evitar un sentimiento de escarnio cuando se delibera acerca de esa historia.
Nos interesa sobre todo el ejército como quid de la clase dominante y las masas, o sea que es la
historia de la enemistad.
La razón reaccionaria como explicación del mundo existe lo mismo que la nuestra y la
superioridad de una o de la otra es algo que debe probarse.
Aprender a mandar es quizá el problema más profundo que debe encarar en cualquier época
toda clase que quiere ser libre.
El eje factual de una discusión. En lo aparente debería estar dado por el golpe militar del 17 de
julio de 1980 con el cual el ejército, con el general Luis García Meza en su mando, se hizo del
poder y negó del modo más radical entre todos los posibles resultados de una elección general
en la que Hernán Siles Zuazo, había obtenido las condiciones necesarias para proclamarse
mayoritario.
Lo que ocurrió en los magníficos días temibles de noviembre de 1979, nueve meses antes de
esta fecha fue en cambio una crisis social y no una mera adversidad de la democracia
representativa. Después de las masas de noviembre, el golpe de agosto era ineluctable. Es ésta
una premisa primaria respecto a todo el discurso posterior.
En esta sociedad golpe de estado es una suerte de costumbre colectiva, o es la manera que
adoptan el cambio político y la sucesión en el poder en Bolivia.
El golpe de estado retiene una suerte de incertidumbre propia de los acontecimientos
inconfutables, cuando no el cariz de un hábito social.
Un golpe de estado desencadenó la insurrección de abril de 1952 y un golpe de estado puso fin
al proceso de la Revolución Nacional iniciado por esa insurrección, que fue como un noviembre
convertido en abril. El acto de masas que fue la huelga de hambre en 1977 puso término a la
dictadura de Bánzer mediante el golpe que indujo y otro golpe como éste sepultó la impostura
de Pereda, que la había sustituido. Golpe también fue el de García Meza que rompió la breve
fase del auge democrático representativo que se había iniciado con aquella memorable huelga
de hambre de las mujeres mineras.
Si se dice que Bolivia es una formación abigarrada es porque en ella no sólo se han superpuesto
las épocas económicas sin combinarse demasiado, como si el feudalismo perteneciera a una
cultura y el capitalismo a otra y ocurrieran sin embargo en el mismo escenario o como si
hubiera un país en el feudalismo y otro en el capitalismo, superpuestos y no combinados sino en
poco.
Tenemos verdaderas densidades temporales mezcladas no sólo entre sí del modo más variado,
sino que también con el particularismo de cada región porque aquí cada valle es una patria.
Hay una medida en que el sentimiento de la identidad es la prueba de que la identidad existe. La
gravedad que tiene la pérdida del litoral por ejemplo no consiste en el territorio ni en el
excedente que generó sino en la amputación de la lógica espacial de esta unidad, su congruencia
ecológica. Los acontecimientos han producido las premisas inconscientes de la unificación y en
esto es natural no concebir la nación como un mercado. El problema radica en que la
intersubjetividad existe antes de las premisas materiales de la intersubjetividad.
LA MULTITUD EN AUGE
Con un aborrecimiento radical por las formas, por lo parlamentario y lo jurídico, Natusch se
refugió en el Palacio Quemado mientras sus hombres cumplían la doctrina para la que habían
sido preparados sobre todo en Panamá.
La COB convoca entonces a la huelga general. Esto mismo tiene ya su propia profundidad. Es
la primera huelga general obrera que se hace en defensa de la democracia representativa.
Es también la primera vez que el campesinado como un todo se pronuncia por el apoyo a la
huelga general obrera o sea que se trata ya de un eje de constitución de la multitud, si se quiere,
de un bloque histórico. Es la recomposición de la alianza de 1952. No hay antecedentes en
América Latina de un apoyo rural de tal carácter a una forma urbana típica como es la huelga.
Las masas, que habían sido siempre clandestinas componen su asonada ahora bajo el lábaro de
la democracia representativa que se incorpora a su memoria de masa o acumulación en el seno
de la clase.
La crisis de noviembre es sin duda el mayor acto separatista de las masas fundamentales con
relación al molde hegemónico del estado de 1952. Los bolivianos temen mucho al término
separatismo porque son separatistas en general. El acto fundamental de este estado, fue la
universalización del ideologuema nacionalista revolucionario.
Esto se vio claro en las tres elecciones de los setenta. El único vencedor incuestionable fue el
nacionalismo revolucionario, que es como la ideología general.
Es cierto que en Bolivia se es nacionalista revolucionario incluso cuando no se sabe que lo es;
con todo, la trágica aventura a la que se lanzó Natusch, acompañado por 3 o 4 doctores
corruptos, iba a desatar un verdadero acto de ruptura ideológica y de restauración de la multitud.
La política misma está ahora obsoleta porque hay una nueva multitud.
La crisis de noviembre reprodujo de una manera casi física los términos constitutivos tanto de la
historia nacional-popular del país como los recuerdos más conservadores de la clase dominante
o sea que cada uno de los polos recordó su historia, como si lo de hoy no fuera sino la
obligación de lo que dormía en el pasado.
Desde otro punto de vista, la crisis de noviembre manifiesta las imposibilidades centrales del
estado boliviano aun después de su enriquecimiento conceptual posterior a ese momento. El
atávico pavor al alzamiento o sea la idea latente de que la indiada carga.
Si los obreros salen un día de su clausura corporativista será en el desarrollo de una propuesta
surgida del movimiento campesino.
Siles Zuazo, como candidato de la coalición a la que se dio el nombre de Unidad Democrática
Popular (UDP) triunfó en las elecciones convocadas por Bánzer en 1978, por Padilla en 1979 y
por Gueiler en 1980.
Siles Zuazo representa entonces un decisivo cruce de caminos. Por un lado, a diferencia del
hombre que era él mismo poco antes, asumía ahora que los obreros y los militares son las
fuerzas estratégicas fundamentales. No se trataba sólo por tanto del quantum electoral, en el que
el MNR podía confiar, sino de la cualidad de esa victoria: Siles pareció comprender que excluir
al lado proletario del pacto democrático no induciría sino a repetir en pocas semanas lo que
había ocurrido con el MNR en doce años y esto es lo que explica su alianza con los comunistas.
La suma entre estas fuerzas, las del populismo clásico y los núcleos obreros a la que se debe
añadir una verdadera corriente generacional (el MIR) y la forma política que sobrevive de los
intentos guerrilleros de la década anterior, genera un bloque invencible, al menos en lo electoral.
La UDP configura una novedad considerable en lo que se puede llamar el saber político local.
El campesinado, que había sido la base de la forma militar posterior a 1964 es ahora la novedad
esencial en el periodo. La Paz misma es una de las zonas más poderosas del país por el concepto
que se elija.
La Paz, como región misma, se mostraba como una zona en rebelión contra el estado de 1952 en
cuanto tal.
Una hegemonía nunca existe de una vez y para siempre. Mientras en 1952 el MNR no
necesitaba esforzarse para alcanzar con su hegemonía a todo el país ahora era una hegemonía, la
del nacionalismo revolucionario, con una larga historia. Las hegemonías envejecen y ésta tendía
en lo particular a hacerlo porque se trata de una historia nacional de ciclo corto.
Paz Estensoro pensaba en el NR como en algo dotado de un jefe para siempre y que debía
existir y mandar en la forma en que había existido siempre, aunque aceptando a todos los que
habían pasado por ahí. Puesto que a veces el acierto viene de la dificultad, Siles, en su rivalidad
mortal con Paz, captó de inmediato que la lucha política atravesaba al propio NR, lo cual lo
sabía Lechín desde hacía muchos años por instinto corporativo. Siles entonces viola una regla
de la hegemonía como totalización porque piensa en el triunfo del NR a través de la alianza con
los sectores que no eran nacionalistas revolucionarios. Siles por tanto suponía que el
nacionalismo revolucionario debía dividirse de un modo moral y formular un nuevo bloque en
el que tuviera superioridad pero no monopolio.
La división principista dentro del nacionalismo revolucionario contenía nada menos que la
propia división del estado de 1952.
Las cartas estaban mostrando, en todo caso, la decadencia a la vez inconclusa y sin atenuantes
de la eficacia factual del estado de 1952.
La única elección con voto universal que adquirió una forma verificable, con la lógica de un
mercado político moderno, fue la que ganó Siles en 1980 y es lo que agrava el salvajismo del
golpe de García Meza. Se ha dicho por eso que el MNR, después de haber conquistado de
verdad al pueblo, lo sobornó de inmediato o sea que aquí el transformismo no servía sino para
disfrazar a la realidad con la cara de sí misma pero con tonos más intensos.
La masa despliega lo que aquel voto contenía, su virtualidad insurreccional porque en efecto la
ocupación de los caminos y la asunción territorial, el cerco de las aldeas, son la insurrección del
que no tiene armas.
No se quiso vencer porque aquellas condiciones señalaban ya la negación del espíritu del
nacionalismo revolucionario, la superstición del estado, a lo que en el fondo todavía pertenecían
todos. Era, por tanto, preferible tragarse un 78 que vencer con un 79.
Pereda protestó con un buen humor inaudito contra el fraude que lo había elegido a él mismo.
Derrocó a Bánzer y resolvió por ende ser uno más de los presidentes de facto de Bolivia.
Padilla encabezó un movimiento militar más decoroso que heroico, de protesta. En una de esas
operaciones administrativas que los militares bolivianos siguen pensando que es un golpe de
estado, Padilla despidió por tanto a Pereda con bastante urbanidad. Convocó entonces en 1979 a
una nueva elección general.
Padilla hizo un fraude amortiguado en favor del viejo caudillo tarijeño. El descenso electoral del
nombre de Paz Estensoro había sido sin embargo tan grande que ni aun así pudo vencer a Siles,
lo cual fue un verdadero percance mayor.
A Paz Estensoro, como hombre próximo a Busch y ministro de Villaroel, habían invocado los
combatientes de la insurrección de abril.
Desde la prensa nacional hasta la iglesia, todos los aparatos ideológicos de la reacción, habían
inculcado a las almas simples que los comunistas querían despojarles del pegujal.
El comando oligárquico decidió que Paz Estenssoro tenía todas las ventajas de Bánzer y
ninguna de sus deficiencias, que poseía las condiciones para derrocar la inclinación, que se
pensaba ocasional, de los campesinos. Nada de esto obstó a que Siles Zuazo repitiera su victoria
seguido esta vez de cerca por Paz Estenssoro.
Padilla quería obtener mucho a un precio bajísimo. Buscó por tanto la falta elección de Paz
Estenssoro.
La clase política logró un penoso acuerdo en torno a Walter Guevara Arce, político constitutivo
del nacionalismo revolucionario de buen prestigio intelectual.
Guevara ayudó a que cuajara la conjuración de la asociación más propiamente castrense cuyo
jefe de camada era Natusch.
Si las masas vetaron con éxito a Natusch, éste se llevó al menos la cabeza de Guevara en su
estampida. De allí surgió un nuevo interinato de remplazo de Lidia Gueiler, dirigente femenina
también tradicional del NR que, con la lección aprendida de la peripecia de Guevara, ya no
intentó ser independiente en nada. Eso tampoco sirvió de mucho porque las cosas estaban
predeterminadas.
El país llegó así, con el ejército desacatado sin tapujos, a la tercera elección del ciclo
democrático que, tras el costo enorme del deterioro de la credibilidad política y los muertos de
noviembre, fue sin embargo quizá la única elección verificable al mínimo entre todas las que se
han realizado bajo el imperio del voto universal en Bolivia. La victoria de Siles Zuazo, de la
UDP y de la izquierda en su conjunto no conoció atenuante porque no había discusión posible
sobre si se había obtenido o no el 50% requerido.
No pasaron muchas semanas, sin que las fuerzas armadas ejecutaran el golpe de estado que
García Meza había anunciado de modo tan taxativo.
Si consideramos la democracia como materialidad, es decir, el grado de igualdad que tienen los
hombres pero no en el cielo de la ley ni en su autorrepresentación sino en su carnalidad, su
consumo social y su ser cotidiano, es una petición de principio que ni ahora mismo, tantos años
después de la revolución democrática, ni nunca en el pasado, Bolivia ha sido un país
democrático.
Esta es la patria de la injusticia social, y, si no fuera por sus masas, sería mejor que no existiera
Bolivia. Sociedades como Bolivia, Perú y algunas más están condenadas entre otras cosas por la
depravación de la desigualdad entre sus propios hombres.
En 1952, y esto como implantación del estilo de la plebe en acción o sea de la lógica
tumultuaria a la revolución burguesa, se inicia un proceso en cierto grado sustantivo de
democratización social. Es un proceso penosísimo cuya premisa está dada por los conceptos de
individuo (individuo jurídicamente libre) y de organización.
No era posible una construcción espontánea del mercado: sin el fusil y el sindicato o sea sin los
elementos de la represión corpuscular en las manos mismas de la masa, la obstrucción del
mercado habría inutilizado la propia distribución de las parcelas y su reivindicación jurídica.
Sin organización, no era posible el mercado ni aun en la escala por cierto módica en que existió.
Hubo a partir de 1952 una reforma limitada pero real de la ceremonia señorial en las costumbres
lo cual implica una cierta transformación ideológica.
Con la cabeza apenas transformada de sus padres, los hijos se aficionaron a cierto esnobismo
populista.
Las horas democráticas son, para las masas y su memoria, Busch, Villarroel, dictados ambos o
al menos gobiernos de facto como el que de manera tan significativa resolvió ser el MNR que,
aunque fundaba la legitimidad en una victoria en las urnas,desechó no obstante todo lo que no
fuera su propio poder después de la victoria armada, sobre todo el Parlamento que, fue
desconocido por un acto de las masas.
Allá donde la democratización social es débil o nula, la democracia representativa llega sin
embargo, sobre la base de aquélla, a imponerse como un ideal de las masas.
El decurso del estado de 1952 muestra una creciente confiscación de la libertad popular o sea de
su autodeterminación como masa, de aquello que es lo que en su ultimidad se piensa en Bolivia
como el dogma democrático. Es un proceso que no hizo sino proseguirse desde Paz y Siles hasta
Barrientos y Bánzer. La historia del estado de 1952 es la historia de las mutilaciones a la
autodeterminación popular aunque es verdad que el momento más amplio de la
autodeterminación de toda la historia del país es el momento constitutivo del estado de 1952.
Eso que llamamos la clase para si es algo que puede ocurrir o no, según la naturaleza de los
actos de los hombres aunque es cierto que es imposible al margen de su marco estructural. La
historia de la clase es por tanto parte de su medio compuesto. La integración de la democracia
representativa a este brillantísimo acervo de la memoria de clase es quizá el mayor logro de la
república.
Ahora en 1978, la forma partidaria adquiría una relativa validación. La democracia, en cualquier
forma, se convierte en una bandera de las masas, de masas que se habían educado en el
vilipendio de ella.
El descreimiento de esta clase en la democracia proviene de su fracaso en ella. Sin duda alguna
prefiere, la vía más céntrica del golpe de estado.
Tras la claudicación de la burocracia civil del estado en 1964, burocracia que gobernaba la
autonomía relativa que había emergido del auge de masas de 1952, y el deslizamiento del poder
hacia el lado militar de la burocracia, tras el desmoronamiento sucesivo de las mediaciones
alzadas en 1952 con relación a la clase obrera y, al final, con Bánzer, de las mediaciones hacia
los campesinos, tras, en suma la pérdida universal de la letra de su legitimación, sin duda
estamos ante un aparato que se ha replegado a su fase de emergencia, que es el ejército o sea su
espíritu en estado puro.
El ejército no puede conseguir como apoyo sino a los gerentes neoburgueses con Bánzer. El
estado de 1952 se ha escogido a su último reducto. Para esto, importa ya poco qué es lo que los
oficiales piensan sobre 1952. Son el recurso final de algo a lo que ni siquiera aman ni
comprenden. La historia de Bolivia, al menos a partir de los cuarenta, es eso, un duelo entre el
ejército y la clase obrera.
La clase obrera es todavía incapaz de su propio proyecto o alcance hegemónico pero no hay un
solo proyecto democrático que pueda plantearse al margen de la clase obrera.
Que Paz Estenssoro o Guevara se presentaran como el rostro civil de ese bloque o que Bánzer
postulara un poder militar avalado y designado por los civiles y además un programa mucho
más reaccionario, nada de esto podía significar que la última ratio de los tres dejara de ser el
ejército.
La clase obrera podía existir al margen de la UDP, pero la UDP no sería la UDP sin la clase
obrera.
Bolivia había sido desde siempre un país de los señores y nadie ni en la izquierda ni en la
derecha, como no fuera la plebe pura en su rabia más cerrada, pensaba que tal cosa pudiera
cambiar en lo esencial. Los pueblos miran a veces como su libertad a lo que suele no ser sino
una disputa de remplazo entre las estirpes de sus amos.
Así de lejos estaba, en el mismo momento del auge de las masas la redención de los indios de
Bolivia.
EL EJERCITO DE 1952
Hay siempre dos ejércitos dentro de cada uno, una suerte de esquizofrenia propia de la
institución. Hay, en efecto, el ejército de la centralización y de la nacionalización: es el ejército
el que debe sentir los aspectos nacionales que preexisten a la nación o que están detrás del
particularismo, tan de la entraña de esta tierra, y de la visión corporativa del mundo. De otro
lado, el ejército clásico, cuya razón de base es el miedo de la noche triste. La función de este
ejército es resistir el cerco de los indios.
En la historia concreta de este ejército, el de 1952, no cabe sino sorprenderse por la corta
escuela que dejaron los rasgos villarroelistas de Ovando y Torres.
De la práctica del terror se pasa sin remedio a la gratificación por el terror. Es un ejército
entrenado por lo que, sin rigor, podemos llamar la doctrina norteamericana. Los oficiales que
ahora aparecen como comandantes, están ya en las matanzas obreras de 1965 y 1966, que son
un plan premeditado, una celada tendida al proletariado minero con fines de ejemplarización y
aislamiento político.
El propio golpe militar de noviembre de 1964, que inaugura la era castrense de la que no hemos
salido aún, empieza con la aniquilación por ametrallamiento aéreo de al menos un centenar de
milicianos movimientistas en el cerro de Laikacota, en La Paz.
Los aparatos paramilitares son hoy parte de la doctrina de seguridad nacional en América
Latina.
A la formación represiva del ejército se suma entonces el terror paramilitar y los métodos de
julio concluyen en la ejecución de lo que se puede llamar el terror cupular.
Bolivia contenía al mismo tiempo grandes masas activas y también reflejos estáticos profundos.
Las estructuras sociales, incluso la boliviana, suelen ser más conservadoras de lo que parecen y
hay siempre un poderoso conjunto de medios reaccionarios en cada país. En este caso, la propia
revolución democrática había ido concediendo los medios para el montaje del aparato que actuó
sin éxito con Natusch y con éxito con García Meza.
El desenfado absoluto con que actuaron tan al desnudo García Meza y todo el extremismo
militar era la prueba del nivel de no retorno al que había llegado la política y de la impotencia
de la sociedad civil ahora sí ocupada por su propio estado.
La contribución de Bánzer radicó por tanto en la construcción de una cierta nueva identidad
para el estatus de lo militar.
Para nadie es legítimo enjuiciar al ejército, el ejército debe ser considerado para todo fin
intocable, los oficiales en general son intocables y cada uno de los oficiales debe ser intocable
porque ellos son los portadores del espíritu del estado. Quiroga por tanto era el menos indicado
para romper este principio y Bánzer el menos llamado para comenzar el juicio a la corporación.
Esta era en fin de cuentas la única manera de hacer lo que se llama en psicología un acto de
supresión.
La patria es el orden de cosas que existe; la patria es, entonces, el estado de 1952 en la forma en
que existe hoy. Actuaron pues en torno a esta razón final y ella sirvió para exorcizar todo.
No sancionar a Quiroga habría equivalido a la aceptación de que el ejército y los militares que
por él mandan son también parte de un mundo laico, de un mundo enjuiciable.
Los hombres del reconstruido bloque dominante habían derrochado aquel excepcional margen
de legitimidad que había dado al estado que generó la revolución democrática en 1952
Hacia mediados de 1980, que se llevaban ya 16 años en que el ejército buscaba una solución
militar para un problema que no era militar.
Puestos en el monopolio del poder desde 1964 y aun antes de ello, adoptaron una visión
corporativa de las cosas o sea que se dieron al hábito de pensar más en el destino de los
militares en la nación que en la influencia de la suerte de la nación sobre el ejército.
La sociedad acallada fermentaba su desquite, acumulaba reclamos que nadie podía ver porque
se había suprimido la lógica de la visibilidad social. Cuando por cualquier razón, en este caso
por la erosión política de Bánzer, la sociedad civil podía expresarse, lo hacía de un modo
cataclísmico. En esa instancia, el estado carecía de las mediaciones correspondientes.
Estamos ante el crepúsculo del partido de 1952, del estado de 1952 y quizá también de la propia
ideología de 1952, aunque ésta es, como es usual, lo más persistente.