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EEl cristianismo hoy

Luis Enrique Alvizuri

La grandeza del cristianismo se construyó sobre algo que parecía un imposible (y lo sigue
pareciendo): el amor al otro, al que no es de nuestro clan, familia, nación y cultura. El
cristianismo planteó que todos los seres humanos, sin importar nuestro origen, etnia o
civilización, somos hermanos y entre todos debemos amarnos y ser solidarios. Según esta
ideología (que después se convirtió en religión) Dios tiene un lógica diferente y opuesta a la
del ser humano que se divide y organiza en torno a la sangre y al origen y que al mismo
tiempo rechaza al extraño. Incluso las propias leyes de la naturaleza (consagradas después
por Darwin) así lo indican puesto que los animales las practican. Pero las leyes de no son las
de Darwin. He ahí la grandeza y estatura de este gran mensaje.

Sin embargo sus seguidores no piensan así. Los cristianos se atienen a principios y reglamentos
que se alejan radicalmente de la propuesta inicial. Para empezar, el corazón del mensaje, el
amor universal, se transformó con el paso del tiempo en "el amor a mi gente", que derivó
nuevamente en el sectarismo donde el prójimo, el objetivo del amor, era solo "el hermano", el
igual, el otro cristiano, el que pertenecía a la misma grey. O sea, solo se ama a otros cristianos,
no así a quienes no lo son. Esta fue la lógica que manejaban los conquistadores en el sentido
que los "no bautizados" no estaban dentro de los "planes de Dios" y que, si no se bautizaban,
podían desaparecer sin problemas. No era un crimen.

Hoy el ser cristiano prácticamente solo abarca a quienes también lo son y solo para los
cristianos se aplican sus principios de caridad, respeto, ayuda y amor. Apenas unos pocos han
reaccionado ante esta deformación de la idea inicial, como Bartolomé de las Casas, quien
insistía en el valor de las vidas de los "indígenas" a pesar de no ser aún cristianos. Actualmente
el pensamiento lascasiano es casi ausente en los intelectuales de dicha religión y su principal
preocupación radica más bien en la posición de Sepúlveda, que es que "el mensaje cristiano y
todas sus atenciones deben dirigirse solo a aquellos que han aceptado pertenecer a dicha fe, o
sea, a quienes ya son cristianos".

El mismo fundador, Jesús, también reclamaba esto diciendo "qué merito tiene ser bueno con
los buenos" pues hasta los más malvados también lo son con los suyos . Y aquí está el
problema que es lo que hoy estamos viviendo y se ha encarnado en Bolivia, pero que pasa en
todo nuestro continente (y en el mundo): que los cristianos solo consideran humanos y con
derechos a quienes son como ellos, mientras que para "el otro" (en este caso el indio, pero en
otros el negro, el asiático, el árabe o el eslavo) estas normas básicas no se aplican. Cuando
Truman, presidente de EEUU al final de la Segunda Guerra Mundial, ordenó el bombardeo de
dos ciudades japonesas no sintió ningún remordimiento por saber que las mayoría de muertos
iban a ser civiles: es que los japoneses no eran cristianos, no eran "personas".

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