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Prólogo a la edición castellana

Leandro Levi
Soledad Nívoli

I-Investigar bajo el Tercer Reich

Durante el período de consolidación del nazismo, entre los años 1933-1939,


Charlotte Beradt, una joven periodista cercana a los círculos intelectuales de Viena y
Berlín, se dedicó a recopilar relatos de sueños. Sus propios sueños recurrentes y las
charlas cotidianas con sus familiares y amigos a partir de la llegada de Hitler al poder le
habían revelado algo bastante peculiar. Comenzó a notar, por una parte, que la
necesidad de contar lo soñado se acrecentaba y por otra, que el contenido de los sueños
eran semejantes unos a otros. Intuyó entonces que en la producción onírica de los
habitantes del Tercer Reich podía llegar a encontrar alguna pista de lo que estaba
sucediendo, ya que en la vida de vigilia era bastante difícil hallar explicaciones
racionales a esto. Algo estaba pasando en el mundo circundante que repercutía
directamente en el de los sueños, modificando su naturaleza y su función. Los medios
críticos habituales estaban anestesiados y las vías de acción se restringían cada vez más.
Únicamente los sueños parecían relatar de manera clarividente lo que el régimen
comenzaba a practicar de manera incipiente y aún no del todo clara.
Charlotte Beradt sintió así la obligación moral de ocuparse de los sueños del
nazismo porque no pudo eludir las marcas anímicas que dejaban en ella misma y en sus
allegados, expresadas en sus relatos, en la coloración de sus rostros y en el quebranto de
sus voces. En un contexto de humillaciones públicas, en donde la población se
identificaba al ideal racial del tipo nórdico y despreciaba al que hasta ayer había sido su
amigo por no formar parte del grupo de los «elegidos», su tarea de investigación
adquiría una especial relevancia. Trabajó durante seis años en la conformación del
archivo onírico del totalitarismo guiada por lo que podríamos llamar un «método de
urgencia». Este modo particular de reunir los materiales oníricos consistía en algunos
principios y procedimientos que la investigadora fue definiendo a medida que los
acontecimientos se iban sucediendo. En cuanto al principio de selección, se propuso la
recopilación de relatos de sueños de «ciudadanos de a pie», profesionales, amas de casa,
estudiantes, empresarios, etc., que no pertenecían ni al partido nacionalsocialista ni a la
resistencia. Sus elaboraciones oníricas, por ello, no eran dictadas en principio por
ninguna identidad organizacional, ni expresaban la reacción de una personalidad que,
identificada a un rasgo determinado, se hallase en la necesidad de reivindicar su historia
frente a algo diferente. Además, al menos en la primera fase de instauración del régimen
nazi, no tenían motivo alguno como para sentirse especialmente amenazados por lo que
estaba sucediendo. En cuanto a los procedimientos, combinó la recolección de tres tipos
de testimonios: unos, de primera mano, consistían en relatos oníricos transcritos por los
propios soñantes; otros, de segunda mano, eran sueños que le relataban y que ella
misma anotaba; y finalmente, los de tercera mano, fueron aquellos rescatados por un
médico amigo de Beradt durante las consultas con sus pacientes.
Al tiempo de comenzar esta tarea, advirtió que el contenido transparente y
explícito de su archivo onírico podía ser peligroso, por lo que se dedicó a enmascarar
las alusiones más directas (incriminadoras) a través de un sistema de codificación. Por
ejemplo, usaba «familia» en lugar de «partido», tío Hans, Gustav o Gerhard en lugar de
Hitler, Göring, Goebbels y «gripe» en lugar de «detención». Al momento de archivarlo,
ideó un sistema de dispersión que en caso de requisa eludiría el peligro: escondía cada
una de las hojas de notas en un lugar diferente de su biblioteca, disimulándolas entre los
libros. Finalmente, cuando en 1938 supo que se iba a exiliar a los EEUU, envió sus
notas por correo postal, distribuyéndolas en varios sobres y remitiéndolas a distintos
países del mundo donde tenía corresponsales que, llegado el momento, se las enviarían
a su nuevo domicilio estadounidense. Este modo de proceder fue el resultado de una
serie de acciones un tanto desesperadas, que tenían como única finalidad resguardar un
material que no se sabía si alguna vez saldría a la luz o si cumpliría con su papel de
testimonio de su época. La verdad era que en su momento se trató de una botella
arrojada al mar, sin ninguna certeza acerca de su destino.
Recién en 1966, transcurridos casi treinta años de su recolección a tientas,
Charlotte Beradt publicó El Tercer Reich de los sueños [Das dritte Reich des Traums],
este libro que contiene, en capítulos temáticos, una selección importante de sueños de su
extenso archivo, así como breves comentarios reflexivos acerca de sus implicaciones
psicológicas y políticas.
La relevancia de este material nos parece indiscutible, tanto por su valor como
testimonio de época, que trae consigo la palabra viva de los soñantes alemanes bajo el
nazismo, como por las resonancias que podrían llegar a encontrar en las encrucijadas de
nuestro propio tiempo. En cuanto a su valor histórico, estos «sueños políticos» permiten
reflexionar sobre las alteraciones que provocó el totalitarismo en el espacio público y
sus repercusiones en la esfera íntima. Cada relato presentado por Beradt da cuenta de la
infiltración del Tercer Reich en el mundo onírico y del triunfo incipiente de su
experimento de control de masas basado en el aislamiento y el terror. En su lectura, se
nos figuran al modo de restos vivientes a través de los cuales podemos ingresar a la
antesala de ese mundo ignominioso y aberrante que marcó de manera indeleble al siglo
XX y que mostró lo que el hombre fue capaz de hacer con el hombre en nombre de un
ideal.
Con respecto a las resonancias con nuestra actualidad, consideramos que uno de
los aspectos significativos del trabajo de Beradt es habernos demostrado que las
«fábulas políticas» soñadas bajo el Tercer Reich contienen información sobre el entorno
de los soñantes, pero también advertencias acerca de lo que puede llegar a ocurrir si no
se reacciona a tiempo. Uno de los resultados más impactantes de la recolección
metódica y urgente de los relatos oníricos dispersos en un medio que iba desgarrando
con violencia el espacio entretejido entre los seres humanos, fue sin dudas el de haber
constituido una «comunidad de soñantes» que puso el ojo nocturno allí donde la vigilia
enceguecía, señalando en sueños el derrumbe de la vida privada que se avecinaba. En
efecto, en los relatos oníricos que nos trae Beradt, se configura y desarrolla el pliegue
que un sujeto cualquiera hace del mundo circundante, por lo que los sueños portan un
saber al que el sujeto despierto no puede acceder. Con el avance de los medios de
propaganda en la esfera íntima, la capacidad crítica del sujeto con respecto a lo que
sucede en su mundo circundante se ve francamente disminuida. La forma en que la
realidad es construida se encuentra condicionada intensamente por esas condiciones. Si
estas «fábulas políticas» encuentran una significación actual, quizás sea en el hecho de
mostrar que los agrupamientos humanos tienen diversas maneras de advertir el desastre,
una de las cuales es la de escuchar lo que el mundo de los sueños, como «sismógrafo»
de las catástrofes políticas in status nascendi, tiene para decir.
Judith Butler1 sostiene que el futuro de las humanidades depende de su asunción
como crítica cultural, aquella que pone en escena la fragilidad de lo humano
1
Butler, Judith, Vida precaria. El poder del duelo y la violencia, trad. de Fermín Rodríguez (Buenos
Aires: Paidós, 2006), pp. 163 y ss.
interrogándose por su emergencia y desaparición en el límite de lo pensable, lo decible
y lo representable. Con El Tercer Reich de los sueños podemos experimentar la
emergencia de la precariedad de la vida del otro en “el límite de lo soñable”, allí donde
los habitantes del mundo totalitario asumieron de modo inconsciente la tarea de
representar lo irrepresentable y al mismo tiempo experimentaron el fracaso de esa
representación. El trabajo de investigación de Charlotte Beradt reafirma así la actividad
del soñar como una parte fundamental de la existencia humana, y con ello trata de
salvar al sujeto de su hundimiento en un mundo donde la singularidad se perdía en la
masa homogénea integrada al régimen o segregada de él. En este sentido, conjugó
acciones metodológicas urgentes exigidas por la coyuntura histórica con operaciones
sostenidas en la esperanza de que en algún momento se pudiera recuperar la apertura a
la precariedad y que este material pudiera mostrar el horror que supone su destrucción.

II-Los interesados en El Tercer Reich de los sueños

Entendemos que no es posible determinar de antemano quiénes podrían estar


interesados en este libro, pero nos gustaría señalar que cada vez que hemos conversado
sobre su temática, haciendo referencia al particular archivo onírico que aquí se recopila,
obtuvimos siempre la más viva atención por parte de nuestros interlocutores. A lo largo
de nuestro trabajo de traducción, nos hemos encontrado con personas de diversas
edades, ocupaciones y profesiones, que se mostraron completamente sorprendidos y
motivados por la investigación de Beradt, expresando abiertamente su interés por
conocer más de lo que esta periodista alemana había hecho con los sueños de sus
contemporáneos. Pero aparte de su contenido, consideramos que su estilo de escritura
directo, carente de tecnicismos y centrado en los relatos de sus soñantes, un estilo que
podríamos describir como lacónico, convoca a un amplio círculo de lectores, que
seguramente encontrarán en sus páginas más de un pasaje conmovedor y más de un
motivo, como dice Barthes, para detenerse y levantar la cabeza.
Por otro lado, consideramos que el material que aquí se presenta puede llegar a
ser especialmente relevante para diferentes áreas de las humanidades y las ciencias
sociales. En efecto, la producción onírica bajo el nazismo, con un fuerte sello del
entorno en sus contenidos y en sus principios estéticos de elaboración, abre un espacio
de discusión que, por ejemplo, permite explorar ciertos aspectos políticos, históricos,
filosóficos y subjetivos del totalitarismo con una claridad y una contundencia
particularmente fuerte, al poner en evidencia los mecanismos sutiles que contribuyeron
a sostener y fortalecer al régimen hitleriano «desde abajo».
Los sueños incluidos en el presente volumen, ponen en evidencia entre otras
cosas la alteración del espacio público, la invasión de la lógica burocrática en todos los
aspectos humanos, los efectos concretos de las leyes raciales cada vez más estrictas, la
conquista de la vida privada por los medios de propaganda y la creciente sensación de
soledad. No es casual que Hannah Arendt, que conoció a Charlotte Beradt en el exilio
norteamericano, haya reparado en el alcance de este material onírico, particularmente a
partir de sus tesis sobre los totalitarismos del siglo XX, como tampoco es casual que
una de las pocas referencias teóricas explícitas de este libro, sea precisamente el trabajo
de Arendt sobre Los orígenes del totalitarismo2.

2
Hannah Arendt, Los orígenes del totalitarismo. Vol. 3.Totalitarismo, trad. de Guillermo Solana (Madrid:
Alianza, 1999)
Asimismo, el epistemólogo de la historia Reinhart Koselleck3, reparó
tempranamente en la importancia del material onírico salvaguardado por Beradt,
considerándolo una fuente de primera categoría para los historiadores del Tercer Reich
por su capacidad para descubrir, más que cualquier otro documento escrito (incluso los
diarios íntimos), una dimensión antropológica a partir de la cual comprender mejor la
eficacia del terror. Si bien la disciplina histórica ha marginado este tipo de testimonios
por considerarlos como el extremo más alejado de la realidad efectiva y por su cualidad
única e individual, Koselleck subraya su relevancia como un material “supraindividual”
que, con extrema lucidez y capacidad de percepción, supo mostrar el proceso de
montaje del taller del régimen totalitario.
De igual manera, Georges Didi-Hubernan4 llamó la atención a los filósofos
sobre la significación del trabajo de Beradt, en lo que se refiere específicamente al
hecho de haberse convertido en una “narradora” de su época, en el sentido en que
Walter Benjamin entiende el estatuto del narrador, al dotar a los relatos oníricos de una
construcción justa, pues imprime en ellos la consistencia necesaria para su transmisión.
De esta forma, nos permite acceder a esas “imágenes-luciérnagas” del Tercer Reich que
resplandecen en nosotros al mostrarnos algunos detalles de una experiencia que sigue
siendo en muchos sentidos incomprensible.
Finalmente, creemos que este libro puede interesar particularmente a los
psicoanalistas, considerando que el mundo de los sueños, desde los abordajes
inaugurales de Freud, pertenece de manera incuestionable a su campo de experiencia. Si
bien la investigación de Beradt no se encuadra dentro de una perspectiva psicoanalítica
y por lo tanto no se atiene a los requisitos metodológicos de la interpretación de los
sueños, el lector especializado seguramente encontrará aquí, teniendo en cuenta la
peculiaridad del material recopilado, un incentivo para reexaminar las tesis freudianas
fundamentales relativas a la función de los sueños (cumplimiento de un deseo) y a sus
medios de elaboración (condensación, desplazamiento y miramiento por la
figurabilidad). Como hemos señalado, se trata de testimonios vivos del Tercer Reich
que revelan el achatamiento al que se vio reducida la palabra. Ejemplo de esto puede
ser el siguiente relato: «Cuento un chiste prohibido, pero por precaución lo cuento mal,
de este modo ya no tiene sentido». La impotencia del sujeto por incluir en sus sueños
elaboraciones ajenas a la vigilancia constante, o que puedan instaurar una distancia
entre su vida y lo que el sistema totalitario quiere que esa vida sea, expresan una
alteración de las condiciones mismas de la actividad onírica. Lo que esos sueños
macizos parecen expresar, en una suerte de extrema clarividencia gracias a la puesta en
funcionamiento de un original aparato crítico-sísmico, es que el soñante está
constreñido a ser testigo presencial de la destrucción del aparato psíquico y de su
sustitución por el aparato propagandístico y censor del nazismo. Impedido de elaborar
su sueño en el sentido clásico (freudiano), este soñante que quizás antes cumplía allí los
deseos sexuales y reprimidos de su singular novela familiar, está obligado en la nueva
coyuntura a prolongar el espacio compacto y el presente continuo de su cotidianidad a
su mundo onírico. Este mundo, lejos de ser un lugar en el que se imaginan resistencias y
se tejen libertades, estará plagado en lo sucesivo por historias de adaptación y
asimilación que no hacen más que resonar, replicar y plasmar el mundo exterior,
plenamente administrado por la lógica segregacionista.

3
Koselleck, Reinhart, “Terror y sueño” [1979], en Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos
históricos, trad. de Norberto Smilg (Barcelona: Paidós, 1993), pp. 267-286.
4
Didi-Huberman, Georges, Supervivencia de las luciérnagas, trad. de Juan Calatrava (Madrid: Abada,
2012), pp. 103-108.
Por otra parte, el psicoanalista puede encontrar aquí, considerando la
mencionada sustitución de la división subjetiva por la presencia del aparato
propagandístico, algunos aportes a la investigación y discusión sobre un tema de
permanente actualidad dentro del psicoanálisis, como es su relación con lo político. Si
bien la relación del psicoanálisis con lo político no es nueva, teniendo en cuenta que
desde sus orígenes se advierte que las decisiones y actos de la comunidad de analistas
tienen efectos sobre la realidad efectiva, en cierto modo aún sigue abierta la discusión
acerca del modo en que, a la inversa, la polis ejerce su determinación sobre el sujeto. En
alguna medida, este libro muestra los efectos concretos de lo político en el sujeto, ya
que sus relatos oníricos, al modo de «fábulas», nos transmiten los mecanismos de la
realidad totalitaria que por esos días marcaban la subjetividad.

III-Sobre la presente edición

Al enterarnos de la existencia de este libro, inmediatamente nos preguntamos


por qué no existía una versión castellana y por qué motivos se habrá postergado la
traducción de este libro a nuestra lengua. El Tercer Reich de los sueños se publicó
originalmente en alemán en 1966, dos años después en inglés, y recién en 1991 en
italiano. En francés tuvo su traducción en el año 2002 y más de una década después se
tradujo al croata (2015) y al portugués (2017). Ciertamente es sorprendente que más de
medio siglo después de su primera publicación, la traducción al castellano no haya sido
emprendida hasta hoy, teniendo en cuenta que se da por descontado el interés intelectual
y social del público de habla hispana por los temas que aquí se abordan. Más allá de las
elucubraciones que pudimos hacer al respecto, y teniendo en cuenta que la tarea estaba
aún por realizarse, decidimos poner manos a la obra.
Nuestra versión es una traducción directa del alemán a partir de la última edición
de la editorial Suhrkamp del año 2016. Elegimos traducir las notas de esta edición, a
cargo de Bárbara Hahn, ya que aportan un material precioso sobre las múltiples
referencias de Beradt a las interlocuciones culturales y artísticas de los diferentes relatos
oníricos. En nuestra tarea, tuvimos siempre cerca la versión inglesa y la francesa, con
las cuales pudimos ahondar en la fecundidad de algunos términos como así también
cotejar las decisiones de los otros traductores en algunos pasajes complejos.
Consideramos que nuestro trabajo como traductores debía respetar la letra original pero
transmitiendo a su vez el espíritu del libro, por lo que en las ocasiones en las que el
término en castellano no resultaba tan evidente, pudimos, con las otras versiones,
ampliar las referencias para cumplir en lo posible con esas dos premisas.
Por otro lado, esta tarea tuvo desde sus inicios una orientación hacia la
elaboración colectiva. En diferentes momentos de nuestra labor abrimos el proceso de
trabajo a la discusión grupal con el objetivo de ir comprobando la legibilidad de la
traducción y con la intención de arribar a un texto que contemplara las sugerencias y
señalamientos de otros lectores. Creemos que a través de esas diferentes instancias
pusimos en juego algo de la condición humana de la pluralidad, que en cierto modo
contrarresta la tendencia a la fragmentación y al aislamiento que muchas veces afecta al
trabajo intelectual.
Nos gustaría agradecer especialmente a Carlos Pérez López, ya que fue gracias a
él que supimos de la existencia de este libro. Queremos agradecer también a todos
aquellos que hicieron un aporte concreto a este trabajo, facilitando materiales y
ofreciendo su tiempo para leer, revisar y sugerir cambios en el texto traducido: Xilene
Agustini, Cecilia Alarcón, Marc Berdet, Lucía Brienza, Flavia Castro, Mercedes Corral,
Valeria Decorte, Ricardo Ferrero, Federico Galende, Graciela Gauchat, Melina
Heinrich, Nicolás López, Enrique Morales, Carlos Pérez López, Federico Rodríguez,
Elsa Ortiz Rosero, Romina Taglioni y a los estudiantes de 3º año de Psicología del
IUNIR de los años 2017 y 2018. Por otra parte, agradecemos a la editorial Suhrkamp de
Berlín por la disponibilidad, a Pablo Oyarzun Robles por la recomendación para
publicar este libro y a Paulo Slachevsky, de la editorial LOM, por la confianza, la
paciencia y el interés puesto en este trabajo. Finalmente, un agradecimiento amoroso a
nuestros compañeros de viaje, Lianca Develluk y Carlos Pérez López, por el apoyo
incondicional, y a nuestros pequeños, Emma y Emiliano, por la esperanza.
*Las ediciones de El Tercer Reich de los sueños
En alemán:
Das Dritte Reich des Traums, 1ª ed. Munich: Nymphenburger, 1966.
Das Dritte Reich des Traums, 2ª ed., posfacio de Reinhart Koselleck. Fráncfort:
Suhrkamp, 1981 (reimpresión: Fráncfort: Suhrkamp, 1994.).
Das Dritte Reich des Traums, 3ª ed., posfacio de Barbara Hahn. Berlín: Bibliothek
Suhrkamp, 2016.
En inglés:
The Third Reich of Dreams. The nightmares of a nation 1933–1939, acompañado por
un ensayo de Bruno Bettelheim, trad. de Adriane Gottwald. Chicago: Quadrangle
Books, 1968.
En italiano:
Il Terzo Reich dei sogni, prefacio de Reinhart Koselleck, posfacio de Bruno
Bettelheim, trad. de Ingrid Harbach. Torino: Einaudi, 1991.
En francés:
Rêver sous le IIIe Reich, prefacio de Martine Leibovici, posfacio de Reinhart Koselleck
y de François Gantheret, trad. de Pierre Saint-Germain. París: Payot et Rivages, 2002.
En croata:
Snovi pod Trećim Reichom,, posfacio de Reinhart Koselleck, trad. de Damjan Lalović.
Zagreb: Disput, 2015.
En portugués:
Sonhos no Terceiro Reich, com o que sonhavam os alemães depois da ascensão de
Hitler, trad. de Silvia Bittencourt. San Pablo: Três estrelas, 2017.

*Bibliografía general

Arendt, Hannah, Los orígenes del totalitarismo. Vol. 3.Totalitarismo, trad. de Guillermo
Solana (Madrid: Alianza, 1999).
Beradt, Charlotte, «Dreams under Dictatorship» en Free World, Nueva York: Octubre
1943, pp. 333-337.
Butler, Judith, Vida precaria. El poder del duelo y la violencia, trad. de Fermín
Rodríguez (Buenos Aires: Paidós, 2006).
Barthes, Roland, El susurro del lenguaje. Más allá de la palabra y de la escritura, trad.
de C. Fernández Medrano (Barcelona: Paidós, 1987).
Didi-Huberman, Georges, Supervivencia de las luciérnagas, trad. de Juan Calatrava
(Madrid: Abada, 2012).
Freud, Sigmund, La interpretación de los sueños (Segunda parte), en Obras completas,
tomo V, trad. de José L. Etcheverry (Buenos Aires: Amorrortu, 1979).
Freud, Sigmund, «Psicoanálisis y telepatía», en Obras completas, tomo XVIII, trad. de
José L. Etcheverry (Buenos Aires: Amorrortu, 1979).
Freud, Sigmund, «Sueño y telepatía», en Obras completas, tomo XVIII, trad. de José L.
Etcheverry (Buenos Aires: Amorrortu, 1979).
Freud, Sigmund, «Más allá del Principio de placer», en Obras completas, tomo XVIII,
trad. de José L. Etcheverry (Buenos Aires: Amorrortu, 1979).
Gaudillère, Jean Marie, «Rêver en Situation Totalitaire», en Critique, Agosto-
Septiembre, París, 1997, nº 603-604, París (Trad. cast: «Soñar en situación totalitaria»,
trad. de Carla Sandoval y Roberto Aceituno, mimeo).
Gantheret, François, “Postface”, en Beradt, Charlotte, Rêver sous le IIIe Reich (París:
Payot, 2002)
Koselleck, Reinhart, “Terror y sueño” [1979], en Futuro pasado. Para una semántica
de los tiempos históricos, trad. de Norberto Smilg (Barcelona: Paidós, 1993).
Koselleck, Reinhart, “Postface” [1981], en Beradt, Charlotte, Rêver sous le IIIe Reich,
trad. de Pierre Saint-Germain (París: Payot, 2002).
Leibovici, Martine, “Preface”, en Beradt, Charlotte, Rêver sous le IIIe Reich (París:
Payot, 2002).
Capítulo 1
El Tercer Reich de los sueños.
Génesis de la obra.

En sueños, en visión nocturna,


cuando desciende sobre los hombres el cansancio,
mientras duermen en su lecho,
Él abre sus oídos y les aterra y les castiga.5

Job, 33,15

El único hombre en Alemania


que tiene aún vida privada
es aquél que duerme.6

Robert Ley, NS, dirigente de la


organización del Reich

5
[Traducción nuestra.] Beradt cita la versión de la biblia de Martín Lutero [Trad. cast.: Santa Biblia con
reflexiones de Lutero, versión de Reina-Valera 1960 (San Pablo: Sociedades Bíblicas Unidas, 2017)].
6
[Traducción nuestra] Esta cita se encuentra en Hannah Arendt, Los orígenes del totalitarismo. Vol.
3.Totalitarismo, trad. de Guillermo Solana (Madrid: Alianza, 1999), 525, n64.] Arendt aclara: «La
observación fue formulada por Robert Ley. Véase Kohn-Bramstedt, Dictatorship and Political Police.
The Technique of Control by Fear. (Londres: Trubner and Co., 1945), 178.» [Teniendo en cuenta que la
versión en castellano del libro de Arendt es una traducción de la primera edición, escrita originalmente en
inglés (The Origins of Totalitarism, Nueva York: Harcourt Brace Jovanovich, 1951) y que Beradt cita a
lo largo del libro la edición alemana (Elemente und Ursprünge totaler Herrschaft, Fráncfort/M:
Europäische Verlagsanstalt, 1955) traducida y modificada en varios pasajes por la propia Arendt, nos
vemos en la obligación de proponer, en la mayoría de los casos, nuestra propia traducción. N. de los T.]
Al tercer día de la asunción de Hitler al poder, el Señor S., un hombre de 60
años dueño de una fábrica mediana, sueña que está quebrado a pesar de mantenerse
físicamente intacto. Lo que las investigaciones de politólogos, sociólogos y médicos
más tarde definirían como la esencia y el impacto de la dominación total sobre los
hombres, fue expresado por este hombre de manera precisa y sutil en un breve sueño,
expresión que no podría haber conseguido en el estado de vigilia. El sueño es el
siguiente:

«Goebbels viene a mi fábrica. Llama al personal a formarse en filas, a la derecha y a la


izquierda. Yo debo pararme en el medio y hacer el saludo hitleriano con mi brazo. Me
lleva una media hora subir el brazo hasta arriba, milímetro a milímetro. Goebbels observa
mi esfuerzo como si se tratara de un espectáculo, sin manifestar desagrado y sin aplaudir.
Pero cuando al fin logro alzar el brazo, pronuncia cinco palabras: “Yo no quiero su
saludo”, pega media vuelta y se dirige hacia la puerta. Me quedo así en la picota en mi
propia empresa, en medio de mi gente, con el brazo levantado. Es lo único que soy capaz
de hacer físicamente, en tanto fijo mis ojos en sus pies zambos mientras sale cojeando.
Hasta que me despierto, me quedo así.»

El Señor S. era un hombre altivo, seguro de sí mismo, casi despótico. Su


empresa le daba contenido y valor a su larga vida y allí, por ser él mismo
socialdemócrata, empleaba desde hacía veinte años a algunos de sus viejos camaradas
de partido. Diríamos que lo que padece en sueños, sumariamente, podría denominarse
tormento anímico, expresión que yo misma usé espontáneamente cuando me relató su
sueño en 1933, algunas semanas después de haberlo tenido.Si en la actualidad buscamos
retrospectivamente y miramos con atención, en el sueño de este empresario
encontraremos con precisión los conceptos de alienación, desarraigo, aislamiento,
pérdida de la identidad y fractura de la continuidad de la existencia (que en la actualidad
corren el riesgo de ser relegados al vocabulario cotidiano y con los cuales, por otra
parte, se han practicado tantas mitologizaciones), en claras imágenes sonámbulas. En su
fábrica, con la que se identifica, se ve obligado a degradarse y a despreciarse, y se le
obliga a hacerlo frente a sus empleados como su jefe paternal, teniendo en cuenta que
para él ser jefe representa la parte más consistente de su sentimiento vital y sus
empleados representan además su convicción política más arraigada. Eso lo desgaja del
suelo creado por él mismo y lo despoja de su identidad y de la continuidad de su
existencia. Al mismo tiempo, lo convierte en extranjero de sí mismo, en tanto lo aísla no
sólo de los hechos de su vida, sino también de su propio carácter, por su pérdida de
autenticidad.
Se trata aquí de un hombre que sueña con fenómenos psicológico-políticos
directamente extraídos de su existencia procedente del exterior durante los días de la
«toma del poder», un acontecimiento político de su actualidad. Los sueña de modo tan
exacto, que en su sueño representa incluso las dos formas de la alienación, a menudo
equiparadas o confundidas: con respecto al mundo circundante y con respecto a sí
mismo. De allí saca la conclusión correcta, y es que la tentativa de su uniformización
ante los ojos de todos, su vergüenza pública, resulta sólo un rito de iniciación en el
mundo total a la manera de un truco político, de un frío y cínico experimento humano
perpetrado a través de la violencia del Estado con el objetivo de quebrar su voluntad.
Que este hombre sucumba sin integridad moral, y lo haga además sin motivo y sin
sentido, hace del sueño del empresario una parábola cabal de la producción de súbditos
totales. Cuando finalmente queda parado, incapaz de volver a bajar el brazo una vez
levantado y mirando el pie zambo del tirano en nimia venganza, es su propio «yo» el
que resulta metódicamente demolido por los medios más modernos, como una casa
anticuada que debe hacer lugar a otras de un nuevo estilo. Sin embargo, aunque lo que
le pasa es indudablemente triste, no es una tragedia, incluso tiene algo de farsa. No se
trata de un destino individual, sino de un acontecimiento típico en el curso del proceso
de transformación que le ha sobrevenido. Ni siquiera se ha convertido en un no-héroe,
sino que ha llegado a ser una no-persona.
Este sueño no ha abandonado al empresario. Lo ha soñado una y otra vez,
revestido cada vez con nuevos y vergonzosos detalles:

«El sudor se desliza por mi rostro a causa del esfuerzo por mantener el brazo en
alto, asemejándose a un lagrimeo, como si llorara frente a Goebbels. Busco consuelo en
los rostros de mis empleados y ni siquiera encuentro burla o desprecio, sólo vacío.»

En una ocasión, los medios de expresión de su sueño fueron de una claridad


demoledora, casi panfletaria, ya que luego de estar media hora tratando de levantar el
brazo, se le quiebra la columna vertebral.
No debemos deducir que el empresario se convirtió, a causa de su sueño, en un
hombre quebrado o que, a la inversa, tuvo ese sueño porque estaba quebrado. Continuó
siendo un hombre libre, relativamente valiente aún bajo la doliente situación, y en su
empresa, durante un largo tiempo, no tuvo ninguna dificultad. Pero el sueño, que no
representa ningún repliegue en el mundo patológico de las representaciones
compulsivas como él mismo a menudo lo repetía, sino la expresión de la coacción en
vías de establecerse en ese momento en su mundo circundante, cuyos fenómenos
fundamentales el empresario no conocía, pero que intuía y figuraba lógicamente en
sueños , se había grabado profundamente en él. Según sus propias palabras, ese sueño lo
había «marcado». Al relatarlo en un debate político, su rostro se puso rojo, su voz
temblaba.
Otro testimonio de sueños de este tipo, que producen un fuerte impacto sobre el
soñante, es el de Paul Tillich, que luego de haber abandonado Alemania en 1933 soñó
durante meses lo siguiente: «Estoy despierto con la sensación de que toda nuestra
existencia va a ser alterada. En la vigilia consciente creía que podríamos escapar a lo
peor, pero mi subconsciente sabía más.»7
El sueño del empresario -¿cómo deberíamos llamarlo? Quizás «Sueño del brazo
levantado» o «Sueño de la reforma del hombre»- que parece provenir directamente del
taller del Régimen totalitario donde se produce el mecanismo de su funcionamiento,
consolidó en mí una idea que ya había tenido de manera fugaz, y es que sueños como
este no debían perderse. Estos podrían servir de evidencia el día en que este régimen,
como fenómeno de su tiempo, fuera sometido a un proceso, ya que aseguran
explicaciones contundentes sobre los afectos y las motivaciones de los hombres que se
insertaban como ruedecitas en el mecanismo totalitario. Aquél que se dispone a escribir
un diario lo hace deliberadamente y da forma a lo ocurrido oscureciendo o
esclareciendo los hechos a través de la expresión escrita. Pero sueños de este tipo se
asemejan a diarios nocturnos, ya que parecen registrar minuciosamente el impacto de
los acontecimientos políticos externos en el interior de las personas a la manera de un
sismógrafo, no obstante provenir de una actividad psíquica involuntaria. Las imágenes

7
En el New York Times del 23 de octubre de 1965, p. 31, se encuentra el obituario a Paul Tillich de
Philippe Halsman, donde puede leerse [la cita está en inglés en el original]: «La experiencia del nazismo
era para él la más difícil de olvidar. “Durante meses soñé con eso, literalmente” decía más tarde, “y
despertaba con el sentimiento de que toda nuestra existencia va a ser alterada. En la vigilia consciente
creía que podríamos escapar a lo peor, pero mi subconsciente lo sabía mejor.”»
oníricas pueden, por lo tanto, ayudar a interpretar la estructura de una realidad que se
dispone a transformarse en una pesadilla.
Es por eso que comencé a reunir los sueños dictados por la dictadura. No fue
nada fácil, porque muchos tenían miedo de relatar lo que habían soñado. Media docena
de veces tropecé incluso con formas casi idénticas del sueño: «está prohibido soñar y
sin embargo sueño».
Pregunté a la gente de mi entorno sobre sus sueños. Los beneficiarios del
régimen y sus entusiastas seguidores eran para mí difícilmente accesibles, y de todas
formas sus reacciones internas no resultaban reveladoras en el contexto de lo que me
proponía hacer. Consulté a la modista, al vecino, a la tía, al lechero, al amigo, casi
siempre sin revelar el objetivo, ya que pretendía en lo posible respuestas espontáneas.
A menudo mi sueño modelo, el del empresario, habilitaba a los dubitativos.
Muchos habían experimentado algo semejante, habían tenido un sueño de actualidad
política que se les había grabado profundamente y que habían comprendido sin la menor
dificultad. Otros eran más ingenuos y no advertían claramente el alcance y el
significado de sus temas oníricos. Desde luego, la comprensión de la representación
onírica depende también de la inteligencia y del grado de formación de cada uno de los
soñantes. Pero tanto en el caso de la jovencita como del hombre mayor, del trabajador
como del académico, a pesar de todas las diferencias en cuanto a la expresividad de su
memoria, emergían en sueños elementos de la relación entre el régimen totalitario y el
ser humano (como el fenómeno del quiebre de la persona en el sueño del empresario)
que en aquél entonces no habían sido aún formulados.
Se sobreentiende que las imágenes de los sueños por mí reunidos, en ocasiones
hayan sido retocadas por sus soñadores, consciente o inconscientemente. Además, la
experiencia nos ha demostrado que el relato del sueño depende mucho del momento en
que fue anotado. De hacer esto inmediatamente en la noche, como sucede en algunos de
mis ejemplos, el sueño tiene un carácter fuertemente documental. Si sólo es anotado
tardíamente o simplemente relatado de memoria más tarde, colaboran más las
representaciones de la consciencia despierta. Pero al margen de que también resulta
interesante el hecho de cuánto «sabía» esta conciencia despierta y las imágenes de la
realidad circundante que añadía, estos sueños de actualidad política eran
particularmente intensos, comparativamente sencillos y poco caprichosos, ya que tenían
una determinación unívoca. En la mayoría de los casos, su material estaba ordenado de
manera coherente al modo de una anécdota o de un drama, por lo que eran muy fáciles
de conservar en la memoria. Fueron conservados, además –en contra de la tendencia
generalizada a olvidar los sueños, especialmente los sueños obsesionantes -de manera
espontánea y sin guía. En efecto, fueron tan bien conservados, que algunos comenzaban
a relatarlo con idénticas palabras: «Jamás lo voy a olvidar». De ahí que luego de mis
primeras publicaciones sobre este tema8, me relataran sueños manifiestamente
inolvidables que databan de mucho tiempo atrás, algunos de hacía diez o veinte años,
(lo que señalaré en el texto oportunamente).
Mi actividad de recopilación se prolongó hasta 1939, el año en que abandoné
Alemania. Por cierto, los sueños de 1933 no se diferencian demasiado de los de años
posteriores. Mis ejemplos más reveladores proceden de la primera etapa del régimen, de
sus primeros momentos, cuando aún no pisaba tan fuerte.

8
Estas «primeras publicaciones» refieren al Ensayo de Charlotte Beradt «Dreams under Dictatorship»
[Soñar en dictadura] publicado en Free World, Octubre 1943, pp. 333-337, así también como el programa
radial «Sueños del terror» emitido por la cadena WDR [Westdeutscher Rundfunk Köln, Radio de
Alemania occidental de Colonia] el 21 de marzo de 1963.
Algunos amigos que conocían este proyecto me ayudaron haciendo preguntas y
tomando nota. Mi colaborador más importante fue un médico que poseía un amplio
círculo de pacientes a quienes pudo interrogar discretamente. Eso inclusive permitió
registrar material onírico de segunda y hasta de tercera mano proveniente de más de
trescientas personas, lo que posibilitó, en base a los principios del sondeo de opinión,
inferir que un gran número de personas en el Tercer Reich fueron condenadas a tener
sueños completamente similares.
A los sueños que recopilé a partir de relatos o anotaciones los enmascaraba tanto
como podía al momento de anotarlos o de copiarlos. Por ejemplo, usaba «familia» en
lugar de «partido», tío Hans, Gustav, Gerhard en lugar de Hitler, Göring, Goebbels y
«gripe» en lugar de «detención». Luego escondía estas curiosas y resonantes historias
familiares (sin esperar que este miserable enmascaramiento soportara lo peor, pero ¿qué
es lo que de por sí soportaría lo peor?), al comienzo en el lomo de diferentes libros
repartidos en una vasta biblioteca. Más tarde, las envié en forma de cartas a diversas
direcciones en diferentes países, donde me esperarían hasta que yo misma debiera irme
al extranjero.
Durante la guerra, publiqué en un diario una pequeña selección del material
recolectado que llevaba por título «Dreams under Dictatorship» («Soñar en
dictadura»)9. En ese entonces no me resultaba posible evaluar la totalidad del material
dadas las circunstancias externas.
Hoy me felicito por haber recopilado todo este material y por haberlo trabajado
únicamente cuando estuvo a disposición el archivo observacional de ese período
histórico (hechos, relatos, documentos), apoyado asimismo por abordajes y trabajos
científicos, con cuya ayuda intenté mostrar, siguiendo esta nueva vía de la
documentación onírica, tanto las reacciones psicológicas y los comportamientos típicos
de los individuos, como el impacto directo de la dominación total sobre cada uno de los
dominados.
Desestimé todos los sueños de violencia corporal y de angustia fisiológica,
incluso los más extremos. Eran bastantes numerosos los sueños que comenzaban de esta
manera: «Me despierto bañado de sudor, una vez más como en incontables noches,
estaba baleado, torturado, con el cuero cabelludo arrancado, bañado en sangre, con los
dientes quebrados, en frenética huida, siempre con la SA pisándome los talones».
Incluso la mayoría de los propios partidarios del régimen, había tenido alguna vez ese
tipo de sueños. Sin embargo, no se trataba de sueños nuevos, a lo sumo lo novedoso era
su profusión. «Macbeth asesina el sueño»10, eso habían hecho siempre los tiranos y la
violencia, pero aquí se trataba de otra cosa. En todas las épocas hubo este tipo de sueños
espantosos, que no sólo encuentran su fuente en las tensiones internas de individuos
hipersensibles (escritores como Hebel y Lichtenberg han soñado con el infierno)11 o en
9
Ibíd., 137-147.
10
En la pieza de Shakespeare, Macbeth dice: «Methought I heard a voice cry, “Sleep no more!/Macbeth
does murder sleep”—the innocent sleep,/Sleep that knits up the raveled sleave of care,/ The death of each
day’s life, sore labor’s bath,/Balm of hurt minds, great nature’s second course,/Chief nourisher in life’s
feast.» («Me pareció oír una voz que gritaba: “¡No dormirás más!...¡Macbeth ha asesinado el sueño!”. ¡El
inocente sueño, el sueño que entreteje la enmarañada seda floja de los cuidados!...¡El sueño, muerte de la
vida de cada día, baño reparador del duro trabajo, bálsamo de las almas heridas, segundo servicio en la
mesa de la gran Naturaleza, principal alimento del festín de la vida!...» Cf. William Shakespeare,
Macbeth, Acto 2, Escena 2, 35-40, en Obras Completas, trad. Luis Astrana Marín (Madrid:
Aguilar,2003), 178.
11
De Lichtenberg llega hasta nuestros días un sueño fechado en la «Noche de pascua de 1792». «Soñé que
me iban a quemar vivo», relata. «Estaba muy tranquilo, aunque no tuve un despertar feliz» [Traducción
nuestra] Cf. Georg Christoph Lichtenberg, Aforismos, trad. de Juan Villoro (México:F.C.E, 1989).
Friedrich Hebbel tomó nota de un sueño en el que se encontró con un «hombre muerto cuyo espíritu
una situación amenazante de la vida personal de cualquier hombre promedio, sino que
provienen de una amenazante situación colectiva. Tomemos aquí una situación general
bastante frecuente, la guerra. Se han conservado sueños de angustia de muchas guerras,
pero como allí la humanidad y la expresión de su angustia se asimilan, es difícil detectar
a qué acontecimiento bélico pertenecen, excepto en los sueños de guerra de la época
moderna, cuando las modernas armas y sus efectos, a los que quedó expuesta toda la
población, aparecieron en toda su desmesura. Por poner un caso, en un sueño de la
Primera Guerra Mundial alguien simboliza su terror mediante un cautivo congelado que
pende de una viga y un pueblo hambriento que viene corriendo con un cuchillo para
extraer la mejor parte de ese cuerpo que irá a parar a la olla común Si no se hubiera
señalado como escenario de esta trama onírica el ferrocarril berlinés12, este sueño de la
Primera Guerra bien podría pertenecer, de modo aún quizás más apropiado, a la Guerra
de los Treinta Años.
Pero, incluso desconociéndolos de antemano, no cabe ninguna duda acerca de
cada uno de los acontecimientos y de cada una de las etapas que subyacen a los sueños
de diversa índole que recopilé entre los años 1933 y 1939. El tiempo y el lugar de su
emergencia son claros sin más ni más, ya que sólo pueden provenir de las paradojas de
la existencia bajo un régimen totalitario del siglo XX, más específicamente, bajo el
régimen hitleriano en Alemania.
Teniendo en cuenta que resulta difícil, en pleno siglo XX, retomar la cuestión de
los sueños sin rozar las investigaciones psicológicas al respecto13, debemos en este
punto hacer algunas aclaraciones. Nuestros soñantes no se enfrentan a conflictos de su
ámbito privado y mucho menos a los de un pasado lejano que habría provocado una
enfermedad en su personalidad, sino que se ven sumergidos en conflictos propios del
espacio público, con su estimulación amontonada de hechos, rumores y conjeturas, de
conocimientos y presentimientos a medias. Estos sueños tratan, en efecto, sobre las
relaciones humanas perturbadas, pero perturbadas por su mundo circundante. Esta
«alianza entre los sueños y la vigilia»14, estos «transparentes sueños aparentes» (en
palabras de Jean Paul)15 hunden sus raíces directamente en el suelo del presente político
que rodea a los soñantes, allí es donde crecen y proliferan. Se trata casi de sueños

continuó su vida terrenal en un cuerpo de madera». La noche del 25 de abril de 1847, el soñante se
encontró hundido en «un pozo antiquísimo de una profundidad inimaginable, parado sobre el borde de
una viga; pero este pozo era en realidad un reloj, las ruedas se movían mientras fluían las aguas verdosas,
las pesas subían y bajaban, y yo tenía que cambiar cada minuto de lugar si no quería ser aplastado o
hundido». Cf. Friedrich Hebbel, Tagebücher (Berlín: Deutsche Bibliothek, 1913), 368, 235.
12
En un sueño que data del otoño de 1914 titulado «El himno nacional», el soñante del libro de Wieland
Herzfelde llega a una plaza por la que «el ferrocarril pasa lentamente (precisamente como el tren
suburbano que pasaba antes por Savigny-Platz en Charlottenburg), como si no pudiera mantenerse
derecho y sin intenciones de terminar en la plaza. Viene de frente, repleto de prisioneros de guerra.
Cuelgan como murciélagos de cada uno de los barrotes, manijas y puertas de los vagones, se ven rígidos,
encogidos, sin vida. Entiendo que se murieron de frío en el camino. Y el pueblo hambriento se esfuerza
por derribarlos aquí y allá, dándoles hachazos entre maldiciones y peleas, arrastrando a su casa las
mejores piezas del botín.» Wieland Herzfelde, Tragigrotesken der Nacht: Träume [Tragigrotesco
nocturno: sueños] (Berlín: Malik Verlag, 1920), 29.
13
Véase La interpretación de los sueños, de Sigmund Freud, elaborada en 1899 y publicada en 1900. En
Obras Completas, Tomo IV y V, trad. de José Luis Etcheverry (Buenos Aires: Amorrortu, 1979).
14
Cf. Jean Paul [Johann Paul Friedrich Richter] Herbst-Blumine oder gesammelte Werkchen aus
Zeitschriften [Florecitas de otoño o recopilación de opúsculos en los periódicos] en Sämtliche Werke
[Obras Completas] Vol I, Tomo 17 (Berlín: Akademie-Verlag,1996), 236.
15
«Ojeada al mundo de los sueños» Parágrafo 5: «Maravillosa transición del sueño a la conciencia y del
soñante al despabilado»: «Así, sueños profundos y sueños luminosos-transparentes, sólidos y volátiles, se
entremezclan inexorablemente y sin sentido, y el pobre espíritu, que cree gobernarse a sí mismo y
reflexionar, es arrojado por dos olas entre las costas de dos mundos.» Ibíd., Vol I, Tomo 16, 138.
conscientes. Su trasfondo no solamente no es invisible, sino que es en gran parte visible.
Lo que está ubicado en la superficie, también subyace en la base. Ninguna fachada
disimula las conexiones, y nadie tiene que fabricar por el soñante las relaciones entre las
ocurrencias oníricas y su existencia, porque las efectúa él mismo en sus sueños.
Los soñantes de este tipo tampoco necesitan imágenes cuyos símbolos haya que
aclarar o cuyas alegorías haya que interpretar, a lo sumo es posible descifrar su código.
Eligen disfraces y modos de travestirse tan ligeros como los utilizados en las caricaturas
o en el cabaret, llevan máscaras debajo de las cuales permanecen reconocibles, como
sucede en carnaval.
De ningún modo se trata aquí de profecías, aunque a menudo se asemejen a
ellas. Sus metáforas llegan a ser verdaderas porque nuestros soñantes, con la
sensibilidad aguzada por la angustia y el asco ante la profusión de acontecimientos
cotidianos que no atemperan ni trascienden al soñar, aprecian los síntomas que apenas
son perceptibles. Es probable que sus sueños se asemejan a un mosaico a menudo
confeccionado de modo surrealista, pero cuyas piezas provienen de la realidad del
Tercer Reich. Eso nos da derecho a interpretarlos como un aporte a la psicología
estructural de la dominación total, a aplicarlos para esclarecer situaciones concretas y a
dejar de lado cualquier aspecto psicológico individual que puedan implicar. Es sabido
que algunos representantes de las escuelas psicológicas interesadas en los sueños, como
por ejemplo Bettelheim16, han comprobado con estupefacción que en la situación más
extrema del Estado totalitario como son los campos de concentración, su teoría era muy
poco aplicable.
Sobre el fondo de un ambiente que se deforma y de valores que se
descomponen, entonces, encontramos en estos sueños una realidad irreal, una mixtura
entre reflexión y deducción y detalles racionales dispuestos en un ensamble fantástico,
no para hacer de todo eso algo inconexo sino algo coherente, ambiguo a pesar de ser
interpretable, que intercala en lo cotidiano lo clandestino y abisal. Esto podría decirse
también del arte moderno en todas sus ramas, lo que no sorprende en absoluto teniendo
en cuenta el rol que en nuestro siglo juega el sueño, o incluso la pesadilla, como recurso
artístico. Lo que resulta curioso es hasta qué punto los medios de expresión de los
soñantes al examinar el presente de aquél tiempo, coinciden con los medios que en la
actualidad sirven a los escritores para esclarecer el pasado, ya que no pueden acercarse a
él por medios realistas.
A menudo se ha dicho que las parábolas de Kafka17 se podían aplicar al régimen
totalitario. En sentido similar, se puede decir que estos sueños, cuya fuente y forma
pensamos encontrar aquí, se aplican a importantes producciones literarias sobre el
Tercer Reich. De proyectarse la publicación de una selección de los sueños que tienen
una estructura dramática, por ejemplo bajo el título «Fragmentos de diez soñantes»,
bien podrían tranquilamente incluirse en la literatura contemporánea, por el ordenado
desorden que caracteriza su pormenorizado conocimiento de los fenómenos externos y
de los procesos internos. Los soñantes, en su lucha por una forma de expresión para lo
16
Bruno Bettelheim, que estuvo preso en el campo de concentración de Dachau en 1938, escribió un
ensayo como posfacio a la edición inglesa del libro de Charlotte Beradt. Cf. Charlotte Beradt, The Third
Reich of Dreams, trad. Adriane Gottwald (Chicago: Quadrangle Books, 1968) 150-170. Ya en 1943 había
escrito un ensayo sobre “Comportamiento del individuo y de la masa en situaciones límite”, publicado en
el Journal of Abnormal and Social Psychology. [Cf. trad.cast.: Sobrevivir. El holocausto una generación
después, trad. de Jordi Beltrán (Barcelona: Grijalbo, 1981)].
17
Hannah Arendt y Heinrich Blücher editaron en 1947 para Schocken-Verlag una versión
(lamentablemente con muy poca repercusión) de las parábolas de Kafka, que Charlotte Beradt
seguramente conocía. Cf. Franz Kafka, Parables. In German and English (Schocken: New York, 1947).
[Cf. trad.cast.: Parábolas y Paradojas, trad. de Beatriz Stilman(Buenos Aires: Longseller, 2004).]
inexpresable, difuminan las fronteras entre lo trágico y lo cómico, ofrecen un informe
ligeramente distanciado sobre los fenómenos de su tiempo en forma de parábolas,
parodias, paradojas, eslabonando situación a situación en instantáneas, en bocetos donde
resuena el eco de los días con macabro sonido y macabro silencio, con radical
simplicidad y radical exageración.
La fuerza imaginativa de cada uno de los soñantes, «cuando duermen en su
lecho» y vuelven a tirar del hilo rojo que divisaron en el laberinto de su actualidad
18

política y amenaza con ahorcarlos, vuela lejos. El dirigente nazi que decía que sólo en
sueños se podía tener vida privada19, ha subestimado las potencialidades del Tercer
Reich. Aquél que se ha convertido en un subordinado total y está constreñido a hablar a
través del canal de sus sueños, ha visto más claramente «en sueños, en visión
nocturna»20

18
Job, 33,15.
19
Cf. Arendt, Los orígenes del totalitarismo, 509-526.
20
Job, 35,15.
Capítulo 2

La reforma de la vida privada


o
«La vida sin paredes»

I will show you fear in a handful of dust21

T.S.Elliot

El Gobierno totalitario se vuelve verdaderamente total


-y se cuida siempre de elogiar debidamente este logro-
en el instante en que tensa la vida social privada de sus súbditos
con el lazo férreo del terror.22

Hannah Arendt

21
«Te mostraré el miedo en un puñado de polvo». [Cf. trad. cast.: Thomas Stearns Elliot, La tierra baldía,
trad. Andreu Jaume. (Barcelona: Lumen, 2017)]
22
[Traducción nuestra.] Cf. Arendt, Los orígenes del totalitarismo, 682 y ss.
Lo primero que penetra en los sueños de los subordinados de un régimen
totalitario son los reglamentos, las normativas y las leyes, es decir, sus realidades
prescriptas y premeditadas más evidentes. El aparato burocrático y sus funcionarios se
instituyen por excelencia como protagonistas macabros y grotescos de estos sueños.
En 1934, luego de haber vivido bajo el Tercer Reich durante un año, un médico
de 45 años sueña lo siguiente:

«Mientras estoy en mi hora de descanso, cerca de las nueve de la noche, apaciblemente


tendido en el sofá con un libro de Matthias Grünewald, mi habitación, mi vivienda,
quedan de repente desprovistas de sus paredes. Miro alrededor, todas las viviendas que
alcanzo a ver con mis ojos ya no tenían paredes. Luego, escucho rugir a un altavoz:
“Conforme al decreto sobre la eliminación de las paredes del diecisiete de este mes”.»

Este médico, conmovido hondamente por su sueño, toma nota de él a la mañana


siguiente y, acto seguido, sueña que va a ser culpado por haberlo anotado. Se había
quedado pensando en eso y encontró el motivo por el que había tenido semejante sueño,
que era muy revelador. En este caso como en otros, el mínimo hecho relevante a nivel
individual, es también relevante para ese período de la historia, que el sueño mismo
retrata de manera aún más significativa:

«El guardia de la zona23 había venido a preguntarme por qué no había enarbolado la
bandera. Lo calmé y le serví aguardiente, pero pensé en mis cuatro paredes…en mis
cuatro paredes. Nunca había leído un libro de Grünewald, ni siquiera había tenido uno en
mis manos, pero tomé el retablo de Isenheim24, como suele pasar, como el símbolo
alemán más puro. Todos los contenidos y observaciones de mi sueño son políticos,
mientras que yo no soy un ser político.»

«La vida sin paredes» no sólo debería utilizarse como epígrafe de este capítulo,
sino que podría ser también el título de un trabajo científico o de una novela sobre la
existencia humana bajo el totalitarismo, ya que el modo en que este médico formula su
sueño, ilustra de manera ejemplar la situación apremiante de un individuo que no quiere
dejarse colectivizar.
Y el médico no ve solamente la condition humaine25 en la que el mundo entero
estaba en ese momento, sino que el sueño le muestra además la única posibilidad para
retornar de la «vida sin paredes». La única verdadera posibilidad es el «escape interno».
Esto se vuelve evidente cuando sueña:

«Ahora que las viviendas están completamente abiertas, vivo en el fondo del mar para
permanecer invisible».

Una mujer de alrededor de 30 años, sin profesión, consentida, liberal, cultivada,


tiene en 1933 un sueño que, al igual que el del médico, es una declaración existencial
sobre el régimen totalitario. Sueña lo siguiente:

«Como sustituto de las señales de tránsito prohibidas, hay en cada esquina una pizarra
que está marcada y anuncia en letras blancas sobre un fondo negro las veinte palabras que

23
Se trata de la figura del Blockwart, responsable a escala local del partido nazi y del Frente del trabajo,
encargado del control de los habitantes y de la distribución de tarjetas de alimentación. [N.de los T.]
24
Es la obra fundamental de Matthias Grünewald, creada entre 1512 y 1516. El retablo de Isenheim es un
tríptico del monasterio de San Antonio, en Isenheim, exhibido en el Museo de Unterlinder en Colmar.
25
En francés en el original [N.de los T.]
el pueblo tiene prohibido pronunciar. La primera es la palabra “Lord”, que para no correr
riesgos la había soñado en inglés y no en alemán. Había olvidado las siguientes o en
realidad quizás nunca las había soñado. La última palabra era “yo”.»

Añade que tiempo atrás «esto podría haber sido considerado como una visión.»
De hecho, visión significa ver. Lo siniestramente nítido en esta regla radical del
lenguaje (cuyo primer mandamiento dice: «No debes pronunciar el nombre del Señor»,
y el último prohíbe decir la palabra «yo»), es el lugar vacío existente entre la pérdida de
dios y la pérdida de identidad que los gobiernos totalitarios del siglo XX utilizan como
su campo de fuerza. Escondidas en esta parábola, se develan las preguntas
fundamentales de la dialéctica entre el individuo y el Estado Totalitario. Con ello vienen
los detalles que decoran el sueño, como la pizarra que la soñante coloca al modo del
sombrero de Gesslers26en lugar de las señales de tránsito prohibidas, cuya remoción
caracteriza la desorientación de los hombres en el camino de pasar de ser personas a
convertirse en funciones. Y por medio de una sencilla operación, al soñar que en la
pizarra de las prohibiciones en lugar de «Dios» se utiliza «Lord», palabra poco común,
logra que se prohíba al mismo tiempo todo lo perfecto, elevado y noble.
Esta mujer que, como ella misma comentó entre risas, hubiera escrito en
mayúsculas la palabra «yo», tuvo entre los meses de abril y septiembre de 1933 una
serie de sueños del mismo estilo, sin variaciones como en el caso del empresario, pero
con una elaboración completamente diferente de los mismos temas fundamentales. Ella,
una típica persona de la vida privada, se presenta en sueños como la Sibila de
Heráclito27, que «llega con su voz a los mil años»28. En sus sueños, le bastaron unos
pocos meses para ver a través del milenario Tercer Reich, puesto que intuyó las
corrientes, reconoció las conexiones, aclaró lo indiscernible y osciló entre la vida
cotidiana simplemente expuesta y los secretos que yacen debajo de la capa visible. En
resumen, esta mujer destilaba en sueños la esencia de un desarrollo que debía conducir a
la catástrofe pública y a la pérdida de su mundo personal, expresándolo en un ir y venir
entre la tragedia y la farsa, entre el realismo y el surrealismo, todo elevado a la máxima
potencia. Con todo eso se ponía de manifiesto la exactitud objetiva de los personajes y
las acciones de sus sueños, sus detalles y matices.
Su segundo sueño, después de aquel sobre Dios y sobre la identidad, trata del
demonio y de los hombres, y dice así:

«Arreglada y ataviada con mi nueva vestimenta, tomo asiento en un palco de la ópera que
es inmensa, con muchas, muchas hileras, disfrutando de las miradas admiradas. Estaba
viendo mi ópera favorita, La flauta mágica. Luego del acto “Seguro que es el diablo”29se

26
«El sombrero de Gessler» [Gesslerhut] hace referencia a una institución cuyo propósito es el
forzamiento público a un comportamiento sumiso. Según la leyenda, Hermann Gessler (administrador
ficticio de la actual Suiza) dispuso un sombrero en Altdorf, que debía saludar cualquiera que pasara por
ahí. Guillermo Tell omitió realizar este saludo y fue por ende forzado al reto de la manzana. Este es el
punto central de la versión de Friedrich Schiller acerca de la leyenda original de Suiza, presentada en su
obra Guillermo Tell.
27
Se trata del mito griego sobre una vidente. La primera mención escrita aparece en Heráclito, en singular
(«la Sibila»). Luego, en Platón, Aristófanes y Eurípides la referencia se realiza en plural («las sibilas»).
28
«La Sibila, por su parte, con frenética boca, al hablar de cosas que no son graciosas, ni ornadas, ni
aromáticas, llega con su voz a los mil años, por virtud del dios.» [Cf. trad. cast.: Fragmentos de
Heráclito, ed. de Ángel Cappelletti (Tiempo Nuevo: Caracas, 1972), 114].
29
«Papageno/(por fuera, junto a la ventana)/¿Dónde estoy? ¿Dónde estaré?/¡Ajá, ahí veo gente!/Ánimo,
voy a entrar./(entra)/¡Bella muchacha, joven y graciosa,/mucho más blanca que la tiza!/Monostatos,
Papageno /(se asustan el uno al otro) /¡Uh! ¡Seguro que es el diablo!/¡Ten compasión!/¡Perdóname la
vida!/¡Uh! ¡Uh! ¡Uh!». Cf. Wolfgang Amadeus Mozart, La Flauta Mágica, Acto I, escena 2. [Versión
acerca un pelotón de policías marchando hacia mí con paso firme. Notaron, gracias a una
máquina, que al pensar en el diablo había pensado en Hitler. Me veo suplicando ante los
espectadores que se encuentran vestidos para la ocasión y que, mudos e inexpresivos,
continúan mirando hacia adelante. Ningún rostro muestra ni siquiera conmiseración.
Incluso un señor del palco de al lado que parecía bondadoso y distinguido, al mirarlo a
los ojos me escupió.».

Esta soñante, al igual que el empresario, sabía que la humillación pública era
utilizada como recurso de la política. Otro de los motivos de su sueño, entre tantos
posibles, es el del «mundo circundante». Ella trata este concepto abstracto de modo muy
artístico, a través del escenario concreto de las curvadas hileras de la ópera, repletas de
prójimos que «mudos e inexpresivos» miran hacia adelante mientras al otro le pasa
algo. Todo esto se ve acentuado por la presencia de aquél que, juzgado por su aspecto,
era de quien menos se podía esperar que escupiera a la joven y coqueta mujer. Lo que
ella denomina «mudez e inexpresividad» en los rostros de los demás, para el empresario
tomaba el nombre de «vacío». Un ejemplo de esto es un sueño de Theodor Haecker del
año 1940, en el cual aparecen dos veces los «rostros inmóviles» de los amigos que lo
rodean30. Hombres totalmente diferentes hacen uso de las mismas impresiones, del
mismo código para representarse lo que sucede en el mundo circundante velado, como
pueden ser una habitación abierta o la atmósfera asfixiante de la total indiferencia.
Esta soñante, ante la pregunta de si se podía hacer alguna idea de la máquina de
controlar los pensamientos, responde: «Si, era eléctrica, un enredo de cables». Inventó
esta máquina como un símbolo del control físico y espiritual del automatismo de los
fenómenos con posibilidades de acechar por todas partes, quince años antes de la
publicación de 1984, en un momento en que no podía tener conocimiento de los
dispositivos electrónicos a distancia, de las torturas por electroshock, ni de los equipos
orwellianos de monitoreo.31
Tuvo su tercer sueño tras quedar conmocionada por la noticia de la quema de
libros, especialmente por un reportaje de la radio en el que se hablaba sobre eso y se
repetían las palabras «vagón» y «hoguera»:

«Lo sé, todos los libros serán requisados y quemados. Pero no me quiero desprender de
mi Don Carlos32 ajado y con marcas de lápiz que conservo desde la escuela, por eso lo

bilingüe de disponible en www.weblaopera.com, 2000. Cf. Trad. cast. La flauta mágica, trad. Aitor
Laiseca (Sevilla: Teatro de la Maestranza y Salas del Arenal, 2017)].
30
Haecker escribe el 6 de Septiembre de 1940: «A veces tengo sueños fantásticos, que generalmente
olvido rápidamente o en los que ni siquiera pienso. Hoy a la tarde soñé lo siguiente: estoy sentado en un
café, el café Luitpold, escribiendo. Mi manuscrito reposa sobre la mesa, como anoche lo estuvo en casa,
cuando me disponía a escribir. Amigos me rodean con caras inexpresivas y me miran. De repente, viene
hacia mí de modo intempestivo un hombre sumamente elegante, del tipo que se puede encontrar en el sur,
y quiere agarrar mi manuscrito. Sorprendido, me defiendo. Luego, otro hombre igualmente elegante
vocifera: “¡Aguarde! ¡Ese no es!” Dirigiéndose cortésmente hacia mí: “Disculpe, ese señor ha encargado
historias a Moralla. ¿Nos puede decir donde vive?” “Seguro, en el cuarto piso”, le contesto. Se apresuran
a salir al patio, de repente están allí. En la mano de uno de ellos veo una pistola, en la del otro, un puñal
grande. Me sobresalto, me río aunque con pena. Los amigos, de rostros inexpresivos, me clavan su
mirada (…) Oh mi Dios, ¿dónde estamos cuando dormimos?» Theodor Haecker, Tag- und Nachtbücher
1939-1945, prefacio de Heinrich Wild. (Munich: Kösel-Verlag, 1947), 149.
31
La novela de George Orwell aparece en 1949. Cf. George Orwell, 1984, trad. de Rafael Vázquez
Zamora (Buenos Aires: Salvat/Austral, 1980).
32
Se refiere al drama de Schiller, Don Carlos, escrito entre 1783-1787. Schiller elabora allí una serie de
conflictos políticos, entre otros, los inicios de la guerra de los ochenta años entre los Países Bajos y
España y las intrigas en la corte del rey Felipe II (1556-1598). [Cf. Don Carlos, infante de España: un
poema dramático, trad. de Emilio J. González García (Madrid: Akal, 2013).
escondo debajo de la cama de la empleada doméstica. Pero cuando los de la SA33 llegan
para la requisa de los libros, avanzan a paso firme hacia la habitación de la empleada
doméstica [el paso firme y el descubrimiento directo son elementos del sueño anterior, y
los encontraremos nuevamente en otros sueños]34, lo toman de abajo de la cama y lo
arrojan al carro, que se dirige a la hoguera.
Entonces, descubro que no era mi antiguo Don Carlos el libro que había escondido, sino
un Atlas. A pesar de ello, quedo con cargo de conciencia y dejo que se lo lleven.»

Mientras sigue su relato cuenta lo siguiente: «Leí en un periódico extranjero que


en la presentación de la obra Don Carlos aplaudieron la parte que trata sobre la libertad
de pensamiento». Y al mismo tiempo expresa: «¿O en vez de haberlo leído solamente lo
habré soñado?»
En este sueño sobre Don Carlos, la joven soñante continúa con la
caracterización -iniciada en el sueño de la Ópera- de los nuevos hombres engendrados
por los regímenes totales, pero se entrampa en la crítica del mundo circundante y
reconoce lo que hay de típico en su conducta individual. Lo que quiere esconder debajo
de la cama como si fuese una ladrona no es un libro prohibido sino uno de Schiller. En
cambio, por miedo y precaución, en lugar de ese libro esconde uno que no contiene
palabra alguna, es decir, un atlas. A pesar de ser inocente, el cargo de conciencia se
mantiene.
Si discretamente insinúa que no puede brotar del seno del nuevo sistema de
cálculo la ecuación «guardar silencio=conciencia limpia», en el próximo sueño da
incluso un paso más en esa dirección. Este sueño es más complejo, no tan redondo en lo
anecdótico y menos entendible que los anteriores. No obstante, la joven lo comprende:

«Mi sueño es el siguiente: el lechero, el gasista, el diariero y el panadero están en círculo


mostrándome unas facturas. Estoy plenamente tranquila hasta que, para mi sorpresa,
descubro entre ellos al deshollinador (en el lenguaje secreto de nuestra familia, le
decíamos deshollinador a los de la SS, debido a la doble S35 de la palabra y a sus trajes
negros). Se quedan allí en círculo y yo en el medio, como en el juego de la cocinera
negra36, y cada uno de los participantes sostiene con sus brazos en alto la hoja de su
factura exclamando a coro: “La deuda no puede ser puesta en duda.”»

La joven conocía perfectamente la condición psíquica necesaria para la


formación de este sueño. El día anterior, el hijo de su sastre se había presentado
enteramente vestido de uniforme para cobrar una factura y le había dicho que hasta que
la nación no salga a flote, debería pagarla por medio del correo. Antes de que pueda
llegar a decir una palabra, antes incluso de comprender de qué se trataba, él se adelanta
a explicarle que lo del uniforme no significa nada, que él andaba por allí y de casualidad
lo llevaba puesto. «Eso es ridículo», respondió ella, porque igual tengo que pagar. Se
trata de una anécdota banal de la vida diaria -pero en este contexto, ese motivo banal no
era para nada banal- que la soñante utiliza para hacer visible el proceso de formación

33
Grupo paramilitar de la época de la República de Weimar que supo ser un grupo para la organización.
Jugaron un rol importante en el ascenso del Nacionalismo. [N.de los T]
34
Los comentarios de la autora en los relatos de los sueños se colocan entre corchetes.
35
En alemán deshollinador es «Schornsteinfeger»[N. de los T.]
36
Se trata del juego de ronda infantil que se acompaña con la siguiente canción:«¿La cocinera negra está
allí?/¡No, no, no!/Tengo que marchar tres veces,/la cuarta pierdo la cabeza./La quinta: ¡ven!/¿La cocinera
negra está allí?/Si, si, si/Ahí va, allí está,/¡la cocinera de América!/¡Chis, chis, chis!» El juego consiste en
que un niño vaya corriendo alrededor de un círculo formado por otros niños. Cuando este niño toca a uno
de ellos, este se levanta y corre con el primero alrededor de los restantes. Así hasta llegar al último, que se
convierte en «la cocinera negra».
del «sistema de los Blockwarte»: los abusos ejercidos diariamente bajo la vigilancia de
los uniformados, los numerosos aportes privados con los que se sustentaban, el
incipiente cerco con el que personas sin rango (como pueden ser el hijo del sastre o del
fabricante de guantes) iban aislando a cada uno…todo esto aparece en el sueño de la
cocinera negra.
El canto del coro «la deuda no puede ser puesta en duda», que coloca a la
soñante en el rol de acusada, es transferido dentro de un sistema total a un típico estado
de culpa, aguardando por su condena «pues toda deuda se paga en vida37» incluso la
suya, aquella de haber cedido ante una ligera presión que considera ridícula cuando el
uniformado le dice que casualmente pasaba por ahí.
Este sueño de la cocinera negra, como el anterior de Don Carlos, describe de un
modo sutil los primeros pequeños compromisos y las primeras pequeñas renuncias que
paulatinamente habrían de convertirse en un proceso de reducción de la voluntad y,
finalmente, en una atrofia total. Teniendo en cuenta que los comportamientos en la vida
cotidiana y las injusticias apenas perceptibles, son incluso hoy en día materia de
discusión, echaría luz sobre la situación de la conciencia en aquella época, que a pesar
de todos los esfuerzos es tan difícil de iluminar y a partir de la cual se desarrolla la
culpa de los inocentes.
Por lo demás, se podría añadir que la línea del texto en la que se sostiene que la
deuda no puede ser puesta en duda, repite de manera casi textual lo pronunciado por
boca del oficial del cuento de Kafka «En la colonia penitenciaria»: «La culpa38 está
siempre fuera de duda.»39
En resumen, esta mujer que crea en sueños objetos orwellianos, y que alcanza
una intelección kafkiana de las cosas, replica las nuevas condiciones del mundo
circundante bajo la forma de una simple situación: los vecinos con sus «rostros
inexpresivos» están sentados a su alrededor en un amplio círculo y ella tiene la
sensación de estar «prisionera» o «perdida». En cierta ocasión, durante los festejos de
fin de año de 1933 a 1934, luego del Bleigiessen40, en lugar de soñar con situaciones,
soñó con meras impresiones y palabras sin imágenes, que inmediatamente anotó durante
la noche:

«Me voy a esconder en el plomo. Lengua es ya de plomo, plomo en orden cerrado. La


angustia va a desvanecerse cuando me cubra de plomo. Voy a permanecer inerte, fusilada
por el plomo. Cuando vengan, voy a decir: “Los aplomados no pueden levantarse.” ¡Oh!
Me quieren arrojar al agua por estar tan emplomada.»

En este punto pone fin a su relato del sueño, del que se puede decir que es un
típico sueño de angustia, aunque también insólitamente poético, cuyo sobresalto se
siente aunque se desconozca el contexto (por cierto, fue incluido en un pequeño relato

37
Goethe, Libro II, Cap. XIII, cuando el protagonista escucha la canción del viejo arpista: «Quien nunca
comió su pan con lágrimas/quien nunca tuvo las noches tristes/sentado en su cama llorando/ese no los
conoce, poderes celestiales./Nos llevan a la vida/ Hacen deudor al pobre/ y luego lo abandonan al
dolor/pues toda deuda se paga en vida.» [Traducción nuestra] [Cf. trad. cast.: Los años de aprendizaje de
Wilhelm Meister, trad. Miguel Salmerón Infante (Gredos: Madrid, 2006), 112 y 113.]
38
Aquí se juega con el doble sentido de la palabra «Schuld» que en alemán significa tanto «deuda» como
«culpa» [N. de los T.]
39
Franz Kafka, “En la colonia penitenciaria” [1919], en Obras Completas. Tomo I, trad. de Juan José del
Solar (Madrid: Aguilar, 2004), 634.
40
«Bleigiessen», costumbre del fin de año alemán. Consiste en derretir plomo y luego echarlo en agua fría
para predecir el futuro de acuerdo a las formas obtenidas. [N. de los T.]
hace quince años)41. La propia mujer señala que para formar su sueño ha tomado
elementos de la canción Horst-Wessel42(en orden cerrado, fusilados), agregando que
ella misma sentía desde hacía meses una mezcla de angustia y plomo. Si deseamos
interpretar, teniendo en cuenta que levantamiento viene de levantarse, se puede
encontrar en la frase «el hombre aplomado no puede levantarse» un significado
profundo que la soñante, a pesar de su perspicacia, no había podido descubrir.
En todo caso, «esconderse en el plomo» como expresión de un repliegue en el
interior, corresponde al «esconderse en el fondo del mar» que hemos visto en el sueño
del médico.
Por contraste, una mujer de naturaleza completamente distinta, de otra edad
(alrededor de 50 años) y de un estilo muy diferente, profesora de matemáticas, fue
conducida, a comienzos del otoño de 1933, por la variedad de cosas prohibidas bajo el
régimen totalitario a tener el siguiente sueño:

«Está prohibido bajo pena de muerte escribir cualquier cosa que tenga que ver con las
matemáticas. Huyo a un bar (nunca en mi vida he puesto un pie en ese tipo de lugares).
Los ebrios tambalean, las mozas están semidesnudas, la orquesta chilla. Saco del bolsillo
un papel delgado y anoto con tinta invisible un par de ecuaciones, sintiendo una angustia
mortal.»

Al preguntarle qué pensaba de eso, la profesora responde: «Aquí se prohíbe


hasta lo imposible de prohibir». Completamente acertado, ya que esta prohibición, más
allá del límite de lo posible, de escribir 2 x 2 =4, desenmascara en su simplicidad todo
lo que está al límite de lo que puede prohibirse. Por lo demás, los datos que la
conservadora mujer no puede extraer de su imaginación, los aporta a través de la cámara
secreta de su memoria: busca un lugar oscuro donde nadie pueda sospechar que está y
trabaja como una espía calificada con una tinta especial y con un papel que llegado el
caso se podría tragar para conservar su derecho de poder escribir ecuaciones y así
proteger a su profesión de la destrucción. Si quisiéramos simplificar, diríamos que se
trata de impedir a la política la alienación de su existencia, puesto que es una nueva
alegoría, desde otro punto de vista, de la amenaza de separación entre la persona y su
entorno. Dicho sea de paso, este sueño de la profesora de matemáticas contiene uno de
los raros casos de resistencia por parte de un representante de la clase media en nuestra
colección de relatos.
A partir de este puñado de fábulas que un médico, una joven y bella mujer y una
envejecida profesora nos cuentan sobre la «vida sin paredes», es posible reconstruir las
conexiones reales que las han motivado. Pero no solo eso, cada una de ellas aparece
como una abstracción («los sueños sobre el mundo circundante» que tuvo la mujer, son
ejemplos de la «destrucción de la pluralidad», y de la «soledad»43 que para Hannah
Arendt constituyen los fenómenos fundamentales del hombre sometido a los regímenes
41
Se trata del cuento de Albrecht Schaeffer, «La confusión» publicado en 1950 en la Neue Rundschau
61/4.
42
Hace referencia al himno nazi escrito por Horst-Wessel, que dice así: «¡Con la bandera en alto! /Las
tropas en orden cerrado/ La SA marcha/ Con paso decidido y silencioso/Camaradas fusilados en el frente
rojo y por reaccionarios/En espíritu marcháis/En nuestra formación/ La calle libre/Para los soldados que
desfilan/Millones, llenos de esperanza miran la esvástica/El día se impone/Para la libertad y el pan/Por
última vez/Es lanzada la llamada/Para la lucha/Todos estamos listos/Pronto ondearán la banderas
de Hitler en cada calle/La esclavitud/Durará sólo un poco más/Con la bandera en alto y / Las tropas en
orden cerrado/La SA marcha/Con paso decidido y silencioso/Camaradas fusilados en el frente rojo y por
reaccionarios/En espíritu marcháis/En nuestra formación.» [Traducción nuestra]
43
Arendt, «Cap. 13: Ideología y terror: una nueva forma de gobierno» en Los orígenes del totalitarismo,
682-707.
totales) y demuestran que estos sueños no son efectos del shock sino un reflejo de sus
impactos mentales y morales en el interior de los soñadores.
Capítulo 3

Historias burocráticas de horror


o
«Ya nada me da alegría»

Hasta ahora hacía falta una ayuda manual,


pero en adelante el aparato funcionará solo.44

Franz Kafka

¡Qué tiempos estos en que


hablar sobre árboles es casi un crimen…!45

Bertold Brecht

44
Kafka, «En la colonia penitenciaria», 631.
45
Bertold Brecht, «A los hombres futuros» en Poemas y canciones, trad. de Vicente Romano (Madrid:
Alianza, 1998).
El delito que consiste en manifestar «ya nada me da alegría», es cometido en
sueños por un hombre en el año 1934, en Alemania.
Este hombre de aproximadamente 50 años, funcionario jurista que se desempeña
en la administración pública municipal, sueña lo siguiente:

«A eso de las ocho de la noche, como todos los días, llamo por teléfono a mi hermano, el
único confidente y amigo que tengo (esto corresponde con lo efectivamente sucedido).
Luego de haber alabado, por precaución, las justas acciones de Hitler y de haber
remarcado hasta qué punto el conjunto del pueblo se sentía a gusto con ellas, le digo: “Ya
nada me da alegría” (esta expresión también corresponde a los sucesos del día anterior,
ya que efectivamente fue pronunciada por teléfono).
En medio de la noche suena el teléfono. Una voz inexpresiva [la voz inexpresiva
corresponde a los rostros inexpresivos presentes en otros sueños] me dice: “Aquí el
servicio de vigilancia de conversaciones telefónicas” y nada más. Me doy cuenta
enseguida de que mi delito está directamente relacionado con lo que dije la noche anterior
a propósito de la alegría, me escucho argumentar, rogar y suplicar que me perdone esta
vez, que sólo por esta vez no me denuncie, que no me señale, que no me trate con rigor.
Me oigo hablar como si pronunciara un alegato. La voz se mantiene totalmente muda y
me corta en silencio, abandonándome a una incertidumbre torturante.»

El funcionario, humillado como el empresario, queda abandonado a un estado


similar de indeterminación (que indudablemente constituye unos de los medios del
terror), esto es, a la situación kafkiana de estar sometido a una vaga acusación con la
espada de Damocles sobre la cabeza. Sin embargo, el poder que la sostiene no
corresponde en este caso a una persona en particular, un Goebbels por ejemplo, sino a
una dependencia administrativa, representada por una voz impersonal. Si experimentar
alegría es el placer fatuo de la existencia humana, entonces el hecho de que sea delito
que ya nada de alegría es el índice de la deshumanización de un mundo cercado por las
ideologías y absolutamente conducido hacia un objetivo determinado. Este cuadro (una
de las tantas exageraciones que esclarece lo absurdo de la realidad) condensa la
situación imperante, tal como lo muestra su familiaridad con los versos de Brecht
compuestos en la misma época, en algún lugar del mundo.46
El funcionario soñante no ve demasiado lejos, sólo advierte que su sueño ocurre
en el marco de las reglas de su oficio. «Sueño con historias burocráticas de horror»,
dice, valiéndose de la denominación oficial para referirse a la filtración de un rumor. En
el sueño había inventado una docena de oficinas, similares a las de la Agencia de
control telefónico, que había olvidado al despertar, salvo la inolvidable «Oficina de
formación para la instalación de escuchas en los muros». Como puede verse, sus
invenciones son genuinamente surrealistas, dan a lo real del mundo su «realidad
absoluta» (André Breton).47 Había inventado reglamentos, disposiciones y asociaciones
que analizaban la situación desde lo lingüístico. Y a excepción de la «Disposición en

46
Brecht escribe su poema «A los hombres futuros» entre 1934 y 1938, durante su exilio danés.
47
Cf.«Primer manifiesto surrealista» [1924]: «Desde el momento en que se lo someta a un examen
metódico y en que — por medios que habrán de determinarse — se logre tener idea del sueño en su
totalidad (lo que presupone una disciplina de la memoria que exigirá muchas generaciones; comencemos,
con todo, por registrar ahora los hechos salientes), en que su curva se desarrolle con regularidad y
amplitud sin precedentes, se puede esperar que desaparezcan los misterios que no existen para dar lugar al
Gran Misterio. Yo creo firmemente en la fusión futura de esos dos estados, aparentemente tan
contradictorios: el sueño y la realidad, en una especie de realidad absoluta, de superrealidad. A su
conquista me encamino, seguro de no lograrla, pero con la suficiente indiferencia hacia mi muer- te como
para calcular un poco el placer de tal posesión.» André Breton, Manifiestos del surrealismo, trad. de Aldo
Pellegrini (Buenos Aires: Argonauta, 2001), 31.
contra del trato con extranjeros» y del brillantemente formulado «Reglamento en contra
de lo residuos civiles de los funcionarios municipales», también los había olvidado.
No obstante, sabía de ellos porque los había visto en pancartas, carteles y
titulares de diarios. A veces, en sus sueños no figurativos, escuchaba decir solamente:
«Vociferado por una voz penetrante como en el patio de un cuartel». Esto lo menciona
tan solo al pasar.
En el contexto del soñante, la aparición en sueños de los medios masivos de
comunicación resulta muy significativa. La propaganda constituye una parte autónoma
del mundo totalitario y el régimen hitleriano fue el primer sistema totalitario que pudo
emplear a fondo las técnicas encubridoras para influir tanto en la opinión pública como
en sus funcionarios. En el sueño del funcionario, estas técnicas también se han vuelto
autónomas, a la manera de modernos fantasmas nocturnos que se comportan
efectivamente como tales, a veces materializándose en una aparición, otras, en una
llamada o una voz desde lo alto.
Con el correr del tiempo, el impacto de los medios de propaganda per se llegó
tan lejos como debía llegar. En los sueños con altavoces, pancartas, carteles y titulares,
el arsenal completo del monopolio de las noticias (uno se los puede encontrar
representando un papel secundario en sueños de lo más variados) juega con frecuencia
el papel principal. Y lo hace con tanta frecuencia y uniformidad que dichos sueños
forman una clase particular. He aquí dos ejemplos: un hombre, que por cierto era muy
sensible al ruido especialmente después de los días en que los discursos del Führer se
oían por los altavoces resonando en casas, oficinas, restaurantes y en cada rincón de la
ciudad, escucha vociferar a su radio por la noche: «En nombre del Führer…, en nombre
del Führer…, en nombre del Führer.» Por su parte, en el sueño de una joven aparece el
lema «El interés general por encima del interés particular», repetido infinitamente en
una pancarta que flameaba al viento. Se puede ver en estos casos, de una manera muy
simple, el efecto en profundidad de la mera repetición de ciertas palabras-señuelo.
Otros slogans y lemas aparecen corregidos en sueños, como si hubieran sido
desfigurados en boca del polemista o por la pluma del satírico. Durante la campaña en
contra de «quejosos y pesimistas», alguien soñó con un coro en contra de los
«miserables y miedosos». En otra ocasión, soñó que en una de las primeras páginas del
Völkischen Beobachter48 se destacaba el titular «En contra de los criticastros y los
pederastas» (se habían llevado adelante campañas en contra de ambos), frente a lo que
el propio soñante se pregunta: ¿Se trata aquí de una ironía o de una humilde contra-
propaganda? En el cartel imaginado en sueños por un ama de casa: «La cañería de agua
gotea, con la ayuda del invierno sólo un puchero se crea», se critican los métodos de
ayuda para el invierno, que en lugar del asado del domingo, había decretado que se
cocinara un tipo de puchero, confiscando lo que se ahorraba del presupuesto asignado a
la economía hogareña. Parece utilizarse allí tanto el estilo del sinsentido de los versos
modernos, como otro tipo de juegos de palabras en consonancia con varios contenidos,
cuya ambigüedad se da en las palabras mismas, que adquieren sentido en el sinsentido.
Pero estos detalles cuentan menos que el hecho de que los medios de
propaganda, a los que los soñantes están expuestos durante el día, se conviertan per se

48
El Völkischen Beobachter [El observador del pueblo] fue el órgano periodístico del NSDAP [Partido
Nacionalsocialista] desde diciembre de 1920 hasta el 30 de abril de 1945. Este periódico aparecía en sus
comienzos sólo dos veces por semana. A partir del 8 de febrero de 1923, comenzó a circular diariamente,
publicado por Franz-Eher-Verlag, en Múnich.
en figuras centrales de los sueños, no demasiado alejadas de la Sleepteaching de
Huxley49, ese emisor de pensamientos reglamentarios colocado debajo de la almohada.

49
«Hipnopedia», un método para enseñar a dormir utilizado para el condicionamiento de los niños en la
novela distópica Brave New World [1932] de Aldous Huxley. [Cf. trad. cast.: Un mundo feliz, trad. de
Luys Santa Marina (Bogotá: Círculo de lectores, 1979)]
Capítulo 4

Lo cotidiano en la noche
o
«Para que yo misma no logre entenderme»

Por tanto,
todo lo que habéis dicho en tinieblas,
a la luz se oirá;
y lo que habéis hablado al oído en los aposentos,
se proclamará en las azoteas.50

Lucas, 12, 3

Si en un momento dado uno está siendo vigilado,


no lo podrá saber nunca. Aunque es sumamente probable
que lo haya estado siempre…
Tenía usted que vivir — y en esto el hábito
se convertía en un instinto — con la seguridad de
que cualquier sonido emitido por usted sería
registrado y escuchado por alguien y que, excepto
en la oscuridad, todos sus movimientos serían
observados.51

George Orwell

50
Cf. Santa Biblia con reflexiones de Lutero, Lucas, 12,3.
51
Orwell, 1984, 9.
Tanto los medios de propaganda, desde la radio hasta los titulares de los diarios,
que son órganos ejecutantes de la manipulación de cerebros y que convierten en
súbditos a los habitantes del sistema totalitario; como la SA, que es un órgano del terror
físico, persiguen a los soñantes en innumerables sueños (que, como ya hemos señalado,
no vamos a tratar aquí a pesar de que continúen apareciendo). Sin embargo, cuando en
el sueño de un ama de casa de mediana edad la estufa de azulejos se convierte en una de
las caras del terror, es evidente que estamos ante la presencia de otra clase de terror. El
ama de casa soñó lo siguiente:

«Un hombre de la SA se queda parado delante de la anticuada estufa de azulejos en el


rincón de una de nuestras habitaciones, alrededor de la cual por las tardes nos sentamos a
charlar. Abre la puerta de la estufa que con voz ronca y penetrante [aquí vemos
nuevamente la voz penetrante, la reminiscencia de la voz del altoparlante de todos los
días] repite cada oración que dijimos en contra del gobierno, cada chiste que hemos
contado. Dios, pienso, qué será de todas las frasecitas que pronunciamos en contra de
Goebbels. Pero al mismo tiempo me doy cuenta de que una frase más o menos no hace la
diferencia, ya que se sabe todo lo que cada uno de nosotros pensó o dijo en su círculo de
confianza. Al mismo tiempo, me viene el recuerdo de que siempre me había burlado de la
posibilidad de que instalaran un micrófono en la casa, nunca creí que eso fuese posible.
Incluso cuando el hombre de la SA me amarró las muñecas con la correa de nuestro perro
para llevarme, tampoco lo podía creer. Creí que se trataba de una broma, y pregunté en
voz alta: “¿Esto es en serio? ¡Esto no puede ser!”». [Sabemos de esta misma incredulidad
frente a la increíble realidad a partir de los campos de concentración. La división casi
esquizofrénica entre los que sufren, por un lado y los que observan, por otro.]

Debemos dejar sentado que este sueño de la estufa hitleriana es del año 1933. Lo
que hoy constituye una realidad política efectiva, que incluso forma parte de la vida
diaria, no era en aquel entonces ni siquiera motivo para una novela. Hoy no solo
conocemos el símbolo orwelliano del omnipresente Big Brother52, sabemos también de
los aparatos para escuchar y vigilar que aparecieron en la «sociedad indefensa» de la
segunda mitad del siglo XX sin ningún fin político particular, a espaldas de aquellos
que son escuchados y vigilados. (Como último refinamiento estos aparatos se pueden
instalar de forma minúscula en la aceituna de un cóctel). Sabemos también que el
hombre en dictadura se vuelve el prototipo de una «sociedad indefensa». Tanto el ama
de casa como el funcionario que imagina en sueños la «Oficina de formación para la
instalación de escuchas en los muros», no sabían nada de todo lo que estaba ocurriendo,
lo que sí «sabían» es que tenían que conocer cuál era la voluntad del gobierno, por lo
que se representaban en la oscuridad de la noche lo que les proveían los oscuros días del
mundo.
El ama de casa conocía el motivo, en este caso especialmente revelador, de su
sueño, y produjo la asociación espontáneamente, sin haber sido consultada sobre ello.
«En realidad», comentó, «el día anterior estaba en el odontólogo y mientras
intercambiábamos chismes, me encontré, para mi sorpresa, evaluando las posibilidades
de instalar en su instrumental algún dispositivo de escuchas.»
Es posible ver aquí en directo a una víctima de una forma del terror en proceso,
indefinida y aún no completamente concebida. El terror que no puede sostenerse como
una continua vigilancia sobre millones de personas, genera la incertidumbre sobre
cuánta vigilancia sería posible. Nuestra ama de casa no creía que hubieran implantado
un micrófono, no obstante sorprenderse a sí misma pensando durante el día que ello no
52
«Big Brother» [Gran Hermano] es el nombre del dictador en la novela de George Orwell, 1984.
era del todo imposible, y soñando esa misma noche que se sabe «todo lo que cada uno
de nosotros pensó o dijo en su círculo de confianza». ¿Puede el sueño ser efecto de un
régimen totalitario? El Tercer Reich no podía implantar dispositivos de seguridad en el
interior de cada vivienda, pero sí podía sacar provecho implantando el temor en la
interioridad de cada sujeto, logrando así que cada uno se aterrorice por su cuenta.
Teniendo en cuenta que cada ciudadano imaginaba al terror más sistemático de lo que
en realidad era, operaba sin darse cuenta como colaborador del terror sistemático. El
«sueño de la estufa de azulejos que habla» es, a su manera, una forma de
desvanecimiento de los límites entre víctima y victimario. En cualquier caso, evidencia
la posibilidad sin límites de la manipulación de los seres humanos.
Luego de la historia de la estufa, un idilio que parece extraído de un libro de
lectura, encontramos la historia de otra ama de casa, cuya lámpara de la mesa de luz se
vuelve traidora porque en lugar de iluminar saca a la luz, con la potencia de un altavoz,
lo que ella había dicho en su cama:

«Esta lámpara habla como un oficial, con voz ronca. Mi primer pensamiento es apagar la
lámpara y permanecer a salvo en la oscuridad. Pero luego me digo: “Eso no sirve de
nada.” En cambio, elijo tomar por asalto el libro sobre los sueños que posee mi amiga y
consultarlo bajo la lámpara. “Lámpara” sólo significa “enfermedad grave”. Me siento
aliviada por un instante pero luego se me ocurre que la gente hoy en día, por si acaso,
utiliza “enfermedad” como palabra clave para referirse a una detención. Me siento
nuevamente desolada, la incesante voz ronca me quiere extraditar, aunque no haya nadie
ahí para detenerme.»

Un verdulero sueña algo similar, pero con el almohadón que, por precaución,
cubría el teléfono cuando la familia se sentaba por las tardes plácidamente a conversar.
La placidez se convierte en horror cuando el almohadón bordado en punto cruz que le
había dado su madre y que conservaba como un recuerdo sentimental, dispuesto en su
butaca (a la que él llamaba su «trono doméstico»), comenzó a utilizar las
conversaciones familiares (que iban desde los precios de las verduras del almuerzo
hasta ciertas frases ingeniosas tales como “El gordo [Göring] va a seguir y seguir
engordando”) para testificar incesantemente en su contra. Este pequeño hombre, como
el ama de casa frente a su estufa, tampoco podía creer lo que le estaba sucediendo.
Escuché muchos sueños semejantes sobre objetos siniestros en el hogar, como
por ejemplo un espejo, un escritorio, un reloj del escritorio o un huevo de pascua. En
cada uno de estos casos sólo se recordaba el hecho concreto del objeto delator y no el
sueño completo. El número de sueños de este tipo asciende cuando se toma
conocimiento de la radicalización de los métodos del régimen. Pero incluso en mis
ejemplos, el ama de casa y el verdulero no sueñan con el puño golpeador del Big
Brother sino con una oreja que escucha, y ciertamente son ellos mismos los que se
censuran, tiranizan y aterrorizan durante el día, caso contrario difícilmente hubiesen
podido crear en sueños esta nueva tiranía doméstica. Dichos ejemplos no sólo ilustran
los métodos invisibles para hacer callar a millones de amas de casa y verduleros, sino
también las oscuras formas del «consentimiento». Muestran de qué manera el temor
ciego ante el cazador los compele a empezar el juego que consiste en cazarse a sí
mismos, como si a sus espaldas estuviesen las trampas a las que deberán dirigirse,
ayudar a implantar y dejar que se cierren.
Una joven señorita soñó una especie grotesca de esta clase de sueños:
«Sueño que en el medio de la noche me despierto y veo cómo los dos angelitos que tengo
colgados sobre la cama ya no miran hacia arriba sino que me observan de modo
penetrante. Me sobresalto y me escondo debajo de la cama.»

Este sueño de la jovencita que acaba de llegar a mis manos (sobre cuya cama
cuelgan esos angelitos que seguramente son una reproducción popular de los querubines
de la «Madona Sixtina»53) sólo a primera vista parece poco relevante. Ella no advierte
lo que por otro lado es evidente, y es que los ángeles que cuelgan sobre su cama y que
supuestamente velan por su sueño, en realidad la vigilan. Se desliza debajo de la cama
como si hubiese leído en Orwell que no es posible saber si uno está siendo observado o
no en un momento determinado.
Un giro más de la rueda y las medidas precautorias practicadas en el día, los
disfraces y máscaras del principio de camuflaje (también utilizados por el arte
moderno), las grotescas leyes privadas según las cuales todo el mundo vivía para eludir
las leyes públicas, existentes o imaginarias, se vuelven autónomas en el sueño.
Una señorita de alrededor de 25 años, excelente bibliotecaria, soñó:

«Quiero visitar a un conocido, a quien llamamos “Klein”, y descubro en la calle que he


olvidado su dirección exacta. Me dirijo a una cabina telefónica para consultar la guía,
aunque por precaución lo busco con otro nombre, “Gross”»54 A lo que espontáneamente
agrega (considerando que su profesión consiste en la búsqueda de información
bibliográfica): “No tiene sentido”»

Que la finalidad del acto sea abolirse a sí mismo es literalmente una locura. Pero
es evidente que el interior de la locura funciona un poco a la manera de l’absurde pour
l’absurde55. Otro ejemplo de ello es el que sigue:

«Cuento un chiste prohibido, pero por precaución lo cuento mal, de este modo ya no tiene
sentido.»

El mismo hombre que tuvo este sueño, soñó con ciegos y sordos a quienes
enviaba a mirar y a escuchar cosas prohibidas para poder probar en todo momento que
ellos no habían visto ni oído nada. No obstante, desconoce cualquier detalle acerca del
género grotesco.
Una sombrerera tuvo en 1933 el sueño más representativo de esta clase:

«Sueño que en el sueño hablo ruso como medida de precaución ante la posibilidad de
decir algo en contra del Estado (en realidad no sé hablar ruso y tampoco hablo mientras
duermo). Esto lo hago para que yo misma no logre entenderme, ni lo pueda hacer el
resto. Luego sucede que eso también está prohibido por lo que yo misma debo
denunciarme.»

Dice la Biblia: «Ahora, pues, descendamos y confundamos allí su lengua, para


que ninguno entienda el habla de su compañero»»56. Esto lo utilizó la Inquisición para

53
Pintura de Rafael realizada durante los años 1512/1513, actualmente en la Gemäldegalerie de Dresden,
Alemania. La dirección de la mirada de los ángeles ha sido siempre tema de discusión en la historia del
arte.
54
En alemán, «klein» significa «pequeño» y es antónimo de «gross», que significa «grande» (N. de los
T.).
55
En francés en el original [N. de los T.]. En consonancia a la frase «l’art pour l’art» [el arte por el arte].
Esta variante apareció también en la literatura francesa del siglo XIX.
56
Cf. Santa Biblia con reflexiones de Lutero, Génesis 11, 7.
perseguir a aquellos que en sueños «se expresaran a favor de la herejía»57. La
sombrerera no tenía presente ni conocía nada de esto. Pero con el sueño se anticipó a lo
que fueron los acontecimientos de Auschwitz, que son ahora conocidos, donde lo
imposible se hizo realidad. Una mujer que estaba presa, había sido empleada como
secretaria. Le pregunta a su compañera de cuarto, llena de angustia, si en sueños
hablaba de lo que experimentaba durante el día, ya que, según le cuenta: «Hemos sido
conminadas a no decir ninguna palabra, ni siquiera hacer alguna mímica sobre lo que
sabemos del departamento político, a riesgo de convertirnos en traidoras». (Citado en el
Welt58).
Por la misma época, un joven soñó lo siguiente:

«Como está prohibido soñar, sueño sólo con rectángulos, triángulos y octógonos que
parecen pastelitos de navidad.»

Este sueño es el de una persona que ha decidido, por precaución, soñar con cosas
abstractas.

57
«Si alguien se expresara en sueño como un hereje, eso es motivo suficiente para que la Inquisición
investigue la conducta de la vida de esa persona. Pues en el sueño aparece lo que a uno lo ocupó durante
el día.»[Traducción nuestra] Cf. Caesar Carena, Tractatus de Officio sanctissimae Inquisitionis (Lyon:
Anisson, 1659), 322.
58
Referencia sin determinar. Quizás Beradt haga referencia a un relato judicial publicado en el periódico
Die Welt.
Capítulo 5

El no-héroe
o
«Y no digo ni una palabra»

No soy injusto, pero tampoco soy valiente


Hoy me enseñaron el mundo tal cual es,
Yo sólo veía el dedo, que estaba ensangrentado…59

Bertold Brecht

Al que osa en la calle deprimir


En un santiamén se va a suprimir
Al que ha de deprimir con ademán
Duramente se le ha de castigar
(Creado en sueños a partir del verso
de Heinrich Heine:
Al que osa en la calle razonar
En un santiamén se va a fusilar
Al que ha de razonar con ademán
Duramente se le ha de castigar)60

59
[Traducción nuestra] [Cf. trad. cast.: Balada del consentimiento a este mundo, trad. de Jorge Hacker
(Barcelona: Los libros del zorro rojo, 2014)].
60
Con el objetivo de que se haga evidente la homonimia que da origen al sueño, transcribimos a
continuación el epígrafe en alemán: «Wer auf der Straße deprimiert,/Wird unverzüglich dezimiert;/Das
Deprimieren durch Gebärden/Soll gleichfalls hart bestrafet werden». Creado en sueños a partir de los
versos de Heine: «Wer auf der Straße räsoniert,/Wird unverzüglich füsiliert;/Das Räsonieren durch
Gebärden/Soll gleichfalls hart bestrafet werden.» El poema de Heine, escrito en 1854, se titula
«Erinnerung aus Krähwinkels Schreckenstagen» [Memorias de los días terribles en un pueblo de
porquería].«Krähwinkel» (composición entre «Krähe», corneja, y «Winkel», rincón) es un neologismo
inventado por Jean Paul en una sátira titulada «El secreto lamento de los hombres de hoy en día»[1801] y
alude de modo humorístico a las pequeñas ciudades pequeño-burguesas, conservadoras y satisfechas de sí
mismas. Agradecemos estas referencias y la traducción de los versos de Heine a Federico Rodríguez[N.
de los T.]
En El sueño, una vida, se le aconseja en sueños al héroe de Grillparzer61 que deje
de cargar con la culpa. Existe también un ejemplo amable, de la misma época de la que
datan nuestros testimonios oníricos, de alguien que deja a sus sueños comandar su
existencia real: se trata del pintor George Grosz, a quien un amigo se le apareció en
sueños y le aconsejó imperiosamente que se ponga a salvo en América. Grosz aceptó el
consejo, y más tarde dirá que un poder providencial había querido ponerlo a salvo de la
destrucción62.
Por el contrario, cuando al absurdo mundo de los sueños con sus espectrales
desarrollos, bastidores y accesorios, la persona no ingresa de manera sufrida sino con un
rol activo, ya no resulta accesible a los consejos y deja de ser un ejemplo amable.
Anteriormente hemos encontrado al héroe onírico en un papel secundario, pero
para alcanzar una visión de conjunto debemos ahora incluirlo en una nueva categoría.
Se trata de un héroe que no sólo debe hacer algo con el mundo circundante invadido
nolens volens por el Régimen, sino que debe tramitar su propio rol en el juego y
mantenerlo por su propia cuenta hasta el absurdo, hasta su propia despersonalización.
Por esto se desprecia y se maldice, echando sal sobre sus propias heridas, pero
fundamentalmente se burla de sí mismo. Con afilada incisión recorta a tal punto su
propio retrato que lo único que queda es su caricatura. Trata también de elaborar
coartadas y una inocencia paradojal, soñando con un presente decodificado al que no
oculta bajo símbolos de difícil interpretación, sino que solamente confina a una
nocturna oscuridad, bajo aquella luz oblicua que pone en evidencia tanto el ridículo
como el horror. Lo que la literatura moderna aún no ha podido mostrar, esto es, al héroe
negativo, absurdo y cómico-macabro, al no-héroe que no construye ni destruye, sino
que sólo realiza no-acciones, podría llegar a encontrar aquí una de sus fuentes. En
nuestro contexto, resulta esencial el hecho de que lo que en la vida diurna aparece bajo
la forma de complicadas reacciones y motivaciones de la conciencia humana, se
descubre aquí a partir de sencillas figuraciones. Por lo demás, tal forcejeo del ser
humano con su conciencia es una situación de base que las corrientes psicológicas
dedicadas al sueño también consideran como un dato incuestionable.
En los sueños que se presentan a continuación, el mundo del Tercer Reich se
expresa sólo como trasfondo. En primer plano aparece el hombre, «no injusto, pero
tampoco valiente», a quien se le ha mostrado «el hoy» con su exigencia totalitaria,
incluso en el marco de su conciencia.
En 1935, un obrero de la construcción de 38 años sueña lo siguiente:

«Estoy en el correo frente al mostrador. Detrás mío hay una larga fila de gente. No me
venden estampillas porque no se venden estampillas a nadie que esté en contra del
sistema. Encima de eso llega un inglés que no se coloca detrás sino que va directamente

61
«Der Traum ein Leben. Dramatisches Märchen»[1840]. Se había estrenado en 1834 en el Burgtheater de
Viena.
62
En el capítulo XIV de su autobiografía («Cambio de aires»), Grosz transcribe con sumo detalle su
extenso sueño. Aquí transcribimos la última parte del mismo:«¿Y qué es eso? Aquél hombre barbudo de
allí, Dios mío, es el colmo ¡es él quien me está tirando los trozos de carbón! No lo puedo creer, ¿de dónde
los sacará? Llegan trazando una amplia curva, como si el hombre los arrojara con un tirachinas, y encima
se ríe y se parece a Lenin. A lo mejor es Eduard Fuchs, a quien llamábamos “el costumbrista”, el experto
en Daumier (“sabe usted, ese Daumier, pues qué le digo, ese Daumier, jejé, empezaba siempre por la
nariz, jajá, jejé, por la nariz es por donde empezaba…”). Me dan ganas de gritarle: -Escucha-le quiero
decir, -escucha, Eduard, déjate de tonterías, no me tires trozos de carbón-, pero en ese momento cambian
los rasgos faciales de Eduard y ya no es el Costumbrista sino Kurt Birr, y Kurt me grita en voz alta y con
toda claridad, aún me parece oírlo: -¿Por qué no te largas a América?» Cf. George Grosz, Un sí menor y
un NO mayor, trad. de Helga Pawlowsky. (Madrid: Anaya & Mario Muchnik, 1991), 261.
al comienzo de la fila, se pone delante mío y le dice al hombre que está detrás del
mostrador lo que yo debí haberle dicho pero no tuve coraje para hacerlo: “Es genial como
tratan [56] a la gente en este país, voy a informar sobre esto en Inglaterra”.»

Al ser interrogado sobre su opinión acerca del sueño, dice: «Hago de mí un


hombre ridículo», una mención azarosa que por lo que parece no hace referencia a la
obra de Dostoievski «El sueño de un hombre ridículo»63. Este hombre tiene casi todas
las noches, con algunas variaciones, el mismo sueño (al menos eso es lo que él cree),
descubriendo cada vez nuevos detalles de la absurda situación, y haciéndola cada vez
más absurda. Algunas veces sólo se le vendían estampillas a los miembros de las
organizaciones del Partido; otras veces, sólo los partidarios del régimen tenían derecho
a escribir cartas. En cualquier caso, de ello deriva el mismo resultado, a saber, que es
siempre otro, en la mayoría de los casos un extranjero, el que expresa su opinión frente
a un funcionario de la agencia de impuestos o de la aseguradora médica que ostenta el
uniforme hitleriano. A veces el adversario es sencillamente «el hombre tras el
mostrador» en el cine o en el estadio de fútbol, o en cualquier lugar donde se niegue la
entrada a los que no tengan los papeles requeridos. Pero siempre es el soñante, que tiene
«detrás de sí una larga fila de gente», el que está primero frente al adversario, por lo que
a él le correspondería abrir la boca. Le mortificaba especialmente que entre aquellos que
lo sustituían en la tarea de expresar su opinión hubiera incluso mujeres. Su caricatura se
vuelve más caricaturesca aún al revelarse el sexo débil más fuerte que él mismo, el
plomero de anchas espaldas.
Esta escena onírica a la que este hombre se enfrenta podría llegar a bosquejar, tal
y como se presenta, una caricatura política: delante del mostrador, la larga fila de gente
sin boca; detrás del mostrador, gorros y cuellos uniformados con grandes bocas. Este
soñante, cuya aguda mirada copió y plasmó satíricamente el nuevo rol representado por
el hombre en la vida cotidiana, bien podría ir a parar al escenario de un cabaret político.
Pero aparte de eso, con sus velos que al mismo tiempo son brutales desvelamientos,
aborda cuestiones fundamentales. Mediante la imagen de la fila muda ante cada uno de
los mostradores de la vida pública, revela que las condiciones de posibilidad para tomar
decisiones de manera consciente casi no existen. Por lo demás, sus sueños encierran una
certera alegoría de la destrucción de la pluralidad en el Estado totalitario con la
prohibición de comprar estampillas o de escribir cartas, es decir, de comunicarse con
otros.
Un empleado de oficina de 36 años, antiguo miembro de la Reichsbanner (una
organización de defensa republicana), sueña en numerosas ocasiones con parodias de sí
mismo, casi análogas tanto a los dichos populares como a los chistes reveladores de esa
época:

«Sueño que me siento solemnemente frente a mi escritorio ya que finalmente me he


decidido a hacer una denuncia en contra del régimen imperante. Pongo en un sobre una
hoja en blanco, sin una sola palabra escrita, y me siento orgulloso de haber hecho la
denuncia, pero al mismo tiempo estoy profundamente avergonzado. Llamo nuevamente a
la Jefatura de Policía para hacer la denuncia y no digo ni una palabra.»

63
Cf. Fiodor Dostoievski «Sueño de un hombre ridículo» en Diario de un escritor, Cap. II, Obras
Completas,Tomo III, trad. de Cansino Assens (Aguilar: Madrid, 1953 ), 1229-1243.
Cómo no recordar la frase de Karl Valentin “Yo no digo nada de nada, ¡pero
deberíamos tener permiso para decir!”64. Más allá de eso, nuevamente, ¡qué imagen
sugestiva la del silencio general y la de la atrofia de la voluntad resultante del
compromiso duradero! Cuando al final uno toma la decisión de manera solemne, ya no
sirve de nada.
El empleado de la oficina vuelve a soñar lo que sigue:

«Göring inspecciona mi oficina y me hace un gesto de satisfacción, lo que por desgracia


me regocija enormemente. No obstante, pienso para mis adentros: “Gordo chancho”.»

Al disfrutar con vergüenza del elogio de Göring, en cuya figura cómica piensa
(dicho sea de paso, es el mismo medio utilizado por el empresario que puede
mantenerse en pie ante Goebbels a condición de fijar la mirada en sus pies zambos),
nuestro héroe se hunde mucho más profundamente.
No obstante, este héroe que se avergüenza y regocija de sus actos, este héroe con
dos almas en su cuerpo, una que dice no y otra que dice sí al mundo circundante, no es
un caso aislado. El próximo sueño describe de manera muy precisa los complejos
sentimientos de estos tipos tironeados de acá para allá, que resultan un producto
inevitable de las circunstancias.
En 1934, un oftalmólogo de 45 años sueña lo siguiente:

«Los agentes de la SA instalan alambre de púas en las ventanas del hospital. Me había
jurado que no iba a permitir la instalación del alambre de púas cuando llegaran a mi
servicio. Sin embargo, los dejo hacer cuando rompen los vidrios y con alambre de púas
convierten una sala de hospital en un campo de concentración, por lo que termino siendo
la caricatura de un médico. Encima, de todas formas me despiden. Pero me convocan
nuevamente para curar a Hitler ya que soy el único en el mundo capaz de hacerlo.
Avergonzado de mi orgullo, me pongo a llorar.»

El médico se despierta en medio de la noche destrozado como a menudo sucede


cuando lloramos en sueños, y reflexiona sobre lo que soñó. Encuentra un motivo
preciso, que nuevamente resulta muy revelador del panorama general. El día anterior,
uno de sus ayudantes había ido a trabajar a la clínica con el uniforme de la SA y él, a
pesar de su indignación, no había protestado. Luego, se vuelve a dormir y sueña:

«Estoy en un campo de concentración, pero los prisioneros están muy bien, se celebran
banquetes, hay obras de teatro. Mientras pienso que es muy exagerado lo que se escucha
decir acerca de los campos, me miro en un espejo y veo que llevo puesto el uniforme de
un médico del campo, con botas altas que brillan como diamantes. Me apoyo en el
alambre de púas y me pongo nuevamente a llorar.»

Este oftalmólogo se aplica a sí mismo la palabra caricatura, y eso es lo que es,


una caricatura bosquejada en su interior con un agudo y frío trazo en sus esfuerzos por
reunir lo incompatible. En el primer sueño, percibe el peligro de permanecer en silencio,
el vínculo entre la no-acción y el crimen. En el segundo sueño, bajo la consigna «Todo
es mentira», se vuelve cómplice de las fuerzas que odia. Si bien es cierto que su imagen
en el espejo contradice la imagen que desearía tener de sí mismo, las relucientes botas
altas son muy seductoras. En ambos sueños, se siente completamente avergonzado por
colocarse en una categoría a la que no quiere pertenecer, y al mismo tiempo se siente

64
Karl Valentin, I sag gar nix. Dös wird man doch noch sagen dürfen!: Politische Sketche (Munich: Piper,
1994).
orgulloso de cumplir su deseo de pertenencia (más tarde trataremos este asunto con
detenimiento).
A propósito de la expresión «alambre de púas» [Stacheldraht], que en ambos
sueños juega un rol tan preponderante, el médico había dicho que en el primer sueño le
había dado vueltas de manera compulsiva. Primero surgió la palabra «Krachelsaat»,
luego «Drachelstaat» pero, a pesar de las desintegraciones de palabras al estilo
joyceano65, no surgió «Drachensaat»66, que según su opinión podría haberse referido o
haber demostrado cuáles eran las peligrosas consecuencias del alambre de púas o de los
fragmentos de vidrio para alguien con problemas visuales.
Es sabido que la historia de la SA y los vidrios rotos sucede varios años más
tarde, en la «Noche de los cristales rotos» de 1938, pero en un caso específico se
desarrolla con ciertos detalles que parecen extraídos del sueño del oftalmólogo. Cuando
los agentes de la SA rompen las vidrieras de todos los negocios judíos, también rompen
los vidrios de una pequeña tienda al oeste de Berlín que pertenecía a un ciego, a quien
sacan de la cama y obligan a correr en pijama sobre los fragmentos. Aquí nuevamente
se demuestra que estos sueños se mantienen en el cuadro de lo posible, o más bien de lo
imposible que, precisamente, está en vías de convertirse en realidad.

65
Como, por ejemplo, en Finnegans Wake [1939] de James Joyce. [Cf. trad. cast.: Finnegans Wake, trad.
de Marcelo Zabaloy (Buenos Aires: El cuenco de plata, 2016).
66
Literalmente «semen de dragón», lo que siembra la discordia o es la causa de otros males.
Capítulo 6

El coro
o
«Aquí no hay nada que hacer»

He visto al asesino y he visto a las víctimas.


Y sólo coraje, y nada de compasión…67

Bertolt Brecht

Si, pero esa es la angustia secundaria.


La verdadera angustia es la angustia frente al origen de
la aparición. Y esa angustia queda.68

Franz Kafka

67
[Traducción nuestra]. [Cf. Brecht, Balada del consentimiento a este mundo, 28].
68
[Traducción nuestra]. [Cf. trad. cast.: Franz Kafka, F. «Ser desdichado», en Obras Completas, Tomo I,
trad. de Juan José del Solar B. (Madrid: Aguilar, 2004), 571 y ss.
El médico que en sueños le daba vueltas al dragón de alambre de púas no había
hecho nada, sino que, para su tormento, precisamente había omitido hacer algo. Es
similar al caso de una secretaria de alrededor de 30 años que tampoco había hecho nada,
pero a la que efectivamente le sucedió algo bien concreto, era fruto de un matrimonio
mixto. Su padre cristiano había muerto y vivía junto a su amada madre judía. Durante el
invierno de los años 1936/37, debido a que la promulgación de las leyes raciales agravó
las circunstancias, tuvo una serie de sueños cortos muy diferentes entre sí pero con el
mismo contenido: distanciarse de la madre o perderla. Esta legislación no sólo condenó
su procedencia mixta, sino que también generó en su interior, en lugar de indignación
hacia el Legislador, una mezcla de sentimientos en contra de la persona más cercana a
ella, a la que nunca abandonaría. A pesar de que esto la había horrorizado no lo negó,
incluso se lo contó a su médico una vez que lo fue a ver por una bronquitis.
El primer sueño de la mestiza dice así:

«Viajo con mi madre a las montañas. “Pronto vamos a tener que venir todos a vivir a las
montañas” [por aquel entonces las deportaciones todavía no eran corrientes]. “Hazlo tú”,
respondí, “pero yo no”. La odio y me desprecio.»

El segundo sueño:

«Estoy sentada junto a mi madre debajo de un letrero que dice “Fuera parásitos”. Le
quiero dar una alegría mientras bebe su chocolatada, pero sin embargo sufro
desmesuradamente y la odio.» [Por ese tiempo todavía no colgaban en los restaurantes los
letreros de «Judíos indeseables», pero en el fondo la soñante conocía perfectamente el
problema de los «enemigos objetivos» y de los «indeseables» en el interior de los grupos,
anticipando los detalles de los métodos que serían utilizados para combatirlos.]

El tercer sueño:

«Debo tomar un avión con mi madre. Corremos como locas. Ella no da más. La cargo en
mis espaldas y prosigo. Padezco la carga hasta el límite de lo indecible. Luego de un
lapso prolongado de tiempo me doy cuenta de que llevo a cuestas un cadáver. Una
espantosa sensación de alivio me domina.»
El cuarto sueño:

«Sueño que tengo un hijo con un ario y que su madre me lo quiere quitar porque no soy
puramente aria. Grito: “Desde que mi madre está muerta ya ninguno de ustedes puede
quitarme nada”.»

Hablar aquí (como probablemente algunos lleguen a hacerlo) de un odio latente


y reprimido de la hija hacia la madre, como así también de la aceptación de un deseo de
muerte que sólo hubiera buscado formas actuales para expresarse, sería inadecuado, de
cara a la división real de la existencia en los estados despóticos a la que la soñante ha
sido constreñida por la política. En palabras de Karl Jaspers, esto significaría «el
sinsentido existencial de la interpretación de los sueños» como así también «la
tendencia a degradar a la especie humana.»69 Ya sea que consideremos a estos cuatro
sueños desde el punto de vista de la política o meramente desde el aspecto de las
relaciones humanas, nos muestran una perspectiva que antes no teníamos, esto es, hasta
qué íntimos extremos nos puede llevar la intromisión de lo público en lo privado y de

69
Esta formulación se encuentra en los escritos de Karl Jaspers, a pesar de no haber sido encontrada en
ningún sitio, agradezco a Kristen Graupner, colega de Berlín, por su profunda investigación.
qué manera puede reaccionar el hombre en las regiones oscuras de su fuero interno
cuando, empezando por arriba, se hace difícil amar al prójimo y menos aún vivir con él.
En 1935, bajo la presión de las leyes raciales y ante la insistencia de su familia,
una estudiante de 21 años había hecho efectivamente algo: abandonó a su novio, un
abogado judío. Con motivo de ello, tuvo un sueño que podría considerarse un ejemplo
del caso «ciencia vs. conciencia». A la noche anotó el sueño por motu proprio a fin de
no olvidar sus detalles, cosa para nada desestimable. Dice así:

«El salón de la clase es muy muy grande, al estilo de un auditorio. En el último banco del
rincón izquierdo, estoy yo. Ante nosotros, elevado sobre un estrado, se encuentra el
director del colegio que condensa los rasgos de mi antiguo director de colegio y los de
Hitler, y a quien también llamamos Dictor70. Es la hora de la lección sobre las razas.
Al lado del Dictor, pero debajo del estrado, con su rostro ante la clase, se encontraba Paul
(así se llamaba mi novio) de pie, expuesto como un espécimen. El Dictor se dirige hacia
su rostro con un puntero, como si fuese un mapa. Ante su pregunta de qué rasgos son
particularmente inferiores en su rostro, responde, en mi lugar, un viejo e insignificante
hombre que estaba a mi lado: «Pero el Doctor parece ser un hombre muy honrado» (la
expresión típica que suele escucharse, y que busca con buena intención consolar a gente
como nosotros). Se oyen ligeros murmullos que denotan el acuerdo de la clase. El rostro
del Dictor se vuelve sarcástico, y dice (vaya imitación de la ironía profesoral que soñé
aquí): “Bueno, bueno, este Doctor supuestamente honrado me ha expresado
recientemente su molestia acerca de la anexión de Austria.”
Me doy cuenta de que debo llamarme a la acción si quiero poner a salvo a Paul, quien con
el rostro pálido y conmovedor estaba al lado del Dictor. Doy un salto sobre los bancos
que estaban delante mío, de manera tal que quedo de pie en medio de la clase y exclamo:
“Generalmente no digo nada y me quedo callada (es la típica frase que se dice cuando se
quiere contradecir a alguien, pero ¿por qué dije eso en ese momento?), pero eso no es
verdad, no es verdad.”
Calculo que va a haber murmullos de aprobación aún más fuertes que antes, pero entre
los bancos reina un silencio frío. Sólo rostros mudos e inexpresivos. El Dictor se ríe con
un sarcasmo frío. Me aproximo unos pasos más al estrado y exclamo: “Cada uno por
separado me confesó su opinión de que Paul es tratado injustamente y que es un hombre
honrado”. En contra de mi voluntad y a pesar de no querer criticar, agrego “tampoco son
todos héroes los aquí presentes en su clase.”
A continuación, aparece un rasgo de reflexión y de humanidad en el rostro del Dictor allí
arriba. Sólo dura unos segundos, luego vuelve a su frialdad. La situación de Paul y la mía
se torna peligrosa, soy plenamente consciente de ello por la cara burlona del Dictor arriba
del estrado, el rostro pálido de Paul abajo y la mudez de la clase como telón de fondo.
Junto al rostro pálido y conmovedor, una luz azul se enciende del lado de afuera de la
ventana. Se derrama lentamente a través de la ventana, se dirige a él y lo cubre. Flota
sobre el Dictor y su clase, se dirige a mí y también me cubre. Luego, la clase recobra el
habla. “Es un milagro” murmuran, “es un milagro”, repiten. El Dictor parece estar
inseguro.
Por un momento también creo que se trata de un milagro.
Mi amiga Eva me susurra al oído con su voz aguda “aquí no hay nada que hacer, esto va
a durar solo un instante, y la luz se va a apagar. Es sólo la tía graciosa que siempre nos
invita a tomar el café de esta manera”. En realidad, la empleada de la casa había
encendido la luz del otro lado de la puerta de vidrio y me había despertado.»

¿Qué hay aquí ante nosotros, en esta crítica sin indulgencia que se hace a sí
misma alguien a quien el orden estatal no solo le arruinó la esfera general de su vida
sino su propia experiencia privada, y que a pesar de ser consciente de lo que pasaba, fue

70
En alemán, se utiliza el neologismo «Diktierer» [N. de los T].
obligada a un determinado comportamiento? Cuando la estudiante traslada su sueño a
una enorme aula escolar, no es con fines encubridores (en las clases escolares
efectivamente existían las lecciones raciales con demostraciones a partir de especímenes
vivos), sino que, como lo hacen otros soñantes, al narrar sus propias historias dolorosas
durante la noche, incluye la esfera pública de la que también forma parte. Estas historias
con su mezcla de titubeo y acción, de vergüenza y conmoción interna, contienen todo lo
que nosotros hemos encontrado bajo el epíteto de «no- héroes», e incluso algunas cosas
más. La estudiante, a pesar de que intentaba hacer algo, parecía representarse en sueños
lo que ella no había hecho y lo que ella no era. En efecto, su resistencia comienza con:
«Generalmente no digo nada», pero el hombre sentado a su lado, a pesar de parecer
«viejo e insignificante» era más valiente que ella. Lo escoge a él para que diga lo que
ella quería decir, algo que ya nos es familiar por sueños anteriores, como lo es también
el comportamiento de la multitud con rostros mudos e inexpresivos. La soñante teje en
sus sueños tanto la resistencia frente al avance de la autoridad, haciendo que retroceda,
como «ese humo azul71 con el que logra una sensación de comodidad que dura hasta
que el director del coro alza el argumento fundamental: «Aquí no hay nada que hacer».
La misma estudiante tuvo en esa época un sueño que va más allá del
«generalmente no digo nada», en el que instintivamente utiliza el argumento del
adversario:

«Mi amigo quiere invitar a su aprendiz a trabajar nuevamente en la oficina a pesar de las
leyes raciales. Fuimos en auto hasta el campo, creo que hasta Caputh. Soñé todo esto en
colores. Los pinos eran grises. Permanecí sentada en el auto. Incluso el pequeño DKW72
de Paul, que realmente era negro, parecía sucio y gris. Paul se acercó a la casa donde
vivía su aprendiz. La madre de este, junto a otras dos mujeres, estaban sentadas afuera de
la casa. Esperaba ver su sonrisa complaciente y gentil (como una vez sucedió
efectivamente cuando pasamos por su pequeña casa durante un viaje). Pero en lugar de
eso comenzó a gritar, parecía como si ella y las otras mujeres quisieran pegarle a Paul. Yo
quiero saltar del auto para protegerlo, para evitar lo peor, pero en lugar de eso me escucho
gritar, lo que ellos, los nazis, consideraron como beneficio bajo las leyes raciales : “Él fue
a la guerra con 18 años -su padre perdió la vida en la guerra- todos sus hermanos
estuvieron en la guerra”, mientras huimos lentamente. Una vergonzosa escena imposible
de borrar o de deshacer.»

Después de este, la estudiante repitió el siguiente sueño durante meses:

«Mi amigo va a ser atacado. No lo ayudo. Luego, es llevado en una parihuela y tiene el
mismo “rostro pálido y conmovedor” que el de la lección sobre las diferentes razas. Pero
su cuerpo es un esqueleto: donde estaba el cuello cuelga un sangriento pedazo de carne.»
Una de las veces digo, consolándome a mí misma: «Pero esto no es otra cosa que
propaganda, no es más que un viejo afiche anti hitleriano». (En efecto, en 1932 se exhibió
un afiche con un esqueleto en contra de Hitler73).

Los sueños de la estudiante constituyen un buen ejemplo del proceso de


inversión en el terreno de la propaganda. Este proceso puede ser visto ya en el sueño del
médico que se engaña a sí mismo con obras de teatro y cenas que tienen lugar en el

71
En alemán, la expresión «blauen Dunst»[humo azul] significa engañar, burlar o tergiversar algo; darle a
alguien ideas o esperanzas falsas y tiene su origen en los actos de los magos, que disimulaban sus trucos
con una «cortina» de humo azul [N. de los T.]
72
Una marca de automóvil.
73
Disponible en: https//www.dhm.de/lemo/bestand/objekt/exponat-plakat-spd-193233.html
campo de concentración. La estudiante, como primer paso para «evitar lo peor»,
necesitó del argumento del enemigo y al final terminó concibiendo al horror como
contra-propaganda. A esta propaganda, que no estaba fundada moral ni legalmente, casi
nada le era imposible. Es sabido que podía crear los acontecimientos que necesitaba y
que podía también, como vimos en estas sucintas aproximaciones, intervenir en la
interioridad (que permite a cada persona orientarse) hasta difuminar los límites entre las
víctimas y los productores de la propaganda, convirtiendo la sugestión en autosugestión.
Capítulo 7

Las doctrinas se independizan


o
«Los morenos en el reino de los rubios»

Ya no se trata de que los ojos azules,


el cabello rubio y una altura de 1,70 metros
realmente garanticen cualidades superiores,
sino que con estos rasgos, como con cualquier
otro medio, se puede organizar a las personas
hasta [que] (...)ya nadie [tenga] la oportunidad de
reflexionar si estas diferencias tienen sentido o no lo tienen.
(...) Esta operación aparentemente pequeña,
en verdad decisiva, de tomar en serio las opiniones
ideológicas...74

Hannah Arendt

Porque un alma nórdica, un espíritu nórdico


y los rasgos de carácter nórdicos
solo pueden residir en un cuerpo nórdico.75

Heinrich Himmler

74
Cita completa: «Ya no se trata de que los ojos azules, el cabello rubio y una altura de 1,70 metros
realmente garanticen cualidades superiores, sino que con estos rasgos, como con cualquier otro medio, se
puede organizar a las personas y llevarlas a acciones específicas hasta lograr convertirlos realmente en
características que diferencian de modo determinante a los seres humanos, y nadie puede recordar
después si esto alguna vez fue cuestionable, y ya nadie tiene la oportunidad de reflexionar si estas
diferencias tienen sentido o no lo tienen. (...) Esta operación aparentemente pequeña, en verdad decisiva,
de tomar en serio las opiniones ideológicas, fue subestimada por los experimentados observadores de los
regímenes totalitarios, ya que parecía un acto de demagogia con el objetivo de obtener la aprobación
popular.» [Traducción nuestra] Cf. Arendt, Los orígenes del totalitarismo, 584 y 585; 547 [Véase supra
nota 19]
75
Frase inhallable en los discursos impresos de Himmler.
Cuando el reino imaginario de los sueños ya no es producido por las prácticas
del Tercer Reich sino por las teorías basadas en ficciones totales; cuando los sueños ya
no se originan en el terror, las prohibiciones o los pronunciamientos legales, es decir en
algo fáctico, sino en rocambolescas doctrinas, la totalidad de los testimonios oníricos
que resultan de ello se convierten en una parábola de la esquizofrenia de la realidad
totalitaria. Cuando por la noche la teoría de la supremacía racial de los rubios busca a
sus víctimas entre los morenos o entre aquellos que tienen una característica externa que
difiere de las reconocidas por el Estado, no se trata meramente de una prueba de la
eficacia de las repeticiones, como en el caso de los lemas propagandísticos que aparecen
en sueños, sino que constituye una parábola del carácter imaginario, ficticio y sintético
de la realidad totalitaria. (Un motivo cómico-macabro de humor negro per se que la
literatura ha dejado pasar, al menos hasta donde llega mi conocimiento).
Una muchacha de 22 años con una nariz fina pero fuertemente curvada que
domina su rostro, cree de pronto que todos la toman por judía. Narices y papeles,
papeles y narices comienzan a poblar sus sueños:

«En la oficina de Registro ario [que no existía bajo ese nombre y con el cual ella nunca
había tenido nada que ver] presento un certificado referente a mi abuela que había estado
durante meses tratando de conseguir. El funcionario, que parece una estatua de mármol
sentada detrás de un muro, levanta su brazo sobre el muro, toma el papel, lo rompe en
pedazos y quema los restos en una estufa empotrada en la pared: “Y ahora, ¿sigues siendo
aria pura?”»

Aquí la entrada a la ley no está vigilada por el guardián de Kafka76, que es


«amigable por naturaleza», sino por un funcionario semejante a una estatua de mármol
detrás del muro con estufa incorporada, que tutea77 a todo aquél que no tenga la abuela
correcta.
Luego de eso pero antes de las leyes raciales que, como dije, no tenía motivos
para temer, esta chica trabajó su tema de la nariz y los papeles en sueños largos y
épicos, dotándolos de detalles versátiles y elaborados, incluso de lo más realistas.
Únicamente el punto de partida del relato de su sueño era irreal, como en muchas
narraciones modernas.
Otro sueño de papeles:

«Tranquila excursión familiar. Mi madre y yo llevamos un paquete de pasteles y la


billetera con nuestros papeles de familia. De repente un grito: “¡Están viniendo!” Todos
en el bar del jardín al borde del Havel saben quiénes son los que vienen y cuál es nuestro
crimen. Fuga, fuga, fuga. Estoy buscando un escondite en lo alto. ¿Arriba de los árboles?
¿En un armario dentro del restaurante? De repente, estoy acostada bajo un montón de
cadáveres que no sé cómo llegaron hasta allí, al fin tengo un buen escondite. Pura
felicidad bajo el montón de cadáveres, mi cartera con los papeles debajo del brazo.»

La muchacha dijo que poco antes, profundamente impresionada, había leído una
descripción del levantamiento del Mahdi frente a Jartum en el que se aludía al «montón
de cadáveres». Sin embargo, inmediatamente surge la idea de que diez años más tarde,
con los exterminios en masa de la «Solución Final», las personas sin los documentos
correctos realmente debían esconderse bajo un montón de cadáveres.
Un sueño de narices grandes, anotado por la soñante durante la noche:

76
Kafka, «Ante la ley» en Obras Completas, 655.
77
El funcionario trata a la muchacha de “Tú” en lugar de tratarla de “Usted”, lo que en el contexto de la
soñante significaba un evidente maltrato[N. de los T.]
«En el Báltico, en un barco que flota en la marea, sin que nadie sepa hacia dónde se
dirige. [Se advierte que toma aquí, en formato kafkiano, dos expresiones literales.]
Adonde vaya, en donde me quede parada, llevo conmigo una gran carpeta de viaje con
mis papeles, dado que necesito demostrar que a pesar de mi nariz no soy judía. De
repente, los papeles desaparecen. Es lo más importante, grito, lo más importante que
tengo. Gritando, me doy cuenta de que me los han quitado, la gerencia del barco se los ha
llevado metódicamente. Comienzo a buscar pero lo hago en secreto, discretamente.
Alguien me susurra: “No tiene ningún sentido, no se puede hacer eso”. [De nuevo la
expresión recurrente en muchos sueños “No tiene ningún sentido ... no se puede”.] De
repente veo a mi perro sin vida, como una silueta espectral. Incluso a él, único remanente
del pasado donde estaba tranquila y tenía ganas de vivir [otra vez las ganas de vivir
impuestas], me lo han quitado. Gran escena de lágrimas: «lo tuve durante catorce años, lo
acaricié y cuidé durante catorce años» [en referencia a los discursos de Hitler: «Catorce
años de humillación»]. De nuevo, alguien me tranquiliza susurrando que debería cerrar la
boca: simplemente no hay que exponerse. Aquí me despierto por el pavor, me vuelvo a
dormir y continúo soñando que la atmósfera en el barco se vuelve cada vez más ominosa,
no me atrevo a sentarme en ningún sitio y me pregunto a cada paso: “¿Están en mi contra,
me miran de modo inquisidor?”
Estoy sola con un bello oficial rubio, que por eso pertenece a la clase correcta de hombre.
Avergonzado, viene hacia mí. Le pregunto sobre la desaparición de los papeles, se siente
aún más avergonzado: resulta que me tienen que fusilar. Le pido por favor que me deje
escapar. Él: “Imposible.” Desesperada, me pongo a flirtear, a besarlo. Él: “Lástima, labios
demasiado rojos.” De repente, me doy cuenta de que estoy en un barco danés. Decidimos
que yo tengo que nadar hasta la costa alemana, que quedó detrás nuestro. Eso quiere decir
que quiero regresar, a pesar de todo.
Salto al agua, me escondo en uno de los cobertizos de madera que están por todas partes
bajo el agua, veo desfilar a varios grupos de excursionistas de las Juventudes Hitlerianas,
¡cómo me gustaría ir de excursión con ellos!
En tierra firme. Con profunda felicidad reconozco los uniformes de la aduana alemana.
Estoy a salvo. Pero ahí veo cómo están desembarcando a mi familia. A mi madre,
también a mi abuela, también a mi tía. “El tío”, pregunto, “¿dónde está el tío?” “Lo han
fusilado, han fusilado a todos los de nariz sospechosa, les han disparado a todos los de
nariz sospechosa, solo los que están libres de sospecha se quedan en el barco”. Lloro y
grito: “¡Tío!”. Al mismo tiempo, veo al padre de un amigo de la infancia leyendo una
carta de despedida de su hijo. El hijo tenía una gran nariz.
Mientras tanto, cada vez desembarcan a más personas insospechadas, incluidas sus
pertenencias. También mi muda, mis ropas. Pero no mis papeles ni mi perro: “Bueno,
pienso, soy parte de los fusilados.” De repente, en el sueño, se me ocurre que tengo que
anotar el sueño.»

Este sueño podría titularse «Del vano intento de nadar a favor de la corriente».
En medio de la angustia y el deseo de huir, contenidos habituales en este tipo de casos,
el sueño incluye simultáneamente también, con las vestimentas de la época, deseos
explícitos y encubiertos como el de sentirse tironeado por diferentes grupos, el deseo de
pertenecer, el deseo de moverse con el Movimiento. Se trata de contenidos que más
adelante volveremos a encontrar en aquellos que nunca creyeron que iban a formar parte
de los «desembarcados» o «fusilados».
Estaba inclinada a considerar a esta muchacha y su delirio de la nariz, producto
tangible del racismo, como un caso aislado -lo que también sería interesante- hasta que
llegaron a mí toda una serie de sueños con el mismo tema. Esta nueva soñante era de un
tipo totalmente diferente: tenía 19 años, era muy bonita, pero su cabello, sus ojos,
especialmente su color de piel, se encontraban en fuerte contraste con el tipo rubio. La
niña con el cabello no aprobado por el Estado, al contrario de la niña con la nariz no
reconocida por el Estado, no tiene sueños tan escalofriantes, sino más bien breves
bocetos que podrían englobarse bajo el título «De la vida de un moreno en el reino de
los rubios» y que tienen como contenido la «inferioridad de la raza oscura». Por cierto,
los sueños de este tipo que tuve a disposición pertenecen exclusivamente a mujeres,
principalmente a mujeres jóvenes, que tal vez fueron más sensibles que los hombres a
las objeciones con respecto a su apariencia.
Primer fragmento del sueño de la morena:

«Entro a una tienda. Miro ansiosamente a la vendedora rubia y de ojos azules y no me


sale una sola palabra. Entonces noto, con un suspiro de alivio, que al menos tiene cejas
negras, y me atrevo a decir: “Quiero un par de medias”.»

Segundo fragmento:

«En una sociedad de puros rubios de ojos azules un niño de dos años que casi no sabe
hablar aún, abre su boca y me dice: “Pero usted no pertenece a ella”.»

Aquí puede observarse que la ideología del racismo, alimentada por el terror y la
propaganda, crea realmente ligeras burbujas en el cerebro78 de nuestra joven soñadora,
que construye un nuevo mundo cotidiano de rubios y lo puebla de bestias rubias
atenuadas por cejas oscuras y de bestias rubias bebés, como si supiera que sólo se
pueden detener las ideas cómico-delirantes, que son homicidas, con el antídoto de la
comedia y el delirio (como es el caso del humor negro actual, por ejemplo, que muestra
el efecto cómico-delirante de la bomba atómica).
En su tercer sueño, la soñante morena no solo elabora la superioridad de los
rubios, sino también la superioridad del grupo sobre el individuo:

«Estoy en un evento deportivo. Entre los espectadores se forman dos bandos, uno
conformado por los rubios de ojos celestes, el otro por los morenos, que son todos
extranjeros. [De nuevo, el extranjero aparece como la única oposición.] Los grupos
comienzan a insultarse, a empujarse, a golpearse. Los morenos marchan en orden cerrado.
Yo marcho un poco alejada de ellos, pero siguiendo el paso de la marcha [logra marchar
con ellos] y pienso: “Esta gente me parece muy asquerosa, pero cuando es necesario me
pongo bajo su protección como si fueran un paraguas. Me siento tironeada por dos
bandos, no pertenezco a ninguna parte.»

Sin embargo, ella desea tener una pertenencia, por lo que la mayoría de las veces
sueña con grupos. Su cuarto sueño:

«Sobre una mesa hay dos pasaportes que codicio fervientemente, puesto que me
permitirían escapar de todo esto. Los tomo pero los vuelvo a dejar luego de una lucha
interna. Me digo a mí misma: “No debo hacer nada que pueda repercutir en mi grupo, ya
que todos los morenos son castigados si uno de ellos hace algo prohibido”». [Tales
castigos grupales correspondían, como ha sido señalado, a los métodos frecuentemente
empleados en los campos de concentración.]

78
Quizás Beradt haga referencia aquí a la frase pronunciada por Don Carlos en la obra homónima de
Schiller, Acto II, Escena VIII: «Versos nada más. Con frecuencia se desprenden de mi cerebro estas
ligeras burbujas que se desvanecen del modo que se forman. No hablemos más de esto» [N. de los T.]
En el último sueño, el quinto, la morena compone, en términos grotescos, el
deseo de no soportar aisladamente sino colectivamente el destino de ser morena, con los
medios de expresión del clima colectivo, el coro:

«Sueño que ya no puedo hablar sola, únicamente puedo hacerlo a coro con mi grupo.»

«Mi anhelo sólo ve/ colores rubio y azul» cantaba treinta años antes Liliencron,
porque amaba a una muchacha rubia.79 Por lo visto, luego este canto fue tarareado por
miles y miles de personas, porque había solo un tipo racial. Si continuamos por esta vía,
el lector puede llegar a ver todo negro antes que rubio y azul, pero en este caso no le
podemos ahorrar la monótona repetición. La abundancia de conflictos estereotípicos
entre los «morenos» y los rubios muestra cómo la mitificación de un tipo, que no está
legalmente anclado ni forzado por el terror sino solo inofensivamente propagado,
conduce al tipo desviado -un adversario por naturaleza- a adaptarse y sentirse,
efectivamente, un ser en «inferioridad racial». La tiranía de la cosmovisión imperante
produce auto-tiranía entre las víctimas, como hemos visto en otro lugar (el caso de las
estufas y los almohadones delatores). Una muchacha, acostumbrada a escuchar desde
niña que tenía el cabello oscuro como un cuervo, tuvo primero este sueño:

«Domingo en el Tiergarten80. Paseantes rubios por todos lados. Escucho a uno que le dice
a su acompañante: “Emma no se lleva bien con sus inquilinos, le roban como –y aquí
experimento la más profunda vergüenza, lo va a decir- como oscuros cuervos”. Lo dijo
nomás.»

Segundo sueño:

«Fritz, cabello negro, ojos negros, se pelea a golpes con un rubio. Aunque sé que es una
imbecilidad porque está obligado a perder, aunque sé que me da pena, lo miro con alegría
y goce. Al menos intentó defender a los negros. Al final, está muerto. Sueño esto muy a
menudo, con pequeñas variaciones.»

Tercer sueño:

«Una muchacha rubia, aún medio niña, se dirige a mí en la calle y me pregunta si deseo
salir con ella por la noche. Sin palabras, dirijo mi mirada penetrante hacia la buena moza:
¿Será teñida? ¿No tiene sentimientos raciales? ¿Qué quiere realmente, qué propósito
persigue, cuáles son sus motivos ulteriores cuando se dirige a una persona negra? La
rubia responde, sin que yo le pregunte, “estará permitido invitar a alguien solo porque le
gustas”».

Este sueño contiene, además del memorable monólogo interior, el sorprendente


momento en que la joven soñadora «sabe» que el propio gusto inadaptado es el criterio
del individuo no adaptado. Deja que alguien más joven le enseñe que es una buena
razón el tratar con alguien «solo porque le gustas». Cuando se le preguntó qué pensaba
sobre el sueño, dio una respuesta igualmente sorprendente: «Mi amor propio ha

79
Se trata de un verso de la cuarta estrofa del poema de Detlev von Liliencron «Heimgang in der Frühe
[Regreso a casa por la mañana]» «¿Mi anhelo sólo ve/colores rubio y azul? El rojo y verde del cielo/junto
a los otros murieron». Cf. Detlev von Liliencron, Bunte Beute [Presas coloridas], (Berlín / Leipzig:
Schuster & Löffler,, 1903), 64 y ss.
80
Parque central de Berlín [N. de los T.]
disminuido mucho». Ella incluso «sabía» que esto era realmente sobre cuestiones del
«sí mismo».
Otra muchacha muy morena, logró que todas las personas de pelo oscuro de su
clase conformaran un «grupo de mala reputación». Los cimientos de su delirio se habían
construido probablemente a raíz de una reminiscencia personal, ya que en la escuela le
habían enseñado que pertenecía a la raza dinárica81, y ella había envidiado
profundamente a las rubias pertenecientes a la clase superior. Su sueño:

«Gradualmente, las rubias nos van prohibiendo todo a las dináricas. Primero, ya no
tenemos el derecho de sentarnos con ellas. Luego, no podemos salir juntas al recreo. Lo
peor de todo es que eso no proviene de arriba, de los profesores, sino de las propias
compañeras rubias, algunas de las cuales llevan una insignia con la inscripción «no-
dináricas». Finalmente, cuando en el recreo nos acuclillamos juntas, con sensación de
abandono, a cocinar compota y arroz en un anafe porque ya no podemos comer afuera,
entre las señoras de la limpieza (que tienen mejor actitud que nuestras compañeras) se
difunde un rumor: se espera lo peor, sin decirlo con todas las letras, y es que
manifiestamente las rubias quieren hacernos picadillo. Después del rumor aparece una
lista oficial con los integrantes del «grupo de mala reputación» de todos los cursos.
Incluso los motivos de la acción son comunicados por escrito, y es que nos habíamos
atrevido a enviar a las rubias de buena reputación una carta solicitando un libro que les
habíamos prestado y queríamos recuperar. Pero en realidad ese no había sido nuestro
delito, sino el hecho de que nosotras, las morenas, habíamos escrito a las rubias. A
continuación, huyo ferozmente, me arrojan piedras.»

Este sueño «Del grupo de los estigmatizados» reviste al tema de nuevos detalles,
muy instructivos, ya que agudizar los antagonismos naturales, crear artificios, formar
grupos parásitos y de élite para luego hacerlos jugar unos contra otros, constituyen los
principios básicos de la dictadura totalitaria. Esta joven muchacha los intuye en sueños
solo porque tiene un color de pelo y de piel diferentes al grupo étnico erigido como el
biológicamente más valorado. Similares representaciones de culpabilidad grupal y filial
atormentan a otras mentes con razones no tan fantásticas, que se consideran
pertenecientes a una categoría, «exponente» de una tendencia.
Una joven alumna, cuyo padre era un ex - comunista, tiene este sueño estándar:

«Recibo de vuelta cada trabajo, cada libreta, con la siguiente nota aclaratoria: “Muy bien,
pero insuficiente, porque es enemigo del Estado”.»

Este viejo sueño de escuela y de examen, que la joven alumna extrae realmente de
su entorno y que parece haber encontrado muchas variaciones en los adultos, me ha sido
relatado en varias oportunidades. Del estilo: «Lo haré reprobar porque usted está en la
Iglesia...porque es ideológicamente intolerable». O bien, escribir sobre la pizarra negra
de la universidad (de nuevo el viejo cabaret): «De tal y tal manera reprobado, porque es
un enemigo del pueblo». Se mezclan nuevamente en sueños las consignas, las pancartas
y los carteles que se veían en las empresas.

81
De acuerdo con la clasificación realizada por el norteamericano William Z. Ripley en 1899 [Cf. The
Races of Europe: A sociological Study (Londres: Kegan Paul, Trench, Trubner, 1899)] los europeos se
dividen en tres razas, la teutónica (más adelante denominada por Madison Grant «nórdica»), la
mediterránea y la alpina o dinárica (denominada así por los Alpes Dináricos). Probablemente las
lecciones raciales de esta soñante provenían de algunas derivaciones de la mencionada clasificación [N.
de los T.]
Capítulo 8

Personas que hacen algo


o
«Solo tienes que quererlo»

«Alcanzar la asimilación espiritual del campo dependía (...)


casi exclusivamente de la firmeza de carácter
y de la existencia o la falta de ideas religiosas,
políticas o humanitarias.»82

Eugen Kogon

Y a estos los conduce una palabra vacía de su amo,


no su carácter. ¡Proteged vuestros bienes!83

Goethe

82
[Traducción nuestra] «Alcanzar la asimilación espiritual del campo no dependía de la procedencia ni de
la posición social que uno tenía antes, sino casi exclusivamente de la firmeza de carácter y de la
existencia o la falta de ideas religiosas, políticas o humanitarias.» Cf. Eugen Kogon, El Estado de la SS.
El sistema de los campos de concentración alemanes, trad. de Enrique Gimbernat (Barcelona: Alba,
2005), 462.
83
[Traducción nuestra] Palabras de despedida de Egmont, en el drama homónimo de Johann Wolfgang
Goethe.[Cf. Trad. cast. Egmont, trad. de José Valor (Madrid: Edaf, 1981)]
La vaga formulación «grupo de mala reputación» es precisada en sueños por un
estudiante que utiliza la expresión «grupo de sospechosos». El grupo con el que sueña
no era sólo parte de su imaginación. Su hermano había sido realmente detenido y esto le
había generado diversas dificultades. Este joven soñó lo siguiente:

«Hay un baile en todos los pisos de un gran edificio. En una pequeña habitación debajo
del techo estábamos sentados nosotros, “los sospechosos”: artistas degenerados, ex-
socialistas y parientes de detenidos en campos de concentración. No estábamos vestidos
para la ocasión y nos burlábamos de los que llegaban vestidos de frac y uniforme.
Desciendo las escaleras en puntas de pie y alcanzo a pescar algo de lo que dicen: “Todo
el edificio está electrificado. El fuego va a estallar en la escalera que va hacia el altillo.”
Le grito a la multitud: “¡Debemos rescatar a los sospechosos!” Encogimiento de
hombros: “¿Por qué no dejar que ardan?”»

El estudiante no pudo reconocer que este «grupo de sospechosos» representa de


un modo claro uno de los principios fundamentales del dominio totalitario, esto es, que
en términos generales todo el mundo es sospechoso. Ya sean artistas o parientes de los
detenidos en campos de concentración, todos quedan reunidos en una misma categoría.
El soñante comenta lo siguiente : «Nosotros, los sospechosos no nos escondemos en el
sótano, sino que nos sentamos arriba, sobre la clase dirigente vestida de uniforme y
frac.»
Este estudiante experimenta la detención de su hermano no solamente como una
coerción que proviene desde afuera, sino también desde su interior. Sueña, por ejemplo,
que «está prohibido ponerse nervioso, sin embargo me pongo nervioso». A pesar de
todo, pensar en su hermano lo hacía sentir orgulloso y le daba cierta fortaleza interior.
En su sueño no se comporta de un modo absurdo, sino que decide hacer algo
emprendiendo un intento de rescate.
El mismo orgullo mostró un hombre (de quien no supe su edad ni su posición
social) al soñar lo siguiente:

«De repente estoy parado entre medio de una columna de la SA, vestido con el uniforme
rojo. Me digo a mí mismo que debería estar muerto de miedo, pero a pesar de esto no
logro sentir miedo, incluso cuando toman mis herramientas y comienzan a pegarme.»

El sueño de un ama de casa de clase media consiste en algo similar:

«Por las noches me esfuerzo incansablemente por descoser la esvástica de la bandera


nazi. Estoy orgullosa y feliz por ello, pero siempre al otro día vuelve a estar firmemente
cosida.»

El sueño se remonta a una escena del día después de la toma del poder en la
Jefatura de Policía de Berlín. Cada vez que por los pasillos se agitaba la bandera con la
esvástica, un grupo de mujeres trabajadoras que estaba allí esperando a que les dijeran
algo sobre sus maridos detenidos gritaban: «Esperen y van a ver cómo vuelve a ser todo
rojo». La soñante fue informada de esto por otra persona que andaba por ahí, pero la
audacia y la fortaleza de estas mujeres que estaban en la boca del lobo la impresionó
tanto que por las noches se convertía en una Penélope moderna, luchando por un fin
político que traspasaba su propia persona.
Una costurera ya mayor quedó tan impresionada luego de tomar contacto con
los Testigos de Jehová que durante las pruebas de vestuario hablaba continua e
intrépidamente con los clientes de su rechazo a prestar juramento y de su negativa a
unirse a cualquier organización. Su firmeza se muestra también en sueños, que relata
con sus propias palabras:

«Continuamente caigo desmayada en la esquina del almacén del oeste (uno de los
negocios más concurridos de Berlín). Ninguno de los hombres que pasan por allí me
levanta, ni siquiera me miran para ver cómo estoy...En mi desvanecimiento, pienso
desesperadamente: “¿Cómo sabe la gente que me tiene que dejar en el suelo? ¿Cómo
saben que, debido a que soy creyente, no deben preocuparse por mi cuerpo tirado allí?”
Es un ser humano a quien dejan tirado. Cuando vuelvo a pararme sobre mis piernas,
tambaleándome de aquí para allá, advierto que me habían sacado una carta que llevaba en
la mano. Ninguno de los que pasa por allí se detiene a socorrerme. Me siento totalmente
aliviada cuando me doy cuenta de que la persona más cercana a mí era una mujer
paralítica que vende diarios y que como está en una silla de ruedas no podía ayudarme a
ponerme de pie.»

El sospechoso que a causa de su fe debe dejarse abandonado en el suelo mientras


se mantiene pulcramente el orden de las cosas; la conciencia de que este tipo de orden
es sospechoso; la exoneración del prójimo que es perdonado porque se encuentra tan
imposibilitado como el que yace en el suelo...la pureza y la claridad de estas imágenes,
que no provienen de una mente aguda sino del estado de ánimo de una persona que no
estaba en desacuerdo consigo misma, son concluyentes. Cuanto más grande es la fuerza
de resistencia política y moral, menos absurdos y más positivos se vuelven sus sueños.
Dispongo de algunos sueños de personas que oponen una resistencia activa. En sueños
también se vuelven personas activas. Estos sueños son totalmente opuestos a aquellos
en los que el héroe ha perdido, incluso en su mundo onírico, la capacidad de actuar.
La esposa de un hombre cuyo trabajo clandestino fue descubierto pero que pudo
huir por la frontera, soñó en 1934:

«Mi marido vuelve disfrazado de soldado. Naturalmente, siempre sueño que regresa pero
que continúa estando en peligro. Le digo: “Esto no te va a funcionar porque no sabes
cómo se comportan los soldados.” Corro hacia un cuartel para robar las instrucciones del
servicio. Pienso en coserle al cuello la faja de suboficial para que los otros oficiales
tengan que saludarlo a él primero y no se vea obligado a mostrar sus papeles por haber
dado el saludo equivocado, ya que así descubrirían que son falsos. Él se burla de mis
advertencias y hace mal el saludo. Yo estoy presente y veo cómo coloca
equivocadamente la mano en el casco sin visera, y cómo el que lo había saludado se
queda de pie extrañado, mirando alrededor.
Luego escucho que pasó lo que se suponía que tenía que pasar. Lo descubrieron. Me
pregunto a qué lugar se lo habrán llevado. Un sótano grande, completamente vacío.
Todos ya se habían ido. Pero un grupo de personas que también estaban buscando a
alguien como yo lo estaba haciendo (qué lindos son los nuevos grupos de “gente que
busca a alguien”) vivían en las inmediaciones del sótano al aire libre, en dos hileras de
pupitres, en donde cabían dos personas sentadas en cada uno. No hablaban de otra cosa
que de lo terrible que debe ser estar en ese sótano. Cuando dije “desde afuera no parece
ser tan feo”, me llevaron hasta una puertita, de hecho era como una especie de conducto
cerrado con candado, redondo como la tapa de un barril, en el que estaban escritas las
palabras: “Capacidad de 7,7 cm², temperatura 75 grados”. Le di una patada a la tapa.
Otra vez soñé que me obligaban a enumerar todos los castigos bestiales que existían. Los
invento en el sueño mismo [en ese entonces los pormenores de la bestialidad aún eran
desconocidos]. Luego me vengo de todos ellos con el grito: “Todos los opositores deben
morir.”»
La mujer del militante de la resistencia se venga, abre puertas, roba cosas del
cuartel. En pocas palabras, se resiste sin convertirse por ello en una no-heroína ni
tampoco en una no-persona. El miedo ya no es más el principio de la no-acción.
Una mujer de alrededor de 30 años, que junto a un pequeño grupo ayuda a
producir y distribuir un diario ilegal, anota su sueño en el transcurso de la misma noche
que lo tiene. De modo consciente, lo vuelve irreconocible para que no resulte
incriminatorio. Su sueño es el más largo de toda esta colección y está repleto de acción.
Como es previsible que ocurra, la angustia justificada y merecida da sus frutos, a cada
golpe le sigue un contragolpe. En 1934, sueña lo siguiente:

«En mi pasillo encuentro, metidos a través de la hendija de la puerta, diez puñados de


pequeños volantes, que contienen solo cinco palabras cada uno. Con estas cinco palabras,
que no recuerdo, una historia será narrada hábilmente: alguien reveló algo, como
consecuencia dos personas han muerto y otras más deberán morir.
Al principio me quedo tranquila pensando que todo eso no es más que publicidad que se
reparte casa por casa. Pero luego reflexiono mejor: los papelitos tienen de ancho solo
entre tres y cuatro centímetros y no están impresos. No, tampoco están impresos como
nuestro diario. [Ella era la encargada de preparar los esténciles para el diario. Una vez,
mientras se estaba ocupando de eso, la Gestapo irrumpió accidentalmente en su casa. Este
enorme susto fue el motivo detonante de su sueño.] Los folletos habían sido impresos con
una máquina para niños, y estaban destinados a grupos pequeños, probablemente como
una señal de advertencia. De pronto, ya no hay más que una sola pila de folletos. Me doy
cuenta de que es a mí a quien le están dando la señal de advertencia.
Mi sueño tiene muchos actos, como si fuese una obra de teatro. Luego de reconocer, a
pesar de mis luchas internas, que es a mí a quien están advirtiendo, como parte del
segundo acto de la obra, trato de ponerme a salvo. Procedo de un modo racional. Primero,
intento poner una cadena en la puerta, pero como los tornillos de la cerradura están flojos
no funciona. Luego, me doy cuenta de que ya es tiempo de huir. Echo un vistazo a la
ventana y veo que abajo están patrullando.
Entonces me veo obligada a huir hacia arriba por el balcón, donde pinté unos geranios
marrones para que sirvieran de camuflaje. Mientras escalo, pienso que esas figuras de
abajo que patrullan se parecen más al otoño que a los nazis. Mi padre aparece desde el
fondo y me llama diciéndome: “No hagas eso. Es imprudente.” Sigo escalando sin darle
la satisfacción de una respuesta. ¿Imprudente? ¿Qué sabía él? Naturalmente, nada sabía
de mis actividades clandestinas. Escalo de balcón en balcón sin esfuerzo. A pesar de la
prisa voy derribando algunas banderas con la esvástica que estaban enrolladas en las
barandas.
Desciendo en un café ubicado al lado del edificio, en medio de las mesas. Corro hacia las
habitaciones interiores. Son amplias y las paredes están cubiertas con imágenes de Hitler.
Mientras corro voy derribando esos muros. ¿Y ahora qué? En cualquier momento
vendrán las patrullas.
Aquí comienza la tercera parte de mi sueño. Veo a dos hombres conversando
acaloradamente. Mi cerebro funciona a toda velocidad y de un modo preciso. Los dos
hombres que están cuchicheando deben estar hablando de cosas importantes. Cuando me
acerco, alcanzo a escuchar que uno le dice al otro: “Hay que protestar por esta cuenta”
(usa la palabra «cuenta» por precaución). El otro murmuró: “No se puede”. Me entrometo
entre ellos, apoyo mis manos, una en cada hombro, y exclamo: “Nosotros somos viejos
oponentes del partido, debemos protestar”. Con eso logro dos cosas. Primero, borrar mis
huellas, que las patrullas buscaban; segundo, calculo que cuando yo grite y empiece a
correr ellos dos van a tener que correr conmigo. Correr juntos por nuestro propio bien.
Parte cuatro. Ellos corren efectivamente conmigo. Un poco porque los induje, otro poco
por su propio compromiso. Ya no estoy sola. Corremos a través de las habitaciones
amplias (parecidas a los salones de fiestas de un zoológico) que tienen más y más
imágenes de Hitler. Avanzamos a pasos acompasados, con toda la energía que una
persona pueda tener, sin haber sido previamente advertida para ello: “Nosotros somos
viejos oponentes del partido, tenemos que protestar”. La gente presta atención, primero
un poco, luego un poco más, sus miradas son de aprobación. Pero ninguno se une a
nosotros. Seguimos corriendo a través de los pasillos, nuevamente a través de los salones
que tienen imágenes de Hitler a un lado y al otro, corremos y arengamos, corremos y
gritamos: “Tenemos que protestar.” Frente a las masas que se habían concentrado,
mientras corríamos con toda la fuerza nos dimos cuenta que debíamos conseguir más
gente con quien correr. De esto dependía ganar el juego. Entonces vociferamos y
seguimos corriendo; corríamos al compás y gritábamos: “Tenemos que protestar”. Lo
gritamos una docena de veces, o quizás cien veces.
Luego, me despierto completamente agobiada. Aún debo repetir algunas veces:
“Tenemos que protestar”. A cualquier hora del día debía repetir una vez más: “Tenemos
que protestar.”»

En otra ocasión, esta mujer cuyos sueños parecen alegres a pesar de su situación
desesperada, sueña lo que sigue:

«Estábamos confeccionando un esténcil. Nos descubren. Debemos irnos. Quiero agarrar


algo de dinero pero no consigo ni un penique. Salgo corriendo de donde estaba. Alguien
me persigue como si fuese un cazador de perros. Para tranquilizarme, hago de cuenta que
los perseguidores están buscando perros.
Corro por las calles hasta llegar a un pequeño puerto en donde un barco me recibe. El
barco es tranquilo, con remos y magnífico. Los compañeros con los que estaba
confeccionando el esténcil están también conmigo en el bote. Uno dice: “Podemos
permanecer en el puerto o bien remar mar adentro hasta llegar a China. Luego podremos
volver, pero disfrazados de chinos.”
Todos (además del que habla hay otros tres en el bote) estamos dispuestos a la aventura.
Remamos juntos. De repente, nos detiene otro bote. Son nuevamente los cazadores de
perros, con sus boinas. Nos meten en su bote. El que antes había hablado me susurra al
oído: “Deberíamos estar armados.” Extiende su mano y agarra dos cuchillos y un tenedor
de un plato que estaba en nuestro bote. Uno de los cuchillos es de cocina. Está mellado, le
faltaba un pedazo de la hoja. El otro es plateado. En la repartición de las armas, a mí me
toca el plateado. Le hunde el cuchillo de cocina en la espalda del cazador de perros. Yo
hundo, llena de temor, el mío a través de la camiseta deportiva del otro. Mi compañero
dice: “Discúlpeme.” Yo digo: “No importa, si estoy mirándolo o ayudándolo, lo mismo
da.” El hombre se está hundiendo.
La próxima vez veremos. Esta vez, está claro, voy a ayudar. Vamos acabando a uno por
uno hasta que sólo nos queda el último, el timonel. Él nos dice: “Ahora que ya no queda
nadie más, les puedo decir que fui obligado a esto. Llévenme con ustedes a través del mar
hasta China.” Lucía tan honesto, tan acongojado con su boina, que le creímos.»

Reconocemos aquí al timonel obligado a estar en su puesto. Su sorprendente


aparición en este contexto, constituye un testimonio de la claridad con la que la misma
soñante nos da un pantallazo acerca de la situación.
Un tercer sueño de la misma mujer, nuevamente lleno de acción y plenamente
realista en su perseverancia, pleno de sombras que a duras penas se diluyen durante el
transcurso del día, se presenta así:

«Voy caminando por la montaña de los gigantes hasta la frontera con Checoslovaquia
pero solo por media hora. De repente, me doy cuenta de que ya no sé qué camino estoy
transitando ni cómo llegué donde estoy. Solo reconozco unos álamos que se yerguen
como si fuesen horcas.
De repente, estoy en Praga. Dos compañeros están conmigo, Hilde y Walter. Tampoco
saben el camino de vuelta. Dije, vanagloriándome un poco, “Hace diez días que estoy
caminando por Karpacz (Krummhübel-Geigergucke) con un montón de cosas en mi
mochila. Y hace tres semanas por Koppe”. De todos modos no conocemos el camino. Así
y todo hemos llegado hasta aquí.
Aparece un hombre con casco y se los lleva a los otros dos. Me dice: “Luego la llamo”.
Empiezo a acomodar mi mochila y a preparar lo que iba a decir.
Me llaman. Delante mío hay una vendedora del mercado, y también una coqueta
mecanógrafa. La vendedora habla de cualquier cosa, pero como tenía que irse la dejan
marcharse sin ser registrada. Empiezo: “A la muchacha la conozco de cuando éramos
chicas, fui con ella al colegio…”. El hombre con casco sonríe burlonamente: “Eso no
tiene sentido, un hombre de la SS escondido en el balcón (el balcón de los geranios en mi
habitación) escuchó todo.” Yo, sobreponiéndome al susto, respondo enseguida:
“Entonces usted sabe sobre el aviso que recibí, de que puedo irme tranquilamente.” Y me
voy.
Me despierto contenta. Me vuelvo a dormir y de nuevo estoy en Praga.
En una varieté se me ocurre pensar ¿cómo hago para volver? Ya no sé qué camino tomar
para ir a pie. Tengo que tomar el tren, pero para eso necesito el pasaporte. De repente,
viene alguien con cinco o seis pasaportes en la mano. Llama a unas personas y les reparte
los pasaportes. Cuando pasa cerca mío le arrebato uno. ¡Lo logré! Cuando lo abro,
descubro que pertenece a una mujer estonia de 29 años, y que está lleno de marcas: tenía
un pasado político que la incriminaba. Estoy de pie ante el oficial de aduanas al lado del
tren mientras hojeo el pasaporte. Se lo doy sonriendo para que lo selle. Solo tienes que
quererlo, me digo a mí misma. El oficial levanta su frente y yo logro salirme con la mía.»

«Tenemos que protestar», «Solo tienes que quererlo», «Logro salirme con la
mía», son frases que se contraponen a esta otra: «¿Qué se puede hacer?» escuchada en
tantos tonos y textos diferentes. Por último, y para que estos sueños no se consideren
fruto del azar o de la especulación, voy a transcribir el sueño que Sophie Scholl (1943)
tuvo la noche antes de su ejecución. En el campo de concentración, sentada en su cama,
le cuenta a su compañera de celda lo que había soñado:

«En un día soleado llevo a bautizar a un niño con largas y blancas vestimentas. El camino
a la iglesia atraviesa unas empinadas montañas. No obstante, firme y segura, cargo al
niño en mis brazos. De repente, se aparece ante mí la grieta de un glaciar84. Tengo el

84
Los símbolos de la montaña empinada y del precipicio son conocidos porque aparecieron en sueños de
célebres políticos, como es el caso de un sueño que tuvo Madame Jullien durante la Revolución Francesa
o de un sueño de Bismarck (observación de Charlotte Beradt). Véase la carta de Madame Jullien a su hijo
(París, 1º de junio 1792): «Un sueño, la nada, todo nos da miedo cuando se trata de lo que amas. Hijo
mío, anoche soñé con nosotros, tu hermano, tú y yo caminábamos al borde de un precipicio, a la luz
vibrante de la pálida luna. Estoy allí en peligro, como no sé de nada más saludable que la indulgencia y la
sangre fría, les digo con valentía: “Vayan a paso firme niños, pero avancen.” Diste un paso en falso y
caíste estrepitosamente cien pies hacia abajo. Pido ayuda. Me quedo sentada en una roca al borde del
abismo, que cae perpendicularmente. Me dejo caer con toda la fuerza, llego a tu lado, al fondo del
precipicio, al mismo tiempo sin siquiera estar atontada. Te levanto, estás totalmente aplastado por la
caída, pero lleno de vida y coraje. Dos hombres que me seguían te toman en sus brazos y te llevan hacia
arriba por una senda muy empinada, que ningún pie humano ha transitado. Con trabajo, logro
adelantarme al grupo. El amor de madre me da la fuerza de Hércules y la alegría de llegar a la cima me
despierta. Estoy cubierta de sudor y jadeo de la alegría. No pude volverme a dormir, de tal modo las
emociones del sueño habían despertado mi ánimo. ¿Será un sueño profético? ¿Advierte de un peligro?
Amado hijo, siempre veo a tus pasiones de juventud andar por el borde de un volcán, un precipicio, un
abismo ¡Juicio sobre mis pensamientos! Te suplico, en nombre de tu madre, que te cuides. Te repito,
tantas veces como quieras la única palabra con la que está todo dicho: la sabia desconfianza mantiene
despierta, con cada uno de tus pasos, la mirada de tu conciencia….» En Gustav Landauer, Briefe aus der
Französischen Revolution [Cartas de la Revolución Francesa], Tomo 1, (Fráncfort/M: Rütten & Loening ,
1919), 368 y ss. En la carta de Bismarck a Guillermo I del 18 de diciembre de 1881, se cuenta lo
siguiente: «Vuestra Majestad, le agradezco respetuosamente por vuestra clemente carta. Creo estar de
tiempo justo como para depositar al niño del otro lado antes de caer estrepitosamente en
las profundidades.»

Ella intenta explicarle inmediatamente a su compañera de cautiverio el sentido


de este sencillo sueño: «El niño es nuestra idea de sobreponernos a pesar de todos los
obstáculos. Deberíamos ser pioneros, aunque para ello antes tendríamos que morir.»85
Este sueño trascendente y de símbolos grandiosos es como el del héroe del
clásico drama alemán, para quien el sueño es una típica cuestión de consciencia.
A los soñantes de esta última categoría, que se diferencian mucho de los de otras
categorías ya que no se parodian ni se degradan y no trascienden este mundo pero
tampoco lo deforman, les debemos conceder crédito, porque en el espejo de su
conciencia no se ven distorsionados.

acuerdo con que el sueño no fue el resultado de mi conferencia anterior, sino de la totalidad de las
impresiones de los últimos días, basadas en los informes orales de Puttkamer, en el artículo del diario y
en mi conferencia. Las imágenes de la vigilia no bucean inmediatamente en el espejo del sueño, sino una
vez que el espíritu pudo, por medio del dormir y de la tranquilidad que ello conlleva, recobrar la calma.
La comunicación de vuestra Majestad me motivó a contar un sueño que tuve en la primavera de 1863, en
los días más difíciles del conflicto, en los que el ojo humano no podía encontrar ninguna salida. Soñé, y
se lo conté inmediatamente a la mañana a mi mujer y a otros testigos, que estaba cabalgando por un
camino estrecho de los Alpes. A mi derecha, el precipicio, a mi izquierda, las rocas. El camino se hacía
cada vez más estrecho, por lo que el caballo se negaba a seguir. Incluso no había lugar suficiente como
para desensillar y emprender el retorno. Golpeo con mi vara, que sostengo con mi mano izquierda, las
paredes de rocas y clamo por Dios. La vara se vuelve infinitamente larga, la pared de rocas cae
estrepitosamente como si fuese un decorado y se abre un camino ancho, con vista al cerro y al bosque,
como si estuviese en Bohemia, por el que avanzan tropas prusianas con banderas. Pienso aún en sueños
cómo podría informarle rápidamente de esto a Su Majestad. Este sueño se cumple y yo me levanto feliz y
más fuerte con ello». En Otto Príncipe de Bismarck, Pensamientos y recuerdos, trad. de Horst Khol
(Barcelona: Biblok, 2014).
85
Inge Scholl, Die Weisse Rose [La rosa blanca] (Fráncfort/M.: Fischer Verlag , 1993), 60.
Capítulo 9

Deseos velados
o
«Última estación: Heil86»

Veía a esos hombres ir de un lado para otro,


siempre las mismas caras, los mismos movimientos,
a menudo me parecían ser uno solo.
Ese hombre o esos hombres se movían, pues,
sin ser molestados.(…)
Y aprendí, caballeros.
¡Ah!, cuando hay que aprender, se aprende;
Uno aprende cuando quiere hallar una salida
y aprende sin miramientos.
Uno mismo se vigila con el látigo,
desgarrándose a la menor resistencia.87

Franz Kafka

86
La palabra en alemán es «Endstation» (literalmente, «estación final»), en la que resuena «Endlösung»
(«Solución final»). En español esa resonancia se pierde [N. de los T.]
87
«Un informe para una academia» en Obras completas, 669 y 671.
Por haber soñado que asesinaba al tirano Dionisio, Marsias fue sentenciado a
muerte, según informa Plutarco88.
Solo escuché un caso de tiranicidio en sueños, y es el siguiente:

«A menudo sueño que vuelo sobre Núremberg, pesco con un lazo a Hitler en el medio del
Congreso del Partido y lo tiro al mar entre Inglaterra y Alemania. A veces vuelo hasta
Inglaterra y le explico al gobierno, a veces al mismo Churchill, dónde se encuentra Hitler
y que fui yo quien lo hizo.»

Este tiranicidio muy moderno, con la previa extracción del tirano del seno de sus
hombres y partidarios, fue soñado por un periodista de aproximadamente 35 años. Por
lo demás, emigrado a Praga y en libertad, gozaba también de libertad onírica. Esto
ciertamente no significa que dentro de Alemania nadie se atrevió en sueños a tener el
deseo de asesinar a Hitler. Pero, aunque generalmente los motivos de los sueños de mi
colección se repiten tan a menudo que de esta frecuencia es posible sacar conclusiones
de lo estereotípico de los fenómenos descritos, el único ataque onírico en contra de
Hitler del que tuve noticias ocurrió en el extranjero. Los típicos deseos que cada uno
realiza en sueños bajo el dictado totalitario parecían diferentes. Se aplicaban,
comprensiblemente, al hecho de participar en la carrera, marchar, formar parte.
Si los sueños de angustia y de defensa que hemos visto hasta ahora, con sus
gestos de indiferencia que parecen decir «aquí no hay nada que hacer, nada ayuda»,
arrojan claridad acerca del proceso sufrido por las personas durante la uniformización,
las oscilaciones de los sueños de deseos velados, en tanto no proceden de partidarios
entusiastas sino de aquellos que lentamente se han ido adaptando a las condiciones,
permiten una ojeada sobre un proceso que hoy resulta bastante difícil de reconstruir, a
saber, de qué manera la uniformización se llevó a cabo gracias a la predisposición de
cada individuo, teniendo en cuenta que hubo un trabajo previo realizado para que eso
ocurra.
Dispongo de cinco sueños de este tipo que, en situaciones muy diferentes, tienen
un patrón psicológico básico idéntico y terminan de forma idéntica.
El primero es el sueño de un hombre de unos 30 años, que fue anotado por la
noche, y dice así:

«Los domingos tengo que recaudar para los nazis en la estación Zoo. Pienso para mí:
“Bueno, quiero estar en paz”, tomo la frazada y la almohada, no llevo la alcancía y no
hago nada.
Pero después de una hora aparece Hitler. Usa resplandecientes botas altas de charol,
como un domador, pero con amplios y fulgurantes pantalones fruncidos de satén de color
morado, como un payaso de circo.
Se dirige hacia un grupo de niños, se inclina hacia ellos con gestos falsos y exagerados.
Después de eso se vuelve hacia un grupo de adolescentes con una actitud muy diferente,
rígida. A continuación se dirige a un círculo de viejas solteronas, al estilo de damas de la
corte y se hace el chistoso (supongo que yo quería expresar con mi sueño que el recorrido
por los diversos grupos de la comunidad nacional siempre se realiza con gestos
calculados).

88
«A un tal Marsias, que él mismo había promovido, y a quien había nombrado para una comandancia, le
dio asimismo muerte, porque había tenido un sueño en el que le parecía que pasaba con la espada al
mismo Dionisio, diciendo que el haber tenido entre sueños esta visión nacía de haber meditado y hablado
frecuentemente sobre ello.» Plutarco, «Dion y Bruto» en Vidas paralelas, trad. de Antonio Ranz
Romanillos (Barcelona: Planeta, 1991), 115.
Me siento incómodo en mi lugar, bajo la frazada. Tengo miedo de que me considere un
representante del «grupo de los que están dormidos», y se de cuenta de que no tengo
ninguna alcancía para recaudar. Entretanto, me imagino qué respuesta heroica puedo
llegar a tener a mano, del estilo: «Estoy obligado a estar aquí, pero estoy al tanto de los
campos de concentración y estoy en contra.»
Hitler continúa su ronda. ¡Vaya! las otras personas no le temen, uno de ellos se deja el
cigarrillo en la boca mientras le habla, ¿¿¿muchos sonríen???
Mi tiempo de recolección asignado ha terminado. Tomo mi cama y mi almohada y
desciendo por la gran escalera de la estación. Cuando llego al final, miro hacia arriba.
Hitler se pone de pie y, para concluir su actuación, canta uno de los aires de la ópera
«Magia» (muchos decían que era mágico lo que hacía) con gestos exagerados, solo para
lograr un efecto en el público.
Todos aplauden, él saluda al público y baja corriendo las escaleras, sus pantalones
morados llaman nuevamente mi atención (había leído durante el día que el morado era el
color inglés del luto, por lo cual no solo lo veía como un payaso, sino que lo relacionaba
con la muerte y el duelo).
Pero miro a mi alrededor y no veo a sus famosos guardaespaldas, solo tiene un chofer de
civil que va vestido como todos los demás y que espera pacientemente a que llegue su
turno para que la encargada del guardarropas le devuelva su abrigo... Tal vez no sea tan
malo...Tal vez en vano me tomé la molestia de oponerme.
De repente me doy cuenta de que en lugar de la almohada y la frazada tengo en la mano
una alcancía para hacer colectas.»

Esto parece un manual de tipologías de la auto-adaptación. El soñador presenta


el consentimiento como un proceso, describiendo el mecanismo de influencia y la
condición psíquica particular de la persona a ser influenciada, como si incluyera a
Wagner y a Homunculus en una sola persona, y tuviera en su mano la probeta que lo
encierra y lo convierte en secuaz. Representa las etapas de este desarrollo en una
secuencia de imágenes como si se tratara de una historieta. No solo adivina las
intenciones de los métodos de Hitler, sino que también escruta su persona, cada uno de
sus gestos, con los ojos bien abiertos. Lo ve como un payaso, incluso como un payaso
mortífero («¿Acaso nuestros padres no vieron que parecía un payaso?» se preguntaban
una y otra vez las generaciones de posguerra). Percibe su efecto mágico o pseudo
mágico. Lo ve también como un domador. No obstante, el acto de adiestramiento tiene
éxito porque después de un tiempo se dice a sí mismo que las cosas no están tan mal,
que en vano se ha tomado la molestia (precisamente los «amargos esfuerzos» de
Brecht89, productos del valor) de oponerse. Por consiguiente, no solo describe la
aceptación de las condiciones dadas, sino también el clima interno en el que estas se
producen, es decir, la disposición a ser engañados y la tendencia a crear coartadas luego
de haber sido suficientemente condicionados por una perfecta combinación entre
presión y propaganda, que generaba un estado de receptividad y sugestión ante el cual
cualquier defensa colapsa. De hecho, también las defensas de los perros condicionados
por Pavlov colapsan en cierto punto; ciertas dosis de toxinas también paralizan las
defensas del cuerpo; también llega el momento en el que el héroe de Orwell contempla
89
Cf. Bertold Brecht «Balada de la vida agradable» en La ópera de dos centavos, trad. de Annie Reney,
Onofre Lovero y Osvaldo Bayer (Buenos Aires: Nueva Visión: 1967), 34. Otra versión más ajustada del
poema, que contiene la frase citada por Beradt, puede encontrarse en: Más de cien poemas, trad. de
Vicente Forés, José Muñárriz y Jenaro Talens (Madrid: Hiperión, 2005): «Yo mismo todavía me
comprendería/ si prefiriera verme grande y solitario,/pero vi a tales personas desde cerca/y me dije: eso
tendrás que reprimírtelo./La pobreza trae además de sabiduría también disgustos/y el valor además de la
fama también amargos esfuerzos./Hasta ahora eras pobre y estabas solo, y eras sabio y valiente,/pero
desde ahora tienes que acabar con la grandeza./Entonces por sí mismo se resuelve el problema de la
suerte:/sólo quien vive en la abundancia vive a gusto.» [N. de los T.]
el retrato del Big Brother con lágrimas de gratitud en sus ojos. Esta es sólo una cara de
la moneda, la cara fisiológica, pero el soñador –un héroe entre el bien y el mal- señala
también la otra cara, la eficacia de una estructura social que no admite más que un
movimiento, el de sumarse al «Movimiento».
Una situación análoga en la que «formar parte» está en la naturaleza de las
cosas, es hábilmente creada por una estudiante de la Escuela de Comercio de alrededor
de 20 años, que en 1934 tiene un sueño menos detallado que el hombre con la alcancía
pero con el mismo efecto:

«Se festeja el “Día de la Unidad de la Nación” [que, en realidad, existía con ese motivo
pero no se le daba ese nombre. Es muy significativo que ella lo elija para su sueño]. En
un tren en movimiento, en el vagón comedor, hay largas mesas a las que están sentadas
largas filas de personas. Yo estoy sola, sentada en una mesa pequeña. Suena una canción
política tan graciosa que no puedo más que reírme. Me siento en otra mesa pero no puedo
evitar reír nuevamente. Eso no ayuda, me levanto y quiero salir. En ese momento, se me
ocurre pensar que quizás si canto con los demás la canción deja de ser graciosa, y me
pongo a cantar.»

Lo mismo sucede con un sueño sorprendentemente similar, que pone en


evidencia lo automático del proceso y fue soñado el mismo año, esta vez no por una
jovencita sino por un hombre mayor:

«En el cine en Nollendorfplatz, que parece una sala de reuniones. Noticiarios. Göring
aparece con un jubón de cuero marrón y dispara con una ballesta, después de lo cual me
río en voz alta (eso realmente sucedió la noche anterior y no me pasó nada).
De repente, estoy junto a él con el mismo jubón y con la misma ballesta -cómo llegué allí,
no lo sé- y él me designa como su guardaespaldas.»

En 1936, un ama de casa de mediana edad sueña esencialmente con lo mismo,


pero con detalles que, al límite de la realidad, hacen que el sueño parezca una nota de
diario:

«Estoy de visita en una pequeña ciudad en Mark, creo que era Nauen, para ver a unos
buenos amigos. Por la noche, se hace una fiesta en mi honor. A la mañana siguiente,
mientras conversamos sobre la noche pasada compartiendo el desayuno en un ambiente
de gran ternura y marcada amistad, entra por la puerta una vecina y dice sin preámbulos:
“Anoche hubo en su casa una fiesta demasiado extensa y populosa (alguien de Provincia
me había dicho literalmente esta frase, de ahí todo el sueño), y encima hubo gente que no
dijo ‘Heil’…”. “Eso no tendría importancia” exclamo, interrumpiéndola. A lo que mi
amiga replica: “Todo lo contrario, eso sería inconcebible.”»
Luego de que la vecina se haya esfumado, mi amiga me hace violentos reproches, ya no
recordaba que hacía apenas diez minutos me demostraba afecto y amistad. Me obliga a
marcharme de inmediato, antes de descubrir la verdad sobre mí. Me pone literalmente en
la calle, sin siquiera explicarme las conexiones del autobús (no hay tren allí). Me quedo
desorientada en la parada del autobús sin entender absolutamente nada, no alcanzo a
concebir cómo puede pasarse de un modo de pensar a otro en un par de minutos.
Cuando finalmente llega el autobús, repleto, me subo y grito a todos los ocupantes, que
dirigen hacia mí sus rostros mudos: “Heil Hitler”.»

Recapitulemos lo que sucede en estos tres sueños. O bien uno trata de reírse de
todo el asunto, pero luego de un rato ve que está sentado en un tren que tiene un destino
específico, por lo que deja de reírse y canta junto a los demás (el jubón marrón ya no es
divertido cuando uno mismo lo usa); o bien uno queda excluido por no decir “Heil”, y
mientras no concibe cómo alguien puede pasar “de un modo de pensar a otro en un par
de minutos”, se sube al autobús con el letrero «Última estación: Heil».
Estas cuestiones, entre otras, son una contribución a la pregunta que busca saber
en qué medida estos hombres que en un principio encontraban cómico ese teatro de
canciones, uniformes marrones y brazos levantados, pero que al final debieron
representar íntegramente la tragedia del Tercer Reich para luego volver a rechazarla,
pueden ser completa y sinceramente las mismas personas.
Un hombre logró en sueños caracterizar en una frase la transición silenciosa y
carente de drama desde la sugestión hacia la autosugestión:

«Pronuncio esta frase en sueños: “Ya no tengo que decir siempre que no”.»

En esta fórmula de cuento «Ya no tener que» (casi conmovedor en medio de


todos los deberes totalitarios) encontramos una vez más lo que produce el «esfuerzo» de
«oponerse»: la libertad como carga y la ausencia de libertad como alivio.
El sueño de otro hombre muestra el camino del simpatizante desde la
perspectiva del que no tiene complicaciones en las condiciones materiales:

«Entro en una zapatería. “Mi último par de suelas está roto”, digo. “Sabes”, dice el
zapatero que tenía en sus manos un flamante par de zapatos, “a las suelas nuevas solo
pueden recibirlas quienes marchan en la SA”. “He oído hablar de eso”, le digo, “pero no
lo puedo creer”. - “Puedo hacerte entrar en una columna”, dice amigablemente, “donde la
gente que marcha puede obtener nuevas suelas, y desde que ingresa recibe dos pares”. “Y
a tí”, agrega aún de manera más amistosa, “quizás te dé ahora mismo tres pares porque te
necesitamos.”
Me escapo, pero en la carrera se me caen de los pies las suelas rotas.»

A este sueño, que obtuve más tardíamente, me lo relató un zapatero literalmente


bajo esta forma de fábula. Un cliente le había contado que era el sueño de su cuñado,
con el siguiente agregado: «No tardó ni medio año en convertirse en un hombre de la
SA.»
Capítulo 10

Deseos manifiestos
o
«Queremos tenerlo con nosotros»

Esta proeza habría sido imposible


de haber querido yo aferrarme
obstinadamente a mis orígenes,
a mis recuerdos de juventud.
La renuncia a toda obstinación
fue justamente el mandamiento
supremo que me impuse…
(...)
Debí de haber sido insólitamente
silencioso, según me dijeron más tarde,
de lo cual dedujeron que, o bien me moriría
muy pronto, o bien, en caso de que lograra
sobrevivir al primer período crítico,
sería muy fácil de amaestrar.
Sobreviví a aquel período.90

Franz Kafka

90
Kafka, «Informe para una academia» en Obras Completas, 666 y 668.
Los sueños en los que el deseo de pertenecer y de participar no exigen el análisis
pieza por pieza para descubrir paulatinamente la anécdota que los ha motivado, sino que
se expresan abierta y directamente de manera infantil, seguramente corresponden a
cientos de miles de sueños diurnos en el camino que va del oponente al simpatizante,
cuando la vía de la resistencia se ha vuelto demasiado pedregosa.
Los sueños de este tipo se mueven siempre alrededor del mismo esquema y no
son tan imaginativos como los de otras categorías. No una ni dos veces, sino decenas de
veces, personas de diferentes edades y clases sociales contarán sueños similares. Lo que
parece un detalle circunstancial es el motivo central, y es que las personas sueñan con
ser consejeros y amigos de Hitler, Göring o Goebbels. Por otra parte, no utilizan la
sátira para deformar el sueño, sino que su elaboración es bastante infantil, del estilo
«Soy la mano derecha de Hitler y estoy muy contento». Esta clase de sueños, en los que
la expresión de deseo se evidencia fácilmente, son típicos de los niños que todavía no
conocen las complicaciones de los deseos adultos.
No obstante, también puede suceder que un hombre sueñe con algo complejo,
como es el caso de un trabajador del transporte de 26 años:

«Estoy marchando en una columna de la SA pero vestido de civil. Me quieren dar una
paliza. Entonces viene Hitler y dice: “Déjenlo, precisamente queremos tenerlo con
nosotros”»

Otro hombre, en este caso uno de 60 años, sueña:

«Estoy parado al lado de la calle. Miro marchar a las Juventudes hitlerianas. Me rodean y
exclaman a coro : “Sé nuestro líder”.»

En cuanto a las mujeres, aunque no queden dudas del rol eminente que jugaron
durante el Tercer Reich, el tipo de deseos oníricos presentes en sus sueños confirman
todas las suposiciones y afirmaciones en ese sentido. Quiero dar seis ejemplos en los
cuales se advierten componentes abiertamente eróticos. A pesar de que pueden parecer
monótonos y uniformes, el lector debe tomarlos como testimonios de un procedimiento
típico. La conexión entre poder y erotismo no tiene, naturalmente, nada de nuevo y
original. El poder seduce, pero en este caso repercutió desde el principio en el voto
femenino pro-hitleriano, un efecto que fue cuidadosamente premeditado: «Tiene que ser
soltero para poder convencer a las mujeres»91. Eso estaba estipulado aún antes de que
Hitler fuera Führer, y se sabe que se mantuvo fiel a esta condición hasta su muerte, e
incluso hasta después de ella.
Una mujer bastante mayor, que aseguraba estar en «contra de todo lo erótico y
también en contra de Hitler », me cuenta:

«A menudo sueño con Hitler o con Göring. Me desean y yo no les digo: “Pero yo soy una
mujer honrada”, sino: “Pero yo no soy nazi”, y eso les gusta aún más.»

Una empleada doméstica de 33 años sueña:

«Estoy en el cine. Es muy grande y oscuro. Tengo miedo, en realidad no debería estar ahí
ya que solo pueden ir al cine los camaradas del Partido. Entonces viene Hitler, tengo aún
más miedo. Pero no solo me da permiso para quedarme, sino que se sienta al lado mío y
pone su brazo en mis hombros.»

91
Esta frase se le adjudica al escritor nacionalsocialista Dietrich Eckart.
Una joven vendedora:

«Göring quiere toquetearme en el cine. Le digo: “Pero yo no estoy en el Partido”. “Me da


lo mismo”, dice él»

Otra vendedora:

«Estoy en un concierto. Hitler viene desde las primeras filas apretando la mano de todos.
Pienso, febrilmente, que tengo que darle la mano. ¿No tendré que decirle que estoy en
contra? Mientras tanto, Hitler se aparece ante mí y pone sus dos manos sobre las mías
[seguramente ella pudo haber visto en imágenes este típico gesto de Hitler, que buscaba
lograr una especial intimidad] y las deja ahí hasta que me despierto.»

Un ama de casa:

«Cuando vuelvo de hacer las compras veo que en la calle va a haber un baile (como
cuando en Francia se festeja la toma de la Bastilla), puesto que es un día feriado por la
conmemoración del incendio del Reichstag92. Había fogatas por todos lados [una
espléndida parodia de la soñante]. El cuadrilátero está rodeado de cuerdas, y las parejas
entran a la pista de baile por debajo de las cuerdas como si fueran boxeadores. Todo lo
que veo me parece feo. Alguien desde atrás me abraza fuerte con sus manos y me lleva
tirando de una cuerda hasta la pista de baile. Cuando estamos por empezar a bailar, me
doy cuenta de que es Hitler. Ahora me parece todo muy bello.»

No me han sido reportadas las situaciones inequívocas, que seguramente se


soñaron con mucha frecuencia, y tampoco inquirí por ellas, ya que las considero
irrelevantes para mi objetivo. Lo que importa en estos casos no es el detalle sino la
situación, es decir, el Führer como un seductor nato, como un objeto erótico de deseo.
Esta mezcla entre la esfera erótica y la política es expresada claramente por otra ama de
casa:

«Muchas personas vestidas de marrón están sentadas, apretadas, en una larga mesa sobre
la calle Kurfürstedamm. Con curiosidad, también tomo asiento, pero es como si estuviera
fuera del juego, al final de una vacía y solitaria mesa. [Emplea la misma imagen que la
mujer del sueño del coche comedor].
Entonces aparece Hitler vestido de entrecasa con frac y grandes atados de panfletos que
distribuye deprisa y sin fijarse a quien. A decir verdad, arroja un paquete a la cabecera de
cada mesa y para que luego se lo vayan pasando entre los que están allí sentados. Parece
que no voy a recibir ninguno. De repente, en contraposición a lo que venía haciendo, deja
suavemente un atado delante mío.
Luego de eso, me alcanza con una mano un panfleto y con la otra me acaricia desde el
pelo hasta la espalda.»

La mano izquierda sabía lo que la derecha estaba haciendo: una reparte


propaganda, la otra acaricia. No podría figurarse de manera más rápida y efectiva, la
influencia de Hitler en la mayoría de las mujeres.
Aún más característicos son los deseos que manifiestan en sueños las personas
que no los pueden realizar, y esto no por motivos internos sino porque se enfrentan a

92
El incendio intencional del Reichstag (edificio de Berlín en el que funcionaba el parlamento durante la
República de Weimar) ocurrió el 27 de febrero de 1933 y aún no queda claro quién lo provocó. Fue
considerado uno de los acontecimientos fundantes en el establecimiento del Tercer Reich.[N. de los T.]
obstáculos externos que no se pueden sortear, como es el caso, por ejemplo, de la
muchacha que no tiene una mentalidad equivocada, más bien lo que tiene es una abuela
equivocada. En pocas palabras, se trata de aquellos cuya situación objetiva no les
permitía satisfacer sus deseos, excepto en la oscuridad de la noche.
Cuando las leyes raciales acababan de establecer que los recién nacidos con un
25% de mezcla eran judíos, en 1935, una muchacha joven con una abuela judía soñó lo
siguiente:

«Estoy en Bad Gastein. Hitler me conduce, mientras mantiene una vivaz conversación
conmigo, por una escalinata que lleva hacia abajo, visible desde lejos. Ahí hay un
concierto y una multitud de personas. Pienso, orgullosa y feliz, que todas las personas
verán ahora que a nuestro Führer no le molesta mostrarse conmigo en público, a pesar de
mi abuela Recha.»

En la misma época, una mujer de alrededor de 45 años con un 50% de mezcla


soñó:

«Estoy en un bote junto a Hitler. Lo primero que le digo es: “En el fondo, no debería estar
aquí. Tengo algo de sangre judía”. Hitler parece estar mejor de lo que aparenta estar
normalmente, su cara muestra un gesto agradable y bondadoso.
Le susurro al oído: “Habrías podido ser muy grande de haber hecho como Mussolini, sin
este estúpido asunto de los judíos. Por otro lado, es cierto que algunos de ellos son
realmente tontos, pero no todos son criminales, aunque de eso uno no puede estar
seguro”. Hitler me escucha con calma, escucha todo con gesto de amabilidad.
De repente, me encuentro en otra parte del barco que está repleta de miembros de la SS
con uniformes negros. Se empujan entre sí, me señalan y se dicen unos a otros, con el
mayor de los respetos: “Miren, esta es la mujer de la que nos habló el jefe.” »

Este sueño de la mujer que era mitad judía (y que, dicho sea de paso, le cuenta el
sueño a su inquilino de manera espontánea y con mucha satisfacción), nos muestra a la
vez su voluntad de unificación y su incapacidad para la unificación: tiene «solo algo de
sangre judía», en general está en contra de los judíos, se tutea con Hitler, le muestra
cómo llegar a ser «un gran hombre» y la SS tiene «el mayor de los respetos» por ella.
Todo esto en un breve sueño.
Los judíos puros rara vez han cumplido sus deseos oníricos de esta manera, no
porque les falte disposición para ello (naturalmente, responden como lo haría cualquier
grupo), sino porque las circunstancias en las que vivían no les permitía reparar con sus
sueños la manera en que veían reflejada la realidad de la esfera pública. Un niño judío
de quince años, según me contó su madre, soñó que marchaba junto a las columnas de
la Juventud hitleriana. Estaba de pie «con una ardiente envidia al costado de la calle» y
de repente se halló «en el medio». El deseo onírico del médico judío tiene un acento
bien diferente. Sueña que «había curado a Hitler». Pero eso era solo un motivo marginal
en su sueño, inclusive frente a la posibilidad de que «fuese el único de todo el Reich que
podía hacerlo» (como el oftalmólogo antinazi que vimos en un capítulo anterior). Su
motivo principal, ampliamente desplegado, dice así:

«“¿Cuánto quiere usted por mi curación?” pregunta Hitler. “Nada” le digo. Por arriba de
Hitler aparece un rubio grandote: “¿Qué? ¿Un judío que no quiere plata?”. A lo que Hitler
replica en tono imperioso: “Claro, nada de plata. Nuestros judíos alemanes no son así”.»

El médico le dio a este sueño diversas formas. Una vez le responde al que lo
había ofendido: «Si yo no fuera alemán, sino americano o inglés, no te habrías
aventurado a decir lo que dijiste.» Otra vez deseó que Hitler hiciera de él nuevamente
un alemán con todas las letras.
Al margen de estos sueños de deseo que, como dijimos, parecen haber sido
raros, los sueños de judíos en realidad se mueven en un círculo que va de la angustia a
la defensa al igual que los otros grupos que hemos tratado. Sin embargo, al interior de
este círculo, representan de manera inequívoca una categoría especial de sueños, tal
como los judíos eran una categoría especial en el régimen de Hitler. Desde el principio,
no sucumben al terror latente sino al manifiesto.
Por eso decidí reunir todos los sueños de judíos en un capítulo particular.
Capítulo 11

Sueños de judíos
o
«Si es necesario, le hago lugar a los papeles»

Por supuesto que no puedes expulsar en un año


a todos los piojos y a todos los judíos,
eso tendrá que suceder con el correr del tiempo.93

Dr. Hans Frank

El infrahumano difiere muy poco del hombre,


con rasgos semejantes al ser humano,
pero mental y anímicamente más bajo que el animal ...
Al interior de estos seres humanos hay un feroz caos
de pasiones desenfrenadas y salvajes:
voluntad anónima de destruir, deseos más primitivos,
abierta vileza.94

Discurso del líder de la SS

93
Hans Frank, en un banquete del 20 de diciembre de 1941, se dirigió a los integrantes del cuerpo de
seguridad de la siguiente manera: «¡Camaradas de la policía! Cuando dijeron adiós a casa, una madre o
una esposa preocupada puede haberles dicho: ¿a qué vas de esos polacos, donde hay tantos piojos y tantos
judíos? Por supuesto que no puedes expulsar en un año a todos los piojos y a todos los judíos, eso tendrá
que suceder con el correr del tiempo. Citado en Léon Poliakov y Josef Wulf, El Tercer Reich y los judíos.
Documentos y estudios, trad. de Carlos Barral y Gabriel Ferrater (Barcelona: Seix Barral, 1960).
94
El discurso de Heinrich Himmler se encuentra en Walther Hofer, El nazismo 1933-1945, trad. de
Desiderio Lang (México: Diana, 1963).
Como ya he mencionado, aún sin saberlo uno podría deducir cuándo y dónde
fueron elaborados los sueños que hemos visto hasta ahora. De los tres sueños que
introducen este capítulo, se puede deducir sin la menor dificultad quién los ha soñado,
dado que solo los judíos asimilados que vivían bajo el Tercer Reich podrían haberlo
hecho. En los tres casos, se trata de elaboraciones oníricas de juristas con un
pensamiento, una apariencia y un comportamiento totalmente consolidados, demasiado
viejos como para que la forma establecida de su personalidad pueda llegar a
modificarse. Sus sueños tienen como contenido, en forma exagerada, la desubicación y
la despersonalización, la pérdida de identidad y de continuidad (de las que tanto hemos
oído hablar), tal como fueron experimentadas en la realidad.
El primer soñante, un abogado y notario de Berlín de unos 50 años, portador de la
«Insignia de soldado del frente»95 gracias a la cual mantuvo su licencia profesional bajo
las Leyes Raciales, tuvo este sueño en 1935:

«Voy al concierto, tengo una entrada, al menos eso es lo que creo. Pero resulta que no es
más que un vale publicitario y en mi lugar está sentada otra persona. Somos muchos en la
misma situación. Mientras vamos abandonando lentamente la sala por el pasillo central
con la cabeza gacha, la orquesta entona “Pues no tenemos en la tierra una morada
permanente”96»

El segundo, también un abogado y notario de Berlín, aproximadamente cinco


años mayor que el anterior, luego de que hayan sido suspendidos los beneficios para los
soldados del frente y de haber perdido su trabajo, sueña lo siguiente:

«Me dirijo, solemnemente vestido, al Ministerio de Justicia (como realmente había ido
luego de haber aprobado mi examen, según era la costumbre, treinta años atrás) . El
Ministro, cercado por guardias de la SS, está sentado detrás de un enorme escritorio (tal
como lo hemos visto en las fotos de Hitler) y lleva puesto una suerte de híbrido entre el
uniforme oscuro y la toga de juez. (El motivo del sueño probablemente fue que el día
anterior había tenido que deshacerme de mi toga de juez). Le digo al Ministro: “Yo
acuso: me sacan el suelo de los pies”. Los guardias me agarran y me tiran al suelo.
Tendido, digo: “Incluso beso el suelo al que ustedes me han arrojado”.»

El tercer soñante, también abogado y notario de Berlín de alrededor de 60 años,


en cuya vida la expresión «reputación burguesa» había desempeñado siempre un papel
importante, tuvo simultáneamente un sueño que vendría a ser la continuación lógica del
escalofriante y grotesco «J'accuse»97 del anterior:

«Hay dos bancos en el Tiergarten, uno verde normal, el otro amarillo [a los judíos solo se
les permitía sentarse en bancos pintados de amarillo], y un tacho de papeles entre ellos.
Me siento sobre el tacho de papeles y me cuelgo un cartel al cuello como los que suelen

95
Condecoración por haber participado como combatiente en la Primera Guerra Mundial [N. de los T.]
96
Johannes Brahms, Ein deutsches Requiem, Op. 45, N°6 [Cf. trad. cast.: Un Réquiem Alemán, trad. de
Jaime Goyena, http://www.kareol.es/obras/cancionesbrahms/requiem/texto.htm, 1998]
97
En referencia al título de la carta abierta de Émile Zola («J’accuse» [Yo acuso]) al entonces presidente
de la República Francesa Félix Faure, del 13 de enero de 1898, en la que Zola hace referencia al
escándalo judicial que tuvo como protagonista al capitán judío Alfred Dreyfus, que había sido desterrado
a la Isla del Diablo a pesar de su inocencia demostrada.
usar los mendigos ciegos pero también como los que las autoridades les colgaban a los
“Rassenschande”98: “Si es necesario, le hago lugar a los papeles”.»

Estos tres sueños, cada uno a su manera, describen la destrucción de las


condiciones en las que anteriormente se había basado toda una vida, como puede verse
por ejemplo al comienzo del sueño de la maestra de matemáticas, donde escribir algo
matemático estaba prohibido y penado con la muerte. Sin embargo, están creados de
modo tan directo a partir de la realidad actual a la que sus soñantes estaban sometidos,
que no tienen nada de surrealistas. Los dos primeros se mueven crudamente al borde de
lo kitsch o, como suele decirse, al borde del pathos sentimental, como sucede en la
tragedia. Del tercero puede decirse que el soñante mismo se pone en el basurero al final
de la partida de su existencia e incluso está listo para hacerle lugar a los desechos,
mucho antes de que Beckett colocara a sus personajes de Fin de partida en un
basurero99.
Estos «sueños de los tres asimilados» se comentan a sí mismos. Por eso mismo,
en lugar de un comentario superfluo quizás sea más adecuado añadir aquí lo que ha sido
del destino de los soñantes. Del segundo, que aún residía en suelo alemán cuando ya
había sido expulsado, no tengo noticias. El primero, luego de haber perdido su
«residencia permanente», puso irse al extranjero y -considerando que ya no era joven
pero tampoco demasiado viejo- aún tuvo la fuerza como para volver a orientarse en la
vida. En cuanto al tercero, un hombre quebrado, también huyó al extranjero, donde
murió siempre predispuesto a «hacerle lugar a los papeles».
En 1934, una joven mujer judía de aspecto eminentemente alemán, bautizada de
niña, sueña lo que en cierto modo podría ser una teoría onírica sobre aquellos que
fueron bruscamente arrancados del sueño de la asimilación. Allí muestra claramente,
bajo la forma de un discurso dramático, qué puede pasar cuando los hombres son
extraídos de facto de una sociedad a la que creen pertenecer. Y lo señala mucho más
claramente de lo que lo haría nuestro dedo, al presentar los pormenores de este drama
incruento que precederá a los dramas sangrientos. Su sueño es el siguiente:

«Voy a dar un paseo por Suiza con dos rubios oficiales navales. Una judía alta y muy fea
se desploma lentamente frente a una vidriera. Su marido interviene: “Rosa, ¿qué te
sucede?”
Cuando pasan delante nuestro estrechamente abrazados, se puede ver realmente cuán
judíos y feos son. Siento que mis compañeros se estremecen del asco. No dicen nada.
Pero yo estallo repentinamente: “También son asquerosos para mí, no puedo soportar su
mirada. Ustedes me metieron a los golpes en su comunidad, a fuerza de golpes. Sin
embargo, no es mi comunidad. Ahora bien, con ustedes, ¿qué tengo en común con
ustedes? Se parecen a mí puesto que me parezco a ellos, a ustedes, ¿qué tengo que ver
con todo eso? A lo sumo, estoy en la cama con uno de ustedes…” Ahí me desperté e
inmediatamente anoté textualmente las palabras de mi estallido.» [Esto tampoco se puede
comentar ni interpretar. En todo caso, se puede señalar que incluso por precaución había
trasladado al extranjero su tumulto interior.]

98
Literalmente «vergüenza de la raza». Se trata de un término inventado por los nazis para describir la
violación a uno de los artículos de las Leyes de Núremberg de 1935 que prohibía las relaciones sexuales
entre judíos y alemanes [N. de los T.].
99
Samuel Beckett Fin de partida, trad. de Ana María Moix (Barcelona: Tusquets, 2006). Drama en un
acto. En una habitación se encuentran los protagonistas: Hamm, su sirviente Clov y los padres de Hamm,
Nagg y Nell, que vegetan sin piernas en dos tachos de basura.
Si, como ya hemos señalado, desde sus inicios las personas de todos los grupos de
la población podían reconocer mientras dormían los principios y las metas del estado
totalitario así como sus consecuencias a largo plazo, lo que retrospectivamente daba a
sus sueños la apariencia de profecías; la sensibilidad de los judíos directamente dibujaba
el cuadro de su situación con una clairvoyance100 naturalista, afilada como estaba por la
candente amenaza que la rodeaba.
En 1935, un ama de casa de 35 años sueña lo siguiente:

«En el transcurso de un paseo escuchamos un rumor en la calle: “No hay que quedarse en
casa porque algo va a pasar.” Estamos en el lado opuesto de la calle y miramos
ansiosamente hacia el frente de nuestra casa, las cortinas están corridas, parece
deshabitada.
Vamos a la casa de mi suegra, nuestro último refugio ahora. Escaleras arriba, vemos que
otra gente vive ahí, ¿nos hemos equivocado de casa?
Subimos las escaleras en el próximo edificio pero también nos equivocamos ya que se
trata de un hotel. Tomamos otra salida, intentamos encontrar el camino de regreso, pero
ahora no podemos encontrar la calle.
De repente, creemos haber encontrado la casa que tanto añoramos pero otra vez es el
hotel que nuevamente nos ha jugado una mala pasada. Cuando la enervante errancia se
repite por tercera vez, la propietaria del hotel dice: “Incluso encontrar la casa no les
servirá de nada. Lo que sucederá será lo siguiente” y declama con la forma y los gestos de
la maldición del judío errante Ahasverus101:
“Es una ley:
ya no tendrán ningún lugar donde vivir,
de modo que andar por las calles
será el destino de vuestra existencia.”
Luego cae nuevamente en la prosa y como si diera lectura a un acta recita
mecánicamente: “Simultáneamente con la mencionada ley, está prohibido todo lo que aún
estaba permitido, como entrar en las tiendas, solicitar el servicio de los artesanos…” Y a
mí se me ocurre en el medio de ese horror una nimiedad: “¿Entonces dónde haré
confeccionar ahora mis vestidos?”
Salimos del hotel, marchamos para siempre bajo la triste lluvia…»

Esta mujer, que no era judía pero estaba casada con un judío y unida por ello al
destino del grupo, no sólo anticipa aquí lo que paulatinamente habría de ocurrir unos
años más tarde, desde las deambulaciones de la vida en la clandestinidad durante la
«Solución Final» hasta las pequeñas cosas que complican la existencia, sino que
encuentra asimismo, en la forma en que se mezclan el pathos y el lenguaje burocrático
(mezcla presente también en los comunicados nazi) un reflejo lingüístico de su esencia.
Otro hombre, un abogado, concibe de una manera completamente diferente la
maldición de Ahasverus cuando en 1935 viaja en sueños hacia el «último país del
mundo en el que los judíos aún son tolerados»:

«Este es el nombre del país, no tiene otro, y está en el fin del mundo. Yo, mi esposa y mi
anciana madre ciega nos arrastramos en secreto por el hielo y la nieve. Debemos
atravesar Laponia y Laponia no deja pasar a nadie. Pero de repente todo queda atrás y

100
«Clarividencia». En francés en el original [N.de los T.]
101
Leyenda alemana anónima sobre el «judío errante», cuyo primer testimonio escrito se encuentra en
Leiden en 1602. Luego de que Ahasverus le negara a Cristo, que cargaba su cruz por el camino de la
pasión, la posibilidad de descansar en la puerta de su casa, el condenado a muerte le responde: «Quiero
parar y descansar, pero tú debes andar». Esta es la maldición que convierte a Ahasverus en el «judío
errante».
frente a nosotros, verde y brillante bajo el sol, aparece el “último país en el que los judíos
aún son tolerados”.
Un sonriente oficial de aduanas se inclina educadamente, rosado como un cerdito de
mazapán: “¿Qué desea el señor?” “Soy el médico …” y le enseño mi pasaporte. “Eres un
judío”, grita y arroja el pasaporte nuevamente al hielo de Laponia.»

Una vez más se nos vienen a la memoria las palabras de Brecht: «Huyendo de mis
compatriotas (…)/ Arriba, por Laponia,/hacia el mar Ártico,/todavía veo una pequeña
puerta.»102
Es cierto que el soñante judío encuentra la misma imagen que el poeta que huye,
pero va aún más lejos: incluso la pequeña puerta está cerrada para él. Mientras aún está
en su país natal experimentando nuevas formas cotidianas de marginación, inventa ya su
versión mundial.
En medio de un presente difícil se anticipan en sueños las grandes y pequeñas
dificultades del futuro, ¿adónde ir?, ¿qué hacer? Los sueños de los judíos de esta época
están plagados de estos detalles y tendrían que mencionarse aquí únicamente de modo
sumario. Por un lado, porque sus detalles son difíciles de comprender en la actualidad y
sólo hasta cierto punto pertenecen a nuestro objeto de estudio; por otro lado, porque por
terribles que sean se ven inevitablemente pálidos a la luz de las cosas horribles que
habrían de suceder en el futuro. Con sus papeles (pasaportes, documentos y visas)
suceden las situaciones más extraordinarias: no se les permite cruzar fronteras, no se les
permite aterrizar, los barcos deambulan con ellos por el mar. Cuando son acogidos en el
extranjero se convierten en huéspedes indeseados, no se atreven a sentarse a la mesa,
duermen de a ocho personas por habitación y trabajan a domicilio, tienen miedo de las
paredes oscuras y de los patios vacíos, oyen una canción alemana y se avergüenzan de
verse conmovidos, pronuncian todo mal y se convierten en motivo de risa. Como
resultado, no vuelven a recuperar su personalidad perdida y esbozan una de nuevo tipo
con sorprendentes detalles, la del exiliado forzado que ya no es joven, que no se adecúa
a lo nuevo y que esconde su nostalgia en el rechazo a lo desconocido. Esta es una
condición que muchos nunca superaron aunque hayan llegado con vida al extranjero.
Un ejemplo de esto es el sueño que tuvo una mujer de alrededor de 30 años en
Berlín en el año 1936, plagado de cláusulas, prohibiciones y discriminaciones que la
perseguían al otro lado del océano:

«Llego a Nueva York luego de un largo peregrinaje. Sólo tiene derecho a quedarse aquél
que pueda trepar un rascacielos desde el exterior. Los bautizados son los únicos que no
necesitan hacer esto. De ellos se dice: “Los pequeños nazis son muy amables y
confiables.” Aquí una vez más las diferencias. No sé qué dirección tomar, siempre elijo la
equivocada. Pienso en mi pobre esposo, esto es exactamente como él siempre se lo
imaginó.
De repente estoy en una calle estrecha y montañosa, a ambos lados y en plena nieve hay
relojes, joyas y pulseras. Me encantaría tomar alguna de esas cosas, pero no me atrevo
porque seguramente fueron puestas por la “Oficina para la verificación de la honestidad
de los extranjeros” y quizás puedo llegar a ser expulsada por hacer algo así. ¿O debería,
simplemente, tomar un camino totalmente prohibido y asegurarme de ser expulsada?
No alcanzo a encontrar la entrada de la Escuela de idiomas, tampoco alcanzo a encontrar
un lugar. Me quedo parada, sola, mientras los demás se sientan ordenadamente. No tengo
102
«1941»: «Huyendo de mis compatriotas/ he llegado a Finlandia. Amigos/que ayer no conocía disponen
camas para mí/en un cuarto limpio. Por la radio/oigo las noticias sobre el triunfo de la escoria humana.
Con/curiosidad/considero el mapa de la tierra. Arriba, por Laponia,/hacia el mar Ártico,/todavía veo una
pequeña puerta.» En Bertold Brecht, Poemas y canciones, versión de Jesús López Pacheco sobre la
traducción de Vicente Romano (Madrid: Alianza, 1999).
el libro que los demás leen y tampoco conozco su título. Desde que entré a la escuela,
inmediatamente pensé: “Qué aspecto feo y avejentado tiene, en nuestro país son más
lindas.” [La expresión “en nuestro país” era tan típica de los emigrados que en muchos
países llegaron a ser conocidos como los “chez nous”103 ]
Luego me preguntan la edad. “¿Es obligatorio decirla?”, pregunto. “Sí, es obligatorio”,
responde la profesora. “En nuestro país nada es obligatorio”, digo.
Llorosa, miro por la ventana y al ver el paisaje de la Märkische me siento algo
reconfortada. En ese momento la maestra dice: “Los pequeños nazis no solo aparentan ser
decentes, son también los únicos decentes entre ustedes”.»

En estos sueños de angustia y de defensa proyectados hacia el futuro, se añade un


nuevo motivo que aparece, con variaciones, de manera reiterada: la angustia por la
pérdida de la lengua materna.
Un hombre convierte la escena fantasmal de este miedo en un monasterio trapense
«en algún lugar del mundo», en cuyas «antiguas salas y celdas de piedra se han
refugiado todas las personas que de todos modos nunca más podrán volver a hablar».
Otro se pierde en el desierto y encuentra agua que sólo puede beber si lee en voz
alta en la «lengua del desierto», a lo cual se niega con las siguientes palabras: «Antes
morir de sed que hablar en la extranjera lengua del desierto.»
Un tercero debe traducir al francés para que lo dejen ingresar a Marruecos pero
también se niega: «No vale la pena», dice, «No se puede permanecer por donde se pasa»
y comienza a cantar en alemán: «¡Oh anchos valles, oh colinas!»104
La poesía y la canción alemana a menudo merodean por los sueños nostálgicos de
una patria perdida en la que los soñantes aún se encuentran. Una joven de 27 años canta
en sueños la siguiente canción:
«Ahora Olly está bien,
está en Hollywood…
[Comienzo de una canción de moda
del período pre-hitleriano105]
Allí encontrarás tu tranquilidad…
Entonces de pronto reinará el silencio…
Algún día todo volverá nuevamente…»
También en sueños, canta indefinidamente: «Y el corazón vacío, y el corazón
vacío, y el corazón vacío», una línea del “Tiempo de juventud” de Rückert106. Una vez
reescribió la estrofa completa:

103
En francés en el original. En lengua francesa, «chez nous» remite a un lugar propio, a una procedencia
o a un interior que puede designar una pequeña comunidad. Según el contexto puede significar «en
nuestra casa» o «en nuestro país» [N. de los T.].
104
Basado en un texto de Joseph von Eichendorff, musicalizado por Felix Mendelssohn Bartholdy. [Cf. El
lied coral romántico, trad. de Cecilia Gallego de Torres (Madrid: Fundación Juan Mach, 1987).
105
Basado en una canción de Max Hansen, «Jetzt geht’s der Dolly gut» [Ahora Dolly está bien], audio
disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=XIqybIfEOgQ&hd=1
106
Friedrich Rückert (1788-1866), catedrático alemán, experto en orientalística, poeta y traductor del
Corán (entre otras obras). Sus composiciones y relatos se hicieron muy populares. El título en alemán de
la canción aquí citada (presumiblemente compuesta en 1818 y publicada por primera vez en 1831) es
«Jugendzeit», literalmente, «Tiempo de juventud». La versión disponible en castellano [Las cien mejores
poesías líricas de la lengua alemana, trad. de Fernando Maristany (Valencia: Cervantes, 1919), 63, 64] lo
traduce como «Desde la verde edad» y dice así: «Desde la verde edad, desde la verde
edad/Continuamente escucho una canción;/Cuando lejos queda ya, cuando lejos queda ya/Lo que un día
llenó mi corazón./Lo que la golondrina, lo que la golondrina/Trinó se torna a orí en primavera,/Y aún
ahora mismo trina, y aún ahora mismo trina/En mi aldea, tal vez, de igual manera./Cuando me despedí,
cuando me despedí/Dejé todas las arcas bien colmadas,/Mas ¡ay! Cuando volví, mas ¡ay! Cuando
volví/Me hallé que habían sido vaciadas./Oh, tú, boca infantil, oh tú, boca infantil/Llena de alegre y sabia
«Cuando vuelve, al morir el frío, llena, al morir el frío
La golondrina el nido, y pesado vuelve a ser
Quien tiene el corazón vacío, quien tiene el corazón vacío
Ya no va a volver.»107
En retrospectiva, nuevamente encontramos aquí una profecía, ya que de la gran
mayoría que tuvo que irse con gran pesar, pensando en el retorno, muy pocos lograron
volver. En el marco de nuestro trabajo esto adquiere tanta lógica como la versión del
sueño sobre el poema de Heine, Krähwinkel108.
Un empleado bancario de alrededor de 40 años, expulsado por ser judío, sueña en
1936, cuando aún estaba en Berlín, que emigra, que le va bien en el nuevo país, que
nuevamente trabaja en un banco y que como va progresando puede permitirse su primer
viaje de vacaciones a las montañas:

«Voy a escalar una montaña con un guía [Führer]. Cuando llegamos a la cima algo
sucede. El guía se saca la capa y la capucha y se para frente a mí, enteramente vestido con
el uniforme de la SA.»

Este hombre sueña con la reconstrucción de su personalidad destruida sólo como


efecto de un anticlímax, dado que la ascensión resulta bien bajo las nuevas
circunstancias, pero lo acompañan las fuerzas que anteriormente lo habían destruido y
que no alcanza a descubrir a tiempo por efecto de los nuevos disfraces. En la cima de la
montaña, se descubren repentinamente ante él bajo la forma de un guía [Führer].
Un sueño que se remonta al invierno de 1960 y que está en consonancia con esta
angustia onírica del judío de 1936 como tantos otros que hemos considerado, pertenece
a una mujer que aún era niña en la época de nuestros objetos oníricos. Dice así:

«Veo en mi casa, en el vestíbulo, un puñado de cartas tiradas. Están dirigidas a mí y casi


todas están abiertas. Entre los sobres y cartas que yacen ahí por separado, hay una aún
húmeda y blanda por el vapor. Estos modernos abrecartas no hacen uso de métodos
demasiado científicos, pienso, y comienzo a quejarme al portero que está ahí parado.
A su lado, hay otro hombre pequeño, delgado y discreto, con el pelo cuidadosamente
dividido por una raya, vestido con un traje negro de lo más común. Sí, dice él, de
acuerdo. Está aquí justamente por mi asunto con las cartas. Qué bien, genial, digo, y me
pongo a explicarle lo que sucedió.
Pero me interrumpe: “Muéstreme sus papeles” y yo “Pero no, en casa todos me conocen,
vivo aquí desde hace años y el portero…” Él: “¡Sus papeles!”
Y se endereza, se hace más grande, su traje ya no es un traje negro cualquiera, sino el
traje negro, las insignias brillan y resplandecen. “Ah, no”, digo yo, no tiene derecho a
pedirme los papeles a menos que me muestre su autorización. Soy yo la que ha de hacer
la demanda. “Y soy una ciudadana libre”. Me golpea en la cara, primero la mejilla
izquierda, luego la derecha, y repite: “Los papeles”, y yo digo no, no, y él replica: “De

intuición,/Sabes la habla gentil, sabes la habla gentil/De las aves mejor que Salomón./Campos de mi
lugar, campos de mi lugar,/Dejadme una vez más a vuestro suelo,/Bien que en sueños, volar, bien que en
sueños, volar/En busca de reposo y de consuelo./Cuando me despedí, cuando me despedí/La tierra
rebosar me parecía,/Mas ¡ay! cuando volví, mas ¡ay! cuando volví/¡Parecióme que estaba tan
vacía!.../Llena, al morir el frío, llena, al morir el frío,/La golondrina el nido del alero,/Y el corazón vacío,
y el corazón vacío/Nada puede impedir que quede huero./Ninguna golondrina, ninguna golondrina/Te
devuelve la causa de tu llanto,/Y empero trina y trina, y empero trina y trina,/Y es siempre de año en año
igual su canto./Cuando me despedí, cuando me despedí/Dejé todas las arcas bien colmadas,/Mas ¡ay!
Cuando volví, mas ¡ay! Cuando volví/Me hallé que habían sido vaciadas.»
107
En lugar de:«Llena, al morir el frío, llena, al morir el frío,/La golondrina el nido del alero,/Y el corazón
vacío, y el corazón vacío/Nada puede impedir que quede huero.»
108
Véase nota 57, Capítulo 5.
todos modos no hace falta. La conocemos y sabemos quién y qué es usted” y me vuelve a
golpear. Me agarra las manos y las ata con la cadena del elevador.
Y digo despacio y tristemente, para mí misma: “Esperaba poder reconocer a los de tu
clase la próxima vez que vinieran. No pude hacerlo, es mi culpa.”
Entonces empiezo a gritar, aferrándome como un ser humano normal a la desesperada
esperanza de que alguien venga y me ayude cuando grite. Pero sé que ahora ya nadie
puede venir, nunca más.»

Como hemos mencionado, la soñante pertenece a una generación que no está


vinculada con el pasado del Tercer Reich ni por la angustia ni por la culpa. Su angustia
se aplica al presente (tuvo su sueño algunas horas después de escuchar un alarmante
discurso político) y según ella es precisamente por la culpa que no es posible reconocer
los fenómenos que amenazan el espacio público de nuestro siglo antes de que crezcan y
se fortalezcan, antes de que sus insignias visiblemente brillen y resplandezcan. Esta
sería la enseñanza que deja su fábula.
Y es, asimismo, la enseñanza de todas las fábulas políticas soñadas durante el
Tercer Reich, que, como todas las fábulas, contienen no solamente información sino
también advertencias. Advierten que los fenómenos del totalitarismo tendrían que
reconocerse antes de que se quiten sus capas y capuchas como en el sueño del guía de
montaña, antes de que uno ya no pueda decir «yo» y tenga que hablar de modo tal que
no se entienda a sí mismo y antes de que comience la «vida sin paredes».
Nota bene

El primer paso que me condujo hacia este libro lo dí gracias a Roland H.


Wiegenstein, quien, por intermedio de Karl Otten, leyó una selección de los sueños que
había recopilado y me impulsó a realizar una emisión para la Radio de Alemania
occidental, titulada “Sueños del terror”109.
Le debo a Martin Gregor-Dellin que resultara de ello la redacción de El Tercer
Reich de los sueños, ya que a partir de dicha emisión radial se vio atraído por todo ese
material y me motivó a escribir el presente libro.

Charlotte Beradt
Nueva York, octubre de 1965

109
Véase supra, nota 4.

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